HME Tomo II Periodo Prehispanico. Autora Jenny Estrada / INHIMA

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Tomo II Período Prehispánico

JENNY ESTRADA (Compilación)


HISTORIA MARÍTIMA DEL ECUADOR Plan general de la obra TOMOS EDITADOS Tomo II Período prehispánico Autora: Jenny Estrada Ruiz TOMO III Descubrimientos y exploraciones españolas en el Ecuador Siglo XVI Edición 2000 Autores: Dr. Roberto Leví C. y Lic. Víctor H. Arellano TOMO IV Época colonial: Siglos XVI al XIX Edición 2011 Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo TOMO VI La Gran Colombia 1828 – 1830 y la República 1830 – 1840 Edición 1997 Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados TOMO VII La República 1840 – 1850 (Volumen 1: Antecedentes 1840 – 1841) Edición 2005 (Volumen 2: 1842 – 1844) Edición 2006 (Volumen 3: 1845) Edición 2008 Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán TOMO VIII La República 1850 – 1860 Edición 1997 Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo TOMO IX La República 1861 – 1883 (Primera parte) Edición 2000 (Segunda parte) Edición 2003 Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo




Historia marítima del ecuador

Tomo II

Período Prehispánico

JENNY ESTRADA (Compiladora)


Historia Marítima del Ecuador Tomo II : Periodo Prehispánico Edición : INHIMA 2012 Autora : Jenny Estrada Ruiz Levantamiento : Lic. Lillian Chang Díaz Diagramación y diseño : Arq. Pedro Gambarrotti Gámez Investigación y recopilación de grabados y fotos históricas : Jenny Estrada Ruiz Fotografías actuales : Periodista Walter Riera Franco Impresión : Gráficas Ayerve Portada : Detalle del mural "Balseros del Mar del Sur" del artista José Luque, en el Museo de Salango, Ecuador.

Derechos Reservados Prohibida la reproducción total o parcial de su contenido sin autorización del autor


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PR E S E N TAC I Ó N

La obra “Historia Marítima del Ecuador”, editada progresivamente en los últimos 15 años, ha culminado ya 12 de los 14 tomos programados, aunque al estar conformados algunos de ellos por más de un volumen, en realidad son 15 los volúmenes publicados. Esta vasta colección se ha logrado gracias a la investigación y aporte de distinguidos historiadores especializados en nuestro pasado marítimo, una de cuyas partes esenciales es la relacionada a la navegación en el periodo prehispánico, que siendo considerado como Tomo II en el plan general de la obra, faltaba concretarse. En tal afán tuvimos acercamientos con historiadores especializados en el pasado precolombino, sin llegar a un proyecto concreto, por lo que continuamos en la espera, hasta que finalmente una distinguida historiadora aceptó nuestra invitación y expresó su decisión de emprenderlo. Se trata de la historiadora doña Jenny Estrada Ruiz, quien ha trabajado en esta compilación donde se recogen algunas crónicas de conquistadores y sus impresiones de primera mano en los relatos vivenciales al contacto con los navegantes aborígenes de nuestras costas, así como los trabajos investigativos posteriores de arqueólogos, antropólogos e historiadores que estudiaron ese extenso lapso de nuestro pasado. Perseverando en el tema, que por primera vez abordó con una publicación el año 1988, Jenny Estrada nos entrega el Tomo II de la obra Historia Marítima del Ecuador, que abarca la intensa actividad marítima efectuada por los pueblos aborígenes de nuestro perfil costanero, antes de la llegada del conquistador europeo, enfatizando en la existencia de testimonios que nos permiten corroborar el empleo de medios originales, gracias a los cuales pudieron efectuar largos viajes a través del océano, con el propósito de intercambiar sus productos, extendiendo el ámbito de sus tareas a otras regiones continentales. Sabemos que la existencia de extensos bosques en nuestro territorio, donde crece espontáneamente el “palo de balsa”, permitió que nuestros antiguos aborígenes construyeran, con ese material, sus embarcaciones para la pesca artesanal así como las grandes plataformas flotantes, que asombraron a los navegantes del Viejo Mundo y a las cuales se


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Historia marítima del ecuador

identifica como las “balsas”, lo que sumado a la evolución temprana de las tecnologías náuticas, llevaron a estos pobladores del litoral del actual Ecuador a dominar y controlar el comercio marítimo en el Pacífico oriental hasta la llegada de los europeos. El papel primordial de nuestros aborígenes, durante sus cortas y largas travesías, fue quizás la comercialización de la concha spondylus, la que se efectuó durante 2000 años, comenzando alrededor del año 3000 a.C. y se limitó mayormente al Ecuador, pues esta existía en los sitios Valdivia y Machalilla del litoral. Desde estos se expande primeramente a la altiplanicie peruana, y luego a la costa del Perú, así como a Mesoamérica y gradualmente se incrementa en la América nuclear. Así se expone en esta compilación, destacando el rol del comercio que representó la parte básica de la actividad marinera de los pobladores de nuestras costas, al tiempo que posibilitó el intercambio cultural con otros pueblos. Hasta fechas no muy lejanas, la antigua historia marítima universal abarcaba a los pueblos del viejo mundo que utilizaron al mar para su comercio, desarrollo y poderío naval, tales como Egipto, Fenicia, Roma y Cartago, ligados al mar Mediterráneo, dejando a un lado la existencia de otros, que siendo protagonistas en distintos escenarios marítimos, eran desconocidos completamente por el hombre europeo. Pero estos últimos tuvieron entre sí contactos tempranos, como sucedió entre los aborígenes de los actuales Ecuador y México. Sabemos que los primeros, utilizaron embarcaciones oceánicas, construidas de “palo de balsa”, y dominaron el mar en base a sus conocimientos de vientos y corrientes marinas, teniendo sus propios sistemas de orientación que les permitieron llegar más allá del cabotaje. La autora ha efectuado un serio y esforzado trabajo de compilación, tarea que demanda mucha lectura, estudio, confrontación y análisis, a fin seleccionar y priorizar el material necesario, con el cual refuerza una tesis que nos ayuda a reivindicar miles de años de cultura y de dominio de la navegación a través de una ciencia ancestralmente conocida y practicada por los antiguos navegantes de la costa ecuatoriana. Su investigación avanza hasta nuestros días, para dejarnos el registro de la hazaña náutica de Vital Alsar, surcando el Pacífico en balsa desde Guayaquil hasta Australia. Y la evidencia irrefutable de la existencia de materias primas utilizadas por nuestros aborígenes en la construcción de sus grandes embarcaciones, las mismas que se siguen produciendo en nuestro suelo, como el algodón primitivo con el cual se tejieron las velas, el henequen de las amarras y la madera de balsa, que mantiene al Ecuador en el primer lugar entre los productores de balsa en el mundo. Guayaquil, septiembre de 2012 CPFG (SP) MARIANO SÁNCHEZ BRAVO DIRECTOR DEL INSTITUTO DE HISTORIA MARÍTIMA


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INTRODUCCIÓN

El tema de la navegación prehispánica y su importancia en el estudio de los orígenes y evolución de la navegación ecuatoriana constituye asunto de mi especial interés investigativo desde el año 1988, cuando el Instituto de Historia Marítima de la Armada Nacional concibió el proyecto de un museo de historia marítima, cuyo punto de partida sería precisamente la embarcación que nuestros aborígenes utilizaron para sus frecuentes desplazamientos por el océano Pacífico. De la fecha señalada procede un libro que en dos ediciones anteriores ha contribuido a difundir la trascendencia del asunto abordado por distintos autores desde épocas pretéritas y que hoy, atendiendo a una honrosa solicitud formulada por la Armada Nacional, a través del Instituto de Historia Marítima, ha sido posible retomar, enriqueciéndolo con nuevas aportaciones para conformar el Tomo II de la Historia Marítima del Ecuador. No pretende constituir obra completa sobre el tema de la balsa, sino más bien la recopilación de fuentes que –sin perjuicio de otros criterios- hemos considerado representativas de distintos periodos, tratando de establecer una secuencia cronológica como base de sustentación para una tesis ecuatoriana, histórica y científicamente respaldada por crónicas, grabados, relatos, estudios y más testimonios que van del siglo XVI hasta el presente. Por lamentable confusión de los cronistas de la conquista y primeros tiempos de la colonia, nuestra geografía y las características étnico-culturales de nuestros pueblos aborígenes de costa y sierra, figuran indiscriminadamente ligadas al incario y su realidad, al momento de la llegada de los españoles hasta el establecimiento de la Real Audiencia de Quito (1563), se difunde en documentos alusivos a la historia de la conquista del Perú. Siglos de descuido en el estudio de nuestro remoto pasado, contribuyeron a incrementar errores que felizmente empiezan a corregirse en las primeras décadas de la actual centuria, “cuando surge un grupo reducido pero notable de eruditos, cuyo interés en la historia y etnografía de la región no sólo los impulsa a estudiar seriamente las crónicas publicadas y los archivos, sino además a buscar documentos que habían


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quedado en el olvido y cuyo rescate enriqueció notablemente nuestro conocimiento en este campo”. Encabezados en sus inicios por el gran historiador y primer Arzobispo de Quito, Federico Gonzáles Suárez, Carlos Manuel Larrea, Otto von Buchwald y Jacinto Jijón y Caamaño, sentaron las bases para el estudio científico serio de la prehistoria ecuatoriana” [1] [2]. Jijón contrató a Max Uhle para que trabajara con él en un ambicioso plan de excavaciones por todo el Ecuador. Y fue precisamente en el desarrollo de este programa, mientras excavaba en Manta, puerto central que nuestra costa, donde Jijón encontró los elementos que, unidos al conocimiento de las antiguas crónicas sobre los manteños, huancavilcas y punaes, le permitieron elaborar su concepto sobre la existencia de una sociedad conformada por pueblos y caseríos que se extendían a lo largo de la costa ecuatoriana, integrando una Confederación Hanseática de puertos mercantiles a los que denominó “La liga de mercaderes” [3] controladores del movimiento comercial de la concha Spondylus, hacia México por el norte [4], hacia el Perú por el sur y en el área andina. El Spondylus princeps, hermosa bivalva con borde interior de color rojizo y el Spondylus calcifer, con borde púrpura, se reproducen a determinadas profundidades en aguas cálidas de la costa del Pacífico, desde el golfo de California hasta el golfo de Guayaquil. Su importancia en la antigüedad estuvo vinculada a los ritos de la fertilidad, a más de ser considerada como objeto exótico, joya, símbolo de riqueza y de poder, eventualmente moneda y ofrenda funeraria. De acuerdo a certificaciones arqueológicas, sabemos que desde tiempos antiguos las culturas ecuatorianas ejercieron el monopolio de explotación, elaboración y comercio de estas conchas, actividades favorecidas ampliamente por lo que un autor señala como “determinismo ecológico” innegable en dos aspectos fundamentales: el primero, la localización del hábitat del Spondylus princeps en las profundidades marinas alrededor de la Isla de la Plata, frente a las costas de la provincia de Manabí; el otro, la existencia de extensos bosques tropicales donde de gran flotabilidad, aprovechada por nuestros aborígenes prehispánicos en la construcción de embarcaciones para la pesca artesanal y en la estructura de grandes plataformas que, a manera de barcos mercantes y por la “evolución temprana de tecnologías náuticas, permitieron a estos pueblos dominar y controlar el comercio marítimo en el Pacífico Oriental hasta la llegada de los españoles”. [5] P. Norton, su trabajo incluido en el presente volumen.

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O. HOlm, en su estudio sobre cultura Manteña-Huancavilca , reconoce también los aportes de Dorsey y sus excava-

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ciones en Isla de la Plata, Marshall H. Saville con sus dos tomos de “Antiquities of Manabí”, R. Verneau y P. Rivet, con sus dos tomos sobre “Ethnographie anciénne de L’Equateur. J. Jijón y Caamaño en esta obra.

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L. Marcos IBID.

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Presley Norton en el presente volumen.

[5]


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El encuentro de la balsa manteño-huancavilca con el primer navío que los conquistadores desplazaron hacia la Mar del Sur al mando de Bartolomé Ruiz de Estrada, se produce el año 1526 a la altura de Punta de Galera, nombre que según algunos autores se deriva precisamente de la impresión causada por la “extraña embarcación”, cuya vela confundió a los españoles a distancia. Siguiendo el texto de la relación Sámano-Xerez, era un navío de “tractantes” (comerciantes) de aquellas partes. A bordo llevaba cerca de 20 personas entre hombres, mujeres y niños. Tenía capacidad de carga de 30 toneles. Estaba confeccionada de gruesos maderos atados fuertemente con cuerdas de henequén a una superestructura de bambú, colocado sobre trozas formando una cubierta. Usaba piedras como anclas. Mástiles y botalones de maderas duras y tablones de quilla o “guaras” para dirigir su rumbo. Navegaba hacia el norte con un cargamento de joyas de oro y plata, pinzas, tazas y tazones, espejos de obsidiana con marcos de plata, muchos tejidos de lana de llama y de algodón en vistosos colores y casi todos ricamente bordados. Cerámica de color negro, balanzas para pesar el oro, algunas esmeraldas, muchas sartas de cuentas coloradas, ornamentos de una concha colorada (Spondylus) que cargaban en gran cantidad y otras cosas “para contractar” [6]. “El puerto de origen de la balsas era Salango uno de los cuatro pueblos colindantes (Salangone, Salango, Tuzco y Secapez) regidos por el señor Salangone, que también ejercía su hegemonía sobre las poblaciones de Tacamez (Atacames), San Mateo (Esmeraldas), Mancabes, Arampajos, Pitagua, Carazlabez, Amarejos, Cames, Amostopse, Ovea “y todas las demás de esa costa” (Sámano –Xerez). Si hemos de aceptarlo en su significado literal, parecería que el señor de Salangone dominaba todas las poblaciones de la costa hasta el norte” [7], lo cual nos permite colegir que aquellos pueblos con organización social jerarquizada y sistema de gobierno propio, distaban mucho de ser dependencias sojuzgadas por el incario cuando llegó el conquistador. Al desarrollo de la agricultura que constituyó renglón básico de su economía, los nuestros sumaron su tradición marinera que se remonta a la primera ocupación de la Isla de la Plata, Valdivia III (2.500 A.C.) y se proyecta a través de los siglos en los grandes navegantes de la balsa manteño-huancavilca, poseedores de una tecnología náutica superior, “dando a los habitantes de la costa del Ecuador un virtual monopolio del único medio viable para llevar a cabo el comercio marítimo de alcance en la costa del Pacífico, donde promovieron los contactos e irradiaron su cultura”. De Salango y no de Tumbes era la balsa que vio el piloto Ruiz y por ello, amparándonos en el resultado de prolijas investigaciones realizadas por cronistas, etno-historiadores y arqueólogos, hacemos énfasis en el antecedente prehispánico ecuatoriano de esta nave que, a más de su interesante participación en el proceso evolutivo del antiguo Ecuador, representa un aporte a la historia de la navegación por el sistema de gobierno de timones múltiples denominados “guaras”, invención de nuestros antepasados manteños-huancavilcas para Presley Norton en el presente volumen.

[6]

IBID.

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controlar el rumbo de sus embarcaciones conduciéndolas aún con vientos y corrientes contrarios y maniobrándolas con pericia singular en sus desplazamientos oceánicos. Admirados del ingenio y simplificada perfección, viajeros europeos consignaron impresiones favorables, siendo la de los marinos españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa (siglo XVIII) la que quizás con mayor acierto técnico explica el método de las “guaras” cuyo funcionamiento observaron en una balsa de Guayaquil, indicando que, otra hubiera sido la historia de la navegación europea si tal procedimiento llegaba a descubrirse con anterioridad. Dos siglos después, Vital Alsar (1970) intrépido navegante español, reafirmaría su eficacia efectuando el viaje en balsa más largo de la historia en una embarcación construida con maderas de nuestros bosques y de acuerdo a los planos indicados por los cronistas. Acompañado de tres valientes aventureros, navegó 13.800 kilómetros en casi seis meses que duró el trayecto de Guayaquil a Mooloolaba (Australia), a donde llegó con la nave en óptimas condiciones. Probó, entonces, que nuestros predecesores, los manteño-huancavilcas, dominaron la ciencia de la navegación a vela y condujeron sus balsas con precisión gracias al sistema de las “guaras” a las que calificó de “milagro náutico”, detallando su funcionamiento en un libro escrito después de tal proeza. Esta travesía echó por tierra –en forma práctica- la tesis peruana que atribuye a sus aborígenes, es decir a los representantes del incario, el dominio del mar y refutó a Thor Heyerdahl, quien, en 1947, con madera sacada del litoral ecuatoriano y transportada por barco hasta el Perú, construyó la célebre balsa “Kon Tiki”, con la que surcó el Pacífico llegando a la mitad de distancia lograda por Alsar. La hazaña de Heyerdahl había asombrado al mundo y por un tiempo acrecentó la hipótesis sobre el origen peruano de la balsa que nuestros arqueólogos y etno-historiadores califican de absurda y carente de base. Basta comparar la fertilidad del suelo ecuatoriano en la región litoral con la desértica costa peruana totalmente privada de lluvias, para entender la invalidez del argumento que pretende arrebatarnos milenios de herencia cultural. Mientras nuestras tierras gozan del beneficio que representa la cuenca del Guayas, el sistema hidrográfico más importante de la costa del Pacífico americano, el suelo peruano vecino al mar carece de ríos navegables. Apenas en ciertas épocas recibe un tenue rocío que baña las colinas y permite incipientes brotes de vegetación que el sol borra de inmediato. “La corriente fría llamada de Humboldt, que viene de las regiones polares del Pacífico, corre de sur a norte, a lo largo de la orilla del mar, haciendo a éste más frío que la tierra y quita a las brisas marinas su humedad, permitiendo condensarse a los vapores acuosos. Esta misma corriente desvía al oeste, hacía las Islas Galápagos, el mar se hace más caliente que la tierra, las lluvias caen sobre la costa y una exuberante vegetación tropical se desarrolla en las provincias marítimas de la actual República del Ecuador” [8].

Luis Baudin “El imperio socialista de los Incas”. P. 80 y 81.

[8]


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Aceptar que la madera de balsa que crece también en algunas zonas de la región oriental amazónica fue trasladada hacia la costa, después de remontar las cadenas montañosas de Los Andes para que los antiguos peruanos construyeran balsas oceánicas es contradecir aquel “determinismo ecológico” que otorga a nuestros antepasados todas las ventajas naturales en la producción de la materia prima (balsa, caña guadua, algodón y maderas preciosas), a más de negar un ancestro íntimamente ligado al mar, cuya influencia se irradió hacia el Perú. Defender lo que nos pertenece es un deber y en tal sentido hemos trabajado compilando el material que, una vez consultado, se incluye en este volumen, concentrando en la primera parte, relatos e impresiones gráficas de viajeros que a partir del siglo XVI y hasta el siglo XIX fueron dejándonos testimonios de las balsas que encontraron navegando en nuestras costas. En la segunda parte, la obra reúne estudios hechos en el siglo XX por historiadores, etno historiadores y arqueólogos ecuatorianos que a la luz del rigor científico establecen procedencia y antigüedad de nuestra balsa.* La tercera parte es el fruto de nuestro interés personal para comprobar la supervivencia de la balsa hasta el presente, empeño que nos llevó a penetrar en las zonas montañosas de las provincias de Guayas y Los Ríos, donde registramos con nuestra cámara fotográfica y anotamos todo cuanto vimos y escuchamos para certificar presencia de la balsa en nuestros ríos. De su vigencia junto al mar, captamos información directa proporcionada por los últimos balseros de nuestras costas, en la población de General Villamil (Playas), donde hasta hace poco seguían realizando faenas diarias de pesca en sus pequeñas embarcaciones de tres troncos, maniobradas mediante “guara” e impulsadas por la acción del viento sobre la vela. Especial atención hemos puesto en este volumen sobre la presencia de elementos como el algodón primitivo de crecimiento espontáneo (hasta hoy), a lo largo de la costa ecuatoriana, materia prima que permitió el desarrollo de los textiles, probado en la confección de las velas de fundamental importancia para la navegación prehispánica, así como el henequén (cabuya), de cuyas recias fibras se confeccionaron las amarras; la caña guadúa y el cadi utilizados en la construcción de las superestructuras; el mangle para los mástiles y el guachapelí para las guaras Capítulo especial ocupa Vital Alsar, el formidable expedicionario español que en 1970, con su viaje épico de Guayaquil hasta Australia, revivió el sistema de navegación oceánica utilizado por los manteño-huancavilcas y en 1973, conduciendo tres balsas similares, probó la tesis de las migraciones masivas a través del Pacífico, desde nuestras costas. Cabe subrayar un aspecto adicional que, sumado a la función pacífica de cabotaje ejercida por los manteño-huancavilcas en sus balsas de gran tonelaje, ubicaría a esta nave * Entre los autores ecuatorianos se incluye a Olaf Holm.


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como nuestra primera embarcación de guerra naval. Emilio Estrada Ycaza, descubridor de la Cultura Valdivia y estudioso profundo de nuestros antecedentes precolombinos, hace hincapié en dicha particularidad indicándonos que “los punaes eran capaces de defenderse de sus enemigos derrotando en una ocasión al invencible Atahualpa y a sus tropas desconocedores del arte marino, en la más grande batalla naval de nuestros tiempos prehistóricos”. [9] Y Olaf Holm, en su estudio sobre Cultura Manteña-Huancavilca reitera tal criterio cuando expone “podemos mencionar que los puneños, ya cansados de los abusos de los españoles en su isla, ofrecieron ayudarlos a seguir adelante, hacia el sur, a Tumbes, lugar que éstos habían conocido en sus primeras exploraciones de la costa. Los puneños pusieron varias balsas a disposición de los españoles, con la idea de a media noche desatar las amarras y dejar ahogar a los invasores con sus caballos y pertrechos. El insomnio de un soldado español permitió dar la voz de alarma y se salvó la expedición. La tradición nos relata que un ardid similar usaron los puneños en sus luchas contra los incas”. Además de sus proverbiales encuentros bélicos con los tumbesinos. La verdad es (afirma Holm) que, cuando los españoles llegaron a Tumbes, en la conquista final, encontraron a la ciudad completamente desolada por una reciente expedición punitiva de los puneños. Toca pues, a los historiadores navales ecuatorianos asumir la tarea que significará al mismo tiempo la revisión de criterios en torno a un tema todavía no suficientemente estudiado desde la perspectiva nacional. Nosotros continuaremos en la búsqueda y difusión de documentos, manteniendo la esperanza de que un día no lejano, el papel inferior adjudicado erróneamente a los sudamericanos en la evolución de la humanidad sea analizado bajo otra óptica, para que nuestro país pueda situarse en el plano que le corresponde y reivindicar su puesto con el derecho que le asisten milenios de cultura irradiada desde su suelo, gracias al extraordinario desarrollo de tecnologías náuticas que evidencian un grado de civilización superior, antes de que el proceso de la conquista y colonización cediera el primer puesto al invasor. JENNY ESTRADA

[9]

Emilio Estrada en el presente volumen.


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ÍNDICE

Presentación 3 INTRODUCCIÓN 5 PRIMERA PARTE SIGLO XVI Relación Sámano-Xerez Raúl Porras Berrenechea La Crónica del Perú Pedro de Cieza de León La Historia del Mondo Nvovo Girolamo Benzoni

15 16 23 33

SIGLO XVII 44 William Jansz Blaeuw (mapa) 45 Spilbergen (dibujo) 46 Real Audiencia de Quito (mapa) 49 SIGLO XVIII Compendio Histórico de la Provincia de Guayaquil Dionisio de Alsedo y Herrera Descripción del río de Guayaquil en el Siglo XVIII Jorge Juan y Antonio de Ulloa

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SIGLO XIX 85 Monografía de Guayaquil 86 Andrés Baleato Paris (plano de la balsa) 94 Paris y Wiener (dibujos) 95 Humboldt (dibujo) 96


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SEGUNDA PARTE SIGLO XX Ojeada general sobre la composición étnica de la Costa Ecuatoriana J. Jijón y Caamaño Navegación manteño-huancavilca Emilio Estrada Ycaza La Balsa Carlos Zevallos Menéndez Las islas Galápagos en la pre-historia ecuatoriana Olaf Holm Las Balsas Julio Estrada Ycaza Los indios balseros como factor en el desarrollo del puerto de Guayaquil Dora León Borja de Sazdly El Cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad Víctor González El señorío de Salangone y la Liga de Mercaderes Presley Norton De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu Jorge Marcos Los caminos que andan Carlos Núñez Calderón de la Barca

99 100 118 131 154 173 187 209 233 255 282

TERCERA PARTE TESTIMONIOS Supervivencia de la balsa en nuestros ríos Jenny Estrada Vital Alsar, de Guayaquil a Australia en Balsa Jenny Estrada Los últimos balseros de nuestro mar Jenny Estrada

311 312 327 358

APENDICE 371 Reseña de autores citados 388 Bibliografía 395


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P R I M E R A PA R T E

Siglo XVI


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Las Relaciones primitivas de la Conquista del Perú. Imprimeries les Presses Modernes. París 1937.


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Reproducciรณn facsimilar


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La relaciรณn Samano-xerez

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La relaciรณn Samano-xerez

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La crónica del Perú Nuevamente escrita por: Pedro Ciesa de León Vecino de Sevilla Capítulo XXXIX a LVI. Págs. 391 a 411

Tomado de Biblioteca Ecuatoriana Mínima - 1960 Cronistas Coloniales - Págs. 104 a 112


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ReproducciĂłn facsimilar


La crónica del perú

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La crónica del perú

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La crónica del perú

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La crónica del perú

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Girolano Benzoni

Tomado de Publicaciรณn del Banco Central del Ecuador Guayaquil - Ecuador 1985 - Pรกgs. 107 a 115


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ReproducciĂłn facsimilar


La historia del mondo nuovo

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La historia del mondo nuovo

Del modo de pescar y nevegar en el mar de MediodĂ­a.

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La historia del mondo nuovo

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Theatrum Orbis Terrarum, de Abraham Ortelius. 1592.

La historia del mondo nuovo 41


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Portoviejo, visto por el cronista Felipe HuamĂĄn Poma de Ayala. Guayaquil, visto por el mismo autor.


La historia del mondo nuovo

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Siglo XVII


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Mapa de la costa manabita, del holandĂŠs Willen Jansz Blaeuw (1635).



siglo XVII


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George Spilbergen, quien recorrió la costa occidental de Sudamérica en 1617, publicó una relación de su viaje y dibujó, con lujo de detalles, las balsas que halló en el puerto de Pita, tripuladas todas ellas por “indios jóvenes, fuertes y robustos”. Eran pescadores que se internaban en la mar y traían abundantes capturas. Clinton R. Edwards, quien ha estudiado la valiosa documentación gráfica de Spilbergen, llama la atención sobre cinco detalles específicos, a saber: 1) los mástiles formados por dos palos fuertemente ligados entre sí, para alcanzar altura; 2) las velas triangulares; 3) los hombres (hasta tres en el dibujo) manipulando las guaras o tablones de quilla; 4) los cántaros de agua; 5) las piedras especialmente preparadas para servir de anclas. N. de C. Siendo que la desértica costa peruana no produce madera de balsa, esta era llevada desde Guayaquil. Se ha descubierto balsa en la región amazónica, pero los estudiosos del tema consideran improbable su traslado hacia el mar en dichas épocas. (Tomado de Historia Marítima del Perú. Tomo II)


siglo XVII

Mapa de la Real Audiencia de Quito (publicado en diario "El Universo" de agosto 17 de 1984 en Guayaquil, Ecuador).

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"La balsa, vehículo que utilizó nuestro cholo legendario para llegar allende los mares y dejar la impronta indeleble de su influencia en otros pueblos americanos". Fuente: Véliz Litardo, Jaime. Sumpa. Proyección Cósmica del Cholo. Publicaciones Banco Central del Ecuador, 1986.

