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Justicia social y dinamismo económico
La clase trabajadora de Puerto Rico está compuesta por 906,000 participantes: 194,500 (21.5%) son empleados públicos y 711,500 (78.5%) de la empresa privada. Estos últimos laboran en pequeñas y medianas empresas o industrias que nutren el presupuesto general que financia las operaciones del País. Las contribuciones sobre ingresos representan más de la mitad de nuestro Fondo General. A su vez, la compra de bienes y servicios genera impuestos y arbitrios que aportan casi el resto del dinero que entra a las arcas públicas. El pago de arbitrios, la contribución del ingreso por trabajo, pago de patentes, e impuestos sobre la propiedad es dinero destinado a nivel estatal y municipal para pagar la nómina de empleados públicos y maestros, las pensiones de los jubilados del gobierno -cuyos sistemas de retiro quedaron insolventes-, y para la inversión en carreteras y otras infraestructuras necesarias para la actividad económica y el goce de una buena vida.
Aunque el gobierno federal asigna fondos para la educación pública, la construcción de carreteras y la distribución de luz y agua, la aportación mayor para el sostenimiento del País está en la actividad comercial y el impuesto al trabajo. Ante este escenario, la mayoría legislativa en la Cámara de Representantes promueve la aprobación de una verdadera reforma contributiva que beneficie a todos los sectores que generan actividad económica en nuestro país. Para lograrlo, es imprescindible que ciertos actores en la Asamblea Legislativa, particularmente en el Senado de Puerto Rico, desistan de descarrilar esta medida de justicia social y respondan primero al pueblo trabajador que a sus intereses políticos e ideológicos.
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Los elementos de esta nueva propuesta reforma contributiva plantean un ajuste en las tasas impositivas para individuos y corporaciones mientras crea un sistema uniforme, justo y competitivo que promueva un clima fértil para el desarrollo económico, integrando procesos más sencillos que resulten en una carga menor para los contribuyentes.
Otro segmento de nuestra economía que aporta recursos al gobierno y es la mayor fuente de empleo en el país está en las PYMES. Al reducir la carga fiscal de estas industrias, como hemos propuesto, se estimula la inversión y se generan y retienen más empleos.
Esta reforma también busca incentivar a las empresas dedicadas a la innovación, que también constituyen un segmento esencial de nuestra economía. Invertir en la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías es una de las estrategias principales de los países más desarrollados, pues se promueve la competitividad, y es una fuente de ingresos y empleos especializados bien pagos.
La protección social también promueve el estado de bienestar de los ciudadanos, por lo que se evalúan créditos y beneficios fiscales para pensionados y adultos mayores de bajos ingresos, aliviando los altos costos por concepto de compra de alimentos y servicios.
Reconocemos que las contribuciones son una imposición antipática para la gente, pero son el medio para financiar los gastos de los servicios provistos por todos los gobiernos a sus pueblos. La Cámara de Representantes busca aprobar una reforma contributiva justa y sensible para nuestras familias trabajadoras y sus empleadores
Las dos caras del colonizado boricua
Señalaba Albert Memmi en su libro “El Retrato del Colonizado”, que el mayor triunfo de los imperios ha sido su capacidad histórica para enseñar al colonizado incondicional a devaluarse y degradarse a sí mismo al percibirse como un ser inferior e impotente ante la presencia del implacable colonizador. Ello explica la frase tan hiriente y vergonzosa expresada por las huestes del anexionismo puertorriqueño cuando sostienen “qué sería de nosotros sin los americanos”. Ello, en su burdo empeño de convertir a Puerto Rico en el estado 51 de la metrópolis. Así las cosas, el anexionismo antipatriota de Puerto Rico no tan solo continúa reafirmando su vocación colonial, sino que pretende convertir a nuestro País en Estado 51 esperanzados de que ello significa un diluvio permanente de dólares y centavos.
Y, por supuesto, la historia del colonizado boricua tiene su propia génesis. Desde la conquista de Puerto Rico en 1898, los puertorriqueños, ilusionados por las dádivas, lentejas y privilegios, se han dividido en dos grandes movimientos coloniales: (1) los republicanos incondicionales dirigidos a principios del Siglo 20 por el Dr. José Celso Barbosa, los cuales reclamaban la anexión de Puerto Rico inmediatamente porque entendían entonces, como lo entienden ahora, que la metrópolis significa ropa, zapato, casa y comida, y (2) los autonomistas pro americanos dirigidos por Luis Muñoz Rivera que, aunque gozaban de un fuerte sentimiento purtorriqueñista, en esencia no querían la estadidad inmediatamente, sino más tarde en la historia. Desde luego, tan colonizado es el uno como lo es el otro. No debemos perder de perspectiva el hecho de que las dos vertientes coloniales, entiéndase rojos y azules, han demostrado ser ‘tal para cual’. De ahí el bipartidismo colonial y oportunista de nuestros tiempos cuando ambas colectividades atesoran la ciudadanía estadounidense al punto de catalogarla como el componente existencial más indispensable de nuestras vidas. Se olvidan de que más de 8 billones de seres humanos ocupan el planeta Tierra y la abrumadora mayoría de ellos no posee la ciudadanía estadounidense. Sin embargo, la abrumadora mayoría de los hombres y mujeres del mundo contemporáneo no solamente ha logrado vivir en prosperidad, sino que han alcanzado altos niveles de educación, desarrollo sostenido y calidad de vida en paz y armonía con los demás países del mundo.
Pero el colonizado no solo atesora la ciudadanía estadounidense, sino también la unión permanente, la moneda común, la defensa común y la glorificación de la dependencia de ayudas federales para perpetuar el colonialismo pernicioso por aquello de que resultaría imposible para los puertorriqueños sobrevivir sin la mano caritativa de la metrópolis. Ello, en detrimento del derecho de los puertorriqueños no solo a gobernarse a sí mismos, sino a ser autosuficientes, productivos, creativos y capaces de convertirnos en un país verdaderamente democrático, justo y solidario. Todo ello en paz y armonía con los demás países libres y soberanos del hemisferio.
Ya lo dijo Ramón Emeterio Betances: “No es que ellos sean más grandes, es que estamos de rodillas”. ¡Levantémonos!