Cuba en pandemia

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Sumario 4 26 31

Ventanas adentro Sadiel Mederos Bermúdez

Reinventar la realidad Lilian Rosa Burgos Martínez

El futuro de la industria musical: entre la incertidumbre y la acción Eileen Sosín Martínez

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Tecnologías resilientes para esta y otras crisis

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Covidia y Pandemio en la resistencia

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Mujeres cubanas en el laberinto de la (in)justicia penal

Mónica Rivero Cabrera

Ramsés Morales Izquierdo

Alina Herrera Fuentes

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¡Estoy rotando! Julio Antonio Fernández Estrada

Distancia de intimidad elTOQUE, Periodismo de Barrio

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Sumario 87

Teorías de la conspiración asociadas a la pandemia Enrique Torres

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Sortear la escasez

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Imágenes después de abril

Glenda Boza

La cárcel y la libertad de Boris Claudia Bravet Ramírez

elTOQUE, Periodismo de Barrio

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Ventanas adentro SADIEL MEDEROS BERMÚDEZ


Siempre que camino el bulevar y subo la loma de la calle Independencia, encuentro a este viejo perrito echado en el alféizar. Por primera vez lo veo junto a su dueño. (Foto: Sadiel Mederos).

Aquella señora aferrada a su pañuelo, abriéndose paso entre la multitud del ómnibus P5, el penúltimo día con transporte público en La Habana, sería el preludio de mis tres meses de cuarentena lejos de la capital. El regreso a Santa Clara me ha llevado por calles solitarias. La vida pública aparece ahora enmarcada, constreñida por barrotes y hendijas. Las rejas como hipérbole de contención al ladrón, a la visita, al morador. Los cristales como espejismos de un mundo paralelo y oportunamente distante. La sensibilidad en busca de otros horizontes privados.

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Más allá de las colas y sus policías, siempre surrealistas, la vida convulsa de una ciudad en cuarentena debe buscarse puertas y ventanas adentro.

Pon tu teléfono horizontal Asegúrate de tener bloqueado el giro automático de tu pantalla

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Una señora abstraída del mundo. (Foto: Sadiel Mederos).



Una pequeña familia reunida a la hora del almuerzo, entre edificios multifamiliares del reparto Camacho. (Foto: Sadiel Mederos).



Justo antes del aguacero vespertino, una devota de la Regla de Ocha-Ifá o Santería, culto sincrético cubano, cierra las ventanas de su casa. (Foto: Sadiel Mederos).



En los caseríos que bordean la carretera Central, entre Santa Clara y Esperanza, únicamente las cercas de alambre, almácigo y piñón de pito marcan los límites, y no las ventanas. (Foto: Sadiel Mederos).



Tal vez este hombre estaba, como Benedetti, decidiendo qué clase de día quería tener. (Foto: Sadiel Mederos).



Las plantas de mis vecinos nunca han estado tan verdes. (Foto: Sadiel Mederos).



Una señora llama a su gato varias veces antes de desistir. (Foto: Sadiel Mederos).



La interrupción del café. (Foto: Sadiel Mederos).



Santa Clara es una ciudad de 216 000 habitantes que cada vez más parece campo. Cuando baja el sol, la penumbra en sus calles es apenas rota por luces salpicadas que escapan de las ventanas. (Foto: Sadiel Mederos).


Este proyecto fue apoyado a través del programa de Microgrants Check Global COVID-19.


Pon tu teléfono vertical


Reinventar la cotidianidad LILIAN ROSA BURGOS MARTÍNEZ


Foto: Sadiel Mederos.

Cuando Nelson Mandela fue puesto en libertad, después de haber pasado los últimos 27 años de su vida en prisión por razones políticas, el sufrimiento que le aquejó podía verse reflejado en su rostro. En cambio, como expresara el escritor estadounidense Arthur Miller, su fe no se quebrantó. ¿Cómo es posible que saliese de tres décadas de encarcelamiento con tal esperanza y tanta calma interior? Las respuestas psicológicas a la adversidad suelen ser diversas. Los pronósticos son sensibles a la influencia de aspectos como las características de personalidad, recursos psicológicos adaptativos, resiliencia, factores situacionales y otras variables psicológicas. Un aforismo nietzschiano nos acerca a la sabiduría de reconocer que, si tenemos un por qué vivir, podemos ingeniarnos un cómo. La pandemia de la COVID-19 en el mundo ha suscitado múltiples testimonios. Algunas personas

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han vivido uno de los momentos más difíciles de su vida, otras han afrontado este tiempo con más optimismo y han gestionado formas creativas de vivir y resolver la crisis. Lo común de esta experiencia ha sido tener que aprender a arreglárnosla ante la incertidumbre y el malestar resultante de no saber cómo será la vida en lo adelante. Angustia, miedo, tristeza, ansiedad y cierta desesperación ante la búsqueda de certidumbres en medio de un escenario social tan complejo han sido algunas respuestas subjetivas a la pandemia. Ante el peligro real que acecha a causa de un virus que interrumpe y toma el control de la vida social, amenaza la vida individual e impone sus propios tiempos, esas sensaciones pueden sentirse latentes. Opresiones torácicas, palpitaciones y ahogos son algunas de las reacciones que nos advierten de su presencia. Algunas personas pueden sentir que un peligro se acerca, muchos han cambiado rutinas y proyectos inmediatos sin detener la vida ante el ritmo que impone la ley de la naturaleza. El distanciamiento sanitario en Cuba ha tenido sus singularidades. No ha habido toque de queda, pero ha aumentado la vigilancia y el control de las fuerzas de orden público. La alerta “Quédate en casa” ha sido escuchada como un deber moral por gran parte de la población, pero el estrés cotidiano asociado a encontrar alimentos y el miedo a quedarnos sin provisiones básicas ha llevado a muchos a sentir que la realidad los supera. Prepararnos psicológicamente y planificar una estrategia de acción efectiva (madrugar, llevar provisiones, sombrillas, nasobucos, sillas plegables y más) para afrontar con éxito las colas ha

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sido una necesidad inherente a este tiempo. Ante el recrudecimiento de la crisis económica que se avecina, estructurar un proyecto de vida laboral y personal tropieza con ciertas limitaciones. ¿Cómo reinventar la cotidianidad desde la apuesta por el bienestar subjetivo y el bienestar social? Las herramientas psicológicas para afrontar esa reinvención no son universales. Toca a cada persona encontrar sus propios modos de reconfigurar la cotidianidad emergente, comprendiendo lo reparador en cada caso. Este tiempo de pandemia ha sido útil no solo para reconocer los malestares psicológicos resultantes de la crisis, sino también para identificar fortalezas y desarrollar iniciativas individuales y colectivas para sobrevivir. Tras experimentar privaciones que han limitado el acercamiento físico, una parte de la sociedad ha utilizado la virtualidad como esa dimensión –con muchas limitaciones en nuestro contexto– que permite el teletrabajo, obtener noticias frescas sobre la pandemia, participar en eventos culturales y foros científicos, hacer activismo social, recibir atención psicológica a distancia, hacer grupos de meditación, realizar compras online, crear grupos de solidaridad para gestionar productos básicos o promover la literatura, socializar y mantener el acercamiento emocional con parejas y personas queridas. La vida virtual, especialmente WhatsApp para la población cubana que puede acceder, ha sido un pilar esencial para compensar y sostener una situación social histórica e inédita. El momento nos invita a repensarnos y reinventarnos. Este impasse puede ser una oportunidad favorable para resignificar y redireccionar la

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vida que veníamos viviendo. Podremos hacer los duelos pertinentes respecto a los planes que no pudimos cumplir en los últimos meses, pero también pongamos la mirada en los aprendizajes y logros. Apostemos también por aquellos cambios y proyectos posibles. Como escribió Eduardo Galeano: “¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”.

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El futuro de la industria musical: entre la incertidumbre y la acción EILEEN SOSÍN MARTÍNEZ


Ilustración: Mayo Bous.

Han pasado varios meses desde que la pandemia del coronavirus se instaló en las Américas. Si bien queda lejos algo que pueda llamarse normalidad, y todavía hay quien hace control de daños, muchas compañías, ejecutivos y promotoras musicales transitan hacia las posibles soluciones. Quizás lo primero sea justamente evaluar el escenario actual y las perspectivas más inmediatas. Hasta el momento, en Cuba han faltado pronósticos de pérdidas económicas, análisis sobre el comportamiento de los públicos, y otros estudios. ¿Cuánto han cambiado los hábitos a la hora de escuchar música? Durante las primeras fases de la recuperación, incluso en La Habana, durante el mes de gracia que tuvimos en julio, ¿cómo funcionaron las salas y lugares que abrieron entonces? “Al tomar las medidas de distanciamiento tuvimos que quitar más de 20 capacidades, por lo que, incluso en el mejor de los días, no nos fue muy bien”, cuenta Guillén García, propietario de

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La Casa de la Bombilla Verde, donde la trova ha encontrado refugio. Si bien las instrucciones son iguales para todos, las características de cada sitio influyen de diferente manera. “Uno tiene que mantenerse vigilante todo el rato –explica Guillén– y es muy difícil evitar que la gente sentada en diferentes mesas se levante, se salude, interactúe… fundamentalmente en un lugar como el nuestro, un espacio cerrado, donde todo el mundo está acostumbrado a encontrarse”. Hacia mediados de abril, una encuesta efectuada en Estados Unidos mostraba, por ejemplo, el aumento de consumo de videos musicales en Internet (por encima del audio), y la tendencia de las personas a buscar música que les hiciera feliz o les calmara. Disponer de tales pistas contribuiría a tomar mejores decisiones: saber dónde estamos es lo que permite actuar y proyectarnos con certeza. A nivel global, los conciertos virtuales resultan una de las salidas por excelencia. Más que eso: algunos expertos comienzan a verlos como un nuevo producto, que permanecerá luego de la pandemia. El director de la agencia OCESA Seitrack, Alex Mizrahi, se ha referido a un “modelo híbrido”, que combine las presentaciones en vivo (cuando se pueda) y el streaming. Si bien al principio estos conciertos estuvieron marcados por cierto empirismo, y unos cuantos fueron hermosos actos de solidaridad y consuelo mutuo, ahora varias voces se inclinan por “profesionalizarlos”, como el músico y productor argentino Nahuel Briones, pionero en ofrecer shows vía streaming y cobrar por ello.

