Una publicación dirigida a la inmensa minoría Edición Especial
Quebradas de Acobamba: nuevos espacios de producción agraria La organización social es la clave para el acceso al agua, principal recurso para convertir áreas secas en productivas.
CHUPACA. La forestación defiende de las heladas y conserva el agua
PICHANAKI. Asháninkas del bajo Perené se preparan para diversificar su producción
Presentación
Desarrollo, bienestar y consumo responsable Cuando tratamos de desarrollo, es importante tener presente el bienestar de la gente y la permanencia de este derecho, entendiendo que nuestro desarrollo está vinculado al de los otros. Si concordamos con ésta afirmación, con la acción de nuestras poblaciones, por lo menos tenemos cuatro retos actuales: Construcción del bien ser, de una visión compartida de futuro humano y social, con trascendencia personal, logrando encausar y desarrollar lo mejor de los seres humanos. Fortalecer el bien vivir, las capacidades de convivencia de las personas, familias, organizaciones e instituciones que viven en el medio, compartiendo la responsabilidad de la protección de los bienes comunes, enfrentando el cortoplacismo, materialismo y narcisismo, que genera dependencia, corrupción y crecimiento ilícito. Lograr un bien hacer en la producción sostenible, asegurando seguridad alimentaria -saludable y destinando los excedentes al mercado, erradicando la pobreza, mejorando los ingresos y evitando el tipo de migración que lleva hacia la marginación. Conservar e incrementar el bien tener de recursos, con sostenibilidad territorial, principalmente de recursos elementales como el agua dulce, la fertilidad del suelo, el bosque y la variedad de semillas. Por supuesto, la asunción de estos retos se limita si no asumimos una posición en el mercado. Nosotros, que también somos mercado, tenemos que responder con opción social e inteligencia humana a ¿cuál es el consumo que hace más realizable el desarrollo sostenible de todos? Respondamos con responsabilidad y consumamos con responsabilidad. Con esa idea de fondo, y pensando en el aprendizaje colectivo, ponemos a disposición de todos esta edición de Agenda Agraria. Pedro A. Pariona
Cambio climático,
nutrición y erradicación
del hambre:
prioridades de la
FAO
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rradicar el hambre, elevar los niveles de nutrición y adecuarse al cambio climático serán las principales prioridades de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) en los próximos cuatro años, aseguró su director general, José Graziano da Silva. A mediados de junio, en una ceremonia de premiación celebrada en la sede de la Organización, 72 países recibieron un galardón por haber logrado la meta del Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la proporción de personas que padecen hambre. De estos, 29 también han alcanzado la meta más estricta de reducir a la mitad el número total de personas que padecen hambre (entre ellos Perú), según lo establecido por los gobiernos durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA) de 1996, en Roma. En su discurso, el director general de la FAO subrayó que el próximo paso debe ser la erradicación de la subalimentación crónica. Esta meta, junto con poner fin a la malnutrición, han sido incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se completarán a finales de este año, estableciendo la agenda del desarrollo global para las próximas décadas.
Cambio climático, hora de actuar
El calentamiento global está teniendo un
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impacto en la seguridad alimentaria y la agricultura de todos los países, especialmente en las zonas áridas y los pequeños Estados insulares en desarrollo, donde viven muchos de los pobres y hambrientos del mundo, señaló el director general. Para acabar con el hambre o la pobreza extrema, la protección social debe ser parte de una acción más amplia que incluya apoyo productivo, salud y educación. Combinar estos elementos crearía lo que el responsable de la FAO describió como los “ciclos virtuosos de desarrollo local”. En particular, citó la entrega de transferencias en efectivo a las mujeres. “Con dinero en la mano, las familias pueden comprar alimentos a nivel local, estimulando la agricultura familiar. Y la agricultura familiar puede aportar almuerzos escolares saludables para los niños”, dijo.
En el Perú
En el caso del Perú, la cooperación de la FAO se orienta a contribuir en la implementación de políticas públicas para la inclusión productiva y social de la población, especialmente en las áreas rurales. Las prioridades en Perú, son: seguridad alimentaria y nutricional, agricultura familiar, gestión sostenible de recursos naturales renovables y la gestión de riesgo de desastres y adaptación al cambio climático.
ACTUALIDAD
«La escasez
de agua es crítica en
cuatro distritos de Acobamba» Salvador Calderón, gerente de la Mancomuniddad Qapaq Ñan.
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a escasez de agua para consumo humano es, en estos momentos, el problema más agudo que afecta a los cuatro distritos que forman la Mancomunidad Municipal Qapaq Ñan, en la provincia huancavelicana de Acobamba. «Los recursos hídricos», explica el gerente de dicha mancomunidad, Salvador Calderón Belito, «no es suficiente, ya no tenemos más manantiales, puquiales; la única alternativa es bombear aguas que están abajo —en el río— o traer, inicialmente de Patoccocha, pero las comunidades rechazaron. Se ha buscado y se está considerando como alternativa [traer agua] desde la comunidad de Paccho
Molinos, en Paucará, por lo menos 25 kilómetros de recorrido, pero no importa la distancia ni el costo, no hay alternativa, la escasez de agua es crítico». Tal estrés hídrico, que se acentúa en los meses de estiaje, lo padecen los cerca de 20 mil habitantes de Marcas, Caja Espíritu, Pomacocha y Acobamba, distritos miembros de la Mancomunidad Qapaq Ñan. De acuerdo con el perfil —declarado viable por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP)— la obra costará 44 millones de soles, pero dependerá del expediente técnico y el estudio de factibilidad si ese monto se modifica. Los beneficiarios serán 36 localidades de los cuatro distritos.
