Las Nieves 1893

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DETALLE DEL SECTOR DE LAS NIEVES EN UNA IMAGEN PANORÁMICA DE BOGOTÁ. CA. 1899. JULIO RACINES. BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ

Carlos Fernando Galán Pachón Alcalde Mayor de Bogotá

Santiago Trujillo Escobar Secretario de Cultura, Recreación y Deporte

Eduardo Mazuera Nieto Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

Juan Camilo Gaviria Betancur Subdirector de Divulgación y Apropiación del Patrimonio

Ximena Bernal Castillo Coordinación editorial y edición

Yessica Acosta Molina Diseño gráfico y diagramación

Alfredo Barón Leal Gestión de imágenes

Adriana Uribe, Alejandro Piñol, Alphons Stubel, Alfredo Barón Leal-IDPC, Carlos LemaIDPC, Archivo General de la Nación-Archivo Central Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, Fondo Ernst Röthlisberger-Banco de la República, colección de arte-Biblioteca Nacional de Colombia, Biblioteca Nacional de Francia, Instituto Leibniz de Estudios Regionales, Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, Museo de Bogotá, Colombia Ilustrada, Papel Periódico Ilustrado, Revista El Gráfico, Revista de la Policía Nacional Fotografías

Buenos & Creativos S.A.S. Impresión

ISBN impreso 978-628-95853-8-4

ISBN digital 978-628-95853-9-1

* PARA ESTA PUBLICACIÓN SE UTILIZARON LAS TIPOGRAFÍAS SWEAR DISPLAY Y STRATOS

2024, Sello Editorial IDPC www.idpc.gov.co/publicaciones Impreso y hecho en Bogotá D.C., Colombia

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Leopoldo Múnera Rector

Nubia Janeth Ruiz Vicerrectora de Investigación

Facultad de Artes, Sede Bogotá

Miguel Antonio Huertas Decano

Luis Carlos Colón Coordinador académico Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad

Adriana Uribe Álvarez Investigación y textos

Editorial Universidad Nacional de Colombia

Francisco Montaña Director

Juan Francisco Poveda Jefe de la Oficina de Edición

Ingrid Sánchez-Bernal Coordinadora editorial

Editorial Universidad Nacional de Colombia

Carrera 37, n.° 52-95, edificio 901 Conmutador: (57-1) 3165000, ext. 20047 https://editorial.unal.edu.co/editorial-unal

Agradecimientos

Beatriz Álvarez

Carlos Alberto Uribe

Alejandro Piñol Arévalo

Carlos Niño Murcia

Germán Mejía Pavony

Jorge Ramírez Nieto

Luis Carlos Colón Llamas

Sandra Reina Mendoza

Portada / Las Aguas. 1868. Colección Alphons Stubel. Archivo histórico Universidad del Rosario

Contraportada / Vista del sector de Las Nieves hacia el sur. Ca. 1910. Anónimo. Fondo Luis Alberto Acuña. Colección Museo de BogotáIDPC. MDB 0046

Las Nieves

MIL OCHOCIENTOS

NOVENTA Y TRES

ADRIANA URIBE ÁLVAREZ

PANORÁMICA DEL NORTE DE BOGOTÁ DONDE SE OBSERVAN LOS TEJADOS DE LAS NIEVES. CA. 1900. ARCHIVO CENTRAL E HISTÓRICO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, SEDE BOGOTÁ. FONDO ERNST RÖTHLISBERGER. CAJA 1. CARPETA 3. ÁLBUM FOTOGRÁFICO

BAVARIA GRAN FÁBRICA DE CERVEZA ALEMANA. CA. 1910. ANÓNIMO. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC MDB 00155

Contenido

Monserrate. Ver y ser visto 42

La Carrera Cuarta. Entre Las Aguas y Las Nieves 64

Juan Bautista de Brigard Nieto. La Ilustración y el trabajo 68

La Carrera Quinta. Propietarios y arrendatarios 82

El Paseo Bolívar. De chircales a paseos 88 EN LA RECOLETA YA NO HAY SILENCIO

Calle de San Diego. La recoleta de los franciscanos 106

El Parque del Centenario. Una década en Bogotá 112

Alto de San Diego. Indigencia y modernidad 128

Ignacio D. Gutiérrez. Razón y gobierno 142

El camellón del Cementerio. El tiempo y la distancia 150

Gonzalo Jiménez de Quesada. Las Nieves fundacional 156

Paulino Rosas. Plazas para Las Nieves 170

La Alameda vieja. La ciudad en consolidación 200

Eleuterio Villalobos. El buey o el tren 208

y 16 de

Artesanos y policías 220

La calle 17. Entre San Pablo y Las Nieves 240

Los tres puentes. Chicherías y «mujeres públicas» 244

La plazuela Gonzalo Jiménez de Quesada 264

Las Nieves del fundador 264

El Camellón de Las Nieves. La vivienda de Rafael Pombo 276

VISTA DEL CERRO DE MONSERRATE. CA. 1910. ANÓNIMO.

FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB 00280

Presentación

Los imaginarios que tenemos respecto a determinados territorios de nuestra ciudad se relacionan con proyecciones y experiencias tanto personales como colectivas. Vistas desde la óptica del patrimonio cultural, estas impresiones y percepciones, si bien se dan en el presente, están vinculadas con las huellas que va dejando la historia misma a través de la traza urbana, el crecimiento y la ampliación de sus bordes, los espacios públicos de la ciudad, sus construcciones, y, en general, el desarrollo de la vida social de sus habitantes que siempre es cambiante.

Para 1893, Bogotá se encontraba en plena expansión. La configuración de las parroquias, como delimitación religioso-política, daba cuenta de una ciudad que tiempo atrás había superado el límite natural de los ríos San Francisco y San Agustín, y tomaba posesión, a través de distintos asentamientos, de zonas ubicadas en sus cuatro puntos cardinales: los cerros al oriente, Las Cruces al sur, San Victorino al occidente y al norte, Las Nieves. A los habitantes de este último sector se los reconocía en la ciudad como nieblunos. Este apelativo, más que ser de carácter cariñoso y cercano, se encontraba signado por una relación con lo anticuado, con aquellas costumbres de antaño enraizadas aún en formas propias del ámbito colonial, y quizás atravesadas por una sensación de estancamiento en el tiempo.

Las Nieves hoy en día es uno de los barrios más antiguos de la ciudad ubicado en la localidad de Santa Fe. De la mano de la historia, la invitación de esta publicación es a remontarse al año 1893 y así recorrer un sector que, impregnado de vida, palpitaba en pleno cierre del siglo XIX y en los albores del siglo XX. A través de las calles, las alamedas, los paseos, la recoleta, los acuerdos comerciales, las chicherías, los puen-

tes, los pleitos, los oficios y el establecimiento de fábricas, quien lea esta publicación podrá configurar una imagen de esta zona que dista de la carga niebluna que le fue conferida. Comprendiendo la diversidad propia de sus habitantes y sus prácticas cotidianas que quedaron registradas en noticias, literatura, obras pictóricas y documentos notariales y comerciales, Adriana Uribe, autora de esta publicación, nos muestra a Las Nieves como un ejemplo de las tensiones que se dieron en la ciudad, particularmente en lo que respecta a la búsqueda de la modernidad frente al arraigo de la tradición.

Desde hace unos años, el Sello Editorial del IDPC ha venido conformando una colección referida a los barrios de Bogotá. En esta ocasión, y convocando a la vida de estos lugares como algo que posibilita configurar consensos colectivos, fortalecer la cohesión social y los intereses propios y comunitarios en Bogotá como territorio compartido, a través de una perspectiva patrimonial, apostamos por el reconocimiento y la reflexión que suscita aventurarse a explorar este barrio ubicado el centro histórico. La edición, realizada por el IDPC en alianza con el programa de Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia, es una fructífera conjunción que nos permite acercarnos a formas diversas de relacionarnos con Bogotá y sus barrios, de reconocer las huellas del pasado en el presente y de construir narrativas que configuren nuevos imaginarios a favor de la calidad de vida, la inclusión y el fortalecimiento de nuestro tejido social.

Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

Prólogo

Si hay que resolver la cuestión del carácter de un barrio como Las Nieves ad portas del siglo XX, ello supondría la identificación de lo que tiene de representativo: una población predominantemente artesana, y una fisonomía de casas modestas, con problemas de marginalidad y crimen, según los relatos e impresiones de la época de visitantes y habitantes de la ciudad central. Adriana Uribe se da a la tarea de buscar y leer un abanico de fuentes que abarca literatura, prensa, documentos oficiales, informes, directorios, estadísticas y planos, y se encuentra con un panorama variopinto de lugares, personajes, actividades y relaciones que la llevan a afirmar que no hay una, sino muchas Nieves. No pelea contra ello, es decir, no presiona para encasillar los hechos en categorías y explicaciones generalizantes, sino que toma la decisión de presentar al lector ese caleidoscopio en forma de escenas que pueden darse sincrónicamente, porque además tienen en común el año 1893 o sus proximidades.

Y es que el carácter de una ciudad es siempre múltiple y heterogéneo. Richard Sennett define la ciudad con tres adjetivos: defectuosa, abierta y modesta. La ciudad es defectuosa por “lo chocante de sus desigualdades” [1]; su diversidad le da la cualidad de lo inacabado, de lo nunca resuelto. La persistente existencia de tensiones entre la materialidad de la ciudad y las formas de vida que allí se dan se escenifica en este libro, por ejemplo, en el episodio en que el buey de don Sebastián Parra es atropellado por el tren del Ferrocarril del Norte, cuya carrilera parte en dos la propiedad arrendada para pas-

1  Richard Sennett, Construir y habitar. Ética para la ciudad (Barcelona: Editorial Anagrama, 2019), 25

toreo en Las Nieves, y el pleito que sigue para resolver quién tenía la tarea de armonizar tradición con progreso.

Basta seguir el hilo de crónicas, reminiscencias e informes de policía para caer en el estereotipo de Las Nieves de los artesanos y, a su vez, en el de los artesanos como pobres, y en el de los pobres como marginales y delincuentes. El camino que nos lleva a recorrer la autora, a pie de andén, nos expone al encuentro de la aguatera y su marido, de la mujer pública, pero también del empresario de jabones, del periodista, del poeta, del inversor inmobiliario o del propietario que arrienda para tienda o para pastoreo.

La ciudad es abierta, la ambigüedad y la contradicción están a la orden del día, y allí radica parte de su riqueza. La complejidad es refugio para ser quien se quiera ser, y es también el escenario que obliga a llegar a acuerdos, si se quiere sobrevivir. Las Nieves habría de quedar parcialmente por fuera del perímetro restrictivo de las chicherías en 1907 y contenía a la mayoría de las prostitutas registradas en las llamadas casas de mujeres públicas de la ciudad, con el porcentaje más alto para una parroquia en 1893. Se trata de un paisaje claramente complejo en unos años en que las instituciones de control proliferaban, la misma Policía Nacional apenas había sido creada en 1892, y ya había realizado el primer catastro de mujeres públicas con la excusa de velar por la salud de los habitantes de Bogotá, preocupación que compartía con la Junta Central de Higiene; en conjunto, evidenciaban la estrategia de intervenir en lo material, cuando en realidad hacían juicios morales para incidir en el comportamiento y las formas de vivir de los ciudadanos. A veces, vecinos y autoridades se sincronizaban cuando los intereses eran compartidos. Este fue el caso del Paseo Bolívar; la apertura de este camino para coches integraría Las Nieves a un circuito que disiparía el imaginario de “borde” que todavía en 1893 cargaba el sector. Hay diferencia entre ser borde, entendido como “fuera de la ciudad fundacional”, y ser borde como el espacio para crecer, para el futuro.

La ciudad es modesta, se hace a sí misma en la cotidianidad de las formas de habitar y de ser en ella. “Cuando a propósito de un barrio decimos que nos sentimos en él como en casa, estamos afirmando ese tipo de acción por la que el medio físico parece emanar de nuestra manera de habitar y de ser” [2]. Los tiempos en la ciudad marcan rutinas, rituales, acontecimientos, y por ello determinan percepciones de velocidad, distancia y permanencia. Pertenecer a Las Nieves también tiene que ver con su geografía, su condición particular de montaña, piedemonte y parte plana; hay Nieves arriba y Nieves abajo. Los nieblunos seguramente no solo se percibían en relación con la ciudad central, sino dentro de su mismo territorio, que en 1893 estaba en plena transformación. Los tiempos del pastoreo y la agricultura se superponían a los tiempos de la fábrica, del comercio y de los negocios.

El libro de Adriana Uribe tiene como germen su tesis en la línea de Historia Urbana de la Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia, programa en el que la autora ha participado activamente, primero como estudiante, pero también como conferencista e investigadora en proyectos realizados por la línea, como el estudio histórico para el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico de Bogotá. En estas actividades, su habilidad para leer la ciudad a partir de fuentes no convencionales ha sido de gran provecho. Baste con detenerse en la incorporación del personaje de ficción La Cisne en este libro, y su presencia dramática, intensa, femenina; en el esfuerzo por dibujar un cuadro más cercano a las realidades de Las Nieves; o en la conversión del parque del Centenario en un personaje al que la autora “entrevista” para que él mismo cuente su historia.

Otro antecedente es muy importante: el libro Los años del cambio: historia urbana de Bogotá, 1820-1910 del profesor

2  Sennett, Construir y habitar, 25.

Germán Mejía Pavony, publicado en 2000 [3] y del que se ha desprendido un corpus abundante y rico de nuevas investigaciones que han encontrado en el siglo XIX de Bogotá un campo de exploración de gran interés. Las Nieves, 1893 aporta un giro epistémico al que hay que prestarle atención para la construcción del relato de la historia urbana de Bogotá: la importancia de las pequeñas historias; de las vidas individuales y sus circunstancias; de los tiempos cotidianos, rutinarios y lentos de la ciudad.

Sandra Reina Mendoza

de

y Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia Octubre de 2024

3  Con una primera edición de 1999.

Nota preliminar

Discreto lector:

Este libro que tiene en las manos no solo será su guía, sino su maestro, para que parezca todo un niebluno a finales del siglo XIX. Durante el recorrido caminaremos por todas las calles de la Parroquia de Las Nieves en 1893, descenderemos desde Monserrate y entraremos a fábricas, casas, quintas y chicherías donde nos recibirán muy entusiasmados sus habitantes y clientes. Hablaremos de sus costumbres y preocupaciones, veremos algunas de las transformaciones físicas más notorias y discutiremos sobre el impacto y expectativas que generan. Así, podremos adentrarnos en el sector y también en las formas de vida que allí se resguardan. Es por ello, mi estimado lector, que este libro que tiene en las manos no es una mera guía de espacios y edificios, sino un recorrido donde la vida le da forma a la ciudad.

Considérese advertido… y ahora sí, ¡a caminar!

Antes de iniciar el recorrido

PANORÁMICA DE BOGOTÁ S.F. MANUEL MARÍA PAZ. ACUARELA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP4839

Santafé, la Santafé de Quesada, de los virreyes, de los oidores, de los conventos, de las capellanías, de la vida exenta de afanes, en que no se había empezado á hablar de la lucha por la vida, al ser barrida por el viento de las revoluciones y de la moderna civilización, se refugió en el barrio de Las Nieves. En él existieron hasta hace poco, y tal vez existen aún en algunos de sus rincones, gentes habituadas á comer á hora fija y poco después del medio día [sic], y á tomar chocolate antes de las oraciones; gentes que no han viajado sino cuando mas hasta Chiquinquirá; que madrugan y se recogen temprano, y que consumen velas de sebo.

JOSÉ MANUEL MARROQUÍN, AMORES Y LEYES, (BOGOTÁ: G.R. CALDERÓN EDITOR, 1898), 7

Téngase en cuenta que hasta el año 1862 la ciudad era un pueblo grande, y que la gente acomodada no se aventuraba a vivir fuera del perímetro comprendido dentro de los ex ríos San Francisco y San Agustín, La Candelaria y el puente de San Victorino, salvo contadas excepciones.

JOSÉ MARÍA CORDOVEZ MOURE, «BAILES», EN: REMINISCENCIAS SANTAFÉ Y BOGOTÁ, (BOGOTÁ: LIBRERÍA AMERICANA, 1899), 4

LÁMINA DE LA COMISIÓN COROGRÁFICA. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.

Cosa de medio siglo hará que se inventó el adjetivo nieblino ó niebluno para baldosar lo que parecía cursi, anticuado y retrógrado. Hoy ya el adjetivo mismo se ha anticuado y es obsoleto. Injusticia sería, ahora que la cultura del centro ha trascendido al barrio de Las Nieves, atribuír [sic] á éste mayor atraso ó menores medras que á las demás partes de la población.

MARROQUÍN, AMORES, 9

HERMANA DE LA CARIDAD. S.F.
EDWARD WALHOUSE MARK. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP0092

Pasando el hospicio se llega a la iglesia parroquial de Las Nieves, a mano derecha, y a una plazuela con una fuente, a la izquierda. Aquí aproximadamente termina la ciudad, porque avanzando al norte las casas comienzan a ser más escasas y pobres, luego apenas hay ranchos hasta que se llega a campo abierto y cruzando una quebrada está el pequeño convento franciscano de San Diego.

ISAAC FAREWELL HOLTON, LA NUEVA GRANADA: VEINTE MESES EN LOS ANDES, (BOGOTÁ: EDICIONES DEL BANCO DE LA REPÚBLICA, 1981), 170 HTTP://BABEL.BANREPCULTURAL.ORG/CDM/REF/COLLECTION/ P17054COLL18/ID/456

Habita esa gente semisalvaje en chozas de vara en tierra, construídas [sic] con ramas ó en las cuevas que hay en las faldas de los cerros; se alimentan de frutas silvestres, visten harapos que apenas les sirven de abrigo contra las inclemencias del cielo que domina en la serranía y andan acompañados de perros cruzados con zorros.

MÚSICOS POPULARES. S.F. RAMÓN TORREZ MENDÉZ. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP1248.

CORDOVEZ MOURE, «LOS CHIRCALEÑOS», 280

Por la noche el barrio era un encanto, aun en los sitios más recónditos. Se armaban bailes y parrandas en casi todas las casas donde había sílfides, al compás de guitarras y bandolas, y por las calles circulaban grupos de hombres algo sospechosos, con garrotes y tiple en mano, seguidos de las maritornes respectivas, todos tan quisquillosos que, por el dácame esas pajas, se machucaban sin piedad. ¡Ay del que pasara junto a ellos y tuviera la desgracia de no darles la acera! Desde las nueve en adelante era peligrosísimo, por no decir una temeridad, meterse en ese avispero, porque ya habían invadido el estómago de los fiesteros toda la chicha y el aguardiente de las ventas. Como consecuencia precisa, cada personalidad estaba convertida en verdadero alambique.

En el entonces temido barrio habitaban casi la totalidad de los artesanos y gentes de ruana o, lo que era lo mismo, los enemigos mortales de los cachacos: aquello constituía positivo impedimento para entrar a recoger manzanas en aquel Jardín de las Hespérides; pero como la privación es causa del apetito, la tentación llegó a ser invencible, y era forzoso penetrar en el lugar de delicias, aunque para ello hubiera de exponerse el temerario que lo intentara a que lo molieran a palos.

JOSÉ MARÍA CORDOVEZ MOURE, «DE 1851 A 1853», REMINISCENCIAS ESCOGIDAS DE SANTAFÉ Y BOGOTÁ (BOGOTÁ: MINISTERIO DE CULTURA BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA, 2015), REMINISCENCIASESCOGIDAS-DE-SANTAFE-Y-BOGOTA_BBCC_PDF_LIBRO-14.PDF (KIMERA.COM)

ARTESANO CA. 1849. JOSÉ MARÍA ESPINOSA. AGUADA. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.

Muchas criadas y otras mujeres del pueblo que en esa salida, que había de ser la última de aquel día, iban, ya á las chicherías, ya á las pulperías, á comprar velas y provisiones por la merienda; los artesanos y peones albañiles se iban retirando á sus hospederías, situadas, las más, en la parte septentrional de la ciudad; grupos de presidiarios rodeados de su escolta, se encaminaban hacia el Panóptico; veían uno que otro coche, uno que otro jinete en traje de campo, y uno que otro en traje de corte; carros perezosamente arrastrados por bueyes ó caballos y más perezosamente guiados por sus conductores. Finalmente dos ó [sic] tres carros enlutados que volvían del cementerio é iban á descansar de la tarea del día.

MARROQUÍN, AMORES, 14

Para los bogotanos de finales del siglo XIX, Las Nieves carga con ese panorama tradicional y un poco anticuado que se ve reiterado en las fuentes literarias. Si Las Nieves es el refugio de esas costumbres de antaño, sus habitantes son quienes se aferran a ellas, ya sean artesanos que continúan realizando sus labores manuales a la vieja usanza, familias más acomodadas que siguen las tradiciones y ritmos de vida coloniales, o incluso los habitantes más pobres, que quizá no por tradición sino por necesidad encarnan aún el pasado colonial en una sociedad en busca de la modernidad.

Pero a pesar de ser ese refugio tradicional en pleno final del siglo XIX, también es escenario de síntomas de una sociedad en cambio. Para empezar, es la parroquia con más fábricas de la ciudad, incluidas industrias de gran presencia como la cervecería Bavaria o la fábrica de ladrillos El Rosario. También es la parroquia donde se inauguró en 1883 el primer parque de la ciudad: el Parque del Centenario, que materializó unas ideas muy particulares sobre el ocio y la vida urbana en Bogotá. Así mismo, la construcción de los cementerios, la penitenciaría municipal y el asilo de mendigos, responden a la necesidad de empezar a organizar los diferentes usos de la ciudad en sectores propicios para su funcionamiento, es decir, en Las Nieves.

Así empiezan a unirse dos panoramas que parecen no ir al mismo ritmo. Por un lado, la imagen de una ciudad aferrada a la vida colonial, y por el otro, un sector que aloja algunos de los síntomas representativos de un momento de tránsito y transformación física de la capital.

Esta tensión constante es lo que encontraremos durante nuestro recorrido por toda la parroquia de Las Nieves. En cada parada identificaremos algunos de los imaginarios que han construido la percepción del lugar y los podremos contrastar con las realidades cotidianas de sus habitantes. Así, conseguiremos construir un diálogo constante entre tradición y transformación, que nos enfrentará a la diversidad como característica propia de la sociedad urbana en la última década del siglo XIX.

PORTADA DEL LIBRO AMORES Y LEYES. 1898. JOSÉ

MANUEL MARROQUÍN. BOGOTÁ. G.R. CALDERÓN

EDITOR.

Para entender ese encuentro entre diferentes posturas no es suficiente entender la ciudad como un lugar construido. Son sus habitantes, los nieblunos, la clave de la diversidad. Ese adjetivo, que aparece en la novela Amores y Leyes de José Manuel Marroquín, califica a los habitantes de Las Nieves como unos sujetos anticuados, bien sea en sus costumbres o en su aspecto. Sin embargo, el mismo Marroquín afirma que es injusto generalizar esa condición para todos los habitantes de la parroquia a finales del siglo XIX, así que durante el recorrido también estaremos cuestionando y enriqueciendo ese estereotipo de los nieblunos como gente vetusta. Será a través de sus oficios, negocios y costumbres, que veremos cómo se van posibilitando o frenando los cambios en la ciudad. Por eso, aunque recorreremos el espacio físico haciendo referencia a las transformaciones materiales, también estaremos pendientes de quienes lo habitan, piensan y transforman, dando así un panorama de Las Nieves como un espacio habitado, y por ello, contradictorio, complejo y diverso, como la sociedad que lo vive. [1]

1  Para profundizar en este carácter complejo y contradictorio, revisar: Richard Sennett, Construir y Habitar. Ética para la ciudad, (Barcelona: Editorial Anagrama, 2019), 11.

UN MAPA, UNA BRÚJULA

Y UN AÑO PARA EL RECORRIDO

Inicialmente, es necesario delimitar el recorrido en su tiempo y espacio. En primer lugar, nos centraremos únicamente en eventos acontecidos en 1893, un año no muy particular, a no ser por el enfrentamiento entre artesanos y policías del 15 y 16 de enero. Sin embargo, a partir de artículos de prensa, edictos, investigaciones policiales, decretos municipales, entre otros, podremos construir reflexiones más profundas de la realidad de la parroquia y su relación con los imaginarios que sobre ella pesan. Las noticias aparentemente cotidianas de este año dejan entrever tensiones, cambios y permanencias que le dan voz a los habitantes de la ciudad y que nos permiten ver lo que les importa y lo que les molesta. Sus historias se irán sumando durante el recorrido, y nos permitirán empezar a tejer relaciones entre vecinos, a contrastar realidades de diferentes sectores de la parroquia, y en resumen, a darle profundidad a eso que llamamos Las Nieves y sus nieblunos.

Sobre el espacio que abordaremos en el recorrido, sabemos que es la parroquia de Las Nieves, pero este nombre es todavía un poco vago en una ciudad en la que se sobreponen tantas divisiones administrativas, religiosas y civiles. El primer cambio fue la consolidación del barrio de Las Aguas en 1890, que terminó de oficializar la división en la parte oriental, convirtiendo la Carrera Cuarta en el límite entre ambas zonas. El segundo cambio, vino un año después cuando se subdividieron las parroquias de La Catedral y Las Nieves dando origen a las de San Pedro y San Pablo respectivamente, esto implicó un nuevo límite sur en la Calle 17. Finalmente, se sumaron las inspecciones de la Policía Nacional el mismo año, traslapando tres divisiones diferentes que no siempre corresponden en sus límites. En nuestro caso particular, la diferencia entre barrio y parroquia no tiene discrepancias en su delimitación, concentrando el territorio de la siguiente manera:

Por el Oriente la carrera 4.ª desde la esquina de intersección con la calle 17 hasta la esquina de intersección con la calle 22; desde este punto calle 22 arriba ó [sic] sea al Oriente, hasta los límites con el Municipio de Choachí en el Páramo del Verjón. Por el Sur, la calle 17 desde la esquina de intersección con la carrera 4.ª, hasta la esquina de intersección con la carrera 17. Por el Norte, el Río del Arzobispo, desde el Páramo del Verjón, hasta los límites con el Municipio de Engativá. Por el Occidente, con los límites del Municipio de Engativá y la carrera 17, desde la esquina de intersección con la calle 17 hasta el camino que conduce á Sanfaçons. [2]

Por esta razón, y siguiendo la idea de rastrear las tensiones y relaciones entre la sociedad y el espacio urbano que habita, la noción de parroquia nos plantea una condición de apropiación y carácter que será clave para entender el adjetivo de niebluno Esto, teniendo en cuenta que «el sentido de pertenencia al lugar en que se residía cobraba identidad con la iglesia parroquial, lugar que aseguraba el bienestar de las personas en este mundo y en el otro». [3] Por esta razón, nos centraremos en la Parroquia de las Nieves, siguiendo los límites ya citados.

CUATRO SECTORES Y DIECINUEVE PARADAS

Con estas claridades podemos entonces aventurarnos en un recorrido por Las Nieves en 1893, donde cada parada será una historia, generando así una multiplicidad de voces sobre el espacio físico y las realidades de sus habitantes. Como nuestro punto de partida son los imaginarios de las Nieves y los nieblunos, hemos encontrado que muchos de estos hacen referencia a espacios puntuales del barrio que se pueden agrupar según

2  Inspector Gabriel Triana, «Datos estadísticos de los barrios de La Catedral y Las Nieves, formados por los señores inspectores 1° y 2° municipal», Registro Municipal, 17 de agosto de 1895, 3824

3  Germán Mejía Pavony, Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá 18201910, (Bogotá: CEJA, 2000), 304

SE

PLANO TOPOGRÁFICO DE BOGOTÁ. 1894. CARLOS CLAVIJO. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.
RESALTA LA ZONA CORRESPONDIENTE A LA PARROQUIA DE LAS NIEVES.

su ubicación geográfica. Además, al enfrentarnos a un territorio tan amplio que cubre montañas, piedemonte, sabana y centro, nos ha resultado más fácil agrupar las paradas en cuatro grandes sectores. Con esto, podremos poner en diálogo diferentes puntos que responden a imaginarios comunes y que irán dándole profundidad a ese carácter particular de la parroquia.

De esta manera, nuestro primer sector estará concentrado en la zona oriental. Partiremos desde la cima del cerro de Monserrate, conocido también como el monte de Las Nieves. Esta primera parte, dedicada al piedemonte, se dividirá en cinco paradas que buscan cuestionar los imaginarios de una zona predominantemente indígena para construir un panorama donde la transformación se abre paso a partir de casos puntuales, como la introducción de nuevas tecnologías en fábricas de pequeña escala, que a menudo pasan desapercibidos. Allí dejaremos que anfitriones como Juan Bautista de Brigard, Virginia Rojas y Leonardo Cuéllar, entre otros, nos cuenten de los proyectos que están cambiando el panorama de este sector altamente poblado del piedemonte.

El segundo sector estará dedicado a San Diego. Su recorrido nos llevará a un panorama diferente, con dinámicas

Las Nieves – 1893 –

19. EL CAMELLÓN DE LAS NIEVES 1 5 2 3 4 19 16 15 18 17

1. MONSERRATE

2. LA CARRERA CUARTA

3. JUAN BAUTISTA DE BRIGARD

4. LA CARRERA QUINTA

5. EL PASEO BOLÍVAR

6. LA CALLE DE SAN DIEGO

7. EL PARQUE DEL CENTENARIO

8. EL ALTO DE SAN DIEGO

9. IGNACIO D. GUTIÉRREZ

10. EL CAMELLÓN DEL CEMENTERIO

11. GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA

12. PAULINO ROSAS

13. LA ALAMEDA VIEJA

14. ELEUTERIO VILLALOBOS

15. 15 Y 16 DE ENERO

16. LA CALLE 17

17. LOS TRES PUENTES

18. LA PLAZUELA

sociales que muestran tensiones internas y en relación con Las Nieves. Las cuatro paradas que se realizarán en esta zona ahondarán en la manera en que San Diego recibe muchos de los imaginarios de borde, que antes se asociaban a la zona oriental que recorrimos en las paradas anteriores, y cómo estos se mezclan con la aparición de símbolos ineludibles de transformación como las fábricas de Bavaria y el Rosario. Acá tendremos una conversación muy particular con el Parque del Centenario y también la posibilidad de unirnos a una marcha fúnebre de un fusilado en pleno estado de sitio.

Pasando por ahí seguiremos con el tercer sector en la zona occidental de la parroquia, desde los cementerios de la ciudad, hasta las quintas que bordean el paseo de la Alameda Vieja. Esta zona, por ser concebida todavía como un lugar lejano y en consolidación, nos mostrará a través de la lucha de Paulino Rosas, negociante y propietario de Las Nieves, lo que significa proponer proyectos inmobiliarios que apuntan no solo a la transformación, sino también a la integración con el centro de la ciudad. Sus cinco paradas nos permitirán darle contenido a eso que parece ser un borde de solares vacíos, donde empezaremos a encontrar unas primeras pistas de lo que significa el carácter anticuado que se le señala a Las Nieves y sus habitantes. Entre estos solares veremos cómo el imaginario de Gonzalo Jiménez de Quesada se convierte en una presencia importante en Las Nieves, y cómo el propietario de la Quinta San Antonio de la Azotea, Eleuterio Villalobos, encarna ese carácter niebluno aferrado al pasado.

Finalmente; el cuarto sector, que se acerca a la zona del Camellón de Las Nieves, girará en torno a los imaginarios sociales sobre los nieblunos Por ser el centro simbólico de la parroquia, allí nos encontraremos con las luchas de los artesanos, con las chicherías, las mujeres públicas [4] y el imaginario

4  El término mujeres públicas era el usado en la época para hacer referencia a quienes practicaban la prostitución. Para ampliar este tema se puede consultar: Andrés Olivos Lombana, Prostitución y «mujeres públicas» en Bogotá, 1886-1930, (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018), Segunda parte, edición Ebook

general de Las Nieves como lo anticuado y colonial de la ciudad. En esas cinco paradas pondremos en diálogo los discursos con la transformación física del Camellón, el impacto del tranvía en la concepción de las distancias, y los cambios en la percepción del tiempo urbano como claves de una transformación social que ponen en entredicho la manera de comprender la ciudad. Tendremos la oportunidad de entrar a una chichería, escuchar rumores de asesinatos y persecuciones, y finalmente caminar hasta la casa del reconocido escritor Rafael Pombo; todo esto en un par de cuadras, realidad que nos muestra esa diversidad en diálogo que marca el sector del Camellón.

Así, durante las diecinueve paradas por las calles de Las Nieves, lograremos construir ese panorama complejo de una ciudad que se transforma con, y gracias a sus habitantes. Los imaginarios y narrativas que pesan sobre este sector serán siempre nuestros compañeros de viaje, pues nos permitirán entender el pasado y las supervivencias y transformaciones de esos tiempos remotos. En resumen, este será un recorrido por el tiempo y el espacio de Las Nieves, contado por sus protagonistas: habitantes y lugares *

* Ya se ven los blancos penachos de humo

Monserrate *

VER Y SER VISTO

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E ILUSTRACIONES DE REFERENCIA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ Y ALEJANDRO PIÑOL

Es Monserrate fragosa y elevada barrera […] que contribuye a defenderla y abrigarla de los vientos del Oriente, dulcifica el clima y lo hace más benigno y agradable.

Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá

La devoción, el placer y el trabajo han labrado por siglos el panorama de Monserrate. Descender desde lo alto de la montaña es ser testigo de la variedad de relaciones que se tejen entre los bogotanos y sus cerros protectores. Los caminos que algunos transitan por piedad son compartidos con viajeros y visitantes, que buscan tener la oportunidad de divisar desde lo alto la extensión de la ciudad a sus pies. Más hacia el piedemonte, donde los caminos se acercan a la ciudad, nos encontramos con quienes los recorren como parte de su jornada diaria de trabajo o de vivienda. El recorrido en descenso desde la iglesia de Monserrate, hasta las primeras cuadras de Las Nieves, nos llevará por un camino de apropiación y escenificación de las relaciones de poder en la ciudad. Este es un escenario donde se han consolidado diferentes formas de control, ya sea sobre el paisaje o la gente, dejando huellas visibles en el espacio de la ciudad. Lo interesante de este andar, y la razón por la cual iniciamos nuestro recorrido desde este punto, es porque nos permite cuestionar una de las percepciones más características sobre Las Nieves y los sectores orientales de la ciudad: los imaginarios que se han construido sobre este sector y sus pobladores, especialmente en la época de la colonia, destacan la zona del piedemonte como un lugar ocupado por población indígena y artesana que vive en condiciones de pobreza.

Lo que veremos a continuación será ese diálogo continuo entre un paisaje imponente que caracteriza a la ciudad, con unas actividades y pobladores que son vistos como marginales de la vida urbana. Esa condición de ser borde y a la vez escenario vital de Bogotá, nos llevará por varias paradas donde se evidencia la manera en que el imaginario de frontera va cambiando, generando un impacto no solo en Las Nieves, sino en el aspecto general de la ciudad.

* *

Iniciemos entonces situados en la cima de Monserrate, desde donde tenemos la doble fortuna de divisar toda la ciudad desde lo alto, pero también de ser observados desde casi todos los rincones de ella. Este doble carácter de ver y ser visto, es lo que marca nuestra primera parada en la cima del cerro. El primer punto de referencia es sin duda la capilla de Monserrate, una construcción colonial inaugurada en 1650 por la orden de Agustinos Recoletos que vinieron desde el desierto de La Candelaria a establecerse como ermitaños en la cima de la montaña. [5]

La capilla fue la primera construcción de este tipo que se realizó en la parte alta de los cerros orientales, y desde sus inicios ha tejido una relación directa con nuestra parroquia. Recordemos que este lugar fue conocido como el Cerro de Las Nieves, pues la ciudad fundacional tenía un vínculo más directo con el cerro de Guadalupe, dejando a Monserrate en el extremo norte vinculado directamente a Las Nieves. [6] Además, quien apoyó la construcción de la capilla para los ermitaños fue un vecino de la parroquia, don Pedro Solís y Valenzuela que no solo ayudó a conseguir el permiso para la edificación, sino que además donó obras de arte, libros y el

5  Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá - Tomo II, (Bogotá: ABC, 1951), 92

6  Ernst Röthlisberger, El Dorado. Estampas de viaje y cultura de la Colombia suramericana (Bogotá: Publicaciones del Banco de la República, 1963), 65

MONSERRATE: VER Y

MONSERRATE. 2024. ALEJANDRO PIÑOL AREVALO. ILUSTRACIÓN BASADA EN UN DIBUJO DE MANUEL DOSITEO CARVAJAL DE 1852

terreno para el funcionamiento de la capilla. Al estar este lugar dedicado al culto de Nuestra Señora de Monserrate, su construcción incluía, siguiendo el modelo de la Basílica de Barcelona, una ruta para la devoción que salía de Las Nieves y contaba con cuatro ermitas de oración y descanso en el recorrido. [7]

Su carácter devocional permitió que se empezara a asociar como protectora ante los temblores que ocurrieron en la ciudad durante el siglo XVIII, y cuando la capilla pasó a ser propiedad de los jesuitas en 1670, su imagen empezó a aparecer en otros lugares de la parroquia dirigidos por esta orden religiosa, como el Noviciado ubicado en la Calle 20. Para el siglo XVIII, la devoción a la Virgen de Monserrate fue reemplazada por la del Señor Caído, tras la desaparición de la imagen de bulto de la Virgen. [8] La construcción de la capilla consolidó también la estrategia de control religioso desde lo alto de las montañas de la ciudad. Si bien la construcción fue la primera de su tipo en los cerros orientales, existen registros del siglo XVI sobre el establecimiento de cruces en diferentes puntos de las montañas, como estrategia para convertir los santuarios indígenas. [9] Así, cuando miramos la montaña desde la ciudad, se pueden divisar las cruces y la capilla; pero también cuando se ve la ciudad desde lo alto, se destacan las incontables torres de las parroquias haciendo que el dominio religioso se extienda y caracterice todo el territorio, incluso desde la sabana, como lo describieron varios viajeros que vinieron a la ciudad:

7  Ibáñez, Crónicas, 92

8  María del Pilar Mejía, «Monserrate, Guadalupe y La Peña: Vírgenes, naturaleza y ordenamiento urbano de Santafé, siglos XVII y XVIII», Fronteras de la historia, 2006, vol. 11, 255

9  Mejía, «Monserrate, Guadalupe», 248

Poco después descubrí una manchita blanca en la mitad de los montes que veíamos al fondo; debía ser la iglesia de Monserrate, y cuando pude escudriñar mejor el terreno que se extiende al pie de ellos, distinguí por fin a Bogotá. El viajero se demora para ver la ciudad por ser esta del mismo color sombrío de la montaña que se yergue detrás. Fuera de la fachada de un amarillo opaco de la catedral, cuyas amplias proporciones dominan la Sabana, no se ve sino un mar de techos de teja. Las ciudades a lo lejos son siempre una mancha en el paisaje, nunca tienen la belleza de las aldeas; muestra una mescolanza de techos, con una que otra torre que se destaca en la distancia. [10]

Pero en la cima de Monserrate no solo se construyen símbolos de control sobre la ciudad, también este punto sirve como atractivo para bogotanos y visitantes, que se deleitan contemplando la totalidad de la ciudad desde las alturas y su relación con la sabana. Nadie mejor para encarnar esta sensación que La Cisne, protagonista de la novela El Doctor Temis, quien huyendo de una persecución en su contra busca asilo en la capilla de Monserrate.

Muy interesante y nuevo le pareció este espectáculo, y se confundía agradablemente al oír, debajo de ese océano extendido por todo el horizonte, el bullicio de una gran ciudad cuyo movimiento llegaba entonces mejor á sus oídos por la humedad de la atmósfera; así es que oía el chirrío de los carros, las pisadas de los caballos, la vocinglería de las gentes, el tañido de las campanas, el golpe de los lavaderos, el yunque de las fraguas, y hasta el ruido de los arroyos: todo á lo lejos, debajo de sus pies; todo al [sic] través de una nube que ocultaba á la vista enteramente el inmenso caserío, donde se movía aquella muchedumbre que parecía agitada en el fondo de un subterráneo profundo.

10  Holton, La Nueva Granada, 140

Los que han visto un espectáculo semejante conocen la sensación rara y nueva que goza el alma en aquel punto, y esa especie de compasión involuntaria que siente el que está allí elevado sobre la población hacia los que acá abajo se agitan por la vida y, consagrados á los intereses mundanos, olvidan ese cerro solemne y grandioso que está al lado de una ciudad, como el formidable testigo de Dios, que, colocado allí por él para servir á su justicia, presencia en silencio el crimen y la virtud de una población entera, á fin de transmitir fielmente los pecados ó los méritos del hombre á ese Redentor, que allá en la cima, sobre el altar de un mezquino templo, llora los delitos de la humanidad y, más que todo, las persecuciones de la virtud. [11]

Lo primero que destacan las reflexiones de La Cisne es la actividad cotidiana de la ciudad, entre carros, caballos, lavanderas y murmullos, que nos muestran un sinfín de actividades diarias en las que la presencia de la montaña parece refundirse y olvidarse en el diario trajín. Así, al divisar desde las alturas con una mirada omnipresente, la ciudad se convierte en un escenario mundano que permite la contemplación. A esa sensación sublime de contemplar la inmensidad de Bogotá y la sabana, se suma otro tipo de experiencia: la de los viajeros que buscan desde la cima contemplar y comprender la ciudad y su territorio.

Por fin llegamos a la cima de la montaña, desde donde gozamos de una espléndida vista de Bogotá, con todo el altiplano, los caminos a Facatativá y Zipaquirá y las cascadas. A lo lejos se observaban algunos de los lagos, todos completamente encerrados por las estribaciones de los Andes, mientras al fondo se apreciaba con claridad la cima nevada del Tolima. Al otro lado de Monserrate se extendía un

11  José María Ángel Gaitán, El Doctor Temis, vol. 1 (Bogotá y París: Camacho, Roldán y Tamayo - Librería Colombiana. Garnier Hermanos Libreros Editores, 1897), 264

paisaje abrupto de montañas y rocas, cubiertas con arbustos y flores. Había un sendero tortuoso en la falda de la montaña, por el cual una mujer conducía un enorme buey negro mediante una cuerda atada en la nariz. Ambos iban muy cargados, y lo que llevaban estaba envuelto en hojas. Más a nuestra izquierda se hallaba Guadalupe, un pico más alto que tiene en su cima una iglesia católica romana. En la cúspide de Monserrate, que está a 11.000 pies sobre el nivel del mar, hay una pequeña iglesia con algunas habitaciones anexas pertenecientes a un viejo sacerdote de rostro benévolo. [12]

Notemos las diferencias entre las dos apreciaciones. Para la Cisne, la vista desde Monserrate es una experiencia sublime de poder contemplar a la distancia todos los problemas mundanos de la vida urbana. Por su parte, para Rosa Carnegie-Williams, viajera inglesa que visitó la ciudad en 1882, la vista es una oportunidad para identificar el lugar geográfico en el que se sitúa la ciudad. Sus conexiones hacia el occidente, las bifurcaciones del sistema montañoso, las condiciones naturales de los cerros orientales, entre otras. Al igual que ella, otros viajeros, como Alexander von Humboldt e Isaac Holton aprovecharon su recorrido hacia Monserrate para registrar observaciones sobre los recursos naturales de los cerros, el clima y las condiciones particulares de la ciudad y su entorno geográfico.

La ciudad de Bogotá, circuída de boscajes de daturas gigantes está adosada a una muralla de rocas casi verticales. En dos de sus ápices, a una altura de 650 metros, están las ermitas de Monserrate y Guadalupe que semejan nidos colgados de los riscos. Subí a ellas para medirlas barométricamente; desde allí se disfruta de una admirable perspectiva sobre toda la llanura montuosa y

12  Rosa Carnegie-Williams, Un año en los Andes o aventuras de una lady en Bogotá, (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, Tercer Mundo editores, 1990), 60

hacia los nevados de la cordillera del Quindío, que se divisa al frente. Al Sur-oeste, una columna de vapor que se eleva constantemente en los aires, señala el sitio de la inmensa cascada del Tequendama. El aspecto general del paisaje es grandioso, pero melancólico y yermo. [13]

Quizá el testimonio de Humboldt alcanza a unir las dos emociones que brinda la vista de la ciudad desde Monserrate: por un lado, la posibilidad de controlar con la mirada la vastedad del paisaje, hasta el río Magdalena y la Cordillera Central, por otro, la sensación de recogimiento melancólico que produce el ver a lo lejos el ritmo cotidiano de la vida urbana. Ambas visiones tienen en común una sensación de poder, tanto viendo desde la montaña, como la montaña siendo vista desde la ciudad.

Como ya habíamos comentado, marcar la montaña ha sido una manera de ejercer control sobre el panorama de la ciudad, dando visibilidad a unos principios de ordenamiento social cristianos. Por su parte, el contemplar la ciudad desde lo alto, da un poder de control del territorio. En ese sentido, la geografía de Bogotá permite a sus habitantes y visitantes abarcar con su mirada ese «inmenso caserío» y sus relaciones geográficas estratégicas.

* *

Con estas descripciones podemos pensar que los cerros de la ciudad son un lugar privilegiado y codiciado. Sin embargo, en el caso particular de Las Nieves, y en general para toda la ciudad, ese borde oriental carga con una gran cantidad de prejuicios e imaginarios sobre su historia, sus pobladores y

13  Alejandro de Humboldt, «Viaje a Monserrate cerca de Santa Fé», Viajes por Colombia - Extractos de sus diarios, (Bogotá: Publicismo y Ediciones, Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, 1982), https://www.banrepcultural.org/humboldt/diario/21.htm

BOGOTÁ. MONSERRATE. ÚLTIMA ERMITA

QUE CONDUCE A LA CAPILLA. 23 DE OCTUBRE DE 1883.

RICARDO MOROS

URBINA. GRABADO EN MADERA A LA TESTA.

PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO.

sus actividades. Descendiendo un poco por el camino que se construyó para subir a la capilla, se va apreciando cómo el murmullo de la ciudad es cada vez más cercano, el olor a madera quemada de los hornos se empieza a sentir, y también se encuentran cada vez más personas que recorren en sus labores diarias las faldas de Monserrate. Entre lavanderas, chircaleros, paseantes, aguateras y fieles han labrado durante tres siglos una huella indeleble en el camino que conecta la capilla con la ciudad. Como bien lo dijo Isaac Holton en su recorrido, es sorprendente el alto tráfico que circula por un camino como estos, evidenciando la importancia de Monserrate dentro de las dinámicas de los bogotanos.

Después de subir lomas empinadas, empezamos a trepar por una cuesta rocosa, donde las distintas trochas se unen en una sola que sube en zig-zag. Es increíble observar cómo tres siglos de utilización permanente han ido hundiendo el camino, lo cual no sería sorprendente si se tratara de una ruta comercial, pero que un sendero en una montaña escarpada que solo se transita por placer y devoción (muchas veces por ambas razones), esté tan gastado, en algunos sitios hasta varios pies de profundidad, sí es verdaderamente increíble. En algunos sitios los cortes en el camino, que aquí llaman callejones, son tan profundos, que parecen zanjas abiertas por la acción del agua, y tan hondos que al subir por ellos el caminante no puede ver más que el cielo. [14]

Para entender algunas de las razones por las cuales este camino ha contado con tanto tráfico desde hace siglos, y para vislumbrar también la razón por la que surgieron varios de los imaginarios sobre esta zona, tenemos que retroceder en el tiempo hasta la ciudad colonial. La zona del piedemonte de Monserrate fue habitada predominantemente, hasta principios del siglo XIX, por población indígena y mestiza. Así

14  Holton, La Nueva Granada, 226

lo presentó Lucas Fernández de Piedrahita, quien publicó en 1688 su obra Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada. Allí nombraba un espacio de la ciudad denominado Pueblonuevo: «Los vecinos españoles que la habitan, y cada día se aumentan, son más de tres mil al presente, y hasta diez mil indios, poblados los más en lo elevado de la ciudad, que llaman Puebloviejo, y en otro burgo que tiene al Norte, y llaman Pueblonuevo.»

[15] Este tipo de descripciones han dado pie para identificar la zona oriental de la ciudad como un territorio predominantemente indígena desde la colonia. Las denominaciones de Puebloviejo y Pueblonuevo dan lugar a imaginar las dimensiones de dicha zona, que cubría todo el borde oriental desde Santa Bárbara hasta Las Nieves.

Para el caso específico de Las Nieves, esta característica de borde donde vivía la población indígena y mestiza sigue apareciendo en varias crónicas y reportes oficiales hasta las primeras décadas del siglo. Para el siglo XVIII ya encontramos registros de mestizaje en la zona que empiezan a permear el imaginario colonial:

…Santafé fue una ciudad predominantemente indígena en términos estadísticos y culturales. La proporción de indios estuvo en orden de 70 por ciento e influyó decisivamente en sus costumbres y en el paisaje urbano.

