Plazas de mercado en Bogotá. Patrimonio vivo. Agenda 2025

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VENTA DE ALPARGATAS. PLAZA FONTIBÓN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
PLAZA DE MERCADO RUMICHACA. BARRIO EGIPTO. FOTOGRAFÍA: HANZ RIPPE-IDPC, 2019

Carlos Fernando Galán Pachón ALCALDE MAYOR DE BOGOTÁ

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CULTURAL INMATERIAL - IDPC

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TEXTOS - IDPC

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Blanca Cecilia Gómez Lozano

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Enrique Rincón Henao

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COLABORACIONES

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SELECCIÓN Y PREPARACIÓN DE IMÁGENES

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DISEÑO GRÁFICO, DIAGRAMACIÓN Y PREPARACIÓN DIGITAL

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CORRECCIÓN DE ESTILO

Bibiana Castro Ramírez

FOTOGRAFÍAS

Camilo Rodríguez Angulo

Colección Museo de Bogotá

Colección Archivo de Bogotá

IMPRESIÓN

Buenos y Creativos S. A. S.

ISBN IMPRESO 978-628-96626-4-1

ISBN DIGITAL 978-628-96626-5-8

* Para esta publicación se usaron las tipografías Roc Grotesk y Stratos

2024

SELLO EDITORIAL IDPC

WWW.IDPC.GOV.CO/PUBLICACIONES

IMPRESO Y HECHO EN BOGOTÁ D. C. COLOMBIA

PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ

VENTA DE AGUACATES. PLAZA 7 DE AGOSTO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
PLAZA DE LAS FERIAS. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PRESENTACIÓN

Las plazas de mercado en Bogotá constituyen un universo de encuentro entre el campo y la ciudad. Visto desde la perspectiva del patrimonio cultural, este intercambio cultural y regional da cuenta, entre muchas otras características, del derecho a la seguridad alimentaria, del reconocimiento de prácticas asociadas a la comercialización de productos cultivados o trabajados artesanalmente, así como de la circulación del conocimiento y la sabiduría popular propia del oficio de los vivanderos y vivideras que trabajan en estos espacios.

En Bogotá, las plazas de mercado cuentan con una trayectoria histórica muy amplia, que inició con los mercados ubicados en la época de la Colonia en la plaza Mayor (hoy plaza de Bolívar), en la plaza de las Yerbas (hoy plaza Santander) y en San Victorino. Desde ese momento hasta hoy, se han ido transformado. Mediadas a lo largo de casi cinco siglos por perspectivas diversas referidas al ordenamiento territorial, políticas de corte higienista, restricciones económicas, formas de administración, designación de presupuestos, infraestructura y retos de sostenibilidad, ante la proliferación de otros espacios de abastecimiento como los almacenes de cadena y grandes superficies, las plazas se mantienen vivas, así como su legado y presencia de carácter patrimonial en la ciudad.

Las relaciones de vecindad, y las particularidades que pueden reconocerse a nivel gastronómico, de diversidad de alimentos, de valores arquitectónicos identificados en varios de los inmuebles que ocupan algunas de ellas, de oficios y quehaceres populares, e incluso de creencias, ritualidad y religiosidad, configuran la riqueza y unicidad de las plazas de mercado de Bogotá.

Del gran conjunto de plazas existentes en la ciudad, diecinueve hacen parte del Sistema Distrital de Plazas de Mercado, el cual se encuentra liderado por el Instituto para la Economía Social (IPES). Con esta entidad hemos emprendido un trabajo en equipo para esta publicación, así como para avanzar en el inventario del patrimonio vivo presente en estos lugares.

Esta agenda del año 2025 propone una aproximación a las plazas de mercado públicas, a través de textos cortos, pero sugestivos, así como de imágenes que, esperamos, puedan expresar parte del color y la gama de texturas presentes en dichos espacios. Las plazas perviven en nuestra capital como una fuente inagotable de intercambio y encuentro entre lo rural y lo urbano, y se adaptan constantemente —no sin esfuerzo— a las diversas mediaciones y condicionamientos que han tenido que afrontar a lo largo de su trayectoria. En ese sentido, resulta necesario mencionar que la sostenibilidad y permanencia de este universo como patrimonio vivo de los bogotanos y bogotanas depende no solo de los vivanderos/as, coteros/as, transportadores y demás protagonistas presentes en estos espacios, o del campo y los campesinos y campesinas como principales abastecedores de los productos; en realidad, se trata de un sistema que requiere un claro reconocimiento de estos lugares como patrimonio cultural por parte de quienes habitamos Bogotá, que haga de las plazas de mercado parte constitutiva de un circuito cotidiano en el marco de nuestras relaciones culturales, comerciales y locales.

EL VENDEDOR, LAS PLAZAS DISTRITALES Y LA FUERZA DE MARÍA

Voy a poner un mercado entre tantos mercaderes para vender esperanzas y comprar amaneceres. Mocedades

Cuando pienso en Bogotá y en el caminar seguro de las plazas de mercado, que son administradas por el IPES, me gusta recordar a Mocedades, el grupo español de otra época, que le cantaba a la positiva y persistente actitud de El vendedor quien, “en la plaza vacía, nada vendía”, pero que, “aunque nadie compraba, no se apagaba nunca su voz”.

Se me antoja ubicar a ese vendedor en alguna de las diecinueve plazas que se encuentran en doce de las veinte localidades de Bogotá, donde 2.612 vivanderos, el 61 % de los cuales son mujeres, representan la imagen de quienes, sin desfallecer, van a “poner un mercado, para vender esperanzas y comprar amaneceres…”. Entre esos vendedores valientes, se alzan historias ejemplares, de hombres y mujeres, que vale la pena resaltar. Una de ellas es la de María Gómez Chico, nacida en el sur del Tolima, una mujer cuya vida es una oda a la fuerza y la tradición.

María llegó “a este monstruo de ciudad con dos hijas de brazos y un embarazo, y, por si fuera poco, sin saber leer ni escribir”; llegó también con las manos llenas de sueños y las espaldas cargadas de desafíos. En vez de rendirse, María hizo de Bogotá su casa. Comenzó trabajando en los hogares de otros y, con el tiempo, no solo aprendió a leer y escribir, sino que estudió Gestión de Lácteos en la Universidad Nacional Abierta

y a Distancia (UNAD). Su historia es la de una mujer que, al igual que las plazas mismas, ha evolucionado, crecido y fortalecido su presencia en la ciudad.

Hoy, desde la plaza de mercado La Concordia, donde lleva más de doce años, María rescata la cultura de su tierra natal, Tolima, con un mercado campesino que ofrece productos tradicionales. En sus manos viven las enseñanzas de su madre, que le inculcó desde niña los secretos de la cocina tradicional: tamales, chicha, guarapo, bizcochos, lechona, masato... Cada receta es un pedazo de historia; cada plato, un homenaje al campo y a sus raíces. A su lado, sus hijos, que son su bastón y su apoyo incondicional, continúan el legado que ella aspira a dejar para sus nietos, bisnietos y todas las generaciones por venir. María es solo una de las miles de personas que dan vida a las plazas de mercado, esos núcleos de cultura y tradición que alimentan el alma de Bogotá.

Las plazas representan el 5,5 % del abastecimiento alimentario de la capital y tienen un impacto directo en más de 231.712 personas de sus entornos. A través de festivales gastronómicos y culturales, como el Fritanga Fest o el Festival del Tamal, estas plazas han dejado una huella en la ciudad, posicionándose también como destinos gastronómicos. Pero, más allá de las cifras, lo que realmente brilla es la esencia de personas como María, quienes, con esfuerzo y dedicación, mantienen vivas las tradiciones de sus tierras y nutren el alma de los que tienen la fortuna de cruzarse en sus caminos.

Como el vendedor que nunca apagó su voz, María y las mujeres de las plazas nos enseñan que, aun en medio de los desafíos más grandes, hay una fuerza imparable que sigue “vendiendo esperanzas y comprando amaneceres”. Y esa fuerza, como las plazas mismas, camina segura hacia futuros prósperos.

Con esta imagen de vendedor, que representa un querer, un propósito, una política, deseo expresar la voluntad que nos asiste, a ellos, los “vendedores”, y al IPES, de afrontar la desafiante tarea de administrar eficientemente las plazas de Bogotá y ofrecerles seguridad en su andar. Nuestra convicción es clara: optamos por ver el vaso medio lleno, decididos a fortalecer lo que ya se ha logrado y a construir mejores escenarios para las plazas y su gente.

Esta tarea implica potenciar la valiosa tradición cultural de los oficios, saberes y tradiciones que se han acunado en las plazas; el mejoramiento de la infraestructura; la creciente participación y solidez de sus organizaciones; el desarrollo eficaz de sus actividades económicas, que se debe concretar en beneficios claros para las y los vivanderos y sus familias; su vinculación activa y pertinente con las dinámicas de la ciudad, y la formación sólida y creciente de todos sus actores.

