Edición 222 Periódico Estudiantil Nexos

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ISSN: 2322-74GX - Año 34 - Edición 222 - 4000 ejemplares - Medellín, Marzo 2021-www.eafit.edu.co/nexos


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Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos MARZO 2021

ÍNDICE

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El año del volumen Diego Arcila Palacio

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Lienzo manchado Andrés Carvajal López

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Viernes de Letras José Joaquín Duque

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Tierra de caliente soledad Susana Blake

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Los artistas no viven de elogios Verónica Hoyos Giraldo

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La Ciudad de Vapor Natalia Torres Jaramillo

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Hugo Alquitrán muerto en su laberinto Juan J. Mesa

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Todos los Cortázar El Cortázar Pablo Sierra Saldarriaga

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Poema de Sebastián Amador por la pérdida de los sentidos de Santiago Patiño Osorio

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Cómo robar un banco Jimena Delgado

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Las puertas de la Mancha Andrés Vélez Cardona

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Camina, periodismo Mariana Arango Trujillo y Silvia Natalia Rojas

Conectando ideas Presidenta: Sara Gálvez Mejía sgalvezm@eafit.edu.co

Editora: Silvia Natalia Rojas Castro snrojasc@eafit.edu.co

Director de Desarrollo Humano: Andrés Osorio Zápata aosorioz@eafit.edu.co

Directora de Mercadeo Digital Laura Osorio Vásquez losoriov1@eafit.edu.co

Director de Relaciones Públicas Pablo Sierra Saldarriaga psierras@eafit.edu.co

Vicepresidente Financiero: Sebastián Arango Lazcano sarangol@eafit.edu.co

Equipo editorial Andrés Carvajal Nicole Rubinstein Diego Arcila Susana Blake Idárraga Juan José Mesa Jimena Delgado Natalia Torres Jaramillo Mariana Arango Trujillo Roberto Saldarriaga

Equipo de Desarrollo Humano Miguel Gómez Manuela Vahos Mariana Uribe Ana María Cardona Andrea Herrera Valentina Vásquez María Alejandra Amaya Manuel Bedoya Valentina Muriel Simón Jaramillo Susana Mojíca Marialejandra Domínguez Manuela Solera Lucy Ortega

Equipo Mercadeo Digital Verónica Hoyos Maria Isabel Muñoz Matilda Lara Andrea Betancur Manuela Buriticá Gina Criollo Valentina Alzate Narly Álvarez Jimena Delgado Catalina Serna Estefanía Roncancio Alejandra Cardona Gabriela Pupo Diana Holguín Manuel Gutierrez

Equipo de Relaciones Públicas Laura Arango Nelly Hernández Tomás Quintero Alejandra Agudelo Susana Mojíca Andrés Vélez Valentina Motoa Edier Múnera Manuela Diez Isaac Plaza José David Bustamante Sofía Trujillo Elisa Villegas Juan Londoño Maria Alejandra Juana Hernández Lozano Sofía Bedoya

Portada Ilustración de Maria Isabel Giraldo migiraldoh@gmail.com @migiraldoh

Andrés Vélez Eliana Tabares David Ochoa Salomé Arango Thomas Martinod Susana Estrada Juliana Heredia

Diseño y montaje Pablo Agudelo @pabloagart Preprensa e impresión Casa La Patria

Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Carrera 49 No. 7sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT edicionnexos@gmail.com / Teléfono: 261 93 02 (574) 2619500 extensión 9302 Los artículos firmados son responsabilidad de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico.

Este periódico se imprime en papel Earth Pack, el cual es fabricado a través de fibras naturales de caña de azúcar, no tiene componentes químicos que afecten el medio ambiente.


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Inoculación para la crítica Sara Gálvez Mejía

2020 fue el año de la incertidumbre. No había forma de predecir lo que ocurriría. Los meses transcurrieron entre cuarentenas, toques de queda, “acordeones” y demás paños de agua tibia a una crisis que solo puede solventarse a través de un mecanismo: la vacuna. Así, las mentes más brillantes y los científicos más preparados dirigieron sus esfuerzos a conseguir la tan anhelada sustancia, lográndolo en tiempo récord — para ser un proceso que normalmente tarda entre 10 y 15 años—.

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sgalvezm@eafit.edu.co

Pablo Patiño |

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@saragalvez03

@pat_patinson

La vacunación comenzó hace cinco meses en varios países del mundo, 2021 arribó con la esperanza de que había llegado el fin de esta pesadilla que, según la Universidad John Hopkins, ha cobrado 2.4 millones de vidas en todo el planeta. Sin embargo, el optimismo causado por la vacuna se pone en entredicho, pues en Colombia su implementación se ha convertido en un espectáculo político donde, en una lucha de egos, todos buscan ser los protagonistas del show. Los dirigentes del país han aprovechado la gran cobertura mediática para asegurar que los ojos del público estén siempre en ellos. Esta es una práctica común en la política contemporánea, aquella de los medios masivos de comunicación. Así, el lunes 15 de febrero llegó al país el primer lote de vacunas del laboratorio Pfizer y, cómo no, junto a él una exhibición memorable. En las primeras jornadas de vacunación las grandes figuras políticas como ministros, alcaldes, gobernadores, presidente y vicepresidenta hicieron de un asunto humanitario una gala de virtudes: lo altruistas, generosos y trabajadores que son; el foco, rápidamente, giró a ellos. Lo anterior en un ejemplo paradigmático de personalización política: enfatizar en los individuos cuando se trata de asuntos de Estado e interés público. “El resorte que mueve a algunos hombres a ocuparse de los asuntos públicos es la vanidad”. (Hume) Cuando se aplicó la primera vacuna en Sincelejo circuló un vídeo por redes sociales: el gobernador de Su-

Ilustración: Daniel Ospina Castrillón | cre entra al Hospital Universitario de Sincelejo cargando un frigorífico, sin embargo, regresa y hace una segunda “toma”, pues en la primera olvidaron en la escena al alcalde de la ciudad. La dramatización política bien describe la vacunación en Colombia: de espectáculo y siempre apelante a las emociones de los espectadores. No se destapa una sola ampolla hasta que aparezca el jefe a robar pantalla. Dicho esto, las autoridades sanitarias de Colombia han calculado que el 70% de los casi 50 millones de habitantes deben recibir la vacuna para alcanzar la inmunidad colectiva. Esto significa que las 50.000 vacunas Pfizer que recibimos, cuya aplicación consta de 2 dosis, alcanzan solo para vacunar a 25.000 colombianos, 0.05% de la población. Aun así, a pesar de estas cifras desalentadoras, el Gobierno presentó el hecho como una hazaña y un

logro de inmensas proporciones. “Le cumplimos a Colombia” dijeron, pero ¿realmente esto es cumplirle al país? Así, El mensaje que dan los políticos y gobernantes de que no pasa nada, que se están haciendo las cosas bien y de la manera más eficiente, solo alimenta una falsa tranquilidad en la población colombiana. Entrando ya a marzo del 2021, otros países de la región como Chile han logrado vacunar al 16% de su población. El retraso con el que llegaron las vacunas por la ineficacia del Gobierno, las vanidades personales y la politización que ha nacido con respecto a ellas son fenómenos que, lastimosamente, hacen que nuestro país se esté quedando atrás en este proceso fundamental para salir de la crisis. Estas prácticas generadas respecto de la vacunación en Colombia son solo una muestra más de la charlatanería y demagogia a la que nos

@doc.avi

han acostumbrado nuestros dirigentes. A pesar de esto, las vacunas no pueden convertirse en una ficha de un juego mediático por el poder y la popularidad entre los electores. Después de casi 3 años de un gobierno lleno de tropiezos y desaciertos, los mandatarios han instrumentalizado la vacuna para redimirse y borrar los errores del pasado. Entonces, realmente no nos quieren vacunar contra el Covid-19, sino contra las críticas que pudiéramos hacerle al gobierno actual. Pero, vale la pena vacunarnos nosotros mismos contra este teatro, para poner todo en perspectiva y no agradecerle a un Estado por cumplir —de manera mediocre— con lo que es su deber.


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El año del volumen Diego Arcila Palacio | diegoalejandroap06@gmail.com |

@d_arcilap

La magnitud del artista se esculpe a través de su obra e impacto en la sociedad; la dimensión de su aporte lo convierte en referente digno de un homenaje a gran escala.

E

n la mayoría de los casos, la fama y reconocimiento de los artistas llega después de su muerte, es en ese momento en el que sus obras adquieren valor; sin embargo, hay varias excepciones: una de ellas es el caso de Fernando Botero, que aun hoy goza de gran renombre internacional y logró darle volumen a Medellín y Colombia. Las gordas de Botero, identificables por su autenticidad y composición, fueron observadas por múltiples ojos con vista aguda, pero ancha perspectiva y, en especial, a través de los negros y circulares lentes de su escultor.

Botero. El recinto, que antes pensaba unificar al Palacio Municipal con el Palacio Departamental, y que luego se adaptó para recibir las oficinas del Metro, fue demolido para abrir campo a las prominentes esculturas y propiciar el atractivo cultural, que pronto se volvería un referente turístico. En palabras de Escobar, la Plaza de las Esculturas reanimó la vida del centro de la ciudad, que había estado asediada por la violencia. ¿Se puede medir la distancia entre el arte y las personas? En la Plaza Botero no existen líneas amarillas ni vidrios que protejan las esculturas, por el contrario, estas participan activamente en las dinámicas de la ciudad; posan ante sus espectadores a su misma altura, mostrándose accesibles al contacto, invitando a una relación más íntima. Incluso, se ha creado un mito urbano que incita a tocar los genitales de varias de las estatuas para atraer amor, salud y prosperidad.