Productores de Llacce introducen nuevas variedades de palta
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ace cuatro años, los 17 miembros de la Asociación de Productores Mantaro, de la comunidad de Llacce, están experimentando un cambio en la producción de paltos y cítricos. Antes, dice el presidente de la organización, César Lara, producían paltos negritos, mexicanos, pequeños, para el autoconsumo, básicamente. Pero ahora que empezaron a trabajar con «los amigos» de la Alianza Público Privada (APP), de la cual el Instituto Redes forma parte, ya tienen palto de la variedad Fuerte, Has y Linda, aptos, incluso, para el mercado internacional. «Todas la semillas ya están produciendo». El aporte fundamental de la Alianza fue el riego por aspersión, técnica implementada hace dos años, cuyas ventajas resalta el dirigente: antes, el riego era por inundación al cual cada productor accedía cada 17 días. Luego, la Municipalidad dotó de mangueras y pequeños aspersores, hasta que a través de la Alianza Público Privada, recibieron aspersores hidra, con el cual es posible regar 60 metros a la redonda, sin degradar el suelo y disponiendo de agua las 24 horas del día.
Justamente, la elaboración del expediente técnico y el estudio de factibilidad, ya fueron puestos en convocatoria pública, para el cual, el Gobierno Regional de Huancavelica comprometió un millón y medio de soles y otro tanto la Municipalidad Provincial de Acobamba, cuyo alcalde, Alvar Capcha Ortiz, es el presidente del directorio de la Mancomunidad. Si todo marchara según lo planeado, los primeros trabajos de la obra podrían comenzar en enero de 2016. Por lo pronto, el fondo español de Cooperación de Agua, ha comprometido seis millones de soles para la ejecución del proyecto.
La conquista recién empieza en Pucapampa
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os productores de paltos de Pucapampa y Cabracancha, en la comunidad de Villa Rica, también en Acobamba, están iniciando recién su experiencia de cultivar la tierra desértica, a orillas del río Mantaro. Los paltos recién tienen cinco meses de haber sido plantados. El agua es trasladado desde una comunidad ubicada al otro lado del Mantaro con unos tubos sostenidos con gruesas cuerdas de metal, pero está pendiente la instalación de reservorios y los aspersores en cada predio. Por lo pronto solo dos familias riegan sus terrenos, usando mangueras comunes. Don Daniel Antay, expresidente de la asociación, es uno de ellos. Hasta hace poco trasladaba agua en botellas de plástico y baldes, desde el río., para regar sus paltos.
Etsoni, la golondrina del ahorro y
relato
las viviendas saludables en Impitato Cascada
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arolina no quería que ningún miembro de su familia olvide sus sueños para el futuro, de lo que quieren ser, de la profesión que desean estudiar, sobre todo sus hijos que están en el colegio. Por eso ansiaba escribirlos, resaltarlos y colocarlos en una parte visible de su casa, para que todos, padres y herederos, los recuerden día a día. Así que tomó un plumón rojo, algunos pedazos de cartulina, y escribió: «Los sueños de la familia Chávez». En otros retazos de papel, los demás miembros anotaron sus aspiraciones. Carolina, entonces, cogió algunas ramas de una palmera que los asháninkas de la selva central usan para tejer formas y creó un ramo con ocho puntas, sobre las cuales pegó los deseos. Luego, con la ayuda de un clavo, lo colocó en el corredor de su casa. —Ése es mi trabajo —dice ahora, señalando los anhelos a futuro que cuelgan de la pared de madera—. No tengo papelote y más bien busqué forma de hacer —se justifica—. Allí están también los valores del hogar y las fechas de los cumpleaños de cada miembro de la familia, para no olvidar. A unos pasos de esa pared termina el patio de los Chávez. El lavadero que no tiene más de dos años de haber sido construido impone el límite y detrás de él, en un abismo de unos 20 metros, avanzan tranquilas las aguas del río Perené, oscuras, arrastrando tierra, hojas y otros desechos propios de la selva; como una avenida llena de desperdicios. En contraste, las calles de Impitato Cascada, la comunidad asháninka donde Ca-
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rolina vive, aunque son de tierra y algunas recién son abiertas, están limpias, con tachos en las esquinas y mensajes que llaman a mantener la limpieza. En la entrada de cada casa el apellido de la familia siempre da la bienvenida, como este: «Bienvenido a la familia Chávez». —Antes no era así —dice Carolina—. Todo era desordenado, toda la calle sucia. No sabíamos ordenar. Lo dice en castellano, su segunda lengua, útil para quienes desconocen el dialecto asháninka. Pero a sus coterráneos se dirige en su habla originaria. Cuando eso ocurre solo queda intuir, por sus risas, que se gastan algunas bromas, o que intercambian información sobre el extraño que los visita. Entonces, un poco de masato, la bebida indígena que se prepara con yuca y camote, es el símbolo de la amistad: baja las tensiones y alivia el calor. Como ahora: el brebaje circula de mano en mano en una botella de plástico mientras Carolina relata su historia de cambio, testimonio que coincide con las de otras mujeres de su comunidad, entre ellas Teodora Jari y Georgina López. «Redes nos ha enseñado», dice. Hace tres años el Instituto para el Desarrollo Regional Redes inició un proyecto en las comunidades asháninka del bajo Perené, en el distrito de Pichanaki, en Chanchamayo. «Y estamos aprendiendo a ordenar». Después de un año de iniciado el trabajo, por la cercanía de las poblaciones, la intervención incorporó comunidades de Río Tambo, de la provincia de Satipo. «A veces, las visitas que vienen, ven» y «nos sentimos bien», «más saludable».
