La desaparición de Elene Coleman

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EXPOSICIÓ N

La DESAPARICIÓN de ELAINE COLEMAN*

Un rastro, la evidencia de una desaparición ¿Quién era Elaine? ¿Cómo encontrarla? ¿Cómo eran sus objetos? ¿Qué ocultan? ¿Cómo buscar a una persona a la que se recuerda vagamente? La hipótesis de que Elaine nunca salió de su habitación es cautivante, quizás quedó atrapada en sus objetos. Solo queda una escena y la intención de seguir sus acciones, sus ausencias, el murmullo de sus pasos, una planta marchita, un tomate descompuesto ¿Pudo acaso desaparecer, entre ensueños y pesadillas, en una cama que aún palpita? ¿Acaso Elaine merecía nuestra indiferencia? Tal vez ahora solo sea materia en tránsito, en

descomposición, un cuerpo que ha desaparecido para ser pliegue, costura, una huella en el colchón, en las cortinas, en la radio, en las llaves, en las ventanas… una mirada que omitimos, un espejo sin reflejo. En esta exposición se encuentra un rostro, varios rostros, después de todo eso es lo que ocurre cuando se ve a alguien sin verlo, nos convertimos en una aparición para nosotros mismos. Una luz nos indica un lugar cálido donde reconfortarnos de nuestra presencia, de nuestros rumbos, pero en lugar de eso encontramos cenizas, vestigios, raptos o fugas. Elaine es ahora un cúmulo de relaciones, de tejidos sueltos e interrogantes.

* La desaparición de Elaine Coleman es un cuento de Steven Millhauser, motivo desencadenante de la presente exposición de los estudiantes de la VIII cohorte de la Maestría en Estética y Creación de la Universidad Tecnológica de Pereira. En el marco del seminario El cuerpo en la modernidad literaria: roces, violencias, desapariciones, impartido por Rigoberto Gil Montoya. Texto curatorial escrito por Erika Orozco Lozano.

EQUIPO EDITORIAL

Erika Orozco Lozano Curadora

Nicolás Castro Barra Melissa ZuluagaRegistro fotográfico

Barra Fotografía portada

Natalia Gómez Diseño piezas digitales

Melissa ZuluagaDiseño y diagramación catálogo

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Esteban Sánchez Llaves y llavero

Objeto: Llaves y llavero. Ubicación: Interior de la casa de Elaine Coleman. Descripción del objeto: La pieza que presento para esta exposición consiste en un juego de llaves con un llavero. El llavero es un libro, en el que se recogen las fotografías de los recorridos. Estas mismas fotografías se convierten en siluetas que forman los dientes de las llaves, dejando ver el cúmulo de gestos necesarios para los desplazamientos.

El ejercicio se relaciona con la historia de Elaine Coleman, a partir de la práctica del amigo investigador (narrador), que busca las huellas de su paradero, sin tener una idea precisa de su ubicación o su apariencia. Para esto, al igual que el narrador, hice una serie de derivas en la ciudad, concretamente en Armenia, en las que registré las caminatas de diferentes personas, solo tomando sus pies como evidencia de su recorrido; todo ello debido a que me interesa continuar con el misterio de la apariencia de Elaine, al tiempo que detallo algunos de sus posibles desplazamientos: cómo se movía su cuerpo y a qué velocidad.

Enlacé esta deriva con las llaves que, según el relato de Millhauser, se encontraban en la habitación de Elaine, al momento de su desaparición. En tal sentido, me interesa generar una relación con el abrir la puerta, como una condición determinante para hacer la recolección de unos posibles trayectos.

Esta pieza es una simbología de esos rostros de Elaine Coleman, dispuestos en una especie de altar/gabinete/repisa, hecha en clave de ready made, a manera de poema objetual.

“Aullido Doble Faz” otorga nuevas funciones a elementos encontrados: caja, muñeca, recortes, frascos, flores secas, relicarios; elementos que dotan el pequeño espacio de relaciones propias de un mundo onírico, transformándolo en una suerte de teatrino donde se “animan” y se resignifican objetos estáticos en su mutación. El cineasta checo Jan Švankmajer dice que cualquier cosa que ha sido tocada por alguien tiene su memoria y su historia, y con la animación es posible evocar de nuevo estas experiencias y tensiones que estos objetos contienen, reavivan y revelan cierta vida escondida dentro de los objetos tocados. Esta pieza, entonces, de algún modo inefable, busca adentrarse en una experiencia estética que nace del objeto tocado, deshabituándolo de su funcionalidad cotidiana y dando valor a su poder poético.

