A.C.A.B. Brasil , Fútbol y Represión [Pensaré Cartoneras]

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A.C.A.B Brasil, F煤tbol y Represi贸n

Livio Silva de Oliveira



Pensaré Cartoneras es un principio de existencia, es también una apuesta. Se trata de visibilizar textos de márgenes en formatos de márgenes. El material reciclable es tanto el recipiente -la vida del cartón- como el contenido -la vida en los textos-. Las ideas pueden ser también reciclables, viajeras y se han de apropiar. Por ello los textos son reproducibles, abiertos, manipulables bajo una idea ya conocida

“texto global, tapa local”. El proyecto nace de un impulso de crítica social, divulgación e interdisciplinariedad para una práctica/teórica de la vida. Los textos aquí son una forma de este interés por construir conocimientos junto/ con/ para/ entre los movimientos críticos de lo social.

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Utrecht 2014


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Una Invitación a leer: Brasil, Fútbol y represión

La Copa del Mundo en 2014. Los Juegos Olímpicos en 2016.

Junio 2013. La movilización total hacia una sola realidad, hacia un solo proyecto, es lo que conocemos como fascismo postmoderno. Esa realidad requiere, según Pelé, que los brasileños dejen atrás las protestas para concentrarse en los preparativos necesarios para las grandes citas. “Recordemos que el equipo brasileño es nuestro país y nuestra sangre”. Entre otros motivos, para favorecer el contrato que en 2012 firmaban por cuatro años Mediacom y Legends10, agente en exclusiva del exjugador. Entre sus objetivos, comunicar 'su pasión por el humanismo, la diversidad cultural y el deporte como una voz en el escenario publicitario mundial'. Un compromiso que ha convertido a la leyenda del fútbol brasileño en fan de la cadena de restaurantes Subway (su favorito lleva atún en pan italiano con lechuga, sal y pimienta) y en embajador del Banco Santander, de la multinacional Protecter & Gamble, de la aerolínea Emirates y del grupo Wolkswagen. Otrxs recordarán a Pelé por haber


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anunciado en el pasado relojes Omega o por haber aparecido en televisión de la mano del laboratorio Pfizer promoviendo los beneficios de la viagra para paliar la impotencia sexual. [140 millones de hombres sufren de disfunción eréctil en el mundo: un mercado gigantesco]. Su vertiente humanitaria también ha quedado manifiesta a través de la obtención de múltiples galardones y reconocimientos: Embajador de las Naciones Unidas, Ciudadano del Mundo, Caballero de Honor del Imperio Británico, miembro del Comité de Juego Limpio de la FIFA, Embajador del Deporte en el Foro Económico Mundial de Davos y Embajador de Buena Voluntad de UNICEF. Además de sus actividades filantrópico-empresariales, ha obtenido muchos títulos y algunas de las máximas distinciones en la historia de este deporte, entre ellas y con gran polémica por haber quedado segundo en la votación popular, la de mejor jugador del Siglo XX junto a Maradona.

Durante esos calurosos días de protestas, otro ilustre campeón, Ronaldo Nazário, aparecía sonriente en el marcador electrónico del mítico Maracaná. La compañía PokerStars confesaba la importancia de contar con el astro en su nueva campaña publicitaria. El futbolista, apodado 'el gordo', había conseguido meses antes en el reality show 'Medida certa' perder 17 kilos en noventa días. Ronaldo, miembro del comité organizador, también había manifestado la oportunidad increíble para Brasil que el Mundial supondría 'para atraer atención, inversión, turismo y otras mil cosas'. El futuro de la nación estaba en


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juego, y los futbolistas hacían sus apuestas: Rivaldo, Neymar o el ahora diputado federal Romario, manifestaban su apoyo a las reivindicaciones. El precio del pasaje en esa locomotora de la historia, apodada progreso, era demasiado elevado para una multitud de voces y los futbolistas tomaban posición. Pero: ¿quién?, ¿por qué?, ¿cómo?

