“Porque la paga del pecado es la muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 6,23. Nosotros sabemos que es pecado ciertas cosas, pero ya no tenemos claras cuáles. Lo anormal pasó a ser lo normal y lo malo pasó a ser bueno. Un ejemplo claro es el aborto, Dios en sus mandamientos nos dice: No matarás, y con el aborto estamos legalizando un pecado muy grande. Eso hace que nuestra idea de pecado cambie. Nos acostumbramos a vivir en lo que nos vende el mundo y perdimos la esencia de la verdad y de aquella manera que Dios quiere que vivamos.
Mi mamá tenía un libro religioso ya viejo, sin pasta, hasta las hojas ya roídas por el tiempo, con imágenes grandes donde aparecía Satanás con su ejército de demonios y se llevaba el alma de las personas de acuerdo con el pecado que había marcado su vida. Así el glotón era un gordo con una pansa muy grande y con la boca llena, y la mesa puesta con manjares; siempre un cerdo con una manzana en el hocico, frutas y botellas de vino. Los demonios eran gigantes, con cachos, una larga cola y apariencia de monstruos feroces, estaban sentados con él comiendo y luego lo arrastraban a un lugar tenebroso donde lo encadenaban. Los demonios de la lujuria; tenían los ojos rojos, eso me causó curiosidad ya que el libro era de color amarillento los dibujos de negro y no tenían más colores. Veía esos dibujos donde los demonios con sus tridentes sostenían a las personas por el cuello, y sentía temor en mi corazón de niña. Ahora pienso, que, así parezca tonto, sí he visto ese rojizo en los ojos de algunos hombres cuando miran con ese deseo fastidioso y desagradable, y esas palabras que pronuncian que son sólo la expresión de la lujuria que sale por su boca y por sus poros y me parece estar viendo esos demonios. Puntos de interés: Qué es el pecado •El pecado original •Pecado mortal •Concupiscencia de la carne y de los ojos •Los 7 pecados capitales •Nuestra responsabilidad ante los pecados de otros •Sólo arrepintiéndonos nos reconciliamos con Dios y recuperamos el derecho al reino. 1
Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: periodicoyosoy@hotmail.com *Ilustraciones: Cortesía de Fano Visita Nuestra página web: www.periodicoyosoy.com
¿Qué es el pecado? Es todo lo que hacemos que rompe nuestra relación con el Señor. Son acciones que nos dañan a nosotros mismos como seres individuales o que dañan a otros, física, emocional, sicológica y espiritualmente. Los pecados son inclinaciones malas que tiene el ser humano en su propia naturaleza. Es todo lo que se aparta de lo recto, de lo justo, de la verdad, de la bondad, del amor. Pecado es: 1-‐ Todo lo que hacemos que nos lastima a nosotros mismos. Así como ingerir alimentos que van en contra de nuestra salud, drogas, exceso de alcohol, de antidepresivos, hacernos daño físico a propósito, o entregar nuestro cuerpo al disfrute y deleite de otros. Recordemos que somos templos vivos del espíritu Santo. 2-‐ Todo lo que hacemos que destruye nuestra relación con los demás. Cuando en nuestras relaciones con los demás utilizamos palabras que ofenden a otros, que lastiman su integridad moral, cuando estamos pendientes de los defectos de las personas con las que vivimos y nos pasamos el día criticándolos, cuando nos ensañamos con una persona y descargamos en ellos toda nuestra ira y amargura, cuando no cumplimos con nuestros compromisos adquiridos como sostener nuestra familia, darle buen ejemplo a nuestros hijos,
mantener la unidad familiar. Cuando nuestros comentarios dañan el buen nombre de otros o atentamos contra la imagen de ellos. Cuando lastimamos física, moral y espiritualmente a nuestros padres, hijos, hermanos, amigos, pareja, compañeros de trabajo, en fin, cuando perdemos el respeto y pasamos por encima de ellos para conseguir algún fin. 3-‐ Es todo lo que hacemos en contra de la naturaleza. Si fumamos estamos contaminando el aire, si tiramos la basura en la calle; contaminamos el medio ambiente, si desperdiciamos el agua; atentamos contra el bienestar de otras generaciones, si utilizamos spray como desodorantes; contribuimos a acabar con la capa de ozono, en fin lo que está en nuestras manos evitar y no lo hacemos. O lo hacemos a propósito. Sólo arrepintiéndonos y buscando la ayuda de Dios por medio de la reconciliación, recuperamos el derecho al reino eterno.