Como labor diaria asumimos la responsabilidad con lo que hemos heredado, y que es fruto del esfuerzo de “quien ha pasado, quien ha llegado y quien vendrá”, con la certeza de que lo positivo perdurará.

DESGRANANDO MAZORCA. PLAZA DOCE DE OCTUBRE. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PLAZA LAS CRUCES. FOTOGRAFÍA: HANZ RIPPE-IDPC, 2024
ALISTANDO EL ALIMENTO PARA LA SOPA. PLAZA FONTIBÓN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VIVANDERA DE LA PLAZA LAS CRUCES. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024.

PLAZA DOCE DE OCTUBRE. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PLAZAS

INTRODUCCIÓN

Marchantes, vivanderas, cocineras, carreteros, campesinas, artesanos y comerciantes recorren paso a paso diversos caminos que acercan nuestra ciudad a los territorios rurales, municipios y regiones de toda Colombia. Los oficios y el hacer aprendidos y heredados a lo largo de distintas generaciones les han dado vida a espacios, memorias colectivas, vínculos de vecindad, saberes y tradiciones que enriquecen nuestra ciudad tejiendo territorios. Ya sea cargando en carretas, camiones, trenes o a lomo de mula, así como alistando y comerciando una diversidad de productos en sus puestos, el trabajo de estas mujeres y hombres de origen campesino, de barrios populares, o que provienen de distintos pueblos indígenas y afrocolombianos, representa el sostén de economías familiares, así como el de un amplio sector de habitantes de Bogotá. Con el sabor dulce de la fruta, los aromas de las plantas, los tantos colores de las verduras o la sazón de su cocina, estas identidades recogidas bajo el nombre de comerciantes, trabajadores o vivanderos y vivanderas de las plazas de mercado aportan con su hacer al derecho a la alimentación y la seguridad alimentaria de toda la ciudad.

Las plazas de mercado, entendidas como espacios culturales, constituyen uno de los patrimonios más representativos de nuestra ciudad. Aquello que las hace significativas para nuestra vida colectiva puede residir en un tejido de punto que entrelaza sistemas de intercambios económicos con un carácter popular, una amplia biodiversidad y riqueza ecológica; en el hacer y los saberes fundados en costumbres y la tradición, así como en el lugar de encuentro de la vecindad sostenidos por vínculos afectivos, memorias, formas de vivir y ser en la ciudad. Esta definición amplia, cargada de matices que enriquecen la valoración y el reconocimiento de las plazas de mercado como espacios culturales y parte del patrimonio vivo, a su vez esboza

un camino que invita a ser explorado, en el que la ciudadanía pueda (re)conectarse, vivir y disfrutar sus plazas de mercado.

En la ciudad se pueden contar 64 plazas de mercado, de las cuales 45 son gestionadas por actores comunitarios y entidades de carácter privado. Algunas se organizan de forma itinerante en parques, predios al aire libre, calles concurridas y pasajes comerciales, y otras, en espacios construidos. Estas plazas representan la capacidad de gestión de algunas comunidades que, conscientes de las necesidades de alimentación, abastecimiento y trabajo en sus territorios, han fundado y consolidado sus propias plazas de mercado desde las lógicas de la autoconstrucción. Lo anterior es una de las razones para comprender estos espacios como parte del patrimonio vivo de la ciudad y reivindicar la labor de quienes han liderado estos procesos.

De otra parte, 19 de estas 64 plazas de mercado son de carácter público y, desde el 2006, son gestionadas por el Instituto para la Economía Social (IPES). En conjunto, las plazas hacen parte del Sistema Distrital de Plazas de Mercado que tiene por objetivo garantizar la eficiencia de la seguridad alimentaria mediante el mejoramiento continuo del abastecimiento de alimentos, en coordinación con los departamentos o municipios productores de la región, potenciando la comercialización de los productos, y reduciendo el proceso de intermediación para contribuir al equilibrio entre comprador y producto.

En este sentido, uno de los objetivos del Plan Distrital de Desarrollo 2024-2027, “Bogotá Camina Segura”, es desarrollar y aprovechar al máximo el potencial mejorando la productividad y la competitividad de la ciudad, lo cual se logrará por medio de la reducción del desempleo y el fortalecimiento de los emprendimientos productivos. En este marco, y con el fin de consolidar el Sistema Distrital de Plazas de Mercado, el IPES y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) están llevando a

PLAZAS

cabo un trabajo articulado para aportar al fortalecimiento de estos espacios, con gestiones encaminadas a la salvaguardia del patrimonio de las plazas de mercado a través del desarrollo del Inventario del Patrimonio Vivo.

Esta publicación hace parte de este proceso con el que el IDPC aporta al fortalecimiento de las plazas distritales de mercado reivindicando la labor de los vivanderos y vivanderas, la relación con el campesinado y la ruralidad, la memoria vinculada a diversas identidades en la ciudad, así como resaltando la importancia de estos espacios para asegurar derechos de la ciudadanía. A lo largo de estas páginas, se propone un recorrido por las plazas de mercado de la ciudad como patrimonio vivo. En la primera sección, se invita a reflexionar sobre las dinámicas y la cultura campesina en torno al alimento, y se presentan algunas miradas de cómo se construye esa relación entre lo rural y lo urbano. La segunda sección hace énfasis en el tejido social que sostiene a las plazas de mercado desde la vecindad, la organización comunitaria, la solidaridad y la memoria colectiva. Por último, la tercera sección aborda los oficios culturales y el quehacer en las plazas de mercado, ampliando la comprensión del trabajo que hacen vivanderos y vivanderas.

Esta publicación también es el resultado de la articulación con el IPES, al que que agradecemos su colaboración en el desarrollo de este proyecto. La sinergia entre entidades permitirá poner en diálogo aproximaciones y comprensiones en torno a estos lugares, así como el vínculo entre la economía popular, el patrimonio cultural, los oficios culturales y, en últimas, las alternativas de modelos de gestión y manejo que promuevan el ejercicio y goce de los derechos económicos, sociales y culturales, en el contexto de la salvaguardia del patrimonio vivo y el fortalecimiento económico de las comunidades que les dan vida a estos importantes espacios de la ciudad.

Para finalizar, esta publicación no sería posible sin la labor que realizan todas aquellas personas que desde su hacer y trabajo salvaguardan el patrimonio vivo de nuestra ciudad. En particular, esta agenda se debe a los vivanderos y vivanderas, las y los consejeros locales de patrimonio cultural, así como a los y las investigadores y gestores locales que, con su dedicación, lucha y resistencia, han insistido en explorar y reconocer el patrimonio vivo de estos lugares como escenarios estratégicos para responder a las necesidades de seguridad alimentaria de Bogotá. Las plazas de mercado seguirán siendo la despensa que da alimento diariamente a miles de familias, así como la aguja que teje el vínculo entre el campo y la ciudad.

PLAZA EL CARMEN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024.

PLAZA RESTREPO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024.

TRAYECTORIA HISTÓRICA DE LAS PLAZAS DE MERCADO DE BOGOTÁ

La historia de las plazas de mercado de Bogotá se encuentra en estrecha relación con el origen y el desarrollo de la ciudad. Aproximarse a esta historia conlleva reflexionar sobre cómo se han configurado y sucedido ideas sobre el espacio urbano, el intercambio comercial y el trabajo, la salud, el bienestar, la arquitectura y el desarrollo, así como en torno a la administración de lo público. Este camino permite entender desde el presente la vida y las particularidades de las plazas de mercado distritales, así como ampliar la comprensión sobre su valor cultural y patrimonial para Bogotá.

Antes de que las plazas de mercado estuviesen dispuestas en edificios como los que actualmente ocupan, la actividad del mercado se realizaba a cielo abierto en las principales plazas y parques de la ciudad. Esta dinámica inició muy pronto en la época colonial, desde la fundación de Santafé (hoy Bogotá), siguiendo el modelo de cuadrícula o de damero cuyo centro correspondía a la plaza Mayor, hoy plaza de Bolívar1.

Además de la plaza Mayor, la ciudad colonial tuvo otras dos plazas donde funcionaron espacios comerciales, ubicados en los límites de Santafé. Al occidente, la plaza de San Victorino, conocida desde mediados del siglo XVI como el “puerto seco” de la ciudad, debido al tráfico del río Magdalena por el camino a Honda. Al norte, se encontraba la plaza de San Francisco, plaza de la Yerba o “mercado viejo”, hoy conocida como plaza Santander, en la que funcionó el primer gran mercado semanal de la ciudad y donde se mantuvo hasta mediados del siglo XIX un pequeño mercado diario al que llegaban indígenas de la región para comerciar2. Desde la segunda mitad del siglo XVI, se trasladó a la plaza Mayor el gran mercado semanal y se designó el día viernes para realizarlo. Este mercado se caracterizó por su variedad y abundancia, gracias a la producción de las

1  Germán Rodrigo Mejía Pavony, La ciudad de los conquistadores, 1536-1604 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2012), 210.

