Colección HEMOS DECIDIDO DEJAR DE IGNORAR ESTE HECHO / 3
SER RADICAL EN EL S.XXI Prisión, raza, patriarcado
ANGELA Y.DAVIS “La democracia necesita emanciparse del capitalismo. Mientras vivamos en una democracia capitalista, se nos seguirá escapando un futuro de igualdad racial, de igualdad de género, de igualdad económica.” Angela Davis colección HEMOS DECIDIDO DEJAR DE IGNORAR ESTE HECHO / 3
es una frase de Frantz Fanon en Los condenados de la Tierra. Partimos de la necesidad de dejar de obviar ciertas dinámicas históricas y culturales en nuestras sociedades.
SER RADICAL EN EL SIGLO XXI Entrevista de Patt Morrison
Cuarenta y cinco años después de que sus primeros bolos académicos atrajesen la ira del gobernador [de California] Ronald Reagan, Angela Y. Davis vuelve al campus este semestre como profesora del departamento de estudios de género de la Universidad de California en Los Ángeles. Su discurso del jueves pasado en el Royce Hall sobre feminismo y supresión de las cárceles resume parte de su trabajo, pero no todo, una larga carrera académica con su activismo radical en paralelo. El presidente Nixon la llamó “peligrosa terrorista” cuando fue acusada de asesinato y conspiración tras un tiroteo mortal en un juzgado en 1970. Fue absuelta y, desde entonces, esta mujer nacida en el campo de minas de la segregación racial de Birmingham, en el estado de Alabama, ha escrito, enseñado y dado clase por todo el mundo. Su emblemático pelo “afro” se ha transformado desde su silueta de 1970; su intensidad, no. El Congreso está trabajando en la reforma de de las penas de cárcel. Muchos estados han prohibido la pena capital. ¿No resulta esto alentador? Me he vinculado al movimiento de supresión de las prisiones; eso no significa que me niegue a respaldar reformas. Hay una campaña muy importante contra las celdas de aislamiento, una reforma que es absolutamente necesaria. La diferencia reside en si las reformas contribuyen a hacer la vida más habitable para la gente que está en la cárcel o si apuntalan el complejo penitenciario-industrial. De modo que no es una situación de blanco o negro. ¿Qué sería un sistema penal justo para usted? Es complicado. La mayoría de quienes estamos en el movimiento abolicionista del siglo XXI nos fijamos en la
crítica que hizo W.E.B. Du Bois respecto a la supresión de la esclavitud: que no se trataba simplemente de arrojar las cadenas. La verdadera meta consistía en volver a crear una sociedad democrática que permitiera la incorporación de los antiguos esclavos. La supresión de las cárceles tendría que ver con la construcción de una nueva democracia: derechos substanciales, a la subsistencia económica, a la salud; un énfasis mayor en la educación que en el encarcelamiento; crear nuevas instituciones que tenderían a hacer obsoletas las cárceles. ¿Cree que llegará un día en que las cárceles ya no sean necesarias? Es posible, pero aunque no suceda esto, podemos pasar a un tipo muy diferente de justicia que no requiera un impulso retributivo cuando alguien hace algo terrible. ¿Ha visto la serie tragicómica Orange Is the New Black , de tema carcelario? No sólo he visto la serie sino que he leído las memorias [de Piper Kerman], que es un análisis mucho más profundo que el que se ve en la serie, pero como persona que ha analizado el papel de las cárceles de mujeres en la cultura visual, sobre todo en el cine, creo que [la serie] no está mal. Hay tantos aspectos que con frecuencia no aparecen en las representaciones de la gente en estas circunstancias opresivas. Por ejemplo, en Doce años de esclavitud, uno de las cosas que eché de menos era cierto sentido de alegría, cierto sentido de placer, cierto sentido de humanidad. Volvió usted a la UCLA [Universidad de California en Los Ángeles], el campus del que el gobernador Ronald Reagan hizo que le expulsaran. Era una oferta que no podía rechazar. Los estudiantes son muy diferentes de los estudiantes de 1969, 1970. Son mucho más sofisticados en el sentido de que tienen preguntas más complicadas. Cuando considera hoy el feminismo, ¿cree que las mujeres han retrocedido, salvo, si acaso, cuando se trata de la sala de juntas?
Se puede hablar de multiples feminismos; no se trata de un fenómeno unitario. Hay quienes asumen que el feminismo significa ascender dentro de la jerarquía en puestos de poder, y eso está bien, pero no es lo que mejor sabe hacer el feminismo. Si las mujeres que están en la base se mueven hacia arriba, el conjunto de la estructura se mueve hacia arriba. La clase de feminismo con el que me identifico es un método de investigación, pero también de activismo. Stokely Carmichael solía bromear diciendo que la posición de las mujeres en el Student Nonviolent Coordinating Committee del movimiento de derechos civiles era “boca abajo”. ¿Son las mujeres participantes plenas de la política de hoy? Tal vez no del todo, pero hemos hecho muchos progresos. Respecto a cómo pensamos sobre los movimientos del pasado, animo a la gente a mirar más allá de las heroicas figuras masculinas. Si bien Martin Luther King es alguien a quien reverencio, no me gusta dejar que lo que representa borre las aportaciones de la gente corriente. El boicot de los autobuses de Montgomery en 1955 tuvo éxito porque hubo mujeres negras, trabajadoras domésticas, que se negaron a tomar el autobús. ¿Dónde estaríamos hoy si no hubieran actuado así? ¿Apoya usted el libre control de la natalidad y el aborto, que se denuncia entre ciertos sectores como genocidio? A veces en lo que podrían parecer afirmaciones estrafalarias, descubrimos que puede haber un grano de verdad. Aunque nunca sostendría que el control de la natalidad o el derecho al aborto constituyen genocidio, he de tomar en consideración de qué modo se ha impuesto la esterilización a la gente pobre, sobre todo a la gente de color, y que alguien como Margaret Sanger [precursora de la planificación familiar en los años 20] sostenía que [el control de natalidad] era un privilegio para las mujeres acomodadas, pero un deber en el caso de las mujeres más pobres.
¿Qué piensa del primer presidente negro del país? Hay momentos de enormes posibilidades, y su elección fue uno de esos momentos. En todo el mundo la gente tenía la impresión de que nos movíamos hacia un mundo nuevo. Por breve que fuera esa sensación de euforia, se trata de algo que no olvidaremos. Eso nos permite comprender qué posibilidades podría reservarnos el futuro. [Pero] mucha gente ha tendía a depositar tantas aspiraciones en individuos singulares que no han conseguido — no hemos conseguido — realizar esa labor de sacarle más partido a ese momento. La gente fue a las urnas y dijo “Ya hemos hecho nuestro parte” y le dejó el resto a Obama. ¿Es la democracia un buen chasis sobre el que erigir un sistema politico? Creo profundamente en las posibilidades de la democracia, pero la democracia necesita emanciparse del capitalismo. Mientras vivamos en una democracia capitalista, se nos seguirá escapando un futuro de igualdad racial, de igualdad de género, de igualdad económica. En 1980 y 1984 se presentó como candidata del Partido Comunista a la vicepresidencia; ¿significaba eso que tenía fe en el proceso democrático? Se trataba de sugerir que hay alternativas. Nadie creía que fuera posible ganar, pero en los años 80 se produjo el ascenso de la globalización del capital, del complejo penitenciario-industrial, y era importante proporcionar algunos análisis politicos alternativos. ¿Qué piensa ahora del comunismo? Todavía mantengo un vínculo, [pero] ya no soy militante. Abandoné el partido porque tenía la impresión de que no estaba abierto al tipo de democratización que nos hacía falta. Creo que el capitalismo sigue siendo el género de futuro más peligroso que podamos imaginar. ¿Por qué falló el comunismo en lo que falló? Eso exigiría una larga conversación. Puede que haya habido democracia económica, que es lo que nos falta en
Occidente, pero sin democracia política y social, lo cierto es que no funciona. No creo que tengamos que tirar el bebé con el agua del niño, sería important ver qué es lo que verdaderamente funcionaba y lo que no. ¿Como que no hubiera libertad de expresión? Sí. En 2016 se cumplirá el 50 aniversario del partido de las Panteras Negras; fue usted miembro del mismo durante algún tiempo. El movimiento de derechos civiles tendía a centrarse en la integración, pero había quienes decían: “No queremos asimilarnos en un barco que se hunde, de modo que cambiemos totalmente el barco”. El surgimiento del Partido de las Panteras Negras marcó un momento de ruptura y todavía estamos en ese momento. El partido tenía dos tipos distintos de activismo: el activismo de base que contribuyó a crear instituciones que todavía hoy funcionan, por ejemplo, el Departamento de Agricultura dispone ahora de programas de desayunos gratuitos. Por otro lado, está la posición de defense propia y de control de la policía. Si se le echa un vistazo al programa de 10 puntos del partido, cada uno de sus puntos resulta tanto o más pertinente 50 años más tarde. El punto décimo incluye el control comunitario de la tecnología. Eso fue muy profético. Se trata de usar la tecnología en vez de que permitir que nos use a nosotros. Alguna gente todavía debe ver en usted a la joven que apoyaba la violencia contra la policía, la violencia de los movimientos políticos. Es importante comprender las diferencias entre esa época y ésta. Nuestra relación con las armas era muy diferente y se centraba en buena medida en la defensa propia. Hoy en día, cuando hay del orden de 300 millones de armas en el país y hemos experimentado estos horrendos tiroteos, no podemos adoptar la misma postura. Estoy completamente a favor del control de armas, de eliminar las armas no sólo de los civiles sino también de la policía.
Se utilizaron pistolas de su propiedad en el secuestro y el tiroteo del Marin County Civic Center en 1970. Fue absuelta de todas las acusaciones. He leído que había comprador las pistolas para su propia defensa. Sí, y comenté la circunstancia de que mi padre tenía armas cuando yo era pequeña; nuestras familias tenían que protegerse del Ku Klux Klan. [Hoy en día] tenemos leyes contra el odio, hacia las que tengo una actitud ambivalente, porque a veces acaban usándose contra la gente que era inicialmente víctima. La legislación contra linchamientos se dirige más hacia los niños negros y las llamadas pandillas. A veces las herramientas contra el racismo se ponen al servicio de una especie de racismo estructural. (...) ¿Qué pasó con la forma de escribir radical, personal, de enfrentamiento de la década de los 60 y 70? Es una pregunta interesante. En muchas cosas dependíamos de nosotros mismos. Esos experimentos son importantes, porque sin movernos a terrenos de los que uno no sabe nada, nunca habrá ningún cambio. Supongo que hay gente que le dice: “Si no le gusta Norteamérica, ¿por qué se queda?” He vivido en otros países, pero este es mi hogar, y me siento comprometida con la transformación de este país. Así lo he sentido desde que era niña. Mi madre era una activista que creía en las posibilidades de transformar el mundo. Y eso es algo a lo que todavía no he renunciado.
