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El debate sobre el cannabis medicinal hoy
Neuro narrativas o el sueño de poder ver al interior de nuestros cerebros
El sueño del actor Daniel Alcaíno
El uso de neuroimágenes en la controversia sobre el cannabis
La compleja relación entre los médicos y el cannabis
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Suplemento de literatura Grado Cero
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Sebastián Saá
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LAS MENTIRAS DEL PROHIBICIONISMO CIENTÍFICO
Director
importante del estamento médico chileno dirigido por la Sociedad de Psiquiatría (Sonepsyn) se ha preocupado de instalar un discurso cerrado de la medicina científica contrario al uso del cannabis medicinal.
Leonardo Robles Belmar
Editor Daniel Labbé Yáñez
Diseño Anahí Saá Cepeda Milena Egaña Moraga
Portada Harold Bustos
Periodistas Javier Karmy Bolton Absalón Opazo Moreno René Vera Muñoz Carlos Montes Arévalo Mauricio Becerra Rebolledo Camila Sierra Madrid
Ejecutiva Comercial María Eugenia Flores Dickens Jeremy Frank biobio@elciudadano.cl
Suplemento Grado Cero Director: Juan Urzúa Editor: Cristóbal Gaete Diseño e Ilustraciones: Harold Bustos
El Ciudadano es un medio libertario e independiente de partidos políticos, grupos económicos y religiosos, que concibe la comunicación como una herramienta de transformación social y utiliza los soportes impreso, electrónico y audiovisual. Fundado en la comuna de La Unión, Región de Los Ríos, en el año 2005.
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El Ciudadano forma parte de la Red de Medios de los Pueblos
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esde que partimos con esta aventura llamada El Ciudadano, hemos constatado los estragos que ha causado la llamada guerra contra las drogas en nuestro continente y en el tejido que compone lo social. Hemos realizado sendos reportajes sobre cómo Pinochet y sus hijos en complicidad con el farmaceútico agente de la DINA Eugenio Berríos, fabricaban cocaína negra y la mandaban dentro de tanques para Argentina y hemos develado aristas puntuales que trataron de silenciar respecto al caso del asesinato de Matute Johns y su vinculación con el Cartel de Coronel. Así mismo, publicamos hace once años uno de los primeros reportajes en Chile dedicado al cannabis medicinal. Se trató en ese momento de reunir la evidencia disponible sobre una serie de enfermedades en que la planta era recomendada. En esa época nos costó hallar a algún usuario de cannabis medicinal y los pocos que llegamos a conocer nunca quisieron ver sus nombres publicados. Se entiende perfectamente su pavor. Era una época de consenso casi absoluto entre los medios masivos, el gobierno y gran parte del estamento político para demonizar el cannabis, como pieza importante de la cruzada contra las drogas. Como ya queda claro, asumimos una línea editorial antiprohibicionista. Las sustancias declaradas ilícitas no son peligrosas en sí, sino porque están prohibidas. En ya más de una década, gran parte de los medios han tenido que revisar sus prejuicios editoriales y políticos y aceptar la evidencia de miles de pacientes. Al mismo tiempo aparecen organizaciones de cultivadores y la Fundación Daya comienza a producir el primer fitofármaco en base a cannabis hecho en el continente. Los pacientes se organizan para compartir preparaciones para males como la epilepsia refractaria y dolor crónico. Hoy la sociedad chilena asiste a una controversia científica en torno de las cualidades terapéuticas del cannabis en el contexto de un proyecto de ley que persigue regular el cultivo de la planta para usos medicinales. Si bien el uso está permitido en la actual ley, varios pacientes han sido acosados por la policía, que ha incautado sus plantas y los han procesado. Para regular de manera efectiva esto en el parlamento se discute la Ley de Cultivo Seguro, lo que permitiría a los pacientes poder cultivar y producir su medicina con una receta médica y no sufrir el acoso policial. Además, a través de medios masivos, un sector importante del estamento médico salió al paso del proyecto legal. A comienzos de los años setenta en EE.UU. se estableció que la marihuana mataba neuronas. Ello fue sustentado por un estudio que por décadas alimentó a los prohibicionistas para sustentar los prejuicios a la contracultura. Un sector
La estrategia se ha desplegado elaborando estudios que ratificarían una supuesta verdad. Se han presentado en el último tiempo estudios que demostrarían un supuesto daño neurológico, comprobado a través de neuroimágenes, y se desarrolló un estudio de medicina basado en la evidencia que a contrapelo de las investigaciones de avanzada en el mundo, asegura que el cannabis no tiene eficacia terapéutica comprobada. En el primer caso queremos demostrar como el uso de procedimientos de visualización cerebral persiguen utilizar la autoridad epistémica que tienen dichas imágenes en la cultura contemporánea para sustentar sus discursos negativos en torno del cannabis. De esta forma, más que perseguir publicar un gran hallazgo neurológico, su objetivo es incidir produciendo supuestos hechos científicos en la discusión sobre el cannabis que se está dando actualmente en la sociedad chilena. Demostramos como una de las imágenes reproducidas en dicho estudio fue producida por un psiquiatra considerado un charlatán por sus pares en EE.UU. La discusión sobre el cannabis también nos abrió a revisar la profusión de neuroimágenes en la cultura contemporánea. El papel que tuvieron en otro momento las explicaciones sociales y psicológicas para dar cuenta del malestar y el comportamiento que ha dejado paso a un relato en que cobran importancia factores biológicos y neurotransmisores. De esta forma se reduce la complejidad de lo humano a lo que ocurre al interior del cerebro. Dicho relato que acaba encerrando el malestar como un problema del cerebro está muy en sintonía con los procesos de individualización y subjetivación producidos por la sociedad neoliberal en las últimas décadas. En nuestro análisis de la Medicina Basada en Evidencia (MBE) utilizada en la discusión sobre el cannabis en Chile queremos mostrar como la Fundación Epistemonikos apuesta por monopolizar la enunciación científica en el país respecto de las cualidades terapéuticas del cannabis. También discutimos sobre la forma en que se apropian de términos como ‘evidencia científica’ pese a mantener gran distancia con los pacientes reales. Entre las principales críticas formuladas a la MBE, figuran que refuerza un modelo de medicina radicalmente reduccionista de la realidad biopsicosocial del ser humano que lo comprenden sólo en su dimensión biológica. Sus metodologías son netamente positivistas y obliteran entendimientos integrados del ser humano. La discusión sobre el cannabis en Chile está tensionando las relaciones médico-pacientes. Es interesante ver como la posibilidad de que los pacientes gestionen su propia medicina es contestado por un estamento terapéutico arrogante en la armonía de sus ilusiones. Asistimos a un momento importante para las relaciones terapéuticas. La lucha entre más empoderamiento de los pacientes o más control de la industria biomédica, pero somos optimistas de que los pacientes y médicos del futuro serán los principales beneficiados de esta contienda.
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LA COMPLEJA RELACIÓN ENTRE
la Medicina Occidental
La difusión de los beneficios del cannabis medicinal está chocando en Chile con el cerrado rechazo de un sector importante del estamento terapéutico. Médicos de la PUC se preocuparon de fabricar un estudio para determinar que no hay evidencia del uso terapéutico del cáñamo. La controversia hace saltar viejos prejuicios esparcidos entre los médicos, pero principalmente está removiendo las jerárquicas relaciones con sus pacientes. POR MAURICIO BECERRA REBOLLEDO
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n todas las civilizaciones en que fue conocida, la marihuana fue parte de la farmacopea. En la tradición china se le menciona en el herbario Pen Ts’ao Ching, compilado en el siglo I pero atribuido a un legendario emperador que vivió en el año 2.700 a.C. También es mencionado en el Atharva Veda como embriagante en la tradición india. En Occidente, Heródoto en el siglo V a.C. lo mencionaba como embriagante, siendo considerado también por los médicos de la Antigüedad, Dioscórides y Galeno, en su arsenal terapéutico. Las propiedades medicinales del cannabis eran consideradas en la farmacopea colonial. Aparece así en el Inventario de la Botica de los Jesuitas, realizado en 1767 en Santiago. El historiador de la medicina Enrique Laval cuenta que se usaban las semillas para preparar emulsiones dulcificantes y diuréticas. Se ocupaba también como infusión en casos de gonorrea y como emulsión en cistitis para calmar los dolores. En 1863, un informe hecho por el alienista Ramón Elguero lo incluía entre los medicamentos más usados en la Casa de Orates, abierta en 1852. El cannabis era utilizado junto al opio, la belladona, daturas y la digital. Según se desprende
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de las actas del Hospicio de Santiago de 1889, hasta fines del siglo XIX -por lo menos- se siguió encargando su compra en Europa como tanato cannábica. Sin embargo, desde que en 1806 se aislara la morfina del opio, el esfuerzo de los farmacólogos fue aislar el compuesto activo de todas las especies conocidas. Varias plantas que aparecían en las farmacopeas, como la coca, la digital o la cinchona, fueron sometidas a series de procedimientos para obtener un compuesto activo. Así, en los años siguientes fueron aislados varios alcaloides, como la estricnina (1817), cafeína (1820), quinina (1820), atropina (1831), codeína (1832) y cocaína (1859), entre varios otros. El siglo XIX se puede decir que fue la centuria de los alcaloides. La aparición de estos alcaloides modificó completamente las prácticas médicas. Así ocurrió en el campo de la anestesia, en donde la aparición de los alcaloides se vio reforzada por el desarrollo de instrumentos como la jeringa hipodérmica. Si a comienzos del siglo XIX una cirugía en el Hospital San Juan de Dios de Santiago exigía contar con dos asujetadores y mucha dosis de vino y opio, la aparición del cloroformo y el éter a partir de 1840 ampliarán las posibilidades de intervención sobre los cuerpos. La emergencia de la
morfina en la década de 1870 acabaría por consolidar esta perspectiva terapéutica basada en la obtención de alcaloides y su uso clínico. La posibilidad de estabilizar una dosis exacta que permita distinguir entre provocar un leve mareo, sueño, sedación o la muerte, significaron un gran avance para las prácticas médicas. A diferencia de gran parte de la flora medicinal conocida hasta la época, la cannabis fue obstinada en dar a conocer sus secretos. Farmacólogos franceses desde la década de 1830 y médicos ingleses en Calcuta en 1842 intentaron extraer un compuesto activo de la marihuana sin grandes resultados. Los instrumentos y procedimientos que permitieron aislar gran parte de los alcaloides conocidos en la actualidad, no conseguían hacer familiar el principal alcaloide del cannabis. La ausencia de un compuesto activo aislable y mesurable según los parámetros de la farmacología, implicó que ya en la década de 1930 el cannabis desapareciera de las farmacopeas. También se debe considerar que las prácticas médicas no dejan de ser performativas. Recetar ungüentos o maceraciones de una planta no diferenciaba mucho a los médicos de los yerbateros ante sus clientes, en momentos en que el estamento médico está construyendo una imagen de sí como profesionales sanitarios
CONVIRTIENDO A LOS USUARIOS EN ENFERMOS Al mismo tiempo que el cannabis era expulsado de las farmacopeas, se comenzaba a construir una narrativa en clave de enfermedad sobre el uso de psicoactivos. Tras la masificación de la morfina en los hospitales, surge en la década de 1870 la figura del morfinómano y, posteriormente con la divulgación del uso de la cocaína como anestésico tópico, el cocainómano. Ambas figuras concurrieron para la emergencia del toxicómano como una categoría diagnóstica psiquiátrica, pro-
puesta por el alienista francés Paul Sollier en 1899. Esto implicó que el enganche producido por la morfina modelaría en adelante como grilla de inteligibilidad el uso de cualquier sustancia extraña a Occidente o las producidas por el desarrollo de la química de síntesis. Concebir cualquier uso de psicoactivos como toxicomanía permitió a la psiquiatría, disciplina que a fines del siglo XIX se estaba consolidando como especialidad médica, anexionar una nueva conducta para intervenir. Desde este momento en el pensamiento de las sociedades occidentales cualquier modificación de la conciencia producida por embriagantes o psicoactivos es relacionado con una proximidad a la locura. En el caso particular del cannabis, la idea había sido esbozada en 1845 por el alienista francés Morreu de Tours, quien tras experimentar hachís lo concibe como una ventana a la locura. Es decir, bajo sus efectos podía experimentar lo que era estar en la mente de un loco. En 1925, a instancias de EE.UU., el Convenio de Ginebra incluirá al cáñamo dentro de las sustancias a controlar, junto a los derivados del opio y la cocaína. En 1936 un folleto editado por la Asociación Internacional de Educación sobre Estupefacientes dice que “el consumo de marihuana produce una rápida degeneración física y mental, depravación lujuriosa e inclinaciones irrefrenables a la violencia y el asesinato sin motivo”. Otro señalaba que “es un terrible narcótico, fumado por los criminales y otra gente depravada”. Asistimos a una campaña montada contra la marihuana, cuyo principal impulsor era H. J. Anslinger, jefe del Federal Bureau of Narcotic de la política americana entre 1928 y 1962. La ‘cruzada’ se levantó en un fondo de opinión pública formateado por las cadenas de periódicos de William R. Hearst, quien diseminó relatos que dibujaban a mexicanos o negros violentos tras consumir marihuana.
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y el Cannabis El cine fue también utilizado en la campaña contra el cannabis. En 1936 se estrena la película Marihuana de Dwain Esper, que es la historia de un grupo de jóvenes que tras fumar cannabis se vuelven criminales. Ese mismo año, Anslinger encargó otra película a Louis Gasnier, Reefer Madness, con similar guión. Sus sermones cristalizan en la Marihuana Taxt Act de 1936, primera legislación en el mundo destinada a prohibir el cáñamo. El salto mundial de dicha legislación se dio en 1961 en la Convención Única de Drogas de las Naciones Unidas, cuando se legisla para eliminar en los próximos 25 años el uso del cannabis en el mundo. Es importante considerar que la emergencia del usuario de marihuana como problema médico se dio en un contexto dominado por la eugenesia, doctrina tendiente a producir cuerpos sanos y vigorosos a través de intervenciones biológicas y que tuvieron su principal expresión en la medicina nazi a partir de 1933. El modelo biológico de producir un antígeno para el combate de enfermedades también se empieza a ocupar para dimensionar cuestiones sociales. Pese a la condena del nazismo y sus doctrinas cientificistas, el enfoque y la retórica utilizada para encuadrar a otros grupos sociales persiste en los discursos médicos al momento de referirse a las drogas. El anhelo de ‘un mundo libre de drogas’, colocado desde la década de 1990 como objetivo de Naciones Unidas, evidencia que de fondo la guerra contra las drogas persigue el ideal de una comunidad pura.
EL REVIVAL DEL CANNABIS MEDICINAL Pese al cerrado rechazo al cannabis de gran parte del estamento terapéutico, núcleos de científicos dispersos en el mundo no se dejaron empapar por los prejuicios y se afanaron en investigar sobre la planta. Uno de esos núcleos era el laboratorio del químico israelí Raphael
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Mechoulam, quien en 1963 consigue aislar un compuesto activo del cannabis, el tetrahidrocannabinol (THC). Él mismo cuenta que para conseguir encontrar lo que hasta ahora se reconoce como el principal compuesto activo con efectos psiconáuticos, fue necesario el desarrollo de instrumentos y procedimientos de laboratorio, muy lejanos a los que hicieron posible la química de síntesis del siglo XIX. El hecho de que en las últimas décadas recién el cannabis se abra a revelar sus propiedades medicinales da cuenta más de los límites cognitivos, instrumentales o procedimentales de una época, que de ausencia de propiedades terapéuticas. El neurólogo Ethan Russo comenta que la falta de estandarización, los problemas de biodisponibilidad y, en última instancia, la prohibición, fueron factores que impidieron desde fines del siglo XIX las investigaciones en cannabinoides, algo que recién se reanudó en la década de 1970 con trabajos tanto de laboratorio como del entorno clínico. El exilio de las farmacopeas durante la primera mitad del siglo XX, dado por no poder estabilizar una dosis, cambió en la actualidad a un intenso interés por los cannabinoides. Mechoulan mismo destaca que no hay laboratorio farmacéutico en el mundo que no esté realizando pesquisas en cannabinoides. A su juicio, “la marihuana es un tesoro medicinal recién en proceso de descubrimiento”. Hasta el momento se ha descubierto que la cannabis tiene más de 500 compuestos, entre los cuales hay aproximadamente unos 120 cannabinoides. La identificación del sistema endocannabinoide, trabajo también realizado por el grupo de investigación de Mechoulan; de la anandamida como neuromodulador y de la existencia de receptores cannabinoides en diferentes sistemas -como el nervioso, cardiovascular, digestivo, respiratorio y
esquelético-, orientan en la actualidad interesantes investigaciones. En los últimos años en varios estados de EE.UU. se ha legislado para permitir el uso medicinal. También ocurre lo mismo en Uruguay, Canadá, Israel y varios países europeos, como Portugal y Alemania. En Chile el uso medicinal está permitido por la Ley de drogas, pero ocurre que varios cultivadores han sufrido el acoso policial y la incautación de sus plantas. Para regular esto, la diputada Karol Cariola (PC) promovió la Ley Cultivo Seguro junto a organizaciones de pacientes como Mamá Cultiva y la Fundación Daya, proyecto de ley que tras ser aprobado en la Cámara está en proceso de discusión en la Comisión de Salud del Senado.
FABRICANDO LA EVIDENCIA CIENTÍFICA En medio del debate parlamentario sobre el cannabis medicinal fue publicado en 2018 un estudio sustentado en Medicina Basada en la Evidencia (MBE), que retira todas las propiedades terapéuticas del cannabis en 80 enfermedades. Realizado por la Fundación Epistemonikos, fue publicitado como la mayor recopilación de evidencia científica a nivel mundial sobre las propiedades medicinales del cannabis. Su vocero, el médico de la PUC Gabriel Rada, sentencia en una columna publicada en prensa que “no existe ninguna condición en la cual los beneficios del uso de cannabis o productos derivados sean superiores a sus efectos adversos y riesgos”. Es de perogrullo que cualquier persona ante un problema de salud va a querer que las prácticas terapéuticas que emprenderá sean basadas en la mayor evidencia científica disponible. En eso no hay duda. El problema es quién determina esa evidencia. Quién se coloca a partir de qué atribución y utilizando qué tipos de mecanismos para decir qué terapéutica
es respaldada en la evidencia y cuál no. La publicación de la Fundación Epistemonikos, al reducir la discusión sobre el cannabis medicinal a lo posible de comprobar por un estudio de MBE realizado por ellos mismos, persigue monopolizar el debate, autoestableciéndose como única autoridad científica. Epistemonikos se apropia del concepto ‘evidencia’. La psiquiatra e investigadora en bioética de la Universidad de Montreal, Mona Gupta, en su análisis de la MBE en psiquiatría detalla que en dicho campo se produce una operación similar a la que realiza Epistemonikos respecto del cannabis: se resume a que tienes un grupo de personas que toman el control de un área profesional, reclaman la propiedad de la misma y también se apropian de la terminología persuasiva en esa área. En la década de 1970 se consolida en Inglaterra la MBE (del inglés evidencebased medicine). Uno de sus principales promotores fue el médico escocés Archie Cochrane, quien aboga por el ajuste de las ciencias biomédicas a estudios randomizados, lo que implicaría una medicina más efectiva y eficiente basada en ensayos controlados aleatorios. Al mismo tiempo se producen bases de datos de revisiones sistemáticas. Dicho ideario cuaja con la creación del Centro Cochrane en Oxford y una red de colaboradores en el mundo, del que forma parte Epistemonikos. Si bien es de gran importancia producir un padrón que permitiera dirimir entre estudios bien realizados y cuáles no en las ciencias biomédicas, esta búsqueda de ‘objetividad’ está de igual forma atravesada por intereses ideológicos, políticos y económicos. En un análisis dedicado a la MBE en la prevención y el tratamiento del accidente cardiovascular (ACV), Angel Chamorro y otros médicos plantean como elementos preocupantes de la MBE el tono positivista que impregna
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LA EMERGENCIA DEL USUARIO DE MARIHUANA COMO PROBLEMA MÉDICO SE DIO EN UN CONTEXTO DOMINADO POR L A EUGENESIA, DOCTRINA TENDIENTE A PRODUCIR CUERPOS SANOS Y VIGOROSOS A TRAVÉS DE INTERVENCIONES BIOLÓGICAS Y QUE TUVIERON SU PRINCIPAL EXPRESIÓN EN LA MEDICINA NAZI. sus discursos; el eventual reforzamiento de un modelo de medicina radicalmente reduccionista de la realidad biopsicosocial del ser humano a su dimensión meramente biológica y a menudo ‘troceada’ del cuerpo; y, por sobre todo, su posible utilización perversa por los gestores de políticas sanitarias de inspiración neoliberal, o por la ilimitada avidez de las compañías privadas de seguros médicos. El estudio de Epistemonikos justamente defiende que la evidencia sobre el cannabis no la pueden dar pacientes o sus familiares que experimentan una mejora de sus síntomas, sino que debe ser realizada por estudios de MBE. Es decir, instituciones grandes como laboratorios o centros de estudio son los únicos autorizados a enunciar un discurso científico sobre el cannabis. Carlos Ibáñez, director de la Sociedad Chilena de Neurocirugía, Psiquiatría y Neurología (Sonepsyn), representa esta perspectiva biomédica que reduce la efectividad del cannabis experimentada en pacientes y sus cercanos. En una columna sostuvo que “los médicos y científicos no descalifican la experiencia personal de alivio de algunas personas al consumir marihuana. Sin embargo, hacen hincapié en que esas experiencias individuales no constituyen sustento suficiente para definir una política pública sanitaria, ni para que los médicos comiencen a prescribir marihuana a sus pacientes cuando la ciencia lo desaconseja”.
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Es importante considerar además que la ausencia de evidencia científica que acusa Epistemonikos respecto del cannabis, no implica que la especie no posea efectividad terapéutica. Muchas de nuestras decisiones terapéuticas no están basadas en un saber producido por la MBE, y los parámetros de muchos estudios muchas veces impiden llegar a observar resultados satisfactorios. La ausencia de evidencia presentada no sólo tiene que ver con los prejuicios sobre el cannabis, lo que tiene relación con los esquemas cognitivos de un sector importante de los médicos chilenos; también la posibilidad de comprobar la efectividad de un medicamento está determinada por preguntas mal formuladas en la investigación, problemas metodológicos y las capacidades de los instrumentos. La estrategia discursiva de Epistemonikos se basa en omitir estudios que otorgan considerable importancia a los efectos positivos del cannabis, minimizar la evidencia relevante y contrastarla siempre con efectos adversos que serían más dañinos. Según su revisión sistemática no hay suficiente evidencia de que el cannabis estimule el apetito en pacientes con el síndrome de emaciación (wasting), asociado generalmente al VIH/SIDA; tampoco respecto de sus cualidades antieméticas en el control de náuseas y vómitos inducidos por quimioterapia; o en el glaucoma ocular, respecto del cual afirman que “la certeza de la evidencia es baja”. En abril de 2018, cuando fue difundido a través de los medios masivos, el estudio de Epistemonikos movilizó inmediatamente el respaldo entusiasta del corporativismo médico. Pese a tratarse de una revisión sistemática de metaanálisis que se despliega en más de una decena de artículos que suman varias páginas que revisar, en pocas horas -o a lo más algunos días- varias sociedades médicas apoyaron el estudio, como la tradicional Sonepsyn.