2  Mejía Pavony, La ciudad de los conquistadores, 212.

EPISODIO DE MERCADO. CA. 1860-1878. RAMÓN TORRES MÉNDEZ. GRABADO LITOGRAFÍA ILUMINADA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP 6267.

estancias y las dehesas3 trabajadas por los indios como parte del sistema de la encomienda.

Durante el periodo colonial y gran parte de la República, en el día de mercado semanal, la plaza Mayor y sus alrededores se atiborraban por la gran cantidad de gente que asistía. Además de ser un espacio de intercambio comercial, este mercado permitió entretejer relaciones sociales entre diferentes grupos sociales, como las damas de clase alta acompañadas por sus criadas, los criollos y mestizos habitantes de la ciudad que iban a abastecerse, y los indígenas y mestizos de poblaciones cercanas que se desplazaban a la ciudad para vender sus productos4

3  Las dehesas fueron una forma de organización territorial en la Colonia, consistentes en haciendas cerca de las ciudades usadas para el ganado.

4  Augusto Le Moyne, Viaje y estancia en la Nueva Granada, Serie Viajes n.° 92 (Bogotá: Ediciones Guadalupe, 1969), 132.

Una de las razones de la concurrencia en los días de mercado en la plaza Mayor, nombrada plaza de la Constitución después de la Independencia, fue la gran variedad de productos que se comerciaban, como lo describieron en sus diarios los viajeros extranjeros que visitaron la ciudad durante el siglo XIX. Por ejemplo, el argentino Miguel Cané puntualizó que el mercado de Bogotá era único en el mundo por la variedad de frutas que se encontraban todo el año:

Figuran al lado de las frutas de las zonas templadas, la naranja, el melocotón, la manzana, la pera, uvas, melones, sandías, albaricoques, toda la infinita variedad de las frutas tropicales, la guanábana, el mango, el aguacate, la chirimoya, la granadilla, el plátano… y doscientos más cuyo nombre no me es posible recordar.5

Por otro lado, el brasileño Miguel María Lisboa apuntó que “allí se encuentra abundancia de ruanas (ponchos pequeños), hamacas, mantas del Socorro y otros tejidos de manufactura indígenas”6. Finalmente, el escocés John Steuart describió la organización del mercado según la diversidad de sus productos:

Se observa mucho orden en el arreglo de los diferentes tipos de provisiones, que están dispersas en filas sobre el pavimento, siguiendo la forma de la plaza. Los vegetales, los granos y las frutas se ubican juntos. Los carniceros tienen pequeños puestos, donde se expende excelente carne de res, cordero y cerdo a precios muy bajos. Luego vienen los pollos, los huevos y la mantequilla; la loza de madera y de barro, etc. Luego las telas burdas del país, como

5  Miguel Cané (1884), citado en José Luis Díaz, Viajeros extranjeros por Colombia (Bogotá: Presidencia de la República, 1997), 112-114.

6  Miguel María Lisboa (1851), citado en Díaz, Viajeros extranjeros por Colombia, 97-98.

MERCADO DE BOGOTÁ. CA. 1880. CHARLES BARBANT. GRABADO. EN: AMÉRICA PINTORESCA: DESCRIPCIÓN DE VIAJES AL NUEVO CONTINENTE POR LOS MÁS MODERNOS EXPLORADORES (BARCELONA: MONTANER Y SIMÓN, 1884).

algodones a franjas, de basta factura, ruanas, sombreros de paja, hamacas y alpargatas., etc.7

En este sentido, los diarios de los viajeros permiten imaginar y visualizar cómo funcionó el mercado en el espacio a cielo abierto, pero también posibilitan pensar en las continuidades con las dinámicas actuales de las plazas de mercado y los rasgos que las caracterizan. Ejemplo de esto es que los viajeros que visitaban la ciudad a finales de siglo XIX resaltaban la diversidad como una de las características más llamativas del mercado en Bogotá, y hoy en día las plazas siguen siendo conocidas por la variedad de productos que ofrecen los vivanderos y comerciantes.

7  John Steuart, Narración de una expedición a la capital de la Nueva Granada y residencia allí de once meses (1836- 1837) (Bogotá: Academia de Historia de Bogotá; Tercer Mundo Editores, 1989).

CAMBIOS EN LA ORGANIZACIÓN DEL

PRINCIPAL LUGAR DE MERCADO EN EL SIGLO XIX

Durante la segunda mitad del siglo XIX, se tomaron diferentes decisiones administrativas que definieron la organización y los lugares para la realización del mercado, los cuales pasaron de estar en espacios a cielo abierto a lugares cubiertos. En el año 1846 se emplazó la figura de Simón Bolívar en el centro de la plaza de la Constitución y se cambió su nombre al de plaza de Bolívar. Con la intención de rendir homenaje a la memoria del Libertador y darle un carácter único como plaza principal de la ciudad, se prohibió llevar a cabo la actividad del mercado en este lugar y trasladarla a las plazas de San Francisco y San Victorino. Tan solo tres años después, en 1849, el gobernador de Bogotá promovió la construcción de un edificio en los terrenos correspondientes al huerto de las monjas de la Concepción, a dos cuadras de la plaza de Bolívar hacia el occidente, para disponer el mercado. Mientras se construía el edificio, los vivanderos y comerciantes se resistieron a desplazarse a las plazas alternas y siguieron llevando sus productos a la plaza de Bolívar, a pesar de las prohibiciones. Más tarde, en 1861, se daría inicio a la construcción de la primera plaza cubierta por parte del arquitecto Sr. Juan Manuel Arrubla y Martínez y en enero de 1864 sería inaugurada la plaza de la Concepción8, ubicada entre las carreras 10.ª y 11 y entre las calles 10.ª y 11.

La plaza de mercado la Concepción estaba organizada por pabellones cubiertos, a modo de pasillos, en los que se disponían los puestos de venta distribuidos según el tipo de mercancía. Si bien la plaza era el espacio para el abastecimiento de productos tales como frutas, verduras, carnes, y bienes no perecederos como ropa, canastas, tapetes y otros implementos para el uso cotidiano, también fue el escenario para

8  William García Ramírez, Plaza Central de Mercado de Bogotá. Las variaciones de un paradigma, 1849-1953 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017), 39.

PLAZA CENTRAL DE MERCADO. CA. 1930. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ. FONDO DANIEL RODRÍGUEZ.

llevar a cabo otras actividades, como el comercio de joyas o ser el espacio para las oficinas de abogados y comerciantes. Por esto, la plaza de mercado de la Concepción se consolidó como la fuente principal de ingresos económicos de la ciudad a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX9. Dada la magnitud de las actividades comerciales en la plaza y, a pesar de la organización dispuesta para la actividad del mercado en el edificio, el espacio no daba abasto para la cantidad de vivanderos, vivanderas y comerciantes que ofertaban sus productos en el lugar. Esto conllevó que los pasillos y las calles alrededor de la plaza se usaran para comerciar productos, tornándose en un espacio concurrido y congestionado10.

Frente al crecimiento de la población y la frecuente congestión en la plaza de la Concepción, en 1881 se vio la necesidad de crear una política de descentralización de las plazas de mercado que proponía la construcción de un nuevo mercado cubierto, la plaza de Las Nieves, así como un sistema de abastos para la ciudad. A inicios del siglo XX la Alcaldía de Bogotá decidió reedificar el mercado de la Concepción debido a la congestión y al deterioro físico y estético del edificio luego de cuarenta años de uso. En junio de 1926 se inauguró la Plaza Central de Mercado, en los predios de la antigua plaza de la Concepción, manteniéndose como el lugar de mercado principal de Bogotá hasta su demolición en 1953.

SIGLO XX: NUEVAS CONSTRUCCIONES Y DESAPARICIONES

Ya entrado el siglo XX, durante las décadas de los años veinte y treinta, se inició la construcción de nuevas plazas de mercado con la intención de descongestionar los espacios de consumo concentrados en los mercados públicos de la Plaza Central de

9  García Ramírez, Plaza Central de Mercado de Bogotá, 29.

10  García Ramírez, Plaza Central de Mercado de Bogotá, 49.

PLAZA CENTRAL DE MERCADO. CA. 1927. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ, FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA
PLAZA CENTRAL DE MERCADO. PAUL BEER, 1950. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ. NÚMERO DE REGISTRO 25411

Mercado y de la plaza de Las Nieves. La población de Bogotá crecía y se creaban barrios alejados del centro de la ciudad, por lo que se hacía necesario dar paso a nuevas plazas de mercado. Para este momento se inauguraron las plazas de Chapinero en 1925, Las Cruces en 1927, La Concordia en 1932, y en 1933 las de los barrios San Fernando, San Cristóbal y Santander. Si bien se fueron abriendo más plazas de forma paulatina, según las necesidades de la ciudad y la ciudadanía, algunos edificios construidos en la primera mitad del siglo XX con esta misma funcionalidad dejaron de ser usados para este tipo de actividad, tal y como sucedió en los barrios San Fernando, San Cristóbal y Santander11.

