Guayaquil Nostalgico. Autor German Arteta Vargas

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Guayaquil nostálgico Diseño Editorial: Arq. Pedro Gambarrotti Gámez Diseño de Portada: Jorge Tite Impresión: Primera Edición Octubre de 2009 Este libro es propiedad del autor Derechos Reservados Registro Derechos de Autor No. ISBN No. Guayaquil - Ecuador


Germรกn Arteta Vargas

2009



A manera de presentación

H

ay una forma muy singular de penetrar en el espíritu de Guayaquil, esa manera es evocando su historia cargada de tradiciones, costumbres, de noches de hondo dolor, de amaneceres gloriosos, de personajes ilustres que fueron la simiente de un pueblo que nació para la grandeza. Esa grandeza del Guayaquil de ayer ya no existe, bajo el signo de la palabra progreso todo ha cambiado... Mas lo único que no ha cambiado ni cambiará jamás es el espíritu del guayaquileño: tenaz, emprendedor, decidido, activo, hospitalario, pero sobre todo amante del arte y la cultura. Por eso la intención de este libro es mantener vivo ese espíritu, mantener viva nuestra identidad y evitar que el amor a Guayaquil se pierda conforme nos invaden las costumbres extranjeras. Ha sido tarea de Germán Arteta Vargas recopilar todos los artículos de su autoría, alusivos especialmente a las costumbres y tradiciones del Guayaquil del siglo XX publicados a través de los años por diario El Universo, respondiendo así a las iniciativas y recomendaciones de lectores y amigos, y como un tributo a los ex directivos de dicho matutino guayaquileño, Carlos Pérez Perasso y Ricardo Pólit Carrillo, que impulsaron siempre este tipo de temas. Cabe conocer que Germán Arteta Vargas colabora con diario El Universo desde la época de estudiante secundario, porque siempre se distinguió como un joven interesado en los libros. Nunca ha dejado de leer, jamás ha dejado de estudiar e investigar. Entre 1972 y 1990 mantuvo la columna educativa Pizarra. Cuando en 1990 lo invitaron a ser parte formal de la Redacción de El Mayor Diario Nacional, Pizarra se convirtió en un suplemento y él se dedicó también a enfocar temas históricos, cívicos, costumbristas, etcétera, pero sobre todo educativos, como aún lo hace. También fue redactor de la sección Meridiano de la Cultura y desde 1993 hace las cartillas y suplementos históricos que dice, tienen la acogida de profesores y alumnos. Esta fue otra oportunidad que tuvo para mantener contactos con estudiantes, maestros, padres de familia y comunidad lectora en general. De allí que Germán Arteta Vargas jamás pasa inadvertido en el lugar donde se encuentra, su personalidad y sus escritos son ampliamente conocidos en el Ecuador. El resto de artículos, inteligentemente ordenados, lo dibujan como lo que es: un periodista y Germán Arteta Vargas

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un maestro de excepcional talento, pues en él existe un ensamble, una identificación y hasta una complementación entre ambas profesiones. Además, es perseverante en su trabajo, tiene intuición creadora y una memoria prodigiosa puesta en evidencia cuando, por ejemplo, nos recuerda las tradicionales librerías y papelerías del siglo pasado, muy conocidas por los padres de familia porque fueron donde adquirían los textos y útiles escolares para sus hijos, De igual manera, los libreros resultan imposible de olvidar -apunta- por el servicio social que ofrecían a la comunidad. El teatro, espejo de la vida, ya sea en su forma simbólica o en su crudo realismo, al igual que los cines donde se proyectaban películas de todo género, de preferencia románticas y cómicas, también han ido desapareciendo, resalta el autor. Quienes los frecuentábamos nos hemos ido quedando en la travesía de las ilusiones rotas. Si es verdad que recordar es volver a vivir, Germán Arteta nos hace revivir la Semana del Estudiante celebrada, por igual, en todos los colegios la última semana del mes de julio. El número principal era el baile de gala, amenizado por prestigiosas orquestas y ahí se proclamaba y coronaba a las reinas estudiantiles. En otro de sus artículos hace remembranza de las Sabatinas, que las hacían los colegios tradicionales como el Vicente Rocafuerte, Guayaquil, Normal Rita Lecumberri, entre otros. Hoy han sido reemplazadas por las Semanas Culturales, Ferias de Ciencias, Casas Abiertas e incluso Open House, a la moda norteamericana. Los programas culturales tipo Vida Porteña, Música y Poesía, Renacimiento, y más, difundidos a través de las radioemisoras locales, no escapan a la pluma de Germán Arteta. De la misma forma, nos trae a la memoria los parques y las plazas de diversiones como La Macarena, Bim Bam Bum, La Victoria, La Concordia, adonde acudíamos de niños y jóvenes a jugar y a hacer deportes. Toda la ‘novelística’ del Guayaquil de ayer pasó por nuestros oídos, familiarizándolos con actores y actrices como Antonio Hanna, Delia Garcés, Rosario Ochoa, Blanca Salazar. Hoy, como lo sostiene el autor, mandan las telenovelas. Conocedor de la importancia de la premisa clásica Mens sana in corpore sana, Germán Arteta hace evocación sobre la cultura física y la práctica deportiva estudiantiles en el Guayaquil de antaño. Temas de carácter costumbrista como las casas de empeño, agencias funerarias, agencias de publicidad, recibir comensales, y los que se refieren a los de artesanía como los talleres de marcos y molduras, las piladoras, cutiembres, talabarterías, lavanderías, tintorerías, etcétera, son negocios y actividades que inspiraron la pluma del autor para sabrosas crónicas. Inicialmente la sección de los temas enfocados por Germán Arteta sobre los pasajes, personajes y situaciones de la ciudad que se van quedando en el recuerdo, no tuvo un nombre; después, por sugerencia de su compañero Fernando Astudillo, se publicó como Guayaquil Nostálgico y en los últimos años aparece como Imágenes de Guayaquil. Pero el autor, por obvias razones, se queda con Guayaquil Nostálgico. 6

Guayaquil Nostálgico


Quienes hemos releído los artículos de Germán podemos apreciar que efectivamente hay cierto grado de nostalgia, melancolía, tristeza al recordar las costumbres, tradiciones y valores del Guayaquil de ayer. Una nostalgia que nos contagia a sus lectores porque, en verdad, hoy en día el tiempo se deshace en nuestras manos y ya no hay oportunidad para mirar los crepúsculos, ya no sabemos si todavía viajan las estrellas por el cielo. Hace ya muchos años que matamos a la luna y dejamos que los poetas se fueran suicidando en la metáfora oscura, abstracta, rara, extraña que ubica a los lectores en medio de la poesía, buscándose los unos a los otros. Por eso Germán Arteta salta al mundo contemporáneo y vuelve hacia atrás, porque es propio de los seres humanos ir en búsqueda de su amado ayer, en rescate del tiempo ido y porque la vida no solo es el presente, es también el amor y es el recuerdo. Sante decía que es triste recordar la pasada felicidad, pero más triste es no tener recuerdos. Por eso Germán Arteta Vargas ha querido proporcionarnos una agradable y nostálgica sorpresa para que volvamos a recordar el Guayaquil de antaño donde muchos fuimos su actores y, a la vez, retomemos impulso y renovemos esfuerzos para rescatar y difundir los valores populares que constituyen nuestras raíces y nuestra identidad, que nos permiten edificar una política de paz y amor que garantice un Guayaquil mejor para todos los que somos sus artífices. Admiramos el empeñoso batallar del autor al reimprimir los pasajes sencillos, alegres y sinceros del Guayaquil de ayer y hacemos votos porque el libro tenga la aceptación de maestros, alumnos y comunidad lectora que, en lo que se refiere al autor, existe el compromiso de seguir produciendo en beneficio de todos los ecuatorianos. Dra. Aracely Consuegra de Ortiz Guayaquil, septiembre del 2009

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Testimonios

* Apreciado Germán: No sabes con qué deleite leí días atrás tus remembranzas acerca del confite Límber y las cometas. Ayer en la tarde, en la reunión habitual de viejos guayaquileños los días sábados en el parque de Flushing, uno de los nuestros llevó el recorte de El Universo. Necesitaría varias páginas para contarte sobre la charla de quince porteños que disfrutamos los días del Límber y las cometas. Todos somos gente del deporte encabezados por Galo Solís, aquel héroe barcelonés del equipo que forjó la idolatría al fin de la década del cuarenta. Tu artículo fue el pretexto para dejar de ver fútbol y envolvernos en los más deliciosos recuerdos del Guayaquil que hemos dejado geográficamente, pero que lo llevamos siempre en el corazón, especialmente en las horas de nostalgia por los tiempos vividos. Estuve releyendo hace unos días el número dos de las Estampas Porteñas que tú has tenido la inteligencia y sensibilidad de editar. Qué bello recorrido por la memoria. En nombre de los viejos guayaquileños en Nueva York, de los que pasamos las tardes de los sábados en el parque como si estuviéramos en una esquina de Guayaquil y tuviéramos veinte años, y en nombre de todos los que me han llamado por teléfono para comentar tu artículo, muchas gracias, Germán, y un enorme abrazo que encierra la esperanza de seguir leyéndote. Afectuosa y fraternalmente,

Ricardo Vasconcellos Rosado Nueva York

* De una carta enviada vía email en agosto del 2009 por el periodista y escritor guayaquileño Ricardo Vasconcellos Rosado, residente en los Estados Unidos. 8

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Unas palabras

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a amable y permanente sugerencia de amigos y lectores de diario El Universo en el sentido de que reúna y edite en un solo volumen las crónicas y remembranzas de mi autoría sobre el Guayaquil del siglo XX, aparecidas desde el año 2002 hasta el 2009 en las páginas del periódico donde laboro, me motivó a cristalizar tal pedido y hoy estoy gustoso de poner en manos de guayaquileños y ecuatorianos ese material que tiene como consigna evocar los personajes y tradiciones que forjaron y fortalecieron la identidad y memoria de la acogedora metrópoli nacida junto al río Guayas. Como lo he dicho en más de una ocasión, las crónicas volanderas publicadas en El Mayor Diario Nacional -inicialmente sin una denominación definida, pero después bajo el epígrafe de Guayaquil Nostálgico o Imágenes de Guayaquil- solo tienen el próposito de evocar sabrosas estampas en las cuales por diferentes razones fuimos actores o espectadores, volver a vivir con tantos pasajes llenos de diversión y hasta de enseñanzas, y por sobre todo compartir y mantener latente aquel inextinguible amor que debemos profesar a la ciudad-madre, a la ciudad-cuna. Hago hincapié en lo que casi siempre anoto al final de cada crónica que ensayo: los invito a embarcarse en el carro del recuerdo y junto con sus familiares y amigos desarrollar mayores recuerdos e incorporar sin tardanza aquellos nombres o situaciones que por falta de espacio o el olvido involuntario del autor se quedaron en un rincón del ‘disco duro’. Lo importante es promover esas bellas evocaciones que exaltan y afianzan la historia de Guayaquil, urbe cosmopolita en vertiginoso desarrollo, pero segura y legítima heredera de sus ancestros. Gracias a todos los que inspiraron los temas reunidos en este libro; gracias a quienes ayudaron a editarlo y a los que lo leerán con mucha nostalgia, pero igualmente con bastante alegría. Germán Arteta Vargas Octubre, 2009

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Médicos y casas de salud de antaño Muchos habitantes de esta ciudad aún evocan a los galenos y centros que les brindaron atención.

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in la intención de hacer odiosas comparaciones y emitir apresurados calificativos al ensayar este breve inventario de los profesionales de la medicina y de los hospitales y clínicas públicos o privados que por su atención humanitaria ganaron el respeto y la gratitud de la comunidad, especialmente en distintas décadas del siglo pasado, el XX, evocamos algunos de esos nombres vigentes en la memoria popular y que también son referentes de la solidaridad y filantropía que siempre se manifiesta en Guayaquil. Entre los centros de asistencia médica no podemos dejar de citar por justiciera y obligada referencia al antiguo hospital Luis Vernaza y otras entidades similares que sostiene la honorable Junta de Beneficencia, hospital León Becerra de la Sociedad Protectora de la Infancia, etcétera. Asimismo, a profesionales de la medicina de la talla de Julián Coronel, Alfredo J. Valenzuela, Juan Tanca Marengo y decenas de figuras cuya labor alcanzó renombre y tuvo, como hasta ahora, la gratitud ciudadana. Desde la época romántica, cuando los facultativos se desplazaban en carruajes o iban en caballo a visitar a sus pacientes, cobraban modestos honorarios o atendían gratuitamente a quienes no tenían recursos y hasta de su bolsillo les obsequiaban el dinero para la compra de medicamentos, surgieron algunos radicales cambios, pero no faltan quienes todavía hacen de la medicina un verdadero apostolado y nos recuerdan frecuentemente a quienes constituyen ejemplos de servicio a sus conciudadanos. Nombres emblemáticos Notables médicos como Teodoro Maldonado Carbo, Eduardo Ortega Moreira, Juan Modesto carbo Noboa. Abel Gilbert Pontón, John Parker Miller, Alfonso Tamayo Ortega, Hugo Aguirre Guerrero, Reinaldo Irigoyen, Alberto Cortez García, Gonzalo Freile, Miguel Varas Samaniego, Manuela Yong de Gil, Juan Modesto Carbo Noboa, entre otros, estuvieron al frente de los prestigiosos centros, la mayoría de los cuales cerró sus puertas con la satisfacción del deber cumplido. Algunos centros siguen en pie y mantienen la filosofía de servicio de sus fundadores o pioneros. Otros nombres de galenos muy conocidos del siglo XX son Fernando López Lara, Leopoldo Izquieta Pérez, Elio Esteves Bejarano, Luis Felipe Cornejo Gómez, José María Estrada Coello, Aquiles C. Rigaíl, Juan Tanca Marengo, Leopoldo Avilés Robinson, José Manrique Izquieta, Eduardo Alcívar Elizalde, Alfredo Valenzuela Valverde, Nicolás Coto Infante, Manuel Ignacio Gómez Lince, Jacinto Loayza Grunauer, Francisco de Ycaza Bustamante, Carlos Set Matamoros y Juan Montalván Cornejo.

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El Dr. Juan Modesto Carbo Noboa solía visitar a sus pacientes desplazándose en su antiguo carro Ford T.

De la misma manera, Armando Pareja Cucalón, Rafael Mendoza Avilés, Teodoro Maldonado Carbo, Emiliano Crespo Toral, Liborio Panchana, Nicolás Parducci, Miseno Saona, Enrique Úraga Peña, Julián Lara Calderón, Jorge Luis Auz, Eduardo Ortega Moreira, Jorge Salinas Bustos, Jorge Fajardo Castillo, Juan Bautista Arzube, Rosendo Auz, Clodomiro Alcívar y Jorge Wagner, quienes especialistas en diferentes ramas médicas son parte de una extensa nómina que abre el camino para merecidas evocaciones. Antiguos centros En el inventario de casas asistenciales que atendieron en Guayaquil durante el siglo XX anotamos: Mora (Roca y Malecón Simón Bolívar), Morales Rodil (Rumichaca y Piedrahíta), Alcívar (Villamil y Abdón Calderón, Aguirre y Pedro Carbo, Chimborazo entre Francisco de Paula Ycaza y Víctor Manuel Rendón, y por último Azuay y Coronel), Edmundo Vera (Chimborazo entre Aguirre y Ballén), Julián Coronel (Chimborazo entre Aguirre y Ballén, primero, y Eloy Alfaro y Alberto Reyna, después). También Guayaquil (Padre Aguirre y Córdova), Freile Núñez (Rocafuerte y Orellana), Panamericana (Panamá y Orellana), Del Sur (Garaycoa y Gómez Rendón), Santa Lucía (avenida Olmedo y Chile), Parker (Nueve de Octubre y Chimborazo), Santa María (Víctor Manuel Rendón y Riobamba), Arreaga Gómez (Pichincha y Sucre), Crespo (Machala y Hurtado), Antonio Gil (Seis de Marzo y Ayacucho), Santiago (avenida Carlos Julio Arosemena Tola) y Tamayo Ortega (Pedro Pablo Gómez y Pío Montúfar). 14

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Un aviso del centro médico Julián Coronel en 1948, cuando atendía en Eloy Alfaro y Alberto Reyna.

Igualmente, las clínicas Montero (Aguirre entre Garaycoa y Seis de Marzo), San Gabriel (primero en Garaycoa y Aguirre, después en Guaranda y Letamendi), Santa Marianita (Boyacá y Colón), Arturo Serrano (Chanduy entre Sucre y Colón), Del Pacífico (Vélez y Escobedo), Nueve de Octubre (Colón y Malecón) y Blanca (Boyacá entre Colón y Sucre). Hubo el policlínico Nacional en Chimborazo entre Aguirre y Luque y años después en Francisco de P. Ycaza y Córdova, entre otros establecimientos. Germán Arteta Vargas

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Sorbos del sabroso café de antaño Remembranza

En esta ciudad todavía está vigente la costumbre de tomar café ‘pasado’.

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i la arremetida publicitaria de empresas productoras de las diferentes marcas de cafés solubles completos y descafeinados que encontramos en los supermercados, despensas y tiendas barriales, ni la nueva costumbre de desayunar casi al ‘vuelo’ por falta de tiempo en hogares con estudiantes y empleados que salen a la carrera para lograr transportación en la mañana, logran todavía que un buen número de amas de casa y abuelas descarte por completo la costumbre de ofrecer café ‘pasado’ en filtros o cafeteras especiales a los jefes y miembros de su prole. Tomar café ‘pasado’ en Guayaquil es un hábito antiguo, pero con métodos mejorados para acelerar el proceso de tostar, moler y filtrar el producto. No hubo familia en la que amas de casa y domésticas alguna tarde dejaran de realizar juntas la tarea de tostar los granos de diferentes clases que llegaban al puerto desde El Oro, Manabí y otros lugares famosos por su producción. Vecinos y transeúntes disfrutaban de la fragancia salida de la casa donde se tostaba café en pailas de barro, mientras incluso los niños esperaban para ayudar a molerlo en las máquinas manuales que aún se venden en mercados artesanales y almacenes. Cuando no se contaba con tiempo suficiente o la máquina adecuada para moler el café, este se compraba en pulperías (tiendas) o puestos de venta instalados con ese único fin. Durante el siglo pasado hubo estos pequeños establecimientos en sitios estratégicos porteños y en el Mercado Central (calle Seis de Marzo). Hasta allí llegaban quienes preferían ver moler su café en máquinas -Hobart, por ejemplo- de inconfundible apariencia y llevarlo a su casa para filtrarlo y lograr la cautivadora esencia. Con la regeneración urbana aquellos sitios de expendio desaparecieron o buscaron otros lugares para comerciar el producto. Algunos nombres Guayaquileños nacidos antes y después de 1950 recuerdan marcas puestas en el mercado por fábricas o tostadoras que las vendían en paquetes de una libra: Plus Ultra, Escudo Guayaquileño; Escudo Catalán, de la Casa Española; Pilón, de Juan Russo, en Lorenzo de Garaycoa y Vélez; El Negrito, Imperio, El Rey, Puca, Negus, El Campeón, Moka; Gardella, que abrió en 1941; Buchito; Zaruma, Conquistador; Flor de Manabí, de Hipólito Villacís, etcétera. Hubo modestos empresarios que entregaban como ‘fiados’ en los hogares los paquetes de una libra de café y regresaban en la siguiente semana por el pago respectivo. 16

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Hubo negocios que tostaban, molían y vendían el café: Alteza, en Baquerizo Moreno y Nueve de Octubre; San Antonio, en Seis de Marzo y Franco Dávila; Zambita, en Colón y Quito; Cucalonéscaba, en Garaycoa 2121; Los Ríos, en Tomás Martínez 419; Cóndor, en Francisco de Paula Lavayen 219, que pasó a Villamil 131; Moreno & Cía., en Garaycoa y Capitán Nájera; Noel, en la Decimoséptima y Ayacucho, etcétera. El quiosco de Wilson Peñafiel, en Baquerizo Moreno y Junín, y La Flor de Manabí, en Garaycoa y Huancavilca, son muy buscados ahora para comprar café molido al instante. Aun cuando en cualquier hotel, restaurante o establecimiento afín que atiende en esta ciudad se puede disfrutar de un buen café express, capuchino, etcétera, preparado con los ya también tradicionales Sí Café, Don Café, Nescafé y otras conocidas marcas, es incuestionable la preferencia que todavía cientos de personas tienen por el café filtrado o ‘pasado’ (‘a la antigua’) en hogares, oficinas y cualquier otro lugar de reunión donde, de sorbo en sorbo, se hacen y estrechan nuevas amistades, se cierra un negocio o se disfruta de las cosas simples de la vida con la complicidad de aquel. Wilson Peñafiel atiende desde hace 17 años su quiosco de venta de café tostado y molido en Baquerizo Moreno y Junín.

Sorbitos En 1936 se anunciaba en El Universo la libra de café El Escudo Catalán a 0,80 sucres (popular) y 1,00 (especial). En el 2007, La Flor de Manabí ofrecía la libra de café a $ 2,00 la libra. Germán Arteta Vargas

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Curtiembres y talabarterías, otra añoranza Estos establecimientos forjaron el prestigio comercial porteño.

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uchos guayaquileños nacidos décadas antes de la segunda mitad del siglo XX todavía mantienen viva la imagen de la ciudad trabajadora, bulliciosa y alegre, que al paso presuroso de residentes y visitantes mostraba numerosísimos talleres, fábricas, industrias, tiendas, etcétera, que ratificaban su prestigio de tierra laboriosa y forjadora del desarrollo nacional. En la larga lista de aquellos establecimientos que dieron ocupación a obreros de la misma ciudad y a quienes llegaban en pos de mejor porvenir debemos citar las curtiembres y talabarterías que desde la época colonial comenzaron a establecerse en Guayaquil y pronto dieron paso a otros negocios similares que progresaron con la visión y el entusiasmo de empresarios y colaboradores. Por la naturaleza misma de su actividad que ‘trataba’ los cueros de ganado y otros animales recién despostados, las curtiembres o tenerías ocupaban extensas instalaciones y terrenos para facilitar la tarea de los obreros que curtían las pieles o cueros, especialmente con el tanino extraído de la corteza del mangle, y luego las ponían a secar. El olor intenso, algo desagradable, fue el ambiente característico de tales lugares que se asentaron en estratégicas manzanas de los barrios del Astillero (Industria), del Camal o Cuba, las inmediaciones del Barrio del Centenario y las cercanías al río Guayas, para desaguar parte de sus desperdicios. Hasta hace pocas décadas podían observarse las populares edificaciones. Al incrementarse el número de estos locales el cuero seco o salado dejó de ser producto de exportación, pues al mismo tiempo hubo más fábricas de calzado y talleres de talabartería que confeccionaban carteras, bolsos, guantes, cinturones, billeteras, monederos, monturas, polainas, arneses para coches y carretas y otros objetos identificados con la industria de la marroquinería. Pero el advenimiento de nueva tecnología que trajo productos de imitación más baratos causó la casi total desaparición de las curtiembres en nuestra metrópoli, en tanto que las talabarterías subsisten en menor número y usan material procedente de otros lugares del país e incluso del extranjero. Algunos nombres Curtiembres, curtiduría o tenerías emblemáticas fueron la Guayas, del español Pedro Cantó, que fue su primer propietario junto con Manuel Cabrera; La Uruguaya, que fundaron Eutimio Pérez, Valentín Sala e Ignacio Moggia; La Iberia, de Jaime Casstells, con sus colaboradores Juan Domenech y Vicente Suéscum; Francesa, en Azuay 403. 18

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Hubo, además, la San Pedro, de Marco Noriega; la curtiembre y fábrica de tanino de N. Vivar González, en Colombia y Cinco de Junio, y La Joya, propiedad de C. Ortega, en Lorenzo de Garaycoa entre Portete y General Gómez. Fueron propietarios de este tipo de empresas Geo Chambers Vivero, Carmen Milla viuda de Martínez, Maspons y Cía., y Timoteo Suéscum. Conocidas en el siglo XX: Ecuador, de Demóstenes Pizarro, en Cañar y Vivero; La Palma, de Evangelista Calero, rodeada por las calles Chimborazo, Coronel, El Oro y Gabriel Pino Roca. Antiguas con nuevos dueños o recién establecidas en la centuria pasada: La Uruguaya, en Chile 814; Vilaseca, en Chile y Azuay; Victoria, de Ramón Espinel Mendoza; Guayas, de Valentín Sala; Guayaquil, Heinert, El Porvenir y Durán. Los dueños de curtiembres extendieron su servicio como exportadores de cueros manufacturados de res, cabra, iguana, lagarto. Hicieron de importadores y exportadores de productos afines: Casa Suiza; Amaya, Gómez y Cía., Trading Andean, Compañía de Intercambio y Crédito, Carlos Pérez Noriega, Otto Saalman, Ricardo Echeverría. Marcas de suela como Guayas y Uruguaya tuvieron popularidad en el mercado. Las talabarterías Un buen número de talabarterías quedan en Guayaquil como testimonio de la floreciente actividad que la caracterizó antaño. Recordamos añosos nombres como las de Nieto Hermanos, Ángel María Salazar, Manuel M. Valverde y José María Zambrano en 1900. Después, las de Rafael Calderón, Luis M. Calle, Librado Lucas y María Salazar. Asimismo, la Americana, de Ángel M. Salazar; Industrial y Técnica, de Luis Felipe Pumagualle; Torres, A. F. González, y Balseca, en su popular ubicación de Chimborazo y Sucre. Por distintos sectores porteños ahora se leen letreros de las talabarterías Rodríguez, en Garaycoa y Ayacucho; Daniel Navarrete, en Gómez Rendón y Chimborazo, entre otras de ayer y hoy. Queda entonces este breve inventario que nos llevará por el camino de los recuerdos y ayudará a evocar otros significativos nombres vinculados con las curtiembres y talabarterías que fueron y son parte de la historia guayaquileña.

La curtiduría Ecuador, de Demóstenes Pizarro, estuvo ubicada en Cañar y Vivero. Germán Arteta Vargas

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Antiguo aviso de la tenería o curtiembre La Iberia, en el Barrio del Astillero.

Glosario: Curtidor: persona que tiene por oficio curtir pieles. Curtiembre: en América se dice al taller donde se curten y trabajan las pieles. Sinónimos: curtiduría, tenería. Curtir: someter la piel de los animales (reses, lagartos, culebras, etcétera) a una preparación y tratamiento adecuado para transformarla en cuero. Marroquinería: manufactura de artículos de piel de animales o imitación, como carteras, bolsos, billeteras, correas, monederos, etcétera. También es el taller donde se fabrican o venden tales artículos. Talabartería: establecimiento donde se fabrican o se vende todo tipo de objetos de cuero. Talabartero: persona que se dedica a fabricar talabartes, correajes y otros objetos de cuero.

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Las reinas de los educadores Los festejos del Día del Maestro aún tienen entre los principales números la elección de soberanas.

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os torneos femeninos de belleza que a lo largo del año organizan entre nosotros incontables instituciones sociales, culturales, educativas, deportivas, gremios, sindicatos, barrios, etcétera, para elegir a las soberanas (reinas, señoritas Simpatía, Confraternidad, Fotogenia, y otras dignidades) que pondrán el toque galante y espiritual en sus fiestas por diversos motivos, permiten recordar en esta ocasión a quienes ostentaron esos títulos entre los maestros de nuestra ciudad y provincia, con motivo de la celebración de su fecha mayor o ‘clásica’ del 13 de abril. Identificados con el principio de que no importa la rigidez del calendario de celebraciones ecuatorianas o mundiales para destacar la trayectoria de figuras del magisterio, la medicina, jurisprudencia y más profesiones, ahora evocamos los certámenes que todavía patrocinan agrupaciones magisteriales. Esto también destierra el apresurado criterio de que algunos grupos de profesores solo tienen tiempo para salir a las calles a reclamar derechos y exponer otras inquietudes, menos para dedicarse a jornadas por la superación intelectual y la unidad clasista. Inventario sucinto Una de las más populares reinas proclamadas por la Unión Nacional de Educadores (UNE) con el nombre de Señorita Magisterio fue la profesora normalista Clementina Triviño Moreira, después señora de Unda Aguirre, quien durante su carrera docente ejerció la dirección de planteles y la supervisión nacional. Ella obtuvo la corona en 1960 y está jubilada. En ese año desfiló junto con el presidente de la República, José María Velasco Ibarra, y el alcalde de Guayaquil, Pedro J. Menéndez Gilbert. La licenciada Triviño de Unda tuvo un sitio especial en todos los actos. Hermosas maestras que ostentaron el emblemático título fueron Cristina Sánchez Ponce, Violeta Naveda Pareja, Esmeraldas Gómez Ortiz, Betsi Espinel, Patricia Pinela, Olga Soria, Águeda Neira, Verónica Ortega, María Cedeño, María del Carmen Narváez, Ana del Rocío Cedeño, Merci Neira, entre muchas otras a las que se suman las más contemporáneas. Por motivos de la situación política y problemas de diversa índole, la UNE cantonal y la UNE del Guayas no designaron reinas ni organizaron fiestas conmemorativas. Otras instituciones Además de la UNE, que elige a sus soberanas cantonales y de entre ellas a la Señorita Magisterio del Guayas, hubo y hay entidades que realizan este tipo de certámenes. Allí la Asociación 13 de Abril, Confraternidad de Educadores Normalistas (Cofraden), Asociación Magisterial Germán Arteta Vargas

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Clementina Triviño Moreira fue elegida Señorita Magisterio del Guayas en 1960. Consta junto al presidente de la República, José María Velasco Ibarra, y al alcalde de Guayaquil, Pedro J. Menéndez Gilbert, Eduardo Flores Gil, entre otras autoridades locales y provinciales.

Femenina del Guayas (AMFE), el Frente de Educadores Juan Montalvo, Colegio de Profesionales de Educación Media (Copem), Magisterio Independiente del Guayas, la Asociación de Profesores de Educación Primaria (APEP), Asociación de Periodistas Educativos, Unión de Educadores Nocturnos (UEN), Educadores Municipales Asociados (EMA), etcétera. Este matutino también colaboró por varios años con estos torneos del profesorado y por ello los organizadores nombraron Señorita Magisterio diario El Universo. Ex reinas del magisterio guayaquileño y guayasense evocan aquellos románticos momentos de su elección que remataban con elegantes y animados bailes el Día del Maestro, que congregaba a autoridades e invitados especiales. Algunas siguen en actividad, otras ya están retiradas de su profesión de maestras y hay casos de soberanas que fallecieron. 22

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Los festejos por los padres y sus añoranzas

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ese a la tosca y burlona manera con que algunas personas de nuestro medio aun acostumbran referirse a los padres por la celebración que se estableció para evocar y destacar su significativo rol en el hogar, en las familias ecuatorianas prevalece el sentimiento de respeto y gratitud a quienes dueños de ese papel comparten con las madres la tarea espiritual y humana de asegurar la supervivencia de la sociedad. Para ratificar esto último basta recordar las poesías, canciones, esculturas, pinturas, etcétera, que debemos a incontables artistas compatriotas deseosos de rendir su admiración a la tarea protagónica de los padres, similar al legado hecho años atrás por sus colegas de proyección universal y a los autores contemporáneos que también suman otras expresiones del arte como filmes y series de televisión. Desde la década del cuarenta del siglo pasado, cuando la festividad tomó afianzamiento entre nosotros surgieron más formas de expresar el sentimiento de gratitud familiar a los padres: las infaltables serenatas, las visitas de los hijos a su progenitor portando diversidad de regalos en originales envolturas y, por supuesto, la asistencia al cementerio general con ramos y tarjetas para evocar a quienes dejaron de existir.

Las dedicatorias musicales a través de las emisoras Cristal, América, Cóndor, Ondas del Pacífico, Universal, entre otras, gozaron de aceptación. Antes y después de la festividad La gratitud de la sociedad exalta el rol se escuchaban el pasillo Padre amado, grabadel padre en la familia. do por el dueto Campos-Rojas, y los valses Padre querido, por el dúo Aguayo-Huayamabe, y Padre mío, por el trío Ecuador. Después fue común el tema La pena de mi viejo, por Roberto Calero Piedrahíta. Había hogares en los que se preparaba un trono para que el ‘rey’ de la casa, con capa y corona, escuchara las canciones y poemas de sus hijos en una alegre ‘hora social’ improvisada. Los más pequeños de la familia entregaban las tarjetas que su madre les compraba en los bazares de la barriada, alrededores del Mercado Central y del Correo, o que las confeccionaban en la escuela con la ayuda de sus profesores. Cosa igual sucedía con la canción No hay viejo como viejo, interpretada por los Hnos. Zañartu, y esos temas considerados ‘íconos’: las baladas Mi viejo, de Piero; Mi querido, mi viejo, mi amigo, por Roberto Carlos; y Padre, de Elio Roca. Aun en las modestas casas no faltaban Germán Arteta Vargas

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un buen tallarín y otros potajes y bebidas, que madres e hijas preparaban con esmero para agasajar al jefe del hogar. Si había tiempo y los padres no se entusiasmaban entre amigos y vecinos, tras el almuerzo avanzaban con su prole a los cines Quito, Central, Apolo y demás salas de barrio que exhibían las películas Papá Corazón, con Pinina; ¡Ese es mi padre!, con Bob Hope; El padre de la novia, con Spencer Tracy, Elizabeth Taylor y Joan Bennett; Padres nuestros, con Carlos López Moctezuma, Evita Muñoz e Irma Dorantes, etcétera. Otros testimonios La celebración del Ddía del Padre igualmente sirve para recordar los cientos de temas que las artes plásticas con sus óleos, esculturas, grabados y otros géneros exaltan el significado teológico del Padre Eterno como la primera persona de la Santísima Trinidad, y lo mismo hacen de San José, padre adoptivo de Jesús. Hay, de la misma manera, obras alusivas directamente al padre como jefe del hogar. Existen autores nacionales y extranjeros que dedican sus obras al padre. Como ejemplo están la Oración por el hijo, del general Douglas MacArthur; la de Juan de Dios Peza o Héctor Gagliardi, quien en su poema El padre, dice: Los hijos nunca analizan el sentimiento del padre, porque el brillo de la madre es tan fuerte que lo eclipsa, solo le hacemos justicia a su íntimo sentir, cuando nos toca vivir, a nosotros su problema. En el arte ecuatoriano, los pinceles de Eduardo Kingman, Robin Echanique, Luis Miranda y otros valores tributan ese homenaje. Entre los poetas nuestros citamos a Isabel Ramírez Estrada, Othón Muñoz, Jacinto Santos Verduga, Josefa Mendoza de Mora, Francisco Pérez Febres-Cordero, Vicente Espinales Tejena, José Enrique Zúñiga, Horacio Mendoza Párraga, Nazario Román y muchos más. Estos son algunos de los evocadores pasajes que permanecen en la memoria de muchos guayaquileños en torno a la celebración del Día del Padre. Muchos los revivirán a plenitud y los compartirán con sus allegados, y otros únicamente disfrutarán de su deliciosa añoranza en medio de costumbres que les impone la época actual, plagada de un excesivo mercantilismo. El tercer domingo de junio se recuerda y festeja con mayor énfasis al padre.

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Los servicios municipales de antaño El Concejo Cantonal o Municipalidad ofrecía una importante ayuda social a la comunidad.

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al como ocurre en la actualidad con la Municipalidad de Guayaquil, que además de preocuparse por desarrollar el ornato de la metrópoli y de sus parroquias rurales también ofrece a los residentes del cantón asistencia médica, programas recreativos y culturales, mejoramiento de la vivienda, libros gratuitos, etcétera, en varias décadas del siglo pasado el Ayuntamiento a través de sus autoridades impulsó, asimismo, incontables actividades en favor del progreso urbanístico y las condiciones de vida de la gente oriunda de esta tierra o avecindada en ella. Un testimonio de esos múltiples programas fue la implementación en noviembre de 1931 de La Olla del Pobre, que con el apoyo de las familias ‘pudientes’ del puerto y la coordinación de la Confederación Obrera del Guayas brindó comida gratuita por algún lapso a los numerosos desocupados que había en esa época, como consecuencia de la depresión económica reinante en el país. Aunque la cantidad de beneficiarios rebasó las expectativas estimadas en 200 personas diarias, los responsables de la cruzada se esmeraron para atender a todos los inscritos. En tiempos en que al primer personero del Cabido se lo llamaba prefecto municipal o presidente del Concejo hasta llegar a la denominación de alcalde, igualmente se conocieron los centros de abastos o subsistencias, boticas, comedores y funerarias dependientes del Cabildo porteño para ayudar directamente a los más necesitados. Como Guayaquil aún era pequeño hasta antes de la primera mitad de la centuria pasada, estas acciones cumplieron su finalidad pero decayeron con la presencia de nuevos líderes políticos que prefirieron fomentar otras propuestas populistas. Muchos conciudadanos todavía recuerdan estos servicios y los añoran, aunque reconocen que en los últimos años se ha hecho bastante para emularlos en bien de la colectividad. Por ello, esta vez rescatamos algunos avisos publicados en El Universo como prueba de esa importante labor que tampoco descuidó el fomento del civismo, las buenas costumbres y la solidaridad tan propios del habitante guayaquileño. Los festejos julianos nos brindan la oportunidad. Comedores populares

“Comedor Popular N° 2.- La Municipalidad de Guayaquil tiene el agrado de llevar a conocimiento del público que, desde el día de mañana, se abre al servicio público el nuevo Comedor Popular N° 2, situado en la esquina de las calles Chile y Camilo Destruge. Se ofrece comida sana, nutritiva e higiénicamente preparada al precio de 60 centavos el cubierto. Se atenderá0 al público por las mañanas de 11:30 a 13:00 y por las tardes de 17:00 a 18:30. Oportunamente se Germán Arteta Vargas

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El Mercado Central en 1930, donde se vendía pescado y leche baratos.

indicará la forma en la cual se pondrá a atender el servicio de viandas.- Guayaquil, 24 de agosto de 1940.- La Comisión Municipal de Comedores Populares”. Pescado barato “Venta de pescado en los puestos municipales.- Se anuncia al pueblo que desde hoy iniciamos la venta de pescado de mar, a precios bajos, en los puestos municipales, en el Mercado Central en el puesto N° 184 (entrada por la calle Diez de Agosto), y los precios y las calidades son las siguientes: • Albacora (atún) a 40 centavos la libra • Cherna a 50 centavos la libra Desde mañana se venderán las mismas clases de pescado en los demás mercados de la ciudad. Guayaquil, 25 de julio de 1940. La Comisión Municipal de Subsistencias”. Alimentación a los niños “La Oficina Municipal de Higiene ofrece alimentación a los niños menores de un año, todos los días, de 8 a. m. a 5 p. m. Se avisa al público” (junio de 1931). 26

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Importantes servicios fueron los comedores populares y la carroza para trasladar los cadáveres de personas indigentes.

Servicio funerario gratuito “Se comunica a los interesados, que desde la fecha el servicio de carroza para la conducción de cadáveres al cementerio se ha completado con un autobús, para los deudos del fallecido.- El Concejal Comisionado de Higiene”. Fomento de la alimentación “Venta de leche en los puesto municipales a 0,60 sucres el litro en botellas herméticamente cerradas”. Publicación en El Universo (agosto de 1937). Fomento del civismo “Muy Ilustre Concejo Cantonal de Guayaquil.- Teniendo en consideración que el 25 de julio se conmemora el aniversario de la fundación de Guayaquil, excita el patriotismo de la ciudadanía con el objeto de que observe esta festividad local, cesando sus actividades. Miércoles, 24 de julio de 1940”. Adecentamiento de la ciudad “De acuerdo con la Ordenanza Municipal de Construcciones y Ornato Público se pide cercar, limpiar y pintar por lo menos dos veces al año -mucho mejor en diciembre- las fachadas de edificio, chalé, casas, solares, para que luzcan decentes por las fiestas del 9 de Octubre. Comisario Municipal, Arquímides La Mota G.”. Germán Arteta Vargas

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Recuerdos de la Semana del Estudiante Festividad

Programas culturales, deportivos y bailes de gala caracterizaron a estas celebraciones.

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espués de tres meses de trabajo caracterizados por la dedicación y el entusiasmo juvenil para aprovechar las enseñanzas de sus maestros en el periodo lectivo correspondiente, el tradicional paréntesis de vacaciones estudiantiles llamado Semana del Estudiante tuvo su apogeo en distintas décadas del siglo pasado y se convirtió en un verdadero derroche de alegría y fraternidad patrocinados por los planteles guayaquileños a través de sabatinas, verbenas, concursos literarios, encuentros deportivos y, por supuesto, la elección de reinas y los bailes de gala, que eran el punto culminante de las actividades programadas. La Semana del Estudiante correspondiente al primer trimestre de labores que solía celebrarse la segunda o tercera semana de julio, daba paso a los intensos preparativos de las asociaciones de estudiantes (gobiernos estudiantiles las llaman ahora), deseosas de que su colegio sobresalga entre sus similares masculinos, femeninos y mixtos de la ciudad. Para eso organizaban pregones y murgas a los que también asistían los parientes y amigos de los alumnos para gozar con las ocurrencias y estampas puestas de manifiesto, sin olvidar los demás actos culturales y artísticos. Un número muy esperado por los educandos era la elección de la reina o señorita de cada institución mediante un galante concurso. La soberana era proclamada en acto solemne y los festivales bailables en su honor con las orquestas resultaban inexcusables. Diario El Universo incluía las fotos de las chiquillas y anunciaba el día y la hora de los actos. Los avisos para los bailes de gala eran muchos, pero los jóvenes y allegados tenían sus preferidos. Los colegios de varones designaban sus reinas entre las chicas familiares o amigas de los estudiantes, o de las que sugerían los dirigentes. Clementina Triviño Moreira (hoy señora de Unda Aguirre) fue elegida Señorita Normal Rita Lecumberri en 1957, dentro de los festejos de la Semana del Estudiante.

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Nombres conocidos Como testimonio de los programas ofrecidos de la Semana del Estudiante en las décadas del cincuenta y sesenta de la centuria pasada están la elección de Divina Icaza Coral, del conservatorio de música Antonio Neumane, en 1954, y de la educadora Clementina Triviño Moreira (después señora de Unda Aguirre) como Señorita Normal Rita LecumbeProclamación de Aracelly Consuegra. rri en 1957, donde además fue Señorita Deportes y Señorita Magisterio en 1960. Otras figuras locales que resultaron designadas reinas de sus planteles son Gloria Paz Briz, del Letras y Vida, y Nelly Romoleroux Girón, de la Escuela Municipal de Bellas Artes, en 1958. La maestra Aracelly Consuegra (hoy de Ortiz) cuando era alumna del cuarto curso del Normal Rita Lecumberri fue proclamada reina en 1958 del colegio técnico Simón Bolívar. Asimismo, Joy Gilbert Jones (Urdesa School), Sonia Coello Proaño (Veintiocho de Mayo), Maruja Martí Pérez (Dolores Baquerizo), Alice Puga (Americano) y Beatriz Huerta Ortega (Dolores Sucre). Por aquellos tiempos se revelaron como proclamadores Ángel Duarte Valverde, Ramiro Larrea Santos y Juan Alfredo Illingworth. La Universidad de Guayaquil eligió reina a Nelly Martínez, estudiante de Ingeniera Industrial. Los festejos de la Semana del Estudiante en el mes de julio movían el comercio porteño, pues los almacenes de telas, calzado, perfumerías, gabinetes de belleza publicaban anuncios de ofertas y servicios; los conjuntos musicales y orquestas de renombre igualmente tenían muchos compromisos que atender: casos de la Blacio Jr., América, Los 5 Ases, Pibe Aráuz, Hnos. Silva, Los Melódicos, Sonora Kerevalú y otros. Los bailes de gala se hacían en los propios planteles o en instituciones como Club de Leones, Asociación de Empleados, y en terrazas de los hoteles Crillón, Humboldt y el Palacio de Comunicaciones.

En 1958, la maestra y supervisora de Educación, Aracelly Consuegra, resultó designada reina del colegio técnico Simón Bolívar. Germán Arteta Vargas

La costumbre de celebrar con ‘bombos y platillos’ la Semana del Estudiante decayó bastante y los festejos de otrora no son los mismos. Solo quedan sabrosas evocaciones de quienes vivieron aquella feliz etapa de su instrucción en cualquiera de los centros secundarios con que cuenta nuestra ciudad.

Gloria Paz Briz, Señorita Letras y Vida, en 1958.

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Un mundo de sabrosos recuerdos Fábricas y preparaciones artesanales marcaron una época de dulces y confites.

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demás de las preparaciones caseras que antaño en manos de abuelas y madres consolidaron el prestigio de la gastronomía guayaquileña, también hay que destacar que la actividad de algunos artesanos y fábricas existentes en nuestra metrópoli durante las últimas décadas del siglo XIX y la mayor parte del XX ayudó para que la merecida fama de los caramelos, galletas, bombones y otros confites elaboró en Guayaquil no desaparezca. Pero antes de emprender un breve inventario de las empresas y locales identificados con la elaboración de tan sabrosa mercancía que hizo las delicias de grandes y chicos, pobres y ricos, y además causó más de un contratiempo a algún descuidado diabético, bien vale poner en el recuerdo esa infinidad de ricos productos hogareños entre los que se disputaban los primeros lugares los suspiros, barquillos y bizcochos, el candy suiza, las mermeladas y tortas, etcétera. En la lista de los establecimientos tipo fuentes de soda, confiterías, pastelerías y pastificios que especializaron su atención al público con sus propios productos o comprados en fábricas locales y nacionales, o incluso traídos del exterior, hay que incluir a muchos que datan desde fines del siglo XIX y otros que desde las primeras décadas de la centuria pasada tuvieron la enorme acogida de la comunidad porteña que apreció su atención y, por supuesto, los deleites que ofrecían al paladar. Para citar unos cuantos ejemplos, allí los desaparecidos salones Petit Niza, Los Japoneses, Maulme, La Italia, Fortich, La Bombonera, La Colmena, Italiano, Árabe, La Resbaladera, Moka, Bongo Soda, Milko Bar, hasta llegar a otros nombres que aún subsisten como La Palma y Melba, o que resultan contemporáneos para muchos porque atendieron desde antes de la segunda mitad del siglo anterior.

Los dulces, bombones y pasteles de Carlos Fortich hicieron época en Guayaquil.

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La emblemática fábrica La Universal que aún funciona en Eloy Alfaro y Gómez Rendón.

En cuanto a las fábricas de caramelos, galletas de toda clase, chocolates, confites, goma de mascar, bombones rellenos, chocolatines y más deliciosos productos, no hay que olvidar las emblemáticas La Universal (Segale Norero), La Nueva Italia (Landucci Hnos.), La Roma (Juan Vallaza), La Nueva Oriental (Humberto Pacheco López), La Unión, La Ecuatoriana (Gerónimo Gando), La Industrial y La Libertad (César A. Tamayo), La Regalía, Kramel, que también elaboraban fideos y pastas. En línea bastante parecida están las pastelerías, que en nuestro medio fueron y son numerosísimas. Lo testimonian La Florencia (Jácome Rodríguez Hnos.), La Francesa, y los populares locales Sucesores de F. Bravo, Dina, La Fuente, California, El Saloncito, entre los más nombrados. No hay que olvidar que alguna vez tanto las fábricas como los locales de expendio de dulces, chocolates y confites en general cambiaron de dueño, ubicación o desaparecieron finalmente. Esto es a breves rasgos, si usted recuerda algún nombre no dude en incorporarlo a la nómina propuesta en esta crónica volandera. Tampoco olvidemos a la colonia italiana establecida en tierra guayaquileña, que fue una de las mayores propulsoras de la industria de preparación de dulces, caramelos, galletas y bombones en las últimas décadas del siglo XIX y gran parte del XX. Turrones, galletas y confites de La Colmena gustaron a nuestros abuelos.

La Palma, otro de los tradicionales locales que continúan desafiando el tiempo. Germán Arteta Vargas

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El cine nacional trae añoranzas Un breve recuento permite recordar las obras que forman nuestro patrimonio.

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l 7 de agosto de 1924, el dramaturgo guayaquileño Augusto San Miguel (1905-1937) estrenó en los teatros Edén y Colón de esta ciudad la película El tesoro de Atahualpa, considerada el primer filme nacional silente o la ‘iniciación de nuestro arte mudo’, con argumento, panoramas, costumbres, ambientes y artistas ecuatorianos. Ese acontecimiento motivó las gestiones del periodista e historiador Hugo Delgado Cepeda para conseguir que se declare la emblemática fecha como el Día del Cine Ecuatoriano. Después de varios trámites del profesor Hugo Delgado ante los organismos correspondientes, el 17 de octubre del 2006, el licenciado Raúl Vallejo Corral, ministro de Educación del gobierno del doctor Alfredo Palacio, firmó el acuerdo respectivo que declaró oficialmente el 7 de agosto de cada año la celebración del Día del Cine Ecuatoriano. Desde entonces la fiesta sugiere un mayor acercamiento a los pioneros, la evolución y los triunfos internacionales del séptimo arte que se cultiva entre nosotros. Embarcados en el carro de la nostalgia, traemos a la memoria los nombres referentes del estreno de 1924 que tuvo a la cabeza al cineasta, guionista y actor Augusto San Miguel, principal de la Ecuador Film Company; Roberto Saá Silva, director artístico; y Evelina Orellana, Anita Cortés, Francisca White, Julieta Stanford, Alberto García, Augusto San Miguel, R. Matamoros, Eri Van den Enden, Periquín Chumacera, P. Chevasco, F. Zaldumbide, Indio Tamanchen y Manolo Vizcaíno, actores. La película El tesoro de Atahualpa, obra de Augusto San Miguel, se rodó en Guayaquil y tuvo escenas en Durán y las poblaciones ubicadas a lo largo de la vía férrea. Incluyó la obra de ingeniería ferroviaria la ‘Nariz del Diablo’ y su argumento unió las regiones Costa y Sierra. El largometraje de una hora de duración era en blanco y negro. Otras películas identificadas con el dramaturgo San Miguel fueron Se necesita una guagua, rodada en Quito en 1924, y Un abismo y dos almas, filmada en 1925.

Un aviso del estreno de la película ‘El tesoro de Atahualpa’, de Augusto San Miguel, en 1924.