En conversación con la directora del Museo de Antioquia, María del Rosario Escobar, ella advierte aspectos que hacen de Botero un escultor y pintor eminente. “Sus condiciones como artista son las que le otorgan ese reconocimiento, porque en los años 50 y 60 logra darle una voz propia a su pintura”. En un siglo en el que las corrientes tendían hacia el uso de colores vivos, formas geométricas, paisajes surrealistas y demás, Botero, siguiendo la influencia de Rubens y del español Diego Velázquez, se inscribió en la historia de los lienzos con representaciones voluminosas de la realidad y quebrantó ideales estéticos a su propia manera. Su mirada auténtica no está exenta de críticas; hay quienes mencionan que utiliza una base simple en sus creaciones y que no se esfuerza por hacer cosas distintas. Incluso, se han llegado a conformar grupos que lo descalifican como la banda de hardcore Odio a Botero, la cual tacha al pintor como símbolo nacional de la mediocridad en el país, llamándolo “caricaturista con suerte”. Aunque existan quienes no compartan su visión ni escatimen en recursos para expresar lo que les disgusta de sus obras, nadie le quita a Botero que se estableció como uno de los referentes más famosos de su época. Logró reconocidas exposiciones como pocos artistas latinoamericanos y su arte se convirtió en un emblema de Colombia para el mundo; además, cada que tuvo la oportunidad buscó hacer alusión a la cotidianidad de su tierra. El vínculo de Botero con su país es innegable: “A pesar de tener fuertes raíces con Estados Unidos y Europa, de vivir en Mónaco, París o Nueva York, habla paisa, mira prensa de su país y se mantiene muy al tanto de lo que ocurre”, comenta Escobar. Sin duda, Botero mantuvo una íntima conexión con su patria, aquella que se adquiere al nacer y se va esculpiendo con los años.

Ilustración: El maestro no escondió ese orgullo y cariño por su tierra, como tampoco lo hizo su complemento literario García Márquez, aquel que tomó por lienzo las páginas y por pintura las letras. “Uno puede evidenciar una estrecha relación de García Márquez con su patria, al igual que entre Botero y su país. Y así como existe un Macondo literario, hay una Colombia presente en las pinturas de Botero”. La cercanía que tuvo Botero con su ciudad ha crecido con él desde que era pequeño. Es fácil imaginarlo de niño caminando por el centro de Medellín, con el humo de las fábricas dificultando su respiración, y el ruido de los billares y bares atestando sus oídos. Sus ojos revoloteando más que las palomas en las campanas de las iglesias y, aunque nunca fue religioso, admirando las esculturas que habitaban el templo. Pero su lugar favorito siempre fue el Museo de Zea, una pequeña galería de la ciudad que estaba sumida en el bullicio y la suciedad; pero, a pesar de contar con un espacio bastante reducido y no tener grandes obras de arte, nuestro artista sabía disfrutar de lo que el lugar tenía para ofrecer.

@frag.mentaria

“El museo debe a Botero su nombre, él fue quien propuso a los directores del Museo de Zea que pensaran en ponerle Museo de Antioquia. Él aportó a que el Museo pasara de ser una pequeña galería histórica a un gran espacio de arte contemporáneo”, menciona su actual directora. Hacia los años 80 y 90, Medellín estaba siendo atravesada por balas y cifras escalofriantes teñidas de sangre; en 1991, la ciudad fue catalogada como la más violenta del mundo con más de 6.800 asesinatos. Sin embargo, de estos escombros surgió el Museo de Antioquia y varios años después la Plaza Botero, los cuales se valieron del arte y la cultura para alejar el miedo y la incertidumbre de los ciudadanos, gracias a una voluminosa donación del escultor antioqueño. “Es imposible contar la historia del Museo sin mencionar al Maestro Botero”. En el 2000 las gordas de bronce, después de haber adornado los Campos Elíseos de París, la Quinta Avenida de Nueva York y muchos otros lugares, regresaron a su lugar de origen. La ciudad se vistió de gala con su llegada y preparó un lugar especial para su permanencia al que nombraron Plaza

A pesar de lo anterior, no todas las interacciones que reciben estas obras son positivas, alegres o folclóricas, ya que en varias ocasiones han sido víctimas del vandalismo. Para la directora del Museo, estas manifestaciones no son “un ataque contra las esculturas, por el contrario, muestran que ellas y la Plaza son un lugar vivo de la ciudad. En esa relación tan directa reciben la frustración, el dolor, el hambre y el abandono. Cuando la plaza la está pasando mal, es porque sus habitantes la están pasando mal”. En definitiva, lo que ocurre con las estatuas es un reflejo de lo que viven y sienten la ciudad y sus residentes. Es más que justo que se reconozca, con monumentalidad equiparable a la de las gordas, el papel activo que ha desempeñado este escultor paisa para el arte y la cultura locales. Por tal motivo, 2021 ha sido nombrado el “Año Botero en Medellín”. Las grandes celebraciones de la ciudad girarán en torno a sus obras: La Feria del libro, los alumbrados navideños y La Feria de las Flores le rendirán un corpulento homenaje; un año sin precedentes que se cincela como atractivo para el público local, nacional e internacional. Sin lugar a dudas, Fernando Botero propició la reconfiguración de la vida de los ciudadanos de Medellín con los invaluables presentes que otorgó al Museo de Antioquia y al centro de la ciudad. De esta manera, no es fortuito que sea a él a quien se le dedique un año de homenaje, un reconocimiento al volumen que su trayectoria merece.


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Tierra de caliente soledad Susana Blake | susanablake2810@gmail.com

“Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida…“

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Se viene la montaña por el Salto del Cabrón

arandeados y olvidados en un bus que iba de un pueblo remoto y polvoriento a otro, conocíamos, aturdidos por el calor, un escenario más de la miseria y el abandono colombianos –pero ¡qué digo, latinoamericanos!–. A la medianoche o a las tres de la tarde, el paso por estos pueblos nos traía la imagen de Comala con su nada calurosa y mortífera.

Ángel y Hugo nos acompañaron en nuestro paseo por la isla. Se aseguraron de que no nos vaciaran la billetera por un par de cervezas. En los meses anteriores su casa había sido tomada por pedazos de la ladera del Cerro de la Popa. De pronto, parte del Cerro se había venido abajo y su patio se había llenado de tierra y más tierra arrastrada por las aguas de lluvia de noviembre.

Asombro por Juan Rulfo y Gabriel García Márquez En el breve paso por aquellos pueblos calientes leí, oí y remembré algunas de las narraciones de Rulfo y García Márquez. Pero no solo las leía, las oía y las remembraba; la sensación de estar viviendo una de ellas, o de estar habitándolas todas, se apoderaba de mí con una frecuencia cada vez mayor durante los días de viaje. No se trataba, sin embargo, de que nos sucedieran cosas inverosímiles; eran, más bien, ciertos elementos escenográficos los que me traían la sensación de estar presenciando alguno de los cuentos de esta símil pareja. Una hora especialmente calurosa, un cementerio, un pueblo blanco, el nombre de un político pintado en un muro en el medio de la nada para la campaña de hace una década, la pinta de un grupo paramilitar, el polvo rojo que levantaba cada pisada nuestra. Todo esto me llevaba de vuelta a lo que había leído en ellos, y la tristeza festiva que se respiraba en esos pueblos, la pobreza indecible, la soledad, me hicieron comprender de dónde provenían Comala y Macondo.

Ilustración: Diego Cárdenas |

@undibujolibre

calles miserables y ardientes, donde los chivos se suicidaban de desolación cuando soplaba el viento de la desgracia”. La madrugada no atenuaba la sensación de calor y tampoco hacía llegar quietud alguna a los habitantes de los tugurios. Como si fuera apenas la caída de la tarde, los equipos de sonido reproducían estruendos que yo, adormecida por el bochorno, no lograba reconocer. Lo que me hizo despertar fue la imagen viva de la tristeza.

No sabíamos dónde estábamos. A las tres de la mañana nos habíamos despertado para montarnos a una furgoneta que nos llevaría por más pueblos desolados antes de dejarnos en nuestro destino. Partimos de Mompox y, luego de pasar por Santa Ana, nos detuvimos en un caserío sin nombre.

Luego de sacudir el pequeño bus amarrándole encima paquetes cuya entrega era incierta, el chofer volvió a su volante y se montó al bus una mujer mayor. La oscuridad no me permitió mayor escrutinio suyo, pero sí de quienes se quedaban atrás, afuera, a las puertas del tugurio y el ruido estridente. Eran tres. El cuadro que formaban se prolongó por un minuto entero, acompañado por aquel estrépito fiestero que le daba un tono discrepante a todo: aquellos hombres y mujeres que no obedecían a la noche ni al cuerpo y continuaban su actividad sin distinción de luz u oscuridad; los gigantescos aparatos sonoros al lado de sus casitas hundidas en el tierrero caliente; y, finalmente, nosotros, ajenos a la desgraciada despedida de los pasajeros que viajaban al lado nuestro.

“Estaba lejos de todo, en el alma del desierto, junto a una ranchería de

Mientras arrancaba aquella caravana penosa me fue dado conocer el extra-

Es que somos muy pobres Habíamos ido al norte en busca de una tierra sudorosa y de horizontes inabarcables para poder desear volver a la nuestra, seca y montañosa.

ño fenómeno del llanto masculino. El hombre de la familia despachaba a la anciana con una mueca de dolor. La furgoneta siguió y yo interpelé a mi compañero: ¿viste eso? Lo había visto. … “El conductor del camión le gritó: — De aquí en adelante ya todo es mundo. Observó con incredulidad las calles miserables y solitarias de un pueblo un poco más grande, pero tan triste como el que había abandonado. — No se nota —dijo”.

Antes de la Virgen de la Candelaria, la cima del Cerro de la Popa la ocupaba Buziriaco, macho cabrío adorado por indios y negros y temido por blancos. El Cerro todo aterraba a la gente por la leyenda del Cabro Urí y sus animales demoníacos. Solo aquellos que lo adoraban osaban acercarse a su oscura montaña mágica. Pero Buziriaco fue arrojado de su cima por un monje que había recibido en sueños la divina misión de erigir un santuario a la Virgen en lo más alto de una ciudad costera. De ahí, el Salto del Cabrón. La construcción del Convento de la Popa tardó años a causa de las maldiciones de Buziriaco, quien enviaba tormentas inacabables, rayos y derrumbes a quienes habían profanado su tierra. Como en el resto de su historia, son los negros, los pobres y los nómadas quienes hoy habitan las proximidades del Cerro. Y es la Virgen quien hoy, ante su presencia, castiga con aguaceros a los vástagos del macho cabrío.