11  García Ramírez, Plaza Central de Mercado de Bogotá, 219-232.

ARRIBA: PLAZA DE MERCADO LAS CRUCES. CA. 1940. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ.

IZQUIERDA: PLAZA DE MERCADO LA CONCORDIA. S. F. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ.

EL TRÁNSITO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Y EL TRABAJO COLECTIVO

EN LAS PLAZAS DE MERCADO

Para la segunda mitad del siglo XX, la construcción de nuevas plazas de mercado empezó a depender de la estructura administrativa de la ciudad. En este momento ya no solo se requería de una infraestructura que acogiera la actividad del mercado, sino también de un sistema que permitiera consolidar la capacidad administrativa para gestionar y coordinar su funcionamiento. La Empresa Distrital de Servicios Públicos (EDIS), encargada inicialmente de las acciones de higiene de la ciudad (manejo de basuras y cementerios) fue la entidad designada para administrar dieciocho plazas de mercado minoristas en la capital entre 1960 y 1993. De forma paralela, en estos procesos de administración y manejo de las plazas de mercado también participaron asociaciones comunitarias conformadas por vivanderos o campesinos que llegaban allí a vender, o por los vecinos de los barrios próximos. Este aspecto permite recordar que, además de su carácter comercial, las plazas de mercado han sido desde sus orígenes espacios de la ciudad en los que se articulan las economías campesinas con las populares, y en los que se construyen tejidos sociales en los entornos locales.

Para finales del siglo XX y principios del XXI, las plazas de mercado se fueron transformado, debido a decisiones políticas de orden local fundamentadas en proyectos de ciudad, pero también de coyunturas económicas nacionales e internacionales que confluyeron en un tránsito paulatino hacia la administración pública de las plazas de mercado. Un ejemplo de estas decisiones políticas en el orden local se puede observar en la década de 1990, momento en el que se pusieron en marcha regulaciones sobre el uso del espacio público apelando a la necesidad de consolidar un imaginario de “formar ciudad” y

comportamientos ciudadanos12. Para el caso de las plazas de mercado, estas regulaciones se evidencian en la creación de actos administrativos y marcos normativos estrictos que regulan el uso y aprovechamiento del espacio público, así como las condiciones de higiene y salud para el desarrollo de actividades comerciales.

De otra parte, en el ámbito económico nacional también se han tomado decisiones que han representado retos para la continuidad y sostenibilidad de estos espacios. Desde 1995, en Colombia se comenzó a promover la firma de tratados de libre comercio con otros países y comunidades, con el objetivo de reducir costos de producción, aumentar la competitividad nacional y la posibilidad de ofrecer mejores precios a los consumidores. No obstante, y como han evidenciado evaluaciones sobre los efectos de estos tratados en el ámbito agropecuario, la economía agraria se ha visto afectada13.

Como resultado, desde 2006, en el marco del Plan Maestro de Abastecimiento de Alimentos y Seguridad Alimentaria, la Administración distrital ha venido orientando nuevas políticas de desarrollo económico con el objetivo de fortalecer la actividad comercial de las plazas de mercado. En este sentido, resulta importante destacar la existencia del Sistema Distrital de Plazas de Mercado, el cual está conformado por diecinueve de esos establecimientos. En este sistema, las plazas son asumidas no solamente como espacios de inter-

12  Andrea Bibiana García Amado, “Espacio público y cultura ciudadana: líneas de acción en las administraciones distritales desde mediados de los noventa en Bogotá” (trabajo de grado, Universidad de los Andes, Bogotá, 2003), http://hdl.handle. net/1992/15409

13  Este es el caso del maíz, alimento básico de la canasta familiar, cuyo precio de comercialización ha disminuido en el tiempo, lo que ha tenido repercusiones sobre el ingreso del productor de maíz colombiano. Johanna Tróchez González et al., “Los efectos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y los precios del maíz colombiano”, Apuntes del Cenes 37, n.o 65 (2018), https://doi.org/10.19053/01203053. v37.n65.2018.5988

cambio comercial, sino también cultural, con un destacado valor patrimonial para la ciudad.

Hoy en día, la realidad de cada una de las plazas que hacen parte del Sistema Distrital de Plazas de Mercado es muy diversa, y en algunos casos se develan aspectos que van en detrimento de su sostenibilidad social y comercial, como son la pérdida del vínculo comunitario, una compleja situación de competitividad económica con otros locales de venta de productos en cadena, la urgencia de fortalecer la infraestructura, y la necesidad de pactar nuevos modelos de gestión y propuestas alternativas de manejo de los espacios públicos.

Así también, en la actualidad, las plazas de mercado reflejan un panorama positivo: líderes y lideresas de distintas plazas están sumando esfuerzos y articulándose para reivindicar estos espacios, así como para exigir un reconocimiento a su labor, tradición, memoria y gestión. En algunos lugares de la ciudad, las plazas de mercado siguen siendo lugares de encuentro y son visitadas por miles de personas a diario, quienes encuentran allí lo necesario para satisfacer las demandas de la vida cotidiana. A través de las plazas, y en particular de sus cocinas, se están recuperando y poniendo en valor la riqueza gastronómica y la diversidad cultural.

Las ideas sobre el desarrollo urbano de la ciudad, el intercambio comercial, el trabajo, la salud, el bienestar, la organización colectiva y la administración de lo público, así como la manera en que se han concebido, son puntos claves que nos permiten entender esta trayectoria y también el presente mismo de las plazas de mercado.

La acción por parte de la Administración y la ciudadanía para volver a las plazas de mercado es un imperativo para unir esfuerzos y fortalecerlas mediante un trabajo articulado que aporte a su reconocimiento social, económico, cultural y patrimonial. De estas acciones depende el futuro de las plazas, el trabajo de los vivanderos y la continuidad de este patrimonio vivo, además de las posibilidades futuras de la ciudad en términos de sostenibilidad, resiliencia y el derecho a la alimentación de todos sus habitantes.

TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DE LAS COCINAS. PLAZA SIETE DE AGOSTO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

CULTIVAR

Y SEMBRAR: CULTURAS

CAMPESINAS

EN TORNO AL ALIMENTO

Las plazas distritales de mercado son la aguja que teje la relación entre el campo y la ciudad. En medio de las frutas y verduras, las artesanías locales, el alimento, la cocina y el comercio tradicional, estos espacios culturales conectan a Bogotá, no solamente con su origen rural, sino también con aquellas comunidades campesinas que hacen parte de la Bogotá región. Cada día, el trabajo de miles de familias campesinas y transportadores hace posible que el alimento llegue a la capital; en ese sentido, las plazas de mercado son espacios fundamentales de abastecimiento y seguridad alimentaria, donde se tejen identidades, intercambios y flujos entre la ciudad y el campo. Procesos como las dinámicas propias de la cultura campesina, dentro de las que se encuentran el cultivo y la siembra, y la garantía del derecho a la alimentación, en un contexto de seguridad alimentaria y biodiversidad, hacen parte de este diálogo urbano-rural.

ENERO: ¡BUENA PAPA EN BOGOTÁ! HISTORIAS DEL CAMPO A LA CIUDAD

DESDE LA MIRADA DE UNA MUJER CAMPESINA

POR NICOLE BEJARANO GUZMÁN

La papa es más que un delicioso tubérculo, es la identidad que une a la Bogotá urbana y a la rural. Se refleja, por ejemplo, en la expresión “ser buena papa”, que se usa para describir a alguien noble. Se cultiva en las localidades rurales como Sumapaz, Usme y Ciudad Bolívar; la producción de papa es un proceso complejo que requiere múltiples etapas, saberes, técnicas y prácticas, y, por supuesto, está atravesada por diversidades, incluyendo las de género.

Katherine Torres Ramírez, una papera sumapaceña, cuenta que para producir una buena papa se debe sembrar, gusgunear14, abonar, quitar la flor y fumigar. También señala que se debe contratar a obreros quienes sacan, escogen, pesan, cierran y cargan un tractor o un caballo. Después, las papas viajan cuatro horas hasta la zona urbana de Bogotá, para finalmente llegar a las plazas. Allí se inicia la negociación y todo tiene un descuento, pero, si no funciona, se puede ir a otras plazas más pequeñas o a plazas de barrio. Katherine relata que a veces, por ser mujer, le pagan menos. “Y no, ‘mano’, mi papa también es buena”. Afirma que también es un mundo bonito, donde se encuentra con muchas personas de otros lugares del país, y comparte con otras mujeres que son negociantes y tienen su emprendimiento.

14  En palabras de Isis Katherine Espitia Torres y Claribel Martínez Hilarión, campesinas de Sumapaz, “gusgunear es parte del proceso del cultivo de la papa y lo que se hace es echarle más tierra a la matica”.

“Voy a la plaza desde niña, y seguiré yendo con mis papitas, seguiré

sembrando y seguiré siendo una mujer campesina”

ENTREVISTA A KATHERINE TORRES RAMÍREZ, MUJER PAPERA SUMAPACEÑA, 13 DE AGOSTO DE 2024, REALIZADA POR NICOLE BEJARANO GUZMÁN.