Cada cosa en su lugar Teodora Jari, unas de las primeras mujeres con quien Redes inició su interacción en 2012, se anima a mostrar cómo ha organizado su vivienda. «Esta es sala de comedor», dice refiriéndose a una habitación hecha con tablones de madera, donde dos jóvenes almuerzan viendo un video. Ya en su cocina, construido con carrizo, destaca una alacena para los menajes, fabricada también con madera y cubierta con una cortina, y un espacio para el «agua segura». El lugar de las ollas junto al fogón de barro cuya chimenea conduce el humo al exterior y un cesto para los desperdicios de la cocina, que, de ser orgánicos, servirán como materia para preparar compost, un tipo de abono para las plantas, basado en la descomposición natural de los residuos.
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Cuando las visitas vienen, ven, nos sentimos bien: más saludable
»
En el dormitorio de uno de sus hijos, donde se alojan dos profesores que trabajan en el colegio de la comunidad, las camas están separadas con telas, que otorgan privacidad. Allí está el ropero hecho por la misma familia, también el lugar para los libros, los cuadernos… todo en su lugar.
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1. Teodora Jari, muestra la alacena de su cocina. 2. El lugar para el agua segura. 3. Un letrero invita a no ensuciar las calles. 4. El banquito cooperativo solidario apalanca el financiamiento productivo de los indígenas.
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Es un trabajo que se avanza poco a poco, siguiendo el ritmo propio de las familias. Para incentivarlas, el Instituto Redes les entregó bolsas de cemento para que ellas, reuniendo los otros insumos, construyan sus lavaderos. De eso hace ya dos años. Ahora, con una metodología similar se preparan para vaciar el piso de la habitación que prefieran. El ahorro, aprendizaje fundamental A pocos metros de allí, una jarrita azul con masato acompaña una mesa de transacciones que se produce en el patio de la familia Chonteniro. Victoria, la madre, entrega unos billetes a uno de sus socios. Ella, dice, es miembro de un banquito cooperativo solidario, una metodología útil para fomentar el ahorro entre los indígenas asháninka. El padre —que obvia decir su nombre—hace dos años es socio de Ética, la cooperativa que apoya las finanzas de los nativos con fines productivos. Una relación que el hombre califica como «chévere, bonito». —Antes no sabíamos ahorrar —dice Teodora Jari. —Lo que vendíamos nuestro producto lo gastábamos todo —relata Carolina—. Si había una emergencia, una enfermedad, no había de dónde agarrar. Para formar un banco cooperativo solidario, se necesita un grupo de personas, generalmente ocho o diez (aunque pueden ser
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No hemos hecho caso de la habladurías y seguimos ahorrando en el banquito cooperativo solidario
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más), dispuestas a entregar una cuota mensual como forma de ahorro. Al término de un año, la tesorera del grupo devuelve el dinero ahorrado, incluyendo los intereses que haya generado, pues en el proceso habrán realizado también préstamos entres los miembros, a bajísimas tasas de interés. Al principio, los indígenas no entendían. «Mentira es», decían. Su desconfianza se basaba en esto: «varias veces han venido instituciones, nos hablan, lleva relaciones y ahí [se] pierde». O en comentarios como este: «tal vez vas ahorrar tu dinero, se va a llevar, nunca puedes ver tu dinero». —Pero nosotros no hemos hecho caso —dice Georgina López, otra de las mujeres que integró el primer banquito solidario en Impitato—. Así, seguimos ahorrando. Ya van tres años que los indígenas de
Impitato Cascada y de otras comunidades ashaninkas han aprendido el valor del ahorro. Etsoni —golondrina, en castellano— es el nombre del primer banquito solidario que nació en Impitato. Eran 10 miembros y Carolina Nolasco su primera presidenta. Además de iniciar el trabajo del ahorro, el reto fue construir un local para las reuniones mensuales. Y lo hicieron, con tablas y hojas de humiro. Poco a poco, Etsoni motivó el surgimiento de cuatro nuevos bancos cooperativos solidarios de los cuales dos son de niños: «Los jóvenes que nunca se dejan vencer», «Shaki», «Las semillas» y «Los niños de Cascada». —Mi meta es seguir adelante —dice Carolina—. Seguir ahorrando. —Para que [mis hijos] puedan salir adelante, estudiando —sueña Teodora. —Ya para mi vejez; para mi salud y la educación de mis hijos —anhela Georgina. En tanto, la transacción en la mesa de los Chonteniro ha terminado. Sellado con un sorbo de masato, el padre de familia, que solo viste un short negro, cuenta que en los meses de julio, agosto y setiembre rozará un terreno que tiene en la zona, en la cual sembrará plátano. Por estos días, dice, se encuentra en la cosecha de cacao. Después será la yuca. Productos que vende en Pichanaki, el distrito a la cual pertenece su comunidad, en la selva central peruana.
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Informe
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1. Dina Shantori es la presidenta de mujeres gestantes y madres de niños de programa Cuna Más, en Aoti.