Tan sólo hasta finales del siglo XVIII puede observarse la intercalación de capas medias compuestas por artesanos, mestizos y tenderos. Los barrios de castas en las periferias rodearon el triángulo fluvial; en el centro y sur, colgados de los cerros, uno de los más importantes del siglo XVII fue Puebloviejo. En el norte, allende el río San Francisco, Pueblonuevo se convirtió en el principal barrio de viviendas indígenas y mestizas; fue el núcleo del barrio de Las Nieves, el más populoso de la ciudad. [16]

15  Lucas Fernández de Piedrahita, Historia general de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada (Bogotá: imprenta de Medardo Rivas, 1881), 146

16  Julián Vargas Lesmes, Historia de Bogotá Conquista y Colonia, (Bogotá: Villegas

Esta referencia a Pueblonuevo como el núcleo más populoso de la ciudad, reitera el imaginario de la fuerte presencia indígena y mestiza en la zona oriental vecina a la parroquia de Las Nieves. Pues paulatinamente se ha integrado a medida que se han ampliado los límites administrativos en lo corrido de este siglo. Por esa razón, en el censo de 1806 ya se identifica como Las Nieves y no Pueblonuevo:

…el barrio de Las Nieves continuaba siendo un barrio indígena. El sector tiene profundos antecedentes, pues allí puede ubicarse Pueblo Nuevo mencionado por cronistas y documentos. Las Nieves, agrupaba, en conjunto, el 44,5 por ciento de la población indígena. En el siglo XVIII era un barrio de artesanos y es presumible que su nueva mayoría mestiza representara típicamente la evolución de Santafé. La coexistencia entre indígenas y mestizos, su afinidad cultural y su cercanía física, permiten ver en esta anatomía algunas claves de la transformación étnica y cultural que sufrió Santafé. [17]

Si tomamos como punto de partida los testimonios anteriores, queda claro que la población indígena de Las Nieves estuvo vinculada principalmente a la zona externa, conocida como Pueblonuevo, ubicado en la falda de Monserrate. Esta condición social está relacionada directamente con el establecimiento de las cruces que se instalaron en el cerro y con la construcción misma de la capilla en la cima de la montaña, pues el establecimiento de estos símbolos cristianos en el borde oriental respondió a la necesidad de conversión de la población indígena que allí se asentó, transformando sus costumbres y prácticas religiosas hacia una única creencia cristiana.

editores, 2007), 20

17  Vargas Lesmes, Historia de Bogotá, 127

Uno de los aspectos en que más insisten las narraciones sobre las construcciones de las ermitas en las montañas orientales de Santafé es el propósito reiterado de ir “convirtiendo aquellos solitarios bosques en delicioso paraíso”, refiriéndose a la domesticación de una naturaleza, cuyo propósito, más allá de lo “solitario” y “espeso” del lugar, era el control religioso de todos aquellos habitantes “colgados” y “pegados” a estos cerros, lejanos de la cuadrícula urbana. Para ello, se debían también “aplanar los caminos”, “enderezar las sendas” y proceder con “barras, picos, palas y azadones”, para “encender la luz a los precipicios, angosturas y rodaderos” de las montañas “incultas”. [18]

De esta manera, nuestro recorrido en descenso desde Monserrate hacia Las Nieves tiene como común denominador la necesidad de ejercer un control, natural y social, sobre este territorio de la montaña. Así como desde la cima destacamos el poder de ver y ser visto, como acciones que denotan una idea de dominación del paisaje, a medida que iniciamos el descenso van apareciendo otras huellas de esa misma dominación. El trazado del camino, que ha ido abriendo zanjas, como las denominaba Holton, nos habla de una domesticación del paisaje, de una construcción humana para poder acceder cotidianamente a la cima de la montaña. De igual manera, a medida que descendemos, nos encontramos las ermitas que se construyeron desde 1650 para realizar el peregrinaje y que no solo sirven para hacer una oración en el camino, sino que son también refugio de algunos paseantes que rondan en la montaña, como la Cisne en su recorrido hacia la cima:

…emprendió al anochecer la subida de quella cresta empinada y fragosa, con la seguridad de resistir el hambre que desde muy niña estaba habituada á soportar, y en la confianza de que la luz de la luna la auxiliase en la marcha,

18  Mejía, «Monserrate, Guadalupe», 253

VISTA DEL CERRO DE MONSERRATE. CA. 1924.

AUTOR ANÓNIMO.

FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁIDPC. MDB 0005.

por lo menos hasta una altura bien considerable, para que sin riesgo alguno acabase de pasar la noche, refugiándose en alguna de esas ermitas solitarias que de trecho en trecho marcan el camino. [19]

Pero en el camino hacia la ciudad aparece un nuevo elemento que no habíamos identificado desde la cima y que muestra otras formas de apropiación y transformación de la montaña. Si bien las descripciones hablan de una zona habitada por población indígena, esta característica viene acompañada de unas formas de vida y oficios específicos de esta población. Las labores como chircaleros, leñateros y lavanderas

19  Ángel Gaitán, El Doctor, 261

VISTA DEL RÍO SAN FRANCISCO AL OCCIDENTE. FINALES DE SIGLO XIX. FONDO ERNST RÖTHLISBERGER, CAJA 1, CARPETA 3. ÁLBUM FOTOGRÁFICO

MONSERRATE:

han estado asociadas con la población indígena y ahora, a los mestizos. Estas descripciones construyen un vínculo directo entre el tipo de población, su ubicación geográfica en la ciudad y sus oficios, mostrando así como la gente que habita la zona oriental se dedica a la labor de explotación de recursos naturales de los cerros de Bogotá.

Lo que empezamos a encontrar a medida que seguimos descendiendo es la aparición de estas huellas sobre el territorio, la explotación de arcilla y piedra, que ha creado canteras en la montaña, la tala continua de arbustos que se usan para abastecer de leña los hogares y finalmente la presencia de las lavanderas en las orillas del río San Francisco y algunas de las quebradas que desembocaban en él. Nuevamente es Holton quien nos describe el estado de los cerros a mediados del siglo XIX, corroborando el impacto de estas actividades en el paisaje de la zona del pie de monte. «¿Desde cuándo estarán desarborizados estos cerros? Es posible que los indios talaran los árboles desde hace muchísimo tiempo y en todos estos siglos el bosque no tuvo ocasión de volver a crecer. Estoy convencido que si dejaran crecer los árboles, las laderas de los cerros estarían en capacidad de abastecer la demanda de leña y de madera.» [20]

20  Holton, Nueva Granada, 233

* * *

Finalmente, acercándonos ya al último momento de nuestro primer recorrido, nos encontramos las calles de Las Nieves. Las condiciones sociales, políticas y económicas a las que hemos hecho referencia han cambiado desde el siglo XVII, dando ahora un panorama menos homogéneo y con nuevos elementos que dominan el paisaje de la zona oriental. La primera condición que se ha transformado en las narraciones es la descripción sobre los pobladores de estas laderas. Ya no encontramos referencias directas a su origen indígena, pues la ciudad del siglo XIX se ha mestizado de manera tal que la diferenciación de castas ya no es tan evidente. Sin embargo, el imaginario de los oficios y la condición socioeconómica de los pobladores de la montaña sigue relacionada con los imaginarios de los siglos anteriores. Tanto cronistas como literatas insisten en la condición de pobreza en que viven los habitantes del piedemonte:

Pasa cerca de cabañas primitivas construidas con varas largas y paredes de barro; el techo es de paja. Rara vez constan de más de dos habitaciones; una siempre permanece llena de humo producido por el fuego que está encendido en su interior y que se escapa por la puerta. Alrededor de tales cabañas hay unos harapos que cuelgan de varas. La construcción así formada es una especie de cocina para la “olla” o “chorote” cuando el fuego está fuera. [21]

Quizá las descripciones que hace Honorio, el protagonista de la novela Amores y Leyes en su recorrido por las laderas de los Altos de San Diego, nos permiten identificar las condiciones de vida de los habitantes de estas laderas, reiterando así la idea de una zona marginada de la ciudad que se percibe como un borde en su sentido geográfico y social.

21  Carnegie-Williams, Un año, 94

Durante los crepúsculos reina en el caserio mucha bulla y animación. Mientras los habitantes permanecen en la ciudad ocupados en diversos menestres, las vías están desiertas ó poco menos. Se encuentran en ellas las susodichas lavanderas, no en gran número; y uno que otro grupo de muchachos carisucios y barrigones, medio cubiertos con desechos de los trajecitos de otros niños, y á veces con jirones de las que fueron prendas de vestir de sus padres. [22]

Esta visión de Amores y Leyes contrasta directamente con la que publicó el diario El Telegrama en enero describiendo quintas y jardines en la misma zona del pie de monte donde predominan unas condiciones topográficas difíciles y un paisaje escarpado.

Esta parte de la población, que se encuentra situada en aquellas faldas, tiene un aspecto sumamente poético: quintas rodeadas de árboles; chozas esparcidas por los contornos; y trayectos de calles, que termina en algún peñasco. Por otras partes se ven escarpados caminos, serpenteados por alguna pendiente tapizada de verde grama; parduzca tapia, que demarca la heredad del horticultor; frescos campos, entre cuyas sombras nacen incultas diversas plantas medicinales con cuyas flores se adornan aquellos lugares.  [23]

Pero no solo las descripciones literarias nos ayudan a construir una imagen de la ciudad. A estas tenemos que sumarle otras referencias más sutiles, que nos muestran algunos síntomas de la transformación que está viviendo la capital a puertas del siglo XX. La presencia de canteras, la explotación de madera y de materiales de construcción que surgió desde siglos atrás, sigue siendo una condición del

22  Marroquín, Amores, 37

23  A. J. Márquez, «Las dos ermitas de Bogotá», El Telegrama, martes 24 de enero de 1893, año VII, nº1.872, 7.455

EN LA IMAGEN DE LA IZQUIERDA: SAN FRANCISCO, LA CAPUCHINA, EL HOSPICIO, LAS NIEVES. CENTRO: CEMENTERIO, SAN DIEGO, HERRERÍA. DERECHA: FÁBRICA DE TEJIDOS E HILADOS, QUINTA DE BOLÍVAR, EL DEPÓSITO, IGLESIA Y CERRO DE MONSERRATE. 1847. HENRY PRICE. GRABADO ILUMINADO Y AGUA TINTA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP5495

sector oriental de Las Nieves, solo que en el panorama empiezan a aparecer hornos con nuevas tecnologías, como el de la fábrica del Rosario en el Alto de San Diego y algunas de las fábricas de materiales de construcción, como las de Ismael Rodríguez y Ricardo Camacho, que están ubicadas en la Calle 22 con Carrera Primera, y que cuentan con amplios predios donde se observan diferentes zonas de producción de ladrillos de adobe que dan cuenta de una organización de la producción que no corresponde a las labores artesanales que se hacían referencia en siglos anteriores.

El panorama que nos va recibiendo en la esquina de la Carrera Tercera con Paseo Bolívar, es entonces, el de una ciudad donde la diferencia social ya no es tan evidente como aparecía en descripciones de décadas anteriores. Primero, porque en la esquina de la Carrera Tercera con Calle 24, ya estamos dentro de la parroquia de Las Nieves, y no en territorios de

extramuros de Pueblonuevo. Segundo, aunque el imaginario de casas pajizas de habitantes pobres sigue permeando las descripciones literarias sobre la zona de piedemonte, lo que encontramos es, al igual que en toda la parroquia de Las Nieves, el predominio de casas bajas de adobe y teja de barro. Algunos predios de gran extensión, dedicados en su mayoría a fabricación de materiales de construcción, marcan la diferencia en un sector densamente construido y subdividido, donde lo que está sucediendo detrás de los muros de tapia es la clave del cambio de carácter de la zona oriental. Si empezamos el recorrido haciendo referencia al panorama de unos cerros marcados por la imagen de un orden social cristiano que buscaba responder a la necesidad de convertir a la población predominantemente indígena de sus laderas, ahora el panorama de los cerros alberga otros símbolos. La presencia de chimeneas empieza a aumentar, no solo de manera tan

PUBLICIDAD DE DISTINTAS FÁBRICAS EN EL SECTOR DE LAS NIEVES. DIRECTORIO GENERAL DE BOGOTÁ. AÑO IV - 1893. CUPERTINO SALGADO

MONSERRATE:

evidente como la del buitrón de la fábrica del Rosario, o las recién inauguradas de la fábrica de Cerveza Bavaria. También en las manzanas orientales de Las Nieves donde se establecen la mayor cantidad de fábricas de usos industriales de la ciudad: jabones, velas, yeso y materiales de construcción empiezan a transformar el carácter de esta zona. Y aunque no son grandes fábricas al estilo moderno, como veremos más adelante, ya están introduciendo nuevas tecnologías y transformando el paisaje oriental de la ciudad con el humo de sus chimeneas y la modificación de sus predios.

Es así como pasamos de un orden religioso y social, a un orden económico que está empezando a ser evidente en la zona oriental de Las Nieves. Actualmente, los oficios tradicionales no han dejado de existir, simplemente se transforman según las nuevas posibilidades. Los oficios artesanales se han ido mecanizando, dando origen a unas nacientes industrias que siguen produciendo los mismos productos, pero cambiando las herramientas para hacerlo. Al panorama de una ciudad dominada por las torres de sus iglesias, se empiezan a sumar el humo de unas cuantas fábricas, que muestran un cambio en la escala, la producción y la economía de la ciudad de finales del siglo XIX. Lo que fue visto como un sector de frontera donde habitaba la población más pobre de la ciudad, es ahora una zona articulada directamente con el resto de Bogotá y que alberga los síntomas de la transformación económica que está viviendo la ciudad *

La Carrera Cuarta *

ENTRE LAS AGUAS Y LAS NIEVES

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍA DE LA COLECCIÓN COLOMBIA DE ALPHONS STUBEL. ARCHIVO HISTÓRICO UNIVERSIDAD DEL ROSARIO (BOGOTÁ DESDE LAS AGUAS. 1868).

El camino de Monserrate nos trajo hasta la esquina de la Carrera Tercera y el Paseo Bolívar, una vía sinuosa que se curva para adaptarse a la pendiente de la montaña. Acá el trazado en damero, propio de la ciudad fundacional, es inexistente; las formas irregulares de calles y predios nos introducen así en una ciudad que se recorre de manera particular: cuadras largas, calles cerradas y curvas, que van dando paso a la densidad de la construcción en Bogotá. A medida que nos acercamos a la esquina de la Calle 22 con Carrera Tercera vamos encontrando varias casas-tiendas que empiezan a predominar en el paisaje dominado por chircales y solares que lindan con el camino a Monserrate.

Una vez en la Calle 22, que sigue el curso de la quebrada de Las Nieves, el paisaje se densifica de manera contundente. Estas manzanas fueron las últimas en consolidarse en la parte oriental de la parroquia. Un breve recuento de algunos planos anteriores a 1893 nos dejan ver cómo se fue transformando desde 1791, cuando aparecían únicamente delineadas, pero sin construcciones representadas. Casi medio siglo después, la representación de Codazzi en 1849 exalta las huertas y unas manzanas con formas definidas por la topografía más que por un trazado de construcción. Actualmente el panorama es el de una zona donde predominan las casas y casas-tienda de una sola planta, además de los chircales, que sin duda, se suman al carácter de la zona del piedemonte. Una de las características importantes que encontramos en la Calle 22 y especialmente al girar por la Carrera Cuarta hacia el sur es la densidad habitacional de esta zona. A diferencia de otros sectores de Las Nieves, que recorreremos más adelante, los predios que se ubican en esta cuadra están

DETALLE DEL PLANO GEOMÉTRICO DE LA CIUDAD DE SANTAFÉ DE BOGOTÁ EN EL QUE SE RESALTA EL SECTOR DE LAS NIEVES. 1791. DOMINGO ESQUIAQUI. COLECCIÓN PARTICULAR

construidos y habitados casi en su totalidad: solo el 5% [24] de los predios corresponden a solares, condición que ni siquiera es sinónimo de desocupado, sino que en su mayoría son propiedades que se usan para pastoreo. Este panorama nos marca entonces un recorrido lleno de actividades y con una gran cantidad de habitantes por descubrir.

Antes de buscar detrás de esas puertas las historias de algún niebluno, es importante notar que en la esquina de la Carrera Cuarta con Calle 22 se establece el límite entre la parroquia de Las Nieves con la de Nuestra Señora de Las Aguas. Esta diferenciación que se estableció en 1882 dividió la feligresía en dos parroquias, evidenciando el aumento poblacional en la zona oriental de la ciudad. Esta división no corresponde con la que maneja la Policía Nacional desde 1891, quienes definieron bajo la jurisdicción del Tercer Distrito de Policía toda la zona de Las Nieves y Las Aguas. Por esta razón,

24  De 38 predios identificados en el Catastro Distrital, solo 2 corresponden a solares. Esta información se obtuvo en: Junta Central de Catastro, Catastro del Municipio de Bogotá para 1890, Archivo de Bogotá, Unidad Administrativa Especial de Catastro Distrital

DETALLE DEL SECTOR DE LAS NIEVES DEL PLANO TOPOGRÁFICO DE BOGOTÁ Y SUS ALREDEDORES.

1849. AGUSTÍN CODAZZI. COLECCIÓN MUSEO EL CHICÓ

aunque no cruzaremos los límites actuales de la parroquia, es importante saber que lo que pasa al otro lado de la calle no es radicalmente diferente de las historias que nos encontraremos durante nuestro recorrido.

A medida que caminamos hacia el norte, el olor a grasa quemada mezclada con leña se hace más impregnante. El funcionamiento de cuatro fábricas de jabones y velas agrupadas en un par de cuadras nos da indicios de una producción creciente y de una demanda lo suficientemente alta como para que existan varias industrias al mismo tiempo. Como veremos a continuación es en una de ellas donde encontraremos la manera en que este tipo de productos transforman una práctica artesanal en una producción mecanizada y competitiva *

Juan Bautista de Brigard Nieto *

LA ILUSTRACIÓN Y EL TRABAJO

COMPOSICIÓN

«La ilustración y el trabajo no son antagonistas, nó; el saber simplifica y perfecciona el resultado material del trabajo, y por lo tanto, la ilustración y el taller deben estar íntimamente unidos.» [25]

De las cinco fábricas de jabones y velas que se encuentran en el sector, tres en Las Nieves y dos en Las Aguas, hay una en especial que llama la atención. Su propietario, el señor Juan Bautista de Brigard, salió en un reportaje publicado en el periódico El Artesano este 1º de agosto. El periódico, que solo lleva en circulación cuatro meses, incluyó la nota sobre de Brigard en su sección «Caballeros del trabajo», dedicada a «…formar una galería de nuestros benefactores, es decir, haremos bocetos biográficos de todos aquellos hombres que por algún motivo han hecho algo en nuestro favor, para que de esta manera viva encendida en nuestros pechos la llama de la gratitud.» [26]

Como veníamos hablando de los imaginarios sobre los pobladores de Las Nieves, especialmente la población artesana, queremos pasar por la fábrica de la Jabonería Inglesa para empezar a darle un perfil más personal a eso que llamamos los nieblunos y los artesanos. Además, al adentrarnos en esta fábrica, podemos comprender de primera mano cómo funcionan este tipo de establecimientos que se concentran particularmente en la zona oriental de Las Nieves.

Su propietario, Juan Bautista de Brigard Nieto, a sus veintiocho años ya tiene muy adelantado el proyecto de consolidar la fabricación de jabones y artículos de tocador para los

25  «La ilustración del artesano», El Artesano. Artes mecánicas, bellas artes, ciencias, literatura, noticias, oficios, 6 de mayo de 1893, serie 1, n°5, 39

26  «Nuestros propósitos», El Artesano, 8 de abril de 1893, serie 1, n°1, 2

bogotanos. Su condición social, sin duda, le ha dado la oportunidad de viajar en repetidas ocasiones a Europa, donde ha estudiado sobre la fabricación de jabones, e incluso ha importado maquinaria novedosa para su naciente empresa. [27]

El joven es hijo de Juan Bautista de Brigard Sordo, quien ejerce como Gerente del Banco Nacional, mientras su madre, Inés Nieto Ricaurte, es hija del hacendado Fernando Nieto Fernández, conocido por sus propiedades en Girardot. [28] Por su parte, el joven Juan Bautista contrajo matrimonio dos años atrás con María Josefa Gómez Saiz, bisnieta del líder de la Independencia, Antonio Nariño. Así, su perfil social da algunas pistas sobre las condiciones que han posibilitado la construcción de una infraestructura propia y conocimiento necesario para tecnificar un oficio artesanal como el de la producción de jabones.

No es nuestra intención simplificar al personaje, concluyendo que por su condición social no ha enfrentado problemas económicos o dificultades para establecer su empresa; en un periodo con tantos altibajos económicos y políticos es muy difícil que alguien esté a salvo de estas realidades. Lo que sí podemos arriesgar es suponer que su condición familiar le ha dado la oportunidad de viajar, estudiar y contar con un patrimonio inicial para construir una fábrica en medio de las incertidumbres económicas y políticas propias de las últimas décadas del siglo XIX. Entonces, ¿qué implicaciones tiene que un personaje como Juan Bautista, aparezca en una publicación titulada El Artesano? La hipótesis que podemos

27  «El artesano. Juan B. de Brigard», El Artesano,1 de agosto de 1893, serie 1, n°12, 90 28  Genealogías de Colombia, «Juan Bautista de Brigard Nieto», https://www. genealogiasdecolombia.co/familia/Individuo.aspx?r=Juan-Bautista-de-Brigard-Nieto_400305605105505J05J

REVISTA EL ARTESANO: ARTES MECÁNICAS, BELLAS ARTES, CIENCIAS, LITERATURA, NOTICIAS, OFICIOS. 1 DE AGOSTO DE 1893.

construir es que la definición de artesano no es simplemente una condición laboral o socioeconómica. En realidad, según la publicación, lo que integra a estos personajes es una idea de objetivos comunes que interesa tanto a artesanos como a empresarios, políticos e intelectuales que se alinean en una necesidad de fortalecer las industrias nacionales.

Por eso los columnistas de El Artesano exaltan de manera reiterada el valor del joven Juan Bautista, al regresar de Europa con el proyecto de compartir conocimientos con sus conciudadanos.

Pocos, muy pocos, podemos decir, son los jóvenes que se aprovechan con los viajes al extranjero […] pues los más van á botar unos cuantos miles de pesos, y regresan trayendo un surtido de ropa para hacer ostentación de que visten á la última moda de París. […] No ha sucedido esto con Juan B. de Brigard, quien ha ido á trabajar en las fábricas de jabones, á traer esta industria poco conocida en el país, y á comprar, á su satisfacción, de acuerdo con el caudal de conocimientos que adquirió, la maquinaria necesaria para montar la fábrica que lleva el nombre Jabonería Inglesa; empresa que promoverá coronada, después de seis años de constante labor. [29]

Detengámonos unos minutos antes de entrar a la fábrica para revisar la información que aparece en el artículo. El periódico El Artesano, como ya lo habíamos dicho, lleva solo cuatro meses de inaugurado, y está al mando de Félix Valois Madero, un carpintero y miembro de la Sociedad Filantrópica de Bogotá. Su publicación tiene como objetivo visibilizar la labor de algunos individuos de la sociedad capitalina, además de brindar columnas literarias y algunos anuncios parroquiales. Uno de sus propósitos explícitos es evitar tocar temas religiosos o políticos para no crear divisiones dentro del grupo de lectores. Por estas razones, el perfil que nos encontramos

29  «El artesano. Juan B.», 90

de Brigard se concentra en exaltar sus labores honoríficas al regresar a Bogotá con todo su conocimiento, maquinaria y disposición para formar nuevos artesanos en la fabricación de jabones.

Su retrato en la portada pone en evidencia su juventud, pues a sus veintiocho años ya lleva ocho organizando el establecimiento de la fábrica, y trece desde que inició su formación en Francia e Inglaterra. [30] El artículo también nos deja saber la gran cantidad de inconvenientes que se le han presentado en ese proyecto, desde la inversión económica que realizó a su propio nombre, hasta el impacto de los conflictos nacionales de 1885 que retrasaron el establecimiento de la fábrica. Y, aunque todavía no está concluida la instalación, ya cuenta con una producción de cuarenta clases de jabones, además de un punto de venta adicional en la Carrera Séptima, puerta 452.

* * *

Ahora sí entremos a la Jabonería Inglesa para descubrir su funcionamiento y producción de la mano de su propietario. Lo primero a lo que debemos hacer referencia es la ubicación de la fábrica, que corresponde a la del solar que hace parte de la propiedad de la familia Brigard Sordo. En dicho predio, se encuentran la casa de don Juan B. de Brigard padre, la vivienda del hijo, la fábrica, y tres tiendas en arriendo: una pulpería, una de una costurera y otra de una cigarrería. De esta manera, la ubicación de la Jabonería Inglesa responde a razones personales, que se suman a unas favorables condiciones geográficas, al encontrarse cerca de puntos de abastecimiento de materias primas, como madera y agua. Inicialmente nos detendremos en la forma de producción. La fabricación de jabones se hace a partir de la mezcla

30  «El artesano. Juan B.», 90

de sebo animal con hidróxido de sodio. Como esa misma materia prima es usada para la fabricación de velas, algunas de estas empresas que funcionan en Bogotá tienen disponibles los dos productos. La fábrica de Brigard actualmente cuenta únicamente con jabones de tocador, aunque como veremos más adelante, no ha sido la única línea de producción que se ha buscado. Para su funcionamiento, la Jabonería Inglesa cuenta con hornos y máquinas con motor —según lo describe El Artesano que funcionan a vapor, y que seguramente reemplazan el trabajo de revolver el sebo con la sal para lograr la mezcla homogénea que después debe pasar a los moldes.

Es así como la rápida mención en el artículo sobre el interior de la fábrica pone en evidencia una de las características importantes, aunque no necesariamente exclusivas, de la Jabonería Inglesa El uso de maquinarias industriales de vapor al servicio de la fabricación de jabones puede ser una de las razones por las cuales se exalta la importancia de que de Brigard trajera de regreso a su ciudad natal sus nuevos conocimientos, y estableciera su propia industria. El impacto que genera un establecimiento como este, en una sociedad que está iniciando su producción industrial, es sin duda una noticia para destacar.

Otro tipo de industrias que se han establecido en la ciudad en las décadas anteriores han tenido que sortear todo tipo de dificultades, llevándolas incluso al cierre o transformación. El caso de la fábrica de papel, en Las Aguas, o la de loza en Santa Bárbara, son algunos de los precedentes que están en el panorama de quienes inician este tipo de proyectos. Aunque no hay que olvidar que también hay ejemplos exitosos como la cervecería Bavaria, o la fábrica de chocolates Chaves, que tienen un perfil industrial mucho más ambicioso que el de Brigard.

FÁBRICA DE VIDRIOS FENICIA EN EL BARRIO LAS AGUAS. CA. 1910 SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ. II 154B

DETALLE DE ANUNCIO PUBLICITARIO DE LA JABONERIA INGLESA DE J B. DE BRIGARD. 1893. DIRECTORIO GENERAL DE BOGOTÁ. AÑO IV - 1893. CUPERTINO SALGADO. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA

Pero volvamos a la Jabonería Inglesa, porque además de traer maquinaria de Europa, Juan Bautista sabe que parte del éxito está en construir un mercado que le garantice la existencia de su fábrica. Para esto, desde antes de iniciar su producción en 1887, buscó ganarse una patente de producción que asegurara la venta de sus productos. Como habíamos anotado antes, la producción de jabones es comúnmente asociada con la de velas, razón por la cual la primera patente que solicitó Brigard fue para tener la exclusividad de producción y venta de jabones y velas esteáricas en Cundinamarca, Santander y Tolima.

Este tipo de productos generan velas y jabones más resistentes al uso, manteniendo su forma por más tiempo, lo cual da cuenta de algunas de las novedades que pudo haber aprendido de Brigard en Europa. Sin embargo, al revisar el historial de la patente encontramos una solicitud idéntica con fecha del 29 de noviembre de 1886, realizada por Demetrio Rey Rodríguez, dueño de la jabonería «La Corona» en San Victorino con más de tres años de funcionamiento. [31] Sin embargo, ninguno de los dos recibió la patente de estos productos.

Con este primer intento fallido, Brigard volvió a hacer una solicitud al Ministerio de Fomento en 1888 para «…fabricar, usar y vender una tintura y polvos de un vegetal, sustancia de virtudes hemostáticas generales, por el término de quince años […] el cual es conocido con el nombre de ‘Vitalina’». [32]

Este producto, que no es un jabón, muestra la necesidad de contar con un catálogo de productos lo suficientemente variado como para diferenciarse de sus competidores. Finalmente, esta estrategia si le sirvió y logró obtener la patente para la producción de Vitalina [33], a la par de la fabricación de jabones, especialmente de tocador.

31  «Solicitudes de patente de privilegio», Diario Oficial, 15 de enero de 1887, n°6, 924, 59

32  «Solicitud de patente de privilegio», Diario Oficial, 26 de noviembre de 1888, n°7,608, 1380

33  «Solicitud de patente de privilegio», Diario Oficial, 27 de septiembre de 1890, n°8,190, 944

ANUNCIO PUBLICITARIO DE LA JABONERÍA INGLESA DE J B. DE BRIGARD. 1893. DIRECTORIO GENERAL DE BOGOTÁ. AÑO IV - 1893. CUPERTINO SALGADO. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA

Tenemos entonces que, con seis años de funcionamiento, la fábrica de la Jabonería Inglesa ha logrado mantenerse en funcionamiento, integrando nuevas tecnologías que hacen más productiva su industria, sumado a unas estrategias de mercado que van garantizando exclusividad frente a sus competidores. Veamos entonces a continuación, qué nos muestra el caso de la empresa de Juan B. de Brigard sobre la realidad de Las Nieves, sus fábricas y sus habitantes.

El caso de Juan B. de Brigard, nos muestra dos condiciones particulares de lo que sucede en las calles de Las Nieves. La primera y más evidente es la diversidad social que se encuentra detrás de cada puerta, las cuadras alrededor de la fábrica albergan establecimientos públicos como pulperías y chicherías, al mismo tiempo que existe un colegio para señoritas, [34] la casa del obispo, la del papá de Juan Bautista que ejerce como gerente del Banco Nacional y las tiendas de vivienda de zapateros, costureras, albañiles, carpinteros, abogados y empleados.

Esta heterogeneidad empieza a hacer cada vez más difícil caracterizar algunos sectores de la población. Por esta razón, cuando se habla de artesanos ya no es tan fácil decir que se limita a quienes hacen trabajos manuales, o que son pobres. Para profundizar en este asunto, volvamos a la publicación donde apareció la nota sobre Juan Bautista. El periódico El Artesano está dirigido por un carpintero y miembro de la Sociedad Filantrópica de Bogotá, que representa algunos de los intereses de los artesanos en general. Sin embargo, su publicación no es ni la oficial de la Sociedad, ni tiene como objetivo tratar temas políticos o de la agremiación; su ideal es

34  Colegio para señoritas Mercedes Ortíz, cll 18 61. Carlos Clavijo, Plano topográfico de Bogotá, 1894. Archivo General de la Nación (AGN), Sección Mapas y planos, mapoteca 3, referencia 145

destacar la labor individual de algunos ciudadanos y publicar piezas literarias y noticias generales sin tocar temas religiosos, ni políticos.

Por esta razón, algunos de los personajes con los que comparte Brigard la galería de «Caballeros del trabajo» son el litógrafo Francisco Torres Amaya y el carpintero Cruz Sánchez. En los casos de los perfiles publicados antes que el de Brigard, se insiste en unos valores de patriotismo y perseverancia que se evidencian desde sus vidas personales, como en sus propios oficios. La manera en que se exaltan estas características nos reitera la idea de unos personajes que tienen como motivación dejar un legado social desde sus oficios. En el caso del litógrafo Torres Amaya, se destaca la importancia de su contribución a la formación de este oficio en la ciudad: «Fue el decano del taller de encuadernación, pudiendo asegurarse que todos los que profesan este arte en la capital son sus discípulos, quienes lo recuerdan con especial gratitud.» [35] En el caso del carpintero Cruz Sánchez, se enfocan en la labor constante de un huérfano que tuvo que abandonar sus estudios y empezar a trabajar en su oficio desde el cargo más bajo, hasta llegar a tener su propia industria familiar.

El impúber abandonado por los bienes de fortuna, entró a aprender carpintería, á buscar el capital que nunca se pierde, -el del trabajo. La perseverancia y los conocimientos rudimentarios que adquirió en la escuela, le sirvieron para que pronto viniera a ser oficial, y de ahí jefe del Establecimiento yá [sic] descrito, y de esa familia, tan noble ornato de nuestra sociedad. [36]

Finalmente, el caso de Brigard sigue líneas similares, destacando la labor patriótica de este personaje que aprovechó

35  «Nuestros propósitos», 2

36  «El Artesano. Cruz Sánchez», El Artesano, 6 de mayo de 1893, serie 1, nº 5, 35

las posibilidades de su condición social para poner su conocimiento a favor de los demás.

Padres de familia acaudalados que aspiráis á tener hijos con capital seguro y educación bien dirigida: enviad vuestros hijos á Europa ó á Norte América, á que adquieran conocimientos en las saludables fuentes del trabajo, á que nos traigan nuevas industrias, en beneficio de ellos y del país: enseñadlos á que respeten al trabajador y no vean en él un sér inferior, […], á que sigan el ejemplo de Juan B. de Brigard. [37]

Así se va perfilando la noción de artesano que defiende la publicación: una distinción que responde más a una actitud frente al trabajo, que a un oficio específico o un origen social. A esto se suma entonces la segunda característica que encarna el perfil de Juan B. de Brigard, y que da razón sobre la manera en que se entiende la industria nacional. Si dijimos que en la zona oriental de Las Nieves se asentaban las fábricas, es necesario empezar por precisar qué se entiende por una fábrica, pues hay diferencias muy grandes entre un establecimiento como Bavaria —por el que pasaremos en nuestro recorrido por San Diego— y una fábrica de materiales de construcción o incluso la misma Jabonería Inglesa. Nuevamente, la publicación de El Artesano nos da pistas sobre las características que importan a la hora de definir un negocio como una fábrica o como una industria. Dentro de los diferentes artículos publicados en el primer año de El Artesano, se incluyen algunos sobre el estado de la industria nacional y las condiciones de trabajo de artesanos y obreros de la ciudad. En ellos encontramos algunas ideas reiteradas sobre la importancia de la introducción de maquinaria mecánica como condición para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y hacer avanzar la sociedad. Por esto, el humo que producen en conjunto todas las fábricas del sector

37  «El Artesano. Juan B.» 90

es un símbolo del progreso, digno de todo el reconocimiento posible.

Por fortuna, la aurora de la transformación industrial se ve yá: escuelas de artes y oficios; fábricas de tejidos, de bujías esteáricas, de calzado, de gas de alumbrado, de sombreros, de chocolate, de alpargatas, de productos farmaceúticos [sic], de cerámica, etc.; máquinas para la agricultura, para aserrar, para producir luz eléctrica y locomotoras lanzan al aire desde las orillas del mar hasta nuestras cumbres andinas, sus blancos penachos de humo. [38]

En el este artículo, titulado «Higiene industrial», se exalta la importancia del uso de maquinaria para la producción, pues no solo es símbolo de progreso, sino que ayuda a alivianar el trabajo manual y deja así tiempo libre para que los jornaleros puedan disfrutar del ocio, o dedicarse a aprender nuevos oficios y disciplinas. Esa idea de aprovechar las condiciones de trabajo industriales como posibilidad de adquirir nuevos conocimientos se convierte en una posibilidad de dejar de ser un artesano jornalero, para convertirse en hombre ilustrado, condición que va borrando los límites entre el trabajo y la ilustración, como bien lo señalaba la cita con la que iniciamos esta parada.

Nuestra escasa población, en relación con el extenso y feraz territorio colombiano, en el cual pueden vivir cien millones de hombres, principia yá á mirar con cariño no solamente lo útil y lo necesario, sino lo simplemente cómodo; ya todos comprendemos aquí -y esto yá es un triunfo,- que la máquina que evita que el jornalero, el labriego y el industrial se extenúen, no es la enemiga del artesano, que es su compañera en el trabajo bruto que le da el medio de producir bien, pronto y barato, y que á ella deberemos los hijos de la

38  «Higiene industrial», El Artesano, 29 de abril de 1893, serie 1, nº4, 31

América el dejar de ser colonos de los ricos y envejecidos países del antiguo continente. [39]

Esa condición de unir lo que antes parecían dos opuestos —la población educada y la población trabajadora— es la característica más particular de Juan Bautista, en medio de su condición social y económica tan privilegiada, ha visto el trabajo artesanal como una oportunidad de laboral y de vida, sin que ello desprestigie su posición social.

El joven de Brigard es uno de los primeros que han dado un fuerte golpe á aquellas cabezas ofuscadas que creen que los oficios mecánicos amenguan, envilecen y colocan á quienes los ejercen en la última escala social… [40]

Con ese tipo de personajes se empieza a hacer más compleja la definición de artesano. Esa distinción, que ha aparecido en la literatura, en la prensa y en las crónicas durante todo el siglo XIX, es actualmente un conglomerado social tan diverso que es muy difícil de limitar. Si bien, Juan Bautista de Brigard es presentado como un artesano, según la publicación, lo cierto es que el imaginario social está muy distante de su perfil. Como veremos unas paradas más adelante, el término de artesanos agrupa a todos los trabajadores jornaleros, que tienen unas costumbres tradicionales en cuanto a ocio y sociabilidad, sin que, por esta razón, el término excluya a personajes como de Brigard, el mismo Félix Valois Madero y otros conocidos personajes que son líderes políticos ilustrados *

39  «Higiene», 31

40  «El Artesano. Juan B.», 91

La Carrera Quinta *

PROPIETARIOS Y ARRENDATARIOS

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍA DE LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE BOGOTÁ

Dejemos que las máquinas sigan encendidas produciendo jabones y velas, mientras nosotros continuamos nuestro recorrido por Las Nieves. Caminando un poco hacia el sur por la Carrera Cuarta, alcanzamos a divisar al fondo el Puente Santander, una estructura metálica colgante que conecta los dos costados del río San Francisco, anteriormente frontera entre la parroquia de La Catedral y Las Nieves. La Parroquia de San Pablo, consolidada dos años atrás, [41] tomó las manzanas que se ubicaban desde el río hasta la Calle 17, reduciendo así nuestro recorrido. Pero parados en la esquina de la Carrera Cuarta con Calle 17 mirando hacia occidente, tenemos la posibilidad de apreciar al fondo las vías del Ferrocarril del Norte enmarcadas por una fachada continua de casas bajas, muy similar a la que encontramos sobre la Carrera Cuarta. Nuestro recorrido seguirá por la Carrera Quinta, volviendo nuevamente hacia el norte hasta la Calle 24 y aunque el panorama es muy similar al que veníamos observando por la Carrera Cuarta, hay en estas cuadras un par de casos particulares. El primero es la aparición de tres casas altas, llegando a la esquina de la Calle 20. Este tipo de construcciones, que empiezan a ser visibles en algunos lugares de la parroquia, hacen evidente la densificación de la ciudad. Si bien la población de Bogotá ha aumentado [42] en las últimas décadas, uno de los comentarios reiterados por periodistas, literatos y viajeros, es que la ciudad no ha crecido a la par de la población. Esta

41  Mejía Pavony, Los años, 321

42  «El tercer período demográfico para la ciudad del siglo XIX comenzó en 1870 y se continuó hasta 1912. Durante esos 24 años, el incremento neto de población fue de 76.118 habitantes, lo que significó una tasa media anual de crecimiento de 2,54%. […] Todo indica, sin embargo, que ella estuvo compuesta por varios flujos, cada uno diferente en su magnitud, además de estar separados por coyunturas de desaceleramiento parcial o total en el ritmo de crecimiento demográfico», Mejía Pavony, Los años, 239

observación no es del todo cierta, pues como lo muestran estas casas altas, lo que ha venido sucediendo es que las viviendas se han subdividido o aumentado el número de pisos, haciendo que la densificación no sea visible en términos de expansión territorial.

La segunda particularidad está relacionada con algunas obras de higiene para el manejo del alcantarillado de la ciudad. En la cuadra 14, puertas 249 y 251 [43] del costado occidental, y la cuadra 14, puertas 254 a 262 en la otra acera, el inspector de policía de Las Nieves dejó unas solicitudes en diciembre de 1892 para los dos dueños de siete propiedades. En la notificación se les recordó, que según el Acuerdo 15 del año pasado, la Junta Central de Higiene había decidido que las tiendas de habitación no podían ser arrendadas hasta no

43  El sistema de nomenclatura de la ciudad en 1893 identificaba las direcciones con la calle o carrera, el número de cuadra (que aumentaba de sur a norte para las carreras y de oriente a occidente para las carreras), y el número de puerta que iba de manera consecutiva en el mismo sentido que aumentaban las cuadras. Para ubicar específicamente toda la información se recomienda hacer el uso del: Clavijo, Plano topográfico de Bogotá

PUENTE SANTANDER O PUENTE COLGANTE. S.F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ. XI-854C.

contar con un suministro de agua corriente y sifones propios para el alcantarillado, para evitar así el uso de las zanjas de las calles para verter los residuos orgánicos de los habitantes. [44] Por esta razón, se ha solicitado a los propietarios Enrique Belmonte y Jesús S. Rozo que realicen las adecuaciones necesarias en las tiendas que tienen arrendadas. El señor Belmonte tiene a su nombre cinco propiedades: tres casas arrendadas, una casa propia y una tienda; entre sus arrendatarios están un comerciante, una agencia de trasteo y una mujer pública  [45] Por su parte, el señor Rozo cuenta con dos propiedades, una casa propia y una tienda arrendada a Rosario Rodríguez, aplanchadora. Los dos vecinos se han unido para solicitar la revisión de la petición pues les parece contrario a la Constitución al atacar su propiedad privada.

La comisión destinada a revisar el caso ya presentó sus observaciones, dando como concepto la necesidad de suspender la orden del Acuerdo 15. La lectura del informe del comisionado nos deja entrever un tema que va a ser reiterado a lo largo de nuestro recorrido: el constante choque entre las leyes enfocadas en mejorar las condiciones físicas y de salubridad de la ciudad, y la respuesta de los ciudadanos frente a ellas. Aunque no siempre son rechazadas, como este caso particular, sí encontraremos diferencias entre las propuestas gubernamentales y la apropiación de los ciudadanos.

En este caso, la propuesta de la Junta Central de Higiene pide a los propietarios de tiendas de habitación realizar las adecuaciones necesarias para que estos espacios cuenten con agua corriente y conexión a los sifones de alcantarillado. De no ser posible prestar estos servicios, los dueños de las casas deben dar acceso a los arrendatarios para que hagan

44  Junta Central de Higiene, «Acuerdo número 15», 1 de marzo de 1892. En: Diario Oficial, jueves 21 de abril de 1892, año XXVIII, nº8.776, 512

45  El dato de la mujer pública, Bernardina López, se obtuvo del Catastro de Mujeres públicas levantando en 1892 por la Policía Nacional. «Catastro de las mugeres [sic] públicas que viven en la Ciudad de Bogotá levantado por la Policía Nacional» AGN, Sección República, Fondo Policía, caja 4, fl. 237

uso de los baños y sifones de la casa principal. [46] Es por esta razón que los señores Belmonte y Rozo consideran que se atenta contra su propiedad privada al solicitarles que presten los espacios de sus viviendas a los arrendatarios.

La idea del Acuerdo es mejorar las condiciones de higiene de las tiendas, que se han ido convirtiendo lentamente en foco de infecciones y enfermedades al alojar varios individuos en espacios con poca ventilación, y donde en muchas ocasiones se ejercen también los oficios diarios de los inquilinos. Para esto, se hace necesario acabar con la costumbre de arrojar los desperdicios a la calle e iniciar un proceso de alcantarillado en toda la ciudad, que permita llevar de manera subterránea los desechos hacia una fuente hídrica. La tecnología que se está proponiendo para estas adecuaciones es la instalación de un sifón conectado a un tubo en forma de S que permita el desagüe sin que se devuelvan gases de la descomposición de materias orgánicas.

Esta tecnología requiere un mantenimiento constante para tener el sifón aseado y así garantizar el éxito de las mejoras en términos de higiene de las viviendas. Por esta razón, tanto el inspector que realizó el informe, como los señores Rozo y Belmonte, acordaron que era una norma que no se podría ejecutar dadas las condiciones económicas y sociales de los inquilinos que habitan las tiendas. Lo primero que señalan es que el costo de las adecuaciones generaría un aumento en el arriendo, afectando así a los arrendatarios, «… es decir […] la clase más menesterosa y desamparada de la sociedad…» [47] Además, nada garantiza que los inquilinos cuiden y realicen el mantenimiento necesario para el funcionamiento adecuado de los sifones. Porque según anota el inspector «¿qué sucederá en el que pongan en una tienda, manejado por personas

46  «Art. 2º Cuando no exista alcantarilla en la calle y el local no pueda comunicarse con los ríos, los dueños permitirán á los inquilinos de usar los excusados de la casa en que estas están ubicadas hasta que se construya la alcantarilla ó se establezca la comunicación con el río» Junta Central, «Acuerdo 15»

47  Proto Gómez, «Informe de la Junta Central de Higiene», Registro Municipal: Órgano oficial del Municipio de Bogotá, 20 de mayo de 1893, año XVIII, nº. 593, 3406

que no tendrán ningún interés en su conservación y que arrojarían todo en él, hasta las escobas fuera de servicio?» [48]

Así vemos cómo los problemas de higiene, que encontraremos a lo largo de nuestro recorrido, no hacen referencia únicamente a condiciones materiales, sino que llevan de la mano unos juicios morales sobre las condiciones de vida y las costumbres de algunos sectores de la población. Pero por ahora, sigamos nuestro camino hasta la esquina de la Calle 24, donde nos concentraremos en una de las obras públicas que está apostando por una transformación del aspecto físico de Las Nieves y también de las costumbres y formas de vida de sus habitantes *

48  Gómez, «Informe de la Junta», 3406

El Paseo Bolívar *

DE CHIRCALES A PASEOS

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍAS DE LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE BOGOTÁ

Llegando a la esquina de la Carrera Quinta con Calle 24, volvemos nuevamente al límite de la ciudad con el cerro de Monserrate, donde se encuentran la mayor cantidad de chircales y solares de los que se extraen carbón y piedras, entre otros materiales de construcción. Como veníamos hablando de algunas obras que se están realizando en Las Nieves, dedicaremos esta parada para explorar el proceso de apertura de un camino de carros que busca conectar el Parque del Centenario con el Camino de la Agua Nueva, denominado Paseo Bolívar El proceso de apertura implica la expropiación de varios terrenos en la zona de la Calle 24, desde la Carrera Séptima hasta la Carrera Cuarta y la Calle 22 entre carreras cuarta y segunda.

El proyecto inició en 1888, cuando el Ministerio de Fomento aprobó la construcción de una vía pública para el servicio a coches, buscando así realizar «…una verdadera mejora para la ciudad en provecho del mayor número posible de habitantes; por esta consideración y después de haber recorrido toda la población á fin de ver como podría conseguirse que la vía comprendiera el mayor número posible de calles, elegimos el trayecto que marcamos en el adjunto plano de la ciudad.» [49]

Por esto se diseñó un circuito que recorrerá la ciudad desde la Plaza de Armas hasta la Calle 22 con Tercera, bajando desde allí a buscar la plaza de San Victorino, creando así un perímetro cerrado transitable para los vehículos de ruedas. Adicional a este camino, el mismo decreto plantea la construcción de algunas vías secundarias que ampliarán la cobertura y se conectarán al trazado principal. Una de estas es la denominada Paseo Bolívar, trazada con el fin de cubrir la parte

49  «Bogotá Paseo Bolívar - Puentes», AGN, Sección República, Fondo Ministerio de Obras Públicas, mayo 1887, fl. 82

CALLE 24 ARRIBA DE LA CARRERA SÉPTIMA. ANÓNIMO. CA. 1915. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB 0074.
CALLE 24 ARRIBA DE LA CARRERA SÉPTIMA. ANÓNIMO. CA. 1915. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB 0114
EL PASEO BOLÍVAR. DECRETO 113 DE 1888. PLANO BASE DE ADRIANA URIBE.

alta de Las Nieves y gran parte de Las Aguas, mientras que otro de los circuitos conectará la Carrera Séptima con Calle 22 con el Parque del Centenario y el Cementerio:

Art. 3º Los Circuitos complementarios quedan por ahora demarcados así: El primer Circuito complementarios empezará en la esquina de la carrera 7ª con la calle 22ª y se dirigirá al Parque del Centenario, por el cual volverá á tomar la vía que pasa por el Cementerio y sigue hacia Engativá. Saldrá á la carretera de Occidente por el camino que limita á Paiba y por la carretera empalmará en San Victorino con el Circuito central.

El segundo Circuito complementario se enlazará con el central en la esquina de la carrera 3ª con la calle 21ª y seguirá hacia el paseo de la Agua Nueva por la Quinta de Bolívar, haciéndose en este lugar una variante para disminuir la pendiente demasiado fuerte que allí se encuentra. Se hará un puente de madera sobre el río y una plazoleta cerca de Egipto para que puedan volver los coches mientras se prolonga el paseo hacia el Sur ó se construye un descenso que venga á empalmar con el Circuito central por la calle 14ª. [50]

El proyecto implica una transformación para el sector alto de Las Nieves, al conectarlo directamente con la zona más céntrica de la ciudad y relacionarlo con el Parque del Centenario. Este parque, que veremos en capítulos posteriores, se ha convertido en un lugar particular para la ciudad, sinónimo del embellecimiento del espacio público y de las costumbres propias de una sociedad que busca cultivar nuevos hábitos en sus ciudadanos. De esta manera, la propuesta de unir el Parque con la zona oriental que, como ya hemos observado, está dedicada en su mayoría a usos industriales,

50  Ministerio de Fomento, «Decreto número 113 de 1888», 1º de febrero de 1888.

En: Diario Oficial, 4 de febrero de 1888, Año XXIV, nº7289, 104

tiene unas implicaciones directas sobre la transformación de la parte oriental de Las Nieves y Las Aguas.