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O sea, por un lado, habría que diseñar espectáculos únicos –con su respectiva producción, dramaturgia, sonido adecuado–, a fin de trascender el mero hecho de grabarse en casa o en un club vacío; y, por otra parte, idear un modelo de negocios que dé valor a tales presentaciones, para que los artistas puedan cobrar por ellas. Incluso hay quienes hablan de llevar al mundo online festivales completos, y hasta giras, enfocadas en la audiencia de una ciudad o región. “Esas nuevas formas han ido mutando también –señala Lilian Triana, productora del festival Varadero Josone Rumba, Jazz & Son–. Hoy se ofrece algo más que música: la exclusividad de un código que permita el acceso a la plataforma en un único dispositivo, interactuar con el artista o enviar souvenirs… Hemos visto muchas combinaciones, y seguiremos trabajando en ello, porque hay que ser muy creativos y reinventarse a altas velocidades para conseguir, de alguna manera, los niveles de satisfacción del público que se logran con eventos en vivo”. Esto remite, nuevamente, a demandas conocidas en el contexto cubano: mejorar y extender el acceso a Internet, desarrollar el comercio electrónico y las pasarelas de pago para productos y servicios (música incluida). Por lo pronto, las transmisiones de los conciertos online por radio y televisión ayudan a paliar las carencias.

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Ilustración: Mayo Bous.

Entretanto, sería muy atinado garantizar la conectividad de los músicos (mediante políticas específicas, como mismo antes se ha priorizado a otros profesionales), de manera que ellos y ellas puedan mantener el nexo vital con sus públicos. Imaginemos que nuestros intérpretes favoritos pudieran compartir los acordes de un tema que nace, conversar sobre las canciones que les han inspirado, o participar en podcasts y charlas con otros músicos. Aun sin que fueran iniciativas redituables, el sector necesita estos y todos los impulsos posibles.

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Además, en un momento de auge creativo, Internet multiplica su valor como herramienta para la colaboración. Compositores de medio planeta trabajan junto a los de la otra mitad para concebir y lanzar nuevas piezas; un rico proceso global del cual los cubanos no deberían quedar fuera. Existen razones para un poco de optimismo: la cuarentena no disminuyó los lanzamientos discográficos en el mundo, que incluso crecieron en algunas semanas. Como reflejo local de este fenómeno, durante los pocos días que duró la fase 1 en La Habana, Real Project comenzó a grabar su próximo álbum con PM Records. “La verdad es que se cumple con una serie de medidas: cuando llegas tienes que desinfectar los zapatos, las manos… y es muy reducido el personal dentro del estudio”, describe Ruly Herrera, baterista y uno de los directores de la banda. Estas restricciones, desde luego, agregan estrés al flujo de trabajo: “A lo que antes hacías con mucho más desenfado y tranquilidad, porque solamente debías preocuparte por dar el máximo, ahora se suma la preocupación de tener el nasobuco, de no saludar a nadie con un abrazo… Todo el tiempo hay que estar pensando en la higiene, en la distancia”. Se ha vuelto común que diferentes revistas internacionales publiquen sus listas de “recursos para músicos” en tiempos de la COVID-19, las cuales abarcan desde asesoría legal hasta el pago de impuestos. Por estos lares, bien que vendrían compendios y actualizaciones de las medidas tomadas hasta ahora en el sector, recomendaciones específicas

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de salud mental, tips para mantenerse creativos, buenas prácticas en redes sociales… Dicho de otro modo, las respuestas deberían pensarse en un sentido integral, más allá de las precauciones sanitarias y la cobertura de salario. Asumamos que para la mayoría de los músicos y trabajadores de la industria el paso a la normalidad será más lento. Acostumbrados a dinámicas intensas, padecen sobremanera la pausa prolongada. En este instante todo el mundo se plantea las mismas preguntas y se enfrenta a situaciones parecidas. Por eso resulta altamente recomendable monitorear las soluciones que otros han ido implementando. Amalia Rojas, productora del festival Havana World Music, comenta que algunos grandes eventos han buscado alternativas como delimitar espacios en el suelo o colocar palcos donde caben pocas personas. “Creo que pintar círculos en el césped podría funcionar, pero luego sería muy compleja la logística que eso requiere, teniendo en cuenta también la cultura del cubano de estar ‘cuerpo a cuerpo’…. Habría que ver si tenemos tanto personal de seguridad disponible para eso”. Establecer fondos de ayuda y mecanismos para donaciones ha sido una estrategia socorrida y su aplicación en el caso cubano debería al menos valorarse. El festival Rock al Parque, de Bogotá, por ejemplo, redireccionó sus recursos hacia una bolsa de estímulos y premios para músicos, con el objetivo de reeditar grabaciones, encargar portadas de discos y, en general, fomentar la creación de canciones y repertorios. También algunas entidades de gestión de derechos de autor organi-

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zaron fondos de ayuda para autores miembros que pudieron aplicar siempre que demostraran que sus giras se habían cancelado a causa de la pandemia. Así fue como, a través del Fondo Corona, la Fundación SGAE colaboró con más de una decena de compositores cubanos.

Ilustración: Mayo Bous.

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Octubre inició con menos restricciones en la capital, aunque todo parece indicar que en el futuro inmediato la inventiva irá de mano con la cautela. “Hemos pensado varias ideas sobre la apertura de Fábrica de Arte Cubano, las cuales se han desvanecido por los constantes cambios en el transcurso de los meses, debido a la pandemia. Hasta que no exista una estabilidad real y un control sobre la situación no podemos hacer planes”, reconoce X Alfonso, músico y director de FAC. Amalia destaca asimismo la incertidumbre del momento actual y el lastre que suponen los retrasos tecnológicos. “No obstante, los productores estamos planificando lo que se pueda, en busca de soluciones a mediano y largo plazo, de conjunto con las instituciones… Creo que es lo fundamental que tiene que pasar ahora, para, en función de las experiencias de los gestores culturales, y los conceptos de las instituciones, intentar salvar y realizar lo más pronto que se pueda ese tipo de eventos en Cuba”. Si entendemos que las crisis tienen algo de oportunidades, la pospandemia abre una puerta para corregir problemas previos: la burocracia, la negociación de los pagos y los términos de representación con las empresas, los límites a la capacidad de autogestión por parte de los creadores… Puesto a punto, el tejido institucional podría ser otra potencial fortaleza para capear los meses difíciles que todavía quedan por delante. “Creo que en la cuesta arriba de vuelta a la ‘normalidad’ transitaremos por un período de organizar eventos pequeños y medianos, en lugares donde se garanticen las condiciones necesarias,

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hasta que se pueda regresar a la masividad”, avizora Lilian. En La Casa de la Bombilla Verde quisieran hacer cena-conciertos (por reservación) o alguna modalidad similar, “para no perder las presentaciones y que sea rentable tanto para los músicos como para el lugar”, subraya Guillén. Maikel Paz, dueño del bar PaZillo, aboga por incluir música más reposada, en contraste con los géneros populares y bailables, que implican proximidad entre las personas. “La propuesta no va a ser quitar la música en vivo, sino simplemente esperar que las condiciones sanitarias de alguna manera lo permitan”. Cuando todo recuerda aquella máxima de “el cambio es la única constante”, evolucionar es sinónimo de sobrevivir. Quizás haya otra constante: un público deseoso de que el show continúe. David Bernardo, ejecutivo de Tidal España, afirma: “Si pueden tener éxito o no los conciertos virtuales, es muy relativo, pero yo me quedo con las ganas de la gente, porque no han disminuido nada las ganas por escuchar música”. Este texto es resultado de una alianza entre Magazine AM:PM y el Servicio de Información de elTOQUE y Periodismo de Barrio.

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Tecnologías resilientes para esta y otras crisis MÓNICA RIVERO CABRERA


Foto: Copincha.

En 2016 Jorge Luis de la Fuente y su esposa diseñaron varios prototipos de gafas y protectores faciales utilizando botellas de plástico. “Lo concebimos como un experimento con el material, para uso de mecánicos o makers como nosotros mismos, no pensamos en médicos; pero llegó la pandemia y retomamos la idea con este enfoque”, dice. Hasta el momento han confeccionado y entregado gratuitamente más de 200 gafas y máscaras, principalmente en La Habana. “Dentro de la comunidad maker se estaban usando impresoras 3D para confeccionar el soporte de la careta”, explica Jorge Luis. Pero la poca disponibilidad de materiales los hizo volver al reciclaje: “Podemos utilizar productos que están a la mano, no hay que esperar por importaciones”. Jorge Luis decidió entregar 50 máscaras y gafas a médicos que conocía para que las probaran. “En función de lo que nos dijeron después, adaptamos el diseño”. El criterio fundamental ha sido la facilidad de producirlas con pocos recursos para que la experiencia se extienda: “Más que entregar,

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lo que queremos es que cada cual las aprenda a hacer. Del lado de acá lo que hay es un inventor –dice el diseñador–, pero el invento sin comunicación no tenía mucho sentido”. Ahí entra Copincha, una comunidad tecnológica de colaboración abierta que surgió hace dos años y está integrada por innovadores, desarrolladores, artistas… “Lo que nos distingue de otros grupos con la misma filosofía es que tenemos, a la vez, dinámicas de trabajo virtuales y un espacio de socialización física que nos permite colectivizar recursos, fabricar en un lugar específico, trabajar juntos con materiales concretos”, explica Maurice Haedo, uno de los fundadores de lo que él describe como “un grupo de apoyo, un entorno de encuentro”. Alrededor de la fabricación de medios de protección “se fue tejiendo una red”, dice el diseñador industrial, contratado por la empresa estatal Moncar, que ayudó a perfeccionar el diseño de las máscaras y a articular una estrategia de promoción. Una parte fuerte de la alianza es CNA ATRES, cooperativa de Matanzas con experiencia en el reciclaje de plástico. También han tomado diseños de Precious Plastic, una comunidad de la cual Copincha quiere convertirse en “un nodo, tratando de hacer la iniciativa Habana de esa red internacional”. Otros proyectos o instituciones participan como puntos de colecta de plásticos o centros de fabricación. Es el caso de Clandestina, Newmen Studio, la Facultad de Psicología, Mi rinconcito en San Miguel, ArteCorte, Ciclo EcoPapel en La Habana Vieja… VeloCuba y Citycleta colaboran con la transportación. “Prácticamente hay un colector en cada municipio”, asegura Patricia Díaz, de

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Newmen Studio. En Estudio50 instalaron un molino que tritura el plástico para someterlo luego a un proceso y reutilizarlo en máscaras. Los moldes son hechos con tecnología 3D. Para el futuro quieren trabajar la inyección de plástico reciclado, no solamente a partir de botellas, sino usando cualquier producto del material que se pueda reciclar. La idea es continuar haciéndolo con métodos compartidos, donde los inventores no son propiamente “autores” sino “iniciadores”. “Ese ‘hardware abierto’ es la dinámica en que están Copincha y esas comunidades. Son tecnologías muy propicias para Cuba, porque permiten que la gente pueda crear y compartir con mucha más facilidad”, explica Maurice. Por eso han publicado en sus redes sociales infografías y tutoriales promoviendo una forma “fácil, intuitiva, sencilla” para que cualquiera pueda atender una necesidad y resolver un problema valiéndose de sus propios medios.