Entrevista de sinpermiso.info Traducción: Lucas Antón
PODER NEGRO COMO PODER COLECTIVO Entrevista con Frank Barat A menudo hablas del poder de lo colectivo y haces hincapié en la importancia de los movimientos populares. ¿Cómo podemos conseguir ese poder en una sociedad que fomenta el egoísmo y el individualismo? Desde el ascenso del capitalismo global y las ideologías relacionadas con el neoliberalismo, es cada vez más importante identificar los peligros del individualismo. Las luchas progresistas –centradas sólo en el racismo, la represión, la pobreza u otras cuestiones- están destinadas al fracaso si al mismo tiempo no intentan desarrollar la conciencia acerca de la insidiosa promoción del individualismo capitalista. Aunque Nelson Mandela insistía siempre en que sus logros eran logros colectivos conseguidos por hombres y mujeres, sus camaradas, los medios trataron de santificarle como individuo heroico. Un proceso parecido se llevó a cabo para disociar al Dr. Martin Luther King, Jr, del inmenso número de mujeres y hombres que constituyeron el corazón mismo del movimiento estadounidense por la libertad de mediados del siglo XX. Es esencial resistirse a describir la historia como la obra de individuos heroicos para que la gente reconozca hoy su potencial como parte de una comunidad de lucha cada vez más amplia. ¿Qué queda hoy del movimiento del Black Power ? Pienso en el movimiento del Black Power –o a lo que nos referíamos en su momento como movimiento de liberación de los negros- como un momento especial en el desarrollo de la búsqueda de la libertad de los negros. Fue, en muchos sentidos, una respuesta a lo que se percibía como límites del movimiento por los derechos civiles: no sólo necesitábamos proclamar derechos legales dentro de la sociedad existente, sino también exigir derechos sustantivos –puestos de trabajo, vivienda, atención sanitaria, educación, etc.- y desafiar la estructura misma de la sociedad. Esas demandas – también contra los encarcelamientos racistas, la
violencia de la policía y la explotación capitalista- se sumaron al programa de diez puntos del Partido de las Panteras Negras (PPN). Aunque las personas negras han entrado en las jerarquías económicas, sociales y políticas (el ejemplo más espectacular fue la elección de Barack Obama en 2008), hay un abrumador número de ellas sometidas al racismo económico, educativo y carcelario a un nivel mucho mayor que durante la era anterior a los derechos civiles. En muchos aspectos, las demandas del programa de diez puntos del PPN son ahora tan importantes –o quizá incluso más importantes- como durante la década de los sesenta, que fue cuando se formularon por vez primera. La elección de Barack Obama fue celebrada por muchos como una victoria contra el racismo. ¿Crees que fue una falacia? ¿Piensas que realmente ha estado paralizando durante mucho tiempo a la izquierda, así como a los afroamericanos implicados en la lucha por un mundo más justo? Muchos de los supuestos respecto a la importancia de la elección de Obama están totalmente equivocados, especialmente los que describen que un hombre negro en la presidencia de EEUU simboliza la desaparición de la última barrera del racismo. Pero creo que la elección en sí fue importante, sobre todo porque la mayor parte de la gente –incluyendo la mayoría de la gente negra- no creía al principio que fuera posible elegir a una persona negra para la presidencia. Efectivamente, los jóvenes crearon un movimiento –aunque debería calificarse diciendo que era un cibermovimiento- que consiguió lo que parecía ser imposible. El problema es que la gente que se asociaba a sí misma con ese movimiento no prosiguió ejerciendo ese poder colectivo como presión, lo que hubiera podido obligar a Obama a moverse en direcciones más progresistas (por ejemplo, contra un incremento militar en Afganistán, por un rápido desmantelamiento de Guantánamo, por un plan más completo de atención sanitaria). Creo que es importante destacar, incluso cuando nos mostramos críticos con Obama, que no habríamos estado mejor con
Romney en la Casa Blanca. De lo que hemos carecido en estos últimos cinco años no es del presidente adecuado, sino más bien de movimientos de masas bien organizados. ¿Cómo definirías el “feminismo negro”? ¿Y qué papel podría jugar en las sociedades actuales? El feminismo negro surgió como un esfuerzo teórico y práctico para demostrar que la raza, el género y la clase son inseparables en los mundos sociales que habitamos. En el momento de su aparición, a las mujeres negras se les pedía con frecuencia que eligieran qué era lo más importante para ellas, el movimiento negro o el movimiento de las mujeres. La respuesta era que esa era una pregunta equivocada. La pregunta más apropiada era cómo entender las intersecciones e interconexiones entre los dos movimientos. Todavía estamos enfrentándonos al desafío de entender las complejas vías por las que se entrelazan la raza, la clase, el género, la sexualidad, la nación y las capacidades, pero también al reto de cómo avanzar más allá de estas categorías para entender las interrelaciones de ideas y los procesos que parecen estar separados y sin vínculos entre ellos. Insistir en las conexiones entre las luchas y el racismo en EEUU y las luchas contra la represión israelí de los palestinos es, en ese sentido, un proceso feminista. ¿Piensas que ha llegado ya el momento de que la gente se desenganche de los principales partidos políticos y de ese concepto que nuestros “dirigentes” denominan democracia representativa? El hecho de involucrarnos en un sistema tan corrupto y podrido, gobernado sólo por el dinero y la avaricia, le da legitimidad, ¿no es verdad? ¿Cómo detener esta charada, dejar de votar y empezar a crear algo nuevo y orgánico de arriba abajo? Ciertamente, no creo que los partidos políticos existentes puedan constituir nuestros ámbitos fundamentales de lucha, pero el ámbito electoral puede utilizarse como terreno sobre el que organizarse. En EEUU, hemos necesitado durante mucho tiempo de un partido político independiente, un partido de los trabajadores antirracista y feminista. Creo también que tienes toda la
razón al identificar el activismo de base como el ingrediente más importante para la construcción de movimientos radicales. El mundo árabe ha pasado por cambios tremendos en los últimos años, con revoluciones en curso en muchos países. ¿Qué importancia tiene que en Occidente la gente comprenda la complicidad de nuestros propios gobiernos en el mantenimiento de las dictaduras árabes? Creo que es completamente pertinente que los pueblos del mundo árabe exijan que nosotros, en Occidente, impidamos que nuestros gobiernos apoyen a regímenes dictatoriales, y especialmente a Israel. La llamada “guerra contra el terror” ha hecho un daño inestimable al mundo, incluyendo la intensificación del racismo antimusulmán en EEUU, Europa y Australia. Como progresistas del Norte global, no hemos reconocido realmente nuestras importantes responsabilidades en la prosecución de los ataques ideológicos y militares contra los pueblos del mundo árabe. Hace poco diste en Londres una charla sobre Palestina, el G4S (Grupo 4 de Seguridad), que es el grupo de seguridad privada mayor del mundo, y el complejo industrial de prisiones. ¿Puedes explicarnos como están vinculados? Con el pretexto de la seguridad y el Estado de seguridad, el G4S se ha introducido en las vidas de la gente por todo el mundo, especialmente en Gran Bretaña, EEUU y Palestina. Esta compañía es la tercera corporación más grande del mundo después de Walmart y Foxcomm, y es el mayor empleador privado en el continente de África. Han aprendido a aprovechar el racismo, las prácticas antiinmigratorias y las tecnologías de castigo en Israel y en todo el mundo. El G4S es directamente responsable de las experiencias de reclusión política de los palestinos, así como de todo lo relativo al muro del apartheid levantado allí, del encarcelamiento en Sudáfrica, de las escuelas-prisión en EEUU y del muro a lo largo de la frontera entre México y EEUU. Sorprendentemente, durante la reunión de Londres nos enteramos que el personal del G4S es responsable de ataques sexuales
contra las mujeres en determinados centros de detención en Gran Bretaña. ¿Cómo es de rentable el complejo industrial de prisiones? Has dicho a menudo que es el equivalente a la “esclavitud moderna”. El complejo industrial global de prisiones está continuamente expandiéndose, como se puede ver en el ejemplo del G4S. Por tanto, una puede asumir que su rentabilidad está en alza. Ha llegado a abarcar no sólo prisiones públicas y privadas (y las prisiones públicas están más privatizadas de lo que uno podría pensar y cada vez más sujetas a las demandas del beneficio) pero también las instalaciones para jóvenes, las prisiones militares y los centros de interrogatorio. Además, el sector más lucrativo del negocio de las prisiones privadas es el de los centros de detención de inmigrantes. Puede por tanto entenderse por qué la legislación antiinmigrante más represiva en los EEUU fue redactada por las compañías de las prisiones privadas en un intento manifiesto de maximizar sus beneficios. Una sociedad libre de cárceles-prisiones ¿es, en tu opinión, posible o es una utopía? ¿Cómo podría funcionar? Pienso que una sociedad sin prisiones es una posibilidad realista en el futuro, pero en una sociedad transformada, una sociedad en la que las necesidades de la gente, y no el lucro, constituya la fuerza motriz. Al mismo tiempo, la abolición de las prisiones parece una idea utópica precisamente porque la prisión y las ideologías que la refuerzan están muy profundamente enraizadas en nuestro mundo contemporáneo. Hay cifras enormes de gente tras las rejas en EEUU –alrededor de dos millones y medio- y cada vez se utiliza más el encarcelamiento como estrategia de desviación de los problemas sociales subyacentes: racismo, pobreza, desempleo, falta de educación, etc. Estas cuestiones no se abordan nunca de forma seria. Sólo es una cuestión de tiempo que la gente empiece a darse cuenta de que la prisión es una solución falsa. La defensa del abolicionismo puede y debería producirse en relación con las demandas de una
educación de calidad, de estrategias laborales antirracistas, de atención sanitaria gratuita y todo ello dentro de otros movimientos progresistas. Puede ayudar a promover una crítica anticapitalista y movimientos por el socialismo. ¿Qué es lo que el boom del complejo industrial de prisiones está indicando sobre nuestra sociedad? Las elevadas cifras de gente tras las rejas por todo el mundo y la creciente rentabilidad de los medios para mantenerlos cautivos son uno de los ejemplos más impresionantes del capitalismo global. Pero los obscenos beneficios que se obtienen del encarcelamiento masivo están vinculados a los beneficios de la industria sanitaria y de la educación y otros servicios humanos comercializados que deberían realmente estar a libre disposición de todos. Hay una escena en “The Black Power mixtape”, un documental sobre el movimiento de las Panteras Negras/Poder Negro que apareció hace un par de años, donde el periodista te pregunta si apruebas la violencia. Tu respuesta fue: “¡Qué pregunta, ¿que si apruebo la violencia?! No tiene sentido”. ¿Podrías elaborarla? Intentaba señalar que las preguntas acerca de la validez de la violencia deberían dirigirse a esas instituciones que mantienen y continúan manteniendo el monopolio de la violencia: la policía, las prisiones, el ejército. Expliqué que crecí en el sur de EEUU en un momento en el que los gobiernos permitían que el Ku Klux Klan perpetrara ataques terroristas contra las comunidades negras. En aquella época me metieron en la cárcel, tras acusarme falsamente de asesinato, secuestro y conspiración y me convirtieron en un objetivo de la violencia institucional, y van y me preguntan si estoy de acuerdo con la violencia. Fue grotesco. También estaba tratando de señalar que la defensa de la transformación revolucionaria no se basa fundamentalmente en la violencia, sino que tiene que ver con cuestiones sustantivas como mejores condiciones de vida para la gente pobre y la gente de color.
Mucha gente piensa actualmente que formaste parte de las Panteras Negras, y algunos incluso piensan que fuiste uno de los miembros fundadores. ¿Puedes explicar cuál fue tu papel exactamente, tus afiliaciones en aquel momento? No fui miembro fundador del Partido de las Panteras Negras. En 1966, el año en el que se fundó el PPN, me encontraba estudiando en Europa. Después, en 1968, me uní al Partido Comunista y también me convertí en miembro del PPN y trabajé con una rama de la organización en Los Ángeles, donde me encargaba de la educación política. Sin embargo, en un determinado momento, el liderazgo decidió que los miembros del PPN no podían afiliarse a otros partidos, por lo que decidí conservar mi afiliación con el Partido Comunista. Sin embargo, seguí apoyando y trabajando con el PPN. Cuando me metieron en la cárcel, el PPN fue la principal fuerza que defendió mi libertad. Volviendo a tu respuesta sobre la violencia, cuando escuché lo que decías en el documental, pensé en Palestina. La comunidad internacional y los medios occidentales están pidiendo siempre, como condición previa, que los palestinos renuncien a la violencia. ¿Cómo puedes explicar la popularidad de esta narrativa de que los oprimidos tengan que garantizar la seguridad de los opresores? El hecho de poner la cuestión de la violencia en primer plano sirve casi inevitablemente para tapar los problemas que están en el centro de las luchas por la justicia. Así sucedió en Sudáfrica durante la lucha contra el Apartheid. Fíjate que a Nelson Mandela –al que han santificado como el defensor más importante de la paz de nuestro tiempo- le mantuvieron en la lista estadounidense de terroristas hasta 2008. Los aspectos más importantes de la lucha palestina por la libertad y autodeterminación se minimizan y se vuelven invisibles ante quienes intentan equiparar la resistencia palestina ante el apartheid israelí con el terrorismo. ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Palestina? ¿Qué impresión dejó en ti esa visita?