CANNABIS MEDICINAL Y NUEVAS PRÁCTICAS TERAPÉUTICAS En marzo de 2019 fue presentado un ‘Manifiesto de apoyo a las investigaciones con cannabis y al tratamiento con sus derivados’, firmado por cerca de 200 profesionales biomédicos. El documento salió
al paso de la supuesta evidencia científica que Epistemonikos reclama sobre el uso medicinal de la planta. Los investigadores y médicos llaman la atención de las autoridades respecto de la importancia del cannabis como medicina, su aceptación entre las alternativas terapéuticas disponibles y el reconocimiento de la experiencia de los pacientes en la formulación de políticas de salud. El manifiesto parte por lamentar el estado actual del cannabis en el listado de drogas prohibidas y las “formas de hacer ciencia basada en prejuicios y cuyo objetivo es aportar argumentos para fortalecer la penalización del cannabis y desincentivar las investigaciones científicas”, esto en directa alusión al estudio de Epistemonikos. Los puntos principales del manifiesto son un llamado a los gobiernos y parlamentos del continente a propender a facilitar el acceso al cannabis medicinal; estimular el desarrollo de investigaciones sobre sus usos terapéuticos; y detener la persecución a científicos que investigan en cannabinoides y a usuarios de cannabis medicinal. También el manifiesto hace un llamado a respetar y considerar las experiencias y saberes de los pacientes. Sostiene que “la incorporación de las vivencias de los pacientes abre nuevas dimensiones para mejorar las prácticas clínicas. El hecho de que muchas personas hoy estén produciendo su propia medicina a contrapelo de los intereses de importantes poderes científicos, que buscan hegemonizar el saber, no puede ser contestado con un cierre epistémico de la discusión basado en una supuesta autoridad científica que niega la experiencia de los pacientes y sus familiares. La controversia médica respecto del cannabis debe implicar tanto a los pacientes como a los investigadores bajo un principio de simetría y no generar relaciones verticales basadas en una supuesta experticia alejada de prácticas de cura concretas”. Entre las organizaciones adherentes destacan dos universidades federales de Brasil, la Universidade Federal da Paraíba (UFPB) y la Universidade Federal de Juiz de Fora (UFJF); y organizaciones de pacientes de Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay y Uruguay.
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Una de las promotoras del manifiesto, la psiquiatra brasileña Eliane Nunes, considera que todavía en el estamento médico hay prejuicios tras décadas de prohibición. “La academia aún no discute esa temática con la propiedad que merece, reproduciendo la idea instalada del cannabis como dañino para la salud”, sostiene. Nunes es enfática en señalar que “el discurso prohibicionista llevó a una formación de clínicos que desconocen las propiedades médicas del cannabis y los recientes avances sobre cannabinoides”. Patricio Silva, médico de Fundación Daya, sostiene que “en Chile no hay Escuela de Medicina que entregue formación en endocannabinoides y aplicación terapéutica de cannabis. Algunas universidades pueden incluirlo de forma muy superficial en asignaturas como Fisiología, pero no llegan a la aplicación clínica, que es un muy buen primer paso para derribar prejuicios de parte de los futuros médicos y personal de salud. Creo
que aún queda mucho por recorrer para llegar a utilizarla abiertamente como una opción terapéutica segura y eficaz”. Respecto de su interés en el cannabis, sostiene que fue autoformativa, junto al estudio de material bibliográfico, revisión de publicaciones científicas y la experiencia con pacientes. Eliane, por su parte, trabaja en drogas hace más de 30 años y dice tener abertura para escuchar las demandas que llegan a la clínica. “Me enfrenté en los últimos 5 años con muchos casos sin resolución que mejoraron mucho a partir de la osadía de los familiares de usar la planta”, nos cuenta. Silva considera que para él fue fundamental para cambiar el enfoque acostumbrado en las escuelas de medicina, su interés especial por la mirada de reducción del
EL MÉDICO DE LA FUNDACIÓN DAYA CONSIDERA QUE “L A MEDICINA OCCIDENTAL ACTUAL SE ORIENTA AL TRATAMIENTO DE LA PATOLOGÍA, EN VEZ DE PROMOVER HÁBITOS DE VIDA SALUDABLE PARA EVITAR ENFERMAR” daño con respecto a sustancias y fármacos. “Me preocupé por ver alternativas diversas al prohibicionismo y juicio moral de los médicos con sus pacientes a la hora de conversar de sustancias, dentro de las cuales se encuentra la cannabis, imponiéndose como una nueva alternativa para complementar en el arsenal terapéutico del dolor y otros síntomas como rigidez, espasticidad, náuseas y vómitos en pacientes sobrellevando quimioterapia, ansiedad, síntomas de síndrome de estrés post traumático, entre otros más”. La Fundación Daya en sus seis años de existencia ha dado atención a más de
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25.000 pacientes. Silva detalla que entre los motivos de consulta, “un 60 por ciento es por dolor crónico oncológico y no oncológico, otro 30% por causas neurológicas y un 10% restante se distribuye entre salud mental, afecciones dermatológicas y otras”. El uso de cannabis ha modificado las formalidades terapéuticas. Silva cuenta que en la Fundación Daya se puede “contrastar una atención basada en la enfermedad versus atención basada en el paciente”. La consulta implica la participación de un terapeuta que orienta la entrega de información sobre el sistema endocannabinoide, la Ley 20.000 y formas de administración de cannabis. También se solicita al paciente la documentación de historia clínica. Luego comenta que se evalúan hábitos como dieta, calidad de sueño y funcionalidad. “Se orienta a empoderar al paciente para que se eduque y tenga la mayor cantidad de conocimiento para el manejo de su patología y finalmente se entrega indicación con respecto a su terapia con cannabis”, destaca.
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El médico considera que “la medicina occidental actual se orienta al tratamiento de la patología, en vez de promover hábitos de vida saludable para evitar enfermar; así vemos cómo el espíritu consumista, de solo comprar la solución en la farmacia, ha invadido las salas de atención médica”. La psiquiatra Eliane Nunes es optimista respecto del cambio que significa para las prácticas terapéuticas la discusión respecto del cannabis. Sostiene que se trata de “mucho intercambio de información que puede ser vivenciado a partir de la relación con los pacientes. Creo que nos obliga a pensar en una nueva clínica”.
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Cronica 8
“ Yo con esto quedé traumada”:
María Yanet Lecert, 77 años, imputada como traficante por tener dos plantas de marihuana.
“Qué tan malas van a ser si son para remedios”, pensó la mujer cuando decidió cultivar cannabis con el objetivo de paliar los dolores de la osteoporosis y artritis que padece. POR DANIEL LABBÉ YÁÑEZ
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l pasado 15 de abril María Yanet Lecert pudo respirar un poco más tranquila. El Juzgado de Garantía de Valdivia en la Región de Los Ríos la sobreseyó luego de ser imputada por tráfico de drogas. Terminaba así la peor parte de una suerte de pesadilla kafkiana de la que jamás pensó que sería protagonista a sus 77 años por el solo hecho de cultivar dos plantas de marihuana.
Fue una conocida la que le contó que estaba tomando infusiones de cannabis para enfrentar la enfermedad que padecía, por lo que María decidió comprar algunas semillas, plantar y transformarse en usuaria medicinal. Sufre de osteoporosis y artritis. “Me duelen todos mis huesos, mis manos deformadas”, explica. Le crecieron dos plantas, las que puso en la ventana de su casa en Valdivia. “Yo dije: qué tan malas van a ser si son para remedios”, recuerda.
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“HAY NOCHES EN QUE ME DAN LAS 5, 6 DE LA MAÑANA, SIN PODER DORMIR” En las noches se preparaba agüitas con las hojas de sus plantas de cannabis. “Me relajaba, por lo menos ya dormía, porque hay noches en que me dan las 5, 6 de la mañana, sin poder dormir, porque me duele mucho el cuerpo”, cuenta. Recuerda que un día probó fumándose un cigarrillo de marihuana, pero finalmente no le gustó. Todo iba bien hasta que funcionarios de la Policía de Investigaciones (PDI) llegaron hasta su casa. Ingresaron a su hogar y le pidieron que les abriera la puerta del lugar donde tenía las plantas de marihuana. “Les abrí porque no tenía nada que esconder y les expliqué que eran para mi dolor”, relata María. Los policías no le exhibieron ninguna orden emitida por un juez de Garantía, requisito para poder ingresar a su domicilio. Le dijeron que debían llevarse las plantas y le hicieron firmar una serie de documentos -“ya ni sé cuántas hojas”, recuerda-, entre ellos el acta de entrada y registro voluntario. Le adelantaron que le llegaría una citación desde la Fiscalía. María estaba sola en ese momento. Su hijo, bombero, llegó después, cuando los funcionarios de la PDI ya se habían llevado las plantas. “Yo me asusté harto, pensé que me iba a desmayar”, rememora sobre ese momento la mujer de 77 años. Evidenciando algo de dudas, apunta que los miembros de la PDI le dijeron que los vecinos habían reclamado y que por eso estaban ahí. “¿Pensarían que yo
iba a traficar con dos plantas que tenía? Si una tendría 30 centímetros y la otra, pongámosle que tenía 50… De ese porte eran”, enfatiza.
“YO JAMÁS EN LA VIDA HABÍA IDO A UN TRIBUNAL” El proceso judicial que vendría después fue peor que la visita policial. Fue todo un período de estrés para una anciana que nunca había tenido contacto con el sistema penal. “Cómo no me iba a preocupar si me citan a un tribunal, cuando yo jamás en la vida había ido a eso”, sostiene. Afortunadamente, la Justicia acogió finalmente la solicitud de sobreseimiento definitivo de María Yanet demandada por el defensor penal Mauricio Obreque. “El Ministerio Público estaba pidiendo una condena por el delito de cultivo de cannabis (...) El Juzgado de Garantía de Valdivia sobreseyó definitivamente por entender que no había un delito en este caso, no había tráfico, puesto que no se vulneraba la salud pública -que es lo que protege la ley de tráfico de drogas-, porque la abuelita usaba eso con fines medicinales”, explicó entonces el abogado. Desde Fundación Daya, en tanto, señalaron que casos como este son “ejemplos de las dificultades a las que se enfrentan los usuarios de cannabis medicinal, quienes a diario ven vulnerados sus derechos”. Pero, por otra parte, la organización los considera igualmente como “una señal de avance, ya que son varios los jueces que han observado que en la práctica no se reconoce el derecho fundamental de presunción de inocencia, sino que se le exige a los imputados y sus defensas probar inocencia”. Sin perjuicio del fallo en su favor, todo el proceso por el que debió atravesar la
adulto mayor luego del ingreso de la PDI a su casa, dejó evidentes secuelas en ella.
“ME DA MIEDO QUE VENGAN OTRA VEZ” Tras ser sobreseída, María decidió no volver a cultivar marihuana. Las dos plantas que tenía, por supuesto nunca regresaron a su hogar. “Yo con esto quedé traumada. Incluso me han dicho que lo haga en indoor, pero prefiero no hacerlo, porque me da miedo que vengan otra vez, y yo para andar metida en esas cosas soy una persona que tengo 77 años...”, reflexiona. “Encuentro muy malo que se persiga a la gente cuando se usa para medicina. Porque donde venden no van, porque ahí son bravos. ¿Por qué no se meten donde realmente venden drogas? Ahí debieran ir, ahí los debieran perseguir, a los que trafican la otra droga, no ésta”, concluye María Yanet.
“DONDE VENDEN NO VAN, PORQUE AHÍ SON BRAVOS. ¿POR QUÉ NO SE METEN DONDE REALMENTE VENDEN DROGAS? AHÍ DEBIERAN IR, AHÍ LOS DEBIERAN PERSEGUIR, A LOS QUE TRAFICAN LA OTRA DROGA, NO ÉSTA”
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LO S CO N T R OV E RT I D O S E X P E R I M E N TO S D E L D O C TO R R O B E RT G . H E AT H
LA MARIHUANA MATA NEURONAS
La historia de un argumento que por décadas sustentó el discurso prohibicionista sobre el cannabis que acabó siendo una impostura científica. POR M.B.R
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uién no recuerda la aseveración de que la marihuana mata las neuronas. Por décadas dicho enunciado operó como verdad, reproduciéndose en artículos científicos, noticiarios de televisión y conversaciones cotidianas. Dicho ‘descubrimiento’ fue hecho por Robert G. Heath, fundador del Departamento de Psiquiatría y Neurología de Tulane en 1949. Su currículum científico incluye el uso de pacientes afroamericanos para experimentos de psicocirugía, una bizarra teoría respecto de la esquizofrenia, pagos de la CIA para experimentos con drogas en pacientes no informados y una ‘cura’ de un joven gay a través de una terapia a base de estimulaciones eléctricas y películas porno. Heath se inició desarrollando una técnica de implante de electrodos en estructuras corticales a través de psicocirugía y de estimulación cerebral eléctrica (DBS) en pacientes esquizofrénicos. Su teoría era que estimulando el ‘área septal’ del cerebro, que vinculaba con los sentimientos de placer, se podía reprogramar conductas. En la década de 1950, junto al psiquiatra australiano Harry Bailey, utilizaron prisioneros afroamericanos para experimentos de psicocirugía. Años después, en una conferencia, Bailey diría que habían usado personas racializadas porque era “más barato usar a los niggers que a los gatos”. Heath además recibió financiamiento de la CIA y del Ejército norteamericano para desarrollar investigaciones con bulbocapnina (1956), LSD y mescalina (1957). Sin reparar en asuntos éticos, tras experimentar la primera sustancia en monos, lo hizo con una persona afroamericana recluida en la penitenciaría de Luisiana. Su experimento más controvertido sería realizado en 1972, cuando presentó al paciente B-19, un joven de 24 años a quien había curado supuestamente de su homosexualidad. El tratamiento consistió en implantar quirúrgicamente dos electrodos en su cabeza y luego hacerlo ver una película porno mientras se masturbaba y experimentaba estimulación. El doctor Heath registraba la actividad
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encelográfica de esta persona durante el orgasmo. La terapia siguió posteriormente con una trabajadora sexual contratada para estimular al chico. Primero el médico estimulaba la ‘región septal’ y luego lo ponía a tener relaciones sexuales mientras era monitoreado para obtener su registro cerebral. El tratamiento duraría 11 meses.
DIVERSOS INVESTIGADORES PIDIERON A HEATH REVELAR LOS DETALLES DE SU ESTUDIO PARA COMPROBAR SI EFECTIVAMENTE EL CANNABIS MATABA NEURONAS. SU METODOLOGÍA ES UN CASO HISTÓRICO PARA DAR CUENTA DE LA MANIPULACIÓN DE LAS VARIABLES PARA FORZAR UNA EVIDENCIA En la época también Heath cobró fama al proponer la teoría de que la esquizofrenia era una enfermedad en la cual las personas eran alérgicas a su propio cerebro. Se afanó así en producir un antígeno, lo que hizo aplicando su terapia de estimulación eléctrica en la región del ‘septum’ de esquizofrénicos. Dicho procedimiento lo hizo descubrir una sustancia que llamó taraxenía, que consideraba la causa del trastorno. El problema es que ningún otro científico pudo ver jamás la supuesta hormona que sólo distinguía Heath. En la década de 1970, aprovechando el financiamiento del gobierno norteamericano para el desarrollo de estudios sobre los efectos de la marihuana, Heath vio la oportunidad de realizar otra controvertida investigación sobre un tema que demandaba gran interés social. Utilizando cuatro monos rhesus, los hizo consumir cannabis durante un año, para luego matarlos y examinar su cerebro. Comparados con un grupo control, dice haber contado las células del cerebro y descubierto que los monos fumadores tenían menos células. Publicó sus conclusiones en 1974, asegurando que el cannabis mata neuronas. De inmediato contó con un entusiasta
recibimiento del entonces gobernador de California, Ronald Reagan, quien lo apropió para utilizarlo en sus campañas políticas. Era la época de Richard Nixon y el Partido Republicano instalaba como enemigo nacional a las drogas, como el pretexto para perseguir a las personas de origen afro y a los hippies. Reagan dijo en su oportunidad que “ahora tengo una prueba absoluta de que fumar incluso un cigarrillo de marihuana equivale al mismo daño cerebral de estar en la isla Bikini durante una explosión de la Bomba H”. El estudio volvió a colocar a Heath en el escenario. Fue invitado a una audiencia del subcomité del Senado norteamericano sobre el cannabis y la salud, entregando a los congresistas conservadores el argumento científico perfecto de que la planta cuyo consumo se diseminaba entre los jóvenes de la contracultura, provocaba daño cerebral. Las conclusiones de Heath inmediatamente despertaron sospechas en la comunidad científica. Julius Axelrod, bioquímico ganador del Premio Nobel en 1970, también convidado a un comité del Senado para evaluar el estudio de Heath, calculó que la cantidad de humo administrada a los monos equivalía a un humano que fumara más de cien porros al día durante seis meses. Diversos investigadores y medios masivos pidieron a Heath revelar los detalles de su estudio o la realización de nuevos experimentos para comprobar si efectivamente el cannabis mataba neuronas. Tras seis años de solicitudes, se abrió la caja negra del estudio de Heath. Su metodología es un caso histórico para dar cuenta de la manipulación de las variables para forzar una evidencia. Para ahorrar costos y no tener que mantener a un asistente a lo largo del año entero que debía haber durado el experimento, lo aceleró. Durante tres meses, todos los días amarraba a una silla a los monos y conectaba sus cabezas a una mascarilla hermética. Luego les hacía inhalar durante cinco minutos el equivalente a más de 60 porros de marihuana sin intervalos de
Robert Heath oxígeno. Los científicos concluyeron lo evidente: el daño provocado a los primates fue por falta de oxígeno. La muerte de células del cerebro de los monos fue por asfixia, algo que Heath atribuyó al cannabis. Además, la cantidad suministrada a los animales era el doble de la informada en el estudio publicado en 1974. En 1982 el Instituto de Medicina y la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. encargaron la realización de nuevos estudios para confirmar lo planteado por Heath. La crítica fue feroz, incluyendo el insuficiente muestreo, la falsa atribución al cannabis de lo provocado por la falta de oxígeno y las altas dosis empleadas. Heath, por su parte, siguió recibiendo fondos para realizar estudios sobre el cannabis, reproduciendo el mismo modelo experimental hasta la década de 1980. Estudios más rigurosos realizados posteriormente rastrearon los efectos del consumo de cannabis en monos sin encontrar alteraciones físicas en el cerebro. Tampoco se han hallado daños cerebrales en personas consumidoras de grandes cantidades de cannabis durante años. Investigaciones hechas después acabaron volteando el daño neuronal atribuído al cannabis por Heath y en la actualidad se concluye que la planta y sus derivados tienen capacidad neuroprotectora, es decir, protegen las células cerebrales. En 2005, un estudio dirigido por Xia Zhang de la Universidad de Saskatchewan sugirió que el uso de la marihuana podía estimular el crecimiento de células cerebrales al observar que cannabinoides sintéticos estimulaban el crecimiento de nuevas neuronas en el hipocampo de ratas. Investigaciones posteriores han confirmado dicha tesis y en la actualidad se espera que el cannabis y sus derivados desempeñen un papel importante en la terapéutica futura de enfermedades neurodegenerativas, como la esclerosis múltiple, el Alzheimer y el Parkinson.
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Cerebros de colores UNA DESLEGITIMADA ‘CRUZADA’ CONTRA LA MARIHUANA
EN LA D
decimonónica que de investigaciones científicas de avanzadas, las que por rigor siempre son más cautas en la exhibición de los alcances de sus resultados.
CEREBROS CON AGUJEROS En el artículo publicado en Ciper Chile también es citado un estudio realizado por Daniel G. Amen, quien asegura haber comprobado un supuesto envejecimiento cerebral producido por la marihuana (3). Se sustenta la afirmación con una infografía que combina imágenes de cerebro por SPECT con información sobre los supuestos hallazgos del estudio (4).(Ver imagen).
En la controversia sobre las propiedades terapéuticas del cannabis en Chile se han publicado neuroimágenes que aseguran haber comprobado daño cognitivo en adolescentes y envejecimiento cerebral. Los autores de dichos planteamientos tienen profundos vínculos con la psiquiatría orientada a comunidades terapéuticas y el autor principal del estudio sobre envejecimiento está seriamente deslegitimado por sus pares. POR M.B.R.
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n plena discusión parlamentaria sobre la Ley de Cultivo Seguro de cannabis para uso medicinal se han publicado artículos en medios masivos que dicen haber comprobado daños cerebrales que provocaría el uso de cannabis a través de neuroimágenes obtenidas por SPECT (1). Para sustentar eso se citan principalmente dos estudios, uno realizado por la psicóloga Anneliese Dörr y otro por el psiquiatra norteamericano Daniel G. Amen.
