Cronika 01

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¿Qué ocurre cuando se encuentran un maestro del periodismo y un magistral compositor de música andina? Una crónica que perdura en el tiempo. Era 1968 cuando, a su retorno de Europa, el periodista César Lévano puso una sola condición para volver a la revista Caretas: entrevistar a Zenobio Dagha. Con esta historia escrita hace 4 décadas, rendimos homenaje a ios 88 años de vida (4 de abril) del patriarca del huaylarsh huanca.


César Lévano ¡|jj Ángel Pasquel ace seis años, una folklorista murió de música en el Coliseo Nacional de Lima. Luzmila y Bernardina Salas, dúo "Las Alondras", habían cantado el hennoso huayno "Sola, siempre sola". El público coreó: "¡otro!". Las hermanas interpretaron entonces, con toda pasión, el "Huaylarsh 60". Después, cuando sonaban otra vez los aplausos, el corazón de Luzmila cesó de latir, vencido por la fatiga de la danza y la canción. Sus dos cantos finales habían sido composiciones de Zenobio Dagha. El episodio ilustra la fuerza y la popularidad de la música de Dagha, el hombre que sacó el huaylarsh de las comunidades del Mantaro, lo metió a la fuerza en las fiestas de Huancayo y lo ha

hecho admirar por todo el Perú. La popularidad del personaje queda reafirmada por las doscientas grabaciones de sus obras que han hecho lempsa. Sonoradio y Smith. Estas disqueras le pagaron el año pasado (1967) cuarenta mil soles de regalías. Esto quiere decir que sus canciones se vendieron en ochenta mil fases de discos de 45 r.p.m. Salvo error u omisión. En casi todas las emisoras radiales de Lima o Cusco; en los altavoces del mercado central de La Victoria o Jauja; por toda las calles o plazas del Perú, en la costa o en el Ande, durante todo el día, se escuchan las composiciones de Dagha. Sus intérpretes favoritas y más antiguas son las hermanas Zevallos. Otros notables son El Picaflor de los Andes y Flor Pucarina (Leonor Chávez). Fuimos hace algunos días hasta el valle del Mantaro exclusivamente para entrevis-

tar al creador de "Aires de Huancayo"; "Lamento Huanca" ("Vengo de lejos / traigo flores entres mis brazos..."); "Vaso de cristal"; "Casarme quiero" ("Traiga tus papeles, cholita...."); "Atún Xauxa"; "Corazón huanca"; "Noches de Santiago'1, etc., etc. Buscamos a Zenobio durante dos días íntegros y sólo lo encontramos gracias a la intuición campesina y experiencia bohemia de Néstor Chávez, otro notable de la música huanca, director del cuarteto "Los Ruancas". Dagha había partido a Lima sin que lo supieran ni en su casa. En esto y en otras cosas, él es un huanca típico. Es decir, orgulloso y hasta altanero, osado, sin excesivas nostalgias y sin complejos, enamorado hasta las raíces de su valle hernioso, que nunca ha abandonado y al que canta con tanta insistencia como un charro a su paisaje y su gente.

EL SAXO LLEGA AL MANTARO El secreto de Dagha está en su fuerza mestiza, con dominante india. Viene también de un ancestro que nunca llegó a ser avasallado por los incas, que resistió a los españoles (hubo guerrillas en la zona huanca durante la Emancipación) y los chilenos (un baile, el de los "avelinos", recuerda la lucha de los montoneros contra el invasor). Surge también del hecho de que por allí las comunidades se opusieron con mayor éxito que en otras partes al talón de hierro feudal. Todo ese complejo se trasunta en este personaje recio como sus huaylarsh, que sabe componer mulizas de varonil ternura, o entregar el mensaje panteista, genésico y primario de los santiagos, canto a la fecundidad de la tierra.

Conocer la vida de un músico es como llegar a la fuente de un río. Zenobio, personero de la comunidad de Chupuro, agricultor practicante y músico de éxito, con tres automóviles propios, nos contó un episodio que explica muchas cosas. Ocurrió en Chupuro, en 1928. Él tenía ocho años de edad. Dos señores, hijos de gran hacendado, llegan hasta su casa. "¡Cholo, danos algo de tomar", dicen al padre de Zenobio. La madre alcanza un poco de chicha. "¡Cómo se les ocurre darnos esta cochinada!". Arrojan la chicha al suelo. Profieren palabras nunca oídas antes, que hieren la dulzura del hogar y del paisaje. El pequeño Zenobio, que presencia la escena mientras cuida un cerdo, se echa a llorar. En esto escucha el sonar de un clarinete. Un canto de gozo. Es el hermano mayor que viene por el camino. Va a su encuentro y le refiere todo. El hermano llega hasta donde "los niños". Les pregunta qué quieren. Se repiten ofrecimiento de chicha y rechazo grosero. Entonces arremete contra los ofensores. Al final, los arroja por pendiente empinada. "De alegría me puse a bailar con mi chancho". "Pensé que algún día sería grande como mi hermano. Por eso desde chiquito quería ser algo. Hacer respetar a los míos". Ese mismo año, Zenobio Dagha aprendió a tocar violín. De muchacho formó parte de conjuntos y orquestas pueblerinos. Compuso rancheras, conforme a la moda. No sabía aún, como sabe ahora, transcribir la inspiración en partituras y hasta particellas para cada instrumento. No sabía nada de teoría musical hasta que encontró un maestro, el músico popular don Buenaventura López, quien le dio unas cuantas lecciones. A la semana, el muchacho pintaba con soltura barras de repetición. Al mes, daba clases a los alumnos adultos. En 1940-42, Zenobio formó parte de "Los aborrecidos", famosos en toda la Sierra central, dirigidos por Pablo Pastor Díaz, "el rey de la muliza". Pastor Díaz, 65 años, vive en Huancayo y enseña música en el'Colegio Nacional de Jauja. Verdadero pionero de la música Huanca y dueño de sólida formación musical, vive soñando con, y reclama, que se funde un Conservatorio de Música en Huancayo, especializado en folklore. Algún día su utopía será realidad. Por ahora recuerda con nostalgia los días en que la orquesta huanca no utilizaba aún el saxo (hoy emplea hasta tres) y en que la voz del arpa y del violín ritmaba con nitidez las claras voces del amor en la muliza. Los entendidos pueden discutir si ahora es mejor que antes. Tampoco los historiadores del jazz de Nueva Orleáns están de acuerdo en todos los puntos. Lo que está claro es que el saxo se incorporó al folklore del Mantaro allá por 1932.