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Aviso del estreno de ‘Guayaquil de mis amores’ en el teatro Edén.

Augusto San Miguel, pionero del cine nacional.

Teatro Edén en 1930.

Más testimonios A la nómina del legado fílmico de San Miguel hay que incorporar muchos nombres de cortometrajes, documentales, películas de 35 mm, mudas y sonoras, coproducciones como las mexicano-ecuatorianas que estuvieron de moda en la segunda mitad del siglo pasado y, por supuesto, los largometrajes, que últimamente prueban el rotundo progreso del cine patrio. Recordemos algunos títulos en esta nota que no es la historia ni el inventario oficial de lo que ha dado el país en cuanto al séptimo arte. Allí entonces Guayaquil de mis amores, producida por J. D. Feraud Guzmán con el camarógrafo Karl von Hauser; Marihuana, veneno social, del camarógrafo chileno Alberto Santana; Campeonato Sudamericano de Natación en Guayaquil (1938); Se conocieron en Guayaquil, con Paco y Elsi Villar, identificada por sus productores Sono Films como la primera película parlante nacional, y otra sobre los piratas en Guayaquil, una realización de Alberto Santana filmada en el Cerro Azul. La película La divina canción, dirigida por Alberto Santana y el trabajo fotográfico de Francisco Diumenjo, tuvo escenas cantadas por Enrique Ibáñez Mora. Actuaron Ena Souza, Matilde Olguín, Ernesto Weisson, Alberto Santana y Max Serrano. Aparecen los parques Bolívar (Seminario) Montalvo; el Malecón, Las Peñas, el bulevar Nueve de Octubre, la plaza San Francisco (Rocafuerte), el río Guayas, etcétera. Germán Arteta Vargas

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El popular filme ‘Romance en Ecuador’ fue doblado al inglés y lo exhibieron en países de Europa y Asia.

No olvidemos después las populares coproducciones ecuatoriano-mexicanas Romance en Ecuador (Enrique Guzmán, Begoña Palacios, Ernesto Albán, Julio Jaramillo, Armando Romero Rodas, Fernando Luján, Pablo Hanníbal Vela y otros); Conspiración bikini (Julio Alemán, Sonia Infante, Sonia Furió, Noé Murayama, Lucho Gálvez, Grace Pólit, Óscar Guerra; 24 horas de placer (Silvia Pinal, Mauricio Garcés, Joaquín Cordero, Alfonso Espinosa de los Monteros, Rosario Ochoa, Pedro Ortiz, Patricia Aulestia). Asimismo, Cautiva de la selva (Libertad Leblanc, Ricardo Bauleo, Antonio Cajamarca, Juvenal Ortiz, Vicente Espinales, Orlando Criollo, Abraham Calazacón, Elmo ‘Cura’ Suárez, Kayo Kanata), y por supuesto las cintas Peligro mujeres en acción, El derecho de los pobres, Caín, Abel y el otro, que están en la cinemateca de la patria junto con otros valiosos documentales que en su época hicieron figuras visionarias como el padre Carlos Crespi, Gabriel Tramantona, César Carmigniani y más valores. Filmes contemporáneos En la nómina de películas producidas en las últimas décadas del siglo pasado y la primera del actual tienen obligatoria cita: La Tigra (1990), Entre Marx y una mujer desnuda (1996), Cara o cruz (2003) y 1809-1810 mientras llega el día (2004), todas de Camilo Luzuriaga, que también produjo las cintas de 16 mm tituladas Los hieleros del Chimborazo y Chacón maravilla; Sensaciones (Viviana Cordero, 1991), Ratas, ratones y rateros (Sebastián Cordero, 1999) y Un titán en el ring (Viviana Cordero, 2003). De igual manera, Crónicas (Viviana Cordero, 2004), Qué tan lejos (Tania Hermida), Esas no son penas, de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade (2007) y Placer destructivo, del director y guionista René Jijón, apta para todo público y de 105 minutos, filmada en los parajes de Santo Domingo de los Tsáchilas. Existen muchas otras producciones que sin tener totalmente la categoría de largometraje prueban el desarrollo del arte audiovisual ecuatoriano en diferentes niveles o categorías. Recordarlos y acercarse a ellos es lo mejor que podemos hacer en el Día del Cine Ecuatoriano. 34

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Los festivales y las revistas de gimnasia son parte de nuestra memoria urbana Estos certámenes escolares y colegiales contemplados en la Ley de Educación siempre tuvieron la acogida de todos los involucrados en la enseñanza-aprendizaje y en la ciudadanía que estaba atenta a su realización.

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i bien existieron otras épocas del año escolar para también realizarlos, septiembre, octubre, noviembre y diciembre siempre fueron los meses de ‘ajetreo’ para los centros educativos primarios y secundarios, masculinos y femeninos, fiscales y particulares. Sus directores, profesores, estudiantes y padres de familia querían lucirse con la presentación de los esperados festivales y revistas de gimnasia, contemplados en los programas del Ministerio de Educación. Las indicadas revistas de gimnasia, que en ocasiones recibían el nombre de festivales porque se les incorporaba números especiales, eran otro motivo para que los planteles esmeraran los preparativos, pues aquello ratificaba la preocupación por brindar una educación integral. Además, porque aumentaba el prestigio de la institución que las ofrecía incluso a la comunidad en general, que asistía numerosa a observar el programa. Tales actividades se conocieron desde fines del siglo XIX y se mantuvieron hasta más allá de la primera mitad del siglo XX. En la preparación de los alumnos durante el año lectivo correspondiente tuvieron papel decisivo los maestros de grado –cuando la escuela o el colegio carecían de presupuesto para contar con un instructor especial– y los profesores de gimnasia, llamados después de educación física, al generalizarse la aplicación. Aunque la falta de locales adecuados obstaculizaba la iniciativa de los maestros para enseñar gimnasia, esos inconvenientes se superaban con el uso de las calles adyacentes al colegio o la escuela y algún parque o estadio cercano. Los profesores de la materia y supervisores de la Subdirección de Educación Física y Dirección Provincial de Educación laboraban conjuntamente en pos de mejores resultados. De esta manera, al cabo de meses de recibir sus clases de gimnasia semanales, los estudiantes ya estaban listos para ser parte de los actos especiales que se organizaban bajo la dirección de las entidades del Ministerio de Educación. Generalmente se presentaban revistas de gimnasia deportiva, educativa, rítmica e imitativa; a veces eran individuales (solo los alumnos de un mismo centro) o colectivas (con varios planteles de la zona escolar). Cuando los supervisores de la Subdirección de Educación Física organizaban las revistas colectivas de gimnasia las presentaban en los estadios Modelo Guayaquil (actual Alberto

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Spencer), Reed Park, Ramón Unamuno, coliseos Huancavilca, cubierto y otros escenarios con facilidades para recibir al público que sabía de lo simpáticas de estas jornadas y las buscaba. Hubo colegios y escuelas que destacaron por sus buenos espectáculos gimnásticos, allí para testimonio el normal Rita Lecumberri, colegios Vicente Rocafuerte, San José, Guayaquil, etcétera. El comercio local se incrementaba en la temporada de las revistas de gimnasia, pues los padres acudían a los almacenes y puestos de los alrededores de los mercados Central y Sur para adquirir las pantalonetas, camisetas, polines, zapatos de caucho o lona (la marca Venus era muy popular) y así conseguir que su pupilo luzca ‘futre’ (bien vestido) el día del acto. Y si no había dinero para los zapatos nuevos, el polvo ‘flor de zinc’ con agua dejaba a los ‘viejitos’ como recién comprados. A pesar de que gran parte de los planteles cuenta con instructores graduados en facultades universitarias nacionales y extranjeras y que el equipo de gimnasia es parte de la lista de libros que se entrega al comienzo del curso lectivo, las revistas y festivales que otrora se ofrecían cumplidamente a la comunidad han disminuido en la actualidad con prioridad para otros espectáculos, que incluyen a las cheerleaders. Informaciones que aparecieron en diario El Universo y otros periódicos porteños, anuarios y revistas estudiantiles en diferentes años testimonian esto de los festivales, revistas y torneos intercolegiales de gimnasia públicos, que también fortalecieron la identidad educativa y cultural de la metrópoli guayaquileña. Egresadas del colegio Guayaquil recuerdan el trabajo de las maestras Delia Bajaña Martínez y Leonor Landires, que las llevaron a un festival gimnástico en Quito.

Los festivales y revistas de gimnasia también se identificaron con una época del Guayaquil de antaño. Muchos recuerdan sabrosas anécdotas de las que fueron partícipes o testigos con motivo de estas jornadas.

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Los desfiles y cachiporreros colegiales ofrecen añoranzas y aún se los aplaude Estos actos y sus protagonistas gozan de acogida, pues sus bandas de guerra y de música junto con sus cachiporreros alientan el fervor cívico de sus conciudadanos.

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rónicas y fotografías añosas que reposan en los archivos de medios de información y de familias guayaquileñas testimonian la atención que siempre merecieron de la comunidad los desfiles escolares y colegiales destinados a realzar los programas que elaboran las autoridades educativas en conmemoración del 9 de Octubre de 1820. Aquello también lo demuestran los viejos álbumes fotográficos sobre la historia de la ciudad y los que otrora y en los últimos años han editado planteles de entusiasta y reconocida participación en estos certámenes. Todos dejan apreciar la asistencia masiva del vecindario, que estaba atento a cada detalle del acto y aplaudía sin reservas las mejores actuaciones. Desde que se incluyeron los desfiles de escuelas y colegios para honrar las fiestas octubrinas de Guayaquil, siempre hubo la patriótica colaboración de sus directivos para una adecuada presentación de sus respectivos planteles. Esa actitud plausible se mantuvo con el paso de los años y todavía está vigente como ocurrió a lo largo del siglo pasado. Llegado octubre y su carga de programas cívicos, culturales y de entretenimiento popular, el Cabildo y otras instituciones anunciaban el orden de las actividades. Por tradición, el desfile escolar era el 7 y colegial el 8. A lo largo de la avenida Nueve de Octubre estaban sin evasiva algunos planteles fiscales, municipales, particulares laicos y religiosos, academias, etcétera. Aceras y bocacalles estaban repletas de personas de toda edad, condición social y de familias deseosas de ver, aplaudir y fotografiar a algún miembro de la prole que formaba parte de las bandas de guerra o de las escuadras. Los balcones de los edificios lucían embanderados y sus dueños lanzaban flores y serpentinas a los alumnos que derrochaban elegancia y marcialidad.

Cachiporrera del Colegio Guayaquil. Germán Arteta Vargas

Junto con el animoso espíritu cívico iba el optimismo juvenil. Cachiporreros y cachiporreras, grupos de bailes y danzas folclóricas, carros alegóricos con temas patrióticos y hasta animalitos mascotas ayudaban a imprimir una atmósfera netamente festiva. 37


Delegaciones de maestros y representantes de la UNE, EMA, etcétera, ponían, asimismo, su cuota de solemnidad. Por sus impecables uniformes y evoluciones, la destreza de sus cachiporreros y la originalidad musical de sus bandas, hubo planteles que acrecentaron prestigio y eran esperados por el público, que se preparaba con anticipación para no perder el espectáculo. Frente a la tribuna levantada al pie de la II Zona Militar, las delegaciones hacían vistosos honores a las autoridades. Sería injusto no mencionar la brillante presencia en estos desfiles de las delegaciones de los colegios San José, Dolores Baquerizo, Guayaquil, Rita Lecumberri, Vicente Rocafuerte, Aguirre Abad, Huancavilca, Ciclo Educativo Tarqui, Inmaculada, Eloy Alfaro, Borja Lavayen, y muchos más que se crearon en las últimas décadas de la centuria pasada. Los cachiporreros del Guayaquil, Aguirre, Vicente, Alfaro y Huancavilca siempre cosecharon aplausos. Con el advenimiento de otras costumbres los guayaquileños dejaron de acudir masivamente a los desfiles, pues la televisión los llevó a los hogares y prefirieron quedarse en casa mirándolos; el cambio de escenario igualmente mermó la asistencia. Los ensayos de las bandas en sus propios locales o por las calles de la barriada alteraban algo de su paz, pero eso no molestaba porque era un anticipo de fiestas. Asimismo, los locales de venta de zapatos, camisas, guantes, etcétera, atendían hasta tarde para que los estudiantes renovaran sus uniformes; fotógrafos y laboratorios de revelado aseguraban trabajo por semanas. Aunque existen disposiciones para agilizarlos con un menor número de participantes, en la actualidad los desfiles escolares y colegiales continúan como otro de los más evidentes homenajes de la niñez y juventud a la ciudad que, como la nuestra, atesora estas expresiones de alto civismo y perpetuo homenaje a quienes consiguieron su libertad.

Gioconda Minervini, quien dirige una escuela de danzas y ballet, cuando fue cachiporrera del colegio Guayaquil en 1972.

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El Mejor Ciudadano

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ecordar a quienes merecieron el título de Mejor Ciudadano de Guayaquil ayuda a imitar sus obras caracterizadas por el servicio a la metrópoli y a sus vecinos.

El premio Al Mérito Cívico, que servía para reconocer los servicios de importantes personajes de la comunidad, ahora se llama Municipalidad de Guayaquil, pero todavía reconoce el trabajo de personas e instituciones que aman a la ciudad. A pesar de que en los diarios locales decayó la costumbre de publicar antes y después del 9 de octubre de cada año el nombre y foto de quien o quienes por su extraordinario aporte al desarrollo integral de esta metrópoli obtenía el reconocimiento municipal Al Mérito Cívico o de Mejor Ciudadano, todavía es notorio el interés de la comunidad por conocer a quienes merecieron la emblemática distinción. Igual cosa ocurre con el reparto de premios y preseas Al Mérito Artístico, Al Mérito Urbanístico, Al Mejor Educador Municipal, etcétera, que años atrás se entregaban tradicionalmente en la sesión solemne del Ayuntamiento porteño. Eso era una oportunidad más que tenía la comunidad para ratificar su aplauso a quienes en verdad se mostraban como sus verdaderos servidores. Fue notorio que en pocos casos se otorgó el premio con ligereza o por compromiso político, pues en la mayor parte de ellos hubo acierto en la selección de los personajes o instituciones merecedoras del reconocimiento. Hoy recordamos algunos nombres que constituyen un ejemplo permanente de entrega a las nobles causas que determinan el adelanto integral de la metrópoli. Entre los galardonados desde 1923 encontramos médicos, jurisconsultos, empresarios, periodistas, científicos, filántropos, educadores, etcétera. Tres mujeres, Leonor Hidalgo de Cornejo Gómez, Rosa Lince Sotomayor y María Luisa Valenzuela, recibieron el galardón; en cambio, este mismo se otorgó posmortem a Asaad Bucaram, quien por razones políticas no lo recibió en vida pese a que le estuvo asignado. Similar a Bucaram, las recibieron después de su muerte Gabriel Roldós Garcés y Francisco Peña Bayona. Cuando el reconocimiento se convirtió en medalla Municipalidad de Guayaquil, igualmente se la confirieron a los valiosos personajes ya fallecidos Alberto Borges Nájera, Julio Estrada Ycaza y Armando Romero Rodas, de grata recordación para la ciudadanía. Origen de la presea Por Ordenanza Municipal del 2 de octubre de 1923 se creó una medalla “cuyo tipo era perpetuo” y serviría para “honrar las virtudes del ciudadano que se haya hecho acreedor a la

Germán Arteta Vargas

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gratitud del cantón”. El Ayuntamiento de esa época lo presidió J. A. Burbano. En septiembre de 1928, bajo la presidencia de Luis Vernaza, se introdujo una pequeña reforma en la que se contemplaban premios “Para los edificios que, por su elegancia y material de construcción, contribuyeran al embellecimiento de la ciudad”. En septiembre de 1951 se expidió una ordenanza que con el carácter de ‘definitiva’ determinó el otorgamiento de las recompensas municipales; y durante la primera alcaldía del ingeniero León Febres-Cordero Ribadeneyra, el estímulo cambió de nombre por medalla Municipalidad de Guayaquil.

Francisco García Avilés

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Dr. Julián Coronel

Leopoldo Izquieta Pérez

Leopoldo Benites Vinueza

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Las fiestas infantiles Las matinés de antaño para festejar a los niños se recuerdan por los detalles que avivaban las tradiciones

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asta las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado muchísimas familias guayaquileñas mantuvieron la costumbre de festejar el cumpleaños u onomástico de los más pequeños del hogar con la tradicional matiné, a la que eran invitados los familiares, compañeros de estudios y vecinos del barrio del homenajeado. Por lo general, aquella se hacía la tarde del sábado o domingo, aunque el día ‘propio’ haya ‘caído’ a mediados de semana. Padres, hermanos, tías y abuelos colaboraban en la organización de la fiesta, pues si no había para las guirnaldas, serpentinas y ollas encantadas se las preparaba en la misma casa. Sin embargo, algunos eran los locales adonde iban los jefes del hogar o cualquier encargado de comprar a precio adecuado lo necesario para la reunión: los almacenes Antepara Palomeque, Lilita, Carlín, La Raspa, Santiago, etcétera, para los globos, guirnaldas y juguetitos de las sorpresas y las ollas encantadas. De igual manera, La Palma, El Saloncito, F. Bravo, Delfín Noroña, La Fuente y otros para los bocaditos y tortas, que también preparaban algunas conocidas familias de la ciudad. No faltaban los caramelos y galletas de La Universal, La Roma, Kramel, Loor Rigaíl y más confiterías que aparecieron en esos años. A la tradicional ‘chicha’ y refrescos se incorporaron casi de inmediato las diversas marcas de colas, y el plato fuerte del menú fiestero no pasaba del arroz con pollo servido en vajilla, loza o hierro enlozado. La costumbre de los mensajes musicales era muy intensa y las radioemisoras como Cristal, Cóndor, Universal, América, entre otras, los hacían escuchar a cualquier hora del día; las tarjetas de invitación se encontraban sueltas o por docenas en las añosas imprentas del centro de la ciudad: Delta, Lucín, Gutiérrez, Lituma, San José, Santos, Crisol y más similares. Los payasos, las películas del Walt Disney y los entretenimientos de otro tipo tenían poca demanda y los pequeños invitados se limitaban a escuchar canciones o rondas infantiles acordes con su edad. Los concursos de ponerle la cola al burro, el huevo con la cuchara, ensacados o romper la olla encantada (rebautizada como piñata), las rondas, eran los números que esperaba la concurrencia. Pero los tiempos cambiaron y a las fiestas infantiles del setenta en adelante se sumaron algunas novedades, pues los artistas empresarios ofrecieron a los interesados programas completos con payasos, magos, películas y shows con disfrazados que imitaban a los personajes de series infantiles de televisión. Para los que tienen recursos económicos o se preparan con tiempo, actualmente les resulta cómodo alquilar un local de eventos, que incluye lo necesario: títeres, payasos, cine, caritas Germán Arteta Vargas

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Las fiestas infantiles (matinés) en el Guayaquil de la primera mitad del siglo pasado eran diferentes a las actuales.

Avisos de dos tradicionales almacenes porteños que anunciaban sus mercaderías para las fiestas infantiles.

pintadas, mimos, filmación, pantalla gigante, bufés y algún menú rápido que suele consistir en hamburguesa o hot dog, y por supuesto, la piñata de cartón o cartulina, que dejó atrás a la olla encantada, que era de barro. Las matinés actuales ya no comienzan a las cuatro o cinco de la tarde, sino más tarde. Hasta los fotógrafos resultan raros, ya que familiares y amigos captan las fotos con celulares y cámaras digitales. Los saludos radiales se escuchan poco y las velas de las tortas, asimismo, son diferentes. El baile de la botella, el reggetón y otros ritmos modernos sustituyeron a las rondas en las fiestas infantiles. La vajilla de plástico (platos, cucharas y vasos) es común, al igual que las pantallas gigantes.

Los payasos, globos, sorpresas y ollas encantadas de antaño fueron sustituidos poco a poco por los mimos, caritas pintadas, zanqueros y personajes de las series de televisión. 42

Actualmente muchos jefes de hogar recuerdan sus fiestas de niñez cuando gozaron y rieron en la segunda mitad de la centuria anterior con los famosos payasos Frejolito y Cartuchito, los magos Olmedini y Palmer, la Escuelita Cómica, entre otros artistas de nuestro medio. Ahora nuestros niños se divierten con las representaciones de Bob Esponja, Barney y la Pantera Rosa. Tradicionistas como Jenny Estrada, Guido Garay y Rodolfo Pérez Pimentel resaltan esos capítulos que se unen a las vivencias de tantos guayaquileños que, en las tertulias familiares, bancos de parques y otros futivos sitios de reunión, se alegran con tales añoranzas del Guayaquil del ayer. Guayaquil Nostálgico


Uniformes y escarapelas escolares Uniformes y escarapelas son imágenes inconfundibles de antiguos y queridos colegios que están inscritos en la memoria de la ciudad

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urante los meses que comprende el ciclo escolar en nuestra región, generalmente de abril a enero, quien se moviliza a pie u ocupando algún vehículo por distintos sectores de nuestra urbe puede observar repetidamente a estudiantes colegiales que solos, acompañados de familiares o en bulliciosos grupos se dirigen presurosos a escuchar clases o salen contentos de sus centros de estudio al término de cada jornada de trabajo. Dentro de aquella estampa normal y cotidiana que imprimen los jóvenes e incluso niños a nuestras calles en la época de estudios, existe un detalle que resalta a la vista: el uniforme del establecimiento al que pertenecen y que, por la antigüedad y el prestigio que han forjado, resultan muy conocidos y también testimonian el importante quehacer educativo que la capital guayasense atesora como parte de su historia e identidad. Qué ciudadano podrá negar que cuando tiene frente a él a una o algunas alumnas del colegio Dolores Sucre las identifica inmediatamente por su uniforme blanco en cuyas mangas están las ‘alitas’ almidonadas. Quién podría equivocarse al ver en las camisas de los educandos que pasan a su lado luciendo bordadas o cosidas en el bolsillo de su camisa las siglas VR (Vicente Rocafuerte) o AA (Aguirre Abad). Esto constituye una incuestionable verdad que se fortalece mucho más al hablar de los uniformes de los colegios Guayaquil, Rita Lecumberri, Veintiocho de Mayo y otros centros, cuyos directivos mantienen la tradición de sus uniformes, tal como lo hacen sus colegas particulares laicos y religiosos San Francisco de Asís, Inmaculada, Mercedarias, Instituto Coello, Providencia, Matilde Amador, etcétera. Pero la buena intención de varios rectores por conservar el emblemático traje topó con una disposición ministerial por la adopción del uniforme único y eso ocasionó que algunos colegios, en especial fiscales, perdieran la tradición e identidad. Los que defendieron esa parte de su historia institucional lograron vencer obstáculos e hicieron prevalecer lo que ya estaba arraigado en la vida cotidiana guayaquileña.

Numerosos planteles conservan los colores y modelos de sus primeros uniformes e incluso mantienen inalterables sus logos y escarapelas; otros los han remozado al paso del tiempo. Germán Arteta Vargas

Solo cuando muchos propietarios y directivos asumieron la educación como un negocio rentable y el marketing impulsó la formación de imágenes que suelen resultar ‘postizas’, es que se generalizó de manera novelera y frecuente -a veces año tras año- el cambio de uniformes colegiales. Ahora los hay de parada, del ‘diario’, gimnasia y hasta para un día de la semana, y tantos elementos se varían e incorporan que es difícil afirmar de qué plantel se trata. 43


Alumnas del San Francisco de Asís con su tradicional uniforme. El uniforme del colegio Dolores Sucre, uno de los más conocidos de nuestra ciudad.

Las alumnas del Guayaquil también son inconfundibles con su uniforme.

Sin embargo, el guayaquileño u otro vecino de la ciudad radicado o en tránsito aprendió a reconocer los uniformes del Dolores Baquerizo, Amarilis Fuentes, Simón Bolívar, Leonidas García, Sagrados Corazones, Santo Domingo de Guzmán, Providencia y tantos otros que con recomendable actitud cumplieron a cabalidad el proceso enseñanza-aprendizaje desde décadas atrás y mantienen inalterables esos principios. Pese a los inconvenientes con que tropieza la educación, resulta muy grato evocar capítulos como este que avivan añoranzas y el amor de familias enteras por los colegios que acogieron en sus aulas a uno o varios miembros de la prole. Recortes de periódicos, álbumes familiares, revistas conmemorativas también dan cabida a hermosas gráficas en las que resaltan los tradicionales uniformes y escarapelas colegiales. 44

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Las agencias de publicidad también se identifican con la historia porteña Dibujantes, pintores y estudios artísticos crearon excelentes anuncios de múltiples productos que se arraigaron en la comunidad.

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o solo para los meses tenidos como los de intenso movimiento comercial en nuestro medio, casos de julio, octubre y diciembre, sino del resto del año, que con sus celebraciones sociales, cívicas e incluso religiosas incrementa la actividad mercantil, el aporte de las llamadas agencias de publicidad es importante, porque gracias a las genialidades y creaciones que salen de sus estudios el público consumidor atiende las sugerencias en favor de una determinada promoción o algún producto de uso masivo. Así lo testimonian las páginas de periódicos, revistas y otras publicaciones especializadas que desde hace varias décadas incluyen llamativas y hasta curiosas creaciones, pues los empresarios y comerciantes dieron mayor atención a este campo para incrementar las ventas de sus establecimientos y por eso nunca dudaron en contratar los servicios de hábiles artistas o talleres especializados, muchos de cuyos nombres se convirtieron en verdaderas instituciones del arte comercial guayaquileño. Tomando como referencia la segunda mitad del siglo XX, las diversas ediciones de El Universo muestran característicos trabajos (anuncios) de las numerosas agencias de publicidad o de los ‘creativos’ particulares que desarrollaron una importante labor en la ciudad y además se convirtieron en verdaderas escuelas para los que incursionaron en la rama. Como resulta imposible detallar tantos emblemáticos nombres, mencionamos algunos: Inca, Uno, Gong, Símbolo, Roa, Huerta, Bravo, MM, Nelson, Omega, Eco, Chávez, Pagés y Cía., J. de la Rosa, Méndez, Espinel, Ran. Ago. Legarda, Iris, R. Betancourt, Swett y por supuesto, Bolívar Villacís Robles.. Un aviso diseñado en los escritorios de la agencia Inca, una de las más populares de Guayaquil en la segunda mitad del siglo pasado.

Las creaciones de la publicidad Huerta también fueron muy solicitadas por empresarios y dueños de negocios de esta ciudad. Germán Arteta Vargas

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Otras creaciones que salieron de nuestras agencias de publicidad.

Asimismo, Andina BBDO, Norlop Thompson, Veritas, Rivas & Herrera, Publicidad Torres, OPC, Ago, Ley, Idea, C y B., J. García, etcétera, hasta llegar a las contemporáneas como Maruri Comunications Group, McCann Erickson, Creacional D’ Arcy S.A., Degraph, Creacional, Spektra, Qualitat, Maktub, Sicrea, Swichmedia, TalenMark, Traffic, Publicom, Vip Publicidad, Artic Publicidad, Citra Publicidad, Soltivery, Aquelarre, entre muchísimas otras que tienen sedes y sucursales en Quito, por ejemplo, cambiaron de nombre, desaparecieron o renovaron sus filas sin olvidar sus servicios que las ha hecho ganar premios nacionales e internacionales que ameritan su actividad. Revisar las páginas de los diarios locales y encontrarse con la más interminable cantidad de propagandas sobre productos de diversa índole, una más llamativa que otra, es también adentrarse en los campos de la añoranza, pues familias enteras con abuelos, padres e hijos, las escucharon o tuvieron ante sus ojos regalándoles, al margen de lo estrictamente comercial, un rato de diversión y hasta de conocimientos gracias al acierto con que fueron creadas. 46

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El servicio de las agencias funerarias se inscribe en la memoria guayaquileña Desde los albores de la ciudad las funerarias sirven a todos los estratos sociales varios de sus propietarios legaron a sus familias el negocio, por lo que hay apellidos fácilmente identificables con la importante actividad.

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unque las costumbres de velación y sepelio de un cadáver cambiaron en las últimas décadas del siglo pasado, resulta imposible olvidar los nombres de las agencias funerarias, pompas fúnebres o simplemente funerarias cuando repasamos los alcances de tal servicio que es ineludible en el tránsito vital de cualquier ser humano y, en el caso de referencia, al vecino del Puerto Principal. Si bien van quedando para el recuerdo los cortinajes negros, plomos o blancos que a la entrada de una casa anunciaban que allí se velaba a alguna persona mayor o menor de edad, y el uso del botón negro en el bolsillo de la camisa o la banda del mismo color en el brazo para avisar a los demás de que su interlocutor estaba de luto, la labor de las funerarias continúa vigente y por ello hay guayaquileños que recuerdan con cierto aire de gratitud y hasta orgullo que la mayoría de sus parientes fallecidos contaron con el aporte de esos establecimientos o negocios para llegar como es debido a su última morada. Desde que se conoció la atención de las agencias funerarias, estas hicieron constar una larga lista de servicios a sus favorecedores: elegantes carrozas tiradas por caballos o mulas, cargadores, plañideras o lloronas, cajas o cofres de madera de acuerdo con los recursos del cliente, ofrendas florales, etcétera. Posteriormente, con la modernización se establecieron y ampliaron tales servicios y hubo las carrozas motorizadas, los avisos en los periódicos, las misas de cuerpo presente y otras novedades que la gente trajo consigo después de sus viajes al exterior. En la actualidad existen compañías y corporaciones dedicadas a la administración de cementerios y camposantos, que adicionalmente brindan los múltiples servicios relacionados con estos casos. Se ofrecen diferentes alternativas y se dan facilidades de pago; algunas funerarias abren crédito inmediato si el extinto fue afiliado al Seguro Social o socio de alguna institución que le otorga un determinado fondo mortuorio. Por lo general, la mayoría de los servicios exequiales que ofrecen las corporaciones consta de cofre, sala de velación, café o agua aromática para los asistentes, carroza, formolización, cargadores de servicios, capilla ardiente, trámites de Sanidad y Registro Civil, arreglo floral, cargadores de sepelio, bóvedas, lápidas, cremación, seguro de desgravamen, sin olvidar la misa y los músicos. Las funerarias hacen los trámites de compra de bóvedas y adicionan mensajes radiales o avisos por los periódicos locales. En cuanto a los nombres antiguos y recientes de las agencias funerarias o pompas fúnebres porteñas existe un buen número de ellas, que incluye a la Junta de Beneficencia de

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Un aviso del año 1936.

Guayaquil, Asisclo G. Garay, Francisco Izquierdo, Modesto Moncayo, Alberto Reyes, José J. Gavilanes, José Lupercio Castillo, N. Torres, I. Torres, E. Alache, F. Alache, E. Alache E., Alache de Alvarado, Vargas Z., Córdova, Ortiz Tutivén, León, Córdova, Chuchuca, G. Fuentes, Garay, González, Minda Cedeño Hnos., León, Olivares, entre muchas otras que están ubicadas por distintos sectores de nuestra metrópoli para atender a quienes acuden en cualquier momento. Algunos miembros de la familia Alache son muy populares por dedicarse a esta actividad; Modesto Torres Alvarado prácticamente patentó el calificativo de El Cónsul del Cielo, por los avisos de su funeraria que hacía difundir a través de radio Cristal. La Beneficencia Municipal mantuvo por largos años un servicio de pompas fúnebres. Como testimonio del servicio de las agencias funerarias o pompas fúnebres, el 7 de julio de 1930 se publicó este aviso en diario El Universo: “La funeraria de Moncayo avisa que hoy (mañana y tarde) recorrerá la ciudad, en exhibición, la moderna auto-carroza adquirida por esa casa”.

La funeraria Garay atendió por varios años.

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Los caramelos ‘rompemuelas’ se venden y traen recuerdos Llamados también de ‘bolas’, fueron las colaciones que entretuvieron a los niños y mayores de décadas atrás.

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eresa de Jesús Manzano Escobar, nacida hace 79 años en Huachi Grande, sector muy cercano a Ambato, Tungurahua, es propietaria de uno de los más antiguos puestos de confites que hay en el Mercado Central, por la puerta de la calle Seis de Marzo entre Clemente Ballén y Diez de Agosto. Rodeada de incontables paquetes grandes, pequeños y de diversos colores que contienen galletas, caramelos y otras preparaciones industriales y artesanales, ella manifiesta con emoción cuando se la invita a recordar aquellos dulces que hace varias décadas los vendía directamente o los entregaba a otros pequeños comerciantes. Entre los nombres que evoca están los chupetes, maní bañado de dulce, envasado en cucuruchos de papel de empaque y celofán, ‘cigarrillos’ de manjar de chocolate, suspiros, besitos, chupetes con chicle, roscones, melcocha y, por supuesto, aquellos caramelos redondos y grandes con rayitas de color café o rosado que se vendían en la tienda del barrio, los quioscos esquineros y afuera de las escuelas con la popular denominación de ‘caramelos de bola’ o ‘rompemuelas’. Indica que le da gusto mencionarlo, porque a pesar de que actualmente hay caramelos de diferentes tamaños, colores, sabores y llamativas envolturas, los de ‘bolita’ o ‘rompemuelas’ todavía se venden para deleitar a los niños. Era común ver a los chiquillos inflada su mejilla derecha o izquierda, mientras esperaban que el caramelo se deshiciera en su boca, si es que no tomaban la decisión de masticarlo. Por eso es que algunos sufrían accidentes en su frágil dentadura y de allí entonces lo de ‘rompemuelas’.. “Antes venían al granel, en tarros y dábamos un puñado por una peseta o ‘dos reales’ y hasta servían para la ‘yapa’; ahora se venden en fundas de 40 unidades a 50 centavos de dólar”, explica. En su local, que atiende de 06:30 a 17:30, de domingo a domingo, Teresa de Jesús Manzano tiene la ayuda de sus nietos Giovanny y Liliana Salgado y su sobrina Magdalena Salinas, que corroboran las expresiones de su abuela y tía sobre los tradicionales caramelos. Los 47 años que tiene como dueña del negocio la autorizan a saber exactamente los gustos de los clientes mayores y de los chiquillos que también llegan por allí a buscar figuritas de álbumes, carritos y soldaditos de plástico, etcétera, agrega a la conversación. Son, pues, los caramelos ‘rompemuelas’ o de ‘bolas’ otro de los ingredientes inscrito en el inventario del folclore social y ergológico (comidas, dulces y bebidas), que felizmente no desaparece y sirve para entrar en los caminos de la añoranza. Germán Arteta Vargas

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Las piladoras, otro recuerdo urbano Como pequeñas y grandes empresas impulsaron el gran avance económico de nuestra ciudad.

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esde las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, el servicio y negocio de las piladoras y molinos de arroz ayudó sobremanera al desarrollo comercial de Guayaquil y le dio un sello inconfundible a su imagen urbana tal cual lo hacieron el cacao, café y otros productos que se consumieron en el país o eran enviados a otras naciones por las numerosas casas exportadoras existentes. Tales locales se incrementaron cuando en los hogares campesinos y aun urbanos poco a poco se descartó la tradicional y poética costumbre de dejar lista la gramínea para el consumo humano mediante el procedimiento manual con la ayuda del pilón, mano y otros accesorios. Asimismo, por la llegada de una novedosa maquinaria que abrevió tiempo, trabajo y, por supuesto, impulsó la producción y comercialización del producto en la nación y fuera de ella. Tan común como fue observar en populares sectores guayaquileños los establecimientos que compraron y vendieron cacao y café no sin antes asolearlos y ensacarlos en amplios patios, tendales e incluso las calles circundantes donde se ubicaron, los dedicados al arroz también protagonizaron simpáticas estampas con el arroz al término de su viaje en lanchas y camiones desde poblaciones del Guayas, Los Ríos y lugares cercanos al Puerto Principal. La mayoría de las piladoras del Guayaquil antañón que ahora son parte de su memoria, estuvo en las inmediaciones de los barrios de La Atarazana, el Astillero, el Camal y Centenario, generalmente a orillas del río Guayas, pues eso facilitó la movilización del producto por muelles y embarcaciones. La febril acción de empresarios y obreros complementó el cuadro característico del comercio local que formaron fábricas, aserríos, curtiembres, tiendas, etcétera.

Instalaciones de la máquina de pilar del Astillero en 1909.

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Cuando en las propias zonas productoras del grano se instalaron servicios similares, las piladoras guayaquileñas perdieron su razón de ser y pasaron al baúl de las remembranzas, sin que se descarte eso sí el vital papel que tuvieron en el afianzamiento del comercio porteño y el desarrollo regional. Muchos testimonios ratifican la importancia de dichas empresas que todavía siguen vivas en el recuerdo de incontables guayaquileños testigos de su trabajo fecundo. Nombres emblemáticos Ensayamos entonces un breve inventario de esos comercios más conocidos que sus propietarios en anuncios de diferentes tipos, incluidos los de los periódicos como El Universo los solían mencionar como ‘fábricas’ de pilar arroz. Entre ellos están la Máquina de Pilar del Astillero, de Pomeyrol y Pons, establecida en 1892, en Vivero y Los Andes (García Goyena), y La Colombia, fábrica de pilar arroz, de Francisco E. Ortiz, en la avenida 3ra. Industria (Eloy Alfaro). No hay que olvidar La Fama (Vivero entre Azuay y Oriente, frente al río Guayas), San Pablo (Robles 501 y Francisco Segura), Castelar (San Martín 311 y Chimborazo), San Luis (Vivero 501, al lado del Arsenal de la Marina), Ecuador (Malecón y El Oro), Cóndor (Chambers y Robles, de Carrera y Nuques), Guayaquil (Chambers y Vivero, establecida en 1936 por Pedro J. Méndez Navarro) y Molino Nacional C.A. (Cinco de Junio y General Gómez, de José Pons). También la de la Casa Española (Vivero y Vacas Galindo); San Antonio, de Enrique J. Menéndez G., en El Oro 101; y la Nuques, de Francisco C. y M.G. Nuques, en la avenida Cuba, actual Domingo Comín. Igualmente las que estuvieron localizadas en La Atarazana como la Sucre, llamada antes Elvira, de Leopoldo Umpiérrez; la América y la Piladora Modelo, del Banco Nacional de Fomento, una de las más grandes y más modernas con silos para almacenar miles de quintales, entre otras como la piladora La María, de la Compañía de Cervezas Nacionales, y los Molinos Guayas.

La piladora Modelo, ubicada en La Atarazana, junto al río Guayas. Germán Arteta Vargas

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Las lavanderías y tintorerías conservan su espacio en la comunidad guayaquileña Hubo nombres emblemáticos como La Central, de Constantino Tobalina, famosa por el alquiler de ternos y esmóquines a jóvenes y adultos.

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ropagandas publicadas en periódicos, revistas, calendarios, anuarios, volantes, etcétera, en las últimas décadas del siglo XVIII y toda la centuria pasada, dan cuenta del notable desarrollo que tuvo y aún mantiene en nuestra ciudad el negocio de las lavanderías y tintorerías, que con su aparición también ayudaron a ahorrar tiempo y salir de apuros en el seno familiar cuando por algún motivo las amas de casa o lavanderas contratadas no pudieron cumplir con su valiosa tarea de tener las prendas de vestir en su punto en los momentos de mayor apremio. Si bien es cierto que con la apertura cada vez más numerosa de estos establecimientos algunas personas dedicadas al oficio de lavanderas han visto afectada su ocupación y mermados sus ingresos, muchas familias que no contaban con ese apoyo por diversos motivos recurren desde entonces a los servicios que dan las lavanderías y tintorerías con el lavado, secado y planchado de cualquier prenda de vestir (ternos, vestidos, abrigos, camisas y más), además del teñido y el alquiler de ternos y esmóquines. Hoy, en incontables hogares porteños está olvidado el ritual semanal del lavado de ropa (jabonado, enjuagado, hervido, almidonado, planchado) no solo por la falta de tiempo sino porque la textura de la vestimenta no exige tales pasos; nada entonces de ponerle cáscara de naranjas al momento de hervir las piezas ni tampoco agregar el añil (pan de azul) en momentos de almidonar, especialmente la ropa blanca.

Mucha popularidad tuvo, la lavandería de Constantino Tobalina.

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En cambio, la automatización de las lavanderías instaladas en estratégicos puntos de Guayaquil, donde los propios clientes pueden realizar la tarea o pagar por solo el lavado por libras de ropa, torna más inmediato la realización del servicio porque en cuestión de horas se puede tener lista la indumentaria. En esta época contamos con grandes empresas de lavado que tienen muchas sucursales y otras pequeñas que sirven al barrio y clientes asiduos de otros sectores. Nombres tradicionales En reconocimiento a la importancia comercial y social que tienen en nuestra comunidad las lavanderías y tintorerías, ensayamos un breve inventario que ayudará igualmente a embarcarnos en el carro del recuerdo, pues pocos son los que pueden negar que en alguna ocasión tuvieron que recurrir a una lavandería o tintorería para que el viejo terno propio o del hermano parezca como nuevo para lucir ‘futre’ en la fiesta que había sido invitado, o alquilar un esmóquin para asistir elegante al matrimonio del ‘pana’ del barrio o colegio, o de cualquier pariente que comprometió su asistencia como testigo de la boda y había que estar bien presentado. Como parte de la extensa lista de tradicionales lavanderías con lavado al vapor, al seco y al agua, y las tintorerías que hacían maravillas con el cambio de colores para las mismas prendas recordemos La Lira, La Central, Silueta, Imperial, Royal, América del Sur, Minerva, Europea, Guayaquil-Eléctrica, Inglesa, La Competidora, Ecuador y La Rápida. Otras más contemporáneas son Electrónica, La Única, Sun Bright, Speed-o-Matic (lavado al peso), Secomático, La Química, Snow White, Una Hora Martinizing, Lindeza, Guayas, Unión, etcétera. Lavandería ‘La Única’ y sus servicios.

‘La Lira’ se estableció a comienzos del siglo XX. Germán Arteta Vargas

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Joselito y Los Huasos Chilenos Fueron figuras del entretenimiento de grandes y chicos en la segunda mitad del siglo pasado

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unque hay muchos cantantes, cómicos y actores ecuatorianos y extranjeros que permanecen en la memoria de quienes nacimos al comienzo de la década del cincuenta y los escuchamos y vimos actuar durante varias décadas de la centuria pasada, esta vez centramos nuestra remembranza en el pequeño cantante y actor español Joselito (José Jiménez Hernández) y los cómicos Los Huasos Chilenos (Jaime Reinoso, ecuatoriano, y Domingo Fuentes, chileno). Por su hermoso timbre que le hizo ganar el apelativo de ‘El niño de la voz de oro’, Joselito se convirtió en ídolo de la niñez y de mucha gente adulta; asimismo, por su actuación en algunas películas con apropiado mensaje en las que compartió los roles estelares con Libertad Lamarque, Sara García, Mary Carmen Alonso, Manolo Zarzo, Luis Aguilar, Fernando Luján, ‘Pulgarcito’ y otros renombrados artistas del cine español y mexicano. Discos de corta y larga duración e incluso los compactos de ahora testimonian la calidad de voz que tuvo Joselito para la interpretación de pasadobles, rancheras, huapangos y otros ritmos musicales predominantes en esos años de dulce añoranza. Quién no recuerda Campanera, Violín gitano, Granada, Doce cascabeles, El pastor, La malagueña y otros tantos títulos de canciones que escuchábamos por las emisoras Cristal, América, Universal, El Mundo, CRE, Atalaya, Ondas del Pacífico, y en los filmes que protagonizó. En cuanto a estos últimos, imposible olvidar ‘El pequeño ruiseñor’, calificativo que también le dieron en el mundo artístico; Así era mi madre, El secreto de Tomy, El caballo blan-

Joselito, el niño de la voz de oro.

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co, Saeta del ruiseñor, Las aventuras de Joselito y Pulgarcito, El pequeño coronel, etcétera, que muchachos y mayores acudíamos a ver en vermú o matiné en nuestros añorados cines ‘grandes’ o de barrio como Nueve de Octubre, Olmedo, Ponce, Olimpia, Central, Azteca, Porteño, Ecuador, Paraíso, Gloria, Fénix, Guayas, Quito, Encanto, etcétera. Joselito visitó Guayaquil en abril de 1959 y ofreció actuaciones en el cine Nueve de Octubre, que coincidieron con el estreno de su película Saeta del ruiseñor; se alojó en el hotel Humboldt del Malecón. Mas él creció como nosotros y su voz cambió. Después se supo de su ocaso como estrella del cine y la canción, y con mucha pena leímos que tenía problemas por tenencia de droga. Posteriormente ya no se escucharon noticias de quien fue nuestro héroe y que muchos pequeñuelos imitaron como cantante. Los Huasos Chilenos también estuvieron vigentes muchos años en el ambiente artístico guayaquileño, pues participaron en programas radiales, festivales, ferias y espectáculos similares, en los que ponían su cuota de comicidad y llamaban a la risa del público joven y adulto sin caer en vulgaridades. Esta pareja de cómicos se acompañaba con una guitarra y tras improvisar diálogos jocosos hacía escuchar canciones populares y estribillos que todavía se recuerdan. Un programa muy popular que protagonizaron los Huasos Chilenos fue ‘Sonrisas en el aire’, que se escuchó principalmente en las radioemisoras América y Cristal. Pero ellos actuaron en otros espacios como ‘Recreación Popular’, de radio Rocafuerte, en el antiguo teatro al aire libre Bogotá. Las páginas de diario El Universo igualmente recogen avisos de la Feria Ganadera de Litoral, los festivales de los teatros Nueve de Octubre, Fénix y Central, donde la ‘cuota de los Huasos Chilenos era importante. Domingo Fuentes, el ‘Flaco’ del dúo, murió en abril de 1973, después de estar radicado más de 20 años entre nosotros. Oportuno, pues, embarcarse en el carro de la añoranza y poner en la mente algunos de los muchos pasajes del aquel Guayaquil antañón tan lleno de arte, música y un sabroso anecdotario.

Los Huasos Chilenos, cómicos populares. Germán Arteta Vargas

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Aún hay hojalaterías que desafían al plástico para dotar de utensilios a los hogares de esta ciudad Antes de la aparición y el auge de la industria plástica, nuestros artesanos hojalateros surtían de incontables enseres a las familias porteñas.

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i bien está casi extinguido de nuestros barrios el antañón y romántico grito ¡Hay que soldar!, ¡Soldaaar!, llamando a los vecinos, en especial madres y jefas de familia, para que hagan tapar los huecos de sus utensilios de cocina y casa en general, como ollas, lavacaras, viandas, bacinillas, jarras, etcétera, porque la mayoría de los hogares usa preferentemente el plástico y el hierro enlozado, todavía hay personas y talleres que trabajan con la hojalata que toma forma de aparatos útiles y populares: cedazos, achioteros, filtros para ‘pasar’ el café, candiles, rallos, jarros y otros similares. Muchos guayaquileños, a más del pregón patentado por el tapahuecos, también recuerdan los numerosos establecimientos que en distintos sectores de la metrópoli como Villamil, de Mejía a General Franco, Cinco Esquinas, Pedro Pablo Gómez y Lorenzo de Garaycoa se dedicaban a confeccionar desde tinas de baño, moldes para tortas hasta los clásicos tarros de diferentes tamaños para guardar y/o comercializar la leche, platos para balanza, baldes, cascos para bomberos y bandas de guerra estudiantiles, chisguetes para agua en carnaval, embudos y canalones para el agua lluvia. Brindaban esos lugares un espectáculo especial, pues en medio del humo que despedían los cautiles que primero se calentaban en braseros (carbón) y después con el fuego de sopletes de gasolina y gas para conjuntamente con el ácido muriático derretir la soldadura (plomo), surgía la diversidad de utensilios domésticos logrados por los hábiles hojalateros, reconocidos como verdaderos escultores que daban el toque justo al acabado de sus creaciones, que incluían los juguetes (cocinas, ollitas, coches para muñecas, pitos) y más motivos para la diversión de los niños de hogares pobres.

Carlos Carchipulla, antiguo artesano de la hojalatería.

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Solo como ejemplo de los muchos talleres que hubo desde antes del siglo XX y que se incrementaron o desaparecieron al paso de los años a tal punto que formaron su propio gremio (Sociedad Mutua de Hojalateros), anotamos los de los maestros Eleodoro León, Rafael Landaburo, Pedro Urquiza, Joaquín Soto, Alejandro Carvajal, Luis Grijalva, Juan Arámbulo y Carlos Carchipulla. Con la llegada del plástico y otros materiales la demanda de la hojalata comenzó a declinar y ahora son pocos los talleres. Observamos algunos activos en Los Ríos y José Vicente Trujillo, Seis de Marzo y Maldonado y Noguchi y Ayacucho. Son pocos talleres que quedaron de la extensa lista. Un buen número se replegó a los barrios suburbanos y desde ahí entregan sus obras a los negocios de venta de artesanías y utensilios domésticos que observamos con líneas tradicionales y material mejorado en los alrededores de la ‘Bahía’ e iglesia de San José, Plaza de la Integración, mercados Central y Artesanal, Garaycoa y Luque, más sectores de la metrópoli y las ferias populares que se organizan en poblaciones guayasenses. No está olvidado completamente el trabajo artesanal de la hojalatería, pues en incontables hogares se alterna el uso de un cedazo, filtro o rallo plástico de avanzada industrialización con los utensilios trabajados por creativos artesanos que todavía recurren al reluciente metal. Valga ello para recordar e incrementar la lista de talleres y maestros como Soto, Soriano, Pesantes, Guamán, Chiriboga y Fuentes, que en nuestra febril ciudad cumplieron una valiosa etapa en favor de su desarrollo.

Aviso de una hojalatería del siglo pasado. Germán Arteta Vargas

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Las noticias curiosas también abundaron en las páginas de los diarios de la ciudad de antaño Desde 1921 El Universo conserva en sus ediciones incontables notas raras que originaron los modos de vida del siglo XX.

