El amor también se enferma

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“Que el amor sea el árbitro de sus vidas, porque entonces la Iglesia permanecerá unida en perfecta armonía”. Colosenses 3:14 En septiembre celebramos en Colombia con detalles, chocolates y regalos, el día del amor y la amistad. Pero pasa la fecha y el amor por nuestros amigos, compañeros y por nuestro círculo familiar se esfuma. Seguimos hablando mal de ellos, disociando, sintiendo esas emociones negativas que dejamos que invadan nuestro corazón. Callamos lo que nos lastima o adoptamos una posición agresiva, que, va ocasionando en nuestras relaciones un profundo abismo, llevándonos a la soledad obligatoria, aislándonos de todos y no deseamos compartir con persona alguna. Eso es porque nadie nos enseñó a amar. El verdadero sentido de amar lo encontramos en la relación que tenemos todos los días con las personas, y, Dios nos lo enseña a través de la Biblia, en cada una de sus páginas; la dificultad está en practicarla, porque realmente amar como Dios nos pide que amemos es dificilísimo, por no decir casi imposible y eso porque Jesús nos demostró que sí se puede vivir para los demás. Al inicio del año me propuse tres metas: 1-­‐ Sacar la página web de este periódico, la cual apareció a los 5 meses, el 11 de junio de este mismo año (2011). 2-­‐ Mirar solo las cosas buenas de todas las personas con las que yo me relaciono y 3-­‐ promover y asistir a retiros para crecimiento espiritual. Hasta hoy 15 de Septiembre del mismo año he asistido a 5 retiros espirituales y tengo programados tres más en lo que queda del año.

Pero la segunda meta se me volteó. Era ver solo las cosas buenas de los demás y he hecho todo lo contrario. Es como si me hubiese propuesto a encontrar las cosas feas, desagradables, y mortificantes de las personas que me rodean. Aquí encontrarás unos “tips” que serán bálsamo para tu corazón, intenta practicarlos; sentirás las manos de Dios sanándote. Puntos de Interés: Vivir es compartir • La verdadera comunión • Pasos para tener una buena comunión • Tengamos cuidado con… Restaura tus relaciones. 1

Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: periodicoyosoy@hotmail.com *Ilustraciones: Cortesía de Fano Visita Nuestra página web: www.periodicoyosoy.com


He llegado a pensar que somos monstruos detrás de una piel. Creo que he rajado más de la cuenta y lo peor, de personas que me han extendido la mano. Tengo mis metas escritas en una cartulina al lado del espejo, y, todos los días las veo, recuerdo las logradas y me atormenta la que es más importante para mi relación con el Señor: ver sólo las cosas buenas de todo aquel que venga a mí. Llegué a pensar: ¡no lo logre! En el grupo de misioneros tuve que hacer una charla sobre la comunión de los santos, y les confieso que me dio “Jartera”. Siempre creí que eso era para los perfectos y que santos ya no hay. Mientras realizaba un juego para trabajar el tema entendí que el Señor estaba ahí, de nuevo tendiéndome su mano en ese propósito que aún no alcanzaba y que al contrario de lo que quería estaba como los cangrejos; echando para atrás. Dios me enseñaba cual es el camino para tener buenas relaciones con las personas, que tan importante debe ser para mí el tenerlas y que tan importante es para Dios el que las tengamos.

Vivir es compartir

¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos vivan en armonía! Salmo 133,1 El significado de la vida es compartir. La intención de Dios es que experimentemos la vida juntos. Y esta experiencia se conoce en la Biblia como vivir en “comunión”. En la actualidad, la palabra ha perdido mucho de su significado bíblico. “Tener comunión” se usa para referirse a la conversación espontánea, la socialización, las comidas y la diversión. La verdadera comunión es mucho más que asistir a una eucaristía o un servicio dominical, compartir un refrigerio en la iglesia, o compartir un almuerzo en familia.

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La verdadera comunión

La verdadera comunión es experimentar la vida juntos, consiste en amar desinteresadamente, compartir con un corazón sincero, servir en la práctica, hacer sacrificios, consolar y solidarizarse con los que sufren y todos los demás mandamientos que el “Nuevo Testamento” nos manda a hacer “unos a otros”. Con todo aquello relacionado con la comunión, el tamaño importa: cuanto más pequeño, mejor. Con una multitud se puede adorar, pero no se puede tener comunión. Cuando los grupos son superiores a 10 personas, algunas dejaran de participar, -­‐por