Según los expedientes del Paseo Bolívar, durante el año 1888 se definió la forma de trabajo entre el Gobierno Nacional y el Municipio para dividirse las responsabilidades de la obra. Por esta razón, toda la zona comprendida por el Paseo Bolívar en la Parroquia de Las Nieves es únicamente responsabilidad del Gobierno Nacional, en cabeza del Ministerio de Guerra, el Ministerio de Fomento y la Secretaría General de Obras Públicas. En febrero del año siguiente se iniciaron los trabajos de construcción.

Dos años después de iniciado el proceso de construcción, el General Dimas Atuesta, miembro del Ministerio de Guerra, realizó un levantamiento de los predios afectados por el trazado, dejando en cada uno de los casos las observaciones respectivas sobre el estado original, los efectos de la obra y el área necesaria para expropiación. Este informe nos permite caracterizar de manera más detallada las condiciones de uso de la tierra en la parte alta de Las Nieves, dándonos así insumos necesarios para comprender el impacto que tiene la apertura de la nueva vía en la transformación el carácter de esta zona de la Parroquia. * * *

El informe que presentó Atuesta inicia de sur a norte, con el predio de Vicente Gómez, ubicado según el Catastro en la Calle 20, cuadra 1ª, acera derecha. El lote de Gómez, dedicado a la explotación de arena y de piedra, limita con la calle que conduce a la Quinta de Bolívar en una de las partes más inclinadas del trazado de la vía. Según el informe, la propiedad de Gómez se ha visto gravemente afectada, haciendo necesario expropiarle 4.500 m2 de un total de 6.200m2 que tiene la propiedad.

No tiene cultivo de ninguna clase, porque la naturaleza de él no lo permite, pero sí explotaba allí el Señor Gómez una pequeña cantera de piedra y una buena mina de arena al principiar los trabajos de la vía de coches llamada «Paseo Bolívar», explotación que hubo necesidad de hacerle suspender cuando estuvo hecho el banqueo, porque el terreno que constituye aquel predio es sumamente escarpado, y hay necesidad de conservar una base considerable para los taludes de los dos costados del camino, quedando por consiguiente al dueño solo dos fajas muy angostas de las cuales ningún usufructo puede sacar. [51]

Los siguientes propietarios afectados son los herederos del señor Narciso Torres, quienes se ubican al norte de Vicente Gómez cruzando la Carrera Tercera. Su lote no cuenta con ninguna construcción y solo se usa para labores de alfarería, lo cual hace más fácil el trazado de la vía y no se necesita para esto más que 1.770m2. Siguiendo hacia el norte se encuentra el lote de Eustorgio Copete, que tiene condiciones similares al de los herederos de Torres: «En una parte de la zona por donde hoy pasa el camino existía un patio para secar adobe y hubo necesidad de cegar algunos pozos que quedaban inmediatos a la obra.» [52] Aquí es necesario expropiar 2.690m2, y como anotó Atuesta, «notable es también la mejora y el aumento de valor que esta finca ha tenido con la construcción de la obra de que me ocupo, facilitando la entrada de carros hasta el lugar del trabajo…» [53] Para finalizar la manzana de la Carrera Tercera entre calles 22 y 24, está el predio de Leonardo Cuéllar, al que se le deben expropiar 1.008m2, sin que esto presente gran afectación debido a que «este predio no queda dividido sino limitado por el camino en su costado oriental; no está cercado y ningún perjuicio sufre con la obra ni inutilidad tampoco. Atendida la

51  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 28 de abril de 1891, fl 92

52  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 28 de abril de 1891, fl 93

53  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 28 de abril de 1891, fl 93

naturaleza del terreno en aquel punto y la ninguna aplicación que tenía…» [54]

Cruzando la Carrera Tercera aparecen referenciados dos predios de Virginia Rojas de Vejarano, viuda de David Vejarano. Según el catastro de 1890 dichos predios cuentan con dos solares, adobería, cuatro enramadas y tres hornos, de los cuales es necesario expropiar en uno 1.920m2 y en el segundo 1.400m2. Allí, el General Atuesta encontró que «cuando se principiaron los trabajos de camino no había en el lugar de la zona trabajo alguno establecido, posteriormente abrieron cerca al camino unos pozos para hacer adobe, los que abandonaron después, probablemente por falta de aguas…» Sin embargo, en el segundo lote de la Señora Rojas sí hay «establecidos desde antes de principiar la obra, varios chircales, los que, a pesar del trabajo, han continuado su elaboración […], por manera que el Camino, como es de juzgarse, mejora y aumenta el valor de este lote […] En este mismo existen tres ranchos en malísimo estado y que ocupan parte de la zona del camino, […] hay necesidad de derribar.» [55] Entre los dos predios de la Señora Rojas, existe uno de Nepomuceno Carrillo, que al igual que en los anteriores, abrieron pozos una vez iniciada la obra y hubo necesidad de cegarlos posteriormente. Así mismo, Atuesta destaca la valorización que gana el predio con el trazado de la vía, permitiendo una mejor accesibilidad para la salida de materiales que allí se pueden producir.

PORTADA DEL EXPEDIENTE DEL MINISTERIO DE HACIENDA PASEO BOLÍVAR RECLAMACIÓN DE LA SEÑORA VIRGINIA ROJAS DE B. 1890 - 1898. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

54  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 28 de abril de 1891, fl 93

55  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 30 de abril de 1891, fl 94

Bajando por la Calle 24, se encuentra el predio de José Joaquín París, Emiliano Caicedo y Torres Mariño Hermanos, que está constituido por un solar, chircal, casa y tiendas. Según el informe, los propietarios adquirieron el predio después de decretada la construcción de la vía, por lo cual conocían la afectación que ésta tendría en su propiedad, que según los cálculos del informe es de 3.152m2 a expropiar.

En la zona de que me ocupo no había trabajo alguno establecido cuando se dió [sic] principio a los trabajos, no tenía plantación de ninguna clase y está en común con otras propiedades. No es área de población, pues aun cuando al dejar el camino este lote da a una calle, esta es el límite de la población por aquella parte la ciudad, pero abierto el camino, sí vendrá a convertirse parte de aquel terreno en área de población y por lo mismo obtiene una notable mejora por el aumento de precio y la facilidad de la venta de lotes [56]

El siguiente propietario es el señor José María Vargas Heredia, que según el Catastro tiene varios lotes ubicados en la manzana de la Calle 24 entre carreras Séptima y Quinta, sus predios se verían afectados con una expropiación de 3.120m2, lo cual dividiría en dos sus potreros de pastoreo. Finalmente, a la casa y solar de las hermanas Virginia y Matilde Acero, ubicada en la Carrera Séptima, cuadra 27, puerta 870, debían expropiarle 140m2 para poder conectar el camino con el Parque del Centenario. Así finaliza el informe del General Dimas Atuesta, sobre el estado de las propiedades afectadas por el trazado del Paseo Bolívar. Es importante anotar, que entre 1888, año en que se aprobó el Acuerdo para construir la vía de coches, y 1891, cuando se presenta este informe, el trazado de la vía había cambiado. Inicialmente, se propuso que partiera de la Carrera Tercera con Calle 21 a conectarse por el oriente con el Paseo de Agua Nueva, mientras en 1891, el trazado se extendió hasta

56  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - puentes», 30 de abril de 1891, fl 96

el Parque del Centenario, conectando así los dos circuitos complementarios que aparecen en el acuerdo de ley.

Después del levantamiento realizado por Atuesta se dio inicio al proceso de negociación con los propietarios afectados, de los cuales, cuatro iniciaron pleitos intentando mejorar las condiciones de expropiación. Como veremos a continuación, la afectación de los predios es recalcada por los dueños en términos de productividad, teniendo en cuenta la explotación de los recursos físicos, algunos alquileres y su ubicación estratégica. Estos pleitos nos permitirán entonces identificar los factores claves de la transformación que genera la apertura de esta nueva vía y los posibles efectos secundarios que se han dado en el proceso de construcción.

A raíz del estudio realizado por el Ministerio de Guerra, algunos de los propietarios afectados no estuvieron de acuerdo con las indemnizaciones propuestas, ya fuera por el valor o por las afectaciones sufridas. De los nueve propietarios listados en el informe de Atuesta, cuatro apelaron las negociaciones con el Gobierno para mejorar las condiciones de indemnización. Veamos entonces lo que los propietarios piden y la manera en que la obra afecta sus predios y sus actividades económicas. El primer caso es el de Vicente Gómez, de quien Atuesta informó que perdía toda la posibilidad de usar su predio. Gómez añadió a la solicitud la indemnización por perder la posibilidad de seguir explotando su chircal, la afectación que sufrió su casa con la construcción del camino. «Es el caso Señor Ministro que para atender á las necesidades de mí familia trabajaba yo en una finca de mi propiedad en un chircal y sacando piedra y arena que vendía á los altos precios que hoy tienen dichos materiales en ésta capital…» [57] De los cuatro

57  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920», 28 de noviembre de 1890, fl 214

propietarios, Gómez es el único residente, y ha sido el primero en terminar la negociación, con una indemnización de $6.427 por 5,282m2 vendidos al Gobierno en noviembre de 1892.

Últimamente con motivo de la escavación [sic] que se ha hecho arriba de mí casa de habitación y en mi terreno, las lluvias han arrastrado el barranco, de manera que la tierra resbalada tumbó las paredes del oriente y la ramada, […] pone en peligro la vida de los miembros de mí familia y de los peones del chircal, de manera, que se han resistido al trabajo, completándose con esto la destrucción de la finca y mi mina. [58]

La negociación de Gómez logró aumentar la cantidad de metros cuadrados vendidos al Gobierno, el pago de indemnización por las afectaciones que sufrió su casa, los cerramientos de la propiedad y las pérdidas económicas que le generó el secado de sus minas.

El siguiente caso es el de la señora Virginia Rojas de Vejarano, quien se encuentra finalizando el proceso de negociación con el Gobierno para dar en venta la parte de la propiedad que ocupa el chircal y el tejar, que según su propio testimonio se hace en las siguientes condiciones: «…entrando en la venta el derecho a derribar las piezas de habitación que fuere necesario demoler para la dirección conveniente de la vía, hasta conveniencia de cuatro que tengo edificadas en el lote norte de mi predio […] y que si fuese necesario demoler también una casa pajiza que tengo edificada á la vera de la vía…» [59]

El tercer caso es el de Nepomuceno Carrillo, quien insiste que el trazado del camino en su predio impidió el uso del chircal. Además, incluye en el monto de la indemnización la destrucción de una enramada, un horno, y la obstrucción de las minas de arena, aunque no aparecen relacionados los ran-

58  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920», 28 de noviembre de 1890, fl 214

59  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920», julio 1891, fl 183

chos que incluía el informe de Atuesta. El caso de Carrillo, al igual que el de Gómez, implica la completa transformación del uso de ese predio, al impedir la explotación del chircal y las minas de arena.

Finalmente, el caso de los señores José Joaquín París, Emiliano Caicedo y Torres M. Hermanos, es el que más modificaciones presenta respecto al informe de Atuesta. Los propietarios no hacen referencia alguna a haber conocido el proyecto del camino antes de realizar la compra del predio, e incluyen en su indemnización la pérdida del inquilino al que le tenían arrendada una vivienda, además de los efectos sobre un potrero y una cantera. A su vez, insisten, a diferencia de Atuesta, que su propiedad está ubicada en área de población, por lo cual el valor es más alto en comparación con los predios como los de Vicente Gómez.

Hace cerca de un año que se principió á abrir el camino en nuestro terreno, por la fuerza militar que se encargó de aquel trabajo, derribando las paredes que lo cercaban é inutilizando en absoluto la propiedad, hasta el punto de que el inquilino á quien se la teníamos arrendada se negó á continuar pagando el valor del arrendamiento, desde el día en que se derribaron las paredes y se inutilizó el potrero y los trabajos en él establecidos. El arrendamiento nos producía cincuenta pesos mensuales que hemos dejado de percibir en casi un año, únicamente por la apertura del camino, como podemos comprobarlo. [60]

* * *

El informe del General Atuesta y las respuestas de los vecinos, nos dan pie para retomar algunos de los temas que habíamos visto en las paradas anteriores. Cuando descendimos de Mon-

60  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920» 11 de junio de 1891, fl 244

serrate nos dimos cuenta de la preeminencia de chircales y predios de explotación de recursos naturales en el pie de monte, y brevemente anotamos que han ido apareciendo fábricas de gran envergadura como El Rosario, por donde pasaremos más adelante, que producen ladrillos de forma masiva y con maquinaria novedosa. Los chircales a los que hace referencia Atuesta en su informe son negocios más tradicionales, entendiendo este término como una forma de fabricación no industrial, que es la que predomina en la zona alta de Las Nieves. Estos negocios de ladrillo, arena y arcilla son bastante fructíferos, como lo comentaba Vicente Gómez en su respuesta al informe, cuando afirmaba que esa era la fuente de ingresos para sostener a su familia. [61] Esta afirmación es corroborada por Eustorgio Copete, quien incluso enumera algunas de las obras en las que se ha usado el material extraído de su predio: «En cuanto á la ocupación de la zona en que están arenales de que ha disfrutado el Gobierno para la construcción de los puentes del Paseo, para las alcantarillas, caños y para las obras de los Cuarteles y Parques de la Ciudad…» [62] Queda entonces responder: si es tan buen negocio económico vender materiales de construcción (pues se están adelantando múltiples obras públicas en la ciudad), ¿por qué algunos de los vecinos aceptaron el cese de actividades económicas sin mayor negociación?

Quizá el caso de Virginia Rojas de Vejarano nos de algunas pistas sobre este tema. La viuda de David Vejarano heredó los dos predios identificados en el informe, además de su casa de vivienda en la Calle 19 puerta 41, justo en la esquina con el Camellón de Las Nieves. Los dos predios en la zona alta son una fuente de ingreso en rentas y explotación de materiales, pero la heredera los negocia a discreción «…entrando en la venta el derecho a derribar las piezas de habitación que fuere necesario demoler para la dirección conveniente de la vía,

61  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920» 28 de noviembre de 1890, fl 214

62  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920», sin fecha, fl 143

hasta conveniencia de cuatro que tengo edificadas en el lote norte de mi predio…» [63]

Este tipo de propuestas nos permiten construir dos hipótesis. La primera: que el negocio de explotación de materiales y el alquiler de las tiendas de habitación no es una fuente de ingresos representativa para la familia Vejarano y puede ser reemplazada por otro tipo de inversiones o negocios. Esta hipótesis daría pie para entender una transformación social y económica, en la cual, las actividades productivas no definen más a los individuos. Si la viuda de Vejarano vende parte de sus predios, acabando con su chircal y con las tiendas de arriendo, no implica un impacto en su condición social ni económica, es más, le permite cambiar, invertir en otro lugar o incluso vivir de los ingresos de la indemnización.

Esa actitud frente al dinero, que en los siete casos estudiados es similar, pone en evidencia una transformación económica donde está primando el capital por encima de las condiciones personales. Esta actitud es más evidente aún en el caso de Vicente Gómez: propietario, habitante que vive de la explotación de material y aún así aceptó la indemnización poniendo así fin a su negocio. Evidentemente las negociaciones tuvieron demoras y alegatos, pero entre 1888 y 1893 nunca se frenó la construcción de la vía, como sí veremos en el caso del Ferrocarril del Norte, mostrando así que el capital primaba por encima de las condiciones particulares.

Pero nos queda otra duda por responder, si la explotación de materiales es tan buen negocio como lo exponían algunos de los propietarios, ¿por qué acceder a vender y acabar con esta fuente de ingresos? Para responder esta duda podemos volver nuevamente a la fábrica de la Jabonería Inglesa, y así formular nuestra segunda: la producción artesanal de materiales de construcción, a pesar de ser buen negocio, está siendo reemplazada por la aparición de fábricas. Esta hipóte-

63  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - Reclamación de la Sra. Virginia Rojas de B.», julio 1891, fl 183

sis permitiría explicar el cambio de uso de los chircales en la zona alta de Las Nieves, además de una transformación más profunda del sector.

Si recordamos la carga simbólica que tenía la zona del pie de monte desde los tiempos de la colonia, asociada a población indígena, luego artesana, y a ser un sector de frontera de la ciudad, podemos entender que la posibilidad que representa la apertura de la vía es una transformación muy significativa en el panorama de esta parte de Las Nieves. El paseo convertirá un sector de canteras en un camino arborizado estilo boulevard [64] para modernos coches de ruedas, conectando borde de Las Nieves con el resto de la ciudad.

Así podríamos complementar la segunda hipótesis, y es que más que las fábricas, la importancia de la transformación de la zona alta de Las Nieves es una ilusión de modernidad, vista en objetos muy concretos como una máquina con motor de vapor, un coche de ruedas o una vía arborizada con parques. De esta manera, los imaginarios que han pesado sobre la zona del pie de monte de Monserrate están pasando por un momento de ansias de transformación, en el que el panorama de canteras y casas bajas puede hacernos soñar con paseos arborizados, vías pavimentadas para vehículos y fábricas de gran escala. Tenemos así ante nuestros ojos la esperanza de cambio, que en este caso concreto está logrando poner de acuerdo tanto al gobierno, como a los propietarios del sector *

64  AGN, «Bogotá Paseo Bolívar - 1871-1920», 5 de septiembre de 1891, fl 251

* En La Recoleta ya no hay silencio

La Calle de San Diego *

LA RECOLETA DE LAS FÁBRICAS

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y ACUARELA DE EDWARD WALKHOUSE MARK.

(RECOLETA DE SAN DIEGO (BOGOTÁ). S.F. COLECCIÓN BANCO DE LA REPÚBLICA. REGISTRO AP0059)

La ciudad ha llegado ya hasta ese pintoresco retiro, que antiguamente quedaba bien distante de ella y de todo bullicio, ofreciendo en medio de frondosa vegetación y con abundancia de aguas un lugar de delicioso recogimiento a las almas piadosas. [65]

Ahora podemos descansar la imaginación. Ya no hay que esforzarse para ver en el terraplén de las canteras la futura vía principal de coches para la ciudad, ni tratar de imaginar las sofisticadas maquinarias europeas que funcionan detrás de cualquier muro en una casa baja. Ahora, nos encontraremos de cara con algunos de los proyectos más visibles de transformación física en la parroquia.

Continuando nuestro recorrido, que partió de lo alto de la montaña entre canteras, potreros y arenales, desembocamos frente a un parque. Ese camino de transición entre una montaña explotada y un espacio verde meticulosamente diseñado, es el mismo que podrán recorrer los coches con la finalización del Paseo Bolívar, uniendo así el novedoso espacio arborizado del Parque Centenario, con el tradicional camino de la Agua Nueva.

Desde la puerta de la casa de las señoras Acero podemos ver al otro lado de la Calle de San Diego el renombrado Parque del Centenario, la manera en que la Carretera del Norte se bifurca hacia Chapinero y Zipaquirá, al fondo la Recoleta de San Diego, y más al norte el humo de las chimeneas de la fábrica de cerveza Bavaria. Todo un panorama variado y contrastado que da un carácter particular a este límite de la ciudad.

65  Ibáñez, Crónicas, 83

PARQUE CENTENARIO. CA. 1900. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

Esa fuerte presencia de equipamientos urbanos de gran escala es la característica más llamativa de San Diego, y a diferencia de la zona oriental, donde pasamos buscando puerta a puerta lo que había escondido detrás de esos muros, ahora tendremos que luchar con el asombro de encontrar lugares nuevos que no veremos en ningún otro lugar de nuestro recorrido. Pasaremos por el Panóptico, un edificio especialmente construido como prisión municipal, veremos también fábricas de grandes dimensiones, recorreremos el Parque del Centenario y veremos pasar de vez en cuando el tranvía de mulas, que conecta Bogotá con Chapinero. Sin embargo, lo nuevo convive con diversas formas de habitar la ciudad, por eso indagaremos por la iglesia de San Diego y subiremos un poco la montaña, buscando los continuos contrastes y las formas de

ALFREDO BARÓN LEAL

relacionarse entre esa diversidad de habitantes, costumbres y actividades.

Pero, antes de empezar a caminar hacia el Parque es importante notar la manera en que este sector ha ido integrándose a las dinámicas del resto de la ciudad. Esta paulatina relación ha marcado la característica más particular de San Diego: ser un lugar alejado sin dejar de ser urbano, una mezcla entre la sabana y la ciudad, que dependiendo de quien la describe, exalta una u otra característica. La huella más clara del cambio de relación entre este sector y la ciudad es la iglesia de San Diego, perteneciente a la orden franciscana, la cual, en 1606 estableció en el terreno de una casa de campo su recoleta, [66] ese espacio solitario y alejado necesario para la contemplación religiosa.

Hasta hace unas décadas el acercamiento se fue haciendo visible, incluso mientras varios cronistas resaltaban el estancamiento del crecimiento físico de la ciudad. Si compara-

66  Ibáñez, Crónicas, 83

AVENIDA DE LA REPÚBLICA. S.F. LIBRERÍA COLOMBIANA - BOGOTÁ. NO. 156. COLECCIÓN

mos las memorias del viajero inglés

Isaac Holton en 1850, con las descripciones de la novela Amores y Leyes publicada hace solo tres años, vemos cómo la idea de borde de la ciudad ha ido cambiando en unas cuantas décadas, cuestionado así la noción de lejanía que puede representar San Diego. Así lo describía Holton en su crónica de viaje:

Pasando el hospicio se llega a la iglesia parroquial de Las Nieves, a mano derecha, y a una plazuela con una fuente, a la izquierda. Aquí aproximadamente termina la ciudad, porque avanzando al norte las casas comienzan a ser más escasas y pobres, luego apenas hay ranchos hasta que se llega a campo abierto y cruzando una quebrada está el pequeño convento franciscano de San Diego. [67]

Por su parte Honorio, el protagonista de la novela Amores y Leyes, nos comparte otro panorama mientras realiza el mismo recorrido cuarenta años después:

Encaminábase nuestro joven hacia San Diego; […] iba procurando fijar la atención en los demás transeúntes. Muchas criadas y otras mujeres del pueblo que en esa salida, que había de ser la última de aquel día, iban, ya á las

67  Holton, La Nueva Granada, 170

CAMELLÓN DE LAS NIEVES. CA. 1900. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

chicherías, ya á las pulperías, á comprar velas y provisiones por la merienda; los artesanos y peones albañiles se iban retirando á sus hospederías, situadas, las más, en la parte septentrional de la ciudad; grupos de presidiarios rodeados de su escolta, se encaminaban hacia el Panóptico; veían uno que otro coche, uno que otro jinete en traje de campo, y uno que otro en traje de corte; carros perezosamente arrastrados por bueyes ó caballos y más perezosamente guiados por sus conductores. Finalmente dos ó tres carros enlutados que volvían del cementerio é iban á descansar de la tarea del día. [68]

Entonces, lo que encontramos es que el panorama en San Diego está marcado por una conexión directa con el resto de la ciudad, pero además por una ocupación cada vez más visible, especialmente en la parte del Alto de San Diego. Lo importante durante el recorrido será ver cómo se relacionan las diferentes formas de habitar, y en qué consiste su diversidad. De esta manera, nos detendremos primero en el Parque del Centenario, donde podremos ver cómo ha sido el proceso de apropiación y uso de este espacio de la ciudad a diez años de inaugurado. Después seguiremos hacia el nororiente, para pasar frente al Asilo, por donde emprenderemos la subida al Alto de San Diego, un panorama similar al que vimos en los capítulos anteriores, pero con particularidades en la propiedad y ocupación del territorio. Finalmente, bajaremos de nuevo hasta la Carretera del Norte para parar en el Panóptico y continuar por el camino de los cementerios, hacia occidente *

68  Marroquín, Amores, 14

El Parque del Centenario *

UNA DÉCADA EN BOGOTÁ

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍA FOTOGRAFÍA DE AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

Hace una década se cumplía la celebración del primer centenario del nacimiento del libertador Simón Bolívar, y con ella, la inauguración del Parque del Centenario en San Diego. Lejos de una celebración multitudinaria, lo que se habla sobre el parque es la necesidad de hacerle mantenimiento a los paseos, cambiar su arborizado y administrarlo mejor. La pregunta entonces es ¿qué ha pasado en estos diez años, para que parezca que el Parque está entrando en declive? Para responderla, aprovecharemos su aniversario como excusa para hacer un balance de estos primeros diez años, su transformación, sus oportunidades a futuro, la relación con su entorno y el impacto en la ciudad. Pero todo esto no nos lo puede contar un solo individuo, o un artículo de prensa, o una entidad pública. La historia de un lugar como el Parque del Centenario solo se puede descubrir en el parque mismo, recorriéndolo y sabiendo observar en los detalles la historia de su consolidación. Por esta razón, a continuación buscaremos a través de una entrevista, que sea el Parque como espacio de la ciudad, quien nos responda las inquietudes sobre los acontecimientos de los últimos diez años, la historia previa del lugar y su relación con el sector.

Siguiendo la tradición bogotana, esperamos a que empiece a caer la tarde para adentrarnos en el Parque. El final del día marca con él, el fin de la jornada, el regreso a las casas y la reunión en las chicherías, caminos todos que se hacen visibles en las inmediaciones del Parque, pero que marcan también el cese de las actividades que allí se realizan. Mientras caminamos por el Camellón, en dirección a la entrada del lugar, po-

demos encontrar a los habitantes que se dirigen del trabajo hacia sus casas, o a las pulperías y chicherías del sector. Entremos entonces al Parque buscando un refugio, mientras reflexionamos sobre sus primeros diez años de existencia. Siendo uno de los lugares más elegantes de Bogotá, su aspecto desde afuera es un tanto tenebroso, la abundancia y frondosidad de los pinos de impenetrable follaje y el hermoso templete del centro, se ve vacío y degradado por las manchas negras con que el tiempo desluce la piedra de nuestras canteras  [69] A sus costados la ciudad continúa con su ritmo cotidiano, las casas bajas que consolidan el costado sur hacia Las Nieves, y al norte, la iglesia de San Diego, que desde el siglo XVI ha estado vigilante, viendo cómo se transforma todo al su alrededor mientras ella pervive sin molestarse.

Con esta perspectiva, no nos queda más sino hacerle esta primera pregunta al Parque:

La

primera década es sin duda una celebración relevante, una ocasión para hacer balances y proyecciones, ¿es este su caso, o cómo se mide el tiempo en esta ciudad? ¿son diez años mucho o poco, en términos de novedad y de construcción de una relación con los habitantes?

El tiempo no es una medida estática para los bogotanos, en estos últimos diez años la percepción ha cambiado, pues el ritmo de la ciudad también lo ha hecho. Recién inaugurado como Parque del Centenario, cuando no funcionaba aún el tranvía de mulas, el tiempo y la distancia marcaban mi carácter. Tardarse 30 minutos desde la Plaza de Bolívar hasta acá era un tiempo que cada vez se sentía más largo en los ritmos diarios de los bogotanos, razón por la cual me veían como

69  Marroquín, Amores, 25

PARQUE CENTENARIO.

CA. 1908. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ.

EDICIÓN AUGUSTE

SCHIMMER

FOTOGRAFÍA ALEMANA

un lugar a las afueras. [70] Desde 1884, cuando se inauguró el tranvía, el tiempo de tránsito disminuyó y así mismo la percepción de mi ubicación, pues ahora estoy a medio camino entre la Plaza de Bolívar y Chapinero.

Lo mismo sucede con la cuenta de diez años para una sociedad en la que el tiempo es cada vez más una preocupación constante. Mire no más el carrusel que está al lado del Templete, lo instalaron hace nueve años y todavía no da muestras de mal estado, seguramente si instalan una nueva atracción se sentirá el impacto. Pero por ahora ha sobrevivido su novedad desde 1884, por eso no es tan fácil responder su pregunta, porque ¿qué son diez años al lado de una iglesia que tiene

70  Alberto Urdaneta, «El día de los difuntos (Cementerios de Bogotá)», Papel Periódico Ilustrado, 2 de noviembre de 1884, año IV, nº78, 92

dos siglos? y ¿qué son diez años al lado este lugar, antes de llamarse Parque

Indudablemente esta primera década bio en mi relación con los bogotanos, de deterioro y de abandono que ya se revisar el estado del estanque, o la puerta ha sido vandalizada. [71] Pero son ciclos antes, y que han demostrado que, a mente pasando de moda, siempre hay reactivar mi vida.

71  Hugo Delgadillo, El Parque del Centenario en Bogotá. Transformación Urbana, Itinerario y Significado, (Bogotá: Instituto Distrital dad Nacional de Colombia, 2019), 159

Antes de entrar a hablar sobre esas diferentes iniciativas y quienes las han motivado, nos gustaría que habláramos sobre los alrededores.

¿Cómo es la relación entre un Parque diseñado en las últimas décadas del siglo XIX y una iglesia del siglo XVI? Y ¿quiénes son sus otros vecinos?

Vayamos entonces hacia la iglesia, que más que vecina es mi origen, pues mi carácter de Parque sigue teniendo una relación directa con San Diego como recoleta. Si vemos el plano de 1772 donde Joseph Aparicio Morata mostraba la ciudad, al norte, a las afueras, se veía la iglesia con su solar bordeado hacia el oriente y al lado un predio vacío que solo atravesaba la quebrada de San Diego, casi como si esta fuera el límite de la ciudad. En ese descampado estamos parados hoy en día. Y si seguimos viendo planos posteriores es recurrente ver un espacio vacío, atravesado por la quebrada, que fue configurándose por la delimitación a sus cuatro costados por vías y construcciones y que llegó a denominarse plaza de San Diego. Sin embargo, esta relación de cercanía con los franciscanos y la característica de no haber sido construido en ningún momento inspiró la posibilidad de establecer un sitio de recreo acá. Aunque desconozco las intenciones personales que motivaron al Doctor Cenon Padilla, alcalde de Las Nieves en la década de 1860, a establecer un espacio de entretenimiento público en este lugar. Pero creo que no es muy lejana la relación entre una recoleta como lugar de recogimiento y un parque que promovía respirar con placer el aire, libre de las emanaciones de los caños, pantanos lodazales; donde se aumenten y estrechen constantemente las relaciones sociales, sirviendo de punto de reunión, donde las matronas hacendosas hallen grato descanso de sus quehaceres y cuidados doméstico; donde las bellas bogotanas puedan lucir sus gracias, en lugar de pasar las tardes detrás de sus ventanas ó en sus balco-

nes, como los canarios entre los alambres de sus jaulas; donde el empleado público, el sacerdote, el filósofo, el literato, el comerciante, el industrial y el artesano puedan librar su imaginación de sus constantes preocupaciones y dar un rato de agradable solaz al cuerpo; y, en fin, donde los niños puedan jugar con seguridad, haciendo alegre y cómodamente el ejercicio de que tanto necesitan para su desarrollo. [72] Si bien los religiosos buscaron un predio alejado de la ciudad para poder realizar su voto de observancia a la regla, dos siglos después este sitio aún se percibe como alejado de la ciudad, por eso sirve para que los ciudadanos puedan realizar aquí las actividades propias de la sociedad de fin de siglo. Entre ellas, el ocio. Pero retomando la pregunta, la relación con la iglesia y lo que representa como antigua recoleta, creo que ayuda a reforzar mi carácter de refugio frente a los ritmos cotidianos de los bogotanos. Porque es evidente que estoy rodeado de actividades muy diversas, pues de ese centro de alegría y vida parten tres siniestros caminos: uno al Oeste, que por entre viejos sauces y salvios conduce al Cementerio, lugar de la muerte física del hombre; otro al Norte, que lleva al Panóptico, lugar de su muerte moral; otro, de pocos pasos, que da entrada al Asilo de Locos, lugar de su muerte intelectual  [73] Esas otras relaciones, con el asilo y con el panóptico principalmente, hacen que corra el riesgo de estar relacionado con unas actividades de extramuros, porque acá en San Diego se han ido estableciendo todas las instituciones que ya no cabemos dentro de la ciudad: cementerio, fábricas, cárcel, parque de grandes dimensiones, asilos de beneficencia, entre otros. Pero al contrario de lo que se podría pensar, que la relación con ese tipo de actividades impactaría la concurrencia que viene a visitarme, me he convertido en un referente de la ciudad. De hecho, los predios cercanos se han ido transformando: se han construido viviendas de dos pisos, se han

72  Delgadillo, Parque, 104

73  Ibáñez, Crónicas, 83

ido ocupando varios lotes que antes eran únicamente para pastaje y así se ha ido transformando este sector, gracias a mi presencia.

¿Entonces hay una relación armónica entre todos los que habitan en las cercanías del Parque?

Ninguna relación es perfecta, y la elegancia y el espíritu transformador que busco evocar lastimosamente tiene que convivir con actividades menos refinadas. Así como han construido viviendas de dos pisos a la última moda, algunos pasos más allá —contrastes frecuentes en este país de candoroso catolicismo— se iluminan, sospechosas, las tiendas mal afamadas, en donde cuelgan del techo racimos de velas, en donde el ron y el aguardiente hacen estallar en la atmósfera de humo el diapasón de las voces roncas, en donde, detrás de un tabique de papel, se extiende una cama rudimentaria  [74] Eso se ha dado a medida que se ha ido habitando el Alto de San Diego, pues la llegada de numerosas familias trae con ellas todo tipo de actividades cotidianas: la pulpería, la chichería…. y ¿cómo puede un parque con lago y carrusel competir frente a la diversión de una chichería con turmequé después de la jornada de trabajo? Son públicos y formas de ocio diferentes. Mi apuesta no elimina automáticamente las costumbres más tradicionales, ya quisiera que todos vinieran acá a hacer ejercicio y respirar aire puro, pero la relación con vecinos tan diferentes es prueba de que San Diego hace parte de la dinámica propia de la ciudad, ya no es un lugar alejado y esos encuentros y desencuentros tan contrastados dan prueba de mi carácter urbano., esta convivencia tan contrastada es prueba misma de mi carácter urbano.

74  Pierre D’Espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada (Bogotá: Editorial ABC, 1942), 84

Ya que hemos hablado varias veces de sus intenciones, por qué no nos cuenta el origen del proyecto ¿Cuál fue propósito de construir un parque en San Diego hace una década?

Me gustaría responder cerca al estanque, pues este es la huella de la quebrada de San Diego, que como veíamos en el plano de Aparicio, era un límite natural. Desde 1860 el río dejó de ser una frontera para convertirse en atracción, y ese cambio fue una clara demostración de lo que ha significado la apuesta por convertir la plaza de San Diego en un parque. La apuesta de usar la naturaleza para brindar a la sociedad nuevos espacios donde puedan encontrarse, divertirse y descansar. Por eso fue que hace treinta años se decía que el lago del Parque permitía a los habitantes de la capital lo que jamás se había soñado: navegar sobre las alturas de Los Andes. [75]

Fue entre 1862 y 1863 cuando el señor Cenon Padilla, en su rol de alcalde del cuartel de Las Nieves, inició las obras que me darían vida como parque público. La idea hacía parte de varias iniciativas que tuvo para esta zona de la ciudad, entre ellas la arborización del camellón de Las Nieves, el del Cementerio y el Paseo de Agua Nueva. En ese entonces, el uso de la arborización en la ciudad estaba en una etapa inicial, pues en esa misma década se realizaron los trabajos de remodelación de la Plaza mayor, ahora de Bolívar, y se empezaron a plantear los proyectos de plaza parque en la de San Francisco, ahora Santander, y la de los Mártires. Así que la propuesta de Padilla tenía tanto de innovador, como de articulador, con otras iniciativas que se estaban dando en la ciudad. Lo que tenía de particular el Parque de San Diego en 1862 eran sus dimensiones, su carácter únicamente como parque, en oposición a las plaza-parques, y la introducción de espacios para actividades de ocio.

75  Delgadillo, Parque, 70

PARQUE CENTENARIO, VISTA DEL TEMPLETE Y EL DENOMINADO LAGO ARTIFICIAL. FONDO ERNST RÖTHLISBERGER, CAJA 4, CARPETA 3

Quiero detenerme ahí, porque creo que la construcción de grutas, el lago artificial para navegar y los paseos de caprichosas formas i de un gusto remarcable, [76] fueron y siguen siendo un importante cambio en los ritmos de la vida de la ciudad.

Si algo se ha buscado constantemente en estas tres últimas décadas, es que San Diego —también nombrado en otra época como el Campo de Marte, o como ahora me conocen: Parque del Centenario— sea el lugar que aloje nuevas propuestas de actividades para los bogotanos. Así como decía que difícilmente un parque con paseos y bancas va a significar una competencia ante el entretenimiento que brinda una chichería o una partida de bagatela, pues sí existen habitantes que me consideran la opción de entretenimiento y novedad en una sociedad que quiere seguir un modelo europeo. La intención desde la propuesta de Padilla era construir un espacio que pudiera transformar los ritmos de vida coloniales de la sociedad. Este es un objetivo muy difícil, pues las costumbres no se cambian de la noche a la mañana, ni con una orden desde el poder. Sin embargo, que treinta años después siga existiendo —con otro nombre y nuevas connotaciones sociales— da cuenta que sí han sido apropiadas en alguna medida, las ideas de ocio y socialización que se propusieron desde 1860.

76  Delgadillo, Parque, 70

VISTA DE LA QUINTA DE LA FAMILIA RIAÑO EN LA PLAZA DEL PARQUE DEL CENTENARIO. (ANTIGUA PLAZUELA DE SAN DIEGO).
31 DE MARZO DE 1892. COLOMBIA ILUSTRADA

En ese proceso de apropiación ¿cuál ha sido el lugar de la administración municipal, y de las iniciativas privadas?

Hay cuatro etapas diferentes, cada una con sus particularidades, pero creo que es acertado decir que las iniciativas privadas han sido de vital importancia para mi funcionamiento y mantenimiento. El primer momento, fue el que nombramos anteriormente con el alcalde Cenon Padilla. Ese fue un caso interesante porque, aunque fue una decisión desde el gobierno, estuvo en cabeza de un individuo que tenía un vínculo personal con San Diego. Empezando porque era residente de Las Nieves, le gustaba particularmente la jardinería y tenía un proyecto más amplio de mejoramiento del sector, donde el Campo de Marte era una pieza más una muy importante , pero que hacía parte de todo un sistema de arborización y consolidación de paseos que mejoraban los espacios públicos de la ciudad. Después de eso, entre 1865 y 1866 el parque empezó a caer en desuso, Padilla ya no estaba y la administración del parque no tuvo cómo mantenerse.

Para 1872, por iniciativa de un grupo de ciudadanos, se volvieron a recaudar fondos para construir un Parque —en su solicitud nunca mencionaron el parque que ya había existido en este lugar— que cumplía nuevamente con funciones de ocio y sociabilidad para los bogotanos. Fue tal la labor de este grupo de ciudadanos, que para 1881, nueve años después de estar buscando fondos por donación, lograron contar con financiación del Gobierno para llevar a cabo mi construcción y así ser dedicado a la celebración del Centenario del Libertador Simón Bolívar. Esta opción, de buscar financiación y asociarse con el gobierno se constituyó en una estrategia usada por los ciudadanos para realizar mejoras en la ciudad, lo que permitía que los interesados ejecutaban las obras, pero con recursos del Estado. [77] Esta

77  Este tipo de relaciones aparecerán en el capítulo de Paulino Rosas.

modalidad permitió que se iniciaran mi construcción y que los proponentes se organizaran bajo la figura de la Junta encargada de la celebración del Centenario. Este periodo mostró las consecuencias logísticas de depender del Estado, los constates retrasos para entregar los fusiles con los que se construirían las verjas, o el incumplimiento en los pagos al arquitecto Pietro Cantini, quien hizo el diseño general de Parque, entre otras dificultades económicas y políticas, que retrasaron la intervención. Sin embargo, por la iniciativa de los miembros de la Junta, se buscaron soluciones para terminar las obras, incluso después de la inauguración en julio 1883. La instalación del carrusel sirvió para cubrir costos de salarios y mantenimiento que ayudaron a terminar los trabajos.

En 1885 quedé en manos de la Secretaría de Fomento, quien creó un cargo de administrador para su mantenimiento. A partir de ese momento mi estado empezó a decaer, lo que era evidente en la falta de mantenimiento de los jardines, los ataques contra el Templete y el deterioro de las fuentes. Ese aspecto lúgubre que me reclaman, cuando dicen que Los altos eucaliptus que bordean el parque del Centenario producen, al soplo de la brisa, susurro fúnebre y casi eterno, peculiar del follaje que recuerda el de los cipreses que cobijan las tumbas, [78] no es más que la consecuencia de no hacerle mantenimiento a la vegetación. Sin embargo, en estos últimos años ha habido un cambio sobre la manera de proceder del Gobierno. El Ministerio de Fomento ha empezado a buscar personas que puedan ayudar con el manejo y el cuidado mío y de otros parques de la ciudad. Ya no es por iniciativa privada, sino que el Estado se ha apropiado de mi devenir y lo que ha hecho es vincularme con otros espacios de la capital como la Plaza de Bolívar, el Parque Santander y el Parque de los Mártires. Esto garantiza que no soy más un parque aislado en las afueras de la ciudad, sino que hago parte de Bogotá.

78  D’Espagnat, Recuerdos, 85

¿A qué cree usted que responde ese proyecto de parques-plazas de la ciudad? ¿Cómo ese sentido de conjunto impacta el uso del Parque del Centenario?

Creo que la propuesta que presentó hace unos meses el Señor Robert Thompson resume muy bien esta pregunta. El señor ministro de fomento lo contactó por sus conocimientos sobre parques y jardines, para que presentara una propuesta de mantenimiento para todos los parques públicos de la ciudad. En su propuesta, el señor Thompson ofreció soluciones para ese carácter triste y sombrío, gracias á la abundancia y frondosidad de los pinos de impenetrable follaje [79] que se me ha venido reclamando en los últimos años. Según él, lo que hay que hacer es que como este parque cubre un área extensa, dichos árboles deberían ser entresacados gradualmente, á proporción que otros que fuesen elegidos hubiesen crecido y estuviesen listos para ocupar el lugar de los eucalyptus destruidos [80] También está proponiendo remodelar los paseos para hacerlos más estrechos y así contar con nuevos espacios para plantíos.

Como la propuesta de Thompson incluye la Plaza de Bolívar, San Francisco, Los Mártires, el Paseo Bolívar y El Centenario, eso garantiza que todas las remodelaciones y mantenimiento que hagan acá estarán en consonancia con otros espacios de la ciudad. Esto reafirma ese comentario que hacía cuando veíamos el vecindario, y es que San Diego ya hace parte innegable de las dinámicas de la ciudad. ¡Imagine usted la cantidad de nuevos visitantes que podría recibir si el Paseo Bolívar, como un camino arborizado, desemboca directo a la entrada del Parque! Además, la propuesta del señor Thompson incluye

79  Marroquín, Amores, 25

80  Robert Thomson, «Informe presentado por el Sr. Robert Thomson sobre mejora de los parques de Bogotá y aclimatación de plantas», Diario oficial, 5 de marzo de 1893, Año XXIX, nº9, 094, 295

la construcción de un invernáculo grande, artificialmente calentado, junto con la importación de las plantas y semillas requeridas para colmar los parques, [81] lo cual resultaría en una propuesta de largo aliento para mantener en buen estado los parques y jardines, e incluso empezar a transformar otros espacios de la ciudad.

Creo que estamos entonces ante una nueva etapa en mi historia y de las plazas de la ciudad. Esta iniciativa del señor ministro de fomento demuestra que hay una búsqueda por entender los diferentes espacios públicos de la ciudad como un conjunto, y si me permite arriesgarme, creo que lo que están empezando a tener en común no es solo su propuesta de los jardines, sino a quienes albergan en su interior. La plaza fundacional se ha dedicado al Libertador, igual que yo, la antigua de Yerbas ahora es de Santander, y en San Victorino está el espacio que recuerda a los mártires de la Independencia. Estos cuatro espacios han sido iniciativa del gobierno y dejan ver una intencionalidad en su temática y en su ubicación. Así que sumando eso con el tipo de propuesta que está haciendo Thompson al ministro, creo que el proyecto de transformar plazas en parques va a continuar en un futuro, y así mismo esperaría que surgieran nuevos parques. Eso demostraría que los bogotanos se han apropiado de los ideales sociales que represento, a tal punto que necesiten más espacios para salir a caminar, a respirar aire puro, quizá a ejercitarse y a disfrutar de atracciones novedosas. Ese sería el ideal en un futuro cercano, que cuando celebre la segunda década, no sea yo el único de Bogotá, sino que me haya convertido en un pionero para transformar las formas de vivir la ciudad *

81  Thomson, «Informe», 295

Alto de San Diego * INDIGENCIA

Y MODERNIDAD

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE

La conversación con el Parque nos dejó construido un panorama más complejo sobre San Diego. Sus apreciaciones sobre los vecinos serán la guía para seguir explorando esta zona, pues lo que veremos a continuación será la manera en que este sector de Las Nieves, que cuatro décadas atrás era un solo predio, se habría convertido en un lugar de contrastes marcados entre usos y habitantes. Estamos entonces ante un panorama de la ciudad que se ha ido transformando en los últimos treinta años, y que de seguir así se enfrentará al innegable destino de convertirse en una parroquia más de la ciudad, independizándose definitivamente de Las Nieves. Al volver a salir al Camellón para seguir nuestro recorrido hacia el norte, nos encontramos con la obra del nuevo edificio del Asilo de indigentes y locos. El proyecto empezó a gestarse desde 1873, cuando el Gobierno decidió que los terrenos expropiados a la comunidad franciscana que ocupaba la Recoleta de San Diego se usaran para establecer un asilo de la ciudad. [82] Hace unos días un vecino de la ciudad se quejaba en una nota en el periódico El Telegrama por la lentitud de la obra que se inició en 1884. [83] El autor anónimo, soñaba con un escenario muy similar al del Parque, con verjas de hierro de la ferrería La Pradera y con estatuas de los próceres Nariño, Sucre y Ricaurte. Así que el anhelo del Parque, de convertirse en un ejemplo para nuevos espacios públicos de la ciudad, está haciéndose realidad —por lo menos en los sueños— de algunos bogotanos, y no únicamente para parques y plazas.

Hay en San Diego un loco que se lamenta constantemente de la lentitud con que avanzan los trabajos en el nuevo

82  «Ley 44 de 1873», Diario Oficial, viernes 9 de mayo de 1873, nº2848, 437 83  Ibáñez, Crónicas IV, 478

ADRIANA URIBE

edificio del Asilo, porque ha concebido un lindo proyecto que realizará tan luégo [sic] como el local esté concluído y teme, con justa razón, que la muerte lo sorprenda antes de llevar á cabo su intento.

Una de las cosas que se propone hacer es reemplazar las vetustas paredes que rodean el Asilo con una hermosa verja de hierro que ha mandado a construír en la Pradera, y que, según dice, será obra de pocos días. Esta verja tendrá cuatro grandes portadas, como las que se decretaron con motivo del Centenario de Bolívar para el parque de este nombre, y que pueden verse en el Diario Oficial de aquel tiempo. Dichas portadas sostendrán magníficos grupos de estatuas alegóricas muy semejantes á las del templete del mismo parque (que también pueden verse en el Diario Oficial); y convenientemente distribuídas en los jardines que encerrará la verja, se levantarán majestuosas las figuras en bronce de Nariño, Sucre, Ricaurte y algunas otras que no recordamos, y todas las cuales serán reproducción fiel de los monumentos erigidos en la plaza de Nariño y de armas, y en el Paseo Sucre. Estas y muchas otras cosas piensa hacer el loco de nuestro cuento, pero hasta hoy ni nos ha revelado su proyecto completo. Cuando lo haga lo comunicaremos á nuestros lectores. [84]

Los comentarios de este anónimo ciudadano empataban muy bien con las apreciaciones sobre el embellecimiento de la ciudad a las que hicimos referencia en nuestra visita al Parque. La idea de un edificio público que incorpore elementos materiales como los jardines, esculturas y verjas de hierro es un indicio de la imagen de ciudad que está siendo apropiada para 1893 por los habitantes de Bogotá. Sin embargo, el artículo de opinión no se detiene en el uso de este edificio como asilo para indigentes, lo que nos mueve a preguntarnos cuál

84  «Fantasías», El Telegrama, viernes 30 de junio, nº1.999, 7, 976

es la relación entre la apuesta material de embellecimiento y la actividad a que está dedicado el edificio.

La idea del Asilo es tener un espacio pensado especialmente para brindar asistencia a los más pobres. Esta especialización es un síntoma más de la búsqueda por transformar las costumbres en la ciudad, de la misma manera se inauguró años atrás la penitenciaría de Cundinamarca, en el mismo sector de San Diego. A primera vista podríamos profundizar sobre los conceptos de asistencia pública, las nociones de pobreza y el papel del Estado en su relación con los ciudadanos. Sin embargo, al estar frente a la obra del Asilo, es imposible ignorar lo que estaba sucediendo al otro lado de la Calle de San Diego. Sobre el piedemonte de Monserrate se alcanzan a divisar una gran cantidad de viviendas de quienes son llamados «gente del pueblo». ¿Cuál es la relación entre el Asilo y quienes viven en sus alrededores? y ¿es realmente el calificativo «gente de pueblo» un sinónimo de pobreza?

