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¿robots que
sienten?
La última generación de robots es ya capaz de aprender y expresar emociones. Pero… ¿estamos nosotros preparados para recibirlas?
Por
patricia luna
Todos recordamos todavía la visión del siglo XXI popularizada hace un par de décadas: coches voladores, robots que llevaban a cabo todas las labores que no nos gusta hacer… Sin embargo, la realidad ha quitado brillo a aquel futuro radiante: los robots siguen relegados a los dominios industriales y el transporte a corta distancia continúa realizándose a ras de tierra. Pero los expertos no se rinden. Aseguran que, en unas décadas, batallones profesionales del ejército estarán formados por robots, y que éstos también realizarán operaciones quirúrgicas y actuarán como equipos de rescate en situaciones de emergencia y desastres naturales. Y no sólo eso. Podrían encargarse también de tareas tan cotidianas como hacer la compra, llevar a los niños al colegio, cuidar
a nuestros mayores o incluso servir de soporte emocional cuando necesitemos descargar las penas. ¿Cómo conseguirán los robots conquistar nuestro espacio doméstico? Muchos de los científicos que trabajan en el floreciente ámbito de la robótica creen que estamos entrando en una nueva dimensión del mundo de los robots marcada por un cambio en el paradigma. APRENDIENDO DE LOS NIÑOS “La versión antigua de la Inteligencia Artificial se basaba en programar cada acción del robot: si pasa esto se responde de forma x, y si pasa esto otro se responde de forma y. Todo estaba encorsetado en un guión, y luego el robot simplemente lo ejecutaba”, explica Anthony
Morse, de la Universidad de Plymouth (Reino Unido). Morse es un experto en ciencia cognitiva y trabaja en el desarrollo de un programa llamado italk, tratando de integrar lenguaje y acción en robots. En concreto Morse trabaja en un robot con la cara y el tamaño de un niño de tres años llamado iCub, desarrollado por un consorcio de investigadores europeos que investiga los procesos de percepción, razonamiento y toma de conciencia humanos. “En cambio, iCub hace predicciones sobre sus acciones y tiene que aprender por sí mismo. No son cosas que le puedas programar. En la actualidad se tiende a tener una base neurológica y los robots adquieren sistemas de aprendizaje.”, continúa
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Morse. El iCub aprende, como los humanos, cada día cosas nuevas. Y para aprender utiliza el mismo método que los humanos pequeños: los niños. “Hemos dado un paso hacia atrás, hemos vuelto a lo básico y explorado cómo los niños se desarrollan y aprenden. La premisa parte de que mucho de lo que se había hecho hasta ahora en inteligencia artificial se basaba en los
Los robots, como los humanos, tendrán que aprender de la realidad por sí mismos
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comportamientos de los adultos y ese enfoque ha resultado erróneo”, asegura Morse. Por tanto, podemos concluir que los procesos de aprendizaje forman parte de una nueva inteligencia artificial, que combina neurociencia e ingeniería y está mucho más centrada en emociones y cognición, es decir, en desarrollar robots capaces de sentir. “Hemos incorporado a nuestros robots modelos emocionales. Aunque a alguna gente le molesta que lo llamemos emociones, porque afirma que las máquinas no pueden tener emociones, así que simplemente hablamos de modelos emocionales. Pero funcionan de un modo parecido a las emociones en los seres humanos, y realmente consiguen
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que al robot le resulte más fácil elegir entre las miles de cosas distintas que pueden hacer a cada segundo”, explica Rodney Brooks, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Massachusetts Institute of Technology, MIT (EE. UU.). Ante este reto, cabe preguntarse sobre estas emociones robóticas… ¿se trata de emociones verdaderas o de un simple modelo? Brooks asegura que ésta es una pregunta difícil de responder. ¿Hasta qué punto son complejas las emociones humanas? ¿Cuán complejas son las de un perro? ¿Y las de un ratón? A medida que pasamos a animales más y más simples los estados emocionales también parecen volverse más y más simples. ¿Dónde está el punto en el que coincide lo que podemos incorporar a los robots hoy en día con lo que tienen los animales más simples? Brooks asegura que eso todavía no lo podemos saber.
