EDICIÓN 220
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Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos OCTUBRE 2020
ÍNDICE
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La enfermedad del olvido Isabella Franco Moncada
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Con la mano izquierda Mateo Orrego López
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El abrazo, los pájaros, la voz Valeria Echavarría Arroyave
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Un eclipse doble Santiago González
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Aplastada por la ciencia Mariana Arango Trujillo
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El Renunciador María Camila Gómez Ortiz
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La mujer entre laberintos de tiempo Juan J. Mesa
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A pesar de todo, el amor Andrés Vélez Cardona
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El saber y la praxis Juliana Londoño Noreña
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Primero los fundadores, luego las profetas Carlos Andrés Henao Velásquez
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El apellido desdoblado Tony Jerónimo Beltrán Gómez
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Poema Voces en la sombra
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De la mano de los genios Natalia Torres Jaramillo
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La guerra por la luz Silvia Natalia Rojas
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Viviendo en dedicatorias María Fernanda González Molinares
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Conectando ideas Director Tomás Quintero Meza tquinterom@eafit.edu.co
Editor Pablo Patiño ppatino2@eafit.edu.co
Gerente Marialejandra Domínguez Aceros mdoming5@eafit.edu.co
Equipo editorial Andrés Vélez Cardona Carlos Andrés Henao Eliana Tabares Sánchez Juan José Mesa Juliana Londoño Noreña María Camila Gómez Mariana Arango Trujillo
Portada Ilustración de M4rk3z Instagram: @srmarkez
Mateo Orrego Natalia Rojas Jaramillo Santiago González Martínez Silvia Natalia Rojas
Diseño y montaje Pablo Agudelo @pabloagart Preprensa e impresión Casa La Patria
Jefa de Desarrollo Humano Jefa de Desarrollo Web y redes sociales Maria Camila Betancur Hurtado María Fernanda González Molinares mcbetancuh@eafit.edu.co mfgonzalem@eafit.edu.co
Jefa de Mercadeo Laura Arango Ángel larangoa1@eafit.edu.co
Equipo de Desarrollo Humano Andrea Herrera Andrés Osorio Andrés Zapata Camila Méndez María Alejandra Amaya Roberto Saldarriaga Valentina Muriel
Equipo de Mercadeo Andrea Romero Isaac Plaza Juan Andrés Londoño Laura Osorio Sebastián Arango
Equipo Web Manuel Alejandro Gutiérrez Verónica Hoyos Giraldo Estefanía Roncancio Vergara Maria Clara Molina Manrique Isabella Franco Moncada Alejandro Sierra Alzate Gabriela Pupo Clavijo
Samuel Correa Santiago Angel Sebastian Garcés Sofia Bedoya Valentina Jaramillo
Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Carrera 49 No. 7sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT edicionnexos@gmail.com / Teléfono: 261 93 02 (574) 2619500 extensión 9302 Los artículos firmados son responsabilidad de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico.
Este periódico se imprime en papel periódico de alta blancura, el cual es fabricado a través de fibras naturales de caña de azúcar, no tiene componentes químicos que afecten el medio ambiente.
ISSN: 2322-74GX - Año 33 - Edición 220 - 8000 ejemplares - Medellín, Octubre
2020-www.eafit.edu.co/nexos
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Edición dedicada a la memoria de Daniela Quiñones Pimienta
U N P U NTO
MEDIO Tomás Quintero Meza - Presidente NEXOS | tquinterom@eafit.edu.co |
En los párrafos iniciales de la novela Conversación en la catedral de Vargas Llosa, se lee la frase profética de las reflexiones que van a surcar aquella épica: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”. Aquella frase se convierte en un abrebocas perfecto para pensar, con melancolía y temor, sobre la podredumbre de algo que se supone debería enorgullecer. Hoy, lastimosamente, estamos viviendo con el vuelo incesante de la pregunta ¿en qué momento se jodió la policía? Esta pregunta sólo existe para algunos, otros son ateos y argumentan sin vacilación que una institución como la policía siempre ha estado jodida, que es su naturaleza. Para algunos, se está viviendo un momento de duda terrible, una desorganización de fundamentos y principios. “¿Quién nos protege de la policía?” ha sido una pregunta recurrente en las últimas semanas ante la violencia desproporcionada ejercida por la fuerza pública. Hoy, nosotros, (los jóvenes, los viejos, los pobres, los ricos) nos preguntamos por la legitimidad de la institución de la policía para ejercer la fuerza, en razón al malestar que ocasionan los abusos de autoridad que han sido recurrentes en los últimos días (y quizá, de manera habitual desde hace años). Habrá que preguntarse entonces: ¿será que los hechos recientes son consecuencia de unas “manzanas podridas” dentro de la institución? Y con ello, ¿será injusto reprochar estos actos a toda la fuerza pública? O bien, ¿la antipatía a la policía está justificada y el discurso que hoy se sostiene en contra de la organización es legítimo y necesario? Desde Nexos quisiéramos confiar en que la porción de policías correctos es mayor a quienes ejecutan actuaciones desmedidas en contra de la población civil. Creer en la idea de que hay seres humanos que direccionan todas sus acciones hacia el mal es una idea absurda y sin sentido, como también lo será creer que en una institución tan gigantesca todos obran de mala manera. Sin embargo, a pesar de que creo que éste pensamiento es bastante común, se escuchan en las calles gritos que ubican a todos los policías, a todos los manifestantes como malos. Estas afir-
maciones generalizantes ¿Qué impacto tienen? Tendría que decir dos cosas: la primera es que la generalización ha posibilitado que ciertos cambios o exigencias sociales se lleven a cabo con celeridad. No obstante, también pueden provocar que las razones individuales que argumentan el malestar se reduzcan a odio o a un ideal débil que no provoca verdaderos cambios sociales; y la segunda es que tales expresiones han posibilitado que se construya, lamentablemente, un discurso de desprecio y violencia a ciertos grupos (sea policía, sea manifestantes) sin distinción del ser humano individual. El discurso de desprecio generalizante que genera violencia siempre será doloroso si nos pensamos en humanidad, sea éste dicho y ejercido por quienes le reclaman a la institución de la policía garantías esenciales o por quienes sólo ven (o sólo quieren ver) en las masas de las protestas una ola homogénea de vandalismo. Sin embargo, hay algo claro, es incomparable la persona vestida con chaqueta de policía al civil que manifiesta, generaliza, alza la voz en las calles. La razón no es sencilla, puesto que implica pensar la legitimidad del poder público. No quisiera que este texto se volviese un aburrido escrito jurídico-político sobre la legitimidad, por lo que intentaré ser breve en éste apartado: la policía representa al Estado, este es aquel que tiene el monopolio legal de la fuerza, al tenerla, tiene el deber de usarla de forma proporcional y sólo como última instancia. Esa confianza se la dimos todos nosotros, pues esperábamos que éste nos protegería. Lo anterior es para decir que los gritos generalizantes de aquellos que se manifiestan solicitan un Estado, una policía, que los proteja y no los lastime, que cumpla ese pacto de confianza. Es difícil aceptar que el grito generalizante es prudente en algún contexto, pues se nos ha enseñado a distinguir entre lo bueno y lo malo, correcto e incorrecto, justo e injusto. No obstante, ésta vez no hay que diferenciar en que hay o no unas “manzanas podridas” dentro de la institución de la policía, puesto que aquel que
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tiene el monopolio de la fuerza no tiene derecho a excederse, a equivocarse. Sin embargo, no sobra recordar que el Estado se manifiesta a través de las personas, sujetos que pueden caer en el desacierto, por lo que habrá, entonces, que pensar las normas, la estructura y su eficacia para que los abusos (y quizás, también, errores) no ocurran. Si bien entiendo como necesario el reclamo que hace cierta población al Estado, ¿hasta qué punto éste puede ser generador de un odio y resentimiento peligroso? En general, un discurso será de odio cuando fomente el menosprecio y violencia al otro como ser humano. Por lo que tendrá valor el grito de los manifestantes cuando se dirija hacia el Estado, hacia la institución, hacia la policía como representante del poder, nunca al policía como ser humano, como congénere, como mi igual, en razón a que el discurso político motivado por ciertas circunstancias pasaría a ser entendido como una manifestación de odio que se agota en el desprecio al otro, es decir, el discurso que no concibe al otro en dignidad, aunque tenga una pretensión de cambio político para bien, queda reducido en antipatía. La invitación, ésta vez, es a preguntarnos aquellas famosas letras del escritor Alan Moore en su novela gráfica Watchmen de 1986, ¿quién vigila a los vigilantes? Pero, más relevante aún, es un llamado a reflexionar en las calles, no solo para ver más allá del portador del uniforme, sino también para ver al manifestante como alguien preocupado por el otro. A ambos como seres humanos, como fines en sí mismos. Sólo cuando seamos capaces de reconocer al otro en dignidad, trascendiendo así del odio y desprecio, podremos comprender las razones que argumentan parte y parte, para así construir sociedad juntos.
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Ilustraciones de Andrés González |
@andres_scream
Laenfermedaddelolvido Isabella Franco Moncada |
@isa_franco1
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i patología es de una en cada mil. En mi nacimiento los doctores me extrajeron con dificultad de las paredes del vientre de mi progenitora, donde permanecí atorada segundos, minutos, una eternidad quizá, ya que la acumulación excesiva de líquido en mi cabeza, la hizo enorme comparada con el resto de mi cuerpo. Desde que nací fui un suplicio, una especie de punto y coma. Fui catalogada por mi progenitor, el poeta chileno, al que le encanta que yo —en especial yo— calle para estar como ausente, como un ser perfectamente ridículo, una vampiresa de tres kilos. Lo sé porque en sus cartas a su amiga Sara Tornú me describió de esta manera. No obstante, también sé que mi nombre es Malva Marina Trinidad Reyes, hija además de María Antonieta Hagenaar, primera esposa de mi padre y pronta separada después de mi origen. Nací en Madrid el 18 de agosto de 1934, mi “cabeza feroz, crecida sin piedad, sin interrupción, hasta perder su destino” descrita así por otro poeta, Vicente Aleixandre, determinó la discrepancia emocional de mi padre hacia mi existencia; su ciega alegría con mi vida perduró un mes, ese mes en el que le escribió a Sara Tornú la carga que yo era, “pasábamos las noches enteras, el día entero, la semana, sin dormir, llamando médicos, corriendo a las abominables casas de ortopedia donde venden espantosos biberones, balanzas, vasos medicinales, embudos llenos de grados y reglamentos. Tú puedes imaginar cuánto he sufrido” escribía él luego de darse una pasada por mi cuna. el mundo, el mío se olvidaba de la esfera. A veces me creo lo que dijo de él Durante la época de mi nacimiento, Vicente Huidobro, que la poesía de mi España atravesó una guerra civil, padre era “fácil, bobalicona, al alcance la Revolución de 1934, esta ocude cualquier plumífero. Es la poesía esrrió principalmente en Cataluña y pecial para todas las tontas de américa” Asturias durante los días 5 y 19 de no he leído los poemas de Huidobro, octubre, en el gobierno del Bienio pero sí debe ser mejor escritor…y tal Radical-Cedista de la Segunda Revez, también mejor padre. El 8 de nopública, conformado por partidos viembre de 1936, dos años después, lo de centro-derecha republicana. Esta vi por última vez. Partí un camino diinsurrección socialista conformada ferente con mi mamá María Antonieta, por el Partido Comunista de España, quien fue reemplazada en el corazón la Confederación Nacional del Trade mi figura paterna, por Delia del Cabajo y el Partido Socialista Obrero rril, la segunda esposa. Español arrojó miles de heridos, muertos y ciudades destruidas. El Llegamos a La Haya, países bajos, a suceso marcó a mi padre en su desa- donde unos familiares de mi madre, rrollo de un nuevo carácter político, allí la precaria situación económica que lo inspiró a escribir el poemario dificultó que ella cuidara de su punEspaña en el corazón, donde en sus to y coma. Las cartas que envió a emotivos versos retrató los horrores mi procreador en petición de dinero de esta guerra civil. para mis necesidades de lisiada, fueron en vano ya que eran restringidas ¡Qué dualidad sus conmovedoras palas facilidades de envío y tampoco labras! Mientras su nombre crecía en
Imagen 1: ©Fred Julsing hay rastro de la persistencia de él por responder algún mensaje. Yo era un ser imperfecto que no encajó con sus ideales de perfección, por lo tanto, en mi inocencia estaba condenada a un destino que no merecía, como mencionó Hagar Peeters, escritora de la novela Malva “La creencia en la perfección es la fuente de casi todos los males, eso te lo aseguro yo, porque implica la necesidad de buscar un chivo expiatorio” .
miento, mi cabeza enorme me impedía realizar movimientos, mi niñera estaba pendiente todo el tiempo de su paciente, de limpiar lo que vomitara, mis caídas por la falta de equilibrio y mis largos letargos donde debía fijarse que estuviera dormida y no muerta. La hidrocefalia fue mi condición compañera durante cada segundo, aunque morí pronto. En mis breves años de vida la pasé desabrigada, exiliada, ausente; experimenté el escarnio durante ocho años, suficiente, diría yo, compaLo que sucedió después fue lo más rado con el sufrimiento que una persodevastador, viví alejada de mis pa- na del común soporta en una duración dres en los cortos siguientes años de existencia promedio. que tuve de vida. Mi silueta maternal obligada a trabajar para el sustento, El 2 de marzo de 1943, en la ciudecidió entregarme en una guardería dad de Gouda, fue mi último día de al cuidado de Hendrik Julsing y Ger- padecimiento, y aunque existí desdina Sierks y aunque ella me visitó pués de mi muerte, en declaraciones cada mes, el tiempo durante mi in- y testimonios en contra del nombre de mi padre, el famoso poeta, estuve fancia no fue suficiente. destinada a una vida detrás de la umMis dolores de cabeza y problemas de bría de Neruda. visión incrementaron durante mi creci-
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Aplastadaporlaciencia Mariana Arango Trujillo |
@mariangot_
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n un modesto tercer piso del número 49 de la Kramgasse, una de las principales arterias del casco medieval de Berna; se desempolva una de las teorías de la física que revolucionó al mundo en el siglo XX. La casa museo considerada patrimonio cultural por la UNESCO cuenta con un famoso escritorio con miles de papeles enojados, una pizarra verde con cicatrices blancas y borrascosas, letras que hacen el amor con los números, libros que le ganan en cantidad a las estrellas y un sillón hundido por las posaderas de Albert Einstein.
