LAS ALAS DEL SOMBRERO Señores, van a escuchar una singular historia, de la que guardan memoria los más viejos del lugar. Cierto honrao matrimonio saludable y bien criao, regordete y papihonrao, hacia las doce o las una volvían ya de la aceituna a su casa de Sabiote, y al llegar al Chiringote tuvieron cierto tropiezo que yo les voy a contar dando a la historia comienzo. Ella, gorda y frescachona, a quien llamaban Colasa, montaba sobre un borrico del que tiraba el marido, que se llamaba Francisco, y de mal nombre tío Panza. En uno de los pilares se paró el burro a beber, cuando a lomos de una burra aparece el tío Ginés. Era Gínés conocio por ser hombre de salero, que en cuestión de mujerío sabía calibrar lo bueno. Pero tan pronto llegó
al pílar el tío Ginés, el borrico de los Panza dejó al punto de beber. Y sea porque le picó algún moscón borriquero de los muchos que tenía, o sea por estar entero y la borrica movía, dio un respingo el puñetero y Colasa fue a caer en el suelo boca abajo, y al subírsele el refajo quedó “eso” tan descubierto, que Ginés se quedó yerto y el marido cabizbajo. Tío Panza, que no sabía cómo podría tapar el descomunal trasero, no se le ocurrió otra cosa que ponerle su sombrero. Pero con todo y con eso el remedio fue peor, pues aquello se quedó como un dedal sobre un queso. Ginesico que observaba le dijo con cierta sorna: Francisco, busca otra forma, pues pa tapar lo que ahora nos presenta tu señora, las alas de ese sombrero, tendrían que tener más vuelo, que toa la Corregiora.