LOS TESOROS
Pepa comunicó a sus íntimos que se le presentó su mama y que a ella le entró miedo cuando la vio, pues hacía seis años y nueve meses que había muerto, pero que se sobrepuso y le dijo lo que en esos casos era costumbre, o sea, “si eres alma del otro mundo dime a lo que vienes”. Añadió que entonces la difunta le transmitió que como sabía que la familia andaba con apuros, venía a anunciarle que la niña soñaría un tesoro, así como que no sería el único. Luego, tras recomendarle que se le dijera una misa, desapareció. Contó también que al subir Mariano, su marido, con el cebero colgado en el hombro, ya que venía de la cuadra de echarle el pienso al mulo, la encontró lívida, con los ojos en blanco y traspuesta, y que al verla así, como no era la primera vez que le daban arrebatos, le echó agua en la cara, le dio unas guantaillas y la reanimó como pudo. Pero que ella no le quiso decir nada de lo pasado porque él siempre le decía que tenía la cabeza llena de grillos. Luego, comentaron riendo las vecinas que a la Pepa le dijo su hombre que a lo mejor todo era producto de un embarazo, pero que ella le contestó que él estaba ya como el gato de la tía Flora, que veía pasar los ratones a su lado y no se le estremecía el cuerpo. Tras sembrar en el otoño, Mariano lo tenía todo preparado para coger la cosecha de aceituna, que no era buena, pues había llovido poco. Sin embargo, y aunque el panorama se presentaba sombrío, no eran ellos los sabioteño que más podían quejarse, ya que en el troje de su granero había algunas fanegas de trigo, y en los alcuzones que tenían en la cantina guardaban unas arrobas de aceite. Pepa escribió a su hermano, que era franciscano en un convento de Sevilla, y le contó lo de la presentación de la madre. Decía así la carta: Apreciable hermano: Me alegraré que al recibo de esta te encuentres bien. Yo y los míos estamos buenos gracias a Dios. Inocencio, sabrás que se me ha presentado mama y me dijo cosas que yo no quiero decir a nadie, pero que tú por ser fraile tienes que saber para aconsejarme lo mejor. En fin, que lo que me dijo es que mi nena va soñar un tesoro y a lo mejor más, pero lo que yo te digo es que hace algún tiempo de esto y la chiquilla no se arranca, y no sabes cómo lo estamos pasando con esta sequía, pero menos mal que el pobretico de mi hombre no para de bullir, trabajar y dar gusto a unos y a otros, que si no fuera por eso no se dónde vamos a poner el hato, pues como tú sabes en la casa somos yo, el Mariano, los dos mayores que son ya medio mociquillos, la María, que está en los doce años metía en los trece, y el chico que se lleva año y medio con la hermana. Así es que tu reza lo que puedas a fin que ella sueñe de una vez lo que sea y nos saque de penas, pero que no se lo digas a nadie y ya te tendré yo al corriente de lo que venga. Se despide de ti esta que lo es tu hermana, Pepa. Pasó algún tiempo sin que la chiquilla dijera esta boca es mía respecto a lo del tesoro, y la madre, que ya empezaba a impacientarse, aunque sin decir nada no hacía más que sacar conversaciones con amigas y vecinas sobre brujas, miedos, apariciones y... tesoros. Y, sobre este último tema, una de ellas, cuando varias estaban en la fuente del Zumacar llenando cántaros de agua, le contó lo que le pasó a Perico Siete reales por pachonear cuando soñó el tesoro que había y