CAMPESINO DE LA LOCALIDAD DE SUMAPAZ. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VEREDA SAN JUAN EN LA LOCALIDAD USME. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2023

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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FEBRERO:

AMASIJOS:

SABORES Y SABERES CAMPESINOS EN LAS PLAZAS DE MERCADO DE BOGOTÁ

POR ÁNGELA ROCÍO LEGUIZAMÓN ADAMES

Almojábanas, arepas, garullas, pandebonos, envueltos, panes, colaciones y bizcochos. ¿Quién escucha estos nombres sin revivir en el cuerpo su sabor, olor y temperatura? ¿A quién no le evocan tiempos vividos con abuelas, madres y tías? Es probable que la mayoría de las personas tengan guardado en algún rincón de su memoria un grato recuerdo asociado al calor de uno de estos amasijos.

Y es que la memoria puede pensarse como un cajón inmenso, profundo e íntimo, en el que no solo se guardan imágenes, sino también sabores y olores. Desde esta perspectiva, las plazas de mercado en Bogotá pueden ser entendidas como lugares donde la memoria campesina toma forma, confirmando la certeza de que Bogotá es una urbe que ha heredado una rica cultura campesina. Al visitar las plazas de mercado, esa memoria se materializa en cada pasillo recorrido, en cada compra, en la ñapa y en el regreso a casa, cargado de ideas que se harán realidad en la cocina. Los amasijos son, cabe aclarar, esos alimentos amasados y cocidos al horno que generalmente incluyen harina de maíz, trigo o yuca, leche, mantequilla, queso, y quizás algo de azúcar, arequipe o bocadillo. Representan el resultado histórico del encuentro entre la cocina indígena y la europea; en resumen, son el recuerdo vivo de nuestra historia mestiza y campesina.

En la actualidad, en las plazas de mercado de Bogotá, los amasijos no se preparan, sino que se consumen ya hechos o se compran los ingredientes para hacerlos

en casa. En cualquier plaza es probable encontrar restaurantes con nombres elocuentes que aluden al maíz, al campo o a pueblos cundiboyacenses, como Las Delicias Campesinas de Doña Empirita, Las Arepas de Maíz Pelao.com o Los Sabores de mi Valle de Tenza15, que en la plaza del Restrepo y sus alrededores nos alejan del barullo urbano y evocan delicias y tradición. Allí, cada ingrediente vendido lleva consigo la huella originaria: los quesos provienen de la provincia de Ubaté, los huevos son de Boyacá y la harina llega de Puente Quetame. Las plazas son, por tanto, nodos que conectan la ciudad y el campo; puntos de encuentro de productos, lógicas, dinámicas y temporalidades que distan por kilómetros. Y los amasijos son un recordatorio elocuente de que las ciudades dependen de la producción del campo y de que, bajo la frenética, moderna y ajetreada vida urbana, subyacen esencias campesinas que nos dan identidad.

15  Ángela Rocío Leguizamón Adames, trabajo de campo realizado en la plaza de mercado del Restrepo, Bogotá, 17 de febrero de 2024.

AMASIJOS DELICIAS CAMPESINAS DOÑA EMPERITA. PLAZA RESTREPO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
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MARZO: LA ALIMENTACIÓN COMO UN

DERECHO HUMANO

POR CLAUDIA OLMOS CUESTO

Desde 1948 la alimentación ha sido considerada un derecho humano esencial para asegurar un nivel de vida adecuado para la población mundial. En esta misma línea, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, firmado en 1966, establece que toda persona debe estar protegida contra el hambre. El derecho a la alimentación se ejerce cuando cada hombre, mujer, niño o niña, ya sea solo o en común con otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a una alimentación adecuada o a medios para obtenerla. Como Estado parte de la Organización de Naciones Unidas, Colombia ratificó este pacto en 1997 y asumió el compromiso de garantizar el ejercicio de este derecho para sus ciudadanos y ciudadanas. De hecho, la Constitución Política de Colombia afirma, en su artículo 65, que la producción de alimentos gozará de la protección especial del Estado.

En este contexto, las plazas distritales de mercado de Bogotá se han consolidado como espacios de abastecimiento que reúnen una amplia diversidad de alimentos provenientes de municipios cercanos a la ciudad, así como de otras regiones del país, generando una despensa permanente y surtida para la ciudad.

La riqueza de la biodiversidad de un país tropical, que cambia a lo largo del año, se refleja en las plazas de mercado. Además de garantizar el acceso a alimentos y ofrecer una amplia gama de opciones en el menú de las familias bogotanas, las plazas permiten com-

prar de manera ajustada a las realidades y posibilidades económicas de cada persona: no solo por peso (“Deme una libra de…”), o por cantidad (“¿A cómo la docena de...?”), sino también a partir del presupuesto específico de cada comprador (“¿Me puede vender $ 1.000 de cilantro?”).

Según el Censo de Población y Vivienda del 2018 realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)16, el 30,47 % de las mujeres y el 29,73 % de los hombres censados en Bogotá nacieron en el Distrito Capital, lo que indica que cerca del 70 % de la población residente aquí proviene de otros municipios, departamentos y países. Esta riqueza cultural se expresa en las plazas de mercado, donde los bogotanos y bogotanas pueden encontrar alimentos y comidas que se ajustan a sus propias formas de alimentación, satisfacer sus necesidades nutricionales, y reconocer saberes, experiencias y tradiciones. Finalmente, la incursión de la agroecología y el fortalecimiento de la economía campesina familiar y comunitaria, junto con las acciones concretas para reducir el desperdicio, permiten entender las plazas de mercado como espacios que promueven una alimentación sostenible. Esto se refleja en la responsabilidad con las generaciones presentes y futuras, evidenciada en el acceso a alimentos y semillas, así como en el rescate de los saberes tradicionales en torno a la alimentación.

16  Los datos del censo se pueden consultar en https://sitios.dane.gov. co/cnpv/#!/

LOCAL
FAMILIA LARROTA. PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VENTA DE VÍVERES. PLAZA LAS CRUCES. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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ABRIL: GRANOS, FRUTOS, TUBÉRCULOS, SEMILLAS Y HOJAS DE COLORES. EL APORTE DE LAS PLAZAS

DE MERCADO AL CONOCIMIENTO DE LA AGROBIODIVERSIDAD EN COLOMBIA

POR BLANCA GÓMEZ LOZANO

Ochocientas cincuenta variedades de papa, 26 razas de maíz y un estimado de 400 especies de frutos y semillas nativas comestibles hacen parte de la innegable agrobiodiversidad en Colombia. ¿Quién no se ha sorprendido con papas rojas, maíces morados, frutos “exóticos”, y cientos de hierbas, bejucos, raíces y flores de intensos colores al visitar una plaza de mercado? En la plaza de mercado Samper Mendoza, por ejemplo, se identificaron 391 especies de plantas, de las cuales 201 son nativas de Colombia y 163 son exóticas17; incluso se comercializan 5 especies endémicas, es decir, que su distribución se limita a nuestro país. La presencia de esta variedad de alimentos es producto de técnicas de cultivo y cuidado de la tierra por parte de hombres y mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes, quienes durante generaciones han salvaguardado semillas y han cuidado de los suelos. La agrobiodiversidad no solo es expresión de la riqueza biológica de Colombia, también es testimonio de nuestra diversidad cultural y de procesos de resistencia.

17  Germán Torres-Morales et al., Plantas y saberes de la plaza Samper Mendoza (Bogotá: Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt; Instituto para la Economía Social [IPES], 2021), 18.

Las plazas de mercado de Bogotá son esos espacios en donde podemos proveernos de alimentos, además de reconocer, valorar y conservar la biodiversidad, los saberes y los conocimientos de este territorio. La compra de productos locales, proveniente de sistemas de cultivo que apuestan por la conservación de variedades, especies y prácticas, representa un aporte a la seguridad y la soberanía alimentaria de nuestra ciudad. ¡La próxima vez que piense en el rico sabor de una papa nativa, no dude en ir a buscarla a la plaza!

BAGRE RAYADO. PLAZA FONTIBÓN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
PUESTO DE VERDURAS. PLAZA TRINIDAD GALÁN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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VENTA DE PANELA. PLAZA RESTREPO. PLAZA RESTREPO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PUESTO DE HIERBAS. PLAZA SANTANDER.FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

TERRITORIOS, BARRIOS Y MEMORIAS EN TORNO A LAS PLAZAS DE MERCADO

El universo cultural de las plazas distritales de mercado se caracteriza por ser un espacio vital que se nutre de las relaciones que establecen con el exterior: barrios y comunidades, entornos urbanos, municipios cercanos, así como con otros patrimonios. En este sentido, las plazas de mercado se han consolidado como núcleos en torno a los cuales orbitan territorios, memorias y sentidos que permiten narrar, desde una perspectiva vivandera, su relación con la ciudad. Históricamente y hasta el día de hoy, las plazas han sido claves en la conformación de luchas sociales y políticas en el territorio urbano, reflejando la relación que mantienen con barrios y vecindades. Algunas plazas ya no existen: su ausencia revela los cambios en estos espacios de comercio tradicional y la manera en que los imaginábamos antes. Otras, por el contrario, están llenas de vida o se esfuerzan por seguir existiendo en medio de tensiones, disputas y una ciudad que se transforma. Las plazas eran, son y serán objeto de imaginación y memoria.