No es lo mismo aplaudirle ahora a la científica italiana Fabiola Gianotti, la primera mujer en dirigir el principal centro de física de partículas del mundo, que en ese entonces elogiar a una mujer por haber sido coautora de una teoría revolucionaria. El tercero, tal vez cuestione los dos anteriores, y se advierte en las propiedades de la igualdad, ya que, el primer y segundo miembro de la ecuación están separados por el signo “=”. La científica Marie Curie —galardonada con dos premios nobel y contemporánea a Mileva—, también tuvo un matrimonio basado en cálculos y descubrimientos, aunque con una diferencia: su nombre completo aparecía en todas las patentes y su esposo fue ese otro miembro de la igualdad.
El pálido tapiz con flores demacradas está cubierto de retratos con sabor familiar y en uno de ellos, (lejos de los demás) se encuentra una mujer con sonrisa forzada, tal vez incómoda por la foto. Mileva Marić o Mileva Einstein fue la primera esposa de Albert, pero su mente brillante —al igual que su retrato— vivieron en la penumbra eclipsados por el éxito de su cónyuge. Si existe una equivalencia entre masa y energía, ¿por qué no la hubo entre Albert y Mileva? Es fácil imaginarla en su infancia con un vestido puesto a regañadientes y hablando con sus únicos amigos: cálculo diferencial e integral. Los números pudieron ser el mejor refugio para esta niña serbia quien nunca pasó al tablero a pesar de saber la respuesta exacta. Tal vez era introvertida por la discapacidad congénita en su cadera izquierda, que la hacía cojear desde muy temprana edad, o quizá nunca le gustó ser elogiada por sus propios méritos; pero a pesar de sus esfuerzos por no sobresalir, su nombre siempre encabezaba la lista de promedios de física y matemática. El número 1 fue determinante en su vida: fue la primera mujer en ser admitida en el Instituto Politécnico de Zúrich, donde se enamoró de la ciencia y a su vez, de Albert Einstein. Allí fue también la primera de su clase superando por un 0,1 tanto a su enamorado como a su gran amigo Nicola Tesla. “Una vieja bruja”, es uno de los comentarios que la familia Einstein dedicó a la primera mujer del científico, aunque a escondidas su papá confesaba: “Es muy buena; demasiado inteligente, inclusive para ti”. Compañeros la describieron como brillante pero callada; sin embargo, ser la única mujer en su clase daba mucho de qué hablar por los prejuicios de la época: “No es justo que pueda estudiar y sacar mejores notas que nosotros”, decían unos con envidia, haciendo que reprobaran por decimales. No obstante, era Albert quien sostenía la mano y recorría el cuerpo de la prodigio: noches de placer estudiando el movimiento de los cuerpos, la unificación del espacio-tiempo y ellos dos, convirtiéndose en uno. Las veinticuatro horas del día no eran suficientes para ellos; estudiaban, calculaban, releían, analizaban, se rascaban la cabeza y se besaban…mucho. Hasta que los años mutaron el corazón de Einstein volviéndolo frío y escueto como sus cálculos, llegando a llamar a su esposa “sirvienta inútil e insignificante”. Una posible coautoría sobre la Teoría de la relatividad comenzó a cuestionar-
Tomado de commons.wikimedia.org se en los años 80, cuando salieron a la luz 43 cartas que el matrimonio intercambió. En 1901 Albert le escribió a Mileva: “Cuán feliz y orgulloso estaré cuando los dos juntos llevemos nuestro trabajo sobre el movimiento relativo a una victoriosa conclusión”. El trabajo común tuvo que parar por un tiempo cuando Mileva, en ese mismo año, quedó embarazada mientras culminaba su tesis doctoral. Obtuvo el mejor promedio aun sin haberse graduado y según el físico Evans Harris: “La teoría de la relatividad comenzó con la tesis que Mileva escribió y presentó al profesor Weber, cuya memoria se ha perdido”. A su vez, grandes científicos afirman que los conocimientos matemáticos de Marić, fueron imperantes para el desarrollo de la teoría que volvió a su esposo una insignia de la física. El hecho de no estar casados sumado con la inestabilidad económica y multiplicado por las condiciones sociales de la época, dio como resultado que su hija fuese dada en adopción. En 1903 se casaron y Mileva renunció a sus propias aspiraciones por un trabajo “colectivo” en donde nunca tuvo lugar ni firma. “Las mujeres científicas han sido silenciadas muchos años, así que directamente no podía aparecer su firma”, advierte Dord Krstić, quien pasó cincuenta años investigando a Marić. Hans Albert Einstein, el primer hijo oficial del matrimonio, nació en 1904 y al año siguiente la pareja dio a luz a la Teoría de la relatividad, cuya madre fue absorbida por un agujero negro sin gravedad. El padre de dicha teoría, más tarde, en 1921, sería galardonado con el Premio Nobel de física; aunque no en vano resulta ser que los años más creativos de Einstein fueron aquellos en los que compartió investigaciones conyugales.
Y allí, en medio de la premiación sueca, Mileva, aplaudiendo a su marido, haciendo estruendos con su bastón y sonriendo abnegadamente por un premio que, en el fondo, también le pertenecía. Esta altruista mujer le confió a una amiga: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”. ¿Por qué nunca hubo un “Einstein-Marić” revelado? Tres años más tarde de haber publicado los artículos, la pareja construyó con Conrad Habicht un voltímetro ultra-sensible. Mileva y Conrad realizaron el trabajo experimental mientras que Albert, según su esposa, “era mejor describiendo el aparato en sí”. Aun así, el trabajo fue registrado bajo la patente de Einstein-Habicht y cuando Conrad cuestionó la decisión de Mileva de no incluir su nombre, ella respondió haciendo un juego de palabras en alemán: “¿Warum? Wir beide sind nur ein Stein”, que traduce: “¿Por qué? Los dos somos solo una piedra”, pues Ein, significa una y stein; roca. Se le podría responder con otro juego de palabras de la famosa fórmula de la relatividad: E=mc²: Einstein = marić *chancegleichheit² Que en alemán significa: Marić
por “igualdad de oportunidades o esfuerzos” al cuadrado.
¿Qué sucedió entonces con sus esfuerzos por encabezar la lista de promedios? Los tres postulados a continuación tal vez encaminen al lector a una respuesta. El primero, afirma que el esfuerzo de la relatividad multiplicado por dos, viajó a la velocidad de la luz para que el resultado se simplificase a uno solo. El segundo se resume en que todo es relativo; depende de un espacio y un tiempo: una época y un momento.
En 1909 la ecuación matrimonial se complicó y Mileva le escribió a su amiga: “Con toda esta fama, tiene poco tiempo para su esposa. Lo que hay que decir, con notoriedad, uno consigue la perla, el otro la concha”. El espacio y el tiempo, según la teoría, son una sola cosa —como Mileva creía que lo eran—, pero no pasaron muchos años para que el hombre del que amaba hasta su tras pie al caminar, la llamara “criatura hostil”. En 1912 le fue infiel con su prima Elsa Einstein Lowenthal y al inicio de la Primera Guerra Mundial, su amor fue bombardeado con cláusulas por las cuales Albert estaría dispuesto a continuar el matrimonio: “Usted velará porque: mis trajes sean mantenidos, que yo sea servido con tres comidas regulares al día en mi habitación (…) Cuando yo pida algo, usted debe dejar mi alcoba o estudio de una vez y sin protestar”. Dos años más tarde, aquel loco le pidió el divorcio y ella accedió con la condición de que el dinero del Premio Nobel (en caso de serle concedido) sería para ella, aunque en 1925 Albert cambió su testamento y Mileva objetó firmemente considerando, inclusive, en revelar sus contribuciones de la teoría. Su exesposo escribió: “Me hiciste reír cuando empezaste a amenazarme con tus recuerdos. ¿Alguna vez has considerado, que nunca nadie te prestaría atención? ¿Como si el hombre del que hablas no hubiese logrado algo tan importante? Tú eres completamente insignificante”. Mileva permaneció en silencio y congeló sus lágrimas luchando contra la esquizofrenia de su hijo menor, invirtiendo todo el dinero del Premio Nobel en sus tratamientos. En 1947, Albert escribió a su abogado de divorcio: “Cuando Mileva ya no esté aquí, podré morir en paz” y casi como si la hubiese sentenciado, ella falleció al año siguiente. Y aunque las 43 misivas subastadas son prueba del trabajo común, para algunos científicos el apellido Marić no es parte de la fórmula y sigue siendo una ecuación sin resolver. El retrato de “primera esposa” en la casa museo parece ser inmortal, mas su reconocimiento en el legado de Einstein fue cubierto por el polvo del olvido, y el fin de este relativo amor, fue también el punto final en la vida intelectual de Mileva Marić.
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El saber y la praxis Juliana Londoño Noreña | Juliana.londono9@gmail.com
S
egún Sigmund Freud, el objeto de amor que se escoge en la adultez deriva en diferente magnitud del arquetipo parental. Es decir, el hombre tiende a buscar los caracteres tiernos y los mismos tipos de relación que vivió con su madre, mientras las mujeres tienden a buscar la imagen del padre con mayor o menor fuerza dependiendo de qué tan prendados permanezcan a esta figura.
ro andante realizando un viaje hacia su princesa, a la que guardase cautiva su pérfido tío”. Martha resonaba con aquel apodo, “mi princesa”, de las muchas visitas de personajes influyentes, la que más la ilusionó fue la de la Princesa Eugenia Bonaparte.
La anterior teoría explica la fuerza del inconsciente al “enamorarse”, reflejada en elecciones, en ocasiones incoherentes, a las que el individuo parece no poder oponerse. Es más, es tan fuerte que incluso su propio creador y formalizador no pudo escapar de su corriente. El psicoanalista, ateo empedernido, que paradójicamente revolucionó las teorías de sexualidad y declaró al amor como un estado de psicosis temporal, amó, por más de 60 años, a una mujer de familia judía ortodoxa que consideraba inmoral cualquier tema sexual. ¿Qué dama superó la conciencia del gran teórico de la psiquis? Su nombre era Martha Bernays, aunque google la prefiera como “Esposa de Sigmund Freud”. Ciertamente su rostro grabado en la historia parece incompleto si no va acompañado del retrato del famoso psicoanalista. La mayoría de sus biografías empiezan con la descripción de cónyuge y madre de los seis hijos del médico austriaco. Sin embargo, como afirma su nieto “fue mucho más que la esposa”. Fue inspiración de teorías que le dieron la vuelta al mundo y de más de 1500 cartas de amor del hombre que llamó suyo. Según el psicoanálisis, el amor se escapa de la racionalización consciente. Freud le confesó a su propia esposa “sé que no eres bella en el sentido que lo entienden los pintores y escultores… me veo obligado a manifestar que no eres ninguna belleza”. En el enamoramiento se trata de otras cuestiones no físicas entendidas como formaciones del inconsciente, que desconocidas e implacables se fundan en las relaciones primarias de la infancia. Son estas las que, además de explicar la semejanza de ciertos tipos de uniones amorosas en la adultez con las relaciones infantiles entre padres e hijos, permiten pesquisar la personalidad de la joven Martha. Una de las tendencias de amor que se deriva de quedarse atado al complejo materno es la de buscar una mujer “intachable” cuyo valor se derive de su integridad sexual en oposición a la promiscuidad. Martha sin duda nació en una familia de altos valores morales de mediados del siglo XIX. Su padre era un reconocido rabino en Hamburgo y su madre una ferviente religiosa. En su boda le molestó profundamente no poder cumplir el mandamiento rabínico de encender las luces de Sabbath que simbolizan la paz y la comunión de almas en una. La alemana creía firmemente en la unión del matrimonio, “lamento la infidelidad de nuestro amigo” escribió en una carta, supuestamente de condolencias, apenándose por una infidelidad acometida años atrás por el esposo recién difunto de su amiga Frederica. Por otro lado, Freud le prometía su amor
Tomado de commons.wikimedia.org eterno exaltando su virtuosidad “Mi Marty, jamás abusarías de tu influencia sobre mí, ni me persuadirías para realizar algo que no tiene sentido. Espero que quieras algo que yo pueda alcanzar y ponerlo a tus pies”. Era común que describieran a Martha como una mujer dulce y buena que incluso llegaba a reprimir su agresividad al concebir su expresión como signo de mala educación. Ante la pureza y la creencia de que “madre solo hay una”, los hombres fijados elevan a estas mujeres a un valor supremo, dedicándoles toda su atención incluso de manera obsesiva. Se caracterizan además por una autoexigencia de fidelidad soportada en la visión de que son las únicas a las que pueden amar. Martha conoció a Freud cuando tenía 20 años en una reunión en casa de él, mientras ella pelaba unas manzanas, el psicoanalista se enamoró a primera vista. Al poco tiempo se comprometieron y durante cuatro años, mientras él estudiaba en Viena y ella vivía en Wandsbeck, Martha pasaba los días escribiendo para responder las tres dosis de cartas diarias de aquel amor adolescente. Era común que el austriaco se dirigiera a ella como: “mi idolatrada princesa”, “mi dulce tesoro”, “mi angelical niña”, “mi vida”, “mi dulce y altamente estimada amada”. Su obsesión, con tendencias paternalistas, exigían información y escritos por parte de ella, “quiero saber todo lo que haces y piensas”. Martha le respondía con igual pasión a su “querido Sigi”, algo asombroso para una mujer que antes de Freud por poco se casa sin amor con un hombre mayor. Inteligente y educada, Martha escribía algunas de sus cartas en verso e incluía citas de poetas como Goethe, Heine y Uhland. Era ella quien organizaba los encuentros a escondidas en mercadillos de Wandsbeck, pues pensaba que “las
mujeres son más astutas que los hombres frente a ciertos asuntos”. Otra tendencia inspirada de estar adherido a la relación materna es la necesidad de sentir celos frente a extraños periféricos que pretendan a la amada de la misma manera como se sentía celos del padre. Martha tuvo varios pretendientes apasionados al igual que Freud. Entre los más notables estaban dos artistas: su primo Max Meyer y Fritz Wahle, amigo de la familia. Wahle, al enterarse del compromiso, amenazó al psicoanalista con matarlo y luego suicidarse si no hacía feliz a la pequeña alemana. A pesar de la intimidad que Martha tuvo con este último, terminó con la relación tras las fuertes peticiones de un Freud altamente celoso y demandante quien en varias ocasiones la limitó al dudar de su amor. Algo contradictorio para una mujer que parecía adelantada a su época, quién además de experimentar con la cocaína, se casó sin aprobación familiar con un médico ateo y pobre, pero quien también aceptó en una ocasión no ir a patinar, después de que su esposo le negará su consentimiento pues él no contaba con esta habilidad y alguien más tendría que acompañarla. Aparte de los celos, el hombre fijado en una etapa infantil cree que la mujer lo necesita, por eso no la abandona y pretende rescatarla de una condición social amenazadora o de conductas peligrosas de indecencia e infidelidad. Cuando la madre de Martha supo lo decidida que estaba su hija a casarse con un hombre fuera de su círculo social, la alejó de Viena llevándosela para Wandsbeck. En la distancia su amado le prometía sacarla de su casa y proporcionarle lo que ella quisiera, “me encantaría conquistar una parte del mundo para que la disfrutáramos juntos, me siento como un caballe-
Las fijaciones en un amor infantil también pueden repercutir en las relaciones sexuales. Este fenómeno es descrito por Freud en una frase: “Cuando se aman no se desean, y cuando se desean no se pueden amar”. El individuo ama, pero no desea a su esposa, y desea, pero no ama a las mujeres fáciles, pues erotizar la figura encarnada de una madre parece inadmisible, en consecuencia, solo logra sentir pasión por aquellas a las que no les confiere amor. A los 36 años, tras el nacimiento de su hija Ana —el sexto parto fruto del fracaso de métodos anticonceptivos naturales— Martha dejo de tener relaciones sexuales con Freud. Además del sexo, pararon las cartas pasionales, mientras iniciaron los rumores de que su esposo sostenía un romance con su hermana Minna con quien compartían la casa. Ella, La más joven de las Bernays, totalmente diferente, ancha, poco discreta e interesada en los estudios de Freud, lo acompañaba a sus viajes, lo cual Martha aprobaba pues odiaba viajar y no le gustaba hablar de psicoanálisis “debo confesar que si no supiera con cuanta seriedad trabaja mi marido, creería que el psicoanálisis es una especie de pornografía”. Y, en las ocasiones que era preciso que paseara con la familia, lo único que pasaba por su mente era facilitarle el asunto a su esposo. Le insistía en tomar un pasaje diferente para ser ella quien controlara el caos del trayecto con los niños atendiendo cada detalle. “Solo quiero ser aquello que tú quieres que sea” escribía la futura madre y esposa devota del hombre que determinó que sus únicos deberes en la vida eran ser saludable y amarlo. Cuando este murió en 1939 tras una inyección de morfina a escondidas de su esposa, Martha sintió perder el sentido de su vida. Fue devota a su matrimonio, pero poco se menciona la devoción que despertó en Freud. Fue él quien abandonó Viena y sus trabajos como investigador para ser médico y poder casarse con su amada. Si no hubiera sido por esta decisión inspirada en Martha y por su apoyo incondicional, tal vez el psicoanálisis no habría llegado a desarrollarse con igual fuerza. Viuda, continuó su vida organizada, cuidando su jardín, disfrutando de las relaciones conferidas por su fama, retratando biografías y escribiendo cartas y pequeños poemas a amigos y familiares. “Un hombre que ha sido el indiscutible favorito de su madre mantiene durante su vida el sentimiento de un conquistador” sentenciaba Freud sin especificar de cual madre hablaba. Solo cincuenta años después de su matrimonio, como una madre que recupera sus pasatiempos, Martha volvió a encender una vela, esta vez en honor a la muerte del hombre que la amó con locura y de quien ella se enamoró aquella noche de 1882 cuando en aquel rostro vio a su propio padre.