Yo digo que las estrellas

Arte poética

Esa noche conocí el cuerpo real del cielo. No estaba arriba: se extendía en todas las direcciones y llegaba hasta el suelo. Las estrellas no se situaban allá, lejos: podíamos alcanzarlas con tan solo un estirón de brazos, porque estaban allí, al frente nuestro, flotando por el aire que respirábamos.

La poesía, fuerza secreta de la vida cotidiana, única prueba concreta de la existencia del hombre, era ya lo único que sostenía la vida en los caseríos, en los pueblos y en la Ciudad Grande. Ocurre en todos los rinconces de esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda, patria mítica que ha sido llamada América Latina. Nuestra huida y nuestras muertes han sido contadas, cantadas, y solo así ha quedado algún vestigio, alguna prueba, de que algo ha sucedido aquí.

Yo no supe si los demás pasajeros se dedicaban conmigo a la admiración celestial, pero puedo adivinar que no lo hacían. El cansancio y la tristeza ocupan tanto espacio en uno que ya no queda lugar para la contemplación.


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Hugo Alquitrán

muerto en su laberinto Juan J. Mesa |

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o hay dos vidas iguales, pero en cualquier lugar de la tierra el sufrimiento es uno y el mismo. Los cuadernos de Hugo Alquitrán estaban apilados dentro de un armario junto a la ventana. Su habitación permaneció exactamente igual desde aquella mañana de octubre; yo fui el primero que abrió sus cajones y el primero que leyó sus diarios. Piedad, su madre, impidió que el cuarto fuera profanado y hecho oficina o dormitorio de extraños. Allí, cada domingo desde hace meses, ella enciende el sirio de la Santísima Virgen de Fátima y llora el retrato de su hijo: ojos marrones achicados, cabello negro liso y pecas en las mejillas. El suicidio de Hugo no fue sino anunciado por la gaceta comunal del barrio Zúñiga; durante unos pocos días, junto a edictos municipales y circulares de vacunación, posó un pequeño acápite en la sección de Varios: “joven de veintiún años con heridas en los brazos es hallado muerto en la ducha de su casa”. Apenas hace unos meses pude conocer a Hugo, aunque ya lo hubiese visto; pasé todo el fin de año decodificando su caligrafía y organizando cronológicamente cada uno de sus diarios, ese tiempo, sin embargo, no me fue suficiente para comprender su suicido. Las dos ocasiones en que lo distinguí fueron así. Ambos asistíamos al taller de escritura de Luis Fernando Macías, que se reunía en el sótano del Museo de la Universidad de Antioquia. Durante mi primera jornada en el taller me llamó la atención, al entrar por la puerta trasera del museo, un joven que observaba fijamente un dibujo en grafito. Aquél estaba tumbado contra la pared y cruzaba sus brazos, contemplaba Piedras errantes, de Natalia Castañeda, que hacía parte de la sala temporal en la exposición Fortuna. Se trataba de la captura de unas olas, ya emergidas y a punto de clavar. Meses pasaron y muchos otros leyeron para el taller sus escritos, la mayoría eran cuentos y yo traía un poema titulado Mi sino; pero entre decidirme por alzar la mano Hugo Alquitrán fue más rápido. Ahí la segunda vez que me percaté de él y la última que lo vi. Se puso de pie sosteniendo una libreta plateada —que meses más tarde yo también sostuve— y declamó sin alzar la mirada:

grafiasdeunsofiante.com

Vivo como las ánimas al borde del tiempo y la constante marca de una pena

Me aflijo en el limbo: la incertidumbre. Peno en la duda como aquel gato

que es y no es al mismo tiempo el amor y todo lo demás. En el horizonte

pausado ante la niebla confundo rayos con luces torres con montañas ¿el faro? Titila

Parado en las tablas la soga sujeta mi destino

El poema lo hallé más tarde entre sus diarios, estaba fechado el día 13 de marzo de 2020 y llevaba como título Estancia. De las personas con quien me entrevisté poco o nada me señalaban, todos coincidían en su testimonio: “Inteligente, callado, confiable; un buen muchacho”, ninguno de ellos daba crédito de su muerte -inexplicable- decían -nunca lo hubiera esperado de él-. Sin embargo, lo que Hugo no tuvo para decirle a los otros si lo confesó para sí, escribiéndolo. Hago notar un pasaje, entre otros, porque situó mi intriga en un comienzo: “Hace días mi brazo

izquierdo se siente raro, lo recorre una tensión y me mantiene adolorido; creo que el estrés hace doler mis hombros” (04/04/2020). Para aquel entonces las entradas que escribía no parecían denunciar una preocupación mayor; es cierto que se había enfadado por la propuesta de reducir el Congreso de la República y dedicó una semana entera a traducir el poema Antinoo, de Fernando Pessoa. Dicho esto, un cuaderno color pergamino, que tenía el bosquejo de sus ojos como carátula y titulaba Diario de sueños, me dio una pista. “He vuelto a correr. Esta vez no atravesaba la fortaleza marrón, sino una calle húmeda y nocturna. Aquello que me perseguía no tenía forma, era un dicho. Al llegar a casa Candelaria me alarmaba -¡Andá que te está siguiendo!- y yo corría. Cuando alcancé el estudio de Bernardo él mismo me tomaba de la camisa para aventarme de vuelta a la calle, y yo corría. Cuando el temor más me socavaba tomé un brusco giro hacia la izquierda, pero el perseguidor agarraba mi brazo. Despierto.” Candelaria era su hermana menor, ella comentó para mí que Hugo estuvo visitando una psicóloga y una psiquiatra los últimos meses. La prescripción de Hugo aumentó con tiempo: primero valeriana en gotas, más tarde antidepresivos y finalmente sedantes. “No consigo concentrarme en lo que leo; las oraciones me hace falta pronunciarlas en voz alta para así escuchar las palabras y no los tormentos en mi cabeza. Las palmas de mis manos sudan más de lo común, ahora cargo un pañuelo en los bolsillos” (23/06/20). Con los días Hugo emprendió una búsqueda que dejó reflejada en una serie de hojas sueltas (en total hallé más de trecientas), digo yo, orbitando una pregunta que nunca acabó de formular. En sus Pensares y Katharsis, como él mismo les llamaba, intentó comprender su propia manía; de tantos captaron mi atención títulos como: Pensares: de los efectos del estrés y la ansiedad en la calidad de vida (25/05/20), Pensares: La ansiedad y los vicios (02/06/20), Pensares: El sentimiento, la reacción y el apego (01/07/20), Pensares: ¿Falta mucho? 08/07/20, Katharsis: Lo pasado (15/08/20), Autoconocimiento: Miedo a qué…(19/08/20), Pensares: ¿Un trastorno obsesivo? (26/08/20).


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La incertidumbre y la zozobra no sólo acosaban su mente, pues el tormento incesante abatía su cuerpo: “Qué es esta sensación, como de vacío y calor en el pecho. ¿Acaso mis piernas tiemblan anticipando la huida? ¿Será que mis puños se contraen preparando el golpe? Pero, si un ataque se aproxima ¿entonces por qué lloran mis ojos” (03/09/20) El veintiuno de octubre Hugo organizó su habitación con escrutinio: su colección de libros De bolsillo estaba dispuesta alfabéticamente -comenzando por Allende y acabado en Vargas Llosa-; su cama yacía tendida, la planta que le acompaña junto al escritorio había sido regada, el cuadro de La escuela de Atenas fue equilibrado y sus diarios ya estaban dentro de sus cajones; lo único que sobresalía — aunque no lo notaron sino tres días después de su cremación— era un par de hojas rayadas y un cuadernillo empastado de color amarillo sobre su mesa de estudio.

Ilustración: Fabián Acero |

@fabian_aceroart

primero que atestiguó Candelaria, fue en la noche de un lunes de septiembre. Estruendos y sollozos en la habitación de Hugo alertaron a sus padres, Candelaria fue la primera en oírlos, pues los golpes retumban a través de su pared. La escena será una que perdura en sus memorias: su hijo adorado tumbado en el suelo, retorciéndose entre lágrimas e incapaz de respirar. “Ahí estaba, postrado, inerte, dislocado; era un esqueleto: tieso y sin vida. Las lágrimas corrían por mi rostro y debía escupir la saliva para no atragantarme. La nota no tenía encabezado y Hugo no la fir- No tenía consuelo, no tenía un lugar; perdí el mó, estaba escrita en un tono apático y manso. control” (15/09/20). Su primer párrafo enunciaba así: “C, comprendo El pánico acabó por enmudecer a Hugo, y así lo irracional e inexplicable que puedas ver esto. consta en sus cuadernos. Las entradas en sus Tu hermano no está loco, más bien es una perso- diarios se hicieron exiguas, apenas si copiaba na que busca lo mejor para sí, hasta las últimas media página cada par de días; paulatinamente consecuencias. Me hubiera gustado quedarme los poemas comenzaron a escasear y de Sueños más tiempo y compartir contigo toda una vida y Pensares ya no había rastro. La tragedia para de cariño, apoyo y risa. Yo te amo profundamen- él, me atrevo a conjurar, habrá sido dejar de nate, eres de lo más especial en mi corazón y el rrar su propio mundo. A causa del detrimento, el aprecio que siento por ti, hermana querida, es último registro que logré fue el relato de la conel mayor en el mundo. A ti te pido perdón, pues versación telefónica que Hugo tuvo con Ángel entre todos eres la que menos quiero que tenga Velásquez, quien trabajaba en la Línea Amiga y que sufrir por cuenta mía” (21/10/20). Al mismo atendió su llamada a las nueve de la madrugada. tiempo, el cuadernillo, que era precisamente la Pocas cosas comprendió Ángel en el llanto de agenda de la Universidad de Antioquia 2020 y Hugo, estuvo con él treinta minutos hasta que un la cual Hugo bautizó Poemario 2, se encontraba silencio súbito copo la conversación; de una voz abierta en un poema titulado 135. parca y resignada escuchó decir: “Ya está aquí, Continué examinando Pensares hasta alcanzar lo siento junto a mí cuando despierto”. un nuevo hito, decía: Reflexiones: Viví un ata- En el cuadernillo amarillo su poema rezaba: que de pánico. El primero de ellos, al menos el

Pedí a Dios, como Hladík que antes de morirme concediera este poema

el de la última cuita murmurada entre mares y lamentos del ahogado. La Bruma

que oculta el campo y borra el Cielo no cabe en las palabras y decir: muertos mis ojos que no encuentran salida; negra la pieza que me burla

no consigue esbozar el sopor ante el abismo y el beso al amor desaparecido. El verbo hoy es finito a la tristeza eterna

-135(21/10/20)


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Cómo robar un banco Jimena Delgado | mjdelgadod@eafit.edu.co |

MARZO 2021

@jimenadelgadod

¿Cansado de contar cada peso para pagar el mercado?, ¿sientes que el sistema te ahoga en impuestos que no sabes ni para qué son?, ¿pensando en conseguir un trabajo extra para vivir en la casa de tus sueños? Deja tus tormentos atrás y únete al clan de la despreocupación y la buena vida, solo siguiendo el paso a paso del robo perfecto que te dejo a continuación.