Viajé a Palestina en junio de 2011 con una delegación de activistas/académicas feministas indígenas y de color. La delegación incluía mujeres que habían crecido bajo el Apartheid sudafricano, bajo las leyes Jim Crow del Sur y en las reservas indias. Aunque todas habíamos estado anteriormente implicadas en el activismo solidario palestino, todas nosotras nos quedamos terriblemente impactados por lo que vimos y decidimos animar a nuestros distritos a que se unieran al Movimiento del BDS (siglas en inglés de Boicot, Desinversión y Sanciones) y ayudar a intensificar la campaña por la libertad de Palestina. Más recientemente, alguna de nosotras nos implicamos en conseguir que se aprobara una resolución que instaba a participar en el Boicot Académico y Cultural de la American Studies Association. Las componentes de la delegación se involucraron en la aprobación de una resolución de la Modern Language Association censurando a Israel por rechazar la entrada de académicos estadounidenses en Cisjordania que iban a enseñar e investigar en las universidades palestinas. Hay varios medios de resistencia de los que pueden disponer los pueblos oprimidos por regímenes racistas o coloniales o por ocupaciones extranjeras (i.e., Protocolo Adicional I del Convenio de Ginebra), incluyendo el uso de de la fuerza armada. En la actualidad, el movimiento de solidaridad palestino se ha comprometido con la vía de la resistencia no violenta. ¿Piensas que con sólo esto se pondrá fin al apartheid israelí? Desde luego, los movimientos de solidaridad son por su propia naturaleza no violentos. En Sudáfrica, incluso cuando se estaba organizando un movimiento de solidaridad internacional, el CNA (Congreso Nacional Africano) y el PCSA (el Partido Comunista de Sudáfrica) llegaron a la conclusión de que su movimiento necesitaba de un ala armada: Umkonto We Siswe. Tenían todo el derecho a tomar esa decisión. Del mismo modo, le corresponde al pueblo palestino utilizar los métodos que estime más convenientes para tener éxito en su lucha. Al mismo tiempo, está claro que si Israel está aislado
política y económicamente, como la campaña del BDS intenta, no podrá seguir adelante con sus prácticas de apartheid. Si, por ejemplo, nosotros, en EEUU, obligamos a la administración Obama a interrumpir sus ocho millones de dólares al día de apoyo a Israel, se iniciaría un largo camino de presiones a Israel para que pusiera fin a la ocupación. Formas parte de un comité para la liberación del preso político palestino Marwan Barghouti y de todos los presos políticos. ¿Qué importancia tiene, para que prevalezca la justicia, que todos ellos sean liberados? Es fundamental que se libere a Marwan Barghouti y a todos los prisioneros políticos que se hallan en las cárceles israelíes. Barghouti lleva dos décadas tras las rejas. Su terrible situación refleja el hecho de que la mayor parte de las familias palestinas han tenido o tienen al menos a un miembro encarcelado por las autoridades israelíes. Actualmente hay alrededor de 5.000 presos palestinos y sabemos que desde 1967, Israel ha enviado a prisión a 800.000 palestinos (el 40% de la población masculina). La demanda de liberar a todos los presos políticos palestinos es un ingrediente fundamental de la exigencia de acabar con la ocupación. Durante una charla en la Universidad Birbeck de Londres, dijiste que la cuestión palestina tiene que convertirse en una cuestión global, una cuestión social que debería llevar en su programa o agenda todo movimiento que luche por la justicia. ¿Qué quisiste decir con esto? Que al igual que la lucha contra el apartheid sudafricano fue una causa abrazada por los pueblos de todo el mundo e incorporada a muchas agendas de justicia social, las organizaciones y movimientos involucrados en causas progresistas por todo el planeta deben involucrarse de igual modo en la solidaridad con Palestina. Se ha tendido a considerar a Palestina como una cuestión aparte –y, lamentablemente, demasiado a menudo, marginal-. Este es precisamente el momento de animar a todos los que creen en la igualdad y en la justicia para que se unan al llamamiento por una Palestina libre.
La lucha es interminable, ¿verdad? Yo diría que nuestras luchas maduran, producen nuevas ideas, nuevos planteamientos y nuevos terrenos con los que comprometernos en la búsqueda de la libertad. Como Nelson Mandela, debemos estar dispuestos a abrazar el largo camino hacia la libertad
Frank Barat / Jadaliyya.com Traducción de Sinfo Fernández para Rebelion.org
LA DEMOCRACIA DE LA ABOLICIÓN Conversación con Eduardo Mendieta A pesar de que las leyes nacionales e internacionales nos impiden legalmente torturar, lo que los medios dominantes parecen centrados en debatir es si emplear la tortura y cuándo emplearla, como si las leyes, tanto nacionales como internacionales, pudiesen quedar suspendidas en caso de que las autoridades lo juzguen necesario. ¿De qué modo permitir que el debate público sobre la tortura siga desarrollándose en esta línea supone un ataque contra la integridad moral de los ciudadanos y la democracia? ¿Hay alguna relación entre democracia y moral? El debate público sobre la tortura ha quedado limitado por la convicción generalizada de que la democracia es intrínsecamente americana y de que cualquier estrategia diseñada para proteger o defender la versión americana de la democracia es legítima. Otro problema con este debate es que la versión americana de la democracia se ha ido convirtiendo cada vez más en un sinónimo del capitalismo, y el capitalismo ha ido definiéndose cada vez más por su capacidad de extenderse por el mundo. Esto es lo que ha encuadrado la discusión en torno a la tortura y ha permitido que los dilemas morales sobre esta se expresen junto con la idea de que ciertas formas permisibles de violencia son necesarias si queremos preservar la democracia americana, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. En última instancia, estas posturas morales contra la tortura no tienen poder suficiente para desafiar la excepcionalidad americana. Esta grieta incuestionable entre la oposición moral a determinadas tácticas y lo que se considera un imperativo para salvar a la nación ha permitido un torrente de discursos ofuscadores sobre el terrorismo, por un lado, y sobre la práctica de la tortura, por otro. Por descontado, es importante que nos opongamos enérgicamente a la tortura en cuanto técnica de control que va contra los ideales y la promesa de la democracia
estadounidense. Pero cuando la democracia estadounidense se convierte en el barómetro por el que se juzga toda conducta política, no resulta difícil transformar actos específicos de tortura en una conducta tolerable, una conducta que no vulnera necesariamente la integridad moral de la comunidad. Hay un sinfín de ejemplos de la incapacidad de la moralidad para transformar el ámbito de lo político. Cuando la tortura se inflige en seres humanos calificados de racial y culturalmente inferiores -como el pueblo de Irak- no resulta difícil llevar las conversaciones sobre las torturas a un registro más general, ignorando así el daño que hace a personas concretas. Recelo del discurso que da a entender que la tortura es más perjudicial para los que la perpetran que para sus víctimas. Sí, no cabe duda de que las revelaciones sobre las brutales técnicas de interrogación que se usan en Guantánamo y los actos de violencia física y de coerciones sexuales en Abu Grahib suscitan preguntas relevantes sobre esta sociedad, su Gobierno, su ejército y sus prácticas de encarcelamiento. Pero cuando esto eclipsa el profundo sufrimiento de los hombres y mujeres torturados, revela hasta qué punto las repercusiones de la moralidad pueden sustentar el propio racismo que permitió las torturas en primera instancia. Por tanto, es importante que no demos por sentado que la resistencia a la tortura estadounidense implica siempre solidaridad con las víctimas. Al tiempo que cuestionamos al Gobierno y al ejército por su papel en la perpetración de torturas, debemos cuestionar también nuestra capacidad de ver a las víctimas como seres humanos, como individuos que no son esencialmente distintos de aquellos de nosotros que casualmente vivimos en el Norte global. ¿Cómo podríamos reformular entonces la cuestión de las torturas para que no quedara autorizada una práctica justificadora que no tiene en consideración el impacto de las torturas en los seres humanos concretos, en sus cuerpos y mentes? Los derechos humanos tienen aquí un papel decisivo, y resulta significativo que después de décadas arrogándose el historial de derechos humanos más progresista del mundo, Estados Unidos esté ahora a la defensiva. Las demandas presentadas por el Centro
por los Derechos Constitucionales en nombre de personas detenidas dentro y fuera de Estados Unidos son un ejemplo de la resistencia a las políticas y prácticas del gobierno Bush. Ya he aludido a la importancia de incorporar al encuadre un análisis del racismo. Faltó, claramente, en los debates que desencadenó la aparición de las fotografías de Abu Ghraib. Ariel Dorfman escribió una vez que uno de los problemas del discurso sobre la tortura en el ámbito público es que coloca a los ciudadanos en la posición de tener que desvincularse por completo del dolor de los demás. Por eso lo llamó un crimen contra la imaginación moral. Se nos pide que, como ciudadanos, nos desvinculemos del sufrimiento de los demás, destruyendo así, en cierto modo, las dimensiones morales y emocionales de nuestra condición de ciudadanos. En una conversación previa, hablamos del marco en el que se interpretaban popularmente las imágenes de torturas de Abu Ghraib, del patrón interpretativo que se ofreció al público y que ayudó a crear una determinada concepción de las fotografías. Yo decía que este marco interpretativo, al despertar reacciones de incredulidad, y luego un sentimiento de trauma nacional -un trauma sobre la nación-, había excluido la solidaridad con las víctimas. Reveló, por así decirlo, los límites de nuestra imaginación moral colectiva. Los seres humanos que aparecían en las fotografías se convirtieron en los objetos abstractos de unas formas de tortura que se consideraron una abominación para la democracia. Cuerpos desnudos apilados formando una pirámide, cuerpos obligados a simular actos sexuales, cabezas encapuchadas... ¿Quién es toda esta gente? ¿Podemos imaginarlos como obreros, artistas, educadores, padres, hijos? ¿Podemos ponernos en su lugar? No creo que se nos animara a pensar en las imágenes de esa manera. En cierto modo, las reacciones públicas a las fotografías de Abu Ghraib tendieron a reformular las premisas de una hegemonía estadounidense que transformaban al pueblo de Irak -y, por supuesto, a Sadam Husein, como habitante paradigmático de aquel país- en
materializaciones de un enemigo ideológico. También señalé que podemos descubrir un dilema similar en la forma en que las reacciones históricas al linchamiento -incluso las que se oponían a este enérgicamente- tendían a menudo a borrar la humanidad de las víctimas negras de los linchamientos. Así, sin darse cuenta, algunas veces los opositores al linchamiento terminaban haciéndoles el trabajo a sus adversarios. De modo que el marco interpretativo dominante en el que tienen lugar las discusiones públicas sobre la tortura en Estados Unidos no hacen más que reafirmar, defender y reforzar las premisas preexistentes sobre la naturaleza de la democracia americana: premisas oficiales. En consecuencia, el propio sufrimiento humano que muestran las fotos queda fuera del marco de lo debatible, y por tanto, anulado, al no ser reconocido. En particular teniendo en cuenta hasta qué punto la excepcionalidad americana da forma al modo en que se nos anima a pensar sobra la guerra contra el terrorismo. Este enfoque concreto de la tortura afirma la excepcionalidad americana, la superioridad de la democracia estadounidense. Me gustaría cambiar de tema, y empezar por preguntarle sobre la utilidad del término Imperio . Después de leer muchas de sus obras, no recuerdo que lo haya usado demasiado. Es un término útil. Yo tiendo a usar más el término imperialismo que imperio. Pensando en los motivos por los que puede que lo haga, se me ocurre que probablemente quiero conservar una conexión muy concreta con capitalismo, que no está necesariamente implícita en la palabra imperio, más general. Pero no es porque no lo considere un término útil, sino más bien porque quiero resaltar la forma en que la actual agresión militar sobre Irak y las políticas de la guerra global del gobierno Bush tienen ecos históricos y, en particular, de la guerra contra Vietnam. También quiero tener presente el movimiento consiguiente de capitales, históricamente y hoy día. Los discursos sobre la globalización
transmiten a veces la impresión de que el capital se ha vuelto global muy recientemente, y que estas migraciones globales son un subproducto de lo que se denomina la era de la información. Conviene recordar que el capital tiene una historia larga y brutal de movimientos atravesando fronteras nacionales: el imperialismo, como Lenin y Rosa Luxemburgo observaron hace tanto tiempo, no es un consorte sin importancia del capitalismo, sino un elemento fundamental de su desarrollo. Hoy día nos referimos a estos tiempos como una época determinada por el poder de organizaciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial, y por la capacidad del capital, no solo de cruzar las fronteras nacionales, sino de reestructurar economías lejanas, haciendo estragos en las relaciones sociales de todas partes. Este nuevo imperialismo significa que el capital ha penetrado en los espacios más íntimos, transformando no solo la actividad económica de la gente (las chicas jóvenes del Sur Global confeccionan ahora la ropa y zapatos de todo el mundo), sino también sus sueños de futuro. Por eso es por lo que seguramente tiendo a usar el término imperialismo. Además, aunque he hablado de comienzos del siglo xix, puede que sea importante enlazar los acontecimientos de esta época con el cambio de siglo anterior, el ascenso del capital monopolista y las incursiones imperialistas de Estados Unidos en Cuba, Puerto Rico, Hawái y Filipinas. También es importante conectar el papel que ha tenido esta agresividad militar en la construcción de un Estado racial dentro de nuestras fronteras: la consolidación de las leyes Jim Crow [leyes que discriminan a ciudadanos y ciudadanas negras residentes en el Sur de Estados Unidos], la industrialización del Sur, la entrada de capitalistas industriales en los Estados sureños norteamericanos... El historiador William Appleman Williams, en su importantísimo librito Empire as a Way of Life [El imperio como forma de vida , 1980], hablaba de una «historia imperial, una psicología imperial y una ética imperial» americanas. Podría decirse que Guantánamo y Abu Ghraib son ejemplos perfectos de esta ética y esta psicología. Una psicología de