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De la mano de los genios Natalia Torres Jaramillo |
@torresjnatalia
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as calles y los teatros se hallaban rebosantes. Los edificios comenzaban a posar con la elegancia de finos ornamentos. Los cabarés se deleitaban con las visitas de artistas e intelectuales. Viena en 1900: una época sin duda triunfal para el arte. La cuna del modernismo abrasaba a sus precursores con el calor de una prometedora ilusión. Y en la casa del pintor Jakob Emil Schindler y la cantante Anna von Bergen, se criaba la mujer que algún día avivaría el fuego que comenzaba a arder en la ciudad. Alma Marie Schindler creció en un hogar permeado por la genialidad de los más grandes artistas y literatos de la, en ese entonces, capital austrohúngara. Aunque sus padres tuvieron mucho que ver en su relación con la música, la historia de infidelidades de su madre seguro estableció un precedente en sus relaciones íntimas, que ataron su nombre a la historia del arte eternamente. Empapada por las frecuentes visitas del gremio artístico, la vena musical se palpaba en ella cada vez con más fuerza. Por un tiempo priorizó la potencialización de su talento, sus habilidades para el piano eran innegables y su interés por la composición estuvo guiado en sus inicios por el maestro Alexander von Zemlinsky, quien aplaudió su trabajo pese a “las limitaciones de ser mujer”, y con quien, por un tiempo, mantuvo una relación amorosa.
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A la edad de 22 contrajo matrimonio con su primer esposo, el compositor Gustav Mahler, con quien tuvo dos hijas y se convirtió en Alma Mahler para el resto de la vida. Pero su apellido de nacimiento no sería lo único que abandonaría con aquel compromiso. Henry-Louis de la Grange, experto en el compositor, publicó una de las cartas intercambiadas entre los amantes: “[…]para ser felices, debes ser aquella que yo necesito, mi esposa y no mi colega. […]¿Crees que habrás de renunciar a un gran momento de tu existencia del que no podrías prescindir si abandonas completamente tu música para adueñarte de la mía y para ser mía?” Ante los deseos de su prometido, asumió una posición pasiva en la composición en cuanto al papel se refiere. Sin embargo, fue fuente de inspiración para varias piezas, como la Quinta Sinfonía. Pero su propia obra consta de apenas 16 lieder y su papel como la musa de los más grandes artistas vieneses precede a su reconocimiento como compositora. Alma podría bien ser una de las muchas víctimas de la misoginia, pero hay quienes afirman que era una mujer temible y poderosa, y que la posición que asumió fue por su propia comodidad. Tenía una clara fascinación por las grandes mentes. “En mis ojos, Alexander von Zemlinsky, el músico, tenía belleza. Era casi el hombre más feo que había visto y aún así, la fuerza de su intelecto penetraba a través de su mirada y de cada uno de sus abruptos movimientos”. Así lo expresó en su único libro “Recuerdos y cartas de Gustav Mahler”, el cual ha sido material de análisis para la vida del compositor, y desató, a raíz de diversos estudios, el denominado “Problema Alma”, que ha puesto en duda la veraci-
Tomado de commons.wikimedia.org dad de los hechos descritos, presuntamente modificados para presentarle al mundo una cara suya quizá lejana a la real.
se inyectaba en la vida de estos genios profundamente, hasta que se hacía imprescindible y solo ahí, los dejaba.
Con las largas y periódicas ausencias de Mahler debido a su trabajo, a Alma la invadió el deseo por sentirse libre. El sonido suave del río frente a su casa alta maquillada de amarillo y rojo en las afueras de Maiernigg dejó de ser sinónimo de calma. El aire fresco ya no bastaba para que ella dejara de sentir que se ahogaba.
Aquella imagen de femme fatale que suscita su nombre en la historia, habría de sellarse en el tiempo junto con el recuerdo de su primer beso a la edad de diecisiete. El afortunado: Gustav Klimt, quien plasmó el momento en su obra, lánguidamente titulada El Beso, y acreedora de gran reconocimiento. Pero Klimt no fue el único pintor de su lista de amantes. Mientras estaba con Gropius conoció a Oskar Kokoschka, “nunca había probado tanto infierno, tanto paraíso”, plasmó en su diario. Aunque loca de amor en sus inicios y embarazada, decidió que Kokoschka no era el hombre de su vida y abortó. Algunos afirman que el pintor enloqueció: fue visto en restaurantes y teatros con una muñeca de tamaño real inspirada en Alma tras su rompimiento. Uno de sus trabajos más reconocidos, sin embargo, habría de ser su pintura Die Windsbraut (La novia del viento), donde quiso reflejar su tormentosa y a la vez pasional relación.
“Yo vivía su vida, no tenía nada mío. Él nunca observaba esta entrega de mi existencia. […]Anulé mi voluntad y mi ser”. Y se ahogó. Su hija mayor, María, murió a causa de difteria y fiebre escarlata y la madre se sumió en una profunda depresión. Unos años después se fue a Tobelbad a reposar y entonces se encendió en ella un amor que le devolvió la vida: el arquitecto Walter Gropius, fundador de la Escuela de la Bauhaus. Gustav se enteró de este amorío cuando Gropius le envió equívocamente una de sus cartas dirigidas a Alma y se esforzó por recuperar su amor permitiéndole componer de nuevo, pero ella ya había perdido la inspiración. Aunque se quedó junto a él hasta su muerte, Alma comenzó a forjar un patrón en sus relaciones,
Eventualmente formalizó su relación con Gropius y tuvieron una hija que falleció a los 19 años. Su matrimonio se deterioró y, como era de esperarse,
a Alma le urgía de nuevo el cambio. Conoció a su tercer y último marido, el poeta y novelista judío Franz Werfel, con quien sufrió una vez más la pérdida de un hijo con apenas 10 meses de nacido. Para ese entonces ya se levantaba la Alemania nazi y tuvo que salir de su país. Aún es un misterio el porqué de sus matrimonios con hombres judíos, entre otros de sus amantes, cuando aquella mantis era bien sabida antisemita. Hay quienes atribuyen su proceder a una debilidad de carácter tal vez traumática, que la forzaba a buscar relaciones donde pudiera sentirse poderosa. La viuda de dos matrimonios se quedó con el apellido de su primer esposo, cuya memoria era cada vez más renombrada, contraria a la de Werfel. Experta chupasangre y diosa del flirteo alargó su vida hasta la edad de 85. Quizá posaba alegre como fuente de inspiración en medio de un jardín lleno de mentes brillantes. O quizá asumió la posición más directa, que su condición como mujer le permitía, para influir en un gran movimiento. Lo que sí es cierto es que, si bien no fue la más prestigiosa compositora de la época, aún cobra vida en las paredes de los más grandes museos y en los teatros de las mejores orquestas filarmónicas.
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CO N L A M A N Mateo Orrego López | morrego7@eafit.edu.co |
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no podría imaginarse la escena de una tarde de verano, en Nueva York, en la que un río de luz inunda una gran sala blanca, sobre las paredes de la sala reposan 14 cuadros: retratos, desnudos, paisajes, naturaleza muerta; y el olor a óleo aún está fresco circulando en el aire. La gente se queda largo tiempo frente a las pinturas, y se aventuran a hablar del color, de las pinceladas, de las proporciones. En medio del ruido de las voces deambula una mujer, con el pelo recogido, un vestido de flores, con zapatos bajos, y con la mirada perdida, tal vez porque está sorprendida por el lugar en el que está, o tal vez porque no era lo que esperaba y solo quiere volver a su casa. “Parecía una diosa prehispánica. Un rostro de lodo secado al sol y ahumado con incienso de copal. Muy maquillada, con un maquillaje antiguo, ritual: labios de brasa; dientes caníbales; narices anchas para aspirar el humo delicioso de las plegarias y los sacrificios; mejillas violentamente ocres; cejas de cuervo y ojeras enormes rodeando unos ojos profundos. El vestido era también fantástico: telas azabache y solferino, encajes, botones, dijes, aretes fastuosos, collares opulentos […] Pero aquella mujer con aire terrible de diosa prehispánica era la dulzura misma. Tímida, íntima”. Casi como una pintura surreal, como uno de los cuadros expuestos en aquella sala, así debía ser como esta mujer se presentaba ante los ojos de los asistentes, o, por lo menos, así era como Octavio Paz describía a María Izquierdo, la primera artista mexicana en exponer su arte fuera de México. *** María nació a comienzos del Siglo XIX en San Juan de los Lagos, un pueblo pequeño en Jalisco que, al igual que muchos otros en México, se había visto afectado por los casi treinta años de dictadura de Porfirio Díaz. Su padre, Rafael Izquierdo, murió cuando ella tenía cinco años y, como era costumbre, los abuelos paternos se encargaron de la educación de la pequeña, mientras su madre volvía a encontrar un esposo; pero su familia se libró pronto de la responsabilidad de su cuidado, pues a sus catorce años la obligaron a casarse con el militar Cándido Posadas.
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vista parecería que durante toda esa etapa de su vida María nunca pudo tomar una decisión por sí misma, cosa que cambió cuando, siendo ya madre de tres hijos y viviendo en Ciudad de México con Cándido, decidió hacer algo que pocas mujeres se atrevían a hacer en aquel entonces: divorciarse de su esposo. Una vez divorciada y con 25 años, la siguiente decisión que tomó fue ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes para estudiar pintura. Es un misterio de dónde nació el interés de María por el arte, sin embargo, bastó poco tiempo para que se convirtiera en una estudiante prometedora. En sus primeras pinturas María retrataba a sus seres queridos, a sus amigos, a su familia, y también pintaba los paisajes de su infancia, aquellas escenas campestres que había cambiado por los colores grises de la ciudad. Y de vez en cuando, entre sus pinceladas, comenzaban a asomar aquellas escenas fantásticas con figuras derretidas o cuerpos cercenados que, más tarde, identificarían sus obras con el surrealismo. Un año después de haber ingresado en la escuela, Diego Rivera fue nombrado director, y al revisar una exposición realizada por los estudiantes, afirmó que los tres cuadros firmados por M. Izquierdo eran los únicos trabajos interesantes; mayor fue su sorpresa al darse cuenta de que los cuadros pertenecían a una mujer, María Izquierdo. Y fue justamente gracias al apoyo de Diego que, poco tiempo después, María pudo realizar su primera exposición individual en el museo de Arte Moderno de Ciudad de México. Pero, en aquella época, en un medio habitado mayoritariamente por hombres, ser una mujer con talento era una amenaza. María salía de una charla sobre el arte contemporáneo en México, dictada por Diego Rivera, en la que él había hecho referencia a sus trabajos, cuando algunos de sus propios compañeros comenzaron a arrojarle cosas y a tirarle agua. Esa fue la primera de las agresiones que llevaron a Izquierdo a retirarse de la academia.