N.de C.- De acuerdo a los estudios realizados, la vela triangular fue usada para labores de pesca artesanal y viajes cortos, mientras la vela cuadra se utilizó en las balsas de navegación a larga distancia.


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Siglo XVIII


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Dionisio de Alsedo y Herrera 1741

Tomado de la edición de Imprenta Gutemberg de Elicio A. Uscátegui Guayaquil, 1938


Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

Reproducciรณn facsimilar

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Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

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Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

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Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

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Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

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Compendio Histรณrico de la provincia de Guayaquil

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Historia marĂ­tima del ecuador

La costa de Quito (Mapa de Antonio de Herrera).


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Jorge Juan y Antonio Ulloa DescripciĂłn del rĂ­o de Guayaquil en el siglo XVIII

Tomado de El Viagero Universal o Noticia del Mundo Antiguo y Nuevo Obra recopilada de los Mejores Viajeros por D.P.E.P., Tomo XII Madrid - Imprenta de Villapando 1797, Carta CLXXVI


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Historia marĂ­tima del ecuador

ReproducciĂłn facsimilar


Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.


Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

Balsas de palo de balsa y cuero de lobo, según grabado del siglo XVIII.

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Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

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Siglo XIX


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Andrés Baleato

Tomado de edición de Biblioteca Ecuatoriana Págs. 77-78, 84 a 88


monografía de guayaquil

Reproducción facsimilar

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monografía de guayaquil

Guayaquil. Vista de Ciudavieja con las casas-balsa del primer barrio flotante. (1820-1830). (Óleo siglo XIX).

El puerto de Guayaquil. Malecón de Ciudad Nueva (1820-1830). (Óleo siglo XIX).

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Historia marítima del ecuador

Balsas y casas en el Malecón del río Guayas, a la altura de Ciudad Nueva. Tomado de "Voyage pittoresque dans les deux amériques" de Alcide D' Orbigny. 1829.

1847. Gaetano Oculatti. Vista norte-sur de la ciudad y la iglesia de La Concepción que estaba a cargo de los Dominicos.


monografĂ­a de guayaquil

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Historia marĂ­tima del ecuador


monografĂ­a de guayaquil

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Historia marítima del ecuador

Descripción de una balsa de Guayaquil, según Paris (1841-1843).


monografía de guayaquil

Balsas acoderadas a un muelle en Guayaquil, según Paris (1841-1843).

Balsas fluviales, según Wiener.

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Historia marĂ­tima del ecuador


monografía de guayaquil

Almadía de la bahía de guayaquil Litografía según boceto de Alejandro de Humboldt (aguatinta 63 de las Vistas de la cordilleras. Paris 1814-1825). Almadía en forma de arca formada por nueve troncos unidos, sobre los cuales se colocan los productos tropicales con un cierto orden artístico. Precisión del trazo y finura de color aislan la luz y el calor que reinan sobre el delta del pequeño río por el que descienden hacia el Pacífico las aguas de los gigantes andinos del Ecuador.

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Historia marĂ­tima del ecuador

Balsa. Maqueta donde se aprecian las guaras, ingenioso sistema de timones mĂşltiples inventado por nuestros navegantes prehispĂĄnicos

Vista interior de la caseta.. Museo Amantes de Sumpa. 2012


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S E G U N D A PA R T E

Siglo XX


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Historia marítima del ecuador

Jacinto Jijón y Caamaño Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana

Tomado de El Ecuador Interandino y Occidental Tomo II - Cap. XVI - Págs. 87 a 103 Editorial Ecuatoriana, Quito - Ecuador, 1941


Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana

Reproducción facsimilar

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Historia marĂ­tima del ecuador


Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana

Figura Manteño-Huancavilca.

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Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana

Figura Manteño-Huancavilca.

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Historia marĂ­tima del ecuador


Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Historia marĂ­tima del ecuador


Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Ojeada General sobre la composiciĂłn ĂŠtnica de la costa ecuatoriana

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Historia marítima del ecuador

Emilio Estrada Ycaza

Tomado de Los Huancavilcas, Últimas Civilizaciones Pre-Históricas de la Costa del Guayas Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas, 1979. Págs. 47 a 56


Los huancavilcas

Reproducciรณn facsimilar

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Los huancavilcas

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Los huancavilcas

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Los huancavilcas

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Los huancavilcas

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Historia marĂ­tima del ecuador

Perspectiva de la balsa manteĂąo - huancavilca, vista desde arriba (maqueta).


Los huancavilcas

Cuadro No. 1

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Historia marítima del ecuador

La balsa en la navegación precolombina, Museo de la Navegación. Acuarela de José Luque.

La balsa. Mural del Museo de la Navegación, Manta, provincia de Manabí. Por José Luque.


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Carlos Zevallos Menéndez LA BALSA

Tomado de La Gran Navegación Prehispánica en el Ecuador Universal de Guayaquil - Colec. Dr. Honoris Causa, 1987 Cap. 1 - Págs. 17 a 46


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Historia marĂ­tima del ecuador

ReproducciĂłn facsimilar


LA BALSA

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Historia marĂ­tima del ecuador


LA BALSA

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LA BALSA

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LA BALSA

La tejedora, Museo Amantes de Sumpa. Provincia de Santa Elena, Ecuador.

El algodón silvestre (Gossypium Barbadense de 26 cromosomas) fue domesticado por los valdivianos 3000 a.C., lo que da una antigüedad de 5000 años a la fecha y evolucionó hasta llegar al tipo actual que se conoce como "algodón sudamericano" (Gossypium Raimondi Olbrich). En nuestro perfil costanerio subsisten tres variedades: blanco, crema y marrón.

2012. Tejedora de Tugaduaja, Santa Elena.

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Historia marítima del ecuador

El desarrollo de los textiles hizo posible la confección de las velas.

La fibra del henequén (o cabuya), de alta resistencia, sirvió para las amarra con las que sujetaron los troncos.

La caña guadúa o caña rolliza (Guadua Latifolia) producto propio de nuestros bosques húmedos sirvió para el doble piso y la construcción de las cómodas casetas.

El cade y el bijao, aún utilizados para techar las casas de nuestros pobladores, fueron empleados para el mismo propósito en las balsas.


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Figura No. 4

A.- Tejido simple de 9.5 x 9.5 hilos por centĂ­metro cuadrado, hilado en Z.

B.- Tejido de CesterĂ­a 7.5 pares x 8 pares de hilos por centĂ­metro cuadrado, hilado en Z.

Dibujo representativo del arte textil Valdiviano en dos tipos de tejidos. El simple de un hilo, por trama y urdimbre y el de pares de hilos por trama y urdimbre, pertenecientes a la C. Valdivia y localizadas por el Dr, Jorge Marcos en Improntas halladas en Real Alto (Valle de Chanduy) 2.500 a.C. demostrativas del uso del telar.


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Historia marĂ­tima del ecuador


LA BALSA

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Historia marítima del ecuador

Figura No. 5

Mate pirograbado procedente de Huaca Prieta. (Según J. Bird)

a) Pequeño mate procedente de Huaca Prieta, Perú, descubierto por el Dr. Junius Bird en niveles anteriores a la aparición de la cerámica. Sin embargo, la decoración roscal es similar, sino igual a la de la Cultura Valdivia del Ecuador. La diferencia en tiempo es aproximadamente 1.000 años tardía que las demostraciones artísticas de la C. Valdivia de Ecuador.

b) Fragmento de vasija similar a la encontrada en mate de Huaca Prieta del Perú, por el Dr. Junius Bird.

Figura No. 6

e) Fragmentos publicados por Emilio Estrada encontrados en Valdivia.


LA BALSA

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Historia marĂ­tima del ecuador


LA BALSA

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LA BALSA

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LA BALSA

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Historia marítima del ecuador

Figura No. 9

Diadema mal llamada mascarilla, trabajada en lámina de oro repujada, representando serpientes radiadas, adoptada como Logotipo po el Banco Central del Ecuador. Es similar a la otra que posee el Museo del mismo Banco en Guayaquil, y a la encontrada en Chongoyape, Perú.


LA BALSA

Maqueta de la balsa oceánica, vista de: proa, popa y laterales. En su primer encuentro con este gran navío, los españoles le calcularon 30 toneles de capacidad entre la carga y pasajeros que llevaba.

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Historia marĂ­tima del ecuador

Olaf Holm

Tomado de Primer Encuentro Nacional para la Defensa del Patrimonio Cultural Imprenta de la Universidad de Guayaquil, 1981 PĂĄgs. 5 a 31


Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

Reproducciรณn facsimilar

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Historia marĂ­tima del ecuador


Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Historia marĂ­tima del ecuador


Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Historia marĂ­tima del ecuador


Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

Fuente: Mapa del Instituto Geogrรกfico Militar

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Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Historia marĂ­tima del ecuador


Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana

1937. Lobería en la Isla sin Nombre (Galápagos) Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.

1937. Bahía del Náufrago (Galápagos) Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.

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Historia marĂ­tima del ecuador


Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Las islas Galรกpagos en la prehistoria ecuatoriana

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Julio Estrada Ycaza

Tomado de El Puerto de Guayaquil, Crรณnica Portuaria Vol. 2 - Cap. II - Pรกgs. 17 a 33 Publicaciones del Archivo Histรณrico dl Guayas, 1973


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Historia marĂ­tima del ecuador

ReproducciĂłn facsimilar


Las balsas

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Las balsas

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Las balsas

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Las balsas

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Las balsas

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1863. Bodegas, rĂ­o Babahoyo.


Las balsas

Casas flotantes, canoas y vendedores de piñas, frente a Guayaquil, según un grabado de la revista norteamericana LEASON'S PICTORIAL DRAWING ROOM COMPANION, de fecha desconocida; el grabado parece ser original del artista francés Charton, quien visitó Guayaquil por el año de 1861, y publicó un libro sobre sus viajes, en París, el año 1867. Pertenece a la colección de estampas y grabados de Guayaquil del señor Emilio Estrada Ycaza. (Publicado en revista Vistazo. Guayaquil, Ecuador).

Balsa temporal.

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Dora León Borja

Simposio Hispanoamericano de Indigenismo Histórico Terceras Jornadas Americanas de la Universidad de Valladolid - España, 1976


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Historia marĂ­tima del ecuador

ReproducciĂłn facsimilar


Los indios balseros de guayaquil

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Los indios balseros de guayaquil

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Los indios balseros de guayaquil

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Fiesta en el rĂ­o. Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.


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Historia marítima del ecuador

Balsa del río Guayaquil. (Fuente: Guayaquil en el siglo XVIII de María Luisa Laviana Cuetos)

Casa del Río de Guayaquil. Grabado del siglo XVIII con sus respectivas explicaciones.


Los indios balseros de guayaquil

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Los indios balseros de guayaquil

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Los indios balseros de guayaquil

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Historia marítima del ecuador

1790. Corbeta "Intrépida" de la Expedición Malaspina frente a Guayaquil. En primer plano una canoa y una balsa, al fondo se aprecia el Chimborazo. Ilustrado por Cardero.

Vista de Guayaquil que incluye Ciudad Vieja y Ciudad Nueva. Se pueden apreciar en el río una serie de barcos, canoas y balsas.


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Víctor González

Tomado de la poblicación de Universidad de Guayaquil - 1981 Primer Encuentro Nacional para la Defensa del Patrimonio Cultural Págs. 23 a 53


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Historia marĂ­tima del ecuador

ReproducciĂłn facsimilar


El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad

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Reproducción del Escudo de Armas concedido por el rey Felipe II de España al Cacique don Diego de Tomalá, el 23 de diciembre de 1560. (La imagen es de una réplica realizada en bronce, la cual otorgaron a Puná el 13 de octubre de 1988, el Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador-Guayaquil y el Instituto de Historia Marítima-Armada del Ecuador.)


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Historia marítima del ecuador

1988. El CALM Carlos Monteverde Granados (+), director del INHIMA; Olaf Holm (+), director del Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador en Guayaquil; Jenny Estrada, subdirectora del INHIMA y personal de la Armada en la ceremonia de entrega del Escudo de Armas del Cacique Tomalá fundido en bronce al pueblo de Puná.


El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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El cacique TomalĂĄ en el proceso de soberanĂ­a y nacionalidad

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Presley Norton

Simposio del 45o. Congreso Internacional de Americanistas Universidad de Los Andes 1 - 7 julio 1985, BogotĂĄ - Colombia Tomado del BoletĂ­n de los Museos del Banco Central del Ecuador: 6


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Historia marĂ­tima del ecuador


El señorío de Salangone y la liga de mercaderes

Reproducción facsimilar

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El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

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El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

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El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

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El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

Bello ejemplar de Spondylus princeps (bivalva).

Joyas elaboradas con concha Spondylus Princeps.

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Historia marítima del ecuador

Spondylus Calcifer, de borde púrpura. Otra variedad igualmente cotizada por los pueblos de la antigüedad.

Joyas elaboradas con concha Spondylus Calcifer.


El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

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El seĂąorĂ­o de Salangone y la liga de mercaderes

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Collar precolombino elaborado con concha Spondylus.


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Jorge Marcos De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu1

Tomado de Arqueología de la Costa Ecuatoriana - Nuevos enfoques ESPOL Corporación Editora Nacional P. 163 a 186, 1986


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Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar

DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU1


DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU

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DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU

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Detalle del mural Museo Amantes de Sumpa. Provincia de Santa Elena, Ecuador.


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Carlos Núñez Calderón de la Barca

Tomado del libro Los caminos que andan, Contactos marítimos prehispánicos entre Ecuador y México (Capítulos I, VIII, IX, XII y epílogo) Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca de la M.I. Municipalidad de GuayaquilPoligráfica C.A. - Guayaquil -2010- Ecuador


LOS CAMINOS QUE ANDAN

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CAPÍTU LO I Las corrientes marinas Los mares del planeta suelen presentarse estáticos en la superficie, pero en realidad se encuentran en perpetuo movimiento, no solo por el oleaje eterno que percibimos desde la costa, sino por poderosos flujos de deriva que atraviesan los océanos, a veces desde un continente a otro, como la corriente del golfo entre América tropical y Europa; o en el Pacífico septentrional, entre Asia y América del Norte, la corriente de Kuroshio “Río Negro” en japonés. Otras fueron descubiertas no hace muchos años, como la corriente de Cromwell (Ecuatorial Undercurrent), a este tipo de corriente se la conoce como río Submarino, este se mueve paralelo a la línea ecuatorial en el Pacífico e inmediatamente debajo de la corriente Sur-ecuatorial, y en sentido inverso a ella a unos 400 metros de profundidad. Por el archipiélago de Galápagos se localiza más fácilmente porque su dinámica, encuentra el perfil ascendente de la cordillera submarina cuyas cumbres forman las islas; entre ellas se desplaza a unos 300 pies -100 metros- de profundidad, aflorando aún más al arribar al archipiélago, continuando su flujo hacia la plataforma continental sudamericana desde su origen desde el oeste por cerca de 3,500 millas. Su descubridor, de quien tomó el nombre, fue el oceanógrafo Townsend Cromwell del Servicio de Piscicultura y Fauna de los Estados Unidos, cuando probaba artes de pesca de las llamadas “long linners” en medio del Pacífico, y sorprendido, vio como las extensas cuerdas con flotadores que van desplegándose en la superficie, de las cuales penden largos sedales verticales con múltiples anzuelos con carnada, derivaban hacia el este, estirados con gran fuerza hacia el lado opuesto de la corriente superficial. Estos descomunales caudales marinos hacen un eterno viaje alrededor del planeta; los más poderosos movimientos son generados por la rotación de la Tierra, causan el intercambio de las densidades, subiendo y bajando de profundidad, distribuyen la oxigenación, la salinidad y la energía solar absorbida por el agua superficial calentada por el sol, cediendo su espacio a las corrientes frías ascendentes. Esto produce, además, el intercambio de nutrientes con las consecuentes variaciones de la flora y fauna marina. Es preocupante que, en fechas recientes, se vea alterada aquella “periodicidad” que se pudo definir en el pasado, en años cercanos se ha roto aquel milenario acontecer, alarmantemente interrumpido por el calentamiento global que sufre nuestro planeta. Hay corrientes que viajan a lo largo de un continente, como la fría de Humboldt, antiguamente llamada corriente del Perú, que desde su origen abisal en la cercanía de la Antártida, va produciendo un afloramiento, similar desde su inicio, pues las temperaturas son constantes hasta el Ecuador, lo que en inglés se denomina “Up-Dweling”: emerge a la superficie arrastrando la riqueza de los sedimentos de los fondos marinos como fosfatos y nitratos, y con la gran oxigenación mantenida por la frialdad del agua, este “abono” produce abundante fitoplancton, que alimenta y genera a su vez el zooplancton, estos organismos microscópicos dan lugar a la estupenda cadena alimenticia que deja su huella en las costas norteñas de Chile y la costa e islas peruanas, en las gigantescas “guaneras”, verdaderas montañas de destritus de aves pescadoras.


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Historia marítima del ecuador

Algunas de las corrientes más conocidas y sus rutas aproximadas. Unas varían de acuerdo a la estación, obviamente los cambios climáticos acentúan o decrecen su impulso. En particular hemos observado las variaciones a lo largo de la costa occidental de América, por ejemplo, la corriente cálida que hace su aparición a finales de diciembre proveniente del norte, empujando hacia el sur, provoca el llamado “invierno” en las costas ecuatorianas, los vapores del flujo cálido conocido como “Corriente del Niño” originan copiosas lluvias, que en períodos aproximados de siete años se incrementan notablemente avanzando hasta la costa del norte del Perú. En ocasiones especiales llega hasta la costa central de ese país. Hay huellas estratigráficas y testimonios arqueológicos que definen “fenómenos del niño” desde hace miles de años. Igualmente contamos con testimonios


LOS CAMINOS QUE ANDAN

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Mapa Pacífico iberoamericano de J. Manuel Rubio Regio con cartografía de Manuel Franch y Pablo Rico.

de cronistas, europeos, criollos y mestizos, que detallan algunos de estos fenómenos en años posteriores a la conquista, e incluso de los períodos postcoloniales, republicanos y modernos, confirmando su enorme importancia. En su camino hacia el norte de América del Sur, mueve masas gigantescas de agua gélida que se desplazan en la inmediatez de las costas chilenas, peruanas y ecuatorianas, para luego hacer un viraje al noroeste frente a la costa central del Ecuador, que la lleva hacia las islas Galápagos, situadas sobre la cordillera submarina de Carnegie, de ciento sesenta millas de ancho y más de tres mil metros de altura desde el fondo marino y alrededor de seiscientas millas al oeste del continente, entre 1 grado y 40 minutos de latitud norte, que corresponden a la isla Charles Darwin, y 1 grado y 30 minutos de latitud sur, (isla Española), y entre los 89 y 92 grados de longitud occidental, y a través de estas islas y al suroeste de la isla de Cocos que a su vez emerge sobre la cordillera submarina de su mismo nombre frente a Costa Rica, donde se da el curioso caso de que el Ecuador y el país centroamericano tendrían fronteras en común (¡), pues si consideramos la tesis de las 200 millas de mar territorial, que aún sostiene el Ecuador, y la de mar patrimonial, como otros países la consideran, se bisectarían los límites entre la más norteña de las islas del archipiélago de Galápagos, la pequeña Charles Darwin y la isla costarricense, que se encuentran a un poco más de trescientas millas una de la otra, así que pasando por estas “fronteras”, la corriente continúa su empuje hacia aguas mesoamericanas.


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Historia marítima del ecuador

De acuerdo a la época, fluye con fuerza, o se debilita al hallar la potencia de otra corriente y otros vientos, como los que genera la contracorriente ecuatorial, aunada a otra masa de agua que cíclicamente “desciende” desde el norte, paralela al continente norteamericano y que se llama frente a esas costas corriente de California y cuya génesis calculamos que se encuentra muy lejana y sorprendentemente septentrional, como detallaremos más adelante. Las aguas cálidas de la contracorriente ecuatorial viajan hacia el este entre dos corrientes de rumbo opuesto: las corrientes paralelas al Ecuador, la norecuatorial y la surecuatorial, son como un marco para la contracorriente que avanza sobre la línea ecuatorial, en su camino hacia el continente, y encuentra, hacia finales de año, el empuje cíclico extra de aguas del norte que, llegando frente a costas ecuatorianas, se superponen, frenan y desvían a las aguas frías de la corriente de Humboldt procedentes del sur, mientras los vientos alisios amainan, provocando lo que en latitudes ecuatoriales se conoce como “el invierno” –la temporada de lluvia que como los monzones en el sureste asiático son infaltables cada año; los “inviernos” se inician “mágicamente” a la altura del golfo de Guayaquil y cerca del 25 de diciembre cada año, tomando de esta circunstancia el nombre de Corriente del Niño porque la lluvia llega cerca de la Navidad, como un regalo del “Niño Dios”, a las sedientas tierras costeñas del Ecuador, luego de la temporada normal de ocho meses de “verano” o sequía, otras ocasiones, cuando “El Niño”, se transforma en “Fenómeno del Niño” origina aguaceros diluviales. En los años que tengo de radicado en el Ecuador, he vivido varios e incluso me atrevo a considerar los periodos de siete años como un aceptable promedio entre ellos por ejemplo, en 1975 el agua derribó el muro perimetral de la casa que estaba construyendo, y aquella inundación por la calle 4ª del barrio de Los Ceibos, en Guayaquil, alcanzó dos metros de profundidad, los que constaté, pues ataviado con traje de buzo (o más bien, nadé) tratando de ayudar a los vecinos, que terminaron por ser rescatados en botes de caucho por la Marina. A veces las lluvias se prolongan por ocho o nueve meses, como en “El Niño” de 198283, con terrible destrucción en el país, donde todas las carreteras de la Costa desaparecieron, los cultivos fueron arrasados y las olas azotaron pueblos costeros, pues el solo calentamiento del mar hizo aumentar su nivel casi un metro. El fenómeno de 1997-98 alcanzó mayores temperaturas en el océano y en la atmósfera y hubo la mayor precipitación pluvial jamás registrada, los oceanógrafos ecuatorianos (Instituto Oceanográfico de la Armada, comunicación personal) lo consideraron “El Niño” del siglo, pero curiosamente causó menos estropicios que el de 1982-83; observando el lapso entre estos dos últimos mencionados, nos daremos cuenta que medían 14 años entre uno y otro, lo que sucedió fue que el “evento” intermedio, en 1990-91, fue un “Niño” tranquilo… Cuando el fenómeno avanza al sur, causa verdaderas tragedias en el vecino Perú, en donde nunca llueve en la costa (excepto cuando se presenta el “fenómeno” mencionado, cíclicamente y con intensidad variable), pues la cálida Corriente del Niño que lo genera, normalmente, no llega más allá del sur del golfo de Guayaquil. Existe memoria histórica de este recurrente fenómeno por las descripciones de los cronistas europeos y por las huellas que dejó en los estratos de la tierra, comprobados en el Ecuador, por excavaciones arqueológicas como las realizadas por el profesor


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Edward Lanning, de la Universidad de Columbia, cuyos resultados fueron muy poco conocidos en el medio, pues de aquella investigación de este país no quedó más que una copia de sus apuntes originales, de ese trabajo extraordinario (que debe reposar en la citada universidad), llamado “Diez mil años de cronología tentativa ambiental en la península de Santa Elena”, en el que analiza magistralmente la estratigrafía, definiendo períodos lluviosos y de sequía, haciendo una proposición concreta de paleo-clima, cuyos altibajos nos hacen presumir las causas de la desaparición de culturas, como Valdivia, que dejó sus huellas más tardías en el norte del Ecuador, como si aquellos valdivianos hubieran sido empujados por sequías prolongadas de su hábitat original, quedando solamente rastros –muy particulares- de este pueblo en los que habrían sido “oasis” con riachuelos perennes o alto nivel del manto freático, como el sitio de San Lorenzo del Mate al suroeste de Guayaquil, donde se encuentra, además de manifestaciones tempranas y tardías de las vasijas y figurillas Valdivia, una evolución continua de su cerámica que no pasa por la primera fase de la cultura Machalilla, con la que ahí coexiste, aunque en otros lugares la sigue en el tiempo. El Arql. Felipe Cruz Mancilla investigó este sitio allá por los años ochenta, para el departamento de investigación del Museo Antropológico del Banco Central de Guayaquil, museo dirigido por Olaf Holm. Aunque solo conocimos un informe preliminar, pues el final aún no se publica, lo consideramos importantísimo, pues, además de lo mencionado, hay un montículo recubierto de arcilla cocida en el centro del pueblo actual, que sería una proto-pirámide, ¡de las más antiguas de América! Creemos que aquel aparente desplazamiento de los valdivianos hacia el norte y luego su desaparición, fue provocado por largas sequías. Si analizamos la propuesta del Prof. Lanning, estos períodos secos impulsarían a aquellos remotos habitantes a los que presumimos ya dominadores del arte de la navegación. Ellos y sus sucesores, al observar que las corrientes varían de empuje desde el sur hacia el norte para virar al oeste frente a las costas de la provincia norteña de Esmeraldas, lo que hace que este territorio se encuentre más allá de la influencia “desecante” de la fría corriente de Humboldt, que afecta plenamente a Manabí central y sur. Evidencias de esta poderosa corriente frente a la zona referida, las encontraremos más adelante cuando rememoremos al obispo Tomás de Berlanga y a sus aventuras náuticas. De vuelta a tierra, recordemos que apoyados en la estratigrafía dilucidaremos la ubicación en el tiempo y la persistencia, la evolución o la aparición de otras culturas en los mismos lugares… En los monumentos arqueológicos de la vecina costa peruana, en particular en las gigantescas urbes de adobe -ladrillos de barro sin cocer- estas huellas climáticas se perciben claramente en los monumentos cívico-religiosos, como las Huacas –pirámides de adobe-, en ciudades que aún nos asombran por su inmensidad, como Chan Chan en la cercanía de Trujillo, o más al sur, entre los valles de Rímac y Lurín a unos kilómetros al sur de Lima, la capital del Perú; las ruinas del que por siglos fuera importantísimo santuario, Pachacámac, ahí es mayor aún la sequedad del entorno, esto hace que al arribar a dichas ruinas por una angosta carreteras, se vean a ambos lados, sobresaliendo en la superficie, fardos mortuorios, hechos con textiles de gran finura e increíble conservación, y calaveras que aún conservan el pelo y sus tocados como especie de turbantes; que yacen semienterradas en la arena a pleno sol, observándonos con las cuencas de los ojos vacías…