Anneliese Dörr es directora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Publicó en 2013 un estudio junto al fallecido médico Ismael Mena, integrante del directorio de la Fundación La Esperanza. Dicha comunidad terapéutica desde fines de la dictadura ha promovido la estigmatización de usua-
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rios de sustancias declaradas ilícitas y ha servido para triangular platas sucias para el ex senador Jaime Orpis (UDI), férreo cruzado anti drogas de la política chilena en las últimas décadas. Para dicha investigación se utilizó a estudiantes seleccionados sólo por el hecho de haber declarado en algún momento ser consumidores de cannabis, dictaminando supuestos daños en el área prefrontal del cerebro. Dörr y Mena relacionan dicho daño neurológico con conductas como la impulsividad, la incapacidad para planificar actividades y “dejarse llevar por el placer inmediato” (2). Dicho estudio tiene graves problemas metodológicos, como la relación directa entre uso de cannabis y daño en la región prefrontal del cerebro, pese a que no hubo preocupación alguna en determinar qué sustancias consumían efectivamente los adolescentes. Los daños neurológicos que dicen demostrar Mena y Dörr se relacionan más con
un atávico prejuicio respecto de la conducta de los usuarios de cannabis que con un hallazgo científico honesto. El interés que la psicóloga Dörr viene desplegando hace años, aplicando test psicométricos de tipo conductistas a usuarios de cannabis para probar deficiencias cognitivas, se refuerza con el uso de neuroimágenes y su difusión a través de medios masivos. En el fondo, se busca otorgar supuestos sustentos científicos a su cruzada contra el cannabis. No se puede establecer una relación inmediata entre el uso de cannabis y las conductas que dicen observar tras aplicar test psicométricos y la aplicación de NeuroSPECT. Hacer coincidir neuroimágenes con resultados de test psicológicos conductistas referidos a áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje para diferenciar consumidores de cannabis de no consumidores, acaba siendo una nueva empresa más propia de la frenología
En la figura se aprecian tres cerebros, los que representan de izquierda a derecha el supuesto envejecimiento cerebral. La primera imagen es una figura que se torna de colores rosado a verde con pocos contornos y que representa un cerebro de 20 años. En el centro aparece una figura similar que representa un cerebro de 50 años de edad y el último cerebro representado, a la derecha de la imagen, aparece con agujeros y surcos contorneados con mucha mayor profundidad que el primer cerebro representado. La imagen además está reforzada con un listado de los supuestos aceleradores de predicción de envejecimiento cerebral detectados por el estudio, entre los que incluye en orden de influencia la esquizofrenia (estimada en 4 años), el ‘abuso de cannabis’ (2,8 años), trastorno bipolar (1,6 años), trastorno por déficit de atención o hiperactividad (1,4 años) y abuso de alcohol (0,6 años). La publicación de Amen, realizada en Journal of Alzheimer’s Disease en 2018, se presenta como el estudio más grande conocido de imágenes cerebrales. Asegura haber evaluado 62.454 SPECT del cerebro de más de 30 mil personas entre 9 meses y 105 años para “investigar los factores que aceleran el envejecimiento cerebral” y abarcaron 128 regiones del cerebro. Tras incluir varios tópicos comunes para la teratología psiquiátrica contemporánea (esquizofrenia, abuso de drogas, déficit atencional), sentencian los autores que “se han sentado las bases para explorar más a fondo cómo los trastornos psiquiátricos comunes pueden influir en los patrones saludables del flujo sanguíneo cerebral”. La tecnología tomográfica SPECT, según las conclusiones de Amen, podrían así calcular la edad cronológica de los cerebros. El estudio persigue promover la utilización de una tecnología como el SPECT en el diagnóstico psiquiátrico, pese a que para la comunidad científica la
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Ciencia 11 CITAS
A DISCUSIÓN SOBRE EL
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utilización de neuroimágenes de SPECT y fMRI, tienen serias limitaciones para determinar procesamientos cognitivos o emocionales (ver reportaje siguiente). La falta de validación empírica ha llevado a una condena generalizada de SPECT de diagnóstico, por prematura y no probada.
Sanando el hardware del alma: Mejora tu cerebro para mejorar tu trabajo, amor y vida espiritual (2008); Libera tu cerebro (2010); Usa tu cerebro para rejuvenecer: cómo verte, sentirte y pensar mejor cada día (2012); o Desata el poder del cerebro femenino (2013).
QUIERO VER TU CEREBRO
En el último tiempo Daniel Amen también incursionó junto a pastores evangélicos en lo que se denomina el Plan Daniel de la Iglesia de Saddleback, y en el que difunden programas de ayuda para que el mundo esté sano a través de organizaciones religiosas.
Daniel G. Amen es un psiquiatra rodeado de controversia. Es anfitrión de varios programas de televisión en Estados Unidos, autor de 30 libros de autoayuda y comerciante de cócteles dietéticos. Tras diez años de ejercer como psiquiatra, en 1989 fundó Amen Clinics, especializada en hacer diagnósticos con las recientes tecnologías de tomografía SPECT. Era una época de gran expectación respecto de las potencialidades atribuidas a las tecnologías de visualización al interior de nuestras cabezas, muy parecidas al ánimo que rodearon los diagnósticos con Rayos X y la electroencefalografía a comienzos del siglo XX. El psiquiatra ha montado ocho clínicas en las principales ciudades norteamericanas, las que atienden a unos 1.200 pacientes por mes, quienes pagan una sesión inicial de U$ 3,500. En la prensa anglosajona se han publicado varios artículos describiendo el imperio montado por Amen a través de los libros de autoayuda, los programas televisivos y las exploraciones SPECT. Gran parte de los perfiles realizados destacan que la mayoría de los pacientes desconocen que el diagnóstico SPECT en psiquiatría carece de apoyo científico (5). En un perfil sobre Amen publicado en The Washington Post, el profesor de psicología Irving Kirsch llegó a comparar a Amen con un “vendedor de aceite de serpiente”(6). En 1999 Amen publicó su primer libro, Cambia tu cerebro, Cambia tu vida, en el que expone su tesis de que los problemas psicológicos y causantes de enfermedades mentales tienen un origen orgánico alojado en el fondo de nuestro cerebro y que se puede revelar a través de una exploración SPECT. Amen tuvo buen olfato comercial en ese momento, ensamblando el asombro ante una nueva tecnología que venía en la cresta de la ola de informatización con una floreciente cultura de la autoayuda. El libro fue todo un éxito y le significó una gran concurrencia a una red de clínicas que comenzó a abrir en la costa oeste de Estados Unidos. Títulos posteriores suyos reflejan su apostolado por reducir la complejidad de lo humano a lo que pasa en el cerebro. Traducidos al español suenan así como
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En el estudio dedicado al envejecimiento cerebral de 2018, Amen recurrió a la base de datos que ha atesorado en su red de clínicas. Asegura tener la colección más grande del mundo de escáner de cerebros, los que alcanzarían 115 mil de pacientes de 111 países. Amen se ha ensañado en aplicar SPECT, junto con las evaluaciones clínicas, como una herramienta de diagnóstico en el 90 por ciento de sus pacientes (7). Como apóstol convicto de la tecnología de visualización cerebral confesó que “escaneé a mi esposa dentro de las dos semanas y media posteriores a las citas”, y agrega que “la regla en mi familia es que si sales con mis hijas por más de cuatro meses, quiero ver tu cerebro”(8).
MÁS RUIDO QUE NUECES El optimismo de Amen en la promoción de sus terapias despertó la sospecha de sus mismos colegas. Los integrantes del Consejo de Imágenes Cerebrales de la Sociedad de Medicina Nuclear de Estados Unidos, Bryon Adinoff y Michael Devous, ofrecieron en su oportunidad al doctor Amen presentar un conjunto de sus exploraciones SPECT para contrastarlos y así poder determinar si efectivamente la técnica de diagnóstico que utiliza es correcta. Pese a que dicha validación hubiera dado un importante apoyo para su enfoque terapéutico, la oferta fue rechazada. Los médicos publicaron un artículo en el Americal Journal of Psychiatry denunciando que el doctor Amen nunca aceptó el desafío, persistiendo a través de sus libros y programas de TV en afirmaciones científicamente infundadas para diagnosticar y tratar pacientes. Recalcaron la ausencia de datos empíricos para respaldar los tratamientos promovidos por Amen (9). Haciendo referencia directa al uso indiscriminado de SPECT realizado por Amen, Thomas Insel, director del Instituto Nacional de Salud Mental entre los años
2002 y 2015, en un artículo dedicado a los avances en las tecnologías de imágenes cerebrales publicado en 2010, sostenía que “por más emocionantes que sean estos avances, las imágenes cerebrales siguen siendo principalmente una herramienta de investigación cuando se trata de trastornos mentales”. También advertía que “el celo empresarial que aprovecha los avances científicos debe ser moderado por los controles de la realidad”(10). ¿Qué es lo que hace que un escritor de libros de autoayuda produzca un estudio en contra del cannabis? Las investigaciones realizadas por Amen utilizando SPECT, en que incluye el cannabis, corresponden a la ampliación de sus objetos científicos con el objetivo de dar más sustentos a su uso de escáner cerebrales para diagnosticar trastornos mentales. En otros estudios aseguró poder diagnosticar la depresión o una enfermedad propia de los jugadores de la Liga Americana con la misma tecnología (11). Con el cannabis se trata de la captura de un tópico común en psiquiatría que no despierta grandes críticas entre sus pares, resituando al mismo tiempo al autor en el debate científico. Incluir el tema del uso de cannabis con sus técnicas de SPECT es recurrir a un referente habitual para la psiquiatría, disciplina que no ha abandonado la perspectiva patologizante que encuadra su consumo. En 2012 la Asociación Psiquiátrica Americana determinó que los estudios de neuroimagen “aún no han tenido un impacto significativo en el diagnóstico o el tratamiento de pacientes individuales”, debido a que “no brindan suficiente especificidad y sensibilidad para clasificar con precisión los casos individuales con respecto a la presencia de una enfermedad psiquiátrica”(12). La evidencia es reacia para gran parte de los neurólogos e investigadores en neuroimágenes. Un estudio de 2013 concluía que en su mayoría se mostraban escépticos acerca de la aplicación clínica de la neuroimagen en el contexto de la salud mental (13). Según comenta el neurofisiólogo Michael Hagner, ocurre que “conjeturas, ideas y juicios de valor que tienen su origen en el siglo XIX y que, cabría pensar, han estado soterradas durante mucho tiempo, están siendo recuperadas a la hora de interpretar estas imágenes”(14). Y en la discusión sobre el cannabis medicinal que se da en Chile con el afán de sentar una supuesta verdad científica, pareciera que todo vale.
(1) Dörr, Anneliese: Consumo de marihuana y daño cerebral en escolares chilenos: el estudio científico pionero. Ciper Chile, 12 de marzo de 2019. (2) Mena, Ismael et al: Efectos del consumo de marihuana en escolares sobre funciones cerebrales demostrados mediante pruebas neuropsicológicas e imágenes de neuro-SPECT. Salud Mental, 2013, Vol.36 (5). (3) Amen, Daniel G et all. Patterns of Regional Cerebral Blood Flow as a Function of Age throughout the Lifespan. Journal of Alzheimer’s Disease, 2018. Vol. 65 (4). (4) La imagen aparece en el artículo de divulgación publicado en la revista Science Daily titulado ‘Largest brain study of 62,454 scans identifies drivers of brain aging’, publicado el 21 de agosto de 2018. (5) Bernstein, Richard. Why Has PBS Promoted Controversial Shrink Dr. Daniel Amen? Observer. 8 de marzo de 2016. (6) Tucker, Neely. Daniel Amen is the most popular psychiatrist in America. To most researchers and scientists, that’s a very bad thing. The Washington Post, 9 de agosto de 2012. (7) Ver Daniel Amen: Pioneer or profiteer? The Washington Post, 8 de agosto de 2012. (8) Bhattacharya, Sanjiv: Dr Daniel Amen interview: The shrink who believes technology will replace the couch. Daily Telegraph, de febrero de 2013. (9) Adinoff, Bryon; Devous, Michael. Scientifically Unfounded Claims in Diagnosing and Treating Patients (cartas al editor). Am J Psychiatry. 1 May, 2010. Vol. 167 (5). (10) Insel, Thomas: Brain Scans – Not Quite Ready for Prime Time. NIMH. 7 de octubre de 2010. (11) Amen DG, Krishnamani P, Meysami S, Newberg A, Raji CA.: Classification of Depression, Cognitive Disorders, and Co-Morbid Depression and Cognitive Disorders with Perfusion SPECT Neuroimaging. J Alzheimers Dis, 2017. Vol. 57(1); y Amen DG, Willeumier K, Omalu B, Newberg A, Raghavendra C, Raji CA: Perfusion Neuroimaging Abnormalities Alone Distinguish National Football League Players from a Healthy Population. J Alzheimers Dis., 2016. Vol. 53(1). (12) First, M.; Botterton, K.; Carter, C.; Castellano, F.X.; et all.: Consensus Report of the APA Work Group on Neuroimaging Markers of Psychiatric Disorders. APA Official Actions (Resource Document). Board of Trustees; American Psychiatric Association (APA). (13) James Anderson, Ania Mizgalewicz, Judy Illes: Triangulating perspectives on functional neuroimaging for disorders of mental health. BMC Psychiatry, 2013. Vol. 13. (14) Hagner, Michael: Cómo funciona la mente: la representación visual de los procesos cerebrales. ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura, 2010, mayo-junio, Vol. 743.
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Esquina Santo Domingo Fono: 2 2681 5657
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INTERIOR D Al momento de ser divulgadas, las neuroimágenes producidas por computadores son presentadas como si fueran una foto de los procesos mentales y de lo que pasa dentro de nuestra cabeza. Sin embargo, ¿realmente nuestra personalidad son los colores rojos y azules que cambian en dichas imágenes? POR M.R.B.
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l afán por localizar los malestares y proceso mentales es un antiguo sueño científico. Sus diferentes despliegues se han entroncado a lo largo de la Historia con teorías consideradas en su época como investigaciones de vanguardia, pero que al pasar el tiempo develaron profundos errores y alcances que operaban como dogmas científicos que superaban lo que podemos decir sobre el ser humano. Una de estas doctrinas fue la frenología, que a comienzos del siglo XIX es propuesta por el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall. Gall aseguraba poder determinar el carácter y rasgos de la personalidad sobre la base de la forma del cráneo y del cerebro, siendo pionero en estudiar las localiza-
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ciones de las funciones cerebrales. Su doctrina sentó la noción de que el cerebro es la residencia de las facultades intelectuales y morales. Junto a varios científicos se esforzaron en las décadas siguientes por delimitar en la superficie del cerebro una serie de zonas para definir las sedes de las facultades humanas, teoría que atendió las formas y dimensiones del cráneo como procedimiento diagnóstico. De esta forma, se abrió un proyecto científico cuyo esfuerzo principal sería mapear el cerebro, definiendo zonas geográficas asociadas a determinadas respuestas o estados mentales. Durante todo el siglo XIX la frenología tuvo su apogeo. Se desarrollaron manuales neuroanatómicos y mapas de las funciones cerebrales. En estas representaciones se buscaba establecer la sede que ocupa en el cerebro cada comportamien-
to humano. El supuesto que movilizaba dicha doctrina era que el cerebro es la sede de la mente. Dicho enfoque permitió conocer que algunas áreas del cerebro están comprometidas con determinadas funciones, como el hallazgo del centro del habla, hecho por el fundador de la craneométría, Paul Broca; o la distinción de la afasia sensorial, realizada por el neuropatologista Karl Wernicke, quien localiza dicho trastorno en la circunvolución temporal izquierda del cerebro. Investigaciones posteriores en torno de la neurosífilis que efectivamente mostraban lesiones en el cerebro, reafirmaron este enfoque localizacionista respecto de molestias y procesos mentales. Dichos descubrimientos permitieron a la ciencia psiquiátrica en formación poder estar a un mismo nivel que las otras ciencias biomédicas de la época,
al mostrar la relación entre una lesión y un comportamiento específico. Sin embargo, para principios del siglo XX, pese a que cientos de cerebros de pacientes psiquiátricos fueron analizados, la gran mayoría de las categorías diagnósticas de la psiquiatría no eran capaces de demostrar una relación orgánica. Si un médico abría el cadáver de alguien muerto de cáncer, efectivamente podía mostrar los daños de la enfermedad, no así un psiquiatra cuando intentaba convencer de que la esquizofrenia es una enfermedad. El cerebro de una persona etiquetada con dicho diagnóstico era similar a las personas normales.
LAS UTOPÍAS MÉDICAS A PARTIR DEL ELECTROENCEFALOGRAMA A fines del siglo XIX, el asombro ante la electricidad hizo que no pocos científicos
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nuestros cerebros
LOS CUESTIONAMIENTOS A ESA FASCINACIÓN DE LOS CIENTÍFICOS
O SUEÑO DE PODER VER AL
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decepcionados por la frenología vislumbraran la posibilidad de escudriñar dentro de nuestras cabezas con la nueva tecnología. El descubrimiento de los Rayos X en 1895 por Wilhelm Conrad Röntgen, cuyo uso se masificó como herramienta de diagnóstico en los hospitales en la década de 1920, estimuló también la aplicación de nuevos aparatos provenientes del mundo industrial en las prácticas médicas, relación que llegó para quedarse. En 1924 Hans Berger presentó el electroencefalograma, registrando la actividad eléctrica cerebral de su hijo. Por primera vez se obtenía un registro de lo que pasa al interior de nuestras cabezas. El historiador de la medicina, Cornelius Borck, quien traza la emergencia del campo de electro-psicología durante la Alemania de Weimar, destaca que la prensa celebró la electroencefalografía como un dispositivo de lectura mental y que poco a poco dicha tecnología fue ajustada por los neurocientíficos de la época. Entre el asombro y el escepticismo, el electroen-
cefalograma fue siendo adaptado como instrumento diagnóstico (1).
Borck cuenta que para la década de 1930 no pocos investigadores del cerebro estaban convencidos de que las ondas registradas ofrecerían una visión directa de la vida mental. Las transformaciones en el uso de la tecnología indican un cambio cultural en el que la electricidad cambió su rol de ser la fuente de energía de los aparatos experimentales, para convertirse en un medio de procesos psíquicos. Al mismo tiempo, el público lego parecía bastante dispuesto a aceptar este dispositivo como una máquina de lectura mental que registraba, por medio de la electricidad, algunos signos secretos pero significativos de la cabeza.
Se trataba de una nueva forma de iluminar el alma, sostiene Borck. En su recepción pública, el electroencefalograma fue percibido como una tecnología que proporcionaba un nuevo acceso a un reino de signos secretos de la psique. Al hacerlo,
contribuyó a la reconstrucción gradual de la vida psíquica en el imaginario cultural como patrones de señales eléctricas. El mismo autor destaca que el desarrollo
EL SUPUESTO DE QUE PODEMOS V ISUA L I Z A R LO S P RO CES O S CEREBR A L ES PRODUC TO DEL DESARROLLO DE TECNOLOGÍAS DE NEUROIMAGEN, REDUCE L A COMPRESIÓN DE NOSOTROS MISMOS A LOS PROCESOS BIOLÓGICOS DE NUESTRO CEREBRO
de la electropsicología demostró tanto el potencial imaginativo como la versatilidad histórica de la electricidad y la
La frenología en su apogeo también fue tema que inspiró caricaturas en la prensa de la época. Sus explicaciones deterministas respecto de la sensibilidad o el comportamiento humano circunscrito a determinadas áreas del cerebro, son reproducidos actualmente por las neuronarrativas.
Representación del cerebro en las postrimerías de la Edad Media. Se trata del libro Margarita philosophica, del humanista car tesiano Gregor Reisch, publicado en 1503 en Friburgo. En la imagen se aprecia ya un intento por sediar facultades mentales o ideaciones. Aparecen así el sentido común (sensus communis), fantasía (fantasia), imaginación (imaginatia). Se sitúan en el primer ventrículo el pensamiento (cogitatia) y la estimación (estimatia) en el segundo ventrículo. En tanto que la memoria (memoratia) tenía su lugar en el tercer ventrículo cerebral.
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Un diseño de las áreas del cerebro en el mapeo establecido por la frenología. El dibujo fue realizado en 1883 y daba sede en el cerebro a diversos estados de ánimo o acciones.
psique. El electroencefalograma obtuvo así una enorme atención en la prensa y fue rápidamente apropiado por otras disciplinas que buscaban consolidarse como la psicología. Así también fue utilizado para medir orientaciones vocacionales y en pruebas psicológicas.
LA ÉPOCA DORADA DE LAS NEUROIMÁGENES Desde la década de los 60 y, por sobre todo, a partir de fines de la década de los 80 hubo una transición de las imágenes utilizadas en biomedicina: pasaron de estar basadas en principios de óptica a ser producidas por computadores. En este contexto surgen las neuroimágenes que conocemos actualmente, como la tomografía por emisión de positrones (PET), la tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT) y, más recientemente, la imagen por resonancia magnética funcional (fMRI), que es actualmente la más utilizada (2).
Dibujo de Fritz Kahn de 1929, realizado en plena época de utopía tecnológica producida por la radiología. La imagen describe un ensamble tecnovivo entre el sistema nervioso y una estación de radio. En Kanh, Fritz: Das Leben des Menschen. Vol. 4, table VII, Stuttgart, Frank’sche Verlagshandlung, 1929.
Imagen cerebral producida a través de NeuroSPECT. La imagen es producida a través de un software que reproduce datos matemáticos obtenidos sobre la oxigenación de las áreas cerebrales. Dichos datos son bytes que una vez en el computador adquieren la forma que simula un cerebro. Esta representación es la que termina siendo publicada.
Hans Berger y el electroencefalograma. Fue la primera vez que se estabilizó un aparato de medición de la actividad cerebral, la que es reducida a las ondas capaces de ser captadas por el aparato.
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Especial Cannabis 14 Dichas tecnologías, a diferencia del electroencefalograma, cuya superficie de inscripción era bidimensional, ofrecen una representación del cerebro en tres dimensiones y permiten añadir colores a la representación. El NeuroSPECT es capaz de medir los pequeños aumentos del flujo sanguíneo en una determinada región del cerebro. Es decir, muestra la presencia de la sangre en un punto concreto, la que contiene algo más de oxígeno que en otro. La actividad es primero medida y posteriormente visualizada. La medición es representada así en la imagen que acaba siendo publicada en los artículos científicos. El neurofisiólogo e historiador de las ciencias, Michael Hagner, observa que se establece un correlato entre el flujo sanguíneo y la actividad neuronal, pero con un intervalo de tiempo entre ambos que no es posible determinar con exactitud, es decir, por el momento no es posible establecer un correlato confiable entre ambas variables. Agrega que “estas observaciones conciernen únicamente a los procesos físicos del cerebro. En qué modo este aumento mínimo del flujo sanguíneo puede estar vinculado a la actividad mental, es una cuestión abierta”(3). Si bien el SPECT es útil para diagnosticar enfermedades que tienen un correlato orgánico, como accidentes cerebrovasculares, tumores y una variante de la enfermedad de Alzheimer conocida como demencia temporal frontal, para gran parte del estamento médico no tiene utilidad diagnóstica, menos aún para medir procesos mentales. Jeffrey Alan Lieberman, presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría en el periodo 2013-2014, comparó el uso de SPECT como una moda, al igual como fue la frenología para el siglo XIX (4). El efectismo de las imágenes neuronales plantea la interrogante de si realmente estamos viendo la mente en acción o estamos siendo seducidos por imágenes producidas con ese efecto. Se trata de una tensión entre la supuesta transparencia de la imagen y su naturaleza construida, que diversos autores recientemente han puesto en discusión.
