LA CORREGIDORA I Bajo el reinado de Alfonso XI, a quien llamaban el Justiciero, y cuando haría poco más de un siglo que el Sabiyut árabe fue reconquistado a los árabes por Fernando III el Santo, la vida pública de los municipios, administrada hasta entonces por el pueblo a través de los concejos, comenzó a ser sustituida por cabildos o ayuntamientos regidos por un corregidor de nombramiento real. Eran tiempos aquéllos de batallas continuas entre moros y cristianos. Los primeros llevaban seis siglos en tierras hispanas tras la invasión, y los segundos, tras ser invadidos, tardarían más de uno en lograr la victoria final. El ya Sabiote cristiano tenía por entonces una población numerosa y variada, pues aunque muchos de sus habitantes eran de raza árabe y también había mozárabes y judíos, los cristiano constituían el grupo más numeroso, pues a los pocos existentes bajo el dominio moro se iban sumando los procedentes del norte de la península, así como aventureros extranjeros y viejos soldados imposibilitados para la guerra que seguían a las tropas en busca de tierras que les permitiera subsistir. A ello contribuía la privilegiada situación del núcleo urbano sabioteño, con el castillo, murallas y torres que facilitaban su defensa, pero, sobre todo, la feracidad de sus campos. Un día de la mitad del siglo XIV, llegó con el nombramiento de corregidor quien decía llamarse don Nuño Pérez de Henestrosa y Ruiz de Apodaca, al que los pocos que lo conocían llamaban el Siniestro, no se sabe si por el hábil uso de su mano izquierda o por su reconocida perversidad. Se trataba de una persona enigmática y de pocas palabras de quien nadie sabía su procedencia y antecedentes familiares. Tras su llegada se instaló en una vieja casona del Albaicín, y con cuatro acompañantes fue a visitar en el castillo al comendador de la Orden de Calatrava. Esta Orden, que como otras de las que entonces existían era de carácter militar y religioso (por cuya razón se decía de sus miembros que eran mitad monjes mitad soldados), permanecía en Sabiote desde que en el año 1257 el rey Alfonso X el Sabio le entregó la villa en encomienda. Y sus huestes (los popularmente llamados calatravos), tenían asignada la defensa de la misma y la del castillo, así como la posesión y administración de los bienes comunales y el ejercicio de la jurisdicción civil y penal por parte de sus comendadores y maestres. Por ello, la creación del cargo de corregidor y la subsiguiente llegada de don Nuño, constituyó una limitación del poder de las órdenes militares, tanto en Sabiote como en otros pueblos y ciudades.