Dos rostros se encuentran en este gabinete, un juego entre lo onírico y lo monstruoso.

La doble faz de un rostro sin rostro, de una imagen velada por el tiempo que toma forma en cada una de las alas de esta pieza, como en un horno alquímico.

Por una parte, en el adentro más profundo, encontramos a una Elaine solitaria que florece en el ensueño, en el recuerdo, en la alegoría, en la intimidad de su cuarto, en los pequeños placeres.

Al girar la cabeza y mirar hacia el otro lado, hay un rostro más crudo, grotesco, una Elaine más visceral, más feral, y que en su hibridación deja entrever a otra.

La relación entre sagrado y maldito, divino y profano está latente en esta pieza. Quizás el rostro de Coleman siga difuminado, esfumado, impreciso, languidecido. Pero adentrarse en la incomodidad de sus pensamientos me hace de algún modo darle uno: un rostro doble faz.

a las prácticas artísticas. Participar en la construcción de piezas colectivas para la exposición La desaparición de Elaine Coleman implicó una serie de procesos eslabonados: la mediación, la concertación y la conciliación, fueron conceptos que se llevaron a cabo.

Los proyectos que se conjugan en torno a Elaine Coleman, de naturaleza inquietante y enigmática, generan pensamiento e interpretaciones diversas. Resulta inquietante pensar que, al momento de crear conjuntamente dentro de este ejercicio creativo, se conducen a resultados nuevos, susceptibles de generar reflexiones, de sentar protestas y motivar repulsiones, al representar florecimientos en el campo del arte, de la estética y el pensamiento. Esa naturaleza peculiar, indefinible, incuestionable, difícil de sistematizar, de las búsquedas que hacen las personas creadoras en las prácticas artísticas, deriva en resultados que quedan sobre la mesa, que pueden leerse como los pretextos y la materialización de las ideas que confluyen en la construcción de las piezas de una mujer desaparecida.

Las búsquedas individuales de los artistas o creadores, incluyen actividades propias del quehacer, del oficio creativo, del desarrollo de la búsqueda, dispuestas en este ejercicio. Todo este proceso responde a la creación colectiva. Por otro lado, pensar en construir una pieza creativa, bajo los conceptos de desaparición, olvido e imagen borrosa, de alguna manera me recuerda el contexto en que vivimos. Imaginar que ocasionalmente los recuerdos se van desvaneciendo, se van confundiendo con mil y una imagen. Imaginar que paulatinamente desconfiguramos nuestros propios recuerdos, perdiendo la facultad de recordar con precisión, aquellas personas que han marcado nuestra vida.

Andrea Marín Arcila

Aullido doble faz:Una nostalgia de un rostro sin rastro

Se desmaterializa, se desvanece, se borra, se derrumba, se esfuma.

El rostro evaporado de Elaine Coleman me deja perpleja ante la incipiente posibilidad de seguir su rastro. Recordarla es imposible, no la conozco, nunca la hubiera visto, porque de algún modo, ella ya era invisible, así la hubiera conocido. Sin embargo, es innegable, su rostro me persigue, aun sin identidad, como reclamándome una imagen, una forma, una voz. Yo, en el hilo de mis pensamientos, la encuentro ambigua, como un aullido doble faz, como un grito sordo que se bifurca y se hibrida. Me asalta su figura difusa y me inquieta su interior, lo que llevaba puesto de la piel hacia dentro, en las palpitaciones del corazón.

Bibiana Cruz

Coleman y la creación

Es preciso reflexionar sobre los procesos de creación que se llevan a cabo en el campo de las artes plásticas. Las búsquedas que hacen los artistas o creadores se resisten a una clasificación rigurosa y unidireccional, pues se trata de experiencias individuales que son valiosas precisamente por su singularidad, aunque, sin embargo, conduzcan a unos resultados colectivos que generan conocimientos nuevos con respecto

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Barra (Camila Barragán Ovalle) Chagra

“Chagra” evidencia la relación entre los materiales orgánicos (semillas, conchas, fique, algodón y piedras), el territorio Soitama y las ceremonias como manifestaciones de las rutinas, las memorias y los testimonios de identidad cultural de algunos pueblos originarios, que además de ser objetos utilitarios, son medios de comunicación y transmisión ancestral.