* * *

Para poder resolver esas inquietudes, empezaremos por revisar la consolidación del proyecto del Asilo, los actores involucrados y la manera en que se ha gestado el proyecto. Después de 1861, cuando el predio de San Diego fue expropiado a la comunidad religiosa mediante la ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas, se propuso dejar dos zonas específicas para uso del gobierno y el resto sacarlo a remate público. Los dos lotes del Estado estarían dedicados a la construcción de una penitenciaría y un asilo, dos usos específicamente relacionados con el control social. El primero que se ejecutó fue el de la prisión, concluida en 1878 [85] y de la que hablaremos en la siguiente parada, el asilo por su parte

85  Alberto Saldarriaga, José Alexander Pinzón, Alfonso Ortiz Crespo, En busca de Thomas Reed. Arquitectura y política en el siglo XIX (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá - IDPC, 2017), 106

entró en funcionamiento en 1873, y una década más tarde se inició la construcción de un nuevo edificio en el mismo predio. El proceso de consolidación del asilo responde a una necesidad de asistencia social por parte del Estado que lidera con Junta de Beneficencia de Cundinamarca. Esta entidad, creada en 1869, separó la asistencia social de la educación creando juntas independientes para cada necesidad. [86] La de Beneficencia pasó a administrar el Hospital San Juan de Dios después de la salida de la orden religiosa que estuvo a cargo de esta institución, [87] además de administrar los diferentes espacios para la asistencia a enfermos, pobres y locos. A causa de la escasez de espacios para realizar sus tareas, el Gobierno nacional cedió en 1873 el edificio del convento de San Diego para instalar un asilo de pobres que ya no podían ser asistidos en la casa del Divorcio ni en el Hospital. [88]

Bajo esas necesidades se inició el proceso de construcción de una nueva edificación, pues la existente no era apta para la nueva función. Aunque la Junta de Beneficencia contaba con recursos nacionales, la adjudicación del predio de San Diego incluía el usufructo de los arrendamientos de la zona del Alto de San Diego para apoyar la construcción del edificio. Fue así como se empezó a tejer esa relación entre el Asilo y los habitantes de la zona del piedemonte.

* *

Cruzando la Calle de San Diego se inicia la subida por esas vías sinuosas de la zona oriental de San Diego, que recuerdan las

86  Beatriz Castro, La relación entre la iglesia católica y el estado colombiano en la asistencia social, c.1870 - 1960 (Cali: Universidad del Valle, 2014), capítulo 1, La Junta General de Beneficencia de Cundinamarca, https://es.scribd.com/ book/356051236/La-relacion-entre-la-Iglesia-catolica-y-el-Estado-colombiano-en-la-asistencia-social-c-1870-1960

87  Hospitalarios del San Juan de Dios. Castro, La relación entre la iglesia, capítulo 1

88  «Junta general de Beneficencia», Diario de Cundinamarca, mártes [sic] 7 de diciembre de 1869, nº48, 190

descripciones literarias de Honorio, que ya hemos mencionado en varias oportunidades. A esto, podemos sumarle ahora las impresiones de cronistas que describen y caracterizan de manera muy particular a los habitantes de la zona oriental de la ciudad y sus condiciones de vida. Tal es el caso de la crónica de José María Cordovez Moure, quien dedicó un texto a los chircaleños, esos habitantes de la zona oriental de la ciudad:

Las mujeres y los niños se ocupan en cuidar rebaños de cabras, en recoger musgo y laurel para hacer festones, en bajar frailejón y rama de la montaña para cocer ladrillos en los chircales y chamuscar cerdos después de degollarlos; los hombres bajan á buscar trabajo en los tejares de la ciudad. Otros queman carbón clandestinamente y lo traen á vender, ó se ocupan con sus mujeres é hijos, desde que comienzan éstos á dar los primeros pasos, en sustraer leña en diversas formas, en altas horas de la noche, la que conducen para vender en los arrabales; bajan tierra vegetal para los jardines y horquetas que sirven de sostén á las flores; pero todos huyen del agua como si fueran hidrófobos, son más sucios que los gitanos y pertenecen á todas las razas, por que [sic] á primera vista se comprende que son una hibridación de los rezagos de los individuos que por cualquier causa abandona la ciudad para llevar vida salvaje, sin sujeción á ninguna autoridad, y que dan al mismo tiempo, aunque inconscientemente, rienda suelta á los instintos brutales que los dominan. [89]

Si partimos de las imágenes literarias, tenemos un panorama de pobreza y miseria que haría muy complicada la idea de financiar un edificio público a partir del cobro de arriendo de esos habitantes, más aún si recordamos las condiciones físicas que describía Honorio en su camino por el Alto de San Diego:

89  Cordovez Moure, «Los Chircaleños», 280

Apenas se descubre entre las habitaciones alguna que no haya sido construida con despojos de otras, ni puerta que no dé muestras de haber sido hecha para hueco mayor ó menor que el que, en su vejez, le ha tocado ocupar. La paja de los techos, gracias á la acción del tiempo, de las lluvias, de los soles y del humo, se ha convertido en una masa compacta, sobre la cual han nacido musgos y á veces otras plantas de más cuerpo. Vense [sic] también techos pajizos remendados con tejas. [90]

Aunque esa realidad explicaría las demoras en la construcción, es importante revisar otras fuentes para contrastar el tipo de habitantes que reside en la parte alta de San Diego. Estos predios, que pertenecieron a la recoleta de San Diego, son arrendados a personas que pagan con trabajo o con precios muy bajos, como una forma de caridad. De ahí que la imagen reiterada desde la literatura exaltara la pobreza. Sin embargo, esa no es la realidad de todos los habitantes, ni ha sido un continuo desde el tiempo de la Desamortización, pues algunas viviendas han podido acceder a mejoras materiales y valorizaciones. [91]

Con el desenglobe del predio empezaron a aparecer diversas formas de propiedad: desde habitantes que tienen una relación de usufructo con el antiguo convento, arrendatarios, propietarios que han accedido a tierras mediante subasta y empresas que compraron grandes extensiones de tierra como inversión. Este panorama tan diverso genera unas relaciones sociales y urbanas complejas en el Alto de San Diego. Por esta razón, mientras el Asilo recauda algunos de los arriendos, y negocia el canon de los predios más pequeños también recibe el usufructo de las subastas y ventas de grandes globos de tierra.

90  Marroquín, Amores, 38

91  Lizeth Milena Ladino, «Del campo a la ciudad. La transformación de un arrabal a una centralidad inconclusa en Bogotá. San Diego 1828 – 1910», Tesis para optar por el título de Maestría en Historia y teoría del arte, la arquitectura y la ciudad, (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019), 45

LAVADEROS EN EL ALTO DE SAN DIEGO.

S.F. ANÓNIMO. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA.

COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC.

MDB - 00183

Pero la relación entre el Asilo y algunos de los habitantes del sector implica más que una relación comercial. Esto se debe a las necesidades reiteradas a las que responde la construcción de este establecimiento y los diferentes esfuerzos de asistencia social que ha realizado la Junta de Beneficencia. En las últimas décadas se ha hecho cada vez más recurrente el problema social que genera el aumento de población indigente en Bogotá. Estos personajes, que son descritos de variadas maneras, se oponen a la visión moderna de una ciudad organizada y progresista. Por esta razón, tanto dirigentes, como personalidades públicas han hecho evidente la necesidad de fortalecer las entidades de caridad para manejar de manera eficiente el problema social que ya es visible en la ciudad.

Las palabras del alcalde Higinio Cualla en su discurso en 1890, hicieron referencia a la indigencia de niños en la capital y la necesidad gubernamental de cambiar esta situación:

También se nota ya de una manera que debe preocupar al Gobierno, la falta de un asilo de niños pobres y de un local adecuado para prisión de menores de edad. De los primeros, muchos son los que andan por las calles vagando y sirviendo nada más que de motivo de molestia para los habitantes y transeúntes de la población; ésos son, casi puede asegurarse, criminales en perspectiva, pues entregados desde la edad tierna al ocio y acostumbrados á mezclarse con gentes de las peores condiciones, en especial con los ladrones rateros, que pululan en la ciudad, no puede esperarse que cuando lleguen á ser hombres sean honrados, ni se puede tampoco, por lo menos moralmente, hacerlos responsables por entero de sus malos actos, pues ellos no tienen culpa por haber nacido pobres ni por haberse criado, por esa causa, dentro de una atmósfera que daña lo que rodea. [92]

Aunque la preocupación por los menores indigentes es un tema reiterado desde el gobierno y especialmente por la policía, el impacto de la indigencia se hace notar más allá de la delincuencia. En un texto muy divulgado que escribió Miguel Samper para la Sociedad San Vicente de Paul, se exaltan las causas y efectos de este problema de Bogotá. De su escrito, destacamos dos temas: el primero la distinción entre diversas formas de indigencia, y el segundo, la relación entre el espacio urbano y este problema social.

Los mendigos llenan las calles i plazas, exhibiendo no tan solo su desamparo, sino una insolencia que debe dar mucho en qué pensar, pues la limosna se exije i, si es rehusada, espone [sic] al que la rehusa a insultos que nadie piensa en refrenar. […]

Pero no todos los mendigos se exhiben en las calles: el mayor número de los pobres de la ciudad, que conocemos bajo el

92  «Informe del Alcalde de Bogotá», Registro Municipal, 30 de enero de 1890, nº442, 1,984

nombre de vergonzantes, ocultan su miseria, se encierran con sus hijos en habitaciones desmanteladas, i sufren en ellas los horrores del hambre i la desnudez. [93]

Y continuaba sobre las condiciones materiales de la ciudad:

La podredumbre material corre pareja con la moral. El estado de las calles es propio para mantener la insalubridad con sus depósitos de inmundicias: el servicio o abasto de aguas es tal, que las casas que deben recibirla bajarán pronto de precio como gravadas por un censo en favor de los albañiles i del fontanero: el alumbrado, esceptuando [sic] las pocas calles del comercio, nos viene de la luna..... En fin, la administración municipal de la ciudad es poco ménos que nula, debido esto en mucha parte a que ella fué tambien despojada de sus cuantiosos bienes; i aunque parte de ellos se le han mandado devolver, no sabemos que haya empezado a percibir la renta. [94]

De estos dos apartes se desprenden entonces los tres temas centrales que nos permiten entender otra relación que existe entre el Asilo y los habitantes del Alto de San Diego: Primero, la noción muy amplia de indigencia que cubre niños, pobres y vergonzantes; segundo, la manera en que ésta se relaciona con las condiciones materiales de vida en la ciudad; y tercero, la forma en que el Gobierno interviene en este problema.

* * *

Si volvemos a las preguntas que formulábamos cuando nos detuvimos frente al Asilo, vemos que más allá de la relación financiera que existe entre el Asilo y los predios vecinos, hay

93  Miguel Samper, La miseria en Bogotá, (Bogotá: Imprenta de Gaitán, 1867), 2 94  Samper, La miseria, 4

una relación social que vincula el Asilo, los habitantes vecinos y el Panóptico. Para ahondar en esta interpretación, debemos volver al discurso de Higinio Cualla en 1890. Después de hablar de los niños indigentes, el alcalde habló de quienes siguen el camino de la delincuencia y terminan condenados en la cárcel municipal.

De los segundos, ellos entran á la cárcel ó al Panóptico quizá por una falta de poca importancia, ignorantes de lo que en realidad es el crimen; pero entre los condenados y demás presos encuentran maestros en el arte de delinquir, reciben de ellos lecciones que se les gravan indeleblemente, ya por la edad, ya por la inclinación natural al mal, y antes que salir de la prisión corregidos ó enmendados, salen con el cuerpo de niños y el alma de bandidos; de suerte que en vez de haberles hecho un bien con el castigo, se les ha hecho el peor de los males, y como entre éstos debe escogerse el menor, mejor sería dejarlos que anduvieran por las calles sin castigo por sus fechorías. [95]

El discurso de Cualla marca un camino claro de la indigencia a la delincuencia, donde los dos equipamientos de San Diego juegan un papel importante. Los niños mendigos que pueden ser atendidos alguna entidad de caridad logran salvarse de caer en un comportamiento delictivo, mientras que los que no son separados de ese camino, corren el riesgo de terminar condenados en la prisión, reforzando su criminalidad.

Este ciclo nos devuelve a los imaginarios literarios y periodísticos, donde la pobreza es visible en los Altos de San Diego por el tipo de habitantes que allí residen y por las condiciones materiales en las que viven. La pregunta que nos queda es ¿realmente son los habitantes los que desencadenan esos imaginarios? o ¿qué papel juega el establecimiento de estas entidades en la construcción de un imaginario del lugar? Al

95  «Informe del Alcalde de Bogotá», 1,984

FÁBRICA DE LADRILLOS EL ROSARIO. S. F. GUMERSINDO CUÉLLAR. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ

igual que vimos los prejuicios que existen sobre la zona denominada Pueblonuevo, el Alto de San Diego se une a ese borde de la ciudad que carga con haber sido habitado por personas pobres que lograron establecerse en esta zona por la ayuda de la congregación religiosa. [96]

Sin embargo, al igual que en la zona oriental de Las Nieves, a ese imaginario de pobreza se ha ido sumando un nuevo perfil de ciudad: la aparición de fábricas de gran alcance.

Desde las calles sinuosas y destapadas que comunican las múltiples viviendas de los Altos de San Diego, se puede divisar con mayor claridad al occidente: el Parque del Centenario, el Asilo y más al fondo la chimenea de la nueva fábrica de cervezas Bavaria. Al norte, el imponente buitrón de la fábrica de ladrillos El Rosario y el muro impenetrable del Panóptico. La condición particular de San Diego, respecto a otras zonas del borde oriental es precisamente el albergar equipamientos destinados a usos que ya no se desarrollan en la ciudad: como la asistencia, los enterramientos y la condena penal. Por esta razón, al imaginario de pobreza que representan los habitantes que trabajaban en oficios manuales como chircaleros y lavanderas, se ha asociado rápidamente con el estereotipo de mendicidad y delincuencia, pero no únicamente por los habitantes, sino por el carácter que impuso en el sector la instalación de estos edificios públicos.

Pero a estos edificios se sumaron las fábricas de gran alcance: El Rosario y Bavaria. La primera ha funcionado desde el siglo XVIII, [97] aunque la transformación en una industria

96  Ladino, «Del campo», 45

97  Ladino, «Del campo», 77

FÁBRICA DE BAVARIA. CA. 1900. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

tecnificada se dio hace unas décadas. [98]Por su parte, en 1891 se inauguró la fábrica de cerveza alemana Bavaria, en la zona occidental de San Diego, aunque no ha finalizado, ya cuenta con una nueva chimenea que permite conservar la bebida fría por tiempo ilimitado. [99] Pero, así como sus instalaciones siguen transformando el panorama de San Diego, hay otros impactos más allá de los linderos de la fábrica. El movimiento de bienes raíces en la zona alta de San Diego empezó a perfilarse desde finales de la década de 1880 como un potencial negocio debido a la atracción de trabajadores que ejercía Bavaria. Actualmente, uno de los predios del Alto de San Diego, ubicado al norte de los que administra la Junta de Beneficencia, está en manos de la empresa «Fergusson, Noguera & Cia». Esta compañía fundada en Santa Marta tiene ya una tradición consolidada desde mediados del siglo por sus negocios de inversión en obras públicas como la construcción del ferrocarril entre Santa Marta y el Río Magdalena. [100]

Estos cambios en la propiedad, que no son aún visibles, están dando a la zona de San Diego un carácter mucho más complejo y diverso donde los imaginarios de siglos pasados se entretejen y suman nuevas descripciones y nuevos estereotipos. Pero, como veíamos en nuestra parada en el Parque del Centenario, San Diego es un ejemplo de nueva ciudad más allá de los usos que alberga y los juicios con que carga. Sus condiciones urbanas le permiten albergar una nueva idea de orden urbano, donde se ha planeado de manera premeditada ubicar los edificios y equipamientos a los que hemos hecho referencia.

Esa racionalidad y esa búsqueda por tomar decisiones que puedan ser juzgadas de manera científica, es lo que nos va a guiar en nuestra última parada en San Diego. El Panóptico nos espera, para mostrarnos la manera en que se ejerce el control social y se consolida una idea de justicia vinculada a la ciencia y la burocracia *

98  Ladino, «Del campo», 78

99  «Un gran buitrón», El Telegrama, martes 30 de mayo de 1893, Nº 1,978, 7,878

100  Ladino, «Del campo», 97

Ignacio D. Gutiérrez *

RAZÓN Y GOBIERNO

Esta parada en la penitenciaría municipal, conocida como el Panóptico, tiene la particularidad de ser un fragmento de una historia que encontraremos más adelante en el recorrido. El evento al que haremos referencia a continuación es una de las múltiples consecuencias que tuvo para Bogotá el enfrentamiento entre la Policía y artesanos el 15 y 16 de enero. El caso del Panóptico nos muestra cómo se transforma el orden social en la ciudad y las normas y protocolos que se usan para presentar algunas decisiones como racionales en medio de una coyuntura de orden público. Empecemos entonces con este primer episodio de la serie de eventos del 15 y 16 de enero.

* *

24 de enero a la una de la tarde: El Batallón de artillería iza una bandera negra en el frente del Panóptico, mientras varios transeúntes se acercan en silencio al lugar. El Estado de sitio se decretó hace ocho días. El orden de la ciudad se ha visto sacudido y las consecuencias se ven en varios lugares de la capital. Lo que sucede dentro del Panóptico es un síntoma más de ese estremecimiento.

El Panóptico es un edificio en cruz, rodeado de altísimos y fuertes muros; dos alas del edificio y la muralla forman cuatro amplios patios de considerables dimensiones, más ó menos cincuenta metros de longitud por veinticinco de anchura. En el patio situado al Noroeste se levantó el patíbulo contra el muro norte. Este consistía en seis losas de piedra, colocadas sobre el pavimento de cascajo y arena amarilla del patio, y sobre las cuales se colocó una silla de brazo, COMPOSICIÓN

forrada en cuero ennegrecido por el uso y por el tiempo. Un madero fuerte la sostenía por la espalda, separado del muro dos metros, y entre la silla y la pared de piedra se colocaron tablas para impedir que el rebote de las balas de Remington pudiera herir á la escolta ó á los asistentes. [101]

El 15 de enero un enfrentamiento entre la Policía y un grupo de artesanos llevó a una revuelta con acciones violentas en varios lugares de Bogotá. Para retornar a la calma, el Gobierno decretó Estado de sitio y suspendió la Sociedad Filantrópica. Uno de los implicados, Ignacio Gutiérrez, periodista que publicó dos artículos de opinión en el periódico Colombia Cristiana en diciembre de 1892, ofendió sin ofrecer disculpas, al sector de artesanos de la ciudad. Ante la falta de rectificación y la aparente complicidad del gobierno se desató el enfrentamiento.

Ocho días después de los hechos, en la ciudad se habla de un juicio contra otro Ignacio Gutiérrez, un reo del Panóptico que asesinó el 20 de enero a un guardia de la penitenciaria. El escritor Pedro María Ibáñez, ha seguido el caso de Gutiérrez durante su juicio y ejecución. La pena de muerte es un castigo que lleva menos de una década siendo practicado por el Estado, y que siempre incluye la posibilidad de ser apelado. Sin embargo, Gutiérrez no pudo solicitar la apelación, pues su crimen fue rápidamente llevado a un juicio militar, excusado en la condición de estar la ciudad en Estado de sitio. Así lo decretó el vicepresidente Miguel Antonio Caro en un telegrama enviado desde Ubaque, el mismo 21 de enero. «Enterado de que anoche un preso del Panóptico condenado por delito de asesinato, hirió mortalmente á un empleado del establecimiento es de mi deber declarar que, hallándose la ciudad en estado de sitio, el reincidente asesino debe ser juzgado militarmente.» [102]

101  Pedro María Ibáñez, La actualidad: crímenes y castigo del reo Ignacio D. Gutiérrez, (Bogotá: imprenta de La Luz, 1893), 12

102  Miguel Antonio Caro, «Telegrama importante», El Telegrama, lunes 23 de enero de 1893, nº1871, 7,450

PENITENCIARIA.

THOMAS REED (INV)

RAMÓN GUERRA

AZUOLA (DIB)

MARTÍNEZ HERMANOS (LIT) “PENITENCIARIA”, PLANO DEL PRIMER

ALTO O SEGUNDO PISO. BOGOTÁ. CA. 1855. LITOGRAFÍA. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. MAPOTECA. 1. NO. 65

Las ejecuciones con juicios militares son cada vez más comunes, debido a las constantes declaratorias de estado de sitio que se viven por las guerras civiles en las últimas décadas. Pero el caso de Ignacio Gutiérrez tiene implícito un problema local, una coincidencia trágica de llevar el nombre del mismo personaje que provocó la ira de los artesanos solo una semana atrás.

Para salvarse de parecer irracionales, el Gobierno y la Policía, han decidido llevar el caso con todo tipo de protocolos burocráticos y científicos que blindaban el cuestionamiento a esta decisión. Así lo ha documentado Ibáñez en su crónica, y el reportero del diario El Telegrama que también ha cubierto todo el evento. El juez 2º superior Ricardo Pardo, asegura haber seguido todos los trámites legales según la ley y condiciones del Estado de sitio. [103] Esto incluye la realización de un juicio con personal militar actuando de jurados y la

103  Ibáñez, La actualidad, 4

IGNACIO D. GUTIÉRREZ. RAZÓN Y

elección de un defensor, por parte del reo, de la misma institución militar. Además, durante el juicio se hizo una especial exaltación a la autopsia como prueba contundente a la cual ni el mismo defensor de Gutiérrez pudo objetar.

Aparece en esa diligencia que fue practicada el 21 de Enero; que la víctima tenía una grande herida en la parte superior del vientre, cuatro centímetros abajo del apéndice xifoide, por donde salieron los intestinos delgados; que el instrumento cortante y punzante con que fue hecha tropezó con el reborde inferior de la última costilla izquierda, y allí se dobló la punta produciendo desgarramiento al retirarlo; que parte del pulmón estaba congestionado; que había timpanitis, y que la herida era de gravedad máxima. [104]

PANÓPTICO. CA. 1900. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

La elección de los jueces militares, la aceptación de diferentes testimonios, sin importar si eran bajo juramento o no, y el uso de la medicina como prueba contundente de los hechos se convierten en las herramientas irrefutables. Así, a la toma de testimonios se hicieron excepciones como «… que López [testigo preso del Panóptico], aunque no había jurado ante la autoridad civil, sí lo había hecho ante el Consejo.» [105] Por eso tras 24 horas continuas de juicio se llegó a un veredicto. «Reinando profundo silencio se dio lectura á bien razonada sentencia por

104  Ibáñez, La actualidad, 10

105  Ibáñez, La actualidad, 10

la cual se condenaba al reo Ignacio D. Gutiérrez á sufrir la pena capital en el Panóptico de esta ciudad.» [106] El 24 de enero a las cuatro de la mañana condujeron a Gutiérrez de vuelta a la penitenciaría para que descansara un par de horas y recibiera la compañía de los sacerdotes. Diez horas después, tras recibir «…diez balazos en el pecho y el vientre, y dos heridas sin gravedad sobre el borde del maxilar inferior izquierdo y en la parte superior é interna del muslo del mismo.» [107] el cadáver es conducido hasta el cementerio. Su enterramiento no es el de un ciudadano cualquiera, porque su virtud y su honra fueron tachadas por sus dos crímenes. El primero que le quitó la vida a la hermana de su pareja y el segundo a Julián Fernández, vigilante del Panóptico. El recorrido desde la penitenciaría hasta el predio al occidente del cementerio, reservado para los presos, nos llevará entonces a nuestra próxima parada siguiendo la carroza fúnebre de un Ignacio Gutiérrez que nada tuvo que ver con las revueltas que nos toparemos más adelante.

…hicieron llevar el ataúd pobre pero decente, y en él colocaron aquellas cenizas del crimen y de la justicia humana. Y al caer de la tarde, en hombros de cuatro reclusos y de una escolta los enviaron al cementerio del Panóptico, dehesa situada al Occidente del cementerio público, pues los criminales no son iguales á los virtuosos y á los honrados ni después de la muerte. [108] *

106  Ibáñez, La actualidad, 11

107  Ibáñez, La actualidad, 15

108  Ibáñez, La actualidad, 15

* Los solares no están vacíos

El camellón del Cementerio *

EL TIEMPO

Y LA DISTANCIA

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E IMÁGENES TOMADAS DE REVISTA EL GRÁFICO Y EL PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO

Al salir del Panóptico, le damos la espalda al piedemonte y empezamos a enfrentarnos a la vasta sabana bogotana. Un paisaje que se extiende hasta el final de la perspectiva en el que divisamos las construcciones dispersas en el espacio, en contraposición a esta ciudad abigarrada que encontramos en la zona oriental. Justo en frente, la fábrica de Bavaria imponente en el espacio, elevándose como un símbolo de la industria naciente que puede ser apreciada desde el tranvía que conecta a Chapinero y desde el tren que va a Zipaquirá. Caminando por la vía a Chapinero hacia el sur, de regreso al Parque del Centenario, nos acercamos a la esquina del Camellón del cementerio donde se abre ante nosotros «…el hermoso panorama de la Sabana que se desarrolla, y en el fondo del cual los azules cerros de Serrezuela, los grises del confín de la altiplanicie, y por encima de todo el paisaje la negruzca y encapotada atmósfera que reina en la época de esta peregrinación nuestra…». [109] Este camino arborizado, en el que no se divisan sino un par de casas aisladas pertenecientes a algunas quintas, se extiende en una larga perspectiva que tarda en recorrerse quince minutos a pie desde la esquina del Parque.

La transición entre San Diego y la zona occidental de Las Nieves nos muestra cómo a esa condición de zona excéntrica de la ciudad, se suman nuevas características que no habíamos encontrado en el recorrido. La condición particular de ser el borde que linda contra los ejidos de la ciudad conforma un panorama de amplios predios de pastoreo. Y a estos se suman las quintas que se ubican sobre el borde de la última vía al occidente de Las Nieves. Esto, mezclado con la instalación de usos propios de las zonas alejadas de la ciudad, como

109  Alberto Urdaneta, «El día de los difuntos (Cementerios de Bogotá)», Papel Periódico Ilustrado, 2 de noviembre de 1884, nº78, 93

el Cementerio, hacen que el imaginario de este lugar esté ligado a un espacio sin consolidar. La referencia a la mala calidad de su infraestructura urbana y la cantidad de predios sin construir son constantes y siempre recalcan su localización: muy lejos del centro y muy cerca del lugar de los enterramientos.

El recorrido de la carroza fúnebre de Gutiérrez es diferente al que hacen comúnmente los bogotanos. El camino para un entierro de un cristiano promedio parte desde la iglesia de San Ignacio [110], a una cuadra de la Plaza de Bolívar, y tarda aproximadamente cuarenta y cinco minutos en llegar hasta las puertas del cementerio. El trayecto toma toda la calle Real, el Camellón de Las Nieves y gira hacia occidente por el Parque del Centenario. La ubicación del cementerio es cada vez más lejana para los bogotanos, como lo destacaba Alberto Urdaneta en su artículo sobre el día de los difuntos. Y no es solo por su establecimiento a las afueras de la ciudad, sino porque el tiempo que toma acudir a la ceremonia religiosa y después desplazarse hasta el Cementerio, es cada vez más largo. Lo que hace más difícil acomodar esa jornada dentro de un ritmo diario con muchas más obligaciones.

110  La crónica de Urdaneta, escrita en 1884 hablaba de la iglesia de San Carlos, nombre con el que se había rebautizado la iglesia de la orden jesuita ubicada en la Calle 10 entre carreras séptima y sexta. Para 1893, había recuperado nuevamente su nombre de San Ignacio

CEMENTERIO DE BOGOTÁ. 2 DE NOVIEMBRE 1884. PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO

De ordinario los entierros en Bogotá se hacen en San Carlos, y ya alguna vez hemos tenido ocasión de indicar que la función es demasiado larga, y toca al Gobierno eclesiástico el estudio del medio de acortarla. Concluída ésta, de ordinario al medio día, quien quiera cumplir con sus deberes para con el muerto, y con la diaria faena de la vida, habrá de tener en cuenta que dará […] en todo 3,130 pasos y algo como tres cuartos de hora, al andar no muy apurado del acompañamiento. [111]

Pero es entonces, adentrándose en este Camellón cuando empiezan a divisarse las construcciones de los cementerios, tanto el protestante como los dos católicos: el viejo y el nuevo.

En primer plano, á la izquierda, la severa y elegante portada del Cementerio Protestante; altos sauces que costaron el camino á los que la perspectiva y la inclinación del terreno hacen bajar rápidamente, y cuyas elevadas copas de mustio vede cubren cubren los despejados troncos, dejan entrever la antigua portada y las modernas, como las columnas de ornamentación de la plazoleta… [112]

Frente a la entrada principal del Cementerio católico, un cenotafio rodeado de una verja de hierro nos indica la llegada a nuestro destino. A este monumento volveremos más adelante, pues es una pieza clave para entender esta parada y otros lugares de nuestro recorrido. Por ahora, nos espera el cementerio viejo con sus

…tres grandes portadas que dan acceso: la del Occidente y la del Oriente, de elegante construcción ojival, con abras de verja de hierro, la primera á la llamada Galería Exterior,

111  Urdaneta, «El día de los difuntos», 92

112  Urdaneta, «El día de los difuntos», 93

al Cementerio nuevo y al de las gentes pobres; y la segunda al de los pobres más paupérrimos. La del centro, ó sea la que, frente á la tribuna da entrada al Cementerio viejo, es de aspecto antiguo é imponente; sus pesadas y altas abras de madera, adornadas con grandes clavos negros ornamentados, están pintadas de verde; sobre ellas, en una larga cinta de madera, se lee en caracteres claros la siguiente inscripción que hizo poner el doctor Rufino Cuervo, probablemente en meritorio recuerdo del fundador de Bogotá D. Gonzalo Jiménez de Quesada, quien la eligió para que le sirviese de epitafio:

¡EXPECTAMUS RESURRECTIONEM MORTTUORUM! [113] *

113  Urdaneta, «El día de los difuntos», 93

Gonzalo Jiménez de Quesada *

LAS NIEVES

FUNDACIONAL

Al entrar al cementerio podremos evidenciar la manera en que ha ido siendo apropiado este lugar. Las constantes remodelaciones, adecuaciones y ampliaciones son síntoma de un uso cada vez más extendido que ha logrado paulatinamente disminuir los enterramientos en las iglesias de la ciudad. Además de esa creciente apropiación también han aparecido propuestas para embellecer y transformar el lugar en un espacio arborizado, elegante y con jardines, tal como hemos visto en oportunidades anteriores durante el recorrido y de las que hablaremos cuando volvamos a salir.

* *

El cementerio católico entró en servicio en 1836, aunque la idea se había empezado a gestar desde las últimas décadas del siglo XVIII. Su proyección partió de la necesidad creciente de mejorar la salubridad y las condiciones de vida en la ciudad, alejando así los enterramientos de las iglesias y conventos y llevándolos a un lugar excéntrico y con buena ventilación. Así, desde que fue decretada su construcción en 1831 [114] al occidente de la Recoleta de San Diego, este nuevo lugar de la ciudad ha tenido que atravesar varias décadas para lograr que los bogotanos cambien su costumbre de enterrar a sus seres queridos en las iglesias o sus inmediaciones, y vean este lugar como un espacio sagrado. Según los reportes de la década de 1860, cuando el Cementerio pasó a ser administrado por la municipalidad y no ya por la iglesia, su uso aumentó de tal manera que fue necesa-

114  Reglamento expedido el 18 de octubre de 1831 por el Prefecto de Cundinamarca D. Rufino Cuervo. En: Urdaneta, «El día de los difuntos», 92

COMPOSICIÓN

rio iniciar algunos trabajos de ampliación y mejoramiento de las instalaciones. Estas obras, especialmente la construcción del Cementerio nuevo, conocido como Torreón Padilla, son la evidencia de una paulatina apropiación de este espacio de la ciudad. Además de construir nuevos espacios para enterramiento, en 1869 se propuso la construcción de un monumento al gobernador de Bogotá, Alfonso Acevedo Tejada, quien fue uno de los impulsores del Cementerio. Aunque nunca llegó a construirse, marcó un precedente importante que repasaremos cuando volvamos al cenotafio.

* * *

En el discurso de cierre del año pasado, el alcalde Higinio Cualla hizo referencia a mejoras y ampliaciones en los cementerios. En este periodo se destinaron $4.000 para comprarle un

CEMENTERIO NUEVO, TORREÓN PADILLA. CA. 1900. ARCHIVO CENTRAL E HISTÓRICO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, SEDE BOGOTÁ. FONDO ERNST RÖTHLISBERGER. CAJA 1, CARPETA 3, ÁLBUM FOTOGRÁFICO

globo de tierra a Bibiana Vargas Rueda, «… para ensanchar los cementerios, con el objeto de tener donde sepultar los cadáveres de pobres de solemnidad.» [115] Además del ensanchamiento del cementerio circular, una nueva puerta más amplia y otras trescientas setenta y cinco bóvedas.

Según los informes del administrador del cementerio el sector antiguo sigue siendo el más solicitado para enterrar con bóvedas, aunque este año se exhumaron más cadáveres de los que se enterraron. Lo anterior nos da pie para pensar que el flujo de uso de este sector del cementerio permite contar con espacios suficientes durante el transcurso el año. En segundo lugar, el sector circular, que ya cuenta con un espacio subterráneo, [116] es el que menos solicitudes de bóvedas recibe y de igual manera el que menor margen de movimiento tiene en relación entre exhumaciones y enterramientos. Esto puede deberse a que el estado de la obra no permite realizar muchos actos fúnebres en este sector de los cementerios. Tercero, el Torreón es el que mayor número de enterramientos tiene en comparación con la cantidad de exhumaciones. Aunque desconocemos la capacidad de bóvedas con la que cuenta el sector más nuevo de los cementerios, [117] puede que veinticuatro años después de iniciada su construcción, todavía tenga espacios disponibles. Finalmente, los enterramientos en área, ya sea pagando la suma de $1 por derechos o gratuito para pobres, es el que mayor cifra presenta en el año, superando casi cuatro veces más los enterramientos en bóvedas. El primer impacto que esto genera es la necesidad de adquirir nuevas tierras para este tipo de enterramientos dada su alta demanda. Y el segundo es la baja rentabilidad que genera. De esta manera, si retomamos las cifras citadas por Cualla, vemos que la adqui-

115  Registro municipal, 11 de enero de 1893, nº577, 3.341

116  En los informes mensuales de enterramientos aparece discriminado el sector circular, del circular subterráneo. Sin embargo, en los informes de exhumaciones y permanencias a vencer no se hace dicha diferenciación, razón por la cual se unificaron los términos para poder comparar todos los datos

117  Se inició su construcción en 1869. Delgadillo, El Parque, 69

CEMENTERIOS DE LA CIUDAD, 1893

SECTOR

Área

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE LA INFORMACIÓN DE: REGISTRO MUNICIPAL XVIII

sición de tierras para enterramientos de pobres costó $4.000, que equivalen a la mitad del producto anual de los enterramientos en bóvedas, lo que demuestra el alto valor de mantenimiento de este espacio de la ciudad. * * *

No olvidemos que otro de los objetivos de las obras es mejorar las condiciones materiales de los cementerios, integrándolas a los objetivos de higiene y ornato que se están instaurando en otros lugares de la ciudad. En el discurso de cierre de año, además de destacar las obras de ampliación, se resaltó específicamente la labor de embellecimiento relacionada con el mantenimiento de los jardines y el impacto transformador que este panorama genera en los cementerios.

Esta obra -que fue iniciada por la Alcaldía- ha dado lugar á que este cementerio esté tomando el aspecto que conviene á esta clase de lugares por la construcción de hermosos monumentos y la plantación de árboles y jardines, que contribuyen á embellecer y á levantar el espíritu á la contemplación de las regiones inmortales, aligerando las amarguras que se remueven al visitar los sitios en que descansan los que han rendido primero la jornada… [118]

118  Registro municipal, 11 de enero de 1893, nº577, 3.341

CEMENTERIOS DE BOGOTÁ. DETALLE DEL CEMENTERIO CENTRAL. PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO. NO

78, AÑO 4, 2 DE NOVIEMBRE DE 1884, 96-97.

Este tipo de mejoras impactan no solo el espacio del cementerio sino su relación con el resto de la ciudad, pues aligeran las amarguras no solo morales sino físicas, que implica la llegada hasta los cementerios de la ciudad. Es importante recordar que la instalación de los cementerios a las afueras de la ciudad se definió teniendo en cuenta cuestiones de higiene. Pero esa ubicación excéntrica implica un reto para conectar este lugar con el resto de la ciudad, garantizando su uso y apropiación. Si a esta percepción de lejanía se le suma la mala calidad de las instalaciones, es fácil comprender la resistencia a apropiarse de esta costumbre fúnebre. Por esta razón podemos pensar las obras de embellecimiento, no solo como una acción que busca mejorar las condiciones de los cementerios, sino también hacerlos más atractivos al público, convirtiéndolos en espacios públicos similares a un parque.

Si no fuera por la conciencia que se tiene, al entrar, de que allí se halla el infinito é invaluable vértice de los cariños humanos, y de que por aquella puerta han pasado, llevados por la humanidad, lo más grandes dolores, nos parecería el Cementerio de aspecto pintoresco y agradable, como que es el sitio más

cuidado de la ciudad; mas si los árboles y las flores, que con esmero se cultivan en el centro, lo hacen aparecer como un bello jardín, todo el resto está ordenado como para recordar que se llega á la callada ciudad de los que ya no son. [119]

Este proceso de embellecimiento ha incluido el proyecto de construir un monumento en el espacio público a la entrada de los cementerios. Esta propuesta se ha discutido desde 1869, cuando se propuso usar la plazuela frente a la entrada del cementerio antiguo para emplazar un monumento en honor a D. Alfonso Acevedo Tejada, gobernador de Bogotá en la década de 1840. Aunque este monumento no llegó a construirse, en 1891 se propuso nuevamente usar esta plazuela para construir un monumento fúnebre en honor al conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada. Es a la finalización de esta obra a la que se refirió el alcalde Higinio Cualla en su discurso del 31 de diciembre de 1892 «…Al frente del cementerio antiguo se construyó un monumento de mármol con su respectiva verja de hierro, destinado á perpetuar la memoria del fundador de Bogotá, y á conservar sus restos, que fueron depositados allí el 19 de julio último.» [120]

* * *

Demos por terminado nuestro recorrido por el interior del cementerio y volvamos frente al cenotafio del conquistador para profundizar en la construcción de este monumento. Antes de decretar su construcción en 1891, el Concejo Municipal de Bogotá estuvo por diez años discutiendo la posibilidad de erigir un monumento en honor a Jiménez de Quesada. Curiosamente, en las dos ocasiones anteriores en que llegaron a decretarse las propuestas, el monumento se proyectó para ser ubicado

119  Urdaneta, «El día de los difuntos», 94

120  Registro municipal, 11 de enero de 1893, nº577, 3.341

MONUMENTO DE GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA. 1892. IGNACIO BORDA TANCO. MONUMENTOS PATRIÓTICOS DE BOGOTÁ: SU HISTORIA Y DESCRIPCIÓN. BOGOTÁ. IMPRENTA DE LA LUZ

en algún punto de la parroquia de Las Nieves. Por esta razón consideramos importante detenernos en las propuestas anteriores, buscando rastrear el porqué de esta asociación entre el fundador de la ciudad y nuestra parroquia.

La primera propuesta que encontramos sobre el monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada apareció en el Acuerdo número 1 de 1881. Allí se definía la construcción de una plaza de mercado en Las Nieves, denominada Plaza de los fundadores de Bogotá, ubicada en la manzana entre las carreras octava y novena, entre calles 19 y 20. En el centro de la plaza se debía levantar «…una columna triangular donde serán grabados los nombres de ‘Jiménez de Quesada, Frederman [sic], Benalcázar i sus compañeros». [121] Como veremos unas paradas más adelante, esta plaza de mercado no se construyó, lo cual no impidió que la idea de rendir un homenaje público al conquistador siguiera siendo reiterada.

La segunda propuesta de monumento se dio tres años después, según el Acuerdo 17 de 1884, que proponía honrar a los fundadores de Bogotá con la construcción de una estatua en la plazuela de Las Nieves que se definía de la siguiente manera: «La estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada será colocada en una columna cuadrangular. Al Oriente se grabarán los nombres de los fundadores que vinieron con Quesada; al Sur los nombres de los que vinieron con Sebastián de Benalcázar; al Norte los de los que vinieron con Nicolás de Fredermán.» [122] Además de la instalación de la estatua, que implicaba el traslado de la pila pública, el Acuerdo definía el cambio de nombre de la plazuela «Desde el día en que se inaugure el Monumento, la plazuela de las Nieves

121  Acuerdo número 1 de 1881, Artículo 2, parágrafo. En: Registro municipal, 15 de enero de 1881, nº124, 521

122  Acuerdo 17 de 1884. En: Registro municipal, 1 de julio de 1884, nº215, 888

se llamará ‹Plaza Jiménez de Quesada›» [123] y la instalación de una placa conmemorativa en la casa que había habitado don Gonzalo Jiménez de Quesada. Al igual que la plaza de mercado, esta estatua tampoco se construyó, aunque el nombre de la plazuela sí cambió desde 1884. [124]

Antes de entrar en los detalles del monumento frente al cementerio, es importante notar la ubicación y contenido de estas dos primeras propuestas. En ambos casos se propuso un monumento para rendir homenaje a Jiménez de Quesada y sus compañeros de conquista, y se situó en la plazuela de Las Nieves o sus inmediaciones. Según las investigaciones de Lisímaco Palau, esta ubicación se debe a que allí «… se construyeron las doce chozas de paja que dieron principio á la ciudad el 6 de agosto de 1538.» [125] y aunque el debate sobre la fundación de la ciudad excede nuestros propósitos, es importante identificar en este relato las percepciones que estas decisiones generan sobre Las Nieves.

La primera particularidad la podemos identificar a partir del libro publicado en 1892 por Ignacio Borda sobre los monumentos de Bogotá. Allí se evidencia que la mayor cantidad de monumentos instalados en la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX, están dedicados a personajes de la Independencia nacional, por esta razón Jiménez de Quesada aparece como una excepción. La segunda particularidad, es que ese monumento fue reiteradamente propuesto en Las Nieves. Si volvemos a la razón expuesta por Palau, podemos inferir que nuestra parroquia es vista como parte de la ciudad fundacional. Además, su espacio público está siendo usado como un refugio para exaltar la historia urbana, mientras que otros espacios de Bogotá se dedican a la historia nacional.

123  Acuerdo 17 de 1884. En: Registro municipal, 1 de julio de 1884, nº215, 888

124  Así es descrita por Lísimaco Paláu en su guía de 1894: «Plazuela de Las Nieves - Esta plazuela denominada también de “Jiménez de Quesada”, en honor á la memoria del fundador de Bogotá, está situada al frente de la iglesia del mismo nombre…» Lisímaco Palau, Guía histórica y descriptiva de la ciudad de Bogotá, (Bogotá: Imprenta de vapor de Zalamea, 1894), 33

125  Palau, Guía, 33

* * *

Después de dos intentos fallidos de construir la escultura a Quesada, en 1891 se decretó la construcción de un monumento para rendir homenaje al conquistador y guardar sus restos que serían exhumados de la Catedral. Si bien en los proyectos anteriores se propuso un monumento para Jiménez de Quesada y sus compañeros, el de 1891 variaba al ser una escultura fúnebre al estilo de las que se encuentran en el Cementerio. Aunque no fue tratado como un mausoleo sino como un monumento en el espacio público, esto imprimió en la ciudad, una condición diferencial frente al resto de propuestas de monumentos que se han llevado a cabo en las últimas décadas.

En el debate sobre el proyecto de Acuerdo para la erección del monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada, se discutió tanto la ubicación como el material y acabados de dicha obra. La propuesta de instalarlo en la plazuela frente la puerta principal responde a que «... quizá en el cementerio antiguo no se encontraría un lugar adecuado que fuese de propiedad del Municipio; pues la mayor parte del área de ese cementerio, está enajenada á particulares», [126] razón por la cual es la Junta de Obras Públicas quien define el lugar apropiado para el monumento. Por su parte, los materiales y acabados fueron especificados de la siguiente manera:

…este monumento debe hacerse de mármol, porque los trabajos hechos con piedra de silleria, suelen ser imperfectos, por la malisima calidad de piedra de labor que tenemos aquí, y que una vez se decreta la erección de un monumento al hombre de que se trata, que merece, por muchos títulos veneración y respeto, debe hacerse algo digno de su memoria, y que embellezca al mismo tiempo el punto elegido para su colocación etc. [127]

126  Registro municipal, 12 de marzo de 1891, nº498, 3019

127  Registro municipal, 12 de marzo de 1891, nº498, 3019

Finalmente, la versión publicada del Acuerdo aprobó la instalación en la plazuela frente a la entrada. Para ello destinó una suma de $5.000 para llevar a cabo este proyecto, valor que teniendo en cuenta el presupuesto que manejan los cementerios, es de una cuantía considerable. Quizá por su valor, y por las condiciones específicas de construcción, se tardaron más de un año en iniciar el proceso de construcción. Así lo reiteró el alcalde Higinio Cualla, en junio de 1892, cuando pedía que estuviera listo para la celebración del 7 de agosto de ese mismo año.

El Acuerdo número 4 de 1891 dispuso que la Junta de Obras públicas del Municipio procediera inmediatamente á levantar en frente á la entrada al Cementerio, un monumento para colocar los restos del Conquistador Don Gonzalo Jiménez de Quesada, y hace un año largo que están listos los fondos destinados para este gasto; pero nada se ha hecho hasta ahora para poner en ejecución tan laudable como honrosa disposición [128]

Quizá por la premura de cumplir al alcalde sin cambiar las características que definieron los mismos concejales, el 30 de junio se aprobó la compra de un monumento de mármol a Miguel Samper e hijos para usarlo en el proyecto de Jiménez de Quesada. Esta transacción costó solo $1.500 y permitió que se pudiera realizar la inauguración el 19 de julio de 1892, menos de un mes después de la llamada de atención del alcalde.

La junta de Obras Públicas compra, y Miguel Samper é Hijos le venden, un monumento de mármol, constante de veintinueve (29) cajas marca (A) número uno á veintinueve, que Suárez [comisionado especial de la Junta de Obras Públicas] ha abierto y reconocido, el cual vino destinado á consevar los restos del finado Doctor Manuel Ancízar en el Cementerio antiguo de la

128  Higinio Cualla, Mensaje dirigido por el señor Alcalde al Concejo Municipal, 27 de junio de 1892. En: Registro municipal, 6 de agosto de 1892, nº549, 3227

ciudad, y que la Junta destina á la memoria del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada en el mismo cementerio.

Sin embargo, esto no solucionó la totalidad del monumento. Para ese momento quedaba faltando la instalación de una verja de hierro que aún no está concluida y que la está fabricando el ornamentador de Las Nieves, Carlos Bertarelli. [129]

Es a esta etapa de la obra a la que se refirió el alcalde en su discurso de fin de año de 1892.

Una vez identificadas las características generales de las dos obras que se están finalizando en la zona de los cementerios, nos damos cuenta de que la necesidad de ampliar los predios del cementerio y el proyecto del monumento de Quesada, responden a un mejoramiento del sector. En él aparece como común denominador la consolidación de un espacio urbano atractivo para los ciudadanos. Así, la noción de transformación, que hemos encontrado en otras paradas y que seguirá apareciendo a lo largo del recorrido, toma una definición más: no es solo la construcción de obras públicas y proyectos privados, sino también el trabajo en los equipamientos urbanos.

El establecimiento de los cementerios en el extremo noroccidental de Las Nieves ha tenido dos impactos puntuales dentro de la parroquia. El primero, se convirtió en un punto de referencia de la ciudad que implica un tránsito por todo el sector. El recorrido que narra Urdaneta por el Camellón del Cementerio describe el desplazamiento hasta uno de los puntos más distantes del norte de la ciudad, al pasar por todo el Camellón y bajar por el parque del Centenario. Esta situación ha

129  Carlos Bertarelli, ornamentador. Carrera 7, 692; Calle 18, 110. En: Salgado, Directorio, 59

HOMENAJE DE LA COLONIA ESPAÑOLA A GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA. 1912. APORTANTE CONSUELO CARRILLO. FONDO ÁLBUM FAMILIAR. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. AF2193

cambiado la percepción sobre otros lugares de la parroquia de Las Nieves, que no parecen ya tan excéntricos.

El segundo impacto tiene que ver con la paulatina consolidación de una imagen de ciudad. Si volvemos a ese recorrido desde la Plaza de Bolívar hasta el Cementerio, tenemos por común denominador el tránsito por varios lugares ornamentados y arborizados de Bogotá. Podemos imaginarnos ese recorrido por la Calle real, pasando por el Parque Santander, el Camellón de Las Nieves recientemente arborizado, el Parque del Centenario terminado en el Camellón del Cementerio y los cementerios ajardinados.