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C A P Í T U L O VIII Migraciones, pueblos que arribaron por el mar Prácticamente toda la costa peruana es desértica, en ella desembocan alrededor de 32 ríos, en unos veinte que son perennes, se da la posibilidad de que se pueda vivir ahí; precisamente en algunas de estas fértiles áreas se desarrollaron las grandes culturas de la Costa y los asentamientos humanos más antiguos, como Paracas, las Haldas, Guañape, Cerro Sechín o Huaca Prieta (donde se hallaron mates –guajes o calabazos- burilados con motivos Valdivia) y descubierta en los últimos años la impresionante Caral. Durante siglos la comunicación ideal entre un pueblo costero y otro se realizó por mar, debido a los larguísimos trayectos por desiertos arenales entre cauce y cauce; las embarcaciones en las que se realizaba fueron claramente graficadas (exclusivamente las de totora en la cerámica mochica) y mencionadas en las tradiciones indígenas y por los primeros cronistas españoles; se hicieron estas embarcaciones de juncos que crecen a la vera de lagos y ríos se usan hasta nuestros días, los llamados “caballitos” de totora, actualmente son pequeños y se montan “a la jineta” se impulsan con un carrizo grueso cortado longitudinalmente accionado como remo de doble pala, este junco acuático, la totora, tiene símiles conocidos en México como Tule y en Egipto como Papiro. Los caballitos aún son excelentes para viajes cortos o faenas de pesca costaneras. La otra forma de navegar era en las balsas, grandes almadías hechas de los troncos del árbol de balsa: Occhroma piscatoria (Occhroma –sin color-, blanca) madera originaria del bosque ecuatoriano y disponible en abundancia en su costa. Al valle de Lambayeque, se conoce la llegada de una “flota” de embarcaciones, que por las versiones llegadas a nuestros días parecen ser balsas de grandes troncos, con un grupo humano estratificado, del que los cronistas nos dejaron gran detalle, pues el sacerdote jesuita Miguel Cabello de Balboa (algunos lo escriben de Valboa) asegura y nos dice que él hablaba la lengua mochica o yunga (?) y se comunicaba con los naturales de la zona directamente, por lo que pudo recoger, de primera mano (o de primera boca) muchos datos y tradiciones costeras, como la mencionada de aquella flota y el arribo del rey Ñaimlap y la reina Citerni, con una cohorte de personajes, entre los cuales hay cuarenta oficiales con cargos específicos, sacerdotes, sirvientes; no sabemos si entre los llegados hubo específicamente marinos, o si esa actividad era cumplida por guerreros con una doble función, el caso es que entre la mitología costera peruana es muy importante la llegada de estos emigrantes, quienes llevaban un ídolo de piedra verde llamado Yampallec, de la que toma su nombre Lambayeque, donde se origina la tradición chimú, prácticamente sobre la misma área ocupada por los mochicas y los inicios de esa espléndida cultura, donde encontramos otra alucinante relación: que durante varias generaciones se veneró a este ídolo, y que cuando ascendió al poder un tal Fempellec, luego de cinco generaciones, este personaje cometió un sacrilegio al dormir con cierta mujer, y al practicar el ayuntamiento, desencadenó un diluvio que duró treinta días, se acabaron los alimentos y hubo gran hambruna y pestes, los sacerdotes decidieron aplacar a la naturaleza deshaciéndose del que consideraron culpable, al que arrojaron al mar atado de pies y manos…. Con variantes entre los relatos, pues no se menciona embriaguez ni que fuera hermana,


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pero algunos detalles se parecen a los de la partida de aquel personaje de entre los toltecas, pero en la ciudad de Tula él se fue voluntariamente, llegó al mar y en una embarcación de serpientes (troncos?) se retiró para siempre, iniciando el aparente periplo de Quetzalcóatl que hemos mencionado, también falta la lluvia en el relato mexicano, pero la lluvia siempre ha hecho falta en México, y lo mismo ocurría en las tierras de Lambayeque, por eso la descripción de aquel diluvio resulta perfecta de un fenómeno El Niño… No debemos olvidar que, más al sur, en el área Nazca, conocida por sus gigantescos geoglifos en el desierto, hay algunos en la costa, que solo pueden ser observados desde el mar, como el gran “candelabro”… Hay otra leyenda más tardía que se refiere a la llegada de Tacaynamú (o Pacatnamú) desembarcando de sus almadías, portador de la cultura Chimú que resulta como “nieta” de los mochicas, pues tiene como intermedio la fuerte presencia de la cultura originalmente de las alturas andinas, de Huari-Tiahuanaco, aunque según las crónicas, los chimúes heredaron el habla mochica que debe haber recibido influencias durante el período de dominio Huari-Tiahuanaco, pero esta lengua aún con aquellas influencias perdura entre sus sucesores en el tiempo, hasta la conquista inca. Con casos específicos como este resulta más comprensible la existencia de un “philum” común que abarque a la mayoría de lenguas habladas en un gran territorio, el Macro-Quichua, que parece amparar bajo su denominación a dos grandes lenguas, una más antigua, la Aymara. La glotocronología puede ayudarnos a distinguir desde donde, en el tiempo, tienen un origen común y cuando comienzan a separarse; los misterios de las diferentes lenguas y su interrelación tendrán explicación, y estará más claro el panorama de los pueblos y sociedades que se comunicaron entre sí con ellas. En el mismo tema, los cronistas describen a la lengua “pescadora”, como una especie de “lingua Franca” con la que se entendían los comerciantes, viajeros y navegantes, se presume que se usó en las costas del Ecuador y Perú y que sería la tercera (?) hablada en las costas, amén del mochica y la “lengua yunga”, aunque esta última designación, yunga, luego del impacto inca, se convierte en término genérico para designar (por ellos) a todo dialecto que no entendían, como los hablados en la zona amazónica o en la costa; los incas, por obvias razones, impusieron el quichua, aunque el dominio inca de la costa peruana fue relativamente breve antes de la llegada de los españoles, lo que preservó las lenguas costeñas, hasta que los misioneros cristianos les dieron la puntilla, terminando de imponer el quichua, para la lógica difusión de la religión. En el vecino Ecuador hay una tradición que se parece a las dos mencionadas en el Perú, esta describe la llegada en grandes embarcaciones, del pueblo de las Caras, que dejaron su nombre en el actual puerto de Bahía de Caráquez, y parecen ser los autores de una especie de “rosario” de montículos (llamados en el Ecuador Tolas) que remontando el río Esmeraldas y luego el río Guayllabamba, llegan a extenderse por los valles interandinos, construyendo centros ceremoniales hacia el norte de la actual ciudad capital Quito, como el de la hacienda Zuleta, con gran número de “tolas” y masivas estructuras, como las trece grandes pirámides de Cochasqui, en una “ceja de montaña” a gran altura; arriba y al oeste de la población de Guayllabamba, estas pirámides son hoy el centro del primer “Parque Arqueológico” en el Ecuador, desarrollado por el profesor Lenín Ortíz, de la Universidad Central, y un equipo multidisciplario del que tuve el honor de ser asesor ejecutivo; estas


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estructuras, muy bien conservadas, parece que fueron cubiertas con tierra cuando la invasión conquistadora de los incas, pues encontramos fosos en forma de media luna alrededor de las pirámides que cubicados, equivalen a la cubierta de tierra que cubrió el perfil escalonado y las dejó como “tolas” o montículos redondeados, como para salvaguardar aquel centro religioso de la profanación… estas pirámides fueron perfilados con bloques de “cangahua”, archilla con ceniza volcánica, sumamente compacta, tienen largas rampas para ascenderlas, en vista aérea, menos una que tiene dos salientes del cuerpo principal, y se la conoce como “el alacrán”, las demás parecerían “renacuajos” con la cola recta, no son iguales, pero son conceptualmente parecidas a las “yácatas” de Michoacán. Estos constructores trasponen la cordillera de los Andes y aún ahora podemos ver sus huellas, desde Quito hacia el sur de Colombia. En el oriente ecuatoriano, al este de los Andes, en el camino desde la risueña población de aguas termales (risueña pese a que está bajo el activo volcán Tungurahua) llamada Baños, hacia el puerto fluvial de Misaguallí y a lo largo del cauce alto del río Napo, tributario del Amazonas, se encuentran estas tolas de enterramiento, habitacionales o ceremoniales, cubiertas de vegetación natural o por las plantaciones de té; al navegar por este cauce en las angostas y largas canoas de más de diez metros de largo típicas de estos ríos, se observa a familias enteras que “lavan” oro en bateas o que recogen “pepitas” en el estiaje, cuando baja el caudal, probablemente como se hizo desde hace siglos. En el Ecuador la orfebrería se desarrolló muy tempranamente, el profesor Zevallos Menéndez, describe la de Cerro Narrío, Cañar, provincia andina al sur del país, desde el segundo milenio antes de Cristo. Por cierto, en la época del impacto europeo había dos núcleos metalúrgicos, con soberbios orfebres en la costa, uno abarcaba las provincias de Esmeraldas y de Manabí entre los pueblos Niguas, herederos de la cultura Jama Coaque II, y los Campaces, descendientes de la cultura Tolita; el otro núcleo, en la inmensa área fluvial de las provincias del Guayas, Los Ríos y El Oro, donde habitó el pueblo Milagro-Quevedo constructor de montículos, no solo de tolas, sino de enormes complejos de “camellones”, grandes acumulaciones de tierra que solo se pueden apreciar desde un avión, en particular entre la ciudad de Milagro y la ribera izquierda del río Babahoyo (que al encontrarse con el Daule forman el río Guayas, frente a la ciudad de Guayaquil); esas elevaciones de tierra tienen formas geométricas: círculos concéntricos, cientos de “barras” de más de 100 metros de largo y otras como “peines” gigantescos que formaban, además, reductos para cría de peces, formidable tecnología de este pueblo conocido arqueológicamente como Milagro-Quevedo (y que los cronistas denominaron chonos cuando el “encuentro”), que les permitió sobrevivir con éxito a las inundaciones; estas construcciones implicaron una sólida estructura social, y les permita hacer su vida normal, aunque estuvieran bajo el efecto de las aguas provocadas por los cíclicos fenómenos del Niño… una característica de esta cultura fue la de sepultar en vasijas de cerámica gigantes, de hasta metro y medio de alto, por un metro de diámetro, a veces unas sobre otras como “chimeneas” de hasta diez o más superpuestas, conteniendo al difunto la del fondo, y precisamente en el centro y bajo uno de estos montículos llamados tolas. Algún imaginativo arqueólogo propone que esta forma de enterramiento en tolas no es sino la tumba de pozo, que suele estar en terrenos elevados no inundables, pero dejando al sepultado sobre el suelo que en esas áreas es anegadizo en tiempo de lluvias. Por cier-


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to, todos los cementerios de la costa, los prehispánicos y desde la colonia hasta nuestros días, se han hecho siempre en lugares altos; parece que el exceso de agua desarrolló una especie, sino de aversión, cuando menos del sentido de convivencia con ella, pues la presencia del agua era y es cotidiana durante los largos y húmedos meses del “invierno”, las viviendas en el campo son palafíticas, están diseñadas ancestralmente para permanecer sobre el agua, aún durante los fenómenos del Niño, cuando las aguas suben aún más de nivel, igualmente hay estructuras para que los animales estén “en seco”, y por supuesto las comunicaciones entre ellos o con las poblaciones se realizan en canoas, la mayoría de estupendo diseño cayapa, monoxilón (talladas en un solo tronco), y cuando es necesario mover animales grandes, lo hacen en balsas; forma de vida diametralmente opuesta a la de sus vecinos peruanos costeños, que viven en sequía permanente y solo en las desembocaduras de los ríos que bajan de los Andes, siembran en sus fértiles vegas y en sus deltas. Mencionamos todo esto porque nos ayuda a entender a las poblaciones pretéritas y a sus habitantes. El Prof. Viteri Gamboa, experto en la cultura Milagro-Quevedo y otras de la Costa, encontró cerámica de la cultura Bahía en varios lugares serranos, uno de ellos precisamente en la llamada Tola Alta, cerro al oriente de la actual Quito, capital del Ecuador, lo que, con otras huellas cerámicas en la inmensa área, quizá sugeriría a estos emigrantes costeños, como los Caras. En este caso particular da la impresión de que fuera una EMIGRACIÓN de REGRESO, pues el impacto que dejó en las áreas de influencia es muy peculiar, parecería que un pueblo que creció en el “exilio”, retornara con sus montículos y sus tumbas de pozo, al lugar ancestral. Debemos avizorar dos tradiciones, o patrones, de enterramiento costeño aún en uso hacia el 1500, d.C. por dos pueblos vecinos, los de montículos, Milagro-Quevedo, en el bosque húmedo tropical en los valles y a lo largo de las vías fluviales; y los de pozo profundo y cámara lateral, Huancavilca o Manteños del Sur, agricultores y avezados marinos. Se infiere una remota tradición navegante en el Ecuador, que mencionamos con certeza, pues sus huellas aparecen en lugares lejanos (por lo pronto, Norton nos reporta cerámica Valdivia 2 en la Isla de la Plata), parece arrancar desde las postrimerías de la cultura Valdivia; dicha cultura es la que en América inventa la cerámica, que fuera determinada por el arqueólogo Emilio Estrada y su jefe de campo, el profesor Julio Viteri, aunque la fecha más antigua de carbono 14 correspondía al sitio Loma Alta, trabajado por el arqueólogo Presley Norton, también un querido amigo y maestro, compañero de buceo en ocasiones, este sitio que arroja la fecha de 3,090 años antes de Cristo, sin ajustes que la llevarían más lejos en el tiempo; las pruebas de carbono 14 a la materia orgánica asociada estratigráficamente a la cerámica, no deja lugar a dudas: estamos pues, ante la cerámica más antigua de América. ¡Más de cinco mil años de tradición alfarera!... Dicha cerámica nos indica solamente una determinada tecnología, pero los trabajos de la Universidad de Illinois, dirigidos por el profesor Donald Lathrap (quien sostuvo la hipótesis del origen tropical de las altas culturas americanas, comunicación personal), coordinados por el arqueólogo Jorge Marcos, autor de espléndidas publicaciones sobre el tema, las excavaciones en el sitio Real Alto, de Chanduy, nos abrieron un horizonte más temprano y amplio de la cultura Valdivia (¡4,200 a.C.! con cifras corregidas). La génesis del urbanismo: plaza ceremonial (o utilitaria), huellas de edificios que aun-


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que rústicos (como los bohíos ovalados amazónicos) son aparentemente ceremoniales, y otros para viviendas, con zonas bien definidas, indicios de cultos, no solo por las innumerables figurillas femeninas, sino por hallazgos como el de un esqueleto femenino bajo lo que fuera el umbral de la casa de tamaño mayor de todas las que rodean la plaza, con dos esqueletos masculinos desmembrados en forma aparentemente ritual, y con los cuchillos de horsteno que se usaron, igualmente la constatación de la existencia de fitolitos de un cereal tan especializado como el K. 8 kcello ecuatoriano, mazorca de maíz de ocho filas, originalmente detectado en un fragmento de cerámica donde dejó su impronta, por el recordado maestro el Prof. Carlos Zevallos Menéndez, este maíz harinoso es de los más antiguos que se conocen y tan resistente y adecuado a diversos climas y alturas, que aún en nuestros días sigue siendo preferido y sembrado, lo hemos encontrado en ciertos valles de la provincia del Cañar, tenemos mazorcas recientes que lo atestiguan; en el Ecuador y Perú la mazorca tierna se llama choclo, al que en México se conoce como elote. Por cierto, partiendo una de esta mazorcas de K.8, se puede observar que corresponde a cada grano un ángulo de 45º, a partir del centro, que lo hace identificable cuando lo encontramos representado en una vasija cerámica, los ocho granos de 45º completan los 360º del círculo, hay una belleza geométrica implícita en vegetales como este… Por el clima del Ecuador, tan húmedo, carecemos de constancias de textiles, a no ser impresiones, huellas de tejido en fragmentos cerámicos tempranos (detectados por Jorge Marcos) que nos permiten observar una trama y dos urdimbres y cierta finura del tejido, en el período Valdivia, aunque no nos diga nada de su materia prima. Hay fragmentos de textiles más tardíos asociados a objetos de cobre preservados por las substancias químicas típicas de este metal, estos sí nos permiten identificar al algodón, recordemos entonces que el algodón silvestre de ambos lugares, el Gossipium barbadensis, originario de Sudamérica, y el Gossipium hirsutus, mesoamericano, no fueron idóneos para el tejido por ser de fibra corta, solamente su hibridación, su combinación, permitió que se transforme en algodón de 26 cromosomas, de fibra larga, queriendo decir que para que existiera el algodón adecuado para uso textil, fue necesaria la mano del hombre para su hibridación; que dos variedades de 13 cromosomas se encontraran… Estas divagaciones sobre el tema de influencias entre Sudamérica y Mesoamérica son el preámbulo para la propuesta del contacto entre zonas específicas de ambas áreas, la costa del Ecuador y la costa mexicana del Pacífico. Cuando encontramos ciertos indicios: objetos, costumbres, idioma, paralelismo en general, nace el convencimiento de relaciones transpacíficas. Sin dejar de reconocer migraciones terrestres como las que se dieron entre el norte y el sur de Mesoamérica, donde huellas teotihuacanas, y luego toltecas, o más específicas, como la de los pilpiles en Guatemala, o los chorotegas de aparente ancestro otomí en Nicaragua y Costa Rica, o la presencia de pueblos de habla náhuatl en El Salvador, perfectamente documentadas dese hace años, incluso por supervivencias culturales y dialectales, y obviamente por los topónimos que jalonan la geografía, nombres de lugares, de montañas, de lagos, que son parte de geografía actual con nombres ancestrales, mencionamos otras tradiciones, como las que gestaron la identidad cultural mexicana: las siete tribus nahuatlacas, que inician su camino partiendo del “lugar de las siete cuevas” –Chicomostoc-, gesta que nos refiere, entre otros documentos, el códice llamado “Tira de la peregrinación”.


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C A P Í T U L O IX Las relaciones transpacíficas Hemos descrito a la corriente de Humbolt que se desliza frente a la costa sur del Ecuador y, llegando a la cercanía del límite entre la provincia de Manabí con Esmeraldas, hace un giro hacia el noroeste, para por las islas Galápagos y mientras un ramal alimenta a la gran corriente sur-ecuatorial que por los 85º y 95º de longitud este y en la latitud ecuatorial inicia su camino cruzando el ancho Pacífico hacia el oeste hasta que sus aguas arriban a Nueva Guinea, otro ramal de Humboldt sigue su ruta al norte y recibe un influjo extra de la contracorriente ecuatorial con su cambiante “destino” de acuerdo a la época del año, que en los meses de junio a noviembre fluye hacia el norte, las masas de agua resultantes avanzan hasta encontrar la gran curva de la costa mexicana, los vientos alisios soplan desde el sur-sureste gran parte del año en aquella dirección, y al cruzar la línea ecuatorial, según las “Pilot Charts of the North Pacific Ocean” de la Defense Mapping Agency de los EE.UU. para los meses de octubre y noviembre (de años normales, sin fenómeno del Niño), y según la escala de Beaufort, los vientos prevalecen hacia el noroeste; esto hace que sea más fácil arribar a costas oaxaqueñas, guerrerenses, michoacanas, colimenses o jaliscienses, viajando por esta vía, que llegar a la vecina Colombia. En estas cartas de navegación del Pacífico Norte, para los meses de julio a noviembre, encontramos una constante de corrientes y vientos que en esos meses fluyen y soplan hacia el noroeste; estas condiciones cambian a finales de diciembre, cuando se deja sentir la cálida contracorriente ecuatorial, que se encuentra con la que avanza desde Norteamérica, cerca de las costas mexicanas, conocida al menos en el tramo correspondiente como corriente de California, sus aguas “bordean” a las permanentemente cálidas que podemos considerar estacionarias de la llamada “cuenca” de Panamá; cuando se produce este encuentro, tiene el efecto de calentar las aguas superficiales que avanzan hacia el sur, y los vientos alisios amainan… esto es más regular de lo que puede pensarse, solo se interrumpe cuando en forma cíclica, aproximadamente cada siete años, aparece el fenómeno del Niño, observado con los modernos medios satelitales, el calentamiento del mar se gesta muy lejos en el Pacífico, aproximadamente entre los 150º y los 170º de longitud oeste, por la línea equinoccial. Para fines de navegación, “el fenómeno” asegura una más rápida ruta de norte a sur; procedentes de México y conocida la periodicidad del fenómeno, y sus manifestaciones previas, sería hasta recomendable, si fuéramos “balseros”, mindalaes –comerciantes-, viajar hacia el norte un “año sexto” y regresar el séptimo, pues “el fenómeno” definitivamente empuja hacia el sur. El 3 de octubre de 2005 zarpó de Guayaquil el buque escuela Guayas, hermoso velero construido en los mismos astilleros españoles de Celaya cerca de Bilbao que el brick-barca Cuauhtémoc, su similar mexicano, este periplo de instrucción lo llevó en un singladura al puerto de San Francisco California, y en su retorno llegó a Acapulco, Punta Arenas, Panamá y Guayaquil; su salida hacia destino norteño coincide con la fuerza de la corriente y los vientos hacia el noroeste que priman en esos días, y su regreso se estimó el 15 de diciembre precisamente, con el empuje de la contracorriente que en esos días suele arribar al Ecuador. En parecida travesía y procedente de su base en Icacos en Acapulco, el buque


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escuela mexicano Cuauhtémoc llegó el 23 de diciembre a Guayaquil, procedente de Panamá, como escala de un largo crucero de instrucción llamado Circunnavegación 2006, que, además, incluyó al Callao, Perú; Valparaíso, Chile; el paso por el cabo de Hornos, Buenos Aires, Argentina; Montevideo, Uruguay; Río de Janeiro, Brasil; y desde ahí cruzaron el Atlántico hasta Sudáfrica, arribó a Ciudad del Cabo y doblando el cabo de Buena Esperanza a Port Elisabeth, en el extremo meridional de África, llegó desde ahí a Melbourne en el extremo sur de Australia, luego a Auckland en Nueva Zelanda desde donde fue a Papeete en Tahití, y desde ahí tomó la larga ruta por el Pacífico hasta su base, en Acapulco, México. Según algunos investigadores, el cambio de temperatura en el agua provoca la ausencia de los nutrientes habituales y causaría la muerte de los bivalvos filtradores Spondilus, y que aparezcan en la playa sus conchas, de esta circunstancia se derivó en la antigüedad la creencia de que los hallazgos de estos bivalvos (a partir de la aparición de la corriente cálida) propiciaban la lluvia, pues lo asociaron a las precipitaciones pluviales por la evaporación que provoca el cambio de temperatura de las aguas, que a finales de diciembre desencadenan grandes aguaceros. Hacia el sur de Ecuador esta asociación con la lluvia era la causa del interés por “el mullo”, como se denomina aún en nuestros días en el Perú al Spondilus, que era parte fundamental en las ceremonias previas a la siembra, donde, molido, se esparcía en la tierra roturada, también era infaltable al inicio y durante la construcción de los kilométricos canales de riego hechos desde los Andes hasta las tierras áridas de la costa durante siglos, incluso recogimos de una antigua tradición que hemos mencionado, la llegada al valle de Lambayeque del rey Ñaimlap, que entre su detallada corte tenía a Fonga Sigde, cuya función era “esparcir polvo “de mullo” en la tierra que su señor había de pisar”… Al proponer estos “caminos que andan” tratamos de definir un camino de dos vías, no hemos descrito la ruta como solo de ida, como un viaje sin retorno, sino de ida y vuelta; hay entre otras, una clave de hace 500 años, comprobable, que nos da indicios sobre el camino de regreso: El contador Rodrigo Albornoz, en los primeros años de 1500, en una detallada carta a Carlos V, describiendo su viaje por la costa occidental de los nuevos territorios, dice textualmente: “preguntando a los indios de Zacatula cómo saben que debe haber por ahí islas, dicen que muchas veces oyeron a sus padres y abuelos, que de cierto en cierto tiempo solían venir a aquella costa, indios de ciertas islas hacia el sur –que señalan-, y que venían en unas grandes piraguas y les traían ahí cosas gentiles de rescate y llevaban ellos otras de la tierra… y que cuando la mar estaba brava se quedaban cinco y seis meses, hasta que venía el buen tiempo se tornaban a ir”. De este tema de Albornoz, hablamos con el Prof. José Corona Núñez cuando tuve el honor de conocerlo personalmente (lo conocía a través de sus libros) en Michoacán, honrando con su presencia una plática que di en el Palacio Clavijero de Morelia, invitado por la SEP (Secretaría de Educación Pública de México). Aparentemente, este regreso de “las grandes piraguas” dependía de la aparición de la corriente del norte que se deja sentir más en la costa pacífica mexicana, a partir de los meses de octubre y noviembre, suponemos que es generada por el empuje de la corriente negra del Japón, Kuroshio, que arriba a las costas norteamericanas desde el poniente asiático, alimentando a la corriente de California que inicia su camino hacia el sur a lo


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largo de las californias y las costas continentales mexicanas, hasta llegar una parte de ella a encontrarse con las aguas cálidas estacionadas frente a la “cuenca panámica” y las de la contracorriente Ecuatorial que vira hacia el sureste arribando al continente a la altura del Ecuador, a fines de diciembre, cerca de la Navidad, convirtiéndose en “El Niño” (el niño Dios). Por cierto, esta masa de agua cálida norteña se superpone y empuja a la corriente fría de la corriente de Humbolt, que normalmente viaja hacia el norte girando hacia el nor-oeste, aproximadamente por la línea ecuatorial y los tres grados de latitud norte, pasando por las islas Galápagos y por la cercanía de la isla de Cocos perteneciente a Costa Rica. Este “encuentro” y calentamiento de las aguas y el amainar de los frescos vientos alisios que soplan desde el sur-suroeste, permiten la evaporación, que desata el llamado “invierno”, la temporada de lluvias en el Ecuador, que dura precisamente hasta mayo-junio, cuando la corriente fría de Humboldt retoma su fuerza y los vientos alisios comienzan a soplar de nuevo… Como evidencias modernas, tenemos años de recoger información de naufragios, barcos pesqueros perdidos, botes de garete, (ahora, lamentablemente, viejos navíos pesqueros atiborrados de emigrantes hacia Guatemala, para luego tratar de llegar a México y Estados Unidos); estos simples recortes de diarios (amarillentos algunos), representan una fuente de información muy consistente, pues la localización de los náufragos nos confirma la existencia y dirección de las corrientes y sus variaciones de acuerdo a la época del año… a veces algún capitán de puerto habla conmigo para intercambiar información que lleve a averiguar la posible ubicación del barco, bote, canoa o panga, perdidos, y calculando desde su última posición conocida inferir en qué área del océano se podría encontrar… Este sería el panorama de los “CAMINOS QUE ANDAN”, afortunada descripción del querido amigo y maestro Olaf Holm, ciudadano danés, radicado en el Ecuador desde muy joven, originalmente dedicado a la producción de cacao, luego notable arqueólogo (y productor de nacionalidad) y cónsul honorario de Dinamarca. Estos caminos son las corrientes omnipresentes en todos los mares del mundo, como la corriente del golfo que permite la más rápida y lógica travesía entre Europa del oeste y América por el Atlántico, cuyo transporte de aguas cálidas del Caribe hace que los inviernos daneses sean menos fríos que en países cercanos. Probablemente el o los primeros viajes desde el antiguo Ecuador hacia las costas mexicanas fueron accidentales, luego, periódicos y calculados; no debe llamarnos la atención la supervivencia de los viajeros, pues, por experiencias personales, comprobamos que la “sombra” de una almadía como las que hemos descrito, hechas con los grandes troncos del árbol de balsa, atrae un número de especies marinas que se refugian bajo ellas, resultando muy fácil pescar en su contorno, aún hoy los marinos viejos de botes de recreo suelen dejar un par de palos flotantes sujetados con una “potala” de piedra (ancla) en un bajo, y días después se acercan a pescar en la cercanía, resultando asombrosas capturas de dorados ¡y aún marlines! Personalmente me he sumergido a ver desde abajo del agua lo que ocurría: en cuestión de días, los maderos comenzaban a cubrirse de algas finas como cabellos verdes, con docenas de pececillos “ramoneando” en esa vegetación, y avizoré peces más grandes en la cercanía, esto me hizo pensar en lo que ocurriría con maderos de mayor tamaño, como los que componen una balsa cuya sombra es incomparablemente mayor…


