Terapia intensiva

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Terapia intensiva Las secuelas de seguir con vida Shimara Magaly

Personajes Subterrรกneos


Terapia intensiva Autor: Shimara Magaly Edici贸n: Personajes Subterr谩neos Portada e ilustraciones: KiKa Larousse

Esta obra se encuentra bajo una licencia Creative Commons (http://creativecommons.org/licenses/bync-nd/3.0/)


Terapia intensiva Las secuelas de seguir con vida Antolog铆a

Pr贸logo y selecci贸n de textos: Cristian Torres J谩uregui


De la elegía a la escaramuza [… escribo mientras colapsas…] Esta selección de textos que tiene frente a sus ojos es una aproximación a la vida íntima de Shimara Magaly, una mujer que ha convertido la batalla en su modus vivendi. Con un lenguaje desenfadado le habla de frente a la muerte, sin vacilaciones ni usos del lugar común, y la provoca, la consuela, la reclama y la desea –mariposas caprichosas en busca de melancolía. Los suicidas acariciamos las horas que se van y nos preguntamos -¿por qué no nos llevarán? En su conjunto estos textos, que bien podríamos llamar momentos, son un canto a la vida desde la muerte, un suspiro de alguien que muere y que lo afronta con entereza –a mí ya nadie me vera salir por esa puerta.

Cristian Torres Torreón, Coahuila, octubre de 2010.


Nota de la autora

He dudado mucho sobre la pertinencia de publicar esta antología, la mayor parte de su contenido fue escrito en temporada de agonía, en medio de un doloroso adiós. Deposite en aquellos textos una buena dosis de furia, que revelan un deseo no asumido… Este breve poemario está dedicado a la memoria de Cristian Torres, un hombre que en vida creyó en mí y me animo a compartir mis letras. A la selección que hizo Cristian en 2010, he añadido un último poema que funciona como derecho de replica, una voz que se mofa sí misma, tres años después. –Has tomado mil quinientas terapias para aliviarte de mí… Así, dejo ante ustedes el fin de un ciclo… la primera despedida.

Shimara Magaly Komatrudulandia, octubre de 2013.


Endecha de vida Vivir con cĂĄncer es como ser suicida, vivir sin aire, sin esperanza; es una ironĂ­a; es dejarse morir y vivir en serio, paciente con la vida; es vivir despacio.

Vivir con cĂĄncer es amar a ratos, disfrutar los instantes; es una utopĂ­a; es caminar deprisa, llegar tarde a la cita; es la vida misma.


Necesito saber Necesito saber, cuántas horas me quedan, cuántos gatos me han venido a ver. He fijado mi mirada en esa gruesa tela, deslavada por el tiempo, que no permite pasar ni un solo gramo de luz; he dejado mis manos quietas, sujetadas a la sabana. Me ha asaltado un pensamiento de libertad, tengo unas terribles ganas de salir corriendo, huir de mis ideas, imagino como desato una a una mis correas. El estremecimiento, al sentir el frío del suelo con mis pies descalzos, perpetúa la vida en mi cuerpo, puedo sentir la sangre correr a través de mis venas, se han sonrojado mis mejillas y esbozo una pícara sonrisa, me escurro sigilosamente por el pasillo, procuro no despertar a ningún “vecino”. ¡Shhhh! Silencio, le pido a una rata que se ha cruzado en mi camino, ahora somos cómplices. He logrado llegar hasta el vestíbulo, el anhelo de libertad me tiene la cabeza dando vueltas, escucho los latidos de mi corazón en la yema de mis dedos, detengo un momento mi andar y suelto unos suspiros al ritmo del tic tac del reloj de pared, ¡tic tac, ah; tic tac, ah; tic tac, ah! Corro desesperadamente hacia la manumisión, el corredor se hace más y más profundo, parece un abismo, un tormento


