a D. Antonio Machado

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a D. Antonio Machado a

Armando PĂŠrez Gil


Un grupo de hombres corría por las angostas callejas empedradas; producían un ruido fuerte y rítmico con sus altas botas militares, eran jóvenes con pantalones negros ceñidos, de montar, corrían pero apenas se despeinaban, su pelo engominado se retenía en sus sienes; sus caras gallardas, orgullosas, con leves sonrisas esbozadas, les daban un aire de seres míticos, solo les faltaba que les acompañara en su frenética carrera una música de Wagner. Doblaron una esquina y enfilaron por una callejuela estrecha, apenas iluminada por pequeñas farolas de forjado andaluz. ¡Allí!, ¡Allí!..... delante de ellos estaba su objetivo; un hombre viejo, que al verlos empezó a correr torpemente, despavorido; llevaba una larga gabardina que arrastraba, desaliñada, sucia y vieja como él.

Sevilla 1937


Entonces, se le cayó algo del bolsillo, era, era……¡un libro!, el hombre hizo ademán de recogerlo, pero no,… siguió corriendo, jadeaba y parecía que le iba a estallar el corazón en su pecho. El grupo perseguidor miró de soslayo al objeto de su carrera e hicieron un gesto de aprensión y repugnancia, era un libro; lo pisotearon violentamente, destrozándolo. Reanudaron su persecución; todos llevaban camisa azul oscura y en sus mangas bordadas un haz de flechas y yugo, símbolo de la España Universal; llevaban también unos correajes con cartucheras y una pistola al cinto, en la cadera derecha. El hombre perseguido no pudo más, se apoyo con su brazo en un portal, tosió y escupió, estaba destrozado, llevaba un sombrero de ala ancha raído, la gabardina desaliñada y su cara estaba desencajada, con una barba entrecana de varios días; su aspecto era derrotista, decadente, añadía a todo ello unas lentes gruesas de muchas dioptrías.


El grupo llegó hasta él alcanzándolo, en sus caras se adivinaba la honda satisfacción del deber cumplido, qué arrogancia, qué fuerza,…..sus semblantes apenas húmedos de sudor, parecían helénicos. ¡Ya está!, dijo uno con voz firme y marcial, la presa ha caído; otro de ellos agarró al viejo con aprensión y le dio un manotazo, tirándole el sombrero y las gafas al suelo. El hombre todavía jadeante, como una “presa”, los miró con inquietud, levantó la cabeza y fue mirándolos uno a uno con expresión inteligente y escrutadora. Los jóvenes estrecharon el círculo y dos de ellos lo agarraron fuertemente de los brazos. El hombre les miraba a los ojos, ellos apretaron las mandíbulas y uno de ellos se le acercó con expresión dura y fría, lentamente, con ademán marcial saco el arma de la cartuchera, era una “luger” alemana, quitó el seguro, y le introdujo el cañón en la boca rompiéndole varios dientes, gritó algo ininteligible..y sonó un disparo que resonó por todo lo largo y ancho del callejón.


Los que agarraban al viejo, lo soltaron y saltaron ágiles a los lados, para no mancharse de la mezcla de sangre, pelos y sesos que saltaron. Pasaron unos segundos……y el hierático ejecutor con la frialdad digna de un guerrero experimentado, sacó un pañuelo, limpió la boca del arma,lo tiró al suelo, metió el revolver en la cartuchera. Todos miraban el cuerpo en un circulo esperando ordenes. El “Ejecutor” los miró con orgullosa superioridad y pronunció unas palabras a modo de epitafio: ¡Camaradas! ¡Una rata intelectual menos, que ya no podrá infectar con la peste de sus ideas a nadie!. Dejaron atrás el despojo y en formación cantaron el “Cara al Sol” que resonaba en la calles con fuerza. ¡Cuánta gallardía! ¡cuánta hombría! Era la expresión más sublime del “hombre nuevo” que comenzaba a renacer en el solar patrio.


Corriendo en perfecta formación, llegaron a una plazuela; se acicalaron, limpiaron sus botas del barro y restos de sangre, reapretaron sus peinados, ajustaron sus correajes y entraron en un local en el que sonaba música de “coplas”, había distinguidas señoritas que se les acercaron riendo y diciendo “frases ingeniosas”. Se fueron a un apartado del local y uno de ellos sacó las gafas del viejo y las puso sobre la mesa. Las muchachas buscaron en la penumbra sus varoniles apéndices y maniobraron con espléndida habilidad y placer.


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