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l sostenimiento de que los periódicos son inagotables canteras de información y cultura que en gran parte de sus noticias incluyen expresiones del folclore lingüístico y narrativo moribundo o renaciente, etcétera, y que aquellas dan cuentan de las situaciones propias de la sociedad que las genera, se ratifica en esta nota volandera que recoge algunas novedades reveladoras de cómo se manejaba el quehacer citadino del país, pero especialmente de nuestra ciudad, en distintas décadas del siglo XX, según lo que publicó El Universo. Aunque esto lo comprobamos en una cróniTradicional procesión de San Vicente en Abril. ca del recuerdo sobre las columnas de erogaciones, cambios de domicilio, cartas rezagadas, nacimientos y defunciones, arribo y salida de pasajeros del puerto por lancha y ferrocarril, citaciones deportivas, columnas de temas policiales, y por supuesto los infaltables avisos clasificados sobre pérdidas y gratificaciones, agradecimientos religiosos y otros temas no muy comunes que al lector actual llamarían a risa o asombro, esta vez incorporamos algunos hechos para corroborar lo expuesto. Ya en materia, ahí está la noticia del jueves 7 de abril de 1932 que originó el prior de la iglesia de Santo Domingo de Guayaquil, padre Antonio Alarcón, de la orden de los dominicos, quien visitó al Ministro de Obras Públicas y al Gobernador del Guayas para indicarles que no era verdad que hubiese sacado el martes 5 de abril a procesión pública la imagen de San Vicente de Ferrer, pues ella se efectuó en los corredores del templo, como se hace siempre. El religioso les dijo que el Intendente de Policía le hizo imponer del Comisario IV Nacional una multa de 30 sucres. 58

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En el Guayaquil antañón se exigió a niños y adultos andar calzados, especialmente en las calles céntricas.

También consta la información policial sobre el ciudadano Manuel Vaca, quien durante un fenomenal escándalo en el cabaré de María Morán, situado en Juan Montalvo y Escobedo, quedó malherido de una oreja por el mordisco que recibió de un contrincante. Resalta la noticia que Vaca quedó con su órgano en el suelo y que lloroso lo recogió para salir de inmediato en un automóvil rumbo al hospital Luis Vernaza donde lo operaron, pero la oreja quedó fuera del sitio. La noticia es del miércoles 19 de mayo de 1954. De igual manera, tenemos la nota que publicó El Universo el lunes 14 de septiembre de 1925: “Desde ayer esta ciudad estuvo en una continua agitación de parte de los moradores pertenecientes a la clase pobre. Esta agitación la provocó el decreto dictado por el intendente del Guayas, S. V. Guerrero, para que nadie anduviera descalzo por las calles. Los principales almacenes eran visitados por los compradores de zapatos y las principales calles, donde el comercio es mayor, se veían atestadas de carboneros, cargadores, etcétera, que presurosos trataban de acatar las disposiciones de la autoridad”. La noticia finalmente consignaba: “En diferentes lugares se habían establecido pequeños almacenes donde se vendían diferentes clases de zapatos a bajo precio. La mayor parte de los pares de zapatos que se vendieron eran del número 40 hasta 44. Algunos individuos que salían de los establecimientos se dieron más de una caída por la poca costumbre de llevarlos puestos”. Cosas de la vida del Guayaquil que se fue. Germán Arteta Vargas

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Los álbumes de cromos divirtieron y dieron conocimientos a niños y jóvenes Hubo textos y figuras para todos los gustos y varias edades. Los jefes y demás miembros del hogar ayudaban en la tarea de buscar, comprar y pegar los cromos. Todo aquello los unió más con sus entusiastas pupilos. Uno de los álbumes de mayor acogida en la centuria pasada.

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a reciente conmemoración del primer centenario del nacimiento del profesor, periodista e historiador Francisco Huerta Rendón (1908-1970), quien con el patrocinio de Publicaciones Educativas Ariel, de Tomás Rivas Mariscal, editó en 1965 los álbumes de cromos Así nació Ecuador y Conozca Ecuador, que tuvieron inmensa acogida ciudadana por su didáctico y valioso contenido y por lo novedoso de su impresión, ha puesto en nuestra memoria otros nombres de similares trabajos que han aportado al desarrollo de la educación y al sano entretenimiento de varias generaciones de ecuatorianos. Muchos compatriotas recuerdan su época de estudiantes y el agitado ambiente que vivían por algún tiempo con la aparición de un nuevo álbum de cromos: la compra del cuadernillo con los casilleros vacíos; la compra del sobre de cromos y el ruego a Dios que salga el ‘difícil’ o que haya pocos repetidos; el cambio de los repetidos con los compañeros de estudios o vecinos del barrio y el juego de la ‘montada’ o del pepo usando como dinero los cromos descartados. Incluso la chispa comercial de algunos muchachos salía a flote cuando vendían las figuras pocos comunes a quienes aún no las tenían en sus álbumes. 60

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Álbumes editados al finalizar el siglo XX.

Los padres (mamá y/o papá), abuelos, tíos, hermanos mayores entraban en la ‘colada’ cuando por encargo del coleccionista iban a los sitios de expendio (por ejemplo Guimsa, en Diez de Agosto y Pedro Carbo, Mercado Central, Bazar Santiago, etcétera) por los cromos que faltaban y hacían canjes adelantados para que el álbum estuviera lleno a tiempo y así tenga la opción de alcanzar algún buen premio tras el ritual del sellado. En este ir y venir hubo álbumes que se perdieron o robaron con la consiguiente desazón para los dueños que habían gastado sus ahorros y acometido inusuales transacciones en pos de las figuras difíciles. Pero en medio del trajín que suponía la llenada del álbum, además de conseguir aquello quedaba el recuerdo de la familia ayudando a verificar el cromo, engomándolo y pegándolo en su lugar. Además, el gusto de leer y compartir con todos los textos de los casilleros y cromos que tenían datos de suma importancia. Por ello, sin descartar los emblemáticos confites Limber, K-O y otros que circularon desde antes de la primera mitad del siglo pasado con un diseño diferente a los álbumes contemporáneos mas sí un mensaje orientador, hoy revisamos una extensa lista que el amigo lector ayudará a incrementar. Allí entonces La vuelta al mundo en 80 días, Nuestra fauna y flora, El mundo de los inventos, Monedas del mundo, Extraño universo, Nuestro maravilloso universo, Historia del transporte, La maravillosa historia ecuatoriana, Lo sé todo, Ecuador histórico: Triunfo del Cóndor, Mundo animal, Mundial de fútbol, Descubrimientos científicos, Las razas, La salud e incluso El hombre araña y El Santo, que forman la extensa nómina de álbumes editados sobre infinidad de temas que todavía se venden en las puertas de ingreso a escuelas, colegios y tiendas barriales. Asimismo están los nombres de empresas editoriales y pequeñas imprentas que especializaron gran parte de su actividad en la edición de estos materiales. Como buen testimonio de aquello constan Publicaciones Educativas Ariel, Policromos y Luis Chonillo asociado con Guimsa y otras entidades auspiciantes para la difusión de los textos, revista Estadio, Artes Gráficas Senefelder, Ermel Aguirre González y muchos que escapan a este breve recuento sobre los álbumes que primero fueron de pocos colores, después multicolores y con los cromos holográficos. Aunque nuevas alternativas como la internet y otros tipos de publicaciones han hecho disminuir esta actividad editorial, de todos modos resulta innegable el aporte didáctico y divertido de los álbumes de cromos. Germán Arteta Vargas

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La celebración dedicada a las madres se renueva, pero deja sus gratas añoranzas Tradiciones como los mensajes radiales y la exhibición de películas con temas sobre el papel de ellas han desaparecido. Sin embargo, quedan otras acciones que perpetúan su rol en la familia.

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ntes de que la norteamericana Anna M. Jarvis (1864-1948) consiguiera en su país la primera celebración dedicada a las madres en 1908, hace exactamente un siglo, y la oficialización en 1914 de la fiesta anual para el segundo domingo de mayo, pueblos de la Grecia antigua y de la Inglaterra del siglo XVII ya realizaban jornadas conmemorativas inspiradas en el sagrado ser. Qué decir de los cultores de las bellas artes (pintura, escultura, música, etcétera) que a lo largo de la historia hasta la época contemporánea no cesan de entregar hermosísimos temas que resaltan aquel emblemático rol de la mujer. Al generalizarse el festejo especial por la madre, en naciones y ciudades se organizaron programas para que aquel no pase inadvertido. En Quito, en mayo de 1930, hubo pioneros festejos públicos por ese motivo, y Guayaquil inauguró el primer monumento a la madre (1948), seguido de la designación de la Madre Símbolo. Por el ejemplo guayaquileño de hace 60 años, hoy se observa que en incontables poblaciones ecuatorianas hay una obra escultórica similar en plazas y parques, al tiempo que todo tipo de instituciones eligen una madre que representa las virtudes de las que forman la comunidad. Sin olvidar las sabias sentencias populares ‘el Día de la Madre es todos los días’ y ‘madre hay una sola’, desde la segunda década del siglo pasado el festejo anual adquirió matices de verdadera espiritualidad, aunque con el correr de los años lo absorbió un exagerado mercantilismo que desplazó el obsequio de una flor o una sencilla tarjeta por los electrodomésticos, automóviles, viajes intercontinentales y otros tantos deslumbradores obsequios que se promocionan con suma anticipación por radio, televisión y periódicos. Ahora están casi desaparecidos los saludos musicales que se escucharon profusamente por las emblemáticas emisoras América, Cristal, Cóndor, Universal, Ondas del Pacífico, etcétera, con los temas Madre cariñito santo, Mi madre es mi

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La fiesta de la madre tiene gran connotación en nuestra ciudad. Guayaquil Nostálgico


El primer monumento a la madre se erigió en 1948 en Lorenzo de Garaycoa y Padre Solano, en Guayaquil.

novia y ¡Oh pintor!, de Julio Jaramillo; Quiero verte madre, de Los Montalvinos; A la sombra de mi mama, por Leo Dan; Mamá vieja, por Los Visconti; Mamá, por Danielito; Encargo que no se cumple, por Tito del Salto y más temas en ritmo de tango, bolero y vals que anticipadamente al día de la celebración inundaban el vecindario con sus estribillos. Las serenatas –o ‘serenos’– nunca faltaban. Al pie de balcones de elegantes casas y de ventanas de modestas viviendas se escuchaban solistas, dúos y tríos contratados por los familiares de las homenajeadas. Ahora las canciones grabadas sustituyen a los músicos que en ‘vivo y directo’ emocionaban a la barriada cuando cumplían el encargo. Los cines programaban funciones con bellas películas y jamás faltaron Madre India, con la actriz Nargis; Cuando los hijos se van, El hijo pródigo, Madre querida, Los hijos que yo soñé, protagonizados por Sara García, Libertad Lamarque, Carlos López Moctezuma y Fernando Soler. En cuanto a los regalos, la gente tomaba las cosas con calma. Colonias, pañuelos, jabones, abanicos y otros sencillos presentes ayudaban a salir del apuro a los de escasos presupuestos. Una gran cantidad de comerciantes ofrecía obsequios para las madres en vistosas envolturas de papel celofán rojo o verde en los alrededores del Mercado Central y otros sitios de masiva concurrencia. El Cementerio General recibía la masiva presencia de familias, cuyos miembros portaban ramos de flores naturales y artificiales luciendo la tarjeta de saludo a las madres que allí duermen el sueño eterno. En verdad, algunas costumbres del Día de la Madre solo son añoranzas. Desapareció la designación de la madre que con mayor número de hijos era premiada por la Municipalidad de Guayaquil, y en el parque dedicado a la madre, en Lorenzo de Garaycoa y Padre Solano, ya no se proclama al aire libre a la Madre Ejemplar y Símbolo del Ecuador. Incluso pocas son las escuelas donde los maestros ayudan a sus pupilos a confeccionar una tarjetita dedicada a su progenitora. Sin embargo, con innovaciones y nuevas costumbres, será el centro de la familia y para ella el homenaje en todo instante. Germán Arteta Vargas

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Los talleres de marcos y molduras son parte de la tradición y aún se mantienen Los locales y artesanos dedicados a esta labor son muchísimos en Guayaquil. Los hay de ‘primera’ y también aquellos que atienden al paso a quien necesita la enmarcación de un diploma, una foto o una pintura al óleo.

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i emprendiéramos la tarea de hacer un completo inventario de los talleres y artesanos que en Guayaquil se dedican a la tarea de poner vidrios, marcos y/o molduras a los diplomas, títulos, fotos familiares, pinturas, etcétera, que les contratan los vecinos de la metrópoli, aquello resultaría algo imposible porque los locales se han multiplicado por distintos sectores y atienden en esquinas que hasta hace poco no tenían el movimiento comercial de estos días. Si hasta más allá de la segunda mitad del siglo pasado estos establecimientos sumaron pocos y se identificaban popularmente con la denominación de ‘taller de marcos y molduras’, en la actualidad más de uno ostenta nombres como ‘marquetería’ u otros sencillamente lucen carteles que rezan: ‘Se enmarcan cuadros’ o ‘Se ponen vidrios’. Hay, pues, numerosos de estos locales y puestos al aire libre en calles tradicionales como la Rumichaca, desde Alcedo hasta Luque, y el barrio de las Cinco Esquinas, en el centro de la ciudad, además de Urdesa, Alborada, Sauces, Samanes y otras ciudadelas conocidas, que se suman a los sectores de la Prosperina, Guasmo, Cristo del Consuelo, donde también se observan locales de servicios similares. Uno de estos establecimientos que gozó de popularidad en las décadas del sesenta y setenta de la pasada centuria fue El Prado, que ocupó la planta baja de una conocida edificación en García Avilés y Luque, frente al teatro Parisiana, luego llamado París. Hubo y hay vidrierías que como un servicio adicional al cliente se encargaban de enmarcar fotos y diplomas, como lo hizo igualmente Jesús del Gran Poder. En la actualidad existen marqueterías que asesoran en decoración (medidas, colores y temas de cuadros) a quienes contratan sus servicios. De la misma manera brindan asistencia para la adquisición de obras de arte cuya procedencia original esté en duda. De entre las numerosísimas marqueterías que funcionan en nuestra urbe se encuentra la Monglass, ubicada en Noguchi y Francisco Campos. La atienden Julia Urgilés Urgilés, propietaria, y Miguel Sanguña Zambrano, operario, quien resaltó que él trabaja en esta actividad alrededor de quince años.

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El artesano Miguel Sanguña en el taller de marcos y molduras.

Miguel Sanguña dijo que la labor que realiza le da la oportunidad de conocer y servir a muchas personas que concurren diariamente con títulos, diplomas de reconocimiento o de participación en seminarios en diversas actividades académicas. Asimismo, hay otras que llegan en pos de vidrios y marcos para fotos de la familia, imágenes religiosas, escudos, labores manuales y tejidos punto en cruz. Él se encarga de ofrecer molduras como novo 1x1 y 1y1/2, MC3, pan de oro de distinta medida, que se las envía en largas tiras de talleres afines, como los que hay en Santa Rosa, provincia de El Oro. Indicó que si bien hay obras sencillas que demandan una hora para realizarlas, existen otras que demoran hasta un día por el buen acabado que exigen sus dueños. Indicó que tiempo atrás los colores de los marcos eran más sobrios, pero actualmente junto con el dorado y negro predominan el verde, celeste y rosado. El uso de la piola casi ha desaparecido y ahora tienen preferencia los cáncamos y ‘dientes’ de fierro. Siguen así como parte del material de trabajo el cartón grueso, los pedazos de tabla de plywood, los clavitos de media y una pulgada, el papel engomado, el diamante para cortar el vidrio y otras herramientas que aseguran un buen acabado. El valor de los trabajos va desde los tres dólares (las más sencillas) y sube acorde con la medida y grosor de la moldura y el vidrio. Aunque no falta el trabajo durante todo el año, aseguró que meses como julio y diciembre son de gran movimiento. Lo mismo ocurre en época de abanderados y cuando terminan las clases, pues los padres envían a enmarcar los diplomas de sus hijos. Este es un breve apunte de los talleres que son parte del Guayaquil antañón. Germán Arteta Vargas

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Los primeros controles de automóviles y garajes Durante las décadas iniciales del siglo XX se afianzaron estos servicios en nuestra ciudad.

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uando los automóviles Ford, Chevrolet, Dodge, Packard y de otras marcas les ganaron muchas de las calles de un Guayaquil en expansión a los románticos tranvías eléctricos y carros urbanos, los empresarios y conductores de esos vehículos existentes aquí se organizaron para ofrecer un servicio de puerta a puerta, o desde el lugar de su habitual estacionamiento (control) hasta donde el interesado solicitaba que lo llevaran y retornasen a recogerlo. El casco urbano guayaquileño antes de las décadas del treinta y cuarenta se mostraba reducido y no todas sus calles estaban pavimentadas o asfaltadas y, por lo tanto, los carros (bautizados después taxis) ambulantes circulaban poco. Los que deseaban trasladarse de un sitio a otro, por un negocio o compromiso social y carecían de transporte propio, llamaban por teléfono al control de su preferencia pidiendo un automotor. A veces los interesados iban al sitio donde estos hacían estación, tales como parques y plazas, por eso el nombre de “carros de plaza”. Los controles daban atención especialmente durante el día y lo formaban varios vehículos con choferes conocidos por su corrección. Junto al poste o estante de la casa donde se parqueaban había un teléfono para recibir las llamadas de sus usuarios, que solían contratar a uno o varios de ellos por “carrera” o por horas. De esta manera, los clientes iban seguros a un baile, partido de fútbol, sesiones de clubes, etcétera; los familiares de difuntos, en cambio, los requerían para llevar a sus acompañantes de sepelios y misas de réquiem hasta el cementerio o iglesias. Algunos testimonios En 1936 hubo lugares públicos de control que se mantuvieron por algún tiempo: Bolívar, en la calle Chile del parque Seminario; Dos Mil, en Illingworth entre Malecón y Pichincha, y el popular Navarrete, en la Plaza Rocafuerte, cuyo teléfono era 1834. Igualmente se conocieron Monteverde (teléfono 2001); Córdova (Córdova y Nueve de Octubre) y Boyacá (Boyacá y Francisco de Paula Ycaza), etcétera. Después estos negocios se multiplicaron y surgieron las cooperativas al pie de hoteles, bancos, muelles del malecón Simón Bolívar, parques Chile, Centenario y otros sitios estratégicos.

Propaganda del Control Navarrete en 1936.

Fueron, pues, estos controles, algo así como los pioneros de los taxis actuales (de cooperativas, ambulantes, “amigos”), que ofrecen servicios de puerta a puerta, pero dotados de radio 66

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A la izquierda, aviso del garaje España, de V. M. Janer. Arriba, el pórtico del garaje Guayas, en Panamá entre Imbabura y Orellana.

en comunicación con una central, taxímetro, televisión, música, aire acondicionado, entre otras novedades. Similar a lo que ocurrió con las estaciones de automóviles, los carros de plaza, al crecer la ciudad e incrementarse los vehículos privados y públicos, tuvieron escasos lugares de parqueo en las calles del centro, durante cualquier hora del día. Así, aumentó el problema del deterioro o robo por parte de maleducados y ladrones. Pero la visionaria labor de V. M. Janer estableció los garajes España en Nueve de Octubre y Quito, para que los coches tuvieran un lugar seguro y sus propietarios la debida tranquilidad. Incluso había atención adicional de lavado y mantenimiento. El ejemplo del empresario español lo siguieron familias como Guzmán e hijos, que abrieron los garajes Guayas, en Panamá entre Imbabura y Orellana, y en Santa Elena (Lorenzo de Garaycoa) entre Urdaneta y Padre Solano. La Sociedad Continental inauguró otro en Loja y Córdova; se abrieron también otros en Colón y Boyacá, y en Luis Urdaneta entre Boyacá y Ximena. Pasaron los años y ahora existen parqueaderos públicos y privados en distintos sectores de la ciudad que reciben automotores por hora, día o mensualmente. Son “aéreos” en edificios de varios pisos, en canchones al aire libre o techados. Con esta nota volandera recordemos los controles y garajes pioneros que forman la memoria urbana. Los libros Ecuador Profundo, de Rodolfo Pérez Pimentel; Del tiempo de la yapa, de Jenny Estrada Ruiz; y Diario de Guayaquil, de José Antonio Gómez Iturralde, también nos embarcan en la sabrosa nostalgia de estos apuntes. Germán Arteta Vargas

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Casas de uniformes impulsaron la práctica de diversos deportes Los pioneros en la venta de artículos deportivos dieron la pauta a lo que son hoy modernos almacenes.

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ara rubricar el merecido calificativo que exalta a nuestra metrópoli como Capital Económica y Deportiva del Ecuador, existe como testimonio una importante lista de aquellas casas, almacenes y talleres especializados en la confección de uniformes y la venta de implementos para practicar las diferentes disciplinas del deporte que, poco a poco o de manera masiva, ganaron cultores en Guayaquil y la llevaron a obtener el citado adjetivo. Hay nombres de negocios pioneros en la apertura definitiva de estos locales especializados, que ahora comúnmente se los llama casas deportivas. Estas tuvieron su apogeo en las primeras décadas del siglo XX y, por supuesto, ayudaron a la práctica y desarrollo de diferentes deportes como la equitación, el box, el béisbol, el tiro, el ciclismo, voleibol, básquet, tenis, fútbol y otros que crecieron de manera vertiginosa, como ocurrió en esta ciudad. Las viejas escuadras de equipos de fútbol como el Packard, Panamá, Huracán, Patria, Everest, etcétera; los trajes de competencia para los legendarios Cuatro Mosqueteros, Elí Jojó Barreiro y Electra Araújo; los implementos que poco a poco incorporó Manolo Vizcaíno para la enseñanza del box a sus pupilos de la academia Ecuador, si no se encargaron directamente al exterior, los distribuyeron o hicieron varios de los locales que pasaremos a evocar. Algunos pioneros Anuncios de octubre de 1932 aparecidos en diario El Universo dan cuenta de que el almacén La Exposición, de José Salcedo Delgado, ofrecía implementos deportivos traídos del exterior. En 1936, vendían este tipo de utensilios los almacenes de Enrique Alemán, Evangelista Calero, González Rubio y Cía., Julio Guillén, J. J. Medina, Juan Miranda y la Sociedad HispanoEcuatoriana. En 1947 ofrecían igual servicio los almacenes Dassum S.A., que anunciaban haber recibido camisetas de “foot ball” y bolas de “base ball”. Su local estaba situado en Pedro Carbo y Diez de Agosto. Otro aviso del mismo año se refiere al de El Prado, situado en Colón 201-203, actualmente sigue allí con la denominación de Gerarca El Prado. Más negocios de este tipo que aparecieron en la segunda mitad de la centuria pasada aún se mantienen, aunque cambiaron de ubicación y propietarios. Otros desapare-

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cieron pero dejaron como ejemplo una recomendable labor en favor del comercio local y un aporte al cultivo de las manifestaciones deportivas. Muchos nombres Recuérdese entonces de viejos y actuales locales como Casa Soria, Humberto Calle M., Segura Deportes, Casa Spencer, Casa Deportiva Olímpica, Deportes Cedeño, Deportes Guayas, Casa Espín, Casa Maspons, Paladines Deportes, Punto Sport, Deportes Guela, Dau Sports. Luego aparecieron: Deportes Paúl, Deportes Liss, Dany Deportes, Gil Sports, Nivi Sport, Marathon Sport y muchos más que escapan de este breve inventario que se incrementará con los nombres que incorpore el lector. En tiendas de los alrededores del Mercado Central, por ejemplo, dirigentes y deportistas también encontraron uniformes, trofeos y un sinnúmero de implementos, que en la actualidad han aumentado por el número de disciplinas cultivadas y por las más variadas herramientas con que cuentan los modernos atletas. Quedan, pues, para la memoria urbana, las casas que ayudaron a impulsar y masificar los deportes en instituciones, centros educativos, organizaciones barriales, etcétera. Viejos escenarios como el Campo Deportivo Municipal, Estadio Guayaquil, Reed Park, Estadio Capwell, Coliseo Huancavilca y más lugares sirvieron para lucir los uniformes e implementos en un sinfín de competencias.

Gerarca El Prado es un antiguo almacén en Colón y Pedro Carbo. Germán Arteta Vargas

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De aguaceros, sobretodos y toldos Con las primeras lluvias, los diarios anunciaban productos para atenuar los efectos de la ‘estación’.

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n los años sesenta y setenta, cuando el planeta no parecía sufrir como ahora los desajustes ambientales que alteran y tornan desastrosas sus estaciones, fue costumbre en nuestra ciudad que la comunidad busque los productos y accesorios que le aseguren menos problemas con el rigor del periodo de lluvias (enero-abril).La denominación de ‘invierno’ a la época lluviosa en la región Litoral era tan arraigada que todos los periódicos incluían alguna información sobre el primer día laborable del nuevo año con los conocidos titulares: “Hoy se inicia el horario de invierno...”. Este último que lo observaban trabajadores de fábricas, oficinas, etcétera, desapareció casi totalmente en 1980, cuando en el gobierno de Jaime Roldós tomaron vigencia las 40 horas semanales y la jornada única. Tanta exactitud mostraba el inicio del invierno en los primeros días de enero e incluso desde fines de diciembre que los almacenes del comercio local, los caramancheles del centro de la ciudad y de los alrededores del Mercado Central mostraban en vitrinas y bodegas los buscados encauchados, impermeables o sobretodos, paraguas, botas y los toldos o mosquiteros que defendían a niños y adultos de las picaduras de mosquitos. Eso lo testimonia un anuncio de diario El Universo en enero de 1926: “Para invierno.- Acabamos de recibir la segunda remesa de los legítimos impermeables Atlantic, con modelos de última moda para señoritas.- Únicos importadores Touma Hnos. y Cía., en Av. Diez de Agosto 210-212 entre Pichincha y Pedro Carbo”. Sobre lo mismo, en enero de 1930, encontramos: “Se componen paraguas, mosquiteros con renovación de tela.- Trabajos rápidos.- Taller de Víctor Naranjo (Luque 507 entre Boyacá y Escobedo)”. Los almacenes Guillén Hnos. (Luque 117-119), Luis S. García & hijos (Pichincha 614), La Francia (Pichincha y Sucre), Casa E. Calero, Sociedad Hispano-Ecuatoriana, entre otros locales que en 1930, 1956 y 1981 publicaron anuncios sobre la venta de impermeables, sobretodos, zapatones de caucho, capas para agua, mosquiteros, telas (gasa) para toldos, etcétera, ayudan a recordar los inviernos guayaquileños y sus torrenciales aguaceros. Las escasas lluvias que han caído en enero trajeron consigo los grillos, que para unos resultan fastidiosos y para otros románticos, pues recuerdan tiras cómicas de Pepe Grillo, de Walt Disney, o el pasillo Romance criollo de la niña

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guayaquileña, en el que el poeta Abel Romeo Castillo dice que el invierno se está ‘cebando’ con el pobre Guayaquil y que los grillos quieren cantar a lo Ibáñez Safadi. Asimismo, pese a que los aguaceros no son ‘rompetechos’ o torrenciales como los de antaño –según lo expresan algunos vecinos nacidos en las primeras décadas del siglo XX–, muchos parroquianos ya sacaron de sus baúles o compraron junto con los impermeables y paraguas los mosquiteros o toldos a los que nos acostumbraron las abuelas y madres para defendernos de los mosquitos. Sin la profusión de los años cuarenta, cincuenta y sesenta de la centuria pasada, todavía hay almacenes y puestos populares de la calle Rumichaca (antigua Morro), donde se ofrecen toldos de colores y tamaños diferentes. El uso del humo del palo santo para ahuyentar a los mosquitos tampoco ha desaparecido en la ciudad, aunque por la televisión y otros medios promocionan las bondades de los insecticidas. En estos días, en los mercados y calles como Noguchi –de Capitán Nájera a Cuenca– se observan vendedores de aquel vegetal que es parte de la medicina botánica folclórica. Sin embargo, de las décadas del cincuenta y sesenta del siglo XX quedan rezagos de las pegajosas propagandas de los insecticidas Pix y Black Flag de multiacción, del repelente Detán y del bombillo Champ.

La utilidad de los toldos continúa y se venden en Guayaquil. Germán Arteta Vargas

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Época de chivas y camiones en Guayaquil Gente de toda condición social disfrutó viajes en los tradicionales vehículos.

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uando el transporte fluvial decayó en la región costanera porque se incrementaron las vías terrestres, los vehículos llamados camiones, mixtos, camionetas y las populares ‘chivas’ tomaron vigencia en la transportación masiva de personas, productos agrícolas, animales, etcétera. En efecto, después de la segunda mitad del siglo anterior (década del cincuenta) los motoveleros, pailebotes, lanchas, motonaves y otras embarcaciones fluviales pasaron a segundo plano y entonces los comerciantes y viajeros en general a pueblos, recintos y parroquias del Guayas y otras provincias del Litoral usaron ese tipo de vehículos motorizados. Los sitios de estacionamiento en esta ciudad fueron el malecón Simón Bolívar, cerca de los muelles fiscales, y también los alrededores de la avenida Olmedo. Después pasaron al parque Chile y la plaza La Victoria, hasta que se construyó la terminal terrestre Jaime Roldós Aguilera. La mayoría de las chivas, camiones y mixtos desaparecieron entre nosotros, ante la llegada de modernos carros que ahora incluyen televisión, música de sonido estéreo, cafetería y hasta servicio higiénico.

Actualmente los pintorescos camiones, camionetas y ‘chivas’ prestan servicio en la campiña costeña. No hay viajero que niegue haber disfrutado de un ameno viaje al aire libre, mirando la naturaleza y confundiéndose entre vendedores, productos agrícolas y gente campesina que alguna vez le dijo: “¡Hágase a un lado mi branco!” y después entabló una animada conversación de la que aprendió muchísimo... Para recordar aquella romántica época, reproducimos los anuncios que solían aparecen en El Universo. Mixto San Vicente saldrá hoy para Nobol, Daule, Santa Lucía, Balzar y Quevedo a las 11 a.m. Acepta carga y pasajeros. El propietario es Hugo Poveda Benites. Malecón 2314. Mixto Indio Libre sale hoy para Balzar y Quevedo a las 10 a.m. Estación Avenida Olmedo y Malecón. Manejado por su propietario, señor Enrique Colombo. Mixto Jesús del Gran Poder saldrá hoy en su viaje inicial para Vinces a la 1 p.m., al mando de su propietario señor José Antonio Muñoz. Informes: Estación: Malecón y Avda. Olmedo o Agencia Galgo. Mixto Porvenir: Sale hoy para Balzar, Quevedo y Mocache, a las 10 a.m., inaugurando 72

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su carrera. Se pone a la orden de su respetable clientela. El propietario es el señor Eladio Villao. Expreso San Vicente saldrá para Daule, Vinces, Isla Bejucal, Puebloviejo, Ventanas, Zapotal y Barranco hoy a las 9 de la mañana. Estación Avenida Olmedo. El propietario, Eduardo Rodríguez Sotomayor. Mixto Guillermo No. 1: Sale hoy para Vinces, Casa de Tejas, La Carmela y Guare a la una de la tarde. Estación Avenida Olmedo. Mixto María Emma establece su carrera a Ventanas, Puebloviejo, La Isla, Vinces y Guayaquil, todos los lunes y jueves, siendo su viaje de regreso los martes y viernes. Sale hoy a las 2 de la tarde desde su estación en la avenida Olmedo. Transporte Fluminense sale hoy a las 2 de la tarde para Vinces y Palenque, atención esmerada. Alcides Maldonado. Mixto Senefelder saldrá de Vinces para Babahoyo todos los días a las 6 de la mañana y de Babahoyo para Vinces, al mediodía. Propietario Julio Pimentel. A Catarama, Vinces, Isla de Bejucal, Puebloviejo, etcétera, saldrá hoy de la Estación de la Avenida Olmedo el Mixto Hacienda Floresta hoy a las 8 y media a.m. en punto. Naranjaleños: El mixto Oriente saldrá de Guayaquil directo a Naranjal, Jesús María y Villanueva, a las dos de la tarde. Recibe carga y pasajeros. Estación Pichincha y Sucre. NOTA: También salían desde el parque Chile, en 1957, el expreso Envidia y las camionetas Diosa María, Llanero, Santa Cecilia y Adelita.

Una popular chiva, igual a las que prestaron servicio en esta ciudad. Germán Arteta Vargas

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Los depósitos de madera y aserríos están ligados a la historia de Guayaquil Desde los albores de la ciudad, estos negocios ayudaron a su avance y le dieron fama en otros países del mundo.

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ecenas de libros que relatan las épocas primigenias de la urbe guayaquileña ofrecen testimonios del movimiento y la importancia que tuvieron para su desarrollo los aserríos y los depósitos que guardaron y comercializaron las distintas clases de madera que se usaron para la construcción de embarcaciones, casas e inmuebles afines. Aunque ahora por el uso del cemento estos establecimientos son pocos y carecen de la prosperidad que tuvieron desde la colonia hasta más de la mitad del siglo XX, todavía el artesano y los dueños de la residencia suntuosa o modesta emplean este material para armar y decorar una vivienda o confeccionar un mueble de adorno y uso familiar. Por esto último, aún se observan estos locales en diversos sectores de la ciudad que traen troncos, tablas y tablones desde provincias de recursos madereros y aquí los procesan y venden. Se habla, pues, de la popular caña guadua picada y rolliza hasta de los famosos calces de mangle aserrado y labrado, y los necesarios puntales, cuerdas y varengas. Asimismo, ponen en la memoria nombres de vegetales de abundante producción y de los que se muestran escasos y están por extinguirse como ocurrió con otras. En esa lista de especies de antaño consta el famoso palo de balsa y en la de ahora el laurel, bálsamo, roble, guayacán, figueroa, fernansánchez, amarillo, guachapelí, etcétera. 74

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Dos importantes establecimientos característicos de Guayaquil.

Muchos testimonios Las publicaciones de El Universo en distintas décadas del siglo anterior ofrecen un ejemplo del febril movimiento que tuvieron los aserríos y depósitos de madera que atendieron en históricos barrios como el del Astillero, a lo largo de la calle Industria (Eloy Alfaro) y en sitios por donde comenzaron los nuevos barrios de la metrópoli. Un breve inventario de aquellos establecimientos no puede olvidar los populares nombres de Domingo Sampietro y su depósito de maderas y canoas El Pailón; Mario Collat; F. Camilo Palomeque; Simón Savinovich, Gustavo von Buchwald; Alberto Valdez; Alfredo Valenzuela Reyna; Cavanna & Bruno, Manuel Genaro Gómez; Donato Yanuzelli; Jaime Puig Mir, hasta llegar a los contemporáneos de Wladimir Lerqué, Durini, Creart, etcétera. Los tiempos han cambiado, pero la ancestral costumbre de utilizar madera sigue arraigada en el pueblo. Hay modernos materiales para casas, muebles y utensilios domésticos, mas se añora la calidad del mangle, guayacán, laurel, etcétera, cuando disfrutamos del agradable ambiente de los muebles y de las casas viejas que conservan sus amplias habitaciones, románticas ventanas y más detalles que muestran la presencia de la madera en abierto desafío al paso de los años. DATOS Para el recuerdo de los lectores, aquí unos cuantos nombres: Cavanna & Bruno (Eloy Alfaro y Cuenca) Carlos Gutiérrez (Eloy Alfaro y San Martín) Depósito Central (Av. Olmedo y Chile) Depósito de Guillermo Gilbert (Ayacucho y Chile) Depósito Boysen (Riobamba y Quisquís) Industrial Maderera Valdez (Chile y Manabí) Depósito de madera El mangle, en Letamendi al lado del río. Depósito Central de madera, de Alberto Valdez, en Chanduy No. 108. Germán Arteta Vargas

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Teatros y cines de antaño La memoria de los guayaquileños y de quienes viven en la ciudad guarda el recuerdo de estos sitios de distracción desde las primeras décadas del siglo XX.

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ara gozar con la evocación de épocas que alegraron a nuestros abuelos y padres, e incluso a quienes nacimos allá por la mitad de la centuria pasada, hoy echamos mano a una apretada nómina de los más conocidos sitios de exhibición de películas de Guayaquil, comúnmente llamados teatros o cines. Sabemos que nuestra urbe en menos de una década se incorporó al disfrute del cinematógrafo, invención de los hermanos franceses Luis y Augusto Lumiere en 1895, y que no quedó al margen de los continuos avances del séptimo arte, en cuyos comienzos fue mudo y ahora tiene el sofisticado sonido soundround y digital. Ensayamos, pues, esa lista, sin olvidar que las primeras funciones de cine en Guayaquil se ofrecieron en 1901, por parte del Circo Ecuestre del mexicano F. Quiroz. Asimismo, las del teatro Olmedo en 1906 y las de 1910 cuando se estableció la Empresa Nacional Cinematográfica Ambos Mundos, cuyos propietarios fueron los españoles Francisco Parra y Eduardo Rivas. Para nuestro cometido tomamos los anuncios que publicó El Universo desde su fundación en 1921 hasta las décadas del setenta y ochenta, en que hubo predominio de las salas de cine con butacas confortables, aire acondicionado y películas en vistavisión, cinemascope y technicolor. Lustros antes de la mitad del treinta, cuando se generalizó el cine parlante entre nosotros, se proyectaban películas mudas y de cuadros, en blanco y negro, ambientadas por la música de algún piano y la narración de una bien timbrada voz. En igual forma, los cines populares y de barrio tenían sillas de tijeras o largas bancas de madera en la luneta y de sus galerías estaban ausentes los ventiladores, que los incorporaron tiempo después. Famosos sitios En 1927 eran muy concurridos los teatros Olmedo (Luque entre Chile y Chimborazo), Edén (Nueve de Octubre entre Chile y Chimborazo), Parisiana (Chanduy, actual Francisco García Avilés, entre Vélez y Luque), que tuvieron inicialmente como prioridad la presentación de espectáculos artísticos, operetas y zarzuelas hasta que comenzaron a proyectar películas.

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Interior del teatro Olmedo.

En ese mismo año tenían similar acogida el Colón (Colón entre Chimborazo y Boyacá), Ideal (Eloy Alfaro y San Martín), Cine Popular Quito (Quito y Aguirre) y Victoria (Daule, ahora Pedro Moncayo entre Ballén y Diez de Agosto), que usualmente daban funciones de especial y nocturna. En la década del treinta se conoció el teatro Concordia (Luque entre García Moreno y Pedro Moncayo, calle que ahora es la Av. del Ejército). Otros lugares En mayo de 1937, además del Olmedo, Edén, Parisiana, Ideal, Victoria, Quito, Colón, anunciaban sus funciones en este matutino el Apolo (Seis de Marzo entre Aguirre y Ballén), Bolívar (Manabí entre Coronel y Cacique Álvarez) y Guayas (Lizardo García entre Ballén y Diez de Agosto). El Olmedo cobraba 2 sucres la luneta y 0,40 centavos la galería; el Parisiana 1,50 y 0,30, respectivamente; y el Victoria 0,30 y 0,10, en su orden. Por lo general las funciones tenían el siguiente horario: matiné: 14:30 y 15:30; especial: 18:00 o 18:15; y nocturna: 21:15; además se proyectaban dos películas. La vermú a las 10:00, casi siempre los domingos, constituía un regocijo para los pequeños. En 1940 se promocionó la inauguración del cine Odeón (Chimborazo entre Febres Cordero y Cuenca), equipado con sistemas Western Electric. En 1946 se inauguró el cine infantil Aladino (Chimborazo y 9 de Octubre), y el Boyacá. Los filmes en boga eran Motín a bordo, con Charles Laughton y Clark Gable, y Así es mi tierra, con Mario Moreno Cantinflas. Grandes cambios Conforme transcurrió el tiempo y la ciudad se extendió, llegaron los cambios a los cines que fueron parte de la tradición guayaquileña, pues era costumbre que amigos, novios o familias enteras fueran a las funciones de compañías de artistas nacionales y extranjeras, o únicamente para gozar Germán Arteta Vargas

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con las cintas de moda, que producían las industrias cinematográficas de Hollywood, México y otros países. Desaparecieron las galerías y plateas, se implantó el cine continuo y por cada función se proyectó una sola película, con unos cuantos cortos y tráilers. Pocos cines subsisten y otros, muy modernos, se crearon por el impulso de visionarios empresarios, que desafían al video o VHS, y luchan contra la piratería que comercializa, incluso antes de los estrenos, ciertos filmes. Butacas Refresquemos la memoria al revisar estas listas de diferentes años; si falta algún cine, no demore en incluirlo y converse con sus allegados sobre la ubicación, los precios y las películas que solían exhibir. Cines en 1952 Apolo Central Colón Eloy Alfaro (de la Sociedad Hijos del Trabajo) Encanto Gloria México Nueve de Octubre Odeón Olmedo Olimpia Parisiana Ponce

Quito Victoria

Cines en 1977 América Apolo Bolívar Capitol Casa de la Cultura Centenario Central Ecuador Fénix Guayas Guayaquil Inca

Lido Marte Maya Metro Nueve de Octubre Odeón Porteño Presidente Quito Tauro Victoria

Otras salas Ástor Azteca Calero

Cóndor Cuba Imperio Juan Pueblo Latino Loyola Luque Lux Occidental Paraíso Puerto Lisa Rex Royal Variedades

Hubo cines que por remodelaciones o cambio de dirección y dueño adoptaron nuevos nombres, incluso de aquellos que fueron famosos tiempo atrás: el Parisiana tomó el nombre de París; al Paraíso se lo llamó Capitol, un cine Edén dio funciones en Víctor Hugo Briones entre Ballén y Diez de Agosto, etcétera. Entre los nombres más recientes los jóvenes recuerdan Albocines, Cinemark, Garzocines, Multicines, Policines y Supercines. 78

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Recuerdos del servicio militar Melodías en la radio, compras de maletas de madera y enseres son añoranzas antes de la conscripción.

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a convocatoria del Director de Movilización del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas al acuartelamiento en los Centros de Movilización del país para los nacidos en 1985, permitió evocar vivencias y costumbres que, identificadas con el folclore, generaron en la comunidad guayaquileña y regional el servicio militar obligatorio, bautizado popularmente como ‘conscripción’ o ‘acuartelamiento’. En efecto, días o semanas antes del ingreso al cuartel de algún joven del barrio, el ambiente hogareño cambiaba de inmediato. Todo era trajín para preparar al futuro conscripto; sus padres compraban lo necesario para hacer más tranquila su permanencia en el reparto asignado. Se comenzaba con la adquisición de la ‘clásica’ maleta de madera con chapa y candado adicional para colocar allí ropa interior, betún, aceite, cepillos, jabones, agujas, hilos, botones, etcétera, que se agregaban al material proporcionado por la unidad que recibía al seleccionado. Los amigos de la ‘gallada’ que ya habían experimentado la vida de cuartel también preparaban anímicamente a su ‘pana’ en medio de frases risueñas y de cierta carga de nostalgia, pues por casi un año no tendrían totalmente cerca al amigo. La situación cobraba mayor actividad porque los almacenes de ropa y de artículos afines intensificaban los avisos promocionando los productos necesarios para el acuartelado. Mensajes musicales La voz inconfundible de Anita Huancayo Atocha en su programa ‘Guayaquil radiado’ por radio Cóndor, la de Armando Romero Rodas y de otros locutores de la emisora Cristal en distintas horas del día, lanzaban los mensajes de despedida al inminente uniformado. La canción que abría las dedicatorias por lo general era Despedida, interpretación de Daniel Santos, con su estribillo: “Vengo a decirle adiós a los muchachos,/porque pronto me voy para la guerra/y aunque vaya a pelear en otras tierras,/voy a salvar mi derecho, mi patria y mi fe”. Familiares y amigos del joven se colocaban frente al receptor para sintonizar el espacio contratado en las estaciones ya citadas o en La Voz del Litoral, El Triunfo, El Mundo, Universal y otras que los ofrecían. Al bolero Despedida se sumaban melodías que hacían tragar saliva a los más escépticos, tales El corneta y Patria y frontera, interpretados Germán Arteta Vargas

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Jóvenes en momentos de marchar al Servicio Militar.

igualmente por Daniel Santos; El conscripto ecuatoriano, cantado por Raúl Illescas; El regreso, por Julio Jaramillo; Despedida en el puerto, del dúo Cárdenas Rubira, entre otras. Tampoco faltaban los tangos Silencio en la noche y Adiós muchachos, el pasacalle Me llaman al cuartel y más temas alusivos, que se incrementaron con Paquisha en el corazón, a raíz del conflicto bélico ecuatoriano-peruano de 1981. Washington Serrano, antiguo colaborador de la radio La Voz de la Península, en La Libertad, Guayas, añora esos tiempos y precisa que hay más de 30 títulos sobre el conscripto; señala, además, que alcanzó cuando se ofrecían tres piezas por cinco sucres, y que quienes gozaban de mayores recursos ofrecían hasta 20. Cuando retornaba el conscripto, las familias repetían los mensajes de bienvenida. Luis Vayas Amat, conocido gráfico y editor de libros en nuestra ciudad, recuerda que cuando él incursionó en la radiodifusión con la emisora El Triunfo cada mensaje musical lo cobraba a dos sucres y ese precio popular determinó que allá por la década del cuarenta se arraigara la costumbre de las dedicatorias a quienes iban a la conscripción. Otras curiosidades Las serenatas y las fiestas fueron frecuentes para despedir a los jóvenes; sus familiares y allegados se las ofrecían generalmente hasta la antevíspera del viaje, a diferencia de los mensajes musicales que los ofrecían antes y después. El día del acuartelamiento había movimiento desde la madrugada para acompañarlos al lugar de concentración, que en Guayaquil tuvo lugares como el V Guayas (Antepara entre Ballén y Diez de Agosto), Junta de Calificación (Av. Pedro Menéndez) y otros. Luego de la selección no faltaron quienes por algún motivo regresaron sin cumplir el viaje, aunque a la mayoría sí la embarcaban en vehículos de empresas de transporte para llegar al 80

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Despedda a los nóveles conscriptos.

Moderno aviso que convoca al acuartelamiento.

sitio que por sorteo se le destinaba en la región Amazónica, la península de Santa Elena, El Oro y más lugares. Luego aparecían familias dedicadas a la mensajería, como la Contreras, para entregar encomiendas entre el conscripto y los suyos cada semana, quincena o mes. Los ‘postillones’ como le llamaban algunos jefes de casa, eran muy esperados por las madres y novias para saber las últimas novedades de su conscripto. Los cambios Actualmente las costumbres han cambiado: los mensajes musicales no tienen la profusión de antes; y las maletas de cuero y mochilas grandes, relegaron a las de madera. Debido al crecimiento de la ciudad, pocos ciudadanos advierten el ambiente, en parte festivo y en parte triste, de los jóvenes que marchan al cuartel. Los avisos de la Dirección de Movilización de las FF.AA. muestran diferencias, porque son novedosos sin la sobriedad que tenían los antiguos. Aun así, en medio de tantos cambios, la consigna de servir a la patria sigue inalterable. Y las anécdotas, satisfacciones y nostalgia aún determinan que aparezcan pasajes de añoranza sobre el servicio militar. En ratificación de esto último, todavía hay una que otra emisora que sin divorciarse de hermosas tradiciones, de repente deja escuchar el pegajoso estribillo del pasacalle de Alberto Guillén Navarro El Porteño, que dice: “A la guerra se marchó/un muchacho bien porteño/en su cara se dibuja la alegría/de querer luchar por su nación”... Germán Arteta Vargas

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Programas radiales de antaño que divirtieron a la comunidad Antes del auge de la televisión, nuestras familias gozaron con los espacios de las emisoras locales.

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n el intento de mencionar el mayor número de programaciones que dedicaron las radioemisoras de nuestra ciudad para informar y entretener a sus oyentes en las décadas del treinta al sesenta del siglo pasado, cuando el fenómeno de la televisión era incipiente y no copaba la atención de ahora, es posible que olvidemos incorporar a este breve inventario los segmentos de variado contenido que, de acuerdo a los gustos, también disputaron la simpatía del público. Pero lo incuestionable es que sí hubo espacios radiales que coparon la sintonía multitudinaria de la comunidad y se convirtieron en referentes, no solo por su carga de sana diversión, entretenimiento y oportuna información sino porque reflejaron la época y los afanes de quienes integraron la sociedad de entonces. Nuestros abuelos y padres disfrutaron esos programas e incluso nosotros los compartimos en la niñez y juventud, pues algunos se mantuvieron en el aire durante décadas. Hagamos memoria El programa ‘El teatro en el hogar’, por radio El Telégrafo, se convirtió en uno de los más sintonizados. La novela Camay de radio América, con la actuación magistral de Delia Garcés, Paquita Ocaña, Concha Pascual, Victoria Rivera, Aurelio Tovar, Luis Patiño, Carlos Cortez, Antonio Hanna, Leonel Sarmiento y otros elementos del radioteatro local, ofreció dramatizaciones de obras que provocaban sonrisas y lágrimas de familias enteras congregadas en la sala de su casa y de quienes por falta de un radio en el hogar se agolpaban donde el vecino, tendero o peluquero del barrio que había logrado adquirir algún receptor de tubos de marca Murphy, Philco, Telefunken, Zenith, Olympic, etcétera. En esa emisora se mantuvieron en distintos años las producciones de radioteatro Mejorub y Phillips; CRE ofreció La novela de la tarde, Atalaya la novela Colgate y Palmolive y Excelsior la novela con el mismo nombre de la emisora. Las audiciones reunieron a los libretistas y directores Manuel Ocaña, Leonel Sarmiento y Hugo Vernel, al igual que los actores Jorge Velasco, Rosario Ochoa, Elena Benites, Margot Mendoza, Marina Barahona, Roberto Garcés, Meche Mendoza, Fanny Moncayo y otros de aplaudida trayectoria. 82

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Otros espacios Los hermanos Vela Rendón produjeron o animaron ‘El sillón del peluquero’, ‘El último minuto’ y ‘La Corte Suprema del Arte’, que lograron acogida popular en las emisoras donde se los presentó, así Alcázar, Unidad Nacional, Cóndor, etcétera. Este último espacio que se consolidó en CRE impulsó el cultivo de la música y ayudó a descubrir nuevos valores como Carmen Rivas, Olimpo Cárdenas, Marino Álvarez y otros. ‘Ronda la guardia’, por radio El Mundo, que presentaba casos de la vida cotidiana de la urbe, gozó de audiencia mayoritaria al mediodía. Cenit, que con el visionario trabajo de los hermanos Delgado Cepeda, liderados por don Washington, afianzó finalmente los distintivos de “La voz de la simpatía nacional” y “La antena cultural de Guayaquil”, ofreció incontables programas que la comunidad siguió con avidez permanente: ‘Oro de Ley de la Radio’, ‘El álbum de los recuerdos’; ‘La ronda del vals’, con la pianista Susana Savinovich, y ‘Apología campera’, dirigido por Carmen Rivas.