Finalmente, el caso de la escultura de Jiménez de Quesada nos permite construir una hipótesis sobre una característica particular de Las Nieves respecto a Bogotá. Su asociación con la ciudad fundacional en un periodo en que se está dando preeminencia a la exaltación de la historia nacional. Este vínculo es especialmente explícito en el Acuerdo 17 de 1884 para la erección del monumento en la plazuela de Las Nieves:

3º Que la República ha honrado ya de varios modos el nombre y los servicios de los héroes de nuestra Independencia y que muy poco ha hecho hasta ahora para enaltecer la obra de los héroes de la conquista, entre los cuales se halla en primer término, el abnegado y valeroso Jefe de los expedicionarios

Gonzalo Jiménez de Quesada… [130]

Esta relación nos permitirá seguir entretejiendo durante el recorrido algunas de las percepciones que se tienen sobre este sector y sus habitantes, vinculadas especialmente a un carácter anticuado. Estas percepciones, como ya hemos visto, no responden totalmente con la realidad que nos hemos encontrado. Sin embargo, este diálogo entre percepciones y realidades será un debate constante que nos irá nutriendo el panorama heterogéneo de Las Nieves *

130  «Acuerdo número 17 de 1884», Registro Municipal, 1 de julio de 1884, nº215, 888

Paulino Rosas * PLAZAS PARA LAS NIEVES

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE, FOTOGRAFÍA DEL MUSEO DE BOGOTÁ E ILUSTRACIÓN DE RAMÓN TORRES

MÉNDEZ, COLECCIÓN BANCO DE LA REPÚBLICA

Dejando atrás el Cementerio y el cenotafio de Gonzalo Jiménez de Quesada volvemos a la esquina del Parque del Centenario y la Alameda Vieja para detenernos en toda la esquina del primer paseo arborizado de la ciudad. Nos encontramos frente a un solar vacío, sin rastro de uso, que esconde una historia de esfuerzos e intentos por construir nuevos proyectos en este lugar excéntrico de la ciudad.

…Paulino Rosas readquiere el dominio completo del terreno que había cedido al Distrito por la escritura número mil doscientos diez y seis [de veintinueve de Septiembre [sic] de mil ochocientos ochenta y cuatro] y el uso del lote de tierra que había donado por la escritura número veintiocho [veintiuno de Enero [sic] de mil ochocientos ochenta y cinco], las cuales escrituras quedan canceladas por la presente en todas su partes y libres los contratantes de toda responsabilidad por razón de los contratos que en ellas constan. [131]

El 8 de abril el Señor Paulino Rosas, vecino de Las Nieves, recibió las tierras que había cedido al Distrito nueve años atrás. Las mismas en las que durante ese tiempo intentó una y otra vez concretar un proyecto con el Municipio. La conciliación con el Distrito marca el final de todo un proyecto inmobiliario que buscó consolidar Rosas en su predio, ubicado en la esquina del Camellón de la Alameda y el camino de los cementerios. Sin lugar a duda, tras nueve años de propuestas y negociaciones, la devolución de los terrenos deja a Rosas en un punto ciego, con unos predios desocupados, y sin un

131  Notaría Segunda, Escritura 530, parágrafo 10, [8 de abril de 1893], AGN, Sección notarías, Notaría 2

proyecto capaz de valorizar sus lotes aledaños. El contrato de conciliación nos llevará por todo el proceso de adquisición, urbanización, oferta y valorización de un predio ubicado a las afueras de la ciudad. Con esto podremos comprender cómo se está construyendo el negocio inmobiliario basado en la especulación y la valorización de los predios, especialmente en las zonas alejadas del centro.

Para lograr reconstruir este proceso, debemos partir de la escritura de conciliación entre Rosas y el Distrito, en donde encontramos un pequeño resumen del caso: el primer evento fue la adjudicación del contrato para construir y administrar una plaza de mercado en Las Nieves a Nepomuceno Posidio Rosas, en un predio de propiedad de su hijo, el Sr. Paulino Rosas. Esta adjudicación se elevó a escritura pública el 25 de septiembre de 1884, siete meses después de que Paulino adquiriera la propiedad. [132] Entre septiembre de 1884 y enero de 1885 se hicieron diferentes modificaciones al contrato, entre ellas, el cambio de área del predio, la hipoteca de este como garantía de cumplimiento, y la venta del privilegio: primero a Paulino Rosas, luego a la Sociedad Anónima Compañía de la Plaza de Mercado de Las Nieves, cuyo gerente era Justino Jaunnat. Finalmente, por contratos sucesivos el Sr. Paulino Rosas adquirió todas las acciones de dicha compañía. En el año de 1885 sin embargo, empezaron las diferencias entre el Sr. Rosas y la Municipalidad, que terminaron en pleitos sucesivos entre ambas partes y que solo lograron resolverse ocho años después.

Ahora bien, antes de empezar a esclarecer la historia del pleito es importante identificar los temas claves que queremos analizar. Lo primero que llama la atención de este caso es su protagonista: Paulino Rosas es uno de los primeros negociantes inmobiliarios de la ciudad, [133] que además realiza sus

132  El señor Paulino Rosas había comprado el predio a Fernando Sánchez en febrero de 1884. Escritura 180, [10 de febrero de 1884], AGN, Sección notarías, Notaría Primera. Este tema también se puede ampliar en el capítulo «Eleuterio Villalobos»

133  Ver: Juan Carrasquilla Botero, Quintas y estancias de Santa Fé de Bogotá, (Bogotá: Banco Popular, 1989), 115. Y en: John Edisson Farfán Rodríguez, Una ciudad al occidente. Ejidos, urbanizaciones y barrios obreros de Bogotá, (Bogotá: Editorial

actividades comerciales en la zona occidental de Las Nieves. En segundo lugar, al revisar la escritura de conciliación, el tema de la construcción de la plaza de mercado hace evidente que el pleito entre Rosas y el Municipio tiene que ver con un negocio inmobiliario. Es así como en el estudio detallado de este pleito particular podemos identificar la manera en que Rosas propone y ejecuta proyectos inmobiliarios basados en la idea de valorización de la tierra, con la condición especial de estar vinculado a un proyecto público como garantía de mejoramiento del sector. Veremos entonces cuál fue el papel que jugaron los intereses privados en la consolidación de espacios públicos de la ciudad y cómo este sistema mixto se concibe como una de las posibles maneras de garantizar el éxito de los proyectos de urbanización en áreas distantes del centro.

De esta manera empezaremos por acercarnos al proyecto de la plaza de mercado, a la luz de su antecedente directo, la plaza de mercado de la Concepción, centrando nuestra atención en la manera en que se desarrolló su construcción y la razón que llevó al Municipio a plantear esta iniciativa en Las Nieves. Esto nos dará pistas sobre la forma en que Rosas planteó su proyecto, y los intereses que tenía en este tipo de equipamiento. En segundo lugar, continuaremos con el recuento cronológico del proceso de propuesta, diseño y adjudicación de la construcción de la Plaza de Mercado, haciendo énfasis en quienes, y cómo intervinieron, y los mecanismos que usó Rosas para garantizar la elección de su predio para este fin. Finalmente, veremos la manera en que se construye un negocio inmobiliario, articulando el proyecto del mercado con otros usos en los predios vecinos.

Universidad del Rosario, 2020), 161

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Las aceras que salen de la fuente de la plaza se dividen en cuatro triángulos proporcionales, cada uno de los cuales está ocupado por una sección bien específica. En el primero de ellos se ve a los carniceros y sus negocios de carne, grasa, manteca y longanizas. Otro está destinado a la gente del campo y sus productos: arroz, maíz, trigo, cebada, yuca, papas, plátanos, repollos, limones, naranjas, zanahorias, piñas, etc. En estos también se venden lindas flores, entre las que se pueden distinguir rosas y claveles. El tercer espacio está dedicado a la venta de pavos, gallinas, palomas y pájaros de gran colorido. En el cuarto se venden productos manufacturados, distinguiéndose la ropa gruesa de lana y algodón, muy similar a nuestras telas destinadas a la confección de vestidos para las clases más bajas. Aquí es posible encontrar para la venta caballos, mulas y diversos animales que serán sacrificados para el consumo. […] Pues bien, si los viernes ponen una nota agradable con la presencia del mercado, los sábados hay inundación de mendigos recorriendo calles y casas. En su gran mayoría muestran heridas en sus brazos y piernas, o enormes y deformes pies a consecuencia de la elefantiasis. La escena suele ser dura, ya que antes el país no me la había mostrado. [134]

Esta descripción de Carl August Gosselman, nos muestra dos caras del mercado en Bogotá en la primera mitad del siglo XIX. Esta actividad, que se realizaba los viernes en la hoy llamada plaza de Bolívar y concentraba como lo muestra Gosselman, todo tipo de productos: naturales, manufacturados y animales vivos, nos permite imaginar el panorama tan diverso y activo que debía generarse el día del mercado. Esto nos recuerda que más allá de la venta de víveres, el mercado implica una actividad social donde se encuentran todo tipo de habitantes con costumbres y orígenes diferentes.

134  Carl August Gosselman, Viaje por Colombia 1825 y 1826 - Segunda parte, (Bogotá: Ediciones del Banco de la República, 1981), 289

LA CASA DE LA CIUDAD EN BOGOTÁ (PLAZA DE MERCADO Y GALERÍAS

ARRUBLA). S.F. E. THEROND. AMÉRICA PINTORESCA: DESCRIPCIÓN DE VIAJES AL NUEVO CONTINENTE POR LOS MÁS MODERNOS EXPLORADORES. 1884. ANCORA EDITORES (1987)

Además, la descripción del día siguiente es un claro ejemplo de porque a partir de 1846 se decidió prohibir la instalación del mercado en la plaza, e instalar en ella la estatua de Simón Bolívar, buscando transformar este espacio urbano en un centro simbólico donde la actividad del mercado ya no era compatible. Esta prohibición fue un proceso lento, que implicó la transformación de los hábitos de la sociedad y la implementación de una nueva manera de pensar la venta de víveres. Si la idea de expulsar el mercado de la Plaza era darle orden a este espacio urbano, ese fue también el objetivo de la construcción de un edificio para el mercado: convertirlo en una actividad organizada e higiénica que tuviera lugar en un espacio diseñado especialmente para este fin.

PLAZA DE MERCADO DE LA CONCEPCIÓN. CA. 1910. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB 00184

Entre 1846 y 1864, el mercado de Bogotá estuvo rotando por diferentes espacios de la ciudad: la plaza de San Francisco, la de San Agustín y la de San Victorino, mientras se construía un edificio destinado únicamente para este fin. Este proceso de dieciocho años nos muestra unas características claves en la manera en que se gestaban y consolidaban los proyectos públicos de la ciudad y el papel que jugaban los actores privados.

La primera decisión del Cabildo de la ciudad fue expulsar el mercado de la Plaza de Bolívar, promoviendo la separación de actividades en la ciudad. [135] La segunda, destinar un nuevo lugar para su realización ubicado en las cercanías. Sin embargo, fue un actor privado quien pidió el derecho a construirla.

El Sr. Juan Manuel Arrubla y Martínez, le propuso al Cabildo la compra de un predio correspondiente al huerto del convento de La Concepción, para la construcción de la plaza de mercado y la administración de esta. El proceso de negociación de Arrubla para conseguir el lote tardó ocho años, periodo en el cual el Cabildo intentó adjudicar el contrato a otro proponente. Las razones, además de la demora en la adquisición del predio, eran las condiciones administrativas que solicitaba Arrubla y que incluían el cobro de impuesto para tener un local de expendio de víveres en la plaza, y la prohibición total de tener locales por fuera de dicho edificio. Esto generaba un monopolio que el distrito quería evitar. A pesar de los intentos por cancelar el contrato, el Cabildo tuvo que ceder a las solicitudes de Arrubla, pues ya era dueño del lote que la misma entidad había definido para la construcción de la Plaza. De esta manera, Arrubla logró poner a su favor la propuesta del Cabildo, pues una vez adquirido el lote no había

135  «La intención de separar rito del mercado del rito católico y en general de otros ritos y modos de vida más reposados y civilizados constituyó un acto de innovación política y urbanística que ordenó y estructuró funciones mediante una delimitación espacial derivada de las variaciones del concepto de plaza: plaza de toros, plaza de armas, plaza fundacional, plaza de la aduana, de las cuales la única que poseía un techo era la plaza de mercado.» William García Ramírez, Plaza central de mercado de Bogotá, Las variaciones de un paradigma 1849-1953, (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana y Universidad Nacional de Colombia, 2017), 33

manera en que se pudiera revocar el contrato. Así que tuvieron que ceder a las solicitudes del constructor. [136] La importancia que jugó la propiedad de la tierra, y la administración de un proyecto municipal, van a ser claves importantes para tener en cuenta cuando veamos el caso de Rosas.

La inauguración de la primera etapa de La Concepción se llevó a cabo en enero de 1864, mientras el proyecto arquitectónico contemplaba dos etapas totales. Por esta razón, rápidamente la plaza fue insuficiente para la ciudad, y en el periodo entre 1875 y 1882 se hizo evidente la necesidad de consolidar todo un sistema de abastos que contemplara nuevas edificaciones. La finalidad principal era acabar con el monopolio de La Concepción, pero también separar los diferentes usos del mercado, pues incluso con el nuevo edificio, seguía practicándose como lo había descrito Gosselman: víveres, animales y manufacturas, todas en el mismo lugar. Por esta razón en 1882, el alcalde Carlos A. Gónima, emitió el Acuerdo 9 «sobre administración fiscal de las Plazas de Mercado» donde establecía cuatro tipos diferentes de plazas dependiendo de los productos a distribuir, buscando así mejorar las condiciones de salubridad. Se distinguía entre plaza de abastos, de madera, de cerdos y de animales en pie. [137]

* *

En ese contexto, se emitió en 1881 el Acuerdo número 1, donde se proponía la construcción de una nueva plaza de mercado en el sector de Las Nieves. El Acuerdo, al igual que con la Plaza de La Concepción, especificaba el lote exacto donde debía ubicarse, la forma de financiación para la compra del predio y los lineamientos para su construcción. La nueva plaza debía edificarse en «…la manzana que forma el solar de un

136  García, Plaza central, 36

137  García Ramírez, Plaza central, 2017, 49

POBLACIÓN POR PARROQUIAS

AÑO / PARROQUIA

FUENTE: MEJÍA, LOS AÑOS, 352.

solo dueño, encerrado en las calles 9ª i 10ª al norte (o sean la 3ª de las carreras de San Félix i Tarqui i las carreras 3ª i 4ª al occidente o sean de las carreras de Tunja y Vélez.)», [138] esto es en lo que hoy comprende la manzana entre las calles 19 y 20, entre Carrera Octava y Novena.

Según el Acuerdo, la municipalidad destinaría la suma de $5,000 para comprar el predio y $3.000 para la preparación del área. Esto se iría recuperando con el cobro de diez centavos por metro cuadrado alquilado, aportando en partes iguales para recuperar la inversión y para encargar la construcción del edificio específico para la plaza. Además de los lineamientos de localización y administración, el Acuerdo señalaba que dicha plaza se denominaría «‹Plaza de los fundadores de Bogotá,› i en su centro se levantará en piedra una columna triangular donde serán grabados los nombres de Jiménez de Quesada, Federman, Benalcázar i sus compañeros», [139] vinculando una vez más la memoria del Fundador y sus compañeros con los espacios urbanos de Las Nieves, relación que como ya hemos visto, nos ha llevado a encontrarnos con Jiménez de Quesada en más de un rincón de este sector de la ciudad.

Pero volvamos al Acuerdo para revisar por qué Las Nieves fue el lugar elegido para ubicar la segunda plaza de mercado de la ciudad, especialmente cuando todavía estaba pendiente la construcción de la segunda parte de la plaza de La

138  «Acuerdo nº1 de 1881. Por el cual se establece una plaza de mercado», Registro Municipal, 15 de enero de 1881, nº124, 521

139  «Acuerdo nº1 de 1881», 521

Concepción. Una primera hipótesis sobre la elección del lugar puede responder a la densidad de población de Las Nieves. Si vemos en la Tabla de “Población por parroquias”, encontraremos que, a pesar de las crisis demográficas y los auges de aumento de población, Las Nieves se ha mantenido como la segunda parroquia más poblada de la ciudad. Esta razón parecería suficiente para considerar la instalación de una plaza de mercado en este sector para descongestionar la de La Concepción y brindar el servicio a un número importante de habitantes.

Además, Las Nieves presenta otra característica importante: su ubicación es de fácil acceso para el sistema de abastos teniendo dos rutas de conexión: una al norte, con el Camellón de la Alameda, y otra por el Camino de Occidente. Además, para 1881, las manzanas de la zona occidental de Las Nieves estaban todavía en proceso de consolidación, haciendo más sencilla la compra y adecuación del lote, sobre todo, después de los problemas que había tenido la administración municipal con la adquisición del de La Concepción.

Sin embargo, como veremos a continuación, estas hipótesis no son completamente acertadas para explicar la necesidad de una plaza de mercado en el sector, si bien las condiciones demográficas jugaban a favor de Las Nieves, especialmente por la cantidad considerable de solicitudes de los vecinos que pidieron la construcción de la plaza. El segundo factor de localización seguirá siendo un tema de debate, pues el Cabildo decidió el lugar de la construcción en función a su cercanía con la zona central y no por su conectividad hacia el exterior de la ciudad.

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Continuando con el proceso de construcción de la Plaza de los fundadores de Bogotá, debemos avanzar hasta 1884, año en que empieza la relación entre Paulino Rosas y el Municipio.

Ese año, en diferentes debates del Concejo Municipal se hizo referencia a la necesidad de construir nuevas plazas, no solo de mercado, sino de maderas y de espectáculos públicos, y en diferentes zonas de la ciudad [140] Por esa razón ese mismo año se abrieron por licitación dos concursos: uno para construir una plaza de maderas, carbón y miel; y el segundo, para la plaza de mercado de Las Nieves. Empezaremos por el proceso de la plaza de mercado, y más adelante retomaremos el proceso de la plaza de maderas.

La primera referencia que encontramos en mayo de 1884 es un informe entregado al Concejo Municipal, donde los señores Andrés Londoño y Adolfo Vargas, pidieron el privilegio para construir la plaza de mercado de Las Nieves. El señor Londoño, abogado de oficio, no era residente de Las Nieves. Sin embargo, y aunque no contamos con la ubicación exacta del predio que ofrecían, sabemos por el Catastro Municipal, que Vargas tenía cuatro lotes ubicados entre las calles 22 y 20 entre carreras Décima y Doce, avaluados entre $6,000 y

140  Registro Municipal, 20 de abril de 1884, nº208; 1 de mayo de 1884, nº209; 10 de septiembre de 1884, nº222; 1 de octubre de 1884, nº224; 10 de noviembre de 1884, nº229

PLAZA DE LAS NIEVES. CA. 1900. AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA

$50,000. Durante el debate que se llevó a cabo para diseñar el Acuerdo, se presentó una segunda propuesta de una sociedad sin identificar. Ante estas dos opciones los concejeros decidieron unificar las condiciones de ambos peticionarios para construir el documento oficial que permitiera la participación de cualquier sociedad o individuo. [141]

Para agosto, una tercera sociedad que también quería el privilegio de construcción, y de la cual era gerente el Sr. Camilo Carrizosa, envió a la Municipalidad un borrador de las condiciones del contrato para construir una plaza de mercado en Las Nieves, donde señalaba

…que habiendo llegado a ser una necesidad urgente la creación de una nueva plaza de mercado en esta ciudad, tanto por el aumento notable de la población, como los inconvenientes que presenta la que hoy existe, varios ciudadanos interesados en remediar este mal y atendiendo á los deseos expresados en distintas ocasiones por los vecinos del barrio de las Niéves [sic], han creído que formando una sociedad que tome á su cargo la construcción de dicha plaza, atenderán á esta urgente necesidad pública, no menos que á los intereses del Distrito y á su propia utilidad… [142]

Para ese fin la Sociedad de Carrizosa, disponía de un lote de 10.000 varas cuadradas «… a cien varas de distancia del Camellón del Norte a inmediaciones de la Plaza de San Diego.» [143]

141  «Devuélvase original la solicitud de los señores Vargas y Londoño, y dígaseles que la Municipalidad estimaría que ellos presentarán un memorial en el cual señalen las condiciones esenciales con que puedan hacer la Plaza de mercado, y las que á su turno exijan al Distrito, para tenerlas en cuenta al discutir las presentadas por una sociedad que pide también privilegio para construir una Plaza de mercado.» Con la modificación «…para tenerlas presentes al discutir el proyecto de Acuerdo sobre establecimiento de Plazas de mercado.» En: «Acta de la sesión del día 16 de mayo de 1884», Registro Municipal, 10 de julio de 1884, nº216, 802 142  Municipalidad de Bogotá - Expedienté [sic] en que constan los antecedentes del contrato celebrado con el Sr. Nepomuceno Posidio Rosas sobre establecimiento de una plaza de mercado en el barrio de Las Nieves. «Carta de Camilo Carrizosa», [6 de junio de 1884], AGN, Sección notarías, Notaría Segunda 143  «Carta de Camilo Carrizosa», AGN

PLIEGO DE CARGOS PLAZA DE MERCADO EN LAS NIEVES. 1884. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. SECCIÓN NOTARÍAS, NOTARÍA 2, 16 DE AGOSTO DE 1884

El borrador de contrato entregado por la Sociedad contaba con doce cláusulas que definían ubicación, diseño, condiciones de construcción, tarifa de renta, condiciones de administración, usos permitidos y compromisos del Distrito. Algunos de estos fueron modificados por los concejeros para construir el pliego de condiciones definitivo que se publicó el 16 de agosto con fecha de cierre el 25 de septiembre de 1884.

En la sesión del Concejo del 26 de septiembre, se dio lectura al acta de adjudicación del contrato, cuyo beneficiario fue el señor Nepomuceno Posidio Rosas, pues «…no habíendose presentado en la licitación para este día otra propuesta […] para el establecimiento de una plaza de mercado en Las Nieves, y en atención a que tal propuesta reúne todas las condiciones establecidas en el pliego de cargos…» [144] El señor Nepomuceno P. Rosas se comprometía según el contrato a edificar en un año «… una plaza de mercado situada á la izquierda del camellón que va de La Capuchina para San Diego, a una cuadra de distancia de dicho Camellón, plaza que medirán área de ocho mil metros cuadrados […] Nepomuceno Posidio Rosas se compromete a ceder en propiedad al distrito las calles que tenga necesidad de abrir á los costados de la plaza y las demás relacionadas con estas, siempre que tales calles se encuentren en terreno del señor Paulino Rosas.» [145] Es así como entra en esta historia Paulino Rosas, hijo del Sr. Nepomuceno, y dueño del predio que se ofreció para construir la plaza. Dicho lote hacía parte del mismo globo de tierra que había adquirido Paulino Rosas en febrero de ese mismo año al señor Fernando Sánchez. [146] Por la lectura

144  Escritura 1216, [29 de septiembre de 1884], AGN, Sección Notarías, Notaría Segunda

145  Escritura 1216, [1884], AGN

146  Escritura 180, [10 de febrero de 1884], AGN, Sección Notarías, Notaría Primera

del acta de adjudicación sabemos que ninguno de los otros interesados (Vargas y Londoño, ni la Sociedad de Carrizosa) se presentaron. Lo que no podemos confirmar es si existía alguna vinculación entre la Sociedad y el proyecto de los señores Rosas, pues en el pliego de propuestas enviado por el Sr. Carrizosa se hablaba de instalar la plaza en inmediaciones de la Plaza de San Diego y a cien varas del Camellón del Norte, ubicación similar a la del ganador, aunque no da muchas más indicaciones para saber si coincidían.

En dicha sesión del Concejo se sometió a aprobación la adjudicación del contrato, lo cual generó la oposición del regidor Peña quien encontraba inapropiada la ubicación del lote «…porque está completamente excéntrico de la población y muy cercano á los Cementerios públicos…» [147]

Este señalamiento fue cuestionado por sus compañeros regidores. Además, su oposición se invalidaba con la sola lectura de los pliegos de cargos que habían redactado un mes atrás los consejeros, donde pedían que el lote estuviera ubicado «…dentro de la zona del terreno comprendida entre dos líneas dirigidas de Este á Oeste y que pasen, la una por el Parque del Centenario y la otra por la Plaza de Santander». [148]

Después de presentar esta negativa, el regidor Peña recordó al Concejo que estaba en proceso la posibilidad de obtener los títulos de propiedad del terreno ‹Frascati›, ubicado sobre el Camellón de la Alameda vieja, entre calles 16 y 17 y que se extendía hacia el occidente hasta la Carrera Diecisiete, y que en caso de obtener la propiedad, podría ser apta para una plaza de mercado por su localización. Lo que no sabía Peña era que Paulino Rosas había enviado un memorial al Síndico Municipal tres días antes del cierre de la licitación. En ella se encontraba la razón incuestionable para adjudicarle el contrato.

147  Registro Municipal, 1 de diciembre de 1884, nº231, 952

148  Municipio de Bogotá, Pliego de cargos: Plaza de mercado en Las Nieves, [16 de agosto de 1884], AGN, Sección notarías, Notaría Segunda

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En la misma sesión del 26 de septiembre, después de las oposiciones del Regidor Peña, el señor Síndico Municipal trajo a colación el memorial que Paulino Rosas había entregado al Concejo antes del cierre del concurso «…en el cual ofrece gratuitamente á la Municipalidad un área de terreno á la izquierda del camellón que va de La Alameda para San Diego, con el fin de que se establezca en ella una plaza de mercado…» [149] Con este ofrecimiento, la Municipalidad debía estudiar cuidadosamente su decisión sobre la adjudicación del privilegio, pues teniendo la cesión gratuita del terreno se volvía aún más competitiva que la opción, aún incierta, del terreno Frascati. De esta manera se decidió que «La Municipalidad aprueba en todas sus partes el contrato celebrado por el Concejo administrativo del Distrito con el señor Nepomuceno Posidio Rosas, sobre establecimiento de una plaza de mercado de víveres en el barrio de Las Nieves.» [150]

Finalmente, en esa misma sesión del Concejo, los señores Rosas pidieron una modificación al contrato pues según el pliego de cargos el área del lote debía ser de ocho mil metros cuadrados, pero el predio cedido por Paulino Rosas era de diez mil varas cuadradas, es decir seis mil cuatrocientos metros cuadrados de superficie. Dicha solicitud quedó aprobada y el 17 de diciembre de 1884 se publicó el Acuerdo número 28 aprobatorio del contrato entre el Concejo administrativo del Distrito y el señor Nepomuceno Posidio Rosas. Así terminó el año de 1884 y el proyecto de Rosas corría su rumbo de manera exitosa.

149  Registro Municipal, 1 de diciembre de 1884, nº231, 952

150  Registro Municipal, 1 de diciembre de 1884, nº231, 952

* * *

Dejemos por un momento el proyecto de la plaza de mercado de Las Nieves, para revisar el plan que Paulino Rosas venía trabajando desde febrero de 1884 en ese mismo lote. En marzo, un mes después de la compra del predio, Rosas envió una solicitud al Concejo Municipal ofreciendo el terreno para una plaza de espectáculos públicos. Como ya sabemos, la municipalidad estaba debatiendo la construcción de diversas plazas de espectáculos, maderas y víveres en toda la ciudad por lo cual Rosas aprovechó para proponer una de estas en su nuevo predio. Sin embargo, esa primera propuesta no fue aceptada por los regidores, quienes respondieron de la siguiente manera: «Niéguese el contrato propuesto por el señor Paulino Rosas, y llámese á licitación para contrato de compra-venta de una hectárea de tierra lo más central para establecer la plaza destinada á espectáculos públicos.» [151]

El mismo mes de marzo, después de esta negativa, Rosas volvió a presentar una segunda propuesta al Concejo, esta vez dentro del proceso de adjudicación de un contrato para comprar un predio donde se pudiera instalar la plaza de maderas, carbón y miel. En este concurso estaba compitiendo contra la oferta del señor Foción Valderrama, quien disponía de un lote de tres fanegadas ubicado en «…la zona de prolongación de las plazas de Bolívar, de mercado y de Los Mártires, á razón de cincuenta centavos la vara cuadrada», mientras que el predio de Rosas era de diez mil varas cuadradas a «un peso de ley la vara cuadrada.» [152] Ante estas dos propuestas se realizó, en junio, una comisión de inspección de los predios, incluyendo un predio más, de propiedad del Sr. M. Plata Azuero situado frente a la Estanzuela.

Del predio de Rosas se señaló que «…es de una superficie desigual, pero el vendedor ofrece terraplenarla; carece de

151  Registro Municipal, n°209, (1 de mayo de 1884)

152  Registro Municipal, año IX, n°215, (1 de julio de 1884)

aguas que se podrían poner fácilmente de las mismas que proveen las fuentes de San Diego, se le puede dar á la plaza las dimensiones que se quieran; se puede construír [sic] en los cuatro costados de ella.» [153] De igual manera señalaba algunas ventajas de la ubicación del predio, como por ejemplo: «…las maderas se ponen con más ventaja al alcance de los compradores por ser el lado norte donde más se edifica y hacia donde más se extiende la población […] para la venta de carbón se consultan más los intereses de los vendedores y compradores por ser del norte de donde más se introduce.» [154] Finalmente se destacaba que Rosas «dá al Distrito mayores facilidades para el pago y ofrece ceder gratuitamente el terreno por donde deben abrirse varias calles; ha trazado ó demarcado en el terreno que posee, varias manzanas y ha empezado la construcción de edificios en ellas.» [155] Sin embargo, en julio el Concejo aprobó el contrato con Foción Valderrama, dejando una vez más a Rosas sin proyecto.

Por eso, para septiembre, cuando cerraba el concurso por la plaza de mercado de Las Nieves, Rosas ya había aprendido suficientes lecciones. Su memorial al Síndico Municipal ofreciendo gratuitamente los predios, era su última oportunidad, desesperada, de consolidar un negocio con el Municipio. Su estrategia funcionó. No solo le adjudicaron el contrato, sino que, entre septiembre y diciembre, el negocio con sus lotes adyacentes se disparó. Entre el 29 y el 30 de septiembre, dos días después de la firma del contrato, Rosas vendió siete lotes a tres compradores diferentes, y en cada una de las escrituras de venta dejó referencia de la futura construcción de la plaza de mercado. [156] Esto demuestra que efectivamente la aprobación del proyecto de una plaza pública se convirtió en

153  Registro Municipal, n°222, (10 de septiembre de 1884)

154  Registro Municipal, n°222, (10 de septiembre de 1884)

155  Registro Municipal, 10 de septiembre de 1884, nº222, 917

156  Escritura 1225 (Venta de Paulino Rosas a Federico Oramas) [29 de septiembre de 1884]. Escritura 1226 (Venta de Paulino Rosas a Ángel María Gómez [29 de septiembre de 1884]. Escritura 1229 [30 de septiembre de 188], Venta de Paulino Rosas a Felipe Paúl, AGN, Sección Notarías, Notaría Segunda

un valor agregado para sus lotes. Y si bien, la zona tenía potencial de crecimiento, el establecimiento de un equipamiento público garantizaba mayor éxito en ventas y mayor valor de los predios vecinos.

Pero algo falló en el camino. Una vez adjudicado el proyecto de la plaza de mercado, Rosas siguió enviando cartas a los consejeros municipales. En ellas insistía en la importancia de construir en su predio la plaza de maderas, sin importar que ya hubiera sido adjudicado a Foción Valderrama. Así lo expresó en la carta de diciembre de 1884 cuando recapituló el proceso de la siguiente manera:

En esa propuesta ofrecí yo gratuitamente á la Municipalidad dos fanegadas de terreno para las calles adyacentes á la plaza de maderas y carbón. Este ofrecimiento lo retiro hoy, porque ya cedí igual espacio de terreno gratuitamente á la municipalidad para las calles adyacentes de la plaza de mercado de las Nieves.

Mejoro la propuesta que tengo hecha ofreciendo dar al distrito, para plaza de maderas y carbón, el expresado terreno número 6, […] O bien, ofrezco gratuitamente el uso del mismo terreno número 6 para la plaza de maderas y carbón por el término de diez años, vencidos los cuales entraré nuevamente al goce absoluto de mi propiedad. [157]

Ante esta insistencia, el Concejo aprobó la propuesta y la elevó a escritura pública en enero de 1885. Durante el transcurso de ese año sabemos que el privilegio de construcción

157  Municipalidad de Bogotá - Expedienté [sic] en que constan los antecedentes del contrato celebrado con el Sr. Nepomuceno Posidio Rosas sobre establecimiento de una plaza de mercado en el barrio de Las Nieves. «Carta de Paulino Rosas», [22 de diciembre de 1884], AGN, Sección notarías, Notaría Segunda

PLANO DEL PREDIO DE PAULINO ROSAS DONDE SE VE EL DISEÑO INICIAL DE LOTES INCLUIDA LA PLAZA DE MERCADO DE LAS NIEVES. 1884. PLANO ELABORADO POR RUPERTO FERREIRA. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

PAULINO ROSAS. PLAZAS PARA LAS NIEVES

de la plaza de mercado pasó a nombre de la Compañía de la plaza de mercado de Las Nieves, cuyo gerente era Justino Jaunnat y que fue reemplazado el mismo año por Paulino Rosas quien adquirió todas las acciones de la compañía.

Catorce meses después de adquirir el predio, Paulino Rosas tenía adjudicadas la construcción de una plaza de mercado, una de maderas y por lo menos siete lotes vendidos a privados. Su plan había funcionado, sin embargo, las dudas del regidor Peña seguían rondando como susurros las sesiones del Concejo. Además, como la adjudicación de la plaza de maderas se dio de forma cuestionable, su construcción no había iniciado tres años después, mientras que los diez años de privilegio de Rosas sí lo hacían. Rosas estaba entonces, ante una carrera contra reloj para poder gozar del beneficio de tener consolidadas las dos plazas en sus predios.

En 1888, el regidor Próspero Pereira Gamba presentó los argumentos contra el alegato impuesto por Paulino Rosas al Juez primero del Circuito de Bogotá. En ellos incluía juicios de diversa índole: los primeros sobre las condiciones en que se había realizado la negociación entre Rosas y el Distrito, negando la existencia de un contrato.

La base de su argumentación es la de que ha existido un contrato, […] pero tal instrumento no contiene ese carácter, pues no hay en él cláusulas convenidas por dos partes, legalmente autorizadas de antemano, las cuales luego de haber cerrado el pacto lo hubiesen elevado para su aprobación al Concejo Municipal, á fin de que éste la impartiera por medio de un acuerdo, discutido en tres debates y sancionado por el Alcalde, como lo determinan las leyes. [158]

Y continuaba:

158  Próspero Pereira Gamba, «Alegato á nombre del Distrito de Bogotá en el juicio con el señor Paulino Rosas sobre cumplimiento de un contrato», Registro Municipal, 6 de febrero de 1888, nº354, 1.613

Lo que hay en dicho documento es una obligación contraída expontánea y voluntariamente por el señor Paulino Rosas y aceptada por el Síndico ó Personero del Distrito; obligación que daría derecho á cualquiera de las dos partes para exigir que sobre ella se formulara ó formalizase un verdadero contrato. Examinando bien el compromiso del señor Rosas, se vé que en el fondo encierra una donación á título oneroso, como claramente allí se dice, y lo confiesa también el interesado; y siendo así, es antilógico y tal vez absurdo que el donante quiera obligar al donatario al cumplimiento de una cosa indeterminada, que procede de una concesión suya, enteramente gratuita. [159]

El segundo grupo de observaciones giraron en torno a las críticas sobre la ubicación del predio de Rosas. Una vez más, tanto los imaginarios sobre esta zona de Las Nieves, como las condiciones físicas del lugar, eran objeto de cuestionamientos. Los comentarios que surgieron en el debate de la Plaza de Mercado reaparecían en el proceso de la Plaza de Maderas. Esta vez con el agravante de que este trámite tenía fallas en su proceso de adjudicación.

Los inconvenientes que surgieron para que pudiera quedar definitivamente establecido aquel mercado, provenientes de lo excéntrico del sito, la vecindad de los cementerios y los malos pasos en algunos caminos, no los ha podido allanar el señor Rosas; pero el Distrito […] hace lo posible para dejar expeditas las vías que conducen á dicho lugar, á fin de desvanecer en los negociantes la repugnancia que tienen de concurrir allí y la costumbre de expender sus artículos en el barrio de San Victorino. [160]

159  Pereira Gamba, «Alegato» 1.613

160  Pereira Gamba, «Alegato» 1.614

Línea del tiempo. Paulino Rosas.

Acuerdo número 1 «Plaza de los fundadores de Bogotá».

Paulino Rosas compra el lote de Fernando Sánchez.

1881

1884

Paulino Rosas presenta propuesta al concurso para establecer una plaza de maderas en su predio.

Adjudicado el contrato de la plaza de maderas a Foción Valderrama.

Paulino Rosas envía solicitud al Concejo para una plaza de espectáculos públicos en su predio.

Petición de Londoño y Vargas para construir plaza de mercado de Las Nieves.

Publicación de pliego de cargos para la plaza de mercado de Las Nieves.

Paulino Rosas vende siete lotes a compradores privados.

1885 1888 1893

Propuesta de la sociedad de Camilo Carrizosa para construir la plaza de mercado de Las Nieves.

Adjudicado el contrato a Nepomuceno Posidio Rosas.

Aprobada la segunda propuesta de Paulino Rosas para construir la plaza de maderas en su predio.

Acuerdo número 18, establecimiento de una plaza de mercado en el predio de Tomás Arturo Londoño.

El Municipio devuelve a Paulino Rosas el dominio completo de sus predios.

CONVENCIONES

CONCEJO MUNICIPAL

PAULINO ROSAS

LONDOÑO Y VARGAS

CAMILO CARRIZOSA

El proceso giraba en torno a la acusación de Rosas al Distrito por incumplimiento de los términos del contrato, el perjuicio que esto le ocasionaba y las pérdidas de dinero que le generaba. Los concejeros, que parecían conocer el proyecto de valorización de Rosas dejaron claro en su rendición de cuentas, que nada de eso era cierto. Y que además Rosas ya había recibido un buen usufructo de su predio, incluso sin estar construidas ninguna de las dos plazas.

Que el señor Paulino Rosas, en vez de haber sufrido pérdidas en el negocio que hizo con la Municipalidad, ha obtenido ganancias enormes, porque siendo su principal propósito el de hacer valer sus terrenos, según lo dijo en las varias representaciones que figuran en autos, resulta que todo el globo de tierra dibujado en el plano, le costó trece mil quinientos pesos ($13,500) […] y que apenas se inició el establecimiento de la ya referida plaza vendió veintidós (22), lotes por valor de treinta mil cuatrocientos cinco pesos ($30,405), siendo de advertir que antes ofrecía la vara cuadrada á cuarenta centavos (cs. 40) […], y después la vendió á precios más altos, cuyo mínimo fue de un peso fuerte. [161]

La respuesta del Concejo Municipal al alegato de Rosas no fue el final del proceso, el pleito continuó sin ningún avance en las obras, hasta su conciliación en 1893. En el transcurso de esos nueve años, entre la adjudicación de la plaza de mercado y la conciliación, tanto Rosas como el Concejo apelaron a varias acciones respecto al proceso. Rosas, continuó vendiendo predios con el argumento de la construcción de las Plazas y valorizándolos, mientras enviaba memorandos y alegatos por incumplimiento de los términos. Por su parte, el Concejo, siguiendo los argumentos de la mala localización de los predios de Paulino Rosas, buscó nuevos proyectos para construir

161  Pereira Gamba, «Alegato» 1.614

la Plaza de Mercado. Incluso en 1888 alcanzó a decretar por el Acuerdo 18 del 12 de julio, el establecimiento de una plaza de mercado para Las Nieves en un predio de Tomás Arturo Londoño ubicado en la calle 22 con carrera 9ª. [162]

El pleito terminó minando los dos procesos, el de la plaza de mercado y el de maderas, dejando a Rosas con su proyecto a medio camino, pues había alcanzado a vender algunos de los lotes aledaños. Desconocemos si la conciliación le implicó algún tipo de reclamo por parte de los compradores, lo que sí sabemos es que ninguna de las plazas se construyó en su predio. [163] Así finalizaron nueve años de luchas por consolidar un proyecto inmobiliario en zonas excéntricas de la ciudad.

Que habiendo sobrevenido diferencias entre el Distrito y Rosas acerca de la ejecución del contrato de privilegio que consta en la escritura número mil doscientos diez y seis de veintinueve de septiembre de mil ochocientos ochenta y cuatro y sobre el contrato que consta en la escritura número veintiocho de veintiuno de enero de mil ochocientos ochenta y cinco, se ocasionaron dos pleitos, promovido el uno por el Distrito costa los concesionarios del privilegio, en el Juzgado segundo de este Circuito, é iniciado el segundo por Rosas contra el Distrito en el Juzgado primero del mismo Circuito. [164]

* *

Después de este recuento de las diferentes propuestas que diseñó Paulino Rosas para vender y valorizar su predio, podemos imaginarnos la desazón que debió sentir al firmar la

162  «Acuerdo número 18 de 1888» Registro Municipal, nº370, 20 de julio de 1888, 1.680

163  Farfán Rodríguez, Una ciudad al occidente, 164

164  Escritura número 530, [8 de abril de 1893], AGN, Sección notarías, Notaría Segunda

conciliación con el Distrito. Después de nueve años de estudiar los proyectos de la municipalidad; de enviar propuestas y contra propuestas para lograr que se eligiera su lote para construir un equipamiento urbano, Rosas volvió a quedar con sus predios vacíos y sin poder cumplir las promesas de valorización que le hizo a los compradores de los lotes aledaños.

Esa desazón que deja la lectura de todos los informes, memorandos y contratos, es un síntoma de una lucha por consolidar un negocio que aún es incipiente en la ciudad. Lo que encontramos en el proceso de Rosas, es que hay similitudes con el caso de Liévano y la plaza de mercado de la Concepción, pero también hay diferencias: especialmente que el proyecto de Rosas no se limitó a buscar el usufructo de la plaza por un periodo de tiempo, sino que además vio en ésta una posibilidad de valorizar el resto de los predios que había parcelado alrededor. Lo que buscaba Rosas era atraer actividades a una zona alejada del centro para garantizar que los posibles compradores quisieran establecerse en sus predios. Además, había identificado que las plazas se están convirtiendo en centros que pueden apalancar el crecimiento de los sectores aledaños.

Es posible que Rosas comparta la apreciación de los regidores sobre la zona norte de Las Nieves «...donde más se edifica y hacia donde más se extiende la población…» [165] Por eso su interés en comprar esos lotes excéntricos, para parcelarlos y venderlos anticipando su valorización. Sin embargo, no era suficiente esperar a que la ciudad creciera hacia el norte, Rosas quiso generar ese cambio y agilizar el proceso de crecimiento de la ciudad hacia la dirección que a él le convenía. Es eso lo que lo diferencia de otros propietarios de lotes similares: su interés no es convertirse en rentista, sino construir negocios inmobiliarios que le generen amplias ganancias en tiempos más cortos. Recordemos que, al mes de haberle comprado el predio a Fernando Sánchez, ya estaba

165  Registro Municipal, n°222, 10 de septiembre de 1884, 917

proponiendo proyectos al Concejo Municipal, y que dos días después de adjudicado el beneficio para la construcción de la plaza de mercado, estaba protocolizando la venta de siete lotes de su propiedad. Los tiempos son importantes, porque hablan de una concepción de la tierra dentro de una lógica de mercado, en la cual el objetivo principal es recuperar la inversión inicial lo más pronto posible, para poder continuar con otro negocio.

Sin embargo, los imaginarios sobre la zona occidental de Las Nieves jugaron un papel importante y constante en las negativas de los regidores. Observaciones tan tajantes como llegar a decir que era repugnante, muy cercano de los cementerios, con sus vías de acceso intransitables y demasiado lejos del centro. Esas dudas nunca fueron saldadas y los regidores terminaron encontrando en las quejas de Rosas, la oportunidad perfecta para cancelar el contrato, volviendo a retomar su idea inicial de ubicar la Plaza de mercado de Las Nieves en las inmediaciones de la Plazuela. Lo que en un plano parecen un par de cuadras de distancia, son en realidad dos universos diferentes: entre los extramuros y la ciudad misma. Por eso debemos seguir nuestro recorrido por la Alameda Vieja hacia el sur, muy atentos de esas condiciones físicas de la zona occidental, a ver si seguimos encontrando esos prejuicios, o si en el camino nos topamos con unos nuevos imaginarios por cuestionar *

La Alameda Vieja *

LA CIUDAD EN CONSOLIDACIÓN

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE

Saliendo del predio de Paulino Rosas nos encontramos en el inicio de la Alameda Vieja. Hacia el sur se abre el panorama de una vía arborizada, la primera en su estilo en la ciudad, que conecta el Parque del Centenario con la Plaza de Nariño, en la parroquia de San Victorino. Este camino, como lo describió Carl August Gosselman en 1825 es «Uno de los paseos más lindos de Colombia […] que se encuentra en el camino a Tunja. Ancha, pareja y casi en línea recta […] A sus costados se encuentran frondosos y antiquísimos álamos, cuyos troncos se unen por una red impenetrable de arbustos y rosales.» [166] El embellecimiento de este paseo inició en 1843, cuando Don Alfonso Tejada decidió arborizarlo y construirle asientos para convertirlo en un lugar de excursión. [167] A pesar de su nombre, no encontramos sembrado ningún álamo, en su lugar hay sauces, robles, cerezos y alisos [168] que acompañan a los escasos paseantes, en su mayoría jóvenes y jinetes. Caminando por esta Alameda es posible encontrarse con algunas de las quintas que marcan el borde occidental de la ciudad. Dichas propiedades se caracterizan en su mayoría por ser grandes extensiones de tierra, dedicadas a pastoreo, alguna fábrica y casas de vivienda. Sus predios lindan con los ejidos de Bogotá, tierras de la municipalidad que empezaron a ser vendidas a particulares desde la década de 1860 [169] y que consolidan el límite entre las zonas urbanizadas y los terrenos dedicados a la agricultura y ganadería. La tensión entre la creciente demanda de viviendas que vivía la ciudad, y las

166  Gosselman, Viaje por Colombia, 290

167  Pedro María Ibáñez, citado en: Moisés de la Rosa, Calles de Santafé de Bogotá: homenaje en su IV centenario, (Bogotá: Imprenta municipal, 1938), 266

168  Ibáñez, Crónicas de Bogotá, 56

169  Farfán Rodríguez, Una ciudad al occidente, 155

grandes extensiones de tierra de pastoreo, definieron la posición social y económica de estas propiedades.

Caminando unas cuadras más al sur, en la esquina de la Calle 22 habita el señor Mateo Morales, herrero de oficio y quien es propietario de un lote y edificios en la Carrera Trece, 248-246. Allí vive con dos inquilinos más, un sastre y un pintor. Desde hace un año, Morales solicitó al Concejo la rectificación del ancho de la Calle 22, pues el trazado del ingeniero municipal dejó una vía de doce metros de ancho, lo cual le reduce el frente de su lote. La solicitud de Morales es que se deje el ancho de la vía de diez metros y diez centímetros, siguiendo los linderos de la cuadra anterior (Cuadra 6ª de la Calle 22). [170]

El proceso que siguió Morales, según el Acuerdo 29 de 1891, fue solicitar el permiso de construcción junto con los planos del proyecto, «… especificando la altura de los pisos, las plantas de ellos, el curso que se ha de dar á las aguas corrientes y de lluvia y la descripción de las cañerías y conductos de aguas.» [171] Después de solicitado el permiso, el Ingeniero Municipal respondió que la razón para demarcar el ancho de la vía de 12 metros, era «…que las dos cuadras anteriores á la cuadra 7ª de que se trata, es decir las cuadras 5ª y 6ª, vendrán á quedar de más de 12 metros de anchura, por cuanto los dueños de lotes del costado sur, han ofrecido ensancharlas al edificar: y por tanto quedaría defectuosa esa calle con una cuadra de 10 metros diez centímetros y los anteriores de 12 y más metros.» [172] La respuesta no fue satisfactoria para Morales, quien mandó una solicitud de revisión al Concejo Municipal pidiendo un proceso de peritaje.

170  Registro Municipal, 14 de enero de 1893, nº578, 3343

171  «Acuerdo número 29 de 1891, por el cual se reglamentan las construcciones que se emprendan en la ciudad», Registro Municipal, 17 de septiembre de 1891, nº524, 3123

172  Registro Municipal, 14 de enero de 1893, nº578, 3343

DETALLE DEL PLANO GEOMÉTRICO DE LA CIUDAD DE SANTAFÉ DE BOGOTÁ. 1791. DOMINGO ESQUIAQUI. COLECCIÓN PARTICULAR. SE RESALTAN LAS MANZANAS ALREDEDOR DE LA ALAMEDA VIEJA

DETALLE DEL PLAN OF THE CITY OF BOGOTÁ, THE CAPITAL OF THE REPUBLIC OF COLOMBIA. 1822. RICHARD BACHE. NOTES ON COLOMBIA TAKEN IN THE YEARS 1822-23, WITH AN ITINERARY OF THE ROUTE FROM CARACAS TO BOGOTÁ AND AN APPENDIX. BY AN OFFICER OF THE UNITED STATES ARMY. PHILADELPHIA. H.C. CASEY & J. LEA. CHESNUT STREET. 1827. SE RESALTAN LAS MANZANAS ALREDEDOR DE LA ALAMEDA VIEJA

DETALLE DEL PLANO TOPOGRÁFICO DE BOGOTÁ Y SUS ALREDEDORES. 1849. AGUSTÍN CODAZZI. COLECCIÓN MUSEO EL CHICÓ. SE RESALTAN LAS HUERTAS ALREDEDOR DE LA ALAMEDA VIEJA.