lo general las más calladas-­‐ y otras ejercerán dominio. Jesús ministró en el contexto de pequeños grupos de discípulos. Pudo haber elegido a más, pero sabía que 12 es prácticamente el tamaño máximo posible para permitir la participación de todos. El cuerpo de Cristo, como el tuyo, es en realidad una colección de varias células pequeñas. La vida del cuerpo de Cristo, como el tuyo esta en las células, o pequeños grupos. Debido a esto, todos los cristianos necesitan estar comprometidos con un pequeño grupo dentro de la iglesia, ya sea de oración y reflexión en los hogares, un grupo de estudio bíblico, un ministerio, o un grupo de formación espiritual. La verdadera comunidad se gesta en esos lugares, no en las reuniones masivas. Piensa en la iglesia como en un barco, los pequeños grupos son los botes salvavidas.

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Pasos para tener verdadera comunión

“Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el espíritu, algún efecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento”. 1- Autenticidad: La comunión auténtica no es superficial. Consiste en una expresión genuina, de corazón a corazón, desde lo más íntimo de nuestro ser. El verdadero compañerismo ocurre cuando la gente es honesta con lo que sucede en su vida: comparte sus penas, revela sus sufrimientos, confiesa sus fracasos, manifiesta sus dudas, reconoce sus temores, admite sus debilidades y pide la ayuda y oración de los demás. Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad”

El mundo cree que la intimidad necesita oscuridad, pero Dios dice que esta ocurre en la luz. La oscuridad sirve para esconder nuestros dolores, culpas, temores, fracasos y fallas. Pero al sacarlas a la luz, las ponemos a la vista y admitimos quienes somos en realidad. La autenticidad exige valor y humildad. Implica enfrentar nuestro temor a la exposición, al rechazo y a ser heridos nuevamente. Pero hay que correr el riesgo ya que es la única manera de crecer espiritualmente y conservar nuestra salud emocional. Por eso la escritura dice: “que nos confesemos unos a otros nuestros pecados y oremos unos por otros para poder vivir juntos y ser sanados. 2- Reciprocidad: La reciprocidad es el arte de dar y recibir y depende únicamente de cada uno de nosotros. La reciprocidad es el corazón de la comunión: la construcción de relaciones recíprocas, de compartir responsabilidades y de ayudarse unos a otros. Somos más sólidos en nuestra fe cuando caminamos junto a otros que nos animan. El señor nos pide examinarnos unos a otros, animarnos, servirnos y honrarnos mutuamente. Más de cincuenta veces en el nuevo testamento nos manda a hacer distintas tareas “unos a otros” y “unos con otros” y agrega: “esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación”. No eres responsable de cada persona del cuerpo de Cristo, pero tienes una responsabilidad con ellos y Dios espera que hagas lo que este a tu alcance para ayudarlos. 4

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3- Compasión: La compasión no se limita a dar consejos o una ayuda rápida; la compasión es comprender y compartir el dolor de los demás. El Señor nos dice que, escogidos de Dios, santos y amados, debemos vivir con verdadera compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. La compasión satisface dos necesidades humanas esenciales: ser entendidos y apreciados con nuestros sentimientos. Cada vez que entiendes y aprecias los sentimientos de alguien, estableces comunión. 4- Misericordia: la comunión es un lugar de gracia, donde en vez de enfatizar los errores, éstos se revelan. La comunión se genera cuando la misericordia triunfa sobre la justicia. Todos necesitamos misericordia porque todos tropezamos y caemos y necesitamos que alguien nos ayude a ponernos en pie y en camino. Necesitamos

brindarnos misericordia unos a otros y estar dispuestos a recibirla. Dios declara que cuando alguien peca, debemos “perdonarlo y consolarlo” para que no sea consumido por la excesiva tristeza. La misericordia de Dios es el motor que nos motiva a mostrar compasión por los demás. Nunca se nos pedirá perdonar más de lo que Dios nos perdonó a nosotros. 5- Perdón: No es posible tener comunión sin perdón. Si guardamos rencor la amargura y el resentimiento destruyen la comunión. Como somos pecadores e imperfectos lamentablemente nos lastimamos. En ocasiones intencionalmente y otras veces sin mala intención, pero de una u otra manera, requiere cantidades enormes de misericordia y gracia crear y sostener la comunión. Perdonar es soltar las riendas del pasado. El perdón debe ser inmediato, lo pida o no quién ofendió. Dios no espera que confiemos en quien nos lastima repetidas veces, pero si nos manda a perdonar al instante.