Imagen de un tutorial publicado por Copincha para confeccionar protectores faciales, a partir de botellas de plástico recicladas.

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Israel Morales, anestesiólogo del hospital pediátrico Juan Manuel Márquez en La Habana ha recibido decenas de estos medios de protección. “Tenemos poco acceso a máscaras profesionales por encontrarnos en un país con pocos recursos. Afortunadamente, no hemos tenido ningún caso de COVID-19 en el salón de operaciones; pero estos protectores faciales, de muchísima calidad, no solamente nos sirven para esta nueva enfermedad, sino para prevenir el contagio de cualquier otra de tipo respiratorio”, dice. El trabajo suyo y de su equipo implica procedimientos como “ventilar con máscara, intubar, estar en contacto con saliva, secreciones, etcétera”, de manera que los medios de protección son indispensables. Para Jorge Luis “trabajar con materiales reciclados supone una velocidad de producción baja”. Patricia Díaz de Newmen explica que existe una capacidad limitada para acopiar y transportar botellas plásticas. “La propia lógica de usar bicicletas como medio de transporte limita la cantidad, pero no es nada que no se pueda solucionar con más ciclistas interesados”. El hecho de que el proyecto reutilice desechos sólidos es considerado uno de sus aciertos, al promover un uso eficiente de los recursos y practicar la sostenibilidad. Copincha tiene un sitio web “para documentar colaborativamente el conocimiento y las experiencias colectivas de creación e innovación tecnológicas que suceden en la comunidad”. Copinchapedia funcionaba antes de la crisis, pero el teletrabajo y el tiempo en casa han permitido desarrollarla y sistematizar esta y otras experiencias

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para situaciones de normalidad y extraordinarias por venir. “Más allá de este momento, vamos a seguir teniendo necesidades. Creemos que la colaboración abierta puede ser una gran herramienta para aprender y enfocar los recursos de una manera socialmente útil”, dice Haedo. “Tenemos que tener tecnologías capaces de adaptarse a las crisis, que constantemente habrá. En pocas palabras: construir formas de trabajo con resiliencia, para sacar el máximo provecho a los recursos y encauzar el entusiasmo por hacer”.

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Covidia y Pandemio en la resistencia RAMSÉS MORALES IZQUIERDO


Ilustración: Ramsés Morales Izquierdo.

Covidia y Pandemio protagonizan esta tira cómica que relata sus vivencias cotidianas, mientras dura la cuarentena por la COVID-19 en Cuba:

Covidia, Pandemio y las redes sociales.

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Covidia y Pandemio en el balcón.

Covidia, Pandemio y las compras online.

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Covidia y Pandemio en Internet.

Covidia, Pandemio y la “cosecha”.

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Covidia, Pandemio y el “escaparate”.

Covidia y Pandemio en el Club de los 120 años.

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Covidia, Pandemio y el noticiero de la televisión cubana.

Covidia y Pandemio en la “abundancia”.

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Covidia y Pandemio en el “reciclaje”.

Covidia, Pandemio y los “efectos secundarios”.

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Covidia, Pandemio y una peculiar noción del tiempo.

Covidia, Pandemio y la libreta de abastecimiento.

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Covidia y Pandemio sin electricidad.


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Covidia y Pandemio en una cena especial.

Covidia y Pandemio frente a la TV.

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Covidia y Pandemio en una cena especial.

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Mujeres cubanas en el laberinto de la (in)justicia penal ALINA HERRERA FUENTES


Foto: Sadiel Mederos.

El 16 de abril pasado la población cubana, a través del programa Mesa Redonda, conoció acerca de la reorganización de una parte del sistema de justicia y de las prioridades que en materia penal tendrían lugar en el contexto de la pandemia. A falta de una disposición normativa específica que ordene los distintos ámbitos de la sociedad, la salud, la economía y la legalidad para este evento, la presentación televisiva vino a responder algunas dudas, aunque con importantes omisiones. Aunque en la mencionada Mesa Redonda se consideró a las mujeres, a las personas de la tercera edad y a los niños como sectores vulnerables, nada se dijo acerca de si tendrían facilidades para su acceso a la justicia penal. Preguntas como de qué manera la Fiscalía General y el Ministerio del Interior van a garantizar los derechos de esos grupos o qué canales exclusivos pueden emplear para

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demandar eventos que pongan en riesgo sus vidas, no se formularon. En 1996 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la violencia de género o intrafamiliar como un asunto de salud pública, debido a que un tercio de la población mundial de mujeres la sufre. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su Fondo de Población (UNFPA) han insistido en que las medidas de confinamiento y aislamiento social han traído aparejadas un aumento significativo de la violencia de género. También lo ha reconocido en Cuba la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Entonces, ¿por qué no considerar que las mujeres en situación de violencia deben tener asegurado un acceso ágil y eficiente a la justicia penal? Si antes de la pandemia las mujeres presentaban dificultades para la radicación efectiva de sus denuncias, por ejemplo, para el delito de amenazas o de ultraje sexual, en el actual escenario se entorpece aún más. Cuando una mujer llega a una estación de policía con el fin de realizar una acusación, no es extraño que se le niegue la radicación de la denuncia y se le derive a las Fiscalías Municipales o al jefe de Sector. En un panel sobre violencia de género realizado en diciembre de 2019, juristas de La Habana y Santiago de Cuba reconocieron que muchos operadores del Derecho entienden que el maltrato psicológico no es violencia, razón por la cual no atienden con la misma importancia a alguien que llega denunciando este tipo de agresión. También explicaron que en ocasiones persiste la idea de que, si hay agresión sexual, la mujer tiene culpa y responsabilidad.

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Los especialistas indicaron que si un hombre toca a una mujer en la calle, sin el consentimiento de esta, la multa que enfrenta –en el caso de que se pruebe la infracción– es de solo 40 CUP (menos de dos dólares). Este tipo de prácticas reproducen la impunidad y empeoran la vulnerabilidad de las mujeres en situación de violencia. A su vez, las mencionadas derivaciones a otras instancias constituyen nuevos obstáculos: Fiscalías Municipales cerradas; guardias que se niegan a recibir la queja por no ser de los “asuntos priorizados”; sucesivas derivaciones a Fiscalías Provinciales como tercera instancia donde solo es accesible un buzón de quejas; imposibilidad de atención personalizada; falta de conectividad a Internet en los sectores humildes para la presentación de las reclamaciones vía web; dificultad para trasladarse hacia entidades lejanas por la escasez de transporte público, entre otras. A los anteriores obstáculos se suman aquellos relacionados con los términos de los procedimientos. El plazo para dar respuesta a una queja presentada ante la Fiscalía, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) o los Tribunales, es de 60 días naturales. Se trata de un proceso demorado, aunque los asuntos penales requieren celeridad. Además, si se tiene en cuenta que al acudir al nivel provincial de la Fiscalía como tercera instancia se adicionan otros 60 días para el traslado del asunto al municipio de residencia de la promovente, entonces el proceso se dilata aún más. Y la denuncia que comenzó en amenazas, puede terminar perfectamente en otro delito de mayor gravedad en tiempos de restricción de movilidad.

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Es tan urgente e importante que la policía atienda las denuncias de las mujeres maltratadas, como mismo hace con las denuncias por atentados y resistencias. En el programa Hacemos Cuba del pasado 22 de abril, el presidente de la Sala Penal del Tribunal Supremo mencionó que los delitos considerados como graves serían los que “pondrían en peligro la vida”. Provoca tanto peligro para la vida la persona que no usa nasobuco, como aquella que, aprovechándose de las circunstancias de aislamiento, agrede a una mujer por el hecho de ser mujer. Este criterio de delitos graves como aquellos que ponen en peligro la vida, aún no tiene forma legal establecida. Sin embargo, podría ser una puerta para priorizar (según la Instrucción) los delitos de violencia hacia las mujeres en los espacios domésticos. Aunque el Código Penal y la Ley de Procedimiento Penal no contemplan de manera dedicada y diferenciada los delitos relacionados con la violencia de género, sí están regulados los delitos sexuales, las amenazas, las lesiones, los delitos contra la infancia y la juventud. Ellos son el marco con que cuenta el país para atender y procesar esos hechos. Hasta el momento, la reorganización de la justicia penal ha sido un proceso que ha atendido de manera fraccionada los delitos derivados de la contingencia sanitaria. Pero, de tenerse en cuenta los pronunciamientos de la ONU y de UNFPA señalados anteriormente, sería necesario considerar también como priorizados los delitos asociados a la violencia de género, debido a su agudización ante las medidas de aislamiento social.

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Es urgente una norma jerárquicamente superior, que ordene la articulación entre las diferentes instituciones operadoras del Derecho y que, de manera explícita, enumere aquellas causales que puedan activar el proceso penal; dígase aquellos hechos que atenten contra la vida y la integridad de las personas, incluida la violencia de género. O, al menos, que mediante Disposición Conjunta se logre homogeneizar los criterios de prioridad en materia penal y las vías de resolución alternativas con mayor rapidez y agilidad procesal.

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¡Estoy rotando! JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA


Foto: Sadiel Mederos.

La frase que da título a este escrito es una declaración simplona de alguien que no sabe que todos rotamos junto a la Tierra, sobre su eje imaginario e incluso nos trasladamos alrededor del Sol, pero es que en Cuba lo simple no es tan simple. Aquí rotamos más de la cuenta, bailamos en casa del trompo, movemos el pie de pívot, nos enredamos en una rueda de casino y rotamos en las colas. Una cola en Cuba no es igual a una fila de ninguna otra parte del mundo. En este archipiélago pasado por agua y cocinado en baño de María, las colas son tumultos, trencitos sin rumba, reguero de gente en todas partes, lupanar del toqueteo y la palabrota, escenario perfecto para los malandrines que hurtan y se cuelan, que engañan al prójimo con estafas centenarias, adelantándose varios lugares por el solo hecho de joder siempre que se pueda.