absoluto desdén, indiferencia, deshumanización y una arrogancia sin límites por un lado, y por el otro, una ética de la impunidad, asimetría e ilegalidad. ¿No son estos aspectos del Imperio como forma de vida? Sí, sin ninguna duda. Pero aun así insisto en que hay que ser consciente del hecho de que el supuesto objetivo de este proyecto imperial es garantizar el gobierno de la democracia. Y esto debería percibirse como una flagrante contradicción: perseguir la dominación global con medios militares y racionalizarlo apelando a la defensa y difusión de la democracia americana -¿o deberíamos decir capitalismo?-. Considero que esta mercantilización subyacente es aún más amenazadora que la arrogancia que el gobierno Bush exhibe abiertamente y que muchos de nosotros aceptamos a pies juntillas. La idea de democracia ha sido transformada en algo parecido a un producto que puede exportarse, venderse o imponerse sobre poblaciones enteras. La dimensión imperial de este proyecto es todavía más evidente cuando consideramos hasta qué punto los derechos y libertades que se asocian normalmente con la democracia quedan subordinados desdeñosamente para afirmar la superioridad y el control sobre pueblos de todo el mundo. Pensemos en la forma en que se han escenificado las elecciones en Irak para su consumo por parte de los estadounidenses. El derecho al voto, por supuesto, se presenta como la quintaesencia de la democracia. En consecuencia, se nos pide que suspendamos momentáneamente nuestro recuerdo de lo que allanó el camino para esas elecciones: los bombardeos, la invasión y la ocupación que siguen causando muertes, amputaciones, destrucción, desmantelamiento de instituciones y profanación de una de las culturas más antiguas del mundo. El imperialismo estadounidense se vuelve incluso más amenazador a medida que va constriñendo nuestra capacidad de imaginar cómo podría ser una auténtica democracia. Dado que la imposición de la democracia se presenta como el objetivo primero de la agresión militar, la democracia pierde cualquier significado sustantivo que pudiera tener y queda confinada a la formalidad de ejercer el derecho al voto. Esta concepción limitada de la
democracia -tanto para Irak como para Estados Unidosexcluye las concepciones de democracia que hacen hincapié en la justicia y la igualdad económica, racial, sexual y de género. ¿No es también propio del imperio el hecho de que, como a Bush padre, a Bush hijo no se le haya ocurrido nunca pedir disculpas? Es decir, ¿no es este tipo de indiferencia una arrogancia imperial patente y atroz? Lo es. Se me ocurre que ha habido presidentes más inclinados a la humildad. Como Clinton, que fue a Latinoamérica a disculparse por los Contras. O, por tomar incluso un ejemplo doméstico, cuando Clinton trató de disculparse por la esclavitud. Pero también se me ocurre que el gobierno Clinton hizo mucho para allanar el camino a las políticas nacionales y extranjeras de Bush. Con esto no quiero decir que no prefiriera tener a Clinton de presidente. Por supuesto que querría, pero no podemos ignorar la continuidad que hay entre las políticas de ambos Gobiernos. Y no estoy segura de que supusiera una gran diferencia tener un presidente empeñado en la dominación mundial y dispuesto a entablar una guerra para mantener la hegemonía de Estados Unidos, pero que adoptara una postura más humilde en el proceso. Demasiados progresistas se identificaron con Clinton durante su mandato como presidente y no repararon en la necesidad de una oposición organizada. Si hubiésemos respondido más enérgicamente a los ataques del gobierno Clinton en Sudán e Irak, quizás se habría podido evitar la guerra actual. Y no olvidemos que fue bajo el gobierno Clinton cuando empezó a consolidarse el complejo industrial penitenciario. Fue en este periodo cuando se hizo cada vez más difícil diferenciar las políticas demócratas y las republicanas. Aun así, las personas que se consideraban progresistas estaban mucho más dispuestas a reconocer a Clinton como adalid. Ahora estamos en posición de extraer lecciones importantes sobre el fracaso del activismo radical y
progresista durante ese periodo. Creo que existe una especie de identificación entre el público americano y su presidente. Eso es lo que Williams llama la psicología imperial. Resulta sencillamente alucinante que a pesar de las mentiras, el engaño y la manipulación, Bush se las apañe para salir reelegido. Cuando los funcionarios y los presidentes pueden pisotear la verdad y la ley, como señala Arundhati Roy [ Public Power in the Age of Empire , 2004], estamos metidos en un imperio . Los americanos lo reeligieron. ¿Por qué? ¿No es parte de esa psicología imperial? El 11-s [2001] generó un pánico moral, y con él, el espectro del terrorismo, que pone la seguridad en el centro de todas las discusiones. Este foco en la seguridad en cuanto mantenimiento del orden interno y externo ayuda a generar un miedo ubicuo que conduce a la gente a ignorar todos aquellos aspectos de la seguridad que nos obligarían a tener presente cuestiones como la atención sanitaria, la educación o la vivienda, por ejemplo. El problema de la presidencia no es en esencia una cuestión de engaño: la mayoría de la gente, al margen de su afiliación política, y al margen de su nivel de estudios, da por sentado que los políticos mienten y engañan. Esa es la naturaleza del juego, y tampoco estoy segura de que Bush se distinga por su capacidad de mentir. Bush salió reelegido precisamente a causa del pánico generado por los atentados del 11-S y la facilidad con la que nos quedábamos todos embelesados con las imágenes y la retórica del nacionalismo asociado a las afirmaciones de ciudadanía estadounidense. La excepcionalidad americana se da por sentado y no hay ningún discurso popular que nos permita comprender que la superioridad de Estados Unidos se cimenta en la explotación y la represión. Tras el 11-S, la nación se presentó como el modo primordial de solidaridad. Es decir, se instó a la gente a refugiarse en su americanismo, en lugar de imaginarse a sí misma en solidaridad con gente de todo el mundo, incluidos esos países que más tarde se señalarían como el eje del mal. ¿Por qué pensamos tan de inmediato que la nación era el límite de
la solidaridad humana, justo en un momento en el que gente de todo el mundo se identificó con nuestro dolor y sufrimiento? ¿Por qué no fue posible recibir esa solidaridad de un modo que nos permitiera devolverla y vernos de un modo más amplio como ciudadanos del mundo? Esto habría dejado margen para la inclusión dentro de Estados Unidos de personas que no están definidas legalmente como ciudadanos. La elaboración de la nación como modo primordial de solidaridad excluyó a aquellos, dentro y fuera, que no fuesen legalmente ciudadanos. Los ataques brutales contra la gente que parecía ser musulmana o árabe anunciaron que el racismo estaba vivísimo en Estados Unidos y arremetía contra nuevos objetivos. Así que me preocupa más la facilidad con la que emergió este pánico moral de lo que me preocupan la deshonestidad y el engaño del presidente. Pero, en términos más generales, cuando reflexiono sobre mi propia trayectoria política, puedo decir que el activismo radical siempre ha admitido que Gobierno no es sinónimo de pueblo. Por sencillo que parezca, puede que sea especialmente importante recalcar esta distinción hoy día. La identificación a la que usted se refería es posible precisamente por la ausencia de un sentimiento fuerte de comunidad en lucha que no necesita el liderazgo del Gobierno, y menos en tiempos de guerra. Durante el periodo anterior a la caída internacional del socialismo, existía la práctica de designar a todas aquellas comunidades que lucharan por los derechos laborales, contra el racismo, por la justicia, la paz y la igualdad, la Otra América. Hoy, parece que muchos de los que nos oponemos a las políticas y prácticas del gobierno Bush seguimos estando, en el fondo, profundamente influidos por la ideología de la excepcionalidad americana. De ahí esa sensación de parálisis justo después del 11-S, y ese peligroso abrazo de la peor clase de nacionalismo. Esto me inquieta más que ninguna otra cosa, porque si queremos tener la esperanza de un futuro mejor, tendremos que ser capaces de imaginarnos como ciudadanos de un nuevo orden global, lo que bien podría incluir la aceptación por nuestra parte de una directriz de gente de Irak, y de otros enzarzados en el frente de batalla. Podría parecer
nostalgia de un pasado político menos complicado que los tiempos actuales, pero en realidad estoy tratando de identificar las formas en que tendemos a apoyarnos algunas veces en ideologías que creemos estar combatiendo. Uno de los retos principales es el de redefinir la idea de seguridad. ¿Cómo podemos ayudar a mantener el mundo a salvo de los estragos del capitalismo global? Esta noción más amplia de seguridad podría incluir un alivio de la deuda para África; podría significar el fin de la apisonadora de privatizaciones que amenazan la nueva sociedad que la gente de Sudáfrica está intentando construir. También implicaría un traspaso de prioridades del complejo industrial penitenciario a la educación, la vivienda y la atención sanitaria. Bush salió reelegido -o elegido, dado que para su primer mandato fue designado, más que elegidoprecisamente a causa de un pánico moral que apartó la atención de la gente de cuestiones más complejas sobre nuestro futuro. Bush fue elegido por el miedo no solo a otro ataque terrorista, sino por el miedo a que la superioridad americana global estuviese en declive. Me gustaría hacerle una pregunta sobre la relación entre la elaboración de las leyes y la vulneración de las leyes en Estados Unidos. Uno no puede dejar de indignarse ante el carácter palmariamente interesado de algunos memorandos jurídicos y de algunas leyes y resoluciones presidenciales. Fijémonos en la categoría de combatiente enemigo y en la suspensión de los Convenios de Ginebra para la gente detenida por Estados Unidos. La categoría de combatiente enemigo no existe en la legislación internacional, como ha demostrado Barbara Olshansky, del Centro por los Derechos Constitucionales. Sin embargo el término crea una ficción legal con la que excluir a los soldados enemigos y a los presuntos terroristas de la protección de la ley. Estos memorandos y apelaciones dan una apariencia de legalidad y legitimidad. Y nosotros nos quedamos con esta paradoja en la que se apela a la ley para hacer excepciones a la ley. El enrevesado vocabulario de tecnicismos legales que ha generado la guerra contra el terrorismo sería un perfecto
material cómico si no fuera porque tiene unas consecuencias tan brutales. Estas nuevas categorías se han aplicado como si tuvieran tras ellas una larga tradición legal y fueran de uso común —como si se explicaran por sí mismas—, y sus efectos estratégicos de burlar los Convenios de Ginebra y un sinfín de instrumentos de los derechos humanos se han apoyado una vez más en la idea de que Estados Unidos está por encima de la ONU, del Tribunal Internacional de Justicia y de todo lo demás. Me pregunto si este subterfugio no apuntará a un problema más general, el del nuevo discurso político generado por el gobierno Bush. El vocabulario Bush, que pretende expresar ideas complejas en los términos más simples y llanos, es a un tiempo seductor y aterrador. Seductor, porque da la sensación de que no requiere ningún esfuerzo entenderlo; peligroso, porque elimina todo lo que realmente importa. Igual que se da por hecho que el significado de combatiente enemigo se explica por sí mismo, lo mismo ocurre con el significado de libertad y de democracia. Esta nivelación del discurso político, al punto de que no se supone que requiera ningún esfuerzo comprenderlo —de que parece evidente, incontrovertible y lógico—, permite la agresión y la injuria. Esto ocurre con el vocabulario simplista y a menudo burdo que acostumbra a usar Bush, ocurre con la repetición que hace de las palabras libertad y democracia de un modo que las vacía de todo contenido serio, y ocurre con su forma de presentar a los terroristas como malhechores. Pero ocurre también con tecnicismos legales como combatiente enemigo y entrega extraordinaria. El término entrega extraordinaria describe el proceso de transportar prisioneros a otros países con el propósito de que sean interrogados. Lo que oculta este término es que es sabido que los países a los que son entregados estos prisioneros emplean la tortura. Como señala Jane Mayer, esta es una práctica muy extendida. Una práctica que permite al gobierno de Estados Unidos participar en torturas, si bien indirectamente. De nuevo, yo diría que la elaboración de este tipo de discurso político que ofusca, elimina e impide el debate bajo la apariencia de una transparente jerga legal ayuda a avivar el pánico