“Chagra” recoge muestras de la cotidianidad y de la vida rutinaria como un tejido de relaciones que declaran la construcción de sentires y saberes, presencias y ausencias de

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identidades y un contacto fundamentalmente estético.

Aunque la “Chagra” es un espacio dispuesto por los pueblos originarios para cultivar, su valor no se limita a su función de proveer alimento. En este sentido, las actividades asociadas al alimento no se limitan a lo técnico o a lo práctico, sino que son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos en el que se repiten, resisten y sostienen interacciones con seres como las plantas, los animales y los minerales, así como con otras entidades espirituales

Se propone crear una experiencia sensible que demuestre el uso de criterios, acciones, conexiones, escenarios y tiempos que faciliten el contacto con diferentes comunidades. Se pretende lograr que se establezcan posibilidades en los procesos investigativos creativos desde la apropiación de un mecanismo por fuera de sus disciplinas y que estén inscritas en atmósferas que permitan acceder desde la cercanía y no desde la distancia

Impartir representaciones ancestrales en las experiencias sensibles se ha convertido en un instrumento de convivencia de la investigación-creación para organizar, planificar y evaluar nuestras propias huellas, ya que son prioritarias para aquellos investigadores y artistas que se valen de distintas estrategias para reflexionar sobre las vías en las que el pasado se proyecta a través de la recuperación de la memoria, del testimonio y de las desapariciones en relación con los otros. Así, reconstruiremos la propia identidad de una comunidad, desde las diferentes formas de conversación y conexión que ella promueve.

Se trata del encuentro de dos o más territorios para generar procesos de creación: el camino de dar vida, el camino de realizar las labores de cuidado en el territorio, el camino de conectar el sentir, el pensar, la palabra y el actuar. En fin, el camino de tejer nuestras memorias.

Cuando en matemáticas y en sistemas numéricos exactos hablamos de una relación entre ellos, definimos que existe una proporcionalidad directa. Es decir, a que el comportamiento de dos magnitudes se da de forma similar: Cuando una aumenta, la otra también lo hace.

Las relaciones de correspondencia se dan en todas las cosas: los números, los objetos, los valores de crecimiento de una población o, incluso, en la interacción entre dos seres humanos. Es quizá esta última una de las más complejas de medir, teniendo en cuenta las variaciones que se presentan a partir de las personalidades y formas de los individuos.

Una relación de cercanía entre cuerpos se da no solo en la física, sino también en el físico.

La atracción y la repulsión son parámetros determinados por este tipo de sistemas de relación. A veces, de forma directamente proporcional, otras, inversamente opuestas. La presencia de alguien en la vida del otro construye relaciones proporcionales en la medida en la que ambos seres transitan un mismo camino y comparten los mismos gustos o ideas.

Por otro lado, la ausencia se convierte en la variable que puede llegar a quebrar esa correspondencia entre partes y llevar al distanciamiento, a la pérdida y al olvido.

La ausencia y el olvido terminan transitando la misma línea: una línea roja que aumenta en la medida en la que se ve impulsada por la otra.

La ausencia y el olvido como variables directamente proporcionales, difuminan las siluetas, los recuerdos, marchitan el alma y desaparecen a las personas de un plano de existencia al que antes pertenecían.

Por otro lado, la ausencia… Por el mismo lado, el olvido…

cartón a una bolsa arrugada de plástico.

Esta caja no es más que un recuadro de acrílicos que busca encontrar el lugar que te quité, el cartón que boté y tus memorias que archivé.

Directamente proporcional

Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!. Gabriela Mistral

Una proporción es una relación de correspondencia entre las partes y el todo, o entre varias cosas relacionadas entre sí. En otras palabras, se define como la igualdad de dos razones.

Emanuela Jaramillo Villalba Memorias heredadas

Debajo de las camas de los muertos siempre hay una caja de recuerdos.