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Las colas en Cuba son molotes de personas desesperadas con miradas rojizas y atormentadas, temblorosas por la posibilidad constante de llegar al mostrador y que todo se haya acabado, que no quede ningún producto, y que cinco horas hayan sido solo el deporte de perder el tiempo bajo el sol del Caribe hirviente. En las colas se habla de los hijos, de los nietos, de los dirigentes, de las progenitoras de los dirigentes, de las escasas posibilidades de que ellos hayan hecho alguna cola en su vida. Todos somos injustos en las colas, desafiamos a Dios, a la virgen, a los panteones africanos, a los solitarios mesías que habitan a la diestra del padre. Ahora las colas se hacen ataviados todos con nasobucos, como si fuéramos asaltantes de una diligencia; nos miramos con caras groseras, sacamos la lengua al vecino de atasco y nadie se da cuenta de nuestra mueca y nadie siente el hedor de nuestras bocas. Me costó trabajo entender que el nasobuco cubano, finísima palabra de la jerga médica, que no se usa en ninguna otra parte, es también para la conocida en Cuba como peste a boca, ese olor tan íntimo que todos y todas cuidamos de que no llegue a los demás. La falta casi total de pasta dental, en toda Cuba, ha hecho que el nasobuco sea una necesidad no solo de salud pública, sino de honor y dignidad. Las colas cubanas son así. Se puede encontrar personas contentas, hacedores de colas, propensos al disfrute de la avalancha humana, de la aglomeración y del desorden.

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Las personas como yo, obsesivas con la justicia, nos desesperamos en las colas en las que se dan los últimos más de una vez, en las que los viejecitos olvidan a quién dieron el turno, de quién lo recibieron y en las que siempre se arma una bronca de improperios y terminan ganando los pillos que sacan provecho del río revuelto. La cola cubana amerita un diccionario, hay un vocabulario particular de nuestras colas. En ellas se marca, se cuela, se dice “¡Conmigo viene un grupito!”, se pregunta “¿Atrás de quién usted va?”, se venden turnos, se rota toda una madrugada, para ser el primero para siempre. Durante esta cuarentena, he visto personas haciendo colas en tiendas sin productos, por si entra el pollo, el cerdo —que de pronto está en muchos anuncios de la televisión, pero jamás en un mercado—, el detergente; y las personas compran lo que antes solo se miraba, por muy caro o por muy dañino. Las cubanas y cubanos no creemos en cuidado del cuerpo, ni en salud, ni en productos orgánicos, ni en calorías, ni en triglicéridos, ni en grasa en las venas, ni en vena en la grasa, porque los años de cuarentena, de trinchera enfangada, de guerra por la vida, nos han hecho incivilizados y buenos como salvajes inocentes, que nos salvamos de la COVID-19 y comemos todos los días picadillos que medio mundo considera veneno. “¡Estoy rotando!”, grita un hombre en la cola de chícharos verdes picados, pero se ve derecho e impávido, sin intención de baile ni de giros, ni de fiesta, sino más bien con expresión amenazante, como quien te dice solo con los ojos escapados

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del nasobuco, “estoy aquí hace mucho rato y no quiero tener que ponerme bruto con nadie”. Mis ideas son las que rotan, estoy convencido de la necesidad del socialismo, soy un hombre que deambula, no puedo dar argumentos, no entiendo por qué el sol es más fuerte cuando la cola es más larga, por qué las cajeras se demoran más cuando más personas esperan, por qué este nasobuco me parece una mordaza, un freno, la prenda perfecta para nosotros, no entran virus, no salen palabras, no se ve el amarillo de los dientes. Yo también estoy rotando. Espero para comprar cualquier cosa. Las colas están llenas de mujeres, no se ven muchas de clase alta, dónde comprarán ellas sus productos, no me molesta mi pueblo, la gente pobre y sudada me da fuerza, los entiendo, sé de qué hablan, son inteligentes y fuertes, comen cualquier cosa, no saben quién fue Modigliani, pero han visto cientos de horas de documentales de animales y pueden dar una charla larga sobre la cópula del gorila de espalda plateada, así somos y así hacemos colas. Yo también estoy rotando, quiero estar aquí, de primero, cuando además de salvarnos de los virus nos salvemos de las colas y la barbarie.

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Distancia de intimidad ELTOQUE, PERIODISMO DE BARRIO


Ilustración: Mary Esther Lemus.

El proyecto Voces Latinas, que reúne periodistas de Ecuador, Cuba y Costa Rica, presentó en el pasado mes de abril la convocatoria al primer concurso de cuentos cortos Historias de Cuarentena 2020. El objetivo de esta iniciativa fue registrar, de forma creativa, las vivencias de las personas de la región frente a la crisis causada por la COVID-19; y estimular a escritores emergentes a contar sus historias durante el confinamiento. La convocatoria contó con el apoyo de medios como La Barra Espaciadora, Distintas Latitudes y el Servicio de Información de elTOQUE y Periodismo de Barrio. Se recibieron más de 20 cuentos desde Ecuador, Perú, Paraguay, Venezuela y Cuba. “Distancia de intimidad”, de la autora paraguaya Alexandra Pose, fue seleccionado por el jurado como Cuento Ganador. Publicamos el cuento a continuación:

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Debajo de la puerta de mi habitación se filtra un olor a carne quemada, me desconcentra. Me saco los auriculares, abro la ventana y aprovecho para estirar las piernas y dar unos pasos descalza. Afuera está Carlos cocinando, ese olor a carne me da ganas de vomitar, debo esperar que desaparezca antes de aventurarme a la cocina. Mi oficina quedó reducida a un espacio de cuatro por cinco donde se guarda lo que me resta de intimidad. ¿Cómo era vivir con mi hermano antes de la pandemia? Nunca nos cruzábamos, yo llegaba tarde del trabajo y él estaba en la casa de su nueva novia. La existencia de nuestros padres en la casa hacía que solo nos tuviéramos que ver algunos domingos (en los que el menú no fuese asado). Voy a la cocina. Saco del refrigerador un par de huevos —no es que sepa cocinar, pero al menos sé preparar una omelette. Busco un sartén en la alacena, pero ya no queda ninguno. En el fregadero hay una torre de cacerolas con grasa, junto con los platos del día anterior. Incluso se unió la tabla de cortar, que ahora hasta tiene un rastro de sangre. Se nota la ausencia de mamá, ella no los dejaba acumular. Yo solo limpio lo que uso, pero no pienso hacerme cargo del desastre de Carlos. Aunque tenga que comer de un cartón. Desisto y ordeno un delivery de pizza, me la como en el cuarto mientras veo una película. Trato de tener en mente que las familias en un monoambiente la deben pasar peor que yo. La gente logra entretenerse: como ese escritor francés que hizo una expedición dentro de su propio cuarto. Lo único interesante del mío es la guitarra.

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Desgraciadamente mi almuerzo no dura tanto. Mi padre lo interrumpe con una llamada telefónica. —“Salimos solo para ir al supermercado acá en Coronel Oviedo, les extrañamos”. —“Nosotros también papá”. —“Qué bárbaro lo que pasa, leí que es un virus para que mueran los adultos mayores”. —“Basta, papá, esas son noticias falsas”. —“No son falsas, yo sé lo que son las fake news también, hija”. —“No salgan más, compren de Internet. Qué miedo, Sole, mirá si nos roba la tarjeta algún hacker”. —“Mmm… no va a pasar eso”. —“Bueno, te llamo más tarde para que me enseñes cómo usar eso, entonces”. Paso frente al cuarto de Carlos. Le recuerdo que limpie el asesinato que dejó en la cocina. Me responde el silencio. Le doy de comer a las perras y les cargo agua fresca. Voy al baño, Carlos no secó el piso luego de bañarse y ahora lo debo hacer yo, si pretendo darme una ducha. La cocina también sigue igual, pero no tengo tiempo de quejarme, debo estar en una reunión a las tres. Me coloco una camisa, debajo un jean y hasta perfume, quizás eso me ponga de mejor humor. Me saluda mi jefe, los otros programadores y la analista. Carlos golpea la puerta de mi cuarto. No le hago caso. ¿No se da cuenta de que estoy trabajando? —“Sole, papá quiere que le enseñes cómo comprar de Internet”.

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—“Disculpen un momento, ya regreso… Ahora estoy en una videollamada, Carlos. ¿No ves, pio? Enseñale vos”. —“Pero vos sos la experta. No es astrofísica tampoco, Carlos. Seguro hiciste alguna vez un pedido de Amazon. No puedo hablar ahora”. Regreso y me disculpo con mis colaboradores. La analista se ríe, me consuela diciendo que su hijo la molesta todo el tiempo ahora que no lo puede dejar en la guardería. Tal parece que todas las empresas —al mismo tiempo— quieren entrar al mundo de las compras online. Pero ya es tarde para eso, de hecho, también es tarde para estos encargos, no voy a terminarlos para las seis de la tarde. Mi jefe se enoja, los otros programadores también protestan conmigo y la llamada se termina así. *** Necesito una cerveza. Voy a la bodega más cercana, El baratote. Al regresar encuentro a la novia de mi hermano, nos saludamos de lejos, me sonríe y se vuelve a colocar el tapabocas con vergüenza. Se encierran en su habitación y yo en la mía. Me gustaría que Elena también me visitase. Le escribo. —“¿Qué haces?”. —“Hola, Sole, tomo una cerveza ¿y vos?”. —“También. Te extraño, Elena, quiero pasar la cuarentena contigo y no con el imbécil de mi hermano”. —“¿Tan mal la pasas?”.