Diciembre 2013. En el estadio Arena Joinville, el histórico Vasco de Gama se juega la permanencia en casa del Atlético Paranaense. Con el 1-0 que certificaba el descenso del equipo visitante, los aficionados del Vasco invadieron la grada de los locales protagonizando episodios que los medios calificarán de violencia extrema y salvaje. En la batalla por los significados, la prensa occidental no tardará en cuestionar si Brasil estaría realmente preparada estos grandes eventos. La prensa local favorable, aprovecharía la ocasión para estigmatizar a los 'violentos' y de paso justificar y legitimar el uso de la fuerza contra toda amenaza. De nuevo, como en todas las grandes citas, es el momento de la militarización del espacio urbano para dar seguridad al espectáculo deportivo.

*** Este texto versa precisamente sobre la violencia, pero aquella ocultada, invisibilizada. La violencia cotidiana, la violencia de no poder vivir juntxs.


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El embellecimiento estratégico de grandes ciudades como Río de Janeiro jamás podrá eliminar la miseria de un modelo excluyente en el que el desalojo de miles de familias para construir nuevos lugares es el resultado último de una limpieza social permanente en la que las metralletas acompañan a las excavadoras. La militarización del país, apelando a la necesidad de pacificación, no logrará poner freno al descontento general. En estas páginas encontramos mucho fútbol, pero también un buen diagnóstico y algunas respuestas.

València, Enero 2014


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Fútbol, fiesta y fuego en la ciudad (no tan) maravillosa

Río de Janeiro, la “cidade maravilhosa”, postal turística de Brasil, tierra del samba y del fútbol, también es escenario de un cotidiano violento no tan maravilloso. Una ciudad donde las desigualdades sociales son palpables de una manera muy nítida por la gran circulación de dinero en cash, donde pobreza y riqueza andan lado a lado, palco para la espectacularización de la violencia por parte de los grandes medios. Aun más si consideramos que en esta ciudad está la sede del Grupo Globo, el gigante mediático brasileño, lo que da mayor visibilidad a los eventos, desde fiestas a escándalos. Aquí circulan famosos de todo tipo: actores, actrices, cantantes, intelectuales, poetas, empresarios, deportistas... Pero me centraré ahora en una categoría particular de deportista, que alcanza un estatuto cuasi-mítico en este entorno cultural: el futbolista. El mes de abril de este año 2013, el futbolista Bernardo, atleta del Vasco da Gama, apareció en las páginas policiales, por un


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supuesto affaire con la novia de un capo del tráfico de drogas – conocido como “Menor P” - del complexo da Maré, favela de la Zona Norte de Río de Janeiro. En esta ocasión, habría tenido lugar una sesión de torturas contra el futbolista y su joven amante, que posteriormente, habría culminado en asesinato. Si no se consumó este fatal desenlace, habría sido por la intervención de otros dos futbolistas (Charles del Palmeiras, y Wellington Silva del Fluminense), originarios del mismo complexo da Maré, que habrían hecho entender al citado capo que “si un futbolista famoso muriese en la favela, la policía reaccionaría con dureza, y el liderazgo del traficante estaría amenazado”. Sin embargo, en versión oficial, Bernardo niega haber sido agredido, a pesar de que su nombre se encuentra en el registro de entrada en un hospital público de la Zona Norte de la Ciudad1. Este hecho puede ilustrar cómo el fútbol, que puede ser un pasaporte para el joven de estratos populares para acceder a la clase económica de alto consumo, no está exento de problemáticas. De forma general, los futbolistas tienen origen en las “en el imaginario colectivo se impregna la clases más populares, y es en este idea del crimen ámbito que mantienen sus violento realizado por vínculos familiares y de amistad. los grupos más El joven que se destaca en el empobrecidos” fútbol, en la música, o en cualquier otra actividad con repercusión mediática, cuando vuelve a su