sin fin, las paredes se derrumban tras de mí. Mis piernas flaquean a escasos metros de la puerta de salida, se oye el crujir de mis rodillas y me desvanezco lentamente hasta el suelo; con el cuerpo boca arriba, me concentro en la lámpara del techo, en esa luz amarillenta, taciturna, intermitente. Las paredes derrumbadas se han vuelto arena deslavada, la brisa del viento ha invadido mis sentidos y sólo escucho el lamento de las olas que se rompen en las rocas, el siseo del mar se vuelve molesto, me incomoda el aleteo de las gaviotas. El cielo azul me estremece las pupilas, la libertad no sabe tan bien después de todo, la luz del sol se torna tenue con el vaivén de las horas. Mi cuerpo tumbado en el suelo se ha vuelto rígido como una tabla, la inmovilidad me regresa de tajo a la realidad. Necesito saber, cuántas horas me quedan, cuántos gatos me han venido a ver. He fijado mi mirada en esa gruesa tela, deslavada por el tiempo, que no permite pasar ni un solo gramo de luz; he dejado mis manos quietas, sujetadas a la sabana. Se han desvanecido mis pensamientos de libertad.


Atardecer Regrésame la inocencia de mi sangre, el goteo rojo a mi nariz, el color de la piel.

Regrésame los atardeceres en La Habana, el sueño de la infancia, el olor a tabaco en la recámara.

Regrésame los viejos sabores a rumba cubana, la conga, la marcha.

Regrésame la impaciencia por mañana,


que tengo derecho a envejecer, antes de que muera el atardecer.


La noche de las preguntas obsesas El retrato: Me miraste como quien mira un viejo encuentro conocido con el futuro inquieto, las migajas en el techo, la marea de tus pechos. ¿Cuántos ojos son necesarios para vigilar este cuerpo? La insuficiencia residual me ha dañado el espejo del baño, los azulejos, el entrepaño. ¿Encontraste las llaves del inquebrantable desconsuelo? He murmurado excusas deleznables, mínimas fotografías destellantes, invariable desmontable. ¿Cuántas pinceladas proféticas le has arrancado a la sibila? Bosquejo desolador: Mientras arrojaba el estómago por el aparador se preguntaba, ¿es de verdad esta lucha necesaria? ¿No hemos sobre valorado las ideas contenidas, inflamadas de deseo, en un frasco inservible de carne y de hueso, de sangre y de (des)aliento? ¿Qué hay del miedo de extinguir las naves antes de llegar al puerto, las luces durante el recreo? ¿Y qué si decido no luchar por este cuerpo? ¿Es de verdad esta lucha necesaria para seguir en pie, a pesar de que la lucha me derrumbe la esperanza?


Soy en lo que te convertirás. Polvo de estrellas, no más: ¿Me recuerdas? He vivido debajo de tus uñas, aguardando que dejes de cortarlas y les permitas volar libres hacia adentro de la carne, tan al fondo que dejen de ser uñas y de ser carne; que sean polvo, pus, engendros de mí, recuerdos de ti. Estoy esperando que vuelvas a mirarte en el espejo, y que al encontrarme en el reflejo de tus ojos, enjuagues tu culpa impermeable, que perdones los desplantes del azar, que me dejes partir en paz. ¿Por qué le tienes tanto miedo a llorar?

Escaramuza de pensamientos locos y aberrantes ¿Qué prisa tienes por ser joven cuadrante? De noche te he mirado de veras, tarareando la vida entera, jugosa mal costra intoxicada de avena. La fiebre no me deja pensarte inquieta, murmuran mis dedos el viaje de encuentro, te he buscado entre mis venas hoguera. Una suave fisura me ha hecho partir hacia fuera. Me dejaste tendida ojera, pensando que no habría nada alacena. Buscando/encontrando/variando te quedaste maullando, bailando…