La luz de
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Impokiro en Aoti
atari, voz asháninka que designa a un pato silvestre, es el nombre del primer banco cooperativo solidario que nació en la comunidad nativa de Aoti, en el distrito de Río Tambo, en Satipo. Fue en 2013 que, contagiado por el trabajo que realizaban sus vecinos de la comunidad El Milagro, don Benito López convocó a los promotores del Instituto Redes a su chacra, donde estaban reunidos un grupo de pobladores, para que les expliquen qué es el ahorro, por qué es importante, para qué sirve, cómo podían iniciarse en esa tarea. Tras la deliberación, Katari quedó conformado por 22 socios: un presidente, un tesorero y un vocal. Al principio, las habladurías en el pueblo, en el sentido de que los afiliados podrían perder sus aportes, los desalentaban; pero, con dudas y todo, llegaron al primer año de trabajo. —Cuando nos han desembolsado —cuenta el actual presidente de Katari, don Pedro Valderrama—, la gente recién abrió los ojos. ¡Ah! Verdad era, dicen. Con el dinero ahorrado, la mayoría de los socios compraron útiles y uniformes para el año escolar de sus hijos. En Aoti, el banquito solidario es la principal organización a través de la cual se incide en las familias: el ordenamiento de las viviendas, crianza de
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animales menores, la promoción de nuevos cultivos, entre otros. —Ahora tenemos que cambiar una visión; tener una buena casita, de lo que éramos antes —dice Pedro. Un árbol de limón ácido, alto y grueso, brinda su sombra en medio del patio de la casa de Mary Jurael, una de las integrantes de Katari. La mujer de 30 años, madre de tres varoncitos (de doce, once y nueve años) y una niña de siete, cuenta que, luego de haber comenzado a ahorrar un «poquito de platita», como una forma de incentivo para que los socios continúen en ese proceso, llegó el apoyo en cemento para la construcción de lavaderos en las viviendas y el vaciado del piso de algunas de las habitaciones. Mary avanza hacia una habitación con paredes de carrizo y techo de humiro, propio de las comunidades amazónicas. Se quita las sandalias y las deja afuera, junto a otros calzados, e ingresa descalza, para no ensuciar el piso. La pieza está limpia. Una mesa y un pequeño estante de madera con libros y cuadernos es el lugar para el estudio de los niños. Al fondo las camas, separadas con telas. En otro cuarto, la cocina, con una alacena artesanal para los utensilios. Dina Shantori, vecina de Mary, es la pre-
2. Pedro Valderrama, presidente del Banquito Cooperativo Salidario Katari.
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Ahora tenemos que cambiar una visión; tener una buena casita, de lo que éramos antes»
sidenta de mujeres gestantes y madres de niños de hasta dos años y medio de edad, usuarias del programa gubernamental Cuna Más. Ella es miembro de Impokiro (estrella, en lengua asháninka), otro de los banquitos cooperativos solidarios que se formó en Aoti. —Antiguamente —cuenta Dina— no lo teníamos así nuestra casa: dormíamos en candela —al lado del fogón—, pero ahora ya estamos mejorando. Ya lo tenemos dividido nuestro cama, el comedor, mi cocinita. Separado los ambientes para guardar nuestro platito. En su casa también hay un lavadero y un baño ecológico. ¿Cómo piensas el futuro, Dina? —Pienso mejorar más mi casa, trabajando o ahorrando para tener nuestro piso, o mejorar nuestra cocina y tenerlo todo. Nuestro dormitorio aparte, más allacito; nuestra cocina, así.
Testimonios del cambio
«Con el abono orgánico da buenas frutas»
Gedeón Camonés Flores Asháninka. 65 años. Comunidad nativa El Milagro. Pichanaki.
«Tengo 12 años, soy la tesorera del banquito “Las Semillitas”, que ya tiene casi tres años de funcionamiento. Nuestro banquito empezó con 36 niños y como no podía llevar bien las cuentas nos dividimos en dos grupos. En mi grupo somos siete mujeres y con los niños somos igual de responsables. »El banquito tiene sus propias reglas, cuando no me pagan tengo que esperarlos y el banquito también se demora. Algunos socios se desaniman pero después tratan de nivelarse. »Cada niño tiene sus propias metas de ahorro y esto es importante porque cuando nos falta qué comer o algo en el colegio, ya tenemos de dónde sacar. Yo, por ejemplo, el año pasado invertí mi dinero comprando mis útiles escolares, mi uniforme, mi ropa, lo demás guardé para reiniciar mi banquito. Ahora quiero terminar mi secundaria y pagar mis estudios superiores. Quiero estudiar técnica en enfermería».
«Hace tres años, cuando vinieron los señores, nos dijeron vamos a trabajar. Hemos aceptado. Primeramente hicimos vivero de achiote, después, cuando ya está safado las plantas llevamos a nuestra chacra. »En la segunda es el cítrico. Hemos hecho también vivero. Vino uno de Kivinaki, que sabe injertar y prendió todo. Igualito cuando ya está safado llevamos cada uno a nuestro lote. Después, como he caído enfermo no podía ayudar en el trabajo, pero continuaron; hicieron la casa [Manitas Unidas], eso es la tercera. »He participado en las viviendas saludables también. Es muy bueno. Las basuras que no estén botados en la calle, mantener nuestra casa limpia, bien ordenada. Nunca lo hacíamos, como nadie venía acá a decirnos, verías en una comunidad que no ha entrado esa organización, desordenado, no es limpio su casa. »Tenemos donde botar la basura. Hemos hecho dos huecos, uno para orgánico, para abono de nuestras plantaciones. Ese abono es bueno: da buenas frutas. Y después otro hueco para inorgánico: plásticos, botellas. »También participo en los banquitos, desde que empezó. En Ética también estoy asociado. En julio cumplo un año y recién tendré derecho de prestarme para la chacra, para alimento. Por este momento he sembrado plátano, pero están comprando a precio bajo, a 50 céntimos. »Quiero cambiar de producto: cacao, cítrico. El café, el año pasado la enfermedad de la roya todo lo ha terminado, de raíz. Y seguir asociándome, para los nietos también».