Aviso de un programa por Radio Cristal.

Más programaciones A partir de la fundación de radio Cristal en 1957 por el dinámico Carlos Armando Romero Rodas, ‘salieron al aire’ programas que pronto alcanzaron la preferencia mayoritaria del público. Allí, ‘Mañanitas ecuatorianas’ que ya se escuchaba por radio Ortiz, donde Romero Rodas comenzó su trayectoria de radiodifusor; ‘Desayúnese con las noticias’, ‘La sorpresa radial de las once’, ‘El horario triunfal de la 1 y 45’; ‘Coctel deportivo’, por Manuel Chiken Palacios, hasta llegar a ‘La hora Jota Jota’. Germán Arteta Vargas

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Injusto sería olvidar los programas ‘Guayaquil radiado’, por Ana Huancayo Atocha, que se escuchó especialmente en radio Cóndor; ‘Canta si puedes’, programa para cantantes aficionados de radio Guayaquil; y ‘Sonrisas en el aire’, amenizado por Los Huasos Chilenos (Jaime Reinoso y Domingo Fuentes). Tampoco los de tipo religioso que dirigieron los sacerdotes Fernando Amores -Habla el Padre Fernando y El Día del Señor-, y José Gómez Izquierdo -Charlemos-. Qué decir de los espacios culturales denominados ‘Renacimiento’, ‘Oasis’, ‘Visita Musical’ y ‘Vida Porteña’. Como ocurre actualmente, muchas de las emisoras de la primera mitad de la centuria pasada ofrecieron programas en vivo, transmitieron encuentros deportivos y consagraron voces para estos menesteres, como las de Ecuador Martínez Collazo y Ralph del Campo, para citar dos buenos ejemplos. No olvidaron los espacios culturales y de cantantes aficionados, además de los shows con artistas extranjeros de renombre para incrementar audiencia y favorecerla con novedosas promociones. Subamos a la nave del recuerdo y junto con familiares y amigos repasemos más nombres de programas que forman la historia radiofónica y la memoria que identifica a la comunidad guayaquileña.

Otros programas

La hora JJ, por radio Cristal.

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•‘‘Hora cultural universitaria’’ Atalaya (Gonzalo Enderica) •‘‘Tarjetero musical’’ El Triunfo •‘‘Cantares de América’’ Alcázar (Olimpo Cárdenas) •‘‘Miniaturas de emoción’’ Ortiz (Delia Garcés y Pablo Vela Rendón) •‘‘La hora olímpica’’ Ondas del Pacífico (Washington Delgado Cepeda) •‘‘Melodías inolvidables’’ El Mundo (Óscar Luis Castro Intriago) •‘‘Álbum musical ecuatoriano’’ América •‘‘Estrellas en el mundo’’ El Mundo •‘‘El noticiero avión’’ CRE (Jorge Guerrero Valenzuela) •‘‘Cabalgata musical’’ Cóndor •‘‘Serenata tropical’’ Atalaya •‘‘Desayuno familiar’’ Bolívar (Blanca Salazar) •‘‘Revista musical cabalgata’’ Atalaya •‘‘Alegría campesina’’ La Voz del Litoral y Cristal (Don Toribio) •‘‘La novela en su hogar’’ El Mundo •‘‘Consultas a Satanás’’ El Mundo •‘‘Mañanitas tapatías’’ El Mundo (Andrés Espinoza) •‘‘Domingos tapatíos’’ Cristal (Andrés Espinoza) •‘‘La escuelita cómica del maestro Lechuga” Cristal •‘‘Una cita sentimental’’ Cristal (declamador Luis Lupino Oviedo) Guayaquil Nostálgico


Voces emblemáticas de nuestra radiodifusión

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n conmemoración del Día del Locutor Ecuatoriano, que quedó consagrado en 1992 por iniciativa del historiador y periodista Hugo Delgado Cepeda, con el apoyo de los directivos de la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER), Carlos Armando Romero Rodas, Louis Hanna Musse y otros, hoy ensayamos un ‘inventario’ de aquellas voces paradigmáticas del quehacer radiofónico, especialmente de nuestra ciudad y región. Al evocar algunos nombres rendimos homenaje al pionero o precursor de esa labor en esta urbe, el radiotécnico guayaquileño Juan Behr, quien el 16 de junio de 1930 perifoneó sus primeras transmisiones musicales en un pequeño equipo e improvisó al mismo tiempo rudimentarios anuncios (cuñas). Desde entonces asistimos a una acción que además de mantener informada a la comunidad, igualmente difunde cultura y entretenimiento.

Prof. Hugo Delgado Cepeda.

Prominentes valores Estructurar una nómina completa de los más acreditados locutores de nuestro medio es imposible, pero ponemos mucho cuidado al citarlos por sus años de trabajo, experiencia y relevancia en ese género periodístico. Algunos de ellos fallecieron o se retiraron de la actividad, y otros, en cambio, continúan dedicados a su tarea que no deja de ser ejemplar para sus compañeros de época y para quienes se inician en ese campo. Allí entonces las voces inconfundibles que sentaron cátedra en la radiodifusión local: Paco Villar, Ernesto Miranda, Juan Aguiar, Jorge Navarro, Enrique Vega Ruilova, Alfonso Carrera, Leonel Sarmiento Arias, Armando Romero Rodas, Ralph del Campo Cornwall, Simón Maridueña, Humberto Romero Gálvez, Gonzalo Heredia Molina, Enrique Wilfor, Gabriel Vergara Jiménez, Germán Cobos, Randolfo Sierra, Voltaire Paladines, Carlos Cortez Castro, Pablo Vela Rendón, Carlos ‘Calicho’ González y Rafael y Carlos Torres Fajardo.

Juan Behr

Carlos Armando Romero Rodas

Más figuras destacadas De igual manera, Blanca Salazar Bautista, Elena Benítez de Betancourt, María Machiavello MuGermán Arteta Vargas

Maruja Machiavello Muñoz

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ñoz, Ana Huancayo Atocha, Meche Mendoza, Jorge Enrique Garcés, Rodolfo Santillán Romero, Juvenal Ortiz Díaz, Armando López San Martín, César Fausto Luna, Antonio Arboleda, Olmedo Bohórquez Navarrete, Olmedo Arroba, Víctor Ramos Bravo y los hermanos Luis, Julio César, Jorge, Hugo y Washington Delgado Cepeda, Rafael y Jorge Guerrero Valenzuela, Kléber Villagómez, Édgar Tobar, Jorge Coco Pesantes y Tobías Barrilla Contreras. Blanca Salazar Bautista

Enrique Vega Ruilova

Gustavo Woelke Varas

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Valores contemporáneos son Voltaire Maquilón Vera, Ufredo Molina Vargas, Jorge Akel, Vicente Arroba Ditto, Gustavo Woelke Varas, Luis Sánchez Moreno y algunas decenas de profesionales que brillan en la locución comercial y animación de programas en vivo de radio y televisión, etcétera. En otros sectores del país también hubo y existen excelentes locutores: mencionamos como ejemplo Humberto Alvarado Prado, Rodrigo Pineda Izquierdo, Pancho Moreno (Alfonso Laso Bermeo), Guido Bonilla, Eduardo Cevallos Castañeda, Teodoro Zavala, Fernando Ronquillo Flores. Noble actividad El locutor, que junto con los empresarios forja el desarrollo de la radiodifusión y la vigencia de los valores humanos y democráticos, tiene la admiración de sus compatriotas porque es parte de la memoria colectiva, pues cuánta feliz añoranza aflora cuando repasamos las viejas marcas de radio Murphy, Philco, Telefunken, Olympic, Zenith, etcétera, que permitieron sintonizar Ecuador Radio, Quinta Piedad, La Voz del Litoral, Universal, La Voz del Alma, El Telégrafo, Ortiz, El Triunfo, Alcázar, América, Cristal, Cóndor, Atalaya, Ondas del Pacífico, Cenit, Ifesa, Éxito, Noticia, Mambo y otras tantas emisoras para escuchar las acreditadas voces de nuestra referencia en los informativos y diversos programas que divirtieron e instruyeron a nuestros abuelos, padres y nosotros para continuar con las siguientes generaciones.

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La tradición de las 40 Horas, vigente Muchos fieles católicos evocan y transmiten la práctica de la piadosa devoción que fue muy común entre sus abuelos y padres. El clero también busca afianzarla en los hogares contemporáneos.

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utoridades eclesiásticas, párrocos y sacerdotes de las distintas comunidades trabajan con sus feligreses para impulsar nuevamente en nuestro medio la práctica del Jubileo de las Cuarenta Horas o Adoración del Santísimo Sacramento, que antaño fuera una manifestación elocuente del arraigado catolicismo que caracteriza a los guayaquileños. La afluencia de ‘seguidores’ que tuvo el acto piadoso era comparable en número con los tradicionales ‘lunes de San Vicente’, la ‘visita de las Siete Iglesias’ en el Viernes Santo y otros festejos del pueblo cristiano. Los medios de información, especialmente los impresos, daban los detalles sobre los días, lugar y tiempo en que se desarrollaba la exposición del Señor Sacramentado, que resaltaba en todo altar mayor bellamente decorado. Devotos, las infaltables ‘beatas’ hasta los vendedores de imágenes, estampas, velas y comida criolla seguían el calendario de la Arquidiócesis y estaban puntualmente en las iglesias y capillas de Guayaquil, Pascuales, Nobol, Samborondón, Daule y otras poblaciones para participar en rezos, vigilias y procesiones, que en otras épocas fueron menos intensas por varios motivos. La circular de la Arquidiócesis de Guayaquil de 1991 dice del tema: “El culto eucarístico celebrado fuera de la santa misa tiene una piadosa manifestación en la adoración al Santísimo Sacramento expuesto durante Cuarenta Horas, en memoria de las horas que estuvo el Cuerpo de Cristo en el sepulcro. Acaso nacía de la costumbre antigua de orar ante el santo sepulcro de la tarde del Viernes Santo a la madrugada del Domingo de Pascua, un total de cuarenta horas”.

Aviso sobre las 40 Horas en Guayaquil. Germán Arteta Vargas

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La feligresía católica aún sigue con mucha devoción la práctica piadosa de las 40 Horas.

También consigna: San Agustín las computa ‘desde la hora de la muerte hasta la mañana de la resurrección, incluyendo la hora nona’. Lo cierto es que esta devoción surge a mediados del siglo XVI, en Milán, y luego pasó a Roma, y de ahí a todo el mundo. En 1776 el papa Pío VI, por petición del clero y las cofradías de Guayaquil, le concedió el privilegio de las Cuarenta Horas, que años después sufrió alguna decadencia que se desterró por la labor en 1854 de monseñor José María Yerovi. En 1904 hubo un nuevo descenso de la práctica, pero en los tiempos siguientes esta revivió hasta la década del ochenta en que tuvo otro receso, al decir de algunos fieles consultados. Esto ocurrió aunque los templos católicos se multiplicaron, la garantía y dignidad para el culto estuvieron vigentes. En la actualidad incontables familias han retomado la práctica de las ‘40 Horas’, que sin ingresar al campo de la religiosidad popular forma parte, asimismo, de las tradiciones espirituales y de la memoria guayaquileña. 88

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La velas aún se usan en la ciudad y el campo

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as velas, que la costumbre también denomina espermas o cirios, sin considerar que entre ellos hay diferencias, tienen una historia que data de siglos atrás y es indiscutible que le ganaron la competencia a las tradicionales lámparas y candiles que tuvieron demanda en las dos últimas centurias que precedieron a la que vivimos con gran avance tecnológico. Además es fácil comprobar su utilidad en varias actividades cotidianas de familias urbanas y campesinas. Así, cuando se las usa al ocurrir los inesperados y prolongados apagones que sacan de quicio al vecindario, o durante la ancestral y amorosa costumbre de ofrecer claridad y calor al cuerpo de un difunto mientras llegan los servicios de la funeraria contratada. Algo similar ocurre si se trata de alumbrar el rincón de la vivienda adonde no llega la luz del bombillo y se carece de linterna o está dañada, si el carpintero en lugar de sebo la frota en su serrucho para que este se deslice mejor en la madera que corta, y si el pequeño artesano la emplea como mechero para sellar fundas plásticas y más actividades artesanales y domésticas. Y qué decir de su uso en la religiosidad popular durante las procesiones, romerías y fiestas del santo patrono de cualquier población, o al acudir a rezar al templo preferido en pos de ayuda divina mientras el creyente coloca a los pies de la imagen de mayor devoción la vela que frotó antes en su cuerpo afectado por alguna dolencia que igualmente ansía curar. Una vieja historia El uso de las velas va casi a la par con los albores del alumbrado público (fines del siglo XVIII), que comenzó con el de aceite de ballena, fue sustituido por el de gas y finalmente el eléctrico, pero con novedades en esos periodos situados desde los últimos años del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XIX, el primero; desde 1860 hasta 1920, el segundo; y desde 1895 comenzó a generalizarse el tercero. Después de la segunda mitad del siglo XIX muchas personas usaron el queroseno como materia prima para sus lámparas, candiles y artefactos parecidos; años más tarde (siglo XX) se introdujeron los faroles o lámparas portátiles de la conocida marca Petromax (camisolas), que aún hay en algunas zonas del agro y testimonian tiempos románticos de abuelos y padres. Los establecimientos que elaboraban velas (cererías) tuvieron gran desarrollo en esta ciudad y en otros puntos del país, aunque algunos comerciantes también las trajeron del exterior. Sin embargo, el vecindario prefirió consumir Germán Arteta Vargas

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el producto hecho aquí por fábricas como La Ecuatoriana y su marca Loor (1924) y las Beco, que según el aviso de 1937 venían desde Manta, Manabí, distribuidas por Brückman & Cía. Durante 1960 en diarios y revistas se leyeron anuncios de las velas Catedral, de Ambato, y en 1971 de sus similares Tungurahua, en Quito, y las que producía Carlos Salazar Piedra, en Cuenca. La fábrica de N. Cevallos fue muy acreditada y funcionó en esta urbe. Marcas y modelos Hogares de toda condición social siguen con la costumbre de usar velas en muchos momentos de su vida citadina. Eso determina que los pequeños artesanos o empresas que las elaboran las mantengan en el mercado local y nacional, aunque quizás el negocio no sea tan rentable como en épocas anteriores. En tiendas, mercados y puestos ubicados a las entradas de templos católicos encontramos velas San Vicente, Santa Rita, Reina, San Pedro, Monserrate, La Reina, Imperial, Superior, Luz de América, Santa Rosa, Buenaño, entre otras marcas que ratifican aquello de que la tradición sigue bastante acentuada. Hay fábricas de velas en diferentes ciudades del país que envían parte de su producción a esta urbe y, asimismo, la exportan con buen resultado para la artesanía ecuatoriana. Actualmente está de moda el uso de velas decoradas y pintadas a mano con modelos muy llamativos para embellecer cualquier lugar de la casa, oficina o lugar de trabajo; de igual manera, es muy común el uso de tales productos en colores y con aromas según el signo del zodíaco de quien los necesita para cuestiones de la buena suerte, el amor y otro buen número de creencias. Son, pues, las velas de diferentes formas, colores y fragancias, un nuevo motivo de remembranza que se inscribe en la amplia gama de nuestras arraigadas costumbres y tradiciones, acompañadas como siempre de curiosos y gratos pasajes anecdóticos.

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Tiempo de agendas, almanaques, textos afines y anuarios Por fin de año y comienzo de otro, estas publicaciones tienen una gran demanda.

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Quién no recuerda la época de oro del Almanaque Bristol, que todavía es una fuente de consulta obligada en familias que atesoran las costumbres de antaño y en muchísimos hogares de la campiña costeña? ¿O el Almanaque Ortega, que durante varias décadas editó y distribuyó el astrónomo guayaquileño Eloy A. Ortega Soto, por el requerimiento de incontables compatriotas que confiaron en sus predicciones meteorológicas? Tales nombres rememoran los almanaques, calendarios, agendas, anuarios, etcétera, con sello ecuatoriano y extranjero, que circularon con masiva acogida en nuestra ciudad desde casi un siglo atrás. También los que desafiaron el tiempo y están vigentes porque sirven de consulta para saber los días de celebración del carnaval, Miércoles de Ceniza, de la Semana Santa, Navidad o algún otro santo o fecha cívica identificada con nosotros. De igual manera, por la gran cantidad de información variada y amena de carácter histórico, geográfico y científico que en los últimos años los autores y editores incluyen profusamente en sus páginas, este tipo de publicaciones goza de la acogida de la comunidad. El Universo entrega a sus lectores un calendario que incluye fotos históricas y de temas deportivos o ecológicos. Los orígenes del almanaque se ubican en la época en que los egipcios y otros pueblos de la antigüedad empleaban tablas escritas para llevar la cuenta de sus festividades religiosas o profanas. El primer almanaque impreso apareció en Viena en 1547; el almanaque británico de 1828 fue el pionero con información verdadera, pues era costumbre hasta ese año incluir información falsa, profecías escandalosas, catástrofes, etcétera. Benjamin Franklin publicó su Almanaque del Pobre Ricardo en 1732 y Cristóbal Ponce de León en 1598. En el siglo XVI la Iglesia Católica romana reformó el calendario, porque la Pascua y otras festividades no ‘caían’ en su época correspondiente; el papa Gregorio XIII asumió esa tarea y desde entonces toma vigencia el calendario gregoriano, que lo usa la mayoría de países, por su sencillez y reconocida exactitud. Algunos testimonios

En 1899 Manuel Gallegos Naranjo preparó el Almanaque de Guayaquil, Fin de Siglo (1900), de 214 páginas, a un sucre el ejemplar impreso en Tipografía Gutenberg; la empresa periodística Prensa Ecuatoriana, dirigida por Carlos Manuel Noboa, publicó en 1926 el Directorio General de Guayaquil y sus alrededores, con abundante material informativo de 240 páginas y pasta dura, a 5 sucres el ejemplar. Germán Arteta Vargas

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Calendarios, almanaques y anuarios de distintas épocas.

El mismo Noboa hizo circular, durante la primera mitad del siglo XX, el libro anuario América Libre, que contenía numerosos datos y fotografías de países de este continente. PARA ANOTAR Calendario Es el sistema de división del tiempo que lo agrupa en días, semanas, meses y años.

Almanaque Es un calendario de hojas sueltas en las que, además del día de la semana, se indican datos astronómicos, meteorológicos y noticias relativas a los actos religiosos y civiles.

Anuario

En 1930 llegó el Almanaque Bailly-Bailliere (Pequeña enciclopedia popular de la vida práctica), con espacios de agenda diaria, santoral, año astronómico, precauciones por día de lluvia, etcétera. Hermenegildo Alipandri y Virgilio Martini editaron en 1933, 1934, 1935 el Anuario Ecuatoriano, impreso en Artes Gráficas Senefelder. Obras contemporáneas que tienen mucha acogida Además del famoso Bristol que aún se publica y llega a sus seguidores, también están el Almanaque Mundial y Almanaque Universal Navarrete. Entre los nuestros resaltan el almanaque Ecuador Total, por Marcelo Marchán Vélez, que también editó Almanaque Guayaquil Total 2003, y Almanaque Ecuatoriano, de la Editorial Edipcentro en Riobamba, dirigida por Manuel Freire Heredia.

Es el libro o revista que se publica cada año como guía en ciertas materias o de determinadas profesiones.

La prestigiosa Agenda Ecuador, cuya edición 2004 circuló bajo el patrocinio de Stampa Litográfica, y comunidades religiosas como la de los salesianos que realizan ediciones de calendarios dedicados a sus amigos y feligresía, se suman a los de las casas comerciales y ciudadanos comunes que últimamente tienen la costumbre de entregar calendarios de bolsillo a sus clientes y allegados en general.

Agenda

La costumbre de tener a la mano un calendario o agenda sigue firme, e incluso de aquellos en los que resaltan modelos en trajes de baño, a los que ciertas esposas retiran de las paredes de los cuartos de sus consortes con el argumento de que son muy atrevidas para los ojos de los pequeños del hogar.

Librito o cuaderno en el que se anota lo que interesa recordar o hacer.

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Los oficios y profesiones animan la música popular Muchas son las composiciones nacionales y extranjeras que recuerdan diversas ocupaciones. Policías, bomberos, carteros, pescadores, marineros, carceleros, carboneros, vaqueros, etcétera, aparecen entre las ocupaciones que se conocen en la mayoría de los pueblos del mundo y que aún inspiran a músicos y compositores de diversas latitudes, incluido nuestro país, para la entrega de melodías dedicadas a elogiarlas.

Oficios y profesiones que inspiraron obras musicales.

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sí pues, en ritmos tradicionales del Ecuador y otros que identifican especialmente a naciones de América, hay pegajosas canciones que hablan de oficios y profesiones, y permiten que la importancia que estos poseen se arraigue mucho más en la memoria colectiva, incluso sirvan para el permanente regocijo popular cuando los cantan o bailan.

Esto lo testimonian los sanjuanitos Chapita de ronda, de Marco Vinicio Bedoya; Cholita doctora, de Enrique Sánchez Orellana, y el cachullapi El huasicama, de Julio César Cañar. Recordemos que en la Sierra al policía lo llaman comúnmente ‘chapa’ y al cuidador de casa le dicen huasicama. El labrador es un conocido albazo que cantan Los Interandinos. Germán Arteta Vargas

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El pasillo Romance de la tejedora manabita, de Francisco del Castillo (Paco del Casti) y Filemón Macías Joza, y el pasacalle El cartero, de Carlos Rubira Infante, lograron perpetuar tradicionales quehaceres. Están, asimismo, Teobaldo Soriano y su pasillo El marino; Humberto Santacruz, intérprete del albazo La huevera, y Carlos Amable Ortiz con El artillero (pasillo). A. Hurtado y Julio Jaramillo legaron el pasillo La panadera, y Alberto Guillén Navarro, el pasillo El bombero, para cuya reconocida actividad se compuso el tema de igual nombre en ritmo de dengue, creado en México en los años setenta. Víctor Cuesta compuso Cantinera (pasillo) y nuestra aplaudida intérprete Máxima Mejía hizo popular la contagiosa guaracha El policía. Composiciones afuereñas La actividad del pescador aparece como una de las que más ha inspirado canciones, pues hay cumbias de nombre Juan el pescador, Triste pescador, El alegre pescador, Pescador de Barú, El pescador de Margarita; en tareas afines a esa constan las cumbias El piragüero, El canoero y Boga vaquero, que grabaron orquestas de antaño y algunas contemporáneas. La ocupación de cantinero es otra de las que ha despertado emociones diversas. Dan fe de ello Cantinero de Cuba, El cantinero (merengue de Jossie Esteban y la Patrulla 15) y la cumbia Cantinero, que canta Gustavo Quinteros. Temas similares en los que se alude a esa ocupación son el tango El tabernero y el bolero La copa rota, que grabó Alci Acosta. Los choferes están presentes en la parranda Los conductores y el porro paseo El conductor, esta última cantada por Alfredo Barrantes y la orquesta Blacio Jr. A los toreros les han dedicado numerosas melodías, por ejemplo los pasodobles Olé torero, de Rafael Carpio Abad, y Silverio Pérez, de Agustín Lara. Carboneros, pescadores, zapateros y taberneros son recordados en canciones populares.

No olvidemos el antiguo vals El guardián, y el tema El manicero, que grabaron Miguelito Valdez y otros famosos. El bolero Payaso, grabación de Javier Solís; el tango La pastora; las canciones criollas El arriero, de Atahualpa Yupanqui, y Si se calla el cantor, de Horacio Guaraní, que interpreta Mercedes Sosa. Igual, el valse El pintor, por Julio Jaramillo. Tengamos presente El farolero (pasodoble), El carcelero (salsa), El pastor (huapango), El jardinero (merengue), El lechero (cumbia) y El botones (cumbia). Subamos al carro del recuerdo y traigamos a la memoria las canciones que mientras hablan de oficios y profesiones nos alegran y llevan por los caminos de la añoranza.

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Los oficios y las entidades obreras con tradición Los oficios de herrero, conserje, aguadores y otros tuvieron relevantes entidades que los representaron.

1910. Talleres de ebanistería en la Sociedad Filantrópica del Guayas.

1958. Bodas de oro de la Sociedad de Cacahueros Tomás Briones.

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a fiesta universal del trabajo, permite invocar la atención de los gobiernos para atender a los trabajadores y, en el caso de los guayaquileños, para también abordar el carro de la añoranza y retomar aquel inventario de oficios que por el avance tecnológico se extinguieron y representan un grato recuerdo entre muchos vecinos de la ciudad. Esta efeméride además invita a repasar los nombres de las agrupaciones de trabajadores del Guayaquil de antaño que protagonizaron la historia laboral ecuatoriana. Igualmente de otras como la Confederación Obrera del Guayas, que cumpliría un siglo de vida, y la Sociedad de Sastres Luz y Progreso, con cien años de actividad. Instituciones obreras En Guayaquil hubo Sindicato de Herreros, Sindicato de Transporte Rodante Manual, Sociedad Gremial de Carretoneros, Sociedad Cosmopolita de Cacahueros (después Tomás Briones), que desaparecieron por el desarrollo urbano y el advenimiento de nuevos oficios. Tuvimos además Sindicato de Trabajadores de Aseo de Calles y Anexos, Sociedad de Vendedores Ambulantes de Efectos Nacionales y la Sociedad Unión General de Lustradores de Calzado. Por la demanda de mano de obra que hubo antes de la primera mitad del siglo XX para actividades, servicios y productos de uso popular, no faltaron el Gremio Social de Escogedoras de Café, Sindicato de Obreros Tranviarios, Sociedad de Hojalateros, Sociedad de Botelleros de Defensa y Protección Mutua, Asociación de Reporteros de Prensa, Asociación CooperaGermán Arteta Vargas

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Tipógrafos, carpinteros o carretoneros son oficios en extinción.

tiva Unión de Sombrereros, Sociedad Unión de Panaderos y Sociedad de Beneficencia de Peluqueros. Carpinteros, tipógrafos, albañiles, joyeros y plateros, plomeros, gasfiteros, voceadores de periódicos, choferes, preceptores, costureras, fotógrafos, conserjes, etcétera, fundaron instituciones referentes. Incluso nacieron las de encomiable labor social como la Filantrópica del Guayas, Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, Sociedad de Hijos del Trabajo, Asociación de Empleados y tantas otras que es imposible citar por falta de espacio. Oficios en extinción Actualmente existen entidades que sin perder la esencia de la unión y superación laboral de sus miembros guardan nombres en relación con nuevas profesiones y actividades que impuso la modernidad. Las nuevas costumbres sociales y el desarrollo tecnológico han determinado la casi completa desaparición de oficios tan populares como los de nodriza o criandera, cacahueros y escogedoras de café, abromiquero, vagoneros, telegrafistas, aguadores, taquígrafos, basteadores de colchón, etcétera, e igualmente el cambio de nombre de algunas ocupaciones. Aunque suenen arcaicos varios nombres, todavía escuchamos sobre los carpinteros de ribera y de banco, ebanistas, talabarteros, marroquineros, camiseras, bordadoras, terceneros, cuadrilleros, comadronas o parteras, soldadores, afiladores de cuchillos, charoladores y estanqueros, que desafían el paso del tiempo y aportan al desarrollo del país con su trabajo diario. 96

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Aquellos viejos textos de enseñanza Abrimos otro espacio para el recuerdo, al traer a la memoria esos añejos nombres de libros que educaron a muchos ecuatorianos.

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esafiando el paso de los años, las obras didácticas para la enseñanza primaria y secundaria que ahora evocamos ocupan un lugar preferido de la biblioteca hogareña por muy modesta que sea, o quizás están a buen recaudo en alguna vieja caja de cartón o de madera que atesora otras tantas curiosidades de años idos, como algún canutero, una pizarra y el tradicional ábaco. Seguramente algunos los tenemos en compañía del primer Silabario que usamos en la escuela, y en el caso de quienes nacieron allá por la década del diez o veinte del siglo pasado, junto a los libros El lector ecuatoriano, de Modesto Chávez Franco y José Antonio Campos; la Aritmética y Geometría de G.M. Bruño y el Manual de urbanidad y buenas maneras, de Manuel Antonio Carreño, que fueron parte imprescindible de toda tarea pedagógica. Quizás comparten lugar con El lector moderno de Appletón, el folleto de Tablas de las cuatro reglas fundamentales de Aritmética y la Escritura inglesa, de la Litografía e Imprenta La Reforma o el libro Así es mi tierra, de Luis Aníbal Mendoza Moreira, editado en los talleres de Reed & Reed. Indiscutible legado Esos textos de los que esta vez ensayamos un breve inventario y dejamos abierta la lista para incorporar nuevos nombres conforme se los recuerde, cumplieron su finalidad de instruir a estudiantes y profesores en la época en que circularon. Es absurdo, como lo hacen algunos pedagogos actuales, señalarles errores y horrores muy a la ligera, especialmente a los libros de primaria, sin tomar en cuenta que muchas generaciones aprendieron de ellos con buen resultado, gracias a la guía de sus juiciosos preceptores. Es más, fueron y son los referentes para el contenido de los textos actuales, logrados eso sí con metodologías acordes con los tiempos modernos. Gracias a los libros de Lugar Natal, por ejemplo, el niño conoció perfectamente su entorno y no tuvo los incontables problemas de ubicación de su ciudad, cantón y provincia como suele ocurrir en estos días con algunos estudiantes. Vigencia de algunos El comportamiento en familia, el conocimiento de los valores éticos, sociales y cívicos, aunque repetitivos sin deseo de dañar sino de despertar y encaminar aptitudes, también caracterizaron a los viejos libros. Germán Arteta Vargas

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Y si varios de esos textos de primaria conservan el mismo nombre con que nacieron hace más de 40 años, es posible advertir que sus autores realizan esfuerzos para introducir los cambios que pongan el contenido de sus obras a la altura de los conocimientos contemporáneos. Estas precisiones no son una apología de los viejos textos escolares, pues es imposible desmerecer la totalidad de los comentarios al contenido de ciertos tradicionales libros que en nuevas ediciones aún conservan “impresiones defectuosas, armado y redacción falto de imaginación, fisonomías ajenas a la idiosincrasia nuestra, paisajes exageradamente idílicos, gráficos antiguos, términos pudorosos, etcétera”. Vayamos, pues, al cometido principal de esta breve nota, que es la de recordar individualmente o en familia la extensa lista de los viejos textos de enseñanza.

Portadas de conocidos textos de enseñanza.

PORTADAS Entre los libros de primaria recordemos títulos: • Pitusa y Pepín • Jilgueritos • Mi pequeño mundo • Aurora • Ecuador • Caminitos de luz • Patria nueva • Bajo el cielo de América • La tierra en que vivimos • Rinconcito de mi tierra • Lugar natal • Compañerito • Libro del escolar

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ecuatoriano • Lamparita • Nacho ecuatoriano • Terruño • Semillitas • Hogar y escuela • Caritas alegres • Aula • Amanecer • Nuevo mundo • Por este sendero • Nociones de geometría y sistema métrico • Luz de América • Ronda • Mi amiguito

De los textos de secundaria fueron muy conocidos: • Historia del Ecuador, de Francisco Huerta Rendón. • Geografía del Ecuador, por Ángel Véliz Mendoza •Geografía, de Francisco Terán • Aritmética y geometría, de G. M. Bruño. • Geografía económica general y del Ecuador, de José Vinueza Mazón. • Lecciones de literatura, de Raquel Verdesoto de Romo Dávila.

• Ciencias naturales, anatomía y biología general, de Francisco Rovira Suárez. • Álgebra, de Baldor. • Gramática, de Alfredo Lemos. • Cartilla patria, de Modesto Chávez Franco. •Historia antigua, media y contemporánea, de Pedro José Huerta. • Matemáticas, de Armas-Zambrano.

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La publicidad de los centros educativos

Prestigiosos planteles anunciaron por El Universo.

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oincidencialmente en estos días de tanta denuncia sobre el cobro exagerado de matrículas en planteles fiscales y particulares, de enseñanza primaria y secundaria, de nuestra ciudad, nos hemos topado con algunos avisos de tradicionales establecimientos educativos de hace 75, 50 y 25 años. Los directores de aquellos planteles que no ofrecían ‘el oro y el moro’, como lo hacen muchos de los centros actuales, únicamente prometían enseñanza garantizada por la experiencia de su personal docente. Incluso otros rectores de planteles se comprometían a devolver el dinero de matrícula y pensiones a los padres de familia, si el pupilo no aprendía a leer, escribir y hacer las operaciones fundamentales en un tiempo determinado. Algunos nombres En El Universo publicaron sus avisos de matrículas el Liceo Ariel, dirigido por María Ángelica Idrobo; el colegio particular de niñas Ángela Carbo de Maldonado, a cargo de Rosaura Emelia Galarza; y el Liceo América, cuyos directores eran los notables maestros Pedro José Huerta y Carlos Estarellas Avilés. También lo hicieron los colegios Mercantil, cuando funcionaba en Boyacá 1116; el de internos Francisco Campos, de Guillermo R. Medina G., en la avenida Nueve de Octubre 1405; y el de los Sagrados Corazones, ubicado en Tomás Martínez 103 y Malecón. En igual forma, el plantel Marco A. Reinoso, del Dr. Zenón Vélez Viteri, en Huancavilca 218 y Chile; el Liceo Juan Montalvo, en Ballén 404 y Chile, con enseñanza de recitación y arte teatral; y la Infancia Guayaquileña, de José Echeverría López, en Quito y Luque, entre otros.

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Algunas de las costumbres de Semana Santa que están desapareciendo La religiosidad popular se manifiesta en esta época de reflexión, pero se ha olvidado el vestir de negro el Viernes Santo.

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i bien algunas mantienen el esplendor y la profusión con que se manifestaron antaño en la ciudad durante la etapa de la Cuaresma y dentro de ella en la Semana Mayor o Semana Santa, hay otros actos piadosos y más de una muestra del folclore social que han perdido la práctica casi multitudinaria que las caracterizó en décadas pasadas, especialmente en gran parte del siglo XX. Como no podía ser de otra manera en un pueblo de arraigado catolicismo como el nuestro, la bendición de ramos, las novenas, el lavatorio de los pies, los vía crucis, la rememoración de la vigilia del Señor, el sermón de las Siete Palabras (o de las tres horas), el descendimiento o adoración de la cruz, la visita a las siete iglesias, el recorrido de los monumentos de cada templo, etcétera, todavía siguen vigentes. Pero otras costumbres que la fe popular mantuvo por mucho tiempo se están extinguiendo no solo por un modernismo mal entendido que nos priva de momentos de gozo espiritual, sino también por un afán de lucro exagerado que termina con aquellas expresiones a las que la gente de modestos ingresos económicos no tiene fácil acceso.

La fanesca, las humitas, el pan de Pascua o de regalo y otros platos representativos del folclore ergológico, que en la mayoría de los hogares se preparaban para el deleite de los miembros de la familia y para el obsequio e intercambio con los vecinos y parientes, ahora resulta bastante difícil prepararlos por el alto costo de los productos y porque ciertas amas de casa interrumpieron la tradición legada por sus mayores. Otro de los rituales característicos del Viernes Santo, por ejemplo, era concurrir vestido de negro a los oficios religiosos y estrenar una nueva parada de ropa el Domingo de Pascua o de Resurrección; igualmente, asistir sin falta al sermón de las Siete Palabras y mantener una actitud de recogimiento durante todo ese día. Incluso las radios ayudaban a mantener ese ambiente, pues transmitían música adecuada. Desde los comienzos hasta un poco antes de finalizar el siglo pasado, no faltaron las representaciones sobre la Pasión de Cristo, a cargo de compañías nacionales y extranjeras, como las de Mariano Rueda y Carlos Landín, por ejemplo, que se esmeraban para ofrecer los mejores actos. Igualmente, la Compañía Nacional de Teatro y su obra Mártir del Gólgota, con los emblemáticos Antonio Cajamarca, Antonio Santos, Antonio Hanna, Meche Mendoza, Enrique Garcés, para dar testimonio de una época dorada. Los programas de radioteatro también tenían su público, pues la televisión aún no estaba en su apogeo. Las emisoras Ortiz, Atalaya, CRE, El Mundo, América ofrecían dramas de la Vida y Pasión de Jesús, cuyos autores Hugo Vernel, Jorge Velasco y otros gozaban de preferencia, pues se los conocía a través de las radionovelas que dirigían en el transcurso del año. 100

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Escena de ‘Los Diez Mandamientos’ de Cecil B. De Mille con Charlton Heston como Moisés.

Avisos de funciones cinematográficas y teatrales por Semana Santa.

‘Barrabás’ con Anthony Quinn.

De igual manera, con el advenimiento del cine mudo y del parlante se generalizó la asistencia masiva a las funciones con películas sobre la Vida y Pasión de Jesucristo; fueron decenas de filmes en blanco y negro y a colores que vio la comunidad en Semana Santa en los teatros Quito, Apolo, Central, Nueve de Octubre, Presidente, Victoria y tantos otros que hubo antes de que la piratería y el DVD los extinguiera. Quién no recuerda las películas Ben-Hur, con Charlton Heston; Moisés, con Burt Lancaster; Rey de Reyes, con H.B. Warner como Jesús; Espartaco, con Kirk Douglas, Laurence Olivier, Jean Simmons y Peter Ustinov. Asimismo, Los Diez Mandamientos, del productor De Mille; Quo Vadis, con Robert Taylor y Deborak Kerr; Barrabás, con Anthony Quinn; y La Biblia, de Dino de Laurentis, etcétera. Hasta los espacios de los periódicos tenían sus anunciadores asegurados para la Semana Santa, pues apenas finalizaban los festejos de carnaval y comenzaba la Cuaresma, los almacenes de víveres, especialmente, promocionaban el popular bacalao de las islas Galápagos y el importado de Noruega, para preparar la típica fanesca. Germán Arteta Vargas

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Héroes e historietas de antaño Archie, Memín, El Santo y muchas más fueron parte de las revistas que se alquilaban para leer.

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ara los muchachos, jóvenes y adultos que las buscaron con avidez, para leerlas y hasta releerlas, en los tradicionales puestos de alquiler que solían ubicarse en los alrededores de los teatros Apolo, Central y Victoria de esta ciudad, siempre fueron las revistas, porque el término cómic todavía resultaba desconocido para muchos, en la década del sesenta del siglo pasado. Las revistas, como les decíamos todos, también las tuvo con variedad de temas algún vecino, el peluquero o el zapatero del barrio, quienes querían ganarse unos sucres extras cuando los chiquillos llegaban a sus locales en busca de las que circulaban esa semana e incluso por las viejitas, para volver a disfrutar su contenido. Los que tenían recursos económicos las compraban directamente en los centros de distribución de Muñoz Hermanos, Librería Infantil, Panamericana, Oviedo Hermanos, etcétera, que las traían especialmente de México, Argentina, Colombia y Chile. No obstante, los de bolsillos pobres se limitaban a disfrutarlas en el mismo sitio de alquiler por 10 y 20 centavos de sucres, según la categoría y actualidad de la edición. A veces, sacrificando sus fondos, las pedían para llevarlas a casa con un ligero incremento de otras monedas de real o peseta.

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Para todos los gustos Hasta la década del ochenta en que casi desaparecieron para dar paso a otras publicaciones dispuestas a explotar sobre todo lo pornográfico, las revistas que se leían resultaban entretenidas y sus lectores se identificaban con muchos de los protagonistas. Había de acción, misterio, romance, diversión, cultura e información. Para ejemplo de lo último, El Peneca y El libro gordo de Petete, que los padres conseguían para sus hijos y para consultarlos ellos también. Las chiquillas y jovencitas preferían las novelas de Corín Tellado y las no menos famosas Ayúdame. Había para todos los gustos y edades, unas en blanco y negro y otras a colores. ¿Se acordó ya cuál era su favorita?

PORTADAS PARA RECORDAR Por razones de espacio constan algunos nombres de la extensa lista de las revistas que fueron muy leídas en varias épocas del siglo anterior, hasta la década del ochenta aproximadamente. • Archi • Ases del Oeste • Avivato • Aniceto • Anteojito • Ayúdeme Doctora Corazón • Billiken • Batman • Capitán Marvel • Cuentos de Walt Disney • Comandos Germán Arteta Vargas

• Clásicos Infantiles • Cuentos del abuelito • Chanoc • Chiquilladas • David Crockett • Daniel, el Travieso • Dientes y Orejas • Dumbo • Detectives en acción • Domingos alegres • El Monje Loco • El Pájaro Loco • El Conejo de la Suerte • El Látigo Negro • El Fantasma • El Valiente • Episodios del Oeste • El Gavilán • Fantomas • Flash • Flash Gordon • Gasparín • Hermelinda • Hapalong Cassidy

• Héroes del Oeste • Halcón Negro • Historietas fantásticas • Juan Pistolas • Juan Sin Miedo • Kid Montana • Kalimán • La Mujer Maravilla • La zorra y el cuervo • La pequeña Lulú • Leyendas de América • Los Hombres X • La Familia • Lorenzo y Pepita • Máscara roja • Memín Pingüín • Maldades de dos pilluelos • Okey • Pirata Negro • Pingüino • Pato Donald • Pekes • Periquita

• Pancho Tronera • Petronila • Purrete • Pepe Trueno • Red Ryder • Roy Rogers • Ratón Pérez • Robin Hood • Santo, el enmascarado de plata • Supersabios • Simbad, el marino • Super Gato • Supermán • Super Ratón • Susy, secretos del corazón • Tarzán • Tom Mix • Tristán Tristón • Titanes planetarios • Viruta y Capulina • Zig Zag

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Las retretas infantiles están en nuestra memoria urbana En las primeras décadas del siglo XX fue común realizar estos actos dedicados a los niños.

Aviso publicado en El Universo en 1925.

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l domingo 2 de agosto de 1925, semanas después de la llamada Revolución Juliana (9 de julio del mismo año) que originó cambios de diverso orden en el país, el intendente general de Policía del Guayas, S. V. Guerrero, publicó un aviso en la primera página de El Universo invitando a los niños de la ciudad para que concurrieran a la plaza del Centenario a disfrutar del programa musical retreta infantil. Así surgió de manera oficial aquella actividad que amplió los propósitos de la ya tradicional retreta, que en nuestra urbe la gozaban la gente mayor y los jóvenes cuando se congregaban en las plazas Rocafuerte (o de San Francisco) y La Victoria (o Abdón Calderón), los paseos Colón y Juan Montalvo, el Hemiciclo de La Rotonda y los parques Seminario y Centenario, entre otros sitios de obligada reminiscencia. Aunque las bandas de música de los batallones y regimientos que sentaban plaza en Guayaquil incluían en su repertorio algunas canciones dedicadas a la gente menuda, con el establecimiento de la retreta infantil tuvieron que incorporar más composiciones adecuadas para este público, que asistía a escucharlas en compañía de sus padres y mayores de la familia.

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El niño Nicolás Mestanza dirige la banda de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Luego de unos años tuvo su propia banda de jazz en la que participaron, entre otros músicos, Enrique ‘el Pollo’ Ibáñez y Nicasio Safadi.

Por costumbre, las retretas para jóvenes y adultos se realizaban a partir de las 18:00 o 20:00; la de los niños comenzaba a las 14:00 o 16:00, en los lugares conocidos. La infantil del 2 de agosto de 1925 duró desde las 16:30 a las 18:00, pues fue un programa especial. La retreta infantil se mantuvo vigente hasta más allá de la década del treinta del siglo XX. Casos especiales que merecen resaltarse fueron las retretas que solía ofrecer la banda de música infantil y juvenil de la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas, que más de una ocasión dirigió el precoz niño y posteriormente extraordinario maestro y compositor Nicolás Mestanza, pues tocaba para los mayorcitos y los de su propia edad. Se ignora la fecha exacta en que las retretas infantiles perdieron su habitual realización los jueves, domingos y días festivos, pero es cierto que dejaron de contribuir a la sana diversión de los niños guayaquileños, quienes aprendieron a gustar de la música y participar en actos públicos con recomendable camaradería. Germán Arteta Vargas

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Las antiguas academias de baile En varias décadas del siglo XX, estos lugares tuvieron a muchos ciudadanos deseosos de saber bailar los ritmos vigentes de entonces.

Numerosas academias de bailes funcionaron en Guayaquil.

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n la memoria de los guayaquileños está vigente la labor de enseñanza y difusión del ballet clásico, danzas españolas, etcétera, que desde antes de la primera mitad del siglo pasado realizaron aquí prestigiosos centros como los de Ramón Porta, Dora Indart, Kitty Sakilarides, Janeth Vivar, Raymond Maugé, Inge Bruckman, Olga Valdez, Martha Reyna, Esperanza Cruz, Guillermo Rodríguez, entre otros valores. Asimismo constan los nombres de los profesores que en similares establecimientos enseñaron los bailes populares a quienes querían lucirse en las reuniones familiares de cumpleaños u onomásticos, la fiesta barrial e institucional o cualquier otro motivo de esparcimiento al compás de las contagiantes notas de los valses, fox trots, one steps, guarachas, boleros, congas y más ritmos otrora predominantes en el ambiente musical. Un aviso clasificado de El Universo de agosto de 1930 lo testimonia: “Miguel A. Martínez, profesor de bailes modernos, perfeccionado en Nueva York en la misma escuela del malogrado artista Rodolfo Valentino. Clases privadas y particulares. Chile 605”. Y lo mismo este de 1947: “Profesora de bailes modernos. Aprenda Ud. los bailes de moda: porros, guarachas, mambos, bote samba, etcétera. Enseñanza individual señoritas y caballeros. Colón 711 y Chanduy” (ahora calle García Avilés). Como ocurre ahora con quienes acuden a aprender reggaetón, perreo, vallenato, bailes árabe e hindú, merengue, salsa y hacen baileterapia con axé, zumba, pop tropical y cumbia, nuestros padres y parientes mayores iban en pos de sus instructores para saber danzar los inolvidables temas Noches de Hungría (fox trot), Ay mamá Inés (rumba), Carolina cahó (conga), Ay, Sandunga (vals), Qué rico el mambo (mambo), La cumparsita (tango) y otras piezas más que caracterizaron a esos años. 106

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Otro clasificado del 12 de octubre de 1932 en El Universo consigna: “Profesora de baile por 3 sucres semanales. Aprenda tango, fox trot, vals, etcétera. Sucre 708 y Morro” (ahora Rumichaca). La maestra danesa Ellen Holst, en 1947, daba cursos de tres meses con gimnasia rítmica y baile (vals, tango, swing, fox trot) y la Sociedad Hijos del Trabajo auspiciaba una Escuela de Baile y Declamación a cargo de Alberto Santana, con bailes modernos y criollos. Tal era la dedicación de los maestros y el aprovechamiento de sus alumnos que muchos se consagraron como bailarines en los conocidos establecimientos de diversión con que contaba Guayaquil años atrás y, en igual forma, en el tradicional American Park, que solía organizar concursos y maratones de bailes para distracción del vecindario, lo cual aseguraba nuevos discípulos para los profesores y academias. Tiempos actuales En el 2005 se siguen publicando avisos de planteles dedicados a la enseñanza del ballet clásico y semiclásico, bailes modernos, pop latino, pop rock y otros ritmos de moda. Allí Danzárabe, de Neme Quintero-Touma; Cuballet, de Mayi Daet Rodríguez; Producciones Mirian Terán, Danzas Jazz, de Miguel Salem; los estudios de Yesenea Mendoza, Hugo Guerrero y otras conocidas figuras de la danza. Esto es, a breves rasgos, la remembranza de las escuelas o academias de bailes populares que también se inscriben en la memoria urbana guayaquileña. Su propósito no ha desaparecido, porque los actuales planteles amplían sus servicios al incluir modelado, poses, desfile de pasarela, canto, locución y otras modalidades y expresiones artísticas.

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Al ritmo del son, guaracha y conga Los nombres de orquestas de antaño y de salones de baile aún viven en el recuerdo.

El American Park contaba con una gran concha acústica donde grandes orquestas animaron los bailes de la época.

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a orquesta de Juan Cavero llenó una época del ambiente musical guayaquileño. La orquesta Blacio Jr., cuando su cantante Alfredo Barrantes popularizó El casamiento, Jarro pinchao y Acuarela de río. ‘La Blacio’, como también se la llamaba, deleitó a muchos guayaquileños en sus actuaciones en vivo. El swing, el fox trot, el son, la conga y el chachachá, lo mismo que la guaracha, el porro y el mambo, fueron algunos de los ritmos que disfrutaron los guayaquileños en varias épocas del siglo anterior, cuando asistían a divertirse en los tradicionales sitios que tuvo la ciudad.

En aquellos lugares y en los que se mantuvieron en actividad hasta más allá de las décadas del setenta y ochenta, orquestas, bandas y grupos musicales del prestigio de la Blacio Melody, Tropical Boys, Costa Rica Swing Boys, Blacio Jr., Siboney, Continental, Mayarí, América, Falconí Jr., entre otros, deleitaron a muchos en esos inolvidables años, cuando se bailaba con los músicos en vivo. Lugares para todos Además del American Park, otros escenarios que presentaron espectáculos artísticos con masiva concurrencia fueron el Roxi Night Club, Fortich, Tenis Club, Club de la Unión, Cima’s del Bim Bam Bum, la sala de fiestas del hotel Humboldt y el hotel casino Miramar, entre otros. Igual acogida tuvieron el hotel Crillón, el restaurante Dominó y el salón Pauli. 108

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La orquesta Blacio Jr.

Sobre estas líneas, la Costa Rica Swing Boys y a la derecha, Juan Cavero y su conjunto.

A partir de 1970 se tornaron populares las pistas de baile del River Oeste, el Club de Trabajadores Guayas, la Asociación de Empleados y los salones Azul y Blanco del Canal Central, que funcionaban en el edificio de la Sociedad de Carpinteros. Conforme transcurrió el tiempo cambiaron los ritmos y aparecieron otros. Las orquestas que interpretaban charlestón, son montuno, bolero y contagiantes melodías pusieron en su repertorio temas bailables de jalaíto, cumbia, merecumbé, paseíto, merengue, etcétera, que aún disputan preferencia con la salsa y otros ritmos contemporáneos. Tandas bailables Los “mata bailes”, como lo recuerda el folclorista Guido Garay, escogían el lugar para divertirse, aunque algunas veces debieron recurrir a muchas artimañas para colarse como pavos, en cualquier fiesta de casa, en la esperada quermés colegial o esa reunión que tenía como gran atractivo la orquesta de su predilección. Germán Arteta Vargas

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Las orquestas de los Hermanos Silva y Falconí Jr.