¡COSA DE CHUTOS! Dagha recuerda cómo se animó en Huancayo a tocar un huaylarsh en una fiesta de familia para la que habían sido contratados "Los Aborrecidos". Todos, hasta sus compañeros musicales, se escandalizaron. El huaylarsh era en esa época exclusividad de las comunidades "indias" como las de Pilcomayo, Huayucachi y Chupuro, que rodean a la capital huanca. Las pandillas a lo más llegaban al barrio huancaíno de Chuca. Alguien, de cuyo nombre no quiere acordarse, le dijo: "¡Cómo te atreves a tocar estas cosas de chutos!". Una muliza o un huayno podían comparecer en hogar respetable. Las buenas familias salían incluso a bailar muliza por las calles. Pero un huaylarsh.... La bofetada física todavía arde en la mejilla de Zenobio. Lloró; pero el proceso había comenzado. "En •'a orquesta de "Los aborrecidos" yo ya estaba metiendo mi música sin que ellos se di eran cuenta". Se mezclaban el instinto y unos lejanos • jlámpagos de conciencia. Su madre, que, al igual que su padre, casi no hablaban sino huanca, es decir, . \d huanca del quechua, le había dicho: ", por qué no tocas en tu violín lo de nosotros?". "Fila era india, de la tribu de los yauca. Mi padre era descendiente de españoles, de los Dagha del Castillo. Mi padre sólo firmaba Daga. Había suprimido el "del Castillo". F.n cambio, yo le agregué una hache a Daga. Ks más bonito". Zenobio no es, sin duda, un gramático; ero Mihe lo que quiere decir y no tolera que le

cambien sus letras. Alguien le dijo que había una contradicción en "Vaso de cristal". "Noche de luna era aquella tarde". "¡No seas bruto!", respondió Dagha. "¿No has visto que a veces la luna sale de tarde? Eso también es una noche de luna". En 1950, Dagha y su orquesta "Juventud Huancaína" ganaron el derecho a representar a Huancayo en la Feria de Octubre. Esa vez debutó como compositor, con "Mi tierra huanca". En 1952, en Feria Regional del Centro, el huaylarsh apareció y se consagró en público. "Yo pensaba día y noche en la coreografía, en el ritmo, en la melodía. Recordaba los huaylarsh de mi pueblo, imitaba los gestos de la recolección de la papa. Con huaylarsh, mi orquesta triunfó en la competencia frente a músicos de Abancay, Ayacucho y Huancavelica. Fuimos a Lima. Allá llevamos el huaylarsh". Corre a nuestras espaldas, ancho y apacible, el río Mantaro. Los cerros altos, de curva suave, vestidos de grana y de verde; las retamas de amarillo violento; los tunales verdes jade; las nubes impolutas, ríen bajo el cristal azul. "Tengo recuerdos amargos de esos días, en el Coliseo Bolívar", dice Zenobio. Se refiere al local que creó en Lima el ahora finado don Enrique Varé, empresario que bien puede figurar en los anales de la siquiatría social, porque sin coliseos la neurosis de ausencia hubiera vencido a muchos andinos rnigrados a Lima. Por aquellos años los serranos casi no iban a los coliseos. Y los limeños y los alimeñados no

sintonizaban la voz de la aitón.' piedras".

LO PREHISPÁMCO V Marcelo Piccione es noc joven argentino. Descendiente de hijo de siquiatra eminente y crecido en el hervor de Bueno* pudiera parecer lo más alejado de mesa folklore. Una noche de hace cinco año mi casa de Lima, nos pusimos a escudar grabaciones de Zenobio Dagha. Luego 6el santiago "Waylla ichu" estalló en sollozos Esa música pánica, en que junto a las voces de las hermanas Zevallos suena la voz oscura de ese mulato huanca que fue el "Zorzal Negro", lo había quebrado. Explicable, muy explicable. El Perú tiene el raro privilegio de poseer un folklore muy rico y viviente. No creo que haya sino dos o tres países que le igualen. Quizás el ruso, el español. El tronco indio, las ramas - de España y de África, han crecido en el suelo musical peruano. Grande y variada fue nuestra música autóctona. Durante la Colonia, como lo ha dejado bien establecido el argentino Carlos Vega, el Perú fue crisol de mestizamiento musical y centro de irradiación para toda la América del Sur. Toda la América meridional está poblada de hijos mestizados de nuestra lira. Baste mencionar dos vastagos ilustres: la cueca chilenay la vidalita argentina.

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Zenobio Dagha acaba de cumplir 88 años de vida y sus manos no han dejado de ejecutar con firmeza su violín andino.


Ahora bien, el santiago es género excepcional dentro de nuestro excepcional repertorio folklórico. La folkloróloga y musicóloga argentina Ana S. Cabrera ("Rutas de América", Buenos Aires, 1941). describió piezas de sólo tres notas que encontró cerca de Jauja. Puso una de ellas sobre el pentagrama. En el piano, son como un santiago en germen. En párrafo consagrado a ejemplos similares hallados en el Norte argentino escribió: "esta manifestación artística argentina puede ser una supervivencia, o guardar estrecha relación conelartewanka". Rodolfo Holzmann, insigne músico alemán nacionalizado peruano, que, junto con otros, debería ser encargado de la transcripción y el análisis musical de nuestro tesoro folklórico, ha escrito recientemente en un estudio enjundioso (revista "San Marcos") que el santiago "es probablemente el género que más puro se ha conservado de todas las supervivencias de la música prehíspánica". Tenía razón el poeta argentino Piccione de llorar como un huérfano. En los santiagos, huaylarsh, huaynos y mulizas de Zenobio Dagha Sapayco; en sus solos de violín; en los vientos de su orquesta, están no sólo el huaylarsh actual de dolor, esfuerzo y orgullo del pueblo huanca. Está también todo el proceso de mestizaje que nos constituye y constituimos. Está el nuevo indio que, por encima de los miopes y los dogmáticos, intuyera José Uriel García; es decir, el nuevo Perú. Si Zenobio Dagha triunfa a pesar de la ola de extranjerismo sin discriminación y casi siempre sin gusto, es porque en sus canciones viriles apunta el sonido del futuro *Texto publicado en la revista Caretas, N°. 373, mayo 24 -junio 6, 1968.