«Cada niño tiene sus metas de ahorro»
Luz Clarita Huamán López Tesorera del banco cooperativo solidario de niños «Las semillitas» Comunidad nativa Impitato Cascada. Pichanaki.
YA TIENEN 40 HECTÁREAS INSTALADAS
Asháninkas producirán limón dulce
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cho comunidades asháninkas del bajo Perené, en Pichanaki y parte del distrito de Río Tambo, se encuentran en un proceso de diversificación de su producción, y ahora el limón dulce se unirá a los principales cultivos de la zona: al café, golpeado por la roya, el cacao y el plátano. En ese camino, diversas familias organizadas en los bancos cooperativos solidarios han iniciado con la producción de plantones, injertándolos e instalándolos luego en los terrenos definitivos.
Cada familia produce 300 plantones, suficientes para ocupar una hectárea de terreno. Así, solo en la comunidad de Aoti, los 14 socios del banquito cooperativo solidario Katari cuentan con 4,200 plantones, listos para ser trasladados a terreno definitivo. Esa cantidad se unirá a las 40 hectáreas de limón dulce que ya se encuentran instaladas, según informa Sixto Casallo, coordinador del proyecto PAT Selva, ejecutado por el Instituto Redes.
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Informe
Con organización y riego, campesinos incorporan nuevas áreas agrícolas en Acobamba
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20 hectáreas de campos como este, en la comunidad de Lambrama, producirán dos cosechas al año, gracias al riego tecnificado.
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onde antes abundaba el huarango, un árbol propio de suelos desérticos, con espinas en sus tallos, ahora crecen arvejas, pasto para el ganado, papa y otros productos de pan llevar, con dos cosechas al año, que a los campesinos les permite mejores ingresos económicos, pues la producción es contra estación: cuando en el resto de la provincia ya no hay lluvia y la helada impide el desarrollo de las plantas, en Lambrama florecen las arvejas, nacen los choclos, crece la alfalfa para los cuyes… incluso los agricultores se han atrevido a instalar tara, paltos, cítricos y papayas, que en pocos años darán sus frutos. El microclima los favorece. Mientras en la capital del distrito —Marcas—ubicado sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar, el frío arrecia, en Lambrama, el centro poblado más alejado, hace calor, al estar ubicado a cerca de dos mil metros de altitud, en la quebrada que forma el río Mantaro a su paso por Acobamba, la provincia a la cual pertenece Marcas, en Huancavelica. Pero hasta hace dos años, por la poca disponibilidad de agua para uso agrícola y el desconocimiento de tecnología de riego, los campesinos tenían una sola cosecha al año y en cantidades mínimas, pues su producción dependía de la corta estación de lluvias, de enero a marzo. Entonces echaban mano de la cochinilla (un gusanito que vive en la penca de las tunas y que contiene un poderoso tinte útil para la industria textil) para generarse recursos económicos. Sólo que para recolectarlo debían pasar
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Con el sistema de riego por aspersión los nuevos campos de Lambrama produjeron 203 toneladas de arveja verde» muchas horas y al final del día, en el mejor de los casos, lograban reunir un kilo, cuyo precio en los últimos años descendió a 14 soles. Organizarse les dio otra ventaja: lograron traer agua y riego tecnificado, con lo cual pueden disponer del recurso hídrico las 24 horas del día. En 2013, niños y jóvenes, hombres y mujeres, ayudados con acémilas —pues carecían de una carretera para el ingreso de camiones— trasladaron piedras y cemento para la construcción de un reservorio, de más de 200 metros cúbicos de capacidad, el tendido de las líneas de conducción del agua y la instalación de los aspersores Yuli e Hidra. Parte del financiamiento provino de la Alianza Público Privada para el Desarrollo de Acobamba (APPDA). Ahora, a fines de mayo de 2015, el mes en que ya no hay lluvias y más bien arrecian las heladas, en la chacra de Julia Rodríguez, en Lambrama, las arvejas sembradas hace ocho días acaban de emerger y están en un rápido crecimiento. Pronto serán aporcadas, florecerán y saldrán al mercado. En tanto, muchos campos permanecerán im-
productivos a la espera del invierno. Con tal sistema de riego; por aspersión, en 2014 los nuevos campos de Lambrama produjeron 203 toneladas de arveja verde. Un solo productor, don Blasco Aguilar, de 42 años de edad, cosechó 13 mil kilogramos de papa, en campaña chica. —Ahora —dice Blas— estamos preparando para sacar arveja verde en campaña chica. Luego vendrá la siembra grande. Para fertilizar los campos, los agricultores usan abono natural, de los cuyes y de otros animales domésticos. La diversificación es ahora el reto. Por eso, los cultivos son manejados en asociación con otros. Por ejemplo, en el campo de Raúl Huamán, además de arvejas, hay alfalfa y ejemplares de palta hass, tara, nísperos, durazno y limón. —Antes esto era abandonado. [Lleno de] huarangos, de hierba. Nada había, solamente cabritas. Eso era nuestro sustento último —explica Nilven Aguilar Barboza, el presidente de la Asociación de Productores Los Ángeles de Lambrama. —Ya hemos dejado de ser comunidad porque no hay responsabilidad en ser comunero —dice—. En la asociación, uno tiene responsable, estás puntual, haces cualquier cosa. Estás pie a pie. La idea que ahora tiene Nilven es la construcción de un reservorio más grande para seguir incorporando más tierras a la producción de alimentos. A eso aspuntan sus gestiones.