EL SUJETO CEREBRAL EN LA CULTURA CONTEMPORÁNEA El supuesto de que podemos visualizar los procesos cerebrales producto del desarrollo de tecnologías de neuroimagen, reduce la compresión de nosotros mismos a los procesos biológicos de nuestro cerebro. Se trata de un determinismo esencialista que si bien tiene sus raíces en discu-
ESTE TIPO DE REALISMO FOTOGRÁFICO PROPORCIONADO POR LAS NEUROIMÁGENES REALIZA UNA IMPORTANTE LABOR IDEOLÓGICA, YA QUE EXCLUYE LA DIMENSIÓN SOCIAL TANTO DE LA PERSONALIDAD COMO DE LA CIENCIA siones de fines del siglo XVIII respecto de la sede del alma, cobra vigor en las sociedades industrializadas y altamente medicalizadas desde mediados del siglo pasado, en las que emerge la figura del ‘sujeto-cerebral’, según plantean Fernando Vidal y Francisco Ortega, editores de Neurocultures (2011) y autores de Being brains. Making the cerebral subject (2017). Ambos autores han reflexionado respecto a la emergencia en el paisaje intelectual desde el siglo XVII, en pleno desarrollo de la modernidad occidental, de la reducción de la clásica discusión respecto del ‘ser’ y del ‘yo’ a un cerebro. No se trata de cualquier órgano del cuerpo humano, porque dicho órgano constituye el locus por excelencia de la identidad personal. Argumentan que desde fines del siglo XIX la visualidad ha sido comparada con transparencia epistémica y personifica la inmediata presencia del objeto representado. La imagen del cerebro obtenida por SPECT es asumida así en las representaciones masivas contemporáneas como una fotografía de los procesos cerebrales. Dichas representaciones esconden que son construcciones mediadas, asumiéndose como transparentes y de objetividad inequívoca. Como si se tratara de la búsqueda científica del alma, acabamos describiéndonos y entendiéndonos a nosotros mismos y a los demás como algo reducible al cerebro, retirando así explicaciones sociales a los problemas y dando fundamentos neurobiológicos al malestar, destacan (5). Angel Martínez Hernáez, antropólogo médico, llama la atención respecto de que “esta concepción de lo humano defiende que uno es lo que es su cerebro y que el comportamiento puede reducirse, en última instancia, a un mundo de fenómenos neurales que explica nuestros deseos, voluntades, decisiones y, también, nuestras aflicciones”(6).
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Martínez agrega que “el papel que tuvieron en otro momento las explicaciones sociales y psicológicas para dar cuenta del malestar y el comportamiento, ha dejado paso a un relato sobre factores biológicos y neurotransmisores. El sufrimiento ha adquirido un rostro neuronal, de tal modo, por ejemplo, que el duelo y la tristeza pueden ser reducidos a un funcionamiento anormal de la serotonina”. De esta forma, en esta inteligibilidad reduccionista sobre nuestros afectos, “la causa de sus problemas está en sus neurotransmisores”. Francis Crick, uno de los autores de la teoría de doble hélice del ADN, también reflexiona que en esta comprensión de lo humano, la alegría y el sufrimiento, la intencionalidad, la identidad y el libre albedrío, son considerados como “el comportamiento de un gran número de neuronas y sus moléculas”(7). Advierte sobre el reduccionismo de esta perspectiva que reduce la personalidad a los procesos biológicos que ocurren al interior del cerebro. Vidal y Ortega comentan que pese a que las tecnologías de visualización han transformado las neurociencias cognitivas, el aumento gigantesco en la cantidad de documentos de neuroimagen no se ve acompañado por una contribución proporcional a la comprensión de la mente. Al mismo tiempo, destacan que se ha aplicado de manera extensiva a temas relacionados con la persona, la sociedad y la cultura, siendo su impacto más significativo el impulsar el surgimiento y justificar la existencia de las neurodisciplinas. Así sus principales efectos, más que avances científicos, han sido culturales, sociológicos y económicos, deviniendo las neuroimágenes, en palabras de dichos autores, en fetiches contemporáneos cuyo poder se deriva de la creencia de que dichas tecnologías ofrecen unas ‘ventanas a la mente’. Esta biologización de los problemas sociales implica una exclusión de lo social a la hora de entendernos nosotros mismos. Martínez observa que la reducción de la experiencia humana se emparenta con el despliegue de la psicofarmacología en las últimas décadas. Se subjetivizan así las aflicciones, nombrándoselas ahora como depresión; sus supuestas causas se atribuyen a una disfunción serotoninérgica; y los tratamientos los entrega la industria farmacéutica en sus diversos formatos, ya sea Prozac, Seroxat o Citalopram. Vidal y Ortega también concuerdan en que este tipo de realismo fotográfico proporcionado por las neuroimágenes realiza una importante labor ideológica, ya que excluye la dimensión social tanto de la personalidad como de la ciencia. Destacan que las neurociencias y sus neuroculturas relacionadas prosperan en el contexto social y moral de la autonomía como un valor, donde se pone énfasis sobre la elección individual, la iniciativa, el logro y la auto-propiedad, y donde todos tenemos que decidir y actuar como un empresario libre de sí mismo.
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REVISEN LAS POLÍTICAS DE DROGAS El número de individuos que desarrollan dependencia al cannabis es mucho menor a otros comportamientos humanos, como la ingestión de alimentos, de drogas legales como el alcohol, el tabaco, las benzodiazepinas, las anfetaminas y los opioides. POR RENATO FILEV, NEUROBIÓLOGO, UNIVERSIDADE FEDERAL DE SÃO PAULO – UNIFESP
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l uso de la marihuana no es inocuo y puede causas perjuicios. Entre los efectos colaterales de su consumo está el riesgo de generar dependencia, lo que puede venir acompañado de síndrome de abstinencia y podría afectar a cerca de un 10% de los usuarios; también puede haber daño cognitivo en usuarios crónicos, lo que es considerado algo relevante, sobre todo si se trata de adolescentes. También se acusa la disminución del umbral para inducir un brote psicótico, lo que en algunas personas puede precipitar la aparición de un cuadro esquizofrénico, principalmente con el uso de variedades con alto índice de THC. Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con diversos otros fármacos libres de prescripción, el consumo de cannabis, incluso en exceso, nunca mató a nadie. Es importante destacar que más allá de los posibles eventos adversos, la planta presenta un amplio potencial terapéutico para una diversidad de enfermedades, tales como algunos tipos de epilepsia, el dolor crónico o como antiemético en quimioterapia o uso de retrovirales. Pese a que puedan aparecer consecuencias negativas relacionadas con el consumo de drogas, hay un entendimiento de que las políticas que convierten las sustancias en ilícitas causan mayores daños a los usuarios y a la sociedad (3). Investigadores de importantes centros de pesquisa, como la Universidad McGill y John Hopkins, y periódicos como British Medical Journal y Lancet, se han preocupado del cannabis últimamente y han clamado por la reforma de la actual política de drogas (1,4,5). Dichos estudios muestran que los costos de prohibir las drogas crecen mientras la demanda permanece estable o, incluso, aumenta. Es decir, la prohibición no consiguió disminuir la producción, distribución y uso de sustancias declaradas ilícitas; y mucho menos los problemas directamente relacionados al consumo de éstas. Sólo se ha convertido a
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este comercio, potencialmente dañino, en uno más peligroso y oneroso para la salud pública. Usuarios vienen siendo encarcelados o afectados por problemas legales. Se estima que un 10% de los consumidores pueden resultar presos por tráfico a lo largo de la vida. En Brasil, después de la Ley 11.343/2006 que supuestamente acabó con punir con prisión a los usuarios, ocurrió un aumento exponencial de crímenes relacionados a las drogas (6). Uno de cada cuatro presos en Brasil están privados de libertad por la ley de drogas. En el mismo periodo la población carcelaria femenina aumentó en 567%. Dos de cada tres presas mujeres lo están por tráfico (6). Otro efecto colateral grave de las leyes prohibicionistas es la violencia relacionada con la producción y distribución de ciertas plantas o sustancias. La premisa de un mundo libre de drogas viene encarcelando y matando hace décadas. México, Filipinas y Brasil, entre varios otros países, usan políticas de represión ostensiva para lidiar con el asunto. Mientras la proporción de usuarios problemáticos es pequeña, el número de personas muertas en esta guerra crece exponencialmente a partir de las leyes de coerción. Hay una semejanza aterradora cuando se evalúa el perfil de personas perseguidas por estas leyes. Existe una selectividad punitiva que acaba afectando a jóvenes, negros y pobres. Estudios vienen demostrando que la mayoría de los presos o muertos por tráfico no tenían asociación con organizaciones criminales, no estaban armados y portaban una cantidad pequeña de drogas (7,8,9). En suma, la política prohibicionista viene siendo aplicada como una ley discriminatoria contra etnias no blancas y de bajo potencial económico. Ese mercado paralelo, por lo demás bastante rentable, es ilusorio como forma de ascensión social. Raros son los casos de personas que se enriquecen por cuenta de la venta de drogas al menudeo. Quien
lucra de hecho con este comercio no sufre las consecuencias de la guerra a las drogas. La prohibición hace que las voluminosas ganancias del consumo sean monopolizadas por empresarios, políticos y banqueros que recaudan el grueso del dinero de la inflación provocada por el tránsito de sustancias de procedencia prohibida de su local de origen al consumidor final. Este selecto grupo lava dinero sin grandes intercurrencias, manteniéndose blindados al derramamiento de sangre. Hay un desperdicio de recursos públicos en políticas que hieren los Derechos Humanos y no impiden el comercio ilegal de drogas, e imposibilitan que estos recursos sean destinados a políticas de información y prevención, reducción de daños y de atención a los usuarios con problemas (10,11). Sólo estos breves argumentos tornan necesaria la revisión de estas políticas. El discurso médico de que las drogas ilícitas provocan vicio y que por eso están prohibidas, sustenta la actual estrategia para lidiar con algunas sustancias potencialmente dañinas. La prohibición que argumenta proteger la salud pública, paradójicamente, es la política que viola el bien jurídico protegido de la manera más perversa. Por ejemplo, el número de individuos que desarrollan dependencia al cannabis es mucho menor a otros comportamientos humanos, como la ingestión de alimentos, de drogas legales como el alcohol, el tabaco, las benzodiazepinas, las anfetaminas y los opioides (12). No vemos interés de los estados en prohibir a las personas ingerir alimentos hipercalóricos, pese a que sabemos el riesgo de costos para los cofres públicos por efecto de ese comportamiento. La relación entre el consumo de cannabis y la esquizofrenia también es controversa. El tamaño del efecto es pequeño. Si es por probabilidad de que se gatille un caso, se estima que 9 mil usuarios deberían parar de usar cannabis para prevenir ese único caso potencial (13). En Brasil, grupos de médicos asociados a equipos multidisciplinarios vienen pidiendo al Gobierno que reforme las leyes de drogas. En 2016 el Consejo Regional de Medicina de São Paulo emitió un tímido parecer favorable a la descriminalización del porte de drogas para consumo personal (14). La principal institución de investigación en salud en Brasil, Fiocruz, tras conocer la experiencia de pacientes usuarios de cannabis medicinal, constituyó un grupo de trabajo para producir un medicamento de fitoterapia para la epilepsia refractaria
y para organizar la forma de distribución a través del Sistema Único de Saúde (SUS). A comienzos del mes de junio la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitária (Anvisa) inició el proceso de consulta pública respecto del cultivo de dicha especie con fines medicinales y el registro de medicamentos con cannabinoides. Es tiempo de cambios y la comunidad científica está de a poco saliendo de los prejuicios de antaño y aceptando las potencialidades del cannabis medicinal y el nefasto daño provocado por la guerra a las drogas. Pero nosotros como sociedad tenemos mucho que hacer para cambiar el paradigma de prohibición de esa planta que para algunos son una oportunidad de bien estar, salud y calidad de vida. REFERENCIAS: 1- Leyton M (2016). Legalizing marijuana J Psychiatry Neurosci;41(2). 2- Pacher P, Kunos G. (2 013). Modulating the endocannabinoid system in human health and disease – successes and failures. FEBS J.;280(9):1918-43. 3- Nadelmann EA, Drug Prohibition in the United States: Costs, Consequences, and Alternatives, 5 Notre Dame J.L. Ethics & Pub. Pol’y 783 (2014). 4- Csete J, Kamarulzaman A, Kazatchkine M, Altice F, Balicki M, Buxton J, Cepeda J, Comfort M, Goosby E, Goulão J, Hart C, Kerr T, Lajous AM, Lewis S, Martin N, Mejía D, Camacho A, Mathieson D, Obot I, Ogunrombi A, Sherman S, Stone J, Vallath N, Vickerman P, Zábransk T Beyrer C. (2016). Public health and international drug policy. Lancet. 387(10026):1427-80. 5- Editorials. The war on drugs has failed: doctors should lead calls for drug policy reform. British Medical Journal, noviembre, 2016, 355. 6- Infopen, junio 2014. 7- Boiteux L (Coord) (2009). Relatório de Pesquisa “Tráfico de Drogas e Constituição”. Universidade Federal do Rio de Janeiro/Universidade de Brasília. Rio de Janeiro/Brasília: Série Pensando o Direito. 8- Núcleo de Estudos da Violência da Universidade de São Paulo. Prisão Provisória e Lei de Drogas – Um estudo sobre os flagrantes de tráfico de drogas na cidade de São Paulo. São Paulo: NEVUSP, 2011. 9- GOMES, MTU. (2014). Estudo técnico para sistematização de dados sobre informações do requisito objetivo da Lei 11.343/2006. Secretaria de Estado de Justiça, Cidadania e Direitos Humanos, Curitiba. 10- Miron JA. (2010). The Budgetary Implications of Drug Prohibition. Cambridge: Department of Economics; pp. 1-39. 11- Rolles S, Murkin G, Powell M, Kushlick D, Saunter N, Slater J. (2016). The Alternative World Drug Report, 2nd edition. Transform Drug Policy Foundation.www. countthecosts.org. 12- Lopez-Quintero C, Pérez de los Cobos J, Hasin DS, Okuda M, Wang S, Grant BF, Blanco C. (2011). Probability and predictors of transition from first use to dependence on nicotine, alcohol, cannabis, and cocaine: results of the National Epidemiologic Survey on Alcohol and Related Conditions (NESARC). Drug Alcohol Depend.;115(1-2):120-30. 13- Hickman M, Vickerman P, Macleod J, et al. If cannabis caused schizophrenia — How many cannabis users may need to be prevented in order to prevent one case of schizophrenia? England and Wales calculations. Addiction. 2009;104:1856–61. 14- https: www.cremesp.org.br
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Víctor Calzadillas: fotos de la ciudad de arriba
D Por Cristóbal Gaete
urante una década trabajé mirando la calle desde el Mercado El Cardonal. Veía interacciones marihuaneras, amenazas sin sentido; acciones abruptas. Entre ellas un hombre que un día caminó directo hacia mí para comprar limones. Tras varias compras me contó que era fotógrafo, y que los vendía en mallitas junto a trozos de zapallo fuera de un supermercado. Llevó un par de imágenes impresas y me di cuenta de que era de verdad un fotógrafo. Al lado de sus fotos, las de otros que hacen excursión en Valpo cerro arriba son imágenes de turistas. Este juicio no tiene nada que ver con la calidad de la fotografía misma, sino con la geografía alcanzada. Era una altura que diluía la ciudad, tan arriba que es campo otra vez. Donde tenían sentido las prácticas de la migración chilena que llenó los cerros del puerto desde finales del siglo xix. Algo de eso había visto en las carreras a la chilena en el cerro Rodelillo. Subí una serie de domingos cagado de miedo, porque se veían zombis en las esquinas; era lo que esperaba, lo que las noticias mostraban del lugar. Pero al final, ya en zona plana, era otra cosa; hombres vestidos de huaso apostaban a sus animales favoritos. Había códigos; corría el billete solo si los animales se medían de forma justa, el partidor es quien decide cuál puede competir. En los corrales cercanos el estigma con el hábito se mixturaban: uno de los dueños de animales me contó que a veces los volados sacaban a uno para dar una vuelta. Alguna vez tuvo que moler a palos a alguien que lo hizo con uno de los suyos. Según el relato de Víctor Calzadillas, había trabajado en varias revistas chilenas en los años ochenta, también con Andrés Pérez en los noventa. La entrada al siglo xxi parecía un borrón comparativamente, una foto velada. Obligado a especular, pensaba en cuánto daño pudo hacer a los fotógrafos la figura de Sergio Larraín, su épica tantas veces contada del retiro. Hay solo una reina, y no todos podemos serlo. Menos en Valpo, viviendo en una toma. Cada tanto iba a mi casa a guardar fotografías en mi computador, porque arriba no había luz. Siempre lo acompañaban en esas visitas pequeños archivos, fotos donde salía hermoso y joven junto a Andrés Pérez. Alguna vez lo vi brillar así, cuando montaron La negra Ester en el Municipal de acá. Era esa fotografía de hace más de veinte años en movimiento. Una exposición posterior imitaba los modos del lugar que permitió conocernos. Se mostraron sus imágenes fuera del Parque Cultural de Valparaíso cubiertas por mallas que recordaban las de los camiones con fruta y verdura.
Para cerrar ese proceso hizo una publicación, siempre con dignidad autónoma. Su libro, Al margen (2017), compila «una trilogía social de oficios», como explica el subtítulo. La primera serie es la de los hornos a carbón al final de los cerros. Pies de foto de su mano recuperan testimonios, frases notables que debe haber llevado en su memoria, en el oído. No hay romanticismo en sus imágenes. Un hombre trabaja con su camiseta de Alexis Sánchez. En los hornos hay cuevas y él capturó un ciclo que toma días. Los rostros, de cerca, parecen los de los mineros de Potosí. El proceso es cubierto en su totalidad, como ocurre en esa subcolección de Quimantú Así trabajo yo, en la serie Nosotros los chilenos, probablemente el más hermoso intento del Estado de formar identidad a partir de la labor. Así, después en la bajada aparece Montedónico, otro lugar estigmatizado. Le pregunté a Víctor Calzadillas si no temía perder su cámara. Me explicó que había horas para fotografiar: temprano, antes de que salieran los zombis. Él, en cambio, encuentra belleza; las margaritas que anuncian la primavera allá arriba. La ciudad parece un lugar lejano, ideal. Como en esos cuadros de 1900 que recién comienzan a visibilizar ese contraste, esa tensión entre arriba y abajo:
Es un asunto de la ciudad más allá de las fotografías. En la literatura, los cerros comienzan a aparecer de forma importante 130 años después del diario de Mary Graham de 1822, fundante de las letras de Valparaíso. Teresa Hamel hace mover el cerro Polanco en El contramaestre (1951), Gonzalo Drago siempre mira hacia abajo en Purgatorio (mismo año). Otros que se encargan de esa vida de precariedad habitacional e incendios, como Armando Méndez Carrasco en Mundo herido (1955), sin llorar, halla el vitalismo que marcará su obra: «El cerro me ofreció una concepción infinita del porqué de mis pasos terrenales. El plan, en cierto modo, se mostraba como sensación de hondura, de ahogo, de casas oscuras, de calles plagadas de gente, de carruajes, de animales embrutecidos por el sudor, de desorden civilizado. El plan, en su acepción pura —y de esto estaba lejano—, me habría formado egoísta, medido, casi pulcro. El cerro era libertad espiritual y fuerza física. Más, todo Valparaíso satisfacía mis locuras. Si no hubiera podido coordinar el cerro y el plan, mi vida caminaría por rutas relucientes».
Panorama de Valparaíso, 1902, Thomas Jacques Somerscales.
Las imágenes de Calzadillas tienen que ver con el espíritu cotidiano de los cuentos de Franklin Quevedo. Los animales que andaban en el plan de Valparaíso siguen cerro arriba. Todo sube y vuelve a subir en el puerto que va encontrando sus zonas planas para llevar a cabo las carreras a la chilena. El fotógrafo las registra en una subsección que recuerda el camino del Papa Juan Pablo II en su visita. Los animales aparecen también en el segundo capítulo del libro, dedicado a El Cardonal. Calzadillas lo retrata desde la madrugada, donde animales y cuerpos de hombres bajan sacos de papas. Sobre los camiones con acoplado, los pulsetas se dejan retratar. Calzadillas no les pide nada artificial; si esa es su manera de reaccionar que así sea; pasa lo mismo cerro arriba, donde cualquiera es registrados si lo quiere, sin tener que fingir un gesto. Varias veces lo vi regalar esas imágenes. Hace más de una década una fotógrafa colombiana llegó al mercado, con la venia de la administración, para sacar fotos a distintos trabajadores que después se quejaban conmigo. Decían sentirse como si estuvieran detenidos con las poses que les pidió la foránea. Con el tiempo el set de fotos que obtuvo se expuso en Nueva York, lejos de los espacios de circulación de las fotos de Calzadillas, sin plan antropológico y, por ende, fuera del éxito. Otras veces expuso donde mismo trabajaba: fuera del supermercado y en paraderos. Él elije: mejor ahí que en una institución educativa que no le pagará lo que corresponde, para la cual los artistas son una especie de mendigos. La última unidad del libro corresponde a la vida de una panadería en el cerro Barón que tiene tradición en el rubro. Es otro estadio de la ciudad, uno de mediana altura. Capta desde la leña que llega, hasta la tienda abierta. El mismo pan da hambre, por supuesto, aquel «alimento agónico del obrero» en palabras de Alfonso Alcalde, quien editaba aquella colección de Quimantú sobre el trabajo. Que en blanco y negro, como estas imágenes, captan los colores de la vida.
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Biblioteca Bizarra – Eduardo Halfon –Saposcat–84 páginas. saint-nazaire s obre el autor Nacido en Guatemala en 1971, ha publicado 14 libros y ha sido traducido a diez idiomas. El 2007 fue seleccionado como uno de los 39 mejores autores latinoamericanos menores de 40 años en el Hay Festival de Colombia; el 2011 obtuvo la Beca Guggenheim; el 2015 recibió el premio Roger Caillois en Francia; el 2018 el Premio Nacional de Literatura en su país. Vive en Estados Unidos. Biblioteca bizarra compila 6 textos de Halfon que han sido publicados en distintos idiomas y países en la última década. Una primera versión de SaintNazaire fue incluida en Chéjov comentado (2010), Nevsky Prospects, editorial española que edita y traduce la obra de autores rusos.