MAYO: COMUNIDADES Y TERRITORIOS EN TORNO A LAS PLAZAS DE MERCADO

Las plazas distritales de mercado son más que simples espacios comerciales; son corazones latentes del patrimonio de las comunidades. Entre el bullicio de sus callejones y de sus coloridos puestos, se entrelazan a diario diversas historias de vida, sustento y perseverancia. Allí, los productos frescos y los aromas que flotan en el aire son solo parte de la narrativa. El encuentro entre vendedores, compradores y vecinos crea un entorno propicio para gestar iniciativas que van más allá del intercambio de bienes, y en el que en muchas ocasiones abordan problemáticas locales promoviendo el acceso a la cultura y la educación. En las plazas de mercado convergen no solo los productos de la tierra, sino también las voces de quienes buscan justicia y equidad.

Un ejemplo de ello es la biblioteca comunitaria Eureka ubicada en la plaza de mercado de San Benito, en la localidad de Tunjuelito. Fundada en 1988, esta iniciativa ha sido una apuesta por resignificar los espacios tradicionales de las plazas en donde se garantice el derecho a la cultura. Su directora, Gloria Inés Gónzalez, afirma que las bibliotecas son refugios de la memoria colectiva, donde las historias locales se entretejen con las luchas diarias. Para ello, en medio del trajín de las plazas, las bibliotecas se convierten en oasis de conocimiento y resistencia, donde se celebra la riqueza de las voces olvidadas y se promueve la inclusión a través del poder de las palabras. La unión de las plazas de mercado con estas bibliotecas es como un canto a la identidad y la comunidad, y cada página leída es un acto de amor hacia nuestras raíces.

Reconocer las luchas sociales que se desarrollan en las plazas de mercado es fundamental para valorar y salvaguardar la riqueza de estas tradiciones vivas. Al identificar y proteger estas luchas como parte integral de nuestro patrimonio vivo, no solo estamos honrando la diversidad y la memoria de nuestras comunidades, sino también asegurando que las futuras generaciones puedan seguir disfrutando de la vitalidad y el significado profundo que las plazas de mercado aportan a nuestra vida cotidiana y a nuestra herencia cultural.

BIBLLIOTECA EUREKA. PLAZA SAN BENITO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
HISTORIAS DE VIDA, SUSTENTO Y PERSEVERANCIA. PLAZA SAN CARLOS. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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JUNIO: VECINDAD, BARRIOS Y PLAZAS DE MERCADO

POR ENRIQUE RINCÓN HENAO

Las plazas distritales de mercado aportan vida y movimiento e impulsan sentidos comunitarios en la ciudad. A través de estas se tejen lazos de vecindad y se manifiesta la solidaridad en su forma más tangible, el cuidado por la vida.

El vínculo de vecindad que se gesta en estas plazas trasciende lo meramente comercial para convertirse en un elemento esencial de la vida comunitaria; este es el tejido conectivo que une a las personas y les permite reconocerse como parte de un barrio y de una comunidad. Las plazas han sido desde sus comienzos puntos de encuentro en los que se reúnen las personas de diferentes estratos sociales, orígenes étnicos y culturales para abastecerse de productos frescos, intercambiar noticias y compartir experiencias, fortaleciendo las relaciones basadas en la confianza y la cercanía.

Aquí, generaciones de residentes se han reunido para intercambiar productos, conocimientos y experiencias, estableciendo relaciones sociales profundas que se transmiten de padres a hijos. Este intercambio interpersonal, basado en la confianza y el respeto mutuo, constituye un aspecto fundamental del patrimonio cultural inmaterial de la ciudad.

En medio del ajetreo y el jolgorio, se reconoce el rostro de la otra persona. Vendedores, vivanderos y vivanderas no son solo comerciantes, son también conocidos, amigos, vecinos, madres, abuelos y familia. A través de los intercambios mano a mano de histo-

rias, recetas, consejos, saberes y chismes, las plazas de mercado se extienden como una red que soporta las relaciones de vecindad en muchos de los barrios de la ciudad.

Por otra parte, el cuidado de la vida se respira en cada rincón de las plazas de mercado de Bogotá. Desde el respeto a los compradores cuando se ofrecen alimentos frescos y de calidad cultivados por campesinos y campesinas hasta la preocupación por el bienestar de la vecina con la pregunta incesante “¿Qué es lo que busca, qué necesita?”. El espíritu del cuidado se puede reconocer en la atención al otro, en la resistencia que implica estar ahí buscando el bien común, en la defensa de los territorios, las memorias colectivas y el derecho de vivir juntos.

VIVANDEROS DE LA PLAZA DEL SIETE DE AGOSTO. FOTOGRAFÍA: CAMILO

RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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JULIO: PERMANENCIAS Y DESAPARICIONES: LAS PLAZAS

EN RELACIÓN CON LA TRAYECTORIA HISTÓRICA

DE LA CIUDAD

POR ALFREDO BARÓN LEAL

Algunas fotografías de principios del siglo XX muestran los mercados que al aire libre aún se realizaban en las plazuelas frente a las iglesias de Las Nieves, Las Cruces y Egipto. Se trataba de una práctica comercial y cultural con una amplia tradición histórica en Bogotá, que para entonces ya había sido suprimida de las plazas de Santander y de Bolívar, pues las esculturas de los padres de la patria no “lucían de la mejor manera” entre verduras, frutas y legumbres de mestizos, indígenas y campesinos. Las autoridades municipales de finales del siglo XIX se dispusieron a erradicar la realización de los mercados en estos espacios, abogando por la construcción de edificios más higiénicos y ordenados y con una arquitectura especializada que protegiera a los compradores de la intemperie, y así de paso dar mayor ornato a las plazas fundacionales de la ciudad con jardines, fuentes y monumentos.

Con la misma lógica que surgió en 1861 la plaza de mercado de la Concepción, sobre un desaprovechado huerto de monjas “ociosas” y “juguetonas” como las tildó Isaac Holton, surgió la plaza de La Concordia en 1933. Se trataba de erradicar el mercado al aire libre que se hacía frente a la iglesia de Egipto y en el barrio Chiquinquirá, como se conocía originalmente el lugar donde se construyó la plaza; las obras de las plazas de mercado de Las Cruces (1927) y Las Nieves (1926) tuvieron este mismo objetivo. Con la construcción de estas plazas, las autoridades pretendían dos

cosas: por un lado, se trataba de controlar los desordenados mercados de las plazas al aire libre frente a las iglesias y, por otro, pretendían paradójicamente descentralizar el mercado de la plaza central.

Como producto de esta iniciativa, se levantaron tres bellas plazas de mercado, de las cuales solo se mantienen dos como parte de nuestro patrimonio cultural: la de La Concordia, recientemente modernizada, y la de Las Cruces, que conserva en su fachada dos pavos reales que la decoran como símbolo de su pasada abundancia. La plaza de mercado de Las Nieves fue lamentablemente demolida junto con la Plaza Central de Mercado, al construirse la carrera 10.ª.

La historia de las plazas de mercado en Bogotá se ha ido tejiendo con la trayectoria histórica de la urbe, dando cuenta de prácticas comerciales, estéticas, higiénicas y sociales cambiantes. Podría decirse que, tanto en la desaparición como en la permanencia de algunas de ellas, se encuentran claves de comprensión de gran valor para entendernos como sociedad en relación con la ruralidad, el campo, los alimentos y nuestras prácticas culturales, tanto nuevas como tradicionales.

MERCADO DOMINICAL DE LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE EGIPTO. 1944. DANIEL RODRÍGUEZ. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC.

REMATE DE LA FACHADA DE LA PLAZA DE LAS CRUCES DONDE SE OBSERVA EL PAVO REAL. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ -IDPC, 2024

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AGOSTO: TEJER VÍNCULOS DESDE EL PATRIMONIO MATERIAL

POR ANGIE MILENA ESPINEL MENESES

Desde la óptica de la valoración patrimonial inmueble y de la mano de la historia, es posible reconocer distintos valores y significados en los edificios donde funcionan las plazas distritales de mercado. Estas se han convertido en hitos urbanos de arquitectura y memoria que muchas veces han acompañado la conformación de barrios y representan procesos sociales que se ligan a los cambios en la dinámica urbana.

Dentro del inventario de inmuebles declarados como bienes de interés cultural (BIC) en Bogotá, se encuentran las plazas de mercado de Las Cruces (19251927)18; La Concordia (1933)19, diseñada por el arquitecto Carlos Martínez Jiménez y Jacque Mosseri20; La Perseverancia (1940)21, y Paloquemao (1960), diseñada por el arquitecto Dicken Castro22.