Zenobio Manuel Acosta Ojeda (*)

Dagha

racias a la música de nuestro pueblo, en mi larga vida he viajado por todo el Perú y por varios países. Nací en 1930 y en estos largos años he conocido a muchos músicos de muy alta calidad. De todos ellos, uno de los que más me ha impresionado, es el extraordinario violinista Zenobio Dagha. Me consta cómo impresionan sus creaciones musicales, sobre todo sus vigorosos huaylarsh. Estábamos en la bella ciudad del Cusco en 1964, un grupo de artistas haciendo la película JttMp Hf nacional Harawi y fuimos invitados a una presentación [O del muy buen grupo musical Centro Q'osco de Arle Nativo. H El presentador anunció nuestros nombres y el público pidió que actuáramos, yo canté dos de mis valses con la magnífica guitarra de Carlos Montañez y luego las Hermanas Zevallos, Zoila y Olga, con la guitarra de Daniel Kirwuayo y el saxofón de César Zarate, cantaron y bailaron un huaylarsh de Zenobio Dagha, era Casarme quiero. El público lo hizo repetir y subió a bailar con Zoila, su esposo, el wanquita César Villanueva, el aplauso fue apoteósico y en los ensayos de los días siguientes el director tuvo que prohibir que los jóvenes del grupo de danzas bailaran el huaylarsh, descuidando sus danzas nativas cusqueñas que eran la razón de ' ser de la Asociación Cultural. En 1968, en Moscú, capital de Rusia, nos enteramos que la Universidad Patricio Lumumba había convocado a una competencia de danzas folklóricas en la que estuvieron representados ciento veinte países, resultando ganadores absolutos dos jóvenes estudiantes peruanos, una wambia y un walarsh, wankas, que bailaron Casarme quiero. Hay tanto por escribir sobre el Taita Zenobio. Te sigo estimando y admirando, por tu trabajo musical que constituye una de las más importantes fortalezas en la heroica resistencia cultural de nuestro viejo y querido pueblo, UPIAYKUSUN ZENOBIO Q

C

* Compositor peruano, musicólogo y gran amigo de don Zenobio Dagha. En abril, en vísperas de su cumpleaños número 88 le brindó un merecido homenaje en Radio Nacional


eva su

Se fue hace seis años. La cultura, sus amigos, su barro, le siguen echando de menos. Y es que no ha habido nadie capaz de tomar su lugar, ni de emular sus logros intelectuales. Este es un testimonio, una revelación, pero es sobre todo una confesión de parte de cómo nos conocimos y cómo, pocos años después, nos despedimos. Si la cultura tuviera un nombre, un apellido, esos son los suyos: Manuel Baquerizo Baldeón.


Sandro Bossio Suárez Archivo familia Baquerizo Rojas

H

asta entonces solo había leído su nombre en los suplementos culturales y me había solazado con sus impecables críticas de arte. Pero ahora lo tenía allí, frente a mí, con su saco a cuadros y su gorrita de golf, destacando entre las veinte personas que habían asistido a la pinacoteca. Sostenía una copa entre las manos. Me acerqué, menguado, y él estrechó mi mano como se la estrecharía a cualquiera, amable pero distraído. Le planté mi nombre, balbuciente, y entonces se hizo el milagro: "Ah, es usted, mire qué gusto, lo he leído muchas veces". Lo único que Manuel Baquerizo Baldeón podia haber leído de mí era un artículo raquítico sobre la papa a la huancaína que me había costado la vida publicar en un diario de Huancayo. Mis cuentos permanecían bajo siete llaves. Hasta esa noche poco había conseguido con ellos, pese a haber abandonado dos carreras, haberme peleado con mi familia, haber casi muerto de hambre con tal de llegar a ser un escritor. Mi pálido éxito radicaba en que dos veces me hubieran nombrado finalista en unos concursos literarios y que una revista me diera la oportunidad de conocer a Julio Ramón Ribeyro. En realidad no había tenido una mano amiga, un preceptor, un cofrade intelectual, ni siquiera enemigos literarios (esos llegarían después) que orientasen mi literatura. Esa era la razón por la que había caminado a tropezones, en la más completa orfandad, confíándole todo ai instinto porque de técnicas y recursos no tenía la menornoticia. Pero parecía que mi fortuna empezaba a cambiar, porque ahí estaba el destino con su saco a cuadros y su gorrita de golf, dándole la oportunidad a mis desvalidos cuentos, por primera vez, de tener a alguien que los ausculte, los diagnostique, los medique. Yno cualquiera. Nadie menos que el maestro. Ya lo había dicho Laura Riesco: "Manuel Baquerizo, él mismo, es un acontecimiento irrepetible de las letras peruanas. Se trata del más acucioso investigador de la literatura peruana, sobre todo andina, capaz de enclavarse en los pliegues más profundos de la cultura de nuestro país. Nunca perdió, sin embargo, la visión del entorno

latinoamericano y mundial". Cuánta razón tenía. Pero ese no era el momento para pedirle que viera mis cuentos. Era el momento de brindar, conversar a flor de agua sobre la muestra pictórica que había reunido al mismo grupo de siempre, ofrecerle un espacio -en el diario en el que yo trabajaba para asegurar nuevos encuentros y, en uno de ellos, filtrarle de contrabando mis relatos. La táctica de ofrecerle una columna en el diario dio un excelente resultado: Manuel Baquerizo se convirtió en un asiduo colaborador de la página cultural y pronto empezó a visitar la redacción. Todavía no estrechábamos la amistad, pues yo seguía esquivo, pero no por altanería como todos creían sino por cortedad, y seguía bajando los ojos cuando él conversaba conmigo, o seguía sintiéndome un sabelonada cuando lo escuchaba hablar de cualquier tema. El diario donde me deslomaba, Primicia, quedaba en plena Calle Real, en una casona en la que, se decía, había nacido el gran poeta de los polirritmos: Juan Parra del Riego. La redacción quedaba en el segundo piso, pero no teníamos recepción, así que recibíamos a nuestros invitados en el patio. Una noche, Manuel Baquerizo llegó abrazado de la última novela de Mario Vargas Llosa, una sobre un señor que anotaba en un cuaderno sus fantasías eróticas. Admiraba —admiro—tanto a Vargas Llosa que siempre estaba —-estoy— a la caza de anécdotas sobre él. Imaginé que Baquerizo, con lo distinguido que era en el mundo intelectual, podía haber alternado con el novelista. —¿Usted conoce a Vargas Llosa? —le pregunté. El maestro afirmó con la cabeza. Pese a que mi tarea de editor había quedado inconclusa, lo invité a sentarse en uno de los sillones verdes colocados en el patio, debajo de la arquería, y me senté a escucharlo. Me contó que en una ocasión los .críticos Abelardo Oquendo y Carlos Aranibar, integrantes de un círculo de escritores en ciernes de la universidad de San Marcos, lo invitaron a una tertulia de amigos. Entre ellos había un muchacho desconocido del círculo, alto, espigado, que iba porprimera vez a la reunión. Le invitaron a leer un cuento y él lo hizo, interrumpiéndose cada tanto, balbuciendo, sobreponiéndose a su propio nerviosismo. "Todos lo escuchábamos con atención. Se trataba de un cuento sobre una extraña mujer que contaba su vida en los cafés y bares de Lima", recordaba Baquerizo. La reunión, lamentablemente, fue desalentadora para el muchacho; al finalizar, todos lo miraron, guardaron silencio, y cuando reanudaron la conversación empezaron a • hablar de otras cosas, evadiendo desdeñosa-