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Pequeños reservorios hacen producir la quebrada 2
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tubos de poca capacidad desde el poblado de Lloclla, distante a tres kilómetros. «Con esa agüita estábamos regando alfita nomás». Cuando quiso reactivar la organización que entonces había formado, le fue difícil por el tiempo transcurrido. Entonces, con un grupo de agricultores, decidió formar una nueva asociación, con todas las de ley. —Mira el pepino —Olimpio muestra una pequeña planta con frutos casi maduros—, y eso que ya está pasando la producción. Mira la zanahoria, cómo está. La palta. Están muy buenos. El pepino, agradable. Uno de los siete micro reservorios construidos el año pasado (2014), con el apoyo de la Asociación Público Privada para el Desarrollo de Acobamba (APPDA), es la responsable del asombro. Cada poza almacena hasta 18 metros cúbicos de agua y por un sistema de tuberías llega a los predios familiares, donde con aspersores es usado para el riego de los cultivos. —Así nos hemos organizado —cuenta Olimpio, el presidente de la asociación de productores de Chotas—. Luego hemos visto este terreno de la comunidad y nos ha cedido, casi tres hectáreas. Olimpio es un experimentador nato. En un terreno particular que posee, cerca del predio de la asociación, ha sembrado chía, el milagroso grano chino de moda en estos
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1. Micro reservorios de este tipo, de 18 litros cúbicos, irrigan la quebrada de Chontas. 2. Olimpio Laymes, presidente de la Asociación de Productores de Chontas. 3. Cultivos que ahora crecen en Chontas.
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stas son las tres primeras hectáreas que don Olimpio Laimes, y los otros 11 miembros de su asociación de productores agrarios, le conquistaron a la quebrada improductiva de Chontas, en el distrito de Marcas. El desfiladero empieza arriba, en la carretera, junto al pueblo, y desciende formando microclimas cada vez más cálidos. Pronto, en la ruta descendente, se extiende una pampa llena de huarangos y malezas propias de zonas desérticas. Para hacer agricultura aquí fue necesaria la organización de los productores. Don Olimpio sabía que una asociación tiene más fuerza a la hora de buscar y aprovechar
oportunidades en las instituciones que apoyan iniciativas productivas, como lo es el presupuesto participativo. Hay más apoyo a las asociaciones que de manera personal, dice. También sabía que el agua es el principal recurso para que las tierras de la quebrada produzcan zapallos, cebollas, coles, limoncitos, zanahorias, paltos y esa enorme calabaza que debe pesar diez kilos. —Eso hemos visto y dijimos hay que asociarnos —dice mientras recorre el predio, mostrando los cultivos que produce desde el año pasado, cuando llegó el agua. Su primer intento de traer el líquido fue hace 13 años: con sus socios tendió unos
Hay más apoyo para las asociaciones que personalmente, por ejemplo para presentarse al Presupuesto Participativo. Por eso nos hemos organizado» días, y la ha cosechado. También hay quiwuicha, quinua, tara y más coles. Su primer riesgo fue sembrar stevia traídas de un campo experimental de Pichanaki, en la selva, y cultivarlas en la quebrada. Probó y resultó muy bien. Con ese producto participó en Mistura 2014, la feria gastronómica más importante de América Latina. Pero ahora la planta sufre el ataque de algunas enfermedades, que a Olimpio le plantea nuevos retos, pero necesitará la colaboración de especialistas en control de plagas. Habrá que seguir experimentando, Olimpio.
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Informe
La Cifra
Los árboles dan sombra, protegen de las heladas y conservan el agua
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n Jarpa, el trabajo perseverante de los comuneros de sembrar árboles año tras año, aprovechado la humedad que ofrecen las lluvias en los meses de enero a marzo, está dando sus frutos: vastas extensiones de lo que antes eran cerros pelados, ahora ofrecen verdor, gracias a los quinuales instalados en macizos, en los alrededores de las chacras o en las partes superiores de los puquios. Esto, además, permite conservar el agua que en tiempos de estiaje los campesinos usan para regar los pastizales. Hace aproximadamente 20 años —quizá más—, estos agricultores, asentados en la cuenca del río Cunas, en la provincia de Chupaca, iniciaron con este trabajo y hoy, mientras disfrutan de los beneficios que la forestación les brinda, continúan plantando quinuales y cipreses. Augusto Ucharima Alvarado es uno de ellos. Lo encontramos en el barrio Misquipata, donde vive, ayudando a su esposa Victoria a ordeñar las cuatro vacas lecheras que crían. La leche que obtiene se convierte luego, gracias a un cuajo natural y a la presión que ejercen las manos de la señora, en cuatro quesos de un kilogramo cada uno, productos que ella misma se encarga de venderlos los días martes en Huancayo y los sábados en la feria de Chupaca. —Estas plantitas —dice Augusto— refrescan la vida y los hijos viven tranquilo, se divierten bien, hacen sus tareas en la pampita, en la sombrita. Augusto vive a orillas del río Apahuay, un afluente del Cunas. Ahí, los quinuales más antiguos, plantados por él hace 30 años, son árboles muy altos y de tronco robusto, cuyas sombras
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mantienen fresco el heno, un tipo de forraje que luego servirá de alimento para las vacas. Los quinuales plantados alrededor de un terreno contiguo, sembrado con avena forrajera, son más jóvenes. A esta técnica agrícola, de plantar árboles beneficiosos para la tierra, en los límites de una chacra que a su vez produce otros cultivos, se le conoce como agroforestería y en Jarpa es una forma que los campesinos han adoptado para proteger sus sembríos. —Si siembras en un lugar donde hay árboles —explica Augusto—, el pasto da mejor. En tiempo de verano cae mucha helada, si no hay los árboles, lo quema y difícil desarrolla, aunque se le riegue.