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El pecado original Cuando formamos parte de la familia de Dios como lo eran “Adán y Eva” quedamos sujetos a sus reglas de convivencia, como sucede en toda casa y empresa. Y si deseamos quedarnos allí debemos sujetarnos a esas reglas. El ser humano por naturaleza necesita límites y cuando rompemos esos límites atentamos contra la autoridad de Dios y nos salimos voluntariamente de su casa. Cuando Dios creó la tierra, les dio a Adán y a Eva el paraíso para vivir, se trataba de un estado ideal de vida, donde eran una sola unidad con el Espíritu de Dios. Con el pecado original el espíritu del hombre se reveló contra el Espíritu de Dios; le dijo algo así como yo quiero empezar mi vida sin ti, yo soy capaz sólo, deseo experimentar sólo, conocer nuevas cosas, y por ahora no te necesito. Y al pasar Adán por encima de la advertencia de su padre; “Dios”, quedó voluntariamente fuera de la protección y de la guía de ese Espíritu Divino, y no sólo eso, quedo expuesto a enfrentar humanamente el bien y el mal, cuando no estaba en capacidad para entender lo que le esperaba. Pero a su vez el cuerpo y el espíritu del hombre que eran uno sólo se separan porque el cuerpo se independiza del espíritu y comienza una etapa nueva para la vida del hombre, en ese entonces para la vida de Adán y Eva; que marcó a la humanidad, y que se refleja en la historia
de la vida de cada uno de los que han pasado por la tierra. Esa lucha interna entre el espíritu y el cuerpo es lo que conocemos como guerra espiritual. Cuando el espíritu del hombre se separó del Espíritu de Dios y a su vez el espíritu se separó de cuerpo; cosa con la que no contaba el hombre, como tampoco contaba con que así se alejaran los espíritus (El de Dios y el del hombre), el uno del otro, siempre dependería y necesitaría de esa fuerza creadora, pues el Señor implantó en el hombre sus improntas que son el sello de pertenencia, como la marca registrada que acredita que pertenecemos a Dios. Por esta razón jamás nuestra alma y nuestro espíritu se sentirán en un estado pleno sino es en perfecta unión con el espíritu de Dios. Pero desafortunadamente esa unión incluye nuestro cuerpo que esta como un niño cuando los papás salen de casa y él queda solo, desatado.
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Consecuencias del pecado original
que sembró en nuestro ser. Debilitó nuestra voluntad quedando a merced de nuestros deseos y de nuestros instintos inclinándonos al mal; desatando en el hombre los vicios que terminan atándolo y habituándolo al pecado. De aquí provienen los pecados madres: El orgullo y el deseo del disfrute de los placares de la carne.