Fue el 12 de diciembre cuando supe que tus secretos estaban ocultos bajo las tablas de madera. Allí permanecían dormidas las tarjetas que te entregaba de niña, las cartas que le llegaban a mi tía desde Panamá, las pastas que no querías tomar y los telegramas que evitabas leer.

Salí corriendo del cuarto cuando todo empezaba a ponerse frío, incluso tu piel.

Me llevé en una bolsa tus recuerdos, desplacé tu caja de

Javier Isauro Arturo Delgado Desaparecida en un click

El desaparecer en sus variadas formas: ¿cómo me puedo aislar o aislar a otro? Siempre me he preguntado por qué sucede esto en el curso de la vida, como si no pudiera tenerse otra oportunidad de ser de otro modo. Y si hay un destino, ¿cómo se crea ese destino? ¿Realmente construimos nuestra vida?.

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Muchos se aíslan por voluntad propia y me pregunto, en esa línea, qué habrá significado para Elaine Coleman su propia desaparición, en oposición a lo que significo para los demás su desvanecimiento.

Esos lugares y tiempos que nos narra el texto, me permiten

Ser una mujer en este mundo es condición de resistencia.

El machismo de la sociedad moderna cimentó desde los griegos la separatividad femenina, aunque al menos a las griegas se les permitió un lugar como Lesbos. La mujer occidental, y más la americana, ha recepcionado el arsenal de machismo de la religión cristiana.

Los romanos y sus inmensos avances en derecho no consiguieron llegar a pensar en los menos privilegiados. Ignorar la empatía ha sido una de las acciones inconsciente/conscientes que ha permitido “avanzar” colectivamente en un ideal “global” de evolución.

Tal paso adelante engendró una sociedad hambrienta: hijos de la secularización de Europa, del abandono a medias de la religión y los reinados. En otras palabras, una relación enferma con los dogmas victimarios y cómplices de las guerras más abominables de la historia.

Elaine no solo había sido olvidada por su narrador, había *sido desechada por su círculo, seguramente desde su familia, si la tenía. Ella había sido decepcionada por su entorno desde la infancia.

Ser una niña retraída o aislada es síntoma de un suceso que le ha quitado la seguridad en sí misma. En este caso, Elaine había existido como un extra en su propia vida.

Pese a ello, se resistía cada que podía al abismo del sin sentido de la vida. Se para firme mediante la música, el sonido en sus oídos que la acompañaba, un hábito que le permitía emanciparse del mundo y continuar cada nuevo amanecer. En las tardes, luego del trabajo, estacionaba su carro y subía los escalones sutilmente para pasar desapercibida. Luego de su rutina prendía el radio, encendía un cigarrillo y en cada exhalación iba agotando el aire de sus días, pero ganando algo de paz.

Seguramente, todos piensan que desapareció. ¿Y si se esfumó?

Esfumarse, desvanecerse, o simplemente no estar presente en la vida de otros. “Era como si nunca la hubiésemos visto, o como si la hubiéramos visto, mientras pensábamos en cosas más interesantes” (Millhauser, 2010)

¿Cómo puede desaparecer alguien que nadie conoce, pero que sin embargo algunos creen recordar? ¿Será acaso ese recuerdo real? O será una imagen que se forma a partir de los recuerdos de otros que tampoco están seguros de estos? Una especie de collage de partes de rostros conocidos que calman la ansiedad al hacerlo más familiar y próximo.

¿Cómo validar la existencia de algo o de alguien? ¿Cómo se conforma la imagen en un lugar y qué tan perdurable es si quienes fueron testigos de ellos solo recuerdan una figura borrosa, líquida y etérea ,que no logra fijarse en la memoria de nadie?

Solo queda especular sobre su forma desde la manera en cómo ella se relacionaba con su espacio y los objetos, entretejiendo vestigios; como si se reconstruyera un tazón que se ha roto. Objetos custodios del tiempo, guardianes de la memoria, testigos silenciosos de la existencia: la cama, las llaves sobre la mesa de noche, la taza de té a medio tomar, el camisón de florecillas, el espejo, las ventanas, el buro; por momentos nos llevan a sentir su presencia, como un fantasma que ha quedado atrapado en el espacio, un espacio indefinido en un tiempo imperceptible.