Sin embargo, después de salir de la Escuela Nacional de Bellas Artes, pasaron poco más de tres años antes de que Izquierdo lograra mucho más que cualquiera de sus compañeros hombres, pues se convirtió en la Sobre la infancia y la juventud de primera mujer mexicana en exponer María se sabe poco, quedan pocas su arte en el Museo Metropolitano de cartas y solo uno que otro recuerdo Arte de Nueva York de esos tiempos lejanos. A simple ***
Hoy, en Nueva York, pocos reconocerán el nombre de María Izquierdo, pocos sabrán que fue una pintora, que fue la primera artista mexicana en tener una exposición fuera del país, y tal vez eso mismo pase en la mayor parte de Latinoamérica. Sin embargo, hay una figura que, con seguridad, todos sí identifican, la de
una mujer delgada, de cejas pobladas, cejas como pintadas de una sola pincelada negra, que usaba toda la paleta de colores en sus vestidos y que adornaba su cabello con puntos de flores: la imagen de Frida Kahlo. Pero la imagen que tenemos hoy de Frida no representa por completo lo que era ella, es casi una copia mal
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O IZQUIERDA en el olvido el recuerdo de María, tal vez porque la historia de vida de la segunda no fue tan difícil como la de la primera. Sin embargo, ambas, aunque no tuvieron una estrecha relación en vida, sobrevivieron juntas en su arte, pues sus representaciones de la mujer y de lo nacional a través del surrealismo permanecieron como insignia del arte mexicano. *** Después de su exposición en Nueva York, María comenzó a recibir el apoyo de Los Contemporáneos, un movimiento cultural mexicano que buscaba la reivindicación de la idea de “el arte por el arte”, por lo que se oponían firmemente a esa iniciativa de Los muralistas, en la que el arte debía ser, a la vez, una declaración política. Aunque Izquierdo no hizo parte oficialmente de Los Contemporáneos, el apoyo que recibía de este grupo hizo que su relación con Diego Rivera, gran representante del muralismo y aquel que la favoreció durante su paso por la academia, se deteriorara. Aun así, gracias a este movimiento, la obra de María se hizo cada vez más popular. En 1938, la ya conocida artista comenzó una relación amorosa con el pintor chileno Raúl Uribe, aunque este no era un pintor destacado, sí estaba muy bien relacionado con diferentes diplomáticos y políticos de América Latina, por lo que decidió convertirse en el principal promotor del arte de María y le ayudó a vender su obra y a realizar algunas giras por el mundo. Después de su regreso de una de estas giras, en Sudamérica, María firmó un contrato para pintar dos frescos en el edificio del Departamento del Distrito Federal de México. Sin embargo, frente a la noticia, Los muralistas, entre ellos Diego Rivera, afirmaron públicamente que el estilo de Izquierdo era poco apropiado para los murales e insistieron en que ella no tenía la preparación técnica para pintar frescos. Esto hizo que María perdiera el contrato, pues a pesar de sus logros, el arte –y en particular el muralismo–, seguían siendo un territorio predominantemente masculino.
Tomado de https://www.flickr.com/photos/toxickore/2267119417/ hecha. Pues el capitalismo ha hecho bien su trabajo, la ha convertido en un símbolo del mercadeo, ha puesto su rostro en camisetas, zapatos, vasos, cuadernos, muñecas, y todo tipo de cosas que se puedan vender, todo tipo de productos que generen ingresos. Así, ha hecho a un lado la representación de esa mujer un poco andrógina,
que apoyaba las ideas Trotsky, que ponía en sus cuadros su dolor y sus sentimientos, que mantenía relaciones con Diego Rivera y con Chavela Vargas, y que, al igual que María Izquierdo, luchaba por sobresalir en un medio machista y conservador. El capitalismo decidió transformar la verdadera imagen de Frida y dejar
Como en otras ocasiones, el comportamiento de los hombres no detuvo a María, por el contrario, su arte siguió evolucionando. En su madurez sus cuadros se caracterizan por ser escenas oscuras con colores intensos, cuyas protagonistas la mayoría de las veces son mujeres, mujeres jóvenes, viejas, flacas, gordas, el cuerpo femenino tal y como ella lo veía: real. El surrealismo está presente, a la vez que elementos de
la cultura mexicana y aún elementos de su propia vida. En uno de sus cuadros hay una mujer asomada por la ventana que lleva una blusa que se difumina entre el rosa, el rojo y el blanco, de lejos, parecería que en realidad está manchada de sangre. Sobre su cabeza lleva una pequeña montaña de cabello negro azabache, adornada con flores anaranjadas a cada lado. En su rostro hay una expresión como de asco, las cejas levantadas y los labios apretados, y mira fijamente lo que lleva en su mano derecha, la cabeza de una mujer decapitada. El cabello de la cabeza que cuelga de su mano se enreda entre los árboles, que salen de la ventana de al lado y de cuyas ramas, en lugar de hojas, cuelgan pequeños rostros. Debajo de la ventana, y hasta el final de la pared, corren piernas sin torsos, que se difuminan en el horizonte. En otro, se ve a una niña pequeña que posa como si le fueran a tomar una foto, con un sombrero rojo en su mano izquierda y un moñito del mismo color sobre su cabello, lleva un vestido blanco con cinturón y cuello azules, y al fondo una cortina verde y en el cielo unas figuras como de cisnes. Pero lejos de poder mostrarlas en dos pobres párrafos, las pinturas de Izquierdo escapan a cualquier intento de descripción, escapan a cualquier esfuerzo por poner en palabras, más allá de los colores o las formas, ese sentimiento de tristeza, de felicidad, de desasosiego, ese sentimiento que está presente a lo largo de su obra; lo que, finalmente, la llevó a ser una importante artista en México. Con su arte, María alcanzó un período de estabilidad económica, y junto a su esposo Raúl, quien la apoyaba devotamente, un período de estabilidad emocional. Hasta que un día, en 1948, todo se vino abajo, pues la gran artista sufrió una hemiplejía que paralizó la parte derecha de su cuerpo y le hizo perder el habla. Parecía que su esposo no soportaba el dolor de verla así, por lo que la dejó por una pianista y así el fin de la estabilidad emocional. Después de eso, enferma y sola, y como si su destino le hubiera sido anunciado desde que recibió su nombre, María aprendió a usar la mano que le quedaba, la mano izquierda, para seguir pintando, sin embargo, sus obras ya no eran tan valoradas, por lo que vivió el fin de su estabilidad económica. Finalmente, en 1955, ya en la pobreza, María Izquierdo murió a causa de una embolia.
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El Renunciador María Camila Gómez Ortiz |
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ás de dos millones de personas se congregan para ver lo que promete ser el evento de la década; afuera, un desfile real, adentro, en la Abadía de Westminster está él, parado junto a el cortejo de las grandes figuras monárquicas del mundo, el arzobispo y el alto clérigo religioso. Usa con propiedad y elegancia un traje negro de infantería, con bordados dorados en el cuello y mangas, guantes de seda blancos, una larga capa roja en gamuza; en su pecho varias medallas conmemorativas de la marina y demás ornamentaría digna de la ocasión. Tiene la vista nublada, se esfuerza en observar a ningún lado, sintiendo sobre sí las miradas de todos los presentes; trata sin éxito de parecer tranquilo y cómodo con la situación, aun sin estarlo. Rápidamente, cuando ella hace su entrada, la atención que reposaba en él se desvanece, no es algo raro, siempre que está ella, él no tiene protagonismo. Parece una boda. Ella entra junto con siete damas de honor, vestida de blanco. al lugar donde ambos harían importantes promesas. A continuación, un protocolo magistral, ella, Elizabeth Windsor es coronada reina de Inglaterra, él, Felipe Mounbatten, parado a unos cuantos metros, cabizbajo, presencia todo; camina hacia ella, se inclina con reverencia ante su trono, besa su mejilla y delante del clérigo retumba la voz de un hombre derrotado: “yo Felipe, duque de Edimburgo, me convierto en tu vasallo en cuerpo, alma y devoción terrenal, y la fe me unirán a ti en la vida y en la muerte, contra viento y marea por la gracia de Dios”; se aleja y vuelve a su papel secundario, despidiendo a la mujer y recibiendo a la reina, renunciando a todo: adiós esposa, adiós carrera, adiós libertad ¡dios salve a la reina! Posiblemente esta segunda promesa sería mucho más difícil de cumplir que la hecha en su boda. Amar a la mujer que lo conquistó desde los dieciocho años fue una iniciativa del corazón, pero obedecer a la reina fue una imposición de su destino. Destino que bien conocía mas no dimensionaba, pues la vida que Felipe había construido y con la cual estaba conforme cambió radicalmente luego de su boda, quedando en un eterno suspenso; porque la pareja de un rey se convierte en una
interponían a esta exigencia suya, la negativa de las autoridades políticas y la familia real lo hacían sentir tan humillado como a un insecto “¿Qué soy yo? Soy una ameba, soy el único hombre del país que no puede dar su apellido a sus hijos”. Luego de varios años, en los que su vida se desarrollaba con toda la normalidad que la monarquía supone, entre eventos sociales, viajes diplomáticos, entrevistas y formalidades, haciendo todo con pulcritud para nunca salirse del papel de acompañante y sin resaltar demasiado, logró que su tercer hijo Andrew Albert tuviese su apellido.
Tomado de commons.wikimedia.org reina, sin embargo, a la pareja de una reina no se le puede llamar rey, porque el rey tendría autoridad sobre ella, lo que dejaba a Felipe ante la mirada pública como un marido florero con todo tipo de títulos absurdos y puramente simbólicos. El enigmático hombre alto de ojos azules y cabello rubio nació siendo doblemente príncipe, su padre era el príncipe Andrés de Grecia y su madre la princesa Alice de Battenberg de Dinamarca, pero no podía jactarse de esos títulos porque renunció a ellos al casarse con su prima tercera Elizabeth, sin ser lo único que dejaría atrás. El principito creció en una suerte de pobreza, pues aunque pertenecía a la realeza, su familia estaba en total ruina y él casi en la orfandad, por lo que obligado a vivir a costa de sus familiares y cambiar frecuentemente de residencias se convirtió en un joven solitario, pero independiente y temerario; carácter que se terminó de forjar por su estadía en un internado militar y en lo que sería su primer hogar, la marina. Felipe no siempre caminó dos pasos detrás de la reina, antes caminaba al lado de su esposa y mucho antes, delante de todos. Siempre sobresalía y estaba acostumbrado a llevar la delantera y dar las órdenes; El joven Felipe era un líder
innato, gracias a su carácter autoritario y determinación ascendía rápidamente en rangos: capitán del equipo de hockey y cricket, monitor del colegio, mejor cadete de su promoción y el teniente más joven de toda la marina. Allí encontró la estabilidad y aprecio que nunca tuvo en su hogar. Su rostro da cuenta de su personalidad: cortes determinantes en el mentón y la barbilla, el ceño fruncido y la boca sin secuelas de alguna sonrisa, no obstante, dicen sus almirantes, cuando estaba dentro de alguna embarcación se veía cómodo e incluso, feliz. Con su llegada a la monarquía británica tuvo que renunciar a su trabajo para dedicarse a los deberes reales como eterno chaperón de su esposa, aún así, esto le disgustó poco en comparación a la falta de consideración que se le tuvo. Desde antes de formalizar su noviazgo con Elizabeth ya había sido rechazado por la simpatía que tenía su familia con la Alemania Nazi, además de las ideas progresistas con las que buscaba refrescar la tradicional corona. La masculinidad de un hombre se alimenta con la prolongación de su estirpe, lo que legendariamente se ha hecho mediante el primer apellido paterno, pero Felipe sería un hombre que tenía vetado este privilegio. Siglos de tradición se
Esa fue una de las pocas batallas que pudo ganar, cada que Felipe tomaba una iniciativa para modernizar algo, así fuera mínimamente, la monarquía se oponía. Convertir la corona británica en una institución más contemporánea fue su causa perdida, de ahí su resentimiento contra el statu quo británico; aunque siempre encontraba la manera de sabotear un poco, disfrutaba incomodando a la corte y le gustaba dar de qué hablar. La opinión pública lo critica por sus modales, legendaria falta de tacto y salidas de tono. Además, se le categorizaba de ser políticamente incorrecto. En medio de las criticas Felipe tenía un poder que ningún otro gozaba, en privado era la única persona que podía contradecir a la reina, pues ella creía en él, así, aunque ella llevase la corana, muchas decisiones Felipe las impartía. A un año de cumplir un siglo, sin el porte de príncipe ni los ánimos del teniente, encogido por la edad, longevo, con las expectativas apaciguadas, ha sabido permanecer fiel a un juramento que hizo en nombre de Dios, aun siendo un hombre agnóstico y progresista. Recientemente se retiró de los compromisos reales, para gozar una vez más de los infortunios del hombre y darle fin a los agravios del príncipe. Luego de décadas de críticas a su rol, es conocido en su familia por ser el pilar de su hogar, ya que su carácter y determinación dan la seguridad y templanza que le hace falta a la cariñosa y sensible monarca de la nación, a la que él le sostiene la mano, ahora temblosa y arrugada, porque a veces, tres pasos detrás de una gran reina, hay un esposo.
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Primero los fundadores,
luego las profetas Carlos Andrés Henao Velásquez |
@carloshenao31
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as cámaras estaban encendidas, listas para grabar. El público se veía inquieto. La gente murmuraba mientras esperaba la llegada de los reos, y el fiscal y el juez preparaban todo para iniciar la audiencia. Se abrieron las puertas de la sala y entró una figura pequeña y pálida, escoltada por un par de guardias. Era Jiang Qing. Las cámaras la enfocaron. Vestía completamente de negro: zapatos, pantalones lisos y chaqueta de botones. Su pelo era corto y negro. Hasta sus ojos oscuros parecían ser color negro. Todo ese negro contrastaba con la blancura de su rostro y con sus lentes de marco rojizo, que destacaban por ser el único color vivo en su semblante. Le seguían los otros tres procesados, correspondientes a los miembros restantes de la Banda de los Cuatro, igualmente custodiados. Los guardias los acompañaron hasta el frente del estrado y permanecieron de pie tras ellos. Se impuso el silencio. A la viuda de Mao Zedong se le acusaba de crímenes contra el Partido y contra la ideología comunista, así como de delitos contra la oposición. Su cara arrugada, casi inexpresiva, no mostraba remordimiento alguno. Luego de que el Gran Salto Adelante fracasara, matando de hambre a millones de chinos, Jiang Qing se había dedicado por años a la Revolución Cultural, con el propósito de preservar el comunismo e imponer el maoísmo, para lo cual utilizó, de una forma desmedida – si es que de alguna forma es aceptable – la represión política. Una vez formuladas la acusación y la defensa, comenzó el interrogatorio. Le hicieron unas cuantas preguntas sobre su cargo y su relación con Mao y empezó a hablar. Hubo una breve pausa en su discurso. Quizá reflexionó. Había pasado la mayor parte de su vida detrás de su esposo, adquiriendo gran poder e influencia en los últimos años. Pero con la muerte de Mao todo ello se había desvanecido. Retomó la voz y terminó de responder. Jiang Qing fue, en su juventud, una actriz. Desde pequeña demostró tal habilidad para el arte que, pese a no contar con los medios suficientes, su desempeño en el teatro escolar llamó la atención del director, quien la seleccionó para formar parte de su club de actuación. Allí perfeccionó su talento y alcanzó cierto reconocimiento, que le permitió acceder a la universidad. Su carrera de actuación se disparó en los años 30, cuando apareció por primera vez en el cine. Aparecería otras cuantas veces a lo largo de la década, pero su tiempo en la pantalla grande estaba contado; conocería a Mao Zedong. Además del arte, Jiang se interesó por el comunismo. Se había unido al partido antes de actuar en el cine por primera vez, y había conocido a Mao antes de hacerlo por última vez. En efecto, el año en que se casaron coincidió con el año de su último film. La pareja no tenía la aprobación del partido, por lo que se llegó a un acuerdo para que pudieran desposarse: Jiang Qing no podría ejercer cargos políticos por veinte años. Contrajeron matrimonio en 1938 y estuvieron juntos hasta que la muerte los
fragmento de evidencia… ¿Qué clase de juicio es este?” Antes de que el juez mandara a callarla exclamó: “¡Fui la esposa de Mao por 38 años! ¡Nadie podía entenderlo mejor que yo! ¿Dónde estaban ustedes?” Se oyeron risas en el público. Jiang se sentía frustrada. Eventualmente el monstruo perdería sus dos cabezas por la ambición. Lin Biao fue acusado de traición y murió en un accidente aéreo, intentando escapar del país, en 1971. Se dice que estaba planeando un golpe de Estado. Su muerte, si bien debilitó la Revolución Cultural, posibilitó el ascenso de Jiang Qing y sus colaboradores, que conformaron la Banda de los Cuatro. No obstante, Mao se había quedado sin sucesor y desconfiaba en los dirigentes del Partido; se podría decir que desconfiaba de su esposa.