El orgullo
“Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriaguez, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5,19-‐21; Rm 1, 28-‐32; 1 Co 6, 9-‐10; Ef 5, 3-‐5; Col 3, 5-‐8; 1 Tm 1, 9-‐10; 2 Tm 3, 2-‐5) Del pecado original quedaron las malas inclinaciones del ser humano causando desorden en la vida del hombre y la mujer. La consecuencia más grave es que debilitó nuestra naturaleza divina: “luz, verdad, y equilibrio, herencia de nuestro creador”, nos olvidamos de donde proveníamos y
El Señor nos creó a imagen y semejanza suya, quiso que gozáramos de buen nombre y de prestigio, deseaba que nuestra palabra tuviera valor, que nuestra presencia fuera estimada donde llegáramos y quería que le diéramos valor al cuerpo que nos dio. Pero nosotros como somos tan hábiles para voltear todo, decidimos que sí, éramos muy importantes y que nos merecíamos todo pero no nos importó por encima de quien tendríamos que pasar. Y nos volvimos orgullosos. De donde nacen 3 pecados: 1-‐ La soberbia. 2-‐ La envidia. 3-‐ La ira injustificada. El orgullo es la raíz más honda de todo pecado. Es la voluntad de no obedecer, de ser cada uno el dueño de sí mismo, es un apetito desordenado que busca complacerse a sí mismo, buscando la fama y el reconocimiento. No quiere ver sus defectos, no reconoce, ni estima las cualidades y los dones de los demás. Exagera los defectos de los demás.
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La soberbia
La envidia
“Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin amor y, sin piedad”. Romanos 1, 29-‐31 Rebeldía ante Dios: Se creen autónomos, no quieren obedecer ni someterse a Dios. No reconoce que lo bueno que hay en él es dado por Dios. Acaso no hemos escuchado personas que dicen: “lo que tengo me lo he ganado con el sudor de la frente, a mí nadie me regala nada y si no trabajo no lo tengo. ¿Dios?, ¡no! mi trabajo. Pero esa persona no piensa que es Dios el que le ha abierto la puerta a las oportunidades, que le ha dado inteligencia para hacer buenos negocios, un buen trabajo, salud y ganas de luchar y de trabajar, y que gracias a él tiene lo que tiene. A las autoridades, sus superiores y jefes: los crítica en cada oportunidad. Le es difícil someterse a la autoridad de ellos y está pendiente del momento en el que cometan una falta para tener con que demeritar su autoridad.
«Es a la persona humana lo que la caries es a los dientes». Es sentir alegría ante el mal ajeno o sentir tristeza ante el bienestar, el éxito o los bienes de los demás. No tolera que otros triunfen, que sean estimados y elogiados por encima de él. Son conductas aprendidas en la niñez a través de comentarios que dicen y hacen los mayores mientras los niños están jugando o en otra actividad cerca de ellos, demeritando o disminuyendo las virtudes y cualidades, aumentando, exagerando, e inventando los defectos y errores de los demás. De aquí vienen los comentarios, las murmuraciones, las calumnias, las interpretaciones retorcidas, las exageraciones. El envidios@ pierde su paz interior. 5
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La ira
Es la necesidad de reaccionar violentamente ante determinado sufrimiento o contrariedad física o moral. La ira es descargada contra las personas, los animales y las cosas. Hay varios tipos de ira:
de personas? Y si es el jefe del hogar o del trabajo, es estar sometidos a una tensión nerviosa a diario y por años. Cuando no se le pone freno a tiempo y en el momento indicado, la ira lleva a perder la prudencia, la amabilidad, el espíritu de justicia, el recogimiento interior, la paz interior, por lo tanto espiritualmente perdemos la docilidad a la acción del espíritu de Dios y nos lleva a no reconocer y a negar los derechos de los demás.