Podríamos pensar que son los objetos quienes contienen las claves para resolver el misterio, pues como lo he mencionado, solo estos estuvieron presentes en el momento de su desaparición de la mujer. Un objeto se abre como portal que tiende un puente entre la ficción y el espacio presente, dando lugar a la especulación.

día logra dejar la rutina, su día ha sido tan decepcionante, algún suceso dentro del espacio de lo cotidiano la ha afectado lo suficientemente para evidenciar su propia frustración.

Una acumulación de monotonía, un cúmulo de insatisfacciones. Su sien se ha convertido en un lamento de su cansancio. Ella no lo sabe, pero su cuerpo hace rato adoptó una postura rígida. La curvatura de su columna, el dolor de espalda por cargar con tanta necesidad propia, tanta carencia de eso que algunos llaman espíritu. El olvido de sí misma se volvió insoslayable. Ella no era bella como Sharon Tate en El valle de las muñecas. Ella era un ser común y solitario. Y un objeto constante en la vida de las personas solitarias es un radio; el sonido es una musa que está allí y no la podemos evadir.

Una voz omnipresente que te recuerda la existencia. No sabe la radio cuántas vidas habrá salvado, incluida la de Elaine Coleman.

Por qué no aceptar que alguien ante el sentimiento del placer de un acto poético, se puede desvanecer. ¿Y si se la piensa como una mártir que se entregó a la vida, a un éxtasis pulsional que su cuerpo no resistió y se escapó entre las cortinas abiertas de par en par para sopesar el calor del verano? Elaine fue materia que no se destruyó, solo cambió de estado, o de línea espacio-temporal. Quizás ahora es música que suena en alguna estación de radio de Pensilvania.

Es justo el espejo el que contiene las imágenes que acontecen en el espacio; es el que las captura reconstruyéndolas en un lugar virtual (...)“es a partir del espejo que yo me descubro ausente en el lugar donde estoy, ya que me estoy viendo allá. A partir de esta mirada que de alguna manera se dirige hacia mí, desde el fondo de ese espacio virtual que está al otro lado del cristal, retorno hacia mí y vuelvo a dirigir mis ojos hacia mí-mismo y a reconstituirme donde estoy”(…) (Foucault, 1967).

Es el espejo que, siendo intervenido para ocultar su usual claridad, se presenta como escenario ambiguo, entre lo real y lo ilusorio; un portal que transporta a quien se observa a una habitación, sumergiéndolo en un espacio a partir de su propia imagen difusa, borrosa; pasa que se devuelve hacia él o ella a manera de incógnita.

María Carolina Salcedo Ortiz

Sobre los objetos en ladesaparicion de Elaine Coleman

“Desaparecer: Dejar de ser perceptible o de estar a la vista en un lugar” (RAE)

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Melissa Zuluaga

La Leve Edad. El corto sentido de la existencia

Todo suspiro emanado, la huella dejada sobre la playa, el contacto visual entre dos personas, la nube pasajera, el sonido percibido, la humanidad, la vida y el mensaje de estas letras resultará obsoleto y caduco, se despliega en una fracción de tiempo relativo, agotándose en los segundos en los que se instala.

La levedad resulta de la cualidad de ser leve, corto, efímero, pasajero, volátil y liviano. Esa leve edad que habla de la corta duración, no lo hace minúsculo o menor, lo hace fluido, cambiante, metamórfico y relativo. La existencia misma se basa en la desaparición, en una fracción de coincidencia en el continuo del tiempo y espacio. Existir se define en lo que “no existir” deja por fuera. La levedad de la existencia será, por sobre todo, relativa. La vida de algunos insectos dura solo algunas horas, leve a nuestra escala humana; sin embargo, para las tortugas o tiburones que viven durante varios siglos, la vida humana puede resultar igual de leve. A la escala de la vida sobre la tierra ninguno de los seres que sobre ella han prosperado representa una existencia prolongada, es el tiempo el constante inevitable sobre el cual se hace leve la existencia.