Veo la antigua base de submarinos. En 1940, la Kriegsmarine alemana edificó aquí, en Saint-Nazaire, ciudad portuaria de la costa bretona francesa, esa enorme base para el almacenaje de submarinos. Los famosos U-Boat, en inglés, o U-Boot, en alemán, abreviación de Unterseeboot. Veo hacia abajo por la ventana, frente a mí, el bloque entre grisáceo y marrón, rectangular, lúgubre, inmenso (trescientos metros de largo, dieciocho metros de alto), después vuelvo la mirada hacia los papeles dispersos sobre mi mesa de trabajo, fotocopias de la correspondencia entre Chéjov y su amigo Pleshcheev. Es enero de 1888. En una carta al poeta Alexei Pleshcheev, Antón Chéjov comenta sobre el proceso de escritura de La estepa, su primer cuento largo. Le dice que escribir cosas largas es muy aburrido y mucho más difícil que escribir nimiedades. También le dice que, por obtener unos honorarios, está considerando escribir algo corto para alguno de los periódicos, quizás para Nuevos tiempos, quizás para La Gaceta de Petersburgo. Su amigo Pleshcheev de inmediato le escribe de vuelta. Está consternado. Intenta disuadirlo. Le insiste que sería una gran pena dejar a un lado su cuento largo y escribir alguna nimiedad sólo por dinero, para periódicos que se leen un día, le escribe, y se usan como papel de embalar al día siguiente. Veo a un grupo de niños corriendo en el techo de la base de submarinos. Una excursión de alguna escuela francesa, pienso, y pienso en la palabra nimiedad, en la importancia de la nimiedad en el arte, en la literatura. ¿No es la nimiedad, pues, la materia prima del cuentista? ¿No son las anécdotas en apariencia nimias, es decir insignificantes, la arcilla misma con la cual el cuentista trabaja su artesanía y moldea su arte? La vida entera, pienso, está codificada en esos detalles nimios, minúscu¬los, transparentes, en esos detalles donde parece no haber mayor cosa («una hoja de hierba —escribió Walt Whitman— no es menos que el camino recorrido por las estrellas»). El gran cuentista, pienso mientras los niños juegan sobre la antigua base de submarinos, sabe hacer de lo breve algo colosal, de lo insignificante algo trascendente, de la nada unas cuantas páginas que lo contienen todo. Recuerdo ahora una anécdota sobre Chopin que contó Ingmar Bergman cuando alguien le preguntó a él, a Bergman, por qué hacía películas íntimas, de parejas, por qué hacía cine de cámara (chamber cinema) en vez de producciones más grandes y épicas. Tras un concierto, contó Bergman, una señora le preguntó lo mismo a Chopin, que por qué no escribía él óperas o sinfonías en vez de sus breves preludios y nocturnos. Y Chopin le respondió a la señora: «Bueno, madame, el mío es un reino pequeño, pero allí soy rey.» Vuelvo la mirada a los papeles sobre mi mesa de trabajo. Es enero de 1888. Chéjov recibe aquella carta de su amigo Pleshcheev, disuadiéndolo de la nimiedad, insistiéndole en continuar con el cuento largo y serio. Entonces Chéjov le escribe de vuelta: «Muchas gracias por tu amable y dulce nota. Qué lástima que no llegó tres horas antes. Imagínate, me encontró garabateando un cuento algo pobre para La Gaceta de Petersburgo. En vista de que se aproxima el primero del mes con deudas por pagar, jugué al cobarde y
me senté a escribir una pieza de trabajo apurado. Pero eso no importa: el cuento no requirió más de medio día». Ese cuento algo pobre, esa nimiedad de seis folios, esa pieza de trabajo apurado que sólo le requirió medio día de escritura y en apariencia casi ningún esfuerzo, resultó ser una de sus obras cumbres, el cuento «Quiero dormir». Veo el desorden de papeles sobre mi mesa de trabajo. Algunos ya arrugados. Algunos con aros de café. Veo el libro de Chéjov, abierto en la primera página de ese cuento. Oscuridad. Así de simple, así de seco, con una sola palabra, comienza esta historia sobre el sueño y la alucinación; sobre la violencia y la pobreza; sobre el llanto de la vida y el llanto de la muerte; sobre el niño sin nombre y la niñera Varka que lo arrulla en su cuna; en fin, sobre los niños. Veo de nuevo hacia fuera, hacia abajo, desde la ventana de este décimo nivel. Vuelan gaviotas. En la dársena del río Loira van y vienen yates, veleros, remolcadores, pequeñas embarcaciones pesqueras, buques de carga. Hay puentes levadizos que, al sonar una campana, se elevan y abren paso a las esclusas. Hay un grandioso crucero blanco (Norwegian Epic, en letras celestes y azules), anclado, rodeado de grúas, en la etapa final de su construcción. Pienso en otro crucero (el Champlain), que de este mismo puerto transportó a otro escritor ruso, en 1939, a Nueva York (Nabokov recordaría con nostalgia los jardines de esta ciudad bretona). Pero a mí sólo me interesa la vieja base de submarinos. La veo y es fácil imaginarme allí a submarinos negros entrando y saliendo por las aguas del río Loira. Imaginarme unas cuantas suásticas agitándose en la brisa marina. Imaginarme a mi abuelo polaco, aún joven, aún escuálido después de ser liberado del campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín (hay una foto en blanco y negro de mi abuelo en Berlín, poco después de ser liberado de Sachsenhausen: joven, delgado, vestido en saco y corbata, monta una bicicleta en alguna calle desierta de Berlín), alistándose para zarpar desde aquí, desde Saint-Nazaire, hacia América: primero a Nueva York, donde pasó unas semanas, y donde compró el anillo de piedra negra que usaría el resto de su vida, en el meñique derecho, en forma de luto; y luego, porque allí había emigrado un tío suyo, a Guatemala. Imaginarme a mi abuelo polaco caminando encima y alrededor de la imponente estructura de cemento grisáceo y marrón, una estructura, por cierto, que resultó indestructible. Nunca pudo ser derribada. Ni por los constantes y continuos bombardeos de los aviones aliados (que sí lograron arrasar la mayor parte de la ciudad de Saint-Nazaire). Ni después por los franceses mismos, quienes aún insisten que dicha demolición les hubiese resultado muy costosa, casi imposible, debido al techo y las paredes de cemento reforzado, en algunos sitios hasta de nueve metros de grosor. Flannery O’Connor escribió que mientras más se ve un objeto, más del mundo se ve en él. Y yo entonces sigo viendo la base de submarinos por la ventana. No puedo evitarlo. O no quiero evitarlo. Sé que hay algo significativo en esa antigua base de submarinos, algo simbólico o acaso poético, algo efímero y a la vez indestructible. Veo de pronto que ya no hay nadie ahí, que ya no hay niños jugando en el techo, que ya no hay ningún niño por ningún lado, que ya no hay vida.
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La hija vertiginosa– Humberto Díaz–Casanueva– Bordelibre–28 páginas. i sob re el autor Nacido en 1906, comenzó su vida literaria en los años veinte, trabando amistad con varios de los grandes poetas chilenos. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1971; el dinero lo donó al gobierno de la Unidad Popular. Falleció en 1992. La edición original de La hija vertiginosa fue publicada en 1954. Andrés Ajens escribió sobre el poeta: «si hay algo característico de la obra de Díaz-Casanueva tal vez sea esto: su diálogo preferente con la tradición poética en lengua alemana y, a la vez (y tal vez por ello mismo), su nítida opción por no disociar poesía y pensamiento».
Hija en tu pie pájaros clavados por una mirada obscura Tiemblas Sueltas del cuerpo el muro ¡Oh, písame los ojos cegándome para la mancha del lobo! ¿No es maravilloso verte donde hielan el retrato infinito verte como el rayo que apoya lo que incendia? Uno se creería a tientas La faz llena de vidrio oculto y de pronto ¡Tú! ¡Oh, tus millares de pies brotando como yemas de la huesuda tabla en mí plantada! Nunca esto imaginé Esta escondida grada hacia una vida Tú aplastas la serpiente que me da la palidez Tú haces que la tierra mane sobre la mesa Nos miramos y reímos La risa corre las abejas ¿He soñado otra risa de un maíz más blanco que por mí pasa machacado? Visión horrible Corazón que acuno como una vieja tumba Cierro mis dientes hasta el fondo del despojo Y veo mi calle erizada de espinas que me rayó como al Tigre Veo Vecinos extasiados sosteniendo el Hongo Manando más pobreza de bolsillos horrendos Rostros tan adentro de lo que fueron como ídolos en la escoria de la llama que los ojos prendieron en el mundo Hija figúrate Calzar los pies de aquellos muertos en cepos ya tan hondos Abrázame Entra, entra en mí Entreabre la fría paloma que en mí pasa la noche Véndame el corazón en que me alejo derramado Alúmbrame la piedra que me queda de la carne ¡Ay! ¿Si tu padre te encierra en el ceño debo llorarte toda la vida como si alas te siguieran zumbando después que yo las arrancara? Cortar el ceño digo ¡Dorar aquella mordedura que me hice un día con las cejas en el corazón lleno de plomo! Aquí locuela al borde del sombrío hundimiento Salta sobre la palma de mi mano donde pareces un Ojo azul que entrara en una órbita vaciada por el miedo para dar en torno una mirada pura
Pero desapareces La mano se me apaga en el pavor del tránsito Lloro Los pies retuerzo como lombrices ¿He brillado en la imposible la enmascarada visita que una venia degüella? ¡Oh, el morir de nadie no engaña a la memoria! Suspenso el tiempo ¿por qué así te veo futura? ¿Pudiste acaso antes que nacieras solo cruzar por mí lagrimeando de la vena que derramo hacia la noche sin necesidad de que aparecieses de carne? ¿Soñarte así increíble habría sido modelarte más intacta? ¿Dónde, dónde estarías dando sombra de otra sombra más muerta que la muerte? ¡Ven ven óyeme la mano donde suena la punta de la flecha maravilloso ardor vida más cierta manifestada al tacto de mis llagas!
iii Furiosa espuma da la negra piel donde he borrado el sagrado color de un mundo confiado a mi mandato Sucede que lo macerado por el llanto no ha sido del todo consumido sino más bien sostiene esa mirada en que lo visto ¿es más que lo soñado? ¿Sirve para algo la luz petrificada? Veo, veo un pie Un parpadeante pie Veo cabellera en forma de cola de un gran pájaro celeste Manos y pies quebradizos como unidos por la nieve Dulces pechos abotonados a la tierra ¿Mi propia carne fue la víspera del ángel? ¿La zancadilla de mis huesos formó este arco excelso? Entonces ¿La gracia es más honda cuando asida huye y más profética cuando aparece como si realmente nada significara? La estatua de sal los ojos derramaron sobre la ciudad dormida
¡Avergoncémonos de su mirada cuando realmente nos distinga!
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Sentido y ceguera del poema–Mario Montalbetti– Bisturí 10 –56 páginas. sobre el autor Nacido en Lima en 1953, es Doctor en Lingüística por el mit. Si bien comienza publicando en los setenta, en este siglo se concentran las publicaciones de poesía y ensayo que lo han alzado como una de las escrituras más particulares de América. Compilados de su obra han aparecido en México, Argentina y España. En Chile ha sido editado también Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva) (Cástor y Pólux, 2016) y en Fin desierto y otros poemas (Komorebi, 2018).
La pregunta no es ¿por qué escribo? sino ¿cuándo es que el lenguaje del poema vale la pena? La pregunta ¿por qué escribo? ha sido saboteada, desafortunadamente, por una serie de coartadas a las que se recurre con poca originalidad. La coartada del archivo, («escribo para recordar, para dejar un registro»), la coartada catártica, («escribo para liberarme de mis demonios»), la coartada escatológica, («escribo para vencer a esa puta que es la muerte»), la coartada metafísica, («escribo para arremeter contra los límites del lenguaje»), la coartada psicológica, tal vez la peor de todas, («escribo para encontrar o construir una identidad») (…) todas parecen justificaciones para hacer otra cosa como si la escritura fuera un medio para alcanzar otra cosa (dinero, fama, identidad, catarsis…). Es contra esta versión instrumental del lenguaje que quiero hablar aquí. (…) Pero hay también un decir continuo sobre el que el lenguaje tiene poco control y poco dominio. Y esto se debe a que la continuidad es una contribución del sujeto, tal vez la única, al lenguaje. Esto nos permite decir algo independiente y paralelamente al decir del ser dichos.
Yo llamo sentido a ese decir continuo, no diferencial, a aquel decir que no es signo. El sentido del verso, el sentido del poema, es la dirección en la que el verso o el poema se mueven. Dirección como cuando decimos el sentido del tránsito. Cuando el poema no traslada crea sentido, dirección. El rechazo a la trascendencia del traslado crea dirección. Y los mecanismos de la creación del sentido son los del lenguaje que ya no dice a través nuestro; son el ritmo, la línea prosódica, el movimiento de la letra, son todas aquellas prácticas independientes de la referencialidad y de la significación que son, justamente, las prácticas menos susceptibles de ser manipuladas por el lenguaje. (…) El sentido como algo distinto a su contenido, o a su significado. (…) Se trata entonces de un lenguaje de una gran inmanencia que no va a ningún otro lado, que no desemboca en ninguna otra cosa sino que retorna a sí mismo (…) Puesto de manera más positiva, el lenguaje (del poema) vale la pena cuando habla de lo que solamente se puede decir.
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Mudanza–Verónica Gerber Bicecci–Montacerdos– 109 páginas. fragmento del capicúa
so br e la au to r a Nacida en 1981 en México, es presentada en la solapa del libro como «una artista visual que escribe». Su obra literaria está compuesta por Mudanza (originalmente publicado el 2010, traducido al portugués) y Conjunto vacío (2015, premio internacional Aura Estrada y premio Cálamo Otra mirada; traducido al inglés y al italiano). Fue editora en la cooperativa Tumbona ediciones. Mudanza narra el abandono de la literatura y el cambio de rumbo hacia otro tipo de arte por parte de sus protagonistas. Rescatamos el fragmento acerca de Marcel Broodthaers.
Habiendo anunciado su retiro definitivo, en 1964 Marcel Duchamp terminaba en secreto su última pieza: Étant donnés, una misteriosa puerta antigua a la que hay que asomarse por dos pequeños agujeros para observar a una mujer tirada sobre juncos, desnuda y con el sexo deforme, sosteniendo una lámpara de gas; al fondo un ciclorama con el paisaje de una cascada parece moverse. En ese mismo año fue robada una valiosa colección de piedras del American Museum of Natural History de Nueva York, el Eagle Diamond nunca apareció. Leyland Motor Corporation, firma inglesa, anunció la venta de cuatrocientos cincuenta autobuses a Cuba, retando el bloqueo comercial a la isla. Dieciocho estudiantes panameños fueron asesinados en el patio de una secundaria al intentar izar su bandera junto a la de Estados Unidos en la Zona del Canal. Se descubrió el Síndrome del espectador, o Síndrome Genovese, cuando treinta y ocho vecinos de Queens no respondieron a los gritos desesperados de Kitty Genovese mientras era apuñalada. Cassius Clay venció a Sonny Liston en Miami y fue coronado campeón de peso pesado; en Brasil empezaban veintiún años de dictadura tras el golpe de Estado a Joâo Goulart. El 7 de abril de 1964, la ibm presentó su primer modelo de computadora serie 360; justo tres días antes de que Marcel Broodthaers abandonara la escritura inaugurando su primera exposición en la Galerie Saint Laurent en Bruselas. Afuera la lenta y azarosa transformación del mundo, la fatalidad de sus inconexas relaciones. En el estudio, la nulidad del objeto, el espacio entre decir, hacer y contar; ahí estaba Broodthaers. Imposible frenar la violencia y el absurdo, inevitable pensar que el gran tropiezo estaba en la palabra, en todo lo que escapa de ella. Justo entre el decir y el hacer. Ese espacio ininteligible, disonante, era el lugar en el que él, Broodthaers, cifraba la transformación de su escritura. Cincuenta ejemplares aparecen escayolados, sostenidos por media esfera de unicel. Marcel recuperó, todavía envueltos en celofán, algunos tomos de su último libro de poesía, apenas publicado. El título, Pensé bête, alcanzaba a verse, pero era imposible hojear las páginas. Los ejemplares estaban definitivamente cancelados. Un gesto arbitrario y estúpido con el que se inició en las artes visuales, mientras dejaba atrás su oficio de escritor. La pieza sucede a medio camino entre un librero portátil y un tabique sin accesos. Solamente destruyendo la escultura es posible acceder al libro y destruir el monolito significa volver a la literatura. Jaque mate, escultor o poeta, opciones que se suprimen una a otra. Marcel era un cancelador, un portero sostenido en la diagonal que separa el significado del significante. El explorador de una pausa inexistente. Una ecuación capicúa que se desvanece al ponerse en marcha. El bosque del entendimiento quedó paralizado. Pensé bête era una fractura y su escultura libro una tibia enyesada, un objeto enraizado a una base, a un bloque. Las palabras una pared infranqueable; su escritura, un muro de contención. Marcel Broodthaers, junto con la enredada demencia del mundo, convirtió su libro en un acontecimiento. La floresta marcha a paso cadencioso. Sin certidumbre. Las florestas que se extienden van tan lejos… Poca esperanza.
Había nacido en Bruselas en 1924. En su juventud, René Magritte le regaló Un coup de dés jamais n’abolira le hasard, de Mallarmé. Ese libro sería después pretexto para una de sus piezas, cada enunciado convertido en una cinta negra, el contenido en forma, la insinuación de un renglón, cada enunciado un molde. Las palabras escondidas debajo, como si no dijeran nada, como si lo importante fuera solamente el espacio que ocupan en el papel (Un coup de dés jamais n’abolira le hasard, 1969, doce placas de aluminio, 32x50 centímetros cada una). En los años anteriores a su primera aparición como artista, Piero Manzoni firmó su espalda, como la de muchos otros, para convertirlo en una escultura —su rúbrica convertía las cosas, todas, en una obra de arte. Escribió en el Journal des beaux-arts y Le magazine du temps présent, tenía publicados cuatro libros de poesía: Mon livre d’ogre: suite de récits poétiques (1957); Minuit (1960); La bête noire (1961), una descripción del zodiaco y de varios animales domésticos con grabados originales de Jan Sanders, y Pensé bête (1964), número de ejemplares desconocido, pues la mayoría fueron intervenidos con papeles de colores, cuadrados y círculos negros, azules o rojos tapando pedazos del texto. Las últimas copias se transformaron en aquella escultura con la que abrió una disyunción en el rumbo de sus textos: escribir sobre otros soportes. Para cada una de sus ediciones hacía diversos tirajes, cambiaba papeles y acabados. Treinta y tres ejemplares de su primer libro con un frontispicio original de Serge Vandercam, tres copias en papel de china con la marca hc, cinco en pergamino japonés numeradas de la A a la E, veinticinco en papel Auvergne y ciento cincuenta en papel Velin. Trataba de desaparecer el original distrayendo al lector con números y clasificaciones absurdas. Para el segundo libro, doce copias fueron impresas en papel alemán hecho a mano con una acuarela firmada de Serge Vandercam, numerados I al xii, doscientas trece copias en papel de lino. Cada edición una diversidad de soluciones. Recreo y posibilidad de elección. Para el tercer libro, veinte copias se imprimieron en papel Arches, tres ilustradas por Sanders y diecisiete numeradas del i al xvii, setecientas copias en papel ordinario. Para Broodthaers ningún lenguaje tenía sentido. Su obra es un ejercicio de lectura; no hay nada que buscar en sus extraños objetos y ensambles. Él había pensado y se había propuesto usar el objeto como una palabra cero. Vacía. Hueca. Y, en tal caso, buscar el sentido de sus mensajes es una empresa imposible e irracional. No se puede pensar ante el puro vacío. Su obra era la carta de un prófugo que, para no ser encontrado, inventó una forma de decir sin decir, o de decir por decir. Descifrar a Marcel es traducir a un fugitivo de la lógica, alejarse del sentido común. Si existía un mensaje, estaba escondido en una selva retorcida de retruécanos lingüísticos, pero simplemente no lo había, no ese que el receptor está acostumbrado a recibir. Marcel intentaba negar, tanto como fuera posible, el significado de la palabra del mismo modo que el de la imagen. Sus cartas no tenían mensaje alguno. Broodthaers huía de la impuesta labor de hacer sentido con las palabras y con las imágenes. No se trataba de una comunicación dividida entre un pedazo de una palabra y un pedazo de una imagen. No había juego. No había confesión. La llana y simple nada.
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No hay una exigencia. No todos, pero la mayoría tienen isbn, están registrados por la Cámara Chilena del Libro, pero no nos han exigido. Sí hemos regalado hartos a lugares que nos parecen adecuados, como la biblioteca del fifv, tenemos otros en bibliotecas especializadas en Nueva York, Buenos, Aires, Japón y Uruguay, A-mor se regaló mucho más por temas del fondart, a la Fiscalía y familiares de las víctimas. Diseñabas en Mud Magazine, que da harta salida online a fotógrafos. En tu rol de editora, ¿cómo te das cuenta de que un set de fotografías da para un fotolibro? No creo que haya un trabajo que no se pueda poner en un libro, es lo mismo que una exposición. Finalmente es cómo lo expones. Obviamente hay trabajos buenos y trabajos malos. Aparte no es solo foto, hay material de archivo y texto. Pie de foto: Recuerdo un fragmento de Diario de Ladrón de Jean Genet, cuando pienso en las imágenes de A-mor: «Llevaba una vieja gorra gris con la visera rota. Si la tiraba al suelo de nuestra habitación se convertía, de repente, en el cadáver de una pobre perdiz con el ala cortada; pero cuando se la ponía, algo ladeada, el borde opuesto a la visera se alzaba para descubrir el más glorioso de los mechones rubios».