moral en torno al terrorismo. Estos términos están diseñados para desactivar el discurso y el debate. Así que, por un lado, si analizamos los bushismos, como los llaman, estos invitan a la risa y al humor e impiden, por tanto, que los tomemos en serio. Y, por otro, tenemos una jerga de tecnicismos legales que parecen haber sido creados dentro de los marcos establecidos e incontrovertibles de la ley, de modo que los tomamos demasiado en serio. No soy capaz de recordar otra época de mi vida en la que el discurso político fuera tan enrevesado. Deberíamos estar profundamente preocupados por la forma en que esto tiende a bloquear el debate popular crítico sobre las políticas y prácticas de la guerra global. El Tribunal británico se ha referido a lo que está ocurriendo en Guantánamo y Abu Ghraib como un «agujero negro legal». ¿Cuáles son las consecuencias de este agujero negro legal para los activistas pro derechos humanos de todo el mundo? Quizás la lección que haya en todo esto es que tenemos que encontrar formas de hacer frente a la autoridad absoluta de la ley. Podríamos formular la siguiente pregunta: ¿cómo podemos usar la ley como vehículo de cambio progresista, haciendo simultáneamente hincapié en la importancia de reconocer sus límites, los límites de la ley tanto nacional como internacional? Presuponemos de manera natural, por ejemplo, que la justicia y la igualdad se generan necesariamente a través de la ley, pero la ley por sí sola no puede crear ni justicia ni igualdad. Aquí, en Estados Unidos, treinta años después de la promulgación de lo que se consideró una legislación sin precedentes por los derechos civiles, nos siguen asediando muchos de los mismos problemas de desigualdad con relación a la economía, la raza y el género. En muchos casos, están todavía más afianzados en el orden social. Hay maneras con las que se consigue usar estratégicamente la ley y permitir así movimientos y campañas populares. El movimiento por los derechos civiles estaba centrado precisamente en lograr un cambio en las leyes imperantes. Pero, al mismo tiempo, la ley generaba los límites de esos posibles cambios,
como podemos ver en la forma en que las leyes de la affirmative action [discriminación positiva, a fin de garantizar la igualdad de oportunidades de las inorías] han hecho posible, en Estados como California, su propia desaparición. El gran logro de los derechos civiles fue el de purgar la ley de referencias a clases específicas de personas, haciendo posible así la igualdad racial ante la ley. Pero al mismo tiempo, este proceso posibilitó la desigualdad racial, por cuanto la ley quedó privada de su capacidad de reconocer que la gente estaba racializada, que provenía de comunidades racializadas. Dado que, ante la ley, la persona es un abstracto, un sujeto portador de derechos, el sistema legal es incapaz de aprehender la injusta realidad social en la que vive mucha gente. Por poner un ejemplo concreto en relación con la formación del complejo industrial penitenciario, diría que precisamente porque la ley es incapaz de tomar en consideración esas condiciones sociales por las que ciertas comunidades son más susceptibles al encarcelamiento que otras, el mecanismo legal acaba justificando el carácter racista y clasista de la población penitenciaria. A la ley le da igual si un individuo ha tenido acceso a una buena educación o no, si vive en condiciones de pobreza porque las empresas de su comunidad han cerrado o se han trasladado a un país del tercer mundo, o si se han esfumado las ayudas sociales que había disponibles. A la ley le dan igual las condiciones que conducen a algunas comunidades por un camino que hace inevitable la cárcel. Aun cuando cada persona tiene el derecho a un debido proceso legal, eso que llamamos la ceguera de la justicia permite que los prejuicios de raza y clase subyacentes resuelvan la cuestión de quién va a la cárcel y quién no. Si bien me he estado refiriendo de manera bastante específica al contexto estadounidense, querría sugerir que también los activistas pro derechos humanos deberían tener maneras de estar atentos a estas cuestiones. Los instrumentos de los derechos humanos pueden ser herramientas estratégicas en la lucha por la justicia global, pero no podemos hacer caso omiso de procesos más amplios, como el movimiento global de capitales, que agrede a poblaciones enteras. Las campañas para defender los
derechos de los inmigrantes en los centros urbanos poscoloniales de Europa y Estados Unidos deben insistir en los derechos humanos de los inmigrantes africanos, latinoamericanos, asiáticos y árabes. Al mismo tiempo, es importante denunciar la influencia del capitalismo global como la motivación central -si bien no la únicaque lleva a la gente a cruzar las fronteras. Este es hoy día un reto fundamental para los activistas pro derechos humanos. Y, de hecho, organizaciones como Amnistía Internacional, que antes centraban su labor en la reivindicación de derechos humanos a nivel individual, han ampliado ahora su ámbito de trabajo para defender a poblaciones y comunidades. Esto requiere la estrategia dual de emplear la ley y reconocer sus limitaciones con el fin de abordar aquello que la ley no es capaz de aprehender. Hablaba del complejo industrial penitenciario y de la visión de una democracia abolicionista . ¿Podría desarrollarlo? En primer lugar, el complejo industrial penitenciario es el resultado de la falta de implantación de una democracia abolicionista. Democracia abolicionista es un término que emplea Du Bois en su obra Black Reconstruction, un estudio seminal del periodo inmediatamente posterior a la esclavitud. George Lipsitz la utiliza hoy día en contextos contemporáneos. Trataré de explicar brevemente su aplicabilidad a tres formas de abolicionismo: la abolición de la esclavitud, la abolición de la pena de muerte y la abolición de la cárcel. Du Bois sostenía que la abolición de la esclavitud se alcanzó solo en el sentido negativo: para lograr la abolición absoluta de la esclavitud -una vez la institución quedó ilegalizada y los negros liberados de sus cadenas- deberían haberse creado nuevas instituciones que incorporaran a los negros en el orden social. La idea de que cada antiguo esclavo iba a recibir cuarenta acres y una mula se ridiculiza algunas veces como si fuera un burdo rumor que circulaba entre los esclavos. En realidad, la idea había surgido en una orden militar que concedió a los libertos tierras confederadas que habían sido abandonadas en algunos lugares del Sur. Pero la
demanda sostenida de tierras y de animales con que trabajarlas refleja que los antiguos esclavos comprendieron que la esclavitud no podía ser realmente abolida hasta que se proporcionaran a la gente los medios económicos para su subsistencia. También necesitaban acceder a las instituciones educativas y reclamar el voto y otros derechos políticos, proceso que había comenzado, pero que quedó incompleto, durante el corto periodo de Reconstrucción radical terminado en 1877. Du Bois sostiene por tanto que se necesita un sinfín de instituciones democráticas para lograr por completo la abolición, de ahí democracia abolicionista. ¿Qué supondría, por tanto, abolir la pena capital? El problema es que la mayoría de la gente da por hecho que la única alternativa a la pena de muerte es la cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Sin embargo, si pensamos en la pena de muerte como una herencia de la esclavitud, su abolición implicaría también la abolición de esas instituciones sobre las que escribía Du Bois; instituciones que siguen todavía por construir ciento cuarenta años después del fin de la esclavitud. Si vinculamos la abolición de la pena de muerte con la abolición de las prisiones, entonces debemos estar dispuestos a abandonar la opción de cadena perpetua incondicional como primera alternativa. Pensando en la abolición de la cárcel y empleando el enfoque de la democracia abolicionista, propondríamos la creación de una serie de instituciones sociales que empezarían a solucionar los problemas que encaminan a la gente hacia la cárcel, ayudando así a que las prisiones quedaran obsoletas. Hay aquí una conexión directa con la esclavitud: cuando esta quedó abolida, los negros fueron liberados, pero no tenían acceso a los recursos materiales que podían permitirles dar forma a vidas nuevas y libres. Las cárceles han prosperado a lo largo del último siglo precisamente por la carencia de esos recursos y por la persistencia de algunas de las hondas estructuras de la esclavitud, y no podrán ser eliminadas, por tanto, hasta que nuevas instituciones y recursos se pongan al alcance de esas comunidades que proporcionan, en gran parte, los seres humanos que nutren la población penitenciaria.
Si he entendido correctamente su argumento, ¿está diciendo que la pena de muerte forma parte de los tributos de blancura [wages of whiteness] que debemos pagar para mantener una democracia racializada, la democracia que resulta de una abolición fallida? Depende de a qué se refiera con tributos de blancura. Si nos basamos en los análisis de Roediger, definimos los tributos de blancura como los privilegios de aquellos que se ven favorecidos con la persistencia del racismo. Aunque pueda parecer contradictorio, diría que la pena de muerte es algo así como un retorno de lo reprimido : el racismo reprimido de la esclavitud, ahora desatado sobre cualquiera que caiga en sus garras, ya esté racializado como negro, latino, nativo americano o blanco. La explicación más convincente para la persistencia de la pena de muerte en Estados Unidos -la única nación industrializada avanzada que ejecuta a sus ciudadanos de forma rutinaria- es que está inserta en la esclavitud y que el racismo de la esclavitud hizo que se infligiera de manera discriminada sobre los negros. Con el final de la esclavitud, la pena de muerte quedó incorporada al sistema legal, y su racismo manifiesto fue quedando gradualmente oculto. Ahora, en estos tiempos de igualdad de oportunidades, ya no tiene solo como objetivo las comunidades negras o latinas. En este sentido, podría decirse que cuando un blanco es ejecutado, se trata de un signo de venganza del racismo, más que de tributos de blancura. Quisiera hacer al menos un apunte sobre el racismo en la época contemporánea, el racismo en la época post derechos civiles, sobre las mutaciones y alteraciones del racismo, sobre el racismo en un momento en que a determinados miembros de grupos racializados y subrepresentados se les han ofrecido puestos de poder. ¿Cómo podría abordarse un análisis accesible del racismo a partir del hecho de que una mujer negra, antigua asesora de seguridad nacional, sea ahora secretaria de Estado, y un latino, fiscal general? Por descontado, esta nueva integración racial se presenta como la cara de una nación multicultural perfecta. Este aparente dilema puede explicarse entendiendo que el racismo es algo mucho
más profundo de lo que puede resolverse mediante procesos de diversificación y multiculturalismo. Hay estructuras racistas persistentes, estructuras económicas y políticas que no exhiben abiertamente sus estrategias discriminatorias, pero que sirven de todos modos al mantenimiento de las comunidades de color en un estado de inferioridad y opresión. Por consiguiente, me planteo la pena de muerte como la incorporación de herencias históricas del racismo en el marco de un sistema legal del que ha sido expulsado el racismo explícito, pero que sigue dando refugio a las herencias racistas. Así es como puede explicarse que la pena de muerte siga tan viva en un país que se presenta a sí mismo como el modelo de democracia del mundo. Hay más de 3.500 ciudadanos estadounidenses en el corredor de la muerte ahora mismo en Estados Unidos, en un momento en el que todos los países europeos han abolido la pena de muerte, en el que la Unión Europea ha convertido la abolición de la pena de muerte en una condición para ser país miembro. La pena de muerte es un receptáculo para el legado del racismo, pero ahora, bajo el imperio de la igualdad legal, puede aplicar su poder a cualquiera, sin importar su origen racial. Dice usted que Condolezza Rice, Alberto Gonzales y Colin Powell son personas que hacen que parezca que los americanos vivimos en una democracia racial. ¿Podría desarrollar un poco más la relación entre la democracia abolicionista y las políticas identitarias? Por supuesto, estoy siendo sarcástica cuando me refiero a Estados Unidos como una democracia racial, ahora que tenemos a gente de color en altos cargos del Gobierno y del mundo empresarial. Los individuos concretos no están vinculados de manera inevitable a las estructuras de opresión que conlleva su origen racial. Y tampoco están obligados a representar a aquellos que siguen cargando con el grueso del racismo. Hace muchos años, el doctor Martin Luther King criticó a los negros que salieron del fango escalando sobre las espaldas de sus hermanas y hermanos. Sería inconcebible que esa gente estuviera donde está ahora de no ser por las presiones del movimiento por los derechos civiles y la democracia
racial, de modo que parece contradictorio que personas de color puedan tener papeles importantes en el sostenimiento del racismo contemporáneo. Sin embargo, se trata más bien de una consecuencia inevitable de la lucha por la igualdad. La lección en todo esto es que tenemos que darle la vuelta a nuestra concepción del racismo. En épocas anteriores, uno de los signos más evidentes de racismo era la ausencia de personas de color en puestos de liderazgo gubernamentales y económicos, un reflejo de formas más generalizadas de discriminación manifiesta. Pero el racismo no se esfuma necesariamente con la aparición de individuos de color dentro de esas instituciones responsables de los mecanismos del racismo. De hecho, yo diría que el racismo es ahora todavía más efectivo y devastador que en la época de la que surgió el movimiento por los derechos civiles. La población reclusa de este país representa un ejemplo dramático: de los más de dos millones de personas que están actualmente en la cárcel, más del 70 % son de color. No sé si vio alguna de las audiencias de ratificación de Condolezza Rice o Alberto Gonzales, pero fue un despliegue increíble de política identitaria maquiavélica. De hecho, casi se podría hablar de una política identitaria republicana. Casos así señalan las limitaciones de las estrategias de multiculturalismo y diversidad que definen actualmente los esfuerzos oficiales por erradicar el racismo. La identidad, por sí sola, nunca ha sido un criterio adecuado en torno al cual pudieran organizarse las comunidades de lucha, ni siquiera durante esas épocas en las que veíamos la identidad como el más poderoso motor de movimientos. Las comunidades son proyectos políticos que no pueden apoyarse únicamente en la identidad. Incluso durante el periodo en el que se dio por hecho que la unidad negra era la condición indispensable de la lucha, fue más una ficción que otra cosa. Las grietas de clase, de género y sexuales que acechaban justo por debajo de la construcción de la unidad acabaron sacando a la luz estas y otras heterogeneidades que hicieron de la unidad un sueño imposible. Es interesante ver cuánto