A

tracar un banco es el sueño húmedo de más de un delincuente reprimido, de eso no cabe duda. Bañarse en montones de billetes, sentir el aroma de las monedas como si de un campo de rosas se tratara no es una tarea tan compleja como la mayoría podría llegar a pensar. Por eso, claramente, encuentras este texto en internet.

Del 16 al 20 de julio de 1976 en Niza, atracaron 60 millones de francos en efectivo, bonos y bienes. Construyeron un túnel que llegaba a la pared subterránea del banco Société Générale, tomaron muchas cosas de valor, hicieron un grafiti que decía “sin armas, sin violencia, sin odio” y quién robó se tiró por una ventana, aterrizó sobre el techo de un coche estacionado y huyó en una motocicleta que le estaba esperando.

Antes, mi futuro atracador, quiero que tengas en mente que no serás el primero ni el último en cometer esta hazaña. En la historia ha habido tantos robos a instituciones, que nadie se ha dado a la tarea de contabilizarlos. ¡Que no te acongojen los guardias con armas, son asustadizos y para amordazarlos no hay lío! Además, ten presente que Bonnie y Clyde, nuestros padres fundadores en el bello oficio del asalto, se sintieron en apuros en algún momento. Solo respira cuando sientas más de un policía cerca y pon a los tuyos siempre en frente, de forma literal, de lo contrario alguna bala podría darte a ti primero. Aquí no valen las patrañas de la familia delincuencial, esas bobadas que te enseñó La Casa de Papel no cuentan si quieres conservar tu vida (Tokio es la única capaz de escaparse de la inteligencia española, tomar una moto policial y volver a ingresar al lugar del asalto sin un rasguño). Sin más, iniciemos con los pasos para volverte rico, tal vez famoso, de la noche a la mañana: Identificar el momento preciso para atacar la fortaleza es la clave principal para el éxito Conoce qué hacen los trabajadores del banco, a qué hora cambian de turno. Averigua cuándo hay menos agentes de seguridad, menos flujo de personas, tatúate en el cerebro cada habitación que tenga el edificio, estudia posibles pasadizos o cuartos secretos, conexiones con acueductos de la ciudad o lugares que te alejen de la escena del crimen. Incluso, trabaja en esa entidad bancaria de ser necesario, camúflate con el enemigo, piensa como ellos y verás que todo fluirá a tu favor. El 11 de julio de 2007 en Bagdad, tres guardias de seguridad, con pre-

Ratón a su ratonera Ahora que eres un millonario más en la faz de la tierra y te puedes empezar a dar lujos; empieza por alejarte de tu familia, no los metas en problemas porque tú optaste por tomar un camino fácil. Mira cómo crece tu hija a la distancia, cómo tus hermanos celebran la vida sin ti y cómo el amor de tu vida, lastimada, intenta alejarse por su propio bien.

Ilustración: Alejandro Díaz Giraldo | sunta ayuda de la policía, robaron 282 millones de dólares en el banco Dar Es Salaam. Al día siguiente, los trabajadores encontraron todas las puertas de seguridad abiertas y nunca supieron cómo burlaron su sistema. A día de hoy no se sabe nada de los delincuentes ni del botín hurtado. Organiza una entrada de película Lo que inicia bien, termina bien. Entra por la puerta principal con una máscara que cause temor y grandes armas (solo no uses las de Dalí, esas son muy old fashion) o perfora una pared para que cuando las autoridades la encuentren piensen que desbordas genialidad. Sé cauteloso, preciso, rápido. El 6 y 7 de agosto de 2005 en Pará, 35 personas se apoderaron de la módica

@alejolio_

suma de 52 millones de euros. Alquilaron una casa aledaña al Banco Central de Fortaleza en Brasil, abrieron un hueco para ingresar y sacaron su tesoro. Las autoridades recuperaron el 10% de las pérdidas y se hizo una película sobre el logro cometido. Cierra con broche de oro Entra a las bóvedas donde llegaste con previa investigación. Toma todo lo que tus ojos vean (dinero, bonos, lingotes de oro), sáciate como un niño en una dulcería. Y, sin matar, lastimar o torturar a nadie, haz una salida igual de épica. Incluso, si te sobra tiempo, deja un mensaje que inspire a otros y haga creer que eres un Robin Hood, más que un egoísta que está cansado de trabajar y ser pobre.

¡Escóndete y no uses de forma evidente el dinero que acabas de tomar! El Ferrari que querías, el apartamento en Dubái por el que iniciaste este plan, la vida llena de diamantes déjalos para después, porque te estarán buscando por cielo y tierra. Busca una isla desierta en la que puedas descansar recostado en tus costales de dinero, inútil, pero al fin y al cabo valioso. O intenta no quedarte por más de un par de semanas en un mismo lugar, para que nadie empiece a preguntar cosas que no sabrás responder. Usar Louis Vuitton, Dior, Prada… tal vez después, ya que debes manejar un bajo perfil. Lo tuyo podría ser el vagabundo style, así nadie te reconocerá y pasarás desapercibido como alguien del común. Debe ser delicioso pensar en dormir entre sábanas compuestas por 60 mil hilos, sobre todo si te acurrucas en ellas con el pensamiento de que la policía entrará por ti en cualquier momento, de que tus seres queridos te verán en los noticieros como la captura más reciente y serás la vergüenza de una nación entera. En pocas palabras, robar un banco es la mejor decisión que puedas tomar.


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Lienzo manchado Andrés Carvajal López | acarvajall@eafit.edu.co |

@andrescarvajallopez

Las representaciones artísticas que buscan retratar la violencia histórica de nuestro país abundan en variados estilos y formatos. A pesar de esto, ninguna ha logrado penetrar lo suficiente para motivar un verdadero cambio en nuestra sociedad.

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ás allá de las variadas interpretaciones que una obra pueda suscitar, cabe aclarar que su trascendencia está limitada al contexto dentro del cual fue creada. Si bien existen manifestaciones artísticas que le han dado la vuelta al mundo y se han convertido en auténticos referentes de la cultura universal, no podemos desconocer que se trata de casos prácticamente aislados, sujetos más a los procesos históricos en los que estuvieron insertos que a la genialidad de sus autores. De este modo es posible explicar cómo obras inspiradas en el conflicto armado y demás episodios oscuros de la historia nacional tienden a pasar desapercibidas, a pesar de abordar una temática que no es ajena a nuestra sociedad, mientras que otras, de contextos mucho más distantes, son enaltecidas y recordadas por generaciones. No se trata únicamente de una cuestión de falta de financiación o de preferencia por lo extranjero, que son evidentes en el país, sino también de un proceso cultural a través del cual la violencia se ha vuelto accesoria de nuestra cotidianeidad. Ya sea por un excesivo volumen de información que no nos permite detenernos a evaluar lo que sucede o por el nivel de brutalidad al que estamos habituados por vivir en un país que siempre ha estado en conflicto, ninguna composición ha penetrado lo suficiente en el subconsciente colectivo como para motivar un cambio. De acuerdo con Rocío Quintero, pintora manizaleña que ha estudiado la historia del arte por más de cuarenta años, la violencia siempre ha estado presente en la vida de los humanos, debido a que es por medio de ella que hemos establecido nuestras relaciones con otros seres y con nuestro medio, lo cual nos ha llevado a querer retratarla constantemente: “En el periodo paleolítico los hombres vivían y mataban para comer, su expresión era alimentarse, y por eso pintaban sus cavernas a partir de un hecho violento como la caza”. Desde entonces, el hombre ha representado la violencia en cada periodo de su historia pasando por un sinfín de estilos, formatos y, sobre todo, intenciones que han dotado a las obras inspiradas por esta temática de un aire cada vez más abstracto gracias a la plasticidad de sus formas, hasta llegar a la era de las telecomunicaciones, donde se hace evidente que el objetivo no es despertar emociones con la violencia sino domesticarla, naturalizarla. “Estamos perdiendo sensibilidad, ya no vemos que el hombre tiene sentimientos, tiene bondad, pasiones. Lo que vemos en los medios no tiene contenido emocional”, sentencia Quintero. Sin

Ilustración: Juan Esteban Tobón | embargo, quizá no sean los noticieros e internet los causantes de que apreciemos la violencia como algo fútil, ya que es gracias a plataformas como las redes sociales que las personas se unen para expresar su inconformidad con el acoso sexual en Hollywood o el asesinato de un hombre en Minneapolis, por ejemplo. Podría decirse que los dos casos anteriores, como muchos otros, fueron el foco de atención durante un breve periodo de tiempo y luego se les reemplazó por otros temas más actuales, lo que McCombs y Shaw definen como agenda setting. Otros podrían pensar que se trata de una búsqueda constante por el reconocimiento en el entorno digital para obtener la aprobación de los demás, una suerte de espiral del silencio a la que es imprescindible sumarse para no dejar de estar “a la moda”, como lo nombraría Noelle-Neumman. En cualquier caso, lograron desestabilizar a la opinión pública a tal punto que hoy en día se ha vuelto aparentemente inconcebible tolerar los abusos raciales o indultar a un famoso tras haber sido señalado como acosador, éxito que no han tenido los movimientos colombianos que buscan visibilizar los horrores del conflicto por todos los medios posibles. Reflexiones que artistas como Doris Salcedo, Beatriz González, Leobardo Pérez y muchos otros han queri-

do proponer sobre nuestra violencia histórica han pasado desapercibidas para la mayoría, dejando en un segundo plano una discusión que tenemos pendiente hace más de medio siglo. No bastaron los casi nueve mil fusiles que se derritieron para crear Fragmentos, ni lo descarnado que puede ser el duelo retratado en Una golondrina no hace verano, mucho menos los puñales que se decomisaron para moldear El árbol de la vida. Al respecto, Luz Elena Acevedo, docente y artista que ha tratado la temática de la violencia en varias de sus obras, menciona que trabajos como el de estos autores nos ayudan a situarnos en nuestro contexto de una forma mucho más digerible, más enérgica, para comprender lo que la sevicia ha ocasionado en Colombia. “El arte debe romper la cadena de violencia que tenemos en nuestro ADN. El trabajo que ellos plantean nos mueve las vísceras, nos toca el corazón”, comenta. Desde la firma del Acuerdo de Paz hemos podido constatar las secuelas que la guerra ha provocado en nuestra sociedad, muchas de las cuales parecían estar ocultas a pesar de ocurrir a escasos kilómetros de las grandes capitales. Hemos tenido la oportunidad de conocer los testimonios de las víctimas, de los victimarios, y un aliento de no repetición que se ha vuelto leitmotiv en cada entrevista, cada documental, cada pintura, cada escultura.

