24 mayo/6 junio de 2020
P. Pedro Figueroa de creer que así se vive, que es natural vivir así sin más, creyendo que todo está bien, que “no pasa nada”… y, exactamente, es cuando todo esto lo transportamos al vivir de las relaciones y el cariño que nos profesamos con buenas intenciones no logren su objetivo, se desvían y pervierten el corazón humano al grado de que el cariño que nos debemos -por el sólo hecho de vivir en la casa común-, termina por ser sólo un bonito empaque, pero el contenido es un trapo lleno de excremento que en cualquier momento produce asco y vómito a cuantos han recibido ese cariño lleno de “infecciosas intenciones” que destruyen paulatinamente la seguridad en sí mismo y la autoestima, que son necesarias para “una vida sana”.
H
ola estimado lector de este tu periódico REDES. Con el gusto de siempre escribo para que juntos vayamos aprendiendo de la historia que se va escribiendo y bajo la luz de verdad, vayamos siendo cada día más auténticos y trasparentes en el trato que nos debemos como habitantes de este mundo que por un instante pasamos “desapercibidos”. Hoy como ya hace tiempo hemos experimentado que las relaciones humanas que vamos teniendo, muchas de ellas son tóxicas, pero no porque sean tóxicas de por sí, no. Son y resultan tóxicas porque el ambiente en el que nos desenvolvemos ya está contaminado y poco a poco nos vamos adecuando a ese ambiente contaminado, lleno de veneno que no sólo nos ataranta sino que nos va matando lentamente en nuestro vivir de cada día. ¿Quién lo hubo envenenado? ¿Quién convenció a quién de que así deberíamos de vivir, adecuándonos al smog que atrofia nuestros pulmones hasta ser incapaces de respirar por cuenta propia? ¿Quién comenzó a minimizar la mentira y a permitir que esto fuera creciendo hasta hoy en día ver la falsedad como un bien necesario? ¿Cómo es que nos fuimos auto convenciendo de que “poco veneno no mata”, que, no es tan grave, que son mentiras piadosas, que no es algo que amerite ser corregido, que ya aprenderá un día? Resulta a primera vista, exagerado, casi puritano, incluso hipócrita o bien, la postura nos deja tan mal parados, que acusamos peyorativamente a quien quiere corregir el rumbo, llamándole ratón de sacristía y adornándole con toda clase de calificativos que lo desaniman a seguir desenmascarando
la fétida cortina de humo que nos han vendido a un precio sumamente caro, al acostumbrarnos a vivir asfixiados y soportando cualquier maltrato, como si no hubiera una mejor opción. Si nos sentamos a recapitular las cosas y las pensamos con seriedad, serenidad y criterio, nos podemos dar cuenta de que, bajo este influjo colmado de enredos donde se “empaquetan” las cosas más peligrosas con una envoltura muy elegante, es decir le quitamos la etiqueta de “precaución”, “manéjese con cuidado”, “peligro no beber, veneno”, “no tocar”, debemos de reconocer que no por ello el contenido se vuelve menos peligroso y mucho menos la mejor opción a elegir, hay que reconocer que sigue siendo de mucho peligro su manejo y su uso. La sociedad (me lo decía mi profesor de moral sexual) maneja una doble moral, una que permite todo y otra que reprueba lo que hubo aprobado, cuando dichos actos, colmados de actitudes contrarias al bien común, dañan intereses “particulares” y por lo mismo acaban por perjudicar a la misma sociedad que dio el permiso de hacer aquello que no era recomendable hacer. No por nada, podemos ver con tristeza que muchos se aprovechan de las inconvenientes circunstancias (a río revuelto, ganancia de pescadores) y causan mayores estragos que los que encontraron (otra raya más al tigre, al cabo no se nota). En fin, que, como no nos ponemos de acuerdo de atender tanta miseria humana pues, la opción más cómoda es “hacernos de la vista gorda”. De todo esto se desprende una cascada que empapa la vida humana de mentira tras mentira, al grado
Demostremos nuestro cariño libre de ventajas, prejuicios y absurdas intenciones, no sólo es el cuerpo el que debe de estar sano sino y, sobre todo, esa parte interior que hoy en día, para muchísima gente ya no es importante y nunca atienden, siguen infectando, siendo tóxicas para los demás que les rodean. Si no somos capaces de dar un sólido cariño que garantice el bien de los demás, dejemos de fingir que nos queremos y seamos honestos con nosotros mismos. No demos lo que no hemos recibido. No nos atrevamos a dañar por haber sido dañados, busquemos ayuda adecuada para sanar lo que en nosotros esté lastimado. Hasta la próxima y bendiciones.