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—“Sí, prefiero hacer esas cosas que veo que la gente sube al Instagram: pintar su casa o hasta hornear pan. Siempre quise saber hacer pan”. —“Más tarde podemos sextear si querés, Sole”. —“Pero yo quiero verte”. —“No podemos, ¿tus viejos no son población de riesgo?”. —“Ellos se quedaron atrapados en lo de mi abuela en Oviedo, no hay peligro”. —“Igual, Sole, la policía controla cada esquina”. Exploro las opciones de Netflix. Me aburro. Todas las películas que encuentro son decepcionantes. Me gustaría ver por lo menos una película en compañía. Empecé a leer el Decamerón, también sucede durante una pandemia. Quisiera retirarme a un bosque y dedicarme a ser entretenida por narraciones ingeniosas, sin preocuparme por trabajar. Me cuesta concentrarme en la lectura. Escribo a un amigo programador, entre los varones de la oficina se encuentran online a jugar Call of Duty. Elijo volver al Decamerón hasta que Elena me escribe. —“Perdón, baby, me fui a comprar más birra”. —“¡Pensé que tenías miedo de salir!”. —“Pero fui acá cerquita nomás, a El baratote cerca de tu casa”. —“Estuvimos cerca entonces”, respondo y apago el teléfono. Agarro la guitarra. Rasgo un par de notas. Aunque no me agrade mi voz, me animo a cantar “Dancing barefoot”. Escucho la televisión encenderse en la sala “Seis nuevos casos sin nexo aparente sola-

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mente en la capital”. ¿Es que no puede ver la tele en su habitación? Si él puede hacer ruido, yo también puedo. Conecto la guitarra por el amplificador y me paso la correa al hombro. El volumen del televisor sube. No escucho mi propia voz. —“Carlos, andá a tu pieza, estoy tratando de tocar algo”. —“Y tocá, boluda, ¿quién pio te dice algo?”. —“Está muy fuerte la tele, no me concentro”. —“¡Ja! En mi época podía ensayar en el piano con metrónomo mientras los albañiles trabajaban. Intentá un poco usar metrónomo una vez en tu vida”. —“¡Dejame en paz, Carlos! Yo toco para entretenerme, no para tener un título”. —“No vas a poder luego si seguís tocando así”. —“Por lo menos la miro a mi guitarra, ¿sabes? No como tu piano que se usa de posavasos”. *** Ilustración: Mary Esther Lemus.

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Tengo reuniones en la mañana, me quedé mirando una serie para intentar conciliar el sueño. Me despierto cansada, ni siquiera me tomo la molestia de cambiarme el pijama. Me hago un café y ya estoy frente a la computadora nuevamente. Mamá me llama al mediodía. —“¿Ya comieron Jennifer y Angelina? Mirá que tienen que comer ellas”. —“Ahora les voy a dar de comer, están tristes porque no pueden salir de paseo todavía”. —“¿Y vos y Carlos comen algo?”. —“Él dejó un asesinato en la cocina que todavía no limpia”. —“Por lo menos se alimenta, mi hija, no como vos que vivís a base de pizza”. —“Mamá, Carlos es un inconsciente, anoche vino su novia”. —“Y dejale, mi hija, encima que no puede trabajar”. Alimento a las perras. Les acaricio la cabeza y ellas me lamen las manos. Prometo sacarlas de paseo tan pronto se pueda. Se tiran en la tierra, como si también se aburrieran y me miran desde ahí. Entro a la casa; la cocina está peor que antes. Pido un delivery de comida china y me encierro en mi pieza hasta la hora de mi terapia. Carlos se pasea por el pasillo. Cierro la puerta de mi habitación y me llaveo, me da una falsa sensación de privacidad. Necesito que haya silencio en esta casa, por lo menos un poco, pero es imposible. Él enciende el televisor de la sala: “La mayor parte de los casos sin nexo resultaron tener un

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nexo extramatrimonial”, se ríe a carcajadas. Estoy harta de las noticias de este virus. Tomo la notebook bajo el brazo y voy al patio, las perras se levantan a recibirme con ladridos, regreso a la sala con la notebook en mano. —“¿Carlos, justo ahora tenés que ver tele?”. —“¿Y a qué hora querés que vea?”. —“¡Y no sé!”. Llevo la notebook hasta la pieza de mis padres, cierro la puerta, pero sigo escuchando la televisión de la sala. Me encierro en el baño y prendo la ducha. Me siento en el inodoro, me coloco auriculares y hago la llamada. Respiro. —Disculpame que te llame de acá. No tengo intimidad en esta casa. —¿Disculparte? No tengo nada que disculparte. ¿No te gusta el lugar? —No, es el baño de mis padres. Todavía no encuentro mi lugar. Extraño ese diván suyo, el sonido del aire acondicionado y los libros ordenados por seminario de Lacan. Contarlos en mi cabeza para tranquilizarme, recordar que es un lugar de distención, lejos de todos, donde descansa mi intimidad, tranquila. Le confieso que planeo robar las pastillas de dormir de mi madre. Me cuenta que hay un aumento de insomnio en la población, eso me tranquiliza un poco. Me pasa el teléfono de una colega, por si quisiera consultar con una psiquiatra.

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Ver tantas imágenes en las redes sociales de gente aprendiendo a cocinar hace que me entren ganas a mí también, así que compro un polvo para hacer tortas cuando voy al supermercado. En la noche regreso a mi lectura del Decamerón. Al pasar por la cocina veo que la novia de Carlos regresó, los encuentro viendo una película acurrucados en la sala, al menos mantienen el volumen bajo esta vez. Cierro la puerta de mi cuarto y llamo a Elena. —“¡Hola, Sole! No me avisaste lo del sexting ayer”. —“Es que tuve un mal día”. —“Qué mierda esta situación, ¿verdad? Si sobrevivimos al coronavirus, vamos a morirnos del rebrote de dengue…”. —“¿Podemos hablar de otra cosa?”. —“Ok. ¿Qué tal tu casa?”. —“Mal”. —“Yo también, me peleé con mi roommate, difícil es la convivencia”. —“Sería mejor si pasaras la cuarentena conmigo en lugar de tu roommate”. —“Ja, ja, necesito mi intimidad también”. —“Pero igual terminas compartiendo espacio con otra persona y a mí ni siquiera me visitas”. —“No es eso, Sole, pero te puedo hacer una videollamada”. —“No. Estoy harta de eso”. —“Hagamos otra cosa entonces; tomemos un curso online juntas”. —“Eso suena divertido”. —“Uno de alemán”. —“Ok, me gusta la idea. Ja, ja, vamos a ser

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compañeras, aunque… preferiría que sea presencial, así puedo sentarme a tu lado y preguntarte ¿cómo te llamás? Y que me respondas con voz tímida: Soledad. Qué nombre más lindo, voy a decirte”. —“¿En serio te parece lindo mi nombre? Siempre me decís que es dramático”. —“¿Por qué susurras?”. —“Porque mi hermano está en la sala”. —“Como iba diciendo, en la próxima clase te digo: ‘discúlpame, Sole, ¿me prestás un bolígrafo?’. ‘Claro’, me vas a responder sonrojándote. Y cuando el aula esté vacía me voy a sentar sobre una mesa para decirte: ‘me salvaste hoy, Sole, ¿cómo puedo agradecerte?’. ‘No es nada’, me vas a responder, vas a tratar de llegar al bolígrafo que tengo en la mano, pero yo voy a abrir más las piernas para que tengas que acercarte más a mí y te pueda poner los brazos en la cintura y desprenderte un botón de la camisa al decirte: ‘¿Segura? ¿No te gustaría un masaje por lo menos?, tan casada que se te ve, te voy a acariciar los hombros, bajar hacia tus pechos…’ ” —“Elena, no estoy de humor, quiero conversar”. —“Y eso hacemos, ¿o no?”. —“Ves mucho porno, ¿quién coge en una sala de clases?”. —“¡Ay, Soledad, qué intensa!”. Voy a la cocina, quito de la heladera los restos del almuerzo y los caliento en el microondas. En el sofá, Carlos y su novia se ríen juntos, ella le toca el cabello. El microondas emite el pitido para ad-

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vertirme que mi comida está lista. Busco un plato, pero esta vez no encuentro ninguno limpio. —“Carlos, ¿cuándo pensás limpiar este quilombo?”. —“No pude nomás, Sole. Hay visitas ahora, no seas dramática”. —“¿Dramática yo?”. —“Estás haciendo un escándalo, lavá nomás un plato y mañana yo voy a limpiar el resto”. —“Yo voy a ayudarte, Sole, no te preocupes”. —“¡Claro que me preocupo! Y vos no tenés porqué hacer nada en esta casa, es más, no deberías luego estar acá, en plena cuarentena”. —“¿Qué te pasa a vos hoy. Sole? Me quería visitar nomás un ratito”. —“Nada, no me pasa nada. Quiero que se respeten nomás las medidas higiénicas y de distanciamiento social”. Carlos se levanta del sillón confundido, lo empujo al pasar y me encierro en mi cuarto. Me dan ganas de llorar, pero no lo haré. Deslizo la pantalla del teléfono con historias de Facebook, todos están deprimidos. Busco alguna película para ver en la notebook, todas son sobre algún virus que se esparció en Italia o en algún laboratorio de Tokio que convierte a la gente en zombie. Abro el Decamerón, tomo una pastilla de mamá, reviso el teléfono. No me concentro en la lectura. Creo que debería disculparme con la novia de Carlos, no recuerdo ni su nombre. Igual no tenía porqué venir, todo el mundo está respetando la cuarentena. Reviso el teléfono. Mi jefe pregunta cuánto tiem-

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po nos llevaría desarrollar un sitio de citas. ¿A esta hora? Comparte un artículo sobre Tinder: “Aumentaron la cantidad de mensajes que los usuarios se mandan, la gente quiere hablar”. Esto no me lo esperaba. Exploro la aplicación. ¿Por qué siento que hablo menos con Elena entonces? No somos novias, pero llevamos saliendo medio año. Le envié una imagen graciosa de un gato a la que me respondió con tan solo una risa, sin ánimo de conversar. Leo una entrevista que dieron los programadores de Tinder sobre sus actualizaciones por distanciamiento social: La base de datos para búsqueda ahora escupe usuarios de todo el mundo. Las interacciones entre estos se basan en más tiempo con mensajes de texto y respuestas inmediatas, mientras las interacciones de Elena parecieran encriptadas para mantener la distancia conmigo hasta en lo virtual, y ya que nuestros sistemas operativos son tan incompatibles, yo también decido cifrar mi código fuente para que no sepa lo decepcionada que estoy y le respondo dándole las buenas noches. Decido descargar la aplicación. Contacto con una argentina que vive en la Costa. También sufre de insomnio. Me recomienda películas. Me cuenta que vivía del turismo, que extraña ir a la playa y que es casada. Le digo que acá no tenemos playa, que no soporto vivir en esta casa y de mi relación con Elena. —“Sos muy potra para estar llorando por una wacha”. —“¿Qué es potra?”. —“Significa linda en argentino”.

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—“Gracias, pero me siento sola”. —“No hay remedio para eso, nena, yo también me siento sola”. —“Pero si estás casada”. —“Peor”. —“¡Oh, qué tragedia!, tu esposa olvidó lavar los cubiertos”. —“Ja, ja, subestimas la convivencia; peleamos por plata, bueno, por todo a estas alturas”.

Ilustración: Mary Esther Lemus.