Concupiscencia de la carne
1-‐La impaciencia: Mal humor que se siente a la primera contrariedad. 2-‐ El arrebato: Irritación desmedida que se manifiesta a través de gestos desordenados. Como halarse el cabello, torcer los dedos de las manos, lastimarse como aruños o golpes así mism@ 3-‐ La Violencia: se expresa con palabras y golpes fuertes y violentos. 4-‐ La cólera: los que se irritan enseguida y por leves motivos. Esto me hace acordar de un primo que decía: “mi esposa tiene un genio parejito; verraca a toda hora”. ¿Pueden imaginar el estado de nervios de quienes tienen que convivir con este tipo
“Todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida”. 1Juan 2,16 Concupiscencia de la carne: es el deleite desordenado y exagerado de los deseos e impulsos de la carne y el anhelo ferviente de gozarlo. Es el desorden de los instintos naturales del ser humano: Comer, beber y descansar. De aquí nacen tres pecados:
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La gula
dominio sobre sus deseos y a la vez aprenden a manejar sus impulsos sexuales desde pequeños, llevándolos a tener dominio propio y a saber apreciar la virtud de la castidad. Esto se debe a que: los seres humanos necesitamos límites y reglas y tenemos unos niveles de acción:
ESPIRITUAL: inteligencia y voluntad, amor, felicidad
PSICOLÓGICA: deseos,
Comer y beber en exceso. Es el abuso de los alimentos necesarios para la conservación de la vida del hombre. Es exceso sin cuidado de la moderación y de la salud, comer sin sentir necesidad, comer más de lo que pide el cuerpo. ¿Qué consecuencias trae la gula? Esclaviza, ata y encadena el alma al cuerpo, daña la salud, debilita la vida espiritual. Es un serio obstáculo para hacer algún tipo de privaciones, con fines a educar la voluntad. Desencadenando la falta de voluntad, que trae como consecuencia los vicios, las dependencias y faltas contra la castidad. Predispone a la incontinencia de los sentidos y nos lleva a olvidar que hay personas que pasan hambre y sed. En un curso que tomo de formación para delegados de familia, explicaba la sicóloga que cuando ponemos horarios para las comidas y actividades de los niños contribuimos a que aprendan a tener
querer, encanto
BIOLÓGICA: impulsos, atracción, placer. Si nos dejamos llevar por la parte biológica (nuestro cuerpo con sus sistemas, digestivo, reproductor, circulatorio, respiratorio, etc) nos manejan los instintos o los sentidos. Si unimos la parte biológica con la parte psicológica (sentimientos, emociones) nos manejan los impulsos y los deseos a lo que llamaremos actuación espontánea; pero si le colocamos a esas dos la parte espiritual, que es la inteligencia y la voluntad, facultad que nos dio Dios por medio de la libertad para decidir y actuar, es actuación consciente. “Sentir no es consentir”. De manera que si decimos: “no me pude contener, podríamos preguntarnos ¿somos animales o personas?” La verdad es que tenemos que decir: “no me quise contener”. 7
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La lujuria “Por eso Dios los abandonó a sus bajas pasiones y a la inmoralidad, de forma que ellos mismos degradan sus propios cuerpos, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la creatura en lugar del creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. Por otra, también los hombres, dejando las uniones naturales con la mujer, se entregaron a la homosexualidad, hombres con hombres, cometiendo acciones vergonzosas y recibiendo en su propio cuerpo el castigo merecido por su extravío. Y como no se preocuparon de tener el conocimiento cabal de Dios, Dios los abandonó a su mente depravada, que los empuja a hacer lo que no deben. Romanos 1, 24-‐28
Apetito sexual desenfrenado: Deseo sexual desordenado, inmoderado e incontrolado. La lujuria vivida fuera del matrimonio involucra directamente la utilización y la cosificación del otro considerándolo como un medio y un objeto que uso para dar rienda suelta y satisfacer los placeres del instinto de reproducción. El hombre que da rienda suelta a sus deseos sexuales pierde la capacidad de amar, por lo tanto jamás se sentirá saciado y conforme con ninguna pareja. Este vacío lo puede llevar a cometer actos depravados como tener relaciones con personas del mismo sexo, con niños o niñas de escasa edad, con animales, o buscar mecanismos sadomasoquistas, para encontrar placer.
En el momento de establecer una relación formal, la impulsividad sexual venda los ojos, desata más los impulsos, por lo tanto no hay lugar para conocer, y analizar aspectos de la otra persona como: enfermedades en la familia, cómo son sus padres, cómo es su educación, cómo es su relación con sus hermanos y familiares, cuáles son sus metas y cuál es su concepto de relación de pareja. Ell@s ponen en juego el verdadero concepto del amor. Amor es comprometerse, darse, entregarse, valorar y respetar al otro. Esto exige fidelidad, perseverancia, perdón, respeto a la dignidad y a la integridad del otro. La castidad es la virtud que regula el uso de la sexualidad según su propio estado. Es sentir que tenemos autoridad y dominio sobre nosotros mismos. No es represión de la sexualidad sino una fuerza que le da sentido a la vida y a la relación de pareja. La castidad revela a los ojos, a los sentidos, a la inteligencia y a la voluntad todas las posibles herramientas para construir un hogar firme y estable.