@nauj_esteban

A pesar de lo anterior, nuestra ignorancia frente a lo que es evidente y nuestra apatía para buscar respuestas sobre lo ocurrido nos siguen conduciendo, incluso, a celebrar los actos violentos que ocurren día a día en el país. “Nos encanta ver que otros maltraten, que otros agredan, eso nos excita al parecer, porque siempre creemos que le pasa al otro, no a mí”, afirma Acevedo. Esa sed por los atropellos ha hecho que la sociedad colombiana trascienda la etapa de naturalización para situarse en una de preferencia por la violencia. Ya no se trata de hacer visibles las secuelas para que las personas repudien el hecho, sino de exhibir el acto como tal para entretener a los espectadores. La sangre sigue siendo nuestro mejor pigmento, incluso después de salir de las cavernas, y las redes se imponen como el lienzo más adecuado. Resulta inútil querer sensibilizar acerca de esta problemática, mostrar las consecuencias que ha tenido, si nosotros mismos aplaudimos de pie cuando golpean al ladrón o dejan en ridículo al opositor de nuestro candidato. La realidad en que vivimos se reduce a una cuestión de querer imponernos sobre el otro a toda costa y, en este sentido, no importa cuántos llamados se hagan desde el arte, los medios y demás canales de difusión: la violencia es y seguirá siendo nuestra forma de expresión favorita.


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Los artistas no viven de elogios Verónica Hoyos Giraldo | vhoyosg1@eafit.edu.co |

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edellín es una ciudad en cuyas calles abunda el arte; a diario veíamos —y quizá pasábamos por alto— todos los trabajos que ciertos personajes nos brindaban. Sin embargo, en algún momento del confinamiento nos olvidamos de ellos; nos olvidamos de quienes llenan de color de calles, nos olvidamos de quienes laboran en el espacio público. Nos olvidamos no del arte, sino del artista. El pasado 12 de febrero se llevó a cabo en la Plaza Minorista José María Villa, el primer encuentro de Variété a la plaza, un evento que buscó visibilizar el colectivo de artistas callejeros de Medellín. Bailarines, actores, músicos, malabaristas, pintores, todos se reunieron en un mismo lugar para repartir risas, estética y cultura, llevar a la ciudad un estilo de hacer arte que encuentra su sentido en lo efímero. Si bien estos creadores de experiencias callejeras nunca la han tenido fácil, con el confinamiento su trabajo se vio mucho más limitado, haciendo que su práctica se viera afectada. Pero para nuestra suerte no lo hizo y no tenemos que preguntarnos qué sería de Medellín sin sus calles como lienzos, sin sus plazas como escenarios, sin sus acordes en el aire, sin sus dinámicas estatuas en los semáforos… Ahora mismo las calles están vacías, los teatros cerrados, casi repentinamente se perdieron los espacios donde cientos de personas laboraban a diario. Por fortuna, estos lugares que nos

@verohogdod

llenaban de emoción, de sentimientos, que nos empapaban de cultura están resucitando. Es el momento de ser conscientes de la situación en la que han estado miles de artistas en todo el país. Preservar la cultura y la tradición de nuestra cuidad también es responsabilidad de sus habitantes. Medellín tiene un valor artístico sin igual, mas quienes hacen arte en sus calles no siempre tienen el apoyo que merecen. Podemos ayudarles haciendo pequeños actos como identificar espacios de expresión artística; no basta con ver las pinturas, las esculturas, escuchar la música, sino también ver a la persona detrás del mural, detrás del barro, detrás de las melodías y las zapatillas, visibilizar su trabajo y reconocer la importante labor que cumplen. No olvidemos los espacios culturales que la ciudad está volviendo a ofrecer, esos cines, museos y galerías llenos de personas trabajando duro. Poco a poco, podemos ayudar a consolidar la cultura y el arte como elementos fundamentales en nuestra sociedad. Es importante reconocer el valor del arte sin olvidar al artista que permite que este exista. Cada uno de ellos merece vivir de manera digna, sin que su trabajo sea menospreciado. Todos tenemos en nuestras manos un poco del futuro de la cultura, los términos arte y ciudad siempre estarán unidos, pero para impulsarla tenemos que ser conscientes de que los artistas no viven ni de aplausos ni de elogios.

Dentro de la Plaza Minorista se realizaron todo tipo de interpretaciones que se solían hacer en las calles de Medellín.

Fotos de Fernando Tiza junto a su retrato de Cristo en Junín antes de la Pandemia.


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El pavimento se convierte en lienzo para los artistas callejeros cuya especialidad es la tiza y el realismo.

En un compartir de arte y risa, los artistas callejeros de Medellín lograron recaudar fondos y alimentos.

Algunos intérpretes llenaron el aire de música, se respiraba cultura.

Retrato en tiza realizado por varios artistas en Variété a la plaza.


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TodosLOSCORTÁZARELCORTÁZAR Pablo Sierra Saldarriaga | psierras@eafit.edu.co |

@pablosierra00

No una reseña, no un artículo de opinión o un ensayo: una oda en prosa. Es el espacio para que el lector descubra la inmensidad que abarca lo cotidiano. Eso es la literatura cortazariana.

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ulio Cortázar, más allá de ser un escritor, es una miscelánea de artistas. Su prosa no transmite solo un mensaje directo. El efecto que genera en la cabeza del que tenga la humildad y el coraje de leerlo, sin hermetismos, es el de una explosión de emociones, una pólvora de helado: escuchar música en prosa, ver pinturas en palabras, degustar cada corriente literaria, darle un golpe de estado a la literatura. El viaje que se atraviesa como su viajero no es el de una relación lector-escritor pasiva, sino el de una amistad. En su tumba, llena de mensajes y flores, estará orgulloso de su cometido, justo lo que en Rayuela alude al “lector cómplice”: esa forma de entender la literatura con rebeldía y derecho propio, de hablarle a la obra con complicidad, una estimulación mutua. Esto no se da con Borges, que mira de lejos y hace sentir tan poca cosa a su lado. Una bofetada a cada lectura. Leer a Cortázar es perder la virginidad. Se agradece por haber asistido a tal revolución literaria, libros que ya jamás sabrán igual. Ser latinoamericano se vuelve una medalla, ya nunca la del tercer mundo, por lo menos en la literatura. Entrados en este punto, ir con amigos al café es asumir una invisible presencia de su parte en los argumentos que surjan hablando de la literatura o de la vida que, a fin de cuentas, es lo mismo. Entre idiomas inventados como el glíglico, fragmentos de jazz, renglones entrecruzados, o manuales de instrucciones, Julio Cortázar deja la puerta abierta a la construcción de su obra; para leer otros escritores hay que lavarse las manos, no ensuciar con interpretaciones el verdadero sentido de lo que querían decir. No, Cortázar permite una interacción afectiva y pasional. En su momento dijo “a Rayuela hay que sentirlo, no entenderlo”. Se lee su obra con éxito en la medida en que se produzcan emociones, las que sean, pero que no sean algo pasivo. A pesar de que –en sus propias palabras–, la filosofía que se encuentra en sus libros es amateur, que nada hay de filosofía en él, aun habiéndola estudiado en la universidad de Buenos Aires, el eclecticismo es la corriente filosófica que más se adapta a la narrativa cortazariana. Es fácil acordarse de Albert Camus o Jean-Paul Sartre al leerlo, por su absurdismo y existencialismo, dos grandes inspiraciones desde su mudanza a París en pleno apogeo de dichas corrientes. También es posible vislumbrar a Borges, com-

Ilustración: Jonathan Madrid | patriota suyo y uno de sus dioses literarios, pues Cortázar dijo que sus dioses estaban en la tierra y no en otra parte; ver a William Faulkner, a Burroughs, a Ginsberg o a Kerouac cuando habla de sus historias yankees o sus experimentos “Generación Beat” latinoamericanos. Su literatura es un collage de escritores. Esa es su esencia personal, su autenticidad cronopia. No solo se alimenta de escritores, no. Su prosa se entiende con el expresionismo abstracto de Jackson Pollock, por su facilidad para usar la interpretación y la casualidad en favor propio; puede tornarse romántica como El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich en poemas como Los Amantes: una espuma de introspección y caminos solitarios por un jardín. Y hablando de jardines, Claude Monet y su impresionismo,

comparten paleta de colores con Cortázar cuando miramos las diferentes tonalidades que pueden adoptar sus cuadros y su prosa, respectivamente. Lo anterior a propósito de escritores y pintores. No obstante, Julio Cortázar hacía de su prosa una partitura, no porque tocara la trompeta, sino por su gran admiración hacia Louis Armstrong o Charlie Parker, cuyas melodías no dudó en derramar sobre sus letras. Basta leer El Perseguidor o Rayuela para merodear el callejón del jazz underground; Lugar llamado kindberg para tararear a Paul McCartney y las melodías Beatles; La vuelta al día en ochenta mundos para saludar a Gardel. Por lo demás, lo lúdico fundamenta la escritura cortazariana, es decir, una invitación constante a imaginar e interpelar fondos políticos a través del humor. Así, se aprecian manifestacio-