mente su cuento: "Era Vargas Llosa, oiga usted, y era todavía estudiante. No sabe la pena que me causó que nadie le hiciera caso". Sinceramente, me fascinó la anécdota, como me fascinó el modo de narrar, de pegar ta hebra de Baquerizo, a quien a partir de entonces empecé a ver con muchísimo más respeto. Me enteré que acababa de cesar en la Universidad Nacional del Centro, en el cargo de vicerrector, y que ahora se dedicaba exclusivamente a lo que mejor sabía hacer: potenciar la cultura. Leía desde las seis de la mañana, periódicos, libros y revistas, y por la tarde se sentaba a escribir largos y celebrados ensayos sobre arte y literatura; es decir, vivía una vida más rica e intensa que la realidad cotidiana, como lo decía él mismo. Nuestra amistad era, todavía, germinal. Unos meses después, por bocazas, me metí en un embrollo del que no hubiera podido salir sin el socorro de Baquerizo. Eran épocas difíciles, de dictadura civil, y un buen día llegó a la redacción un nuevo director para el periódico: Richard Molinares. Se trataba de un treintón enorme, con calvicie prematura, que —decían— llegaba de un periódico limeño que le servía rastreramente al absolutismo. Al principio medimos nuestras miradas, nos apartamos el uno del otro, sin darnos una tregua. Luego, por cosas del trabajo, fuimos acercándonos, hasta que terminarnos por allanar nuestras diferencias. Una noticia remeció el país por esos días: un grupo de terroristas encapuchados secuestró la residencia diplomática del Japón, tomando cautivas a más de treinta personas, entre las que se contaban magistrados, empresarios y congresistas. En la abridora del diario se afirmaba que unos terroristas habían tomado "de" rehenes a treinta personas, y yo (metiche y arrogante) le sugerí a Richard que cambiara la preposición material "de" por la partícula gramatical "en", puesto que los cánones lingüísticos así lo exigían (en realidad se lo había escuchado decir a Martha Hildebrandt una vez y no me había dado el trabajo de ahondar en el tema). Richard me hizo caso, sin saber que estimulaba el fuego de una trapatiesta magnífica, y al día siguiente el diario, con enormes letras coloradas, informaba que unos "terroristas habían tomado 'en rehén1 a treinta personas en la residencia del embajador japonés". Desde muy temprano empezaron a llegar las llamadas telefónicas, algunas mordaces y otras furibundas, pero todas enfiladas contra el titular: "No sean, pues, ignorantes, nos dijo el dueño del periódico, enojadísimo, tirando un ejemplar sobre la mesa de redacción. ¿Desde cuándo se toma 'en rehenes' a la gente?". Hasta media mañana me tocó a mí torear los insultos y las imprecaciones, pero a esa hora llegó Richard y, con cara de yo no fui, le endosé el problema para que lo enfrentara en su condición de conductor del medio. Nadie tuvo compasión con él, nadie le dio el beneficio de la duda, nadie siquiera le palmeó la espalda, así es que a las tres de la tarde se plantó delante de mí para espetarme: "Tú me metiste en esto y ahora me sacas". Pasaba que ni él ni yo teníamos argumentos sólidos para defender nuestra posición lingüística


L t i b l l I I I U Í I IU

. huérfanos e indoctos, estábamos a merced de la :aledicencia de la sociedad que nada perdona, "on su sonrisa marcial, con su saco a cuadros y su .orrita de golf, recordé entonces la sabiduría de .lanuel Baquerizo. Busqué su número de teléfono n la guía de abonados y me contestó una voz ¿menina, informándome que el maestro no estaba -. Huancayo, que había viajado a Lima. El cíelo se Aplomó sobre mí. Cuentan mis compañeros de rubajo que me veía desesperado, que recorría la rancia a pasos agigantados, que tenía la marca de mierlc en la cara. Debía ser cierto porque me entia perdido, sin un pérfido libro donde hacer la (.insulta, con todas las salidas tapiadas. Pero existe uu fuerza interna —lo confirmo— que delimita la upervivencia del hombre. Esa fuerza me condujo pensar sobre frío: Baquerizo me contaba que u'inpre que iba a Lima pasaba gran parte de la ,'Je en la iibrería El Virrey. Pregunté por el «mero telefónico de la librería y llamé. Me j-spondió una contestadora automática, toda una .ovedad para la época, que me enlazó luego con na rcccpcionista. —Buenas tardes, disculpe, llamo de Juancayo —empecé. —Sí, ¿en qué puedo ayudarlo? ¿Desea un Diálogo? —No, muchas gracias —-dije—. En realidad lamo porque quisiera saber si el doctor Manuel bquerizo está en la librería. —Manuel Baquerizo —repitió ia recepcioi>ta—. No, aquí no trabaja. —Ya sé que no trabaja con ustedes —repli|uo—. Es un cliente y siempre se pasa horas en la fcrería. —No, pues, no conocemos a nadie con ese Kibre. —Entonces hágame un favor, señorita - imploré—. Mire si en las mesas hay un señor on saco a cuadros y una gorrita de cuero. La respuesta de ¡a recepcionista, casi nmediata, me restituyó una brizna de esperanza: >:. allá al fondo hay un señor con esas característi¿T-". Le pedí que por favor me comunicara con él y fia. raro modelo entre las de su especie, accedió, -agino, levantándose de hombros. Segundos más irde la voz de Manuel Baquerizo, enérgica y tricota, sonaba en el auricular. —Aló, ¿con quién hablo? —Soy Bossip, doctor, buenas tardes. —Ah, don Sandro, qué sorpresa. —Sí, disculpe que lo importune, pero se trata le un asunto de vida o muerte. En seguida le puse al comente de lo ocurrido , al final, con una súplica, le solicité asistencia. No se preocupe, don Sandro, me dijo. Estamos en i '.ugar ideal. Déjeme revisar unos libros y lo bmo en una hora". Manuel Baquerizo era un tmbre cumplidor, escrupuloso con los tiempos, y se día lo constaté: una hora después sonó el í.efono y ahí estaba de nuevo su voz intensa: "Sí, • Sandro, tiene usted toda la razón. El -jionario de Seco y el manual de Lázaro r^rreter están de acuerdo con su planteamiento. >? que pasa es que 'rehén' es sinónimo de 'prenda'