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6- Compromiso: Sólo el Espíritu Santo puede crear la comunión verdadera entre los creyentes, pero la cultiva con las elecciones que hagamos y los compromisos que asumamos. “esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” Para producir una comunidad cristiana donde perdure el amor, se necesita tanto el poder de Dios como nuestro esfuerzo. 7Sinceridad: Debes estar lo suficientemente interesado para decir la verdad fraternalmente, incluso cuando prefieras pasar por alto un problema o un asunto espinoso. La mayoría de las personas no tienen a nadie que las ame lo suficiente como para decirles la verdad (aunque duela), por lo cual persisten en sus conductas autodestructivas. Por lo general sabemos lo que es necesario decirle a esa persona, pero nuestros temores nos impiden abrir la boca. La comunión verdadera depende de la

franqueza, ya se trate de un matrimonio, una amistad o tu iglesia. 8- Humildad: La humildad construye puentes. La humildad es como el aceite que suaviza las relaciones y lima las asperezas. La vestimenta apropiada para la comunión es una actitud de humildad. 9- Amabilidad: La cortesía o amabilidad consiste en respetar nuestras diferencias, tener consideración por los sentimientos de otras personas y ser tolerantes con las que nos molestan. En todas las iglesias y en cualquier grupo pequeño, habrá siempre por lo menos una persona “difícil”, a veces más de una. Estás pueden tener necesidades emocionales especiales, profundas inseguridades, costumbres irritantes o hábitos sociales no desarrollados. Podríamos llamarlas personas NGE: que “necesitan gracia extra”. Dios pone están personas tanto para nuestro beneficio como para el de ellas. Son una oportunidad para el crecimiento y poner a prueba la comunión. Los miembros de una familia no se aceptan porque sean inteligentes, hermosos o talentosos. Se aceptan porque pertenecen a la misma familia. Lo cierto es que todos tenemos nuestras manías y nuestros caprichos. Una de las claves para ser amables es conocer la historia de cada persona. Cuando sepas lo que esa persona ha atravesado, serás más comprensivo. En lugar de pensar en todo lo que tiene que aprender, pensarás en todo lo que ha progresado, a pesar de todo. La comunidad verdadera se produce cuando la gente se 6

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siente suficientemente segura para poder expresar sus dudas y temores con la certeza de que no la juzgarán. 10- Confidencialidad: Para que las personas sean sinceras y expresen sus más profundas penas, necesidades y errores, se requiere una condición: una atmósfera segura que las haga sentirse cálidamente aceptadas y donde puedan desahogarse con confianza. La confidencialidad no implica permanecer en silencio si nuestro hermano o hermana peca. Significa que lo que se expresa dentro del grupo no sale afuera de él, que el grupo tratará el asunto internamente y nadie saldrá a contar chismes. 11- Contacto frecuente: Debes tener contacto frecuente y regular con tu grupo, para construir una comunidad genuina. Para cultivar una relación se requiere tiempo. Debemos desarrollar el hábito de reunirnos. Un hábito es algo que hacemos con frecuencia y regularidad, no ocasionalmente. Debemos pasar tiempo juntos, (mucho tiempo) para construir relaciones sólidas. La comunidad no se construye sobre la convivencia, (nos reuniremos cuando nos parezca), sino que se apoya en la convicción de que la comunidad es necesaria para la salud espiritual. Si deseas una comunión verdadera, eso implicará reunirte incluso cuando no tengas ganas, porque estás convencido de que es importante. Para tener comunión debes invertir tiempo.

Tengamos cuidado con:

“El perverso provoca contiendas y el chismoso divide a los buenos amigos” El problema es que muchas veces tenemos tanta prisa por arreglar las cosas, que no tenemos tiempo para expresar nuestra compasión o estamos preocupados con nuestros propios dolores. La autocompasión agota la compasión por los demás. En nuestras relaciones encontramos fingimientos, roles, politiquería, cordialidad superficial, intereses dudosos y superficialidad trivial. Nos ponemos máscaras, estamos a la defensiva y nos conducimos como si nuestra vida fuera un lecho de rosas. 7