El cuerpo que habitamos es un envase con caducidad, se desgasta y se agota. Dura poco y se hace leve, corto, intrascendente. La vida que custodia es resultado de una maquinaria anatómica que la hace posible, un conjunto de órganos que en sincronía permiten la prolongación y cuidado de ella. Pero la vida lejos está de ser el funcionamiento armónico de los órganos: es una pequeña chispa que yace levemente entre nosotros, que habita nuestro cuerpo y se esconde allí, sin lugar definido.

¡Reconocernos como intrascendente es recuperar el sentido de vivir! Por corto que resulte nuestro tránsito por este plano físico, nuestro cuerpo será el reloj biológico que nos da cuenta del tiempo, del desgaste gota a gota, segundo a segundo con el que en vez de volvernos viejos nos volvemos obsoletos; cada vez nos hacemos más leves.

Ante la inminente desaparición y la inevitable levedad de nuestra existencia, solo queda acudir a la memoria, esa que habla de nuestras huellas, de nuestros rastros, esos pequeños destellos inmanentes en el tiempo, las trazas afectivas que dejamos en los objetos, como testigos mudos de un cuerpo y una vida, energía que alguna vez logramos albergar dentro de nosotros y la hicimos historia.

El tiempo es un ciclo de giros interminables que no llega a ningún fin; el destino es el camino y la levedad relativa dependerá de la velocidad con la que se desplace, del estar y existir aquí y ahora, del instante de coincidencia en lugar y momento.

Si la velocidad del tiempo se altera, ralentizándose o acelerándose, la sincronía del espacio tiempo desvanece la existencia, la sepulta en el olvido de lo invisible o la congela en la eterna estaticidad. Nuestra existencia se instala en la levedad como una concepción de la lucha por la sincronía con el tiempo.

impresencia, en nuestro insoportable deseo de saber quién y cómo era, cuando ya nos enuncian de la intriga de que alguien a quien vimos, pero no miramos, oímos, pero no escuchamo, ya no está. Y detona la impotencia, y la ebullición de imágenes como intento de encontrar algo…algo. El registro, el archivo de nuestras impresiones no son suficientes: Elaine Coleman desde que apareció por vez primera ya estaba entonces desvaneciéndose, difuminándose y ahora la pátina del tiempo la ha hecho acertijo y nube.

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DAYHO Ricardo Silva Pineda

Desaparecer para aparecer

Elaine Coleman desaparece bajo el tumultuoso recuerdo de la nada. Bajo la vista de todos, ante las retinas náufragas que atraviesan su cuerpo sin verlo, trayectorias de la mirada poco certeras y entre recuerdos en tensión de su rostro nebuloso. Un recuerdo pálido difícil de definir. Como vidrio empañado de vapores y afuera una tormenta. Nosotros en el interior del auto y afuera después del cristal… Elaine. ¿Qué fuimos para Elaine Coleman? ¿Sí habitamos en los recuerdos de ella? Antes de desvanecerse no estaba. La vimos siempre de reojo, su recuerdo estaba en algún cajón de alguna parte de nuestro cerebro. Sin embargo, siempre estuvo sin estar, como un viento, como el cielo que ignoramos en el afán.

Hablamos de su ausencia, como intento desvalido de recordar algo… algo. Ante la escasez de su presencia, describirla es hallarla un poco. Ante la confluencia del olvido de todos, su cuerpo y su andar fueron transitorios. Ni la voz, ni el color de la risa están en ese cajón.

Elaine Coleman se convierte en un sismo, tan imprevisto, que socaba la remembranza y lleva al desconcierto. ¿Por qué existe ahora que no está?

Desaparecer cuando ya eres ausencia, para decir algo. ¿Querría eso Coleman? Nos aquejamos de no recordarla cuando estuvimos tan cerca, pero no nos aquejó mientras zumbaban sus cortas alas en nuestro derredor. ¿Alguna vez intentó llamar nuestra atención y fuimos inicuos? ¿Le importamos a Elaine? ¿Se enamoró de alguno de nosotros? Ya veo qué querría Elaine… preguntas. Querría entonces cuestiones irresolubles, porque ahora que está, no está.

Se fue y con ella el testigo de quienes fuimos nosotros, porque de seguro ella no nos pasó por alto, ¿o sí?