más difícil es transformar los discursos que construir instituciones nuevas. Muchas décadas después de que la ficción de la unidad negra quedara al descubierto, el presupuesto más extendido en las comunidades negras es que solo la unidad puede traer el progreso. Incluso ahora, que tenemos delante las Condolezza Rice y los Clarence Thomas [juez afroamericano, extremadamente conservador, incorporado en 1991 al Tribunal Supremo a propuesta de Bush padre], la gente sigue conservando ese sueño de unidad. Los jóvenes que están apenas empezando a desarrollar una idea de sí mismos en el mundo dan por hecho que la única forma que tenemos de construir un futuro mejor para las muchas personas negras que llevan una vida de pobreza económica e intelectual es uniendo a toda la comunidad negra. Lo oigo una y otra vez. ¿De qué serviría unir a la comunidad negra? ¿Cómo íbamos a unir a la gente a través de todas esas complejas separaciones de la política y la clase? Sería inútil tratar de crear una única comunidad negra hoy día. Pero sí tiene sentido plantearse comunidades organizativas, no solo en torno a la negritud, sino principalmente en torno a objetivos políticos. La lucha política nunca ha sido tanto una cuestión de identificación, sino más bien de cómo cree uno que la raza, el género, la clase o la sexualidad influyen en la forma en que se construyen las relaciones humanas en el mundo. Durante el Mes de la Historia Negra o el Mes de la Historia de las Mujeres, tendemos siempre a hablar de «los primeros»: la primera mujer negra astronauta, la primera mujer en el Tribunal Supremo, el primer cirujano negro, etc. Condolezza Rice fue la primera mujer que se convirtió en secretaria de Estado. Pero, como he dicho muchas veces, renunciaría con gusto a la ocasión de celebrar esto como una victoria, a cambio de un secretario de Estado hombre y blanco que fuese capaz de conceder iniciativa a todos los que queremos poner fin a la guerra global. ¿Podría hablarnos de cómo podría conectar una democracia americana de falsas igualdades y principios universales vacíos con la clase de torturas, y de torturadores de géneros diversos, que hemos
visto en Guantánamo y Abu Ghraib? El significado que acecha tras el modelo de «democracia» promulgado por los gobiernos de Bush es la igualdad fraudulenta del mercado capitalista, la libertad ilusoria que ofrece a todos. Marx expuso hace mucho tiempo las profundas desigualdades que constituyen la base de lo que me sigue gustando llamar democracia burguesa. Pero las políticas y pronunciamientos del gobierno Bush equivalen a una parodia incluso de estas distorsiones. Cuando la democracia se reduce al mero hecho de las elecciones —sin importar que la brutalidad y la destrucción masiva infligida sobre Irak por el ejército estadounidense prepararan el terreno—, lo que podría considerarse libertad ha desaparecido. Quienes presentan la composición de género y de raza del ejército estadounidense como un espectacular ejemplo de la igualdad que ofrece la democracia han perdido de vista, claramente, cualquier promesa que pueda depararnos la democracia en el futuro. La igualdad de género en el ejército se presenta como la igualdad de oportunidades para participar en cualquier aspecto de la vida militar, incluyendo la igualdad de oportunidades para participar en la violencia que antes se suponía patrimonio de los hombres. Este enfoque de la igualdad no deja margen para desafiar el statu quo. Lo irónico de que algunas mujeres ayudaran a infligir torturas físicas, mentales y sexuales en Abu Ghraib es que su implicación nos da una medida del éxito que ha tenido en el ejército esta democracia formal y abstracta. Cuando la igualdad se calcula en términos del acceso a unas instituciones represivas que se mantienen inmutables o que incluso se afianzan con la admisión de aquellos previamente vetados, me parece que tenemos que hacer hincapié en unos criterios democráticos distintos: derechos tanto sustantivos como formales, derecho a no sufrir la violencia, derecho al empleo, a la vivienda, a la atención sanitaria y a una educación de calidad. En resumen, concepciones socialistas, y no capitalistas, de la democracia. Traducción de Inga Pellisa. Texto de la BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid)
EL ROL DE LA MUJER NEGRA EN LA LUCHA POR LA EQUIDAD DE GÉNERO Entrevista de Attilio Bernasconi Doctora, durante su estadía en Colombia se reunió con varias mujeres afrocolombianas. ¿Qué ha aprendido de ellas, y qué pueden aprender ellas de las experiencias de su vida? Bueno, hace un año y medio el Instituto de Estudios de la Mujer y de Género de la Universidad Nacional de Bogotá me invitó a visitar Colombia. Amara Vivieras nos invitó a mi colega Gina Dent y a mí a participar en un seminario sobre feminismo Negro – feminismo Negro en los Estados Unidos y feminismo Negro en Colombia. En el curso de la preparación de este viaje, me acordé de un encuentro muy emotivo que tuve anteriormente con Francia Márquez, quien me habló entonces acerca de la lucha de los habitantes de La Toma. Una vez más fuimos invitadas a visitar la comunidad de La Toma y manifestar solidaridad con la lucha que en ese momento era una lucha contra Héctor Sarria en su esfuerzo por desalojar a la gente de la tierra en la que ha vivido durante más de 500 años. Ese fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida, lo he relacionado con las luchas de los pueblos negros en los EE.UU. y fue absolutamente increíble ver gente que ha vivido en la misma tierra durante cinco siglos y que ha conservado su cultura, tuvimos un encuentro maravilloso con la gente de la comunidad y conocimos gran parte de la música, el baile y los niños, fue algo absolutamente inspirador. Especialmente inspirador fue el papel que tuvieron las mujeres en el liderazgo de esa lucha. Francia Márquez es un líder increíble, una joven que ha ayudado a conducir a su comunidad hacia el camino de la victoria. También vimos mujeres mineras, tuvimos la oportunidad de visitar una de las minas, y las mujeres nos contaron que se dedican a la minería al igual que los hombres, de hecho, algunas de ellas han aprendido a trabajar en la mina desde niñas.
Nunca voy a olvidar a la mujer que dijo: “La minería está en mi sangre, he sabido ser minera desde que estaba en el vientre de mi madre”, fue algo que nos hizo pensar en el trabajo y la minería de manera diferente. Me quedé totalmente impresionada por la pasión con la que las mujeres expresan su amor por ese trabajo, de regreso en los EE.UU. y cuando hablo con la gente en las ciudades de todo el país, siempre traigo a colación el tema de la lucha del pueblo de La Toma por su tierra y por sus derechos. Usted ha mencionado el trabajo en la mina y el papel de las mujeres allí. En la comunidad de La Toma, las mujeres trabajan en las minas de oro hombro a hombro con los hombres. Participan igualmente al duro trabajo, compartiendo los mismos esfuerzos y los mismos beneficios. En las últimas décadas, los flujos de capital que llegan a la región, las pequeñas y medianas empresas, así como las grandes corporaciones transnacionales, han hecho irrupción en la región y han comenzado a imponer nuevos modos de producción. Con el uso de las nuevas formas de maquinaria, los hombres siguen siendo empleados, pero las mujeres han empezado a perder su role, y se ven obligadas cada vez más a buscar otros empleos, a menudo en la ciudad, en el servicio doméstico u otras tareas mal pagadas. ¿Cuál es su lectura de este fenómeno? ¿Cómo reaccionan las mujeres ante esto? Teniendo en cuenta la disminución de la necesidad de mano de obra en general, cómo éste fenómeno se ha convertido en una cuestión de género? Bueno, por supuesto el capitalismo explotará cada ser humano con el fin de producir tanto beneficio como sea posible y lo que se ve en La Toma – quiero decir en primer lugar, que quede muy impresionada por la belleza de la tierra, nos condujeron por un camino destapado, alrededor de la montaña durante una hora y media más o menos, y una vez que llegamos a la cima la vista era increíblemente hermosa. Cuando fuimos a visitar la mina, era difícil imaginar que había una mina allí, ya que el modo de minería que el pueblo, las mujeres y los
hombres, aplican es sumamente respetuoso de la tierra, no destruye la tierra, ni destruye la belleza del paisaje. Uno nunca se habría imaginado que había una mina en el interior de esa pequeña abertura, ahora, los nuevos modos de producción capitalistas suscitan la destrucción de la tierra, la destrucción del paisaje y, al mismo tiempo, es un asalto a las mujeres que se han comprometido con el antiguo modo de producción, uno más respetuoso y más sostenible ambientalmente. Por lo tanto, se podría afirmar que la lucha por la igualdad de género es también una lucha por salvar el medio ambiente y creo que es importante que podamos ver cómo estas luchas se cruzan. Si somos capaces de triunfar en la defensa del derecho de la mujer al trabajo y en el mantenimiento del modo de producción de estas mujeres, hombres y niños, también estaríamos salvando la tierra para las generaciones futuras y haciendo respetar la belleza de la tierra. Por medio de qué estrategias puede uno lograr la igualdad de género, incluso en los nuevos modos de producción? Tomando el ejemplo de La Toma, las máquinas son probablemente la razón por la cual los hombres siguen siendo contratados, aunque el manejo de estas nuevas maquinarias no sea más difícil que el trabajo en la mina. Qué estrategias podrían emplear las mujeres para lograr mantener su trabajo, incluso con la nueva maquinaria? Bueno, yo creo que se trata de una lucha que requiere de múltiples estrategias. Por un lado, el trabajo de equidad -y ciertamente se sabe que las mujeres son capaces de manejar las máquinas de la misma manera que los hombres. Es muy interesante, podemos volver atrás y encontrar un ejemplo muchas, muchas décadas atrás, durante la Segunda Guerra Mundial, aún antes de la guerra actual, cuando a las mujeres se les prohibió empleos en la manufactura, en especial con automóviles. Tan pronto como estalló la guerra, y los hombres fueron al frente, hubo una gran campaña para convencer a las mujeres de construir aviones, ¿verdad? [Risas] me refiero a la manera en que los capitalistas manipulan las ideologías con el fin de producir más beneficios. Pero
creo que en el siglo XXI tenemos que tener en cuenta que el feminismo nos ha animado a pensar las cosas de otra manera y desarrollar un análisis intersectorial. No hay que centrarse simplemente en un problema, no sólo centrarse en el derecho de las mujeres a trabajar con la ayuda de estas máquinas enormes, sino también denunciar lo que las máquinas le están haciendo a la tierra, desafiar la minería a cielo abierto, y señalar que el progreso no siempre reside en modos de producción más avanzados tecnológicamente. Sobre todo cuando se utilizan con el propósito de generar más ganancias para el capitalista, dejan a la gente de esa comunidad aún más en la miseria, y además ponen a las mujeres en una situación en la que se ven obligadas a trabajar en el servicio doméstico. Una de las cosas que realmente nos impresionó cuando estuvimos en esa zona fue que vimos la pobreza en Cali, fuimos a visitar el, um, no puedo recordar el nombre de la comunidad…
Agua Blanca ¡Sí! Agua Blanca, fuimos a visitar Agua Blanca y pudimos ver la pobreza extrema, era claro que se trataba de personas que fueron expulsadas de sus tierras, personas que habrían sido capaces de mantenerse a sí mismas de no haber sido expulsadas ??de sus tierras por los grandes agro-negocios capitalistas. Y vimos, por supuesto, lo que la gente conoce como el desierto verde, las millas y millas de caña de azúcar cultivada para que la gente en Occidente se sienta como si estuviera haciendo un buen trabajo, mediante el uso de biocombustibles y, por supuesto, esto obstruye la capacidad de mantenerse de la gente. Lo sorprendente de La Toma es que existe una especie de integridad y a pesar de la pobreza la gente siente una conexión con su comunidad, con su tierra, con su historia y su cultura, así como con sus formas de subsistencia. Sí, esto es cierto sin duda, en especial la dignidad que las personas sienten hacia su comunidad. Continuando en esta dirección, a través del capitalismo de mercado, territorios no- capitalistas se ven obligados no sólo a abrirse al comercio (que podría ser útil), sino también a permitir que el capital
se invierta en empresas rentables que utilizan fuerza de trabajo barata, materias primas, etc. Según lo que ha visto y oído en La Toma, ¿cómo estas dinámicas afectan a la gente, su cultura y su identidad? Bueno, yo creo que es un terrible asalto a la cultura y al derecho de las personas a mantenerse en formas que no dependan de las ganancias. Y por supuesto, cuando uno mira la historia de los EE.UU., existe la suposición de que los mercados capitalistas se han librado de la pobreza y sin embargo si nos fijamos en las comunidades nativas americanas, las comunidades indígenas están experimentando algunos de los mismos problemas que las comunidades afrodescendientes y comunidades indígenas en Colombia. Sobre todo en torno a temas de minería, la manera en que los pueblos indígenas han cuestionado la minería del uranio, por ejemplo, es comparable a las formas en que las personas, los pueblos indígenas en Colombia y los afrodescendientes en Colombia han luchado por sus derechos hacia los minerales que se encuentran bajo el suelo. Y por supuesto, el capitalismo encuentra modos de engañar a la gente y es capaz de decir: “Bueno, puede que usted sea propietario del terreno, pero usted no es dueño de lo que está debajo de la tierra” y eso es absolutamente ridículo. Y creo que es importante que la gente en los EE.UU. entienda esto, especialmente dada la aparición de Occupy y la lucha contra Wall Street y los organismos financieros. Es importante que la gente aquí reconozca que la desterritorialización está sumamente conectada con el gigante mundial del capitalismo y la privatización, que en el fondo está también vinculado al hecho de que la gente aquí en los EE.UU. haya perdido sus casas y haya perdido sus empleos. Por lo tanto creo que es muy importante para nosotros lograr hacer las conexiones entre estas luchas que son de naturaleza global. Absolutamente, yo no sé si usted lo notó, pero sobre todo en la región de La Toma, la gente realmente ha mantenido su cultura. Esta proviene directamente de la esclavitud, y en La Toma las personas tienen todavía los nombres que reciben a través de la esclavitud como Lucumí, Carabalí,… y los nombres