DETALLE DEL PLANO TOPOGRÁFICO DE BOGOTÁ. 1894. CARLOS CLAVIJO. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. SE RESALTAN LAS MANZANAS ALREDEDOR DE LA ALAMEDA VIEJA.

Sus razones, vinculadas con el derecho a la propiedad privada entraron en tensión con un proyecto gubernamental de consolidar el trazado vial ordenado sobre un sector en el cual se han abierto calles de manera espontánea. Así, el trazado de la ciudad se convierte en otro factor de cambio. Si miramos en planos se puede pensar que las manzanas del sector occidental de la Parroquia están delimitadas desde hacía décadas, lo que nos muestra el caso de Morales es que incluso la misma forma urbana está todavía en constante transformación. Esa fue la razón que presentó el concejal

Aparicio durante las discusiones sobre el caso. La vía en cuestión lleva veinte años de servicio, sin embargo, su trazado se ha transformado a medida que se van construyendo los predios aledaños. Además, el mismo concejal usó un argumento clave para entender la realidad de este sector: «… hoy menos que nunca, cuando se ve el progreso y adelanto de la ciudad sobre todo hacia el lado norte, debe permitirse que se estrechen ó angosten esas calles; tanto menos cuanto […] [se] tiene certidumbre de que los vecinos de las cuadras anteriores á la 7ª de que se trata, ceden al Municipio fajas de tierra suficientes para dejar las cuadras de 12 ó más metros de anchura etc.» [173]

De esta manera, si observamos el plano general del occidente de Las Nieves, con su preeminencia de solares, podemos intuir que las transformaciones posibles no afectan únicamente la consolidación de la manzana, sino que también generan una nueva configuración del trazado urbano, especialmente en la zona que estamos recorriendo, que tiene unas manzanas muy amplias y de trazado irregular. Además, siguiendo el último comentario del Concejero Aparicio, sobre la actividad constructiva en esta zona, podemos inferir que los solares no son vistos únicamente como áreas de cultivo o pastoreo, sino posibles predios para construir, transformando

173  Registro Municipal, 14 de enero de 1893, nº578, 3343

así el uso del suelo y consolidando el carácter urbano de este borde de Las Nieves.

Justo al otro costado de la Alameda, las calles 22, 23 y 24 remataban contra un gran predio. Su área cercada, con una pequeña casa que se alcanzaba a divisar cerca a la Calle 23, será nuestra próxima parada. Con ella terminaremos de tejer los diversos panoramas de este sector que nos ha llevado por lotes con grandes aspiraciones de transformación urbana, a pequeños predios en los que un par de metros hacen la diferencia, construyendo así una zona de la ciudad en visible transformación, no solo en su infraestructura urbana, sino en proyectos privados que buscaban integrar cada vez más el sector noroccidental de Las Nieves, con el resto de la ciudad. Para terminar de completar ese panorama diverso de la Alameda Vieja, nos detendremos en una de las quintas del sector, donde podremos observar otra manera de entender la propiedad privada y su relación con los proyectos de la ciudad *

CARRERA TRECE. CA. 1910. ANÓNIMO. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB-0040

Eleuterio Villalobos *

EL BUEY O EL TREN

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍA DEL MUSEO DE BOGOTÁ

Es aquí, en la Alameda Vieja con Calle 23, donde nos encontramos con la quinta San Antonio de la Azotea, propiedad de la familia Villalobos desde 1851, y que está en manos de los hermanos Eleuterio y Nieves. La quinta está ubicada «… de norte a sur en el Camellón llamado Alameda Vieja, y de éste hacia el occidente las dos quebradizas de las fuentecitas de San Diego y Carnicería de Las Nieves, aguas abajo hasta donde se juntan.» [174] Según las escrituras notariales la propiedad fue dividida entre los dos hermanos por mitades iguales: la que corresponde a la señorita Nieves Villalobos cuenta con «… casas bajas de tapia y teja una, la principal, en un estado ruinoso y la otra de 2 piezas a inmediaciones del camellón Carrera Trece de varios potreros o mangas…» [175] Mientras que de la del Señor Eleuterio solo sabemos que cedió «De la 4ª libre disposición al administrador de sus bienes Sr. Pablo Grande, una casita de tapia y teja que hace parte de La Azotea.» [176] Estas descripciones nos dejan ver que la mayor parte de la propiedad está dedicada a zonas de pastoreo, condición clave para comprender los hechos que sucedieron en febrero. * * *

El 27 de junio terminó el proceso legal de Sebastián Parra contra Eleuterio Villalobos, propietario de la quinta San Antonio de la Azotea. El caso inició el 18 de febrero, cuando un tren que circulaba por la carrilera del Ferrocarril del Norte inhabilitó a

174  Carrasquilla Botero, Quintas, 112

175  Notaría Segunda, Escritura 923 de 11 de junio de 1902. Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36

176  Notaría Segunda, Escritura 1.032 de 16 de julio de 1910, fls. 739 y ss. (755), Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36

un buey que se encontraba en los predios de dicha quinta. La demanda fue impuesta por Parra, quien tomó en arriendo las tierras de San Antonio para pastoreo, y reclamaba a Villalobos una indemnización por el accidente que sufrió un buey de carga de su propiedad. [177]

La demanda se dio entonces buscando una indemnización económica por el perjuicio de perder un animal de carga, tildando de negligente al dueño de los predios por no tomar las medidas de protección necesarias para evitar este tipo de accidentes. El estudio realizado por el Juzgado Tercero municipal, en cabeza de Timoteo Mora, definió que no era procedente el cobro de la multa al Sr. Villalobos, pues había cumplido con todas sus obligaciones como arrendador. Veamos algunas de las razones señaladas por el juzgado para perdonar la condena «…á pagar la suma de noventa y cinco pesos, valor de un buey negro, de carga…» [178]

En primer lugar, se estableció que entre el Sr. Villalobos y el Sr. Parra mediaba un contrato de arrendamiento y depósito, remunerado, donde ambas partes tenían obligaciones establecidas. Entre las principales condiciones que debía brindar el dueño del predio cabe señalar dos: la primera, contar con todos los recursos necesarios para poder cumplir con la alimentación y mantenimiento del animal. Dicha condición se cumplía, pues el lote tenía suficientes zonas de pasto y abrevaderos necesarios; además, según testigos citados, en aquel predio «…se mantienen á pastaje muchos animales por la buena condición de los pastos… [179]» lo que deja claro que Parra no era el único arrendatario en el predio de Villalobos, quien además contaba con sus propios animales. [180]

177  «Juzgados municipales: Sentencia», Registro Municipal, 30 de junio de 1893, nº601, 3.440

178  «Juzgados municipales», 3.440

179  «Juzgados municipales», 3.440

180  Notaría Tercera, Escritura 1.825 de 15 de noviembre de 1881 (571-B), vol. sucesiones, fls. 995 y ss. del tomo 7, Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36

OPERACIONES INMOBILIARIAS SOBRE LA QUINTA DE SAN ANTONIO DE LA AZOTEA ENTRE 1851 Y 1872.

AÑO

1851 Pedro José Villalobos Compra en subasta

Pedro José Villalobos Cabildo de la ciudad Hipoteca

1859 Pedro José Villalobos Lino Castro Amado Venta

1864 Lino Castro Amado Eleuterio Villalobos Venta

1866 Eleuterio Villalobos Francisca G. de Villalobos Venta

1869 Francisca G. de Villalobos Fernando Sánchez Desenglobe y venta

1870 Francisca G. de Villalobos Rosa Barberi Hipoteca

1872 Francisca G. de Villalobos Eleuterio y Nieves Villalobos Herencia

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DEL ARCHIVO FONDO JUAN CARRASQUILLA BOTERO, BLAA.

La segunda condición era el cuidado del buey, situación que había sido objetada por el Sr. Parra diciendo que «…el potrero no estaba convenientemente seguro, pues lo atravesaba la carrilera, y que el arrendador no colocaba allí vigilantes para evitar que los animales fueran atropellados por los trenes.» [181] Ante este argumento aparecieron dos refutaciones: la primera, que el Sr. Parra sabía que las obras para independizar la vía del tren no habían sido concluidas y aún así, no pidió que este defecto fuera solventado. La segunda, que según testigos en dicha Quinta «…se tiene con ellos un cuidado esmerado, manteniendo de día vigilantes para impedir peligros y salidas y sacándolos de allí por la noche y poniéndolos en un potrero distante de la carrilera; y que este cuidado se ha empleado en distintas épocas, y sobre todo en el mes de Febrero, tiempo del siniestro.» [182] De esta manera, el juzgado encontró que el Sr. Villalobos no incumplió ninguna de sus obligaciones como arrendador y que el Sr. Parra sabía del estado en que se encontraba la construcción de la protección de la vía del ferrocarril, razón por la cual no podía pedir indemnización.

181  «Juzgados municipales», 3.440

182  «Juzgados municipales», 3.440

El caso contra Eleuterio Villalobos nos permite explorar la manera en que los dueños de la tierra negocian y mantienen sus propiedades. La quinta San Antonio de la Azotea pertenece a la familia Villalobos desde el año 1851 [183] cuando el señor Pedro José la adquirió por subasta pública. Desde entonces, la familia ha realizado varios negocios usando sus predios como garantía y como forma de generar ingresos por el uso de la tierra. El primer registro lo encontramos en 1859, cuando el mismo Pedro José Villalobos, padre de Eleuterio, vendió la Quinta a Lino Castro Amado y afirmaba en la escritura que «La Quinta la tiene hipotecada a favor del Cabildo de esta ciudad por la cantidad de $270 de a ocho décimos anuales por los arrendamientos de unos terrenos al común de esta ciudad, y que están situados a los costados de los cementerios católicos y de los protestantes de esta misma capital, pero cuyos arrendamientos están pagados hasta el día 18 del mes de Febrero último para adelante, y el Sr. Castro Amado conviene en comprar esta finca con los gravámenes expresados.» [184] Aunque en esta ocasión vendieron la totalidad de la quinta, cinco años más tarde Eleuterio volvió a recuperarla comprándosela al mismo señor Castro.

Más adelante, en 1866, fue la Señora Francisca Garavito de Villalobos, madre de Eleuterio, quien compró la Quinta a su hijo. «El precio fue de 10.100 pesos, prácticamente representado en pago de deudas» [185] lo que da pie a suponer que se seguía usando la tierra como garantía de pago en diversos negocios que no habían terminado de manera exitosa. De igual manera, en 1869 se vendió una porción de tierra, ubicada en la esquina nororiental de la quinta, a Fernando Sánchez. Esta fue la segunda transacción que implicó la venta de los

183  Carrasquilla, Quintas y estancias, 112

184  Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36

185  Carrasquilla, Quintas y estancias, 115

terrenos de San Antonio de la Azotea, aunque en este caso no volvió a hacer parte de los bienes familiares. Finalmente, luego de la muerte de la señora Garavito, iniciaron los negocios de arrendamiento de los terrenos de la quinta para actividades de pastoreo. Esta actividad le genera algunos ingresos al señor Villalobos, aparte de su oficio como negociante, y si seguimos los comentarios de los testigos del caso, «…se mantienen á pastaje muchos animales por la buena condición de los pastos…» [186] es de suponer que el arrendamiento brinda una fuente constante de ingresos.

Esta manera de negociar con la propiedad es común entre varios propietarios de la ciudad, que destacan los beneficios que brinda la compra de bienes inmuebles, pues son menos propensos a la fluctuación de precios a diferencia del papel moneda. [187] Además, al no necesitar mayor inversión para ponerlos a producir, los dueños no se ven afectados por los riesgos que implican los cambios de precio de materiales de construcción y/o de mano de obra. El caso de Villalobos se relaciona con estos principios; pues se dedica a mantener la propiedad de su Quinta y la usufructúa con el arrendamiento para ganadería, evitando incluso la subdivisión o el arrendamiento para viviendas. De esta manera, nos encontramos con un modelo de uso de la tierra basado en el mantenimiento de una estabilidad económica a partir de la propiedad y en la generación de ingresos a partir del arriendo, sin transformación del uso del predio.

* * *

Además de la importancia que representa la propiedad en la estabilidad económica, es importante destacar la manera

186  «Juzgados municipales», 3.440

187  Luis Carlos Colón Llamas, «Crecimiento urbano y mercado de tierras en Bogotá, 1914 - 1944», Territorios, 40, 2019, 122. https://doi.org/10.12804/revistas.urosario. edu.co/territorios/a.6530

en que esta visión se cruza con otro de los aspectos que aparece en la demanda impuesta por Parra. Si bien el primer tema que se deriva de la demanda es el contrato mismo que relacionaba a ambos personajes, es importante profundizar sobre el factor que desata el problema: el Ferrocarril del Norte. Al iniciar la búsqueda de documentos sobre el proceso de construcción de la vía férrea, aparece reiteradamente el nombre de Eleuterio Villalobos en los informes de la Compañía y en los documentos del Ministerio de Fomento, dando así pistas sobre otra característica del manejo de la propiedad. Veamos entonces la historia de la construcción del Ferrocarril, y la manera en que entra Villalobos en dicho proceso.

La aprobación para la construcción del Ferrocarril del Norte se inició en 1884, cuando se adjudicó este proyecto a Juan M. Fonnegra y a Alberto Urdaneta, para ejecutarlo en el transcurso de dos años. [188] Sin embargo, los trabajos no fueron iniciados sino hasta marzo de 1889. Para noviembre de ese mismo año, el señor Fonnegra, que ahora actuaba como único responsable después de la muerte de Urdaneta en 1888, escribió una carta al señor Ministro de Fomento pidiendo la aceptación de la suspensión debido a que «El señor Eleuterio Villalobos se ha opuesto también, formalmente, á dejar continuar los trabajos hacia el Sur del camellón del cementerio de esta ciudad.» [189]En una comunicación de la Compañía del Ferrocarril del Norte en 1892, en respuesta al alegato del Procurador General de la Nación sobre el incumplimiento de los términos del contrato, volvía a aparecer el caso del Sr. Villalobos, «…que los trabajos están suspendidos en los extremos de la parte construída, del lado de Bogotá, desde Mayo de 1890, contra la pared del solar del señor Villalobos…» [190]

188  Documentos relativos a la Compañía del Ferrocarril del Norte, (Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1890) 3-4

189  Documentos relativos, 121

190  Tomás Castellanos, Alegato y solicitud de un acto para mejor proveer, dirigidos por el Presidente de la Compañía del Ferrocarril del Norte: en la demanda promovida por el Procurador General de la Nación ante la Corte Suprema de Justicia, (Bogotá: Imprenta de La Luz, 1892), 33

DETALLE DEL PLANO DE BOGOTÁ. 1891. ANÓNIMO (JULIO CUERVO). COLECCIÓN PARTICULAR. SE RESALTA EN NARANJA EL TRAZADO FALTANTE DEL FERROCARRIL DEL NORTE EN 1891. A SU VEZ, EN SOMBRA NARANJA SE OBSERVAN LAS DIMENSIONES DEL LOTE DE ELEUTERIO VILLALOBOS.

La negativa de Villalobos tuvo suspendida la obra del Ferrocarril por casi dos años aproximadamente, durante los cuales hubo varios intentos de negociación, con él y otros vecinos. En 1890, en una reunión con el ministro de fomento, el señor Eleuterio Villalobos y otros propietarios dejaron claro que «… aun cuando no se opondrán á que el Ferrocarril pase por sus predios, no les es posible ceder la zona sino mediante la correspondiente indemnización, que se determinará por avalúo pericial. » [191]

En esa misma reunión con el ministro de fomento, otros de los propietarios citados decidieron ceder «… gratuitamente la faja zona de terreno que haya de ocupar la vía, sin más condición que la de que se aísle con tapias de dos metros de alto por lo menos, con los correspondientes pasos también aislados para el servicio de sus respectivos predios…» [192] Finalmente, en febrero

191  «Ferrocarril del Norte», Diario Oficial, nº8.045, 30 de abril de 1890, 364 192  «Ferrocarril del Norte», 364

de este año, Eleuterio recibió una indemnización por parte del Gobierno, por un valor de $10.600, [193] una tercera parte del precio en que estaba avaluada su quinta. [194] Entonces ¿Qué podemos intuir de la posición de Villalobos frente a las negociaciones con la empresa del Ferrocarril del Norte? Una primera opción es que la negativa se diera por el impacto del trazado de la vía sobre el predio, pues fragmentaba la quinta de sur a norte. Sin embargo, no encontramos ningún comentario al respecto y cuando se recopilaron los testigos para el juicio contra Parra, se dio a entender que se usaba la totalidad del predio para pastoreo sin que el trazado de la vía interfiriera con las actividades. La segunda deducción tiene que ver con el valor de la tierra. Como ya sabemos, la familia Villalobos usaba los predios de San Antonio para realizar transacciones comerciales, y sabemos que Eleuterio Villalobos es

193  Ministerio de Tesoro, «Tesorería General de la República», Diario Oficial, 6 de febrero de 1893, 170

194  Junta de Catastro, Catastro, 132

ESTACIÓN FERROCARRIL DEL NORTE. CA. 1926. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ. II – 103

DOCUMENTOS RELATIVOS A LA COMPAÑÍA DEL FERROCARRIL DEL NORTE. 1890. BIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO

negociante, es posible suponer que el pleito con el Ferrocarril inició por una disminución en el valor de la tierra. Por esta razón, Villalobos insistió durante dos años en el pago de la indemnización económica y no aceptó la cesión gratuita de la faja de tierra. En este caso, podemos proponer como hipótesis que la relación de Villalobos con la propiedad implica una noción de estabilidad económica, que no incluye una reflexión sobre el poder especulativo y de valorización que puede generar la propiedad. Por esta razón se privilegian los negocios de arrendamiento sin cambio de uso, o las hipotecas como respaldo económico, operaciones que mantienen el valor de la Quinta sin necesitad de mayor inversión ni transformación.

De esta manera vemos como la postura de Villalobos frente a la propiedad de la tierra, es realmente diferente de la del caso de Paulino Rosas, siendo vecinos, e incluso compartiendo predios que pertenecieron a la misma Quinta. La relación económica con la tierra genera impactos muy diversos en el panorama de la ciudad. El caso de San Antonio de la Azotea da continuidad a esa imagen urbana donde predominan de lotes de pastoreo que dan cuenta de la vocación agrícola que antaño tiene este sector de la ciudad *

* El futuro se empieza a ver

15 y 16 de Enero *

ARTESANOS Y POLICÍAS

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E ILUSTRACIONES DE REFERENCIA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ Y COLOMBIA ILUSTRADA

Saliendo de la quinta del señor Villalobos, se va terminando nuestro recorrido por la Alameda vieja, ese paseo arborizado que nos muestra el panorama de una Bogotá entre el campo de las quintas y la ciudad en consolidación. Esta zona es el epicentro del enfrentamiento entre artesanos y policías que se desarrolla entre 15 y 16 de enero, y que inmediatamente se ha convertido en el evento más discutido del año.

Este episodio, al que ya hicimos referencia en nuestra parada frente al panóptico, nos permitirá detenernos en dos grandes temas: El primero, la caracterización de ese grupo social que se conoce como artesanos, profundizando en características como sus necesidades, condiciones de vida y actividad política. De allí se desprenderá el segundo tema, que busca profundizar sobre el impacto de estos enfrentamientos en la organización social de la ciudad. La manera en que se desencadenan los eventos, los lugares que se desarrollan, la forma en que responde el gobierno y la policía, son indicios para entender las lógicas de organización administrativa y social de la ciudad y el impacto de los enfrentamientos en la cotidianidad de estas relaciones.

* * *

El pasado 14 de diciembre, el periódico conservador Colombia Cristiana, inició la publicación de una serie de cuatro artículos titulados «La mendicidad». [195] Como ya hicimos referencia en la parada del Alto de San Diego, este tema es un problema social apremiante para algunos bogotanos. Sin embargo,

195  José Ignacio Gutiérrez, «La Mendicidad», Colombia Cristiana, 14 de diciembre de 1892, 21 de diciembre de 1892, 28 de diciembre de 1892, 4 de enero de 1893.

a diferencia del artículo de Miguel Samper «La miseria en Bogotá», esta serie de publicaciones vincula directamente la mendicidad con un problema de los artesanos de la ciudad. El argumento principal del autor José Ignacio Gutiérrez, es que la miseria a la que llegan los artesanos radica en el abuso de la chicha y los juegos de azar que están asociados al consumo de esta bebida alcohólica. En el transcurso de cuatro entregas, Gutiérrez ha mostrado la manera en que la caridad y la educación pueden mejorar las condiciones de vida de los artesanos y de la ciudad en general. Una manera de ejemplificar su propuesta es con el caso de una «dama inglesa» que ha decidido ayudar a una familia obrera mostrándoles y enseñándoles los beneficios del ahorro.

Movida por el estado lamentable de las familias obreras, emprendió sola su rehabilitación. Comenzó por ganarse la confianza y el cariño de una de estas, y una vez conseguido esto, les pidió le hicieran la gracia de darle á ella la cantidad destinada para alimentación y vivienda, no tocando la suma destinada para licor, que era casi la totalidad del jornal. Con esta pequeña suma prudentemente distribuida fue mejorándoles lentamente la alimentación… […] Una vez satisfecha la primera necesidad, la señora les aconsejó el ahorro, explicándoles que éste consistía en ir acumulando del excedente que queda después de sacar los gastos precisos de la familia, y que se capitalizaban los ahorros colocándolos en unos establecimientos de crédito fundados con este objeto y que tienen el nombre de cajas de ahorros. [196]

A esta propuesta de caridad por parte de sujetos ejemplares, se suma una acción más ambiciosa que vincula al gobierno de la ciudad. Para esto, el autor propone la organi-

196  José Ignacio Gutiérrez, «La mendicidad III», Colombia Cristiana, 28 de diciembre de 1892, 102

zación de juntas barriales, que respondan a la Junta General y que se componen por el «…Cura, el Inspector del barrio y una persona influyente y de espíritu público» [197] quienes llevan el control de los mendigos de su jurisdicción. Cada Junta debe identificar las condiciones de vida de los mendigos para saber las razones de su actividad y proponer la mejor manera de ayudarlo, ya sea enviarlo al Asilo de indigentes o autorizarle la mendicidad, pero con ciertas restricciones:

… si está inhabilitado para el trabajo y si tiene que atender á hijos menores ó padres inválidos, y en tal caso concederles permiso, según la necesidad, para que mendiguen en uno ó más días en el barrio á que pertenecen, obligándolos sí á llevar al pecho una tablilla en que conste el nombre, el barrio, el día ó días en que se le permite mendigar y la firma de la autoridad local, castigándolos con arresto si no cumplen estrictamente la consigna. [198]

Ante estos juicios y señalamientos que iniciaron desde la primera entrega del especial, no se hicieron esperar las críticas y quejas por parte de los artesanos de la ciudad y colegas periodistas de otros medios de comunicación. Las reacciones han sido tan numerosas que la publicación de la última entrega del 4 enero incluye una nota del editor de Colombia Cristiana disculpándose por no haber leído el contenido del reportaje, pero defendiendo las buenas intenciones de Gutiérrez. [199] Mientras tanto, el periódico conservador El Orden, se pronunció una semana después contra Gutiérrez, exaltando las bondades de la clase artesana. [200]

197  Gutiérrez, «La Mendicidad III», 102

198  José Ignacio Gutiérrez, «La Mendicidad V», Colombia Cristiana, 4 de enero de 1893, 111

199  Enrique Álvarez, «Nota editorial», Colombia Cristiana, 4 de enero de 1893

200  El orden, 11 de enero de 1893 en: David Sowell, «The 1893 Bogotazo: Artisans and Public violence in Late Nineteenth-Century Bogota», Journal of Latin American Studies, Vol. 21, nº2, 1989, 272

BOCETOS DE PERSONAJES TÍPICOS DE BOGOTÁ. ALBERTO URDANETA. 1876. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA

Pero el debate en prensa cambió de carácter, y el 12 de enero, según cuenta el hermano de Gutiérrez, las quejas empezaron a ser personales cuando: «Viniendo de Chapinero […] fueron detenidos por unos artesanos ‘cerca de la iglesia de La Tercera reconviniéndole por la aludida publicación y retándolo’». [201] En los días siguientes las amenazas continuaron y se sumaron algunas rondas en las inmediaciones de su casa, ubicada en la Alameda Vieja con Calle 17. Debido a estas constantes amenazas el 15 de enero hacia las once de la mañana, el inspector de policía de la Segunda División recibió la orden de ir a vigilar la casa de Gutiérrez.

Hacia las cuatro de la tarde la situación en las inmediaciones de la Alameda se complicó. La cantidad de artesanos que llegaron a este sitio requirió mayor presencia de la policía, tal como lo describió el Inspector Becerra en su informe posterior:

…á las 4pm de este día se vio aparecer en la calle del Gazómetro [sic] un gran tumulto compuesto de artesanos y jornaleros que en actitud hostil se dirigían hacia la casa de los señores Gutiérrez, ya mencionada. En vista de esto, los Agentes Tomás Pombo, Ramón Medina y Francisco Rodríguez, se dirigieron á la casa citada para con su presencia evitar [..] los atentados que se preveían. Sin embargo de esta previsión, el tumulto avanzó hasta el frente de la casa y la atacó á pedradas, vertiendo insultos y amenazas á muerte contra el autor del artículo mencionado. [202]

Así empezaron a llegar refuerzos de la Primera, Tercera y Cuarta División para poder contener los 400 a 500 artesanos que llegaron hasta el lugar. [203] Sin embargo, no fueron sufi-

201  Eugenio Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá Siglo XIX, (Bogotá: Villegas editores, 2007), 196

202  «Informe de la Comisaría de la 2ª Circunscripción al Señor Director General del Cuerpo de Policía Nacional», Bogotá, 22 de enero de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 469

203  «Informe» Bogotá, 22 de enero de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 470

DOMINGO 15 DE ENERO

4 pm a 11pm

Enfrentamientos frente a la casa de Gutiérrez

LUNES 16 DE ENERO

11am

Aglomeración en el Puente de San Francisco

hacia la casa del General Cuervo

3 pm

Enfrentamientos frente a la casa de Gutiérrez

4 pm

Motín desde Santa Bárbara hacia la Quinta División

5 pm

Enfrentamientos frente a la Dirección de Policía

5 pm

Saqueo a la Tercera División

6 pm

Saqueo a la Segunda División

7 pm

Saqueo a la Cuarta División

7 pm

Intento de saqueo a la casa del General Cuervo

7 pm

Ataque a la Casa de Correción de «Tres Esquinas» y liberación de 200 presas

cientes para impedir los enfrentamientos. Hacia las ocho de la noche, y después de ordenar el cierre de todas las chicherías de la ciudad, el enfrentamiento ya dejaba policías heridos y artesanos capturados. Hacia las diez de la noche, el ministro de gobierno —General Antonio B. Cuervo— tuvo que ir hasta el lugar de los hechos logrando «…con su influjo, y el ascendiente de su palabra, con toda la prudencia que lo caracteriza, ayudó á contener los desórdenes y la exaltación del pueblo enfurecido.» [204] Con esto fue restablecida la calma hacia la media noche, cuando se lograron dispersar todos los manifestantes y únicamente quedaron en la calle los policías de la División Central.

Al día siguiente, la ciudad amaneció con una falsa calma que duró hasta las once de la mañana. A esa hora se vio un grupo de artesanos por el Puente de San Francisco avanzando hacia la casa del ministro General Cuervo, que vivía en inmediaciones del puente colgante. Su objetivo era solicitar la liberación de los presos del día anterior, sin embargo, al no encontrar al ministro en su residencia se devolvieron hacia la casa de Gutiérrez. Allí, la concentración siguió aumentando y hacia las tres de la tarde iniciaron nuevamente los enfrentamientos con la policía, dejando un artesano muerto y más de ocho presos. Con esto, el carácter de la protesta cambió su rumbo hacia un ataque directo contra la policía y el gobierno.

A las cuatro de la tarde un nuevo grupo de artesanos se movilizó desde la parroquia de Santa Bárbara hacia el norte, a la calle de San Carlos, gritando arengas contra el gobierno. En su camino atacaron las oficinas de la Quinta división, ubicada en la calle 4 con carrera Cuarta, y la Oficina Central de Teléfonos donde hirieron al agente de vigilancia. Este grupo de amotinados se dividió en dos hacia las cinco de tarde, el primer grupo se dirigió a la Dirección General de Policía en la Calle 10 frente la plaza de mercado. Tras varios ataques con piedras

204  Wenceslao Jiménez, «Los sucesos de los días 15 y 16», Diario Oficial, 2 de febrero de 1893, nº9.063, 149

y armas de diferente género empezaron a atacar el edificio y a los agentes que allí se encontraban, a lo cual respondieron los policías con disparos, disolviendo el grupo antes de que lograran entrar. «En ese encuentro quedaron muertos una serie de infelices que arrastrados por la corriente devastadora se habían incorporado en el motín; los principales responsables que hacían alarde de su abominable influencia huían despavoridos siendo comprometida la vida de sus compañeros.» [205] Una vez dispersados, los amotinados se dirigieron nuevamente a la casa del ministro de gobierno, esta vez al no encontrarlo decidieron saquearla y después hacer lo mismo en la casa del Inspector Nacional Luis Bernal. Finalmente, este grupo de amotinados se dirigió hacia el sur al Asilo de San José de «Tres Esquinas» donde atacaron el edificio, prendieron fuego a las instalaciones y liberaron a doscientas presas. El segundo grupo partió hacia las cinco de la tarde por la Calle Real con dirección hacia San Diego. Por ese camino llegaron hasta la oficina de la Tercera División en la calle 24, y al encontrarla vacía saquearon y destruyeron el local. Desde allí se devolvieron y pasaron de regreso por la Segunda División donde asesinaron al oficial Julio Martín. Luego fueron al local de la Cuarta División donde nuevamente destruyeron las instalaciones y finalmente se encaminaron hacia la plaza de Camilo Torres (la Capuchina) [206] donde se mantuvieron enfrentamientos hasta las siete y media de la noche. Durante estos ataques, los amotinados construyeron una trinchera frente a la casa del señor Fernando Sánchez, en la Alameda Vieja, justo frente a la casa de Gutiérrez. Desde allí lanzaron piedras y atacaron con armas de fuego a los policías. Ante la escalada de violencia se unió el Batallón de Artillería hacia las seis de la tarde y solo hasta las nueve de la noche lograron finalizar los enfrentamientos.

205  Jiménez, «Los sucesos», 150

206  La aclaración de los dos nombres de la plaza aparece así en: Jiménez, «Los sucesos», 150

Ante estos eventos el Gobierno usó la herramienta del Estado de Sitio para recuperar el control sobre la ciudad. Así, desde Ubaque donde se encontraba el vicepresidente Miguel Antonio Caro, dio la autorización al ministro de gobierno para ejecutar el decreto de Estado de Sitio en la capital. En su discurso al día siguiente, el ministro Cuervo se refirió a los hechos como una revuelta pasajera que no respondía a intenciones políticas e invitaba a los artesanos a dar ejemplo de buen comportamiento.

No se trata evidentemente de ningún movimiento político ni de plan alguno comparable á los que el socialismo y el espíritu de anarquía suelen engendrar en las sociedades. Los hechos que hemos presenciado son la explosión de pasiones maliciosamente agitadas por los que tratan de engañar á la masa de los obreros, por quienes las autoridades y todas las clases sociales abrigan toda clase de consideraciones. […]

Vosotros, más que ninguna otra clase social, estáis obligados á mantener las tradiciones de vuestra honradez, laboriosidad y amor al orden social. [207]

* * *

Estos enfrentamientos evidencian algunas de las tensiones sociales que se viven en la ciudad. Los enfrentamientos con la policía, independiente de su intención, tienen un impacto en el orden urbano. A pesar de encontrar varias hipótesis sobre los motivos de los enfrentamientos, es generalizado el consenso que señala los artículos de Gutiérrez como detonante de las tensiones e inconformidades que han venido sintiendo una fracción de bogotanos. Si seguimos la explicación del

207  Antonio B. Cuervo «Alocución del Ministro de gobierno y guerra, á los bogotanos», Diario Oficial, 17 de enero de 1893, nº9.047, 77

RAZÓN Y LA FUERZA.1876. ALBERTO URDANETA. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.

ministro de gobierno en su discurso, cuando señala que no se trata de un enfrentamiento político sino de una explosión de pasiones, podemos empezar a buscar otras motivaciones.

Al respecto, algunos de los testimonios como el de José Leocadio Camacho, un líder artesano y miembro del Consejo Municipal, argumenta que el enfrentamiento no fue generado por el artículo de Gutiérrez sino por las difíciles condiciones de algunos habitantes como el alto costo de vida y a los crecientes niveles de pobreza. Sin embargo, en su argumento no se dan explicaciones que nos permitan comprender el ataque a las casas de los gobernantes ni a la cárcel de mujeres. Estas localizaciones pueden ser interpretadas como una inconformidad contra el sistema de control que ejerce la policía y el gobierno municipal sobre la vida cotidiana de los habitantes. Construyamos entonces como hipótesis, que los enfrentamientos del 15 y 16 de enero respondieron a una insatisfacción popular sobre las medidas de control social que ejercía la policía y el gobierno sobre la ciudadanía, especialmente sobre ese sector que denominaban los artesanos u obreros.

Retrocedamos en el tiempo y revisemos el funcionamiento de la policía y las condiciones de vida de los artesanos. Empecemos entonces por la recién creada Policía Nacional, que inició labores el año pasado. Su establecimiento como una institución independiente y profesional es reciente, pero no

LA

así sus obligaciones. [208] Uno de sus antecesores es el Cuerpo de Serenos, una organización dependiente de la Junta de Comercio y financiada por los dueños de los locales comerciales. La obligación de estos oficiales era vigilar por las noches la seguridad de las calles y los establecimientos. [209] A esta organización privada se sumaron un cuerpo de policía municipal y otro departamental, que hasta hace diez años se ocupaban de labores tan diversas como la vigilancia del ramo de aguas de la ciudad, la recaudación del distrito, la vigilancia de Chapinero, la supervisión de la Plaza de Mercado, entre otras labores que ejercían únicamente cincuenta oficiales para una población de casi cien mil habitantes. [210]

Ante la creciente necesidad de control social, las reformas políticas de la constitución de 1886 aprobaron el proyecto de creación de un cuerpo autónomo de Policía Nacional. Esto implicó diferenciarlo del ejército y separarlo de los intereses políticos y partidistas de turno, además de tecnificar la función de control y vigilancia de la sociedad. Estas funciones van de la mano con los proyectos de transformación urbana que hemos encontrado en las calles de Las Nieves y que tienen como objetivo un cambio en las costumbres y en el espacio habitado de Bogotá. Por esta razón actualmente, la Policía Nacional tiene una función de vigilancia y castigo a la delincuencia, además de ejercer su labor como ente garante de una moral pública de los habitantes.

Esta función incluye labores como el monitoreo de las fiestas, espectáculos públicos, los juegos, las rifas, el trata-

208  Art. 8º. Desde el día en que principie á funcionar el Cuerpo de Policía Nacional, quedan eliminadas las entidades conocidas con los nombres de Policía departamental, Policía municipal y cuerpos de serenos. La Policía nacional prestará los servicios de que están actualmente encargadas dichas entidades, de acuerdo con los convenios celebrados, ó que se celebren con el Departamento de Cundinamarca y la Municipalidad de Bogotá. «Decreto 1000 de 1891 5 de noviembre», http://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?ruta=Decretos/1204923

209  J. M. Portocarrero, Reglamento del cuerpo de serenos, (Bogotá: Imprenta de N. Gómez, 7 de octubre de 1855)

210  Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá, 125. Sobre la población de Bogotá: Para 1884, Bogotá contaba con 95.813 habitantes, en: Mejía, Los años, 230

miento de los animales, la vigilancia a la prostitución, la embriaguez, la indigencia y la mendicidad entre otras. [211] Es en esos escenarios donde el discurso hegemónico de la clase dirigente se materializa, pero a través de un cuerpo independiente (la policía) que es ahora una entidad especializada que responde a una organización más racional del gobierno de la ciudad.

Ante estas imposiciones morales y sus ejecutores es contra quienes se levantaron los artesanos el 15 de enero. Los «artesanos», como los denominó Gutiérrez en su artículo, son un grupo social que no puede ser reducido a una generalidad. Desde 1830, han empezado a agruparse en diferentes sociedades vinculadas en su mayoría a partidos políticos y a necesidades económicas frente a las diversas medidas de importación que se han dictado en las últimas décadas. Su agrupación y organización como conjunto responde entonces a necesidades económicas puntuales.

Así lo deja ver la organización de la Sociedad de Artesanos y Labradores en 1847 «Organizamos esta sociedad de los artesanos de la capital porque sentíamos las funestas consecuencias de la bárbara ley que se dictó en aquel mismo año rebajando los derechos de importación […] tal medida que atacaba directamente nuestro bienestar y las profesiones que forman la ocupación de la mayor parte de la sociedad en general.» [212] Durante el transcurso de las siguientes décadas han aparecido nuevas organizaciones con vertientes políticas diferentes, pero agrupadas siempre por defender los intereses y el bienestar de los artesanos.

Dentro de los antecedentes de tensiones y enfrentamientos bélicos de los artesanos con otros grupos sociales, tenemos las revueltas de 1853 y 1854, que fueron producto de ese choque constante de ideas políticas entre las dos facciones

211  Max S. Hering Torres, 1892: un año insignificante. Orden policial y desorden social en la Bogotá de fin de siglo, (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Editorial Planeta Colombiana S.A, 2018), 42 212  Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá, 173

liberales: los artesanos o Draconianos y los comerciantes, llamados Gólgotas. De igual manera, el motín del pan de 1875 tuvo como actores principales a los artesanos que se rebelaron contra el alza de precios y el fin de la producción del pan de a cuarto, que era la presentación más económica de este producto. [213]

Sin embargo, existen otro tipo de agremiaciones, como la Sociedad Filantrópica de Bogotá, que funciona desde las primeras décadas de este siglo. Sus actividades incluyen «… procurar el fomento y adelantamiento de la agricultura, educación pública, artes, oficios, y comercio en lo que alcanzare las fuerzas morales y proporciones de sus individuos.» [214] Y a diferencia de la Sociedad Democrática, deja estipulado en su reglamento que «… no se hará distinción alguna por razón de nacionalidad, creencias religiosas, opiniones políticas, profesión ni condición social; y por el contrario, es absolutamente prohibido ocuparse en otros asuntos que no sean el primordial de la asociación.» [215]

Es por esto que los artesanos de Bogotá son reconocidos como un grupo visible, con ideas políticas y objetivos conjuntos. Sin embargo, el término artesano sigue denominando a todo aquel que realice trabajos manuales y que viva del jornal, por lo cual incluye un gran número de habitantes que no necesariamente son los miembros letrados y con liderazgo político que figuran en las direcciones de las asociaciones. Esta generalización lleva a identificar a los artesanos con las costumbres cotidianas de toda la población que no hace parte de la élite dirigente, y es ahí donde se encuentran los dos actores principales del enfrentamiento.

213  Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá, 173

214  Reglamento provisorio de la sociedad filantrópica de Bogotá, (Bogotá: F. M. Stokes, 1825), 3

215  Estatutos de la sociedad filantrópica, (Bogotá: Imprenta Echeverría Hermanos, 1892) capítulo 1

* * *

Los juicios sobre la mendicidad de Gutiérrez están vinculados con la clase artesana, como un grupo diferente a la élite de la ciudad. Su denominación amplia lleva evidentemente a juicios insostenibles y a una estigmatización que no puede pasar por inocente. Sus propuestas de control sobre los mendigos tienen como actores clave a la iglesia, la policía y a ciudadanos de élite. Así, la idea de Gutiérrez apunta a fortalecer el objetivo de control social que realiza la Policía y el gobierno municipal sobre los bogotanos y sus costumbres. Este ejercicio de vigilancia ha implicado un cambio en la organización de la ciudad, introduciendo los distritos de policía como entidades de control. En los dos años que llevan funcionando se han realizado algunos cambios teniendo en cuenta la capacidad económica para mantenerlos y las necesidades de control en las diferentes zonas. Justo finalizando el año pasado, se realizó en el Concejo Municipal el debate sobre la reducción de las inspecciones de Policía. Allí el alcalde argumentó la eliminación de tres por razones económicas y de poca utilidad:

…ya en otra época habían existido esas Inspecciones de policía y por inútiles se habían suprimido sin gran menoscabo de la administración de justicia, pues se había palpado entonces que eran suficientes las cinco inspecciones principales de la ciudad; que luégo [sic] el Gobierno del Departamento creó nuevamente esas secciones que se pagaban por cuenta de su tesoro; pero que últimamente, como la Asamblea adscribió ese pago, con el nombramiento respectivo de Inspectores, al Municipio, cree que pueden suprimirse nuevamente sin que por eso sufra, en su sentir, la administración de justicia. [216]

216  «Sesión del día 2 de diciembre de 1892» Registro Municipal, 28 de febrero de 1893, nº581, 3358

Así, los límites y jurisdicciones de la policía están todavía en consolidación y se traslapan con el poder religioso y administrativo. Esta división hace más compleja la estructura de la ciudad y agrega nuevos espacios de control visibles en las diferentes zonas de Bogotá. Las oficinas de las diferentes inspecciones se convierten entonces en la materialización de un nuevo sistema de vigilancia, que responde directamente a las características sociales de los diversos sectores de la ciudad.

* * *

Con esto en mente, podemos volver a los eventos del 15 y 16 de enero. Sin tener la certeza de que el artículo de Gutiérrez sea la causa de los enfrentamientos, es indudable que ha detonado unas inconformidades crecientes en un amplio sector social. Sus juicios generalizados y las propuestas de control religioso, político y civil, se materializan en las acciones que la Policía y la élite realizan en la ciudad. Parte de esto es el control a las chicherías, como foco de la desobediencia y el desorden civil. No en vano, recordemos que la primera medida en la noche del 15 de enero fue ordenar el cierre de todos estos establecimientos en la ciudad. Otra de las medidas es la censura a la prensa y el castigo penitenciario a la oposición al gobierno. Razón por la cual se suspendió la Sociedad Filantrópica [217] y se condenó al exilio a algunos de los apresados durante la revuelta. [218] Incluso, cuando el mismo ministro de gobierno afirmó que no había motivaciones políticas en las protestas y enfrentamientos entre artesanos y policía. Los enfrentamientos y los ataques del 15 y 16 de enero dejaron unos escenarios muy claros, que se dispersaron por casi toda la ciudad, pero que no fueron aleatorios. Así, pode-

217  Ministro de Justicia, Emilio Ruiz Barreto, «Decreto número 390 de 1893», Diario Oficial, 17 de enero de 1893, nº9047, 77

218  Mario Aguilera Peña, «La policía enfrenta su primera prueba: el motín bogotano de 1893», Cuaderno histórico número 18, enero de 2012, 98

mos trazar las motivaciones de los protestantes: iniciaron, frente a la casa de Gutiérrez, que evidentemente había desatado toda la inconformidad. Pero a medida que fue evolucionado la protesta, y después de que uno de los protestantes muriera por el ataque de un policía, los eventos cambiaron de tono. El saqueo sistemático y los actos vandálicos se concentraron contra los espacios de la ciudad que representaban el poder de vigilancia de la policía: sus inspecciones, la dirección y la casa del inspector general. Además de estos, se presentaron saqueos en la cárcel de mujeres y en las casas del ministro de gobierno y el alcalde de Bogotá, además de intentos de saqueo en el Panóptico.

Todos estos lugares, simbolizan el poder de vigilancia y control sobre la población. A pesar del reciente funcionamiento de la Policía Nacional de Bogotá, sus acciones ya están asociadas a unos lugares concretos de la ciudad que representan su accionar. Por esta razón los enfrentamientos evidencian la inconformidad de un sector de la población sobre las políticas de control de la policía y el Gobierno, reconociendo el poder simbólico y físico que ejercen. Y aunque la Policía sea una transformación de instituciones y políticas que han venido funcionando desde décadas atrás, su novedad radica en la manera ejecutan ese control social de los habitantes de la ciudad.

Así, tanto la Policía Nacional, que genera un nuevo orden administrativo en la ciudad, como el alcalde con una subdivisión gubernamental materializada en las diferentes Juntas, son todos signos de una nueva organización, administración y control sobre los habitantes. Y aunque se esté intentando independizar funciones, en la cotidianidad siguen siendo fuerzas de control aliadas, dando como resultado una lenta apreciación de sus poderes diferenciados. Sin embargo, los ataques sí dejan claro que la nueva institucionalidad de la Policía Nacional es reconocida como un ente de poder. Pese a su reciente funcionamiento, es evidente que aunque se cuestionen sus acciones, no se pone en entredicho su lugar administrativo dentro de la ciudad.

* * *

Los efectos del enfrentamiento han generado cambios en el funcionamiento de la Policía Nacional y en el control de la ciudad. El efecto inmediato, fue la declaratoria del estado de sitio que puso a Bogotá bajo el control del ejército y prohibió toda circulación de publicaciones, la agrupación de más de cinco personas y permitió los juicios militares a todos los presos. [219]

Este tipo de estrategia, que fue la que se usó en el caso de Ignacio Gutiérrez, el reo del Panóptico. puso en entredicho la manera de administrar la justicia por parte del Gobierno Nacional. Las deportaciones hacia San Andrés y Costa Rica en condiciones nada claras, también han sido un mecanismo de control y miedo que permiten al gobierno «cortar el contagio; aconsejaba a sus subalternos que la regla a aplicar era la de Napoleón: ‘¡Frappez Vite¡’ (¡Golpear rápido’)» [220]

Por su parte, en las semanas que siguieron la Policía Nacional también sufrió cambios. Lo primero que se hizo evidente en medio de los enfrentamientos, fue la insuficiencia numérica de la policía para responder a los eventuales conflictos de la ciudad. Por esta razón, tan solo dos días después, el ministro Cuervo decretó la ampliación del Cuerpo de Policía a 1.000 hombres, [221] esto es más del doble de personal con el que se contaba al iniciar el año. [222] Para cumplir ese aumento, el 31 de enero el vicepresidente Miguel Antonio Caro destinó 100 agentes para crear una nueva División de Reserva y una Subdivisión de Caballería. [223]

219  Ministro de Justicia, Emilio Ruiz Barreto, «Decreto número 389 de 1893», Diario Oficial, 17 de enero de 1893, nº9047, 77

220  Aguilera Peña, «La policía», 98

221  Ministro de Justicia, Emilio Ruiz Barreto, Decreto 401 de 1893, 18 de enero de 1893 http://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1090463

222  Según el Decreto 1000 de 1891, el cuerpo de policía contaba con 451 hombres, de los cuales 400 eran agentes

223  Ministro de Gobierno, M.A. Cuervo, Decreto 450 de 1893, 31 de enero, http:// www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?ruta=Decretos/1099595

A pesar estas medidas del Gobierno, unos meses más tarde se hizo evidente la incapacidad financiera de ampliar tan drásticamente el cuerpo de Policía. Por esta razón, el director Gilibert diseñó una propuesta para optimizar los recursos de manera tal, que solo sea necesario aumentar en 50 oficiales el cuerpo de Policía, [224] continuando con las mismas seis divisiones que funcionan actualmente y rescatando el escuadrón de caballería propuesto por el vicepresidente. Además de estos intentos de reestructuración administrativa, la policía ha seguido realizando operativos de investigación para rastrear nuevos intentos de motines en la ciudad. Así, la idea de control moral que se reforzó con la creación de la Policía Nacional de Bogotá se ha convertido en una transformación más, que paulatinamente permea la vida de los bogotanos y los nieblunos, aunque no por esto se dé una apropiación rápida y sin tensiones. El caso del 15 y 16 de enero nos presentó un panorama extremo, un episodio que colapsó el orden cotidiano de la vida en la ciudad y puso en prueba la forma de control de la ciudadanía. Y aunque en los meses que han seguido se reiteró lo imprudente del juicio de Gutiérrez, y se destacó la honorabilidad de los artesanos de la ciudad, los problemas de moral pública siguen apareciendo en varias esquinas de la ciudad.

Por esta razón continuaremos nuestro camino hacia una próxima parada que nos permitirá contemplar los problemas cotidianos, menos extraordinarios, pero que comprenden el punto álgido del control policial en Bogotá y en Las Nieves *

224  «Comunicado del Director General J.M Gilibert al Señor Ministro de Gobierno», Bogotá, 24 de mayo de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 741

CARRO DE PRISIÓN DE LA POLICÍA NACIONAL. REVISTA DE LA POLICÍA NACIONAL. NOS. 35 Y 36. JULIO DE 1914.