@jonathanmadrid.03

nes de posturas entre-líneas y críticas a autocracias, como El gran dictador de Charles Chaplin, en cuentos como Casa Tomada. Tan directo fue su humor que le valió méritos para la censura argentina a obras como El libro de Manuel. Tan duro y recursivo a la hora de invertir en la escritura y generar imágenes potentes y cotidianas, como las películas de Woody Allen. Subir una escalera al derecho o al revés, darle cuerda a un reloj o instrucciones para llorar, son temas en apariencia banales, pero que resbalando en su pluma cobran la trascendencia propia de volúmenes de filosofía. En Cortázar la revolución está en el botón de la camisa. Si la lápida de su tumba y las críticas de su obra ya están repletas de flores, acá dejo una más…


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LaspuertasdelaMancha Andrés Vélez Cardona | avcandres1@gmail.com |

@avcandres1

“Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres…” (Cervantes)

S

on muchos los libros que hay que leer para entender una parte de la literatura –clásicos los llaman o cánones literarios–, pero pocas personas se aventuran a esas lecturas que para muchos aparentan ser largas y a veces tediosas. Aun así, varias décadas e incluso siglos después, algunas de esas obras siguen circulando entre las manos de los lectores y parece que falta mucho para que se intuya su desaparición. Entre estos casos, los hablantes de la lengua hispana podrán reconocer de nombre uno en particular: Don Quijote. Es gracias a este libro que se celebra el día internacional del idioma español y se hace honor a su escritor, Miguel de Cervantes. Una mirada general sobre los lectores de la obra demuestra su esfuerzo por preservarla. Ellos, no siendo los padres ni mucho menos los padrastros del Quijote, perdonan las faltas del hijastro de Cervantes aún sabiendo que no van a ser premiados por ello. Pero entonces cabe la pregunta: ¿qué tiene el Quijote para perdurar tanto en el tiempo? Hay en el libro una cantidad incontable de detalles que hacen de la Mancha un mundo casi inabarcable con la mirada, y en las atolondradas aventuras (por apariencia) de don Quijote hay tantos elementos por entender que cada lector debe volverse un detective minucioso dispuesto a seguir el rastro de los pasos del noble caballero. Entre las huellas que deja, la locura parece ser la más visible, la más profunda, pero con unas cuantas lecturas es posible ver marcas más importantes e interesantes: la inteligencia ignorada de Sancho Panza, la intelectualidad poco comprensible de Don Quijote, la diferencia de lenguajes entre ambos personajes. Algo que muchos aprecian de la obra es la infinidad de variantes que se pueden palpar en cada lectura, no obstante, es posible que esos detalles no sean lo que más atraigan y que muchos busquen relacionarse con ella de una manera menos formal. Es ahí donde está lo interesante de la literatura y una de las razones por las cuales –a pesar de su apariencia irreal –aún se sigue produciendo (al tiempo en que obras viejas se siguen leyendo): es porque esta fluye directamente con las sociedades y vuelve colectivos los ideales individuales; hace que cada quien encuentre, mirando al pasado o en las relaciones con sus congéneres, una parte de sí mismo que no había visto o que ignoraba desde hace tiempo. Lo más importante para varios lecto-

Ilustración: Juan Esteban Tobón | res, aunque algunos críticos estén en contra de esta idea, son las enseñanzas que se pueden sacar. Porque en realidad, aunque la literatura no se escribe para dejar (necesariamente) una moraleja, está la tendencia humana de acercarse a ella en busca de algún aprendizaje, de alguna conexión con otros que haga sentir a cada persona menos solitaria y más humana. Es gracias a lo anterior que los lectores pueden llegar a sentir el empoderamiento, la confusión o incluso la apatía que cada personaje representa, hasta es posible que terminen por congeniar con la locura de algún libro. He ahí la magia del Quijote que seduce a lectores de diferentes lugares (no muchos de ellos académicos). Su relación atemporal con la realidad permite encontrar todo tipo de características tanto sentimentales y cotidianas, como filosóficas y académicas. Hay muchos detalles que se pueden resaltar de la obra, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cuentos y demás novelas que la integran. Por ejemplo, es posible encontrar, detrás de la locura de don Quijote, muestras de sabiduría inesperada, lucidez oculta. También hay temas poco comunes para la época que solo hoy en día pueden adivinarse, como la pequeña novela pastoril de la Pastora Marcela que termina en un prominente discurso al que se le podrían atribuir caracteres feministas; o los distintos

momentos de travestismo que pueden pasar desapercibidos, pero que dejan entrever las diferencias de las visiones culturales Es eso lo que más impresiona: la versatilidad que permite la novela en las ideas y lo adaptable que puede llegar a ser a cada forma de pensamiento. Al final, cada lector puede buscar un tema específico, enamorase de algún personaje o historia, e incluso puede llegar a interesarse por el mismo estilo de la obra [y quien sabe, puede que hasta intente adaptarla a su propia escritura]. Hasta el día de hoy la visión de mundo que propone el Caballero de la Triste Armadura puede conmover a cualquier persona que encuentre aburridora la realidad, pues el viejo hidalgo no teme darle rienda suelta a su imaginación y mucho menos a sus deseos. Si bien es cierto que se puede encontrar una dificultad con la lectura de las palabras que, en sí mismas llegan a ser extrañas y arcaicas [esto se puede resolver según la edición], este es un problema que se va haciendo cada vez más sencillo de superar a medida que los ojos se acostumbran a su lectura [algo que es más fácil cuando se tiene una edición con notas de pie de página explicativas]. Además se deben agregar las versatilidades narrativas que utiliza y que enriquecen la lectura: tal y como los tres autores imaginarios que van tomando el control sobre los pasos de don Quijote, que han

@nauj_esteban

sido motivos de estudios y cambios importantes en la literatura misma; la estructura tipo matrioshka que se abre de una historia a otra para luego concluirse por pedazos; y ni que decir de esa voz femenina, tácita, de una Pluma que ha despertado el interés de muchos, generando largas discusiones que no llegan a un acuerdo. Luego de todo este recorrido hay que admitir que, aunque este pequeño ensayo se ha centrado en el Quijote, la verdad es que casi cualquier otra obra podría inscribirse en él. Pues, tal como el Quijote tiene una escritura particular, cada texto tiene un código específico esperando a ser descifrado, interpretado y sentido. Todo se debe a que la literatura está llena de obras que tienen algo por aportar: a la conciencia colectiva, a la serenidad de una mente, a los conocimientos de alguna institución, incluso a la soledad de una persona. Es entre la infinidad de obras que es posible encontrar cualquiera que se acomode a las necesidades individuales; donde encontramos desde los relatos ficcionales llenos de fantasías, hasta los más crudos que no temen relatar la realidad tal y como es. Para encontrar el más afín solo es cuestión de leer por el mero gusto de hacerlo y saber que hay aventuras que no son para todo el mundo, pero que cada quien tiene un libro por el cual aventurarse. Vale.


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Viernes de Letras José Joaquín Duque | jjduque@serviciosnutresa.com

El Grupo Literario Letras cumplió, en 2020, veinte años de encuentros ininterrumpidos en el bloque 12, todos los viernes al mediodía o, por la pandemia, los sábados a la 1:30 p.m. José Joaquín Duque, uno de sus integrantes más antiguos, nos regala este texto que rememora su primera vez en el grupo, para mostrarnos que las emociones y el significado del mismo, aun 20 años después, perduran en los encuentros semanales. José Joaquín Duque Grupo Letras Universidad EAFIT

A

fuera llueve o hace sol. El tráfico es pesado. Estudiantes van y vienen por los corredores. Abro la puerta. Entro: ahí están ellos. Saludo. Tomo asiento. He llegado a Letras. Así, suena simple; es más, es simple, y si nos ven entrar o salir, incluso participar, se diría que es una clase más, pero no, no del todo, hay que concentrarse un poco, dejarse llevar para ver la realidad o la fantasía, pues allí, en un ambiente de intimidad y camaradería, más que una clase se va a un territorio extraño e ilusorio, que reemplaza la tiranía del mundo real. Allí la tierra gira distinto. A la luz del meridiano, en un salón de Desarrollo Artístico, se inicia un ritual: los minutos pasan empinados y, poco a poco, en un momento impreciso, hay como “esa apertura de libro, esa especie de invasión de

lo fantástico”, que nos lleva a otras latitudes; no se sabe, no hay regla definida, no hay destino preestablecido, porque para cada uno puede ser distinto. Una ficción tan natural, que parece real. Me invitó una amiga, escritora de verdad, respetada como de las mejores de Letras; pero eso no la protegía de las críticas, pues igual le “daban madera” como a todos cuando leía sus textos. El grupo, comprobé, era entonces, y es todavía, uno de esos meridianos imposibles que solo se pueden dar, creo yo, en la literatura. Pero me adelanté mucho. Alexandra me recomendó que le escribiera a Lucía Donadío, la directora, quien, supe después, le quitó las mariposas amarillas. “Bueno, no me las quitó en el sentido estricto de la palabra” dijo Alex, “me las

prohibió en los textos, eran intocables, son de Gabo —le dijo— y por eso mudé mi amor a las libélulas”. Yo medio le entendí, le entendí que su profesora tenía algo así como una guillotina para excluir los animales literarios, (deben quedar pocos, pensé). Pero bueno, Alex eligió las libélulas y su cuento me pareció tan bueno como si tuviera las mariposas amarillas de Gabo, pero yo sé que exageraba, no sé si Gabo, Alex o yo, alguien exageraba, y al final pensé que la que exageraba era la profesora que clasificaba los animales literarios en desuso, como si fueran caramelos repetidos. Solo escribes a este email y dices que

quieres pertenecer al grupo, adjuntas algún texto tuyo y ya, no más, la profe te contesta si pasaste o no, así de sencillo, dijo mi amiga… Lo hice. Acompañé el correo con lo más pulido de mi endeble producción literaria, un cuento ingenuo de un tipo que se roba la cabeza de un esqueleto en un cementerio. Pero en el momento en que leía mi desmembrado texto caí en la cuenta de mi error: si las mariposas ya eran de Gabo, los cuervos, debían ser de Poe, los murciélagos de Stocker y las ballenas de Melville. Entonces, ni qué decir de los repetidísimos esqueletos míos. Doble error.