18  Decreto 1941 de 29 de agosto de 1989, “por el cual se declara Monumento Nacional el Edificio de la Plaza ‘Galería’ del mercado del barrio Las Cruces de Bogotá, D. E.”, Gaceta Oficial, año 126, n.o 38959, 30 de agosto, 1989, https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1373948. La plaza fue construida por la Casa Ullen y fue reconocida oficialmente como monumento nacional en 1989

19  Ficha de valoración individual 003104015001, plaza de mercado La Concordia, PEMP Centro Histórico de Bogotá, IDPC, 2018.

20  La ficha de valoración individual es 006107001011. Diagnóstico PEMP Centro Histórico de Bogotá, 2019, 166. La plaza fue declarada en 1994, con la categoría de conservación tipológica.

21  La plaza de La Perseverancia cuenta con una declaratoria del año 2011 en la categoría de conservación integral. Véase https://ipes.gov. co/index.php/programas/plazas-de-mercado/plaza-distrital-de-mercado-la-perseverancia

22  Dicken Castro, Forma viva. El oficio de diseño (Bogotá: Escala, 1980). La plaza fue declarada en el 2001, por ser un inmueble representativo, dada su organización espacial y su implantación predial y urbana. Ficha de valoración individual l006107001011, plaza de mercado Paloquemao, Secretaría Distrital de Planeación, 2002.

Otros ejemplos a resaltar son la plaza de mercado de Carlos E. Restrepo (1967), la modificación de la plaza de mercado del Siete de Agosto (1967-68) y la ampliación de la plaza de mercado de Ciudad Kennedy23; estos proyectos fueron diseñados por el arquitecto Dicken Castro, quien al parecer tuvo en cuenta “la sabiduría en las soluciones de arquitectura popular: los chircales con gruesas columnas y amplios tejados”24. Para estos espacios con una función social determinada, se definieron en el interior esquemas con núcleos y circulaciones diferenciadas, conectando las zonas de venta, el abastecimiento de los alimentos y el descargue de basuras25. En cuanto a los sistemas constructivos, se identifican las cubiertas prefabricadas en concreto con formas triangulares (Paloquemao) y las estructuras metálicas (Restrepo y Siete de Agosto) que aportan a la iluminación natural y la ventilación de los espacios interiores. Por otro lado, una de las particularidades de las plazas de mercado en Bogotá es que también han sido construidas gracias al impulso de las comunidades que han logrado establecer sus propias plazas. Este es el caso de la plaza de mercado de Bosa Piamonte, que evidencia otras formas de construcción de espacios para el abastecimiento y el sustento de familias comerciantes, especialmente en barrios periféricos, que dan cuenta del patrimonio vivo de Bogotá.

23  Documentos consultados en: Archivo de Bogotá; Secretaría GeneralAlcaldía Mayor de Bogotá. Secretaría de Obras Públicas, Fondos Públicos, Sección-Departamento de Construcciones, Unidad Documental Compuesta-Plaza de Mercado Barrio Restrepo, Planos.

24  Castro, Forma viva. 28

25  Castro, Forma viva.

PERSPECTIVA INTERNA DE LA PLAZA VEINTE DE JULIO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
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HIERBAS. PLAZA SANTANDER. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VIVANDEROS. PLAZA KENNEDY. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

MENÚ TRADICIONAL. PLAZA LA PERSEVERANCIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

LAS PLAZAS DE MERCADO DE BOGOTÁ: OFICIOS Y QUEHACERES

Dentro de las plazas distritales de mercado se cultivan y cosechan prácticas que las convierten en espacios de creación colectiva, donde el ingenio y la creatividad encuentran su lugar y guían la vida cotidiana. No es sorpresa para nadie que las rutinas y prácticas que allí se realizan desde las primeras horas de la madrugada son vitales tanto para los productores como para los consumidores: los días de mercado y abastecimiento son largos y requieren de un sinfín de rituales, trabajos y quehaceres realizados con detalle por vivanderos, vivanderas y comerciantes. Los oficios culturales, las cocinas tradicionales y los saberes populares forman parte de estas prácticas especiales y creativas que nos conectan con quienes somos, con el territorio y con un sentido colectivo. Así, las plazas distritales de mercado se configuran como espacios dedicados al quehacer y al oficio; y este quehacer no se limita solo a su dimensión económica o comercial, sino que abarca también los saberes, conocimientos y técnicas populares que lo hacen posible, y que dan cuenta del valor cultural y patrimonial de estos lugares.

SEPTIEMBRE: OFICIOS CULTURALES Y SABERES POPULARES

POR CARLOS EDUARDO SÁNCHEZ OTERO

Coteros, cargueros, tejedoras, confeccionadores de arreglos florales, costureras, botánicos y botánicas, entre muchos otros hacedores de oficios, se encuentran en las plazas de mercado de Bogotá. En cada uno de estos espacios culturales, cientos de familias trabajan de manera cotidiana en oficios tradicionales que involucran un conjunto de saberes, técnicas y prácticas de producción y comercialización de bienes. Día a día, las plazas de mercado se convierten en espacios vivos de comercio tradicional, con un fuerte arraigo barrial y comunitario. El mercado de las hierbas dulces y amargas de la plaza Samper Mendoza, las cocinas tradicionales de la plaza de La Perseverancia y la fabricación de mobiliario para mascotas en la plaza del Restrepo son algunos ejemplos en la ciudad.

Así, los oficios culturales en las plazas abarcan prácticas y expresiones culturales asociadas con actividades productivas, a través de las cuales se activan las economías populares. Desde una dimensión social, los oficios forman parte de la trayectoria y la memoria colectiva de familias urbanas y campesinas, y son su fuente de sustento y trabajo digno. Desde una dimensión económica, estos oficios han configurado economías populares barriales, con lógicas comerciales particulares, basadas, por ejemplo, en el “menudeo”, el fiado, el encime o la venta al por menor. Estos nobles trabajos hechos con las manos de hombres y mujeres no solo aportan a la economía de la ciudad; su valor reside en la gran importancia cultural y simbólica que tienen para Bogotá.

COTERO. PLAZA RESTREPO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

CORTANDO CEBOLLA EN LA PLAZA FONTIBÓN. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO

OCTUBRE: EL INCOMPARABLE SABOR DE LAS MESAS LARGAS. COCINAS Y CULTURA CULINARIA

EN LAS PLAZAS DE MERCADO

Las plazas de mercado hacen parte de la vida social y cultural de cualquier ciudad o población, y en el caso de Bogotá representan, además, espacios en donde se mantienen vivas varias de las manifestaciones culinarias que son referentes identitarios de los capitalinos. Es decir, en las cocinas y los comedores de plaza buena parte de los productos y de las preparaciones más importantes de la ciudad, como el ajiaco santafereño, la sopa de arroz con menudo, el puchero, el piquete de gallina o una buena fritanga, encuentran un espacio de salvaguardia.

En los comedores de las plazas de mercado, mejor conocidos como “mesas largas”, se vive la democracia, ya que son espacios para el encuentro y el diálogo entre personas que se sientan a comer y que, por cuenta de la camaradería que genera la cocina, terminan charlando, intercambiando opiniones sobre varios temas y hasta generando lazos de amistad.

Las cocinas de las plazas de mercado son escenarios en los que la recursividad y la creatividad se viven de manera directa, ya que buena parte de los ingredientes y materias primas que se encuentran allí se transforman en deliciosos e incomparables manjares en las manos expertas de cocineras procedentes de muchos lugares del país.

Los días de mercado son largos. Se abre temprano, incluso antes de la madrugada, y se cierra en la tarde, por lo que durante la jornada hay una gran oferta de alimentos para hacer más sabroso el paso del tiempo, como amasijos, empanadas, buñuelos y pandebonos, que se comen con avena, café o perico, y se acompañan con ají de hierbas. A lo largo del día también hay espacio para las frutas, ya sea para comerlas crudas, en jugos, en ensaladas o en forma de coloridos postres.

Por todo esto, se puede afirmar que las cocinas de las plazas de mercado de Bogotá saben a paraíso.

PLAZA LA PERSEVERANCIA. FOTOGRAFÍA: CARLOS LEMA- IDPC, 2021

PLAZA SIETE DE AGOSTO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO

NOVIEMBRE: UNIDOS POR LA RAÍZ, LA SALVAGUARDIA

DEL PATRIMONIO

VIVO DE LAS PLAZAS DE MERCADO

POR ENRIQUE RINCÓN HENAO

Como ya es tradición, aquí se dan cita las hierbas que llegan desde los pueblos del sur, oriente, norte, occidente, y más allá de los lugares conocidos cercanos a la ciudad. Choachí, Chipaque, Facatativá, Ubaque, Chía, Tabio, Tocaima, Coyaima, Cajicá, San Antonio del Tequendama y Silvania son solo algunos de los municipios desde donde sagradamente viajan camiones que llegan a la plaza de mercado Samper Mendoza cargados de hojas, troncos, ramas, raíces y demás. Cada cual tiene su uso particular, ya sea medicinal, gastronómico, esotérico o tantos otros, que habría que hacer una lista exhaustiva con el riesgo de dejar algunos por fuera. Lo que sí es seguro es que aquí la relación entre planta y saber es indisociable, y que esto es el legado de un saber ancestral y popular.