La Calle 17 *

ENTRE SAN PABLO Y LAS NIEVES

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E ILUSTRACIONES DE REFERENCIA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ

Estando en la esquina de la calle 17 con la Alameda Vieja, hemos llegado a la última manzana al sur occidente de Las Nieves. El panorama es el de una recta calle que se abre hacia los cerros orientales, enmarcada en ambos costados por una hilera continua de casas que se extiende más allá del Camellón de Las Nieves. A diferencia de la imagen de un sector en construcción del que veníamos en la zona occidental, acá el panorama se asemeja a las manzanas densamente pobladas de la zona oriental. Sin embargo, aquí vamos a hacer especial énfasis en la diversidad social que se vive en estas calles cercanas al Camellón de Las Nieves. La idea de especialización o segregación poblacional no es tan fácil de marcar en una ciudad relativamente pequeña en área. [225] Por esta razón, aunque el imaginario del Camellón como un eje representativo y prestigioso de la ciudad, se cumple en casi toda su extensión, también veremos cómo conviven otros usos tan diversos y opuestos que le dan su carácter particular. Para empatar la historia del 15 y 16 de enero con la siguiente parada sobre la Carrera Octava, existe una coincidencia que sirve de pivote entre ambos episodios. Si bien cerramos el capítulo anterior con el consenso de que las generalizaciones del artículo de Gutiérrez no son válidas, sí existen casos que requieren la vigilancia y control de la Policía Nacional. Uno de los temas reiterados en la prensa y en la literatura, es el problema moral que representan algunas costumbres

225  «A medida que pasaban los años, se hizo más fuerte el hecho de que ricos y pobres tendieran a vivir unos al lado de otros. [..] Pero en cuanto al lugar de residencia, la poca especialización del espacio ocasionaba su reunión. Es presumible que esta falta de especialización fuera generalizada en las zonas que circundaban el núcleo comercial, Las Nieves, San Victorino, Santa Bárbara y la parte baja de Egipto, pues allí se agrupaba el mayor número de grandes casas que o fueron subdivididas o permanecieron inalteradas.» Mejía, Los años, 388

tradicionales de los habitantes de la ciudad. Tal es el caso del consumo de chicha, los juegos de azar y la prostitución. Esos son tres frentes de control que han sido constantemente vigilados por la Policía y se han establecido como prioridades de control.

Parte de las preocupaciones sobre el consumo de la chicha —esa bebida fermentada heredada de las costumbres indígenas y de producción artesanal— están relacionadas con su forma poco higiénica de producción, su consumo y el efecto que tiene en la forma de actuar de quienes la beben. Algunas de las políticas gubernamentales que buscan reglamentar esta costumbre están asociadas a un saber médico y científico que ha dado pruebas verificables a los juicios de los dirigentes. Uno de los médicos estudiosos, Liborio Zerda, ministro de instrucción pública, dedicó un ensayo científico a la producción y consumo de esta bebida titulado: «Estudio químico, patológico e higiénico de la chicha bebida popular en Colombia». [226]

Zerda no es únicamente un estudioso del tema, sino que también es vecino de Las Nieves. Su casa está justo sobre la Calle 17, media cuadra arriba del Camellón de Las Nieves. Su obra y su conocimiento no es ajeno a la realidad de las chicherías, y aunque no tenemos cómo saber si alguna vez ha entrado a una de ellas, seguramente pasa frecuentemente frente a El Cuartelito, en la puerta 451 del Camellón. O por El Gualí, en la carrera quinta, justo en la misma manzana donde queda su casa. La realidad de las chicherías no es un tema aislado para ningún habitante de la ciudad y quizá por eso ha recibido tanta atención por parte del gobierno y los profesionales en medicina.

Los planteamientos de Zerda, parten de un enfoque estrictamente científico, heredado de los estudios de José Félix Merizalde que en 1828 realizó un estudio sobre

226  Liborio Zerda, «Estudio químico, patológico e higiénico de la chicha bebida popular en Colombia», Anales de la Instrucción Pública en la República de Colombia, 1889

esta bebida, concluyendo que el problema no está en su composición sino en el abuso de su consumo. [227] Por su parte, Zerda propone un estudio antropológico de la bebida tradicional para concluir que los efectos nocivos están relacionados con su producción y no con su origen indígena. Además, demuestra que su consumo en altas cantidades tiene efectos diferentes al abuso de otras bebidas alcohólicas afirmando que «Los enchichados no presentan esta clase de excitación corporal o espiritual, son entes pasivos en los que la perversión moral es más bien el resultado de la depresión de sus facultades intelectivas que de su exaltación: en ellos nos hay locura sino estupidez y abatimiento en todas sus formas.» [228] Así, las preocupaciones médicas se unen a las preocupaciones sociales, fortaleciendo el seguimiento y control a los lugares de producción y consumo de esta bebida. Como veremos a continuación en nuestra siguiente parada, la vigilancia a las chicherías no responde únicamente a una preocupación por la salud de los consumidores, sino al escenario político, social y urbano que se desarrolla alrededor del consumo de esta bebida, y que propicia la construcción de prejuicios como los de Gutiérrez. Entonces ¿cuán cierto es ese imaginario?, ¿qué es lo que sucede en las chicherías de Bogotá? y ¿quiénes las frecuentan? Esas serán las preguntas que guiarán nuestra parada en la chichería Los Tres Puentes, en la puerta 649 de la Carrera Octava, una cuadra al norte de la Plazuela de Las Nieves *

227  Oscar Iván Calvo Isaza y Marta Saade granados, La ciudad en cuarentena. Chicha, patología social y profilaxis, (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002), 29 228  Zerda, «Estudio químico», 36

Los Tres Puentes *

CHICHERÍAS

Y MUJERES PÚBLICAS

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E ILUSTRACIONES DE REFERENCIA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ

Dejando atrás la Calle 17, volvemos a adentrarnos en Las Nieves, caminando por la Carrera Octava hacia el norte. En el trayecto hasta la Calle 22 podemos ver en cada cuadra alguna chichería abierta, dejando apreciar en el interior de las tiendas su despliegue de víveres «…como huevos, chocolate, pan, cigarros, fósforos, jabón y otros artículos.» [229] Los locales son descritos por viajeros y cronistas con una tipología muy general de tienda de abarrotes, donde comúnmente existen zonas diferenciadas dentro del establecimiento, una para el consumo y otra para la producción, mezclada esta última con las habitaciones de vivienda.

Conocer la atmósfera que reina en el recinto ocupado por el establecimiento de una chichería, es algo que causa doble impresión: la resistencia del elemento humano, por una parte, y por otra, la tenacidad de éste al estado primitivo. Se pasa por un zaguán decorado con un bello nombre: Berlín, Garrapata, Los Nueve Estados, Tres-Esquinas, etc.; hasta el patio de la casa todos penetran sin dificultad, pero con trabajo se toma el puente que conduce á la parte baja del establecimiento. Una vez allí, el aire deja de ser elemento inofensivo, é instintivamente busca uno la causa de la pestilencia, no tardando en descubrir, á la derecha, la excavacion [sic] que sirve de dormitorio á la servidumbre, y á la izquierda, la gran vasija que recibe el agua del acueducto y de cuyas paredes se desprende olor de moho podrido. En la arena del patio interior se destaca, á la izquierda, una enramada donde se distinguen doce barriles de fermentación nacional. Allí se muele el maíz cocido, se cuela la masa, se deposita la miel, obras todas

229 Alfred Hettner, Viajes por los Andes colombianos, (1882-1884), (Bogotá: Banco de la República, 1976), 118

practicadas por sirvientas espantosamente desaseadas, que revelan hasta arte en el trabajo é inconsciencia de la suerte humana. [230]

Los eventos del 15 y 16 de enero han dejado a la ciudad en un continuo estado de sospecha e incertidumbre ante la posibilidad de una repetición de los enfrentamientos. En estos meses, la función de la Policía se ha concentrado en averiguar sobre posibles conspiraciones, y como los más sospechosos son los radicales y artesanos, el lugar predilecto para espiarlos es en las chicherías. Así, aunque los estereotipos de Gutiérrez son muy amplios, la actitud de la policía les da validez al identificar el consumo de chicha como práctica típica de los enemigos del gobierno.

Veamos entonces cómo son estos lugares de socialización, quiénes los frecuentan, cuáles son sus características y su importancia dentro de Las Nieves. Para eso, lo primero que notamos es la gran cantidad de estos establecimientos dentro de la parroquia de Las Nieves. De las 206 chicherías que existen la ciudad, [231] 45 están en Las Nieves, seguida por San Victorino que tiene 38.

Además de impactar el panorama de las calles de Las Nieves, las chicherías atraen unos tipos de habitantes particulares, más variados que el imaginario de los artesanos de Gutiérrez. Así, por ejemplo, las aguadoras y sus maridos son clientes asiduos de las chicherías:

La aguadora, de suyo inclinada al contubernio, ha de tener y mantener en rigor un haraposo carguero de mal color y peor olor, que le ayude á consumir en la chicha las ganancias del agua y á convertir en bruto el producto líquido de su líquido, á cambio de que el dudoso macho le comunique su nocturno

230  Josué Gómez, Las epidemias de Bogotá, (Bogotá: Imprenta de la Luz,1898), 11

231  Clavijo, Plano topográfico

TIENDA DE VENDER CHICHA. 1860. RAMÓN TORRES MENDEZ. GRABADO. COLECCIÓN BANCO DE LA REPÚBLICA. AP1335

calor y le ponga de vez en cuando llanto y luto en los ojos, por medio de una tunda de soplamocos y puntapiés. [232]

De igual manera, el diplomático argentino Miguel Cané, refuerza el imaginario de los efectos del consumo de chicha en las mujeres que aparecen en los cuadros de costumbres.

«Los estragos de la chicha son terribles, sobre todo en las mujeres, aglomeradas siempre en las puertas de los inmundos almacenes donde se expende la bebida fatal. Abotaga-

232  Francisco de P. Carrasquilla, Tipos de Bogotá, (Bogotá: Imprenta de Fernando Pontón, 1886), 4

das, sucias, vacilantes en la marcha, hasta las más jóvenes presentan el aspecto de una decrepitud prematura.» [233]

Otra relación común es con los chinos de la calle, este tipo de habitante al que el alcalde Higinio Cualla se refirió en su discurso de cierre del año pasado, es comúnmente tipificado como un hijo de chichera. Tal es el caso de Alberto, un chino retratado por José María Vergara y Vergara en sus cuadros de costumbres. «Alberto es hijo de la niña Matea, chichera de una cuarta de nariz, que vivió enfrente de casa hasta que murió desesperada por los siete hijos que hubo de diferentes connubios, que se escaparon a las bendiciones de la iglesia.» [234] Y continúa narrando la suerte de la pobre mujer soltera, dedicada a la fabricación de la chicha y el cuidado de sus múltiples hijos, sobreviviendo a la miseria de la vida en una húmeda tienda de habitación.

El mayorcito fue sastre, andando el tiempo; las dos mujercitas que le seguían se entregaron a la vida airada y murieron en el hospital. A otra la mató a palos un guachecito con quien se casó; a otro lo obligaron a servir de voluntario, y murió en Pasto en 1851; el sexto párvulo permanece en casa honrada, y Alberto se fugó a la edad de cuatro años de la chichería materna para sentar plaza en esa milicia volante, vivaracha y picaresca que se llama «Los chinos de Bogotá». [235]

Además de estos personajes, no puede faltar la asociación con los indígenas que habitan la ciudad, esto por ser su bebida tradicional que sigue siendo parte de las costumbres urbanas. Así, el viajero suizo Ernst Röthlisberger describió el panorama de las chicherías en la década pasada destacando como «A los indios se les ve en los barrios extremos, agrupados a docenas

233  Miguel Cané, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia, (Bogotá: Imprenta de «La Luz», 1907),101

234  José María Vergara y Vergara, «El chino de Bogotá» en: Obras escogidas de José María Vergara y Vergara Tomo I, (Bogotá: Editorial Minerva, 1931), 245

235  Vergara y Vergara, «El chino», 246

en algunas de las muchas tabernas, o tiendas, de pie junto al mostrador tomando la bebida popular, la chicha, un líquido amarillo espeso, parecido al vino nuevo y hecho de maíz fermentado; es de fuertes efectos embriagantes.» [236]

Aguadoras, chinos e indígenas son los personajes frecuentemente asociados a las chicherías de la ciudad. Sin embargo, los imaginarios literarios no son suficientes para explicar el nivel de control que se ejerce sobre estos establecimientos y mucho menos la construcción de unos prejuicios sociales, médicos y políticos acerca del consumo de esta bebida. Si bien, los estudios que citamos anteriormente se preocupan por los efectos en la salud de los consumidores y su impacto en el comportamiento en sociedad, hay una variable más sobre lo que sucede en las chicherías. La relación que existe entre estos establecimientos y quienes los frecuentan, es precisamente que la noción de artesanos se vincula a sectores de oposición al gobierno. Esta apreciación se ha gestado de principio de siglo con las primeras sociedades de artesanos de ideales liberales que han cuestionado el control de las importaciones y sus múltiples cambios.

Nuevamente, ni todas las agrupaciones de artesanos son liberales, ni todos los artesanos frecuentan las chicherías. Sin embargo, este vínculo sí sirve en algunos casos a la Policía para averiguar posibles planes de conspiración. Así, el 8 de mayo llegó hasta el director general una carta sobre una información que habían averiguado dos comisarios de la 3ª División en Las Nieves. La carta había pasado previamente por el inspector, de él al jefe de la División de Seguridad quien se encargó de llevar la alarma hasta el director Gilibert. Según el informe de los comisarios de la 3ª División, el jueves 4 de mayo hacia la media noche en la chichería «Los tres puentes», que funciona en una tienda en la puerta 649 de la Carrera Octava, en la esquina con la Calle 22, se enteraron de la siguiente información:

236  Röthlisberger, El Dorado, 77

….pasaba por el Camellón de Las Nieves y en una tienda que queda casi al frente de Gómez Guarín sintió que había mucho ruido por lo cual entró y encontró á los señores Francisco Mahé, Pedro Daza y un señor Pinillo. Después de haber permanecido algún rato allí, el señor Pedro Daza sirvió una copa de licor diciendo que lo iba á tomar por la buena armonía que reinaba […], puesto que él era el Jefe elegido por el Directorio Liberal para comunicar órdenes á los liberales de San Diego. Como los otros se desagradaron por esta revelación de Daza le dijeron al Comisario Jefe que no hiciera caso porque era solo charla á lo cual contestó Daza qué á vuelta de un mes cuando se rompieran las hostilidades se convencerían si era ó no charlatán. Mahé le manifestó al Comisario que las armas que servían aquí las habían mandado entre jaulas de huevos. Pardo (el Comisario) siguió en su tarea de escudriñar a Daza por lo cual Mahé hizo […] un juramento contra Daza.

Los Agentes Teófilo Vélez y Leopoldo M. Rodríguez se trasladaron al Distrito de Anolaima y una vez allí el Señor Daniel Sierra les informó que los señores José González y Manuel Molano le habían mandado arreglar algunas armas (el señor Sierra es herrero) con el fin de estar listos para dar el gusto de rebelión.

Adjunto al presente informe remito un anónimo en el cual á pese de ser anónimo se aseveran algunos hechos que sí tiene visos de necedad, y el infraescrito cree que la gravedad de ellos merece que el Gobierno averigüe mejor las cosas pues esto coincide con otros informes que en otra ocasión tuve el honor de elevar a usted.

Puede también que todos los datos no sean completamente ciertos, pero algunos de ellos sí lo son, además de que por otra parte, juzgo que el Gobierno debe estar al corriente de todo lo que ocurra en asuntos de política, aun respecto de las cosas que á la simple vista parezcan de muy poca consideración. Es por esto por o que yo siempre he creído

de mi deber dar aviso á esa Dirección de todo lo que se me informe sobre el particular.

Dios guarde á Ud. Wenceslao Jiménez. [237]

Lo primero en lo que podemos detenernos es sus protagonistas. Pedro Daza es dueño de dos chicherías ubicadas en los costados de la plazuela de Las Nieves: una en la puerta 521, donde habita, y otra en el número 523 de la Carrera Séptima. Por su parte Francisco Mahé, también niebluno, es un comerciante de oficio que vive unas cuadras más al sur, en una casa alta con almacén en la Carrera Séptima, puerta 664. Según el informe, los datos de Mahé coincidieron con lo que encontraron los agentes en Anolaima comprobando la posible acción de revuelta que estaban organizando los liberales. Sin embargo, el informe vincula a este caso otros testimonios: uno anónimo y otros informes previos que van en la misma dirección. Aunque se acepta que puede existir información falsa, la necesidad de construir un expediente con suficientes fuentes es una manera de llamar la atención sobre el nivel de gravedad que tienen estos rumores que se filtran por toda la ciudad.

El pasado 21 de abril, el mismo jefe de la División de Seguridad envió otro comunicado al director. Esta vez, haciendo el recuento de varios eventos que llegaron a consideración de los comisarios. El primero, sobre un cargamento de armas que estaban organizando los radicales en Facatativá y del que ya se habían identificados los responsables y el plan para traerlos a Bogotá. El segundo, la denuncia sobre unas posibles reuniones clandestinas que se realizaban en la casa del señor Modesto Garcés. [238] El tercero, sobre las reuniones que se llevaban a cabo en la casa del señor Antonio Cárdenas para deli-

237  «Carta de Wenceslao Jiménez al Director General J.M Gilibert» Bogotá, 8 de mayo de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 714

238  Encargado del Instituto Humboldt en la Calle 16, 92. En: Salgado, Directorio General, 235

berar cuando tomarse las armas de la policía. Finalmente, una señora había informado que la Sociedad Filantrópica tenía reuniones en la peluquería del Félix N, en la Calle de la Carrera, donde organizaban su ataque contra la Policía. [239]

Así las cosas, el ambiente de desconfianza que se respira en la ciudad ha hecho que todos los rumores encaminados hacia la sospecha de un nuevo levantamiento en armas sean válidos, desde la confirmación de un cargamento de armas, hasta versiones anónimas de ciudadanos que señan acciones sospechosas. La labor de la policía se ha encaminado entonces a captar todos los sentimientos y rumores de los ciudadanos. Pero ¿cómo afecta esta situación a Las Nieves en particular? y ¿Qué lugar juegan los habitantes de esta parroquia en los problemas de la ciudad?

Aunque la vigilancia de la Policía pasa por una coyuntura particular, marcada por los eventos de enero, su interés en controlar las alteraciones del orden en las chicherías y las casas de mujeres públicas [240], han seguido su curso habitual. A lo largo de los informes de la 3ª División, se suman a los casos de sospechas de levantamientos en armas, algunos problemas más cotidianos que se viven en las chicherías. Tal es el caso del asesinato ocurrido este 12 de mayo, de Pedro Martínez, un sirviente de Julio Lesmes negociante que vive en la Calle 22 con Carrera Octava. Este proceso siguió el manejo estipulado por las normas de la policía, capturando a los asesinos y dejándolos a disposición del Inspector Municipal. Y fue el director general quien pasó el reporte hasta al ministro de gobierno, pero éste lo archivó después de recibido. Lo mismo sucede con las denuncias por riña, incluso con el agravante de no ser judicializados los delincuentes. Así, el mismo Inspector jefe de la 3ª División se ha dirigido al director general señalando las consecuencias de liberar a los enjuiciados sin levantarles cargos. «Con esta denegación de jus-

239  «Informe de Wenceslao Jiménez al Director General J.M Gilibert» Bogotá, 21 de abril de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 688 240  Ver cita 12

ticia, Sr. Director, el delincuente burlará siempre la acción de la ley, no mejorará en absoluto la moralidad de la población, y los agentes pierden inútilmente el tiempo en conducir á la Penitenciaría individuos que inmediatamente son puestos en libertad.» [241] Con esta denuncia que viene desde los mismos agentes de Policía, se hace evidente que los procesos judiciales se están concentrando en los proyectos ambiciosos de conspiración contra instituciones gubernamentales. Aunque los agentes siguen cubriendo todo tipo de delitos cotidianos.

* * *

Así, Las Nieves y el resto de la ciudad continúa siendo vigilada en espacios públicos y privados, por igual. Además de las chicherías, otro de los lugares estratégicos de control de la policía, son las casas de mujeres públicas. Un año atrás, la recién fundada Policía Nacional construyó un Catastro de mujeres públicas de Bogotá, donde aparecen identificadas con nombre y apellido, dirección de residencia y propietario de la vivienda, la ubicación exacta de estas mujeres. Con esto se busca ejercer un control más estricto de sus actividades y quienes las promueven. La preocupación sobre la prostitución, al igual que sobre el consumo de chicha, gira en torno a nociones de salud y de moral pública. El aumento de casos de sífilis se ha convertido en un problema para el gobierno de la ciudad, y sin duda alguna el cuestionamiento sobre la realización de estas actividades en algunos lugares de la ciudad es constantemente cuestionado por las élites gobernantes. La idea del Catastro es identificar a las mujeres públicas de la ciudad para empezar a controlar y reglamentar la prostitución, iniciando un proceso para mitigar los efectos negativos en la moral de los ciudadanos. Al igual que Ignacio

241  «Carta de Antonio Pardo (3ª Circunscripción) al Director General de la Policía Nacional» Bogotá, 5 de junio de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 765

REYERTA POPULAR. S.F. RAMÓN TORREZ MÉNDEZ. GRABADO LITOGRAFÍA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP1344

Gutiérrez propuso censar a los mendigos de la ciudad, la Policía inició por identificar a las mujeres públicas como primer mecanismo de control, y así lo anotó el mismo director general Gilibert en la carta al Ministro de Gobierno en la que remitió el primer resultado del catastro:

Tengo el honor de acompañar a S.S. un ejemplar del Catastro que la Policía Nacional ha levantado de algunas de las casas de mujeres públicas que hay en la ciudad, con expresión de sus nombres, los de los dueños de las habitaciones en donde residen, y las direcciones respectivas. No es éste un trabajo completo, pero podrá servir como base del registro que más tarde tendrá que llevarse de estas mujeres desgraciadas, cuando se resuelva reglamentar la prostitución, único medio de minimizar sus desastres.

Ojalá sirva también para hacer ingresas á las Cajas del Departamento las multas de que trata el Código de Policía en su artículo 501. [242]

A este proyecto de registro como punto de partida para controlar, se han unido también las ideas de los médicos de la ciudad, quienes comparten con la Policía la necesidad de vigilar y reglamentar la prostitución como única manera de mitigar sus efectos clínicos. Desde la academia y las Facultades de Medicina, hasta la Junta de Higiene se comparte esta solicitud de manera unánime.

Pensar en extirpar la prostitución es hoy un imposible, sólo los progresos de la moral pública conseguirán hacerla desaparecer; por desgracia, estamos aún muy lejos de esa época. Mientras tanto lo que se debe hacer para aminorar sus perjuicios es reglamentarla, vigilarla en todas las clases sociales y bajo todos los disfraces con que se presenta. [243]

242  «Gilibert al ministro de gobierno», 29 de mayo de 1892, fl 233

243  Julio Terrón, «Tratamiento de la uretritis blenorragia en el hombre» (Tesis para el doctorado en Medicina y Cirugía, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia), Bogotá: Imprenta de Echavarría Hermanos, 1892, 15. Citado en: Lombana,

Los prejuicios a los que se hace referencia no son únicamente médicos, como portadoras de enfermedades como la sífilis o la blenorragia (gonorrea), sino como culpables de atentar contra las ideas morales de una sociedad católica. Las enfermedades de transmisión sexual son una marca que atenta incluso contra la vida y salud de las legítimas esposas y sus hijos. Así, sus actividades tienen consecuencias contra la integridad no solo de ellas y quienes frecuentaban sus servicios, sino de víctimas pasivas que terminan haciendo parte del ciclo de transmisión. Pero, así como existen propuestas para judicializar y castigar a las mujeres públicas de la ciudad, también hay quienes defienden el trato médico, como enfermas, y no como criminales. A esta última aproximación se suma el problema de mendicidad y miseria que afronta la ciudad, identificando a las prostitutas como mujeres pertenecientes a las clases más pobres que encuentran en este trabajo una forma de asegurar un mínimo de ingresos. El mismo Julio Terrón en su tesis como Doctor de Medicina reconoce la prostitución como una consecuencia directa de la falta de oportunidades laborales que ofrece la ciudad para su creciente población.

Nadie desconoce la miseria creciente del país de algunos años para acá, factor el más poderoso entre nosotros para que las mujeres de ciertas clases se prostituyan. La falta de ocupación, o lo insuficiente de los salarios en las pocas industrias en que la encuentran, las obliga a vender su cuerpo para satisfacer a sus necesidades. [244]

De esta manera vuelven a unirse varios de los temas que han rondado las calles de Las Nieves. El Catastro de la policía, identificó 86 casas donde habitan y trabajan mujeres públicas, muchas de las cuales cuentan con tres o hasta cuatro mujeres registradas. La recolección de estos datos implica que estas

Prostitución, Segunda parte, edición Ebook 244  Terrón, «Tratamiento de la uretritis», 17. Citado en: Olivos Lombana, Prostitución, segunda parte

mujeres se reconozcan públicamente como prostitutas, haciendo que el registro no sea de ninguna manera completo. Sin embargo, sus datos muestran una vez más el papel principal de Las Nieves como epicentro de estas actividades vigiladas por la policía. Así como las chicherías, las parroquias que mayor número de casas de lenocinio tienen registrados son Las Nieves, con 25 predios identificados, seguida por Santa Bárbara con 21.

Con presencia en toda el área de la parroquia, hay sin duda una preeminencia de estos establecimientos sobre el Camellón de Las Nieves, desde la Calle 17 hasta la Calle 23, y en las cuadras aledañas a esta importante vía. Esa característica se integró a las políticas propuestas por la Policía a finales del año pasado, después de levantado el Catastro. Entre las normas expedidas en la ciudad, está regular la ubicación de las casas de mujeres públicas para que se establezcan en las afueras y alejadas del eje de la Calle Real. Para esto se ha establecido un perímetro de la siguiente manera:

Por el norte, desde la calle 22, excepción de la calle real de Las Nieves, hasta San Diego; por el sur, desde la calle 4, a excepción de la calle real de santa Bárbara hasta la plaza de armas; por el oriente, desde la carrera 4.ª, o sea desde la siguiente a la que llana el Chorro del Rodadero; por el occidente, desde la carrera 15 para abajo. [245]

Así, se busca restringir las escenas inmorales que suelen verse en los alrededores de estos establecimientos, a las afueras de la ciudad, tal como se reglamentó desde 1888 para los vagos y como viene haciéndose con varios usos como los cementerios, penitenciaría, hospitales y asilos. La estrategia de reglamentar y organizar el espacio de la ciudad según las políticas de higiene y moral siguen siendo cada vez más visibles en las discusiones gubernamentales de la ciudad.

245  Resolución nº 630 (art. 1237), Citado en: Olivos Lombana, Prostitución, segunda parte

* * *

Si bien se ha adelantado trabajo respecto a la regulación de las mujeres públicas desde la creación de la Policía Nacional, después de enero en los expedientes de esta institución solo hay registrado un caso de corrupción de menores denunciado por la División de Seguridad. En la carta del Inspector Wenceslao Jiménez al director general se relata la denuncia sobre tres mujeres que fueron retenidas por haberlas encontrado en su establecimiento con dos jóvenes menores de edad. La carta termina con una reclamación pues al ser llevadas al Inspector de Permanencia, éste las dejó en inmediata libertad por no poder probarles el hecho de la cohabitación. La solicitud del Inspector de seguridad señala que:

DETALLE DE LÁMINA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ. GRABADO LITOGRAFÍA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP6620

… lo que se ha querido castigar no es tan solo el acto mismo de la unión carnal, porque sería difícil establecer las pruebas en ese caso, sino la circunstancia especial de evitar la entrada á establecimientos de esa clase, de jóvenes menores de edad, porque adquieren allí hábitos perniciosos y se les presenta en lacto la ocasión de corromperse en el seno de mujeres entregadas á esa vida de inmoralidad y de libertinaje. [246]

Esta denuncia se une con la que vimos en el caso del asesinato en la chichería y demuestra una vez más una disminución en la judicialización de los casos vigilados por los agentes. Esto puede tener dos explicaciones: La primera, el impacto de los sucesos de enero en las prioridades de control de la policía. Esto, teniendo en cuenta la cantidad de informes que se han desprendido de los enfrentamientos más de seis meses después. La segunda explicación está relacionada con las constantes quejas sobre el manejo de los casos den-

246  «Carta de Wenceslao Jiménez (División de Seguridad) al Director General de la Policía Nacional» Bogotá, 5 de junio de 1893. AGN, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 764

tro de la institución, actitud que muestra algunos vacíos en los objetivos de control moral de la sociedad.

Independientemente de la explicación que elijamos, está claro que los problemas cotidianos de seguridad e inmoralidad siguen siendo una preocupación de la policía, al mismo tiempo que se incluyen nuevas responsabilidades de vigilancia. Pero todos estos casos tienen en común dos problemas que transversales a la función de la entidad: las costumbres de la población trabajadora y su impacto en la vida en sociedad. Estas dos variables se unen especialmente en Las Nieves, al ser el lugar donde se encuentran más chicherías y casas de mujeres públicas, realidad que continúan alimentando el imaginario de sector popular con una fuerte presencia de pobreza.

Esto se puede rastrear en la literatura y en la crónica, así como lo encontramos en nuestro recorrido por la zona oriental de Las Nieves. Quizá el personaje que sintetiza la condición social de los habitantes de Las Nieves es la Cisne, la protagonista de la novela El Doctor Temis. Ella, con quien nos cruzamos en lo alto de Monserrate es el ejemplo de una mujer pobre, forzada a ejercer la prostitución para poder sobrevivir, tal como lo exponía Julio Terron [247] en su tesis doctoral, donde vincula el aumento de la prostitución con la falta de posibilidades laborales que tienen a su disposición las mujeres de la ciudad. Sin embargo, la Cisne, es la excepción que confirma la regla, negándose a perder su virtud y haciendo que su pobreza no sea sinónimo de inmoralidad.

…la Cisne, tipo seductor de una muchacha desgraciada y virtuosa, y una de las mejores figuras del cuadro, porque se nos muestra con toda la gracia irresistible de una niña de alma purísima, que escapa á la atmósfera corruptora del vicio, á pesar de encontrarse bajo la despótica presión de la Daifa, sufriendo privaciones y aun hambre, contra la que todo conspira, desde su funesto destino hasta el candor

247  Ver cita 251

mismo de su inexperto corazón, y logra sin embargo salir ilesa de las asechanzas de sus enemigos y conservar incólume su virtud: raro caso y raro ejemplo que dejan consoladora enseñanza… [248]

Este personaje, atípico y educativo, muestra la condición de pobreza y la realidad a la que están expuestas muchas mujeres de la ciudad. Su vida, transcurre en algún lugar de Las Nieves y muestra las condiciones económicas en que sobreviven pequeños artesanos en una ciudad en constante cambio.

Mi padre y yo vivíamos en una casita de arrabal por el barrio de las Nieves, solos enteramente, pues mi madre había muerto hacía algunos años. Mi padre era un antiguo violinista que en otro tiempo ganaba su vida dando lecciones de música á la mayor parte de los aprendices del barrio. Pero desde muchos años atrás se fué arruinando, porque los profesores nuevos, á favor de su mérito y, tal vez más, de la moda, se apoderaron no sólo de la enseñanza, sino, lo que era peor para mi padre, del teatro, de las iglesias y hasta de las capillas menos frecuentadas; de modo que el violín no le daba ya ni con que mantenerse él solo, ni menos con que sostener á su familia. [249]

Al igual que el padre de la Cisne, muchos de los artesanos se enfrentan constantemente a los impactos de las nuevas modas, esa es una de las razones de sus luchas políticas contra las medidas de importación que generan una competencia desigual y no los protegen. Esa pobreza es la que afecta a la población de la ciudad. Así, la Cisne representa a una mujer sin oficio conocido, que queda huérfana y sin trabajo en una posición muy vulnerable.

248  Isidoro Laverde Amaya, «José María Ángel Gaitán», en: Ángel Gaitán, El Doctor Temis, VII-VIII

249  Ángel Gaitán, El Doctor Temis, 88

OFICIOS RECURRENTES EN LAS MUJERES DE LAS NIEVES – 1893.

Prestamista

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE SALGADO, DIRECTORIO.

La realidad de las mujeres es que tienen unas condiciones laborales similares a las de los hombres, aunque con menor representatividad, por lo menos desde las fuentes oficiales. Así, de los 965 habitantes con oficios identificados, solo el 22% son mujeres. En su caso, los trabajos más comunes están vinculados a actividades manuales con ropa y al expendio de alimentos. Pero esta revisión también nos muestra una condición particular que se relaciona con un cambio que se está dando en toda la población. El 18% de las mujeres de Las Nieves están dedicadas a negocio y comercio, una actividad que ha empezado a ganar visibilidad por encima de oficios más tradicionales como las lavanderas y vivanderas.

Desde los rumores que corren en las reuniones nocturnas en las chicherías hasta la creciente visibilidad de las casas de mujeres públicas, las calles de Las Nieves muestran un panorama complejo de las costumbres y realidades sociales que el gobierno busca transformar. Su calificativo de anticuado, al que responde el adjetivo de niebluno, puede estar ligado a esas costumbres de antaño que buscan ser transformadas. Algunos de los imaginarios que hemos encontrado constantemente sobre la condición social de los habitantes y sus oficios, se convierten en esta parada en una consecuencia de lo que realmente sí sucedía en las calles de Las Nieves. Si bien la población artesana no es una mayoría en la parroquia, ni predominan quienes viven en condiciones de pobreza,

Las Nieves sí alberga usos asociados a este tipo de población. Así, los imaginarios responden a las actividades y su visibilidad en el espacio de la ciudad, más que a la población misma. Seguramente las chicherías de Las Nieves atraen clientes de toda la ciudad, al igual que sus casas de lenocinio, pero esto no implica que sus habitantes sean únicamente quienes los regentan y frecuentan.

Esa relación entre costumbres tradicionales, mayoritariamente vinculadas a prácticas coloniales, y la incursión de nuevas costumbres, será la clave para nuestra siguiente parada en la Plazuela de Las Nieves. Desde allí veremos como el tiempo entrelaza diferentes actividades y habitantes de la parroquia, dando así más pistas sobre su carácter y transformaciones *

DETALLE DE LÁMINA DE RAMÓN TORRES MÉNDEZ. GRABADO LITOGRAFÍA SOBRE PAPEL. COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. AP6620

La Plazuela Gonzálo Jiménez de Quesada *

LAS NIEVES DEL FUNDADOR

COMPOSICIÓN A

PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE E ILUSTRACIONES DEL PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO

El nuevo reloj instalado en la remodelada iglesia de Las Nieves marca las 10:00 de la mañana. Su sonido interrumpe los últimos minutos de la misa que se está celebrando, pero adentro siguen los rezos, sin molestarse por el nuevo anuncio del tiempo. Por el Camellón, esquivando algunas flores en el piso que quedaron de la fiesta del día anterior, camina lentamente hacia los Portales de la Casa Consistorial, un tinterillo niebluno, fácilmente identificado porque…

Lleva la cabeza sumergida dentro de un sucio sombrero, pobre de pelo y rico de grasa, que permite le asomen los cabellos largos y revueltos como las ideas de un loco ó las olas de una mar agitada, los cuales caen sobre el deshecho cuello de la capa donde su cuerpo está envainado; capa verdi-negra y remendada que le cubren hasta la rodilla, donde principia á dejar ver un pantalón de color indefinible, que termina en una especie de fleco trabajado por el tiempo, para luégo esparcirse sobre los deteriorados zapatos, cuyas torcidas puntas miran con amarga ironía hacia los tacones suplicantes. [250]

Mientras tanto en la plazuela quedan algunos rastros de la procesión de Semana Santa que pasó ayer camino hacia San Francisco. Sin embargo, las huellas de la celebración no son como antaño que «Pasadas las fiestas quedaba esa parte de la ciudad en estado lamentable: era preciso la amenaza de epidemia, que servía de pretexto al alcalde para obligar a sus moradores a que asearan las casas.» [251] Este lunes 27 de marzo, después de la procesión del domingo de ramos, la

250  Carrasquilla, Tipos de Bogotá, 12

251  José María Cordovez Moure, «Fiestas religiosas - La fiesta de las octavas», En: Bailes, fiestas y espectáculos en Bogotá, (Bogotá: IDARTES, 2004), edición Ebook

ciudad es testimonio de un cambio sutil en las celebraciones religiosas de Las Nieves.

Estuvo en extremo concurrida y muy ordenada. Muchas señoras y señoritas del simpático barrio de Las Nieves, verdadero nido de beldades, dieron con su presencia gran realce á esta procesión. Tal vez por este motivo, no adornaron, como es costumbre, los balcones y ventanas de la carrera que recorrió, de la iglesia de las Nieves á San Francisco, porque lucían en ellos ramilletes de flores animadas. [252]

«No adornaron, como es costumbre…» se lamenta el periodista, quien seguramente tiene en su recuerdo festividades como las de las Octavas, que paralizaban toda la ciudad desde la víspera, pues…

Al aproximarse la fiesta se advertía movimiento desusado en aquellas regiones, producido por el resane y blanqueamiento de las casas, en que se notaba que los artífices no pecaban por habilidad en el oficio, porque, por lo general, quedaba más blanco el suelo que las paredes; se retocaban los letreros de las ventas y chicherías, y en algunas localidades se pintaban con colores de tierra portadas que remedaban festones con tendencia a imitar labores arquitectónicas, flores, monstruos o alguna escena de costumbres populares… [253]

La plazuela, que conoció días más activos ha empezado a transformarse lentamente desde hace una década. El proyecto de monumento en honor a Gonzalo Jiménez de Quesada, que ya mencionamos en paradas anteriores [254] inició un cambio, aunque todavía está inconcluso, en la plazuela de Las

252  «Procesión del domingo», El Telegrama, n°1.927, martes 28 de marzo de 1893, 7.674

253  Cordovez Moure, «Fiestas religiosas»

254  Capítulos: Gonzalo Jiménez de Quesada y Paulino Rosas

Nieves. Este lugar, con sus trescientos seis años de funcionamiento, ha sido escenario de múltiples actividades, paseantes y costumbres, incluyendo nuevos proyectos sobre la imagen y función que debe cumplir como plaza de la ciudad.

El espacio de la plazuela no ha variado de manera considerable desde 1587, cuando la hija de unos de los capitanes de la hueste conquistadora, Juan Muñoz de Collantes, donó el solar de su propiedad ubicado frente a la recién construida iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves [255], para que sirviera de atrio de esta construcción. Así, el espacio simbólico y religioso de la futura parroquia de Las Nieves, inició su consolidación. Mientras que la iglesia tuvo que ser reconstruida en 1596 después de un incendio, y renovada este año, la plazuela solo ha tenido un cambio considerable: la instalación de una pila de piedra con ocho pajas de agua para abastecer a los vecinos de esta plaza. [256] Sin muchas transformaciones, excepto por un cambio de piso y la siembra de árboles sobre el costado del Camellón, la plaza ha conservado su diseño colonial. Para 1884 una pequeña nota en el Papel Periódico Ilustrado destacó el estado de conservación de su imagen de antaño, tanto en la plaza como en sus construcciones aledañas, haciendo un vínculo directo entre el espacio de la plazuela de Las Nieves, con la memoria de la fundación de la ciudad:

…. hoy modernizada la plazuela de las Nieves, refaccionadas las antiguas casas, apenas sí se la reconocerá […] La pila es la misma que hoy existe, los tipos que la frecuentan los mismos, pero el fondo está variado. El antiguo balcón que representa nuestro grabado […] es el de la casa que sirvió de primer Cabildo á la incipiente ciudad; parece que más tarde la habitó D. Gonzalo Jiménez de Quesada.

255  La construcción de la iglesia inició su construcción en 1568 por decisión de Cristóbal Ortiz Bernal. En: Fernando Carrasco Zaldúa, Rubén Hernández Molina, Las nieves. La ciudad al otro lado, (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 2010), 18 256  Ibáñez, Crónicas,108 y Carrasco y Hernández, Las Nieves, 27

[…] la casa conocida con el nombre de Palacio de los Virreyes. El balcón de la esquina no puede ser más característico, más Felipe II. Sabemos que su actual dueño está resuelto á respetarlo; y la casa toda aún se halla hoy como la representa nuestro grabado. [257]

Ese vínculo con Gonzalo Jiménez de Quesada ya lo hemos encontrado anteriormente y sin embargo, en esta parada empieza a adquirir nuevos matices. La casa donde se dice habitó el fundador, es según los escritores del Papel Periódico Ilustrado, la que hoy sirve de oficina para la inspección de Policía. Además de señalar la primera sede del Cabildo, se destaca la casa conocida como Palacio de los Virreyes, una casa alta ubicada al costado sur de la iglesia de las Nieves. Su nombre lleva a identificarla como vivienda de antiguos gobernantes de la colonia, reforzando nuevamente la idea del papel representativo de Las Nieves en la historia de la fundación de la ciudad. Sin embargo, Pedro María Ibáñez, que se encuentra estudiando el caso, ha identificado quienes fueron realmente los propietarios de esta vistosa casa en el Camellón.

Equivocadamente se creyó que el antiguo edificio fue habitado alguna vez por los mandatarios españoles, y esta noticia se ha impreso varias veces en libros y periódicos.

[…] En los tiempos coloniales fueron vecinos de Zipaquirá los acaudalados don Juan Ignacio Lasso de la Vega, Alcalde de esa ciudad en 1778, y don Joaquín Lasso de la Vega. Radicados en Bogotá, habitaron la casa en que nos ocupamos, y fueron conocidos con motivo de su cuantioso caudal con el pomposo nombre de los Virreyes, de donde vino el hábito de llamar la mansión de los Lassos de la Vega con el nombre de Casa de los Virreyes. [258]

257  Papel Periódico Ilustrado, 15 de enero de 1884, nº57, 148

258  Ibáñez, Crónicas, 29

ANTIGUO PALACIO DEL VIRREY PRIMERA CASA DE TEJA QUE HUBO EN BOGOTÁ. 1871. JOSÉ MARÍA

GUTIÉRREZ DE ALBA. COLECCIÓN BANCO DE LA REPÚBLICA. P17054 COLL16/101

Pero nada de esto ha tenido logrado cuestionar el imaginario. Pues entre 1883 y 1884 se propusieron dos reformas en la plazuela directamente relacionadas con símbolos de la fundación y la colonia. La primera propuesta del Consejo Municipal en 1883 buscaba reemplazar la antigua fuente de piedra de la plazuela, por la que estaba instalada en la plazuela de San Carlos.

Debiendo colocarse próximamente la fuente de ‘Neptuno’ en la Plazuela de San Carlos, fuente que el buen gusto del Gobierno Nacional, ha dispuesto se traiga para ese lugar, la Municipalidad dispone que la pila que está allá, y que antes

PROPUESTA PARA LA PLAZOLETA DE LAS NIEVES CON LA PILA DEL MONO Y EL MONUMENTO. ELABORACIÓN PROPIA.

ocupó el lugar en que hoy está la estatua del Libertador, se coloque en la plazuela de las Nieves. [259]

Esta propuesta contemplaba instalar en la plazuela de Las Nieves la primera pila pública de la ciudad que estuvo ubicada desde 1584 en la Plaza Mayor. Su estructura fue modificada en 1775 cuando se le instaló la escultura en piedra de San Juan Bautista, razón que le dio el nombre de la Pila del Mono. Después de doscientos sesenta y dos años de funcionamiento en la Plaza Mayor se trasladó a la plazuela de San Carlos, para dar lugar a la instalación de la escultura de Simón Bolívar. [260]

Su reubicación en la plazuela de Las Nieves era sin duda la instalación de un símbolo colonial, que acompañó hasta hace cuarenta años la imagen del centro de poder de la ciudad. El proyecto no buscaba modernizar la plazuela, sino que se reemplazaba una pila colonial con otra de la misma época, pero con una carga simbólica y unos imaginarios vinculados directamente al pasado hispano de Bogotá.

A este proyecto se sumó un año después la propuesta de construir un monumento en honor a Gonzalo Jiménez de Quesada y las huestes conquistadoras. Así, en los debates del Consejo Municipal se unificaron ambos proyectos, configurando la plazuela como un espacio de la ciudad dedicado exclusivamente a la memoria hispánica y colonial de Bogotá. En un periodo en el que el gobierno de la ciudad estaba exaltando la memoria de los héroes de la Independencia, la plazuela de Las Nieves se convertía en el primer espacio urbano dedicado a la historia de la ciudad y no al de la nación. Esto hace evidente que el vínculo entre Las Nieves y la fundación ha estado vigente en amplios espectros de la sociedad capitalina en las

259  «Acta de la sesión del día 11 de junio de 1883», Registro Municipal, 9 de julio de 1883, 773

260  Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, Bogotá un museo a cielo abierto, (Bogotá: IDPC, 2008), 143

últimas décadas. De esta manera se definió el Acuerdo número 17 de 1884 donde se consolidó el proyecto para la plazuela.

3.º Que la República ha honrado ya de varios modos el nombre y los servicios de los héroes de nuestra Independencia y que muy poco ha hecho hasta ahora para enaltecer la obra de los héroes de la conquista, entre los cuales se halla en primer término, el abnegado y valeroso Jefe de los expedicionarios

Gonzalo Jiménez de Quesada… […]

La estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada será colocada en una columna cuadrangular. Al Oriente se grabarán los nombres de los fundadores que vinieron con Quesada; al Sur los nombres de los que vinieron con Sebastián de Benalcázar; al Norte los de los que vinieron con Nicolás de Fredermán [sic].

[…]

Art. 4.º Desde le día en que se inaugure el Monumento la plazuela de las Nieves se llamará ‘Plaza Jiménez de Quesada.’

[…]

Art. 6.º Ratifícase la resolución de la Municipalidad, para trasladar á la parte occidental de la plazuela de las Nieves; la Pila que está en la plazuela de San Carlos y que regaló á esta ciudad el oidor licenciado Alonso Pérez de Salazar, de grata memoria. [261]

Aunque el proyecto nunca se concretó, su propuesta corresponde a una visión particular sobre Las Nieves, pues construye un carácter ligado a las costumbres y la forma de vida de la colonia, que afecta no solo el espacio urbano sino el imaginario social que ha prevalecido durante todo el recorrido. La narración con la que abrimos esta parada, donde se lamentaba un periodista de la sutil decoración en las fies-

261  Higinio Cualla, «Acuerdo número 17 de 1884, por el cual se dispone la erección de un monumento á [sic] la memoria de los fundadores de Bogotá», Registro Municipal, 1 de julio de 1884, nº215, 888

tas del Domingo de ramos, tiene como recuerdo directo las grandes celebraciones de las que era escenario la plazuela y la parroquia de Las Nieves. Las crónicas de Cordovez Moure retrataban el despliegue de actividades que sucedían especialmente durante las fiestas de las Octavas del Corpus:

Luego venían las octavas de los barrios, empezando por el de Las Nieves, que es la parroquia más antigua de Santafé. Baste a nuestro propósito la descripción de lo que pasaba en aquel entonces tenebroso arrabal para dar idea a la actual generación de los sucesos que constituían antaño el ramo de diversiones más apetecidas y populares. […] Para comprender nuestra relación debe saberse que en aquella época todas las casas del barrio carecían de alar, las puertas y ventanas eran contemporáneas del conquistador de los muiscas; no existía camellón, sino un tremendo y desigual empedrado con altibajos, y de oriente a occidente se desprendían tres quebradas, que fueron, y ya no son, las que pasaban por tres puentes de cal y canto, que son el origen del nombre que lleva aún ese sitio de la ciudad.

En la víspera de la octava se colocaban en puertas y ventanas faroles de papel de colores, de los llamados intestinos, o linternas habilitadas de guardabrisas con sus correspondientes cabos de vela de sebo. En la plazuela se encendían hogueras de frailejón, y dondequiera que había garito, venta o chichería, se colgaban faroles cuadrados, forrados en género transparente, con que se anunciaba las comodidades que reportaría a los concurrentes la entrada a esas casas de beneficencia. [262]

Aunque las grandes celebraciones han cambiado, la plazuela sigue siendo el centro de actividades de la Parroquia, atrayendo a las aguadoras que se surten de la pila y los vendedores del mercado que ofrecen sus víveres en el

262  Cordovez Moure, «Fiestas religiosas»

espacio abierto de la plazuela. En los alrededores, se instalan los locales de carpinteros, aplanchadoras, carniceros, herreros, mecánicos, herreros, latoneros y estereros, dando a la plazuela una gran variedad de actividades comerciales que se mezclan con las de las chicherías de la Carrera Octava, y los establecimientos comerciales que veremos más adelante sobre el Camellón.

Así, el centro simbólico de la Parroquia, donde se encuentran la iglesia y la plazuela, busca también convertirse en un espacio simbólico para la ciudad. A diferencia del proceso de remodelación de la Plaza Mayor, la de Santander y la de los Mártires, todos con monumentos dedicados a los personajes de la Independencia nacional, la plazuela de Las Nieves es un refugio para la historia de Bogotá. Además, a diferencia de las otras reformas, en ésta se incluye un monumento y una pila, permitiendo conservar el uso urbano de la plaza como lugar de abastecimiento de agua, a pesar de que ya inició la instalación del acueducto en algunas zonas de la parroquia. Esta propuesta se suma a los imaginarios que ya hemos encontrado en el camino, la relación de la zona oriental con un predominio de población artesana y migrante, la presencia de espacios de socialización vinculados a las costumbres de los artesanos, y ahora la relación directa con la ciudad colonial. Aunque no todos los imaginarios siguen siendo válidos, ni están basados en vínculos reales, construyen una idea cada vez más sólida de las características de Las Nieves respecto a la ciudad. Si volvemos nuevamente sobre la definición de niebluno como anticuado, seguiremos añadiendo nuevas capas de esa condición de antaño que, con el caso de plazuela, es casi como si hubiera quedado suspendida en el tiempo. Pero estos imaginarios son solo una de las realidades que se vive en la Parroquia. Y pese a la imagen colonial que puede tener la plazuela, su presencia sobre el Camellón de Las Nieves es muestra de un claro contraste entre lo anticuado y las nuevas costumbres de los bogotanos. Así, justo en frente, está la recién remodelada iglesia de Las Nieves,

con su nueva espadaña que incluye un reloj que marca el tiempo para todos.