Tomado de commons.wikimedia.org separó, en 1976. Mao era su tercer marido, y ella su cuarta mujer. Mao fue su tercer y último marido, y ella su cuarta y última mujer. Continuó el interrogatorio. Le preguntaron sobre su papel en la Revolución Cultural, pero no respondió. Ya lo había dicho en diversas ocasiones y detestaba repetirlo. Le preguntaron de nuevo, y esta vez replicó en tono agudo y con el ceño fruncido: “¡Yo era el perro enojado de Mao. A quien él dijera que había que morder, yo lo mordía!” De esta manera, renunciaba al protagonismo y volvía a estar detrás de su esposo. Su estrategia de defensa era clara, mas no gozaba de credibilidad. Se había pactado que Jiang Qing se mantendría al margen de la política por veinte años, y así lo hizo, por más tiempo aun. Mientras tanto, trabajó como la secretaria personal de Mao y dirigió la sección de cine del Departamento de Propaganda del Partido Comunista. En los 60, casi treinta años después, Jiang entró definitivamente en la política. Mao había caído en desgracia tras el Gran Salto Adelante y parecía que su imagen no se recuperaría jamás. Fue entonces cuando se puso en marcha la Revolución Cultural. La gran hambruna no le iba a quitar grandeza a Mao; por el contrario, el culto a su persona se volvería más fuerte que nunca. La Revolución Cultural fue un monstruo de dos cabezas: Lin Biao y Jiang Qing. El primero, mano derecha y sucesor de Mao Zedong, promovió la destrucción de todos los elementos considerados capitalistas. Además, recopiló fragmentos de discursos pronunciados por Mao y publicó lo que se conocería
como el Pequeño Libro Rojo, la Biblia del Partido. La segunda, por su parte, se dedicó a enaltecerlo por medio del arte. Jiang, que ya tenía experiencia en el campo, tomó el control del aparato cultural del Estado e introdujo la ópera modelo. Las dos cabezas del monstruo eran el Libro y la Profeta. La ópera modelo consistía en una serie de espectáculos que glorificaban a Mao y a la clase obrera. Era el único entretenimiento teatral del pueblo chino. A diferencia de la ópera tradicional, que estaba pensada para la burguesía, la ópera modelo estaba dirigida al común, y Jiang Qing hizo del maoísmo su repertorio oficial; hizo que China le cantara a Mao. Sin embargo, oponiéndose a la esencia del arte – la libertad –, censuró las obras contrarias al maoísmo. Todos los escritores, artistas e intelectuales que no siguieran el repertorio debían ser erradicados. Muchos fueron torturados y encarcelados por sus “desviaciones”. Otros tantos fueron ejecutados. Lo mismo ocurrió en la industria del cine, donde Jiang Qing apareció alguna vez. Le hicieron unas últimas preguntas que contestó de mala gana. Terminó el interrogatorio y entraron los testigos. Jiang los miró con desprecio. Uno de los testigos declaró que sus camaradas fueron privados de su libertad injustamente por más de 5 años. Otro testigo declaró que muchos de sus conocidos habían sido linchados y humillados públicamente y el fiscal aportó evidencia fotográfica. Jiang Qing intervino por última vez: “Lo que dicen son hechos… están tomando pequeñas partes, este fragmento de evidencia, aquel
Mao pasó sus últimos años muy enfermo, mientras varias facciones luchaban entre sí para hacerse con el poder. Las más importantes eran los radicales, liderados por la Banda de los Cuatro, que defendían la continuación del movimiento revolucionario; y los moderados, dirigidos por Hua Guofeng y Deng Xiaoping, que se oponían al rol de la ideología en la determinación de las políticas económicas. Jiang Qing era astuta. Ella pretendía suceder a Mao. No había impulsado la Revolución Cultural en vano. Incluso, cuando él estaba en su lecho de muerte, se esmeró para que muriera pronto. En contra de las indicaciones de los médicos, ordenó que se le practicaran procedimientos poco ortodoxos sin ninguna finalidad aparente que la de acelerar su muerte. Tenía muchos enemigos y necesitaba asegurar su posición. Mao Zedong murió el 9 de septiembre de 1976. Ese mismo día, Jiang Qing aprovechó para elogiar a Mao y a la Revolución. La Banda de los Cuatro tenía el control de los medios de comunicación, e intentó desprestigiar a Hua y a Deng, pero Mao había designado a Hua para sucederlo. Hua Guofeng asumió la presidencia del Partido, y en menos de un mes, la Banda de los Cuatro fue arrestada, marcando el final de la Revolución Cultural. Culminó la práctica de pruebas, se presentaron los alegatos de conclusión y el juez se dispuso a dictar sentencia. La Banda de los Cuatro fue encontrada culpable y Jiang Qing fue condenada a pena de muerte, a pesar de haber negado los cargos hasta el final. El día del juicio fue la última vez que apareció en pantalla. No como actriz, ni siquiera como política. Sino como criminal. El público, satisfecho, celebró la decisión. En 1983, la sentencia fue conmutada a cadena perpetua. Jiang estuvo encerrada hasta que enfermó. En mayo de 1991 se le otorgó libertad condicional para que se tratara, pero diez días después de su liberación se suicidó. A lo mejor no tenía motivos para vivir y no quería sufrir más. De cierta forma, se había hecho justicia. Tal vez. Actualmente no se sabe el verdadero número de víctimas de la Revolución Cultural, la escalada desmedida de una mujer, la transformación de Jiang Qing en Madame Mao.
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LA GUERRA
Silvia Natalia Rojas |
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esultaba difícil distinguir qué viajaba más rápido, las camillas o las balas. El ritmo acelerado de los barcos arribando al puerto y los soldados desplomándose en el territorio acompasaba una atmósfera llena de caos. En junio del 44, los cartuchos en las metralletas de la segunda guerra reventaban alrededor de la playa francesa de Omaha. Los tripulantes imprescindibles, como militares y personal médico, eran los únicos autorizados para descender de los buques. Sin embargo, los comandantes ignoraban que entre ellos se escondía una persona que el tiempo juzgaría como igual de indispensable para la historia de esa batalla: Martha Gellhorn, corresponsal de guerra.
XX, Vietnam y El Salvador. Recodo tras recodo observó lo que ella llama “la estupidez de los que nos guían” gobiernos insensatos que, a infortunio de la humanidad, poseen el poder. Con este, administran, desde hace miles de años, el caos y la muerte en los países del mundo. En su libro, El rostro de la guerra, que narra, entre otras crónicas, su primer trabajo como corresponsal durante la Guerra Civil Española, describe cómo las personas aguardaban lo que en cualquier momento podría convertirse en el final de sus vidas: “Más allá de la puerta de entrada pude ver gente de pie en los portales de las casas que daban a la plaza, esperando con paciencia; luego un proyectil cayó de repente, y los fragmentos de una fuente Del vasto mar de frases, palabras de granito volaron por los aires, y figuras que utilizó Martha den- mientras el humo plateado de la tro de sus crónicas, “on the re- lidita flotaba pausadamente”. cord”, era su favorita. “Si nadie lo pone en el registro en cualquier La posición de la mujer en el eslugar, entonces los monstruos ga- pacio de la guerra no la intiminan totalmente. Debe estar regis- dó, menos aún el hecho de pasar trado en algún lugar, de lo con- incomodidades en los lugares de trario, pueden arreglárselas con mucho revuelo. “Una mochila y cualquier cosa”. Los denomina- unos cincuenta dólares eran todo dos “monstruos” no son sino las el equipaje que llevé a España”. personas del bando contrario en Consciente de que el mundo de la guerra que combatió Gellhorn las balas y la sangre no era para durante 65 intensos años: la gue- cualquiera, también comenta: rra de la verdad. Su trabajo re- “Me pegué a los corresponsales portó un siglo que no dio tregua de guerra, hombres con experienal intercambio de plomo y, sin cia y una misión seria entre maduda, al de palabras. nos”. La alta costura la dejó en Estados Unidos junto con su mieEl rubio de su cabellera viajaba do a morir en los enfrentamientos, por su rostro, como el Misisipi “pensaba que todo lo que se podía recorre las fronteras de su pueblo hacer con respecto a la guerra era natal, San Luis. Desde pequeña ir a ella en señal de solidaridad, y su familia le ayudó a divisar los morir o sobrevivir si había suersecretos que escondía el mundo. te hasta que la guerra terminara”. Su padre decidió retirarla de la Su ropa no era sino el reflejo de escuela en la que estudiaba cuan- una persona dispuesta a tirarse a do descubrió que enseñaban ana- la tierra para contar una historia tomía femenina con las imágenes desde todos los ángulos posibles, cubiertas. A Martha no le hizo en su mano derecha nunca faltafalta ese aprendizaje, pues, con ron ni la pluma ni el cigarrillo. los compañeros que tuvo durante los años, descubrió los ires y El viaje a España le dejó a Marvenires de la sexualidad. Por otro tha dos cosas que encaminaron lado, la miel de los ojos no fue por completo su destino: un eslo único que heredó de su madre. poso y un estilo de vida, cuesta Esas largas pestañas también re- distinguir cuál resultó en benefivelarían la mirada del activismo cio y cuál en perjuicio. En el año y la protesta social que, a dife- 1937, después del bombardeo de rencia de la madre, acogió más un edificio cercano, los alarmaen versos escritos que en arengas. dos huéspedes del hotel Gran Vía en Madrid observaron salir de la El reto no era reportar la guerra, misma habitación a un hombre de era sobrevivirla para escribir so- bigote inconfundible y a una rubre la siguiente. Martha alcanzó bia americana con aires sureños. a estar en siete enfrentamientos Un par de años más tarde, en el bélicos incluyendo la agitada Eu- Estado de Wyoming, se consumó ropa de la primera mitad del siglo
oficialmente el matrimonio entre los escritores Martha Gellhorn y Ernest Hemingway, este le dedicó a ella su famosa novela Por quien doblan las campanas (1940).
po de concentración de Dachau y lo que observó durante su visita lo asimiló con el sentimiento de furia y vergüenza hacia la humanidad. “Adentro había figuras que seguían vivas en pijamas de “Lo cambió todo”. En la víspera rayas, esqueletos que aún respidel final de la Segunda Guerra raban, sentados y acostados en el Mundial, Martha conoció el cam- piso”. Acostumbrada a ver todo
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POR LA LUZ snrojasc@eafit.edu.co
Tomado de commons.wikimedia.org tipo de violencia, su cuerpo se arrugaba y la invadía una estela lóbrega cuando narraba cómo esa crueldad excedía cualquier nivel de intolerancia y la forma en que cada partícula de aire en el campo desbordaba pesadez y dolor. “Por los hornos se apilaban cuerpos amarillos con un poco de grasa en
sus esqueletos, fundiéndose sobre madera”. Y la cuestión de quiénes eran menos humanos; si los esqueletos sin rostros o quienes se los arrebataron; “era el círculo perfecto del infierno”. Se oxidaron las campanas de Hemingway. Después de cinco
años de difícil matrimonio, la aparición de otra mujer en la habitación de su esposo fue el detonante que necesitó Gellhorn para abandonarlo, algo que no le sentó bien al ego del famoso escritor. La delgada comisura de los labios de Martha se afinaba más cuando su estado de ánimo buscaba reflejar molestia, la cual estuvo presente en cada entrevista que le realizaron sobre el tema de su relación con el autor, molestia que la embistió durante muchos años. Gellhorn decidió cerrar todo con el libro Cinco viajes al infierno: Aventuras conmigo y ese otro (2011) y se rehusó a volver a tocar el tema, en una entrevista llegó incluso a decir: “¿Por qué debería ser una nota al pie de página en la vida de otra persona?”
ve años después de su primer divorcio se casó con el adinerado editor de la Revista Time, Tom Matthews, y por unos segundos quiso tener lo que todas las mujeres de su momento tenían; una vida doméstica.
Encontrar las palabras para describir el contexto que se vivía sin caer en la vanagloria y el nacionalismo requería de cierta agudeza visual, pues se trataba de un tiempo en el que no había terminado una guerra y ya había comenzado la siguiente. “Pero no importa cuán difícil fuera observar el mundo, los ojos de Martha permanecieron abiertos”, dice la escritora Paula McLain. Esto se escaló hasta el punto en que le llovieron críticas por la censura que le hizo a su propio país luego de presenciar las atrocidades de la guerra de Vietnam en 1966, “Había retenido un sentimiento de responsabilidad personal, mis impuestos junto con los de los demás estaban pagando por esto y esta horrible guerra se hizo en mi nombre y en nombre de los ciudadanos americanos. Nosotros somos los responsables y culpables”, aseguró Martha en una entrevista de la BBC. Sus fuertes reportajes sobre lo que acontecía al otro lado del pacifico hicieron que la vetaran de su país. Ella describió esos años como los peores de su vida.