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La pereza Desgano por el trabajo y por ser una persona útil y proactiva. Es el deleite que inclina al hombre a evitar la incomodidad. Es una enfermedad de la voluntad que rehúye y rechaza cualquier tipo de esfuerzo. El perezoso es un verdadero parásito que vive de los demás en cuanto se puede. Es manso y tranquilo mientras no se le mande a trabajar. Se origina en la falta de motivación, en la rebeldía, en la mala formación recibida en el hogar debido a que no se le delegaron responsabilidades. Es quien todo lo hace con lentitud, con flojera, con indiferencia. Si hace algo por lo general termina haciéndolo mal. L@s hay quienes no rechazan, ni se rehúsan al trabajo, pero siempre se retrasan en las tareas y en los trabajos asignados. O el que no hace nada porque se fatiga y muestra aversión a realizar cualquier tipo de trabajo.
La concupiscencia de los ojos Es el desorden del apetito natural de los bienes exteriores: la riqueza, lo fastuoso y el lujo. Dando origen a la avaricia que es el apego y el amor exagerado y desordenado a los bienes materiales que se tienen. El avaro busca y quiere conseguir por todos los medios la riqueza, así sea, pasando por encima de quien sea y aún a costa de sacrificar su propia salud o la de los que trabajan para él. Para el avaro su fuente de felicidad está en la riqueza material. Solo le interesa poseer, atesorar.
La avaricia
Su Dios es el dinero. Por lo tanto es inescrupuloso, no le importa el daño que causa a los demás, es tacaño con los demás y consigo mismo, es indolente a las necesidades y a las penas de los demás. Cuando gasta lo hace con dolor y con tacañería. Su corazón endurecido no le permite ver la necesidad de otros, lo hace ingrato con Dios, envidioso y difícil para buscar el arrepentimiento.
El pecado contra el Espíritu Santo “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; Mt 12, 32; Lc 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. 9
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Pecado mortal Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: 1-‐“Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave. Materia grave es lo que contemplan los mandamientos que Dios nos dio y que nos ordena que obedezcamos. 2-‐ Es cometido con pleno conocimiento. 3-‐ Y deliberado consentimiento. Por ejemplo la ley de Dios nos dice: no cometerás adulterio, (materia grave), lo conozco como mandamiento y a pesar de eso y a sabiendas de los problemas que voy a causar y del dolor que traerán, aún me empeño en tener a esa persona para mí. La ignorancia o falta de conocimiento sobre el pecado no nos exime de las consecuencias del pecado. Si paso la noche con un hombre casado y no sabía que él es casado, no evita que quede embarazada y que tenga que asumir todo lo que esto implica. Por eso nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno.
Pecados que claman al cielo El clamor del pueblo oprimido en Egipto (Ex 3, 7-‐10); el lamento del extranjero, de la viuda y el huérfano (Ex 22, 20-‐22); la injusticia para con el asalariado (Dt 24, 14-‐ 15; 5, 4). Las personas y niños que mueren de hambre, las familias desplazadas por la violencia, las víctimas del tráfico sexual, de las guerras sin fin. Los niños abortados, El sufrimiento de las madres por sus hijos en drogas y en malos caminos, etc.
Pecados Institucionales
Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Como la legalización del aborto. Las “estructuras de pecado” son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un “pecado social”.
Nuestra responsabilidad ante los pecados de otros El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos con ellos: participando directa y voluntariamente; ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos; no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo; protegiendo a los que hacen el mal. (Tomado del catecismo de la Iglesia Católica). “Tu vida eterna está en juego”. 10
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