y hay que trabajar con todas sus preposiciones. O sea, decir 'quedaron en rehén1 equivale a decir 'quedaron en prenda'. Esa es la razón". De inmediato le alcancé a Richard los esclarecimientos correspondientes y al día siguiente sacamos una nota aclaratoria con las explicaciones de Baquerizo. Nadie ya dijo esta boca es mía. A las pocas semanas conocí a Eleodoro Vargas Vicuña, a quien entrevisté con gran ilusión, porque accedió a darme una audiencia, pese a que hacía muchísimos años que se negaba a conversar con la prensa. Me precio de haber sido el último periodista en haberle hecho una larguísima entrevista, que luego publiqué en mi' periódico y dupliqué

en algunos medios de Lima. En cuanto se divulgó, Manuel Baquerizo me llamó a la redacción y, por primera vez, me invitó a una copa. Fuimos a una panadería del centro, aledaña a la catedral, donde el maestro era querido y respetado, y donde —según me dijo— se preparaba el mejor "caliente" de Huancayo. Supe entonces que Baquerizo era un buen bebedor, culto y refinado, y que el ron Caldas era su favorito. Esa noche me felicitó, me dijo que había hecho una excelente entrevista, y que había logrado con Vargas Vicuña ¡o que nadie había conseguido hasta entonces: que confesara su nacimiento en Acobamba, Tarma, en contraposición a Arequipa, de donde se reclamaba


por pecaminoso orgullo. Bebimos tres rondas del delicioso trago sin apartar de nuestra mesa las técnicas y los recursos literarios más efectivos. Ese encuentro me brindó los arrestos necesarios para, a la semana siguiente, presentarme en su casa sin previo aviso: habiéndome llenado de valor, llegaba a ella con una carpeta bajo el brazo, continente de cinco cuentos, corregidos y recorregidos para ver si pasaban su prueba de fuego. Se los entregué al maestro con el pedido de que los revisara. Él le dio una mirada a los papeles,

luego cerró la carpeta, y afirmó: "perfecto, dijo, los veo y le llamo". Fueron las semanas más angustiosas de mi vida. Mientras esperaba la llamada del maestro, un sudor helado recoma mi cuerpo, como ramalazos, y me decía que si Baquerizo les cortaba la cabeza, habría fracasado en mi intento de ser escritor, y doce años de trabajo se habrían ido por el excusado. A los pocos días me llamó, pero no para alcanzarme una crítica, sino para pedirme autorización para corregir los cuentos. "Haga con ellos lo que crea conveniente, doctor, al final están preparados para todo", le respondí. Quince días después recibí de nuevo su llamada, citándome en su casa, a donde acudí puntualmente. Hablamos varias horas, de otras cosas que nada tenían que ver con mis cuentos, mientras yo me consumía en ansiedad, hasta que ya cerca de las diez de la noche sacó la carpeta y me la entregó mientras me t decía: "He leído todos sus cuentos, don > Sandro, y todos me han gustado. Pero • hay dos que realmente me han impactado: el de la enfermera y el de la pianista. 1 Son realmente excepcionales". Pero • había un grave problema —me dijo— que no permitía que mis cuentos alcanzaran su esplendor: la prosa. Entonces eché una mirada a los papeles y me escalofrié con la cantidad de palabras tachadas, de' frases sustituidas, de calificativos eliminados, de preposiciones agregadas. Realmente, poco quedaba de lo que yo alguna vez había escrito, y entre los jeroglíficos y las tachaduras solo

de vez en cuando reconooía una o dos palabras que habían quedado en pie. "Tiene que evitar el circunloquio", me dijo. Llegué a casa con los ánimos por los suelos, pensando que mi carrera literaria tocaba a su fin. La desesperanza hizo presa de mí durante unos días, pero al cabo de ellos estaba de nuevo sobre el caballo, repasando las correcciones de Baquerizo, escrutándolas, estudiándolas, colonizándolas con lápiz y papel, remitiéndome al diccionario. Semanas después, de tanto haber reescrito los cuentos con las correcciones, y de tanto haber estudiado el uso de los infinitivos y los gerundios, estaba realmente maniatizado. Hice varias versiones más de los cuentos y, para probarme una vez más, los metí en un sobre y los envié al concurso de cuentos de una empresa petrolera. Entretanto, seguí cultivando mi amistad con Baquerizo. Nos reuníamos semanalmente en su casa (recuerdo con agrado ese patio solariego donde arrimaba cómodos sillones para conversar en la intemperie y, además, el olor delicioso de las maderas barnizadas de su sala en el segundo piso) o, a lo mejor, en un café. Y conversábamos. La mayoría de las veces él hablaba (monologaba) y yo me embebía en su verbo, en sus vivencias, en su mundo pasado. Pero a veces yo inquiría y él respondía. Así me enteré de muchísimos pasajes de su vida: que había empezado trabajando en la universidad San Cristóbal de Huamanga, que había tenido una fuerte polémica filosófica con Abimael Guzmán Reynoso, que una vez había bebido más de lo necesario con Ciro Alegría y habían terminado en un rinconete de baja monta, que a veces firmaba sus escritos como J. Barquero, que había dirigido varios suplementos culturales (del que más orgulloso se sentía era de Proceso), que había sido gran amigo de José María Arguedas. ¿Por qué el maestro, con ese verbo y esa nombradía, se había quedado a vivir en Huancayo? Un día se lo pregunté y me respondió que vivir en provincia le permitía seguir las incidencias literarias del mundo, del país y del interior al mismo tiempo. Amaba, realmente, a su tierra, a la que llamaba "su barro". En verdad, había leído todos los libros, todos, los clásicos, los contemporáneos y a veces pensaba que aún los que estaban por escribirse. En otra ocasión le pregunté por su biblioteca y me llevó a conocerla. El momento en que ingresé en ella parece haberlo descrito Carlos Ruiz Zafón en su novela sobre libros malditos: "Un laberinto de corredores y estanterías repletas de libros ascendía desde la base hasta la cúspide, dibujando una colmena tramada de túneles, escalinatas, plataformas y puentes que dejaban adivinar una gigantesca biblioteca de geometría imposible". Al rayar el fin del milenio, a un grupo de amigos se nos ocurrió fundar un semanario de interés público llamado Página 20. Al principio fue una publicación más, llena de material de relleno, hasta que mi entrañable amiga Flor Jáuregui y yo tomamos el control y, con la venia de Enrique Melgar, el financista, decidimos convertir el medio en una plataforma de resistencia política. Recuerdo mucho a gente