Como buena reportera, el ímpetu de contar las gracias y desgracias del hombre lo mantuvo incluso hasta en sus últimos años de vida. Esto la hizo enfrentarse al rechazo de sus colegas en varias ocasiones. Cuando se hizo pasar como enfermera y logró entrar sin permiso a la Playa de Omaha le retiraron sus documentos de viaje y credenciales periodísticos. Sin embargo, el artículo fruto de ese día fue calificado, por muchos, como superior a otro que realizó su exesposo, Hemingway, quien a diferencia de ella no pudo presenciar las dramáticas escenas desde el campo de batalla, sino desde uno de los buques que no desembarcaron.
No resultó inesperado que después de presenciar incontables escenas de desolación, a sus cuarenta años, Martha quisiera buscar algún tipo de calor. Ese abrigo lo encontró en Alessandro, su hijo, a quien adoptó en un orfanato de Italia en 1949. Al poco tiempo, otro de sus viajes le dio un nuevo esposo, la diferencia era que este no se encontraba en el destino sino en el avión. Nue-
La nostalgia de engañar a las personas para entrar a lugares y la adrenalina que le generaba tener siempre en el calendario un destino diferente, pueden haber sido factores importantes para que dejara de lado a su segundo matrimonio y a su hijo, Sandy. Necesitaba volver al campo de guerra. Su relación con los hombres la definió de forma clara en una carta que le mandó a Allan Grover en 1936: “Un hombre no me sirve, a menos que pueda vivir sin mí”.
Aunque muchos la nombraron, pocos comprendieron la injusticia de la guerra, y otros, como Martha, la tuvieron marcada en la frente durante toda su vida. Paradójicamente, el instinto maternal que no tuvo con su hijo, lo tuvo con los hijos de otras personas y cuando ya no pudo sostener ni la pluma ni el cigarrillo en su mano, a los noventa años, ingirió una cápsula de cianuro y terminó con su vida. En una de sus últimas entrevistas, la que para muchos es la corresponsal de guerra más importante del siglo XX, dijo: “No tengo la sensación de que algo de lo que he hecho haya sido de alguna utilidad, pero al menos es mejor que el silencio porque si estás en silencio pueden reescribirlo como quieran o pueden hacer que se vea excelente después”.
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Elabrazo,lospájaros,lavoz Valeria Echavarría Arroyave |
@valeriarea — vechava2@eafit.edu.co
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na visión femenina y a su vez feminista del mundo es ahora una de las consignas mayores. En el cine esto ha resultado imperativo, pues la desigualdad en términos de representación y reconocimiento de unos sobre otras es más que notoria. Tanto así que se les reduce y se les anula el propio nombre y aunque sean parte esencial de equipo, gestoras y quienes impulsan, quedan relegadas a la resonancia del titular de un nombre masculino. Ella y muchas más tienen el derecho a ser llamadas por su nombre: Cristina Gallego. Esta mujer de voz, mirada y semblante firme es una destacada productora de cine y televisión colombiana, fundadora en 1998 de la compañía Ciudad Lunar Producciones en donde produjo películas como La sombra del caminante, Los viajes del viento, El viaje del acordeón, Edificio Royal; y las más reconocidas El Abrazo de la serpiente y Pájaros de verano, debutando en esta última también como directora. Cristina, con una personalidad que emana una mezcla entre seriedad y serenidad, a veces con atisbos de sonrisas, encontró en el hacer cine la forma de narrar las historias que no se han contado, la capacidad de trascendencia de los relatos y la necesidad de formularse preguntas para el encuentro y sobre el lugar que se habita. Visionaria y con sed de novedad, expone que “el lugar del cineasta nunca es el lugar cómodo, sino la búsqueda, la inquietud, la búsqueda permanente”. En 2016 se cumplió un hito para el cine colombiano, El Abrazo de la serpiente, dirigida por Ciro Guerra, logró ser la primera película nacional nominada a mejor cinta extranjera en los premios Oscar. Aunque no ganó, la película y el director obtuvieron un alcance sinigual en el transcurrir popular colombiano. No es secreto que el director es quien suele recibir mayor acreditación y se invisibiliza al resto del equipo, el cual compone tareas de suma importancia para obtener el producto final que es la película. Tareas como la producción, el guion, la fotografía, montaje, etc; partes de un todo que forman el engranaje ideal. La necesidad del trabajo mancomunado es lo que hace al cine una de las artes más comunitarias. Ahora bien, una cantidad importante del equipo son mujeres y sufren las consecuencias de una doble oscuridad en donde son los directores, en su mayoría hombres, quienes cooptan todos los aplausos y los tabloides. En Colombia una de cada diez películas es dirigida por mujeres y es justo allí donde Cristina se pronunció y exclamó a modo de crítica que las mujeres desempeñan un “rol de soporte” el cual es producto del miedo, rechazo, injustica o discriminación a tomar la vocería, el equipo, las ideas. No obstante, atribuirle los triunfos solo al director y al hombre lleva a que los demás sean ignorados. Del mismo modo, Cristina comentó en lo respectivo a su rol que ella “manejaba los hilos desde atrás” y en cuanto a las películas que “hay algo que los medios no registran y no es ob-
como de publicidad, reconocimiento y valor, además de una demanda en contra de los casos de discriminación y abuso sexual que han existido en el cine. El acto en Cannes representó una búsqueda por hacerse escuchar y ganarse los espacios, pasando del escenario privado al público. Un triunfo desde su rol como mujer y, claro está, desde la profesión de la producción y la dirección.
Tomado de commons.wikimedia.org vio. El proceso de creación necesitó de la dualidad para hablar del encuentro de dos mundos”. Así pues, es preciso señalar que hay duplas creativas que deben sus éxitos el uno al otro. El cine es una historia de matrimonios entre productores y directores. Ciro Guerra contó con Cristina Gallego para desarrollar sus mayores éxitos cinematográficos, siendo entonces no solo ella como compañía, un tercero o la ‒en aquel entonces‒ “señora o esposa de Ciro”, sino una pieza esencial. Él como director y ella como productora en la mayoría de películas que realizaron juntos. Los productores, dice Cristina, tienen un rol más técnico pues son quienes financian, desarrollan los proyectos, asumen los riesgos financieros, legales y civiles, comercializan y se aseguran que les vaya bien a la hora de lanzarla al mercado; en cambio los directores son aquellos que le imprimen las cualidades artísticas, su estética, la visión creativa. Cristina aclaró que en todas las películas la visión, el concepto y el desarrollo creativo de las ideas han sido en conjunto, ya que los proyectos son pensados por ambos al contener la semilla y el espíritu de los dos. La única diferencia era quién estaba detrás de la cámara en el set. El Abrazo de la Serpiente no fue la excepción, sobre todo porque en esta hubo algo especial. La película además de tener una narrativa femenina, contó con un personaje principal, Karamakate, que a pesar de ser hombre tenía y conservaba un hálito femenino en la medida en que Cristina se sentía identificada con él en ciertas cualidades. Acogiendo lo explosivo y carismático, intuitivo y silencioso, emocional y sensible. La película preci-
só de la dialéctica entre lo femenino y lo masculino de forma integral. “Yin y Yang, necesitó, como la vida de dos células absolutamente diferentes y complementarias, masculina y femenina, director y productora, una visión soñadora y una pragmática para llegar a la vida”. Esta característica se ha tornado significativa en sus últimas películas donde no solo está presente lo anterior sino que, tanto El Abrazo de la serpiente como Pájaros de verano invitan a la inmersión desde una mirada antropológica, espiritual pero digerible y accesible, las cuales permiten transportarse al misticismo propio del río y del desierto. Ambas películas cuentan historias en paralelo que se alternan en el camino y direccionan a dos formas de entendimiento sobre la misma película. Una dualidad que asombra y por supuesto, encaja a la perfección. Cristina, feminista declarada, reluce con fuerza en el 2018 con dos sucesos. Todo confabuló para que en dicho año ella se impusiera frente al problema de que “las mujeres en el cine tenemos una voz que aún es muy débil”. En el Festival de Cannes, con puño arriba y codo a codo, Cristina se enfiló con otras 81 mujeres como Cate Blanchett, Agnes Varda, Léa Seydoux en representación del número de nominadas en todas las categorías en la historia del festival (83 mujeres versus 1.645 hombres). Esto con la intención de reclamar frente a la brecha abismal entre géneros en la industria cinematográfica, debido a la diferencia de oportunidades, condiciones y cargos en tanto no son óptimos ni justos. A modo de protesta se unificaron para exigir un trato equitativo e igualitario con base en un enfoque de género, tanto en términos salariales
La consigna era y es que “las mujeres no somos damas de compañía sino que tenemos voz, tenemos historias, tenemos discursos. Las mujeres no somos minoría y no hay forma de que el mundo sea igualitario si no tenemos un discurso igualitario”. Justo en Pájaros de Verano llega a demostrarlo. El hecho de dar un paso al frente y codirigir la película puede tomarse en algunos aspectos como un símil al ascenso de Cristina Gallego debido a que implicó retos enormes que fueron capaces de llevarse a cabo, retos de encontrar personajes e historias sumergidas que no eran tan visibles. Asimismo, dicha película era una idea de ella, venía de su interés y tenía que ver con el empoderamiento femenino detrás de las cosas y la historia misma de la película en tanto buscaba saber qué pasaba con las mujeres y qué pasaría con estas en una familia wayuu. La misión consistía en contar esta película desde el lado femenino siendo este su componente diferencial. “Fui a descubrir esas mujeres allá, mujeres que son fuertes pero que son invisibles públicamente, las que manejan el destino de sus familias y de su ranchería, y en medio de ese encuentro con esos personajes también había una búsqueda personal”. Narrar aquello no le competía o no podía hacerlo a cabalidad un hombre, pues el mayor conocimiento y la mejor forma de generar cercanía al mundo femenino debía ser, precisamente, inspirado por la vivencia, experiencia y visión de una mujer. El mismo Ciro reconoció que dicha película debía ser dirigida por los dos y en especial, porque tal y como Cristina lo describe, fue una evolución normal de la relación de trabajo en la medida en que, la relación creativa se volvió cada vez más estrecha y ella se fue volviendo cada vez más afín a la producción, llevándola naturalmente hacia la codirección. Reforzando el hecho que lo que hacían era crear en conjunto. Cristina ya no está más en la oscuridad. Ha desafiado lo hegemónico, dejando de lado el rol marginal o tras bambalinas en el cine. Se ha posicionado de forma brillante gracias a su mérito profesional como una de las directoras y productoras más prometedoras de la escena colombiana. Ha obtenido el crédito y su nombre se ha dignificado, proyectándose hacia triunfos por la creación de mundos extraordinarios. La industria cinematográfica está viendo un resurgir del ímpetu de la mujer como nunca antes, el cual permite hacer cine desde una visión femenina que sea incluyente al cuestionar y reflexionar, tanto como sociedad como en las artes.
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La mujer entre
laberintos de tiempo Juan J. Mesa | grafiasdeunsofiante.com
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legué a Buenos Aires cuando caía el sol, nadie se fijó en mí. A la mañana siguiente tomé un taxi hasta el número 1660 de la calle Anchorena. “¿Venís para la Fundación de Borges?” me dijo el conductor, afirmé mostrándole un ejemplar de ‘Relatos’ ‒publicado por María Kodama en 2017‒. “Bueno pibe, pasate por el Museo que está tremendo”. Bajé del carro en la acera opuesta.
ron la expresión más fina del género humano”, comenta. Puedo suponer que conoce al detalle la obra de Sófocles, y que habrá visto en Edipo el sufrimiento humano del infortunio y en Electra la redención última de la justicia por la empeñada devoción; de Filóctetes conocerá cómo el deber y la verdad riñen en la mente del sujeto; y lo sé porque ello queda manifestado en su libro más reciente, donde Kodama retrata a un guerrero Samurái erráticamente atrapado en entre la pasión y la tradición, del mismo modo que otro coro de personajes, como la Infante en Busca del Cielo, que, desde su nimiedad, dan cuenta de los problemas universales del ser humano.