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Fotografía 3: Nicolás Wormull, fotógrafo y editor
Se arman a partir de períodos de tiempo. Por darte una idea, empiezo a hacer fotos desde un acontecimiento personal y me pongo una meta de intentar generar un relato en imágenes. Es una suerte de diario personal, y puede durar aproximadamente 2 años y llega un momento en que siento que ya tengo el material que quiero, es algo que solo lo siento. Entonces se genera una calma interna en el ámbito de esa búsqueda de capturar y empieza el proceso de mirar el material, armar, desarmar, generar un dialogo entre las imágenes y que me hagan sentido, a mí, porque finalmente puede ser muy subjetivo para otros. Una forma que me funciona mucho es ir armando dípticos, y bueno eso demora. Luego una secuencia de dípticos hasta que aparece un cuerpo de obra». Wormull establece que sus tirajes son de 500 libros si se imprimen en offset. A través de una empresa de distribución se mueven entre 200 y 300. Aparte está el movimiento de festivales, los editores viajan a distintas instancias internacionales. ¿Por qué repites imágenes en distintos fotolibros? Es una decisión muy consciente, finalmente cada cuerpo de obra o fotolibro es un capítulo de mi tiempo. Y en ese sentido me gusta vincularlos, de modo de generar lazos entre ellos más allá de mi estética. Es algo simbólico, lo veo como pequeños puntos de un tejido que los unen. Aparte de tus propios fotolibros, has participado como editor. En ambos roles, ¿cuándo se da por terminado un fotolibro como unidad de trabajo? Creo que una de las etapas más difíciles de editar libros es cerrarlos, darlos por terminado. Más aún cuando editas a otros fotógrafos porque los cambios son muchos, al nivel de cierto desamor a ratos. Pero es normal ese ir y venir. En algunos casos, ya estando en la imprenta, te llama el fotógrafo y dice que quiere cambiar una foto. O como me pasó con un libro mío, justo antes de imprimir una plancha, dije que quería cambiar el díptico. Hay una búsqueda de perfección que siempre queda inconclusa. Al formarte en Suecia, ¿qué diferencias ves en el plano formativo local? En Suecia uno estudia porque quiere, hay una vocación real, porque puedes trabajar en otra cosa y aun así tener la misma calidad de vida que si no estudias. Si bien los fotógrafos en su mayoría son bohemios y buenos para la fiesta, también hay un lado serio y mateo que uno debe asumir para poder producir. Me atrevería a decir que acá la balanza tiende hacia el lado más bohemio. Pero veo en los fotógrafos más jóvenes que eso está cambiando. Respecto a la formación como tal, es muy densa y sobre todo práctica. Es mucho terreno y corrección. Te guían desde tu mirada, sin imponer, reforzando la tuya. Y además, el abanico de mentores/ profesores que es muy amplio y retroalimentas constantemente. Se toman la formación muy en serio. ¿Cómo funciona allá el fotolibro? Funciona de la misma forma que acá, creo que allá quizás aún hay más compromiso de apoyar un lanzamiento o algún evento relacionado con el fotolibro, tanto de parte de tus colegas como de personas que no se dedican a la fotografía. Quizás por un mayor interés cultural, no sé, pero hay más gente que se interesa, eso es muy evidente.
Si las palabras encuentran su magia al ser ensambladas de formas arriesgadas y sorpresivas, Wormull hace el mismo efecto con las fotografías en sus fotolibros. Una escena familiar inocente puede estar al frente de un baño ensangrentado. Toda habilidad lo es si no se abusa de ella. Y Wormull mide el recurso para no cansar. Pero el miedo se queda contigo, sabes que volverá. Esas vueltas pueden ser también en otros libros. Porque algunas imágenes se repiten. Esto hace pensar en la posibilidad real de que alguien pueda tener todos los fotolibros de un autor. Reviso Republica (Buen Lugar, 2015), Stay (André Frère, Marsella/fifv, 2015) y Torso (André Frère, Marsella, 2017). El miedo no está en afuera, sino dentro. Como los más finos cultores del terror, la mirada de Wormull está en el cotidiano. ¿Cuántas personas hay dentro de nosotros? Las personalidades de Nicolás muestran un hombre entregado al placer, al vicio y a la crianza. Como cualquiera de nosotros. Explica el fotógrafo: «mis fotolibros son muy autorreferentes y mi familia y mis cercanos son temas frecuentes que retrato.
Interior de A-mor, de Cristóbal Olivares.
Interior de Torso, Nicolás Wormull.
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Interiores de Una revisión al Fotolibro chileno.
¿Cómo evalúas el fotolibro chileno? Creo que en estos últimos años ha mejorado notablemente. Desde mi punto de visto el libro de fotografías tipo catálogo ha empezado a quedar atrás, y el fotolibro empieza a ser más protagonista. Y también hay iniciativas nuevas, como librerías que están fomentando fuertemente al fotolibro chileno. Si tuviera que criticar un par de cosas sería que muchas veces tengo la sensación de que los libros tratan temas más por una cosa de ser políticamente correcto que por un relato honesto o cercano al fotógrafo que lo hace (lo que no significa en absoluto que no me gusten esos libros o esos temas, por el contrario) y eso se revela inmediatamente cuando uno ojea el trabajo. Lo otro que podría decir, es que muchas veces el contenedor es más interesante que el contenido, dejando al fotógrafo/fotografía como en un segundo plano. Pie de foto El peligro de Wormull se manifestó en el contacto. Hasta el último momento evitó contestar, a veces me llamó por mera casualidad. Era oír el trasfondo de su obra. El fotógrafo que lo retrata afirma haber vuelto vomitando de su visita. Esperaré tener esta edición impresa antes de llevarla a las afueras de Quillota.
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Fotografía 2: Aribel González, editora y diseñadora de Buen lugar
Ninguna imagen de A-mor (Buen lugar, 2015), fotolibro de Cristóbal Olivares, podría captar la experiencia de tenerlo entre las manos. Las texturas de la portada invitan a algo distinto, cerrar los ojos y tocarla. Son muchas letras talladas, son nombres de mujeres asesinadas. Archivos familiares se abren junto a testimonios que sustentan las imágenes e insertan documentos. La sensación de mareo y repulsión frente a ellas genera un impacto superior. Alguna vez, un momento, todos fuimos felices. Olivares deja registro de objetos que quedan vacíos sin las mujeres que les dieron vida, continuidad rota con otras imágenes de archivo o alusivas. El diseño y dirección de arte de A-mor estuvo a cargo de Aribel González. Ella, como parte de Buen Lugar, también se hace cargo de otros libros que no tienen esos medios de producción. Un ejemplo adecuado es 874, que es un desplegable. ¿Cuál es la diferencia entre trabajar en un fotolibro y hacerlo en un libro tradicional? Sobre todo la composición, la parte más importante de un fotolibro. Uno como diseñador cuando se empieza a enfrentar a libros de fotografía o de arte tiende mucho a sobre diseñar, ponerle demasiado de uno, tratar de llegar desde el diseño. Cuando empiezas a trabajar en equipo con los fotógrafos (porque las fotos son el centro del libro) te das cuenta de que hay que respetar la obra y potenciar su exhibición en el formato. En un libro de lectura debe tener legilibildad, lecturabilidad, que se lea bien, que tenga buen tamaño. Con los libros de arte y fotografía la idea es tener propuestas más minimalistas, como lo que hacemos en Buen Lugar. ¿Con cuánto dinero se hace un fotolibro? Depende, porque hay cosas que las hacemos nosotros, las encuadernamos nosotros. 874 no debe costar más de 3000 pesos, lo vamos a imprimir en láser a un plotter, compramos los papeles, los llevamos listos, la guarda que une los dos fanzines la pegamos nosotros. En las cosas muy artesanales no puedes cobrar mucho, porque el público lo encuentra todo un poco caro. No salen tan a cuenta, porque uno invierte tiempo en hacer cada ejemplar. Después tenemos otros libros que han sido cofinanciados por mecenas, por autores. Todo ha sido muy distinto en cada ejemplar, otros han sido en imprentas con plata del fondart. Acá en Chile es bien cara la industria. ¿Cuál es el nivel de especialización de las imprentas chilenas para trabajar con fotolibros? Hay imprentas que son boutique, como Gramma, con la que imprimimos el libro A-mor, que aunque uno piense que pueden ser mucho más pro también se equivocan un montón. Es un tema, nunca es fácil. Uno piensa que es más fácil mandar a hacer que hacerlo uno, y a veces no resulta así, porque uno sabe cómo quiere que quede. ¿Cómo se aprende a diseñar fotolibros en Chile? Estudié en la Católica, ahí tomé unos talleres editoriales para crear libros de artista, pero también es mirando porque no existe la carrera de diseñador de libros en Chile. Tú estudias diseño gráfico y te van enseñando a diagramar. Para proponer
Retrato de Nicolás Wormull.
La historia del fotolibro chileno (y escritores vinculados)
En diciembre del año pasado se publicó Una revisión al Fotolibro chileno, de la Fundación Sud fotográfica, que permite establecer los hitos de la trayectoria de estos libros en nuestro país durante el siglo xx. Nuestra ciudad es parte fundante: Vistas del terremoto (1906) es el primero revisado por un amplio equipo de especialistas. Se revisan categorías de fotolibros: de propaganda, de literatura y de arte. A partir de la clasificación de literatura, podemos establecer un vasto puente entre disciplinas que considera a los más destacados poetas de nuestra historia: Pablo Neruda, el grupo surrealista la Mandrágora, Nicanor Parra, Enrique Lihn y Juan Luis Martínez. La mayor parte de estos nombres nos pone en guardia; en su naturaleza de sujetos incómodos no termina su presencia en esa categoría. En la sección de fotolibros de arte aparecen los Quebrantahuesos de la revista Manuscritos, donde confluyen Parra y Lihn. También marca presencia Alfonso Alcalde, en su rol responsable de la colección de trabajo e identidad de Quimantú, en fotolibros de propaganda. La relación foto y texto late de forma subterránea y transversal. Se establecen patrones para señalar el hábito fotográfico de portada en editoriales como Nascimento. Se relatan los intentos de lom por colocar a disposición este tipo de trabajo. Se detalla la experiencia de editoriales vinculadas al arte, como Francisco Zeguers, que han permitido circular poetas como Diego Maquieria y escritoras como Guadalupe Santa Cruz. En la resistencia de la dictadura, en la necesidad de romper el oscurantismo, aparecen propuestas de corta vida como las Ediciones económicas de fotografía chilena (1983). En su primera publicación Mauricio Valenzuela describe las fotografías, no la imprime, acorde a la censura. Su fotolibro es acompañado por textos de Claudio Bertoni. Hoy, que un poeta como él es publicado por grandes editoriales, es adecuado recordar antiguas materialidades, en la descripción de Ángeles Donoso: «La manufactura de las Ediciones Económicas —fotografías fotocopiadas y encuadernadas con corchete— da cuenta de la creatividad de Riobó, quien logra resolver eficientemente el problema de la producción. En la presentación de la primera entrega, Riobó describe la fotocopia como un medio de reproducción (…) dan más flexibilidad a los fotógrafos ya que les permite integrar diferentes elementos en las maquetas como fotografías, textos escritos a mano o mecanografiados, corrector líquido, diferentes tipos de papel, etc.». Paz Errázuriz es un nombre clave en ese tiempo, se reproducen imágenes que hizo con Enrique Lihn (El Paseo Ahumada, 1983), Claudia Donoso (La manzana de Adán, 1990) y Diamela Eltit (El infarto del alma, 1994). Valparaíso (1991), fotolibro clave de Sergio Larraín, va a dejar una huella relevante también por la imposibilidad de reproducir esas imágenes. Las instancias contra el capital se repiten, hace algunos años se celebró paródicamente ese libro con imágenes que lo referían.
«Una forma que me funciona mucho es ir armando dípticos, y bueno eso demora. Luego una secuencia de dípticos hasta que aparece un cuerpo de obra» Nicolás Wormull
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cosas menos tradicionales es asunto de uno meterse sobre todo a mirar referentes de afuera o de lo que se ha hecho acá. Cristóbal Olivares estuvo en un taller con un fotógrafo español que le traspasó algunos datos que compartió conmigo. ¿Cuáles serían tus referentes? Acá en Chile la editorial del fifv [Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso], Dante Mellado es el diseñador. Por otro lado los de daga. De afuera mi referente máximo es Ramón Pez, español que ha diseñado un montón de fotolibros y fue director de artes de la revista Colors. ¿Cuál es tu opinión del diseño de los fotolibros chilenos? Ha ido mejorando el tema de la edición independiente en Chile. Como Paulette, libros de artista, me gusta mucho el trabajo de ellos. Está bacán la escena, está mejorando un montón. Igual creo que tiene que ver con un recambio de autores y recambio de diseñadores, porque el fotolibro en Chile era bastante tradicional. ¿Cuáles son los tirajes de los libros de Buen lugar? De A-mor hicimos 500, el libro es súper caro de hacer, tiene hartas terminaciones, pero como era fondart el precio final nunca fue el que debería ser. Si esa plata hubiese salido de nuestro bolsillo, nunca hubiese costado las 18 o 20 lucas que costaba al principio. Ahora está a 30 porque quedan poquitos, pero jamás lo pondríamos haber vendido a ese precio, y la gente no sabe los costos de imprimir libros de ese estilo, Coffe table books. Sobre todo depende del tiraje, no íbamos a hacer 1000 libros, por plata y porque no se venden 1000 libros de fotografía en Chile. Somos de la idea de hacer menos ejemplares y que los libros no se pierdan. Entonces hacemos 200, 150, de uno hicimos 50, y los fanzines los hacemos por demanda, de 10, de 15, y vamos vendiendo. No tienen tiraje final. Para la literatura se hace un depósito legal, entrega de ejemplares a la Biblioteca Nacional. En el caso de los fotolibros de Buen lugar, ¿dónde los dejan?
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Una fotografía al fotolibro Una parte de la producción de libros independientes corresponde a libros de fotografías. De las paredes de exposiciones a estar entre cubiertas, dialogamos con personas que activan el proceso desde roles que se combinan. Por Cristóbal Gaete
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El redactor va a la casa de un fotógrafo para el que escribió un epílogo para su fotolibro. Va con su computador, algunos libros y su hija. Un equipaje y compañía normal. Al salir después de seleccionar ciertos fotolibros, algunos a sugerencia de su colega, otros por su propio gusto, se da cuenta del peso que lleva. Los fotolibros pesan más que los libros, se lleva una mochila de la casa de su amigo. Los abre.
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El sistema educativo, con una gran cantidad de lecturas obligatorias y de lectores rehenes, sostiene la circulación de determinados títulos y autores, puras sandías caladas por lo general y bicocas para algunas editoriales, pero no fomenta la relación con el libro por placer. Y en el caso del fotolibro, el placer es un aspecto fundamental. Esa es la razón que justifica el viaje. ¿Cuál es la relación de viaje y fotolibro? Independientemente de sus contenidos específicos, el fotolibro es un viaje siempre, una invitación a evadirse. La necesidad urgente de escapar hacia otro lugar. Como casi todos los viajes, es el proceso lo determinante más que la meta o la posibilidad incierta de llegar a algún sitio. La propia construcción del fotolibro es en sí mismo una epopeya en la que el autor y el resto de los participantes tienen que cuestionarse varias veces sobre su propia identidad transformada por la experiencia, sobre la necesidad real de la aventura y los peligros que están acometiendo. ¿Qué particularidades debe tener un fotógrafo para llegar a la instancia de un fotolibro? Casi todos los fotógrafos están pensando su obra con el fotolibro en la cabeza como soporte ideal. Ha pasado a ser un lugar común, lo cual no es necesariamente beneficioso. Se podría dar la ironía absurda de que tuviéramos más autores que lectores. Pero no son las particularidades de un autor las que determinan que deba llegar a un fotolibro, sino las características de la obra. El fotolibro es una amalgama de decisiones en torno a un discurso fotográfico que siempre lo exceden, donde lo fundamental es que las imágenes no se legitiman individualmente, lo hacen de manera colectiva, en determinada disposición y en combinación con el resto de los elementos que lo conforman. Esa es la línea que separa el fotolibro, que es un concepto relativamente reciente del catálogo de fotografía. En este último caso, es cada imagen individual la que justifica su inclusión. En el caso del fotolibro, la desaparición de una imagen precisa debería desarmar el dispositivo completo. Sería algo así como si le sacáramos algún engranaje a un viejo reloj de cuerda: puede tener una apariencia estética pero no va a dar la hora con precisión.
oscila entre 500 y 1000 ejemplares. Miguel Ángel Felipe, el editor, detalla que «Las cotizaciones de imprenta siempre estimulan a tiradas más grandes. Lo cierto es que el mercado nacional, si tal cosa existe, queda cubierto con 200 ejemplares. Quizás alguno más, pero no muchos más». Calcula que la circulación de los fotolibros toma 10 años para el editor. Quizá cuánto tome para Berma, el último fotolibro de Elde Gelo, seudónimo autoral de Felipe. Generalmente en los fotolibros que he visto hay textos, ¿qué rol ocupa dentro del fotolibro? Es una parte fundamental de la obra. Como ocurre con los prólogos de Borges, cualquier texto pasa a formar parte de la obra misma y no debe considerarse en ningún caso un adorno estético. De plantearse así, es mejor que no esté. He escrito varios de estos textos, algunos de los que me arrepiento incluso, y cada vez más creo que debe ser una decisión muy meditada. Por ejemplo, hay un riesgo grande en el caso de aquellos textos que vienen a tratar de defender la obra, entendida esta como el conjunto de fotos en secuencia al que acompañan, o a ensalzar los supuestos méritos del fotógrafo. La deshonestidad, en estos casos, no se perdona. Mi predilección va por el lado de aquellos textos que son capaces de abrir los sentidos de la lectura del fotolibro completo. En cualquier caso, y nos ha pasado afortunadamente con algunos títulos, es fantástica la posibilidad de hacer convivir a fotógrafos y escritores. Deberíamos impulsar más estas complicidades desde ambas orillas. ¿Cuáles son las diferencias de mercado del fotolibro chileno en comparación a otros que conoces? Tengo la impresión de que Chile no se diferencia en gran medida de países como Argentina, España o Francia, que pueden ser los que conozco más. El hecho básico es que la cantidad de habitantes determina la cantidad de potenciales lectores, lo cual no deja de ser una mera cuestión de tamaño. Son mercados, además, que tienen a reducirse: en todos ellos el libro físico cada vez tiene menos presencia. Pero también hay que pensar con alguna dimensión histórica: dónde está situado el libro como objeto cultural y qué valor tiene ahora mismo.
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Aunque pensándolo bien, quizás necesitamos también relojes que no den la hora. Tu propia obra, ¿generalmente la vendes, la regalas, la intercambias? Todas las anteriores. Generalmente trato de moverme en dos situaciones: o la regalo en el caso de alguien que de verdad creo que la aprecia ,y que además me parece que se lo merece, o trato de venderla a un precio justo, es decir cara, porque cuesta hacerla, editarla, archivarla, producirla y transformarla en un objeto físico. Entre los fotógrafos, y también otros artistas visuales, hay mucho intercambio de obra. Estoy en ese grupo también y está muy bien que así sea. El trueque es una manera menos onerosa de hacerse con objetos de deseo y, a la par, demostrar cariño y respeto por la obra de los compañeros de viaje. Berma fue impreso en Europa, ¿qué diferencias hay entre las imprentas chilenas y extranjeras para tomar esa decisión? Efectivamente, Berma fue impreso en Gráficas Palermo en Madrid. Es la ciudad en la que estudié y donde viví un tiempo, así que había una coherencia biográfica en hacerlo allí. Y surgió además de una manera un tanto azarosa, coincidiendo con un viaje y ajustando los plazos a ese desplazamiento que estaba decidido de antemano. Algo que resultó bien, pero que tuvo su estrés. Desde el punto de vista de equipamiento y de cualificación del personal, tengo la impresión de que no hay ninguna diferencia. Sí la hay en cuanto al control de calidad del producto en cada una de las fases de producción: impresión, cortes, encuadernación...lo cual termina influyendo en el resultado final. Y, en mi mínima experiencia, también en los plazos de entrega y aspectos formales. Pero, como decía, están las mismas máquinas y las mismas personas que aman sus oficios. Tal vez hay que buscar el pero en las condiciones laborales y en la alta rotación de los trabajadores de la imprenta. Pie de foto: 80 ejemplares de Berma viajaron en las maletas de Miguel Ángel y su hijo. En Aduana explicó lo que traía, mostró la carta del Consejo de la Cultura y un funcionario abrió un libro. Lo revisó junto a un superior. La crítica del funcionario fue breve y divergente. «Son fotos de Chile», «son fotos antiguas». Si bien la primera es correcta, la segunda no; fue solo la impresión del blanco y negro.
Fotografía 1: Miguel Ángel Felipe, editor de La Visita / Elde Gelo, fotógrafo
La Visita es una editorial de fotolibros con diez años de trayectoria. En este tiempo han producido 50 publicaciones: 20 fotolibros y 30 fanzines producidos en regiones (Arica, La Serena y Rancagua). La colección más significativa es el Rectángulo, con 15 títulos a la fecha, libros de pequeño formato (12x 16 centímetros y 40 páginas) que partieron con El río de Mauricio Quezada, Las novias de Antonio, de Zaida González, y La niebla, de Mauricio Valenzuela. El tiraje de los fotolibros de La Visita
Interior de fotolibro El cuaderno de Potosí, editado por Miguel Ángel Felipe, de La Visita.
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hora, un día, un momento determinado en que uno escribe y eso va a determinarlo. Uno no escribe en abstracto, porque tampoco vivo así. Yo no vivo en una cueva en la montaña desconectada. ¿Qué leías mientras escribías Hábitat? De todo, yo soy muy desordenada para leer. Sobre todo leo poesía y ensayo. Y dentro de eso, de todo. Pero pudo haber influido desde la lectura del diario hasta un ensayo de la Natalia Ginzburg. ¿Dirías que es ella la que más leías? Puede ser, pero es que me pasa que, más que leer cosas nuevas, estoy releyendo. Digo, leo, estoy al tanto de la escritura que se está haciendo, pero releo mucho, ensayos o poetas a los que vuelvo. ¿Y cuáles son a los que volvés? Vuelvo a muchos. A Montale, a Pasolini, a la Marosa di Giorgio, la Anajmátova, la Mistral. Las relecturas son muy variadas. En poesía sobre todo hay mucha relectura. Es que la poesía es una lectura que se va revelando por capas, no aparece inmediatamente, por eso es que quizás cuesta más que la gente lea poesía, porque uno tiene que volver. Y a medida que uno vuelve se van activando nuevos sentidos, nuevas direcciones. Lo que te gatilló una dimensión luego se densifica con otra cosa... ¿Para cerrar: el poema tuyo que más te guste? Un poema como Espino* me gusta, sobre todo por eso del momento particular, algo de lo que pasó ahí.
Sobre la obra
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Milagros Abalo *Espino (Hábitat, pág. 13)
Habla de nosotros espino de nuestra madeja en delirio de cuerpos de nuestro grito antes de nacer habla de ese grito y del miedo a la noche. Esqueleto en riguroso silencio de mujer, de hombre o de niño.
Habla con nosotros de los amores que se enredan trajinándose en sus espinas blancas o de los amores que brotan cuando creemos que están secos pequeñas granadas verdes en un octubre de estambres amarillos. Habla de nosotros espino di cuántos latidos escuchas en el corazón de un hombre oscuro y transparente como tus ramas de nidos sin pájaros.
No olvides decir que la baya es una cania a río abierta una casa donde duermen en su funda de blanco terciopelo semillas como fetos.
