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martes 9 de junio de 2020

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Wayatex impone los barbijos andinos

1. Ana Alicia Layme sostiene un modelo exclusivo de Wayatex.

Fotos: Juan P. Garcia

Jorge Castell

Ante la falta de barbijos en la provincia Muñecas, desde que empezó la emergencia sanitaria por el coronavirus, las mujeres agrupadas en la asociación Wayatex no tuvieron mejor idea que elaborar los suyos. Esta novedad, a buen precio, con diseños atractivos y con el valor agregado del bordado que cuenta las historias de vida en comunidad, se ha convertido en la actualidad en un producto con demanda que ya está en una segunda temporada de producción.

“¿Hola? que todas las hermanas trabajen, produzcan, que hagan más. Yo iré a recoger el fin de semana”, recomendaba Ana Alicia Layme, presidenta de la asociación Wayatex, quien distribuye en La Paz y otras ciudades los barbijos andinos producidos en su tierra natal Ayata, que se encuentra a seis horas de La Paz.

Atareada, entre clientes, curiosos, revendedores y medios de comunicación, pidió al periodista de la Revista

Libertaria que tome asiento —con el distanciamiento respectivo— para atender el requerimiento en su eventual puesto de venta, un espacio cedido en el café Geisha de la plaza Murillo. Layme es amable, con una sonrisa franca y muy comunicativa. Lleva el talento de las ventas a flor de piel. Contando sus billetes y ordenando los últimos tapabocas, contó los detalles de su trabajo.

EL EMPRENDIMIENTO

“La asociación Wayatex nació hace dos años y fue fundada por mi persona. Waya significa pueblo en idioma pukina y tex viene de textiles, hemos unido los dos idiomas y como siempre tuvimos las ganas de crecer, le pusimos Wayatex Bolivia”, explica Layme. Como asociación tienen 40 personas, pero a la fecha refuerzan su trabajo con más de 200 “hermanas” que apoyan la demanda desde otras comunidades de la provincia Muñecas, La Paz.

La asociación trabaja en cuatro sectores de tejido: en telar de cuatro estacas en el piso, con el que producen ponchos, fajas, chuspas, cinturones, manillas, entre otros productos, tanto para su propia vestimenta como también para la venta; otro es el de ropa originaria exclusiva de cholita y de mantas; el tercer área que abarcan es el trabajo con fibra de alpaca y lana

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de oveja para hacer tejidos, chompas de cholita y varones. Finalmente, el de los bordados.

“Así trabajamos nosotros, primero salimos a La Paz para hacer conocer nuestra cultura, luego a nivel Bolivia y después será con miras al exterior. Muchos nos desconocían, decían que éramos de Perú o de Potosí. Esa fue la inquietud que me llevó a promocionar nuestro trabajo y el talento de las mujeres bolivianas”, explica orgullosa Layme.

LA HERENCIA TEXTIL

Layme relata que después de los tiwanakotas, ellos nacieron en los valles interandinos y hoy se denominan la cultura viva Mollo-Iskanwaya. “Logramos crecer como entidad milenaria cerca de las ruinas de la gran ciudadela de Iskanwaya. Hablamos quechua y aymara. Los conocimientos se transmitieron de generación en generación, uno de los más importantes fue el tejido que aprendimos las mujeres.

La artesana comenta que entre los cinco y seis años, las niñas empiezan a manipular las lanas y a tejer. En el colegio, esa sería como una materia extracurricular en la que escalan de nivel poco a poco. “Cuando están empezando, el primer trabajo valorable es el kuti, de dos lanas, o el kusi-kusi, de cuatro lanas. Luego se pasa a la etapa de las manillas y collares, tenemos una gran variedad”, contó.

Las mujeres de entre 18 y 22 años generalmente ya buscan unirse en pareja y hasta eso ya tendrían que terminar su bachillerato en textiles y presentar un examen de licenciatura, luego de todo lo aprendido en los telares y el bordado.

Las artesanas trabajan por la demanda que generó el cubrebocas. El producto es seguro, por dentro se puede poner un filtro.

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2. La vendedora expone uno de los modelos que muestra una familia en el campo. 3. Las ventas en el café Geisha, cerca de la plaza Murillo.

Fotos: Jorge Castel

“Nos graduamos con la elaboración de un poncho, ese es el máximo esfuerzo de una mujer en la provincia Muñecas. Cuando una mujer se casa, debe entregarle ese presente al esposo, ese acto tiene mucho valor”, detalló la experta.

SALVACIÓN EN CUARENTENA

“Nosotros trabajamos con distintas artesanías, pero el mercado se cerró completamente y no se vendía nada. Con el tema de la pandemia, las autoridades municipales exigieron utilizar los barbijos y no había para comprar. Entonces fue mi mamá, Elizabeth Kuno, la que diseñó el primer barbijo y lo reproducimos a nuestro estilo. Lo publiqué en Facebook y así comenzó la fama de los barbijos andinos, recuerda Layme.

Las artesanas trabajan día y noche en tres materiales para elaborar los cubrebocas: aguayo, la balletilla y la lana sintética. En algunos se encuentran detalles bordados a mano. “Tanto en el tejido como en el bordado, narramos nuestra historia y cómo vivimos en las comunidades. Queremos contar historias. Hemos utilizado el concepto de la unión familiar durante la cuarentena”, explica la artesana.

Los barbijos se venden por unidad entre Bs 15 y Bs 20 en La Paz y otros departamentos. Al momento, la presidenta de Wayatex espera que se habiliten los buses interdepartamentales para tener un mayor alcance. Esta semana sale al mercado una segunda temporada, en la primera vendieron casi 1.000 ejemplares y ahora, el nuevo stock promete más colores y más historias bordadas que cuenten la vida en las comunidades.

“Agradecemos por el apoyo recibido en las redes. Gracias a eso, muchos ya tienen el deseo de conocer nuestro pueblo. Pedimos apoyo a las autoridades porque tenemos la intención de exportar”, puntualizó Layme, que veía la hora de su celular. Es hora de despedirse, Telemundo y la DW de Alemania alistan las luces y micrófonos para registrar, una vez más, esta historia boliviana llena de éxito.

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