provenientes de las regiones de Angola y regiones de África occidental. Mediante qué estrategias las personas podrían mantener esta cultura viva? En primer lugar, creo que la gente en La Toma tiene una gran determinación, no dejará su cultura sin una lucha muy, muy importante. Y en segundo lugar, creo que es importante que la gente de otros lugares, no sólo de toda sur América, sino de todo el hemisferio y de todo el mundo se una con el pueblo de la Toma. Sé que he hablado en muchas ocasiones del impacto que causa descubrir un pueblo que ha logrado conservar su sentido de identidad y su cultura durante muchos, muchos siglos. Eso es comparable con lo que le pasó a la gente en los EE.UU. en la década de 1970 y la de finales de 1960, tuvimos que luchar para poder llamarnos Negro, porque Negro era un término que ni siquiera los negros querían aceptar por ser tan negativo, y peor aun africanos. Por lo tanto, hicieron falta décadas y décadas para que las personas de descendencia africana en los EE.UU. aceptaran el hecho de tener ancestros africanos. Y, a pesar de que algunas partes de la cultura se han mantenido, el genocidio cultural que acompañó la esclavitud, eliminó el lenguaje, la música y muchas otras tradiciones culturales. Observando a la gente de La Toma vemos lo que hemos perdido en los últimos 500 años. Creo que es importante mantener esa conexión, y especialmente en el contexto de la lucha. W.B. Dubois hace muchos años, cuando se le preguntó sobre el panafricanismo, dijo, ” el pan-africanismo puede ser una fuerza poderosa, no es simplemente el reconocimiento de nuestro ancestro común en África, al reconocer ese ancestro común también tenemos que aceptar participar en la lucha, tiene que ser un pan-africanismo antiimperialista”. Creo que el pueblo de la Toma nos enseña hoy por qué es tan importante participar en estas luchas, en gran parte porque está siendo atacado por las empresas capitalistas y el gigante de la privatización que ha causado tanto daño al planeta. Exactamente, este proceso continuo de acumulación (de capital) por desposesión -como David Harvey lo definiría- sigue teniendo lugar en las zonas habitadas
por poblaciones ancestrales, como los afrocolombianos, los pueblos indígenas, los indios americanos en los EE.UU, etc. Por lo tanto, ¿cómo se vincula el racismo a este fenómeno (o se construye a través de él)? Hay quienes dirían que hemos evolucionado más allá del racismo y, por supuesto, muchas personas argumentan que ahora que hay un presidente afroamericano en los Estados Unidos, vivimos en lo que ellos llaman una sociedad post racial. Pero, como ya he mencionado muchas veces, citando a un prisionero que dijo, “un hombre Negro en la Casa Blanca no quiere decir que no haya un millón de hombres negros en la casa grande”, y con “casa grande” se refiere a las cárceles. Creo que para entender la manera en que el racismo sigue definiendo nuestras sociedades, es importante tener en cuenta el racismo estructural, y no sólo el racismo actitudinal. Por supuesto, hay un montón de personas que tienen actitudes racistas, pero eso no es lo más importante. El hecho es que el racismo está muy arraigado en las estructuras sociales y económicas. En la estructura educativa, el racismo determina quién va a ir a la universidad y, por otro lado, quién va a ir a la cárcel. Mientras yo estaba en Colombia me ha impresionado y entristecido el hecho de que los EE.UU. tienen un papel importante en la producción de las cárceles colombianas. Hemos visitado una cárcel de Bogotá, que fue financiada por el US-AID. También nos informaron de los planes de construir la cárcel más grande de América del Sur en el área de las afueras de Cali. Se ve la conexión con la desterritorialización, pateando gente fuera de sus tierras, impidiendo que la gente use los medios de sostenerse a sí mismos y a su comunidad, medios que también protegen la tierra, que también protegen la biodiversidad de la tierra. Por un lado se encuentran los que quieren robar el oro mediante la destrucción de la tierra y por otro lado, los que quieren obtener beneficios a partir de la caña de azúcar para producir el biocombustible. Todo esto implica desterritorialización, lo que implica obligar a las personas a abandonar sus tierras, personas que
históricamente han protegido estas tierras. Al ser expulsadas de sus tierras, si no hay trabajo -y no hay ninguno-, la solución ofrecida, sobre todo por los EE.UU., son estas grandes nuevas y brillantes cárceles. La cárcel sirve de espacio para almacenar a aquellos que han llegado a ser superfluos en una sociedad capitalista. Creo que es muy importante asociar todos estos temas y desarrollar campañas mundiales en contra de la desterritorialización, en contra de ciertos modos de extracción de la minería, y de modos de producción agrícola que destruyen por completo el suelo y que usan pesticidas, [la lista] sigue y sigue y sigue. Sí, ese es exactamente el problema que vemos en Colombia con las plantaciones de aceite de palma, que están ahora en todas partes. Usted mencionó que durante su estadía, tuvo la posibilidad de visitar las comunidades afrocolombianas en las zonas rurales (como la de La Toma), así como en las zonas urbanas. ¿Cuáles son las diferencias que ha observado? ¿Cuál es su opinión acerca de la forma en que estas comunidades tienen que organizarse? Cómo el proceso urbano-rural se divide/entrelaza en general? La brecha entre lo urbano y lo rural es una división histórica. En Colombia, como fue el caso en los Estados Unidos -y todavía tenemos esta división urbano / rural, los modos de vida rurales son lo que se encuentran más bajo el asalto de las corporaciones capitalistas. A medida que las sociedades imponen economías de efectivo (casheconomies), lo que ocurre en toda la región del sur, las personas ya no son capaces de sobrevivir simplemente cultivando sus alimentos y viviendo de la tierra. Éstas tienen que tener dinero, y para tener dinero necesitan empleos. Muchas veces no hay empleos disponibles, o si los hay, son empleos que permiten a las corporaciones capitalistas de cosechar la mayor cantidad de beneficios. Por lo tanto estos empleos consisten más en la explotación de la gente que en darles los medios con los cuales vivir vidas decentes. De hecho, actualmente en el sur de África, algunos de los principales problemas que enfrentan los sudafricanos tienen que ver con esa división urbano / rural. Y, por
supuesto, a raíz del desmantelamiento del apartheid, las personas que vivían en las zonas rurales creyeron en un “nuevo día”, muchas de ellas abandonaron el país y se fueron a la ciudad, y en la ciudad no había trabajo, y no había viviendas, y no había escuelas. Y así, lo que ocurre es que la gente a menudo cae en la delincuencia, porque esa es la única manera de sobrevivir. Recurren a la delincuencia y luego son criminalizados y encarcelados, y aparece este círculo vicioso de criminalización y encarcelamiento. Este es uno de los principales retos de la era actual, en Colombia y en toda América del Sur, pero también en los EE.UU. Cuando la gente trata de encontrar empleos que ya no están disponibles y termina participando en economías subterráneas como la droga o el robo, puede que termine pasando el resto de su vida tras las rejas. Por ello, la lucha contra el Complejo Industrial de Prisiones es tan fundamental, no sólo en los EE.UU., sino en todo el mundo. Precisamente, en Colombia tenemos el problema de la producción de cocaína, que se vende a los EE.UU. básicamente, y un montón de gente joven acaba en el tráfico de ésta… Exactamente, no tienen otras alternativas… Pensando en estos jóvenes en las ciudades, la mayoría de ellos se mantiene alejado de estos movimientos y de cualquier compromiso político. A partir de su experiencia con el Partido Panteras Negras y otras organizaciones, con qué estrategias se puede ganar el interés de los jóvenes? Esa es la cuestión! [risas] esa es la cuestión… A veces se trata del momento, de lo que despierta la imaginación y la creatividad de los jóvenes. El otoño del 2011 con la irrupción del movimiento Occupy, un gran número de jóvenes se movilizó. Sin embargo, la organización es la clave. Mi impresión siempre ha sido que hay que organizarse como si fuera posible construir un vasto y radical movimiento revolucionario. Si esto no ocurre hoy, entonces el trabajo quizás politice a la gente y tal vez procure las bases para la próxima generación. Pero tenemos que actuar como si fuera posible cambiar radicalmente el mundo. Creo que los jóvenes tienen la
inspiración, la imaginación y la creatividad para hacer ese trabajo. No todos los jóvenes se sentirán atraídos por el movimiento, pero ese es siempre el caso. Siempre y cuando se alcance un número importante de personas y éstas continúen la lucha, creo que habremos hecho nuestro trabajo. Antes hemos hablado de las prisiones, su construcción, etc. Usted ha pasado dieciocho meses en la cárcel, Mumia Abu-Jamal está tras las rejas desde hace treinta años, y en Colombia, el líder del PCN (Proceso de Comunidades Negras) Félix Manuel Banguero fue encarcelado la semana pasada por cargos de estar vinculado a la insurgencia. ¿Cómo se puede reforzar la seguridad de los líderes afro? Una de las cosas que podemos hacer es participar en la clase de organización que no “demoniza” a las personas que están en prisión. Si uno mira una gran cantidad de luchas históricas, los movimientos se han organizado tras las rejas. En la lucha palestina por ejemplo, casi cada familia palestina tiene a alguien que ha pasado tiempo tras las rejas. Pero al mismo tiempo, creo que es importante crear un tipo de seguridad del pueblo, para que las personas que se dedican a la lucha no estén sujetas a un tipo de represión terrible. Esto sucede al ampliar el movimiento, desarrollando más y más apoyo, creo que eso es lo único que podemos hacer. Cuando estaba en la cárcel hace varias décadas, de hecho, el pasado 04 de junio celebré el 40 aniversario de mi absolución, esa lucha fue ganada porque muchas personas de todo el mundo se sentían unidas a esta campaña en contra de la represión política y el racismo en los EE.UU. Creo que es importante para nosotros desarrollar campañas contemporáneas, planetarias. Mumia Abu Jamal. Es ridículo que haya estado en prisión por tanto tiempo, sin importar si la gente cree en su inocencia o no, y estoy convencida de que es inocente de los cargos, pero ya pasó más de treinta años en la cárcel por lo que independientemente, debería ser liberado. Es alguien que ha tenido un role sumamente importante en la campaña contra la pena de muerte, contra el Complejo Industrial de Prisiones, y tantos otros
temas. Sabe, hubo un tiempo en el que tuvimos una especie de internacionalismo que nos permitió propagar la voz muy rápidamente acerca de las personas que habían sido encarceladas y las personas que necesitaban la solidaridad mundial. Espero que podamos desarrollar un internacionalismo del siglo 21 que nos permitirá reaccionar cuando personas como el líder del PCN son arrestadas y puestas tras las rejas. Sí, yo estaba leyendo el mes pasado un libro de Mumia Abu Jamal donde explicó cómo los Panteras Negras, a través de la influencia de los escritos de Franz Fanon, se convirtió en un movimiento internacional y logró la solidaridad internacional… Retomando el tema de la prisión, ¿cómo esto de “poner personas tras las rejas” está vinculado al racismo? En Colombia, la mayoría de los prisioneros son afro-colombianos, aquí en los EE.UU. la mayoría son también afroamericanos… ¿cómo se vincula el racismo a este fenómeno (o se construye a través de él)? Por supuesto, es muy interesante, casi en cualquier lugar al que vaya en el mundo, sin importar en qué país se encuentre, usted encontrará personas afro-descendientes tras las rejas, personas procedentes de América Latina, siempre personas a las cuales nos referimos en este país como “gente de color”. Si usted está en Francia, o incluso en Escandinavia, incluso en los países considerados países blancos, si usted va a la cárcel verá que las personas que están tras las rejas son personas de color, negros, afrodescendientes. Lo que también es importante destacar, es que el surgimiento del Complejo Industrial de Prisiones ha hecho rentable el encarcelamiento. Por lo tanto, muchas de estas cárceles son cárceles privadas, incluso si no son cárceles privadas, que subcontratan sus servicios para que las empresas privadas terminen cosechando enormes ganancias a partir de la enorme cantidad de negros que están detrás de las rejas. El racismo ha sido siempre una fuente de beneficios, desde la época de la esclavitud, de hecho, si se tiene en cuenta el surgimiento del capitalismo en el mundo, la esclavitud de los africanos desempeñó un papel importante en la