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Así que la balsa era como una pequeña fábrica de pescado. Basta recordar la narración del marino holandés Jacobo Roggeveen, que llegó al puerto de Paita en 1619, al norte del actual Perú, cercano a Tumbes, inmediato a la frontera sur de la Real Audiencia de Quito, a adquirir alimentos para continuar su viaje. Roggeveen fue el primer europeo en describir a Te-Pito-o-te-Henua, el Ombligo del Mundo, la isla de Pascua; lo aprovisionaron de vegetales y charqui (carne deshidratada, originalmente de llama); diciéndole los paiteños que espere un poco la llegada de una balsa que había zarpado hacía dos meses y pronto traería el pescado seco, obviamente procesado a bordo… Según esta narración, de una sola balsa, se abastecieron los dos barcos grandes y el “patache” que componían su flota…Ejemplares holandeses, pues hubo temibles piratas de esa nacionalidad que dejaron en su estela de desolación el topónimo de “Pichilingue” en costas de varios países… Tuve el gusto de conocer al “abuelo de los balseros” del siglo pasado, a Thor Heyerdahl, en Guayaquil, en su última visita en julio de 1995, en la que participamos en una mesa redonda en el Museo del Banco del Pacífico (cuando contenía a la espléndida colección Norton) convocada por su gran directora, Cecilia Pérez; luego tuve oportunidad de verlo varias veces y platicar largamente (fue muy admirado por mí desde niño, uno de mis libros de aventuras preferido era el del viaje de la balsa Kon-Tiki), aunque no polemizamos sobre su zarpe desde El Callao, Perú, donde armó su balsa con madera del bosque costeño del Ecuador, hecho que por años causó una gran confusión en cuanto a quienes fueron los navegantes en este lado del Pacífico, pues en la costa del Perú no se disponía de madera adecuada para embarcaciones, sino la totora, el junco acuático ya mencionado; con el paso de los años, cuando menos para mí, es perfectamente entendible que si en la antigüedad llegaron los balseros de origen Valdivia, Machalilla, Chorrera o Engoroy, Guangala, Jama-Coaque, Tolita y Manteño o Huancavilca, en un transitar de milenios (así como en el Mediterráneo lo que definió la condición de grandes navegantes de los fenicios fue la existencia de los cedros en sus montañas, y por su puesto su acendrado sentido comercial), fue posible que usaran también las embarcaciones, la técnica para hacerlas y a esta madera ecuatoriana, en los reinos costeros del Perú (aunque en la abundante iconografía mochica solo se observan embarcaciones de totora), no debería llamar tanto la atención que se hiciera lo mismo con la balsa Kon-Tiki allá por el año de 1947; estoy convencido del uso de balsas en la costa peruana (y por supuesto de su obvia procedencia ecuatoriana), pues conozco las “guaras” timones, quillas u orzas usados para dirigir balsas a vela preciosamente talladas en sus asas, que reposan en el museo de sitio de Pachacámac, perfectamente conservadas por el seco ambiente de aquella costa, este recuerdo de lo que vi hace más de veinte años, lo estoy verificando en estos días con el museo de sitio, y puede haber guaras en el museo del Algarrobal en Ilo, mucho más al sur, aunque no constan en descripciones de objetos hallados en tumbas muy tempranas. Entre los notables ejemplos de objetos de madera, preservados por la también reseca atmósfera de la costa más al sur en Ica, durante el señorío Chincha son descritos por Samuel K. Lothrop (1957) en su investigación sobre navegación en la costa del Pacífico, describe tablas “en forma de palas y de remos”, aunque lamentablemente no tenemos ningún dibujo o fotografía de ellos, por la descripción de las primeras “tablas” las identifica como “centerbords” (sic) o “palos timón para embarcaciones a vela como los que utilizaron las jangadas (sic) que se dan en el Ecuador”, queda la duda para ese autor el


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uso práctico o ceremonial, pues dice que esos objetos tenían gran delicadeza en el tallado, aunque eran muy pesados. Hay que reconocer que en su juventud Thor pudo haber tenido alguna confusión, pero en su madurez nos enriqueció con la descripción de sus viajes y sus investigaciones, como aquella demostración de cómo erigir un “Moai” de ocho metros de alto en la isla de Pascua, solo con la ayuda de un puñado de vecinos… o a entender el uso de los “mapas” polinesios, las “tablillas” cuadradas de ramitas entrelazadas representando corrientes, vientos y distancias para navegar entre las islas del ancho Pacífico, o la abundantísima y detallada información que caracterizó todas sus publicaciones. Siempre sostuvo que había huellas cerámicas de paraderos humanos en las islas Galápagos, en 1953 acompañado de los arqueólogos E.K. Reed y A. Skjölsvold localizó cuatro áreas de ocupación en tres islas diferentes, la más extensa en la meseta situada sobre la bahía de James en la isla Santiago, ahí encontraron ocho “campamentos” aborígenes y separados por un cerro, un yacimiento en la bahía del Bucanero. Otros en bahía Ballena de Santa Cruz y en Playa Negra en la isla Floreana, y refiere que después de su estadía, otro yacimiento prehistórico fue localizado en Cabo Colorado en Santa Cruz por J.C. Couffer y C. May. Hay una detallada relación de lo encontrado, que indudablemente hace ver el profesionalismo de aquellos arqueólogos, que considerando su época, el análisis de la cerámica que dejaron sería aceptable, pues en esos días la arqueología del Ecuador era prácticamente desconocida, así pues, estaban convencidos de que los navegantes fueron peruanos, una parte del material lo tratan de encasillar como tal, pero igualmente detallan otro “proveniente de la costa del Ecuador”. No olvidemos que la “explosión” de conocimientos arqueológicos de esta costa apenas esbozado por Max Hule y Jijón y Caamaño, recién toma fuerza con Emilio Estrada, el Prof. Zevallos Menéndez, el Prof. Huerta Rendón, don Julio Viteri y luego la pléyade de arqueólogos extranjeros y los jóvenes ecuatorianos que fueron tomando la posta. Thor informa textualmente que “quienes estudiaron el material fueron Evans y Meggers, del Smithsonian, institución del National Museum”, la misma notable pareja que luego ocuparía un importante sitial en la arqueología de Ecuador; describen “moldeado de la (Isla de) la Plata” (bahía obviamente) y recipientes negros muy pulidos (probablemente huancavilcas, aunque podrían ser chimúes), y hay que mencionar otros tiestos o tepalcates (fragmentos), descritos como “policromados tiahuanacoides” que pueden ser los tricolores Guangala de pasta fina, aunque no habría ningún problema que fueran de una u otra filiación, hay muchos detalles de aquella cerámica encontrada, lo que no tenemos claro es dónde está, pues revisarla en estos días a luz de los conocimientos actuales, sería estupendo. Precisamente otro escandinavo, Olaf Holm, ayudó a definir qué clase de tiestos o tepalcates eran los encontrados en las islas Galápagos, él se refirió en especial a los de la bahía de James, opinando Olaf que se trataba de un porcentaje del 10 por ciento de ceramios de origen peruano, y el restante 90% ecuatoriano, en particular de cultura Bahía… aunque por la densidad, baja, parece que llegaban de paso y que se trató de campamentos de ocupaciones breves. Lo revisado, fue aparentemente obtenido en otra expedición. Hace unos meses encontré en Guayaquil a la connotada arqueóloga Karen Stothert,


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quien realizó el estupendo trabajo del museo de sitio “Los amantes de Sumpa” del período precerámico ecuatoriano. Ella acababa de regresar de una prospección de más de una semana en el archipiélago y me dijo que no habían encontrado más que cerámica de origen europeo, y muy poca, lo que pondría en tela de duda a la cerámica arqueológica anterior a la europea… pero la seriedad de los escandinavos mencionados, en particular de Olaf Holm en su calidad de experto en cerámica ecuatoriana, difícilmente se pondría en duda; quizá no tomó en cuenta que los ceramios encontrados y diagnosticados hace años fueron de una excavación, en la que se dejan zonas intactas para que los arqueólogos en el futuro puedan, con mayor conocimiento o tecnología, certificar los resultados o conclusiones anteriores sobre el sitio excavado; lo que trataremos de ver son los ceramios revisados por Olaf, sabemos que otros deben localizarse aún en la Estación Darwin de la isla Santa Cruz, donde se encontraban, pues también Presley Norton los describe y dice “que entre el material europeo del siglo XVI (?) se encontraban fragmentos correspondientes a la cultura Bahía”, coincidiendo con la opinión del investigador danés en cuanto a esta cultura; y a la escasez es obvia si se trató de desembarcos ocasionales, yo personalmente he estado en algunas islas, varias veces, y no he roto ni un plato… Alguno de los temas de los que hablamos con Thor Heyerdahl fue de la posibilidad de hacer la travesía entre el Ecuador y México, pues esa sí verificaría una vieja tradición de comunicación, pero ya no lo hicimos, pues lamentablemente Thor falleció hace tres años en su retiro de la Morra de Guimar en Tenerife, Islas Canarias… espero que nuevos investigadores (aventureros) la realicen pronto. Como complemento contaré una pequeña historia de lo que nos sucedió hace unos años en el puerto balneario y pesquero de Playas de Villamil, provincia del Guayas; Olaf Holm y varios compañeros del GEA (Grupo de Estudios Arqueológicos) revisábamos las “balsillas”, típicas embarcaciones de la zona, hechas de tres “palos” de balsa, que aún se usan para pescar a lo largo de esa área costera del Ecuador; estas balsillas, sumamente marineras, son aparejadas con vela triangular y los tres troncos que la componen están sujetos entre sí por unas especies de “yugos” de madera dura, como mangle o algarrobo –mezquite en México- uno en la proa y otro en la popa, el mástil pasa a través de un tercer “yugo” más corto, que se incrusta firmemente en los troncos laterales, el mástil se carga hacia la proa, y lo más importante, usan una “quilla” móvil, es impresionante verlas llegar entre las olas, al arriar la vela parece que el pescador “anduviera” sobre el mar, sostenido en el delgado mástil… al arribar “surfeando” a la playa, solo extraen la quilla de la ranura hecha para el efecto en el palo central y arrastran la liviana embarcación –de fondo planoplaya adentro, sobre maderos cilíndricos. El motivo de aquella visita en particular, fue para adquirir una “balsilla” para el Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador, cuya dirección ocupó por largos años el arqueólogo Holm. Tratando de averiguar si alguna estaría en venta, tuvimos la sorpresa de saber “que no había balsillas disponibles, pues acababan de estar en el pueblo los peruanos y les habían vendido las recién hechas”… me quedé con un sabor de boca parecido al que sentí al conocer la crónica del contador de la Nueva España, Rodrigo de Albornoz, la que se refería a los navegantes que llegaban al puerto de Zacatula, “y que cuando la mar estaba brava tardaban meses en regresar”… Comprobamos, de casualidad, que los contactos comerciales entre lugares distantes, como la península de Santa Elena y la costa norte del


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Perú, ¡aún se efectuaban por mar en nuestros días! El mes de marzo del año 2005 estuvieron en Guayaquil tres escandinavos: uno sueco, Anders Berg, y dos noruegos, Torgeir Higraff y el joven Olav Heyerdahl, nieto de Thor, pretendiendo repetir el viaje de la balsa Kon-Tiki. La expedición ahora se llama Tangaroa, consiguieron los troncos de balsa, uno de ellos de un metro de diámetro, donados por la Cía. Alcan y que fueron cortados en enero de 2006; en la consecución ayudaron un par de amigos, los cónsules en Guayaquil de Noruega, Andrés Schmidt, y de Finlandia, Humberto Mata. Los muchachos insistieron en repetir aquel viaje que culminara en el atolón de Raroia en la ceremonia de las islas Tuamotú, en el archipiélago de Tahití, a donde llegó el abuelo de Olav en 1947, y de nuevo llevar como se hacía ancestralmente, los troncos al Perú, construir su embarcación allá y zarpar con su balsa de madera ecuatoriana de El puerto del Callao. Cuando visitaron mi casa, resultaron ser, Torgeir de muchos conocimientos y líder; Ander, el mayor, escritor y fotógrafo; Olav, un decidido joven cultor de la memoria del abuelo; hablamos ampliamente de varios temas, uno de ellos fue de los tiburones que podrían encontrar, les comenté en cuanto al tiburón blanco que no se encuentra en esta agua y que el que más vemos por aquí es el esbelto tiburón azul, y el de mayores dimensiones es el tiburón tigre, de los que tenemos mandíbulas en el estudio (por cierto hemos encontrado en tumbas de pescadores guangala, sobre el tórax como ofrenda, dientes fósiles de Megalodón Megalodón hasta de 15 centímetros de largo). Yo insistí en el simple asunto de la procedencia, no solo de la madera de balsa si no de la tecnología implícita para armar la almadía, que ha estado en manos por milenios en los pueblos costeros del Ecuador, y se aceptó que esto sea reconocido claramente por la expedición, pues no hay problema que zarpen desde El Callao, si cuentan con apoyo y patrocinio desde allá; y como he insistido, hubo navegantes del Perú en embarcaciones ecuatorianas, e incluso con pretéritos “capitanes” locales, tenemos que ser más amplios en comprender el antiguo panorama de los pueblos navegantes, y quienes fueron viajeros transpacíficos y que huellas dejaron de su paso en las costas a las que arribaron. En todo caso, presenté mis respetos a esta arrojada expedición noruega, y el ferviente deseo de que lograran el éxito en su expedición. Cuando aún continúo escribiendo, ya culminó exitosamente el viaje de la Tangaroa, que con el manejo experto de las guaras o quillas móviles, completaron un trayecto más largo que la Kon-Tiki, y se dieron el lujo de arribar hasta las playas, y volver a zarpar casi sin ayuda. Nos mantuvimos comunicados durante todo el viaje, que fue sobre la corriente ecuatorial del sur. Regresando a los grandes viajes transpacíficos prehispánicos, podemos descartar la navegación de cabotaje (sin perder de vista la costa), pues las corrientes, los “caminos que andan”, a veces “andan” muy lejos de la costa, y más bien acercan los puertos y reducen el tiempo de navegación entre ellos. El primer retorno del norte de aquellos remotos navegantes, debe haber sido resultante de la experiencia de varios viajes de ida y la comunicación entre los sobrevivientes, que resaltarían las similitudes del viaje: velocidad, tiempo, sitios de escala, como las islas Galápagos, que algunos solo las verían a la distancia, otros desembarcarían en ellas, para llevar el suculento manjar que eran las tortugas que Herman Melville, autor de Moby Dick, describe en sus aventuras como ballenero en el archipiélago, en su libro “Las encan-


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tadas” dice “se escuchaba en la sentina, el sordo sonido del caminar de los centenarios monstruos” que, además, soportaban meses sin comer, lo que las convertía en carne fresca permanente. Es realmente un milagro que aún haya galápagos en las islas, por esta depredación de siglos; Charles Darwin hizo estas islas tan conocidas con su teoría de la evolución expresada en su revolucionario libro El origen de las especies, para lo que le ayudó ver la enorme diferencia entre los caparazones de las tortugas (de acuerdo al origen de su alimento, a nivel del suelo, o de ramas o cactos altos) entre una isla y otra, diferencias, no solo entre los quelonios, sino entre aves, como los pinzones, de acuerdo al tipo de alimentación disponible, distinto en cada isla. Hay una interesantísima narración del involuntario “descubrimiento” del archipiélago de Galápagos: el obispo Tomás de Berlanga partió de Panamá hacia el Perú, y zarpando el 23 de febrero de 1535, iba sin novedad “bordeando la costa, con buen viento” durante siete días hasta que, al llegar a la altura del Ecuador el 2 de marzo, donde los cogió una calma de seis días, las velas colgaban “vacías” por completo, luego sintieron una poderosa corriente que los arrastró hacia el oeste, el 10 de marzo arribaron a una isla y el esquife que fue a tierra no encontró pasto para los caballos, ni agua, solamente iguanas que describe diciendo: “que son como sierpes”, focas “y unas tortugas tan grandes que podían cargar a un hombre sobre su caparazón”… avistaron otra isla, cercana, pero en esa calma tardaron tres días en acercarse y desembarcar, y ya sin agua, echaron mano “de unos cardos como higos chumbos” los que les calmaron la sed. ¿Cómo habrán llegado a la isla? Siempre he sospechado que los nopales son de origen americano, cómo el obispo los conocía? ¿los hubo en España o los conoció en el Caribe? Tomada la latitud, encontró que esta isla estaba entre medio grado y grado y medio de latitud sur, explorando más descubrieron algo de agua en una grieta entre las rocas volcánicas, sin duda agua de lluvia, pues esa era la época, “se llevaron toda la que pudieron, y se dieron a la vela” pensando estar cerca de su destino, pero en lugar de ir hacia el este, derivaron al sur, “tomada la altura del sol”, encontraron que se habían desplazado a tres grados al sur del Ecuador, ahí ordenó el obispo tomar rumbo noreste, y lograron divisar tierra, pero de nuevo tardaron tanto en llegar que se les murieron diez caballos y dos hombres; al fin, el 9 de abril arribaron a Bahía de Caráquez, ¡ubicada un poco al sur de donde inicialmente los cogió la corriente!, así que solo fueron y vinieron, desde el continente a las islas, y viceversa, ese accidentado viaje cuando menos sirvió para perennizar al obispo… siglos después el mencionado Melville confirmaría “que enfilando hacia una de las islas Galápagos, y sin desviarse del camino trazado, al llegar a donde debía de estar, no lo encontraban, parecía que estas tierras se movían”, lo que resultaba era que el rumbo, correcto, era afectado por las poderosas corrientes que hacían derivar al ballenero. De esta circunstancia provino el nombre que tuvo por años el archipiélago de Galápagos, “las islas encantadas”. Regresando al obispo Berlanga, su último comentario fue que en Bahía de Caráquez “encontramos a la tripulación de un galeón de Nicaragua que había zarpado OCHO meses antes; por lo que nos pareció que nuestro viaje había sido bueno en comparación con el de ellos”… Calculamos que los de Nicaragua habrían zarpado en septiembre, antes de la aparición


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de la contracorriente ecuatorial, con el mar y los vientos completamente en contra, y comprobamos que el poder de la corriente de Humboldt era (es) enorme, pues arrastró a una nave grande ¡más de 800 millas en diez días! que representan 80 millas por día, lo que da una velocidad promedio de 3.3 millas por hora (si Pitágoras no miente y el obispo tampoco). Esta narración nos sirve para entender que la fuerza de las corrientes es tan grande, que eran (o son) verdaderos caminos para quien las conocía… ¡Pero los antiguos “balseros”, muy tempranamente descubrieron el “torna-viaje”!, esas aguas fueron perfectamente conocidas por ellos, y los secretos del ir y venir hacían que ese aparentemente largo viaje fuera una jornada normal.

C A P Í T U L O XII Bondades marineras de las balsas y otros intercambios Estos huancavilcas fueron los primeros indígenas conocidos (y expoliados), pues el primer barco español que arribó a esas aguas del Pacífico Sur, luego de confundir la balsa con una galera a la distancia, por la forma de la vela, al acercarse, descubrieron que era una gigantesca almadía hecha de troncos de madera de balsa (nuestra ya conocida Ochroma piscatoria), en la que viajaba una familia de comerciantes manteños o huancavilcas, embarcación de la cual nos quedó una minuciosa descripción de Bartolomé Ruiz, piloto de la nave española, quien nos narra que varios miembros de la familia se lanzaron al agua, nadando hacia la costa, aunque capturaron a dos jóvenes que llegarían a ser intérpretes de la costa hablaba una misma lengua en la zona costera Ecuador-Perú, (probablemente la lengua “pescadora” que mencionamos anteriormente); por lo pronto, los objetos de comercio que la balsa transportaba hacia el norte fueron descritos: “gran cantidad de conchas coloradas, vasijas de cerámica muy pulidas, así como adornos de oro muy bien trabajados, balanzas como las romanas, para pesarlo, y los alimentos para la travesía”, todo fue obviamente “requisado”… Aunque las cualidades marineras de las balsas no fueron apreciadas al principio, luego los europeos pudieron comprobar que mediante las quillas móviles o “guaras”, piezas de madera dura de mangle, guachapelí o algarrobo, de más de 1.80 metros de largo, entre 50 a 80 centímetros de ancho y de dos a cinco centímetros de grosor, y con “filo” adelante (Heyerdahl, comunicación personal), que se introducían entre los troncos, siempre en número impar, que componían la embarcación de cinco, siete o nueve (más anchas tienden a “ondular”, en lugar de presentar un bloque compacto a la fuerza de las olas), el tronco central más largo formaba la proa, y menos largos los laterales, como una mano con la guara en la proa, para “arribar” se sacaba, pero se metía en la popa, y “orzar” se lograba también sa-


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cando la de la popa. El viento incidía más en su andar, por no “cortar” el agua, pues la balsa “resbala” por la superficie del mar; con los aproximadamente dos nudos de velocidad de deriva de la corriente, más por la superficie del mar, con los aproximadamente dos nudos de velocidad de deriva de la corriente, más lo que sumaba con la vela, permitían técnicamente una travesía de entre 35 a 45 días desde un punto de la costa ecuatoriana como la antigua Calangone (Salango), en la costa sur manabita, hasta la antigua Zacatollán, en la desembocadura del río Balsas, que como repetimos, de estas embarcaciones avistadas por los hispanos tomó su nombre. Por cierto, en contra de lo que pudiera pensarse, los troncos de Ochroma piscatoria no requieren ser “secados” antes de armar la balsa, al contrario, deben estar plenos de savia, los campesinos de la costa del Ecuador los cortan ahora durante la luna nueva para industrializarla, pero para la navegación es recomendable que por la atracción lunar sus fluidos “están hasta la copa” y el secreto es que a esa misma savia es la que preserva al tronco de que se embeba del agua de mar e igualmente repele a “la broma” organismo que carcome a la madera, por esto, y otras cosas que podemos llamar “tecnología de la balsa, y por supuesto por ser esa especialísima madera originaria de las tierras equinocciales, aseveramos que la navegación en balsas fue privativa del pueblo costeño del Ecuador desde hace milenios; entenderemos un poco más la capacidad de desplazamiento de esta embarcación, analizando la descripción del capitán holandés Rogeeven, de aquella balsa oceánica que tuvo que esperar en Paita, en su calidad de “fábrica flotante” de pescado seco. Las huellas y leyendas describiendo arribos de pueblos enteros plantearían una arriesgada (?) hipótesis: que debió haber venta, servicio de fletes o transporte de personas por aquellos ancestrales balseros ecuatorianos, los “fenicios” del océano Pacífico, que en lugar del cedro del Líbano, tuvieron balsa equinoccial… En cuanto al comercio con Michoacán, el “valor agregado”, como hemos dicho, de la mercancía que llevaban hacia el norte, también era la parte morada de otro bivalvo, el Spondilus calcifer carpenter, recortada y lista como cuentas de color vino tinto, para collares y las Spondilus princep broderip, que encontramos enteras en tantos lugares de México, como ofrendas en tumbas desde Teotihuacán hasta Xochicalco, y por supuesto en Tenochitlán donde en las excavaciones del Templo Mayor, aún aparecen ofrendas de este bivalvo, llamado allá antiguamente Xochipaltapachtli, conocido como almeja espinosa en el Pacífico mexicano, aunque los espléndidos colores del Spondilus princeps broderip de naranja encendido, rojo fuego y amarillo oro, que específicamente se adquieren en la confluencia de las corrientes frías y cálidas como las que hay frente al actual Ecuador, como ya anotamos, los colores serían generados por los organismos plactónicos de los que se alimentan estos moluscos filtrantes. El hallazgo arqueológico de estos productos del mar es como una firma que testimonia contactos pretéritos y frecuentes entre lugares distantes que, mediante esta comunicación, compartieron tecnologías y algunos mitos, una lengua común y sostuvieron un exitoso comercio del que tomamos como ejemplo al Spondilus. Y al preguntarnos que producto de semejante “valor agregado” vendría de norte a sur, luego de buscar mucho, encontramos qué podría haber sido: la turquesa. El largo camino de esta hermosa piedra lo estamos redescubriendo, nos lleva a lugares tan lejanos, esos sí por rutas terrestres, como al actual Nuevo México. Comercializada por


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El autor examinando una guara, durante una investigaciรณn de campo en Playas, de General Villamil, Ecuador.


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los Hohokam, de Arizona y Sonora, la cultura Mogollón en Nuevo México y Chihuahua, y luego los Anasazi en Arizona, Nuevo México, Utah y Colorado. Aquellos pueblos dejaron entre sus herederos a los Zuñi, cuya lengua para nuestra sorpresa, NO tiene parentesco con las demás que hablan los llamados “Indios Pueblos”, lenguas como el Hopi (Uto Azteca), el Keresan con siete variantes, el Kiowa-Tanoan y seis derivados, o el Tiwa y el Tewa. La lengua que habla el pueblo Zuñi, tendría raíces en el Phoré, lengua hablada en Michoacán. Parece que la “turquesa química”, la llamada “azul” actualmente, que fue utilizada en la joyería sudamericana, provenía del norte y su transporte pudo haber sido en el retorno de aquellas grandes balsas, siendo uno de los artículos “norteños” de mayor demanda comercial. Como la demanda de turquesa era tal en toda Mesoamérica, creemos que se hicieron “avanzadas” como la de aquellos pueblos de cepa originalmente teotihuacana que hemos descrito, como los de “La Quemada” y “Buena Vista”, en Zacatecas, parecería que los expertos mineros de Chalchihuites asumieron el comercio de esta gema, cuya extracción provenía de varios lugares. Se han encontrado mina en California: Halloron Springs, Toltec y Besbee. En Arizona: Spleeping Beauty, Canyon Creek, Courtland-Gleason y White Signal. En Nuevo México: Azure-Tyrons, Old Hachita y Jarilla Mountains, en Colorado y Nevada hay dos o tres más, y en Sonora: Cananeita, Campo Frío y Arrollo Cuitaca. En Coahuila: Beta Pérez. En San Luis Potosí: Salinas y en Zacatecas: Santa Rosa y Saucedo de Mulatos. Phil C. Wigand de el Colegio de Michoacán, propone que desde Alta Vista, en la cercanía de Chalchihuites se controló el comercio de la turquesa, por los vestigios hallados, parecen proceder de Cerrillos y Azure y de Courtland-Gleason en Arizona y de las minas de Zacatecas y Coahuila. Más al norte se han encontrado miles de fragmentos en Chaco Canyon, Nuevo México, lo que lo hace aparecer como un centro de acopio. Siendo posible definir el origen de la turquesa, analizándola mediante la activación de neutrones. Con paciencia, curiosidad e iniciativa se pueden comenzar a analizar muestras de esta gema, utilizada en la joyería prehispánica sudamericana. Lo mismo que sugiere el Arql. Jorge Marcos (comunicación personal), para el análisis de calcio de las conchas de spondilus, basados en un muestreo actual, y estableciendo patrones de origen, aplicarlo para identificar áreas de procedencia del spondilus arqueológico encontrado en Mesoamérica y en el Perú, excelente propuesta, pues, además, ese “inventario” actual puede ser definitorio para la supervivencia de esa joya del mar… Por cierto, en los últimos años, además de estar presente su exquisita carne en algunos restaurantes, su “envoltura”, las magníficas valvas, se pusieron de moda en la joyería ecuatoriana, y se fabrican bellísimas joyas, collares, pulseras y otras, recuperando un arte ancestral, con una materia prima excepcional. Para mí es apabullante ir redescubriendo en partes lo que ya muchos distinguidos arqueólogos y otros investigadores han descrito en forma parcial, pero, así mismo, resulta fascinante “atar cabos” y avizorar el panorama del pasado de nuestros pueblos, desde puntos de vista de los dos extremos, y dejar más bases o “claves” para que nuevas generaciones de investigadores terminen el tapiz multicolor de nuestra historia americana, honda y vasta, antes de la llegada de los europeos. Por dejar algunas pistas más de los contactos transpacíficos, señalaremos algunos otros