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EL VALLE INQUIETANTE Una de las conclusiones más curiosas de la investigación con robots es que resulta que los humanos los aceptan mucho mejor cuando tienen un aspecto robotoide —y se puede percibir claramente que se trata de máquinas—, que cuando tienen un aspecto más humanoide. Está comprobado que cuanto más humano es el aspecto de un robot, más nos cuesta relacionarnos con él. Esto se debe a algo que los científicos especializados en este campo han denominado “el valle inquietante”. El valle inquietante define el límite de lo que hace que un robot sea querido y aceptado, de aquello que hace que no lo sea. Aceptamos sin problema que las máquinas o los dibujos animados simples son simplificaciones distorsionadas de las personas humanas. Incrementar el “aspecto humano” de los robots ayuda sólo si lo hacemos hasta un determinado punto. Sin embargo, si el robot es demasiado humano, pero hay algo robótico en él que nos impide clasificarlo como un ser real, si creemos que es humano pero algo en su forma de comportarse lo delata, más que acercarnos, el robot nos asusta… Y entonces ha caído de lleno en el valle inquietante, que nos bloquea e impide producir una respuesta empática por nuestra parte.
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LA CIENCIA DEL ENGAÑO Otra cuestión aparte es la forma en que se dota a la máquina de emociones, o modelos que permiten recrearlas. Para eso los científicos primero tienen que entender exactamente cómo funcionan estas emociones en los humanos, analizarlas, deconstruirlas en sus detalles más pormenorizados y tratar luego de plasmarlas en unos algoritmos o mecanismos que reproduzcan estos sentimientos en el ser inanimado. “La ciencia de la inteligencia artificial existe y está desarrollada, todo se reduce a formular exactamente cómo la gente procesa la información y traducirla a un software o algoritmo en un robot”, relata Alan Wagner, del Instituto de Tecnología de la Universidad de Georgia, en Atlanta (EE. UU). “Por el momento tomamos una versión muy simplificada de las emociones, y no estamos diciendo que el robot vaya a tenerlas, sino que pretendemos que sea capaz de reconocerlas y lidiar con ellas”, matiza. De momento ha logrado, junto a su colega Ronald Arkin, desarrollar a Rovio, el primer robot de la historia que es capaz de engañar. Rovio es un robot en forma de coche que consiguió en diversas ocasiones despistar a otro compañero en el juego del escondite: dejó pistas falsas del camino que había seguido para que el otro robot no fuera capaz de encontrarlo. “Partimos de la premisa de tratar de ver si un robot podría reconocer una situación que justificara el uso del engaño y engañar realmente”, explica Wagner. Lo más interesante no
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Ya existen robots que tienen emociones simples, aunque todavía no sabemos si equivalen a las que puede tener un animal
es sólo que lo lograra, el triunfo de Rovio sobre su compañero implica que el robot es capaz de razonar pensamientos y adivinar intenciones de otros robots. Implica, además, el reconocimiento de que las intenciones y creencias de los otros son distintas de las nuestras y permite anticiparse para manipular las acciones de los demás. Aunque esta capacidad puede resultar inquietante a ojos de los humanos, sus aplicaciones prácticas son precisamente aquellas en que los robots debieran entender los sentimientos mejor que nunca.¿Diríamos que es poco ético si un robot engaña a una persona para salvarla? ¿Si lo hace para calmarla en una situación de rescate que favorezca su salida de un edificio? ¿Si se utiliza para dar la medicina a alguien que se va a curar? Wagner argumenta que hay algunas situaciones en las que el engaño se puede utilizar para ayudar.
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Los expertos auguran que nos acostumbraremos a que los robots formen parte de nuestras vidas y nuestras familias @ Plymouth University
@ The RobotCub Consortium, www.robotcub.org, foto de L. Natale
UNA FRONTERA CADA VEZ MÁS DIFUSA Sea como fuere, Brooks aventura que seremos capaces de adoptar robots casi como miembros de la familia: “Si miramos a los que hemos creado hasta ahora, tienen modelos emocionales bastante simples. No son como nosotros o cualquier animal pero, a veces, durante unos pocos minutos, la gente interactúa con ellos como si fueran criaturas.
@ Georgia Tech
Arriba, Anthony Morse trabajando en software para robots. Abajo a la derecha, Ron Arkin a la izquierda y A lan W agner a la derecha enseñando a sus robots a aprender del entorno que les rodea.
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Y otras veces, cuando el robot está en el laboratorio y los estudiantes que lo programan están concentrados en otra cosa, de repente les llama la atención y lo ven como un ser animado subconscientemente, así que es un proceso que ya está pasando. Creo que nos acostumbraremos a tener estos seres que parecen animados en @ Plymouth University
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nuestras vidas y que pasarán a formar parte de ellas, del mismo modo que las puertas que se abren automáticamente ya no nos sorprenden.”, añade el investigador del MIT. Aunque puede que nosotros no seamos los únicos que tienen problemas a la hora de relacionarnos con ellos. “Tratar con los humanos resulta también muy complejo para los robots, porque ellos no cambian, pero un humano puede cambiar de opinión y sentimiento de un minuto al siguiente”.