Incluso al mediodía, en atardeceres y noches de bohemia, la juventud y gente adulta de antaño buscaron populares locales del tipo del American Dancing, que ofrecieron números artísticos y las tandas bailables (siete congas) que los clientes e invitados especiales ansiaban disfrutar. Hubo agrupaciones que permanecieron vigentes por muchos años y algunas cambiaron de nombre y estilo, cuando los directores cedieron el paso a sus descendientes. Otras desaparecieron definitivamente porque murieron sus creadores o dejaron la actividad artística por diferentes motivos. Pero lo rescatable fue la gran labor que cumplieron, no solo para ayudar al desarrollo del arte musical en Guayaquil sino por brindar esparcimiento y diversión a nuestra comunidad, dueña de espíritu alegre y festivo. AGRUPACIONES En la extensa lista de agrupaciones musicales que tuvieron gran acogida en Guayaquil constan, entre otras, las siguientes: • Orquesta Pinar del Río • Julio Rubira y su conjunto • The Tropical Boys • Orquesta de los Hnos. Blacio, cantando Rubén de Alvarado • Orquesta Ritmo del Caribe • Orquesta Nicolás Mestanza y Álava • Orquesta Safadi • Orquesta del maestro Julio Oyaque, cantando Walter Cavero • Juan Cavero y su conjunto • Conjunto Los 5 Ases, con Kiko Fuentes • Orquesta Casino • Colón Silva y su conjunto • Orquesta Tropicana • Orquesta Charles y sus estrellas • Orquesta Los Dinámicos • Conjunto tropical Los Bambinos

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• Orquesta de los Hermanos López • Armando Pibe Aráuz y su conjunto • Lucho Nelson y su quinteto Fantasía • Conjunto Amazonas • Conjunto Los Chavales, con Raúl Rodríguez • César Borgoño y su conjunto • Alfonso Romo, Chinchorrín, y su conjunto • Víctor Freire y su conjunto • Rosendo ‘Chendo’ Pino y su conjunto • Conjunto de los Hermanos Silva • Orquesta Blacio Jr. y su cantante Alfredo Barrantes • Reinaldo Farfán y su conjunto • Sonora Tropical • Abel Elías y su conjunto Mayarí • Orquesta Guayaquil • Pepe Salcedo y su conjunto • Conjunto Sensación, con Juan Cavero • Orquesta Los Azules, con Max

Zum • Conjunto Ritmo del Jazz, canta Raúl Arenas • Orquesta Los Diplomáticos, con Hernán Clavijo • Conjunto Los 5 Ases, con Víctor Morelli • Conjunto Los 5 Ases, con Kiko Fuentes • Combo El Sonido Latino • Los Universitarios • Los Chicombos, con Kiko Fuentes • Hugo y sus catedráticos • Los Jockers (Manabí) • Medardo y sus Players (Quito) • Grupo 8, con Evelio Rodríguez y Alejandro Vergara • José Vicente Blacio y su conjunto • Conjunto Los Chavales, con Raúl Rodríguez • Orquesta Santa Martha • César Ponce y su conjunto • Super Grupo Los Flash • Los Monarcas Guayaquil Nostálgico


Los almacenes de telas que marcaron una época Pocos de estos locales todavía atienden, tras una labor que formó parte de la memoria urbana.

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l cierre del popular almacén Briz Sánchez, que por décadas atendió a los guayaquileños y visitantes de la metrópoli en sus tradicionales locales de Aguirre 211 y Clemente Ballén 214, seguramente causó pesar y despertó añoranzas en quienes a diario transitan por lo que fue el “casco comercial de la urbe” y sus alrededores. Además, entre las amas de casa que iban en pos de telas para sus propios vestidos y los de su prole, y de los sastres y modistas que habitualmente concurrían a proveerse de géneros y materiales diversos para cumplir con sus ‘obras’. Esta novedad hace recordar que ya no están por ese mismo sector, en el que predominaron los negocios de ventas de telas, los añejos almacenes El Siglo, Bazar Suizo, Casa América, La Casa Blanca, Andretta, Barakat, La Francia, La Marsellesa, Fayad y otros que tornan interminable la lista. Tampoco los de Luis S. García, Germán Terán, Achi, Popular y tantos otros que desde antes de la primera mitad del siglo XX ocuparon los bajos de los edificios de la Municipalidad de Guayaquil y Gobernación del Guayas. Lo mismo ocurrió con locales de popularísima acogida como El Baratillo del Obrero y Casa Briz, en Diez de Agosto entre Seis de Marzo y Pío Montúfar, frente al también desaparecido Teatro Central, y el Almacén Internacional, de Julio M. Clavijo, en Diez de Agosto y Rumichaca, esquina. De igual manera, aquellos de tipo Beit Ala, de Atala Touma, que desde muchachos escuchábamos en anuncios en la voz de Armando Romero Rodas y Ufredo Molina Vargas por radio Cristal y otras emisoras de la localidad. Algunos testimonios Como prueba de los incontables establecimientos ligados a la importación y venta de telas, que igualmente sirvió para que guayaquileños y afuereños pusieran de manifiesto su espíritu visionario y de apego al trabajo, en las páginas de El Universo de la centuria pasada, en revisGermán Arteta Vargas

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tas y publicaciones especializadas y en la memoria misma de los vecinos están muchos más nombres de esos locales que lamentablemente desaparecieron. Incluso quedan los nombres de las telas nacionales y extranjeras que buscaban los interesados para confeccionarse o mandar a ‘coser’ la parada diaria, o la que serviría para presumir y estar a tono con las fiestas octubrinas, del ‘santo’ de la casa y de Navidad y fin de año. Común nos resultó entonces escuchar a las abuelas, madres y ‘costureras’ de la familia referirse a la popelina, sempiterna, dril, supernaval, gabardina, alpaca, nailon, tela espejo, lino, paño, cretona, tropical, casimir, tropical, organdí, piqué, vuela, tafetán, y otros géneros que generalmente se los vendía por yardas y varas y después por metros. Eran esperados los remates y ferias de saldos y retazos. Sin embargo, en cuanto a los almacenes de antaño todavía contamos con varios de ellos que desafían el paso del tiempo y los altibajos de la actividad comercial, sumándose a los establecidos en los últimos tiempos. Como ejemplo citamos A. Samán, de Diez de Agosto y Chile, que incorporó otras líneas de productos; La Casa de Oro, en Aguirre y Pedro Carbo, de Manuel Adum; Bodegas Nader, en Aguirre y Escobedo; y Depósitos Nader, en Chimborazo y Aguirre y Colón y Lorenzo de Garaycoa. Otros almacenes En los distintos años fueron Casa Waldorff, Mercantil Garzozi, Otto Ycaza, San Antonio, Francisco Cañarte, Said Hanna, Cattán Hnos., Marta Salem, Dansaab, Ex-Im-Co, Bazar Roma, Baduy & Cía., Bucaram Hnos., Dassum Hnos., Kronfle Hnos., La Casa Siria, Comercial San Agustín, Almacén Victoria, Manzur Pérez, Casa Pepe, Casa Aidita, Venetto, Bocaccio, Said (Importadora Said), etcétera. A los clientes También se les ofrecía popelina rusa, cáñamo blanco y doble, paño casimir, popelina llana, lino irlandés, nailon crespolina, tafetán, borlón de seda, bramante de hilo, alpaca, crinolina, piel de tiburón, holán habano, batista llana, grau de seda, peterpanes estampados, gasa blanca, seda perla, silduca, vuela llana, piel de ángel, burato, céfiro listado, randas, brocados, shantung de seda, seda gamuza llana, etcétera. Algunas telas desaparecieron del mercado, pues ya no se las fabrica. 112

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¡Qué oficios aquellos! Antiguamente era común contratar una nodriza para amamantar a niños cuyas madres no tenían suficiente leche. Hay más casos.

L

os avisos clasificados de los periódicos y los anuncios de las radioemisoras no mencionan en esta época que se busca una nodriza o criandera para un recién nacido, o que por el sector de Orellana y Panamá, los comerciantes de cacao necesitan cacahueros o escogedoras de café. Tampoco en las noticias se lee y escucha cualquier novedad sobre algún charolador que quizás no cumplió con su trabajo, o de los apuros de un carretonero, ante la bravura de la yegua que arrastra su transporte. Esto responde a los grandes cambios que experimentaron pueblos y ciudades como Guayaquil, donde el abromiquero, que se dedicaba a recoger los desechos humanos de las casas de Guayaquil, perdió protagonismo por el establecimiento del alcantarillado, o el caso del sombrerero, que se quedó sin clientela porque la nueva moda ya no demanda ese accesorio.

Incluso el dinamismo de nuestro idioma descartó una gran cantidad de arcaísmos y neologismos, que la costumbre popular adoptó y mantuvo en vigencia por mucho tiempo, tal el de paje, denominación actual del sirviente, que ciertos presumidos llaman asistente doméstico. Se extinguieron Entre las ocupaciones extinguidas totalmente, como la del abroquimero, están los aguadores, que proveían del líquido desde el río o las fuentes a las familias de la ciudad, mas cuando se generalizó el servicio de agua potable mermó su ocupación. Posiblemente la versión moderna de los aguadores sean los tanqueros, que llevan y reparten el agua a los sectores suburbanos. Hasta la década del cuarenta fue común que los diarios tuvieran avisos en los que se solicitaba “nodriza o criandera, con media leche o leche entera”, para un niño cuya madre no podía amamantarlo. El popular término hermanos de leche surgió precisamente porque la criandera compartía la leche de sus senos entre su propio hijo y el de la familia que la contrataba. En 1927 los comerciantes y otras instituciones de Quito pidieron al Instituto Mejía que organizara un curso especial para taquígrafos, pues estos profesionales escaseaban entonces. Germán Arteta Vargas

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En la actualidad, por aquello de la electrónica y sus grabadoras, computadoras, videos, etcétera, ese oficio quedó para el recuerdo. Los vagoneros, que fueron muy solicitados por la Empresa de Carros Urbanos, desaparecieron con ese servicio. También son escasos los basteadores de colchones, que antes fueron muchos por el uso de esos enseres del hogar, rellenos de lana de ceibo o paja, sin los somieres y espumaflex con que los hacen las industrias actuales. Los radio-telegrafistas tuvieron igual suerte, por el avance de las telecomunicaciones. 1890. Operadoras de teléfono.

Se usan poco

Larga es la lista de las ocupaciones y oficios que aún conservan sus nombres, aunque a veces son escasos los que se dedican a ellos como carpintero de ribera, carpintero de banco, ebanista, talabartero, alfarero, afinador de piano, marroquinero, escribano, camisera, bordadora, tercenero, mayordomo, etcétera. En otros casos, el preceptor o educacionista tomó los nombres de profesor o maestro; el jifero se denominó matarife y el conocido pulpero de antaño no es otro que el tendero. También se usan ya poco los términos auriga, estanquero, hortelano, vaporino, práctico, vivandero, rozador, celador, barrenero, ama de llaves, dama de compañía, cuadrillero, destajista, porquero, que resultaron bastante leídos en los avisos de periódicos hasta casi la mitad del siglo anterior. Y qué decir del sencillero, que cada semana visitaba los hogares para cobrar las cuotas pactadas por la compra de muebles o prendas de vestir.

GLOSARIO

Carpinteros de ribera trabajando en un astillero de Guayaquil.

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Auriga: cochero o conductor de carro. Estanquero: vendía aguardiantes y otras bebidas alcohólicas en los estanquillos. Matarife: se ocupaba de matar y descuartizar reses. Destajista: trabajaba a destajo (por la tarea) y no por el tiempo invertido. Charolador: que barnizaba con charol u otro líquido la superficie de un mueble. Comadrona: mujer sin titulación que asistía a las parturientas. Celador: que se dedicaba a vigilar el mantenimiento del orden público. Marroquinero: que se ocupaba de la fabricación de artículos de piel o de cuero. Práctico: el que por conocimiento del lugar dirigía a las embarcaciones. Guayaquil Nostálgico


Aquellas populares canciones que testimonian inolvidables épocas Muchas melodías que divirtieron a nuestros mayores todavía siguen en la mente de sus descendientes.

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uando ocasionalmente alguna emisora de la ciudad desempolva su discoteca para hacernos escuchar temas como La conga, con su pegajoso estribillo: “Una, dos y tres/ que paso más chévere/una dos y tres/que paso más chévere”, no hay duda de que tales acordes alegran e iluminan el rostro de los mayorcitos de la casa y también contagian a quienes crecieron disfrutándolos en los tiempos de su apogeo. Pero no solo es La conga la que da paso a ese hermoso recuerdo, sino otras piezas de popular contenido que abuelos, padres y amigos cantaron y bailaron en la primera mitad del siglo XX (1950) y unas décadas más adelante. Allí los casos de El zorzal, Ay mamá Inés, Zandunga, Damisela encantadora, Camina como chencha, El guereguere, La jicotea, Pata gambá, La cinta verde, La pacharaca, La niña preguntona, El ladrón, etcétera, que hacen extenso el inventario. Muchos son los fanáticos de estas piezas que para gozarlas a plenitud recurren a sus viejos tocadiscos y cancioneros. Ellos se entusiasman al tararear o interpretar el pasodoble “Juntito a la guacachina una mañana te vi,/ tú me miraste de mala gana/ y yo me muero de por ti”. Igualmente, “María Teresa tiene ganas de cumbachar/ cuando suena la orquesta empieza a regodear” o “Decime papaíto/ qué come la ballena/ ella no come nada/ de peces vive llena”.

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A finales de la década del treinta y comienzos de la del cuarenta, la guaracha y el son estuvieron de moda en Guayaquil. De la misma manera cobraron auge el merecumbé, merengue, paseo, porro y otros ritmos populares, al igual que el mambo, chachachá, la rumba y la mismísima conga, que se bailó hasta el cansancio en los principales sitios de diversión existentes en nuestra ciudad. Desde entonces aparecieron muchas composiciones que el pueblo aprendió y conservó para disfrutarlas individualmente o con sus familiares y amigos en fiestas y noches de bohemia. Esa lista se convirtió en herencia y referente para quienes ahora las añoran con especial deleite y se alegran al repetir sus compases. Tales las que dicen: “El capitán Vallejo, bizarro capitán/ hace marchar las tropas/ con el ritmo del chachachá” y “Hoy enredé a tu balcón/ un lazo verde esperanza/ con la esperanza de verlo/ prendido en tu pelo mañana en la plaza”. No olvidemos las alegres letras “Érase un pollito enamorado/ que marcaba el paso en una esquina/ con su nuevo traje endomingado/ echaba el ojo a una gallina”. Tampoco la que dice: “El patito chiquito/ no puede ir al mar/ porque en el agua salada/ no puede nadar” y tantas otras que quedaron grabadas en la memoria colectiva para un permanente gozo espiritual, gracias a intérpretes solistas y orquestas ecuatorianas y extranjeras que asimismo grabaron los discos de 78, 33 y 45 rpm.

ACORDES

Todos bailaban al son de pegajosos temas.

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En la nómina de canciones populares de antaño no hay que olvidar las siguientes: • Se va el tren (fox trot) • Los cadetes (guaracha) • El gavilán (jorocho merengue) • Con medio peso (guaracha) • Merengue apambichao (merengue) • Musaraña (guaracha) • Salud, dinero y amor (vals) • Ay mamá Inés (rumba) • Momposina (porro) • Damisela encantadora (vals) • La pastora (tango) • La calandria (ranchera) • La cucaracha (corrido) Guayaquil Nostálgico


Los centros de diversión de antañ, en el recuerdo Ahora son parte de la memoria urbana y motivo de añoranza para quienes fueron a sus instalaciones para divertirse.

Los centros de diversión buscaban excelentes artistas para sus espectáculos.

C

omo en casi todas las urbes del mundo, Guayaquil tuvo y tiene esos lugares de diversión que en distintas horas del día pero especialmente en las noches acogen los fines de semana u otro día al adulto o joven citadino y curioso que gusta del baile y cuantas novedades más ofrece este tipo de locales. Lo que actualmente llamamos discoteca, boite, cabaré, etcétera, antaño nuestros abuelos y padres denominaron dancing, grill o night club. Con algunas diferencias entre ellos porque tienen actividades específicas, también forman la identidad urbana y se apegan al folclore social por la carga de motivos que encarnan propietarios, trabajadores y clientes asiduos o informales. Así lo demuestran los tradicionistas Guido Garay, quien los describe en su libro testimonial Recuerdos de un viejo guayaquileño, y Alberto Guzmán Rodríguez en la obra Al compás de los recuerdos.

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Ensayamos, pues, un apretado inventario de los dancings y salas de baile que hicieron furor en las décadas del treinta y cuarenta del siglo pasado, hasta cuando aparecieron modernos boites, grilles y clubes que también fueron famosos a partir de la segunda mitad del mismo siglo XX. Muchos testimonios Locales que no olvidan citar Garay y Guzmán en sus textos son el Ideal, de Judith Sierra, donde se bailaba con saco y corbata, y el American Dancing, de los hermanos Merchán, en Colón y Machala, famoso por el baile de las siete congas. Asimismo, el Crosley, de los Viera, diagonal al American Dancing, en el que se compraban tiquetes para recibir atención y entregar a la pareja luego de bailar una pieza. También evocan el Liberty, de Segundo Erazo, con espejos y luces, ubicado en Clemente Ballén 1414 y Machala; el Juventud Alegre, de Juan Gómez, en Aguirre y Machala, al que concurrían especialmente los jóvenes; el cabaré Ideal, de Aguirre y Machala, frente al cine Quito; el conocido Flor de Levante, en la planta baja del American Dancing; y El Mónaco, en Boyacá y Manuel Galecio, sector donde funcionaban similares establecimientos. El teatro dancing Ideal, frente a la plaza de La Concordia (1937), acogió a muchos parroquianos. De igual manera, el Dixie Night Club (Sucre y Quito) en 1943 presentó al conjunto de Carlos Aguilera y su cantante Guillermo Romero, con repertorio de música antillana. 118

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Hubo el Hawai Night Club en Colón 1218; el Roxy Nigth Club, donde tocaba la orquesta Costa Rica Swing Boys, y el dancing Pabilón Baratito, en Machala 512 y Padre Solano. Otras novedades Con la introducción de nuevas costumbres en la segunda mitad de la centuria anterior se establecieron el Morocco Night Club, cuyo aviso decía: “primera boite de lujo del país con orquesta propia” y atendía en Aguirre 2501. Igualmente se afianzaron los clubes y grilles Miros, a orillas del Salado, pasando el puente Cinco de Junio; Azul del hotel Humboldt Internacional; Henry, del hotel Crillón; y el nigth club Maxim’s, en General Gómez 913. También fueron muy concurridos los grilles Tropicana y Can Can, en el barrio de Víctor Hugo Briones y Diez de Agosto; el Alibabá de Diez de Agosto 120 y García Avilés. Como no todos ofrecían espectáculos frívolos y strip-tease con bailarinas (vedettes) nacionales y extranjeras, sino formal esparcimiento para quienes únicamente querían bailar, los vecinos asistieron a comer y danzar en los restaurantes boites Raphael Internacional de Víctor Emilio Estrada 414; la terraza Inca de García Moreno y Nueve de Octubre; el restaurante dancing show Pauli de Panamá y Roca; y por supuesto, el American Park, situado en la actual plaza Rodolfo Baquerizo Moreno. También eran otras épocas, con gente respetuosa y sin los peligros que se viven en estos días. Larga resultaría la nómina de estos lugares, por lo que dejamos abierta la tarea de evocación al amigo lector. Ya habrá oportunidad para referirnos a establecimientos tan emblemáticos de Guayaquil como la Cantina de Mamita, El Barco, Bongo Soda, Rosado y los restaurantes Fortich, Melba, El Piave, El Búho, El Barco, entre otros. Germán Arteta Vargas

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Viajar en lancha, un hermoso recuerdo En 1945, en las haciendas de Los Ríos, la gente utilizaba las lanchas como transporte.

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or negocio o paseo, trasladarse desde Guayaquil a otros pueblos de la región fue siempre una agradable experiencia. El Guayas, Babahoyo, Daule, Vinces y otros ríos representaron las vías más usuales.

Hasta las décadas del sesenta y setenta, nuestra ciudad y otros pueblos vivieron del auge de los viajes fluviales. El incremento de las carreteras terminó con el sistema de transporte fluvial y marítimo de cabotaje de la región tropical occidental, dice el maestro y periodista Ángel Véliz Mendoza en su obra Geografía del Ecuador. Esta afirmación resultó muy cierta, pues en las décadas del sesenta y setenta el transporte fluvial declinó casi totalmente, al punto que desaparecieron las rápidas lanchas a motor que sustituyeron a los lentos vapores impulsados por ruedas. Hoy solo queda para el recuerdo una que otra pequeñísima embarcación que surca el Guayas o alguno de sus afluentes, a diferencia de las incontables balsas, chatas, chalupas, canoas de pieza y de montaña, balandras, vapores, motoveleros, lanchas, etcétera, que también se observaron en diario ir y venir por las aguas del Daule, Yaguachi, Babahoyo, Jujan, Naranjal y otros sistemas hidrográficos a fines del siglo XVIII y buena parte del XX. Diversas rutas Sin olvidar el efectivo aporte que dieron a la economía regional y nacional los armadores y capitanes de los vapores que movilizaron cacao, arroz y otras riquezas exportables desde las zonas de producción hasta Guayaquil, es justo destacar la labor de los motoveleros que establecieron trayectos para el transporte de pasajeros y mercaderías entre esta ciudad y Puná, La Libertad, Manglaralto, Salinas, Manta, Esmeraldas, Limones y más pueblos de la Costa ecuatoriana. 120

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Avisos y embarcaciones de una época muy añorada.

Remembranzas Pero son los viajes de antaño en vapores y lanchas los que motivan permanente evocación en incontables personas, quienes por una u otra razón gozaron de esa experiencia. Ellos se acuerdan que desde los agitados muelles de Guayaquil –verdaderas colmenas por el febril movimiento de marinos, vendedores de mercachifles, cargadores, pasajeros– se emprendían viajes de negocio o placer a Pascuales, Daule, Nobol, Santa Lucía, Salitre, General Vernaza, Vinces, Babahoyo, Ñauza, Jujan, Baba, Puebloviejo, Caracol, Ventanas, Catarama, Pimocha y otras poblaciones ribereñas, especialmente guayasenses y riosenses. Asimismo, que en calidad de pasajeros de primera o segunda, sentados en las rústicas bancas o meciéndose al vaivén de una hamaca, se disfrutaba de una travesía placentera de varias horas, complementada por un nutritivo desayuno, un suculento almuerzo o merienda mientras desde la proa se llenaban los ojos de bellísimos paisajes que aparecían a lo largo de los ríos o grandes esteros. Algunas curiosidades Al revisar el segmento ‘Información portuaria’ que diariamente publicó El Universo en 1921, encontramos que los vapores y lanchas solían partir desde los muelles 7, 8, 9, 10 y desde la Balsa Amarilla. Germán Arteta Vargas

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Los pasajes tuvieron diferentes precios acordes con la época y los hubo de 5, en primera, y 3, en segunda, en 1968. Hubo lanchas que ofrecieron su servicio con transbordo en carro (chivas). El Universo publicó hasta 1940 los nombres de los pasajeros que iban y venían en los vapores y lanchas. Ruta muy conocida fue en 1969, por ejemplo, la de Samborondón, Boca de Caña, Salitre, General Vernaza, Angélica, Pimocha y Babahoyo. En cambio hubo en esa misma época vapores y motonaves como el Presidente Colón, Olmedo, Jambelí y Dayse Edith que salían regularmente en la noche para Puerto Bolívar y Santa Rosa, cobraban 20 sucres a los pasajeros de primera y 10 sucres a los de segunda. La motonave Eva hacía viajes regulares a Puná y Balao; otras pequeñas se dirigían a Mondragón, General Villamil (actual Playas), Puná, El Morro, etcétera. Incontables forjadores

Los románticos muelles guayaquileños.

Siempre se repitieron los nombres de capitanes, armadores, empresas de transporte fluvial como Tomás y Mario Burgos, Juan B. Nieto, Alejandro Martínez y Clemente Yerovi Indaburu.

También los hermanos Villacrés Moscoso, Luis Soriano Viejó, Obdulio Coello, Julio Barberi, José Francisco Manosalvas, Isaías Álvarez y otros que recogen los libros de Julio Estrada Ycaza, José Antonio Gómez Iturralde, Jenny Estrada y la memoria de los usuarios del servicio fluvial. Las lanchas no solo transportaban cacao, arroz, leche, sino además ganado en pie y otros tantos enseres útiles para los habitantes del agro y las respectivas mercaderías para sus negocios. El tiempo de los viajes en vapores y lanchas fue sin lugar a dudas una época hermosa y romántica que no volverá, pues hasta los ríos de ahora por descuido nuestro no tienen el caudal necesario para el desplazamiento de tales embarcaciones, que también quedaron olvidadas. El característico sonido del motor de la lancha que esperó la creciente del río Grande (o Babahoyo), por ejemplo, para emprender el viaje de placer o negocio está hoy solo en el recuerdo. Lo mismo podemos decir del strambay, que anunció el apego a un barranco para que la gente llegara feliz a su destino... 122

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Sin el ‘pase’ nadie podía cambiarse de domicilio Para mudarse, los guayaquileños necesitaban el ‘pase’ reglamentario.

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l dato que trajo la columna ‘Un día como hoy’ de diario El Universo, en la que se recuerda que hace 75 años a Benigno Vega lo llevaron detenido a la Policía por cambiarse de casa sin portar el ‘pase’ correspondiente, motiva a destacar ese detalle que para muchos ciudadanos podría resultar curioso. Hasta la década del cuarenta y algo más fue común en Guayaquil que los padres y jefes de familia acudieran a la Intendencia de Policía para solicitar el permiso necesario, el pase, que los autorizaba a dejar su anterior departamento o casa para fijar la nueva residencia. El trámite era obligatorio, en especial si entre la morada desocupada y la que entraba en servicio había considerable distancia. Así, con permiso en mano, el interesado contrataba los servicios de carretas o camiones para el traslado de sus muebles y demás enseres. Viveza criolla Sin la profusión de estos tiempos, la viveza criolla apareció en aquella época y hubo muchos que aprovecharon la noche para cambiarse y no cumplir ese requisito. El pase, como lo llamaron popularmente, quizás les negó el dueño de casa que les retuvo el recibo del último canon de arrendamiento por morosos. También porque en atención a un registro que se llevaba, la autoridad los conminó a ser mejores vecinos y dejar a un lado comportamientos indebidos. Pero hubo dueños de casa que para librarse de inquilinos molestosos extendían la tan ansiada papeleta que probaba que el interesado estaba al día en sus arriendos. Con nuevos vecinos El Universo, que siempre brindó información oportuna a la comunidad, hasta casi la mitad del siglo pasado mantuvo la columna diaria ‘Cambios de domicilio’, con el detalle del traslado de una persona o una familia completa de un barrio a otro. Hasta los más ocupados se daban unos minutos para leer el indicado servicio, pues allí tenían la oportunidad de conocer qué vecinos dejaron el barrio o quiénes serían los próximos. Similar a la lista de los cambios de casa, diario El Universo publicaba la columna ‘Registro Civil’, con las inscripciones, matrimonios in extremis, nacimientos, divorcios y defunciones de cada día. En igual forma, los nombres de los pasajeros que venían de Guayaquil y salían de él por lanchas, barcos, aviones, vapores y trenes; los ingresos y egresos del Hospital General, los pasaportes concedidos, los telegramas rezagados, los huéspedes temporales de hoteles, las citaciones deportivas, erogaciones a casas asistenciales, etcétera. Germán Arteta Vargas

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Resbaladera, bebida tradicional vigente El nombre resbaladera identifica a una bebida antigua y común en Costa Rica y otros países de Centroamérica, mas en Guayaquil, al comienzo del siglo XX, sirvió para bautizar a los locales donde se expendía la sabrosa preparación, que es la chicha de arroz con que nos deleitaban madres y abuelas.

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l libro Estampas de Guayaquil del folclorista Guido Garay, consigna que en esta ciudad la denominación de resbaladera la tuvo uno de los más acreditados establecimientos que vendía el refresco durante la primera mitad del siglo pasado. Luego, similares negocios popularizaron el término y por último este se arraigó para referirse por igual a locales y preparaciones. La chicha de arroz se elaboraba de algunas maneras, pero la más común consistía en remojar, moler y cernir el grano en cedazo de crin de caballo; además del azúcar y hielo, le agregaban leche descremada, clavo de olor, esencia de vainilla, pimienta dulce (de olor), nuez moscada, etcétera, según el gusto del ama de casa. En las fiestas por ‘santos’ y cumpleaños era un ritual brindarla a los invitados; en los salones le añadían helados y la servían acompañada de empanaditas de morocho, pasteles de gallina, natillas, cocadas, quesadillas y otros dulces. Además de carretillas y quioscos que atendían al paso a los transeúntes y por carecer de identificación comúnmente los llamaban resbaladeras, hubo lugares de gran concurrencia que siguen en la memoria porque se identificaron a plenitud con el folclore que trata sobre las comidas y bebidas: el ergológico.

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Un establecimiento contemporáneo que vende la chicha resbaladera.

Antiguo quiosco de La Resbaladera.

Los establecimientos ubicados alrededor de la plaza Rocafuerte, entre el depósito de bomberos Salamandra y los almacenes de A. Begué; el de Clemente Ballén y Chimborazo; Capitán Nájera y Eloy Alfaro; y los de la avenida Rocafuerte frente a la Proveedora, en el sector de La Planchada. También atendieron por mucho tiempo los negocios de Colón y Chile, Pedro Carbo entre Sucre y Diez de Agosto, Santa Elena (hoy Lorenzo de Garaycoa) y Diez de Agosto. En el Directorio Comercial del Ecuador (1936) se anuncian los locales de La Resbaladera, tanto de los herederos de Ludeña como de R. Vargas. Hubo otros expendios en populosos barrios y el Malecón, donde se concentraban jóvenes y adultos en pos de una atención que muchos todavía los añoran. En nuestra urbe existen algunos sitios que conservan la tradición de preparar la chicha de arroz, aunque en muchísimos hogares prefieren la tarea más rápida y dan cabida a las bebidas gaseosas, los refrescos en polvo y otros preparados que muy poco se acercan al sabor de aquella. Si los guayaquileños de décadas pasadas acudieron a saborearla en las tiendas de la familia Vanegas, los de ahora tienen la oportunidad de revivir emociones o conocerla en La Parada, de Roberto Evangelista, en García Moreno entre Luque y Aguirre; y la Chicha Resbaladera, de Gustavo Ramos, en Rumichaca y Nueve de Octubre. En algunos centros comerciales se sitúan las carretillas de Juanito, el Chichero. De igual manera, en los quioscos ubicados en Seis de Marzo y Gómez Rendón, y de Eloy Alfaro y Colombia, de los numerosos comercios que existen y en los que continúa vigente la receta de antaño y solo ha cambiado el valor del vaso, pues si antes se pagó “medio” (0,05 sucres), después 20 y 30 centavos de sucre, actualmente su valor está entre los 25, 30 y 60 centavos de dólar. Germán Arteta Vargas

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Canciones populares que alaban los íconos religiosos La historia de la música recoge infinidad de composiciones de fe y gratitud por lo divino.

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nsayar un breve inventario de las canciones populares ligadas al título de esta crónica volandera es una invitación a la añoranza, pues recordaremos los incontables nombres de temas que escuchábamos en radios y voces de nuestros mayores y de aquellos que en pegajosos ritmos actuales incrementan la lista. Sin olvidar las obras académicas o serias y las tradicionales (villancicos, chigualos, etcétera) que se reviven periódicamente en Ecuador, siempre habrá un vasto material con testimonios de amor y agradecimiento al Ser Supremo, a Jesucristo y María, y a los santos que como patronos y protectores realizan o procuran los ansiados milagros. Hay letras de canciones que en todo su contenido exaltan a quien se las ha dedicado, tales las baladas Jesucristo y Ave María, que interpretan el brasileño Roberto Carlos y el español Raphael, respectivamente. En otras únicamente se los alude, o en el caso del pasillo ecuatoriano Rebeldía, los versos denotan la inconformidad del autor para lo que él considera que la justicia divina no llega. Entonces tengamos presente la vieja guajira a la Virgen de la Caridad del Cobre, de Celina y Reutilio; la balada Se busca, que popularizó José Luis Rodríguez ‘El Puma’; el huapango Ruega por nosotros, éxito de varios cantantes mexicanos como Antonio Aguilar y Miguel Aceves Mejía; y Una cruz de madera, balada de los Hnos. Arriagada. En el ámbito ecuatoriano igualmente tuvieron enorme difusión el vals Por qué Dios mío, del dúo Aguayo-Huayamave; el pasacalle El Cristo de oro, cantado por Fausto Huayamave; y la ranchera El crucifijo de piedra, que solía interpretarla Olimpo Cárdenas. En los últimos años, en ritmos tropicales se grabaron San Antonio (merengue), Virgen de la Candelaria (cumbia) y Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos (salsa). Siglo XX En varias décadas del siglo XX fueron muy escuchados los boleros Creo en Dios y Plegaria a la Virgen de Fátima, las rancheras El pecador y Oh... Gran Dios, y en el sesenta las baladas Yo tengo fe, de Palito Or126

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tega, y Jesús es mi pastor, de Leo Dan. La nómina se acrecienta con los temas Cómo no creer en Dios, El Cristo de la Palacagüina, de Carlos Mejía Godoy; 100 kilos de barro, balada interpretada por el grupo Boddega de Guayaquil, así también los discos de larga duración y compactos de solistas y grupos católicos y cristianos que militan en el campo musical, como Luis Veloz, Fernando Gómez, Pepe y Ulbio Loor, además de la cantante Irma Aráuz, que grabó el LP La plegaria y la cruz, con versos de Antonio Moya Llona, entre muchos otros. Como siempre lo aconsejamos, súbase sin demora al carro del recuerdo y en unión de familiares y amigos agregue nombres que escapen de esta breve nota. Nunca olvide que ‘cantar es orar dos veces’. RELIGIOSAS También constan en la lista de temas populares que invocan el sentimiento religioso: • Tata Dios (huapango): Hnos. Miño Naranjo y otros • Virgen de la Macarena (pasodoble): Los churumbeles de España • Virgen de la Cavadonna (canción asturiana): Los Bocheros • Santa Bárbara (merengue): Celina y Reutilio; Celia Cruz • Hacia el calvario (pasillo): Luis ‘Potolo’ Valencia • El Todopoderoso (salsa): Héctor Lavoe • A mi Dios todo se lo debo (salsa): Joe Arroyo • Los fariseos (salsa): Boby Cruz • Hoy he vuelto (balada): Joch Valnes • Madre de los jóvenes (balada): Joch Valnes

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La madre, inspiración de músicos, escritores y productores de cine Canciones, poemas, ensayos, esculturas, pinturas y películas exaltan el rol de las madres del mundo.

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ntes de que la norteamericana Anna M. Jarvis (1864-1948) consiguiera en su país la primera celebración dedicada a las madres en 1908 y la oficialización en 1914 de la fiesta anual para el segundo domingo de mayo, ya en el mundo resultaban incontables las obras de cultores de las bellas artes que se inspiraron en el sagrado ser. En Ecuador, en mayo de 1930, en Quito, comenzaron los primeros festejos públicos por ese motivo, y en Guayaquil, que inauguró el primer monumento del Ecuador a la madre (1948), seguido de la designación de las Madres Símbolo.

La literatura es rica en textos (prosa y verso) inspirados en las madres. Algunos son íconos populares. Allí la célebre novela La madre, del ruso Máximo Gorki; la composición La madre, del obispo chileno Ramón Ángel Jara: “Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor...”; y la del ambateño Juan Montalvo titulada La madre: genio benéfico, ángel de la guarda... Hay poemas de autores extranjeros que se popularizaron y qué decir de las grabaciones en discos del Indio Duarte, Enrique Rambal, Roberto Vicario, Jorge ‘Chino’ Carrera y otros. Hay versos de César Dávila, Pablo Hanníbal Vela, Ileana y Gonzalo Espinel Cedeño, Alfonso Moreno Mora, Manuel Andrade Ureta, Jorge Carrera Andrade, Mercedes Martínez, José Enrique Zúñiga, Pedro Ribadeneira, Luis Lupino y otros autores. El pintor Eduardo Kingman fue uno de los más pródigos en temas de la madre, también Oswaldo Guayasamín, Aníbal Villacís, Luis Miranda, Félix Aráuz, Bolívar Peñafiel y otros. Los escultores Francisco Jiménez, autor del monumento a la madre en esta ciudad; Manuel Velasteguí, Yela Loffredo, Francisco Arteta. El cine destaca con un buen número de filmes norteamericanos, mexicanos, hindúes, italianos. Como ejemplo Busco a mi madre (Cesáreo Darletti, María Arconti), No basta ser madre (Isabel Corona, Sara García), Sacrificio de una madre (Bárbara Mujica, Leonardo Favio), Madre India (con la actriz Nargis); Madre, ayúdame a caminar y Abnegación de una madre, producciones hindúes; las mexicanas Cuando los hijos se van, El hijo pródigo, Madre querida, Los hijos que yo soñé, protagonizados por figuras como Sara García, Libertad Lamarque, Carlos López Moctezuma y Fernando Soler. Los largometrajes Dos mujeres, Imitación de la vida, Madrecita, canción del alma y Rosie, que emocionaron a miles de espectadores. Pasillos, boleros, valses, pasacalles, sambas, yaravíes y rancheras son ritmos que forman parte de los inagotables temas musicales populares. 128

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La figura de la madre está presente en el arte ecuatoriano en cuadros como los de Guayasamín (izq.) y Eduardo Kingman (der.); también en la literatura universal en el libro de Máximo Gorki.

Julio Jaramillo es el cantante ecuatoriano que grabó el mayor número de melodías: Madre cariñito santo, ¡Oh pintor!, Para ti madrecita, Mi madre es mi novia... Otros temas son Encargo que no se cumple, que canta Tito del Salto; Amor de madre, por Los Montalvinos; Quiero verte madre, de Segundo Bautista; La canción de los Andes, de los hermanos Miño Naranjo, Los Brillantes. Composiciones que llaman la atención son Mamá, de Danielito; A la sombra de mi mamá, de Leo Dan; Mamá vieja, de Los Visconti, y por supuesto, el bolero El retrato de mamá y el emotivo tango Consejo de oro. Germán Arteta Vargas

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Las antiguas casas disqueras y la época musical de antaño Locales de venta de discos fomentaron hace varias décadas el arte y la diversión en la ciudad.

Primer local donde atendió J.D. Feraud Guzmán.

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los emblemáticos nombres de los almacenes J.D. Feraud Guzmán, El Porteñito, Emporio Musical, Cardoso, Jairala, Claverol, L. F. Aguilar, Freire y otros que impulsaron el cultivo y la difusión de la música en sus varias expresiones, hoy recordamos a otras empresas de igual actividad y a quienes con espíritu visionario las mantuvieron para regocijo de los vecinos de la urbe. Ensayamos, pues, un breve inventario con nombres que están en la memoria de cantantes, instrumentistas, aficionados, familias, emisoras e instituciones que organizaban actos en los que eran necesarios los discos, equipos de amplificación, instrumentos, repuestos, etcétera, según la actividad por realizarse. Aunque algunos de los negocios registrados desaparecieron, otros se renovaron y

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El público amante de la música llenaba estos locales.

continuaron en la actividad pese a los problemas económicos, la piratería de las grabaciones y los novedosos cambios que presentó este campo comercial desde la segunda mitad del siglo pasado. Distribuidores de discos Si populares fueron las marcas de discos Ónix, Columbia, Orión, Odeón, Éxito, Cóndor, Fuentes, Aguilar, Fénix, Rondador, Angelito, Polydor, Velvet, Virrey, Orfeón, Sono Radio, RCA Víctor, Fiesta, CBS, Musart, Angelito, Granja... similar popularidad tuvieron los almacenes que los vendieron. Allí los casos de los comercios inicialmente nombrados y también Conviértalo, Suéscum, Récord, Discomundo, J. Isaías Silva, Bazar Musical, Cardoso, Su Disco, Discos Carlos, Distribuidora Xavier, Casa Vilma, El Disco de Oro y otros tantos que escapan a esta crónica fugaz pero llena de añoranzas. La mayoría de estos almacenes que se concentraron en el viejo ‘casco comercial de la ciudad’ distribuía discos de casas extranjeras y de fábricas nuestras y del resto del país como Ifesa, Fediscos, Studio 2, Fadisa, Compañía Fonográfica Ecuatoriana (Caife) y otras. Aquellos complementaban su servicio con la venta de instrumentos musicales y accesorios para los equipos de reproducción musical. Alquiler de equipos Cuando los músicos tenían su ‘maní’ (contrato), las entidades obreras y sociales ofrecían algún evento y los grupos políticos programaban mítines barriales, acudían a alquilar amplificadores, parlantes y cuestiones similares a La Panameña, de Lorenzo de Garaycoa y Luque; Kid Charol, en Luque y Garaycoa, y donde Ángel Garófalo, en Garaycoa y Luque. Germán Arteta Vargas

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De manera similar en el negocio del Prof. Eduardo Alvarado, como ahora lo realizan donde Gallardo, Parramont y más locales ubicados por el sector de Rumichaca y Zaruma, García Avilés y Francisco de P. Icaza y los alrededores. Sin olvidar la acción pionera que desplegó en Guayaquil el lojano Antenor Encalada, hay que destacar que en las páginas de El Universo, junto a los avisos de J.D. Feraud Guzmán encontramos anuncios sobre The Víctor Store, que en 1930, en Pichincha y Luque, distribuyó “nuevos discos ortofónicos, tangos argentinos, fox trots, one steps, valses sentimentales, canciones mejicanas, pasillos, sanjuanes, tonadas y yaravíes”. Otro anuncio de esa década pertenece al almacén de Clodoveo González, en Vélez 107 y Pedro Carbo. A comienzos del siglo XX se leyeron promociones de establecimientos a cargo de profesionales de la música que incursionaron en la actividad comercial como el europeo Claudino G. Roza. En las dos décadas posteriores también son frecuentes los avisos de los almacenes Reed & Reed, y su área de música que distribuía los discos Víctor, e instaló un estudio de grabación para prensar, por ejemplo, la marca Ecuador. Esperamos que esta nota traiga recuerdos para sumar a los nombres citados algunos otros de establecimientos y personajes que, ya lo resaltamos, fomentaron el apego de los vecinos. Ifesa, primera fábrica de discos que funcionó en Guayaquil.

Almacén de música El Porteñito.

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Recibir comensales es un servicio que se identifica con la historia guayaquileña Incontables familias y establecimientos de la ciudad atendieron a empleados, obreros, estudiantes, viajeros eventuales y otras personas que buscaban su alimentación diaria en un ambiente hogareño y fraternal.

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estimonios de protagonistas directos, libros de memorias porteñas y los avisos clasificados de periódicos como El Universo en distintas épocas del siglo pasado y lo que va del XXI, dan cuenta del importante papel que tuvo el servicio de los comensales que se brindó en nuestra ciudad, donde aún hay rezagos de aquel negocio pese a las modernas alternativas de atención a quienes por distintas razones no pueden almorzar o comer (‘merendar’) en sus hogares. Sin duda los comienzos de esta actividad mercantil en nuestro medio estuvieron en la época colonial y hubo grupos familiares, establecimientos particulares y hasta pequeñas empresas que la aprendieron. Recibir comensales permanentes o pasajeros se convirtió, pues, en un negocio que ayudó a mejorar el presupuesto de modestos empresarios y aseguró el ambiente hogareño buscado por quienes estaban lejos de los suyos al momento de servirse los alimentos. En el Guayaquil de la centuria anterior fue bastante común que por cuestiones económicas o de transportación, horarios de trabajo, etcétera, numerosos empleados de almacenes, oficinas estatales y particulares, estudiantes, obreras, vendedores ambulantes, dueños de caramancheles y más pequeñas ocupaciones se dirigieran a los domicilios o restaurantes conocidos por recibir a sus clientes comúnmente llamados comensales. Los que recibían la atención pagaban de manera diaria o mensual por el almuerzo o la merienda que les servían los propietarios de los negocios o jefes de casa, donde los asistentes entablaban amenas conversaciones, disfrutaban de un ambiente cordial e incluso afianzaban una verdadera y larga amistad. Los menús eran variados y quienes acudían asiduamente a esos locales tenían en los dueños y habituales concurrentes a sus amigos, conocidos y hasta confidentes. Algunos empresarios trataban de ofrecer mayor comodidad a su clientela y en lugar de apuntar sus nom-

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bres en cuadernos y libretas mandaban a confeccionar vistosas tarjetas con los días del mes para que el comensal lleve un mejor control de su asistencia. Otros ponían música adecuada para la tertulia y cuando llegaron los televisores colocaron el aparato en lugar visible para que los concurrentes disfruten de los programas durante su breve permanencia. No faltaron los que hacían descuentos o ‘esperas’ prudenciales a sus asiduos favorecedores, que por imprevistos no podían cancelar sus consumos diarios, quincenales o mensuales. También se daban modos para averiguar el día del ‘santo’ o cumpleaños y obsequiar algún dulce y refresco especial. Lo cierto es que cada detalle robustecía el clima cordial de la reunión diaria, generalmente de lunes a viernes, y ocasionalmente hasta el sábado. Los más emprendedores publicaban avisos en los diarios de la ciudad para incrementar la clientela. En sus años de vida, El Universo continúa publicando clasificados que se relacionan con el popular servicio de los comensales que, como se lo dijo, son parte de la memoria guayaquileña en las que se unen el trabajo enaltecedor, el servicio al prójimo y la tradición. Alojamiento “Pensión Europa presenta nuevo servicio de comedor, con una alimentación sana y buena, fresca e higiénica. Trato de familia y atención al gusto. Chanduy 212”. Comensales “Se reciben comensales a precios módicos, comida sana y abundante en Luis Urdaneta 213. (Noviembre de 1950)”. 134

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Estudios fotográficos que captaron rostros y sucesos

El fotógrafo Walter Jara en su estudio.

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urante las primeras décadas del siglo pasado, cuando la fotografía tomaba auge en esta ciudad y los recursos de quienes la ejercieron eran más artesanales que técnicos, hubo establecimientos que acapararon la preferencia de los ciudadanos deseosos de obtener la foto de la familia y de acontecimientos sociales. De igual forma los buscaron las entidades culturales, obreras, deportivas, y otras, para conservar recuerdos de sus actos conmemorativos. En Guayaquil, desde 1850 en adelante, en periódicos, revistas, balcones y esquinas se anunciaron servicios fotográficos como los de Ricardo Tossel, Enrique Till, Julio Báscones, Neumane y Cía., Salvatierra Hnos., que dan fe del recorrido por este arte. Entrado el siglo XX hubo nombres que ahora dan paso a la añoranza: las fotografías Grau (Enrique), que también ofreció servicio de fotograbados, según un anuncio de 1909; Santos, ‘modernamente’ instalada en 1925 en Nueve de Octubre entre Boyacá y Chanduy, actual Francisco García Avilés; y Édison, que ofrecía retratos desde un sucre la media docena, en Luque y Chile, al lado del teatro Olmedo. Antes de finalizar la primera mitad de la centuria pasada ya gozaba de acogida en sus trabajos el maestro Miguel Jordán, uno de los personajes emblemáticos que por muchos años ejerció esta rama artística. Germán Arteta Vargas

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Otros locales que incrementaron la nómina de los estudios fotográficos en nuestro medio fueron Jaramillo, Bravo, Galindo, Valdivieso, Zurita, Córdova, Emporio Fotográfico, Fernandel, Argüello y Cristal, que ya no solo ofrecieron las fotos de estudio en blanco y negro, sino que sus dueños salieron a captar los testimonios de los programas de entonces. Al llegar la década del cincuenta se consolidó el prestigio de muchos de aquellos y se establecieron otros que pronto alcanzaron notable desarrollo, pues introdujeron los cambios de la técnica de la época. Nombres populares Por el entusiasmo y profesionalismo de sus propietarios hubo y hay talleres muy conocidos en el medio. Incluso introdujeron el desarrollo tecnológico de este arte, para continuar con la atención a quienes heredaron de sus padres y mayores la costumbre de ir a fotografiarse o pedir que acudan a los domicilios o sedes institucionales. Una lista que avivará el recuerdo del lector no puede prescindir de las fotografías Jordán, González, Lípari, Escobar (Simón), Ibáñez, Olimpia, Valdivieso, Pérez, Jara, Rafael (de Eulogio Santos Garzón), Cinefoto, Estrella, Soni, Arévalo, Titus, Astudillo, Estudio 45, Colorama, Fotosonido, Olimpia, Mora, Arcolujo, Jurado, Victoria, Lumiere, Ecuador, Romero, Luminofoto Silva, Fotecas, Richard, Em Fo Ca (Emporio Fototécnico Huancavilca), Escobar Jr., Armas y muchas otras, hasta llegar a las más contemporáneas que el público conoce, escucha y busca siempre. En este breve recuento que abre la posibilidad de incorporar más nombres de establecimientos y de profesionales del arte fotográfico, es justo consignar los de Miguel Jordán, Rosalino Carchi, Walter Blaschke Cros, Michael Wengerow, José Escobar Ramos, Simón Escobar Saá y Luis Hugo Alvear Mendoza, quienes lo enseñaron y difundieron sin egoísmos entre sus parientes, discípulos y futuros colegas. A Melchor Lavayen lo llamaban el ‘fotógrafo de los artistas’, porque capta sus actuaciones en los escenarios; Franco Andrade recibió felicitaciones por su libro Guayaquil nocturno sin flash, y Elio Armas editó Fotografías de Guayaquil. Otros ‘artistas del lente’ han editado iguales obras. Aunque la cámara digital y los nuevos sistemas fotográficos inciden en el desplazamiento de la fotografía de estudio y de los talleres donde aún no desaparecen los compuestos químicos y la fórmula para lograr la mejor imagen, aún resulta imposible prescindir de aquellos porque las bondades de su arte están testimoniadas en aquellos trabajos que los encuentra en el álbum de cualquier familia porteña, conocedora de lo gratificante que es ver una antigua y bien conservada imagen. Fotógrafo del parque Centenario.