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productos que fueron y vinieron de un extremo a otro de la ruta. Varias de las especies vegetales que se encontraron en Mesoamérica y el norte de Sudamérica, extremos de esta ruta descrita, fueron transportadas por estos navegantes, así, encontramos que el tomate y el aguacate viajarían de norte a sur, a cambio de la piña, del sur y nos sorprenderemos con otra especie, el cacao (Teobroma cacao). Tradicional bebida entre los pueblos de Mesoamérica, el Chocolate, llamado en grano, Xochicacahuatl en lengua náhuatl; su genérico, Cacau, es una voz maya; en Phoré se dice K’Ekwa. Pero en investigaciones de los últimos tiempos, botánicos ecuatorianos encontraron que hay catorce variedades nativas de la Costa y Oriente del Ecuador, entre ellas, amén del teobroma cacao, teobroma pentágona, teobroma leiocarpa, teobroma bicolor, teobroma angustifolia, teobroma occhroma, y otros, según el presidente de Asociación de Productores de Cacao, Ing. Agr. Sergio Cedeño (comunicación personal), de entre estas variedades locales, el Ing. Agr. Homero Castro desarrolló un clon resistente a las devastadoras plagas de monilla y “escoba de la bruja” ¡y que, además quintuplica la producción!, mientras que en México parece haber solo cinco variedades, esto hace suponer que viajaría de sur a norte, aunque se reconoce en el Ecuador que no hubo tradición temprana de consumo en forma de chocolate, hecho con la semilla tostada y molida, pero aún ahora, en las haciendas cacaoteras se toma jugo de cacao hecho con el mucílago de la “mazorca”. Como dato curioso anotaremos que la primera exportación del Ecuador republicano fue un barco cargado de cacao hacia Acapulco, comercio que continuó por siglos… En cuanto al maíz, a cambio de la temprana variedad desarrollada del teocinte, más cerca del reventón (palomitas o canguil) descubierto por el Prof. MacNeish en Cuxcatlán, Puebla, y las variedades silvestres de la cuenca del Balsas en Michoacán y Guerrero, podemos ver una evolución e hibridación con variedades sudamericanas, como el harinoso K-8, el Kellog de ocho filas, cuyos fitolitos se encuentran desde Valdivia temprano, hace más de cinco mil años, por supuesto hay muchos interrogantes en cuanto al origen de especies vegetales, el cacahuatl, conocido como maní (voz caribe, como la de maíz) en el sur, y cacahuate en México, aparentemente lo disfrutamos en forma paralela, lo recuerdo representado en los magníficos collares de oro y plata del señor de Sipán, tumba descubierta hace unos años al norte del Perú, no sabría definir su origen, o el del frijol, Phaseolus vulgaris y otras especies, o los llamados “pallares”, especie de haba, o los misterios de los cocoteros (*) en un tramo de la costa mexicana y en la isla del Coco, unos cientos de kilómetros frente a Costa Rica… Aunque me encuentro confirmando datos de un cronista (busco cuando menos a dos coincidentes) en los que consta que el navegante Mendaña, procedente del Oriente, quien llevaba un cargamento de miles de cocos para El Callao, tuvo que hacer escalas que no esperaba y parece que fue quien dejó los cocos cuando menos en una parte de México; en Colima y quizá en la isla mencionada, parece haber abrumadores datos que resolverían este “misterio”. En lo que podríamos ponernos de acuerdo es en que las posibilidades de comunicación en nuestra América antigua fueron mayores de lo que imaginamos hace años, como lo prueban algunos de los viajes transpacíficos realizados por valerosos navegantes, como Thor Heyrdahl, o las esforzadas aventuras como las de la Cantuta, con Santiago Genovés; y otras como las tres primeras de Vital Alsar (la última la inició en Quito y la terminó magníficamente en España, reviviendo la epopeya del tuerto Orellana, a través del río


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Amazonas y el Atlántico). Admirables esfuerzos, récords de millas recorridas, demostraciones de valentía e imaginación, pero espero que algún día, con las evidencias de contacto a más cercanas distancias, y sus sutiles pruebas (¿o contundentes?), como el Lienzo de Jucutacato, la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino y las evidencias arqueológicas, se realice la expedición Ecuador-México (aunque no pueda ir en ella), tal como las innumerables travesías que, estamos seguros, se realizaron por siglos. Tengo el privilegio de vivir en el Ecuador, habiendo nacido y crecido en México (en medio del desierto, pues soy de Torreón, Coahuila, y luego crecí en Aguscalientes, Ags. A más de 300 kilómetros del Pacífico o del golfo), y luego bucear desde muy joven, en los dos lados del Pacífico que nos separa y nos une, además de tener amigos y maestros en los dos países, como el Prof. Román Piña Chan, en México, o el Prof. Carlos Cevallos Menéndez, Olaf Holm, el Prof. Huerta Rendón y don Julio Viteri Gamboa, con los que recorrimos y trabajamos lugares comunes y sagrados, testimonios del paso del hombre por la ancha tierra, y diríamos ahora, por el ancho mar…

EPÍLOGO Considerando posibles los contactos tempranos entre regiones distantes, lo que aquí proponemos son los medios y las rutas que se han usado durante siglos para las singladuras marítimas. Las claves que los definen son relativamente fáciles: 1. Disponibilidad de materiales para hacer embarcaciones 2. Conocimientos para construirlas. 3. Dominio del océano, vientos y de sus variables estacionales (corrientes marinas). 4. Manejo de sistemas de orientación más allá del cabotaje; el sol y las estrellas. 5. Objetivos, interés por realizar las travesías. Podemos enumerar más “claves”, pero fundamentalmente quedan las que determinan el viajar, ¿A dónde vamos?, ¿qué beneficios producirá el viaje?, ¿cuánto tardamos?. Suena aplicable a cualquier navegación en cualquier ruta, en cualquier mar, en cualquier tiempo. En nuestros días, suponemos que en eso reflexionan los actuales armadores; en cuanto a los marinos, deben haber tenido las mismas objeciones que ahora: abandonar su país, su pueblo de origen, su mujer, sus hijos, su comida, y pensar en lo que puede sucederles en su periplo, como aconteció a los griegos que permanecieron tantos años fuera de sus lares durante la toma de Troya: muchos murieron, otros perdieron su casa, su heredad, o a su mujer, recordemos al gran Agamenón, tras de cuernos, palos, al regresar a Micenas. Mucho mejor le fue a Ulises con Penélope, pues hasta su perro (de cerca de 140 años perrunos) terminó reconociéndolo, sospecho que en los diez años más que tardó en regresar, y pese a los malos ratos con los cíclopes, no le fue tan mal con la “encantadora” Circe… Los navegantes en almadías construidas en Occhroma piscatoria, el “palo de balsa”


LOS CAMINOS QUE ANDAN

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Carlos Núñez con Thor Heyerdahl sobre la réplica de una balsa Huancavilca en el antiguo Museo Antropológico del Banco Central en Guayaquil, A su lado, funcionarios de la institución.

ecuatoriano, resolvieron algunos de los tradicionales problemas marineros, llevaban en su amplia embarcación cacao, tomate, chile, zapote, yuca, guayaba, piña, obos –ciruelas nativa-, maíz, frijol, cacahuate –maní-, calabazas, mates –guajes- y aunque hay tempranas menciones de la papa por cronistas de Occidente, no me consta que la hubiera en Mesoamérica antes de los europeos; aún hay mucho que trabajar en paleobotánica, hubo más especies de las mencionadas que fueron y vinieron, pero lo mejor que llevaban consigo los navegantes era a sus familias, (y eso que no conocieron el problema griego), probablemente abuelos, padres e hijos, familias enteras viajaban con su carga de afecto y de tecnologías, así era infinitamente más fácil quedarse en uno u otro lugar, en estas costas o en aquellas, incluso como sospechamos, clanes enteros o pueblos heterogéneos, específicamente emigraron, desde y para ambos extremos de la ruta, hermanando desde hace milenios a los actuales Ecuador y México. Me di cuenta, conforme avanzó este ensayo, que hay muchas cosas más sobre las cuales escribir, solo por cerrar este trabajo, comentaré el paralelo entre dos testimonios escritos, uno peruano, aquel que narra la llegada del rey Ñaimlap y la reina Citerni, con una


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cohorte de 40 personajes, cuya función era atender al rey, uno de aquellos sirvientes tenía como función espolvorear Mullo (spondilus) molido ante su paso, y una detallada lista de nombres y funciones. El testimonio mexicano fue escrito en 1521. Es la narración que consta en “La Relación de Michoacán” donde se describen los funerales de un Catzonci (rey) descripción del lavado del cuerpo y el vestido que se le ponía. Textualmente dice: “Al cuello unos huesos de pescado blancos, muy preciados entre ellos, cascabeles de oro en las piernas y en las muñecas piedras de turquesa, y un trenzado de plumas y unos collares de turquesa al cuello y orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un besote grande de turquesa, hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta”. “Toda la gente de hombres y mujeres que había de llevar consigo, los cuales su hijo había señalado para que los matasen con él”. “Llevaba siete señoras… una cargaba todos sus besotes de oro y de turquesas en un paño puestos al pescuezo; otra su camarera, otra que guardaba sus collares de turquesa, otra que era su cocinera, otra que le servía el vino (?), otra que le daba agua a manos y le tenía la taza mientras bebía, otra que le daba el orinal con otras mujeres que servían de estos oficios”. “De los varones llevaba uno que llevaba a cuestas sus mantas ligeras, otro que le entrenzaba y otro que llevaba su silla, otro que llevaba sus hachas de cobre para hacer leña, otro que llevaba un aventadero grande para sombra, otro que llevaba su calzado y cotaras, otro que llevaba sus canutos de colores, un remero, un barrendero de su casa, y otro que bruñía sus aposentos, un portero de las mujeres, un plumajero, un platero”… Tienen variantes por supuesto, pero impresiona que dos relatos, uno que describe el arribo de lejanas tierras al actual Perú y el inicio de un reinado, detallando una cohorte de servidores de diversas alcurnias. El otro relato increíblemente menciona el mismo número de sirvientes (40), aunque describe lo inverso: la muerte de un Catzonzi o rey tarasco con el detalle de quienes lo acompañarían en su tránsito hacia el otro mundo “innegable parecido de ambas “crónicas” me parece que no es casualidad, hay un nexo coherente entre culturas distantes, se puede pensar en un posible origen de los pueblos migrantes, saltando más allá de los enunciados tradicionales: “Se dice que llegaron en grandes balsas”, “cuentan que arribaron en embarcaciones procedentes del norte”, aquí podríamos incluir a los Caras, cuya llegada a lo que hoy es Bahía de Caráquez (Prov. de Manabí), en el centro de la costa ecuatoriana, fue una fuerte tradición recogida por varios cronistas y mencionada por el padre Juan de Velasco. Por el grado de cultura (según las tradiciones) podría presumirse el origen norteño de grupos humanos viajando en grandes balsas oceánicas, considerando el origen ecuatoriano de las mismas, presumimos que los que llegaron viajaban en embarcaciones que regresaban a sus lugares de origen con pasajeros, las intensas huellas culturales ecuatorianas en el Occidente de México nos hacen pensar así. Hay una liga entre las antiguas leyendas Purepechas o Tarascos, Chimúes y Caras. En meses pasados, además de Baja California Sur (donde obtuve el spondilus sin color), visité el occidental Estado de Jalisco y pude conocer algo de lo que solo había escuchado vagamente o leído párrafos sueltos en publicaciones modernas: la población de Teuchitlán, cuyo nombre se aplica a manifestaciones culturales características de Jalisco, “la tradición Teuchitlán”.


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Al oeste de Guadalajara quedé verdaderamente atónito al visitar el centro ceremonial cuyo nombre fue recogido por Phil Weigand: “Guachimontones”, palabra mixta que significa “Montones de Guajes” del náhuatl “Huaxes” (mates o calabazos), de donde proviene, por cierto, la palabra Oaxaca o lugar de huaxes. En este lugar hay tres gigantescas construcciones cónicas, la segunda en tamaño, restaurada, tiene un basamento de trece niveles y una plataforma con cuatro niveles más. Todas tuvieron templos de planta cuadrada a su alrededor de dimensiones menores. Para inquietarnos más. Todas tuvieron templos de planta cuadrada a su alrededor de dimensiones menores. Para inquietarnos más tiene una cancha para “juego de pelota” (conceptuando como típico mesoamericano) extremadamente larga, de 111 metros, entre las dos “pirámides” troncocónicas más grandes; los diseños de estas me recuerdan inevitablemente una similar, la de Cuicuilco, ubicada en el Pedregal, al sur de la ciudad de México, que estuvo cubierta por la lava del volcán Xitle, siglos antes de la era cristiana. El conjunto jalisciense de Guachimontones conformó un centro ceremonial fechado desde los 300 a.C., su esplendor duró hasta el período clásico hacia 400 d.C. No debemos olvidar que quienes conformaron la tradición Teuchitlán, los que construyeron el sitio, existen desde aproximadamente los 1,500 a.C. remontándose hasta “el Opeño”, con sus vasijas “revolucionarias” de asa de estribo, globulares dobles, figurines huecos y la fase inicial de las “tumbas de tiro”… El lugar ahora rodeado de “paisajes agavero”, colinas y llanos con millones de plantas de agave, también llamado maguey, término Caribe en lengua taína, según algunos; el “purísmo” de la denominación está en entredicho, pues agave es en latín “agave tecquilana weber”, y en náhuatl se llama Meztl, en todo caso es la materia prima del tequila, la bebida tradicional mexicana. ¡Salud! Guachimontones está en la cercanía del volcán de Tequila, cuyos grandes yacimientos de obsidiana deben haber influido en su ubicación tanto como estar en la ribera de un gran lago; todo lo que observamos, lo que inferimos, es síntoma de lo que ignoramos sobre este y aquellos arcaicos pueblos. Sus huellas monumentales y las más pequeñas, de la cerámica ritual que reposó en el fondo de sus tumbas, son testimonios silenciosos de estos pueblos “perdidos” en nuestra historia, quedando las tradicionales interrogantes: ¿Quiénes eran y de dónde llegaron?. En este caso, distantes de la Mesoamérica nuclear de la que sabemos un poco más que de los lugares y pueblos recién descritos, parte consubstancial de nuestro pasado y apasionante motivador para continuar develándolo…


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Detalle de la maqueta de la balsa prehispĂĄnica. INHIMA.


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T E R C E R A PA R T E

Testimonios


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Historia marĂ­tima del ecuador

Jenny Estrada

Supervivencia de la balsa en nuestros rĂ­os


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LAS BALSAS DE BALZAR

La cuenca hidrográfica del Guayas tiene una extensión de 34.000 km2 siendo una de las áreas más ricas y fértiles del país, considerada como el más imponente e importante sistema hidrográfico en la costa del Pacífico sudamericano. Su contorno irregular y alargado, está comprendido entre las mesetas de Santo Domingo de los Colorados por el norte; las estribaciones de la cordillera Occidental de los Andes, en una extensión aproximada de 300 kilómetros por el oriente; algunas cadenas de elevaciones costaneras bajas –montañas de Conguillo, convento, Puca, Pucón, Paján, Chongón y Colonche- por el Oeste, y la amplia desembocadura del río Guayas, más otros ríos de la cuenca en el golfo de Guayaquil, por el Sur1. El eje hidrográfico de esta cuenca lo conforman los ríos Daule y Babahoyo que confluyen al norte de la ciudad de Guayaquil en el Guayas, el río más grande e importante del litoral occidental sudamericano, que descarga anualmente unos 30.000 millones de metros cúbicos de agua como promedio, luego de drenar la vasta zona geográfica indicada2. En los bosques húmedos de esta área, de clima homogéneo y temperatura media entre 23 y 27 grados centígrados, crece de manera espontánea la madera de balsa (Ochroma lagopus y Ochroma Piscatoria) de la familia de las bombáceas; material de construcción utilizado por nuestros aborígenes en la confección de plataformas flotantes denominadas “balsas”, cuyo desarrollo está ampliamente favorecido por la precipitación anual que en la temporada lluviosa (diciembre a abril) alcanza el 80%. La especie vive generalmente asociada y es frecuente encontrarla en zonas “desmontadas” o en formaciones secundarias de la selva, donde el árbol alcanza enorme tamaño en poco tiempo y se vuelve fácilmente identificable por su copa ancha, su follaje grande, su tronco grueso y recto, cubierto por una corteza blanquecina, cenicienta y casi lisa. Las hojas son cordadas y de 25 a 35 cm., aunque en los ejemplares jóvenes llegan a 45 cm. De largo y ancho, con pecíolo de 12 a 16 cm de largo. Las flores son grandes, gruesas y acampanadas hasta de 20 cm. de largo y coloración rojiza. Los frutos son cápsulas tomentosas de 20 cm. de largo y contienen numerosas semillas pelosas que producen la lana de balsa3. Fotografías Jenny Estrada 1 Manual de Información de la República del Ecuador. Tomo II. Págs. 791-793-Cientifica Latina Editores S.A. 1980. 2 Ibídem 3 Maderas Económicas del Ecuador y sus usos-D.M. Acosta Soíz – Botánico Forestal-Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito 1960 – Págs. 100 y 101.


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La madera es blanquecina. No tiene ni olor ni sabor característicos. Cuando está seca es más liviana que el corcho. Su peso específico secado al horno es de 0.09 o sea 6 libras por pie cúbico y en veces un poco más. El grano es recto y la textura un tanto tosca, aunque fácil de trabajar a simple cuchillo o navaja. Por su ligereza y resistencia en relación al peso, tiene aplicaciones muy apreciadas en la industria aeronáutica; como aislante térmico y acústico y en el embalaje de elementos delicados. Por su flotabilidad, se utiliza en la fabricación de salvavidas, boyas, flotadores, balsas y muchos objetos semejantes. Y tal cualidad (la flotabilidad) deriva del tipo de sus células de membrana delgada y escasas fibras. Cuando mueren, las células se transforman en cámaras de aire, lo que explica el escaso peso de este tejido vegetal, cuyo lugar de origen está situado –por muchos autores- en el Ecuador, aunque se encuentra igualmente en otras regiones tropicales del continente, (parte de Colombia, Panamá y Costa Rica) 4 5. Durante la Segunda Guerra Mundial, Ecuador exportó el 95% de la demanda mundial, destacando como el mayor productor de balsa, condición que mantiene hasta el presente, con franca disminución de las cifras exportables, en razón de la aparición de nuevos materiales de tipo sintético. La balsa exportable procede de la provincia de Esmeraldas y especialmente de las provincias del Guayas y Los Ríos, siendo las áreas de Balzar y Quevedo, las preferidas para la extracción de madera destinada a asuntos de la navegación. Hacia las montañas del cantón Balzar, en la provincia del Guayas, nos encaminamos para observar el hábitat de la balsa (Ochroma Piscatoria), oriunda de esta tierra. El árbol destaca por su aspecto esbelto y alto. A la orilla del camino encontramos jóvenes ejemplares, pero es en los bosques aledaños a la población (cuyo nombre deriva precisamente de la especie tan abundante en la zona), donde existen los árboles de desarrollo monumental, cuya altura supera los 20 metros6. 4 Enciclopedia Barsa. Tomo III – Págs. 240 y 241 5 Presley Norton . referencia su trabajo, incluido en el presente volumen. 6 “La población de Balzar debe su nombre a que por este puerto, desde tiempos remotos, se han bajado a Guayaquil, grandes cantidades de magníficas boyas de balsa. Atendiendo a este punto de vista que dio origen al nombre de Balzar, lexicográficamente hablando, esta palabra debiera de escribirse con s y no con z, y así vemos que en los estudios históricos geográficos hechos por el erudito escritor e historiógrafo contemporáneo Sr. Carlos Alberto Flores, al tratar de este punto, dice lo siguiente: “Si el origen del nombre de de Balzar es derivado de las balsas o palos de balsas de sus montañas que por tal punto eran bajadas a Guayaquil y aún hasta el Perú, como lo fueron antes, en este caso el nombre propio debería de escribirse Balzar, pues no hay razón etimológica alguna para escribirlo con z. Por corrupción del lenguaje y aún más por el uso fuerte que de esta letra hacían (y hacen) los españoles tomó el vocable la z intrusa y así ha quedado hasta nuestros días, impropiamente. Atendiendo a estas razones de simple orden gramatical se verá en el curso de esta obra, escrita la palabra, Balzar muchas veces con s; pero como antes de terminar esta obra, recibiéramos la ortografía oficial con que debiera escribirse la palabra Balzar, era con z y no con s, en razones, 1º. De que Balzar venía escribiéndose con z y no con s desde tiempo remoto, y 2º. de que su posición topográfica no lo sujeta a que se escriba con s, por cuanto Balzar no es un sitio pantanoso; atento a estos motivos que los encontramos justos por cuanto el Municipio tiene perfecto derecho para declarar la ortografía oficial que más convenga al nombre de la población, que a la verdad, no es un lugar pantanoso, sino por el contrario muy seco y muy sano; y considerando, a la vez, que la filología, la hace, en la práctica, la costumbre, no hemos tenido inconveniente en escribir Balzar en la carátula y la falsa carátula y en otras páginas de esta obra con z y no con s, pero hemos creído necesario hacer esta aclaración a fin de que los que lean esta obra sepan la razón de la disparidad que encontrarán al leer escrita la palabra Balzar, dentro del curso de una misma obra, ora con z, ya con s”. “Monografía Histórica e Ilustrada del cantón Balzar”.- Introducción. José Buenaventura Navas –Imprenta Guayaquil – 1930.


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Las hojas de la balsa destacan por su gran tamaĂąo. Bosque de balsas jĂłvenes

La liviandad de la balsa permite que un solo hombre pueda cargarla.

Grosor que puede alcanzar un tronco.


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Antigua forma de secado de la balsa al aire libre.

Secado por procedimiento industrial

Balsa lista para exportación. Cortesía EBAGEC, Guayaquil.


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Antiguamente, la madera se cortaba y se transportaba por el río, lo cual actualmente es casi imposible por el escaso caudal, sobre todo en la época seca, debiendo efectuarse el traslado en camiones y previa autorización de la Dirección forestal. Troncos de 6 metros de longitud por 6 palmos de grueso, cuestan $ 2.000,oo sucres, puesto al borde del camino, y si van a destinarse a la navegación, deben ser cortados a salidas de agua (terminando la época lluviosa), en tiempo de menguante lunar, eligiendo sólo árboles “hembras”, que se diferencian del macho al golpearlos con los nudillos y escuchar la resonancia que producen las células vacías de savia, que en tales épocas, se escurre hacia la raíz, dejando el corazón seco y liviano, lo cual influye decisivamente en la pérdida de peso y en la flotabilidad, así como en la ausencia de elementos que generan polilla o aceleran putrefacción. Una vez sacada de su medio, la madera de balsa tiene que entrar en contacto inmediato con el agua, de lo contrario, el sol, la temperatura ambiental y el manipuleo en seco, le causan deterioro y rajaduras profundas en desmedro de sus propiedades náuticas. Si se observan fielmente todas las reglas, el promedio de duración de cada tronco sumergido alcanza los 3 años, soportando pesos inmensamente superiores al propio, como en el caso de las plataformas que siguen vigentes en el propio río Balzar, donde se utilizan como “gabarras” para transportar vehículos de carga y de pasajeros, movilizándolas con cables entre una orilla y otra. Mientras que algunas, más pequeñas, con motor fuera de borda incorporado a popa, realizan el servicio regular, trasladando por la módica suma de S/. 20 sucres a los campesinos y sus caballos; encerrados (estos últimos) en una especie de corrales construidos sobre la estructura de las balsas. Claro que cuando llegue el progreso y el cantón Balzar inaugure el puente que tanto reclama la población, estas grandes balsas soltarán sus amarras y quedarán para el recuerdo, los testimonios gráficos captados por nuestra cámara en marzo del año 1988.


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Balsa-gabarra, utilizada para transporte de vehículos en el río Balzar. Es accionada por cables desde la orilla.

Balsa-gabarra con motor fuera de borda, hace servicio de transporte regular de caballos, carga y pasajeros entre ambas orillas del río Balzar.


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LAS CASAS FLOTANTES DE BABAHOYO

… Avanza la canoa cuando canelete, impulsando por los recios brazos del hombre del río, penetra delicadamente en el agua. Hemos abordado la pequeña embarcación en Barreiro, nombre de la población que actualmente se asienta en el lugar ocupado por el antiguo Babahoyo o Bodegas, puerto fluvial de enlace entre localidades costeñas y serranas, lugar de activo comercio y almacenamiento en Aduana y Bodegas Reales, de la mercadería que circulaba en dichas regiones durante la época colonial. Creada la provincia de Los Ríos, mediante Decreto del 6 de octubre de 1860, dictado por Gabriel García Moreno, Babahoyo se convierte en su capital provisional. Siete años después, el 30 de marzo de 1867, un terrible incendio causa efectos devastadores, obligando la intervención del Gobierno para obtener de la familia Flores-Jijón, la concesión de un área considerable en la margen izquierda del río Babahoyo, frente a la destruida Bodegas, para edificar la nueva localidad. Comienza a levantarse la nueva Babahoyo que pasa a ser reconocida como capital de la provincia a partir del 27 de mayo de 1869, cuando las oficinas públicas que habían seguido funcionando en la zona menos afectada de Bodegas, fueron trasladadas al nuevo asiento poblacional. 1 A su orilla se instalaron las primeras casas-balsas de la zona y hasta un cómodo hotel, propiedad de don Pablo Indaburo… …Repasamos la historia, mientras la canoa sesga proa en dirección al más singular de los suburbios de la costa ecuatoriana, conformado por más de un centenar de viviendas flotantes que se alinean arrimadas al barranco. Recorriendo el casería fluvial, observamos que la arquitectura exterior no difiere substancialmente de las imágenes que París, Humbolt y otros acuciosos investigadores extranjeros retuvieron en sus notas del siglo pasado. Las características vernáculas de este tipo de vivienda tan típica en la Cuenca del Guayas, se ciñen fielmente al esquema tradicional. Plataformas de gruesos palos de madera de balsa, ligados firmemente entre sí. Estructura de madera rústica (sin labrar) o de caña guadúa (rolliza). Paredes de caña picada. Techo de dos aguas recubierto de bijao, de cade o de zinc, de acuerdo a los ingresos. Lavadero de cocina con volado. Detalles adicionales como atracadero para canoas, área de higiene familiar, y puente móvil para ingreso por la parte posterior de la vivienda, serían las modificaciones más notables. Fotografías de Walter Riera 1 Manual de Información de la República del Ecuador – Tomo II – Pág. 1020


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Ciudad Nueva, Guayaquil. Casas balsas a la orilla del río Guayas. Período Colonial. ("Voyage pittoresque dans les deux amériques" de Alcide D' Orbigny. 1829) Historia Marítima del Ecuador. Tomo XI, pp181. INHIMA.


Supervivencia de la balsa en nuestros ríos

1990. Parte posterior de las viviendas y sus puentes de comunicación con el barranco.

1990. La hilera de casas-balsas, situadas en la margen izquierda del río Babahoyo, abarcaba algo más e 1 kilómetro, constituyendo una especie de suburbio flotante. También habían viviendas flotantes en la margen opuesta del mismo río.