producción de lo que Marx llamó la “acumulación primitiva”. El capitalismo tal como lo conocemos no hubiera sido concebible si no hubiera estado basado en la esclavización de los africanos y el absoluto robo de los recursos del continente africano. Creo que a medida que nos involucramos en las luchas contra la cárcel hoy Complejo Industrial, tenemos que llamar la atención sobre la manera en que el racismo está profundamente arraigado en el funcionamiento de estas instituciones, especialmente en los EE.UU., pero no sólo en los EE.UU., en todo el mundo. De hecho, cuando uno va a las cárceles, sobre todo en el sur, pero también en otras partes de los EE.UU., puede ver el impacto de la esclavitud, es como si estas cárceles hubieran conservado las tecnologías de la esclavitud, y la sensación de la esclavitud, y el olor de la esclavitud. He estado en las cárceles de Alabama y yo hubiera jurado que había sido de alguna manera transportada en el tiempo. En Mississippi,… en Luisiana, de hecho, cuando el huracán Katrina ocurrió en 2005 muchas personas se sorprendieron por la pobreza que había allí y también se enteraron de que había un gran número de negros tras las rejas en unas de las peores prisiones del mundo entero. Por lo tanto, creo que lo que realmente es importante es enfocar la lucha en contra del Complejo Industrial de Prisiones, colocar el Complejo Industrial de Prisiones mundial en el centro de nuestras campañas contra el capitalismo, al igual que los derechos de los pueblos a sus tierras, al empleo y a la educación en todo el mundo. Decíamos antes que, por ejemplo las cárceles de Colombia están fuertemente apoyadas por los Estados Unidos… incluso con Obama como presidente, para la política exterior de EE.UU., por desgracia, el Caribe continúa siendo visto como el lago de los EE.UU. y América Latina como su finca. Por otra parte, ha mencionado antes Palestina, pero en América Latina solíamos decir que Colombia es el “Israel de América Latina”, debido a su relación (subordinación) con el vecino del Norte rico. Entonces, ¿cómo pueden las personas en Colombia
enfrentar este increíble poder hegemónico, que es los EE.UU.? Porque, por ejemplo, el gobierno actual de Colombia abrió la puerta para la despenalización de las drogas, pero en la última Cumbre de las Américas, el presidente Obama se limitó a decir que esto estaba fuera de discusión. Así que, pensando en la cárcel, las drogas, ¿cómo puede la gente en Colombia siquiera imaginar enfrentar semejante poder? Sí, y considerando el hecho de que la campaña -la llamada “guerra contra las drogas” en los EE.UU., ha sido siempre una guerra racista. Ha sido una guerra contra los negros y los latinos. De hecho, el número creciente de personas tras las rejas está directamente relacionado con la denominada “guerra contra las drogas”. Es cuestión de cambiar la conciencia del público, creo… cambiar la conciencia para que entendamos que se trata del interés de las corporaciones capitalistas, y especialmente de las empresas farmacéuticas, ya que hay una gran conexión entre la llamada “guerra contra las drogas” y las enormes ganancias que las corporaciones farmacéuticas podrían cosechar con la producción de la misma clase de drogas, ¿verdad? Sí, las empresas suizas. ¡Exactamente! Exactamente… Entonces, creo que se requiere un tipo de lucha y campaña ideológica para que la gente pueda pensar de manera crítica y sea consciente de los intereses que el gobierno y las corporaciones tienen en la llamada “guerra contra las drogas”. No es realmente cuestión de drogas en absoluto, se trata de empleos y de beneficios, y se trata de encontrar formas de crear lo que se ha denominado “pánico moral”, porque si la gente tiene miedo de los efectos de las drogas, o si tienen una cierta idea acerca de quiénes son los que usan las drogas y quiénes son los vendedores de drogas, entonces se puede organizar una especie de ataque racista contra las comunidades -comunidades Negras y comunidades latinas. En los EE.UU., es interesante que los jóvenes blancos se drogan y venden drogas tanto o incluso más que los jóvenes Negros o
latinos, pero si nos fijamos en quien está en la cárcel, quien está detenido y quien carga con el peso de esa “guerra contra las drogas “, es racista, se trata de negros y latinos. Yo he estado los últimos meses en Nueva York, y por ejemplo, me di cuenta de cómo probablemente la mayoría de la cocaína colombiana vendida al mercado de los EE.UU. se consume en el centro de Manhattan… Sí, sí, sí! Y muchas veces por gente blanca muy rica, pero no son ellos los que van a la cárcel, no son quienes son satanizados y criminalizados. Por lo tanto, es por eso que creo que es tan importante desarrollar una conciencia en torno a la raza y al racismo y la gente no quiere hablar de racismo en la actualidad. Ellos piensan que si se habla de él, de alguna manera u otra usted lo evoca, ¿verdad? [Risas], pero si no se habla de ello, no habrá forma de erradicar el racismo de nuestra sociedad. Y, por supuesto, éste tiene el mismo impacto en todo el mundo, sabe, no sólo en los EE.UU. Michel Foucault solía decir que “La justicia está al servicio de la policía”. De hecho, las instituciones de los Estados están poniendo en práctica el control sobre los ciudadanos, las migraciones -como las leyes anti-inmigración en Alabama y Arizona y la libertad de movimiento. Imaginando el avance hacia la abolición de las cárceles- ¿no le parece que estamos presenciando la creación de un Panópticon al aire libre, y el establecimiento de una nueva forma legal de segregación? Sí, y creo que el estudio de Foucault sobre la prisión sigue siendo muy importante porque no sólo observa la forma en que el surgimiento de la prisión estuvo muy liado con el surgimiento del capitalismo y todas las tecnologías vinculadas al capitalismo, pero señala que no es sólo cuestión de la prisión en sí – no sólo acerca de esa institución, es cuestión de la encarcelación general de la sociedad. En Palestina, por ejemplo, los usos de las tecnologías de la prisión y tecnologías carcelarias en la comunidad en general son muy evidentes, con paredes y puestos de vigilancia. Uno ve las imágenes de la Palestina
ocupada y cree que está dentro de una cárcel: las paredes, los puestos de control, las torres, las rejas, y el alambre de púas. Por desgracia, lo que está sucediendo en Palestina de una manera tan obvia está sucediendo en todo el mundo de maneras menos obvias. Cuanto más se permite el desarrollo de la prisión, más se permite una especie de panoptismo de la vida cotidiana. La lucha por los derechos de los inmigrantes en este país, como usted lo señalaba, es absolutamente esencial. Es la gente de México y de América Central, que, de nuevo, ha sido totalmente satanizada. La raza y el racismo desempeñan un papel aquí porque un gran número de inmigrantes indocumentados vienen de Europa, pero nunca nadie detiene a personas de tipo Europeo para pedirles sus documentos, y ciertamente no en el estado de Arizona, donde la Corte Suprema afirmó recientemente con la provisión SB1070 que la policía puede pedirle a la gente sus papeles de inmigración. Crecí en Alabama, y ??la ley draconiana de inmigración que fue aprobada en Alabama, realmente me recuerda a la era de Jim Crow, de la era de la segregación en la que crecí, cuando a los negros no se les permitía entrar en aquel museo o entrar en aquella biblioteca y se vieron obligados a vivir en comunidades segregadas, fuimos a escuelas segregadas, ni siquiera podíamos beber el agua que bebían los blancos. Veo mucho de este racismo regresar bajo el pretexto de proteger las fronteras y creo que es realmente importante vincularse a la lucha por los derechos de los inmigrantes y de los inmigrantes indocumentados, especialmente aquellos que vienen a los EE.UU. en busca de una vida mejor. Muchos de ellos provienen de zonas donde las empresas con sede en EE.UU. han destruido las comunidades y destruido la posibilidad de mantenerse a sí mismos, no tienen otra opción, tienen que venir a los EE.UU., y luego vienen a los EE.UU. y son tratados como si fueran demonios. Creo que es importante vincularse a la lucha por los derechos de inmigrantes en los EE.UU. y la lucha contra la desterritorialización en lugares como Colombia. Uno empieza a ver que la ciudadanía no se trata de papeles, la ciudadanía debería tratarse realmente de un compromiso
por crear un mundo mejor. Si nos fijamos en el pueblo de La Toma, si nos fijamos en los pueblos indígenas en Colombia que están luchando por su futuro, y nos fijamos en las personas que acaban de cruzar la frontera de los EE.UU. porque no tienen otra alternativa, que cruzan la frontera para crear una vida mejor para ellos y sus familias, son también algunos de los mejores ciudadanos, en comparación con, ya sabes, los que tienen papeles, porque están luchando por un futuro, están luchando por un futuro democrático. Ellos son los mejores representantes de la lucha por la democracia en este país, así como las gentes de La Toma son los mejores representantes en Colombia. Entre ilusiones y realidades Unas ultimas preguntas. En Colombia y en América Latina en general, la gente suele idealizar a los Estados Unidos, sus estrellas y su libertad. Todo el mundo quiere dejar su país e ir a los EE.UU., a realizar sus sueños de volverse rico… sin embargo, por un lado muy pocas personas logran su sueño, y es también en los EE.UU., donde muchas personas negras enfrentan el racismo por primera vez. Colombia es el país de habla hispana con mayor número de afro-descendientes, las personas son negras entre gente negra y la segregación está más ligada a la clase social que al color de la piel. Sin embargo en los EE.UU. se dan cuenta de lo que significa “ser negro”. Entonces, ¿qué puede aprender el movimiento afrocolombiano de los movimientos americanos? Y sobre todo, ¿qué pueden aprender los movimientos afroamericanos -pero también Occupy como usted ha mencionado- del movimiento colombiano? Yo creo que es muy importante establecer vínculos entre nuestros movimientos. Dada la globalización del capital, la única posibilidad de crear un mundo mejor, crear un mundo socialista, es juntando los movimientos y crear solidaridades globales propias. Creo que las personas en los EE.UU. tienen mucho más que aprender de la gente que está luchando en lugares como Colombia que viceversa. Por supuesto, es lamentable que muchas personas alrededor del mundo todavía crean que los
EE.UU. es un país donde las calles están pavimentadas con oro, la tierra de leche y miel… [risas] todas esas viejas representaciones estereotipadas. Por supuesto, Obama participa en la creación de estas imágenes de los EE.UU. como la democracia más importante del mundo. Creo que es importante que la gente reconozca que tenemos un largo camino por recorrer y lo que se ha logrado hasta ahora en los Estados Unidos de América es gracias a las luchas de las comunidades oprimidas… gracias a la lucha contra el genocidio que los pueblos indígenas han llevado por muchos, muchos, muchos siglos… gracias a la lucha contra el racismo, y la lucha por la igualdad de clases… el movimiento obrero que ha sido muy atacado, especialmente desde los años 80, el movimiento ecologista, el movimiento contra la homofobia, sabe, todas estas son luchas muy importantes. Si podemos pensar en la posibilidad de un futuro democrático en los EE.UU., es gracias a las personas que han decidido que su destino individual está ligado a la suerte de comunidades más grandes. Esto es lo que creo que podemos aprender, también, del pueblo de La Toma, por ejemplo. Que fueron capaces de defenderse, por lo menos temporalmente, de los intentos de desalojo por parte del gobierno colombiano, que se aferran a su tierra y a su cultura y que dan esperanza a modos de vida diferentes -formas de vida más respetuosas con el medio ambiente y que no estén tan preocupadas por la generación de beneficios, ahora que hemos renunciado a cualquier posibilidad de un futuro sostenible. Y creo que todo el movimiento ambientalista debe mirar lo que está sucediendo en Colombia en este momento, porque son los que sugieren que compremos coches que utilizan biocombustible, sin reconocer que estamos participando en la peor clase de opresión de las personas que habitaban la tierra donde los materiales para el biocombustible están siendo cultivados. Por lo tanto, creo que éstas conexiones, enlaces, intersecciones, se tienen que entender en el futuro y creo que todos los movimientos políticos -el movimiento Occupy, el movimiento ecologista, el movimiento gay, el movimiento contra el racismo, el movimiento por el derecho de las personas con discapacidades, todos estos movimientos
pueden ser inspirados por lo que está sucediendo hoy en Colombia. Bueno, al mismo tiempo, hay muchas cosas positivas que salen de los EE.UU. Por ejemplo la gente de mi generación creció leyendo acerca de los Panteras Negras, su lucha, y cómo lograron proporcionar seguridad para las comunidades negras en Oakland, y después se convirtieron en un movimiento internacional. Ahora, pensando de nuevo en Francia Márquez y todas estas mujeres en la lucha en Colombia, ¿cuáles serian los pensamientos que compartiría con ellas para concluir? No hay duda en mi mente que Francia Márquez, que es una de las jóvenes más increíbles que he conocido en mi vida, y las mujeres de La Toma, que conocimos durante nuestra visita, nos inspiran en muy profundas maneras. Y creo que si uno mira hacia atrás en la historia de los EE.UU. en la época del surgimiento del Partido Pantera Negro y el hecho de que las mujeres jugaron un papel importante, entonces, las mujeres a menudo son borradas de la historia, todo el movimiento negro en este país, es un movimiento que fue liderado e inspirado por mujeres cuyos nombres han sido olvidados en gran parte. Por lo tanto, creo que es importante que nos dediquemos a recordar el papel que las mujeres desempeñaron históricamente, señalando que Francia (Márquez) está inspirando a una nueva generación de niñas y mujeres jóvenes… y ella ha inspirado a muchas personas en todo el mundo, incluyendo personas aquí en los EE.UU. Por lo tanto nos comprometemos a mantener la solidaridad, cualquier necesidad que tenga la gente de La Toma, haremos nuestro mejor esfuerzo por expresar nuestra solidaridad y por ayudarles.
La Haine / Attilio Bernasconi
Índice 1 / Ser radical en el siglo XXI 7 / Poder negro como poder colectivo 17 / La democracia de la abolición 37 / El rol de la mujer negra en la lucha por la equidad de género
Angela Y.Davis (1944), legendaria activista afroamericana de los años 60 vinculada al movimiento de derechos civiles, los Panteras Negras y el Partido Comunista norteamericano, por el que fue candidata a la vicepresidencia en los años 80, fue discípula de H.Marcuse en la Universidad de California, San Diego. Profesora jubilada de la Universidad de California, Santa Cruz, enseña actualmente en la de Syracuse, en el estado de Nueva York. Su trabajo teórico se ha centrado, entre otros temas, en el análisis de lo que denomina el “complejo penitenciario industrial” en los Estados Unidos.