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comunidad es tratado como una celebridad. Esa relación de proximidad de los futbolistas con las favelas tiende a ser criminalizada, ya que no es solo el capital económico el que permite encuadrar a tal sujeto en tal clase social, sino que debe ser considerado también el capital cultural como garantía de reconocimiento de su pertenencia a la clase alta. El estigma simbólico de la criminalidad y la pobreza recae también sobre estos jóvenes atletas, como cualquier otro habitante de territorios marginalizados. En las grandes ciudades de Brasil – São Paulo y Rio de Janeiro – se encuentran los dos grandes clubes de masas del país: Corinthians (SP) y Flamengo (RJ). Como equipos de masas, el perfil de sus hinchas es muy difuso, incluyendo desde el “playboy” de clase alta hasta el “favelado” de los suburbios. Sin embargo, la imagen que tenemos de estos dos equipos es el de una hinchada de “bandidos” y “alborotadores”, por su asociación simbólica a los estratos más populares de la población. Así, son corrientes chistes de pésimo gusto, como el siguiente: “El día más seguro para andar por las calles de la ciudad es cuando hay partido Corinthians X Flamengo, porque todos los criminales están en el estadio”. Impresiona lo reveladores que pueden ser este tipo de comentarios, por exponer en el imaginario colectivo la idea del crimen violento que afecta diariamente al ciudadano (asociado a determinados clubs de fútbol) como aquel realizado por los grupos más empobrecidos, ignorando totalmente otros tipos de crímenes


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como el tráfico de influencias, que no es realizado precisamente por los más pobres sino por los poseedores del mencionado capital cultural, sin que sea necesaria la violencia física directa para llevarlo a cabo. Los grandes medios también refuerzan esta idea. El Flamengo, por ejemplo, “o mais querido do Brasil” según se lee en un emblemático letrero pintado en su estadio en el barrio de Gávea, se vuelve una marca de gran alcance para millones de consumidores, porque es considerado el equipo con la mayor hinchada del país. Además, el estadio está cerca de la sede de la TV Globo, que no por casualidad realizó en 2011 una amplia cobertura de la presentación de Ronaldinho en el rubro-negro carioca. Pero no sólo de fiesta vive el Flamengo. Cuando los jugadores del club se envuelven en escándalos, la repercusión mediática es gigantesca. Un ejemplo de la proximidad entre futbolistas y el mundo del crimen se dio en recientes hechos envolviendo al delantero Vágner Love y el portero Júlio Cesar, ambos ídolos del rubro-negro. El primero apareció llegando en la favela de la Rocinha escoltado por traficantes, al mismo tiempo que llamadas telefónicas del segundo fueron registradas por escuchas de la policía, conversando con un antiguo jefe del tráfico de la comunidad de la Zona Sur carioca, sobre cómo proceder en caso de asalto. El caso más grave, sin embargo, fue el del portero Bruno, incluyendo secuestro y presunto homicidio de su amante, Eliza Samúdio, en el año 2010. Bruno ya estaba siendo procesado por haber agredido a la misma


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mujer y en esa ocasión declaró, sin menor rubor: “¿quién nunca levantó la mano a una mujer?”. Los medios vendieron estos hechos como exclusiva, espectacularizando la violencia hasta tal punto, que el periódico sensacionalista Meia-Hora publicaría “sarcásticamente” el titular: “E aí, Beltrame, não rola uma UPP na Gávea?”2. Y ya que hablamos de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), esto nos recuerda el caso más emblemático de esta relación entre fútbol y tráfico de drogas en la cidade maravilhosa. En 2009, el futbolista Adriano, entonces jugador del Inter de Milán (lo que le valió el apodo de “Adriano Imperador”) e ídolo de la selección brasileña, sorprendió a todos al anunciar su jubilación del fútbol. A pesar de esto, volvió atrás en su decisión el mismo año, para regresar al club de su corazón: el Flamengo. Por lo que parece, parafraseando una letra de rap de los años 1990, el jugador “solo quería ser feliz, y andar tranquilamente en la favela en que nació”. En este caso, en la Vila Cruzeiro, en el interior del Complexo do Alemão, Zona Norte de la ciudad. Adriano fue campeón brasileño con el Flamengo ese año, pero su vida privada fue devastada por mantener activo su contacto con la favela. Las páginas policiales apuntaban que el futbolista tenía amigos envueltos en el tráfico de drogas, peleas con su novia... hasta tal punto el jugador fue hostigado, que hastiado, en uno de los goles que marcó con el rubro-negro, mostró una