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Arribando por el río, acoderamos suavemente y ponemos pie en una casa-balsa, frente a la que constituye entrada principal, pasando a descubrir en su interior, un espacio en el que se conjugan de golpe varios siglos. La hamaca y el catre primitivos junto al radio transistor que emite los ritmos del rock y otras músicas foráneas. La tina de pechiche imputrescible donde se remojan multicolores prendas de polyester. La sábila colgada con cintas rojas, frente a la imagen de Cristo que comparte con el cartel de un político de turno. El fogón de leña seca donde humean sancochos y zangos de verde con pescado, y los platos de plásticos que esperan su turno en un “guardafrío” viejo y roñoso, pero útil. Niños y adultos, abismados en la contemplación de canoas, remolcadores y otras embarcaciones menores que hacen el tránsito fluvial. Ajenos a las urgencias del reloj y al vocinglería que más allá del barranco, atrapa en alienante remolino al individuo. “La gente del río”, como suelen llamarlos los habitantes de tierra firme, es muy cordial. A excepción de unas cuantas familias cuyas viviendas reflejan ingresos regulares, el resto, apenas completa el presupuesto elemental de subsistencia. La mayoría de los hombres se dedican a la pesa, otros son canoeros y el resto labora en empleos fijos en la ciudad. Las mujeres asumen sus faenas caseras y tienen hermosos momentos de expansión cada mañana, cuando salen al corredor exterior de sus viviendas para lavar la ropa y conversar de “balsa a balsa”, entre vecinas. El barrio flotante de Babahoyo tiene actualmente alrededor de 180 viviendas y en muchas habitan dos familias. Cuenta con parteras y curanderos propios. Aunque el costo de una casa-balsa supera los 45.000 sucres (aprox. 100 dólares), mucha gente prefiere la vida en el río, ante la serie de problemas que suscita la tenencia de la tierra y el encarecimiento de alquileres aún en las áreas marginales de la zona. Los propietarios de estas curiosas viviendas, están exentos del pago de impuestos y otras exigencias del ámbito urbano, pero deben afrontar situaciones especiales de cuyo cuidado dependen en gran medida, la estabilidad de sus hogares y hasta sus propias vidas. Cuando llega el invierno, por ejemplo, los viejos con sus oídos entrenados para captar los caprichos del río, montan guardia, estudiando la corriente, la fuerza de los vientos y la intensidad de las lluvias. Si el caudal de la creciente se vuelve amenazador, dan la voz de alarma e inmediatamente, hombres y mujeres juntan fuerzas para templar las cuerdas que sujetan sus balsas a los postes de la orilla. En previsión de irreparables accidentes, van aflojando poco a poco las amarras. Guiados por la tensión que produce el nivel de las aguas, hasta que el río recobra su normalidad al decrecer la inundación. Otra dificultad estriba en la poca durabilidad de los troncos de madera de balsa que conforman la plataforma de sustentación a la vivienda cuyo lapso de utilización no va más lejos de los 3 años, ya que al sobresaturarse de agua, la balsa pierde flotabilidad y desnivela sensiblemente la estructura de las casas, obligando a su inmediata reposición; maniobra que se efectúa sin mayores contratiempos, gracias al sistema que se sigue para realizar las ligaduras, lo que permite separar el tronco podrido, individualmente, sin alterar la situación de los demás. Los ligamentos, antiguamente de fibra vegetal (bejucos y zapanes), son hoy de alambre. Muchas viviendas poseen primorosos jardines colgantes donde no faltan las hierbas medicinales. Los propietarios que disponen de pequeños recursos, instalan luz eléctrica


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por conexiones directas, tomando la corriente de los postes de alumbrado del malecón. Otros, habilitan parte del barranco para construir gallineros y chiqueros donde crían aves y cerdos, respectivamente. Apenas comienzan a gatear, los niños quieren lanzarse al agua con la consiguiente preocupación familiar, por lo que hasta los tres años, cuando aprenden a nadar, transitan amarrados a una cuerda y se divierten chapoteando en los brazos de hábiles nadadores del lugar. La alimentación del barrio consiste preferentemente en pescado fresco, comidas a base de plátano verde, yuca, choclo y aves de corral, antes que carne. La gente del río bebe de su agua viva y a ella entrega también los desperdicios de todo género. Dicen que el río les da sustento y los protege, porque contrariamente a aquello que es dable suponer, no padecen de dolores reumáticos, ni de artritismo y el índice de parasitosis tampoco es mucho mayor que el reportado entre habitantes de la ciudad. Algunos longevos como don Nicomedes Tomalá (92 años), se jactan de su buena salud y derrochan sentido del humor. El barrio de las balsas de Babahoyo constituye un testimonio de nuestra historia. Representa la manera de locomoción y de supervivencia propia del hombre que habitó esta zona hace milenios, aprendiendo a desarrollar métodos no convencionales como respuesta a las necesidades de autoprotección frente a las fuerzas de la naturaleza y al clima. La Dirección Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador, en su inventario de monumentos arquitectónicos, hace referencia a la preservación de este tipo de edificaciones que son únicas en su género en Sudamérica, considerándolas como uno de nuestros bienes culturales de identidad nacional. Sin embargo, todavía no se estudia la aplicación de políticas coherentes que permitan a su vez mejorar el nivel general de vida de los habitantes de la zona y trabajar con ellos en la auto conservación de sus viviendas, sin alteraciones arquitectónicas que desfiguren el sentido estructural y alteren la armonía del entorno. Mientras tanto, los días de las balsas siguen siendo los mismos que a través de los siglos han demostrado de cuantas maneras ellas se encuentran ligadas al proceso evolutivo de estos pueblos. Existieron en nuestro litoral desde antes de la llegada de los españoles y todavía, al finalizar el siglo XX, nos sorprenden flotando en las aguas de estos ríos.

Muchas viviendas se embellecen con jardines colgantes donde no faltan sus hierbas medicinales.


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Foto cortesía Paul Ochoa.

"La Casa Blanca" antigua vivienda de dos pisos. Su edad se calcula en más de 100 años. En épocas de la navegación fluvial, fue un cómodo hotel flotante. Posteriormente transformada en casino de oficiales del Batallón Cazadores de Los Ríos.Sus propietarios, herederos de la familia Gil, habitaron el piso alto y alquilaron cuartos en la planta baja, Aunque se trata de un valioso patrimonio, ctualmente amenaza ruina. Existe un proyecto de restaurarla y transformarla en un museo.

2012. Casa balsa la orilla del río Babahoyo.


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Una disposición municipal del año 2005, eliminó las viviendas flotante y reubicó a sus habitantes en la parroquia El Salto. Algunos de ellos no se enseñaron en tierra firme y volvieron a su antiguo modo de vida sobre el agua. El año 2008 se produjo el segundo intento de reubicación . Al conformarse la cooperativa "Lucha obrera" se organiza la creación de las ciudadelas Aventura y Punta Negra.

2012. - Al presente quedan solo 10 casas balsas junto a la parroquia El Salto y 20 a la orilla del río Babahoyo, la mayoría de estas últimas evidencian un estado deplorable.


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Jenny Estrada

VITAL Alsar DE GUAYAQUIL A AUSTRALIA EN BALSA

Colaboraron en la investigación de hemeroteca; Patricia Ballén, Solange Patiño y Walter Riera del Inhima. Fotografías: Archivos de Diario “El Universo”. Cortesía Sr. Francisco Pérez Febres-Cordero.


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Historia marítima del ecuador

Primera expedición “Balsa Pacífica” - 1966 … El año 1966 llega al Ecuador Vital Alsar, español, nativo de Santander, donde tuvo contacto con el mar desde su infancia. En 1954, combinando estudios de profesor Mercantil en la Universidad de Comercio de su ciudad natal, asistió a los cursos de la Milicia Universitaria en la Armada, egresando como alférez al tercer año1. Luego de graduarse en la universidad, se enroló en la legión extranjera en África del Norte, donde estuvo asignado a un destacamento en Ceuta, Marruecos. Por aquella época encontró una edición de Kon Tiki en español y, profundamente impresionado con la lectura del relato de Heyerdahl sobre su viaje en balsa a través del Pacífico, comenzó a soñar con la posibilidad de navegar algún día en una embarcación similar a las antiguas balsas de los manteños-huancavilcas. Más tarde viajó a Francia para estudiar lenguas modernas y subsistió ejerciendo diversos oficios. Tres años después, está en Alemania con la idea de la aventura oceánica más firme en su mente. Pasa tres años más, trabajando y ahorrando. Posteriormente se traslada al Canadá en busca de mejor remuneración. De las minas de hierro de Wabusch Lake en la helada zona de Labrador, se dirige a Montreal donde consigue ubicación como maestro de español en la escuela de la Berlitz. Conoce a Marc Moderna, experimentado navegante que durante cinco años había sido señalero de la Armada Francesa y en 1956 cruzó el Atlántico desde Nueva Escocia hasta Inglaterra como tripulante del Egare II, una embarcación de cedro rojo, impulsada a vela y remo.2 Vital y Marc comparten el proyecto, juntan recursos y deciden trasladarse al Ecuador, por ser éste el país donde Herdahl encontró la madera de balsa que hizo trasladar hasta el Perú para construir la Kon Tiki en 1947. En Guayaquil logra despertar el entusiasmo de prestantes ciudadanos y empresas que ofrecen su apoyo. Presidido por el historiador Miguel Aspiazu Carbo y la señor Judith de Paladines, funciona un comité que se encarga de establecer los contactos con la prensa y asumir tareas de colaboración con los expedicionarios. El 23 de octubre de 1966, Vital Alsar, en compañía de Marc Modena, Manuel Camino (español) y el entonces alférez de navío de la Armada ecuatoriana Jaime Rubén Landázuri, 1 Vital Alsar – “La Balsa” – Edit. Pomaire – Barcelona 1977-Edición original Readers Digest Press-New York 1973. 2 Vit. Alsar – Ob. Cit.


Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa

Vital Alsar maneja una "guara" para cambiar de rumbo.

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zarpan en la balsa Pacífica, dispuestos a demostrarle al mundo que hace más de 3000 años, los aborígenes de estas tierras, dominaron la ciencia de la navegación a vela y realizaron travesías transoceánicas de Guayaquil a la Polinesia irradiando su cultura. Con el apoyo de la Marina de Guerra y los mayores augurios del Ecuador, salen remolcados hacia el golfo. Más, una serie de inconvenientes de orden técnico, sumados al desconocimiento casi total de otros factores que el mismo Vital Alsar analizará posteriormente, dan al traste con este primer intento. Luego de topar la isla San Cristóbal en el archipiélago de las Galápagos (donde se desembarcó el alférez Landázuri), la Pacífica, arrastrada por las corrientes, se dirige hacia la isla de Cocos, frente a Costa Rica. A 143 días de frenética lucha por conseguir el objetivo, la balsa, en proceso de desintegración, hundiéndose lentamente en el mar, fue encontrada por un buque alemán, dos horas antes de su desaparición en el fondo del océano Pacífico, salvándose sus tripulantes y la vela con el emblema pintado como obsequio de Salvador Dalí, que previamente había sido recogida. Si bien la primera expedición a Australia fracasaba, Alsar y sus compañeros probaban que, arrastrados por las corrientes y probablemente manejando sus guaras en los vientos contrapuestos, los navegantes aborígenes del Ecuador tuvieron contacto frecuente con los pueblos de Centroamérica hacia donde llegaban tripulando sus grandes balsas veleras.

Vital Alsar, Manuel Camino, Marc Modena y el entonces ALNV. Rubén Landázuri. Los tripulantes de la Balsa "Pacífica" el día de su partida, el 23 de octubre de 1966


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Junto al muelle del Batallón de Infantería 5to. Guayas con la vela desplegada y ostentando el emblema pintado por Salvador Dalí, la Balsa "Pacífica" espera la orden de zarpe.

En el río, la Balsa "Pacífica" lista para zarpar.

Cerca a un manglar de la isla Mondragón.


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SEGUNDA EXPEDICIÓN: “LA BALSA” – 1970 Entristecido, pero no desalentado, Vital Alsar retorna a México, país natal de su esposa Denis y de sus hijas. Comienza a analizar las circunstancias que motivaron su fallido intento y en ejemplo a coraje, fe y tenacidad, persiste en el empeño. Estudia profundamente lo relacionado a la madera de balsa y sus peculiares características. Repasa las crónicas españolas sobre la vida de nuestros antepasados huancavilcas y dedica mucho tiempo a la revisión de cartas de navegación para determinar con absoluta precisión el efecto de las corrientes marítimas del Pacífico así como el de los vientos. Traza un plan para 1968, pero por razones económicas no puede cumplirlo. Será en 1970 cuando vuelva al Ecuador, para preparar su segunda expedición, a la que sirve como preámbulo el texto del siguiente documento, consignado en forma de carta personal a la señora Judith Vallaza de Paladines3, quien presidió el comité femenino que lo apoyó en la preparación de la Pacífica y se mantuvo permanentemente ligada a la suerte de Vital Alsar y su proyecto. México, octubre 30 de 1968 Doña Judith Vallaza de Paladines Guayaquil, Ecuador Estimada señora Paladines: Ante todo tengo que agradecerle esas cuatro líneas que me mandó, no creo ni espero lo tome como crítica lo de “cuatro líneas”, ya que para mí cuatro a dos viniendo de la familia Paladines son siempre recibidas con la mayor alegría. Hace tiempo creo haber respondido dos veces sin tener repuesta alguna de Guayaquil, esto se es debido a la fatal correspondencia que existe en todos los países latinos. A pesar de todo, y aunque no reciba respuesta, es mi costumbre contestar cuando el momento es oportuno y no estar obligado ojo por ojo y diente por diente, creo Ud. me entiende no es verdad? Llevo más de 10 meses sin escribir a mis padres precisamente porque no lo considero oportuno dado la nueva profesión que desde algunos años he tomado en serio, como es la balsa y sus consecuencias, que fueren las que fueren tengo que gritar muy alto son divinas! 3 El Universo – Noviembre 15 de 1970 – Guayaquil.


Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa

Desde que llegué a México, no he parado en el único y absoluto problema que me rodea a Denis y por supuesto a mi hija, como es la expedición en Balsa que dejé a medio terminar al no llegar a Australia. En la primera expedición brindé muy voluntario tres años de mi vida y ahora llevo ya diez y ocho meses sin parar tratando de unir todos los cabos con el fin de llevar a un buen término lo que me propuse una vez y que sigue latente más que nunca. Quise salir este año pero me fue imposible; ahora quiero CUESTE LO QUE CUESTE salir en marzo o a primeros de abril de 1969, con la experiencia anterior, que examino tal vez cien veces diarias desde que vine, he logrado simplificar todos los problemas de la balsa corrigiendo detalles de sumo interés sin que por ello pierda su original estructura. He hecho todos los planos factibles de una forma exacta a la que ha de quedar la futura balsa. Esta será bastante más pequeña sin perder solidez y por el contrario mucho más veloz. Todo será bastante más reducido a bordo y todo he calculado para que me no vaya ni una hierba demás ni un gramo, ni un gusano tampoco… Estudié lo necesario para no cometer errores de tiempo y estar completamente seguro de los movimientos y caprichos de las corrientes. Me fui a California, a la Universidad de La Jolla en San Diego y tuve la oportunidad de preguntar y exponer todo lo concerniente al mar y sus movimientos. Precisamente pude oír de la boca de doctores en esta materia pues son ellos precisamente los que hacen los estudios y los que expenden las cartas para el mundo entero ya que esta Universidad es la mejor del mundo entero en materia de oceanografía. Pude constatar también que las sugerencias y preguntar según lo que pudimos aprender en nuestro viaje estaban, para mi orgullo, bien fundamentadas y que nuestros conocimientos en cuestión de mar y según palabras de estos señores son bastante exactos, cosa que me tranquiliza bis a bis de otras opiniones que surgieron y pudieron surgir… Quiero esta vez que los pasos que se den sean también en la construcción de la Balsa de una mayor efectividad que en lo anterior. Por motivos sobre todo económicos sobre todo y también por el gran desconocimiento que teníamos en esta materia como es la madera de balsa y todo lo que la rodea perdimos un tiempo que más tarde iría en contra nuestra de una forma como solo nosotros podemos saberlo con exactitud. Casi cuatro meses empleamos en los trámites de la construcción anterior mientras que ahora lo máximo ha de ser cinco semanas. Sé que en este tiempo todo estará dispuesto para la salida pero para ello es necesario que todo marche como lo tengo planeado. El primer factor para el éxito es el dinero en mano, con el cual quiero contar antes de bajar a Guayaquil y así será. Todos los movimientos de la construcción los tengo en la cabeza como si fuera un rompecabezas que se arma y desarma. Los planos en todas sus partes definidas y separadas ayudarán a que esto se realice en el tiempo estipulado. Las ventajas, serán muy grandes sobre todo en el factor duración en la flotabilidad así como en el cuidado de la madera que se expondrá lo mínimo al sol y se trabajará sin ser

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maltratada, tratando de conservar el máximo de su savia. Los errores principales en la anterior fueron: 1.- Época de la salida completamente desfavorable. Esto lo sabíamos con exactitud, pero no podíamos esperar seis meses más. 2. La madera fue cortada en la estación contraria. Esta debe ser cortada después del período de lluvias y en la luna o en el movimiento de la luna favorable. 3. La madera de Taura no posee la flotabilidad de la madera de la región de Quevedo. 4. La caña fue cortada también en mala época. 5. Hubo exceso de material en la construcción de la balsa. 6. La madera fue maltratada en exceso también por dejarla encima del cemento, sin abrigo y expuesta al sol. 7. La construcción de la caseta y últimos detalles flotando en el río, fue malsano para los troncos de la balsa ya que diariamente la balsa se depositaba en el fondo en pleno fango en el flujo y reflujo de la marea. 8. Por haber salido en época desfavorable, la altura de la caseta fue desfavorable, altura que implicaba también una mayor capacidad como también un mayor peso, principal enemigo de la balsa unido al viento. 9. Exceso de cosas a bordo que aumentaba el peso y con esto aumentaban la lentitud en sus movimientos. 10. Pero creo el mayor error fue la gran ignorancia que en materia de balsa teníamos. Desgraciadamente casi nada había escrito como para haber aprendido. Espero que con una futura victoria podamos aportar mucho a este respecto, porque estoy convencido hay mucho que aportar. Esta vez contamos con conocimiento propios de navegación técnicos, cosa que eliminará preocupaciones y problemas ya conocidos. A pesar de la familia y del nuevo retoño que se avecina para el mes de diciembre no he dejado un solo minuto de trabajar en todo sentido en la expedición. Tengo un estudio trozos de madera de balsa en soluciones salinas para ver la capacidad de flotabilidad y la resistencia. Tengo incluso a un biólogo que se encarga de mirar al microscopio la madera en estado archi seco como después de haber flotado 100 días. He interesado a personas aquí en México por medio de conferencias. Al mismo tiempo que proyecto el documental en color que he montado, hablo de la balsa y de lo que significó en la navegación y en la historia. De esta forma hago que la gente se interese y recuerde que el ECUADOR tiene una bella historia y que sin duda ha dado bellos resultados. De esta forma y sin compromiso alguno, aprovecho para hablar de su país y de mostrarle ante otras gentes como un gran país que es, a pesar de que los mismos ecuatorianos tal vez en una mayoría no se han dado cuenta que existe como tal. De esta forma no pago los muchos favores que me hicieron sino estoy expresando en cada conferencia un sentimiento que me une un poco a Ecuador y que tengo el presentimiento y así lo deseo, que me unirá aún mucho más. El día ocho de noviembre, precisamente, doy una conferencia en el Palacio Nacional, donde habrá una vez más un público selecto y entusiasta. Puedo


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decir que uno de cada cinco mexicanos, de la capital han leído u oído algo sobre la balsa… Creo que voy a despedirme rogándole envíe mis mejores saludos a ese doctor, a quien no fácilmente se puede olvidar 4, así como a su hijo a quien deseo prosperidad en sus estudios. Salúdeme al señor Holm y señora con mi mejor amistad 5, así como a don Pedro y señora, a Virgilio y señora y a mi gran amigo Mario Quiñonez. Usted ya sabe que desde Canadá (Marc), desde New York (Manolo) y desde México las Denises y éste su amigo, la quieren de corazón. Espero todo se solucione a favor para que pueda bajar pronto muy pronto, a ese inolvidable Guayaquil a abrazar a todos los amigos”… Vital Alsar A mediados de 1970, Vital Alsar se encuentra nuevamente en Ecuador. En posesión de sólidos conocimientos sobre navegación prehispánica de los manteño-huancavilcas, inicia los trámites para su segunda expedición. Asesorado por el experto maderero costeño César Iglesias, se interna en los bosques tropicales en busca de los troncos “hembras” que necesita para la embarcación de siete palos. Ha esperado la menguante lunar y siguiendo los preceptos tradicionales va a transportarlos por el río y va a acelerar la construcción de la balsa a fin de no alterar las cualidades de la madera. Refiriéndose a la etapa de la preparación, el navegante relata lo siguiente6: “Al llegar a la ciudad portuaria, iniciamos inmediatamente la construcción. Manteniendo los siete troncos muy juntos, los fuimos girando sobre su eje para hallar la posición en que más se ajustasen sus diversos contornos. Marc estaba encargado de esta operación particular y manejaba los troncos con cuidado infinito, haciendo girar lentamente un tronco, y luego otro, en una metódica búsqueda de los mejores apareamientos”. “A la mañana siguiente me levanté pronto para comprobar el adelanto. Desde luego, se había logrado la mejor unión posible entre los siete troncos. El más largo, un tronco de doce metros y medio, estaba colocado en el centro, con los otros seis más cortos a cada lado, con sus extremos delanteros cortados en diagonal para formar la proa en punta que hendiese el agua con más facilidad. Entonces, los atamos con trozos de gruesa cuerda de cáñamo que habíamos mantenido dentro del agua durante veinticuatro horas para darle mayor flexibilidad. Con una serie de rizos (vueltas) que abarcaban dos troncos y luego retrocedían un tronco, fuimos colando cuidadosamente la cuerda en las hendiduras paralelas que habíamos tallado en los troncos, con lo que la estructura básica de la balsa comenzó a tomar forma” 7. 4 Referencia al Dr. Oscar Paladines, esposo de la Sra. Vallaza, ya fallecido. 5 Referencia al arqueólogo Olaf Holm y amigos personales de Guayaquil. 6 Vital Alsar “LA BALSA”. El viaje más largo de la historia. Edit. Pomaire – Págs. 30 y 31. 7 Ob. Cit. Págs. 33 y 34.


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Alsar detalla la elaboración sobre una plataforma de madera, para no trabajar sobre el cemento y luego explica la construcción de la superestructura, siguiendo los planos para la caseta, faena que culmina con la colocación de la vela de lienzo rectangular de 5.50 mt. de ancho por 6.30 mt. de alto. En la página 37 de la obra citada expone: “Quizá la característica más ventajosa de la balsa fuera su conjunto de guaras: nueve tablas de quilla verticales de unos cuatro centímetros de grueso, 35 cmt. de ancho y 1800 metros a 2.40 metros de largo. Estaban hechas con una madera blanda y flexible llamada Figueroa, que se da con gran abundancia en el Ecuador; nos habíamos enterado de su existencia gracias a los pescadores ecuatorianos, que las usan para dirigir sus balsas planas a lo largo de los ríos y aguas costeras, de una forma muy similar a la que usaron sus antepasados. Ellos nos mostraron cómo debían ser utilizadas las guaras en la Balsa. Bajándolas o subiéndolas unos pocos centímetros, podíamos mantener nuestra embarcación, tan poco hidrodinámica, en un curso bastante seguro… ¡era un milagro náutico!. Completando este conocimiento práctico con los datos escritos de los antiguos huancavilqueños referentes a sus técnicas de navegación, calculamos cuidadosamente las mejores localizaciones posibles para las guaras: tres formando una V cerca de la proa, dos bajo la cabaña y cuatro en línea recta tras ésta. Situadas entre los troncos, surgían bajo la balsa como si fueran aletas múltiples. De esta manera, si deseábamos guiar la balsa de la izquierda a la derecha, introducíamos las guaras de estribor más profundamente en el agua, mientras que sacábamos las guaras de babor… o viceversa. Las más importantes eran las guaras de los ángulos de la popa. Estas tenían que ser movidas para compensar los vientos que soplasen con cierta inclinación. Aunque básicamente simple, el dominio de esta técnica es crucial para tener éxito en el manejo de una tal balsa. Heyerdahl había conocido la función de las guaras pero, quizá por no poder leer el castellano antiguo en que están escritos los documentos sobre los huancavilqueños, no había podido utilizarla de una manera adecuada. La última adición a la balsa dio a ésta un toque extraño. Era un alto y digno trono, consistente en un tronco cuidadosamente perforado de madera de balsa de primera calidad, con un agujero de madera en el asiento que lo hacía parecer un antiguo retrete. Y eso era exactamente: una letrina anfibia que colocamos en una repisa especial a babor, de modo que colgase sobre el agua, asegurándonos una inmediata eliminación de los residuos. Completada nuestra balsa, inspeccionamos con orgullo nuestro trabajo. No habíamos utilizado ni un solo clavo, ni un cable metálico, ni un remache. Queríamos que La Balsa fuese una réplica, lo más exacta que fuera posible, de aquellas antiguas embarcaciones que habían navegado por el Pacífico millares de años antes que nosotros”. De acuerdo a la experiencia anterior, Alsar efectuó modificaciones en la vela, aligeró la superestructura, pero mantuvo la estructura de la pequeña embarcación sin alteraciones


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substanciales en la base. En su momento, fueron adquiridos los víveres y embarcada el agua en garrafas. Se instaló un pequeño equipo de radio y se ultimaron detalles para la partida. Ante la serie de obstáculos con las autoridades marítimas del puerto, Vital Alsar consiguió audiencia con el presidente de la República y fue el propio Dr. José María Velasco Ibarra quien dio la orden de zarpe para la frágil embarcación despidiendo al jefe de la expedición con un cordial apretón de manos y la célebre frase “Hombres como Ud. hacen la Historia”. El presidente ecuatoriano se encontraba atendiendo en la Gobernación del Guayas y “La Balsa”, nombre que Alsar decidió ponerle esa vez, se mantenía acoderada al muelle del Yatch Club. Siendo las dos de la madrugada del 29 de mayo de 1970, soltaron amarras, mientras decenas de amigos les deseaban buena suerte hasta Australia. En La Balsa viajaban: Vital Alsar, Marc Modena, el canadiense Norman Tetrault, cartógrafo, y el chileno Gabriel Salas, geólogo. Enfermedades, grandes tormentas, días de calma insoportable por absoluta ausencia de vientos. Fríos, nocturnos y calores diurnos. Un eclipse solar de fantástica visión. Alimentación a base de pescado crudo o cocido y escasez de agua que los puso al borde de un drama de predecibles consecuencias, volvieron a situarlos miles de años atrás, para apreciar las ventajas de esa civilización cuya tecnología de navegación era producto de una cultura superior que había determinado sistemas de supervivencia infallables en tales casos. Al respecto de la falta de agua, Vital Alsar reflexiona en otra parte de su libro 8. “Deberíamos haber almacenado nuestra agua potable de la misma manera que lo hacían los indios. Usaban gruesas cañas de bambú 9 en las que rompían los nudos internos y echaban el agua dulce por un agujero de un extremo. Luego, empleaban resina como un tapón”. “Almacenaban 30 o 40 de estos depósitos de agua hechos con bambú en los espacios triangulares que quedaban entre los troncos, bajo la cubierta entretejida, en donde estaban protegidos del sol y refrescados por la constante salpicadura del mar” 10. En otro párrafo, el chileno Gabriel Salas expone: “He estado calculando mentalmente. Si uno toma una caña de bambú con espacio hueco de diez centímetros, y digamos que tiene seis metros de largo, obtiene mucho más volumen que el que tenga cualquier garrafa de las que hemos traído. Y uno puede llevar también esos bambús debajo de la balsa”. Zarandeada por furiosas tormentas, sorteando por lo menos nueve de los más peligrosos arrecifes de coral frente a las costas de Australia, va los 160 días de navegación La Balsa llegó a Mooloolaba, Australia, superando la hazaña de Heyerdahl y concitando la atención mundial. 8 V. Alsar – Ob. Cit. Pág. 113. 9 Le dan el nombre de bambú a nuestra caña gadúa. 10 V. Alsar- Ob. Cit. Pág. 114.