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Si siembras donde hay árboles el pasto da mejor. Si no hay árboles, la helada lo quema todo y difícil desarrolla»
Para reproducir las plantas de quinual, Augusto plantó los esquejes directamente en suelo definitivo. Los abonó con el guano de los animales y los regó todos días, para que crezcan rapidito. En total, calcula que tendrá unas 2500 plantas de quinual y ahora planea instalar pinos en sus predios. Los pastos sembrados le permitieron a Augusto reemplazar sus vacas chuscas, como él llama a las criollas, por otras productoras de le-
En el alto Cunas Redes produjo y plantó un millón de plantones de quinual, con participación de Agro Rural, el Programa Reverdece Junín y la comunidad, con los cuales protegió 15 manantiales, entre otros logros.
che: ahora, cuatro vaquitas le permiten reunir 24 litros, que se convierten en cuatro quesos de molde, que le generan poco más de 40 soles diarios. Como en todo esto el agua es necesaria para el riego de los pastos, más ahora que ya no es tiempo de lluvias, Augusto y sus vecinos harán la limpieza de la acequia, pues los animales necesitan pasto «jugosito», regado. —Estoy bien con mis animalitos —dice Augusto—. Me da economía. .-.-. —Todo ese verde no era antes —dice don Melquiades Peña, otro habitante de Misquipata. Era como el cerro del frente, Melquiades, que no tiene un solo árbol. Antes, los campesinos no sembraban pasto para sus animales: a las vacas, de raza criolla, y a las ovejas, las llevaban arriba, al cerro, o detrás de la cumbre, y las dejaban libres, «botados», comiendo paja. Ya en la tarde, cuando se les llamaba, los animales solitos volvían. El pasto del pajonal, seco, no es como el verde de ahora: avena, trébol, ray grass, que alimentan mejor al ganado. Melquiades comenzó a sembrar árboles aproximadamente en el 2000. En una parte de su terreno, bordeado por las aguas del Apahuay, preparó camas donde colocó unas bolsitas negras con las plantitas de quinual, que después de un tiempo las trasladó a campo definitivo, en los bordes de sus chacras para defender los sembríos de las heladas y los vientos. Las hojas que en otoño caen al suelo, se convierten poco a poco en abono. Y, lo más importante, «con ese
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1. Augusto Ucharima plantó árboles hace 30 años. 2. Faena de forestación en la comunidad de Bellavista, en San Juan de Jarpa, Chupaca.
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Don Fructuoso Camayo riega el pastizal con el agua que brota de un puquio. Plantó quinual en la parte superior y el puquialcito bota más agua»
árbol produce agua». —Nos ha hecho plantar en los charcales, en los puquios, para conservar agua —dice. Había que sacarle ventaja al río y Melquiades no tuvo mejor idea que colocar piedras y champas en el lecho para empozar el agua y por un canal artesanal conducirlo hasta las verduras y los pastos sembrados en su terrenito, y una poza donde comenzó a criar truchas. Después de ese recorrido, el agua regresa a su curso.
«Seguiré trabajando en lo que he aprendido»
3. Melquiades Peña aprovechó al agua del río para forestar su terreno y regar sus pastos. Tras la siembra de pastos, la recomendación fue «cómprate una vaquita y con la leche puedes alimentar a tus hijos». Así lo hizo. Ahora Melquiades tiene cuatro vacas mejoradas que le dan ocho litros de leche. Las criollas producen de tres a cuatro litros, nomás. Luego, aprendió a preparar abono natural: compost y foliares para fertilizar los cultivos. Acompañado a todo, el ordenamiento de su vivienda: dos huecos, uno para los residuos orgánicos y otro para los inorgánicos; dormitorios de padres e hijos separados, un lugar para el estudio; una letrina, un biohuerto para sembrar verduras, ajíes, cebollas y otros productos necesarios para balancear la alimentación y luchar contra la desnutrición que afecta más a los niños. En Jarpa, según el Ministerio de Salud, hasta un 29 % de menores de cinco años padece este mal. —¿Con todo esto que has hecho, cómo te sientes, Melquiades? —Muy feliz. Respiro aire limpio. —¿Cómo te imaginas en el futuro? —Más mejor. Ya a los hijos les estoy hablando. Demora pero da resultado el trabajo.
A don Fructuoso Camayo le bastan los diez litros de agua por minuto que brotan de un puquio para regar los pastos instalados en su terreno, en el barrio Santa Rosa. «Lo he medido con un reloj y los goteos», dice, mientras pasta sus ganados. Luego, agrega que después de haber plantado quinuales en la parte superior del humedal, del «puquialcito» brota mucho más agua. Para regar, usa una manguera al cual le adapta una botella de plástico, con seis huequitos, por donde, por la presión natural, el agua se dispersa en la chacra sembrada con pasto. Son los beneficios que ofrece la naturaleza. Fructuoso es otro de los campesinos que practica la agroforestería. La calle que pasa por su casa está forestada en ambos lados, ofreciendo sombra al caminante, también los alrededores de su pastizal, detrás de su vivienda. Instalar los árboles le ha tomado por lo menos 15 años y hoy sigue plantándolos, igual que los demás comuneros, quienes además dedicaron considerable extensión de terreno colectivo para la forestación.