Esa idea de medir el tiempo es ahora una noción que se integra al espacio de la ciudad, recordando claramente a todos los transeúntes desprevenidos el transcurso de un ritmo de vida más rápido, más exacto y con más obligaciones. Y así iniciaremos el recorrido por el Camellón de Las Nieves, bajo las cuentas estrictas del minutero, el tránsito continuo del tranvía y los ritmos cotidianos de los locales comerciales *

El Camellón de Las Nieves *

LA VIVIENDA DE RAFAEL POMBO

COMPOSICIÓN A PARTIR DE PLANO BASE DE ADRIANA URIBE Y FOTOGRAFÍA AUGUSTE SCHIMMER. RECUERDOS DE BOGOTÁ. EDICIÓN AUGUSTE SCHIMMER FOTOGRAFÍA ALEMANA.

Así hemos llegado a la última parada del recorrido: el Camellón de Las Nieves. La vía principal de la parroquia que la comunica con la Plaza de Bolívar al sur y San Diego al norte se ha convertido en uno de los corredores más importantes de la ciudad. Su trazado se remonta a tiempos coloniales como el camino que comunicaba Santafé con Zipaquirá y funcionó desde el siglo XVIII como eje de consolidación de Las Nieves. Su importancia para la parroquia tiene que ver con el carácter que le da como puerta norte de la ciudad y conexión con el centro administrativo.

Por eso, el Camellón de Las Nieves es la vía más antigua e importante de la parroquia y el escenario privilegiado para encontrar a lo largo de siete cuadras las transformaciones y permanencias que conviven luego de tres siglos de uso. Empezaremos entonces el recorrido unas cuadras al norte de la iglesia, donde terminamos la parada anterior, para partir desde la Calle 17 mirando hacia el norte. Aquí retomaremos varios de los temas e imaginarios que hemos encontrado durante el recorrido, dando así un cierre general a las diferentes realidades que se viven en esta zona de la ciudad.

La vía que se abre hacia San Diego desde el Parque Santander tiene unas características particulares respecto a la Calle Real a pesar de ser su continuación. La Calle Real, que parte desde la Plaza de Bolívar hasta encontrarse con las Nieves, se caracteriza por su fuerte oferta comercial que condiciona el espacio de la vía y las actividades que allí se realizan.

Las recientes vitrinas instaladas en los almacenes de productos importados, la preeminencia de casas altas que hacen ver el espacio de la calle mucho más contenido, y la cantidad constante de compradores y transeúntes dan a esta importante vía su aspecto particular. Por su parte, el Camellón de las Nieves, que empieza desde la Calle 17 hasta la 24, cambia

su perfil y actividad. Las casas altas hacen su aparición aislada de cuadra en cuadra, mientras siguen predominando las tiendas y casas bajas. Su oferta comercial también es más esporádica y tiene como servicios principales las pulperías —hacia el sector de San Diego—, los consultorios médicos, jurídicos y las carpinterías. Finalmente, y acorde a su nombre de camellón, se inició desde la década anterior el proyecto de arborizarlo en ambos costados, creando un paseo similar a la Alameda vieja que remata en el Parque del Centenario. Sin embargo, la característica que comparten ambos sectores de esta importante vía es el servicio del tranvía de la ciudad. Su instalación, desde 1884 ha permitido responder a la creciente necesidad de conectar Bogotá con Chapinero, partiendo desde la Plaza de Bolívar y atravesando toda la parroquia de Las Nieves. Además de esta conexión, el tranvía sirve como medio de transporte dentro de la ciudad, teniendo en cuenta la prohibición al tránsito de carros de yunta que está en vigencia desde 1890. Aunque el tranvía es uno más de los ejemplos de transformación de la ciudad y sus necesidades, la respuesta de algunos de los ciudadanos no ha sido positiva. En 1885, con menos de un año de funcionamiento, los comerciantes de la Calle Real protestaron por el impacto del tranvía culpando el mal estado de la calle en el descenso de sus ventas. Por esta razón se reformó el trazado de los rieles y el servicio entre Bogotá y Chapinero empezó a funcionar desde el Parque de Santander.

Por su parte, la característica de Las Nieves como sector residencial de clases populares fue un tema a tratar en las discusiones de la ciudad. Esa condición no comercial que parece mantenerla vinculada con el imaginario de la ciudad colonial marca su lugar respecto al conjunto de la ciudad, pero también juega a favor de nuevas transformaciones. En 1886, dos años después de inaugurada la primera línea del tranvía, en una de las discusiones del Consejo Municipal se debatía el funcionamiento del cuerpo de serenos de Bogotá, que como habíamos visto en paradas anteriores, asumía la vigilancia de

BOGOTÁ LAS NIEVES. 1868. ANÓNIMO. COLECCIÓN COLOMBIA DE ALPHONS STÜBEL. ARCHIVO HISTÓRICO UNIVERSIDAD DEL ROSARIO

VISTAS DE BOGOTÁ IGLESIA DE LAS NIEVES. 12 DE JULIO DE 1919. EL GRÁFICO

algunos sectores de la ciudad en horas de la noche. Como era un organismo privado, financiado por los comerciantes de la Bogotá, estos se habían negado a prestar el servicio en la parroquia de las Nieves, alegando que la escasez de locales impedía recaudar lo suficiente para mantener en funcionamiento el servicio. [263] De esta manera, se condenó a las Nieves a seguir manteniendo la oscuridad y la inseguridad en las noches, por ser un sector residencial y de comercios de pequeña escala. Sin embargo, sus pequeños negocios y residentes no se opusieron al trazado del tranvía, generando con esto un gran impulso para las obras de remodelación del sector.

Los comerciantes de la 7.ª no tardarían en reconocer (como los de Broadway) que el más corto acceso y más fácil transporte para señoras y pequeños bultos, lejos de perjudicar, de á las línea [sic] servida por tranvía una ventaja enorme en pesos y centavos y la consiguiente alza á la propiedad, como en Broadway ha sucedido. La cuestión no es sino de aseo y esta línea va á forzarnos á aprenderlo y practicarlo debidamente. Aún podría imponerse un ligero recargo de contribución de aseo á las del comercio en dicha línea, en retribución de la ventaja que obtienen y por su especial interés en el limpio acceso á su propiedad. [264]

De esta forma iniciaron el año pasado las obras de pavimentación en todo el Camellón de las Nieves, que se suman a la arborización de la década anterior. [265] Con piedras trituradas de canteras como las del Paseo Bolívar y cascajo del río San Francisco, se está transformando la vía y los andenes desde la Calle 18 hasta la 24. Aunque el panorama de obra sigue

263  Narciso Reyes, «Carta de la Presidencia de la Junta de Comercio al Distrito Federal de Cundinamarca», Registro Municipal, 6 de agosto de 1886, nº289, 1.206

264  J. Argáez, «Tranvías y lavaderos», El Telegrama, nº1.938, 13 de abril de 1893, 7.718

265  Próspero Pereira Gamba, «Resumen de las actas de la Junta de aseo y ornato. Sesión del día 11 de agosto de 1886», Registro Municipal, 25 de septiembre de1886, nº296, 1.234

reinando en la zona, ya se han completado las dos primeras cuadras y están en proceso los andenes de la plazuela hasta la Calle 22. Con esto, empiezan a aparecer en las cuadras cercanas al antiguo Hospicio, tiendas donde se distribuyen los productos de importantes fábricas bogotanas como Chaves o La Equitativa. Las obras han causado buenas impresiones dentro de los ciudadanos, que ven las intervenciones en la ciudad como un símbolo de progreso e incluso como una posible transformación de Las Nieves, acorde con las tendencias que ya se viven en otros lugares de la ciudad.

¿No cree usted muy natural que el camellón de Las Nieves, hoy que ha tomado aspecto enteramente europeo, debe ser bautizado con otro nombre que simbolice alguna de nuestras glorias?

Llamar esa parte de la ciudad Avenida Bolívar ó Avenida de los Próceres es cumplir con un deber que el patriotismo y la gratitud exigen.

Como usted forma parte de la Junta que formula el programa para celebrar al [sic] fiesta de la Patria, no dudo atenderá la indicación hecha por su afectísimo amigo,

J  [266]

El emocionado ciudadano ve en las obras del camellón la oportunidad de Las Nieves para integrarse en el lenguaje urbano de conmemoración nacional que señalamos en la parada anterior. Esto no implica una revisión sobre la propuesta —aún sin consolidar— de transformar la plazuela en la plaza Jiménez de Quesada, pero sí desmarca a Las Nieves del imaginario fundacional y colonial, proponiendo una transformación acorde con el resto de la ciudad. Siguiendo la idea de la nota publicada en El Telegrama, más allá de su propuesta, parece haber un consenso general sobre la importancia de la transformación del espacio físico como condición de

266  J., «Camellones», El Telegrama, nº1.994, 19 de junio de 1893, 7.942

EL HOSPICIO. 1 DE MAYO DE 1888. RICARDO MOROS URBINA. PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO

transformación de las costumbres. Así, tanto la realización del Paseo Bolívar, como las obras de la plazuela, el uso del Parque del Centenario, e incluso los proyectos para la construcción de la plaza de mercado, llevan de la mano una idea —moderna— de transformar el estilo de vida a través del espacio de la ciudad.

Para el caso de Las Nieves, y según lo encontramos a lo largo del recorrido, la transformación de las costumbres tiene mucho que ver con cambiar los estereotipos e imaginarios del sector y sus habitantes. La modernización de plazas, calles, viviendas y edificios públicos cuestionan constantemente la idea de un sector alejado, poblado por habitantes aferrados a las costumbres de antaño y que siguen habitando una ciudad atrapada en el tiempo. Así, al aceptar la importancia de construir la primera vía de carros de la ciudad, al solicitar la construcción de una plaza de mercado y al apreciar la importancia de reformas como las del Camellón, la población de Las

Nieves demuestra que valora la importancia higiénica, técnica y social de las transformaciones urbanas.

Pero no son únicamente transformaciones físicas las que se viven en la Parroquia. Muestra de ello es el antiguo edificio del Hospicio, una construcción que data de 1657 y que sigue siendo parte del panorama del Camellón de Las Nieves. Su cambio está ligado a su uso: de noviciado jesuita a hospicio de la ciudad en sus tres siglos de funcionamiento. Con este edificio nos encontramos nuevamente ante el panorama de la mendicidad en la ciudad, y el papel que tiene Las Nieves dentro de las políticas de asistencia a este problema social. Quizá, su emplazamiento en todo el corazón de la parroquia hace que su presencia pase desapercibida al lado de los imaginarios más generales sobre la condición social y las costumbres de los nieblunos. O quizá, su lugar dentro de las percepciones de la ciudad es su carácter de frontera, como lo describía Isaac Holton al visitar Bogotá en 1850.

Pasando el hospicio se llega a la iglesia parroquial de Las Nieves, a mano derecha, y a una plazuela con una fuente, a la izquierda. Aquí aproximadamente termina la ciudad, porque avanzando al norte las casas comienzan a ser más escasas y pobres, luego apenas hay ranchos hasta que se llega a campo abierto y cruzando una quebrada está el pequeño convento franciscano de San Diego… [267]

Pero actualmente su lugar como límite geográfico y como actividad relacionada con los sectores más alejados de la ciudad, había sido reemplazado por el Asilo, dejando al Hospicio como un edificio más en la memoria de los bogotanos, liberándose del imaginario de frontera.

Pasando la plazuela y la iglesia, el panorama de casas bajas y tiendas se hace infinito en las tres siguientes cuadras. Una sola casa alta en la esquina de la Calle 21, rompe el ritmo

267  Holton, La Nueva Granada, 170

de las fachadas, del mismo modo que la fábrica de bebidas alcohólicas de José María Sierra, en la Calle 22. Otra de las maneras en que se rompe el ritmo constante de las fachadas son las puertas abiertas que dejan entrever carpinterías, herrerías, boticas, ventas de carbón y llegando al Parque del Centenario, una gran cantidad de pulperías. El panorama no es muy variado arquitectónicamente, y más allá de las casas altas y algunas transformaciones en las fachadas con balcones en hierro, la vista de techos de teja de barro y muros blancos predomina en la ciudad. Así lo describió Holton casi cincuenta años atrás, con la primera impresión que tuvo de Bogotá desde la distancia: «El viajero se demora para ver la ciudad por ser esta del mismo color sombrío de la montaña que se yergue detrás. Fuera de la fachada de un amarillo opaco de la catedral, cuyas amplias proporciones dominan la Sabana, no se ve sino un mar de techos de teja.» [268] Sin embargo, la apariencia exterior no siempre se corresponde con lo que sucede en el interior. Es por eso que la heterogeneidad parece escondida detrás de esas fachadas que recorremos rápidamente con la mirada desde la calle.

Por insignificantes que muchas casas parezcan exteriormente, su interior se distingue por la comodidad y hasta por la pompa de la instalación. Construídas según el modelo de las villas romanas, las estancias principales de la mansión se agrupan en torno a un gran patio. En éste se ha dispuesto, casi sin excepción, un magnífico jardín donde brotan flores durante todo el año y en el que se alzan estatuas y cantan por doquier plácidas y seductoras fontanas. A la derecha del amplio corredor por el que se llega al patio, están, por lo común la sala de recibir, o el salón, que da a la calle. A dicha pieza siguen las demás habitaciones; éstas tienen de ordinario puertas, en lugar de ventanas, hacia el patio, pero no dan directamente al mismo, sino

268  Holton, La Nueva Granada, 140

que desembocan primero en una especie de vestíbulo para pasearse. Al fondo del patio cuadrangular está el comedor, lindamente decorado. Como detrás hay todavía un segundo patio, el comedor suele recibir luz por ambos lados. En torno de este otro patio se agrupan las cocinas y construcciones añejas. En casas de profundidad aun mayor, existe un tercer patio con estables, corrales, o huerta, o bien un pedazo de terreno con yerba como lugar de juego para niños. [269]

Así, en la esquina suroriental de la calle 22, en la puerta 812, encontramos la entrada a la nueva vivienda del reconocido literato Rafael Pombo. La vivienda, al estilo de las descritas por Röthlisberger no da muchas pistas desde la fachada de lo que sucede en su interior. Las habitaciones son refugios de incontables obras de arte, piezas de colección y toda la herencia bibliográfica de su padre, el militar, ingeniero y político Lino de Pombo. El reportaje que le dedican a la nueva vivienda del escritor en el diario El Telegrama hace un recorrido detallado por algunas de las habitaciones, así como las costumbres más íntimas de Pombo.

Por lo que hace á las otras partes de la casa, están completamente repletas de obras artísticas. Indudablemente que para adquirir todo aquello, se ha necesitado una constancia admirable, y una vocación exquisita sumamente determinada: además, aquello representa un gran capital, pues hay un conjunto de pinturas, repartidas en cinco salones: entre esas pinturas hay cuadros valiosísimos de antiguos maestros europeos. […] Además de esas obras de bellas artes, también hay una riqueza considerable, en libros raros en pergamino y multitud de obras literarias y científicas: allí están también las obras inéditas del sabio don Lino de Pombo. [270]

269  Röthlisberger, El Dorado, 94

270  A.J. Márquez, «Don Rafael Pombo en el hogar», El Telegrama, nº1.875, 27 de enero de 1893, 7466

La suya, ejemplo de una casa tradicional de las clases acomodadas, con varias habitaciones, posiblemente más de un patio y una gran riqueza material en su interior claramente no es el común denominador de la ciudad, pero sí es muy frecuente encontrar en las crónicas de viajeros la referencia constante a los bienes importados y la riqueza interior de las viviendas de la élite capitalina. Productos como pianos, espejos, lámparas y libros han sorprendido a los extranjeros, no por su calidad, sino por las dificultades que acarrea su llegada en buen estado hasta Bogotá. Así, su lujo no radica solo en la importación, sino que sus precios son mucho más elevados que en otras ciudades del mundo debido a la complejidad del transporte.

El precio de estos artículos es bien absurdo; los objetos más insignificantes, que en Inglaterra hubieran costado muy poco o nada, se eleva a extremos ridículos, porque los impuestos para importarlos son enormes y el riesgo de que se rompan en su travesía por las montañas a lomo de mula es tan evidente que los vendedores les incrementan el valor de acuerdo con la cantidad de artículos destruidos. [271]

La riqueza material de la casa de Don Rafael Pombo es una de las variadas expresiones de su posición social. Sin importar su reputación y abolengo, Pombo es un hombre de negocios que está consolidando un patrimonio inmueble para garantizar seguridad económica. Así lo presenta el mismo reportaje sobre su vivienda en Las Nieves.

… recientemente se ha pasado á una casa que posee en el barrio de las Nieves, pues, á semejanza de los literatos europeos contemporáneos, el señor Pombo también es hombre de negocios y propietario: las tres casas famosas que posee, las ofrece en venta á cada oportunidad que se

271  Carnegie-Williams, Un año, 65

le presenta. Esto hay quienes se lo critiquen mucho; pero no sabemos nosotros qué otra cosa ha de hacer aquí el escritor, sino procurarse el sustento por medio de los negocios, cuando en Colombia nadie vive de las letras, sino son de cambio. [272]

De esta manera, la parada en la casa del escritor es más que una excusa para adentrarnos en una vivienda de Las Nieves. La compra de esta propiedad está ligada a ese proyecto económico de tener seguridad y generar ganancias a través de las propiedades inmuebles. Aunque su negocio no es tan arriesgado como el de Paulino Rosas, podemos decir que Pombo es un punto medio entre Eleuterio Villalobos y Rosas. El Proyecto de Pombo es ir comprando y vendiendo, seguramente a medida que las propiedades van valorizándose, por esta razón es tan interesante que su más reciente adquisición esté situada sobre el Camellón de Las Nieves.

Pombo, al igual que el ciudadano que escribió la nota sobre la transformación del Camellón en El Telegrama, ve en Las Nieves un potencial de cambio. Y ese cambio no es solo físico, también es de percepción, al apostarle a una transformación material y simbólica. En ambos casos se está juzgando el espacio urbano desde la anticipación de un futuro próximo y no desde la memoria de lo que fue esta parroquia en décadas y siglos anteriores.

Así, la heterogeneidad de Las Nieves es mucho más compleja que señalar la diversidad de habitantes o de usos. Hace referencia a las diferentes épocas que ha transitado y las huellas que de ellas quedan, como la plazuela, el hospicio o las iglesias de las Nieves y San Diego. Además, la multiplicidad se ve también de manera más sutil, en la memoria de sus habitantes, en la forma en que se relacionan con el espacio construido desde un imaginario del pasado, desde la anticipación del futuro o desde la inmediatez del presente.

272  Márquez, «Don Rafael», 7466

Cada uno de estos imaginarios va transformando de manera particular el panorama de Las Nieves, y por más particular que sea el caso de Rafael Pombo, la fábrica de Juan de Brigard, o la quinta de Eleuterio Villalobos, todos aportan una manera de relacionarse y comprender esta zona de la ciudad. Pombo, con su decisión de comprar una vivienda en una de las cuadras finales del Camellón ve a futuro la posibilidad de vender fácilmente la propiedad y seguramente de generar alguna ganancia. Su apuesta personal se suma a la de otros cuantos habitantes que también ven desde la anticipación la capacidad de cambio, y sin ser opuestas, sus ideas se encuentran con las de quienes siguen viendo en Las Nieves el refugio de una ciudad colonial arraigada a las costumbres de una población mayoritariamente artesana y migrante. Este encuentro constante de percepciones e imaginarios es finalmente el que construye el carácter de Las Nieves. Un carácter que va más allá de las transformaciones físicas o los cambios demográficos y que obedece más bien a la manera en que los habitantes se relacionan con el lugar que habitaban y la multiplicidad de narraciones que ofrece cada caso. Así, Las Nieves no puede reducirse a una única definición. Las Nieves son muchas, incluso muchas más de las que repasamos en las diecinueve paradas, y allí radica su carácter: en la manera en que se transforma a partir del choque de esos múltiples imaginarios y tiempos que conviven sincrónicamente en sus calles, sus casas y sus habitantes *

* Fin de viaje, diversidad de diversidades

Hemos llegado al final del recorrido y de un año lleno de eventualidades. Por las calles que transitamos y las historias que escuchamos ya podemos decir que Las Nieves son muchas. Que, a pesar del reiterado señalamiento por la falta de crecimiento físico, las dinámicas sociales son ejemplo de una ciudad moderna que promueve el intercambio entre opuestos, así como la mezcla y la negociación entre posturas diversas, siendo todo esto lo que finalmente da el carácter urbano a esta ciudad que tantas veces ha sido señalada de pueblerina y colonial. En nuestro camino nos encontramos con un niebluno mucho más complejo, que debajo de su apariencia anticuada carga un moderno reloj, camina por el parque, monta en el tranvía y negocia propiedades y proyectos en su parroquia. Son estos personajes con sus historias cotidianas, los que logran enriquecer nuestra mirada no para desestimar los imaginarios con los que nos relacionamos con la ciudad, sino para enriquecerlos. Así, cada una de las paradas que hicimos parten de una preconcepción para cuestionarla y entenderla un poco más de cerca en su diversidad.

El recorrido nos ha mostrado los múltiples matices de esos imaginarios que definen nuestra relación con la ciudad y que en la mayoría de los casos se han construido desde la literatura, las crónicas y los reportajes. El punto de partida de las primeras paradas fue la condición geográfica del pie de monte de Monserrate, una zona considerada como las afueras de la ciudad donde llegaban inmigrantes de otras ciudades y residían algunos de los indígenas libres en la época colonial. Esa realidad social, sumada a las condiciones naturales de explotación de materiales como arcilla, madera, carbón y fuentes hídricas siguen condicionando la mirada. Sin embargo, en las últimas décadas este panorama se ha transformado, a veces de manera sutil, a través de la implementación de nuevas tecnologías en la fabricación de estos mismos materiales. Así, entraron en funcionamiento hornos

para cocer ladrillos y motores de vapor para mover maquinarias. De la misma forma, la población ha cambiado, los oficios artesanales no predominan y las condiciones de vida son similares a las de la zona más céntrica de la parroquia.

En ese contexto de cambios nos encontramos con la propuesta del gobierno municipal para construir la primera vía de carros de yunta de la ciudad que va a conectar el sector del pie de monte de las Nieves con el Parque del Centenario. Esta propuesta particular, muestra un acuerdo entre habitantes y gobernantes sobre las ventajas que traerá para el sector. En este caso, la visión a futuro está determinando la toma de decisiones y ha dado pie a discusiones sobre la valorización que representan este tipo de intervenciones y los posibles cambios de uso del sector. Así, se van transformando los imaginarios de un pasado de frontera condicionado por sus habitantes y actividades, hacia una búsqueda por integrarse definitivamente con el resto de la ciudad, física y socialmente.

En un segundo momento nos adentramos en San Diego que, aunque es un barrio diferente de Las Nieves, aún hace parte de la parroquia. Esta diferencia entre organización religiosa y administrativa responde principalmente a la densidad demográfica de San Diego y a las posibilidades del párroco de Las Nieves para atender a todos los feligreses. Sin embargo, las diferencias entre ambos barrios son evidentes desde el primer acercamiento. Su condición geográfica, pero también su particularidad predial, han permitido un desarrollo físico muy diferente al de Las Nieves, dando cabida a varios de los nuevos equipamientos de la ciudad que se han construido desde mediados del siglo.

A diferencia de Las Nieves, donde las crónicas literarias destacan unos paisajes de antaño, en San Diego los relatos se concentran en el panorama que han forjado algunos de estos nuevos equipamientos. Así, la condición social de los

habitantes del alto de San Diego es resaltada una y otra vez en literatura, crónica y prensa como una población en condiciones de pobreza y dedicada a oficios de abastecimiento y trabajos manuales. Ese panorama de pobreza se mezcla en los discursos con la presencia de dos de las instituciones que funcionan allí: el Asilo de indigentes, y la Penitenciaría del Panóptico. Estos ingredientes dan al sector una condición que parece heredada de la que encontramos en la parte oriental de Las Nieves: ser borde de la ciudad como sinónimo de alojar a la población más necesitada.

Pero San Diego tampoco puede ser encasillado en un único adjetivo. Así como el panorama de asistencia social se destaca continuamente, también encontramos otros elementos que están apostando por un carácter muy diferente para la zona. El primero por antigüedad es el Parque del Centenario, que desde 1883 ha sido una apuesta por cambiar las costumbres de los bogotanos y brindarles un espacio de esparcimiento y socialización a la moda de las ciudades europeas y norteamericanas. Su apropiación no ha sido sencilla y todavía se presentan inconvenientes en su mantenimiento, sin embargo, su década de funcionamiento continuo es un precedente importante para el sector y para toda la ciudad, dando así a San Diego una perspectiva de transformación hacia una nueva forma de habitar.

Al igual que el Parque encontramos dos fábricas muy particulares por su escala y tecnología. La fábrica de ladrillos del Rosario no solo provee materiales de construcción, sino que tiene la capacidad de producir ladrillos cocidos, a diferencia de los bloques de adobe que se secan al sol en los chircales del pie de monte. Su producto, aporta a la transformación de la arquitectura de Bogotá, que se hace evidente con la construcción de grandes fábricas como su vecina Bavaria.

De esta forma, San Diego carga con los estereotipos propios de una zona a las afueras de la ciudad, en la que incluso los nuevos edificios especializados han entrado a reforzar

ese carácter. Sin embargo, su condición de borde también ha permitido la instalación de modernas fábricas y espacios urbanos para el esparcimiento y el ocio de una sociedad en transformación. Así, este borde de la ciudad empieza evidenciar la misma complejidad que el resto de la parroquia: ese constante encuentro entre una mirada tradicional ligada a la memoria, y la aparición de espacios y costumbres que tienen en mente una aspiración sobre el futuro.

Ese mismo panorama se repite en la zona occidental. Antaño la frontera entre los ejidos y la ciudad se ha constituido en un lugar propio para conseguir amplios lotes de quintas. Siguiendo los pasos de San Diego, se encuentran allí fábricas más pequeñas como la de cervezas La Florida, equipamientos urbanos como la estación del Ferrocarril del Norte y el primer paseo arborizado de la ciudad, la Alameda Vieja. A pesar de estas transformaciones, el lugar sigue luchando con su condición de lejanía que además carga con su cercanía a los cementerios. Es en esta zona de Las Nieves donde encontramos de manera muy concreta los intentos de transformar esa condición de borde con una idea naciente de valorización. Y es precisamente esa novedad la que conecta dos de los casos que visitamos sobre la Alameda Vieja. Por un lado, la propuesta de Paulino Rosas, que tiene muy clara la necesidad de valorizar su predio a través de mejoras urbanas en el sector. Su caso particular ha apuntado constantemente a la construcción de una plaza pública, para generar un polo de atracción a sus predios. Pero también está el proyecto del de Ferrocarril del Norte, que inició su construcción en 1889 ayudando a mejorar la conectividad y visibilidad de los predios aledaños. Ante la necesidad de ceder parte de los terrenos para el trazado de la vía férrea, Rosas negoció rápidamente con el Gobierno, mientras que su vecino, Eleuterio Villalobos, retrasó la obra por dos años más mientras lograba un acuerdo económicamente favorable que compensara su área perdida. Mientras uno lo ve

PANORÁMICA DE BOGOTÁ. CA. 1899 JULIO RACINES. BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

como una inversión a futuro, el otro lo entiende como una pérdida a su patrimonio actual. Así, el contraste de opiniones, que incluye las de los mismos dirigentes, ha impedido un cambio generalizado sobre la percepción del sector.

Algo similar ocurre en la zona más cercana al Camellón de las Nieves. Su condición de centro simbólico de la Parroquia, donde está ubicada la plazuela y la iglesia, hace más fuerte su asociación con los imaginarios de tres siglos de vida del sector. Por esta razón, volvimos a encontrar con fuerza los señalamientos sobre la condición artesana de sus habitantes, ligada no solo a la pobreza, sino a costumbres que condena la élite, como el chichismo y la prostitución. Además, su condición de sector más antiguo de la parroquia, también lo liga a una memoria de la ciudad que ve en Las Nieves el refugio de la historia fundacional de Bogotá. Este vínculo, entre la ciudad colonial y las costumbres tradicionales de los artesanos, refuerzan la condición de anticuado que se le recalca a sus habitantes. Pero a esto se suman algunos proyectos que buscan transformar ese predominio del pasado, trayendo a Las Nieves nuevas costumbres y espacios urbanos. Por esta razón, la instalación del tranvía ha reformado el Camellón, adoptando un estilo de boulevard arborizado como la Alameda Vieja, y la Nueva. Además, las reformas en la plazuela, aunque vinculan la memoria de la parroquia con la fundación de Santafé, buscan convertir este espacio de la ciudad en un lugar simbólico, más que en uno lo de intercambio comercial como se ha usado con el mercado. Una vez más, estas intervenciones que parecen aisladas, y que no siempre han llegado a término, van atrayendo nuevas iniciativas que construyen un posible cambio en las condiciones físicas y sociales de la parroquia.

Este constante contraste entre propuestas y posturas frente Las Nieves y sus habitantes evidencia, gracias a su reiteración, que la heterogeneidad va más allá de una reflexión sobre usos, oficios y condiciones de vida. Hay un

nivel más de diversidad, que es el que termina de darle forma a ese concepto difícil que es el carácter de una zona específica de la ciudad. Las últimas paradas en la plazuela y el Camellón hacen evidente que la memoria colectiva juega un papel clave en la relación que establecemos con el espacio habitado. Ese vínculo entre Las Nieves y la fundación de la ciudad es un diálogo que tiene consecuencias físicas en la parroquia, pero también alimenta el imaginario sobre sus habitantes y costumbres. Y finalmente, es un discurso que busca darle un lugar a la memoria de nuestra ciudad y por eso termina mediando muchas de las propuestas, decisiones y choques constantes que encontramos en todo el recorrido.

Esa mirada, que construye un valor histórico de Las Nieves, se mezcla con una mirada que está enfocada en la anticipación de un futuro, donde la condición de borde es esencial para permitir una transformación de mayor envergadura. Y en medio de esas dos posturas, también hay miradas más presentes que transforman la realidad de Las Nieves desde unas condiciones más inmediatas, como la mezcla de trabajos artesanales con nuevas tecnologías, o el cuestionamiento directo a estereotipos que ya son obsoletos.

Así, la diversidad física que es evidente en las calles de Las Nieves se mezcla con una diversidad de tiempos. Las memorias de la ciudad se entrelazan con la experiencia de quienes la habitan y la sueñan. Y es solo al aceptar que la ciudad está llena de voces que entendemos que no hay un discurso unánime, y gracias a esa imposibilidad es que aparece la riqueza social y material que nos entrega un sector como Las Nieves. Es ahí, en el contraste de opiniones, en el choque de ideas, donde se hace evidente que estamos frente a una ciudad que lejos ha dejado su pasado pueblerino y colonial *

* Calle 21 # 6–59. Una niebluna del Siglo XXI

Después de finalizar todo el recorrido por Las Nieves durante 1893 resulta pertinente contar el proceso que dio forma a esta investigación. Si bien su origen es la tesis de maestría mediante la que opté al título en Historia y teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia en 2020, los conceptos, la aproximación y el lugar mismo están ligados a otros episodios que tuvieron la fortuna de encontrarse en este proceso. Desde 2016, cuando tuve la oportunidad de hacer parte del equipo para construir el estudio histórico del Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) del Centro Histórico de Bogotá, empecé a gestar este proyecto. Allí me encontré con las calles de mi infancia, con los recuerdos de mis vacaciones en la plaza de mercado de La Macarena, en el café La Florida y en el Banco de Colombia de la plaza de Las Nieves. Ese encuentro entre mi oficio y mi memoria me abrió una curiosidad nueva por sumergirme en la historia de manera personal.

Desde 2016 hasta 2020, cuando entregué el documento final, los cambios fueron abismales. Lo que empezó como un proyecto comparativo entre la transformación de Las Nieves y San Victorino entre 1938 y 1973, fue lentamente destilándose y retrocediendo en el tiempo hasta llegar a Las Nieves en 1893. Este proceso de decantación, que fue a parar al siglo XIX, nunca abandonó esas calles que gravitan alrededor de la calle 21 # 6-59. Allí, hace más de veinte años, en esa oficina oscura de mi abuelo empezó esta historia. Y esta no es sino una de muchas posibilidades de rendirle homenaje y compartir mis recuerdos familiares.

Encontrar ese diálogo entre mis memorias personales y mi formación profesional fue el punto inicial de este proyecto, buscando la posibilidad que me brindaba la historia urbana para integrar y dar cuenta de la experiencia de los habitantes de la ciudad, incluida la mía. Con estas intuiciones inicié la investigación que,

aunque no es un proceso lineal, he podido resumirlo y darle sentido en cuatro momentos. El primero, el trabajo sobre los imaginarios de Las Nieves desde la literatura y la crónica. El segundo, el descubrimiento y la aceptación de la diversidad como característica privilegiada de la ciudad a finales del siglo XIX. El tercero, es el diálogo, donde entra la necesidad de diseñar una estructura narrativa que comunique esa diversidad en términos de experiencia urbana. Finalmente, el balance de los objetivos personales y el alcance que logré darle a la investigación.

IMAGINARIOS

Mi inquietud sobre los imaginarios surgió de mi experiencia en la ciudad, especialmente en relación con esos lugares comunes que construimos sobre diferentes zonas de Bogotá y que de tanto repetirlos, se van convirtiendo en una suerte de carácter de los sectores y sus habitantes.

ARTURO ÁLVAREZ EN LA PLAZA DE MERCADO DE LA MACARENA. CA. 1990. ARCHIVO FAMILIA ÁLVAREZ MAYA

Yo quería encontrar esas referencias para Las Nieves en el siglo XIX, pues mi intuición en ese primer momento era que las descripciones literarias sobre Las Nieves y sus habitantes podían agruparse como una visión coherente y única, que iba en una dirección diferente a lo que encontraba en otras fuentes como prensa y archivos gubernamentales. De esta manera, estaba construyendo una hipótesis donde la experiencia de la ciudad estaba desvinculada de las transformaciones físicas y mi propuesta era cuestionarlas y mostrar cómo se relacionaban y enfrentaban esos opuestos.

Pero por más que revisaba no encontraba una condición particular que abarcara Las Nieves como una totalidad. Había reiteraciones sobre su lejanía, pero centraban la atención en la zona de occidente. También había relatos sobre la condición de pobreza de sus pobladores, pero estaban ligados a la zona oriental del pie de monte. Otros, vinculaban a Las Nieves con la población artesana de Bogotá y al final ninguno lograba convertirse en una mirada totalizadora de la parroquia.

Esta imposibilidad de describir de manera general a Las Nieves me llevó a cambiar radicalmente de estrategia. Si no había una única manera de entender el carácter del sector, era porque en realidad Las Nieves eran muchas al mismo tiempo. Y esa heterogeneidad y esa diversidad de usos, habitantes y características debía ser el punto de partida, y no un relato unificador como lo había pensado en un primer momento.

DIVERSIDAD

Pero ¿qué implicaba la diversidad? ¿qué carácter imprimía en el sector y cómo se relacionaba con mi inquietud inicial de rastrear la relación entre la ciudad y sus habitantes? Una de las claves fundamentales para salir de esa hipótesis de los imaginarios como opuestos a las transforma-

ciones físicas, fue la comprensión de la diversidad como un valor propio de la vida en la ciudad [273], la diversidad como posibilidad de diálogo y encuentro entre posturas diferentes. Al entender la heterogeneidad cómo un valor de transformación y una condición propiamente urbana, la hipótesis anterior debía ser reformulada. Aceptar la heterogeneidad como punto de partida, se sintió en su momento como un cambio rotundo, pero como se hizo evidente, fue solo aceptar que no había una única lectura de Las Nieves sino varias experiencias en simultáneo. Además, al pensar la diversidad como una condición que propiciaba la transformación, pude identificar con mayor claridad los síntomas de ese cambio que se vivía en Las Nieves a finales del siglo XIX. Y aunque esta transformación se ha estudiado en varias publicaciones e investigaciones [274], dediqué mi atención a entender de qué manera el diálogo entre diferentes posturas tiene efectos sobre la transformación física de la ciudad.

DIÁLOGO

De esta forma, no solo cambió mi hipótesis sino la manera en que estaba trabajando las fuentes, no era más mi intención separarlas según su tipo, sino todo lo contrario, ponerlas a dialogar y empezar a revisar qué aparecía al cruzar la información de los lugares destacados por Carlos Clavijo en su plano de 1894 [275], con la información de habi-

273  Para esto fue indispensable el trabajo en el seminario Historia y teoría de la ciudad I, especialmente la lectura y discusión de textos de Richard Sennett y Manuel de Solà-Morales en el libro: Ángel Martín Ramos (ed.), Lo urbano en 20 autores contemporáneos, (Barcelona: Escola Técnica Superior d’Arquitectura de Barcelona; Ediciones Universidad Politécnica de Catalunya, 2004). Además, la lectura del libro del Sennett, Construir y Habitar

274  Vale la pena destacar las siguientes investigaciones: Ladino, «Del campo a la ciudad». Delgadillo, El Parque del Centenario. Farfán Rodríguez, Una ciudad al occidente

275  Clavijo, Plano topográfico de Bogotá

tantes y oficios del Directorio de 1893 [276], los propietarios del Catastro de 1891 [277], los reportes de policía [278] y los diferentes artículos de prensa y debates gubernamentales. Todo este trabajo de sistematización de fuentes lo hice en función del espacio. Con herramientas de georreferenciación inicié un mapeo de toda la parroquia que me permitió dibujar un panorama completo de usos, propiedades, habitantes, obras públicas y pleitos que me mostraron esa realidad efervescente, y también me ayudaron a hacer conjeturas sobre las relaciones que se tejían en las calles de Las Nieves.

Así, empecé a concentrarme en la idea de diálogo como una condición necesaria para que la diversidad se convirtiera en un factor de transformación. Eso sumado a la posibilidad de rastrear a nivel de calle una gran cantidad de características de Las Nieves, me llevó a repensar la manera de construir una estructura narrativa para la investigación. Así, a partir de otras investigaciones como El Queso y los Gusanos [279] y 1892: un año insignificante [280], empecé a construir una estructura que me permitiera aprovechar al máximo toda la información espacial y acercarme a una narración que tuviera en cuenta el nivel de detalle que un recorrido puerta a puerta puede ofrecer.

En este punto fue de gran importancia mi propia experiencia como habitante de la ciudad y como investigadora. Y aunque creo que no hice el vínculo de manera premeditada, la propuesta de una estructura narrativa como un recorrido por Las Nieves, está muy relacionada con la manera en que conozco y me aproximo a la ciudad. Mis apuntes de viaje y de trabajo siempre incluyen planos, pues esa es mi forma de entender y aproximarme a las

276  Salgado, Directorio general

277  Junta Central de Catastro, Catastro del Municipio de Bogotá

278  Archivo General de la Nación (AGN), Sección República, Fondo Policía

279  Carlo Ginzburg, El Queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, (Barcelona: Ediciones Península, 2016)

280  Hering Torres, 1892

ciudades usándolos como una herramienta para entender las relaciones en el espacio.

El plantear el recorrido me permitía entonces liberarme de la necesidad de darle un orden a los diferentes temas que me había ido encontrando en la investigación: propiedad, obras públicas, costumbres, oficios... y más bien dejar que fueran apareciendo y relacionándose de una manera más cotidiana, cómo se podrían haber apreciado en la ciudad. Así, la idea de la estructura narrativa se unía a la necesidad de comprender las realidades y percepciones dando como resultado una aproximación desde la experiencia misma de conocer la ciudad y experimentar sus constantes contrastes.

El resultado de esa propuesta fue haber encontrado la manera en que se iban hilando diferentes temas que a primera vista parecían diferentes. Por ejemplo, el paso desde lo alto de Monserrate con los imaginarios sobre los pobladores de la zona oriental de Las Nieves y su vocación de usos artesanales hilaba muy bien con la presencia de la fábrica tecnificada de Juan Bautista de Brigard. O el recuento de los eventos del 15 y 16 de enero, donde se enfrentaron los «artesanos» con la policía, se unía también de manera muy clara con el panorama que se iba encontrando en las inmediaciones del Camellón de las Nieves con la fuerte presencia de chicherías y casas de mujeres públicas.

ACLARACIONES Y SECRETOS

Esa manera en que se fueron tejiendo las relaciones entre las diversas paradas me lleva al primer reto que tuve con este proyecto, una continua reflexión sobre la comunicación de la investigación. Me inquietaba cómo hacer del trabajo histórico un texto más ameno de leer, más cercano a la experiencia de vivir la ciudad que de estudiarla como un agente por fuera de ella. Por esta razón privilegié las

PLANO RECORRIDO DEL CENTRO HISTÓRICO DE BOGOTÁ. 2016. ADRIANA URIBE

historias de los habitantes, busqué construir personajes a través de los cuales contar las historias de cada una de las paradas y apelar constantemente a una escala de un solo caso por capítulo. Esta propuesta me llevó también a revisar mi forma de escritura, a buscar formas de narrar más descriptivas, a construir personajes, todo con el reto constante de no olvidarme de la rigurosidad que exige un trabajo histórico. Ese aspecto de la escritura es un trabajo de continua revisión, incluso ahora, cuatro años después de terminada y gracias a la publicación y al proceso editorial realizado a través del Sello Editorial del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, seguí ajustando el lenguaje para que se sintiera como un recorrido durante 1893, para construir una narración continua que no delatara mi propia voz de investigadora desde el siglo XXI. Dentro de la apuesta comunicativa también incluí una propuesta gráfica de la que se desprende la imagen tridimensional de toda la parroquia de Las Nieves, que acompaña cada capítulo. La idea del plano axonométrico la había soñado desde el principio de la investigación. Sin embargo, cuando empecé a construir la base de datos georreferenciada fue evidente que la información del Catastro y el Directorio era insuficiente para definir una división predial pues esta información sólo estaba disponible a partir de la década de 1930. Una opción era intentar contrastar el número de predios entre 1930 y 1890 para construir un panorama aproximado, pero eso excedía los objetivos de la investigación y tampoco garantizaba unos datos exactos. Por eso, y con fines ilustrativos reconstruimos la imagen tridimensional de Las Nieves a partir de la información del Catastro donde se identificaba la tipología de los predios; en cuanto al interior de las manzanas, se construyeron a partir de fotografías de la época y teniendo en cuenta la cantidad de propiedades que aparecían registradas en el Directorio. Esta es entonces una imagen

ficcional, pero que busca comunicar la densidad y el perfil urbano de Las Nieves en 1893.

Ahora ya convertida en un libro, Las Nieves sigue siendo un ejemplo de mi propio proceso investigativo. Aquí encontré un lugar privilegiado para profundizar en un tema que me apasiona, pero al mismo tiempo fue un espacio personal de experimentación y reflexión sobre el proceso mismo de investigar y comunicar un trabajo de historia.

Fue, ante todo, un proyecto al que le permití que me atravesara y esa, más allá de sus enseñanzas metodológicas, ha sido una brújula que he llevado conmigo en estos años. Así que después de todas estas páginas escritas y años de trabajo, solo me resta desear que esta investigación abra nuevos mundos donde siga siendo posible el juego y el deseo en el quehacer histórico *

VISTA DE LA CARRERA SÉPTIMA HACIA EL SUR, DONDE SE OBSERVA EL SECTOR DE LAS NIEVES Y COSTADO DEL PARQUE DE LA INDEPENDENCIA. CA. 1910. ANÓNIMO. FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ - IDPC. MDB 0046

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ARCHIVOS Y FONDOS DOCUMENTALES

Archivo General de la Nación, Sección

Mapas y planos, mapoteca 3, referencia 145.

Archivo General de la Nación, Sección

República, Fondo Policía, caja 4, fl. 237

Archivo General de la Nación, Sección

República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 469. 22 de enero de 1893

Archivo General de la Nación, Sección

República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 470, 22 de enero de 1893

Archivo General de la Nación, Sección

República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 741, 24 de mayo de 1893.

Archivo General de la Nación, Sección

República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 714, 8 de mayo de 1893

Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 688, 21 de abril de 1893.

Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 765, 5 de junio de 1893

Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo Policía, Tomo IV, folio 764, 5 de junio de 1893.

Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo Ministerio de Obras

Públicas, Tomo 87, mayo 1887 – abril 1891.

Archivo General de la Nación, Sección República, Fondo Ministerio de Obras Públicas, Tomo 85, 1890 – 1891.

Archivo General de la Nación, Sección

notarías, Notaría Segunda, 8 de abril de 1893

Archivo General de la Nación, Sección notarías, Notaría Segunda, 6 de junio de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Segunda, 29 de septiembre de 1884

Archivo General de la Nación, Sección notarías, Notaría Segunda, 16 de agosto de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Segunda, 29 de septiembre de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Segunda, 30 de septiembre de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Segunda, 22 de diciembre de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Segunda, 8 de abril de 1893

Archivo General de la Nación, Sección

notarías, Notaría Primera, 10 de febrero de 1884

Archivo General de la Nación, Sección

Notarías, Notaría Primera, 10 de febrero de 1884.

Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36, 11 de junio de 1902

Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero. Caja 8, carpeta 36, 16 de julio de 1910

Biblioteca Luis Ángel Arango, Fondo Juan Carrasquilla Botero, Caja 8, carpeta 36, 15 de noviembre de 1881

Archivo de Bogotá, Unidad Administrativa Especial de Catastro Distrital, 1890.

IMÁGENES DE LAS PORTADILLAS

Alejandro Piñol Arevalo. Monserrate. Basada en un dibujo de Manuel Dositeo Carvajal de 1852.Bogotá Las Aguas. Ca. 1868. Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. XI-841c

Estereros. s.f. Ramón Torrez Méndez. Grabado, litografía sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP1329.

Bueyes preparando el barro en un chircal. Ca. 1940. Daniel Rodríguez. Colección Museo de Bogotá - IDPC. MdB 17615

Casa en la calle 20 con carrera séptima en 1888. El Gráfico.

Cementerios de Bogotá. 1931. Editorial Cromos

Cenotafio de Gonzalo Jiménez de Quesada. 2018. Carlos Lema. IDPC.

Chircal. Ca. 1940. Daniel Rodríguez. Colección Museo de Bogotá - IDPC. MdB 17259

Ferrocarril de la Sabana Colombia, Inauguración de la línea en Serrezuela. 1888. Colombia Ilustrada.

Frutera de la mesa. s.f. Ramón Torrez Méndez. Acuarela sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP3838.

Fuente del Mono de la Pila. Grabado de Rodríguez y Franco. Papel Periódico Ilustrado

Fuente del sesquicentenario, réplica elaborada del Mono de la Pila elaborada por Luis Alberto Acuña. 2018. Carlos Lema. IDPC

Leñatera de Monserrate. s.f. Ramón Torrez Méndez. Acuarela sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP3034

Monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada. 2018. Carlos Lema. IDPC.

Muchachos vendiendo efectos de talabartería. s.f. Ramón Torres Méndez. Grabado litografía sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP1343.

Parque Centenario. Ca. 1900. Auguste Schimmer. Recuerdos de Bogotá. Edición Auguste Schimmer Fotografía Alemana

Parque Centenario. Ca. 1900. Auguste Schimmer. Recuerdos de Bogotá.

Edición Auguste Schimmer Fotografía Alemana

Parque Santander. Papel Periódico Ilustrado.

Paseo del Agua Nueva en 1848. Bogotá. 1848. Ramón Torres Méndez. Grabado, litografía sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP1356

Primer cuerpo de detectives de la División de Seguridad de la Policía Nacional. 1892. Revista de la Policía Nacional. No. 176. 1945.

Recoleta de San Diego (Bogotá). S.F. Edward Walhouse Mark. Acuarela sobre papel. Registro AP0059

Reyerta popular. Ramon Torrez Méndez. Grabado litografía iluminada sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República. AP6266.

Sin título. Ca. 1900. Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Fondo Ernst Röthlisberger. Álbum Fotográfico.

Uniformes de los batallones cívicos y alcanfor (revolución 1876). 1876. Ramón Torres Méndez. Acuarela sobre papel. Colección de Arte del Banco de la República.AP1259.

Vendedor de leña para las estufas. 1943. Daniel Rodríguez. Colección Museo de Bogotá - IDPC. MdB-17510

Vistas de Bogotá Iglesia de las Nieves. 12 de julio de 1919. El Gráfico

Este libro se terminó de imprimir 131 años después del recorrido que proponen sus páginas por el barrio Las Nieves en Bogotá. Hoy, si bien el sector ha mutado, se ha reorganizado y se ha ampliado, para un observador atento, las calles, los cerros, algunas casas y uno que otro habitante dan cuenta de los remanentes del espíritu niebluno de otrora en esta zona céntrica de la capital.

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