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Cuatro hombres y una gata reeditaban con su viaje la tecnología y el dominio del mar que poseyeron los manteños-huancavilcas, “Argonautas del Pacífico” que miles de años antes de la llegada de los españoles, efectuaban esta clase de travesías en sus balsas. “Habíamos probado que cuatro hombres pueden vivir en una “prisión flotante” durante más de cinco meses sin sucumbir a los deseos de matar… Y lo que tenía aún más importancia, habíamos demostrado que era posible navegar en una balsa con una precisión considerable y que uno no necesitaba vagar al capricho de los vientos y corrientes”. Dirá Vital Alsar, indicado que luego de recorrer más de 13.800 kilómetros, al final del viaje, los troncos de madera de balsa cortados en las montañas de Quevedo, sólo estaban hundidos unos tres centímetros más en el agua de lo que habían estado en Guayaquil. “Si hubiéramos deseado navegar con la balsa de regreso a Sudamérica, estoy seguro que hubiéramos podido sobrevivir esa distancia, tras apretar las cuerdas para compensar el juego que tenían los troncos”… “Los marinos experimentados de las altas culturas de América del Sur y Centroamérica, lo sabían todo acerca del movimiento del sol, de la luna y de las estrellas y resulta razonable suponer que usaban ese conocimiento para guiarse a través del vasto océano. Su utilización de las guaras es una clara prueba de un sistema de navegación depurado”. Alsar y sus compañeros fueron reuniendo información acerca de las temperaturas del agua, del aire y de la presión atmosférica, datos que periódicamente enviaban al Departamento Marítimo de México a través de los radioaficionados. También recabaron informes sobre diversas corrientes para el Instituto de Oceanografía de La Jolla, California, los mismos que revelaban que, a veces, las cartas convencionales estaban erradas en cuanto a velocidad y dirección de ciertas corrientes. Retornaron al Ecuador en diciembre de 1970 para recibir el homenaje popular a su heroísmo y la condecoración oficial Al Mérito, entregada en Quito el día 10 del mismo mes por el contralmirante Jorge Cruz Polanco, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, que en emotivas frases resaltó el valor de los expedicionarios, la trascendencia de su viaje y los felicitó a nombre del Gobierno Nacional. Más tarde, el gobierno español, representado por el generalísimo Francisco Franco B. le impuso otra condecoración Al Mérito a Vital Alsar. La Balsa, según deseos del jefe de la expedición a Australia, pasaría a formar parte del Museo Naval de España. El relato de la feliz aventura fue publicado en versión original por el Reader’s Digest de New York el año 1973 y posteriormente, aparecieron ediciones del libro en varios idiomas, con el título “La Balsa”, el viaje más largo de la historia”.


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Vital Alsar junto a César Iglesias (primer plano) su asesor en la construcción de "La Balsa" en 1970.

Vital Alsar entrando a la montaña.

Cortando bejucos para las amarras.

Embarcando el palo de balsa en un camión.


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La balsa flotaba en el océano llevando a bordo a los intrépidos navegantes deseosos de reeditar las hazañas náuticas de nuestros antiguos pobladores.

Llegando a Australia, 11 de mayo de 1970. Norman Tetrault, Canadá; Prof. Vital Alsar, España, quien organizó el viaje; Gabriel Salas, Chile; y, Marc Modena, Francia.


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QUITO, 11.- A la derecha aparecen los tripulantes de La Balsa, Vital Alzar y Marc Modena, antes de iniciarse el acto en el que fueron condecorados por el Gobierno Nacional con la Medalla de la Orden Nacional “Al Mérito” en reconocimiento a su victoriosa hazaña marina, la plana mayor de las Fuerzas Armadas preside el acto, entre los que constan el jefe del Estado Mayor General, almirante Jorge Cruz Polanco; el comandante general de Marina, almirante Ángel Benavides Chávez; el comandante general de la FAE, Julio Espinosa Pineda; y, el comandante accidental del Ejército, coronel Mario Serrano López. (Sábado, Dic. 12 – 1970 – EL UNIVERSO).

Enero 18 de 1971 de regreso a Guayaquil después de recibir la condecoración nacional " Al Mérito" otorgada por el Gobierno ecuatoriano, en Quito, Vital Alsar y Marc Modena señalan la distancia cubierta desde Guayaquil hasta Australia.


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Este es el cuadro esquemático concebido por los cronistas del diario australiano "The Sun" referente a La Balsa. El lector acucioso podrá transcibir del inglés la construcción de la empbarcación... y podrá concebir otra, solo con palo de balsa y cordones.


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TERCERA EXPEDICIÓN “LOS HUANCAVILCAS” O “LAS BALSAS” – 1973 “En una balsa uno siente verdaderamente el mar…es una sensación que uno jamás podría tener en un barco porque no se halla realmente en el mismo mar, en contacto físico en él…” El año de 1973 vuelve al Ecuador para preparar y conducir la nueva hazaña con la que aspira superar el éxito de “La Balsa”, realizando la travesía ya conocida con tres embarcaciones similares, a fin de probarle a los ecuatorianos y al mundo entero que la tesis de los desplazamientos masivos a través del mar, desde ese punto de la América del Sur hacia el otro lado del Pacífico, hace muchos milenios, no es una leyenda fantástica ni se inscribe en el terreno de la exageración. Acompañado de un grupo de hombres de diversas nacionalidades, toca las puertas de sus antiguos amigos. Consigue la colaboración de varias empresas, entre ellas “Cordelería Nacional” que le proporcionará sogas y cabos. El Gobierno Nacional, la prensa, el pueblo y especialmente la Armada del Ecuador, a través de su Departamento de Intereses Marítimos, a cargo del capitán de fragata-EM Raúl Jaramillo del Castillo, le brindará asesoría, le facilitará una grúa, el muelle, algún material necesario para la construcción de las balsas y el remolcador para el momento necesario. Los propietarios de la hacienda “Clementina” a 34 kilómetros de la ciudad de Babahoyo, le darán la madera de balsa en cuya selección interviene nuevamente César Iglesias. El artesano Luis Felipe Pumagualle, propietario de una talabartería de Guayaquil, que cosió la vela de “La Balsa”, en 1970, es el encargado de efectuar la operación por triplicado. Catorce días después de cortada la madera, las tres balsas se hallan listas para entrar en contacto con el agua. Siguiendo instrucciones de Alsar, los integrantes de la expedición se sometan al régimen de ejercicios y alimentación especial que favorecerá su adaptación a las condiciones de la aventura. Los equipos se conformaron así:


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Balsa “Guayaquil” (Bautizada en honor al puerto que le brindó su apoyo) Capitán

Vital Alsar

(español

Tripulantes

Thomas Mc Cormick

(estadounidense)

Greg Holden

(canadiense)

Hugo Becerra Balsa “Aztlán” (En homenaje a una deidad azteca)

(chileno)

Capitán

Jorge Ramírez

(mexicano)

Tripulantes

Gabriel Salas

(chileno)

Thomas F. Ward

(estadounidense)

Aníbal Guevara

(ecuatoriano)

Capitán

Marc Modena

(francés)

Tripulantes

Gastón Collins

(canadiense)

Fernand Robichand

(canadiense)

Balsa “Mooloolaba” (En recuerdo al puerto australiano)

Michael Fitzgibbons (estadounidense) Monos y loras, debidamente vacunados, se integraron a la gesta. A más de las investigaciones de rigor, las incidencias de los viajeros quedarían registradas en un film, para lo cual, en cada balsa viajaba un camarógrafo y durante los preparativos ya se habían tomado las escenas más importantes. El día 27 de mayo de 1973, se izó la bandera blanca, símbolo de la paz universal en la balsa “Guayaquil”, ceremonia apadrinada por el entonces contralmirante Alfredo Poveda Burbano, jefe de la Primera Zona Naval, quien obsequió una placa recordatorio a la nave guía. Aproximadamente un centenar de fotógrafos nacionales y extranjeros cubrieron los detalles de la partida. Alrededor de cincuenta mil personas se agolparon en el malecón de Guayaquil para despedir a las balsas y desear buena suerte a sus tripulantes. A las 15H23 minutos de la tarde, zarpó la “Guayaquil” junto a la “Mooloolaba” y a la “Aztlán”. Un remolcador las llevaría hacia Puná. Luego bajarían por la costa ecuatoriana para enfilar en dirección a su objetivo. Harían contacto entre sí únicamente para el cruce de camarógrafos o por emergencias. Saldrían al aire en la frecuencia de radio 1405 Kcs.00


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Sur Time o Greenwich Time con las siglas de identificación HC9-en (Mooloolaba), HC9EG (Guayaquil) y HC9-EA (Aztlán). Todo a través de la banda de 20m. Luego de casi seis meses de viaje, durante los cuales vivieron horas de angustia, cuando el Pacífico los azotaba con sus furiosas tempestades que amenazaban llevarse mástiles y velas, pero también disfrutaron días inolvidables en medio de la calma y hermosura del mar, los navegantes se aproximaban a las playas de Mooloolaba, sin aceptar remolque para entrar seguros al puerto de su destino. “Las balsas se encuentran cansadas pero navegan perfectamente”, decía Alsar a través de su conversación con los radioaficionados, indicando sus bondades: “Hemos aprendido a guiar las “guaras” y así hemos avanzado poco a poco hacia nuestro destino. Nosotros queremos y así lo deseamos de corazón, que este esfuerzo que hemos realizado sea aceptado por la juventud del mundo actual que en muchísimas ocasiones desvía su camino y se aparta de las grandes causas”… Al finalizar la travesía a 400 millas náuticas de la costa australiana, la falta absoluta de vientos y corrientes retardaba su llegada a la meta. Para evitar que los fuertes y vientos posteriores a la calma las arrastraran hacia el sur, la “Mooloolaba” y la “Aztlán” llegaron remolcadas al puerto Ballina y la balsa “Guayaquil” por una brusca maniobra de remolque y encallada, prácticamente se desintegró, mientras el intrépido Alsar y sus compañeros eran conducidos a la costa australiana en una lancha patrullera de la Armada11. El 20 de noviembre de 1973. Una vez más, su espíritu aventurero y su ilimitado valor nos habían ayudado al rescate de nuestra antigua historia12.

Sacando la balsa de la montaña en la hacienda "Clementina". 11 Los datos fueron tomados de los Diarios: El Universo (Guayaquil), EL TELÉGRAFO (Guayaquil), EL COMERCIO (Quito), período comprendido entre mayo a diciembre de 1973. 12 En 1977, Vital Alsar volvió al Ecuador para una cuarta expedición. Remontó el río Guayas y por éste a su afluente el Babahoyo en tres balsas. Realizó a pie el trayecto hacia Quito y de allí hasta la cordillera oriental, para salir por el río Amazonas reeditando la hazaña de Francisco de Orellana, fundador de Guayaquil y descubridor del río más grande de América. Venciendo los obstáculos de las autoridades brasileñas, partió desde el Brasil hasta Europa en una réplica de la nave usada por el conquistador, cuya construcción corrió a cargo del maestro Enrique Parrales, oriundo de Data de Posorja, provincia del Guayas, a quien hizo trasladar hasta el Oriente para que dirija la confección de la mencionada nave.


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La planificación de las tres embarcaciones ha sido definida por Vital Alsar. Las balsas tienen la misma estructura de la utilizada por los huancavilcas y no llevan en su construcción un solo gramo de metal. Madera de balsa principalmente, caña y otras maderas suras, así como cuerda vegetal, serán los únicoa materiales a utilizarse. Salvador Dalí, pintó en el mes de marzo el símbolo de la próxima expedición.


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Junio 17 de 1973. Vista del plano de la balsa captado desde su parte posterior. Se había planeado la construcción de la nave con siete troncos; pero debieron añadirse dos más, para aumentar la flotabilidad.

Cotejando los planos.


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La grúa del Arsenal Naval ayudando a desembarcar los troncos desde la plataforma del camión que los transportó a Guayaquil. Cada palo pesaba cerca de 1 tonelada.

Acomodando los troncos.

Construyendo la superestructura sobre el doble piso y caseta de caña guadúa con cubierta de bijao.


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Las balsas listas para su botadura.

El entonces CALM. Alfredo Poveda Burbano, Jefe de la Primera Zona Naval, estrechando la mano de Aníbal Guevara, el único ecuatoriano que participó en la expedición "Los Huancavilcas". Al extremo derecho, el rostro de Vital Alsar.

1973. El día de su partida.


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Historia marítima del ecuador

El público guayaquileño aglomerado en el Malecón para despedir a los expedicionarios.

Las balsas conducidas hacia el Golfo por un remolcador.

Las balsas en el océano.


Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa

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Maniobras en alta mar.

Dos bellas fotos de las balsas navegando en formación y sus blancas velas desplegadas. En primer plano, la nave capitana con la enseña que Dalí pintó especialmente para la expedición en Nueva York.

La Mooloolaba y la Aztlán a poco de entrar en Puerto Ballina, Australia, miestras la Guayaquil, la nave capitana, soportaba un fortísimo ciclón a pocas millas de la meta.


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Historia marítima del ecuador

La alegría se refleja en el rostro de Vital Alsar y dos de sus compañeros, al finalizar con éxito su increíble y arriesgado viaje a través del océano.


Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa

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El sol laureado, con un águila tirando de una balsa, fue el motivo pintado por Dalí y que ondeaba en lo alto de la nave capitana en los días de buen tiempo.

Las tres balsas avanzan con buen viento y mar tranquila rumbo a su lejano destino.

La Aztlán navegando a velas desplegadas con mar tranquilo.


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Historia marítima del ecuador

Vital Alsar exhibe con orgullo un hermoso ejemplar de pez. En primer plano, la silueta de una guara.

"Balsas a través del Pacífico". "Comenzamos como amigos y terminamos como hermanos". La llegada a Puerto Ballina, ante el asombro de la población, vista por una revista australiana. En el recuadro, los 12 integrantes de la expedición. abordo de una de las balsa con las que probaron la tesis de las migraciones masivas dede nuestras costas hacia el otro lado del Pacífico.


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Réplica de la Balsa manteño huancavilca en el Museo del Mar de Santander, España, junto a los tres galeones que Vital Alsar usó en otras expediciones

EXPEDICIONES DE VITAL ALSAR 1966- Expedición "La Pacífica" en una balsa primitiva. (Ecuador-Australia). Se hunde a los 143 días y es rescatado. 1970- Expedición "La Balsa". Ecuador-Australia. 161 días 1973- Expedición "Las Balsas". Ecuador-Australia. 179 días 1977- Expedición "Francisco de Orellana". Río Amazonas. 1978- Expedición "El Hombre y La Mar". México-España. 1987- Expedición "La Marigalante". México-España-México. 1988- Expedición "La Nao de Acapulco". México-Japón- México. 1990- Expedición "La Ruta del Cacao". México-Ecuador-México. 1992- Expedición "Mar, Hombre y Paz". México-España-México. 2004- Misión "El Niño, La Mar y La Paz". Yucatán-Pireo (Grecia) -México.

Actualmente se encuentra preparando un nuevo proyecto al que ha denominado "La reina de Papaloapán"a partir de la construcción de un galeón en el estado de Veracruz, México, donde reside, y con el que espera llevar la navegación por el río Papaloapán, con el propósito de interesar a los niños mexicanos en los secretos de la construcción naval y la navegación fluvial. Su inalterable filosofía de vida como mensajero de la paz a través de los mares del mundo, lo distingue entre los marinos y humanistas más notables de nuestro tiempo. Buscador de utopías que hermanen a los hombres, no cesa de soñar y de expresar sus esperanzadores mensajes de paz para la humanidad...."Todos los sueños son válidos, nunca hay que dejar de soñar, por eso cuando tengo un sueño solo pienso en hacerlo realidad."... Existen tres museos dedicados a sus expediciones náuticas. Uno en Ballina, Australia, y dos en Santander., España. Es autor de tres libros: "La Balsa", "Por qué imposible" y "En la Estela de Orellana". Además de varios documentales sobre sus viajes. En su ciudad natal, Santander, un colegio lleva su nombre.


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Historia marĂ­tima del ecuador

VITAL ALSAR EN GUAYAQUIL

1992. La Marigalante en el rĂ­o Guayas.

A bordo de la Marigalante, el Dr. Rodrigo Borja,ex presidente del Ecuador, saludando con Vital Alsar.

Jenny Estrada entrega a Vital Alsar un ejemplar del libro LA BALSA, del INHIMA. Al centro, el periodista y navegante, Alberto Borges.


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2012. Vital Alsar. El célebre navegante cántabro que probó la eficacia de la guara como parte de una tecnología náutica inventada por nuestros navegantes prehispánicos para surcar el océano. En la actualidad sigue realizando expediciones navales alrededor del mundo. Su nombre figura en las antologías de la navegación. Tres museos están dedicados a sus hazañas náuticas (Australia, España y México). Varios gobiernos lo han condecorado. Reside en Veracruz, México.

Portada del libro "La Balsa" El viaje en balsa más largo de la historia. Por Vital Alsar y Enrique Hank López.

Portada del segundo libro de Vital Alsar que resume su experiencia del viaje de tres balsas hasta Australia.


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Jenny Estrada

LOS ÚLTIMOS BALSEROS DE NUESTRO MAR Fotografías: Jenny Estrada y Walter Riera

Son las dos de la madrugada cuando Luis Yagual baja del poblado de General Villamil hacia la playa donde se reunirá con los Mite, los Tigreros y demás compañeros de las balsas. Se ha despertado con el canto del gallo y, como aún es verano en la costa, se abriga con dos camisas viejas, un suéter más viejo todavía y una gorra. Lleva soga, lanza, anzuelos, cuchillo bien afilado y arpón para defenderse por si ataca el pescado bravo. Una botella con agua de beber y su atarraya remendada. Mientras contempla al “lucero guía” que sale por el Este, camina como atraído por el olor del mar, silbando una antigua tonada que escuchó tararear a los abuelos. Recuerda su infancia, cuando observaba atentamente los diarios movimientos de su padre, anhelando pasar de los seis años para ganarse el derecho de aprender a navegar como sólo un balsero sabe hacerlo. Entonces esa playa alineaba más de doscientas balsillas y casi todos los hombres del lugar vivían contentos del producto de la pesca, abundante en corvinas, pargos, chuhuecos, bagres y otras especies que hoy, debido a la presencia de embarcaciones motorizadas, escasean la mayor parte del tiempo. … La primera vez que lo llevaron, le atacaron una cuerda a la cintura para sostenerlo junto al palo de la vela. El mar estaba como algodón por el oleaje picado. Resbaló, pero por las mismas, volvió a encaramarse y se acomodó en silencio para que no pensaran que era flojo. Ahora, saluda y se suma al grupo de diestros hermanos de faenas, compartiendo minuciosos preparativos para la partida. Tal como hacían sus mayores, va revisando al tacto, una por una, las piezas de su frágil nave. Los dos troncos orilleros y el del medio con espacio ahuecado para colocar los peces de carnada. El atravesado o banco de vela. Los barrotes de proa y popa que sustentan amarras de esos troncos. Las cañas del árbol y la botavara que soportan la vela de lona. La orza o guara, que hace las veces de timón principal. Los obenques de cabo que tensará con el cuerpo para dominar la fuerza del viento. El remo de pesada madera que también maneja como timón y la piedra grande (potala) que amarrada al cabo de 15 brazas, servirá de ancla cuando llegue al sitio preciso para pescar.


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Trepada sobre dos troncos (polines) de palma, la balsa rueda empujada por los hombres hasta tocar el agua. Rebasada la espuma de la ola, el navegante la aborda y sosteniéndose como equilibrista con la fuerza de sus piernas, empieza a desplegar la vela, mientras da impulso con el remo para aprovechar viento y estar al filo de las ocho en el sitio elegido. Usualmente, en cada embarcación trabajan un pescador viejo y uno mozo, pero Luis Yagual me cuenta que navega solo. Quizás porque perdió temprano a su padre. O porque, como él explica, siente confianza en lo que hace; porque “lo hace igual que su padre y que su abuelo, que siempre lo hicieron bien”. Para orientarse, observa las luces y el “Cerro del Morro” (o cerro del Muerto), que se agranda a medida que se alejan. Cuando clarea la mañana, divisa a sus compañeros que avanzan en formación. Se sabe acompañado a distancia y una vez echada el ancla, recoge la vela, se sienta en el atravesado y empieza a pescar. A veces, la inmensidad del cielo y mar se mantienen inalterables. Algún “pájaro viejo” (pelícano) o traviesas “tijeretas” (gaviotas de doble cola) que aventuradamente se distanciaron de la orilla, se posan en la balsa. Horas de paciente espera tirando anzuelo y atarraya, para nada. Otras, la suerte los ayuda y ellos comentan que el mar es padre y madre. Protector y guía. Sostén y esperanza. En ocasiones, los dos riesgos más temidos los acosan: el oleaje embravecido que no concede tregua hasta voltearles las balsillas, obligándolos a regresar cabalgando sobre sus troncos de flotabilidad infallable. O el tiburón, merodeando y atacando con feroces dentelladas hasta dejar los orilleros lastimados con huellas de mordiscos, antes de huir arponeado y vencido. Alrededor de las catorce horas en verano, o a las 11 en invierno, inician el retorno. Recogen sus aparejos y a toda vela –si el viento lo permite- ponen proa hacia el poblado. Primero son un puntito gris que altera el horizonte. Luego, la silueta triangular de una vela y la del hombre que parece caminar sobre las aguas. Entran a puerto besando la ola. Deslizándose suavemente sin ruido, hasta posarse en la arena. En el reducido espacio que actualmente ocupan en la playa del balneario más popular del Ecuador, son esperados por compañeros y familiares que solidaria y coordinadamente los ayudan los ayudan en las maniobras y varan las embarcaciones, colocándolas en orden para dejarlas con las velas desplegadas, secándose a pleno sol. Luego, separan los pescadores que eligen para sustento de sus hogares y venden el resto directamente a las armas de casa o compradores ávidos de saborear frutos del mar recién sacados. Ni Luis Yagual, ni los Mite, ni los Parrales, ni los Tigreros o los Borbor, saben que ellos son herederos directos de derechos milenarios para ocupar ese lugar en el que la presencia de turistas y dueños de canoas motorizadas los hacen sentirse inseguros. Ni se suponen transmisores de un ancestro cultural tan importante para el afianzamiento de nuestra nacionalidad. Desconocen que las balsas estuvieron en estas costas desde siempre manejadas por sabios antepasados, que en siglos anteriores a la dominación del conquistador español, alcanzaron un estado técnicamente tan apreciable, que aún hoy sorprende a los científicos estudiosos de la navegación transoceánica, por su simplificada perfección. “Poder hacer una balsa a vela, con su sistema de gobierno, con un guaras o timones, como la que tuvieron los manteño-huancavilcas, es algo muy distinto al hecho simple de amarrar tres palos de madera flotable para hacerse a la mar”. Así lo expone el arqueólogo


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Olaf Holm en documentado estudio sobre navegación prehispánica del Ecuador. Y sin embargo, cuando observamos a estos diestros marineros a bordo de sus balsillas, debemos convenir en que se necesitan siglos de tradición en el oficio para llegar al conocimiento exacto de las corrientes marítimas, de los vientos, del movimiento de los astros, de la resistencia de tan frágiles naves y de la propia resistencia del ser humano para aventurarse cada día a desafiar el imponente mar. Problemas de supervivencia Preguntando por su situación, nos enteramos de que la pesca apenas les produce lo indispensable para proveerse de elementos necesarios en el mantenimiento de las balsillas. Periódicamente deben reemplazar los cabos gastados por el uso y las piezas del “equipo” utilizado en sus faenas pesqueras: atarraya, anzuelos de varios tamaños, hilo nylon de distintos tipos. Actualmente están adquiriendo anclas de hierro en vez de las grandes piedras (potalas) de lastre y ancla tradicional. De ocho a diez familias de balseros residentes en el lugar, procede la totalidad de los miembros de la Cooperativa en la que se ha agrupado cerca de veinte pescadores para no dejarse absorber por la era del motor y porque quieren seguir practicando el arte de la navegación a vela en sus balsillas. La mayoría de ellos duplica esfuerzos de trabajo efectuando tareas de guardianía en elegantes residencias del balneario, con lo que logran completar el presupuesto y asegurarse una vivienda modesta que comparten con sus mujeres y sus hijos. Su alimentación consiste básicamente en productos del mar. Siendo el chuhueco y el bagre las dos especies predilectas en “sudados”, sancochos y estofados. Del cazón hacen cebiche, dejando la corvina y el pámpano para comerlos fritos, junto a plátanos verdes asados a la brasa y arroz blanco. Consumen también pangoras, ostras y “churos”, pulpos y “perros” (especie de cangrejos de mar). Son hogareños y se divierten generalmente en las fiestas religiosas siguiendo su tradición y su folklore, pero sin extralimitarse en los gastos para poder ahorrar en previsión del cuidado que demanda la embarcación. El costo de una balsilla usada, sin la vela, asciende a $12.000,oo sucres. La madera de balsa, que antaño arrastraban los ríos hacia el mar y ellos encontraban varada en la playa, hoy es sumamente escasa en el lugar y deben encargarla a las zonas montañosas del litoral, pagando 3 mil sucres por cada palo puesto en el sitio. Al precio del mercado, compran las tablas de amarillo o colorado para los remos y las de Figueroa para la guara. Las cañas guaduas para el árbol y la botavara, los cabos de material sintético (plástico) para las amarras y la vela de lona que cortan y cosen manualmente. Sumando gastos, cada embarcación nueva cuesta 20.000, oo sucres y el valor del equipo de pesca anda por los 8.000, oo En 1987, los personeros de la firma Conservera “Guayas”, obsequiaron velas nuevas con su logotipo y la propaganda de sus productos impresa a todo color. Los balseros entusiasmados agradecieron la “donación”, con lo que el panorama del lugar cambió radicalmente para incorporarse a la marcha de los tiempos en los que la publicidad utiliza cualquier recurso para el éxito de sus fines. Sin embargo, en este caso fue un aporte para los balseros a quienes el costo de una vela nueva significa meses de trabajo y, contribuyó


Los últimos balseros de nuestro mar

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a que desistan de la utilización del plástico que algunos habían empezado a incorporar. Cada balsero puede ser el propio constructor de su balsilla, empero, cuando se trata de calificar al hombre más diestro en el oficio, señalan a Heriberto Mite, como el “maestro” de pulso inmejorable para el tallado de los palos cuya quilla semeja la cabeza de un tiburón. Con “Don Mite” negociamos la confección de una balsilla para el Instituto de Historia Marítima de la Armada Nacional, en las medidas de 6 varas x 6 palmos por cada tronco de balsa que nos comprometimos a entregarle, obteniendo una rebaja considerable a cambio de otros tres “palos” que él precisaba para renovar su deteriorada embarcación. La ejecución de la obra fu sumamente sencilla para tan diestro armador. Recibió los palos de balsa y mirándolos calculó mentalmente sus medidas. Situó el del centro y acomodó los orilleros para empezar a tallarlos por ambos extremos. Preparó las cañas, la tabla para la guara y los otros elementos que posteriormente combinó en unión perfecta por medio de ataduras hechas con soga de cabuya, sin utilizar ni un solo clavo, demorando menos de veinte minutos en esta fase de la operación que incluyó colocación de vela triangular previamente cosida. Dejamos constancia de nuestra profunda admiración para él y cada uno de estos exponentes de la raza marinera auténticamente nuestra y sin influencias del incario, como tantas ocasiones se ha intentado sostener. Ellos son los últimos balseros de nuestro mar y probablemente del Pacífico sudamericano. Depositarios de secretos milenarios que trasmiten de padres e hijos y que los ecuatorianos necesitamos conocer para defender como testimonio vivo de nuestra identidad.

Balseros llegando a puerto.


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En el balneario de General Villamil (Playas), provincia del Guayas.

Varando la balsilla en la playa.

Trepada sobre polines de palma, van rodĂĄndola ayudados por otros compaĂąeros.


Los Ăşltimos balseros de nuestro mar

Tan pronto desembarcan, los compradores de pescado fresco se acercan a negociar.

La vela queda desplegada hasta que seque por completo.

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Junto a los aparejos tradicionales tienen ahora anclas de hierro.


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Balsillas alineadas en la playa de General Villamil (Playas). Al fondo los modernos edificios y residencias vacacionales del balneario.