Dos veces por semana, cientos de familias campesinas también se encuentran aquí. Cuerpos envueltos en ruanas y cobijas de la cabeza a los pies le hacen frente al frío de la noche y la madrugada mientras comienza el trabajo. Su oficio es el de comerciar plantas y compartir saberes con el visitante que llega sin saber o que viene porque algo lo aqueja. Pero también su oficio es el de trabajar el campo sembrando semillas y cosechando, el de recorrer sus veredas buscando carga, el de caminar bosque adentro para reunir la planta silvestre, el de cortar y preparar los atados para luego transportarlos hasta la plaza.

Reivindicar estos oficios, en su tradición, así como el trabajo de las personas, a través de los conocimientos, los usos y el aporte que hacen a la ciudad, son solo algunas de las razones para valorar, desde el ámbito del patrimonio cultural, las dinámicas de la plaza de mercado Samper Mendoza. La sostenibilidad de este tipo de espacios, así como el reconocimiento de las mujeres y hombres campesinos que portan conocimiento, es un objetivo común que ha reunido a distintos líderes y lideresas en torno a la elaboración del inventario de patrimonio vivo en las plazas, como una forma de unir esfuerzos para salvaguardar estas tradiciones.

MERCADO DE LAS HIERBAS. PLAZA SAMPER MENDOZA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VENTA DE VÍVERES. PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

1 SÁBADO
2 DOMINGO

LUNES

MARTES

MIÉRCOLES

JUEVES

VIERNES

SÁBADO

DOMINGO

PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO

DICIEMBRE: VIVIR LA RITUALIDAD Y LA RELIGIOSIDAD

POR CARLOS EDUARDO SÁNCHEZ OTERO

No es inusual encontrar imágenes de la Virgen del Carmen u otras figuras religiosas en las entradas de las plazas de mercado. Además del comercio, la espiritualidad halla su lugar allí, en medio de las frutas, las flores y los víveres. En las plazas se cultiva día a día una dimensión espiritual que hace parte de la cotidianidad tanto de los productores y vendedores como de los clientes. Esta dimensión se refleja, a primera vista, en las fiestas populares asociadas a creencias espirituales. Tal es el caso de la celebración del Día de la Virgen del Carmen, patrona de los comerciantes, quienes le rinden homenaje en el mes de julio en medio de procesiones, misas y presentaciones artísticas.

Lo espiritual también se mezcla con lo esotérico: en las plazas se cultivan otras creencias y rituales. Un testimonio de esto es la venta de productos esotéricos por parte de algunos comerciantes especializados, quienes reviven las tradiciones y rituales medicinales. El catálogo es amplio y diverso. Para la purificación del hogar y de la energía, infusiones y baños con las siete hierbas amargas: salvia, eucalipto, ruda, ajo, mirra, enebro y parietaria. Para atraer prosperidad, no pueden faltar las hierbas dulces como jazmín, lavanda, manzanilla, menta, hierbabuena, canela y albahaca. Velas, cartas, riegos, perfumes, jabones, esencias, artículos

de herbología y numerología hacen parte también de la oferta. Quereme, para aquellos que quieren conquistar el amor de otra persona.

Los productos esotéricos son vendidos especialmente a fin de año. La época decembrina se convierte así en el escenario perfecto de venta y compra de este tipo de artículos, que les permiten a los visitantes de las plazas disfrutar de los rituales y creencias tradicionales, para cerrar cada año con abundancia y prosperidad. Las plazas son así espacios donde se construyen y tejen a diario las creencias diversas y la religiosidad.

HIERBAS Y ESOTÉRICOS. PLAZA DE LAS FERIAS. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
VIRGEN DEL DOCE DE OCTUBRE. PLAZA DOCE DE OCTUBRE. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

JUEVES

MARTES

VIERNES

SÁBADO

PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO
PLAZAS DE MERCADO EN BOGOTÁ PATRIMONIO VIVO

PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

EL BUEN VIVIR. PLAZA SAN CARLOS. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VENTA DE CERÁMICA TRADICIONAL. PLAZA QUIRIGUA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PLAZA LOS LUCEROS. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024
PLAZA KENNEDY. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ - IDPC, 2024

Y

VIVANDEROS
VIVANDERAS. PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

PLAZA LA CONCORDIA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

DIRECTORIO Y LÍNEA DE TIEMPO DE CREACIÓN DE LAS PLAZAS DE MERCADO DEL SISTEMA DISTRITAL

1924 * Las Cruces

CALLE 1 F N.O 4-60

BARRIO LAS CRUCES LOCALIDAD SANTA FE

1933 * La Concordia

CALLE 14 N.O 1-40

BARRIO LA CONCORDIA LOCALIDAD LA CANDELARIA

1944 * La Perseverancia

CARRERA 5 N.O 30A-30

BARRIO LA MACARENA LOCALIDAD SANTA FE

1952 * Doce de octubre

CALLE 72 N.O 51-62

BARRIO DOCE DE OCTUBRE LOCALIDAD BARRIOS UNIDOS

1958 * Samper Mendoza

CARRERA 25 N.O 22A-73

BARRIO LA SABANA LOCALIDAD LOS MÁRTIRES

1960 * San Benito

CARRERA 19 C N.O 50A-90 SUR

BARRIO SAN BENITO LOCALIDAD TUNJUELITO

1964 * Las Ferias

AVENIDA ROJAS N.O 74-52

BARRIO LAS FERIAS OCCIDENTAL LOCALIDAD ENGATIVÁ

1964 * Carlos E. Restrepo

CARRERA 19 N.O 18-51 SUR BARRIO CARLOS E. RESTREPO LOCALIDAD ANTONIO NARIÑO

1966 * San Carlos

CARRERA 17 F N.O 69 A-32 SUR BARRIO SANTA LUCÍA

LOCALIDAD TUNJUELITO

1969 * Trinidad Galán

CARRERA 60 N.O 4B-24

BARRIO SAN GABRIEL LOCALIDAD PUENTE ARANDA

1969 * Fontibón

CALLE 19 N.O 103-26

BARRIO FONTIBÓN LOCALIDAD FONTIBÓN

1971 * Kennedy

CALLE 42 N.O 78 M 50 SUR

BARRIO KENNEDY LOCALIDAD KENNEDY

1972 * Quirigua

CALLE 90 N.O 91-52

BARRIO QUIRIGUA LOCALIDAD ENGATIVÁ

1972 * Siete de agosto

CALLE 66 N.O 23-20

BARRIO SIETE DE AGOSTO LOCALIDAD BARRIOS UNIDOS

1980 * Boyacá Real

CALLE 68 B N.O 73A-45

BARRIO BOYACÁ REAL LOCALIDAD ENGATIVÁ

1985 * Los Luceros

CARRERA 17 F N.O 69A-32 SUR

BARRIO LUCERO BAJO LOCALIDAD CIUDAD BOLÍVAR

1986 * Santander

CALLE 26 SUR N.O 30-51

BARRIO SANTANDER SUR LOCALIDAD ANTONIO NARIÑO

1987 * Veinte de Julio

CARRERA 6 N.O 24-60 SUR BARRIO GRANADA SUR LOCALIDAD SAN CRISTÓBAL

1999 * El Carmen DIAGONAL 49 SUR N.O 29A-07

BARRIO EL CARMEN LOCALIDAD TUNJUELITO

BIBLIOGRAFÍA

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Ficha de valoración individual 006107001011. Plaza de mercado Paloquemao. Secretaría Distrital de Planeación, 2002.

Ficha de valoración individual 003104015001. Plaza de mercado La Concordia. PEMP Centro Histórico de Bogotá, IDPC, 2018.

Ficha de valoración individual 003202029001. Plaza de mercado Las Cruces. PEMP Centro Histórico de Bogotá, IDPC, 2018.

Ficha de valoración individual 008105001002. Plaza de mercado La Perseverancia. IDPC- Sisbic, 2018. García Amado, Andrea Bibiana. “Espacio público y cultura ciudadana: líneas de

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García Ramírez, William. Plaza Central de Mercado de Bogotá. Las variaciones de un paradigma 1849-1953. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017.

Le Moyne, Augusto. Viaje y estancia en la Nueva Granada. Serie Viajes n.° 92. Bogotá: Ediciones Guadalupe, 1969.

Mejía Pavony, Germán Rodrigo. La ciudad de los conquistadores, 1536-1604. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2012.

Secretaría General - Alcaldía Mayor de Bogotá. Secretaría de Obras Públicas, Fondos Públicos.

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VENTA DE TROMPOS. PLAZA RESTREPO. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

VENTA DE FLORES. PLAZA QUIRIGUA. FOTOGRAFÍA: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2024

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