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Es sábado y no tengo trabajo. Desperté tarde. Estoy cansada de Elena; hoy voy a dedicarme a mí, y a hacer la torta que dejé pendiente. La cocina está sorprendentemente limpia. Coloco huevos, leche y el polvo en un bol. Mi jefe me pide una respuesta sobre el sitio de citas, lo ignoro. Meto la mezcla al horno y, mientras, me recuesto en la cama . Al rato irrumpe Carlos para decirme que la torta se quemó. Corro a la cocina, noto el humo en el pasillo y encuentro la torta sobre la mesada. Doy un suspiro. Carlos se ríe a carcajadas y saca el teléfono. —“¿Qué vas a hacer?”. —“Le voy a mandar una foto a mamá”. —“¡Pará, Carlos! No es simpático”. —“Claro que sí, meter en el horno nomás era la instrucción”. Me encierro en mi cuarto, intento tocar la guitarra, pero no me sale la voz. Conecto los auriculares al amplificador de la guitarra, el sonido es sucio. Me tiro en la cama, reviso el teléfono, mi nueva amiga argentina me pregunta qué tal mi día. Le respondo con la foto de la torta que mandó Carlos al grupo familiar. Observo su forma detenidamente: parece terreno volcánico, tiene una erupción justo en el medio y se endureció así. Me da risa. Hablamos hasta que me quedo dormida. Carlos golpea mi puerta a la tarde. Me pregunta si estoy. Claro que estoy, ¿a dónde me iría? Quiere invitarme a algo. Abro la puerta y me espera con un pedazo de torta. Resoplo. Él trata de ocultar una sonrisa. Llevo el pedazo a la sala y él me sigue

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con otro. Me acomodo en el sofá, él en el sillón y alza las zapatillas sucias sobre la mesa del centro. —“Salió rica”. —“Gracias, Sole, es la primera vez que la hago”. Lo miro con el ceño fruncido. Él se disculpa entre risas y me contagia a mí también. —“¿Y tu novia no va a venir hoy?”. —“No”. —“¿Es por lo que dije el otro día?”. —“En realidad le dije que necesitaba mi espacio”. —“¿Qué espacio?”. —“Cualquiera. Tener mi intimidad, mantener la magia y todo eso”. Dejo el plato sobre la mesa y extiendo los brazos en el sofá. Carlos enciende el televisor. Le pido que no ponga las noticias. Deja la final de un mundial de fútbol con Maradona. Aunque el partido es viejo, me abstrae y me entretiene. Carlos me cuenta que también tiene un teclado en su habitación, casi no lo toca, por eso no sé de su existencia. Quito el teléfono y le pregunto a la argentina si le gusta “el Diego”. Responde que no es futbolera. Por la noche voy al supermercado en busca de comida para las mascotas y algo para la cena. Mamá me llama al regresar; no me cree que las perras están bien. Necesita escuchar sus ladridos. ¿Por qué no una foto? Se niega, eso trae mala suerte. No sé cómo lograr que ladren, justo ahora.

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Encuentro un palo de escoba y se los lanzo. Angelina se esquiva, pero a Jennifer —que es más traviesa— le da en una pata. Se acerca a mí extrañada. Me lame las manos. Le digo a mamá que se niegan a ladrar. “Una sola cosa podés hacer”. Me alejo del jardín y las perras ladran al advertir mi ausencia. Mi madre las oye y agradece. Al entrar a la casa escucho unas tímidas notas de piano. Guardo las compras y me lavo las manos. La cocina sigue limpia y la música proviene del cuarto de Carlos, me acerco a su puerta, la encuentro abierta y lo observo tocar. Él advierte mi presencia y se detiene. —“Hola, Carlos, ¿qué es?”. —“Macanadas nomás, estoy oxidado. ¿No vas a “bailar descalza” hoy?”. —“Ja, ja, ja. No creo, no tengo buena voz”. —“Yo tampoco, pero te acompañaría en el piano si supiera las notas”. —“Un clásico entonces. Supongo que conoces ‘Dreams’ de Fleetwood Mac”. —“Obvio”. Busco la guitarra de mi cuarto, me pongo la correa al hombro y vuelvo. Carlos hace la introducción en el piano. Rasgueo las notas Now here you go again, you say you want your freedom. Mi voz sale temblorosa, pero me recompongo para el segundo verso. Al llegar al coro, Carlos se anima a hacer la segunda voz. Se equivoca en la letra y tararea el resto. Nos reímos, pero seguimos tocando.

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Alexandra Pose (Asunción, Paraguay, 1988). Diseñadora ux/ui, Front-end developer. Bajista. Lectora. Militante lésbica y vegetariana. Tercer puesto en el concurso de cuentos cortos del CCR Cabildo 2014.


Teorías de la conspiración asociadas a la pandemia ENRIQUE TORRES


Ilustración: Emilio Cruañas (Emii).

¿Arma biológica fruto de anónimos científicos en un laboratorio? ¿El resultado de una operación de espionaje? ¿Un plan macabro de control de la población? ¿El efecto secundario de la actualización de las redes celulares y el avance de la tecnología 5G?… La COVID-19 ha desatado un montón de teorías conspirativas, rumores, informaciones falsas o malintencionadas para “explicar” el origen de la enfermedad. ¿Cuáles son las líneas fundamentales sobre las que se han basado las teorías de la conspiración relacionadas con la COVID-19 y el SARS-CoV-2? ¿Por qué, a pesar de los esfuerzos de la comunidad científica y gran parte de los medios de prensa, seguimos siendo presa fácil de estas elucubraciones “complotistas”?

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Teoría 1: Un virus creado en laboratorio Esta ha sido una de las teorías más difundidas. Hace un lustro, la revista especializada Nature Medicine publicó el estudio de un grupo de investigación internacional sobre un virus quimera (nuevo virus híbrido creado por la unión de fragmentos de ácido nucleico de dos o más virus diferentes) que podría afectar a la especie humana. Los científicos analizaban la amenaza que supone la transmisión entre especies y hacían una referencia contextual a dos epidemias generadas por coronavirus: el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) de 2002 y el MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) de 2012. La investigación publicada por Nature Medicine –en la que, por cierto, participó la viróloga china Shi Zhengli, que ayudó a identificar el SARS-CoV-2 en Wuhan–, dio pie a la idea de que el virus que provoca la COVID-19 fue creado en un laboratorio. Sobre esta teoría surgieron bulos muy variados que señalaban la responsabilidad de China, EE. UU., Rusia, Israel, etc. Dos variantes fueron las más difundidas. Una aseguraba que el virus había sido creado por científicos en un laboratorio en China y esparcido como arma biológica contra otras potencias; otra incluía la referencia a un posible accidente que permitió que el virus “escapara” debido a la negligencia de los expertos chinos. La propia Shi, investigadora del Instituto de Virología de Wuhan –y conocida internacionalmente bajo el mote de “Bat Woman” tras dedicar casi dos décadas a identificar docenas de virus mortales en cuevas de murciélagos–, llegó a pre-

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guntarse, en un principio, si el virus pudo haber salido de su laboratorio. Su temor se basaba en los resultados de sus investigaciones. Los estudios de Shi demostraban que las provincias meridionales y subtropicales de Guangdong, Guangxi y Yunnan presentaban un mayor riesgo ante una posible transmisión animal-humano de algún coronavirus. “Nunca esperé que este tipo de cosas sucedieran en Wuhan, en el centro de China”, dijo. El domingo 3 de mayo el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, lanzó más leña al fuego y aseguró a la cadena ABC News que existía “una enorme cantidad de pruebas” de que el nuevo coronavirus se originó en un laboratorio en Wuhan. Unas jornadas antes, el director de la Inteligencia Nacional estadounidense, Richard Grenell, había descartado que el virus fuese una creación humana o que hubiese sido modificado genéticamente. A inicios de mayo, Mike Ryan, director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), descartó que el SARS-CoV-2 saliera de un laboratorio. “Escuchamos a muchos científicos que han visto la secuencia del virus y nos han dicho que este virus es natural en origen”, dijo. Semanas antes, Trevor Bedford, uno de los investigadores líderes en el rastreo del brote del nuevo coronavirus, había rechazado categóricamente la afirmación de que se tratase de una manipulación genética o creación de laboratorio. “La evidencia que tenemos es que las mutaciones [en el virus] son completamente consistentes con la evolución natural”.

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Las teorías sobre el origen en laboratorio del nuevo coronavirus han tenido un marcado cariz geopolítico. Desde China, un portavoz del Ministerio de Exteriores insinuó en Twitter que pudo ser el Ejército de Estados Unidos el que introdujo el virus en Wuhan, durante la celebración de los Juegos Mundiales Militares, en octubre de 2019. Desde Washington se intensificaron las referencias –oficiales o no– a un “virus chino” a medida que la situación de la pandemia se agudizaba. Teoría 2: Bill Gates y su mecanismo de control de la población Las teorías de conspiración que conectan a Gates con el nuevo coronavirus comenzaron a finales de enero, según The New York Times. Representantes del movimiento antivacunas y miembros de movimientos conspiracionistas de extrema derecha han utilizado Facebook, YouTube y Twitter para difundir el mensaje de que Gates tenía conocimiento previo sobre una posible pandemia. ¿Por qué? En 2015, en el contexto de la lucha mundial contra la epidemia de ébola que afectó, sobre todo, al África Occidental, el multimillonario Bill Gates ofreció una charla en Vancouver, Canadá. En su discurso, Gates dijo que el mayor riesgo para la humanidad no era una catástrofe nuclear, sino un virus que podría dejar millones de muertos. En varios momentos de los últimos años, Gates se ha referido también a la necesidad de ralentizar el crecimiento demográfico como una palanca para el crecimiento económico y el desarrollo de los países más pobres. Como defensor

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de las vacunas que reduzcan la mortalidad –sobre todo infantil– y financista de campañas de vacunación en países fundamentalmente africanos ha sido objeto de disímiles acusaciones. Un presentador de radio y conocido teórico conspiracionista estadounidense, Alex Jones, ha asegurado que la Fundación de Bill y Melinda Gates intenta implantar chips a través de vacunas para ejercer el control de población. A mediados de mayo se volvió viral un video donde la diputada italiana Sara Cunial (independiente) criticaba los intentos de Gates por desarrollar una vacuna contra la COVID-19. Según Cunial, “el verdadero objetivo de todo esto es el control total, la dominación absoluta de los seres humanos”. La creencia de que el nuevo coronavirus –y las potenciales vacunas para enfrentar la COVID-19– forma parte de un complot o esquema de control de población es sostenida mayormente por libertarios de derecha –seguidores de una ideología política cercana al anarcocapitalismo–, teóricos de la conspiración opuestos a lo que consideran un secreto y emergente gobierno totalitario mundial, y fundamentalistas cristianos. Las teorías de la conspiración que involucran a Bill Gates se dispararon cuando el multimillonario y filántropo agudizó sus críticas sobre el manejo de la pandemia por parte de la Casa Blanca. Teoría 3: La 5G y el nuevo coronavirus El 13 de junio, pobladores de Chopcca, en la región andina de Huancavelica, Perú, liberaron a