En 1987, la industria Conservera del Guayas, obsequiĂł las velas de liencillo, impresas con el logotipo y la propaganda de sus productos.


Los Ăşltimos balseros de nuestro mar

Los balseros trasmiten secretos ancestrales a sus hijos.

Dor Heriberto Mite (+), el mĂĄs famoso constructor de balsillas del lugar.

"Don Mite" y su seĂąora, representantes de una etnia nacional muy definida.

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En el primer local provisional del Instituto de Historia Marítima ( Planetario de la Armada), se instaló la balsilla, de pesca artesanal. Primera adquisición a tamaño natural con la que se inició el proyecto del Museo de Historia Marítima del Ecuador.


Los Ăşltimos balseros de nuestro mar

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2006. Actividad balsera en Playas. (Fotos DirecciĂłn de Turismo de la M.I. Municipalidad de Guayaquil).


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Historia marítima del ecuador

IDENTIDAD NACIONAL EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Con el correr del tiempo, el costo de la madera de balsa encareció, el precio de la lona para confeccionar las velas aumento, como el de la soga de cabuya con la cual se hacían las amarras, por lo que estas últimas fueron reemplazadas por cordones plásticos. Los viejos marineros talladores de "guaras" y fabricantes de esas balsillas de pesca artesanal, que en número de 48 se ubicaban a lo largo de considerable extensión de la playa en el balneario de General Villamil, confiriéndole su identidad al paisaje y al lugar, fueron muriendo sin tener a quien legar los secretos que guardaban, porque los jóvenes pescadores, entusiasmados con las embarcaciones de fibra y motor fuera de borda, que el Gobierno Nacional les facilitó a través del ministerio correspondiente, abandonaron las prácticas ancestrales de la navegación a vela para embarcarse en las veloces naves del progreso. De ese modo, la playa que antaño alineaba 48 embarcaciones, actualmente solo cuenta con 9 de ellas, a las que se ha destinado un espacio en la llamada "zona de varadero", donde se acumulan desperdicios de todo orden. Algunas balsillas lucen en sus velas la propaganda de la empresa licorera que ha financiado su su construcción y las otras, unas extrañas pinturas con las que alguien quiso demostrar los vínculos de estas naves emblemáticas con los diseños de nuestras culturas prehispánicas de la costa. El estado deplorable de los troncos varados sobre la arena, sin contacto frecuente con el agua, dice a las claras del poco interés y abandono en que han quedado. Dieciseis balseros que decidieron aferrarse a sus ancestros, crearon la modesta agrupación denominada "Cooperativa de pescadores LAS BALSAS", aprobada por acuerdo ministerial en febrero de 2011, sin que eso haya significado ningún tipo de ayuda oficial o garantía de permanencia. Los diestros tripulantes aún esperan el permiso ofrecido para poder realizar labores turísticas, efectuando cortos paseos por la rada del balneario. Aprobación en principio negada por las autoridades competentes, aduciendo que para hacer tal tipo de navegación, necesitarían estar capacitados. De no mediar la prevención en la seguridad de los paseantes, la prohibición parecería una ironía, y todo ello nos hace temer en la extinción del último vestigio de antiguas culturas marineras de la costa ecuatoriana, representadas en las balsillas de pesca artesanal en Playas de General Villamil, donde permanecieron a lo largo de los siglos como elemento de identidad nacional, cuya supervivencia compete a los ministerios de Patrimonio Cultural, Turismo, Educación y Cultura, así como a las autoridades del propio cantón.


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2012. Las balsas de General Villamil van desapareciendo. Solo quedan 16 balseros.y 8 embarcaciones.


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2012. Los Ăşltimos balseros del PacĂ­fico sudamericano van desapareciendo


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A p ĂŠ ndice


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ApĂŠndice

La isla de Salango fue un antiguo adoratorio.

Museo Los Balseros del Mar del Su. Salango, Ecuador. Siguiendo la tĂŠcnica ancestral fue techado de cadi.

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Maqueta, apondylus, anclas de piedra, anzuelos de concha, collares y otros objetos pertenecientes a nuestras antiguas culturas.

Balsilla de pesca artesanal a tamaño natural. Los pescadores de la zona continúan utilizando este tipo de embarcaciones.

El trabajo museográfico fue obra de Chris Hudson.


Apéndice

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la gente que vive entre el pasado y el presente

Pescadores divirtiéndose.

Mujer en su cocina primitiva.

Contrastes de la vida en el pueblo

Niños de Salango.

Corrales y casas de caña.

El turismo genera nuevas formas de subsistencia Hamacas de red.


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ApĂŠndice

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APLICACIONES ACTUALES DE LA BALSA

Manteniendo el liderazgo mundial en la producción y exportación de esta cotizada madera, el Ecuador cubre al presente, cerca del 90% de la demanda internacional, proveyendo de excelente materia prima a los mercados de Vietnam, Papúa y Nueva Guinea, especialmente. El crecimiento espontáneo de la balsa sigue teniendo su habitat natural en el bosque secundario donde los árboles llegan fácilmente a los 30 metros de altura, plenitud alcanzada entre los 5 o 6 años de edad, que es cuando está lista para su corte y aprovechamiento. También en zonas subtropicales como La Maná, provincia de Cotopaxi, existen extensas plantaciones cultivadas por empresas como CEBAGED, con excelentes resultados. Las tala de árboles, así como la extracción de la corteza siguen realizándose manualmente en el área rural, pero todo el proceso de secado, trozado y laminado está completamente industrializado. Muy estimada por su liviandad, resistencia y flexibildad, la madera de balsa es utilizada en la industria aeronáutica, en el interior de los aviones de pasajeros, en el aeromodelismo y maquetería arquitectónica; tableros de embalaje; en construcción naval es colocada como elemento de flotabilidad en el interior de los cascos de yates que luego son recubiertos con fibra de vidrio o resina; en los deportes náuticos se usa para fabricar tablas de surf. Es un excelente aislante térmico y acústico de utilidad en la fabricación de equipos de sonido e instalación de estudios de grabación. El año 1962, un reporte de la NASA, reveló que la cápsula de instrumentos del vehículo espacial Ranger IV, enviado a la luna, se hallaba recubierto con madera de balsa proveniente del Ecuador, para atenuar el choque al momento del aterrizaje en la superficie lunar ( www.El Universo.com.ec.) Una de las más recientes aplicaciones vincula la balsa a la provisión de energía alternativa, ya que es con esta madera exportada desde el Ecuador que en otros países se fabrican las livianas paletas (aspas) de los generadores eólicos, recubiertas de resinas y otros materiales de protección las observamos en algunos puntos estratégicos, como el parque eólico de la isla Santa Cruz, en la provincia de Galápagos. Los usos de la madera de balsa en Ecuador se limitan casi exclusivamente a finas artesanías talladas y pintadas en provincias de la región oriental y el Litoral.


Apéndice

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2012. NUEVAS APLICACIONES DE LA BALSA

Armando el fuselaje para avión de aeromodelismo en la empresa EBAGEC, Guayaquil,

Confeccionando el esqueleto o armazón de una hélice eólica que se exporta desde Ecuador hacia distintos países, donde es recubierta con resinas y otros materiales, retornando como parte esencial de modernos generadores . (Cortesía CEBAGEC, Guayaquil)

Parque eólico en la isla Santa Cruz, Galápagos, Ecuador.


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Otras aplicaciones


ApĂŠndice

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AUTORES CONSULTADOS

RAUL PORRAS BERRENECHEA (1897-1960) Abogado, diplomático, investigador, escritor e historiador, catedrático y político, nacido en Pisco, Perú. Autor de una veintena de obras, entre ellas: Las relaciones primitivas de la conquista del Perú ( Paris: Impr. Les Presses modernes 1937); el Inca Garcilaso de la Vega (varios títulos); Los cronistas del Perú, etc. Fue ministro de Relaciones Exteriores, senador y presidente del Senado de la República, ministro plenipotenciario ante la Sociedad de Naciones (precursora de la ONU); embajador en España y en la OEA Fuente: Wikipedia Enciclopedia del conocimiento

PEDRO CIEZA DE LEÓN ( 1518-1554) Conquistador, cronista e historiador del mundo andino. Nacido en Lorena, España. Escribió una Crónica del Perú en tres partes, de las que sólo la primera se publicó en vida de su autor (1553). En 1554, muere en Sevilla, quedando inéditas las otras dos hasta los siglos XIX yXX respectivamente. En América y sobre todo en Cartagena de Indias desempeñó una gran actividad en expediciones, fundaciones, encomiendas gubernamentales y otros cargos, aunque quizá su obra principal, y por lo que trasciende como un personaje interesante, sea la crónica y el ambicioso proyecto de una historia del mundo andino. La tercera parte de su obra vio la luz recién en 1909. Está dedicada a reseñar las guerras civiles del Perú y se titula “La guerra de Quito”. Fuente: Wikipedia la enciclopedia libre

GIROLAMO BENZONI ( 1519-1572) Nacido en Milán, Italia. Cuando contaba 22 años de edad decidió conocer el mundo recién descubierto y con ese propósito emprendió el viaje, permaneciendo más de una década en tierras americanas. En 1555 retornó a Europa y publicó en Venecia su obra “La Historia del Mondo Nuovo” (1565 ), cuya segunda edición apareció en 1572, con ilustraciones del famoso grabador Thodore De Bry’s. Algunos autores indican que el deceso de Benzoni se produjo en ese mismo año (1572.). Se calcula que pasan de cuarenta las ediciones de esa obra.


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Dionisio de Alcedo Ugarte y Herrera (Madrid, 1690 - 1777) Historiador y geógrafo español. Desarrolló una importante carrera administrativa, ocupando altos cargos en la administración de México y Perú. En 1723 fue nombrado diputado del Comercio en el Perú, y es en esas fechas cuando viaja a Madrid a informar al rey del estado del comercio en América, realizando otros aportes para el monarca. En recompensa de sus servicios en 1728 regresa a Perú y es elevado a presidente de la Audiencia de Quito. En años siguientes siguió publicando trabajos en referencia a la situación del comercio con América. En 1741, apareció su última obra titulada: Compendio histórico de la provincia, partidos, ciudades, astilleros, ríos y puerto de Guayaquil. Fuente: wikipedia

JORGE JUAN Y SANTACILIA (1713-1773) Científico y marino español, nacido en Alicante. Formó parte de la comisión hispano francesa encargada de la medición del meridiano en las cercanías del Ecuador y de la rectificación de la verdadera figura de la tierra. Los trabajos de la misión duraron once años, durante los cuales los marinos españoles así como los otros científicos europeos, se desplazaron por nuestro territorio realizando investigaciones de todo orden. Luego de su retorno a España junto a Ulloa comenzó a escribir los relatos de sus observaciones. Falleció en Madrid el 21 de julio de 1773, víctima de un ataque de apoplejía.

ANTONIO DE ULLOA (1716-1795) Científico, militar y marino sevillano. Integrante de la misión que la Academia de Ciencias de París envió a América el año 1735, para cumplir los objetivos mencionados. Después de realizada la misión volvió a España y emprendió la publicación de obras en colaboración con Jorge Juan:entre ellas,

las No-

ticias Americanas (1722), Relación histórica del viaje hecho de orden de su Majestad a la América Meridional (Madrid, 1748); Disertación Histórica y Geográfica sobre el Meridiano de Demarcación entre los dominios de España y Portugal (1749); Noticias Secretas de América, sobre el estado naval, militar y político del Perú y provincia de Quito (1748, publicadas en Londres en 1826), publicación prohibida por el gobierno español. Ulloa retornó al Perú donde desempeñó altos cargos relacionados a su profesión de marino. Publicó varias obras de su autoría antes de fallecer en Cádiz el año 1795 Fuente: wikipedia


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ANDRES BALEATO (1766-1826 ) Teniente de Navío de la Real Armada Española, piloto y cartógrafo. Primer delineador del Depósito hidrográfico de Madrid. En 1790 fue destinado a Lima donde desempeñó la Dirección de la Escuela Náutica contribuyendo a la formación de nuevos marinos. Comisionado para levantar las cartas hidrográficas del Virreynato del Perú, fue autor de valiosos documentos. En 1820 escribió, en Lima, una Monografía de Guayaquil, obra que se publicó el año 1887 ( Imprenta de La Nación), con informe del Presidente del J.C. al jefe Político del Cantón y que comprende estudios sobre varios aspectos de la antigua provincia de Guayaquil. En 1822 retornó a España donde permaneció realizando nuevas publicaciones hasta su fallecimiento, estimado por algunos autores en 1826.

JACINTO JIJÓN Y CAAMAÑO (1890-1950) Abogado, políglota, investigador, historiador, arqueólogo y filántropo. Destacado precursor en el estudio de nuestro antiguo pasado. Entre 1912 y 1925 realiza excavaciones arqueológicas en la región de la sierra ecuatoriana, en Manabí y en el Perú. Y a través de sus estudios estratigráficos logra definir la primera secuencia cultural del Ecuador precolombino. Gran amigo del arqueólogo e investigador alemán Max Uhle, a quien invitó al Ecuador para realizar tareas conjuntas, fue descubriendo las evidencias de los antiguos pueblos de navegantes y comerciantes que poblaron la costa y a quienes identificó como una especie de “Confederación Hanseática o Liga de mercaderes”. autor de numerosos e importantes trabajos que nos ilustran sobre nuestro pasad prehispánico. Su obra póstuma, Antropología Prehispánica del Ecuador fue publicada por su esposa en 1951. El Museo Jijón y Caamaño, conserva su legado arqueológico y bibliográfico en la ciudad de Quito.


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EMILIO ESTRADA YCAZA (1916-1961) Empresario, hombre público y arqueólogo Nacido en Guayaquil. Estudios superiores en Francia y Estados Unidos. Su afición a la cacería lo indujo a la observación de objetos y sitios prehispánicos que despertaron su pasión por la arqueología. En 1953, se vinculó a los célebres arqueólogos norteamericanos Betty Meggers y Cliford Evans, del Smithsonian Institute, con quienes realizaría excavaciones y extraordinarios hallazgos en Valdivia, determinando la milenaria presencia de milenarias culturas de la costa ecuatoriana A su autoría pertenecen entre otras publicaciones: Valdivia, un sitio arqueológico formativo en la provincia del Guayas; Las culturas preclásicas formativas o arcaicas del Ecuador; Los huancavilcas, últimas civilizaciones prehistóricas del la costa del Guayas; Prehistoria de Manabí ; Ensayo preliminar sobre la arqueología de Milagro . Fue el introductor de nuevas técnicas y procedimientos para el tratamiento del material arqueológico, así como nuevos métodos de datación que apoyado en el Carbono 14, le ayudaron a comprobar hipótesis, aclarar criterios y refutar erróneos conceptos. Sus estudios sobre lo Balsa y los desplazamientos oceánicos de los antiguos navegantes en contacto con otras culturas, se insertan en este libro. Se lo considera el pionero de la arqueología contemporánea. CARLOS ZEVALLOS MENÉNDEZ (1909-1981) Arqueólogo, intelectual y escritor autodidacto Guayaquileño. -Vocacionalmente entregado al estudio de la arqueología desde su temprana juventud, en 1934 descubrió fortificaciones huancavilcas en la Isla Puná y magníficas piezas de orfebrería pertenecientes a los antiguos pobladores de la Cuenca del Guayas. En 1936, excavando en el sitio Cerro Narrío- Cañar descubrió los objetos de oro estudiados como los más antiguos de América. En 1937 reveló la existencia de un área ceremonial con postes totémicos a 45 km. de Guayaquil ; en 1942 fundó el Museo Antropológico del colegio nacional Vicente Rocafuerte y en 1945, al crearse la Casa de la Cultura, fue el primer presidente del Núcleo del Guayas hasta 1961, y con la generosa donación de su colección particular organizó el Museo de la institución, cuya sala de orfebrería fue la más completa del país. En 1964 encontró las evidencias de cráneos trepanados de muy antigua datación y en 1966, una impronta de maíz en un tiesto de cerámica, le permitió comprobar la existencia de la agricultura en nuestro suelo 2200 años AC . En 1967 descubrió la importante necrópolis en la zona de Chanduy. Ese mismo año fundó la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Arqueológicos. Autor de innumerables artículos y libros, sus estudios sobre la navegación prehispánica son de trascendental importancia en este volumen. Museo de la Casa de la Cultura en Guayaquil, lleva su nombre.

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OLAF HOLM (1915-1996) Arqueólogo, antropólogo, humanista Nacido en Dinamarca. El año 1940 llegó al Ecuador interesado en la exportación de maderas y con la asesoría del sabio Misael Acosta Solíz recorrió buena parte del país aprendiendo a reconocer su riqueza forestal. Al interesarse por la arqueología se vinculó a Francisco Huerta Rendón y Carlos Zevallos Menéndez, dedicándose de lleno a la investigación. En 1974 fundó el Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador, donde organizó la mayor colección arqueológica del país. Desde el Museo fomentó y apoyó proyectos investigativos y publicaciones sobre antropología, arqueología, lingüística, etnohistoria y cartografía. Fundó Miscelánea Antropológica órgano oficial del Museo. Autor de más de 140 trabajos publicados, entre ellos la Bibliografía Antropológica Ecuatoriana y la Biobliografía de Emilio Estrada. Fue cónsul honorario de Dinamarca y recibió un doctorado honoris causa por la universidad de su Aarhus, su ciudad natal. Figura en la nómina de los pioneros de la arqueología ecuatoriana. JULIO ESTRADA YCAZA ( 1917-1993) Historiador, periodista y hombre público Nacido en Guayaquil, realiza estudios en Italia, Bélgica y Estados Unidos, donde sigue la carrera de Economía. Su pasión por el estudio de la historia aflora en la medianía de su vida, dedicándose por completo y con mucho sacrificio al trabajo de investigación, ordenamiento y preservación de documentos fragmentados y dispersos, luego de fundar el Archivo Histórico del Guayas (1972). Su fecunda labor queda plasmada en varias decenas de obras publicadas, a través de las cuales va desentrañando la historia de Guayaquil y su importancia dentro de la conformación del Estado ecuatoriano. Considerado como el más importante investigador de la segunda mitad del siglo XX, fue también un luchador ejemplar por los derechos de su tierra natal a la que sirvió desde varias dignidades púbicas y orientó desde las columnas periodísticas. DORA LEON BORJA DE SZASZDI Historiadora guayaquileña de prestigio internacional. Dejó tempranamente la carrera de medicina por la investigación histórica. Junto a su esposo, el Dr. Adám Szaszdi, ha realizado relevantes aportes al estudio de nuestro pasado, siendo uno de los más trascendentes, el descubrimiento de documentos sobre la fundación de Guayaquil, cuya difusión significó la comprobación definitiva de un hecho histórico, comunicado al mundo científico en unión de su esposo, durante el Congreso de historiadores realizado en Buenos Aires, Argentina el año 1980, con su ponencia “La doble fundación de la ciudad de Santiago de la Nueva Castilla”. Reside en Puerto Rico, donde ha desempeñado la cátedra universitaria por muchos años. Fuente: web r pérez pimentel.com


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VICTOR A. GONZÁLEZ S. Historiador, antropólogo y sociólogo guayaquileño. Entre sus importantes trabajos de investigación, sobresalen: “La sociedad nómada y su transición a la sedentaria en el Ecuador”; “La comunidad gentilicia y los rasgos de su descomposición en el Ecuador”; “Crítica a las concepciones y razas e la colonia, según los historiadores nacionales”; “Las tierras comunales en el Ecuador”; Guayaquil y su historia 1740-1987: crónica y reflexiones epidemiológicas sobe la fiebre amarilla en la ciudad”; “El paludismo en el Guayaquil colonial”. En la presente compilación figura su trabajo titulado “El Cacique Tomalá: nacionalidad y soberanía”.

PRESLEY NORTON YODER (1932-1993) Arqueólogo, publicista, empresario, periodista Nacido en Guayaquil, cursó estudios en Estados Unidos y Francia. Consta en la nómina de pioneros de la televisión y la publicidad ecuatoriana . Motivado por Carlos Cevallos Menéndez, a partir de 1970 se apasiona por la arqueología, realizando importantes excavaciones en Machalilla . Valdivia y Chorrera. En 1977 constituyó la fundación privada “Programa de Antropología para el Ecuador”, presidida por el ex presidente Galo Plaza Lasso, a fin de obtener fondos y asesoría científica para continuar internacional investigando. Entre 1978 y 1979, sus hallazgos en Isla de la Plata le permitieron aseverar la existencia de un santuario y el uso de la balsa velera como medio de transporte 2000 Ap. Posteriores investigaciones lo llevaron a comprobar que la navegación a larga distancia y el comercio de intercambio, tuvieron en Salango su principal centro de actividad, siendo en ese sitio donde estableció la sede del programa de Antropología y creó el museo de Los Balseros de la Mar del Sur, condensando el resultado de sus estudios en 17 obras publicadas. Otros aportes fueron la formación del museo de sitio en Agua Blanca-Colonche. Desde 1984 fue profesor adjunto en la universidad de San Francisco, California. Falleció en la ciudad de Quito el año 1993. Un museo de la ciudad de Guayaquil lleva su nombre.


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JORGE MARCOS PINO (1932) Arqueólogo guayaquileño. Estudios superiores en universidades norteamericanas. En 1967, vinculado a un grupo de aficionados realiza sus primeras excavaciones bajo la dirección de Carlos Zevallos en el valle de Chanduy, y en 1969 en la “Loma del guasango”, publicando resultados. En 1971 descubre el sitio “Real Alto” donde encuentra evidencias de la aldea más antigua de América, tesis que expone en el Coloquio Internacional de Paracas (1979) luego de años de comprobaciones, proclamando que fue en la Cuenca del Guayas hace 5.500 años A.p. donde se dieron las condiciones para el desarrollo de la agricultura gracias a la acción de microclimas. En 1980 con apoyo de ESPOL funda el Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos. En 1988 funda el museo de Real Alto y publica su tesis doctoral en 2 tomos; luego investiga las albarradas y el comercio de la concha Sopondylus. Al presente ejerce la subsecretaría de Patrimonio Cultural en Montecristi, Manabí, donde rescata el sitio “Cerro de hojas” Fuente: Diccionario biográfico ecuatoriano C. Alarcón Costta

Carlos Núñez Calderón de la Barca Mexicano, nació en Torreón, Coahuila, estudió primaria y secundaria en su ciudad natal y en Aguascalientes, inició arquitectura en Monterrey, Nuevo León, hizo cursos y diplomados en Arqueología, Escultura e Historia del Arte en ciudad de México y en Ecuador. Es miembro fundador del GEA Grupo de Estudios Arqueológicos; miembro del ICOMOS, Internacional Council of Monuments and Sites de la UNESCO; fue Cónsul Honorario de México en Guayaquil y siete provincias de la costa y sur del Ecuador por 18 años; Decano del Cuerpo Consular; Apasionado por el tema de los contactos prehispánicos entre Sudamérica y Mesoamérica, ha realizado varios descubrimientos y puntualizaciones sobre ellos. Reside desde hace mucho años en Guaayaquil, Ecuador.

Dieter Müller Ciudadano alemán. Industrial especializado en la investigación y procesamientode la balsa para exportación. Fue Gerente General de la compañía CEBACEG. Residió en Guayaquil durante muchos a˜õs hasta su fallecimiento.


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BIBLIOGRAFÍA

ACOSTA SOLIZ, Misael Maderas económicas del Ecuador y sus usos Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1960 ALSEDO Y HERRERA, Dionisio Compendio histórico de la provincia de Guayaquil, 1741 Fac. de Ciencias Económicas, Dpto. de publicaciones Universidad de Guayaquil, 1987 ALSAR RODRÍGUEZ, Vital La Balsa, el viaje más largo de la historia Edit. Pomaire, 1976, España Las Balsas ¿Por qué imposible? Edit. Pomaire, Barcelona 1977 BAUDIN, Luis El imperio socialista de los Incas Edit. Zig Zag, Chile, 1940 BALEATO, Andrés Monografía de Guayaquil, 1820 Fac. de Ciencias Económicas, Dpto. de publicaciones Universidad de Guayaquil, 1977 BENZONI, Girolamo La storia dil Mondo Nvovo 1565, Venice Reimpresión Bco. Central del Ecuador, Guayaquil, 1985 BUENAVENTURA, José Monografía ilustrada del cantón Balzar Imprenta Guayaquil, 1930 BUSE, Hermann Historia Marítima del Perú- Tomo II, Vol. 1 y 2 Editorial Ausonia, Lima, Perú,1973 CIEZA DE LEÓN, Pedro La crónica del Perú 1553 Biblioteca Ecuatoriana Mínima Edt. José M. Cajica, Quito, 1959


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ESTRADA, Emilio Los Huancavilcas, últimas civilizaciones prehistóricas de la costa del Guayas Archivo Histórico del Guayas, 1977 ESTRADA, Julio El puerto de Guayaquil, Crónica Portuaria, T. 2 Archivo Histórico del Guayas, 1973 ESTRADA, Jenny La Balsa en la historia de la navegación ecuatoriana INHIMA, 1988 y 1990 GONZÁLEZ, Víctor El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad Universidad de Guayaquil 1981 HOLM, Olaf Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana, Revista No. 2 Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, 1964 JIJÓN Y CAAMAÑO, Jacinto El Ecuador andino y occidental antes de la conquista castellana Edit. Ecuatoriana, Quito, 1941 JUAN, Jorge y ULLOA, Antonio Noticias del mundo antiguo y nuevo Imprenta Villalpando, Madrid, 1797 LEÓN B. DE ZAZDY, Dora Los indios balseros y su aporte al desarrollo del puerto de Guayaquil Ponencia en el Simposio Hispanoamericano de Indigenismo Histórico Universidad de Valladolid, España, 1976 MARCOS PINO, Jorge Arqueología de la costa ecuatoriana. Nuevos enfoques ESPOL, Guayaquil, 1986, Corp. Editorial Nacional NORTON YODER, Presley El señorío de Salangone y la liga de mercaderes Boletín de los Museos del Banco Central del Ecuador, No. 6 Guayaquil, 1987


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NUÑEZ CALDERÓN DE LA BARCA, Carlos Los caminos que andan, Contactos marítimos prehispánicos entre Ecuador y México Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca de la M.I. Municipalidad de Guayaquil. 2010 PORRAS BARRENECHEA, Raúl Las relaciones primitivas de la Conquista del Perú Imprimeries les Presses Modernes, París 1987 Véliz Litardo, Jaime Sumpa. Proyección Cósmica del Cholo Publicaciones Banco Central del Ecuador, 1986. ZEVALLOS MENÉNDEZ, Carlos La gran navegación prehispánica del Ecuador Universidad de Guayaquil, 1987 MANUAL DE INFORMACIÓN DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR 1980, Madrid, España ENCICLOPEDIA BARSA, Tomo 3, Edición 1967 DIARIOS: El Universo y El Telégrafo de Guayaquil y El Comercio de Quito


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El contacto inmediato con el agua favorece a los palos de balsa que van a ser utilizados en la navegación, porque garantiza su flotabilidad. Hasta hace pocos años, los troncos eran transportados por los ríos.




TOMO X La República 1884 – 1925 Edición 2000 Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados TOMO XI Historia de la Escuela Naval del Ecuador (Primera parte) Edición 2004 Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo TOMO XII Época contemporánea Edición 2003 Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados TOMO XIII Los faros de la República del Ecuador 1841 – 1941 Edición 2002 Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán TOMO XIV El comercio marítimo en el Ecuador Edición 2006 Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo

TOMOS PROYECTADOS TOMO I El mar y sistema fluvial ecuatorianos TOMO V La guerra de la independencia 1809 – 1822 y la Gran Colombia 1822 – 1827 TOMO VII La República 1840 – 1850 (Volúmenes 4 y 5)

II

TOMO XI Historia de la Escuela Naval del Ecuador (Segunda parte)



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