La casa tiene dos pisos y es monocromática, revestida de forma unánime de un color crema. La planta superior tiene un balcón de columnas enchapadas y el techo imita un panteón. Parece una de aquellas casas de Prado, aunque Recoleta no es un barrio como Prado. Especulo que dentro vivió -hace muchos años- un médico dentista de renombre. El portón negro bajo la media bóveda de cañón está abierto, al entrar noto a Kodama hacia el final del pasillo, junto a las escaleras de la izquierda; me sonríe. Me pregunta si no tuve problemas en llegar, y yo le pregunto si trabaja todos los días desde las siete de la madrugada, “por qué no, siempre que salga un sol tan hermoso” dice. Me conduce hacia el salón, pero me detengo junto al jardín. Ella se sitúa a mi lado, y contempla las flores en silencio a través de sus lentes oscuros, de un marco dorado y forma redonda. “¿Aquí escribió las Ruinas Circulares?” le digo, “Si, vino todos los días durante una semana. Ese es mi cuento favorito, y el motivo por el que estoy enamorada de este lugar. La casa fue prácticamente un regalo de un par de admiradores, aquella fue una historia maravillosa, pero bueno, veo que usted ya la conoce”. Avanzamos. Dispuestos ya en un sillón de cuero envejecido le entrego una fotografía, la hice yo mismo cuando fui al museo de Louvre, por lo que asoma en la toma la gorra roja de un chino, es la Victoria de Samotracia. Le pido que me hable de ella. “Esa fue la primera lección de estética, me la dio Kodama”, cuando ella usa su apellido es para referirse a su padre, japonés. — Yo era una niña, quizá de cinco años, alguna vez le dije a mi padre: Kodama ¿Qué es la belleza? y él me mostró esta misma imagen que usted trajo, en mi asombro le recriminé ¿acaso la belleza no tiene cabeza?, me respondió: “Quién le dijo a usted que la belleza es una cabeza. Mire la túnica. La brisa de la mar perpetuada para la eternidad en el trazo del vestido; esa es la belleza”. Sonreí en silencio, pues mi viaje hasta Argentina estaba pago. “¿Repite mucho esta anécdota a sus estudiantes en la Universidad de Buenos Aires?” la interrogué. “Bueno, no tanto como en las entrevistas” contestó en carcajadas. Kodama se sienta con los pies y brazos cruzados. Su voz es tenue,
Tomado de commons.wikimedia.org dulce, habla inglés, español, francés y japonés; me cuenta que alguna vez estudió árabe con su marido, en aquellos últimos meses del Poeta en Ginebra. No hay nadie más en el salón, se me hace tímida aún para sus ochenta y tres años; es raro, porque ella ha recorrido el mundo, sola y en dueto, y la cámara -que yo ni siquiera traigodebe ser paisaje. Le confieso que es la primera vez que entrevisto a un famoso, se ríe. “Lo noté. Los tímidos nos reconocemos al instante”, me dice “Así conocí a Borges. Lo vi alguna vez cuando era niña, por sugerencia de un amigo de padre. Él daba una conferencia y al escucharlo sentí una profunda seguridad, si ese hombrecillo podía hablar frente a un auditorio atiborrado, entonces yo también.” Me habla de Borges, aunque no se lo mencione. “Usted es agnóstica, qué cree que pasará cuando muera” la cuestiono. “Cualquier cosa. Me gustaría rencarnar y ser científica. En todo caso no siento miedo”. Aquello ya lo había escuchado antes, se trata de su madre -alemana y española-, su madre le enseñó a no temer, pues todas las noches le pedía que encendiera las luces de la casa por ella, así perdió el miedo primigenio, a lo oscuro. Su valentía está probada, sin duda: ha enfrentado dos acciones de repatriación -de los restos de Borges, que yacen en Ginebra-, uno proferido por la misma familia del Poeta y otro por la Sociedad Argentina de Escritores, ésta última que ha condenado reiteradamente a Kodama, entre otros, por haber llamado a Bioy Casares -íntimo amigo de
Borges- traidor. Su genio disruptivo y la especulación de la gente le ha valido a Kodama ríos de tinta en los medios argentinos; no puedo yo, inclusive, dejar de preguntarme qué de ficción o drama hubo realmente en el caso Fanny, ama de llaves del Poeta, la cual demandó el testamente de Borges en el intento de probar viciada su voluntad, argumentando que Kodama lo había persuadido de hacerla su heredera universal -aparentemente en la última versión de su testamento, antes de su viaje final a Italia, Fanny era delegataria de la mitad de todo el dinero en efectivo que éste poseía-. En el vuelo desde Bogotá escuché una entrevista que dio para la Televisión Pública de Argentina, en Cada Noche, dijo que le encantaría vivir en el espacio o ir a marte; pero que se trataba de un sueño imposible -muy costoso-. Kodama no prescribe, realiza muy pocos juicios generales; todas sus opiniones las da siempre mediante relatos de su propia vida; es como atender a un cuentero, no, más bien a una tarde de historias de la abuela. Todas me cautivan con intriga, así sucede cuando me comenta la vez que voló con Borges en un globo aerostático -al viejo, por viejo, no lo iban a dejar abordar- o aquella vez en que cayó de un pino que escalaba con su padre, habiéndole éste antes advertido que a esa altura podría morir. No me da consejos, no obstante, cada cosa que dice la explica. Con tanto para decir creo que podría haber escrito un par más de libros. Así, que le pregunto por lo que lee. “Tragedias griegas. Los griegos hicie-
Luego agrega, “La literatura es fundamental, pues te sumerge en mundos que, por fortuna, no tenés que vivir. De eso aprendemos”. Los treinta minutos que reservó para mí se han acabado, todavía tengo en mi libreta medio centenar de preguntas. Un hombre de camisa amarilla y pantalón blanco espera en la entrada del salón, le hace unos gestos en silencio indicando que es tiempo de irse. Kodama se pone de pie y me tiende la mano. – Ya me voy. Podés quedarte en la fundación todo lo que querás, es tuya. Le agradezco por su tiempo, ambos sonreímos y se marcha. Kodama del japonés se traduce en eco. Me quedo organizando mis apuntes sentado en el suelo, viendo al patio. Kodama tiene el cabello pálido, pero conserva el mismo corte de su juventud. Antes de haber venido era esa las fotos que más veía en internet, de cuando paseaba de gira por el mundo con Borges. La profundidad del color de su cabello -negro- era sólo comparable con la noche sin luna, su figura era esbelta y fina, su sonrisa, sol en todos los idiomas. Dicen que fue su belleza lo que cautivó el amor del Poeta. Sólo puedo pensar en la última historia que relató para mí, justo luego de hablar sobre la literatura: — Él y yo estudiábamos el anglosajón. Yo tenía poco más de dieciséis años y en cualquier charla le dije: la traición siempre se paga, y Europa traicionó; cambió la razón y el panteón por las plegarias arrodilladas y un Dios cuyo primer mandamiento es ‘no tendrás otro Dios más que yo’, principio de toda dictadura. Él me miró desconcertado, y consultó si yo había leído a Nietzsche, pero no era el caso. Entonces comentó “usted acaba de expresar aquello que Nietzsche tuvo que decir en todo un libro” Muchos años después me confesó que esa tarde se enamoró de mí. Cerré la libreta marrón de pasta en madera. Salí de la sede de la fundación cuando se alzaba el sol. Nadie se fijó en mí.
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El apellido desdoblado Tony Jerónimo Beltrán Gómez |
@tonyakus — @revistacacofonias
A Akus, quien ha inspirado todos mis textos. —Robert-Houdin
el del árbol de naranja en el que de una matera con tierra brotaba una ramita, un palo con hojas, un arbusto y, finalmente, un árbol lleno de naranjas. Claro, ¿cuánto tiempo tarda esto? Años. Pero él lo hacía en un acto de cinco minutos. Truco que parece ser el que más lo representa, pues se combina perfectamente el tiempo y la magia. Frente a los ojos de los espectadores sucedía tan natural que al final, cuando el árbol ya estaba frondoso y le salían naranjas, las repartía a su público para que las probaran, para que saborearan la cuestionada realidad.
—¿Quién? ¿El escapista Houdini? —No, el mago viajero del tiempo, el padre de la magia moderna: Jean Eugène Robert-Houdin. En un taller cerca al rio Loira en la ciudad de Blois, Francia, un joven aprendía de su futuro suegro el oficio de la relojería. Luego aplicaría estos conocimientos sobre el funcionamiento mecánico a su arte. Empezó a construir y a reparar esos relojes viejos que le llegaban al taller, siguió practicando con pedazos de madera, engranajes y cuerdas para dar otra vida a aquel árbol talado. Del tiempo estático, a las agujas moviéndose, de lo inerte a los pasos. Jean Eugène Robert se transformaba desde su oficio como relojero a todo un hacedor de lo imposible. Un día al taller entró un mago para arreglar su reloj, le contó a Jean que no tenía con qué pagar pero que podía hacerle un canje. Le hizo un truco y le dijo que su pago sería contarle el secreto. Él aceptó. El mago le mostró cómo había desaparecido ese objeto: haló una cuerda en su manga izquierda y de su mano derecha desapareció el objeto (lo guardó en su sacoleva). Era un mecanismo no muy alejado de lo que fabricaba Jean todos los días. Se le abrieron universos de infinitas ideas. Fabricó una versión mejorada de lo que había visto, la practicó para mostrársela a sus clientes y el taller fue opacado por su magia. La gente lo buscaba, ya no para arreglar relojes sino para sorprenderse. Él seguía haciendo cosas que otros no podían, engranajes que, al activarse, parecían magia. Necesitó hacer variaciones, crear nuevos trucos y aparatos para seguir sorprendiendo al público que día a día lo exigía con sus visitas. Su talento lo desvió de su oficio de reparar y vender relojes a fabricar trucos. Se dedicó al arte del asombro, la magia. En ningún momento olvidó su sabiduría o su obsesión por el tiempo y los objetos que lo contenían. Él, al tener esta consciencia suprema del interior microscópico del tiempo, entendió que el mago era lo mismo que el relojero. Expresó esto cada vez que alguien le preguntaba cómo hizo el truco: “El mago lo que hace en verdad es que después de mostrar una moneda, detiene el tiempo, pone el objeto en el hombro cerca de la oreja del
Tomado de commons.wikimedia.org espectador más atento, vuelve a su sitio y restaura el curso del tiempo. Somos más que magos, somos viajeros del tiempo”. La relojería, sin pensarlo, definió todo en su vida. En ese taller conoció la magia y a la hija de su jefe, Mademoiselle Houdin. Desde ahí se despliega toda una estirpe de magos con ese nombre y sus variaciones. Desde Jean Eugène Robert-Houdin que empezó poniéndose seguido de su apellido el de su esposa. Y continuó Erik Wiesz quien después de leer un libro de magia de Robert-Houdin se puso Harry Houdini. Aún perdura ese apodo para conocerse como mago. Las personas llaman a los magos “Houdini” y algunos eligen llamarse así conjugado con otro nombre para que sea clara su profesión. En la vida nos cruzamos con muchos detonantes, muchos problemas que nos hacen buscar soluciones y encontrar, finalmente, algo más grande que una simple respuesta. Jean Robert-Houdin era un artista, y como artista era un observador y un necesitado de soluciones para los pequeños problemas con los que se crean las premisas de las ilusiones: En Argelia hubo una rebelión en la que Robert-Houdin intervino con su magia. Calmó la revuelta con un truco, el de la bala entre los dientes. Hizo su aparición llamativa en
medio de tanto revuelo, interrumpió las demás voces pidiendo algo inusual: “¡Alguien que por favor me dispare!”. Todos se acercaron a ver, a preguntar por qué y solo un personaje muy servicial aceptó (el cómplice). Robert-Houdin pidió que probara el arma (que él mismo llevaba). “Que alguien más la pruebe, que vean y sientan que es un arma de verdad, que mata”. Dispararon varios escépticos. Después de que comprobaran que era un arma real, le pidió al primer voluntario que le disparara. Todos miraban incrédulos y sorprendidos de ante mano. El elegido se hizo el difícil (actuando) para accionar el cañón y, al final, por presión social (principalmente de otros dos cómplices más) le apuntó directamente a la cabeza. Robert-Houdin tragó saliva, sonó el disparo, subió el humo de la pólvora y el gran, el inigualable, Robert-Houdin lo había logrado. Logró de manera mágica y simbólica mostrar lo inútil de esa posible guerra al detener la bala entre sus dientes. “La oposición tiene magia, qué inútil es intentar matarlos”.
Jean Eugène Robert-Houdin, “el padre de la magia moderna”, les dejó a los magos un legado de trucos, de libros y, gracias a él, la magia tuvo un nuevo nacimiento, una trascendencia importante en la historia, no se quedó solo en los circos baratos o en las calles. Él inauguró el primer teatro de magia y su vestimenta ya no era la misma de los referentes pasados (el gorro puntiagudo y la capa, como la vestimenta del mago Merlín) o de vestimentas andrajosas de los magos callejeros y circenses, no, él fue mucho más elegante, despampanante, con su frac, su corbatín y su bastón. Él fue quien nos implantó esa idea y esa imagen que tenemos cuando dicen “mago”. Podemos decir que Robert-Houdin fue un mago que cambió el paradigma de los magos, por eso su título y su importancia, por su magia elaborada, presentada con tanta elegancia en sus palabras, en sus gestos, en su vestimenta y en su escenario.
No solo para el imaginario de las personas sino también de los magos es el punto de referencia principalmente para la magia de escenario. “Sombrero de copa, gabardina y bastón”. Es una gran referencia de actuación, aunque no quede mucho registro, el poco que nos queda nos cuenta de un personaje elegante, que presenta sus trucos como descubrimientos en los que actúa como si cada vez que los presentara fuera la primera vez. Siempre desde la auto-sorpresa para transmitirla con Este truco sigue siendo conocido mayor fuerza. y replicado, aunque de alto riesgo, pues se conocen hasta el momento Es importante recordar o enterarse diez muertes de magos que lo in- del paradigmático mago que vive, tentaron. Tiene un alto margen de a los ojos de las personas (y de los error. Hay otros no tan arriesgados buscadores de internet), a la sompero igual de importantes, como bra de su sucesor Harry Houdini.
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VIVIENDO EN DEDICATORIAS María Fernanda González Molinares | mfgonzalem@eafit.edu.co |
@Mafmerta
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obre Mercedes Barcha se conoce poco. Los artículos sobre su vida ofrecen una única narrativa; la de la esposa comprensiva y solidaria de Gabriel García Márquez. De personalidad reservada según biógrafos del escritor, lo acompañó por más de cincuenta años, durante los cuales trató de mantenerse alejada del espectáculo, otorgando un reducido número de entrevistas. Mercedes Raquel Barcha Pardo nació el 06 de noviembre de 1932 en Magangué, Bolívar. Primogénita de Raquel Pardo López y Demetrio Barcha Velilla, descendiente de árabes. Detalle que sería retomado por García Márquez en el personaje de Mercedes, la boticaria, en Cien años de soledad, descrita como “la mujer silenciosa de cuello esbelto y ojos adormecidos”. La pareja se conoció en 1941 en Sucre, un pequeño municipio del departamento homónimo, cuando Mercedes tenía nueve años y Gabriel que solía frecuentar la farmacia de Demetrio Barcha, catorce. No fueron solo los ojos rasgados de Mercedes lo que atrajeron al escritor, fue su actitud: “Ella no me hacía caso y eso les gusta mucho a los hombres” explicó García Márquez en una entrevista. Cuatro años después hablaron por primera vez en uno de los bailes realizados por la temporada de vacaciones en Sucre, pero no fue sino diez años más tarde que comenzaron a intercambiar cartas, cuando Gabo trabajaba como corresponsal en Europa para El Espectador. Las cartas se suspendieron en 1958 con el regreso del autor a Colombia. En este mismo año, Mercedes y Gabriel, vestidos de azul celeste se casaron en la Iglesia del Perpetuo Socorro en el barrio Boston de Barranquilla. Para biógrafos y periodistas, ese día Mercedes: “Se convirtió en una extensión de la personalidad del nobel colombiano (…) quién se encargó de manejar el mundo real mientras él creaba universos mágicos con su literatura” como lo evidencia el artículo Gabo y Mercedes Barcha, un amor para toda la vida de la revista Cromos. Los expertos coinciden, sin embargo, en que no es suficiente con saber el papel que desempeñó en la vida de su esposo para conocerla. Al acercarse con detenimiento a las pocas entrevistas que dio es inevitable no sentirse intimidada por su figura. Un año antes de su boda de plata con el escritor y un mes después de que la Academia Sueca anunciara que García Márquez era el ganador del
Tomado de Banco de la República de Colombia, archivo. Premio Nobel de Literatura de 1982, Mercedes le concedió una entrevista a la revista Semana. En esta, las respuestas fueron cortas, cercanas e ingeniosas. Se rehusó a representar su papel de miembro de la historia cultural latinoamericana.
taca su papel como proveedora de la familia García Barcha, a mediados de la década de 1960, cuando Gabo renunció a su trabajo como editor de revistas en México para dedicarse a escribir lo que más tarde se conocería como Cien años de soledad.
También evadió contribuir a la narrativa sobre su relación con Gabo. Al decir que no recordaba cómo se conocieron. Con elegancia evitó ser convertida en un símbolo porque significaría “ser una cantidad de cosas que ella no era”.
“Gabriel está escribiendo un libro, cuando termine seguramente le podrá pagar” es tal vez la frase más citada de Mercedes, pronunciada en numerosas ocasiones a diferentes comerciantes de la colonia San Ángel Inn en Ciudad de México.