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ocho técnicos de telecomunicaciones de la empresa Gilat que fueron retenidos de manera ilegal durante varios días. ¿El motivo de la retención? Los campesinos creyeron que los técnicos instalaban una antena 5G. Lorenzo Escobar, presidente de la comunidad, dijo a CNN que la población creyó que si se instalaba la 5G podrían morir. Ante el temor, pobladores de Chopcca quemaron la antena, aunque no se trataba de una torre para telefonía móvil de quinta generación. Lo sucedido en esa pequeña comunidad rural de Perú no es un hecho aislado. El supuesto vínculo entre la tecnología 5G y la propagación del nuevo coronavirus ha provocado incendios de antenas en el Reino Unido, Irlanda, Países Bajos y Chipre. Esta idea se hizo popular en redes tras la publicación, a mediados de marzo, de una conferencia del supuesto Dr. Thomas Cowan, donde afirmaba que África no se había visto afectada por el brote de coronavirus porque “no es una región 5G”. En sus palabras Cowan insinúa que la tecnología 5G afecta el sistema inmune o contribuye a la propagación del virus de alguna manera. El video fue eliminado posteriormente por YouTube. El corresponsal de tecnología de la BBC, Rory Cellan-Jones, encontró información en redes sociales, proveniente de teóricos de la conspiración, que señalaban al nuevo coronavirus como una “tapadera” para encubrir una enfermedad relacionada con la 5G.

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¿Por qué creemos en las conspiraciones? A pesar del impulso del coronavirus, la globalización y las redes sociales, las teorías de la conspiración no son un fenómeno nuevo y, de manera general, tampoco están limitadas a estrechas franjas de población o a marcadores ideológicos (izquierda o derecha, por ejemplo). Investigadores de la Universidad de Chicago indican que al menos la mitad de los ciudadanos de Estados Unidos cree, por lo menos, en una teoría conspiratoria. Datos similares pueden encontrarse en países mejor educados como Canadá o Francia. Chris French, psicólogo de la Universidad Goldsmith, en el Reino Unido, explica que cuando “algo sucede” los seres humanos solemos asumir que “alguien o algo lo hizo por una razón”. Para Kate Starbird, profesora de la Universidad de Washington, intentar comprender lo que pasa es parte de la psicología humana. Las personas, colocadas ante hechos terribles –como los tiroteos masivos, ataques terroristas o pandemias mortales– desean explicaciones claras. “Necesitamos tener información ordenada”, dice. Pero el caos y el azar son variables presentes en muchos de los acontecimientos cotidianos –buenos o malos–. Es una realidad que no todos están dispuestos a aceptar. “Nos resulta más fácil aceptar una teoría de la conspiración en la que alguien maneja los hilos”, explica Starbird. Los momentos de incertidumbre y crisis, como el actual, disparan la popularidad y cantidad de teorías de la conspiración. Investigadores de la

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Asociación Estadounidense de Psicología han determinado algunas de las características comunes a las personas que creen en ellas: • Las personas con creencias arraigadas en teorías conspiratorias tienen más probabilidades de atribuir intencionalidad donde es poco probable que exista y de tener niveles más bajos de pensamiento analítico. • Las personas con una gran “necesidad de singularidad” deberían ser más propensas que otras a apoyar las teorías de conspiración porque estas representan la posesión de información no convencional y potencialmente escasa. • Las personas que creen en conspiraciones pueden sentirse “especiales” en un sentido positivo. Sienten que están mejor informadas sobre importantes acontecimientos sociales y políticos. • Las personas que creen en las teorías de conspiración son más propensas a alienarse y permanecer socialmente aisladas. • La inestabilidad de la autoestima es una característica asociada a una mayor probabilidad de creer en las teorías de la conspiración.

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Sortear la escasez GLENDA BOZA


Ilustración: Mary Esther Lemus.

Cuando a inicios de marzo los medios de prensa de Las Tunas anunciaron la venta de un módulo de aseo personal regulado por la libreta de abastecimiento, muchas personas en Cuba aplaudieron la iniciativa. Un mes más tarde, ante la escasez de alimentos básicos y el llamado a evitar aglomeraciones, también se informó la comercialización de aceite y pollo por núcleo familiar. No todos los tuneros accedieron a estos productos al mismo tiempo, pero la publicación en los medios locales de la organización por tiendas, bodegas y fechas, garantizó la información, tranquilidad y disciplina. Otras provincias también han implementado estrategias. En Cienfuegos, por ejemplo, empresas del comercio y la gastronomía, junto a cadenas de tiendas en divisas, llevan provisiones de alimentación, aseo y limpieza hasta asentamientos alejados de las ciudades cabeceras y comunidades rurales de difícil acceso. En Sancti Spíritus se

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comercializan mercancías en varios consejos populares, a través de puntos de venta móvil. En Ciego de Ávila, la empresa Frutávila inició un servicio de mensajería: papas prefritas, mermeladas, conservas en latas y barras de guayaba se solicitan telefónicamente. El servicio a domicilio cuesta 30 pesos y los productos se pagan al ser entregados. El Sistema de Comercio guantanamero junto con Bucanero S.A, oferta bebidas como la cerveza y la malta dispensada (sin envase), a precios diferenciados. En varios centros gastronómicos de la ciudad de Guantánamo se vende un litro de malta por 25 CUP y uno de cerveza por 40 CUP. En otros territorios como Cienfuegos y La Habana también existen puntos de venta con algunas de estas ofertas. La crisis sanitaria se sumó al desabastecimiento del mercado interno. Las presiones renovadas del bloqueo norteamericano, más el cúmulo de deformaciones estructurales de la economía cubana y la ineficiencia en su gestión, despertaron, en el último cuatrimestre de 2019, el fantasma de un nuevo Periodo Especial. El 2020 inició marcado por la escasez de alimentos y otros productos básicos como los de aseo personal. La situación se agravó con la pandemia. Ayudas a trabajadores y personas vulnerables. En varias localidades cubanas se han tomado diversas medidas para garantizar la atención a las personas más vulnerables y a quienes continúan en sus centros de trabajo. En Santiago de Cuba, la Empresa Municipal de Gastronomía y Recreación produce a diario

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800 paquetes de alimentos con carne, galletas, palitroques, pasta de ajo, salsa, puré de tomate, kétchup picante, néctar de mango, natilla, refresco instantáneo, masas de croquetas, chorizo, queso fundido, cremas, vino, ron y cervezas que se venden en 300 pesos en hospitales, policlínicos y consultorios. De acuerdo a la disponibilidad de cada territorio, otros módulos similares se comercializan para garantizar productos básicos y alimentos al personal de la salud y otros trabajadores. También existe una oferta diferenciada para las personas mayores de 65 años y niños menores de 12. En Cienfuegos, el “caldosín” —paquete con varias viandas peladas y listas para cocinar— se vendió a ancianos de comunidades rurales. Por haber sido tan bien aceptado, terminó distribuyéndose de forma regulada a través de la libreta de abastecimiento. Además de las personas de la tercera edad, en Santiago de Cuba también fueron beneficiados embarazadas y pacientes postrados y oncológicos. Aunque estas iniciativas no han estado exentas de problemas con la calidad, cantidad y retraso en la distribución y comercialización de los productos, las personas reconocen que, en la mayoría de los casos, son un alivio ante el desabastecimiento existente. Repartir desde la iniciativa privada. Además de estas medidas gubernamentales, la ciudadanía y los emprendedores también se han

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organizado para asistir a los sectores más vulnerables de la sociedad. Los activistas de la red de Bienestar Animal Cuba (BAC) en Villa Clara ayudaron a varios protectores de animales mayores de 60 años, con enfermedades crónicas o que viven solos. Los animalistas no solo se ocuparon de las mascotas de esas personas, sino además de sus condiciones de vida y necesidades. El proyecto Akokán, dirigido por Michael Sánchez Torres, no solo garantiza la alimentación de las personas más vulnerables de la comunidad de Los Pocitos, Marianao, sino que también incentiva la siembra orgánica en patios y huertos. En el barrio Buena Vista del municipio capitalino de Playa, una treintena de personas mayores reciben almuerzos del restaurante Bella Ciao. Otros establecimientos como Pizzas Pachy y Juanky’s Pan también entregan comida a domicilio a ancianos que viven solos o en condiciones difíciles. De conjunto con el Sistema de Atención a la Familia en La Habana, el Club de Motos Eléctricas Alto Voltaje apoya las labores de mensajería y entrega de productos y alimentos a ancianos fundamentalmente. Los motoristas trabajan de conjunto con voluntarios de las universidades, trabajadores, atletas del deporte, etc. Las diferentes iglesias también se han sumado a ayudar a las personas con más bajos recursos y mayores riesgos a contraer la COVID-19. Los integrantes de una comunidad católica San Martín en Placetas, en Villa Clara; los miembros del proyecto asistencial de Cáritas en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús de Diez de Octubre, y un grupo

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de fieles de la Iglesia Bautista Enmanuel, de Ciego de Ávila, garantizan la alimentación y cuidado de los ancianos de la comunidad. Los proyectos Afroatenas y Transcuba, de Matanzas y La Habana respectivamente, han logrado asistir a 170 hogares donde viven ancianos solos, niños con discapacidades, personas seropositivos al VIH y familias transgénero. La ayuda no solo incluye alimentos, sino también productos de aseo personal y libros Corona Voluntarios Cuba es una red que surgió para apoyar a personas vulnerables durante la cuarentena por la pandemia. De conjunto con la Unión de Jóvenes Comunistas y los Consejos de Defensa municipales, alrededor de 200 miembros de este proyecto localizaron a unos 40 ancianos que viven solos y tienen bajos ingresos económicos. Los voluntarios han contribuido a proveerles o facilitarles alimentos, medicinas, artículos de aseo personal, etc. No obstante, no siempre quienes han querido ayudar han podido hacerlo. Algunos se han unido a través de las convocatorias en redes sociales y otros han desistido al no encontrar información disponible sobre las personas con mayores vulnerabilidades en sus localidades. Los más perseverantes han ayudado de manera anónima o han compartido públicamente información sobre los más necesitados. En la mayoría de los casos la ayuda se agradece y es bien recibida.