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De difuntos, sepelios, misas e indulgencias Pocas costumbres quedan sobre el tema de los muertos. Otras cambiaron o desaparecieron.

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a declaratoria del cementerio general de nuestra ciudad como Patrimonio Cultural del Ecuador invita a recordar algunos de los casos vinculados especialmente con la necrolatría, que según el maestro y folclorólogo riosense Justino Cornejo Vizcaíno constituye el “culto máximo de los guayaquileños a los muertos”. De entre esas manifestaciones que responden a la tradición de la ciudad, gran parte de ellas se mantienen vinculadas con la religión católica. E igualmente permanecen en la memoria colectiva y son testimonios del folclore social de la urbe. Aunque en esta época el sorprendente desarrollo El Cementerio general tecnológico suele influir en de Guayaquil en sus los afectos humanos y sus comienzos. obligaciones espirituales, todavía hay quienes cumplen a cabalidad con los preceptos sociales y se confunden, sin reparos, a familiares y allegados de la persona fallecida. En cambio otros, en menor cantidad, se abstienen de participar en un velatorio, el rezo del rosario, el acompañamiento al camposanto para la inhumación o exhumación del pariente, amigo o conocido, la asistencia a una misa de réquiem, etcétera, argumentando que nunca les inculcaron participar en tales actos. Costumbres perdidas Desde antes de la primera mitad del siglo anterior desapareció el llamado viático, acto por el cual el sacerdote administraba la extremaunción al enfermo ya desahuciado por la ciencia y para quien sus familiares solo esperaban un milagro. Los parientes y amigos del enfermo acudían a la iglesia para acompañar al sacerdote que salía de ella portando el cáliz, en tanto un monaguillo o asistente sostenía el palio que lo cubría. Atrás del presbítero marchaban grandes y pequeños portando velas encendidas con un forro Germán Arteta Vargas

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Sepelio de un niño.

de papel de despacho que hacía de pantalla; asimismo, iban rezando sentidas plegarias a Dios por la persona que recibiría el sacramento. Cuando llegaban a la casa del moribundo, el sacerdote procedía a escuchar su confesión, darle la absolución y ungirle los santos óleos. Cumplido el ritual, el religioso retornaba al templo seguido del mismo séquito. Café con rosquita En los velatorios de ahora son contados los deudos que brindan a los acompañantes el popular café con rosquitas, pues las colas suelen resultar más prácticas ante la falta de tiempo y porque en ocasiones aquellos no se realizan en los propios domicilios, en los que incluso durante la madrugada se servían el aguado o caldo de gallina para restituir las fuerzas de los que acompañaban a los deudos del difunto. En los velatorios de los niños tampoco se juega al golfín, que no tenía ninguna malicia y era un entretenimiento para demostrar ingenio y agilidad mental. Predominan actualmente los jugadores ‘profesionales’ de cartas que buscan ganar dinero y llegan a estas reuniones sin conocer siquiera al difunto. Cuando el uso de los aparatos de aire acondicionado era escaso en los hogares y en los locales donde eventualmente se realizaban velatorios, había la costumbre de colocar debajo del ataúd una lavacara con grandes trozos de hielo para atenuar los estragos del calor y conseguir que el cadáver se mantuviera fresco, sin corromperse. 138

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Cortejo fúnebre con las antiguas carrozas.

Las carrozas motorizadas, que desplazaron a las tiradas por caballos o mulas, también tienen el uso restringido, quizás por lo costoso que torna al servicio de funerales (antes de pompas fúnebres). Aún hay cortejos que recorren grandes distancias desde distintos sectores de la metrópoli hasta el cementerio general. Ahora se acostumbra incluir cantantes y guitarristas en los sepelios para que ofrezcan las canciones que gustaron al difunto. Misas e indulgencias Las eucaristías por los difuntos (misas de réquiem) también han tenido algunas variantes. Se acostumbraba a ofrecerlas de manera individual, pero con el tiempo se estableció darlas en forma colectiva, es decir, en sufragio de varios difuntos en la misma ceremonia. Ciertas iglesias colocaban un ataúd completamente arreglado y frente a él se consignaba el responso del sacerdote al concluir la celebración. Hasta la década del cuarenta las invitaciones a las misas de réquiem solían incluir como novedad que la primera autoridad de la diócesis había resuelto conceder un determinado número de indulgencias –generalmente 50 y 100– a quienes concurrieran al oficio religioso. Los anuncios mortuorios con invitación a sepelio, agradecimientos y misas no han variado mayormente; algunos cuidan de señalar que su difunto falleció confortado con todos los auxilios de la religión católica y le agregan que el pariente murió con la bendición papal. Germán Arteta Vargas

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Recuerdos del confite Límber y los billusos Estos artículos formaron parte de los juegos que divirtieron a niños y jóvenes del siglo pasado.

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a celebración del Mes del Niño, que en esta época y entre nosotros tiene otras connotaciones, sirve esta vez para evocar los numerosos juegos y diversiones que practicó la niñez y juventud de nuestra ciudad, especialmente los que nacieron una década antes y después de la segunda mitad del siglo XX (1950). En la larga lista de entretenimientos que pequeños y jovencitos buscaron para divertirse en unión de sus familiares y vecinos de barrio en las tardes de ‘invierno’ y verano, durante el recreo escolar o el periodo de vacaciones estudiantiles, etcétera, siguen vivos en el recuerdo los juegos de la pelota de trapo, la rayuela, los trompos, las cometas y la pega con vida. Asimismo, las escondidas, el sin que te roce, los zancos, el zumbambico (platillo) y, por supuesto, el juego con bolas en algunas variaciones (pepo, tingue, culebra y otras), cuyos aciertos al lograr el pepo solo, el pepo y trulo, la cuarta y la ‘jeme’ como medida, se pagaba al ganador con el valor pactado en billusos o en la cantidad de las figuritas del popular confite Límber. Quienes evocan los incontables juegos populares de antaño destacan lo mucho que ayudaban a robustecer la amistad y la integración familiar, pues en más de un caso –como el de las cometas– el juguete se lo construía entre varias personas. Ahora, en cambio, dicen, los juegos electrónicos como el nintendo dejan muy poco a la imaginación y al trabajo grupal. El confite Límber Gozó de enorme acogida entre la chiquillada guayaquileña y de otras provincias; fue un delicioso caramelo envuelto por una bonita figura a colores que formaba parte de una serie de tipo histórico-didáctico y recreativo coleccionable, cuyos cuadros generalmente numerados del 1 al 50 tenían un número o cromo ‘difícil’. La historia del Límber se remonta a los años veinte del siglo pasado, pues hay referencias de que el artista Miguel Ángel Valenzuela Pérez ilustró las figuritas de temas sociales y urbanidad por orden del empresario N. Andrade. Posteriormente, N. Loyola mantuvo el negocio sin que el confite pierda el atinado mensaje para sus seguidores ni la plausible orientación que poseía por sus mensajes de cada temporada. En diario El Universo hubo anuncios destacados sobre este caramelo que circulaba en junio. Lo testimonia este aviso del 18 junio de 1950: “Límber ya está a la venta para las provincias del Guayas, El Oro y Los Ríos. La distracción preferida de la niñez y juventud ecuatoriana. Pida en su depósito principal de Benalcázar 216 entre Rumichaca y Lorenzo de Garaycoa”. Algunas familias preferían guardar la colección por los datos y dibujos; otros interesados buscaban los premios apenas completaban la colección. Los chicos de la barriada y de la

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escuela no perdían tiempo para intercambiar las figuras repetidas, ponerle un buen precio a la más difícil de conseguir, y para jugar al pepo, a la ‘montada’ o al ‘quita montón’, utilizando las diminutas pero coloridas figuras rectangulares. Los billusos Eran las envolturas (no cajitas) de los cigarrillos que circulaban antaño, casos del Full Speed, Chesterfield, Camel, Lucky Strike, Welcome, Kool y otros. Se las conseguía regaladas en tiendas y quioscos de la barriada o del fumador de la familia. Algunas veces, por tener pronto la envoltura, los muchachos sin permiso de sus mayores sacaban los cigarrillos que contenían, ganándose el ‘cocotazo’ como castigo. Con el papel en mano, los pequeños lo arreglaban cuidadosamente –incluida la pasadita de plancha– y le daban la forma de un billete. Cumplido el trámite que mejoraba la imagen del ‘billuso’ iban al portal para intercambiarlos, apostarlos y cambiar los de mayor nominación con los de menor valor, pues según la marca del cigarrillo, el billuso costaba 5, 10, 20, 50 y 100 imaginarios sucres. Otro tipo de billusos surgió después, contenido en sorpresas y caramelos que se vendieron en tiendas, bazares y puestos a la entrada de los planteles. Se trató de pequeños billetes con los colores e ilustraciones similares al papel moneda oficial, pero con la clara advertencia de que no tenían valor comercial. Pero nunca faltaron los muchachos de espíritu financiero que vendieron o prestaron los billusos con interés, y otros que les gustaba presumir con fajos de ellos atiborrando sus bolsillos. Así fueron aquellos tiempos del Límber y los billusos, que permanecen en la mente de incontables guayaquileños porque fueron parte de sus juegos apegados a un calendario, que los niños y jóvenes desarrollaron de acuerdo con sus estudios, vacaciones y el clima o la estación predominante. Germán Arteta Vargas

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Guayaquil, escala preferida para artistas extranjeros Nuestra ciudad está entre las mejores plazas para figuras consagradas de la música. Raphael junto con CARR en radio Cristal.

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a triunfal presentación del español Raphael en el Teatro Centro de Arte, una de las tantas realizadas aquí a lo largo de su carrera, nos hace recordar las visitas a nuestra ciudad de incontables intérpretes y ejecutantes extranjeros de música clásica y popular, especialmente a lo largo de los siglos XIX y XX. Si hacemos memoria es un buen testimonio lo del maestro Antonio Neumane, quien llegó al país como miembro de una compañía de ópera y decidió radicarse por algún tiempo entre nosotros antes de seguir a Quito. Otros músicos y artistas llegados del exterior en distintas épocas emularon al francés: Claudino G. Roza, Ángelo Negri, José Barniol, Carlos Arijita, entre muchos otros. Esto último desmiente categóricamente antojadizos criterios de que Guayaquil carece de público para el fomento y la presentación de espectáculos, como los culturales, que ahora al igual que antes tienen audiencia multitudinaria. Así se confirmó en las actuaciones del pianista Arthur Rubinstein en el Teatro Nueve de Octubre en septiembre de 1953; de Tamara Toumanova, la mejor bailarina clásica del mundo, por la misma época, y las del ballet ruso Berioska y del Miami City Ballet en décadas posteriores. En el caso de los intérpretes del género popular la lista es interminable y es notorio que durante el siglo pasado esas visitas se multiplicaron con la inauguración de los hoteles Miramar, Palace y Humboldt, los centros recreativos American Park y Bim Bam Bum. Los teatros Olmedo, Ponce, Nueve de Octubre, Central, Apolo, Presidente, entre otros; la Feria Ganadera Agropecuaria (Caraguay) y la Feria Internacional de Durán; y las emisoras Cenit, Cristal, Atalaya, CRE y tantas otras impulsaron la venida de los cantantes, orquestas, bailarines y cómicos de diversas nacionalidades. 142

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Daniel Santos, la Sonora Matancera, Leo Marini, Enrique Guzmán y Xiomara Alfaro.

Algunos nombres En testimonio de lo que deseamos comprobar constan las visitas a Guayaquil de los cantantes Javier Solís, Celia Cruz, Olga Guillot, Toña la Negra, Cuco Sánchez, Daniel Santos, Xiomara Alfaro, Lucho Gatica, Los Indios Tabajaras, Libertad Lamarque, Sarita Montiel, Antonio Prieto, Bienvenido Granda y Los Cuatro Hermanos Silva. Carlos Argentino, Alberto Beltrán, Leo Marini, Rolando La Serie, José Luis Rodríguez, Leo Dan, Julio Alemán, Donna Behar, Consuelo Vargas, Pedro Otiniano, Pedro Vargas, Rosita Quintana y los hermanos Arriagada cumplieron, asimismo, exitosas presentaciones en la metrópoli guayaquileña. Los baladistas César Costa, Manolo Muñoz, Alberto Vásquez y Henry Nelson; las bailarinas Susana Giménez, Dolly Sisters y Tongolele; los cómicos Lucho Navarro, Resortes, Clavillazo, Vitola y Tin Tan; y los tríos Los Panchos y Los Embajadores Criollos estuvieron varias veces en los escenarios de la urbe. Otras figuras que cosecharon triunfos en el puerto fueron Irma Dorantes, Virginia López, Mona Bell, Álvaro Zermeño, Ernestina Garfías, Lilia Prado, Amalia Aguilar. En las últimas décadas desfilaron Leonardo Favio, Marco Antonio Muñiz, Alberto Cortez, Alci Acosta y El Greco. Orquestas como La Sonora Matancera, Billo’s Caracas Boys, Los Churumbeles de España y otros grupos de bailes tradicionales y de ballet alcanzaron resonados triunfos en la segunda mitad del siglo anterior. Eso fue, a breves rasgos, un inventario sucinto del desfile de artistas de otras latitudes en escenarios porteños, sin las exigencias que acostumbran actualmente algunos excéntricos cantantes, que piden a los empresarios camas con sábanas de seda color rosado, almohadas con pluma de ganso, leche de burra para bañarse y otras extravagancias más. Germán Arteta Vargas

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Ayuda a conservar nuestra identidad vernacular

La literatura gastronómica Numerosas obras testimonian esta actividad que da realce a la comida ecuatoriana y otras tradiciones.

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o habíamos olvidado a quienes a través de los años editaron libros para demostrar que en el país existe una variedad de preparaciones que son el testimonio de la comida criolla y tradicional, cuyo disfrute nos lleva a la evocación, pone vigente el recuerdo de nuestros mayores y nos acerca a los pueblos ecuatorianos que poseen como patrimonio más de un platillo, dulce o refresco con que los identificamos. Actividades literarias pioneras que rescatan esas añoranzas inmersas en el folclore ergológico se atribuyen a Juana Carbo, quien escribió un libro de cocina en el siglo XVIII durante el gobierno de José María Plácido Caamaño. Similar labor cumplió la famosa luchadora liberal María Gamarra de Hidalgo, la Ñata, con el opúsculo Recetario para la olla del pobre. Otro texto precursor es Tratado práctico de cocina para el Ecuador, según las producciones y comodidades del país. En la revista Cultura del Banco Central del Ecuador (1985) Roberto Ramia cita Las recetas de doña Doloritas Gangotena y Álvarez, la cocina en Quito a finales del siglo XIX. En 1946 en El Universo se promociona el Manual de cocina criolla, de 500 páginas, del cocinero profesional José María Quiñónez. Aunque de algunas cocinas desaparecieron la piedra de moler, el molinillo, el rallo, el fogón, la olla de barro, el guardafrío, etcétera, no hay duda de que las amas de casa y los chefs contemporáneos ponen a prueba sus conocimientos y hasta ‘trucos’ heredados y aprendidos para que el seco de chivo, caldo de albóndigas, chupe de pescado, yaguarlocro, queso de leche, los quimbolitos y más platos, postres y bebidas típicos mantengan ese sabor que los convierte en verdaderos manjares para compatriotas y extranjeros. Muchas obras Libros muy conocidos son: Cocine con gusto, de Yolanda Aroca; Recetas criollas: cocinemos lo nuestro, de Julio Pazos Barrera en la colección Biblioteca Ecuatoriana de la Familia (BEF); y Las 627 recetas del libro de cocina de la Okyta (Leonor Hidalgo de Schotel). El científico y escritor ambateño Plutarco Naranjo en la BEF editó Saber alimentarse, documentadas y divertidas páginas que enseñan el valor de hortalizas, frutas y productos de consumo popular. Igual orientación dio Manuel Sotomayor Rivera al texto Desafío al hambre. Mencionamos al Círculo de Lectores, editor de El menú diario ecuatoriano, Delicias de la cocina diaria ecuatoriana, Ecuador dulce: los mejores postres nacionales e internacionales, entre otros volúmenes similares. El maestro Darío Guevara en su libro Expresión ritual de comidas y bebidas ecuatorianas, y la escritora Piedad Larrea Borja en Ñucanchipa Micuna (Nuestras Comidas), también realzan la tradición gastronómica. 144

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Libros de recetas, especialmente de comida ecuatoriana.

Gino Molinari ha publicado obras como Mis recetas casa adentro y Ruby Larrea Sopas del Ecuador (Editorial El Conejo, Quito). Teresa García de Ortiz es autora de Mis recetas favoritas (Paradiso Editores, Quito) y Juana Emilia Sabande escribió el libro Doña Juanita: comida tradicional del Ecuador (Proselec, Quito). Álvaro Silva publicó Cocina y salud: comida criolla vegetariana (Offset Hermano Miguel, 1992) y Freddy Álvarez Castro El sabor del Ecuador (Poligráfica, 1999). Lo hicieron, asimismo, Patricia Baquerizo de Reyes, autora de Cocina de Patricia para celebrar y compartir (Imprenta Grupo Mariscal, 1998), y Martha Riofrío Cevallos con su texto La cocina ecuatoriana paso a paso (Lexus Editores, 2003). Empresas productoras de alimentos difunden la variedad de preparaciones de la cocina nacional. La revista guayaquileña Hogar suele publicar recetarios como el titulado Lo mejor de la comida criolla. El Comité de Damas del Club Rotario Guayaquil Sur entregó Nuestras recetas: ideas prácticas para cocinar con amor, y Fasirnarm, Recetas al gusto (Semanario de cocina). Presentadoras de televisión con espacios para la gastronomía publicaron libros de platos ecuatorianos, por ejemplo: Cocinando con Mariaca, María Rosa y su cocina, entre otras. Recordemos Cocine con Biachi y Cocine con Kristy. Esto es apenas un inventario breve de los muchos libros que recogen la manera cómo preparar aquellos platillos, postres y bebidas que representan la tradición y la riqueza gastronómica que nos enorgullece. Si usted recuerda otros títulos, no dude en comentarlos e incorporarlos a la lista que ensayamos hoy, sin olvidar tampoco la infinidad de dichos y refranes vinculados con la cocina y la comida, como aquellos que dicen: “Para el hambre no hay pan duro” y el muy repetido: “Barriga llena, corazón contento”. Germán Arteta Vargas

SOLAPAS Otras obras que debemos recordar sobre el tema son: Nueva cocina ecuatoriana e internacional (Edidad). Cocina ecuatoriana: las mejores recetas (Juan Pablo Muñoz, Quito). Cocina tradicional ecuatoriana (Ineditec S.A.). Lo mejor de la cocina ecuatoriana: tradición que va de generación en generación (Edimex). Cocina moderna (Carmela Ordóñez de Cobos, 1966). El poder de la comida (Mariana Galarza, Imprenta Noción, Quito).

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Canciones populares para las comidas tradicionales La exquisitez de nuestros platos criollos se exalta en las obras de poetas y músicos populares.

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uestra crónica sobre la literatura gastronómica como ayuda para conservar la identidad cultural abrió otro camino que nos permite recorrer el campo de la creación literaria y musical de gente compatriota que, similar al caso anterior, testimonia la copiosa lista de los platos, bebidas y postres típicos o tradicionales de la cocina ecuatoriana. Aquello se comprueba en los pasillos, sanjuanitos, albazos, tonadas y otras canciones populares que a diario leemos en periódicos y libros o escuchamos en las emisoras. De igual manera, en los amorfinos montubios del Guayas, Manabí, Los Ríos y El Oro, en las coplas serranas y las décimas esmeraldeñas. Allí se consignan los nombres de las preparaciones culinarias criollas que se identifican con el folclore ergológico. Y esas melodías y textos que los recuerdan forman parte del folclore poético, social y narrativo. Algunos de los potajes y bebidas que se citan en las canciones y poemas destacan por ser de tipo regional, caso de los chigüiles de la provincia de Bolívar y el corviche manabita; otras son expresiones de fiestas rituales: la fanesca y el molo, por Semana Santa, y la colada o mazamorra morada, por Finados. Tampoco faltan los nombres curiosos para algunas preparaciones: locro de uñas, sopa chorreada, niños de col, caca de perro (canguil con miel de panela), amor escondido, tigrillo, etcétera. La música Entre los ejemplos que podemos citar en esta modalidad consta el aire típico Ají de cuy, de Alfredo Carpio Flores, los sanjuanitos Échale morocho al pollo, de Julio César Cárdenas, y Pase 30 de chicha, de Gerardo Arias, además del aire típico Compadre péguese un trago, de Guillermo Garzón Ubidia. El pasacalle La tuna quiteña, de Leonardo Páez, dice que “en el santo de Quintana brindarán la mistela rosa y chinguero como miel”; en cambio, en el pasodoble Sangre ecuatoriana, letra de Ben Molar y música de Julio Cañar, los autores invitan al extranjero a comer caucara y beber chicha. En el disco compacto Lo mejor de Loja está el tema Reencuentro, cuyo intérprete describe la belleza del paisaje de la hermana provincia, menciona sus platillos típicos: cecina, maní con bocadillos, alverjas con guineo, arepas de maíz y el seco de chivo con arroz macareño. Lo propio se hace en otros temas que aluden las comidas y bebidas muy propias del país. Allí los casos de los sanjuanitos Testamento del indio (Alberto Sampedro) y La chicha de la santa 146

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(Abilio Bermúdez); los albazos La romería (Gonzalo Godoy-Sergio Bedoya) y Apostemos que me caso (Rubén Uquillas); el cachullapi El canelazo (Gerado Arias), el aire típico Compadre péguese un trago (Guillermo Garzón Ubidia) y la tonada Leña verde (Jorge Enrique Adoum Luis Alberto Valencia). Si revisamos los libros Amorfino: canto mayor del montubio, de Wilman Ordóñez Iturralde; Cantares de mi pueblo, de Luis A. Cárdenas; Palenque (décimas) y Diáspora (compilación de expresiones tradicionales), por Luz Argentina Chiriboga; Saber alimentarse, de Plutarco Naranjo; Tapao, canción y miscelánea (apología rimada), de Julio Micolta Cuero); Amorfinos costeños, compilación de Robespierre Rivas Ronquillo, y otros textos de autores ecuatorianos, podremos observar que se cumple al pie de la letra aquello de resaltar las bondades de la cocina tradicional del Ecuador. Aprovechemos, pues, para recordar canciones y textos literarios que hablan claramente de la exquisitez de las bebidas, los platos y postres arraigados a la expresión popular del Ecuador. La Fanesca y el Molo son parte del ritual de la Semana Santa.

VERSOS Amorfinos

Coplas

Décimas

En la copa de una jagua suspiraba un guaraguao Y en el suspiro decía Qué sabroso arroz aguao. A mí me gusta el ajonjolí Porque tiene mucho ají Se acabó la chicha de jora Que venga la de maní. El aguardiente de caña Es un bruto majadero Que se sube a la cabeza Como si fuera sombrero.

¡Fea como el bagre es como caldo e’ bagre es y quien no la ha probado no sabe cuán rica es! Mañana me voy al cielo ingrata no te he de extrañar, lo que sí me ha de faltar es el chupe de corvina. Guatita con ají quiero cerveza quiero, trago no; también unas lindas guambras, guambras quiero, viejas no!

A chillangua y a pescao huele el aire del ambiente, agua zurumba caliente tiene al pueblo alborotao. Van a servir el tapao con plátano y condimento: vuela el verso a flor del viento como una boca que zumba porque se prende la rumba probando este alimento.

Germán Arteta Vargas

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Indígenas y cómicos en el arte popular de la ciudad La música, el teatro de humor y la fonomímica han tenido buenos exponentes en nuestro medio.

A

unque suman pocos en la lista de un inventario, sin embargo, los compatriotas indígenas que interpretaron la música popular lo hicieron con buenos resultados y obtuvieron relevantes triunfos cuando participaron en presentaciones de radio, televisión y los esperados festivales que otrora acogían a cientos de personas en las salas de cine de la ciudad. Lo mismo ocurrió con quienes cultivaron el arte de la fonomímica, magia, ventriloquia y el teatro cómico, pues algunos de ellos ganaron elogiosos comentarios cuando emprendieron repetidas giras por el exterior. Incluso tenemos el caso de Los Chaparrines y Paco Miller, que residieron por mucho tiempo en naciones latinoamericanas, dedicados completamente al arte que los identificó. Fueron, pues, las emisoras Cristal, América, El Mundo, Atalaya, Cóndor y otras tantas donde nuestros artistas triunfaron. Igualmente lo hicieron en los cines Apolo, Central, Fénix, Guayas, entre otros; el teatro al aire libre Bogotá, la feria Caraguay y los primeros canales de televisión que se establecieron en Guayaquil. De ‘origen’ indígena

Jesús Fichamba..

El laboratorio farmacéutico Drocaras auspició las presentaciones de Baltazar Aguavil, Lolita Aguavil, cantantes tsáchilas (los ‘colorados’ del cantón Santo Domingo, en la actual provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas) y Jesús Fichamba, de Peguche, Imbabura, que en diversas épocas destacaron como intérpretes de música popular y recorrieron el país. Fichamba ganó el segundo lugar del Festival OTI de Sevilla, España, en 1985. En la misma línea de artistas difusores de la expresión vernácula citamos a Kayo Kanata y Humberto Rendón Briones, el popular Don Toribio, quien también difundió las costumbres del montubio litoralense durante los tantos años que ofreció actuaciones y mantuvo el espacio ‘Fiesta campesina con don Toribio’. Además, Daniel y David Pinargote, niños cantantes ‘Colorados’. Causantes de sonrisas Los géneros artísticos del teatro cómico, la ventriloquia, fonomímica y expresiones afines tuvieron en el siglo anterior numerosos cultores, tales los casos de los cómicos Los

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La Escuelita Cómica del Maestro Lechuga. A la derecha , con traje de marinero, el actor cómico Antonio Cajamarca.

Chaparrines, que se establecieron en tierra colombiana y alcanzaron reconocidos galardones, y de Paco Miller (Edmundo Jijón Serrano), el ventrílocuo que maravilló e hizo reír a la gente con su muñeco Don Roque, aquí y en México, donde se afincó. Otros cómicos de épocas pasadas fueron: Leonel Moncayo; Pepe y Juan, los alegres costeños; y Kléber Orellana, Lucho Ordóñez y El Gran Charles, fonomímicos. De manera similar siempre lograron aplausos Los Mimi Gestos, Martha y Tito (Herrera), el mago Palmer y los payasos Frejolito, Pildorín, Cachirulo y Cartuchito. No debemos olvidar a otro ventrílocuo de trayectoria como lo fue Sullivan y Don Cheto.

Don Toribio, humor montubio.

Merecen mención especial el famoso Antonio Cajamarca (Toñito), su pareja Yo Yo y el clan de su familia identificada con La Escuelita Cómica. También el showman Jorge Maciel y los fonomímicos con lauros internacionales Roberto Gallardo y Julio Beymer. Los Huasos Chilenos, dúo que formaron Jaime Reinoso, ecuatoriano, y Domingo Fuentes, oriundo de Chile pero ecuatoriano de corazón, divirtieron a la comunidad guayaquileña en sus programaciones por emisoras de la localidad.

Frejolito.. Germán Arteta Vargas

Tuco y Manuco.

Hasta hace poco estuvieron en apogeo Los Morisquetos, dupla integrada por Guillermo Zúñiga y Mimo Cava (seudónimo); en las últimas temporadas destacaron Tuco y Manuco (Raymundo Zambrano y Lucho Mueckay). 149


Las voces masculinas de nuestra música popular Muchos cantantes ecuatorianos del ayer también arraigaron nuestras canciones y las extranjeras en el sentimiento nacional. Unos aún están en actividad.

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imilar al aporte de las incontables intérpretes compatriotas para la vigencia y difusión de la música popular, cuyo breve ‘inventario’ ensayamos en la crónica del 5 de abril del 2005, el de los cantantes solistas es meritoria y obliga a resaltar de la misma manera esa labor que desde hace años los convirtió en referentes de un singular oficio. Ellos triunfaron en los escenarios de antiguas radioemisoras como La Voz del Litoral, Ortiz, CRE, Cristal, América, Atalaya, El Mundo, Cóndor y Ondas del Pacífico, entre otras, y sus voces se escucharon continuamente en los discos que grabaron con respaldo de guitarristas, conjuntos y orquestas del medio. Igualmente el público los aplaudió cuando fueron parte de los programas y shows que ofrecieron en los cines Presidente, Apolo, Ponce, Victoria, Fénix, los lugares de recreación masiva como el American Park, Bim Bam Bum, el teatro al aire libre Bogotá, los canales de televisión que aparecieron con el correr de los años y más lugares. Lista Antes y después de los emblemáticos Julio Jaramillo con su éxito Nuestro juramento; Olimpo Cárdenas y el tema Bella pequeñita; Marino Álvarez, que grabó el bolero Llanto de luna; y Fausto Huayamabe, triunfador con El Cristo de oro, no podemos dejar de mencionar a José Alberto Valdivieso Alvarado, Walter Cavero, Pepe Jaramillo, Filemón Macías, Guido Intriago y Julio Rubira. Tampoco hay que olvidar las voces de Tomás Rangel, Lucho Vargas Castillo, Bobby Bermúdez, Alfredo Rangel, Aurelio Constante, Julio Ortiz Marín, José Ortiz Marín, Jimmy Rivas, Walter Jara, Juan Cavero, Pepe Salcedo y Lucho Bowen, jun-

Olimpo Cárdenas

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Walter Cavero

Pepe Salcedo

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Juan Cavero

Héctor Jaramillo

Pepe Jaramillo

Kike Vega

to con las de Claudio Vallejo, Galo Ramírez, Alfonso Solines, Pedro Vallejo, Alfonso Rivera y Walter Escobar. Más cantantes de enorme acogida han sido Héctor Jaramillo, Leonardo Enrique Vega, Hugo Enríquez, Roberto Calero Piedrahíta, Aladino, Noé Morales, Ricardo Loor, Roberto Zumba, Raúl Illescas, Elías Vera, Máximo León y Juan Álava. Asimismo, Chugo Tovar, Richard Escobar, Leonardo Chávez, Vicente Reyes, Otto Ferrer, Pepe Caicedo y Tito del Salto. Buena parte de los artistas citados continúan activos, mientras que de los desaparecidos nos quedan sus grabaciones que algún romántico las hace escuchar a sus invitados en las reuniones familiares o de amigos. Canciones No dude el amigo lector en incorporar nuevos nombres a este breve inventario que, estamos seguros, despertará sabrosas añoranzas cuando escuchemos la alegre canción La negra Romelia, interpretada por Elías Vera; Mercedita, por Otto Ferrer; Los jilgueros, por Roberto Calero Piedrahíta, o los pasillos El clavel negro y El pañuelo blanco, que las convirtió en populares Héctor Jaramillo.

Roberto Calero

ACORDES Otros conocidos intérpretes son: • Roberto Zumba • Eduardo Brito • Rogelio Sojos Germán Arteta Vargas

Aladino

• Félix Macías • Alberto Rojas • Jorge Ballesteros • Germán Urgilés • Néstor Sellán • Julio Figueroa

Tito Del Salto

• Óscar Ortiz • Pepe Caicedo • Fernando Lamar • José Antonio Liberio • Julio Chang • Segundo Rosero

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Los guitarristas populares y su difusión de la música En la historia de nuestra ciudad tenemos muchos de estos artistas que dieron fama al arte nacional.

Nicasio Safadi

Enrique Ibáñez Mora

Carlos Rubira Infante

Homero Hidrobo

A

l igual que en cualquier nación del mundo, no siempre ocurre que los cantantes solistas o integrantes de dúos y hasta tríos sepan tocar guitarra para acompañarse en sus actuaciones y ganar el aplauso del público al interpretar los variados ritmos ecuatorianos y extranjeros. Casos excepcionales como los de Segundo Bautista, Carlos Aurelio Rubira Infante, Hermanos Montecel, Enrique Ibáñez Mora y otros donde se unen el cantante y el instrumentista, podrían hacer creer lo contrario. Pero, en un buen número de situaciones, hay excelentes intérpretes que carecen de ese ‘don’ y necesitan obligatoriamente del acompañamiento de guitarristas (requinto y segunda) para consagrarse en sus presentaciones de radio, teatro, televisión y escenarios diversos. Esta nota volandera intenta, pues, recordar nombres de guitarristas que aportaron al surgimiento y difusión de la música popular en nuestro medio, aun más si en repetidas ocasiones se ignora su trabajo aunque conozcamos que gracias a su respaldo triunfan las voces internacionales que llegan por aquí o los compatriotas que salen a cosechar palmas en naciones hermanas. Valiosos referentes Tratemos de recordar entonces aquellas décadas antes y después de los años treinta del siglo XX, cuando a partir del viaje del dúo Ibáñez-Safadi se incrementaron las grabaciones y espectáculos, en los que era común observar y escu-

Wacho Murillo

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Los Hermanos Montecel Guayaquil Nostálgico


Armando ‘Pibe’ Aráuz

Rosalino Quintero

Pedro Chinga

Abilio Bermúdez

char a tantos músicos que dominaban las cuerdas del singular instrumento. Desde la segunda mitad de esa misma centuria en las emisoras CRE, Atalaya, El Mundo, Cenit, Cristal, Pacífico, Cóndor, La Voz del Litoral, América, etcétera, era frecuente escuchar a intérpretes locales y de otras naciones con el respaldo de Armando Pantza Aráuz, el Pibe; Pepe Dresner, Wacho Murillo, Sergio Bedoya, Abilio Bermúdez y Wacho Figueroa. La lista del recuerdo se amplía con los nombres de requintistas o guitarristas como Rosalino Quintero, Bolívar y Paco Lara, Carlos Montalvo, Víctor Galarza, Homero Hidrobo, Naldo Campos, Guillermo Rodríguez, Gonzalo Sánchez, Juan Naranjo, Pedro Chinga, Jacobo Mármol, Armando Alarcón y Vicente Plaza. Asimismo, Augusto Peña, Francisco Espinar, Juan Ruiz, Santiago Chamaidán, Pedro Vera, Paco Lamboglia, Pancho Rivera, José Peralta hasta llegar a los contemporáneos que dan su aporte para el mantenimiento del ejercicio musical. En algunas provincias del país alcanzaron reconocimiento compositores que armonizaron su vocación con el canto y la guitarra, casos de Armengol Barba, Marco Tulio Hidrobo, Carlos Bonilla, Miguel Espinosa, Carlos Guerra, Filemón Macías Joza, Luis Alfonso Nieto, Terry Pazmiño, Francisco Torres, Marcelo Uzcátegui, Manuel Vásquez, Bolívar Ortiz, Benigno Medina, Segundo Cortez, René Zambrano, entre otros. Tampoco debemos excluir a guitarristas conocidos por su estilo personal como Carlos Bonilla, Bolívar Ortiz, Roberto Viera, Eddy Erazo y otros preocupados en jerarquizar la guitarra, sin olvidar jamás los temas populares. Igualmente hubo y hay los que optaron por la clásica para interpretar música académica, así lo testimonia César León.

Naldo Campos Germán Arteta Vargas

Bolívar Lara

Roberto Viera

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Voces que perduran en la música del país Son incontables las artistas que aportaron a la vigencia de las canciones en la memoria urbana.

L

a historia de la música popular en nuestra ciudad necesita espacio para detallar los nombres de esas artistas que se evocan con frecuencia en el hogar o la tertulia de amigos, porque supieron interpretar aquella diversidad de temas que por su contenido en varios ritmos se identificaron con el sentimiento popular. Similar al aporte que ofrecieron y todavía entregan dúos, tríos, cuartetos, quintetos y orquestas citados en anteriores crónicas, las cantantes solistas del pentagrama ecuatoriano e internacional también llaman a ensayar un fugaz inventario, en especial de los valores referentes que suelen recordar quienes conocieron esa época. No solo las radios populares como La Voz del Litoral, Ortiz, Cristal, América, Cóndor, El Mundo, Ondas del Pacífico y otras conocidas antes y después de la segunda mitad del siglo pasado ayudaron al triunfo de las cantantes y sus temas, sino los canales de televisión, las ferias, los shows que empresarios visionarios organizaban en teatros y escenarios, etcétera. Quién no recuerda a Fresia Saavedra, quien hizo famosos los temas El ladrón y La niña preguntona, o a Maruja Serrano, identificada con la guaracha La pacharaca. Igual cosa podemos decir de Máxima Mejía, a quien en sus presentaciones de radio y sitios de distracción, el público le pedía las canciones Desdén, Ventanita y En el campanario. Vicenta (o Vicentica) Ramírez hizo del pasillo A solas su tarjeta de presentación en las audiciones que la tenían como figura principal o alternando con otros aplaudidos colegas. Y qué decir de Carmen Rivas, Cástula León, Zeneida Avilés, Holanda Campos, Lucha Rojas Mendoza y Nancy Murillo, que también recibieron la ovación de sus admiradores.

Cástula León

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Teresa Cardoso Guayaquil Nostálgico


Carmen Rivas

Máxima Mejía

Zeneida Avilés

Hermanas Mendoza Sangurima

Otras artistas que tuvieron el aplauso por sus aptitudes interpretativas fueron Dalila Bowen, Elisa Macías, Katy Jordán, Lourdes Espín, Mary Fuentes, Teresa Cardoso, Gertrudis Vargas y Elba Cañola. Asimismo, no hay que olvidar a Marcia Chapman, Irlandra Meléndrez, Calypso Villamar, Argentina Mendoza, Gladys Santos, Clemencia Samaniego, Lolita Cedeño y Clarita Vera. Otras voces En los últimos años del siglo XX se aplaudió a Ketty Pazmiño, Ketty Kazo, Juanita Romero, Liliam Suárez, Ana Lucía Proaño, Germania Calero, Jenny Peñafiel, Isabelita Puga, Jenny Chinga, Mariana Coloma, Jenny Cabrera, Mary Aráuz, Irma Aráuz, Teresa Franco, Hilda Murillo, Maruja Mendoza, Jenny Rosero, Juanita Córdova y Digna Isabel. Una buena cantidad de las artistas ‘inventariadas’ y otras que escapan de la nómina siguen en la actividad, pues realizan presentaciones o graban discos con los temas del recuerdo, que sus seguidores sintonizan en las radiodifusoras, repasan en los viejos cancioneros o disfrutan a plenitud en las noches de bohemia barrial o entre miembros de la familia.

Germán Arteta Vargas

Holanda Campos

Mery Aráuz

Irma Aráuz

Hilda Murillo

Jenny Rosero

Liliam Suárez

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Cancioneros con letras actuales y del pasado Cuando los radios portátiles, grabadoras, reproductores de discos compactos o modernos walkmans estaban ausentes del mercado sin la demanda actual, quienes deseaban aprender la letra de una melodía de moda pero no podían permanecer junto a un radio para lograrlo, optaban por comprar los cancioneros en los puestos de periódicos y revistas de la ciudad.

A

dquiridas esas publicaciones donde constaban sus canciones favoritas y las fotos de sus admirados intérpretes a quienes querían imitar, grandes y chicos iban de un lado a otro leyendo y tarareando los temas. Era, pues, el cancionero una especie de amigo inseparable de los aficionados al canto y hasta de los profesionales en materia musical. En 1922 circuló el cancionero El aviador ecuatoriano.

Alrededor de la década de 1950 del siglo anterior, en nuestra ciudad se incrementó la publicación semanal, quincenal y mensual de los cancioneros, labor que ayudó a difundir las letras de composiciones nacionales y extranjeras que ahora son una añoranza. Entre los cancioneros de mayor aceptación y habitual demanda estuvo El Mosquito, que editaba Rafael Cucalón, con su colaborador en asuntos de selección de material e impresión, el comandante de Bomberos Andrés Arteta Montes. Nadie perdía los números ordinarios y extraordinarios del cancionero y hasta los políticos se peleaban por aparecer en la portada debido a su popularidad. Publicaciones de similar contenido fueron Cancionero del Guayas, El porteñito, Cancionero del trópico, América, El nuevo cantor, Guayas, Moderno, Amenidades, Alma que canta, entre muchos otros. Lamentablemente, los costos de edición ocasionaron que dejen de publicarse y la costumbre de comprarlos casi desapareció. Pocas imprentas atienden la demanda de los escasos interesados. De los pocos que circulan en nuestro medio están Variedades y Cancionero internacional. 156

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Aunque no son propiamente cancioneros, porque además incluyen estudios documentados y completos en cuanto a bibliografías de autores, acordes, partituras, etcétera, hay que destacar, por ejemplo, Florilegio del pasillo ecuatoriano, por Alberto Morlás Gutiérrez, un referente para conocer letras de ciertas canciones. También constan Cantares inolvidables del Ecuador (tomos 1 y 2) y Joyel Musical o Historia musical de América (dos tomos), de Francisco José Correa Bustamante. Asimismo, están en favor de la difusión de la música nacional los libros Antología de artistas y compositores ecuatorianos, compilado por Adolfo Parra Espinoza, y Antología del pasillo ecuatoriano, de Isabel V. Carrión. Igualmente el cancionero popular Vamos a cantar (Biblioteca Ecuatoriana de la Familia), con su compilador Gerardo Guevara. Érmel Aguirre González publicó Antología de la música ecuatoriana (letras, acordes, partituras, compositores); Jaime Díaz Marmolejo, sus Pasillos clásicos; y Edwin Guerrero Blum editó Pasillos y pasilleros del Ecuador. Libros con amplia información y letras de canciones ecuatorianas son Discografía del pasillo ecuatoriano y Lo que cuentan nuestros pasillos, de Alejandro Meneses. Letras Constan además Cancionero ecuatoriano Demanda Los cancioneros tuvieron gran demanda hasta las (Representaciones Regalado), Antología décadas del setenta y ochenta del siglo anterior. musical de América (Francisco José CoAunque comenzaron a editarse desde los años treinta. rrea Bustamante), Antología de la múActualmente son pocas las imprentas que los publican. sica hispanoamericana (boleros, valses, tangos, rancheras, cumbias, pasodobles, Más conocidos cuecas, sambas, bambucos), de Editorial Del setenta al ochenta hubo varios cancioneros favoritos ABC. Últimamente circula el libro Señor Bolero, del investigador José Espinoza Sánchez, con historia y anécdotas de compositores e intérpretes.

Germán Arteta Vargas

por el público, conocidos con nombres como: Ecuador, América, Variedades, Moderno, Guayas, El nuevo cantor, Cancionero ecuatoriano, Joyel musical (partes I y II), El mosquito, El costeñito, El porteñito, Cancionero del Guayas, Cancionero del trópico, Cancionero internacional, entre otros.

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Edificaciones porteñas que ofrecen añoranzas Estas casas recuperaron su hermosura y prueban la riqueza arquitectónica que posee esta urbe.

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os antiguos y queridos edificios que hasta hace un par de meses pasaban inadvertidos para la mirada fugaz de los moradores y visitantes de nuestra ciudad, hoy lucen sus fachadas bien pintadas y eso permite apreciar toda la belleza de sus líneas y diseños.

Se trata del que se levanta en Chile y Chiriboga, construido para el funcionamiento del Laboratorio Municipal, que después se le llamó popularmente la Planta Sttasanizadora de Leche, y del ubicado en Eloy Alfaro y Venezuela, bautizado como el Castillo Espronceda. El local del Laboratorio Municipal (izquierda), que se creó como “una manera de controlar la calidad de los alimentos y bebidas que se vendían en los establecimientos públicos”, según Pablo Lee en su libro Testimonio y memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil, lo inauguraron el 9 de octubre de 1911, aunque la Dobler & Cía. (Hamburgo) terminó su construcción en mayo del mismo año. Allí funcionó la Planta Sttasanizadora de Leche y más tarde alojó al colegio fiscal técnico Enrique Gil Gilbert, que mientras lo ocupó hizo adecuaciones y ampliaciones en áreas conjuntas. El Castillo Espronceda (abajo), declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1990, data su construcción a comienzos de la década de 1930 y estuvo a cargo del arquitecto español Juan Orús Madinyá, por encargo de su compatriota Miguel Martínez de Espronceda, ya fallecido. Destaca por sus tres plantas, cuatro torretas y la cantidad de ventanas y balcones; en el frente están los escudos familiares del dueño. Actualmente sirve de morada a doña Lucrecia Peribonio Brajcic viuda de Martínez de Espronceda, y varios de sus espaciosos departamentos son de alquiler. En otros años ahí vivieron conocidas familias de la urbe. La foto de un aviso de 1936 rubrica que en esa época fue sede de la fábrica de gaseosas La Frutal, que tantos recuerdos trae a los guayaquileños. La letra del tango argentino Casas viejas por ahora no encaja con estos añosos edificios que testimonian el Guayaquil que estamos obligados a exaltar y cuidar siempre. 158

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La antigua Casa Cuna de la calle Víctor M. Rendón Entre las casas viejas porteñas, esta es una de las que recuerda con emoción la colectividad.

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l calendario de episodios trascendentales de la urbe nos recordó que el 13 de mayo de 1918 comenzaron los trabajos de construcción de un antiguo y querido edificio que aún constituye entrañable recuerdo de la arquitectura guayaquileña y de la filantropía de sus vecinos: el de la Casa Cuna, ubicado en Víctor Manuel Rendón entre Boyacá y Escobedo. Esta añoranza surge por la reciente labor de adecentamiento de la fachada de la añosa edificación, que luce con un color distinto de los que tuvo a lo largo de los años en los que por su deterioro también sufrió reparaciones y adecuaciones que alteraron bastante su estructura original. Antecedentes Se conoce que entre 1910 y 1917, el médico Juan Arzube Cordero desplegó una ejemplar campaña para levantar un edificio que sirviera de albergue a los niños cuyos padres trabajaban durante el día en oficios domésticos y que por esa causa tenían que encargarlos a alguien de su cuidado. Esta obra pionera en el país se consiguió por el empuje indesmayable de su gestor y otros generosos colaboradores que valoraron la intención del mentalizador. El levantamiento del edificio de construcción mixta, excepto la fachada que fue íntegramente de hormigón armado, comenzó el 13 de mayo de 1918 y se inauguró oficialmente el 9 de octubre de 1921 en homenaje al nuevo aniversario de la independencia de Guayaquil. Pablo Lee en el libro Testimonio y memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil, publicado en 1996, ya señalaba entre otras cosas “el alto grado de deterioro del edificio por las transformaciones recibidas, la falta de mantenimiento y el uso para lo cual no fue diseñado”. En décadas pasadas, en ese local que acogió a la Casa Cuna funcionaron el colegio experimental Francisco Huerta Rendón, adscrito a la Universidad de Guayaquil, y el fiscal nocturno San Francisco de Quito. Igualmente, algunos negocios ocuparon en diferentes épocas varias dependencias de sus instalaciones. Germán Arteta Vargas

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Traslado del monumento a Eloy Alfaro

Un cambio al paisaje urbano La escultura estuvo en su original lugar de la av. de las Américas durante 45 años hasta diciembre pasado.

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o que para incontables porteños fue un ícono referencial de su paisaje urbano en el sector norte de la ciudad, efectivamente ya no va más y quienes se acostumbraron por cuatro y medio décadas a mirar a diario la figura del Viejo Luchador en actitud de guiar a sus montoneras hacia la definitiva victoria, constituirá solo un recuerdo. Asimismo, las estampas de promoción turística y los cuadernos que lo mostraron en su antiguo sitio pasaron al baúl de las evocaciones. La estatua se erigió en ese lugar en 1961, cuando aún no se hablaba de la intersección de las avenidas de las Américas con su similar la Kennedy y se la podía admirar con todos sus detalles hasta hace algún tiempo, porque eran escasas las edificaciones circundantes. Los transeúntes diarios y obligados que por trabajo, estudio, viaje o domicilio en las ciudadelas que surgieron al norte la miraban, mantienen en su memoria los inicios del monumento y los cambios que tuvo en ciertas épocas.

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Y qué decir de las agrupaciones políticas, magisteriales e institucionales que en múltiples ocasiones con motivo de la recordación del 5 de Junio (día del liberalismo) y del 28 de enero (aniversario de la muerte del general Alfaro) culminaron sus marchas y desfiles al pie de ese monumento y usaron el pedestal como tribuna y trinchera literaria para arengar a los conciudadanos a la conquista de reivindicaciones. Ahora, para bien o para mal, el monumento a Eloy Alfaro, al que el pueblo con su característica chispa y gracia pero sin perder su respeto al ex magistrado lo motejó como el “No empujen”, está en su nuevo domicilio en el Complejo de la Unidad Nacional, diagonal a los puentes Carlos Pérez Perasso y Rafael Mendoza Avilés, vecindario adonde también las autoridades municipales trasladaron desde el malecón Simón Bolívar la estatua de Guayas y Quil, figuras de leyenda que le daban el nombre a nuestra ciudad. Historia La realización del monumento con que Guayaquil exalta la ilustre personalidad y la obra del líder manabita correspondió al escultor lojano Alfredo Palacio Moreno, autor de otros valiosos trabajos en nuestro medio. Palacio era rector de la Escuela Municipal de Bellas Artes cuando el Comité Pro-Monumento al General Eloy Alfaro, que fundó y presidió Genaro Cucalón Jiménez, le encargó la ejecución del proyecto. El Chaval o Don Alfredo, como le decían con respeto sus colegas y alumnos, contó con la colaboración de algunos de ellos para emprender y terminar la obra que se la entregó al Cabildo de Guayaquil la tarde del domingo 8 de octubre de 1961, con asistencia de Miguel Wagner Velasco, jefe político del cantón en representación del gobernador del Guayas, Carlos Grunauer Toledo, y Amalio Puga Pástor, edil, a nombre del alcalde Pedro J. Menéndez Gilbert. También concurrieron Carlos Baille, decano del Cuerpo Consular; Eloy Avilés Alfaro, en representación de los descendientes del general Alfaro; Armando Espinel Mendoza, Rafael Mendoza Avilés, Manuel Díaz-Granados, Antonio Vera Lago, Clemente Baquerizo, Washington Zavala Loor, Humberto Molinari y demás miembros del comité pro erección. Las alumnas de la escuela de la Sociedad Hijos del Trabajo colocaron una ofrenda Germán Arteta Vargas

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2004. El monumento a Eloy Alfaro en medio de dos pasos vehiculares elevados.

floral y cantaron el Himno Nacional que entonó la banda de la Policía Civil; los estudiantes del colegio Cinco de Junio depositaron una ofrenda. Para los fondos de erección del monumento, el Congreso Nacional creó en 1954 un impuesto que fue limitado a 500 mil sucres y pasado luego a construcciones militares en la frontera por decreto de emergencia del Ejecutivo. Ayudaron finalmente el Consejo Provincial y la Casa de la Cultura del Guayas, la Municipalidad de Guayaquil y otras entidades. Cambios y clonaciones Lo ocurrido en estos últimos meses con el cambio de ubicación del monumento a Eloy Alfaro no deja de causar preocupación en muchos vecinos, pues ellos temen que se pongan de moda las ‘clonaciones escultóricas’ debido al intento que hubo con la que es tema de esta nota, o porque podría aparecer alguna autoridad seccional o nacional con la apresurada e ingrata idea de cambiar de sitio el Reloj Público, la Columna de los Próceres Octubrinos, el monumento a Simón Bolívar y otras obras artísticas que se quedaron en sus ubicaciones primitivas, aunque el entorno urbanístico se desarrolló sobremanera. Recordemos que hace décadas se lanzó la idea de dividir el parque del Centenario y dejar la Columna para que a su alrededor circulen los vehículos; asimismo, que algunos entendidos en urbanismo criticaron la alteración simbólica que sufrió el hemiciclo de La Rotonda, que incluye el monumento a Bolívar y San Martín, pero que aplaudieron la ubicación definitiva para el monumento al prócer y poeta José Joaquín de Olmedo en el malecón del río Guayas.