Hostil Hay un círculo grande alrededor de todo, una infinita circunferencia que se pierde en el horizonte. La luz parpadeante de la lámpara del techo, ahogando las siluetas en sombras. Miles de pájaros fiambres revoloteando en las ventanas, estrellando sus picos sobre mi almohada. No puedo dormir pensando en vos, agua turbia, sangre blanca recorriendo las paredes de mi habitación. Estoy en la sala de espera aguardando por el congelador, la caja oscura en la que se guardan los troncos invadidos de premura. El suave suspiro que se le escapa a la ternura de mis huesos, ese dolor punzante que me parte en dos el cuerpo. Estoy esperando que te decidas a invitarme el último trago. Exhalo un deseo: partir cuando me cale el sueño, no ser consciente del sabor de mi deceso. Si me preguntan qué pasa, qué siento, mi respuesta es hostil, no quiero dar explicaciones, es muy simple, estoy muriendo y no tengo tiempo para estupideces. Déjenme ir, llevo demasiado esperando aquí… por ti.


Los suicidas Los suicidas somos almas cautivas a la espera de un tren que nunca llega, anhelamos lo infranqueable, somos impacientes, estrellas fugaces… Ser suicida no se trata de morir, no es ninguna cobardía, sólo es añorar otra vida noche y día. Los suicidas abrazamos al dolor con todo el corazón y amamos más de lo que nos aman. Somos viajeros de paso en un tránsito lento, murmullos de acero, palabras al viento. A veces nos olvidamos del tiempo y de lo que llevamos por dentro, a veces tomamos venenos para borrar los malos pensamientos. Los suicidas vamos pintando sonrisas con crayones mágicos, nos escondemos en un baúl de terciopelo, vamos mar adentro… Ser suicida no es una agonía, es sólo una mala despedida, mariposas caprichosas en busca de melancolía. Los suicidas acariciamos las horas que se van y nos preguntamos –¿por qué no nos llevarán?


Somos caminantes solitarios en medio de la multitud, corazones discretos, dueños del dolor. A veces nos volvemos de hierro, a veces nos morimos de miedo y nos lanzamos al fuego, simplemente desaparecemos. Los suicidas somos almas cautivas a la espera de un tren que nunca llega, anhelamos lo infranqueable, somos impacientes, estrellas fugaces…

Terapia intensiva Octubre, 2010 Yo no sé si tendré la fuerza para continuar respirando por mí misma. Me han conectado a un aparato que suple la función de mis riñones y mi piel se ve amarilla. De vez en cuando viene una enfermera a revisar mi temperatura, ajusta el monitor, me sonríe y se marcha sin decir palabra alguna. Los latidos de mi corazón son casi imperceptibles, los parpados me pesan pero antes de perder la conciencia siento un ahogo, mi corazón galopa, un vacío en el estómago que punza, el ruido lejano


que penetra y me molesta, el caos en mi habitación, doctores y enfermeras con el resucitador… No recuerdo cuantos días llevo aquí, sin embargo he estado aforrándome a una vida que detesto sólo por un puñado de gente. He mirado sin fijarme al dulce vientre que derrite y siente al vaivén del puente. He atravesado la aurora por comer liendres y un instante de conciencia me atrapado en ti. Has pensado que miento por escupir un par de tristes esferas que colgaban de un pasado ya resuelto sobre gotas de algodón. Una luz te ha segado, la rabia incontenible de la idea que te atormenta: proyección hacia un futuro que se agolpa sobre la angustia ajena de la revelación continúa de los hilos sucios compartidos. Perdón si te he ofendido, me he raspado el corazón en este intento fallido por mofarme de lo que no ha sido y creo que casi te he perdido, ironía de lo que escribo, se ha burlado de mí la fantasía. Fruto de la angustia que me provoca tu partida, el cáncer se ha comido mis órganos internos, me ha fallado el corazón, el hígado y cualquier riñón, respirar se volvió un lujo en el buró.