Una duda laberíntica nos ha dejado. Ahora está en un paredón la certeza. Nuestras cavilaciones alrededor de su recuerdo gaseoso están en una espiral, donde poco o nada existe de Coleman. Pero de lo que sí no hay duda es de su ausencia. Coleman se devela en la

Quizás Elaine no quiere que la encuentren, pero quiere que la busquemos, así sea por un breve momento. Para así lograr que tengamos no un epitafio sino un recuerdo.

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Estefanía Tapasco

Cenizas

Las lámparas siempre me han cautivado porque siento que con ellas podemos lograr vivir momentos y sentires muy íntimos. A la luz de una lámpara pueden suceder las escenas más románticas o los momentos más tristes. Se trata de un objeto que deja ver el mundo en la penumbra, una luz sutil, suave, que se enciende en lugares de oscuridad.

La historia de Elaine Coleman, una chica que desaparece de repente, sin rastros de violencia, me produjo cierta nostalgia. Pareciera que la causa de su desaparición es la indiferencia de sus más cercanos. Al final me lleva a la misma pregunta que me queda al leer la historia francesa de El adversario, un hombre que mata a sus hijos, a su esposa y hasta a sus padres, y luego intenta suicidarse: ¿cuántas veces hemos sido adversarios, quizás, sin darnos cuenta? ¡En lo intangible, tal vez!.

Un escrito que desarrollé sobre el último caso mencionado, me sirvió para construir la lámpara que hoy vemos exhibida. El texto fue escrito a mano y replicado 16 veces para que mis compañeros de la MEC pudieran leerlo; al final esas revelaciones íntimas solo podían quedar en sus memorias, porque la condición era rasgar mi texto en pedazos una vez lo leyeran. Esos pedazos son los que hoy componen una parte de la lámpara ahumada con fuego; los demás pedazos están quemados, tal como se alojaron en un recipiente.

Finalmente, la lámpara ocupa un lugar íntimo de una chica de la que nunca supimos más de ella y al mismo tiempo el recuerdo de las cenizas que quedaron del adversario. Ambas historias se unen en la metáfora de la desaparición.

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Nicolás Castro

Luz tabórica

La lámpara es la máquina que tensiona y evidencia la naturaleza de un cuerpo de 0,22 gramos, es la consagración misma a tres tiempos y sin campanazos, es el lugar de estudio, es la caja petri y el objeto a estudiar, es el milagro mismo, es una luz expulsando a un cuerpo.

El libro es un recinto sagrado, es una recopilación de evidencias de quienes han visto un milagro, relatos deslumbrados y encandelillados, que tienen fascinaciones por los cuerpos en tensión, que son trigo y son tejido a la vez.

Una luz tabórica que se cultivó un 14 de abril. Es una invitación a ver un fenómeno de un circo. De manera gratuita.

Una luz tabórica que se cultivó un 14 de abril. Es una convocatoria que busca alguien que quiera convertirlo en un portento, que vea en esta máquina un cuerpo vulnerable y le ayude a buscar su paz. Si no pasa nada de lo anterior.

Lo que ustedes van a ver a continuación es la materia de un cuerpo en tránsito, esperando un milagro. No desaparece del todo, resistiéndose a ser una materia desafortunada, carente del estímulo divino.

“Su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17,2)

Sentirme invisible ha servido de escudo muchas veces, pues no solo ha ocurrido por la indiferencia de los demás sino que yo misma he deseado que suceda; sobre todo en esos días en los que no puedo soportar mi existencia, en los que me cuesta ver mi imagen en en el espejo, tratando a toda costa de pasar desapercibida. Esos días en los que yo misma decido cubrirme con ese velo de indiferencia para que no puedan verme y no puedan saber qué siento. Por otro lado, también entiendo cómo el narrador se siente culpable de la desaparición de Elaine, pues ese mismo velo de indiferencia me ha cegado y no me ha permitido ver a algunas personas que me rodean, ni lo maravillosas que pueden ser. Me gustaría concluir dejando claro que “Preferiría no hacerlo”. Preferiría no ser indiferente, preferiría no ocultarme. Preferiría no haber leído esas historias que aunque maravillosas perturban el alma. Preferiría no haber hecho estas cortinas en las que dejé lágrimas y dolor porque esa culpa y sensación de invisibilidad, las dos a la vez, me son tan familiares. Pero como el tiempo no se puede devolver, lo mejor que puedo hacer ahora es agradecer por la oportunidad de reflexión que esta experiencia me ha brindado.

desdibujando paulatinamente su forma original, para convertirse en prolongación de una corporalidad desplazada a los escenarios públicos de la urbe. En esta nueva formación, el vestido deviene segunda piel o primera casa: es el primer espacio de contención, a la vez que de significación en el ámbito público; es interioridad y exterioridad, borde que deslinda lo público y lo privado, hogar de la intimidad y refugio sensible desplazado, desterrado.