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Desafortunadamente muchas personas nos criamos en familias conflictivas, con relaciones malsanas, y, por lo tanto carecemos de habilidades para relacionarnos, necesarias para una comunión verdadera y una interacción personal agradable y productiva. Muchas relaciones han sido perjudicadas por el temor: nadie tuvo el valor de hablar en el grupo mientras la vida de un miembro se desmoronaba. Tememos al conflicto. Siempre que surja un asunto que pueda provocar tensión o incomodidad, inmediatamente lo pasamos por alto para preservar el falso sentido de la paz. Alguien sugiere “no complicar las cosas” y apaciguar los ánimos, pero el asunto nunca se resuelve y todos nos resignamos. Todos sabemos cuál es el problema pero nadie lo expresa francamente. Esto produce un ambiente viciado: hay secretos y se multiplican los chismes. La franqueza no debe ser una licencia para decir lo que a uno de le antoja, donde quiera y cuando quiera. Eso es impertinencia. Las palabras irreflexivas dejan cicatrices profundas. Nada destruye la comunión tan rápido como la arrogancia, la autocomplacencia y el orgullo empedernido. El orgullo levanta paredes entre las personas. El orgullo bloquea la gracia de Dios en nuestra vida. La humildad no es pensar menos de ti mismo, sino pensar menos en ti mismo. Dios odia los chismes, sobre todo cuando se los disfraza superficialmente como “pedidos de oración” por una persona.

Restaura el compañerismo

”Si entras en tu lugar de adoración y, al presentar tu ofrenda, recuerdas de pronto que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda, ve directamente donde se encuentra tu amigo y hagan las paces, entonces y solo entonces, vuelve y relaciónate con Dios”. La vida se resume en aprender a amar. Dios quiere que valoremos las relaciones y nos esforcemos por mantenerlas, en lugar de descartarlas siempre que se produzca una división o un conflicto. Como Cristo quiere que su familia sea conocida por el amor que siente unos por

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otros, el compañerismo roto es un mal testimonio para los incrédulos. Como creyentes Dios nos ha llamado a restablecer nuestras relaciones unos con otros: Hay 7 pasos bíblicos para restaurarlas: 1- Habla con Dios antes que con la persona: Conversa con Dios acerca del problema. Muchos conflictos se originan en necesidades insatisfechas, y algunas de ellas sólo Dios las satisface. Ora continuamente acerca del conflicto y por las personas implicadas, incluyéndote. 2- Toma la iniciativa siempre: No importa quien haya sido el ofendido o quien ofendió a quién. Dios espera que des el primer paso. Restaurar el compañerismo cuando se rompa es tan importante que Jesús lo dijo en el texto que esta al inicio del tema. Cuando el compañerismo es tirante o se rompa, inmediatamente debemos actuar. No lo postergues, no pongas excusas, fija la fecha para tener una reunión personal. Actuar inmediatamente reduce el daño espiritual que puedes sufrir. Nuestros pecados y nuestros conflictos no resueltos impide que nuestras oraciones sean contestadas. 3- Se comprensivo: usa tus oídos más que tu boca. Antes de intentar resolver el desacuerdo, escucha atentamente los sentimientos de la otra persona. Enfócate en los sentimientos, no en los hechos. Comienza con la compasión no con las soluciones. Al principio, no discutas con las personas acerca de sus sentimientos.

Sólo escucha y permite que se desahoguen emocionalmente sin ponerte a la defensiva. Asienta con tu cabeza para demostrar que la entiendes aunque no estés de acuerdo. Los sentimientos no siempre son infalibles o lógicos. Por el contrario el resentimiento hace que cometamos tonterías. Para restaurar el compañerismo debemos agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo. 4- Confiesa tu parte en el conflicto: Si realmente te interesa restaurar una relación, debes comenzar admitiendo tus errores o pecados. Jesús dijo: “Debes sacar primero la viga de tu propio ojo, y entonces veras con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano”. Pídele a Dios que te muestre tu parte de culpa en el problema. No te excuses, ni culpes a otro; reconoce con sinceridad la parte que te corresponde en el conflicto. 9

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Restaura el compañerismo

Viene pag 8… 5- Ataca el problema, no a la persona: No es posible arreglar el problema si lo que te interesa es encontrar quien tuvo la culpa. “la repuesta amable calma el enojo, pero la agresiva le echa leña al fuego”. Si estás enojado nunca lograrás persuadir a la otra persona; elige tus palabras con mucho cuidado. 6- Coopera tanto como puedas: Pablo dijo: “En cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos”. La Paz siempre tiene un precio. Puede costarnos nuestro orgullo; nuestro egoísmo. Por amor al compañerismo, haz lo mejor que puedas para llegar a un compromiso, para

adaptarte, para optar por lo que la otra persona prefiere. “Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el espíritu, algún efecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento”.

Esta edición fue hecha en base a 3 capítulos del libro de Rick Warren, “Una vida con propósito”, a quien pido disculpas por usar sus anotaciones y por quien doy gracias al Señor; ya que su libro es una motivación para llevar una vida agradable al corazón de Dios. Los invito a que lo lean. Mil gracias. Dispongamos nuestro corazón para dejar crecer el espíritu. 10

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