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Cortesía Grupo Letras Lucía, muy seria, con la mano en la cumbamba, releyó en silencio mi texto luego de que yo lo leí tan mal como malo era. Todos estaban callados. Con una sonrisa tierna dijo mirándome sobre las gafas, que había que pulirlo bastante, estaba muy largo y podarle aquí y allá la “malecita”… “A los textos hay que sacarles el esqueleto —pero no se refería al de mi cuento—, tanto músculo los ahoga”, dijo Lucía. Fue difícil entender eso. Palabras premonitorias para un principiante de Letras. “El sentimiento está antes que las palabras, esa es la fuente, y si las palabras reflejan un sentimiento entonces es literatura”, añadió. Las letras fueron tomando forma, no eran simples símbolos planos sobre el papel, había que contemplarlas de manera distinta, ellas son orgullosas y saben cuándo se les coquetea con galantería: son mimadas, comprendí. Como comprendí también que las palabras son infinitas, que el significado es una metáfora más, un símbolo, un guiño, algo que huele o duele y tiene forma y color. Una libélula puede ser una princesa o una chica desnuda en la playa. Las palabras eran conjuros y ladrillos para crear una realidad nueva. Si se les frota con amor, entendí, de las palabras salen genios. Escribir era tejer palabras, animar recuerdos, encarnar sentimientos, todo se vale, no

hay reglas mientras seas sincero e impactes la atención del lector. Un texto es una nave o una soga al cuello, un amuleto, una promesa, una mágnum.

superhéroe homosexual y a un gallo que ponía los huevos cuadrados. Don Quijote, como mil caballeros andantes, volvía a pelear una y otra vez, incansable, contra molinos de viento. Para los letras, comprendí, estar allí reunidos era divertirse con la arbitrariedad, la libertad y la fantasía con que lo hacen aquellos que quieren a fondo un oficio.

Alguien menciona la palabra “atónito” (yo personalmente estaba atónito), pero Rave -chanclas trespuntá y mochila indígena- con maneras inteligentes y precisas demostró el abuso de esa palabra: “Está gasta- Eran tal vez quince personas, más da”, aseguró. Lucía Donadío, la directora, quien, tan paciente como implacable, iba Se abre la puerta. Aparece un tipo al galope hacia las palabras vedaque más parece un malabarista de das: las tacha, presurosa, las camcirco. Pelo largo ensortijado, gafas bia, ordena el desorden, corrige, oscuras de marco rosa, camisetica reconstruye, propone, limpia, brilla negra ceñida al cuerpo, pantalones y da esplendor a los textos. verde fluorescente y uñas naranja. Es Jaime Espinal. Entra con segu- Un reloj detenido a las 11 menos ridad. Sonríe alzando las cejas. Nos cuarto no es sólo eso, unas gafas mira a todos como si nos estuviera sobre la mesa, el ruido de una moto, contando, me descubre dos veces y un par de zapatos en el suelo, unos luego de besar a Lucía se sienta al- pasos que se acercan, el recuerdo tanero sobre el espaldar de una silla. vago de un sueño, un trapecio café, Me mira otra vez y dice en perfecto una caja de chicles, la sensación de argentino: “¿… y vos quién sos?”. vacío después del amor… todo es eso, pero es mucho más. Tras esa Reconocí que por esa puerta -en puerta Lucía nos presentó los Croaquel entonces de un salón escon- nopios inquietos de Cortázar y sus dido detrás del Auditorio Fundado- mil instrucciones precisas para hares-, se llegaba a otro mundo, a un cer de todo, los laberintos de Borterritorio donde todas las historias ges, los mares de Stevenson, las eran posibles: El Diablo -de faccio- selvas de Conrad, las mariposas nes cuadradas y mirada profunda- amarillas de Gabo, las menudas y se llevó a una chica indiscreta por vivaces Famas, tan tiernas… mirarle las pezuñas. Una perversa monja, ante mis ojos, fue converti- La hoja en blanco, un terreno árido da en estatua. De un buñuelo surgió y seco, lleno de paralelas visibles o la cara de Jesucristo y conocí a un invisibles, la hoja en blanco, blan-

ca, yerta, yerma, sin mí, sin vos, sin voz, muda, la hoja blanca, ahí, insensible, sin temblores, ni crispaciones o entusiasmos, tan blanca, tan núbil, tan hoja blanca, como un papel no más, sin las algarabías de unas vocales abiertas y tildadas, sin la música de unas consonantes sonoras, de unas letras llenas de viento o de mariposas, de sensaciones e imágenes, la hoja se volverá de serenata y de tequieros, una hoja pista de baile llena de voluptuosidad o ternura, de luz de luna tranquila y de estrellas que ríen en la noche, llena de minúsculas y de mayúsculas o de sangre o de lágrimas o de las desgracias humanas... Llueve, una pareja toma un taxi sobre la hoja, la pisan y sus huellas en cursiva o en Arial manchan su blancura, suben al carro amarillo que avanza por el renglón hacia la derecha, un renglón de asfalto negro que húmedo da unos visos amarillos. Alguien grita o llora o ríe. Una hoja viva o con un pedacito de pasado vivo, eso pide la hoja. Ahí tan plana, tan pálida, tan tímida, no es tanta su solicitud, pide vida, un poema, una lista de mercado, el número de una cuenta de banco, de un teléfono, la talla de un zapato (la historia invisible que late en la espalda de una talla de zapatos, de un número telefónico, de una lista de mercado), que la tiren si es del caso a la basura, arrugada y hecha un amasijo, pero eso sí, llena de voces, con Letras.


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La Ciudad

de Vapor Natalia Torres Jaramillo | ntorresj@eafit.edu.co |

@torresjnatalia

Carlos Ruíz Zafón, el escritor español más leído en el mundo después de Cervantes, falleció el año pasado mientras trabajaba en una obra de agradecimiento a sus lectores. La Ciudad de Vapor (2020), una compilación de cuentos, fue lanzada luego de su partida y convertida, por su editorial, en un homenaje a sus letras.

L

a saga El Cementerio de los Libros Olvidados llegó a su fin en el 2016 con la publicación de El Laberinto de los Espíritus. Veinte años dedicados a la creación de un universo en el seno de Barcelona no solo le dejaron a Carlos Ruiz Zafón numerosos premios y reconocimientos a nivel mundial, sino también millones de lectores enamorados de su obra. Aunque la tetralogía terminó, todavía restaban algunas historias por ser contadas o traídas nuevamente a la luz. La Ciudad de Vapor, el libro con el que buscaba agradecer a sus seguidores, se convirtió, tras su fallecimiento el pasado 19 de junio, en un homenaje para el autor cuya partida dejaría un sinsabor en los corazones de aquellos que por siempre cargarán sus letras consigo. La Barcelona sombría de 1938 da cobijo, una vez más, a historias de amor, fantasmas y tormentos en una compilación de once relatos, tres de ellos inéditos y los demás publicados anteriormente en diferentes medios. Zafón, que ha sido consagrado en géneros como el terror, el suspenso y la novela gótica, se mantiene fiel a su pericia. Esta obra nos permite explorar los recuerdos de algunos de sus personajes más conocidos e introduce, asimismo, nuevos misterios. Narraciones que surgen desde la picardía de un amor infantil hasta el asesinato por encargo, la prostitución y los besos Ilustración: Alejandra Arango | @murrapito_ malditos. En una ciudad vestida de gris y perfumada en pólvora que no solo es ciudad, sino también arte e historia, Gaudí y Cervantes prota- reflejo de cualquier soledad huma- la obra de un autor, cuando ese augonizan dos de sus cuentos. na. ¿Qué cosas hacemos por dine- tor ha dado lugar a un adjetivo”. La ro?, ¿qué otras por costumbre?, ¿o imaginación de Zafón fascina; la “Laia tenía cinco años la primera adicción? ¡Qué fácil es perderse a sí trama de cada relato, desde el más vez que su padre la vendió” es la mismo en un mundo de rostros va- simple al más complejo, se hila hafrase que da inicio a Una señorita cíos y de imitación! Laia no es sino cia lugares inesperados de manera en Barcelona. Escoger un favorito la imagen de una sociedad que ha sutil y absorbente, pero es la narrasería arriesgarme a demeritar los estado rota desde sus cimientos. ción zafoniana lo que verdaderademás cuentos, sin embargo, la hismente cautiva a sus lectores. Existe toria de esta mujer se coló en mi Emili Rosales, editor del español, una pequeña línea entre el uso refimemoria desde aquel primer enun- culmina su nota de apertura con la nado del lenguaje y su uso ostentociado. Una historia que paulatina- siguiente frase: “Quizá huelgan las so, es allí donde reside la magia de mente se encamina hacia un punto explicaciones sobre el grado de vasus narraciones: un amplio manejo sin retorno que podría bien ser el lor y reconocimiento alcanzado por

del vocabulario sin tornarse abrumador en ningún momento. Leer a Zafón no es simplemente conocer “una novela más”, sino también viajar a Barcelona, olerla, sentirla; es natural que un lector suyo se sienta familiarizado con las calles de la ciudad sin haber puesto un pie en ella. Si un libro no te hace olvidar que estás sentado en el sofá de la habitación leyéndolo, lo mejor sería soltarlo. Eso es lo que pasa con La Ciudad de Vapor, se vuelve imposible de soltar. Su escritura es orgánica y delicada y sus palabras se dibujan en la mente como una película. No hace falta pedirle a un ávido lector de sus novelas que se adentre en las páginas de este último libro, ya que muy probablemente se halle entre sus planes hacerlo. Sin embargo, para todos los que aún no conocen su trabajo, La Ciudad de Vapor es un buen punto de partida, pues es amigable con cualquier tipo de lector, dado que es un compendio de narraciones breves y cuenta con una extensión de tan solo 217 páginas. Además, aunque se enlaza con los demás libros de la saga, no depende en lo absoluto de su lectura previa. Ahora bien, si la intención es conocer a detalle la escritura del autor, quizá sea una mejor opción remitirse primero a sus novelas –también independientes entre sí– puesto que Zafón era un novelista, ante todo. La literatura perdió una figura muy importante el año pasado, pero tuvo el honor de ver sus días más brillantes. A algunos quizá nos hizo falta un relato de Fermín Romero de Torres para contrarrestar un poco el carácter melancólico de la obra, pero si así tuvo que ser, fue para acompañar adecuadamente la sensación de vacío que nos dejó su partida. Afortunados nosotros que conocimos Barcelona a través de sus palabras, que desempolvamos misterios a su lado; afortunados nosotros que siempre podremos regresar a sus páginas.