testimonio

valiosísima como Mario Castillo, Toño Bráñez, Paúl Cárdenas y Hernando Torres que no tuvieron empacho en arriesgar hasta la vida por cumplir con las difíciles comisiones que les encargábamos. Este nuevo espacio también contó con la pluma de Manuel Baquerizo, quien, además, corregía nuestros textos (en una ocasión Mario Castillo se presentó en la redacción, muy deprimido, diciendo que el doctor había "despedazado" su texto). Fue la época en que la Academia Peruana de la Lengua lo incorporó corno Miembro Correspondiente y nosotros, claro, le dimos una portada. Se alegró mucho y nos dijo que había sido una noticia inesperada: "Lo cierto es que yo no me dedico al trabajo intelectual en forma sistemática y orgánica. Escribo sobre un tema, solamente cuando me agrada y cuando siento placer o satisfacción en hacerlo". Fue la época también en que entró en nuestra vida Jair Pérez, un leído estudiante de literatura de San Marcos que tenía una bonita taberna, donde empezarnos a reunimos los viernes por la noche para dar recitales y conversar y emborracharnos sin disimulo. Gracias a Baquerizo (sobre todo durante el congreso de literatura que organizó con Nicolás Matayoshi por aquella época) conocí a mucha gente. Mis amistades legadas por él se cuentan por montones, .pero puedo recordar a Miguel Gutiérrez, a Oswaldo Reynoso, a Virginia Yilchez. a Zein Zorrilla, a Samuel Cárdich, a Washington Delgado, a María Teresa Zúñiga. Con muchos de ellos me encontraría años después en Europa, o en México, o en Argentina, en las diferentes ferias de libros a las que asistiría, pero entonces yo era apenas un pobre periodista iluso que vivía casi del aire. Otro amigo muy cercano presentado por Baquerizo es Jorge Jaime Valdez. La aventura de Página 20 terminó dramáticamente, con dos de nosotros encarcelados y perseguidos por la dictadura, llenos de deudas, pero con la satisfacción de haber puesto el pecho en su oportunidad. Los chicos que aprendieron con nosotros, poco después, publicaron un valiente periódico universitario con el molde de nuestro desaparecido semanario. Por entonces tenía una enamorada con la que nos veíamos a hurtadillas, en un departamento de soltero que había habilitado para fines bélicos, y una tarde en que estaba con ella, retozando a oscuras, sonó el teléfono. Reconocí de inmediato la voz de Baquerizo. Ahí estaba otra vez, hablándome con gran entusiasmo, casi con frenesí: "Don Sandro, me acaba de llamar González Vigil, de Petroperú, y me dice que tres de sus cuentos han quedado finalistas en el concurso de este año". Desde luego, quedé pasmado, entrelazados mis dedos con los de la enamorada fugaz, perdido en las tinieblas azules de la habitación. "Aló, don Sandro, ¿está ahí?". Claro que estaba ahí, escuchando la voz llena de ímpetus del maestro, su exaltación. Me vestí de inmediato y fui en su búsqueda. Me llevó a la presentación de un libro y se encargó de que dieran la buena nueva por el micrófono. Tiempo después me enteré que Baquerizo había comprado un buen lote de los libros donde se publicó uno de los cuentos

finalistas, el más breve, y que lo obsequiaba a mis espaldas a todos sus amigos, diciéndoles que en Huancayo había también buena literatura. A los pocos meses de cerrarse el semanario político, el doctor me llamó para proponerme la dirección de otro medio de comunicación escrito, "independiente y culto", según me dijo. Después de algunas tratativas, concordamos con Ricardo Soto, el propulsor, que yo me haría cargo de la plana periodística del nuevo semanario y que Manuel Baquerizo dirigiría un suplemento cultural mensual. Varias fueron las reuniones para determinar los nombres: finalmente el medio se llamó Nuevo siglo y el suplemento Ciudad letrada. Trabajamos tres meses, denodadamente, pero la situación política era atroz y, pese a habernos hecho el firme propósito de no tocar temas gubernativos, el medio empezó a virar hacia ellos, hasta convertirse, otra vez, en una trinchera de combate a la dictadura. La organización que nos subvencionaba trabajaba independientemente, pero temía represalias del gobierno, así es que un buen día nos sentamos a conversar amigablemente y decidimos ponerle fin al medio. "Lo único que les pido, les dije, es que matemos a la madre, pero no al cordero". Entendieron mi demanda y fue así como Ciudad letrada se independizó y se posicionó en las esferas literarias del país. "Me siento complacido de tener en mis manos este mensuario nutrido y acorde con los tiempos. Es halagüeño saber que las ediciones se terminan y las tiradas crecen mes a mes, pues hemos empezado a llegar a Lima, Puno, Huánuco, Iquitos y otros lugares distantes", diría Baquerizo tiempo después en una larga entrevista periodística. Fueron los últimos meses de vida del maestro. Salieron veinte números de Ciudad letrada y yo colaboré muchísimo con ella. En una ocasión, incluso, representé a Baquerizo en el Club Huancayo de Lima para presentar la revista a un gremio de abogados huancaínos. Y es que el maestro, sin que nos diéramos cuenta, había caído enfermo. Era la época en que yo, con todo lo aprendido, escribía una novelita de amor ambientada durante el terremoto de 1746, y había entrado a trabajar en la universidad.que Baquerizo —cosas del destino— había abandonado hacía poco. Un día me enteré que el maestro estaba internado en el hospital de la seguridad social. Fui a verlo y le llevé un libro. Me dijo que el mal había empezado con un zumbido en el oído y que ahora, después de varias pruebas, no podían diagnosticarlo, así que debía trasladarse a Lima. En efecto, en el mes de noviembre de 2001, se lo llevaron al hospital Guillermo Almenara. Me llamó varias veces. Me contaba