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Las tercenas son parte de la memoria urbana

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n el habla popular casi todos en algún momento hemos llamado ‘tercena’ a la carnicería, es decir, el local de venta de carne y otras partes de las reses que hasta la penúltima década del siglo anterior fue parte del escenario urbano que se complementó con la ‘pulpería’ o ‘tienda’, la panadería, la peluquería, la botica, el local del zapatero ‘remendón’ y otros establecimientos que daban a cada cuadra del barrio una atmósfera bullanguera pero útil y cordial. Las tercenas se constituyeron en un sitio de concentración de amas de casa, jefes de familia y empleadas domésticas que intercambiaban ‘noticias’ mientras eran atendidos por el propietario del negocio, quien no quedaba excluido de la conversación. Incluso los canes de la barriada tenían una hora fija para situarse frente a estos locales y recibir los trozos de pellejo lanzados por los ‘terceneros’ mientras limpiaban las partes del ganado que les entregaba principalmente el Camal Municipal. En la actualidad, gracias a nuevos métodos de sacrificio y limpieza, la carne, órganos y vísceras tienen otra presentación, en tanto que los perros y gatos olvidaron la costumbre de su cita. En Guayaquil hubo centenares de carnicerías. Como testimonio citamos a la que por varias décadas permanece en Argentina y Guaranda, fundada por Esteban Pazmiño y que ahora atiende su hijo Roberto. En anuncios de periódicos encontramos la de Miguel Romero, en Rumichaca y Sucre, y la de Carmen Peláez, en Quito y Colón, haciendo referencia a la calidad de la carne y su peso completo. Actualmente quedan pocas de las típicas carnicerías, Tercena de Luis Casquete Izquierdo. pues algunas descartaron hasta el uso del hacha para picar los huesos e incorporaron aparatos modernos de refrigeración, por lo que prefieren el rótulo de ‘frigorífico’ para restar la preferencia de los clientes a los supermercados. Aun así hay compradores que siguen fieles a las carnicerías. Satisfecho de su oficio Luis Casquete Izquierdo continúa optimista en su tercena y actual frigorífico Hcda. San Luis, que inauguró hace varias décadas en la avenida Once y callejón G de la ciudadela Nueve de Octubre. Dice que los ‘terceneros’ deben modernizarse, como es su caso. “Cuando mi clientela se incrementó y la atención demandó mayor esfuerzo, aumenté el número de empleados, compré sierras, frigoríficos y congeladores para darles un buen servicio y que no se vayan”, enfatiza. Aprendió en una tercena propiedad de N. Molina, ubicada en Portete y la Octava; cuando se independizó no pensó dos veces en abrir su propio establecimiento. Hace referencia a la costumbre de envolver la carne comprada por sus clientes, que primero fue en papel periódico impreso, después en periódico blanco y finalmente en fundas plásticas. Orgulloso de que su línea de negocio es parte de la tradición que identifica a Guayaquil, dice que él continuará haciendo mejor las cosas para que aquello continúe vigente para bien de la comunidad. Germán Arteta Vargas

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Supermercados de antaño en la ciudad El local que fundó Alfredo Czarninsky logró mayor éxito cuando se incrementó su servicio.

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n su libro Del tiempo de la yapa, la historiadora Jenny Estrada relata cómo se estableció en esta urbe el primer supermercado de víveres, enlatados, etcétera, gracias al empuje del empresario Alfredo Czarninsky, nacido en Prostke, Prusia oriental alemana, quien llegó aquí en 1936 con toda la vitalidad propia de una juventud deseosa de triunfar. Relata la investigadora y periodista Estrada Ruiz que Alfredo Czarninsky, luego de trabajar y obtener el aprecio de la comunidad con los servicios del Salón Rosado, incursionó en otro campo con la apertura de un almacén de conservas, dulces y otros productos similares que no tuvo la acogida pronta y mayoritaria que él esperaba. Pero ocurrió que a su retorno de los Estados Unidos, donde participó en un certamen de adiestramiento empresarial, el visionario comerciante trajo el novedoso sistema del autoservicio y lo implantó desde 1958 como supermercado. Poco a poco la modalidad tuvo mayor demanda en esta ciudad y el país por las permanentes innovaciones introducidas, hasta que el servicio se afianzó al amparo del término comisariato. Incremento de negocios Establecida esa manera de atención al público, quedaron para la historia algunas costumbres de compra, despacho y venta que mantenía una especie de relación de amistad y familiaridad en el pulpero, tendero, vivandero o barraquero (comerciantes o propietarios de locales barriales o mercados populares) y sus asiduos clientes o ‘caseros’ a los que no solo les obsequiaban la popularísima y añorada ‘yapa’, sino que también le fiaban y esperaban hasta que el vecino cobrara su semana, quincena o sueldo mensual.

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No olvidemos entonces que el Supermercado El Rosado (centro, sur y Urdesa), base de los actuales Mi Comisariato, estuvo en Nueve de Octubre y Boyacá. Le siguieron el ABC, en Aguirre 426. El Chimborazo, del que se dice nació en Rumichaca y Aguirre y, al cambiar de propietario, se trasladó a su local en Chimborazo y Colón. De igual manera gozaron de mucha clientela el Super Market Nader, localizado en Luque 214 al 222; el Auto Servicio Noroña, de Delfín Noroña Sandoval, en Santa Elena (actual Lorenzo de Garaycoa) 1518 y Colón; y La Favorita, de Baudilio Mendieta, que igualmente abrió una cadena de locales y sigue en Lorenzo de Garaycoa y Alcedo, desafiando el tiempo e inconvenientes. A la mayoría de estos locales ubicados en el casco comercial del Guayaquil de las décadas del sesenta, setenta y ochenta del siglo XX, hay que incorporar otros nombres en años posteriores, como supermercados Más por Menos (Argüelles y Oriente, Barrio del Centenario), Popular (José de Antepara y Quisquís) y Harto de Todo (ciudadela La Atarazana). La empresa Tía mantiene numerosos establecimientos que siguen la línea de los supermercados. Estos negocios solían publicar avisos en los periódicos de la urbe, especialmente los viernes y sábados; anunciaban ofertas y promociones, entregaban cupones de la suerte similares a los que hacen los actuales, pero con diferentes horarios de atención. Algunos desaparecieron o cambiaron de propietario; pocos continuaron. Aunque las clásicas tiendas de abarrotes, despensas y minimarkets que se observan en nuestros barrios y ciudadelas mantienen vigencia, los comisariatos reciben numeroso público por la facilidad que ofrecen para que este se provea de los más variados productos ecuatorianos y extranjeros (alimentos, ropa, artículos para el hogar), y pague con tarjeta de crédito ante la falta de efectivo. No dudemos, pues, en añadir nombres a la lista que ensayamos esta vez, sin olvidar a los actuales como El Paraíso, Supermaxi, Santa Isabel y tantos otros con similar orientación de servicio a la colectividad.

Avisos sabatinos del Supermercado Chimborazo y Almacenes Tía. Germán Arteta Vargas

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El sombrero, prenda que reinó en Guayaquil Hasta la mitad del siglo XXI, la popular prenda tuvo acogida en todos los estratos sociales.

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imilar a lo que ocurre en esta época con la casi extinguida costumbre de las señoras y señoritas vecinas de nuestra ciudad, quienes al ingresar a los templos católicos jamás olvidaban el velo de tul, gasa, seda o algodón con que cubrían su cabeza, cuello y parte del rostro, el uso del sombrero también perdió vigencia entre ellas y en la población masculina. De allí que ahora es motivo de admiración cuando algún romántico se echa a caminar a las calles y lo hace parte de su vestimenta. Durante el siglo XVIII y hasta la década del cuarenta de la centuria pasada, los guayaquileños y residentes de la urbe –incluidos los niños– tuvieron al sombrero como prioritario asistente no solo en la dura jornada de trabajo mientras arreciaba el sol o la lluvia, sino en el momento del paseo cotidiano y del compromiso social y cultural que sugerían distinción y pulcritud. Los artesanos (sombrereros), las fábricas, los comerciantes exportadores e importadores fueron muchos en aquellos años para satisfacer la demanda.

Aviso publicado en 1899 en el Almanaque Fin de Siglo.

Modelos y locales En aquellos años de dulce recuerdo tuvieron aceptación los sombreros de pita, paja toquilla, cabuya y las tradicionales tostadas; igualmente los de paño y fieltro. Muchos almacenes los exportaban a países americanos y del Viejo Continente, caso de los de marca Montecristi que impropiamente los bautizaron con el nombre de Panama Hats. Hubo en Guayaquil sombrererías dedicadas exclusivamente a las damas y los niños de ambos sexos. Los artesanos sombrereros gozaron del aprecio de la comunidad; los talleres y fábricas dieron cabida a numerosos obreros. El Almanaque de Guayaquil de 1900 incluye avisos de las sombrererías Universal de J.O. Tonesi, que ofrecía los clásicos sombreros de paja, lana, fieltro y los llamados canotier importados de Inglaterra, Francia e Italia para señoras y niños, y la Americana, con ventas por mayor y menor en la calle Municipalidad Nº 61 frente a la iglesia San Agustín. 166

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Otros establecimientos Posteriormente se establecieron Emilio Valle, distribuidor de sombreros Eureka (Valle), en Nueve de Octubre 408 al 412, y la sombrerería La Moderna, de David Arias Vivar, en Nueve de Octubre 626 al 628. Pedro P. Garaycoa, representante de la marca Caradine para la temporada de playa; Chalhoub Hnos. & Cía., con sombreros pastoras para niñas y de paja para señoritas, niños y niñas; Nácer & Cía., en Pedro Carbo y Diez de Agosto; La Juventud Ecuatoriana de Antonio Begué, en Luque 126 y Pedro Carbo 539-543. Fueron muy concurridos los establecimientos de C. A. Pérez, en Pedro Carbo y Aguirre; el de Bigalli, en Junín y Riobamba, y la Sombrería Nacional de Inocencio Villalva, en la av. 2da. Nº 706. La Fábrica Nacional de Sombreros, ubicada en Calixto Romero y Chimborazo, propiedad de Juan Bautista Amat Luna, elaboraba, teñía y arreglaba sombreros de paja italiana, inglesa, tagala y picot de acuerdo con la moda. Tomás Regato, en Boyacá y Luque, en sus avisos en El Universo sostenía: “No tener cabeza significaba no usar sombreros de su sombrerería”. El almacén Barberán, que aún existe en Primero de Mayo y Quito, acumuló prestigio como distribuidor de los sombreros de paja toquilla que llegaban desde Manabí, Cuenca y diversos lugares de la península de Santa Elena. En definitiva, el uso de este artículo fue muy común en esta urbe y más ciudades y regiones del país, que por su situación geográfica, tradición y trabajo sus moradores aún lo usan y mantienen vigente gracias a sus fábricas, talleres y artesanos. Quién no recuerda todavía entre los cientos de moradores del puerto que usaban sombreros, las figuras de los doctores Obdulia Romelia Luna y Ángel Felicísimo Rojas, quienes lo tuvieron como inseparable elemento de su vestimenta.

El escultor Juan Rovira luciendo una croqueta. Germán Arteta Vargas

Los servicios de la Fábrica Nacional de Sombreros en Guayaquil.

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Tiempo de prohibiciones y castigos En las décadas de los veinte y treinta se sancionaban a quienes abrían sus negocios los domingos.

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as páginas de El Universo que hasta casi la primera mitad del siglo XX mantuvieron columnas diarias para informar de los nacimientos, defunciones, cambios de domicilio, cartas rezagadas, etcétera, también incluyeron curiosas noticias en torno al diario vivir de los vecinos de la ciudad. Entre esas informaciones que hoy podrían causar el asombro y la sonrisa del lector, no faltaron aquellas sobre el jefe de familia detenido por cambiarse de casa de un barrio a otro sin tener el respectivo ‘pase’ o permiso, y las que informaron que en la llamada ‘Pesquisa’ se depositó una joya, un bastón o sombrero para que los retiraran sus olvidadizos propietarios. Con el mismo ingrediente que hicieron curiosas a estas notas, en esa época hubo otras sobre la prohibición de abrir y atender los domingos las tiendas de abarrotes, peluquerías, chicherías y negocios similares. También hubo castigos impuestos a quienes no obedecieron las ordenanzas municipales y leyes en general, que incluso recayeron en los niños y adultos. Sin más comentarios, reproducimos varios cortos que publicó diario El Universo en las décadas del veinte y treinta. Infractores El Intendente de Policía juzgará y condenará a Humberto Endara, dueño del establecimiento de Quito y Clemente Ballén; y al propietario de la abacería en las calles Juan Montalvo y General Córdova, por no dar cumplimiento al descanso dominical. Sancionados, a las canteras El Intendente de Policía dirigió el siguiente oficio a los comisarios nacionales: “Es preciso que la autoridad de usted continúe imponiendo como pena de Policía, el trabajo de cascajo a los individuos contraventores como rateros reincidentes, rufianes, vagos, ebrios 168

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Los contraventores de las Ordenanzas Municipales recibían algunas sanciones.

consuetudinarios y proxenetas, asumiendo el suscrito toda la responsabilidad mientras viene de Quito la aprobación que oportunamente se ha solicitado.- Honor y Patria.- Luis Larrea Alba.- Mayor”. Peluquero citado Ante el Comisario del Circuito quedó citado el peluquero Nicasio Casabona, que habita en Eloy Alfaro intersección Capitán Nájera, por no querer cerrar su establecimiento el domingo anterior e injuriar al inspector Antonio Rosero, de la Policía Nacional. Sin zapatos José A. Salazar, Juan Dávila y Manuel Méndez fueron reducidos a prisión por burlar una de las disposiciones del ex intendente de Policía, capitán S. V. Guerrero, relativa a la prohibición de andar descalzos. Sin domicilio fijo Victoria Cedillo fue apresada por los celadores en las calles Colón y Pío Montúfar, por carecer de domicilio y vagar continuamente. Por vender licor A órdenes del Comisario Primero de Policía fue puesto para su juzgamiento Eybh Bislech, dueña de una casa de meretrices de la calle Quito entre Colón y Alcedo, por haber vendido licor el día domingo. Germán Arteta Vargas

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Pedir la bendición, una costumbre que se pierde

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a crónica volandera sobre el saludo, sus diferencias y la necesidad de fomentarlo porque se está extinguiendo como hábito de cortesía, motivó que alguien recordara otras costumbres que los jefes de familia católicos de antaño mantuvieron entre los suyos: el pedido de la bendición que al ausentarse de sus casas hacían los niños y jóvenes a sus padres o abuelos, y la oración de agradecimiento a Dios en el momento de servirse los alimentos, especialmente del almuerzo y cena, porque allí se encontraban casi todos los miembros del hogar. Lamentablemente, en el transcurso de los años los propios padres olvidaron inculcar el hábito en sus descendientes, a tal punto que es poco usual observar a niños y jóvenes pedir la bendición a sus progenitores en el momento de despedirse o alejarse momentáneamente de su morada. Ahora resulta más rápido el beso en la mejilla o frente, en otros casos ni eso, pues muchos jóvenes catalogan la costumbre como obsoleta y pasada de moda, y peor aquello de acercarse y hacer una pequeña genuflexión mientras se solicita la gracia. En medio de algunas desalentadoras consideraciones sí hay hogares en los que aún se realiza la tradición y se puede observar a hijos mayores de edad que frente a sus vástagos y nietos piden la bendición a sus padres como testimonio de amor y respeto. Esto es más frecuente en los hogares del sector rural de la Sierra, donde está arraigada la práctica. Agradecer por alimentos Otra de las costumbres que igualmente ha caído en el olvido en muchos hogares es la del momento del almuerzo o cena, cuando el padre de familia invitaba a su esposa e hijos para presentar unidos una oración de agradecimiento a Dios por los alimentos recibidos. Incluso, para lograr la participación de toda la prole solía delegar el rezo de la oración de manera alternada. Esto, como lo consignamos, es una práctica que se va extinguiendo, pero hay que rescatarla en pro de la vigencia de las normas de convivencia espiritual de la sociedad actual. Busquemos la manera de rescatar y difundir algunas de las normas que el vertiginoso convivir actual tiende a desterrar de nuestros hogares, sin tomar en cuenta que aquellas son de enorme utilidad para sustentar la profesión de solidaridad y respeto que caracterizaron a las familias de antaño y que deben robustecer las contemporáneas. 170

Pocas madres y abuelas practican la costumbre de dar la bendición. Guayaquil Nostálgico


El repicar de las campanas, una costumbre que se pierde

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l repicar de campanas de los templos católicos que en décadas pasadas testimonió en forma importante la fe religiosa de los guayaquileños y ayudó a resaltar diversas situaciones de su vida cotidiana, ya no es el mismo de antes y por ahora causa nostalgia en habitantes de la urbe que antes esperaban ese sonido. El alegre sonido llamando a misa o el lento movimiento ‘doblando’ por los muertos, actualmente es solo un recuerdo. Algunos templos abandonaron la costumbre. Igual ocurre en las fiestas cívicas y populares cuando el vuelo alegre de campanas aviva el fervor de la gente. Quizás por olvido del párroco o del sacristán o alguna innovación, son pocas las iglesias que echan a volar las campanas, aunque sí las tienen. Ahora resulta novedoso escuchar el tañido que convoca a un oficio religioso y por eso los parroquianos guían su asistencia gracias al horario aprendido. Pese a que en otras ciudades del mundo a esta costumbre todavía se le da importancia, en Guayaquil prácticamente se ha perdido y poco se considera la expresión religiosa e idiosincrasia de los fieles. Era evidente el regocijo de nuestros mayores ante el sonido de las campanas de las iglesias San Francisco, La Merced, Catedral, San Agustín, La Victoria y otras, cuyos sacristanes, campaneros o sacerdotes encargados se esmeraban en la tarea de echarlas al vuelo. Queda a un lado el simbolismo e importancia del repicar de campanas que viene desde los primeros siglos cuando los cristianos la implementaron para convocar a sus fieles. Películas y canciones

Campanas de la iglesia de Santo Domingo (Las Peñas).

Qué decir de su valor como tema de inspiración de poemas, cuentos y canciones populares, como el pasillo En el campanario, que interpreta Máxima Mejía, y los populares boleros, villancicos y valses que aluden las misas y el repiquetear de las campanas. Asimismo, la famosa película ¿Por quién doblan las campanas?, y los dichos o locuciones ‘Echar las campanas al vuelo’ (celebrar con alegría un acontecimiento) y ‘Oír campanas y no saber dónde’ (entender mal una cosa), etcétera. Germán Arteta Vargas

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Sarita Chacón y Electra Ballén, en la memoria urbana Las guayaquileñas Sara Chacón Zúñiga y Electra Ballén Ayala protagonizaron en febrero de 1930 y 1931, en su orden, acciones que aún son referentes en las elecciones de belleza y el deporte.

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arita, por veredicto de un tribunal calificador y el pronunciamiento de diversas entidades guayaquileñas, se convirtió el 11 de febrero de 1930 en la Señorita Ecuador (ahora se la denomina Miss), la primera con este título que se eligió en el país. Mientras Electra, que para algunos historiadores de nuestro deporte es la pionera de la natación femenina, el 22 de febrero de 1931 participó en la titánica prueba náutica de 15 millas Guayaquil-Punta de Piedra (sector cercano al golfo de Guayaquil), rubricando su fama de nadadora que en 1930 pasó a ser la primera mujer que cruzó a nado el río Guayas de Guayaquil a Durán. Belleza criolla Sarita Chacón nació en junio de 1914. Cursaba el cuarto año del colegio religioso La Inmaculada, cuando en enero de 1930 diario El Telégrafo convocó al concurso para elegir Señorita Ecuador. En medio del fervor ciudadano y el entusiasmo de intelectuales y periodistas, las candidatas se presentaron en una velada de elección en el teatro Olmedo. Allí estaba Sara Chacón, representando al Barrio del Astillero.

Sarita Chacón, Señorita Ecuador 1930.

El jurado proclamó cuatro finalistas incluida Chacón, pero postergó su veredicto. Finalmente, debido al pronunciamiento popular en calles, plazas y centros obreros e intelectuales en pro de Sarita, la declaró triunfadora y programó su apoteosis para desarrollarse en el teatro Edén. Con el título de Señorita Ecuador viajó en el vapor Santa Rita a Miami, Estados Unidos, donde deslumbró con su belleza criolla. A partir de su elección, como nunca antes se vio, poetas, periodistas y escritores le dedicaron sus obras. Entre estos escritores anotamos a Publio Falconí Pazmiño, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Avellán Ferrés, Claro Gil González, Joaquín Gallegos Lara, Telmo N. Vaca del Pozo, Alfredo Pareja Diezcanseco y muchos otros. Además, Nicasio Safadi, con letra de César Maquilón Orellana y Jorge Ismael Gandú compuso el hermoso pasillo Señorita Ecuador. 172

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Ya casada, Chacón viajó a los Estados Unidos, se especializó en Relaciones Públicas y aprendió técnica de yoga; años después vino a esta ciudad para establecerse, mas volvió a Nueva York, donde murió en enero de 1998. Escribió el libro Honores y bohemia de mi reinado. Nadadora excepcional Electra Ballén nació en 1915. Cursó la primaria en un plantel fiscal de la ciudad y fue una de las primeras mujeres que se matricularon para estudiar secundaria en el Colegio Vicente Rocafuerte y obtener el bachillerato. Desde niña amó la natación, pues a los 8 años cruzó el estero Salado. En 1930 participó en competencias y se convirtió en la primera mujer que a nado venció el río Guayas en la travesía de Guayaquil hacia Durán. El domingo 22 de febrero de 1931 participó en la prueba Guayaquil-Punta de Piedra, junto con Eli Barreiro, Rafael Mármol, Oswaldo Reinoso, Carlos Villavicencio y José Gálvez, el ‘benjamín’ del grupo. Su travesía se prolongó por 4 horas y 18 minutos. El triunfo de Electra, militante de Liga Deportiva Estudiantil, afianzó aún más la simpatía que el pueblo le profesaba por sus anteriores hazañas. Recibió trofeos y medallas de instituciones; su plantel le entregó el primer premio único de Cultura Física. Ofreció demostraciones en Quito, Ambato, Riobamba, Latacunga, Huigra y Alausí. Al igual que Sarita Chacón, poetas le dedicaron sus composiciones. El manabita Horacio Hidrovo le dijo: “Los manglares se inclinaron/para anotar tu récord/en la tabla del Guayas... /Electra: la creciente /es un saludo del océano/al triunfo de tu gracia”.

La nadadora Electra Ballén, en el centro, con otras campeonas de la época. Germán Arteta Vargas

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Los pergaminos son recuerdos

Arte de antaño Son pocos los artistas que aún confeccionan los hermosos trabajos.

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ntes de que aparecieran los trofeos, placas y medallas de material metálico (bronce, especialmente), vidrio, acrílico, etcétera, con que organismos oficiales e instituciones premian los méritos y servicios de sus miembros o de gremios y personas particulares, los llamados pergaminos que realizaban conocidos dibujantes y hábiles artesanos de la rama gráfica eran, hasta la década del setenta del siglo pasado, los más solicitados para cumplir esos propósitos. Dirigentes de instituciones de diversa índole recuerdan haber contratado en su oportunidad los servicios de valiosos artistas y pintores, quienes en nuestro medio dedicaron muchos años a la confección de pergaminos en los cuales volcaron su talento y poder de creación tan apreciados. Como ejemplo de antiguos dibujantes citamos a Óscar Méndez, Jorge Méndez Guaranda, R. Betancourt, Francisco Salazar Patiño, Salmerón De la Rosa, Virgilio Jaime Salinas, Fausto Alvarado y Santiago Valdivieso. Igualmente evocamos a R. Garaycoa L., Héctor Miranda Arce, Luis Guerrero, José Vicente Palacios, Marcos Hurtado y N. Arellano. Y últimamente a Guillermo A. Rodríguez y Gustavo Mejía, que son parte de unos pocos que todavía siguen en esta labor pero sin la intensidad de años atrás, porque la demanda de trabajo hecho a mano decayó por la tecnología. Los clientes de ahora prefieren algo más rápido gracias a la ayuda de la computación, litografía y otros modernos recursos de las artes gráficas en nuestro medio. Los cambios Si bien el uso de la computadora ahorró tiempo para el diseño y la confección de medallas, trofeos y galardones similares, los pergaminos de antaño –para cuya elaboración los artistas se tomaban hasta dos y tres días– no pueden olvidarse porque en su contenido destacó siempre el estilo particular de quien los realizaba y los recursos artísticos de los que se valía aquel para lograr la perfección de su trabajo, que igualmente incluía los materiales más perdurables y la hermosa caligrafía con la famosa letra ‘gótica’. Los cueros de chivo o borrego, que ya preparados o tratados venían de Ambato u otras ciudades serranas, constituían material primordial para lograr la belleza y durabilidad característicos de esos pergaminos. Igualmente, las témperas, acuarelas, purpurinas (dorada o plateada), la tinta china y otros elementos que ayudaban a conseguir los mejores alegorías, capiteles estilo corintio, cenefas y figuras precolombinas dominantes en tales obras. Cuando se encareció el cuero surgieron la opalina y la cartulina, imitación cuero o pergamino. Como se anotó, con la aparición de establecimientos dedicados a la confección de placas y medallas de metal, acrílico y vidrio, los pergaminos y quienes se encargaron de hacerlos fue174

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Elegantes pergaminos elaborados en el siglo pasado.

ron relegados y hoy solo son un hermoso recuerdo. En salones y bibliotecas aún se conservan esas obras de arte que testimonian hermosos tiempos y ponen en la memoria a talentosos compatriotas. Proceso El canutero y la letra manuscrita cursiva dieron paso al rapidógrafo en la confección del pergamino. Otros elementos para preparar estos trabajos fueron las plantillas de letras y figuras geométricas, cintas tricolor (bandera del Ecuador) y celeste y blanco (Guayaquil); así como los pinceles, lápices, bisturíes, plumas, etcétera. Tiempo Según el contenido de los pergaminos sugeridos por los clientes, los trabajos demandaban muchas horas y hasta días para concluirlos. Antiguas librerías como la Rodríguez, ubicada en Diez de Agosto y Chimborazo, proveían los materiales necesarios a los artistas y pintores que confeccionaban estos antiguos escritos. Germán Arteta Vargas

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Los circos de antaño que animaron las festividades

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os festejos julianos del 2005, que incluyeron actos cívicos, culturales, deportivos, musicales y artísticos, como ya es tradición, se incrementaron con espectáculos circenses cargados de payasos, trapecistas, malabaristas, contorsionistas, magos, ilusionistas, domadores, animales amaestrados y muchos más números que regalan diversión y dan paso a las añoranzas. Contrario a lo que ocurre ahora con la mayoría de los circos que nos visitan en julio y octubre, los del tiempo de los abuelos y padres estaban aquí en cualquier temporada del año, aunque sí evitaban la época lluviosa. Las actuales compañías, debido al crecimiento de la ciudad, arman sus carpas plásticas, luminosas y multicolores en los alrededores del estadio Modelo, la Avenida de las Américas, la terminal terrestre, etcétera. Los que hicieron escala en el Guayaquil durante las primeras décadas del siglo XX usaron como pista la avenida Olmedo, cerca de Chimborazo; el espacio donde está el Palacio de Justicia (Nueve de Octubre y Pedro Moncayo); la plaza de La Concordia, donde a un costado se edificó la Piscina Olímpica (av. del Ejército y Luque); la pampa frente al American Park, que dio similares programaciones, entre otros espacios que desaparecieron porque allí se construyeron edificios. En un aviso de 1964, el circo El Nacional invitaba a sus funciones de Cuenca y Leonidas Plaza, sitio de la Placita. Otros sitios para los circos fueron Boyacá y Mendiburu, Ballén y Los Ríos, Piscina Municipal, antigua Gobernación (foto), Luque y Quito, los parques Victoria, 24 de Mayo (San Agustín), y Chile en Noguchi y Franco Dávila, etcétera. Algunos nombres Los abuelos solían mencionar los circos Lara Tabares, Shipp, Shan-Gri-La, Royal, Char Circus, Zoo Circus, Atayde y Rasore; después hablaron del Royal Dumbar, Iberoamericano, Egred Hnos., Darwin y Franckfort, que nosotros disfrutamos desde la segunda mitad de la centuria pasada, cuando algunos repitieron sus visitas y ‘pelearon’ la preferencia del público 176

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atento al paso del American Circus, Circo Europeo de Fieras, Hungrian Circus Budapest, Circo Gigante Modelo, Circo Americano, Buffalo Bill, Sáenz Freres, Riquelme, entre otros nacionales y extranjeros deseosos de divertir a los vecinos. Entre los circos de antaño y actuales hay algunas diferencias que, sin embargo, no impiden mantener la vigencia del ‘espectáculo que nunca muere’. Antes, la mayoría de estos tenía su propia orquesta de la que se escuchaba el redoble del tambor que ponía suspenso, por ejemplo, a las actuaciones de trapecistas y acróbatas. En este tiempo se usan grabaciones que a veces están rayadas o no coinciden con el momento cumbre del número. El desfile por las principales calles anunciando el debut del circo era un regalo anticipado para chicos y grandes, pues artistas y animales lucían sus trajes de gala y aumentaban la curiosidad y el entusiasmo de los observadores. El popular ‘gancho’ (dos personas con un boleto) lo esperaban las familias que no podían costearse una función durante la temporada regular. Contadas empresas circenses ofrecen ahora el tan ansiado ‘gancho’. Y qué decir de los robos de perros, gatos y burros que sin desearlo, quizás, propiciaban dueños de circos, al anunciar en periódicos y radioemisoras la compra de tales animalitos para alimentar a los leones y tigres que formaban el espectáculo o los pequeños zoológicos rodantes a los que iban grandes y chicos para comentar con asombro y nerviosismo la presencia de las fieras. Anuncios de circos en Guayaquil.

Germán Arteta Vargas

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Las gabarras y el puente de la Unidad Nacional Aquel servicio, las lanchas y la obra forman los recuerdos de los viajes a Durán y hacia el interior del país.

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a inauguración del nuevo puente Carlos Pérez Perasso sobre el río Daule, desde La Puntilla del cantón Samborondón a Guayaquil, despierta un sinfín de añoranzas entre los moradores, vecinos y visitantes de la ciudad, pues mantienen muy claras las vivencias y anécdotas que acumularon en los tiempos de la travesía en gabarra desde nuestra metrópoli hasta su antigua parroquia Eloy Alfaro o Durán, que después adquirió la categoría cantonal. Asimismo recuerdan los viajes hacia las localidades del Guayas, Los Ríos y El Oro, a bordo de lanchas y motonaves que salían repletas de personas y carga desde los bulliciosos muelles porteños. Y por supuesto, el inicio y la culminación de la obra del puente de la Unidad Nacional o Rafael Mendoza Avilés, que fue un gran paso en la integración regional, pero que hizo a un lado aquellas evocadoras estampas de las que formaron parte las gabarras y lanchas. Las viejas gabarras Estas embarcaciones, que aparecieron aquí después de comenzar la segunda mitad del siglo XX, casi siempre mostraron un aspecto derruido, pero constituyeron un servicio del que era imposible prescindir por la necesidad de transportar vehículos con pasajeros de una margen a otra del río Guayas. El viaje era lentísimo y duraba mucho tiempo, en especial cuando la gabarra iba demasiado llena y su línea de flotación se mantenía muy por debajo de su nivel. Las populares ‘chivas’, las camionetas y los micros pullman que llevaban pasajeros a pueblos de la vía Durán-Tambo y otras ciudades del interior de la República, atiborraban las viejas gabarras, en las que competían por ubicación comerciantes con carga, motocicletas, bicicletas, vendedores, viajeros curiosos, enamorados y hasta estudiantes que se hacían la ‘pava’ para ir a festejos populares como los de San Jacinto de Yaguachi. El usual e inadecuado embarcadero de las gabarras estuvo cerca de la antigua piladora Modelo, sector de La Atarazana, al norte de Guayaquil. En más de una ocasión aquellas quedaron al garete y ocasionaron contratiempos a las empresas de viajes y usuarios que tenían urgencia de llegar a su destino. Solo el auxilio de un remolcador al armatoste lo libraba de un inmi178

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nente naufragio; con la inauguración del puente Mendoza Avilés, las gabarras salieron del servicio. Obra trascendental En el gobierno de Camilo Ponce Enríquez se concibió la construcción de los puentes sobre los ríos Daule y Babahoyo, unificados con el nombre de puente de la Unidad Nacional o Dr. Rafael Mendoza Avilés, quien fue uno de los más entusiastas propulsores de su construcción. Su edificación la apoyó Carlos Julio Arosemena Monroy y la administración de Clemente Yerovi Indaburu lo declaró obra de interés nacional y ayudó al Comité Ejecutivo de Vialidad del Guayas. En marzo de 1967 se suscribió el contrato de construcción y financiamiento con el Consorcio de Firmas Italianas (Cofit) y en los gobiernos de Otto Arosemena Gómez y José María Velasco Ibarra se impulsó la obra de los puentes sobre el río Daule, de 870 metros, y sobre el río Babahoyo, de 1.955 metros. El costo alcanzó los 350 millones de sucres; quedó abierto al público el 25 de julio de 1970, y en octubre del mismo año se inauguró oficialmente. Adiós a los vapores Con el puente de la Unidad Nacional declinó la transportación fluvial y se incrementaron las carreteras para abreviar la comunicación entre las provincias costeñas, serranas y amazónicas. Quedaron para la evocación los días de los vapores fluviales con su carga de cacao, arroz, café; igualmente las lanchas lecheras y transportadoras de ganado en pie al camal de Guayaquil, los lanchones y remolques llenos de banano para la exportación, y por supuesto las añosas gabarras. Aún más, la sedimentación se ensañó con el Guayas restándole su característico caudal que propició la ida y venida de chatas, balsas, balsillas, botes, buques, canoas de pieza, canoas de montaña, lanchas, motonaves, motoveleros, naves de guerra y otros tipos de embarcaciones que poblaron sus aguas y maravillaron a quienes vivieron aquí y nos visitaron. Así son los costos del progreso.

1970. Puente sobre e l río Guayas. Germán Arteta Vargas

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El calor y la sed despiertan añoranzas El calor de la época hace recordar los populares helados y bebidas gaseosas que atenuaban sus efectos.

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unque muchas de las clásicas carretillas que ofrecían prensados y raspados de menta, rosa, vainilla y otros sabores desaparecieron de las calles céntricas de Guayaquil y las pocas existentes fueron relegadas a otros sectores por la regeneración urbana, aún se las puede observar en algún barrio porteño rodeadas de vecinos y transeúntes deseosos de mitigar los estragos del caluroso ambiente del llamado ‘invierno’. Algo similar a aquellas ocurrió con los quioscos que expendían la deliciosa chicha ‘resbaladera’ y el apetitoso comeibebe (o ensalada de frutas), que solo unos cuantos románticos luchan porque no desaparezcan y las venden en pocos pero conocidos establecimientos que ayudan a revivir y mantener esa tradición que nos identifica. Los helados de coco, naranjilla, etcétera, que se vendían en un recipiente cilíndrico de lata que descansaba sobre una carretilla y se despachaba en barquillos, también resulta una rareza encontrarlos; asimismo, los ‘bolos’ (refrescos congelados en fundas plásticas), que tuvieron auge hace varias décadas y que últimamente una empresa retomó su fabricación. Los pequeños poco o nada conocen de estas preparaciones.

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¿Y qué de las ‘colas’? Las gaseosas tienen cabida en esta breve crónica volandera, que invita a los mayorcitos a recordar nombres y a quienes los siguen en edad a evocar las que se identificaron con su época. Desde las primeras fábricas de aguas gaseosas y productos afines que se instalaron en esta urbe, suman varias las que hacen extensa la nómina. Para ejemplo citamos La Perla, de Enrique Arellano, ubicada en la Calle 13ª (Clemente Ballén N°. 704), que en un aviso de 1909 consignaba su elaboración con gas carbónico de limonadas de toda fruta, Granadina, Kola, Seltzer, Whater, Ginger-Ale y jarabes de toda clase. Igualmente, la acreditada fábrica de bebidas efervescentes La Frutal, de Miguel de Espronceda. Desde entonces una larga lista de bebidas gaseosas tuvo la preferencia de los vecinos y visitantes de la metrópoli que, unas veces para atenuar tremendos calores de ciertos meses del año o sencillamente para saborearlas en reuniones sociales, las buscaron acorde con su aparición en el mercado. No olvidemos nombres como Frutal, Fox, Pavito Real, Toro, Chimborazo, Estrella Blanca, Yes-Yes, Ginger Ale, Fioravanti, Champagne, Orangine, Crush, Gallito, Royal Crown, Old Colony, Quin Cola, Spur, Okey, Buzz, Barrilitos Okey, Tropical, Manzana, las también antiguas Coca Cola, Pepsi Cola, y otras que aparecieron en las últimas décadas. Algunas dejaron de envasarse y otras volvieron al mercado, pero sin la misma fórmula que muchos consumidores recuerdan y añoran todavía. Mientras buscamos contrarrestar el sofocante clima de estos meses y recurrimos a los helados, refrescos, ‘bolos’, yogures congelados, gaseosas, jugos y más bebidas que predominan en estos días, incluso con la identificación de light, aprovechemos para rememorar esos nombres que fueron parte de la vida cotidiana de antaño.

Fiora, un sabor que perdura hasta hoy. Germán Arteta Vargas

Jean Cola, Buzz, Barrilitos O-Key y Punch fueron gaseosas populares en su época.

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Las curiosidades que contienen los avisos clasificados Además de ser muy útiles, estos textos poseen mensajes que reflejan costumbres populares.

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esde la época en que los diarios, semanarios, quincenarios, revistas y publicaciones afines comenzaron a incluirlos en sus páginas, los avisos clasificados siguen siendo útiles a la comunidad y, al mismo tiempo, permiten conocer los cambios de hábitos y actitudes que caracterizaron a la sociedad de épocas pasadas en comparación con la actual.

En testimonio de esto último, hemos tomado algunas de esas publicaciones que realizó El Universo a partir de su fundación (1921) hasta fines del siglo anterior, para que el lector recuerde o conozca sobre las novedades que presentaba la actividad cotidiana de la urbe. Desde los comunes avisos sobre pérdidas de personas, animales y objetos hasta los inevitables en torno a la búsqueda de cocineras, domésticas y trabajadores en general, aquellos textos más de una ocasión encerraron rarezas que, repasándolos ahora, causan algo de admiración y no pocas veces despiertan sonrisas por sus originales contenidos. Revisemos, pues, algunas notas que hablan de tiempos idos y quedaron como parte de la memoria colectiva e incluso del folclore, especialmente el lingüístico que nos identifica. Mensajes Arturo Bedoya Pauta hace público que no tiene que ver nada con Arturo Bedoya (a) El Chirapo, ratero conocido. (f) Arturo Bedoya. Ruego a la persona que me sustrajo la billetera, en el ómnibus de la línea 2, me devuelva la cédula de identidad. Casanova. Casilla 465. ‘Charlas de Ernesto Mora’ (Manuel J. Calle) de venta a 30 centavos en los talleres de Wilfrido Moreno. Boulevard 9 de Octubre 713, teléfono C 145. Agradecimiento: Agradezco de corazón a la Santísima Virgen de Fátima y al alma de García Moreno por un milagro concedido.Una devota C.P. de R. Se necesita una nodriza que esté gozando de buena salud. Dirigirse a Pedro Carbo Nº 1411. Cronista deportivo competente y versado en achaques de sport se necesita en este Diario. 182

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Señora sana y fuerte que tenga mucha práctica en negocio de abarrotes se necesita en Vélez y Santa Elena, esquina. Joven estudie: en 8 meses puedo hacerlo perfecto contador. Eusebio Macías Suárez 14 años de práctica. Aguirre 1148 y Pío Montúfar. Prensa Marinoni, de pedal, en la que se imprimía El Intransigente, se vende barata, con accesorios. Informes: Estudio del Dr. Carlos A. Camacho. Sangre tipo A Positivo (A+) necesito medio litro. Sucre 213 y Pichincha. Se vende la casa que fue del Dr. Miseno Saona. Chimborazo 834. Entenderse con Carlos Saona, Sociedad Filantrópica. Se necesita al buzo Manuel Martínez para un trabajo urgente. Informes: 10 de Agosto y Pedro Moncayo. Lana de Chirigua.- Damos precio fijo por dos meses y facilitamos sacos. Ponga a su muchachada a coger lana de chirigua, antes que el viento se la lleve. La Casa Española (Malecón 803 entre Junín y Roca). Se necesita al maestro dorador Francisco Pazmiño, en Pichincha 510. Marco A. Reinoso desde el primero de abril dará clases a domicilio. Dirección: Eloy Alfaro 2006.- Teléfono Nº 168 Sur. Atención: Al señor Tiberio Salas Pazmiño se le comunica que su señora madre se encuentra en estado de gravedad. Germán Arteta Vargas

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Más curiosidades sobre avisos clasificados Los diarios aún publican avisos de extravíos de personas, animales, objetos, etcétera, y los premios por sus hallazgos.

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e la interminable cantera de rarezas informativas que suelen contener los periódicos del mundo, una de las secciones más ricas con ese material es la de los clasificados. Por ejemplo, en ellos se consigna la gratitud de fieles y devotos por los milagros y favores del Todopoderoso y muchos miembros de su corte celestial. En igual forma, no faltan quienes buscan a la pareja de su vida (hombre o mujer), insinuando a los interesados los patrimonios y virtudes de las que quizás carecen. Tampoco están ausentes los de compra, venta y alquiler de casas, vehículos y cuantas cosas más aseguran la vida y tranquilidad de los habitantes de una ciudad. En las últimas décadas se han incorporado nuevos tipos de avisos, pero en cuanto a antigüedad y profusión los que se refieren a pérdidas y gratificaciones todavía tienen su espacio.

De toda clase La mayoría de los anuncios de pérdidas y gratificaciones tratan de personas, animalitos, llaveros, pasaportes, cédulas de ciudadanía e identidad y vehículos, aunque incluyen otros sobre objetos con valor sentimental por ser recuerdos de familia. Revisemos una selección de curiosos clasificados que aparecieron en El Universo en distintas décadas del siglo pasado, entre los que incluso constan aquellos realizados por quien podía beneficiarse del hallazgo pero que no reparó en pagar su propia publicación para que alguien fuera a reclamar lo que legalmente le pertenecía. 184

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--------------------------------GRATIFICARÉ a quien deposite en Quito 704 y Quisquís un maletín de médico olvidado en el Apolo el martes último. --------------------------------GRATIFICACIÓN la doy a quien me dé razón de la bicicleta Nº 1021 que la alquilé a un marino norteamericano. Luque Nº 507. --------------------------------GRATIFICACIÓN Cincuenta sucres se dará al que entregue una dentadura postiza extraviada hace varios días. Dirigirse a Cuenca Nº 1208. --------------------------------GRATIFICACIÓN A quien entregue en Miraflores (av. Central y la Séptima), una monita negra. --------------------------------GRATIFICACIÓN 30 sucres al que entregue un perico que se extravió el domingo 28 en Colón 616. --------------------------------ZAPATO PERDIDO Sírvase devolverlo en P. Icaza 101. Se gratificará. --------------------------------BUENA GRATIFICACIÓN A la persona que dé razón en Boyacá 702, altos, de una lora que se extravió el domingo en la mañana. -------------------------------GRATIFICACIÓN DE 50 SUCRES se dará a quien haya encontrado y entregue título de profesor de inglés de Luis Tello Wei, extraviado en Chimborazo 2107 y Francisco de Marcos. -------------------------------GRATIFICACIÓN se dará a la persona que entregue en Vivero 203 y Bolivia a la menor Jacinta Cárdenas, extraviada en el Astillero ayer por la mañana. --------------------------------100 sucres de gratificación a quien entregue un reloj muñequera Lancet, por ser recuerdo de familia. Colón 1015. --------------------------------MULA PERDIDA Buena gratificación ofrezco a quien dé razón o haya encontrado una mula negra en Venezuela y Lorenzo de Garaycoa, esquina. ---------------------------------

Germán Arteta Vargas

--------------------------------GRATIFICACIÓN Hoy hace ocho días se perdió una chauchera azul en la capilla de las madres marianitas; se ruega y suplica la devuelvan. A la persona que la entregue se le dará 50 sucres de gratificación, en Chile 2013 y Maldonado. --------------------------------GRATIFICO a quien dé razón en las calles Cuenca Nº 816 y Cacique Álvarez del paradero de un gato siamés robado el 7 del presente mes de octubre. --------------------------------GRATIFICARÉ a quien avise del paradero de un gatito angora, color blanco y café oscuro que es cojo de la patita izquierda. Vélez 511. --------------------------------CAJÓN EXTRAVIADO Se suplica a la persona que por equivocación ha sacado un cajón del vapor Olmedo, con las iniciales C. Y. v. de S., con cuatro pollos y un chancho, se sirva avisar a El Universo, que será bien gratificado. --------------------------------SE GRATIFICARÁ con el valor de cien sucres a la persona que entregue una sortija y un reloj con cadena de oro, extraviado en la calle Bolívar. Luque Nº 232.- Jacinto Navarro. --------------------------------GRATIFICACIÓN a la persona que indique el paradero de N. Rugel (bajador de cañas y madera). Luque 113, Dpto. 6. --------------------------------GRATIFICACIÓN a quien entregue en el colegio San José, HH.CC., un maletín con libros, caído ayer en Chile entre Olmedo y Huancavilca. --------------------------------CIEN SUCRES de gratificación a la persona que encontró un aparato para tomar presión arterial frente a la Clínica Parker. Nueve de Octubre 429 y Chimborazo. --------------------------------SE RUEGA devolver el paraguas a la persona que lo tomó por equivocación ayer a las 5 p.m. en la oficina de la Empresa Eléctrica. Dirección: almacén Begué S.A. ---------------------------------

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Gratitud a los favores divinos Los católicos utilizan los periódicos para agradecer por milagros concedidos.

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ntre las muchas maneras con que los creyentes católicos dan testimonio público de su reconocimiento a los favores provenientes directamente del Todopoderoso o por la intercesión de los santos y siervos que reconoce la Iglesia, constan las limosnas, mandas, vestidura de hábitos, fiestas y publicaciones de agradecimientos en las páginas de los diarios de grandes ciudades y pequeñas poblaciones. Esta última práctica que se conserva desde hace muchas décadas y penetra incluso en el campo del folclore social y poético, especialmente, lo podemos apreciar en las ediciones de diario El Universo no solo en distintas décadas del siglo anterior sino en la actualidad. Época Detalle que también llama la atención es que muchos santos tuvieron su ‘época’ y después cayeron en el olvido, porque los feligreses dieron la bienvenida a otros miembros de la corte celestial y los pusieron de ‘moda’. Así pues, los avisos dedicados a proclamar las bondades y portentos de San Judas, Santa Marta, San Roque, San Antonio, Narcisa de Jesús, Hermano Gregorio, Espíritu Santo, etcétera, cedieron su lugar a los dedicados al Divino Niño, el Brazo Poderoso y los Tres Arcángeles, como ahora sucede. AGRADECIMIENTOS Doy gracias a Jesús del Gran Poder por un milagro concedido.- América. 30-VI-1965

Agradezco al Santísimo por haber salido bien en mis exámenes. G.R.C.

Agradezco a Santa Clara los favores recibidos. A.O.

Agradezco a los ángeles Gabriel, Miguel y Rafael por un milagro concedido. Gracias. B.C.F. 19-I-2003

Agradezco al Brazo Poderoso Dulce Jesús. Su devota M.M. 17-I-2003 Agradezco a San Judas Tadeo y a la Virgen de la Caridad del Cobre. Una devota: B de G. 17-I-2003 Gracias a Dios Todopoderoso por haber escuchado el pedido de ayuda y haber resuelto la difícil situación que atravesaba. Te agradezco en nombre de todos los que dependen de mí. J.L.N.R.

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Agradezco al Divino Niño favores recibidos y por recibir. J.G.M. 19-I-2003 Agradezco a Dios y a San Judas Tadeo los favores recibidos. Tu devota M.P. Mi eterno agradecimiento al Hermano Miguel por el favor concedido. JAVASA.

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De acreedores y morosos Para exigir que les paguen, los fiadores solían publicar los nombres de sus deudores.

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in la intensidad con que coparon las páginas de diario El Universo hasta la segunda mitad del siglo XX, aún leemos esporádicamente los urgentes llamados a cancelar deudas y, en el caso extremo, la temida declaratoria de insolvencia.