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Poema de Sebastián Amador por la pérdida de los sentidos de Santiago Árbol Patiño Osorio | pablogp0712@gmail.com El olfato…difícil de engañar

todo lo que lleve mi nombre,

cuando otro hombre se instaure

una letra, una aleta.

con sus aromas de sauce

He quedado sin hombre

en tu alveolo naval,

con la sordera de arboleda.

entre tus fosas de mar.

El gusto…ácido del sensible poema enviado,

El olfato…adelantado

en un correo poco plácido,

del cazador victorioso

al olvidadizo árbol de Envigado.

que ya sabe acorralado al herbívoro nervioso.

El gusto…semental y salado

El olfato…precavido

de la elusiva gota,

dice que no sigamos

se desliza por el glaciar

o que vamos por buen camino

de la mejilla hasta el paladar,

con la esperanza obsequiada en manos.

como nostálgica foca. La tristeza no se agota,

El olfato…hablador culposo,

Ilustración: Lina Gómez |

con sinceridad apabullante

@lina.gomezu

por la marimba costillar.

de golpe le ordena al cuerpo: ¡Córtate con asco muerto! O respira el placer flotante. El olfato…que ya no tienes para invertir en buenos negocios, para elegir entre los numerosos hombres que te esperan fieles. Malacostumbrado tú que puedes elegir entre muchas pieles. Si acaso tus fosas comunes

baja por la ingle axilar,

El tacto…es un baño

La vista…ambiciosa

del que nunca te secas,

no sabe detener

así como año tras año

su mirada de laberinto

recordaré tus cobardes flechas, la enfermedad de nuestro estaño, la egoísta libertad que profesas, la estela de daños que dejas, el dolor de orbitante tamaño. El tacto…para decir —con cuidado de no romper

hacia el sol, estrella perniciosa, que los huevos de la cara le ha de cocer al seminarista que perdió los cinco.

El gusto…amargo del pretencioso chocolate, del café aguado y largo, del rencor que entre pulsos late contra el árbol encantador, que en sus raíces de letargo

El oído…en su musical juego

desdeñó del amor.

encontró en el canónico caminar de un chelo

El gusto…dulce y cobrizo,

el nombre de un seminarista de hielo,

como los labios del trombonista, cuando intentó abarcar el solsticio

ya no pueden olerme

las piezas que nos componen,

que abstraído en su veinticincoavo cielo,

es porque olemos a muerte.

de no despegar las uniones—:

ignoró a su amante y a su ruego.

de tu beso separatista.

El oído…desalentado

Esa boca de instrumentista

por la escombrera noticia

ahora deberá practicar

de escuchar cómo se desperdicia

cuando te vea, no llorar,

el concierto preparado.

fingir como un artista.

El oído…y sus tres huesos,

Ni la vista,

engranajes de osamentas.

ni la sonata, ni el calor,

Que tus conchas no busquen mis besos

ni el perfume, ni el sabor.

con excusas, con ofrendas.

Árbol del que nace el insensible vegetal,

El tacto… te recubre como un manto blanquecino,

no hay horizonte, no hay amanecer, no nos queda porvenir.

ha perdido a su vecino

La vista…para aceptar

cuerpo, mi balística relumbre,

el dolor que significa

mi humedad que fue tu vino.

que nuestro futuro y nuestro amar

Olvidaste mis vellos de argento

poco a poco se achiquita.

erizándose hasta la cumbre al sentir tu piel, magneto tan distinto entre la muchedumbre.

La vista…para que encuentres al revisar en los listados de desaparecidos forzados

sal del mar. Mal, mal, mal.

El tacto…sensible al clima,

mi recuerdo entre las gentes.

El oído…testigo de los gritos

a sus distintas soledades:

La vista…para leer

de los libertarios hitos.

en los esporádicos periódicos,

No escondas en este aire

con tintas de cuartetos dóricos,

El seminarista se convierte en mago,

entre las pegajosas edades

tu reprochable temor,

mis pensamientos y mi ley

y mis arterias angostas.

de amar como se ama al padre,

o tal vez en milagro,

sobre cómo se debe querer.

Al solitario que está en la cima

a un esposo, a su dolor.

al desaparecer,

Y los comentarios fosfóricos:

de las gélidas ciudades,

“se es un caníbal, cuando se es gay”.

al abrazo sofocante de las costas, una ausencia que me comprima

donde los labios se vuelven costras. Él, en su altísima tarima donde rebusca entre las gentes aquel que le bese las moscas.

La vista…burda y miope no es capaz de advertir al amante en su existir sobre la muerte y su galope.

El tacto…tu envoltura,

No sabe distinguir

no será más mi lienzo de caligrafía

entre las muecas del veneno

porque aunque encontrar otro cuerpo podría, del cariño fiel y ameno y los espasmos al morir. no quisiera firmar una piel que no fuera tuya.

El oído… con su caracola vacía, infinita espiral

Mal pago. Santo, Santiago, ¿qué hago?

y su promesa, profunda como un lago, en alba difícil de ver.

donde mi plegaria queda sola

Estas cinco repeticiones

y no llega a resonar.

son un mantra resentido.

Murió, silencioso de la boca hasta la cola,

Lo nuestro, un futuro olvidado y frío,

el pez de mi voz, en tus orejas de mar.

un desperdicio entre dos ríos.

El oído…de pescado no ha querido, no ha escuchado

No me refería a esto cuando te pedí que me amaras sin sentidos.


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Camina, periodismo

Mariana Arango Trujillo |

D

irán que en Colombia censuran a la prensa, que ensordecen al espectador, que silencian a la fuente, que en nuestro país las personas ocultan sus temores y reviven día a día sus tristezas. Dirán que somos ajenos a lo que sucede, que confundimos los cuentos con nuestros propios recuerdos. ¿Qué queda entonces? Lamentar hasta volver invisibles los rostros de los que en algún momento nos hicieron grandes, nos hicieron creer que el periodismo tiene un propósito, que la democratización de la información y las historias de la gente importan en este relato que tomamos por realidad. No existe un momento más propicio para realzar las voces de aquellos que el tedio nunca venció, de esos niños que empiezan a caminar con sus propios pies y cuyo primer vocablo fue la “independencia”, que aprovechan cada narrativa que les ofrece la sociedad actual y lo convierten en herramienta de divulgación. Nunca ha sido tan necesario un periodismo polifónico como ahora; uno con narrativas innovadoras, diversidad de miradas y, sobre todo, independencia económica de las grandes empresas de comunicación.

@mariangot_

“El periodismo es una pasión insaciable que solo puede dirigirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, dijo alguna vez García Márquez, pero sus sabias palabras nunca llegaron a los medios que buscan retribuciones económicas, porque la confrontación de la realidad se vive en la calle, no se ve en el dinero. ¿A dónde llegaron entonces sus palabras? A los cansados y revelados ojos de las nuevas generaciones, inconformes con el ocultismo y las mentiras, que creyeron que el cuento no estaba completo y que los datos no cuadraban. Muchos de estos mendigan seguidores, rebuscan cualquier medio o sustento que les permita continuar su travesía hacia un periodismo de verdad. Sin importar la pandemia viral y digital de la información en la que nos encontramos, de las noticias falsas, de la poca verificación de fuentes, existen periodistas que sí escuchan. Esos que vienen en potencia y crecen con cada lector, a quienes no les tiemblan los dedos para redactar una columna reveladora, ni se les quebranta la voz para hacer esa pregunta que todos querían escuchar,

Silvia Natalia Rojas Castro |

aquellos que defienden la verdad como si fuese su libro preferido, que contextualizan, dudan, verifican y contrastan antes de publicar. Esos que hacen periodismo independiente. “Los medios están comprados”, “todo está manipulado”, son acusaciones que se escuchan con frecuencia a propósito de los medios de comunicación y sus riquísimos dueños. El 57 por ciento de los medios tradicionales más importantes que han informado a Colombia desde 1971 están concentrados en pocas manos que mueven muchos billetes y en apellidos con gran renombre: Ardila Lulle, Sarmiento Angulo y Santo Domingo. Los intereses de dichos dueños transgreden el verdadero valor del periodismo, ya que la supervivencia económica le ha ganado la batalla a informar con veracidad y responsabilidad. Pero, por suerte, no ha ganado todas las batallas. En un país donde hay miedo social, desigualdad, corrupción y violencia el papel de los periodistas independientes se ha convertido en un factor indispensable de la democracia y busca

@natalia.rojasc

darle sentido social a la transformación. Los periodistas decididos, a los que hoy se les hace honor, han sido capaces de construir narrativas en medio del ruido, de celebrar cada lector, cada seguidor y de informar en medio de tanta desinformación. El periodismo independiente tiene identidad, se reviste de convicción, pasión, toca las fibras más sensibles de los colombianos y ve la tecnología como su aliada, no su enemiga. No se preocupen, estos periodistas no son difíciles de encontrar, toca, igual que ellos, mantener los ojos y los oídos abiertos; como buen animal en busca de supervivencia que sale por su alimento. Ellos cazan personas comprometidas con el país y con la veracidad de la información, que no le temen ni rechazan las diferentes aristas de los acontecimientos. Los encuentras en el podcast de tu celular, en la historia de tu amiga, en la caricatura que repostearon. ¿Qué necesitan? Una audiencia fiel que los siga ayudando a caminar, que les recuerde la importancia de lo que hacen, para que en algún momento, si soñamos, logren transformar a la sociedad colombiana.




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