que tenía dolores insoportables en los músculos, que había bajado de peso, que los médicos continuaban buscando la enfermedad. Y me recomendaba que no descuidara la edición de Ciudad letrada. Un día me enteré que. finalmente, habían dado con el mal y que se trataba de una miopatía. Entonces fui a una tienda de ropa y le compré una camisa de franela, roja y a cuadros como a él le gustaban, y viajé con ella a Lima para saludarlo. Lo encontré postrado, marchito, pero aún rebosante de la vitalidad que nunca le abandonó. Conversamos interminables horas. Entretanto, a escondidas de todos, envié la novelita a un concurso literario patrocinado por el Banco Central de Reserva, pensando que si no ganaba, nadie se enteraría que había participado. Baquerizo murió en febrero. Ese día me llamó Carolina Ocampo para echarme el mundo encima y recuerdo que, ebrio de furia y desaliento, recorrí las casas de los amigos más cercanos informándoles de lo acontecido. Las exequias fueron fastuosas: el alcalde de Huancayo, Dimas Aliaga Castro, le hizo un homenaje y cubrió su ataúd con la bandera de la ciudad. En el cementerio la familia me hizo el honor de ser uno de los oradores sombríos del cortejo. Mientras sellaban el nicho y alguien cantaba ese huaynito que tanto le gustaba al maestro "... Ay, la vida se me está yendo como se fue mi suerte..." sentí que el dolor de la garganta, como una represa fracturada, se derramaba en lágrimas arrasadoras. Al voltear, Jair Pérez también lloraba, y más allá Ana Espejo, y más allá Giovanna Almonacid, y más allá Sergio Castillo, y más allá Abel Montes de Oca. Llegaron cartas de pésame de todas partes del mundo y con Nicolás Matayoshi decidimos publicar un número de homenaje de Ciudad letrada con las decenas de epigramas y obituarios arribados. Un mes después, me llamó el propio Luis Jaime Cisneros para felicitarme por haber obtenido el premio del Banco Central de Reserva. Mi novelita, escrita a la loca en una difícil situación económica, vencía. Después la historia es conocida: me entrevistaron en todos los periódicos y en la televisión, me dieron un cheque nada despreciable, publicaron mi libro, se multiplicaron las ediciones, me invitaron a viajar por varias partes del mundo, pero nunca tuve el premio que realmente apetecía: que Manuel Baquerizo Baldeen, mi maestro, leyera la novela fraguada con sus propias manos. Y, claro, que usara la camisa roja que se quedó sin abrir %


LOS DOOJMEKj: DE LOS

Diana

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alie del Vilcanota, año 2007: los niños de una escuelita fiscal de la cuenca de Pitumarca salen al recreo. Con sus cuerpecitos delgados y sus caritas de mejillas sonrosadas, curtidas por el fuerte Sol de las alturas de la sierra peruana, lucen frágiles, casi etéreos, cuando se sientan en círculo y desatan los nudos de sus ataditos para compartir la merienda. La escena proyectada sobre la pantalla golpea implacable en el corazón cuando se repara en su significado. Compartir la lonchera no es usual entre los occidentalizados niños del mundo globalizado de hoy. Sin embargo, en Los Andes, en los lugares donde habitan los runa, compartir es un hecho natural, porque ser runa o persona significa precisamente ser uno y ser parte del todo: de la familia, de la comunidad, de la naturaleza, de una manera sencilla, inocente y gentil. Nunca mejor expuesto el holismo andino que en imágenes como esa que capturan, conmueven y deslumhran cuando a través de ellas nos descubrimos parte de ese todo casi olvidado que aun habita en las cumbres andinas y en los llanos amazónicos y, a Dios gracias, en nuestros genes. Los rostros y voces que hablan a nuestra conciencia y a nuestra memoria no son de otro

mundo, pertenecen al nuestro, son parte de la realidad peruana, y no piden nada, ofrecen. Ofrecen esperanza, nos donan la vitalidad, los valores, la alegría, la pureza de los campesinos que son sus dueños, en imágenes guardadas en archivos de video digital que han sido grabadas por ellos mismos para que el fulgor de sus ojos y de su palabra se conserve para el mañana. Los documentales de los runa se han criado naturalmente. Son videos silvestres, sacha videos. Han surgido de una manera espontánea de esa suerte de fraternidad universal de la inteligencia al servicio de la vida, por la confluencia de varios factores: los esfuerzos poco comprendidos de la organización no gubernamental Pratec y de otras organizaciones afines por lograr la afirmación cultural de los pueblos andinos, el trabajo comprometido de la joven cineasta peruano alemana Maja Tillmann en la coordinación, el apoyo de ía organización suiza Tradiciones para el Mañana y, sobre todo, la generosidad de las comunidades andino amazónicas de Ayacucho, Huancavelica, Cuzco, Cajamarca, San Martin y Apurímac que han decidido compartir sus vivencias, experiencias y conocimientos para bien de la humanidad. En un contexto de abierto desprecio por los valores andinos, de intentos manifiestos de

desarticulación de la comunidad campesina, de rechazo al colectivismo, tenido por algunos como un elemento de retraso para el crecimiento económico; los sacha videos de Pratec le están diciendo al mundo que el verdadero desarrollo no se asienta en el egoísmo individualista que el neoliberalismo propicia,-sino en la solidaridad y en la comunidad con la naturaleza y con el hombre como parte de ella. Quienes hemos tenido la suerte de ver con el corazón conmovido como van "ovillando la vida" las autoridades campesinas (Puchka Kururay*), como nuestros hombres del campo logran "hacer florecer la vida d u l c e " (Ñaupa Sumaq Kausakuy Huaytarichiy), como se expresa la Ley de la Tierra en Los Andes (Sallqa Mama), y algunos otros hermosos sacha videos, sabemos que los runa, su cultura, sus valores y sus tradiciones, que son los nuestros, no están en los márgenes de la aldea global, sino en el centro del auténtico conocimiento: el que reposa en el humanismo y se arraiga en el cariño y respeto a la madre Tierra . N. A. Los sacha videos de Pratec pueden conseguirse a través de la página web: http://www.pratec.org.pe/videos.htm, o verse en la videoteca del ICPNA RC. Jr. Ayacucho 169, Huancayo, previa coordinación.


PR

Liderando en el mercado Audiovisual v Producción Publicitaria

D

espués de 8 años, podemos decir que el camino ha sido duro, pero nos queda la satisfacción, ese saborcito en la boca, de haber hecho algo muy importante: abrir camino, crear una nueva forma de trabajar los medios audiovisuales, pues fuimos los primeros en poner al servicio de Huancayo el primer sistema de edición digital, que permitió dar un salto importante en cuanto a calidad audiovisual se refiere; y no solo eso, también sirvió como referente para todos los que ahora se dedican a la producción audiovisual en nuestra ciudad. Recuerdo bien que cuando empezamos no había conciencia sobre el servicio que ofrecíamos, pues los canales de televisión, radios y gráficas, se encargaban de menospreciar nuestro trabajo, ''regalando" como un plus adicional -aun hoy algunos siguen haciéndolo- o como parte de su oferta publicitaria, la elaboración del contenido de los anuncios publicitarios, no siendo función de ellos esta actividad. Nuestras únicas armas en ese momento, nuestra juventud, nuestra vocación y sobre todo esas ganas de querer cambiar ese cliché que dice que "solo en Lima se hacen trabajos profesionales y de calidad". Creo que un papel importante, en ese momento, jugó la tecnología, que era nuestra aliada, puesto que nos permitió ofrecer a Huancayo un nuevo concepto de producción, una alternativa frente a lo que muchos estaban acostumbrados o resignados a recibir. Hoy, al cumplir 8 años, podemos decir que valió la pena apostar por Huancayo, porque nuestros sueños se van consolidando, y que no nos equivocamos al elegir el mejor camino para desarrollar nuestra vocación, y por eso reafirmamos esas ganas y deseo de seguir innovando y cambiando nuestros paradigmas para seguir ofreciéndoles los servicios más completos, la mejor tecnología y sobre todo lo mejor de nosotros.

oducción Publicitaria: Creatividad, Producción y Realización de spots para TV y Radio.