Crepitantes bibasales apretando la razón, si te hablo y no respondes me invade desazón, la locura me violenta y cuando parece que mi vida va muy lenta es la muerte quien me alienta. Crees que pienso mal de ti y en fondo tienes miedo que te ame más allá de tus reflejos, arrebatos impulsivos, inquietante es tu reacción porque mi mente no comprende en donde estuvo mal esta moción. Sin embargo, mi débil corazón es consciente de tu herida, lágrimas compartidas que a nadie le contaremos. Deshojamos la duda: yo siempre voy a estar a pesar de la armadura que rige sobre mí, más allá de la locura, derrotando la amargura. Sí, yo siempre voy a estar ahí, aquí, en donde tú prefieras, pero siempre para ti. Casi de milagro me devuelven a la realidad, la enfermera vuelve a tomar mi temperatura, el doctor me pregunta algo pero no lo escucho, sólo hay rabia en mi interior, no quiero estar aquí, conectada, asistida, con la piel amarilla. Yo no sé si tendré la fuerza para continuar respirando… por mí.



Taciturna … a mí ya nadie me vera salir por la ventana aguas blancas de rosa (miradas en vela)

[Ha pasado un año y los gorriones siguen cantando]

Mira el color de las horas suaves ballenas y moras linces en celo (esperando el dulce consuelo)

[Hay un mar desmontable en el viento]

¿Qué dicen aquellos amantes? ─Aquí ya no se escuchan los olores mate


… a mí ya nadie me vera salir por esa puerta, aguas blancas de rosa (miradas que condenan)

[Así soy cuando no llegas]

¿Qué piensan los vuelos fugaces? Palabras quietas

Cáncer, que me llaman Tengo un vacío, un hueco inmenso debajo de la lengua que no me deja respirar, salir corriendo a carcajadas hacia cualquier muladar.


Tengo un dolor incrustado en el pecho, taquicardia profunda que se confunde con el olor de tu cuerpo.

Me arde la cadera de tanto jaleo, las piernas me pesan, los tobillos se me derrumban en la arena. Los dedos de mis pies se desprenden y se clavan en sus uñas.

Entra gota a gota el veneno, hay dolor, pus, recuerdos; quema sangre blanca tu anhelo.

¡Grita! ¡Grita! ¡Grita! ¡Grita!


Antes de que se nos acabe el tiempo.

Has tomado mil quinientas terapias para aliviarte de mĂ­, pero tengo tantas ganas de morirme contigo, que no te han servido de nada ni la adriamicina, ni el metotrexato, ni la vincristina.

Somos uno en el mismo espacio, divididos en un cuerpo. Y me duele tu rechazo, en la yema de los dedos.

Te he visto salir corriendo, decidida a aventarte a las vĂ­as del metro, pero te distraes encendiendo un cigarrillo,


y te susurro al oído que no soy el malo quimérico.

Poco antes de que inicies mi tormento, a las puertas del Hospital Siglo XXI; yo te juro Mujer, te conozco de algún cuento.

Caminas con cierta rigidez por el pasillo de oncología, las manos te tiemblan, el corazón se te desgarra, los parpados te pesan, estás a punto del llanto, ¿lo sientes?, este también es mi cuerpo.

Entras a la habitación donde te aguarda la enfermera, te sientas, colocan el catéter, a veces en el pecho otras en el antebrazo;


cae a cuenta gotas la toxina que nos incendia.

¡Arde! ¡Arde! ¡Arde! ¡Arde! Pero eso ya lo sabes, tienes el arrojo de acabarme a cualquier costo.

Hay un vacío, un hueco inmenso debajo de la lengua que no nos deja respirar, salir corriendo a carcajadas hacia cualquier lugar.

Olvida ya los medicamentos, deja que se nos caiga la piel pedacito a pedacito, vamos a morirnos poco a poco bien juntitos.


Hay un olor incrustado en tu pecho, taquicardia profunda que se confunde con el dolor de mi cuerpo.

Las piernas me pesan, los tobillos se te derrumban en la arena. Los dedos de mis pies se desprenden y se clavan en tus uĂąas.

Han pasado varios meses, aquĂ­ estoy, apagado, quietecito; esperando una buena infecciĂłn que me regrese contigo.


Terapia intensiva de Shimara Magaly se publica en la red en formato PDF diciembre de 2013


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