Periodico Redes, Diócesis de Celaya, edición digital no. 419

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24 mayo/6 junio de 2020

Por: Pbro. José de Jesús Palacios Torres/ jjpt1636@gmail.com

del covid y sumergida en el proceso de desescalada en la reactivación de actividades eclesiales. Antes del covid-19 la gente acudía a misa, se agolpaban en la entrada del templo en el momento de la última llamada, se amontonaban en las bancas, pasillos, etc. Al finalizar la misa se quedan en el atrio para hacer verbena a favor de la parroquia. Nadie se preocupaba de los espacios limpios, de sana distancia, etc.

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ecuerdo que de niño, cuando estaba de vista en casa de mi abuela, quien vivía en el campo, todos los días por las mañanas, una de las primera actividades era ir a abrir el gallinero y recuerdo cómo me recreaba y divertía ver que las gallinas salían en forma atropellada, volando algunas por encima de otras sin importar que en su embestida podían dañarse o dañar a otras. Creo que esta imagen puede ser familiar a muchos de ustedes, mis queridos lectores de nuestro periódico Redes. La imagen anterior nos ayuda a poner en perspectiva nuestro tema de esta quincena. Muchos han estado "confinados" o en "cuarentena", como decimos comúnmente. Se ha anunciado la reapertura de ciertas actividades económicas para el 1 de junio, este anuncio ha puesto de nervios a muchos, "se alborotó el gallinero". Y ahora muchos solo esperan se llegue esa fecha, pero se han olvidado del mecanismo de prudencia que debe prevalecer en estos momentos tan complicados. Hay que entender que nuestro regreso a todas las actividades, incluidas las actividades eclesiales, deben ser en tiempo y forma. Ninguna de las dos cosas depende de tu párroco ni de los sacerdotes de tu pueblo, vamos, ni de tu obispo diocesano; son medidas que surgen en colegialidad entre los sectores de salud nacional y estatal. Mons. Alfonso Miranda, obispo auxiliar de Monterrey y secretario de CEM, afirmó que "El México en el que despertemos el primero de junio, será uno de tapabocas, de (metro) y medio de distancia, de cero abrazos, de reuniones virtuales, de constante lavado de manos, de gel, cloro y desinfectantes. Dios nos conceda prudencia y salud" (Mons. Alfonso Miranda comunicó lo anterior a través de Twitter @ monsalfonso el pasado miércoles 20 de mayo). Para muchos, quizás aun le faltó agregar, un México en mascarillas, de guantes, etc.

Conviene observar más allá de nuestros mares para aprender de cómo fue que Italia, España y otros países han podido realizar la anhelada reactivación gradual de actividades eclesiales en tiempo y forma. Los tiempos son difíciles de precisar y de establecer, primero porque el dinamismo de la pandemia en cada país ha sido diversa, aún en nuestro propio país debemos entender que si en una diócesis se inicia este proceso y en otras no, esto se debe únicamente a que cada estado tiene su propia curva de contagio; esto hace que nos esperemos en conquistar las virtudes de prudencia y de obediencia, también a nuestras autoridades de salud. Si bien sobre los tiempos sea muy difícil intervenir, quizás sí podremos empezar a visualizar el rumbo que nos espera en cuanto a la forma. Se ha escuchado mucho sobre el tema de la "nueva normalidad", esto significa que, las cosas no volverán a ser como antes; una vez iniciado este proceso de desescalada y vayamos integrando poco a poco las diversas actividades sociales, entre ellas las eclesiales, debemos comprender que, ya hay alguien que ha venido para quedarse, que debemos aprender a convivir con el virus, a protegernos de él, por lo que está forma de convivencia, exige una renovación de nuestros hábitos ordinarios, es decir una forma de acudir a las actividades eclesiales, misas, sacramentos, catequesis, formaciones, horas santas, etc. Formas a las que nos estamos acostumbrados. La emergencia epidemiológica ha sumergido al mundo entero en la necesidad de revisar sus propios hábitos de vida, mismos que hoy requieren ser reevaluados o modificados para poder seguir cuidándonos entre todos pero sin renunciar a nuestras actividades eclesiales cotidianas. Hagamos un ejercicio de nuestra imaginación y subamos en la máquina del tiempo para contemplar una parroquia antes de covid y a una parroquia después

Después del covid-19 fieles haciendo fila, guardando las debidas distancias, frente a las puertas de las parroquias para entrar en orden, sean revisados en su temperatura y que porten al menos cubrebocas y finalmente puedan lavarse las manos con alcohol en gel antes de llegar a su lugar, donde ya estará indicado con anticipación en que banca y que parte de la banca se debe ocupar, garantizando ahí en todas direcciones una sana distancia; pero también fieles dispuestos a colaborar voluntariamente (espero que los que exigían la misa sigan ahí), para revisar temperatura y condiciones óptimas de los fieles para que puedan participar en misa, fieles voluntarios para apoyan en la sanitización de espacios, cosas y objetos entre misa y misa, fieles que apoyen en cuidar el orden dentro del templo durante la misa y al finalizar de ella, garantizando lo antes indicado aún en momentos de salir de la iglesia, en orden, desechando el cubrebocas, guardando debidas distancia, etc. Así sería nuestra "nueva normalidad" en la cercana apertura de los templos y las misas con la participación de los fieles. Nuevos retos se presentan para la sociedad, entre ellos, el reactivar la economía, pero, aunque pareciera lo más esencial, sin embargo, no es lo único

que hoy debemos atender; el hombre no solo vive de dinero. No son pocos los que reconocen distintos síntomas de enfermedades que entran en el orden de lo espiritual y, para muchos esto también es importante de atender, precisamente por este motivo es que se ofrecen los presentes lineamientos que nos ayudan a prepararnos para abrir los templos en nuestra diócesis y poder así ofrecer en forma gradual y segura la ayuda espiritual a nuestros fieles. Todos están empezando responder a esos nuevos retos, los comercios, haciéndose de tapetes sanitizantes, despachadores de cubrebocas y despachadores de gel, señalética en la entrada de los comercios y en los distintos espacios dentro de los mismos, asegurando desde antes de entrar a la tienda, en la tienda y al salir de ella, un distanciamiento social. Será tiempo preciso para que nuestras parroquias, más bien dicho, nuestros laicos, sacerdotes, religiosos (as), inicien la formación y capacitación de un equipo de apoyo para sanitizar y garantizar que nuestros templos no se conviertan en una fuente de infección, se vaya suministrando a equipos de voluntarios con los accesorios sanitarios correspondientes, se empiece a hacer limpieza y saneamiento de los espacios, muebles y cosas del culto. Siempre atentos a los semáforos que indican el estatus de avance o desarrollo de la pandemia en nuestra parroquia, o en nuestra diócesis. No se trata única y simplemente de la reapertura de un lugar sagrado, se trata, ante todo, de volver a manifestar nuestro ser comunidad, nuestro ser familia; siendo la Eucaristía la que nos construye como comunidad y nos fortalece como familia de Dios.


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