Producción Audiovisual: Videos Corporativos. Videos Institucionales. Publirreportajes. Dotíumentales turísticos. Animación 2D y 3D.

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VI, en estos 8 años que lleva en el mercado y gracias a su esp innovador, su pasión por el trabajo que realizan, su creatividad y cali en sus servicios, se perfila como una de las productoras más importai de la región.

AVI conforma su equipo por profesionales en Ciencias de la Comunicación, c uno con una especialización en su área de acción. Esto les permite desarn los trabajos profesionalmente y sobre todo en equipo, ya que es la base para producción de calidad.

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Este año, AVI pasa a ser la primera empresa que cuenta con el sisteme producción HD (High Definition) que se perfila como el nuevo estándar en lo a televisión de alta definición (HDTV) se refiere, un sistema completo de cá ras, editoras y reproductoras (Blue Ray), que ofrecen una calidad compai


KA, KUEVAALTERUATIV A DE TURISlUC CE AVENTURA

REGIÓN JUNIN I espejo de agua más alto del mundo, ando uno visita esta maravilla, tiene la isación de estar cerca, muy cerca de las íes, rodeado de aves exóticas como el blemático Zambullidor de Junín. Todo o y mucho más es el lago Junín o inchaycocha, el atractivo turístico que se isagró como primera maravilla turística de egión Junín. Ibicado a 4 mil 115 metros sobre el nivel mar, en la provincia de Junín, el lago más enso del país, después del Titicaca, se stituye en un punto de encuentro entre las iones de Junín y Pasco (Perú). e Lima a Junín hay una distancia medio de 300 kilómetros de vía asfaltada; de Huancayo, lo-aguarda tres horas de e en auto (180 kilómetros). Desde la jad de Junín queda todavía un breve orrido para llegar al lago Chinchaycocha y ler disfrutar, al fin, de sus riquezas urales: pantanos, totorales e islotes que srgan a miles de esoecies de aves áticas, ranas, cuyes silvestres, zorros y achas que se adaptaron al clima gélido la puna. La temperatura del agua siafre ndes variaciones diurnas y también según

la profundidad. La temperatura promedio es de 12° C; la superficial llega a 25° C. Esta zona reúne los factores apropiados para el cultivo de la maca. La suma de esta riqueza en flora y fauna ha dado lugar a que el gobierno peruano lo declare como Reserva Nacional. En estas mismas extensiones de territorio, en la Pampa de Junín, el Libertador Simón Bolívar logró una importante victoria sobre las tropas españolas en su lucha por la independencia sudamericana. Durante la época colonial, esta ciudad se llamaba, al igual que Lima, Los Reyes. Tal fue el primer nombre español que se dio al- lago. La fauna del lago es muy variada. Entre los mamíferos destacan el cuy silvestre que vive entre los densos totorales y el gato andino u osjolío. Entre las aves más comunes tenemos la Huachua o Huallata y el Yanavico de color negro y pico curvo. Cuando uno recorre el borde def lago podrá advertirvarias especies de patos: las pollas de agua y gallaretas, y la parihuana común o flamenco. Y cómo no, el zambullidor de Junín, esa ave en vías de extinción que merece una serie de iniciativas para su conservación.

* información / fotos de la Municipalidad Provincial de Junín en www.munijunin.gob.pe

Fecha límite para la entrega de trabajos: 31 de julio del 2008 a las 12 m.

" El Chinchaycocha s constituye en un muy buena alternativ para el turismo. Si elección como primer maravilla turística de I región Junín no e n o r g u l l e c e . No ayuda a promocionar nuestra provinci como destino para qu los turistas conozcar nuestros ingentes recursos en flora j fauna. Pero estf P*rcycha9ua Huaranga reconocimiento e¡ Alcalde provincial de Junín , ., también un llamado ; nuestra comunidad en general para sumar esfuerzos \

cias del gobierno y el sector empresarial minero también están llamados a adoptar iniciativas para la descontaminación del lago".


Municipalidad Distrital Gestión 2007 -2010

En esta ocasión especial, es grato hacer llegar los saludos y reconocimiento, en representación del Cuerpo Edil, funcionarios, trabajadores y noble pueblo chilquense, al da a su labor periodística en el lanzamiento de su primera edición de la revista Crónika Permítame hacer extensivo el saludo afectuoso a todos los miembros que integran este pro ING, HÉCTOR CASTRO ALCALDE

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GESTIÓN CON RESULTADOS El presupuesto de inversión de El Tambo es de seis millones de soles anuales. En años anteriores, los alcaldes se conformaban con este único monto. Por gestión, logramos 9 millones adicionales el 2007.

Y en lo que va del 2008 hemos logrado 3 millones de soles adicionales, para obras de agua y desagüe, asfaltado de calles y construcción de escuelas.

3 millones de soles Cifras históricas...!

Lie. Ángel Unchupaico Cancl •

Construyendo

Perú

ZONAL JUNÍN

Construyendo Perú

Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo

INTERVENCIÓN OFICINA ZONAL JUNIN

3 Generación de más de 30,000 empleos temporales mediante la ejecución de 654 proyectos. 3 Intervención en más de 63 distritos de la Región Junin. 3 Acceso al trabajo sin discriminación a mujeres con carga familiar. Actualmente hay mayor participación de mujeres en la ejecución de nuestras obras. d Inclusión en las obras de jóvenes, discapacitados y personas mayores de 60 años. i Acceso directo a trabajo a las personas en estado pobreza y extrema pobreza. 3 Capacitación a nuestros participantes en diversas especialidades a fin de posibilitar con éxito su inserción al

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ AFILIADA A LA RED PERUANA DE UNIVERSIDADES

HE ADMISIÓN 2008 • II

10 DE AGOST .

COMISIÓN E ADMISIÓN >007 - 2009


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