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camiseta con la frase: “Que Deus perdoe essas pessoas ruins”3, en clara alusión a los periodistas. Adriano nunca negó que iba con frecuencia a visitar a parientes y amigos en la Vila Cruzeiro, y también declaró que tenía conocidos en el tráfico de drogas. Tal vez por esto, el atleta fue sospechoso de asociación al tráfico por hacer alusión a la facción criminal “Comando Vermelho” en una fotografía. La implantación de la UPP del Complexo do Alemão se dio en 2010, con una ocupación espectacular de la policía militar y las fuerzas armadas, con cobertura en directo de los grandes medios. Tras la implantación de la UPP, se comentó que Adriano no iría más a Vila Cruzeiro a visitar a sus amiguitos...

El caso de Adriano Imperador fue emblemático porque representa la criminalización del comportamiento. El futbolista prefirió salir de Italia, donde vivía en una bella mansión en Como, para volver a Río de “El crimen es objeto de Janeiro, y vivir cerca del círculo una condena moral, no social donde se sentía mejor. El solo penal” crimen de Adriano parece haber sido el desprecio por todos los símbolos de progreso que la sociedad capitalista anhela – acumulación de capital económico y poder de consumo, y todos los signos de distinción que se asocian a la movilidad social ascendente – para volver a donde se sentía él mismo. Además,


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volvemos a la cuestión del crimen violento, porque esta es una extensión de la desigualdad social, que pasa por cuestiones como la vulnerabilidad jurídica, política y económica de las poblaciones de las favelas cariocas o las diversas periferias urbanas del país, marcadas por el estigma de la marginalidad y la violencia. En un país donde no tenemos ciudadanos, sino solo subciudadanos y superciudadanos4, el mayor crímen de Adriano fue ser, y querer continuar siendo de la favela. El crimen es objeto de una condena moral, no solo penal, en el que algunas acciones pasan impunes, incluso con la legitimación de los medios de comunicación. También en el fútbol existe una élite, los “cartolas”5. Era pública y notoria la prolongada amistad de por lo menos 30 años entre João Havelange, ex-presidente de la CBD (actual CBF) 6 y expresidente de la FIFA, con el bicheiro7 Castor de Andrade (19261997), patrono de la escola de samba Mocidade Independente de Padre Miguel y del Bangu Atlético Clube (sub-campeón brasileño en 1985). La relación era conocida hasta el punto de que el entonces mandatario de la entidad máxima del fútbol mundial, se presentaba como “avalista moral” de Andrade, tal como noticiaba el diario O Globo. En la edición hay trechos de una carta que Havelange escribió, a fecha de 02/10/1987, atestando la rectitud moral del bicheiro, que según el avalista, era “católico fervoroso y filántropo, además de bacharel en Derecho por una Universidad Federal”. El cartola solo se olvidó de mencionar los actos folklóricos del amigo, que entre otras