Vivimos en una cultura que nos impone cuerpos y corporalidades prefijadas, que desecha, desaparece, desplaza o relega los cuerpos que no encajan en el prototipo establecido, de allí nuestra miopía estética, nuestra imposibilidad para entender el tránsito en el que se configura el cuerpo-refugio del nómada contemporáneo. “Aunque uno a veces los ve, son los Elaine Coleman del orbe. Bajan los ojos, se voltean, desaparecen en sitios sombríos. A veces creo ver, a través de su piel casi translúcida, una luz o un edificio a sus espaldas. Intento observarlos de frente, penetrarlos con mi mirada, pero siempre es demasiado tarde porque ya se están difuminando, acostumbrados desde tiempo inmemorial a que nadie los note” (Millhauser).

Convivimos entre cuerpos, somos testigos del ritmo que impulsa su transformación, sin embargo, nos negamos a reconocer que cada vez que una nueva capa de tela, de plástico, de cartón, de smog, se adhiere al cuerpo nómada, estamos asistiendo a la desaparición del sujeto de la interioridad, del hogar, de la intimidad…

Natalia Gómez Indiferencia

Pensar en el hecho de que el caso de Elaine Coleman, aunque suena aislado, es más común de lo que desearíamos admitir, me hace sentir náuseas. Es que por un lado puedo entender cómo se sentía ella en el “radiante anonimato”.

Refugio

“…una tarde pudo haberse dado cuenta de lo que le sucedía; pudo, con una honda sacudida de su ser, haber aceptado su destino y unido fuerzas con los poderes de la disolución.”

Steven Millhauser, La desaparición de Elaine Coleman

Un cuerpo puede desaparecer frente a nosotros al atribuirle la condición de «lo otro», la misma que solemos atribuirle al nómada de la crisis social. La cotidianidad en la que se desenvuelven los cuerpos nómadas suele escapar a la racionalidad establecida; su configuración como cuerpos vestidos, además de responder a los requerimientos de un habitar móvil, se hibrida en una amalgama de elementos heterogéneos y materialidades diversas, cuya densidad apenas deja emerger el contorno corporal.

Es, entonces, el vestido en tanto hábitat expandido, el que le da forma al cuerpo nómada, extendido en segmentos o partes corporales que se mimetizan con el entorno. Podríamos decir que este cuerpo cubierto por textiles y capas de diferente naturaleza, va

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A ULLIDO D OBLE F AZ (2022) Andrea Marín Arcila Ready made EC02AM D IRECTAMENTE P ROPORCIONAL (2022 ) David Tobón Muñoz Instalación EC05DT L LAVES Y LLAVERO (2022) Esteban Sánchez Técnica mixta EC01ES
E L ÚLTIMO SUSPIRO (2022) Lina Guevara Técnica mixta EC09LG A TESORAR UN DÍA (2022) Erika Orozco Lozano Dispositivo sonoro EC07EO E DAD Melissa Zuluaga 11MZ (2022) (Camila Barragán Ovalle) 04CB
I NDIFERENCIA (2022) Natalia Gómez Bordado EC15NG C ENIZAS (2022 Estefania Tapasco Instalación EC13 E NTRE LETRAS (2022) Bibiana Cruz Guzmán Dibujo EC03BC
M EMORIAS HEREDADAS (2022) Emanuela Jaramillo Villalba Técnica mixta EC06EJ ESAPARECER PARA APARECER (2022) DAYHO (Ricardo Silva Pineda) Óleo sobre lienzo EC12RS R EVERBERAR (2022) María Carolina Salcedo Ortiz Técnica mixta EC10MS D ESAPARECIDA EN UN CLICK (2022) Javier Isauro Arturo Delgado Fotografía EC08JA

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