Años después, el periodista Héctor Feliciano comentó: “De ella se ha sabido únicamente lo que ha querido que se sepa; que ha sido buena esposa y madre; que ha acompañado a García Márquez en las buenas y en las malas”.
Sin embargo, veinte años después, Mercedes dueña de su propia narrativa, comentó con tranquilidad que alrededor de esta época, se creó una leyenda de gran pobreza y que, en realidad, no fue tan dramático “cuando uno es joven no se da cuenta de los problemas y cuando es viejo ya no tiene” añadió entre risas.
Tanto así, que el episodio más evocado por periodistas y biógrafos des-
En esa misma ocasión diría que se casó con García Márquez porque siempre pensó que sería un hombre famoso. Casi como si supiera el desafío que representaría acompañar al joven periodista en su expedición literaria. Es comprensible entonces su modestia al referirse a los dieciocho meses en los que convenció a los vendedores de esperarlos en los pagos de los víveres, del alquiler e incluso de los folios donde escribió Gabo su obra maestra. Mercedes Barcha falleció el 15 de agosto de 2020 a los 87 años debido a una complicación pulmonar. Nunca se supo qué le gustaba leer o hacer en su tiempo libre. En sus más de sesenta años como personaje público, burló exitosamente a los mejores entrevistadores y se rehusó a desempeñar el papel que su contexto le había asignado. Su rebeldía fue su silencio.
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UN ECLIPSE DOBLE Santiago González | valentain12020@outlook.com
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na fría noche de 1818, en el salón de una cabaña de uno de los lagos de Ginebra, nació uno de los monstruos más icónicos de toda la literatura: el monstruo de Frankenstein. Este, junto a su progenitora, son dos de las figuras del terror universal más importantes de la historia, cuya influencia logró transcender las letras e inquietar a las generaciones futuras con el retorcido deseo de crear vida. Sin embargo, el reconocimiento actual de la autora opaca a un hombre que en su momento fungió como inspiración, amante y marido. Destacado poeta y filósofo que estaba a favor de la búsqueda de la libertad, alguien que supo ver más allá de los prejuicios de su tiempo y entender que el género no era impedimento para poder crear obras que trascendieran mucho más allá de su época. Una de las parejas más reconocibles y paradigmáticas de la literatura. Ambos han sido luz y eclipse para el otro a lo largo de la historia, el trágico poeta Percy Shelley y la Madre del horror moderno, Mary Godwin. Se conocieron en la biblioteca de William Godwin, padre de Mary y amigo de Percy. Mary desde muy joven había demostrado grandes dotes para la escritura, sin embargo, su padre como tantos otros de la época, no lo veía como un oficio adecuado para una jovencita. Esta negativa hizo que cuando Percy le ofreciera huir de Londres, de la familia de ella y del desdichado matrimonio de él, no pusiera objeción alguna. Huyeron de la capital inglesa en compañía de la hermanastra de Mary y recorrieron Europa los tres juntos. Los relatos que contaban de sus experiencias en ese tiempo son descritos como capítulos de una novela romántica, amando, escribiendo, leyendo y conociendo a los que hoy en día son recordados como grandes genios de la literatura, llegando incluso a pasar un verano en una mansión en los Alpes suizos junto con Bram Stoker. Sin embargo, el calor del verano había sido reemplazado por el crudo frio del invierno debido a una explosión volcánica que había ocurrido cerca, dejando a los Alpes bañados en ceniza, como un augurio de lo que le esperaba a la inocente pareja. Tras aquel verano Percy Escribió Himno a la Belleza Intelectual, un poema de tintes reformistas y con toda su ideología liberal, un texto que era una verdadera declaración de libertad, nostalgia, ingenio y devoción hacia la caprichosa musa de la inspiración que solo algunos logran cautivar. Sin embargo, aquellos allegados a Percy reconocieron algo más, un sentimiento puro que no alababa a una diosa cruel, si no que declaraba amor eterno, puro y libre a Mary, la mujer con quien iba a pasar los pocos años de vida que le quedaban. Pese a que en su momento la obra fue catalogada como escandalosa e impropia, después del fallecimiento de su autor, la crítica reconoció en ella las palabras de un verdadero genio, lastimosamente el cruel paso del tiempo se
Tomado de commons.wikimedia.org encargó de sepultar ese legado bajo las cenizas del olvido gracias a la mujer a quien se lo dedicó en primer lugar. El regreso de la pareja a Londres, estuvo marcado por la desgracia, empezando con el fallecimiento del primer hijo, el suicidio de la primera esposa de Percy y el abandono del padre de Mary, con quien nunca volvieron a tener contacto. Y envueltos en este aire macabro, los amantes no encontraron mejor momento para confesar sus votos y unirse en matrimonio. La pareja, agobiada por los problemas económicos, decidió huir de nuevo y asentarse en el norte de Italia donde tuvieron su segundo hijo, William. Allí lograron establecerse gracias a una herencia que recibió Percy con la cual pudieron vivir del sueño de las letras por un tiempo. Llegado el verano de 1818, Lord Byron Invitó a la pareja a pasar la temporada en una Cabaña de Ginebra junto a él y a la hermanastra de Mary con quien Byron llevaba una relación amorosa. El clima significaba lluvias constantes, lo cual hacia que las dos parejas pasaran mucho tiempo encerrados junto a la fogata, para matar el tiempo decidieron
empezar un juego: cada uno debía narrar una historia de terror que espantara a los demás. Lord Byron, Percy y la hermanastra de Mary apenas lograban causar unos escalofríos con sus relatos, sin embargo en una de esas noches al calor de la fogata, a Mary se le ocurrió una perturbadora idea, combinó su deseo de traer a su hijo de regreso a la vida con las maravillas que decían en las noticias que podía hacer la recién manipulada electricidad, así que a los presentes narró la historia de un hombre obsesionado, que estaba dispuesto a retar a la naturaleza y a Dios mismo para hacer lo impensable, crear vida a partir de la muerte. Había nacido el Moderno Prometeo. Cuando fue publicada la novela se hizo de manera anónima con el fin de que tal obra maestra no fuera rechazada por haber sido escrita por una mujer, sin embargo, tuvo un preámbulo de Percy, por lo que los críticos y los medios lo catalogaban como el autor del libro. No fue hasta años después de que falleciera la autora que se supo la verdad y su nombre fue reconocido por sus méritos. El fin de la pareja ocurrió cuatro años después de la publicación del libro.
Percy subió a su barco en compañía de algunos amigos y se fueron a navegar por las cercanías de Italia, el viaje no debía durar más de unas cuantas semanas, pero cuando se convirtieron en meses Mary se comenzó a preocupar, en especial por el recuerdo de cómo había abandonado a su primera esposa, sin embargo todas las sospechas que sobre él se aclararon cuando fue encontrado muerto. Las olas lo arrastraron entre algunas partes del barco hasta la playa. Esa fue la muerte de una de las parejas más influyentes en la literatura universal, la madre dolida que buscó la forma de oponerse a Dios al crear vida desde la muerte y el poeta rebelde que decidió ignorar a la musa buscada por todo artista y buscó la felicidad en conjunto del amor de su vida. Hoy en día gracias a las revelaciones del gran talento de Mary se puede ver el merecido reconocimiento que le fue negado en su época, sin embargo semejante legado opaca a quien fue el nombre que posaba como autor en sus obras, han sido amor y muerte, sol y eclipse el uno para el otro, Percy y Mary Shelley.
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A PESAR DE TODO,
EL AMOR Andrés Vélez Cardona |
@avcandres1 — avcandres1@gmail.com
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uchas son las historias que a diario brotan en la literatura de personas que se juntan en un amor inusual e incomprendido. Estas, pareciera que nacen de la mente de un escritor que no entiende las trabas del amor, y todas las dificultades que aparecen en la trama, aparentan ser imposibles en una realidad rígida marcada por la ideología de que nada puede ser distinto.
solo lugar, a un solo instante, a un solo sentimiento: La soledad. Lange también incurrió en los guiones de televisión y de cine trabajando en alrededor de 17 obras en total. Le encantaba hacerlos, le parecían mejor que las novelas; según ella, era un trabajo que se hacía en compañía de otras personas: no era un trabajo tan solitario. Su cariño a los guiones también la llevo a actuar en una ocasión.
¿Sera entonces conveniente afirmar con frases infantiles que el amor logra lo imposible? Porque la verdad, es que para Monique Lange, esos supuestos disparates de la realidad son tan solo un pequeño ápice de una relación atravesada por las querellas de las ideologías políticas, del exilio y de la aceptación de las diferencias. Es que para ella todo lo anterior sólo eran razones por las cuales se debía amar aún más, algo qué demostró hasta el final de sus días. Siendo esposa de un exiliado político, Lange no se quedó atrás en dar una imagen polémica para la época. Fue una gran activista francesa y participó en la firma de declaraciones como el “Manifiesto de los 121”, que defendía la insumisión en la guerra de Argelia; o el “Manifiesto de las 343”, escrito por mujeres que afirmaban haber abortado y que reclamaban el derecho al aborto, algo que influyó en la ley Veil. Sus opiniones la mostraban como una mujer abierta al cambio, al mismo tiempo en que sus acciones lo reafirmaban. Fue entre los años de 1954 y 1956 en los que Monique conoció a Juan Goytisolo, quien en ese entonces era un joven español que estaba terminando su servicio militar. Ella, una editora parisina; él, un escritor español rebelde. El trato personal que se construyó entre los dos rápidamente escaló a una relación que trascendió los límites de la vida y de la sexualidad misma. Para quienes estudian la vida y las obras de Goytisolo, el hablar de la llegada de éste a París implicaba hacerlo también de Monique. Por esa misma razón hubo quienes aseguraron que ella era la patria que, de forma inconsciente, buscaba el autoproclamado “apátrida”. Muchos años después, el escritor simplemente resolvió esas conjeturas diciendo: “lo que me sedujo de ella fue la imagen de la libertad”. También, para el Juan sin tierra [De la trilogía de Álvaro Mendiola] ella significó la liberación de su sexualidad. Se casaron en 1978 y, aunque a simple vista parecían una pareja cual-
Pero a pesar de todo, sin importar los tantos títulos, guiones e influencias editoriales que la mujer tuvo, el nombre de Monique Lange, de a poco, parece estar cayendo lentamente al peor lugar al que se le puede llevar a los autores. Es ese lugar al que, como a ella, a muchas personas las han desterrado. El lugar es el mismo olvido. El olvido injusto.
Tomado de ASUN CARANDELL (ALBUM) quiera, rompieron completamente con los esquemas de toda novela dramática debido a las dificultades que terminaron por unirlos más. El momento más duro de su relación fue relatado por cada uno de ellos en sus libros autobiográficos. Goytisolo lo reveló en Los reinos de taifa y Lange hablo de ello en Casetas de baño. Fue la ocasión en la que el escritor le confesó, por medio de una carta, su bisexualidad y en medio de ella agregó: “hago preces porque no lo tomes por una ruptura, aunque no puedo nada contra esta. Tengo miedo de vivir sin ti”. La sinceridad, perfectamente expresada en palabras tan literarias, obtuvo una respuesta por parte de Lange quien reafirmo su posición como intelectual por sus palabras concisas y, más aún, como mujer libre, diciendo: No puedo seguirte en el territorio de tu querencia. Las fotos de tus obreros, soldados y luchadores que hallé casualmente un día entre tus libros me causaron dolor, pero luego me consolé al comprender que los retratados no eran ni podían ser mis rivales. Una pasión femenina sería para mí más dura e insoportable. Lo que existe entre nosotros es precioso y raro: en ningún matrimonio “normal” hay esta verdad y comprensión que, a pesar de los pesares, tenemos que preservar con mutuo respeto y tacto.
Sin ir más allá, terminó de aceptar todas esas diferencias que caracterizaban a su esposo. Pero Monique Lange fue mucho más que una mujer libre. En una entrevista a Goytisolo, el escritor reveló que gracias a su esposa él pudo acercarse a algunos de los grandes escritores franceses. Antes de que se conocieran, Lange ya era una figura representativa en los círculos literarios y era considerada una de las mujeres más poderosas de las editoriales francesas. Iba más allá de la edición, teniendo doce títulos publicados a su nombre. Entre los más famosos están Histoire de Piaf y Cocteau, Prince sans royaume, biografías de la cantante Edith Piaf y del poeta Jean Cocteau. Otro de sus títulos más famosos fue la confesional Casetas de baño que rompe un poco con trabajos anteriores, se trata de una novela a primera vista ficcional que está llena de elementos autobiográficos de la francesa. En la novela, Monique se adentra en sí misma para dar vida a su alter ego: una mujer parisina que tiene que enfrentarse a la homosexualidad de su esposo y al rechazo de su propia hija. Es que Casetas de baño se adentra en los confines más profundos de las reflexiones para dar vida a un
Olvido porque entre las infinidades de datos que alberga internet, la información sobre Monique es mínima y solo se le puede recordar por las tantas veces en que Goytisolo la recordó durante sus entrevistas o algunos de sus libros; porque entre todos los libros que circulan por el mundo, que se publican en varias lenguas, de todos los títulos de Lange solo unos pocos han sido traducidos. Injusto porque en su vida dejó un legado en la literatura francesa que merece ser reconocido; porque sus obras tienen una voz que espera ser escuchada y que quizá tenga mayores efectos en las personas del que puede ser esperado. En fin… es un olvido injusto porque como muchos otros autores su obra se fue desechando lentamente por algo mal llamado “condición de mujer/paria/no canónico”. Y es que eso pasa mucho: un autor que vale la pena leer es apartado por no pertenecer a un régimen supuestamente intelectual y académico. Y mientras tanto los nuevos lectores que, por curiosidad o mera coincidencia, se encuentran con ese nuevo autor deben quedarse con la desazón de no poder leerlo sea por no haber sido traducido a su lengua o porque encontrar una sola edición es una labor casi imposible de completar. Y así le pasa a la obra de Monique Lange. Y por ahora solo hay que escribir sobre ella con esperanza de recuperar su nombre. Y mientras tanto sus tantas obras quedarán por ahí, a la espera de ser reimpresas, a las sombras de otros autores. No olvidemos a Monique Lange.
Historias
en la sombra La enfermedad del olvido Aplastada por la ciencia El saber y la praxis De la mano de los genios Con la mano izquierda El renunciador Primero los fundadores, luego las profetas La guerra por la luz El abrazo, los pรกjaros, la voz La mujer entre laberintos de tiempo El apellido desdoblado Una vida en dedicatorias Un eclipse doble A pesar de todo, el amor