Cuento Cuento para para
Sara
Cuando Ibrahim despertó por la mañana no reconocía nada de lo que le rodeaba
La noche anterior había hecho un hueco en la arena, debajo de una de las canoas de madera, acomodando allí sus huesos de madrugada. Ese era su hogar cuando los videosclubs de Monrovia cerraban y lo mandaban a la calle. Junto a montones de basura como compañía se abandonaba cada noche a sus sueños, suspirando que las ratas no le molestasen.
Por eso, cuando miró alrededor, creyó que aún soñaba. Se apretó contra la pared atemorizado. Por la ventana de la habitación se colaba una tenue luz que nada tenía que ver con el poderoso sol africano, ese que no da descanso. Miró hacia donde estaba sentado y se descubrió a sí mismo encima de una mullida superficie cubierta de sábanas. Tampoco se parecían en nada a la rugosa y húmeda arena de West Point
Por un momento buscó refugio bajo aquella colcha de color naranja, pensando que no se movería de allí. Sus ojos, desde rato atrás, ya no parpadeaban ante el descubrimiento de un mundo tan diferente al suyo, mientras, sus manos abrazaban un peliche de Winnie de Pooh con el que se protegía el pecho desnudo. Poco le importaba no saber quién era ese peluche ni para qué servía.