«Con Redes estoy trabajando ya nueve años. Lo primero que hemos hecho es la forestación, haciendo viveros de quinuales, de ciprés. También hemos trabajado con compost con el guano de las vacas, los pastos, todo mezclando. »Cuando se podan los árboles sirve para leña. Cuando vas al campo da sombra para trabajar. Cuando se planta en el pasto conserva humedad. El ganado vacuno ya cambié por animales de más litraje de leche, de 11 a 12 litros, que lo vendemos en queso. »También hemos trabajado con cuyes. He llegado a tener 65, pero como no tengo pasto suficiente los he vendido. Mi meta es instalar más pasto y de nuevo tener mis cuyes. Para las vacas hemos trabajado un cobertizo y otro con Agrorural. También hicimos un invernadero y un biohuerto. »Tengo dos hijos. Seguiré trabajando porque ya sé hacer el compost y todo lo resto» Luis Uribe Galván Poblador de San Juan de Jarpa. 31 años.
Director General Pedro A. Pariona Meza.
Publicación producida por el Instituto para el Desarrollo Regional Redes Jr. Ayacucho N° 348 - Huancayo - Junín / Setiembre 2015
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Quipo AD Huancavelica: Elfer Bruno Damián Raúl Huisa Taipe Lilibet Arauco Garagatti Héctor Mauri Paitán
Equipo Subcuenca Cunas Baldomero Hinostroza Bendezú Fredy Pariona Meza Sherly Raymundo Esteban July Castro Arroyo Gerardo Casallo Gómez
Equipo Selva Central Sixto Casallo Vera Josué Flores Macuyama Francisco Valderrama Cristóbal Lorena Gutarra Herrera Richard Valderrama Shantiori María Vílchez Páucar
Edición: Percy Salomé Medina Evelyn Maldonado C. Diagramación: William Tomás
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Entrevista ¿Qué beneficios has encontrado con la plantación de este tipo de árboles (quinual y ciprés)?
Antes comprábamos leña y nos quitábamos cuando alguien cortaba los pocos árboles que había. Entonces mi suegra me dice por qué no plantas y tuve que plantar. También como cerco vivo para proteger de ventarrones, de las heladas. Antes quemaba toda la cementera. La caída de las hojas, las cortezas, se descompone solo, como abono. Y mantiene humedad.
Se dice que estas plantas ayudan a mantener el agua en las partes altas
Hemos ido de pasantía a Huancavelica, habían forestado en un lugar haciendo un hoyo y vimos que hacían zanjas de infiltración, más las plantaciones, en época de lluvia eso acumulaba agua y se filtraba al suelo y más abajo salía. Eso es la mira de la comunidad. En la parte alta forestamos y los manantiales aparecen más abajo. Cuando llueve se filtra el agua y ya drena en los manantiales. Eso es la siembra de agua.
¿Y esa agua alcanza hasta el siguiente periodo de lluvias?
Los antecedentes
Los trabajos de forestación en el Alto Cunas se iniciaron en la década de 1980, con la intervención de instituciones como PROCAD, CEAS, PRONAMACHCS, CARE PERU, AGRO RURAL (2009), REDES en alianza con MISEREOR, y la Municipalidad distrital de San Juan de Jarpa.
«Hemos aprendido a nunca detenernos» Olinda Quispealaya Pobladora de la comuniad de Shicuy. San Juan de Jarpa. 36 años.
Se
siembra agua
plantando árboles en las partes altas
Gerardo Casallo Gómez es el presidente de la comunidad campesina de Acac Bellavista, del distrito de San Juan de Jarpa y uno de los principales líderes de la zona.
«Hoy tengo un criadero de cuyes establecido en un lugar especial para ellos, antes los criábamos en la cocina, luego entendimos que era un error por el pelo que salía de los animales, que a veces se mezclaba con nuestras verduras. »Como incentivo que retribuimos trabajando, Redes nos da calaminas o palos para nuestros corrales. Por ejemplo, nosotros levantamos una pared, ellos nos dan pintura y continuamos trabajando. Nos apoyan al vernos trabajar. »Antes nuestra cocina y dormitorio estaban en el mismo lugar. Ahora cada lugar está debidamente establecido; tenemos una sala de visita, dormitorio y un área de aseo. Mis hijas han desarrollado más responsabilidades y un mejor hábito de higiene. Eso para mí es muy importante. »Con la información que nos han dado, hemos mejorado. Ahora tenemos mejores vacas y cada vez más cuyes. En la agricultura cosechamos más de diez tipos de papas que separamos para nuestro consumo y la venta. »Si Redes dejara de trabajar con nosotros, continuaríamos todo lo que hemos avanzado, porque eso también hemos aprendido, a nunca detenernos».
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El manantial ya no tiende a secarse, en la sequía aguanta todavía y nos abastece de agua. Si no hubiera plantas el agua corre por encima nomás. Pero si hay plantas trata de retener y por la raíz filtra, por los pajonales, ahí entra el agua y almacena y cuando hay escasez sale. Muchos no lo entendíamos esto: se siembra agua plantando árboles y haciendo trabajos en las partes altas, zanjas de infiltración o cochas, hoyos para que se filtre el agua.
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