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cosas, daba tiros de revolver al cielo en los entrenamientos del Bangu. ¡Ay la que se hubiera montado si Adriano llegara a hacer algo de esto en el Flamengo...! Pero la relación entre el crimen y la fiesta en Río de Janeiro no se acaba con el fútbol y la samba. Los grandes medios, políticos y empresarios también forman parte de esta fanfarria. Algunos políticos y empresarios tienen relaciones muy íntimas con los bicheiros, de financiación de campaña y sociedad criminal. En el caso de los grandes medios, el carnaval carioca es vehiculado como la mayor fiesta del planeta. La convivencia entre “actores globales”8 y empresarios, así como otros famosos nacionales e internacionales en los camarotes VIPs de empresas privadas durante el carnaval apuntan a esta relación bien próxima. “¿Cómo se gestionará mediáticamente este cuadro de desigualdad El carnaval carioca se convierte en social tan radical y un escaparate de “quién quiere ser naturalizado” celebridad?” y el trabajo comunitario de las escolas de samba queda relegado a un segundo plano. Esos famosos se esfuerzan por aparecer al lado de los bicheiros, patronos de escuelas de samba como la BeijaFlor de Nilópolis, o la Acadêmicos do Grande Rio, de Duque de Caxias – dos ciudades de la Baixada Fluminense. Sin embargo, ningún actor global, y mucho menos un director de red de televisión o empresario que patrocine el carnaval, fue denunciado por asociación a cualquier ilícito penal y/o


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contravención por haber tenido contacto con los bicheiros. Aunque estos sí, cada dos por tres, son detenidos por “sospecha de contravención”. Tanto los bicheiros como los traficantes suplen las demandas de poder que deja el abandono del Estado en determinadas áreas y la desigualdad latente de una sociedad dividida. En las favelas y en las localidades periféricas, estos dos grupos consiguen hacer girar una economía paralela, posibilitando rentas de subsistencia para sus habitantes. Los bicheiros consiguen hasta un rol social institucional, ya que sería imposible un equilibrio de poder basado apenas en la fuerza del plomo y la amenaza física. Sin embargo, sus redes también se extienden a los “ciudadanos de bien”, los productivos para la sociedad, que no son criminalizados por carecer de los requisitos morales necesarios para ocupar una celda de presidio. Las élites no son solo económicas, se apoyan en un entramado político y jurídico que se legitima a través del discurso moralizante del poder, que apunta, a fin de cuentas, quienes son los culpables y quienes los intocables por la ley. El lugar de donde se viene importa a la hora de este juicio. Pasada la Copa de Confederaciones, Brasil se prepara para el Mundial 2014 y las Olimpiadas 2016, en Rio de Janeiro. ¿Cómo se gestionará mediáticamente este cuadro de desigualdad social tan radical y naturalizado, que se desgarra en una antagonismo de clases tan evidente, tan conflictivo y violento? ¿Se intentará maquillar de nuevo, como se hizo en la Copa Confederaciones,


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con el ejército manteniendo las manifestaciones a distancia del Maracaná? Las viviendas populares desalojadas y los edificios históricos derrumbados para construir paseos turísticos, hoteles y parkings, se proponen como el legado de estos megaeventos para la ciudad. Al parecer, la relación impune de crimen y fiesta en la cidade maravilhosa se desprende del desprecio generalizado de unas élites arrogantes, con ínfulas aristocráticas – con rancia melancolía del Imperio –, y de una clase media pautada por los grandes medios, que desprecian a las masas más pobres, vulnerables social, económica, política y jurídicamente. El fútbol y el samba elitizados son sólo un trazo más de este cuadro de vulnerabilidad, en los que la solución propuesta a la violencia pasa por militarizar un barrio de la ciudad, para evitar discutir abiertamente la cuestión de la justicia social. Para concluir, podemos recordar las palabras del diputado Marcelo Freixo (PSOL-RJ), cuando afirma: “O Rio não é uma cidade maravilhosa, mas sim um maravilhoso cenário para uma cidade!”. Y todo dependerá del guión que queramos poner en esa escena...


“El crimen del futbolista Adriano

Imperador parece haber sido el desprecio por todos los símbolos de progreso que la sociedad capitalista anhela – acumulación de capital económico y poder de consumo, y todos los signos de distinción que se asocian a la movilidad social ascendente – para volver a donde se sentía él mismo” Lívio Silva

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