Por M.Á.
na vez, usé la imagen de un monje subiendo las escaleras de un mall sin adelantarse. Vuelvo a él. Esta vez mira un río en algún lugar del oriente antiguo, en eso radica su actividad, su contemplación empieza y termina en sí misma. Si a lo que llamamos arte es un excedente inaprensible adherido a las cosas que construimos porque sí, en la contemplación no lo hay. Ahora vuelvo a occidente, acá. Alguien mira las venas de sus brazos entre el ruido irrenunciable de una civilización adolescente. Como el cauce del río que le corresponde a esta persona está dividido por el Costanera Center, como hay demasiado de qué preocuparse, esta persona se refugia en el poema. Lo mismo que el río, no es un lugar seguro, sin embargo, es de los únicos en el que se está a salvo de la banalidad de una dimensión del lenguaje en la que no se dice nada, o peor, una dimensión que cree que el valor levita en la relación entre oferta y demanda. En el sistema del poema el valor es más complejo: llega un piedrazo entre los ojos en la infancia, más tarde, en la adultez, esa persona construye un poema donde ese piedrazo «es la voz de la naturaleza» (Esto es, Hueders, 2016) donde los «palazos vallejianos lo obligan a persignarse» (La normalidad de una familia, La cortadera, 2012) donde «lo que queda, es lo que vuelve a nacer» (Hábitat, Hueders, 2018). Al ruido, a la falta de subordinadas en las
conversaciones, a la renuncia de un pensamiento que exija algo más que un rebote de espejo al interlocutor, a ese estúpido y generalista «bien, po» ante el indiferente «cómo estai», Milagros Abalo (Santiago, 1982) le opone un recorrido de voces múltiples cuyo final nunca es un cierre, un remate, sino un lugar al que llegar: la recompensa del poema. A eso se y nos expone en su obra. Si La normalidad de una familia fuese un cuadro, sería uno de Arturo Gordon, una escena costumbrista donde uno intuye una tramoya oscura. De ser una película, sin lugar a dudas sería una de Lucrecia Martel, hay algo de familia tradicional, aristocrática, un tipo de orden que daría paso a otro tipo de oligarquía más citadina. Abalo nos muestra ese mundo pereciendo, nos lo muestra obedecer el segundo principio de la termodinámica, la entropía, y lo hace no como poeta confesional, sino con un tipo de especulación situada que, a riesgo de quedar como un ridículo anticuado, propongo como propia de escritura de algunas mujeres, y que le da vuelo al fondo de los poemas: «En el futuro serán los protagonistas de la historia / de la debilidad o la idéntica copia de ellos / Los Privilegiados / que abren el diario oficial de Santiago
de Chile / y de las páginas sociales dicen no conocer / a nadie, se ríen de los apellidos impronunciables / que se meten en sus colegios católicos / y llevándose las manos a los ojos con agitación / sueltan la perorata que silenciosamente / debemos tolerar [...] se consuela con mensajes bíblicos / cuando en casa de puta la Negra Pati / inicia a los niños y en menos de una hora / les calcina la idea que tenían del amor». Poemas cortos, en tercera persona, aunque cada tanto aparece una primera a decir cosas como «Tráiganme un pedazo de vida». Esa mezcla, que culmina en la exigencia de sentir algo que haga valer la pena eso a lo que llamamos Vida, esa constelación de voces y pensamientos, es un gesto que se radicalizará en Esto es, su segundo libro. Definitivamente más extenso que su ópera prima, tanto en cantidad de poemas como de versos, el libro, alejado de la atmósfera de casa de campo, es un auténtico síntoma de la ciudad. Él/ los hablante/s de estos poemas hacen explícito su cambio y el desgaste que este implica y «Solo horizontalmente puede estar / en un mundo que parado allá / sigue sin peros su curso natural / como una paciente que espera / con su falta de voluntad / con
su puro estado físico de arrastrar / piernas como piedras al despertar». Además del fondo, la sintaxis de este libro/síntoma es recursiva. Como el pensamiento de las personas en el clímax de una vida multitasking, va y vuelve apoyada en repeticiones, trepando hacia abajo por los sonidos de las palabras, que se presentan todo lo materiales que pueden ser. Una muestra que podría titularse arte poética, pero se titula Escribir (¿acaso no es lo mismo?): «[...] de mis hijos, de sus ojitos llenos de lágrimas escribir / o del mosquito que vuela sobre la fruta / como el mosquito que vuela sobre la muerte / escribir que lento y pesado vuela la muerte en el amor». Su tercer libro, Hábitat, mira de cerca los objetos que componen la atmósfera del libro/ mundo, los exprimen. Tarkovskianamente moscas, cactus, espinos, palomas, el clima y los resbalines son recorridos hasta que susurran su verdad. Esto, a los efectos del libro, es una especie de reconciliación, de elevar a lo que nos rodea a la categoría de condición, es decir, de necesariedad: esto es así porque sí, como los poemas. Un tipo de aceptación, que luego de la conciencia expuesta por los hablantes en los anteriores libros, uno intuye que no tiene que ver con renuncia o resignación. Vuelvo al monje. En un meta-tiempo su contemplación es interrumpida, la pasividad que ostentaba se tensiona en su mirada, una voz le susurra al oído un dogma de resistencia y apertura: «Florece / y al florecer recuérdales algo a los que te escuchan».
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editorial algo ficticia. Y noté diferencias formales entre ese libro y los siguientes que salen por Hueders, y como sos editora quería preguntarte si hay diferencias entre la edición con alguien cercano (quien firma como editor es Vicente Undurraga, su pareja) y otras personas. En La normalidad de una familia, la escritura es bien corta, concreta, y en los siguientes hay otras extensiones, formas de versos, etc. Sí, son ciertas esas diferencias pero no creo que tenga que ver con la edición, porque finalmente en ningún caso la edición de los poemas fue mucha con respecto a la edición que uno elabora, sino más bien tiene que ver con los momentos de escritura. O sea que no te editan tanto... Por supuesto que hay comentarios y sugerencias, pero no hay así como una sobre edición, eso como de estar encima de los poemas, uno hace ese trabajo en el momento de la escritura misma, y después, claro, un lector puede advertir un ruido, algo que no calce. Pero tiene más que ver con distintos momentos de escritura. El
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primer libro es un tono seco, luego Esto es tiene un tono mucho más desbordado, quizás en Hábitat empieza a replegarse en alguna medida. Es que, al menos para mí, los procesos de escritura son muy distintos y se van ajustando a lo que uno esté pensando, escribiendo, a cómo se sienta. Leía en una entrevista anterior, que los poemas de La normalidad de una familia no son una confesión familiar, aunque la atmósfera rodee ese tema, por llamarlo de alguna forma. Yo tampoco creo que sea confesional tu poesía sino que se desprende un tipo de especulación. ¿Pero de dónde sale ese imaginario familiar? Bueno, yo creo que hay relaciones familiares que uno advierte y que le interesan, pero no solamente de la propia, eh, uno puede, o yo por lo menos estoy atenta a observar otras dinámicas y a partir de eso echar a correr la escritura. ¿Como novelista? Puede ser, por eso también hay poemas que aluden a familias en una clase social determinada y otros a una distinta, algo de ir pasando por registros diferentes. Claro, de pronto uno tiende a darle una connotación de atmósfera a partir de elegir una de las tantas pistas que otorgan los poemas. Sí, porque uno tiene esa especie de obsesión en la lectura de tratar de situarlo en algo determinado para, en el fondo, tratar de entenderlo, pero hay cosas, especialmente en el caso de la poesía, que uno sencillamente tiene que renunciar a entender. Hay algo como de lo que no se ve pero existe, algo fantasmal en ese primer libro. ¿Eso como que tú lo adviertes? Puede ser, tal vez en el primer libro tenga que ver con que yo viví en una casa vieja, donde se supone que penaban muertos. Entonces ese imaginario medio fantasmal es parte de una experiencia de la niñez, siempre estuvieron rondando los muertos. Eso se traspasa, ese color. Como una especie de atmósfera que rodea algunos textos. Bueno, con respecto a eso de escuchar, recuerdo un poema que tiene como personaje a Nicanor Parra, pero también hay una dedicatoria a Elvira Hernández, poeta con la que, sobre todo a partir de Esto es, noto una relación incluso formal, esto de jugar con el sonido de las palabras para avanzar, extrañar palabras cercanas. ¿Cuál es tu relación con el medio? Mi relación con el medio es como lectora, me gusta estar leyendo lo que se está haciendo, cómo, qué, desde los que son más grandes hasta los que son más chicos que yo. Me parece que es bueno estar entrando y saliendo de todas esas escrituras, no porque uno pretenda encontrar ahí una cercanía, sino como un gesto de salud. La lectura al final, tanto cuando uno está escribiendo y cuando no, es un goce. Literal, porque un goce es una dirección que no se satisface nunca. Claro, por eso uno va hacia atrás o adelante en eso. Esa relación con la contingencia, ese estar atenta a lo que pasa, me hizo pensar en la parentalidad. Uno no tiene tiempo, entonces empieza a ver poemas en todas partes. Y esto en el mejor de los sentidos, el de desfetichizar los temas. Claro, todo es posible de ser escrito, no hay temas menores ni mayores. En ese libro (Esto es) sí hubo una necesidad de dar
cuenta del lugar en el que uno está, en la realidad en la que uno se inscribe también. Quizás en Hábitat va difuminándose con algunos elementos, va siendo menos directo. ¿Habría una necesidad cumplida, luego de Esto es? Sí, había una necesidad de hacer referencia a ciertas cosas que pasaban. Sigo con la contingencia y robo una pregunta, ¿cómo le pondrías al aeropuerto de Santiago? Gabriela Mistral. Otra diferencia con respecto al tono más medido del primer libro, es que en los siguientes hay un desarrollo más extenso, son poemas cuyos finales son importantes pero no son precisamente remates, como que, luego de agotar posibilidades, el poema llega donde tiene que llegar. ¿Cómo trabajás esas extensiones en las que además confluyen varias voces? Es particular en cada caso, hay algunos momentos en que uno va caminando y escucha una frase que te detona algunas imágenes que entran en relación y se va construyendo el poema. Y hay otros que aparecen gratis, como yo le llamo, que llegan y uno pareciera ser el envase de aquello que llega. Y uno va transitando en esos registros, yo particularmente, sin quedarme en uno u otro, sino permitiéndome la libertad de poder andar donde sea. Claro, es cierto que, sin perder homogeneidad, sobre todo en el segundo y tercer libro, hay una diversidad de registros notable, no solo por haber prosas o versos, sino porque incluso hay diferentes sintaxis. Por eso para Hábitat elijo un epígrafe de Rafael Cadenas que dice «Los poemas son momentos. Anotaciones», y en el fondo la escritura también responde a ese momento, a esa experiencia, a ese pensamiento, a ese estado de conciencia o inconsciencia, son muchos los elementos que la van interviniendo. Mientras, hay una oferta cada vez mayor de diplomados de escritura creativa, de magísteres, una tendencia a la profesionalización. Claro, como una cosa medio maquinal, como si hubiera etapas que uno va cumpliendo. Sí, y vos me hablás de fenómeno, de algo complejo y profundamente subjetivo. De todas maneras, cuando uno habla del momento en que escribió determinada cosa, por supuesto que ese momento también va a ser alimentado por cosas que sigan sucediendo adelante o que hayan sucedido atrás. La escritura es una especie de lugar donde confluyen todos los tiempos. Por eso es que cambian. Por eso un poema y su forma y lo que se supone que esté diciendo va variando, incluso dentro del mismo libro. Además yo encuentro un placer en ir cambiando, en ir saltando orillas, mantiene viva la escritura. ¿Qué tipo de alumnos se necesitan entonces? Es que hay algo orgánico en la escritura que no puede perderse de vista, si no se empieza a rigidizar lo que va a suceder, en la medida en que yo tengo todo clarísimo, y uno no puede tener clarísimo lo que va a escribir. Hay un estado en el que uno muchas veces se pierde, escribe sin saber dónde va a llegar y eso tendría que mantenerse. Porque ya en el momento en que
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tenemos claro qué es lo que vamos a decir y cómo vamos a decirlo y por qué lo vamos a decir yo creo que ahí pierde sentido. Empieza a ser algo funcional y el poema no puede ser algo funcional. Yo no estoy transmitiendo un mensaje o un informe, transita por otro lugar, por otros estados. Eso explica de alguna forma lo que yo mismo sentí al leerlos, me hacía como lector retrasar mi juicio, tener paciencia. En el fondo, la que impone su manera de ser escrita y de ser leída es la escritura, uno no puede escribir pensando en el
«La lectura al final, tanto cuando uno está escribiendo y cuando no, es un goce» lector, porque si uno lo hace lo está haciendo según ciertas expectativas, según ciertas formas de ser. Precisamente tiene que estar levantando ese terreno permanentemente. Haciéndole zancadillas, no vengo a ofrecerle algo que se espera que ofrezca. ¿Eso sería determinar, que el público sea acotado? Y escribir sin riesgo, sin cierta novedad, porque al final es seguir repitiendo sistemas de escritura. Bueno, en Esto es hay mucha recursividad, repetición de palabras, de ideas, de sonidos. Entonces y tal vez ya me lo respondiste. ¿Hay montajes o salen de un tirón los poemas? Yo escribo así porque pienso así, repitiéndome los pensamientos para que avancen, como una especie de mantra sobre ciertos movimientos que son iguales pero que en cada uno se va ofreciendo una nueva versión. Y que el lector llegue a donde tiene que llegar. Si es que tiene que llegar a algún lado. [Nos reímos]. Hay muchos que son por el movimiento mismo. En Hábitat hay esta relación con la naturaleza. ¿Cómo es esto posible viviendo en Santiago? Es que también nosotros [su familia] vamos mucho al campo. Y en esos viajes fui escribiendo, mucho, y cuando uno los ve en perspectiva... bueno, vi que era la naturaleza lo que estaba presente y decidí agruparlo. Pero tiene que ver con estas idas al campo, y esta nueva mirada que te ofrece la naturaleza... como un nuevo modo de hablar. Por eso es que es distinto al anterior. Tontamente pensaría algo de una síntesis, porque tiene algo de lo medido del primer libro, pero no es transparente tampoco. Claro, es que la naturaleza tampoco ofrece claridad. Hay zonas que ignoramos completamente. Sería un hábitat compuesto por más de un lugar. En general mi escritura está compuesta por varios lugares, no solo físicos, sino mentales, emocionales. Hay cosas tan simples como el ánimo que influyen en los poemas... en ese sentido creo que hay una
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La poesía orgánica de
Milagros Milagros Abalo Abalo En tiempos utilitaristas donde el interés está depositado en el producto, Milagros Abalo construye una obra diversa en la que prima la relevancia del proceso. Una obra cuya esencia es el transcurso y el movimiento. Una vertiente a la que acudir entre tanta piscina.
Alguien toca música electrónica en un subterráneo en Valparaíso, Milagros Abalo lee unos poemas largos y dibuja círculos con sus hombros, se tambalea como quien produce ondas para dibujar en el agua, su manera de acompañar la escritura. Los asistentes cierran los ojos, sonríen, otros miran la nada que se abre en el suelo. En el aire la sensación de que algo está pasando.
escena 1
En un galpón del Instituto de Arte de la pucv, esta vez sin música, lee otros poemas. La falta de ruido alrededor los mejora, la música salía de ella, no la rodeaba. Es la única poeta de la jornada ante la que mi hija guarda un respetuoso silencio mientras recoge piedritas del suelo. Me queda grabado que «La memoria traiciona mirando a los ojos». Esa noche pactamos el día de la entrevista, la prefiere en persona, no confía en las cámaras y le gusta mirar a los ojos. Si hay poetas que definen su estilo por temas, escuelas o por ser descendientes
escena 2
—Texto por Matías Ávalos. —Fotografía por Raúl Goycoolea.
de poetas más viejos, el estilo de Milagros Abalo se define en ese florecimiento de la respiración que es la voz. Cualquiera que la haya escuchado leer, como yo en esas escenas, notará que su escritura se enriquece por el color que le otorga su tempo a esos secos y resbalosos signos dispuestos en el plano. Sin embargo, con lenguaje no solo hablamos (o recitamos) sino que también pensamos y ese doble es el que termina plasmándose en la hoja. Milagros lo hace de manera curva. Durante el poema gira al rededor de un término, lo alimenta de matices, le da profundidad, lo extraña, lo repite hasta que dé lo que tiene para dar. En la conversación hace lo mismo; abraza, acompaña cada juicio con «en mi caso», con «para mí es así» y con esa manera de despersonalizar el juicio y hacerlo más amable, que es reemplazar el estruendoso «yo» por el oblicuo «uno». Y no porque no sea dueña del universo sólido y homogéneo que de hecho le pertenece
y que construyó en tres libros, La normalidad de una familia (La cortadera, 2012), Esto es (Hueders, 2016) y Hábitat (Hueders, 2018), tampoco porque no se juegue, en cada respuesta y en cada texto, su concepción de mundo, sino porque esos libros, aunque sea ella quien los firme, no los escribió sino que se escribieron, como considera al estado ideal de la producción del poema. Milagros Abalo se concentra en el mundo y la grafía de su violencia, en su opacidad, en esos mensajes intraducibles. En su escritura conviven voces de realidades diversas, de especies diversas, de tiempos diversos que, cuando y para que el poema suceda, confluyen de manera orgánica. Alrededor de esta noción de la escritura como estado, como fenómeno, giró la charla que tuve con la autora.
En la biografía de tus libros dice que sos editora. ¿En qué trabajas? Hago un curso sobre escritoras norteamericanas en la universidad, principalmente de poetas, pero también incorporo ensayistas, narradoras... son esos cursos para distintas carreras, algo generales, orientadores. Además soy editora de manera independiente, presto ese servicio para distintas editoriales. A veces de corrección de estilo y otras en el armado de un libro, entrar en diálogo con los autores, etc. Hago talleres también, aunque eso ya depende de los tiempos, de los ánimos, de todo [ríe]. ¿Te gusta dar talleres? ¿Son de lecturas o de escritura? He dado de ambos, lo que pasa es que a veces hago individuales y otras veces grupales, y son distintas instancias. Las individuales son más intensas, concentradas, mientras que en las colectivas se comparten lecturas, son más entretenidas. Tu primer libro sale por La cortadera, una
bienvenidos a laescena 3
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Al Aire Libro Editorial (Tomé, Chile), convoca a participar por el Premio Alfonso Alcalde de Literatura, al cual podrán concurrir autores de cualquier nacionalidad que presenten una sola obra, original, inédita y no comunicada de manera pública, escrita en lengua española, de tema y género libres. ¿quiénes pueden participar? Podrán participar escritores vivos de cualquier nacionalidad y lugar de residencia, siempre y cuando sus obras cumplan con las condiciones expuestas anteriormente. Se aceptará una sola obra por autor participante. Se excluyen libros dirigidos a público infantil y libros de autoayuda. premio El autor de la obra galardonada recibirá un único premio de un (1) millón de pesos chilenos. envío de obras Las obras deberán enviarse en la siguiente forma: 1. Correo electrónico: los originales deberán remitirse en formato Word con indicación clara de título, seudónimo a la siguiente dirección de correo electrónico: premioalfonsoalcalde2019@ alairelibro.com, con la indicación en el asunto del mensaje: «Premio Alfonso Alcalde de Literatura 2019». Deberá adjuntarse, en archivo Word aparte, la siguiente información: nombre completo del autor, seudónimo, país de residencia y datos de contacto. La fecha máxima de envío corresponde al día 26 de julio de 2019, hasta las 00:00 (hora chilena). ◆X Solo harán inscripción oficial al
I Premio Alfonso Alcalde de Literatura Premio aquellas obras que hayan sido debidamente recibidas en su versión digital. Los participantes recibirán un correo electrónico confirmando el recibo de su archivo digital y consecuente inscripción oficial al Premio. condiciones de las obras ◆X Un mínimo de 50 y un máximo de 150 páginas tamaño carta, espacio 1.5, Times New Roman, tamaño de letra nº12. ◆X Idioma: español. proceso de evaluación Al Aire Libro Editorial realizará una preselección (dependiendo de la cantidad de obras recibidas), de las obras que por su calidad
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serán leídas por el jurado. Al Aire Libro Editorial descalificará participantes al detectar que no cumplen con alguno de los requisitos de la convocatoria. del jurado El jurado estará conformado por: ◆X Damsi Figueroa ◆X Luis Torres ◆X Cristian Geisse Navarro ◆X Juan Carlos Mestre ◆X Ricardo Monserrat El Jurado actuará con plena autonomía y su fallo será inapelable. otorgamiento del premio ◆X Cada miembro del jurado escogerá un finalista, a quienes se les comunicará mediante correo electrónico tal condición. ◆X El jurado escogerá, de entre los finalistas, al ganador, a quien se le comunicará mediante correo electrónico tal condición. Una vez recibida la comunicación, el ganador cuenta con trece (13) días para aceptar por escrito el premio. causales de rechazo Al Aire Libro Editorial rechazará las propuestas que incumplan con los requisitos de participación contenidos en las presentes bases y de manera específica en los siguientes casos: ◆XEl participante presentó dos o más obras. ◆X La obra digital fue enviada por correo electrónico fuera de la fecha y hora límite de cierre de la convocatoria. ◆X El participante presentó una obra dirigida a público infantil o una obra de autoayuda. ◆X La obra participante no es inédita o está participando simul-
táneamente en otro concurso. ◆X El participante es miembro de Al Aire Libro Editorial y/o familiar de algún miembro de la editorial y/o del jurado. deliberación y fallo Las deliberaciones de los jurados serán confidenciales. Si los miembros del jurado deciden por unanimidad que la calidad de las obras o proyectos evaluados no amerita el otorgamiento del Premio, podrán recomendar a Al Aire Libro Editorial declarar desierta la convocatoria. El jurado actuará con plena autonomía y su decisión quedará consignada en un acta. En todos los casos, el fallo es inapelable. derechos La aceptación de las bases considera la cesión de los derechos de la primera edición1 de la obra ganadora a Al Aire Libro Editorial (Editorial Al Aire Libro 2.0 Darwin Luis Rodríguez Saavedra e.i.r.l.). devolución de las copias de obras o proyectos Se destruirán todos los originales recibidos y no premiados, sin que quepa reclamación alguna en este sentido. Queda sobrentendido que obra en poder del autor un ejemplar idéntico al original entregado, de modo que la editorial queda exenta de toda responsabilidad en el supuesto de pérdida o destrucción por la causa que fuere. Al Aire Libro Editorial tampoco facilitará información sobre la clasificación y valoración de las obras que no resulten premiadas. 1. Auspicia: Ilustre Municipalidad de Tomé
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del premio La cantidad de un (1) millón de pesos chilenos correspondientes al premio estará sujeta a los impuestos que marque la legislación chilena e internacional vigente. En el caso de que el ganador no fuese residente fiscal en Chile, se aplicarán los convenios bilaterales en vigor. Para ello, el ganador deberá presentar la documentación pertinente a efectos fiscales (certificados de residencia u otros requeridos por las disposiciones legales). Si no hubiera un convenio bilateral, o el ganador no presentara la documentación pertinente, se retendrá lo que marque la ley en el momento de efectuarse el pago. Para más información, puede consultar la página web: www.alairelibro.com
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Comunicación y publicación de listado de 6 finalistas
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Comunicación de inscritos válidos
26/07/2019 00:00 hora chilena
Fecha y hora máxima de recepción de obras (correo electrónico y correo certificado)
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Cierre de la convocatoria
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Apertura de la convocatoria
fecha
actividad
Anuncio de ganador en la ciudad de Tomé
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* El calendario puede estar sujeto a cambios, los cuales serán informados oportunamente.