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La cárcel y la libertad de Boris CLAUDIA BRAVET RAMÍREZ


Ilustración: Wimar Verdecia.

Boris Milián padece atrofia muscular espinal Werdnig-Hoffman, una enfermedad que degenera las neuronas motoras del asta anterior de la médula espinal. En Cuba se manifiesta en uno de cada 28 000 nacidos vivos. Las probabilidades de sobrevivir a los tres primeros años de vida con esta enfermedad son escasas, la mayoría de los nacidos presentan graves problemas respiratorios y se asfixian. En el caso de Boris, las estadísticas equilibraron de otra forma la tendencia: tiene 33 años, pero solo puede mover las manos. Su rutina tiene dos fases. La casa, y con ella la dependencia total a una familia que lo alimenta tres veces al día y a un extraño que le lleva cigarros, lo baña, le vira la pierna, le deja agua y se larga. Con la familia habla estrictamente lo necesario, unas quince o veinte palabras al día. La otra fase consiste en salir de casa, el otrora momento social. Cantelli, El Ruso, Bárbaro, Alain, cualquier alcohólico o discutidor ambulante que pase. Son

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horas de debates en torno a muchos temas de historia, cine, política, pornografía. Lo esencial de esta fase es que son sus horas anárquicas del día. Boris está desde el 20 de marzo sobre una cama, moviéndose nada más cuando lo trasladan al baño. Viviendo solo una de las fases de su rutina. La cuestión de los discapacitados en tiempos de COVID-19 no ha sido pasada por alto. Michel Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, aseguró que “las personas con discapacidad no solo enfrentan mayores riesgos por la COVID-19, sino que también se ven desproporcionadamente afectadas por las medidas de respuesta, incluidos los confinamientos”. La oficina de Derechos Humanos creó una guía en la que recomienda, por ejemplo, medidas como fijar horarios en los que solo personas con discapacidad puedan salir a la calle para comprar provisiones. En el caso de Cuba, el Gobierno posee mecanismos para proteger a madres solteras con hijos menores de edad, embarazadas, ancianos y discapacitados a través de la Seguridad Social. La ministra de Trabajo y Seguridad Social Elena Feitó Cabrera explicó en la Mesa Redonda que entre las medidas adoptadas en esta etapa está la visita de los trabajadores sociales a las familias vulnerables para asistirlas en la realización de trámites; canalizar los relacionados con prestaciones monetarias; prestar un servicio de alimentación a la comunidad; entregar medicamentos controlados y pagos de las pensiones de la Seguridad Social a domicilio. Estas medidas han beneficiado a unos 112 000 núcleos familiares en los últimos tres meses.

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Boris no necesita ninguna de estas asistencias. Aunque es huérfano, vive con dos tíos. Unas semanas antes del aislamiento social Boris padeció de una infección en los riñones que nunca se curó del todo. Cuando comenzaron las medidas, la enfermedad reapareció, pero sus familiares decidieron no llevarlo a un hospital por temor al contagio y tampoco quisieron que un médico fuera a la casa. Aguantó durante una semana un dolor muy fuerte al orinar hasta que un amigo cercano, Hamed Toledo, gestionó la visita de un doctor. “Un día me dice que tiene un uñero, que estaba orinando con dificultad. Me pide que hable con la doctora del consultorio para que lo fuera a ver. Entonces yo fui y hablé con la doctora, que accedió a hacerle una inspección directamente”. El doctor Pedro Sáenz*, residente en Neurocirugía, explica que “los pacientes encamados tienen más riesgo de contraer infecciones urinarias y bronconeumonía. Infecciones urinarias porque el reposo total hace que la vejiga se dilate y retenga mucha orina. Bronconeumonía porque cuando salimos a la calle estornudamos o tosemos y así expulsamos mucosidades. Pero estar tanto tiempo encerrado evita esta expulsión. La debilidad puede estar asociada también a la depresión por el confinamiento. Lo ideal es que salga, al menos, durante 30 minutos todos los días”. El consejo del doctor puede ser extensible a los alrededor de 77 000 discapacitados físico-motores que había en Cuba, al menos hasta 2019. La Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores *Seudónimo utilizado para proteger la identidad del médico cubano.

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(ACLIFIM) es la organización encargada de “integrarlos a una vida socialmente útil con iguales derechos y oportunidades”, según su sitio web. Además, les brinda asesoría jurídica sobre las leyes que los amparan. Boris también pertenece a la ACLIFIM, cuando era niño y adolescente participaba en sus actividades; en los últimos años ha perdido el vínculo. Por el momento Boris se mantiene en casa y espera que todo vuelva a la normalidad. Ocupa su tiempo con literatura, Stranger Things, un anime… Y así, cada día, pierde un poco de fuerza. “Estar tanto tiempo en cama no es bueno para mí, la inmovilidad me debilita”.

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Imágenes después de abril ELTOQUE, PERIODISMO DE BARRIO


Lo aprendió de niña y ahí está con su recuerdo. (Foto: Roger TM).

El pasado 23 de junio, el Servicio de Información de elTOQUE y Periodismo de Barrio lanzó la convocatoria al Taller Online de Fotografía “Después de Abril”, con el objetivo de documentar, de manera creativa, los días de confinamiento debido a la COVID-19. Retratos, paisajes añorados y fachadas cotidianas son algunas de las imágenes que más han marcado la memoria de los participantes. Durante casi un mes, jóvenes cubanos han intercambiado habilidades y conocimientos sobre fotografía. A través de las redes sociales y un grupo en Telegram han conformado una comunidad de alrededor de 70 personas, que enseñan y aprenden en colectivo, al tiempo que comparten fotos y experiencias.

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Con el acompañamiento sistemático de los asesores Amarilis Magaña y Sadiel Mederos, estos entusiastas de la imagen socializaron ideas en torno a la composición y edición fotográfica. Los usos de aplicaciones como Snapseed y Adobe Lightroom fueron especialmente populares entre los participantes. Aunque el tiempo formal del taller concluyó, el grupo Después de Abril sigue activo en Telegram. Hasta el momento, han sido compartidas alrededor de 570 fotos y para la convocatoria fueron enviadas 45. En esta galería, publicamos las fotografías que integran la selección final.

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En unas de las salidas necesarias durante la cuarentena aproveché para capturar la fachada de este edificio ubicado en Malecón. (Foto: Raimel Fernández).



Esta foto fue tomada en Cuba y Tejadillo, La Habana. Es, pudiera decirse, una captura de la cotidianidad. (Foto: Dani Cervantes).



Este último año los girasoles han sido para mí un símbolo de amor, esperanza y resistencia. (Foto: Josué Corujo).


Estar en cuarentena genera ansiedad. Miras por la ventana y tratas de entender qué ha cambiado, pero el mundo sigue siendo el mismo. (Foto: Anniet Forte).


Una de las cosas que más disfruto de viajar es el viaje en sí mismo. (Foto: Roger TM).



Foto tomada durante la fase 1 en 23 y 16, Vedado, La Habana. Antes disfrutaba pedirme una pizza desde casa. La pandemia me permitió apreciar desde otra perspectiva estas pequeñas libertades. (Foto: Amanda Santana Rizo).



Encontrar la Luna en una galleta de sal es una muestra de cómo el confinamiento también nos ha permitido prestar mayor atención a los pequeños detalles de la vida diaria. (Foto: Miguel Hinojosa).


Estar en cuarentena genera ansiedad. Miras por la ventana y tratas de entender qué ha cambiado, pero el mundo sigue siendo el mismo. (Foto: Anniet Forte).


Luego de varios meses de confinamiento visité el Jardín Botánico con varios amigos. Tomamos todas las medidas de protección. Pasear por el lugar nos permitió comprobar que el tiempo no había cambiado lo que solíamos ser. (Foto: Luisma del Valle).



Un gorrión en la tarde o la belleza de lo común. (Foto: Pedro Sosa Tabío).



Las carpas del Jardín Botánico fueron el premio después de 3 meses sin salir de casa. (Foto: Miguel Hinojosa).



Estar en cuarentena genera ansiedad. Miras por la ventana y tratas de entender qué ha cambiado, pero el mundo sigue siendo el mismo. (Foto: Anniet Forte).



Esta foto la tomé en La Habana Vieja. Quise mostrar un gato en un rol que generalmente se atribuye a los perros, cuidar la casa. El aviso representa estos tiempos de pandemia. (Foto: Randy B.).



Pon tu teléfono horizontal Asegúrate de tener bloqueado el giro automático de tu pantalla


Durante el confinamiento intenté fotografiar a un colibrí. Cuando logré la foto me impactó cómo la naturaleza sigue su ritmo, más allá del ser humano. (Foto: Randy B.).



En el Jardín Japonés fuimos el mismo grupo de amigos de siempre, que disfruta las expediciones. (Foto: Luisma del Valle).



En el Jardín Japonés fuimos el mismo grupo de amigos de siempre, que disfruta las expediciones. (Foto: Luisma del Valle).



Pon tu teléfono vertical


Un adolescente con su nasobuco y un letrero que dice COVID, como si fuera una marca. (Foto: Randy B.).



En medio de esta crisis por la COVID-19 me encontré estos ángeles. Debido a su deterioro pareciera que se les escapa una lágrima. (Foto: Raimel Fernández).



Regresar al mar me llena de fuerzas y paz. (Foto: Josué Corujo).



Retratar a mi abuela es alegría. Haberla tenido cerca estos meses es un inmenso regalo. (Foto: Josué Corujo).



Después de extrañar tanto los viajes al campo, la naturaleza decidió visitarme a mí. (Foto: Gabriela Molina).



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Estar en cuarentena genera ansiedad. Miras por la ventana y tratas de entender qué ha cambiado, pero el mundo sigue siendo el mismo. (Foto: Anniet Forte).


Conversación. Siempre al inicio y al final del día. (Foto: Roger TM).



Estar encerrada en casa a veces se sentía como mirar a un pozo sin fondo. (Foto: Gabriela Molina).



Esta es una foto personal, porque son los pies de mi novia. Simulamos la lluvia (una manguera con agua) y la imagen es una representación: ella caminando y mi mirada siempre detrás de ella, sin importar las dificultades de la vida. (Foto: Randy B.).



Coordinación general: Geisy Guia Delis, Edición: Gilberto Padilla Ilustración de portada: IHOS, Diseño: Monkc


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