Darwin RodrÍguez, organizador del concurso, en la tumba de Alfonso Alcalde, Tomé. Fotografía gentileza de miniserie Cronistas, 2da temporada.
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Claudio Arrau
Marisol García — Hueders — 64 páginas Por Hugo Herrera Pardo
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n su construcción del relato sobre la vida del pianista Claudio Arrau (1903-1991), Marisol García se adscribe de modo general a lo que Antonio Marcos Pereira denomina como «forma canónica de la biografía»; un género estabilizado mayormente a partir de aspectos tales como la «elisión narrativa del biógrafo en beneficio del biografiado», la «elección del ocultamiento sistemático del proceso de la biografía» o la asunción «de una voz sin lugar», cuya situación, a juicio de Pereira, es la del «privilegio trascendente». No obstante, a nivel de materiales y métodos se producen ciertas distancias destacables en Arrau con respecto a la forma canónica. Y es que el libro en tanto objeto presenta materiales heterogéneos, los que van desde piezas de archivo tales como fotografías de diversas etapas de la vida del pianista, la reproducción del boleto de barco en el que viajó, a los ocho años por primera vez a Europa, o ilustraciones cuyos motivos son escenas significativas en el devenir del artista, hasta referencias a fuentes bibliográficas (documentos, revistas y periódicos). Estos diversos materiales, en su función de paratextos, tensionan el «ocultamiento sistemático del proceso de la biografía», al ser exhibidos e intercalados a lo largo del libro. Con respecto a los métodos para organizar lo narrado, tras cada elección elidida se sabe que siempre hay una sublimación, y en el caso concreto de las formas biográficas, por más que estas se ajusten a la poética tradicional del género, se pueden advertir elementos sublimados que dejan entrever las pulsiones del biógrafo, como por ejemplo en las elecciones que organizan el qué contar de una vida, elecciones que funcionan como puntos de irradiación al interior del relato. En el caso de Marisol García, el punto de irradiación dentro de la peripecia vital de Arrau es el psicoanálisis.
hasta llegar a reverberar internacionalmente. Desde su temprano y deslumbrante encuentro con el piano de casa, el significante prodigio se constituyó en su «palabra fundante» y transformó su vida, hasta el punto de gatillar su crisis existencial antes referida y de combatir, a lo largo de toda su trayectoria, las pulsiones egocéntricas que afectan la personalidad de todo artista. Pero para Lacan, la «palabra fundante» no solo transforma al sujeto, sino que también transforma al otro, a los otros y otras que se relacionan con ese sujeto. El significante prodigio transformó la vida de los Arrau (de su madre Lucrecia León Bravo de Villalba, su hermano Carlos, su hermana Lucrecia) al verse interpelados a dejar Chillán por Santiago y luego Santiago por Berlín, en pos del desarrollo de las potencialidades del niño prodigio. Volviendo sobre el tema del punto de irradiación, a medida que iba avanzando en la lectura, me resultó inevitable imaginar a Claudio Arrau como un filólogo del piano. Y esto por varios motivos. Entre ellos por compartir condiciones históricas con el apogeo de la filología romanística alemana y algunos de sus representantes fundamentales como Leo Spitzer, Ernst Robert Curtius o Erich Auerbach. También por el dominio de la cultura humanística tardo-burguesa que llegó a poseer Claudio Arrau, el cual llegó a leer en varias lenguas, incluidas griego y latín. Por su dominio de un amplísimo repertorio, haciendo eco por su extensión con el despliegue realizado por Auerbach en Mimesis o por Curtius en Literatura Europea y Edad Media Latina. Y, desde luego, por su técnica de interpretación basada en un ajustamiento cabal al texto, pero que a partir del cual se asumía el poder llegar a reconstruir, o al menos aproximarse, a la época circunscrita en/ por la partitura, o en palabras de la propia Marisol García «se trata de la convicción
La periodista nos cuenta que a los 21 años el pianista comenzó una terapia con Hubert Abrahamson, la que incluyó encuentros varias veces por semana, e incluso por algunos periodos sesiones diarias, práctica que en total llegó a extenderse por casi medio siglo. García señala que Arrau le atribuía al psicoanálisis haber mejorado su técnica en el piano, ya que creía que la terapia era un modo de desarrollar la intuición de todo artista y por esto, entre otros motivos, hubiera incluido al psicoanálisis como materia obligatoria en el programa de estudios de su escuela ideal para pianistas. A partir de esta vinculación entre el artista y el psicoanálisis García va tramando el relato, desde la figura de los dos padres con que inicia la biografía, hasta los peligros del egocentrismo que atemorizaban al nacido en Chillán, con los que se cierra, simbólicamente, la narración, pasando por su primera gran crisis existencial tras la pérdida de su «segundo padre» y maestro, Martin Krause, y en el que se incluyen también las afecciones relativas a su «novela familiar» (para ocupar un término freudiano) o su «pasión libertaria» que atravesó desde su visión política humanitaria-liberal, la que le hizo mantener una posición enconada ante el nacionalismo y las tiranías, hasta sus exploraciones sexuales (por lo general mantenidas en una zona de silencio dentro de los diversos relatos sobre la vida del pianista). A propósito de psicoanálisis, Jacques Lacan acuñó el concepto de «palabra fundante» para dar cuenta de ese significante que envuelve al sujeto y lo constituye en su ser. A través del relato urdido por Marisol García advertimos desde el inicio la presencia del significante que ocupó tal lugar en la vida de Arrau: la palabra prodigio, cuyo efecto al ser esgrimida se asemejó al de la metáfora de la bola de nieve; desde el ámbito familiar se extendió a los vecinos, luego al ámbito local, de allí a lo nacional
de que la interpretación musical adecuada proviene de una conciencia cultural amplia, pues no puede tocarse una pieza musical importante como es debido sin conocer el contexto en el que esta nace ni los otros lenguajes del arte o el pensamiento con los que se enlaza». Seriedad y convicción sobre el texto que lo llevó en ciertas ocasiones, esta vez las palabras son de su alumno mexicano Raúl de la Mora, «a que si había alguna duda en cualquier detalle de las partituras, realizaba viajes a los lugares en donde estaban los manuscritos de las obras para cotejar de puño y letra de los compositores cuál era la realidad sobre las discrepancias con las partituras impresas». García señala que el crítico alemán Klaus Geitel tildó a Arrau como «El enciclopedista del piano». De hecho, una noción metodológica fundamental para Erich Auerbach fue la de Ansatzpunkt, punto de partida o de irradiación, entendiendo por tal la «elección de un conjunto de fenómenos firmemente circunscrito y fácilmente abarcable», en tanto que «la interpretación de estos fenómenos debe poseer una fuerza de irradiación, de modo que ordenen e interpreten una región más amplia que la del punto de partida». La voluntad de interpretación pianística de Arrau se acerca estrechamente a esta política interpretativa filológica. La voluntad interpretativa de Marisol García, manifestada en sus elecciones o en sus epígrafes sobre la naturaleza de las interpretaciones, también. De allí que la autora proyecte que la biografía del pianista nacido en Chillán corresponde con la de «un hombre ubicado sobre la panorámica de todo un siglo, en sus avances y en sus crisis, y al cual incorporó a la comprensión amplia y exigente que eligió darse en su formación. Un músico frente al tiempo, determinado por su curso y, a la vez, por encima de este».
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reseñas
Escrito sobre agua
Macarena Urzúa — Cástor y Pólux — 67 páginas Por Matías Ávalos
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i hay personas que se cuidan de adjetivar al mar son los pescadores. Pruébenlo, pregúntenle a alguno sobre el cruce de corrientes oceánicas en el estrecho de Magallanes, sobre las olas que chocan con los acantilados de Puerto Saavedra, sobre la interrupción de su faena por cachalotes o la relación entre las tormentas eléctricas y el agua. No conseguirán más que onomatopeyas seguidas de un denso y profundo silencio matizado apenas por el brillo de unos ojos maltratados por el frío. «Lo que es cierto para los océanos, lo es también / Para los laberintos y los poemas», dice Jack Spicer en un poema que decide incluir Macarena Urzúa al final de Escrito sobre el agua. Alumbra esta similitud la conciencia, ese hecho del pensamiento que modifica la relación de los sujetos con el mundo. En nuestro ejemplo, las personas de tierra son más propensas a usar adjetivos que dimensionen la peligrosidad que los pescadores expresan con silencios y con arrugas en la piel. En Escrito sobre el agua, la persona del poema, cuya formación no señala tan solo siglas vacías en un currículum, Ph. D en el caso de Urzúa, sino conciencia, a la que obviamente se puede llegar por otros medios, de una de las características más enervantes del lenguaje: ser herramienta y objeto de la misma investigación. Así parte: «No fijar los bordes del agua / Ni nombre ni hebra / no puede tejerse una ola de agua». El problema, el de la falibilidad del lenguaje, solo aparece luego de tiempo de reflexión. Escrito sobre el agua avanza en ese sentido, va de lo que no se puede decir hacia lo que sí y afirmando lo que no se puede, paradójicamente, deja una estela de poemas, rastros que nos advierten que no es un libro temático, no es una enumeración banal de ríos u otras aguas, es decir, nos advierte que no leamos el sobre del título
en su acepción de acerca de sino que lo hagamos como en la superficie del agua. Ahí radica la primer renuncia que debe hacer el lector, de este libro y de poesía en general, ya desde el título: si hay una concreción posible es una concreción de un objeto (la lengua) complejo, recursivo, paradójico, contradictorio. Ninguna mención es directa, ninguna llega del punto A al B sin sacrificar cosas en el camino, ninguna nominación es clara o sólida, en el poema «Lo congelado / se queda fuera del mapa // Algo nuevo debiera comenzar cuando se derrita / y la luz vuelva a aparecer por esas cavernas / Algo se niega a quedar inmóvil / para bailar sobre el hielo y deslizar nuestros pies / en una danza ajena al trópico / más cerca del abrazo». Hay un libro argentino, premio Casa de las Américas, cuya tesis política era similar. Pujato, de Gabriel Cortiñas, que podría describirse como la fundación de una nueva Guayaquil en la Antártida. En Urzúa lo político es mucho más situado, más a escala, ese final de abrazo lo explica mejor que yo. ¿Cómo se contiene algo tan volátil, algo imposible de ser tejido? El libro está compuesto por 43 poemas divididos en 4 secciones tituladas Cartografías de agua, Clepsidra, Relatos de agua y Letras a ras de agua. Incluyo los nombres para proponer una tesis sobre la estructura: los cuatro títulos son unidades de medida y, por ende, de aprehensión, de los que se sirvió la humanidad a lo largo de su historia para situarse en el mundo y que Urzúa usa para contener y liberar, como la piel hace con el cuerpo, el desarrollo del libro:
i. Un mapa es la concreta forma que adquiere nuestra capacidad de abstracción y que nos permitió producir objetos adueñables, para después adueñarnos de ellos al ocuparlos. Esta sería la perspectiva negativa, típica de un
mundo apriorístico. La otra, propia del giro lingüístico que tomó la historia, es la posibilidad de lo nuevo. De Cartografías de agua es el poema del hielo, la promesa de lo nuevo que debe aparecer en la desaparición de lo sólido. Esa desconfianza, o mejor, esa certeza en la falibilidad del lenguaje hacen que el hablante del poema opte, en la mayoría de los casos, por un «se» más neutral, en lugar del «yo» personalista y propio de las hegemonías. Ese retraso del yo otorga nitidez a las imágenes siempre íntimas, volátiles: «soñar con limpiar la cocina / sucia hasta en sueños / / soñar con rieles / cada vez más lejos de estaciones que no recuerdan si no / nombres». Es soñar con, no sueño con.
ii. Una clepsidra es un reloj de agua con mecanismo idéntico al de arena. Si en la anterior sección se abordó el espacio como posibilidad de lo nuevo, acá el sujeto que cuaja lo inaprensible del agua es el tiempo: «Hay minutos que se ven y otros que se esperan / algo que espesa el día / arenas / remolinos de agua». Pero no se vale solo del agua, eso sería confiar en un universal. Para avanzar de lo que no se puede decir a lo que sí, los poemas se valen de clepsidras cotidianas, como el agua que va y viene en la lavadora, las gotas de lluvia, o su sólida hermana la nieve, pero también de las hojas, que en el lecho del río son «como entierros del otoño». iii. Los relatos son los objetos que mejor sobreviven a incendios, matanzas o etnocidios. Ese carácter transcivilizatorio les otorga un lugar privilegiado en la caja de herramientas que tiene la humanidad para burlar su finitud. Claro que al estar hechos de lengua, son los objetos menos objetivos que existen. Macarena Urzúa los hace de agua, tal vez la mejor comparación con el lenguaje poético cuando este opera
con la conciencia de pescador sobre el mar a la que hacíamos referencia al comienzo. Así, con versos abiertos a partir de la estrategia de lo mínimo (que podemos leer en Beckett pero también en Hegel) asistimos a una serie de escenas siniestras en el sentido que les da Freud, de ser conocidas y extrañas a la vez: «Lo humano es el paisaje / la imagen sobre la hierba // utopía / Una pareja / de otra especie / un nuevo paisaje / no desnudos / en silencio». Lo cercano estaría en las palabras, no hay nada en ellas que se escape, ni siquiera en su sintaxis. Sin embargo el artículo neutro (lo) que acompaña a esa palabra que es a la vez adjetivo y sustantivo (humano), la inclusión de la palabra utopía, la elección del par (la pareja) y la negación con respecto a la desnudez y el silencio, sugieren una universalidad semántica que enrarece a los referentes y dispara en múltiples sentidos las posibilidades de lectura.
iv. Finalmente las letras, esas gotas que componen nuestros océanos. Letras a ras del agua es la sección donde se habla directamente de escritura, aclarado lo que no se puede, llegamos en la parte donde la poeta afirma sin perder el tono líquido (con líquido imagine dos dedos hundiéndose en el agua y el agua rodeándolo, ahora imagine que los dedos son las interpretaciones, y el agua, versos) decía, sin perder el tono líquido aparecen la mención a la escritura: «Escribir un poema / donde los versos / sean llanos / donde reposar» o «No se reciben cartas hoy / no hay quién sepa escribirlas / a estos países en que se pierden / se dan dos pasos y se pisa tambaleando». Dije varias veces que culmina con lo que sí se puede afirmar, esto es: «Para Simone Weil hay una virtud simbólica del agua / su tendencia natural al equilibrio».
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editorial
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grado cero
Palestina, por ejemplo
Lina Meruane — Libros del Cardo — 38 páginas Por Priscilla Cajales
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Cuál será la diferencia entre una mesa llena de fotografías tratando de armar un fotolibro, y una pared llena de poemas tratando de armar un texto? «La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía», afirmó alguna vez el escritor argentino Julio Cortázar. De ser así, el límite de un suplemento literario no estaría solamente en las capas textuales, pero siempre es difícil ir más allá. Lo ha sido, con apariciones incidentales en estas páginas de obras de teatro o fanzines de collage. Pero como lo es y lo sigue siendo, se asume que parte de la edición independiente no cubierta está en los fotolibros nacionales, que como las exposiciones, tienen una narrativa secreta. En otro fragmento de Cortázar al respecto compara a los fotógrafos con los cuentistas por cómo hablan de su oficio. En este número tendremos la posibilidad de comprobarlo en el reportaje y también conocer el modo de funcionamiento de ese sector de nuestra pequeña industria, con personas de distintas geografías y funciones —siempre cruzadas— en la cadena de los fotolibros. En los bordes de la literatura también está Milagros Abalo, cuando decide leer con música junto a su hermano. Pero a nosotros nos interesa especialmente como poeta, y en la entrevista le damos el espacio conmovidos por su escritura. Las reseñas corresponden a tres libros escritos por mujeres: Lina Meruane, Marisol García y Macarena Urzúa. Quizá en editoras conscientes esté la solución al patriarcal número que arroja el Estado, como lo son Libros del Cardo, Hueders y Cástor y Pólux. Quizá en editoriales independientes esté también la posibilidad del desborde de escrituras consagradas, tan nítido en el caso de Meruane. Su narrativa ya es de las más fundamentales en Latinoamérica, y bajo ese lugar es un riesgo escribir poesía política como lo hace en Palestina, por ejemplo. La diversidad de nuestra edición independiente se prueba otra vez en las páginas dedicadas a fragmentos. Eduardo Halfon, guatemalteco con catorce libros, circula en Chile en un compilado que demuestra su calidad, Biblioteca bizarra (Saposcat). Extraemos el texto más breve. Lo acompaña un recorte de Mudanza (Montacerdos) de la mexicana Verónica Gerber. Ambos textos seleccionados fueron dados a conocer el 2010. Como la literatura es siempre contemporánea en la lectura, no hay problema con eso: los poemas de Humberto Díaz-Casanueva en la sección (extracto de La hija vertiginosa, Bordelibre) parece actual pese a haber sido publicados a mediados del siglo xx. Y quién más contemporáneo que el peruano Mario Montalbetti; con una muestra celebramos su tercera edición chilena: Sentido y ceguera del poema (Bisturí 10). La iniciativa otorga una adecuada difusión al primer concurso Alfonso Alcalde desde «la galaxia de Tomé», su lugar en el mundo. Más allá del estímulo económico y literario, hallamos coherencia en una convocatoria que puede premiar indistintamente poesía o prosa, como le habría gustado a la escritura degenerada del maestro. El Perdidos leyendo traducciones es para Víctor Calzadillas, un fotógrafo extraviado en la precariedad de Valparaíso, nuestra ciudad. Paradójicamente sus imágenes arrojan lugares que no conocemos, por sus horarios y hábitos secretos, por la altura que conllevan sus movimientos. ¿Qué cuentista busca con su propio cuerpo una historia hoy?
L
ina Meruane ha trazado un camino firme: Las infantas, Póstuma, Cercada, Fruta prohibida, Sangre en el ojo y Sistema Nervioso son sus relatos de ficción. Además, ha trabajado la crónica en Volverse Palestina y el ensayo en Viajes virales y en Contra los hijos. Esta firmeza la ha transformado en una de las autoras más reconocidas de nuestro país. Tengo en mis manos Palestina, por ejemplo, texto delgado, muy breve, publicado por Libros del Cardo en Valparaíso en octubre del 2018. Se trata solamente de un poema, el primero publicado por Meruane. Un poema que entremezcla lo ensayístico y lo narrativo, ejercicio que sin duda es un riesgo y que bien pudiera haber mermado su carácter poético, sin embargo es ahí en donde encuentro su valor: tomar las herramientas que están sobre la mesa y ponerlas inteligentemente al servicio del tema, pero además, levantar estas herramientas y lograr que participen en armonía con lo lírico. Leo algunos fragmentos de sus libros, el que tengo más a la mano es Contra los hijos, en él puedo ver el tono inteligente y diáfano de la autora, veo algunas entrevistas de ella en la red y me encuentro con la misma claridad. Vuelvo a Palestina, por ejemplo, releo los primeros versos. Quiero hablar de la urgencia de la escritura. De la urgencia de la literatura. En este libro lo que prima es eso, el camino imperioso hacia un lugar muy claro: la denuncia de 70 años de genocidio palestino. El cerco que vimos cerrarse hace algunos años y la aparición cada vez más lejana en la televisión. En Volverse Palestina habría comenzado a ser urgente para la autora. Crónica en la que narra cómo vivió en Estados Unidos la post caída de las Torres Gemelas. El ojo acusador ante esta latinoamericana que se convierte allá en sujeto de sospecha, porque esa mitad palestina que estando en Chile no era más que historia familiar, en ese lugar se tornó un peligro: «Y fue la experiencia del interrogatorio israelí de identificación israelí Qué hacen un par de la que me hizo volverme palabras frente a un fusil. no un gentilicio una nación Qué clase de escudo es un palestina» poemario delgado como este frente a un arma. Es justamente esta es la cuestión por la que se mueve Palestina, por ejemplo. Virginia Woolf, su imagen atribulada frente a la guerra, abre el libro: «Al escribir estoy haciendo algo» trata de convencerse. Meruane se pregunta en este texto por la eficacia del auto convencimiento, o por la verdad que está detrás de esta afirmación: «Y sigue habiendo personalidades convencidas de que aunque todo esté dicho gritado aullado documentado que aunque todo se sepa hay que volver a armarse de valor» Y este valor se radicaliza en volver esta urgencia palestina verso, en apropiarse también de esta forma, de este campo, para decir a través de la poesía y seguir escribiendo como si fuera lo único en el mundo que queda por hacer. Porque Palestina no es solo Palestina. El libro propone a la literatura como un ejercicio de memoria, de permanencia, de reposicionamiento de esas imágenes que el tiempo va dejando de lado, que los discursos de quienes cuentan la historia van borrando con el codo. Lina Meruane cuestiona el gesto de la escritura por la escritura. Lo tensiona con la imagen de la Woolf sentada en su escritorio, escogiendo su muerte. Palestina, por ejemplo nos remite al imperativo del poeta que releva lo político, porque está en el mundo y él le parece propio, como el dolor, pero también como su capacidad de resistencia.
s u ple m e n to g r a d o c e ro Editor: Cristóbal Gaete | Diseño e ilustraciones: Harol Bustos | Colaboraron en este número: Matías Ávalos, Priscilla Cajales y Hugo Herrera Pardo Correcciones: Priscilla Cajales | Fotografías: Raúl Goycoolea La tipografía del logotipo gc es Santiago, diseñada por Contrafonts.cl | Contacto: GRADOCEROLIBROS@GMAIL.COM | GRADOCEROSUPLEMENTO.COM
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gradocero Junio
S U P L E M E N T O
—La
d e
orgánica
poesía
L I T E R A T U R A
2019
de Milagros
Abalo Financia:
Reportaje Fotografía al fotolibro. ¶ Creadores Halfon, Montalbetti, Díaz-Casanueva y Gerber. ¶ Perdidos leyendo traducciones Víctor Calzadillas. ¶ Reseñas Marisol García, Macarena Urzúa y Lina Meruane. Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2019 Región de Valparaíso