Esos fueron algunos de los recursos que utilizaban los dueños de negocios para lograr el pago de obligaciones económicas que contrajeron sus clientes. Otros optaban por colocar en las vitrinas y puertas de sus locales comerciales las largas listas de sus compradores en esa situación, lo que causó más de un bochorno a quienes lo olvidaron y también a los que tenían por costumbre fiar y no pagar. Tampoco faltaron los casos en que los recaudadores fueron recibidos con amenazas y el dueño de casa les soltó los perros; o en lugar de dinero soportaron la golpiza del colérico tramposo. Ahora son pocos los que recurren a estas acciones mientras las leyes son contemplativas con los deudores morosos y sus respectivos garantes. Incluso en ocasiones el acreedor es el que resulta perjudicado ante sus demandados, porque estos argumentan que “no hay prisión por deuda”. Nosotros seleccionamos algunos de esos curiosos avisos pero se omiten los nombres completos para no herir susceptibilidades, pese a que las publicaciones son de las décadas del cuarenta y cincuenta. Germán Arteta Vargas

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Sobre las divertidas series antañonas de televisión Algunos programas se vuelven a transmitir y otros solo son gratos recuerdos para la familia.

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esde la época romántica en que se inauguró oficialmente la televisión en el Ecuador por el visionario empuje de Michael Rosenbaum y su esposa, Linda Zambrano de Rosenbaum, allá por diciembre de 1960, varias series comenzaron a ser parte de la diaria programación de la emisora pionera (Canal 4) y, por consiguiente, coparon la atención del público al que regalaron ratos de entretenimiento. Al paso de los años, cuando salieron al aire otros canales de televisión, el número de este tipo de programas se incrementó en favor de grandes y chicos que por igual disfrutaban frente a los aparatos, en su mayoría en blanco y negro, importados por los almacenes de la ciudad que los ofrecían como la gran novedad. Las series eran de diferentes temas: policiales, del oeste americano, drama, ciencia ficción, cómicas, etcétera. Recordemos, por ejemplo, ‘Yo quiero a Lucy’, ‘El fugitivo’, ‘Peyton place’, ‘La hechicera’, ‘FBI en acción’ y muchísimas que conocimos en las décadas de 1960, 1970 y 1980. Aunque sin la tecnología y recursos de ahora para las filmaciones en interiores y exteriores, esas series tuvieron un encanto especial que la gente recuerda con nostalgia y se alegra sobremanera cuando alguna estación de televisión las desempolva para incluirlas en sus programas del día, como ocurre últimamente con Canal Uno, Retro y otros que entienden que su público está formado por gente de todas las edades. Hoy ensayamos un breve inventario de esos programas con los que familias enteras se regocijaron. Confiamos en que contagiados por la evocación los lectores agregarán nombres que el olvido involuntario y el espacio nos priven de citarlos. No olvidemos, pues, a la simpática perrita Lassie, los ocurridos personajes de ‘La familia Addams, la ternura de Laura en ‘La familia Ingalls’ y el valor policiaco en ‘Los Intocables’ con Eliot Ness. No podemos omitir las emotivas escenas de ‘Bonanza’ y ‘El Gran Chaparral’, las curiosas tramas de ‘Perdidos en el espacio’ y la astucia de los detectives ‘Columbo’ y ‘Kojak’. 188

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Yo quiero a Lucy

La familia Monster

Los Supersónicos

Algunas series DETECTIVES Ironside, Cannon, Petrochelli, Baretta, Archivo confidencial, Perry Mason, Kojak, Columbo, Ben Case, Los intocables, Hawaii 5-0, FBI en acción, Starsky y Hutch, Patrulla Secreta. SUSPENSO El Fugitivo, El Zorro, El Santo, Dimensión desconocida, Un paso al más allá, Mujer policía, Viaje a lo desconocido. COMEDIAS La hechicera, Los tres chiflados, Mi bella genio, Los Bervely ricos, Los locos Addams, Los Germán Arteta Vargas

Los intocables

Batman

La caldera del Diablo

Flipper

Monster, Perdidos en el espacio, El superagente 86, La novicia voladora, Yo quiero a Lucy, Abot y Costello, Los pequeños traviesos, Mash, Lancelot Link, Segismundo, Los héroes de Hogan, Archie. ACCIÓN Comando aéreo, Misión imposible, Ladrón sin destino, Alma de acero, Tierra de gigantes, Audacia es el juego, Jesse James, El hombre invisible, El túnel del tiempo, Los gorilas de Garrison, Combate, Kung Fu, Mujer Maravilla, Hombre de los seis millones, La mujer biónica, El Avispón Verde, Los intocables, Viaje al fondo del mar, Viaje a las estrellas, La ley del

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revólver, Cimarrón, El llamado del oeste, Ivanhoe, Jim West, Daktari, Tarzán, Súper comando. INFANTILES Marino Boy, Ultramán, El Llanero Solitario, Meteoro, Ultra Siete, Robot gigante, Capitán Futuro, Kimba, Marco, Heidi, Thunderbirds. FAMILIARES Valle de pasiones, Daniel Boone, El gran Chaparral, Bonanza, Marcado, Cimarrón, Azabache, Los Waltons, La familia Ingalls, Flipper, Lassie, Rin Tin Tin, Mis adorables sobrinos, La caldera del Diablo.

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Los árboles que marcan nuestro paisaje urbano Muchas especies (árboles, plantas y flores) muestran la riqueza botánica que es parte de la identidad porteña.

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ás que un inventario de la extraordinaria flora que distingue a la tierra guayaquileña, esta crónica intenta poner en el recuerdo algunos nombres y sitios de árboles y plantas que a través de los años fueron y son elementos complementarios del paisaje junto con los edificios y monumentos convertidos en verdaderos emblemas o íconos de la metrópoli. El avance urbanístico que experimenta Guayaquil ayuda a rememorar tradiciones, pasajes históricos, etcétera, y también a valorar en su verdadera dimensión otras tantas formas de identidad ciudadana, donde el conocimiento, respeto y cuidado de su patrimonio natural tienen importancia porque allí se desarrolla su vida entre afanes, triunfos, reveses y esperanzas. Ese amor y respeto a la flora local (propia e introducida) se consolida aún más por la experiencia de ser residente de la ciudad y por comprobar con exactitud lo descrito en diarios de viajes, bitácoras y monografías de científicos, botánicos y viajeros nacionales y extranjeros como Juan Tafalla, Agustín de Manzanilla, Alejandro de Humboldt, Aimé Bonpland, Teodoro Wolf, Luis Sodiro, Pedro Franco Dávila, Francisco Campos Ribadeneira, entre muchísimos otros. Múltiples recuerdos Aunque en distintas épocas algunos viejos árboles desaparecieron porque cumplieron su ciclo de vida, son múltiples las ocasiones que su muerte fue adelantada por el ataque inconsciente y desproporcionado del propio vecindario o porque tuvieron que dar paso a las exigencias de la expansión urbana y de ciertas obras que no los creyeron indispensables en el entorno. Sin embargo, todavía podemos hablar de muchos de esos verdaderos monumentos vivientes que se levantan regios y hermosos en algunos barrios guayaquileños, cuya contemplación resulta regocijante para los transeúntes locales y el curioso turista de mirada escudriñadora que no deja pasar por alto tan grato espectáculo.

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La tradicional palmera de Aguirre y Malecón Simón Bolívar. Guayaquil Nostálgico


Recordemos, pues, las altas palmeras del Cementerio General, de la plaza Colón y de los parques Centenario, Victoria, España y Chile, donde hay ejemplares que tienen muchos años de vida; asimismo, las que observamos en algunas residencias de los barrios del Centenario, del Astillero, Urdesa Central y Norte, que poseen añosos samanes sembrados antes de la primera mitad del siglo pasado. Más testimonios Además de la variedad de plantas y flores con que se alegraba la mirada de los visitantes y turistas en los viejos paseos, parques y jardines de la ciudad, no podemos olvidar en el recuento de ahora el gigante árbol de la clínica Guayaquil (Padre Aguirre y Córdova) y, asimismo, el que está en la Avenida del Ejército entre Hurtado y Nueve de Octubre.

El árbol de Padre Aguirre y General Córdova, en la clínica Guayaquil.

Los guayaquileños recuerdan las acacias de la avenida Boyacá –de Ballén a Colón– a una de las cuales la maestra de música Lila Álvarez García le dedicó una bella crónica en diario El Universo, allá por la década del ochenta de la pasada centuria. También los ceibos de Pedro Carbo y Sucre y del parque San Agustín, en Luis Urdaneta y Pedro Moncayo, y los de Avenida del Ejército y Padre Solano, en el barrio Orellana. Qué decir de la tradicional palmera que por más de 60 años se meció airosa en pleno Aguirre y Malecón, hasta que en 1995 fue trasladada a otro sitio de la urbe; imposible olvidar que aquella especie se apreciaba desde lejos frente al Palacio de la Gobernación y apareció en múltiples folletos turísticos. Igualmente los ficus del parque Seminario, frente a la Catedral Metropolitana. Estos, algunos apuntes de los viejos árboles de numerosas especies que, junto con los suches de Esmeraldas y Hurtado, Carchi y Hurtado, el samán de Lorenzo de Garaycoa y Azuay, los tulipanes, algarrobos, nigüitos, veraneras, chabelas, etcétera, muestran la riqueza inagotable de la flora guayaquileña, que es justo exaltar pero igualmente respetar y conservar en todo momento. Germán Arteta Vargas

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Barrios que marcan identidad Remembranza. Como en todas las ciudades, en esta hay sectores llenos de tradición.

1908. Barrio Las Peñas.

1937. Una de las primeras casas en el Barrio del Centenario.

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esde sus albores, Buenos Aires tiene presente nombres como Once y Boca, Río de Janeiro a Ipanema y Lapa, Londres a Chelsea, Lima a Miraflores y Barranco, entre otros barrios ricos y pobres que afianzaron su identidad ante sus compatriotas o los turistas. Esto ocurre en el Ecuador con los centros urbanos y rurales que comienzan a poblarse o ya experimentan un total crecimiento; así, en Quito se mencionan La Tola, La Magdalena, Miraflores, San Juan, El Batán, El Pintado y muchos más. En Riobamba se conocen La Estación, La Panadería, Yaruquíes; en Daule, el Banife; en Babahoyo, Los Perales; y en Portoviejo, Los Tamarindos. Guayaquil no podía ser la excepción y tras fijar su domicilio definitivo al pie del cerro Santa Ana, tuvo barriadas que de a poco se incrementaron para reforzar las características, especialmente cuando hablamos de la ciudad vieja y nueva. Al pasar los años casi la totalidad de ellas desapareció, pero surgieron otras que cumplieron igual papel y se sumaron a las contemporáneas. Dueños de singulares denominaciones, los barrios del Guayaquil de antaño fueron numerosos y de entre ellos recordamos del Bajo, del Centro, del Cangrejito, de la Carnicería, de la Legua, del Guanábano, del Conchero, del Intermedio, etcétera, que siempre mencionan los tradicionistas e historiadores especialmente cuando se remontan a los siglos XVIII y XIX. Un poco más cercanos están Las Peñas, Villamil, Boca del Pozo y Quinta Pareja, seguidos por los barrios del Astillero y del Centenario. También Amazonas, Garay, Victoria, Cuba, Ore192

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Hugo Constantine Maya e Ida de Constantine, moradores del barrio Garay.

1939. Aviso de venta de solares en el sector de la Quinta Piedad.

1968. Barrio Orellana.

llana, del Salado, La Chala, O’Connors, Ayora, Cinco Esquinas, Calixto Romero, Chemisse, Cristo del Consuelo, San Pedro, Ayacucho, Velasco Ibarra, Mendoza Avilés, Ecuador, Huancavilca, Atahualpa y Guayaquil. Igualmente se recuerdan populares barriadas como El Triunfo, Galo Plaza, Guerrero Martínez, Guerrero Valenzuela, Intriago Arrata, Francisco de Orellana, Cristo del Consuelo y algunos más que se encasillan en esta denominación, pues es costumbre en nuestro medio que los vecinos denominen barrio a la cuadra o esquina donde viven y se congregan a conversar, jugar y hacer cualquier otra actividad comunitaria. La mayoría de los barrios citados en este inventario tuvieron y tienen sus límites dentro del plano urbano, y al decir de los mayorcitos de las familias en casi todos hubo alguna vez una tienda, una peluquería, una carnicería, un cine, un zapatero y, por supuesto, los infaltables chismosos y buscapleitos del vecindario que son parte del convivir cotidiano... Actualmente hay en Guayaquil barrios muy organizados para mantener la limpieza y brindarse auxilio cuando aparece la delincuencia. Allí los casos del Veinticinco de Julio, Nuevo Amanecer, Nueve de Octubre, Mirador, Unión y el Nuevo Renacer del bloque 2 de Bastión Popular, que ganó el primer premio del concurso municipal Mejoremos nuestra cuadra. De los más antiguos, el Garay está vigente. Los barrios representan parte de la historia e identidad de los pueblos y, en el caso nuestro, guardan mucho la memoria guayaquileña, que es rica en tradiciones y expresiones vernaculares. Bien vale entonces evocar el tango Melodía de arrabal, interpretado por Carlos Gardel y que, entre otras cosas, dice: “Viejo barrio/ perdoná si al evocarte se me suelta un lagrimón/ que al rodar por tu empedrao/ es un beso prolongao/ que te da mi corazón”. Germán Arteta Vargas

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Inventario para el recuerdo Nombres de productos que crecieron junto a nuestros padres y abuelos, ahora llegan a nosotros con su carga de nostalgias y emociones.

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ntentamos proporcionar una lista de productos que fueron parte de la vida diaria de familias que nacieron en los primeros lustros del siglo anterior y de quienes llegamos pisándoles los talones en la década del cincuenta.

Por la gran cantidad de marcas, la relación se torna incompleta, pero abre la posibilidad para que los que repasen estas líneas incorporen, junto con sus familiares y amigos, otros nombres. Lo importante es embarcarse en el tren de los recuerdos y evocar los pasajes cotidianos que fortalecieron la unidad del hogar y de la muchachada del barrio. Productos de pegajosa promoción como los del detergente ACE, la leche Ilesa, el jarabe Gaduol Compuesto, el desodorante Nodor, etcétera, se recuerdan ahora como cuando los escuchábamos en las emisoras o los leíamos en los diarios. Con la ayuda de los ejemplares de El Universo de hace 80, 75, 50 y 25 años, y de varios interlocutores, evoquemos aquellos productos que a pesar del tiempo transcurrido viven en la memoria colectiva. Comer es vivir La clásica taza del café Zaruma, los tallarines Cino y las sardinas y atún Señorita, Van Camp’s, Real, Montecristi y La Sirena, no faltaban junto a las marcas de leche Pluca, Indulac e Ilesa. Tampoco las leches en polvo KLIM, Nido y Lactógeno; las maicenas Duryea y Royal, y los aceites comestibles Arbolito, Piesse, La Perla, Única y La Favorita. Para cuidar la pinta Grandes y chicos usaron calzado Calero, Nacional, Duramas, Venus, Bata y 7 Vidas, y los mayorcitos recurrieron a las hojas de afeitar Aztra y Gillete, mientras se colocaban las camisas y camisetas B.V.D. o Arrow. En el aseo personal jamás se olvidaron los jabones de tocador Rosas del Sur, Camay, Paramí, Belty, de Rosas, ni los desodorantes Arrid, Amolín, Odoro194

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no, Love Land, Yodora y Nodor. El polvo dentífrico Calox y las pastas Ozodentol, Kolynos, Efil, Binaca y Pebeco compitieron en popularidad con los talcos Mennen, Mexana y las colonias Bay Rum, Orquídea, Colonial, Jockey Club, Superior Floral y el Agua de Florida de Murray & Lamman. Incontables damas tuvieron a la mano el perfume Tabú y las cremas Igora Royal e Hind, entre otras. Niños y adultos limpiaban sus zapatos con los betunes White Shoes, Zambito, Griffin y Cherry, y para coser y remendar, ninguna madre prescindió de los hilos Ancla, Elefante, Águila y Cadena. Hogar, dulce hogar Las amas de casa tuvieron a la mano los jabones de lavar Águila de Oro, Mambo, Perla, Azul Victoria y Marble, e igualmente el polvo Bon Amí, para lavar ollas. Al encender sus cocinas de queroseno Llama Azul, Durex, Sun Flame y las lámparas Petromax y Aladino, usaron los fósforos El Gallo y El Cóndor. La familia escuchaba música, novelas y discos Ónix y Cóndor en los populares aparatos Grunding, Philco, Telefunken, RCA Víctor, Admiral, Murphy, Pilot y Motorola. En casas y oficinas usaban las máquinas de escribir Antares, Parva, Royal, Smith Corona, Olivetti, Underwood, Remington, L.C. Smith. Bebidas espirituosas Muy conocidos fueron los refrescos y colas Gallito, Pavito Real, Fox, Toro, Cana Dry, Vita Cola, Buzz, Imperial Quinine, Ginger Ale y las aguas minerales San Felipe, San Pellegrino y Güitig. En cervezas lo fueron Pílsener, Cristal, Popular, Malta, Ruby y Pabst. En la línea de licores hay que mencionar los anisados del Mono, Gato y Cordón Rojo, los coñac Minerva, Bolívar, El Gallito, Fundador, Tres Cepas, Marqués del Mérito; los refinados Cruz Blanca, El Trovador, El Liberal; los vermús Martini y Cinzano; y los aguardientes La Perla, El Inca, el paico Rey de Copas, el aperitivo Gancia y el popularísimo Mallorca. Germán Arteta Vargas

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Los cigarrillos como La Corona, Chesterfield, Kool, Camel, Lucky Strike, Full Speed, Wellcome, King y Brisa se añaden a la lista. Salud ante todo Nadie escapó del aceite de hígado de bacalao, el jarabe de rábano yodado, la zarzaparrilla del Dr. Ayerve, las pastillas de éter, de carbón y del aceite de ricino. En cualquier hogar hubo obleas de quinina, tabletas Benzoparegóricas, sal de fruta Eno, tónico Fosforol, y las pastillas de Nuxifierro, Cafiaspirina, Urotropina y Garganol. Asimismo, las pastillas de eucalipto y brea, Anacín, Finalín y aspirina Bayer, el jabón sulfuroso, el mentol Chino, el ungüento Vick Vaporub, el jarabe Broncotós y la clásica AlkaSeltzer.

Avisos para todos Propagandas populares Estos son algunos de los incontables avisos sobre los productos que quedaron consignados en esta apretada síntesis. • Ole con ole,tome Wampole rico en vitaminas y minerales para grandes y chicos. • Gaduol compuesto contra la tos, la bomba contra la gripe. • Mentol Chino frotando alivia. • ACE deja la ropa con olor a limpio; ACE lavando y yo descansando. • Borletti, la máquina del punto perfetti. • Colchones Pullman prolongan sus días. • Anacín al dolor le pone fin. • ¿Estómago descompuesto? Pepto Bismol, por supuesto. • Yodora, eficaz desodorante.

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Cita con los santos patronos El folclore social también se manifiesta en los avisos que convocan a las fiestas religiosas.

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l santo patrono es el protector y defensor de un país, una ciudad, una parroquia, etcétera, que recibe la veneración de una multitud de feligreses por situaciones de arraigada creencia o porque cuando fueron fundados adoptaron sus nombres. Así, por ejemplo, San Juan Bautista de Ambato y San Cayetano de Chone. El santo patrono es uno de los sacros personajes que integran la lista de la Iglesia Católica (San Camilo, San Nicolás, San Pedro, San Roque, San José...), también una de las advocaciones de Jesucristo (del Señor de la Buena Esperanza y del Señor de los Milagros) o de la Virgen María, sean estas de las Mercedes, de los Dolores, del Carmen, del Rosario y otras tantas. En las distintas localidades de nuestra patria todavía se festeja con derroche de alegría a sus santos protectores; para ello se organizan ceremonias litúrgicas, peregrinaciones y festejos populares, que mezclan lo religioso con las expresiones del folclore. Años atrás, cuando no había los famosos tures al Caribe, a Europa y Asia, la comunidad echaba mano a su propio calendario para dirigirse a cualquier población en busca de sana diversión. Allí entonces como testimonio las convocatorias a las fiestas que a lo largo de varias décadas del siglo pasado se hicieron a través de radioemisoras o por las páginas de El Universo, de donde hemos tomado algunas de ellas sin alterar su contenido.

Anuncios de fiestas religiosas en Pascuales y Nobol.

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1958. Vista aérea del puente 5 de Junio. En primer plano la concha acústica del American Park.

El puente Cinco de Junio, un referente histórico de la ciudad

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l miércoles 21 de mayo de 1958, hace 47 años, el Comité de Vialidad del Guayas inauguró el moderno puente de hormigón armado sobre el Estero Salado, que une la avenida Nueve de Octubre (al este) con la margen occidental de dicho brazo de mar en lo que actualmente corresponde a la ciudadela Cinco de Junio (Ferroviaria). La importante obra que ya ostentaba el nombre de Cinco de Junio, reemplazó a una construcción similar de cemento pero más angosta y sin las dos vías para vehículos, parterre central, aceras a los costados para los peatones y alumbrado moderno con que se puso al servicio el nuevo trabajo. Antes de 1958 y 1936 en que hubo el puente de cemento sobre el Salado, existió otro de madera de 104 metros de largo inaugurado en octubre de 1872. Este quedó en escombros en 1883 durante las luchas entre Eloy Alfaro y el dictador Ignacio de Veintemilla, quien aceleró su destrucción y de las edificaciones de la empresa Baños del Salado, que funcionaba allí desde años atrás. Luego, gracias al trabajo de Leandro Suárez y Baltazar Aráuz se reconstruyó el puente de madera con galerías voladas y balcones al contorno, apreciados enormemente por los visitantes del hermoso accidente geográfico tan ligado a la historia de la metrópoli. 198

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Varios cambios Fotos del Guayaquil de antaño testimonian los cambios de la estructura del futuro puente Cinco de Junio, en cuyos alrededores estuvieron los antiguos baños de El Salado y después la American Park, el bar El Barco, quioscos y otros sitios que recibieron a quienes iban a gozar de las transparentes y profundas aguas del brazo marino, entonces apto para el baño, el paseo y cualquier otra actividad recreativa. Por la regeneración urbana que ha emprendido en los últimos años la Municipalidad el puente luce ahora remozado y acogedor, sin perder el cúmulo de recuerdos para quienes estuvieron allí mientras gozaban de la brisa refrescante del Salado. Asimismo, el Estero ha ido recuperando la hermosura que llamó la atención de científicos como Teodoro Wolf y fue la inspiración de Pablo Hanníbal Vela, María Eugenia Puig, Alejandro Velasco Mejía y más poetas y músicos que cantaron la belleza del entorno, las anchura de las aguas, los clásicos manglares y su fauna característica, que fueron atacadas irracionalmente por el desarrollo.

1910. El reconstruido puente de madera y los Baños del Salado.

1930. Puente 5 de Junio de hormigón y un carril.

1958. Puente 5 de Junio, ya de dos carriles, hacia el oeste.

2007. Puente 5 de Junio y Malecón del Salado. Germán Arteta Vargas

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El cine Presidente, popular sala con 50 años de actividad Por décadas este centro de entretenimiento se convirtió en un sitio preferido por los guayaquileños.

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on la película Sinuhé, el egipcio, protagonizada por Edmund Purdon, Jean Simmons, Víctor Mature, Gene Tierney, Michael Wilding, Bella Darvi y Peter Ustinov, el martes 24 de mayo de 1955 la empresa Cinesa y su circuito Cadena de Oro, que gerenció Fernando Lebed, inauguró el cine Presidente, cuyo distintivo fue La autoridad de los cines. Desde entonces aquella sala se convirtió en una de las preferidas de los vecinos de la ciudad, que asistieron a disfrutar de laureadas producciones del séptimo arte y aplaudir a los famosos que actuaron en su escenario, tales como María Félix, Lola Flores, Xiomara Alfaro, Alfredo de Ángelis, la compañía de revistas Carnaval Carioca, entre otros. La construcción del moderno edificio del cine Presidente, el primero del país con aire acondicionado y capacidad para 1.810 espectadores, pantalla gigante y sonido estéreo de 20 parlantes, fuentes y efectos de agua en su fachada y detalles que le daban majestuosidad, estuvo a cargo de Edificaciones Ecuatorianas S.A. Días antes de la apertura oficial, la empresa Cinesa realizó la iluminación de la fachada y puso en acción los efectos de agua que la adornaban; ofreció actuaciones musicales sobre la marquesina a cargo del organista Éric Tait y la orquesta de Carlos Arci y su espectáculo Carioca, el cantante Luis Alberto Rochi y la bailarina Dina Fernández. Hubo una ‘preinauguración’ a la que concurrieron autoridades locales; el martes 24, a las 21h00, luego del Himno Nacional, la madrina del cine Presidente, Lola Trujillo, acompañada de su corte de honor, pronunció las palabras inaugurales. Enseguida, el maestro de ceremonias Paco Villar anunció la entrega de reconocimientos a los técnicos de la obra y después habló Edward D. Colen, supervisor de 20th Century Fox para América Latina, que asistió especialmente invitado. Ese día la platea y mezanine costaron 25 sucres y el anfiteatro 5 sucres; hubo funciones de matiné (14:30), vespertina (18:00), nocturna, (21:30), incluido el programa señalado. Radio Atalaya transmitió el desarrollo del acto. Desde el 26 de mayo las localidades tuvieron los precios normales de 15 sucres la luneta y 3,60 sucres la galería. Y por la aparición y proliferación del cine en casa, el ‘pirateo’ de películas, etcétera, la mayor parte de las salas desapareció y solo representan un motivo de grata añoranza para incontables guayaquileños. El cine Presidente se mantiene en pie, pero sin la majestuosidad que tuvo hace medio siglo. Ahora exhibe películas de contenido erótico y pornográfico, ajenas al propósito de sana diversión y contenido cultural con que fue inaugurado en la calle Luque entre Seis de Marzo y Pedro Moncayo.

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El cine Miraflores se inauguró hace 50 años y dio diversión a grandes y chicos

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sta sala estuvo en la ciudadela del mismo nombre, donde ahora es la hermosa iglesia de San Judas Tadeo. No duró mucho tiempo, pero su nombre se sumó a los viejos y añorados cines de barrio del siglo pasado. El jueves 27 de marzo de 1958, hace medio siglo, los guayaquileños recibieron con interés la inauguración del cine Miraflores ubicado en la ciudadela de igual nombre, cuyo proyecto urbanístico lo desarrolló el arquitecto Félix Arturo Henriques Fuentes (1919-1979), incluyendo decenas de villas, un cine, un colegio y un club social, según las promociones publicadas en diario El Universo. Desde el 15 de marzo en este matutiAviso de inauguración del cine Miraflores. no comenzaron los anuncios sobre la apertura del indicado cine, que coincidió con el primer aniversario de la urbanización. Primero se fijó aquel acto para el sábado 22 de marzo, pero se lo dejó para el jueves 27 del mismo mes. Los avisos resaltaron que su ubicación era ‘el sitio más encantador de Guayaquil’ con ‘solo luneta y butacas pullman’. Otro hecho muy importante para la época fue que los empresarios de la sala, deseosos de facilitar la asistencia del público desde diversos barrios, impulsaron un servicio de colectivos cada 4 minutos hasta el final de cada función con el siguiente recorrido: Los Ríos-HurtadoGarcía Moreno-Sucre-Pedro Carbo-Rocafuerte-Julián Coronel. El programa inaugural fue extenso y hubo la exhibición de una serie de cortos: 21:30, Circo marino; 21:42, Ratón en venta; 21:55, Por mi raza habla el espíritu; 22:15, Noticiero Fox; y 22:30, proyección del largometraje cinemascope-metrocolor Barreras del terror, estelarizado por Van Johnson, Martine Carol y Herber Lom. Muchas familias y cinéfilos asistieron a la inauguración del Miraflores, cuyos decorados con temas montubios los hicieron los artistas Jorge Swett y Segundo Espinel; la aireación de Merello Guzmán y equipos de sonido Phillips. La entrada costó 12 sucres. Al día siguiente, el viernes 28, el cine ofreció tres funciones: matiné (15:00), vespertina (18:40) y nocturna (21:30). A más de la película Barreras del terror se proyectó El gran Caruso, protaGermán Arteta Vargas

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gonizada por Mario Lanza y Ann Blyth. La primera vermú fue el domingo 30 de marzo a las 10:30 con El festival de los ratones, 10 rollos cómicos y dibujos animados y la película Fusileros de la India. La entrada costó 2 sucres. Posteriormente las funciones presentaron otros filmes como Mañana lloraré, Pecado y redención, El hijo pródigo, El milagro del cuadro, Lo que el viento se llevó, etcétera. La localidad bajó a 3,60 sucres y ocasionalmente subió a 6. Se desconoce por qué los dueños del Miraflores no siguieron con la empresa, que después no ofreció más funciones hasta que sus instalaciones con algunos cambios alojaron a la actual iglesia San Judas Tadeo. Así desapareció otra de las salas guayaquileñas, que como la mayoría de ellas ofrecieron sana diversión a niños y adultos en las décadas de la centuria pasada. Por allí quedan algunos rezagos de edificios, fachadas y más recuerdos de esos cines de primera y populares que tanta añoranza despiertan cuando los vemos al paso: Presidente, Central, Olimpia, Azteca, Guayas, Paraíso, Olmedo, Encanto, Quito, Tauro, Calero, Lido, Ecuador, Lux, Juan Pueblo, Centenario, etcétera. Como el Miraflores, algunos de ellos (Tauro, Capitol, Olmedo, Guayas) también se convirtieron en templos evangélicos y de otras religiones, cuando la moderna tecnología nos trajo los aparatos de reproducción de películas y mucha gente prefirió quedarse en casa.

El cine Miraflores funcionó donde ahora es la hermosa iglesia de San Judas Tadeo.

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Los bailes de gala de bomberos Estas fiestas copaban la atención de los guayaquileños en la década del cincuenta.

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uando el Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil no entraba en la modernización que lo caracteriza actualmente en su organigrama y en los recursos para combatir al tradicional enemigo de la ciudad: el fuego, allá por las décadas del cincuenta al ochenta del siglo XX fue muy común entre los jóvenes de los distintos barrios porteños el deseo de convertirse en miembros de la institución ‘a como diera lugar’ durante los meses de agosto y septiembre de cada año. Esto último no lo hacían únicamente para cumplir la ancestral costumbre de que algún miembro de la familia debía ser parte de la oficialidad o tropa de la entidad, sino que también llevaba el sano interés de participar del baile anual del 10 de octubre que daban las numerosas compañías de entonces, cuyos jefes ponían esmero en la organización de los programas con la colaboración espontánea del vecindario. Con apenas dos o tres meses de militancia, los noveles legionarios de la casaca roja tenían la oportunidad de conocer a experimentados comandantes que transmitían conocimientos, a tal punto que muchísimos de los que ingresaron solo con el interés de disfrutar de los actos se quedaron en sus respectivos depósitos e hicieron largas y brillantes carreras dignas del aplauso ciudadano. Por la celebración mayor del bombero, las compañías hacían desfiles, iban con sus mejores hombres a los ejercicios de agua, daban fiestas a los hijos menores de la tropa y ponían esmero en los almuerzos y el baile del 10 de octubre, que acogía a los primeros jefes, amigos y favorecedores permanentes, familiares de sus militantes y los infaltables ‘pavos’ que se las ingeniaban para ingresar a los locales y así danzar con buenas orquestas. Al paso de las décadas desaparecieron algunas compañías que fueron referentes, tanto en su labor primordial de combatir los incendios que asolaron la metrópoli como en el cuidado que pusieron para elevar el nivel profesional, cultural y fraternal de sus miembros. Actualmente el baile y otros festejos presentan cambios; sin embargo, los de antes siguen vivos en el recuerdo de incontables vecinos. Oficiales y tropa de la Compañía Salvadores ‘Jefe Guizado’ No.14, en Escobedo y P. Ycaza, junto a su reina.

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Memorias sobre las corridas de toros Esta actividad también formó parte de las atracciones de muchos vecinos de esta ciudad.

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n el libro Nuestro Guayaquil antiguo, del cronista vitalicio Rodolfo Pérez Pimentel, publicación del Banco Central del Ecuador y del H. Consejo Provincial del Guayas (1986), el autor de la obra consigna: “El gusto por las corridas de toros solo disminuye a mediados del siglo pasado (XIX), porque en la Colonia son pan de toda boda y no hay motivo de alegría que escape a esta celebración”. A renglón seguido añade: “Casi siempre se lidian los toros en la plaza de la Iglesia Matriz (Catedral), donde se levantan ‘barreras’ y un ‘templador’ para favorecer a los noveles toreros y a las ‘mojigas’ perseguidas. Explica además que “las ‘mojigas’ son los disfrazados con ropas chocantes y de colores que saltan al ruedo a distraer al animal con arriesgadas piruetas y maromas”. Concluye aquellos apuntes con lo siguiente: “Estos peligros fueron cosa natural y sabida en las corridas de toros, celebradas antaño por las principales calles de Guayaquil, con numeroso saldo de heridos y contusos”. El libro Guayaquil de ayer, Colección Imágenes, volumen 6, Banco Central del Ecuador, edición 1985, en un pie de foto destaca: “La primera distracción que tuvo Guayaquil fue la lidia de toros. Inicialmente se cerraban calles... y listo el espectáculo. Ya a fines del siglo pasado (XVIII) había un coso, cuadrado...”. Hoy que al Puerto Principal vuelve este tipo de actividad este fin de semana, recordamos las ferias taurinas en Guayaquil, ciudad donde actualmente se genera un debate por parte de los defensores de animales, que consideran crueldad a la lidia. Otros lo consideran un arte y una tradición que no debe morir. José Antonio Campos, en el libro Estampas de Guayaquil, publicación de la Municipalidad porteña (2001), con reproducciones extraídas de Diario El Universo (año 1950), al tratar esa costumbre en el tema ‘Toros y mojigas’ señala que no hubo tradición taurina en los guayaquileños y por eso “como era fría la afición, pobre la publicidad o propaganda y poco el público, los convites se hacían por medio de las ‘mojigas’ o disfrazados que hacían piruetas o ademanes jocosos”. Con su característico humor y fina ironía José Antonio Campos dice del mismo asunto: “En nuestra rebelde pero noble sangre de huancavil204

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Boletos para corridas de toros en Guayaquil.

cas no pudo mamá España diluir la afición a ese espectáculo bárbaro e impío que ella denomina la fiesta brava, fiesta de sol y luces, capotes y mantillas, y que no es más, en resumen de realidad, que un asesinato a traición de una pobre bestia que más embiste sobre el trapo por curiosidad o juego que con el intento de despachar al pelele saltarín cubierto de alamares, que oculta una espada para matar a la fiera que no tiene su habilidad ni malicia”. Más citas Además de los testimonios, otros libros de crónicas mencionan las corridas de toros, peleas de gallos, regatas de botes, canoas, balandras y yolas, como parte de las distracciones populares que en distintas épocas del año buscaban los vecinos y afuereños de tránsito por la ciudad, constan las rememoraciones incontables de abuelos, padres y amigos que tienen su propia historia. Se recuerda, por ejemplo, la denominada Gran Plaza de Toros Monumental, ubicada en el local del antiguo hipódromo que tuvo Guayaquil en el parque Forestal, como lo corrobora un aviso que publicó este matutino en octubre de 1925; asimismo, la popularísima La Macarena, que en 1955 inauguraba otra temporada taurina, y la plaza de toros Santiago de Guayaquil, que en 1980 funcionó en la avenida Carlos Julio Arosemena Tola, donde funciona el centro comercial Albán Borja. Hay referencias de la existencia de una plaza (rectangular) levantada en la calle Nueve de Octubre, donde está ahora el edificio de la primera jefatura del Cuerpo de Bomberos de GuaGermán Arteta Vargas

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Muchos guayaquileños asistían a las corridas de toros.

yaquil; otras de tipo portátil se adecuaron en el American Park, el Club Nacional, en la orilla del estero Salado junto a la ciudadela Ferroviaria y el coliseo Voltaire Paladines Polo. El mismo José Antonio Campos se refiere a las cuadrillas trashumantes que dieron cortas temporadas en plazas de madera, en las “afueras de la calle de La Sabana o de la Cárcel o de la Municipalidad (hoy Diez de Agosto) por los terrenos que ahora son las calles Quito, Pedro Moncayo, etcétera”. En el libro Guayaquil 70, de Ediciones Aguilera Malta, hay una antigua foto cuyo pie dice: “La Plaza de Toros Guayaquil en la Plaza de la Concordia. El torero en su faena”. Entre los diestros nacionales y extranjeros que protagonizaron los programas inaugurales de temporadas y los habituales que se hacían dominicalmente o por las fiestas patrias y de independencia de la ciudad estuvieron Pedro Castro (Facultades), Antonio Puertas (Granero), Eduardo Solís, Rafael Báez, Pepe Luis Vásquez, Juan Gálvez, Gabriel de la Casa, Curro Real, Paco Santoyo, Armando Conde, Mariano Cruz, Paco Barona, Lorenzo Pascual, el Belmonteño, Fabián Mena, el Niño de Aranjuez, Juan Silveti, y muchísimos otros que hacen largo el inventario. Corrida ‘curiosa’ El 15 de octubre de 1936, como lo anunció El Universo de esa fecha, en el teatro Olmedo, a las 21:15, se presentó la revista taurina Seda y Oro, por la compañía Alegría y Enhart, considerada la obra más grande del teatro lírico en escena. En ese escenario, como parte de la obra, se adecuó una plaza portátil de acero y los artistas lidiaron, picaron y banderillaron un toro bravo. Torero herido El 8 de octubre de 1938, este Diario publicó una amplia noticia sobre las heridas que sufrió el diestro español José Gimán (Rubito de Sevilla), durante la corrida del día 7 en el coso del American Park. 206

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El entretenido mundo de las tiras cómicas Su aparición en diarios y revistas copa el interés de grandes y chicos que las buscan para divertirse.

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sí como hay personas apegadas a las creencias y supersticiones que empiezan el día leyendo el horóscopo del periódico de su preferencia, existen otras que antes de abordar las noticias económicas, políticas, de crónica roja, deportivas, etcétera, prefieren revisar primero la página de las historietas para hallar algo de humor, suspenso o aventura que atenúe el sinsabor que originan ciertas crónicas. Por ello, desde que esas creaciones artístico-literarias las incluyeron rotativos y publicaciones afines que se editan en la mayor parte de las naciones del mundo, casi nadie puede negar que alguna vez cedió a la tentación de ojearlas o de tomar como habitual entretenimiento su lectura. Algunos referentes El nacimiento de las tiras cómicas, historietas o cómics se remonta al siglo XIX y se consolidó en el XX, cuando muchas de ellas se publicaron no solo en sus países de origen sino que tuvieron acogida en otras naciones. Para ejemplo debemos citar Tarzán, realizada por Harold Foster; El Ratón Miguelito, El Pato Donald y otras, por Walt Disney, la popularísima Benitín y Eneas, de Al Smith Fisher, y la siempre divertida pero orientadora Mafalda, de Quino. Hubo tiras cómicas que desaparecieron al morir sus creadores y otras cambiaron de estilo de dibujo, mas continúan vigentes porque sus autores cedieron la posta a los alumnos y colaboradores cercanos. Pese a todo, aquellas suspendidas en el tiempo como Popeye el marino, de E. C. Segar, primero, y Bud Sagendorf, después, y Pancho Tronera, de Fisher, o las más contemporáneas del tipo Olafo el amargado, de Chris Browne, y Beto el recluta, de Mort Walker, regalan ratos de diversión a sus asiduos fanáticos. Los nuestros Sin olvidar que El Universo fue uno de los primeros periódicos del país que desde 1925 incluyó en sus ediciones diarias las tiras cómicas, hay que resaltar que en nuestro medio también se hicieron algunas con la mejor aceptación de los lectores. Como testimonio están las de A. Bastidas R. llamada Aventuras de Don Espantajo y el negrito Chicharrón, que se leyó en 1928; Saeta y Rafles, de Miguel Ángel Gómez (Montañola), la de Bolón y Mello-

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co, por Luis Peñaherrera Bermeo, El Gato, por José Santibáñez, entre otras. Un poco más contemporánea es Gor, el príncipe dinosaurio, por Tomás Oleas, autor guayaquileño que la publica en el suplemento infantil sabatino Mi Mundo de diario El Universo y en periódicos de Estados Unidos y México. Por eso ofrecemos un inventario sucinto de las historietas más conocidas en nuestro medio, que vienen desde años atrás con Pepita, Tremebunda, Condorito, Periquita y muchas más. Esto ayudará a recordar otras que, como las de ahora, arrancaron sonrisas y ratos de suspenso a los mayores de la familia y siguen haciendo lo mismo con sus descendientes a través de sus héroes e inconfundibles personajes. Tengamos presente a Avivato, que vivía de ‘gorra’ gracias a sus amigos; a Bombolo, el ingenuo personaje que pasaba por muchos chascos; a Falluteli, el adulador del jefe; Fulmine, El otro yo del Dr. Merengue, testimonios de una sociedad que no cambia por nada. De la misma manera hagamos memoria sobre el comportamiento de los Dos Pilluelos y las rabietas del Capitán y la Srta. Secante, al igual que Daniel el travieso con el señor Pereda; la ternura de Rabanitos; los problemas en que metían a sus padres las gemelas Dalia y Dora; e incluso la denuncia social en tono jocoso de nuestro sin par Miguel Ángel Gómez en Lo que se ve. HISTORIETAS Archie (Bob Montana / Jhon Celardo) As Solar (Ry Crane) Benitín y Eneas (Al Smith) Beto el recluta (Mort Walker) Dalia y Dora (Dick Brooks) Daniel el travieso (Hank Ketcham) Dick Tracy (Chester Gould) Educando a papá (Frank Fletcher) El Fantasma (Lee Falk y Wilson Mc Coy) El Gato Félix (Joe Oriolo) El Ratón Miguelito (Walt Disney)

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Gumersindo (Fola) Kerry Drake (Aldred Andriola) Lance (Warren Tufts) La gata de Tobita (Al Smith) Los Melaza (Hoest) Maldades de dos pilluelos (Joe Musial) Mandrake el mago (Lee Falk y Phil Davis) María de Oro (Ernst Saunders) Mark Trail (Ed Dodd) Miguel Finn (Lank Leonard) Olafo el amargado (Chris Browne) Lorenzo y Pepita (Dean Young) Guayaquil Nostálgico


Datos elementales se evocan en la cartografía local de antaño

Los planos antiguos, manuales y curiosos Observar estos documentos es motivo de gusto y reflexión, pues aparecen el ayer y presente local.

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escartada la costumbre de aprovechar solo las fiestas patronales julianas y de independencia octubrina para tratar los cambios de Guayaquil a través de su historia, acudimos al testimonio de los planos para repasar esa evolución y el recuerdo grato mientras la mirada se sitúa en calles, barrios, edificaciones, sitios de antaño y se los compara con los actuales. Libros de historia, textos escolares como los de Dionisio de Alsedo y Herrera, Manuel Villavicencio, Teodoro Wolf, Eliecer Enríquez B., Julio Estrada Ycaza y otros autores recogen estos documentos que realizados en diferentes escalas y sin el adelanto científico de los de ahora prueban el desarrollo de la ciudad desde que se asentó definitivamente al pie del Cerrito Verde. Entre los autores de planos constan Dionisio de Alsedo y Herrera (1740), Francisco de Requena (1740), Ramón García de León y Pizarro (1772), Anónimo ‘Crocrix’ (1787), Expedición BriGermán Arteta Vargas

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tánica (1847), Manuel Villavicencio (1858), A. Millet (1881), Teodoro Wolf (1887), Gastón Thoret (1896), Luis A. Carbo (1900), Otto Von Buchwald (1903), Francisco J. Landín (1909), Froilán Holguín (1919), J. G. White (1920) y C. M. Granado y Guarnizo (1939). En libros escolares También los hay más contemporáneos del Instituto Geográfico Militar (IGM), Nelson Gómez y la propia Municipalidad de Guayaquil. Asimismo, los de tipo didáctico y referencial de los libros de lugar natal Compañerito, Pepín, Rinconcito de mi Tierra, y en ediciones del cartógrafo Carlos R. Haz E., o en publicaciones de Ramón Hidalgo Ibáñez, Ediciones Djoser Frank, Producciones Globalcorp, entre otros trabajos. Actualmente circulan planos turísticos con modernos diseños que abundan en informaciones turísticas y la cartografía de la ciudad. Allí se revela el avance de Guayaquil, y sus moradores y turistas se orientan para disfrutar de los atractivos tan propios que le han sido característicos a través de los tiempos.

1900. Detalle de mapa tridiemnsional por H. Braeunlich.

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2001. Detalle del libro Plano de Guayaquil con la Nueva nomenclatura de calles, publicado por diario El Universo. Guayaquil Nostálgico


Seis edificaciones con tal calificativo Guayaquil, fiel a sus ‘modelos’

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uestra urbe adoptó el calificativo de ‘modelo’ para algunos de sus edificios construidos a partir de la segunda década del siglo XX, no solo para impulsar cambios en la estructura social de la época sino también para tener referentes en la sucesiva imagen arquitectónica que desarrolló en gran parte de la centuria pasada. No resulta extraño que esta urbe se caracterice por el empuje visionario de su gente, quienes acometieron en gigantescas obras como testimonio del desarrollo urbano y también plasmaron el deseo de que esas construcciones marchen a la par con el aporte humano y la filosofía de servicio de las instituciones a las que fueron destinadas sus construcciones. Algunos ejemplos La Escuela Fiscal Modelo Nueve de Octubre, inaugurada en 1920, y la Escuela Modelo Municipal Manuel María Valverde, terminada de edificar en 1931, en Chimborazo y Sucre, son buenos testimonios del afán de los vecinos y autoridades locales por consolidar ese principio vigente desde tiempo atrás cuando a pesar de incendios, pestes y otras calamidades la ciudad resurgía de los escombros al amparo de renovados bríos. Estos planteles, además de la amplitud y modernidad arquitectónica de sus locales, introdujeron cambios en la enseñanza. Otra prueba del sentir guayaquileño por hacer bien las cosas fue la Piladora Modelo, que por muchos años prestó vitales servicios al agro regional desde su ubicación en el sector de La Atarazana. Arriba, la Escuela Modelo Nueve de Octubre en 1920, ubicada en Chimborazo y Francisco de Marcos. A la izquierda, los silos de la Piladora Modelo, al pie del cerro Santa Ana. Germán Arteta Vargas

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1965. Vista aérea del Estadio Modelo Guayaquil, hoy Alberto Spencer Herrera en honor al máximo jugador de fútbol ecuatoriano y autor del primer gol que se marcó en este escenario deportivo..

Igualmente lo es el Estadio Modelo Guayaquil, que se inauguró de manera oficial en julio de 1959 y sigue favoreciendo al deporte en algunas disciplinas. Cuando se dotó a la Policía Nacional del llamado Cuartel Modelo, estuvo presente el deseo porque exista una adecuada manera de acoger al personal y los recursos que velan por la seguridad ciudadana, y al inaugurarse la Penitenciaría Modelo del Litoral (Centro de Rehabilitación Social de Guayaquil) hubo la mejor intención de que el sistema carcelario y la rehabilitación de los reclusos se hagan en forma adecuada. Lamentablemente, por la falta de cuidado y la mala política de conservación que restó importancia al constante crecimiento de la urbe, algunos de estos edificios muestran deterioro y están al margen del servicio para los cuales se los diseñó como verdaderos modelos. Luis Vayas Amat, editor de libros que nació aquí en 1930 y ha sido testigo del cambio urbanístico de la metrópoli, sostiene que fue el deseo de mantener viva la tradición forjadora y pionera característica del guayaquileño lo que inspiró a los empresarios y ejecutores de edificaciones representativas a denominarlas modelos, al margen de expresiones de ostentación negativa. Basta mencionar el 9 de Octubre de 1820, la construcción del primer buque a vapor, el Guayas, en 1842, o el submarino de José Rodríguez de Labandera como una prueba del valor precursor y pionero que nos identifica, dice. La historiadora Jenny Estrada igualmente resalta esos acontecimientos y se refiere al valor de modelo que tuvieron algunos de estos en su época, pero enfatiza que es necesario encarar los cambios y vivir la realidad para no ser apasionados en repetir cosas que por infinidad de circunstancias cumplieron su ciclo. 212

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Guayaquil, eterna musa para los compositores En distintas épocas de su historia la ciudad ha motivado muchos temas que cantan todas sus bellezas.

1925. Guayaquil en la plumilla del maestro Roura Oxandaberro.

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a reciente presentación del pasacalle Jardines de Guayaquil, letra de Octavio Gómez con arreglos musicales de Luis Izurieta Abarca y Luis Izurieta Arias, ratifica y aquello de que nuestra metrópoli es la permanente inspiración de poetas, pintores y músicos ecuatorianos y extranjeros. De allí que igual a la extensa lista de textos literarios que nos sugieren releerlos y de las pinturas que invitan a mirar los detalles que copian el paisaje guayaquileño de otros tiempos y de esta época, también hay obras musicales que exaltan las cualidades espirituales de esta urbe y su gente. Junto a los emblemáticos Guayaquil de mis amores, pasillo de Lauro Dávila Echeverría y Nicasio Safadi Reves, compositor este último que también musicalizó Romance criollo de la niña guayaquileña de Abel Romeo CastiGermán Arteta Vargas

El Dúo Ecuador en 1930.

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llo, hay que colocar el pasillo Guayaquil, pórtico de oro, letra de Pablo Hanníbal Vela y música de Carlos Aurelio Rubira Infante. Además deben constar los pasacalles Cholo porteño de Abel Romeo Castillo y Armando Pantza Aráuz; Guayaquileño, con letra y música de Carlos Aurelio Rubira Infante, y Mi Guayaquil, de Carlos Solís Morán. Igualmente, La Guayaquileña, de Lauro Dávila Echeverría y Nicasio Safadi Reves. Diversos temas Hace décadas se conocieron Guayaquil heroico y Guayaquil, perla del Pacífico, que en el antiguo ritmo del one step, crearon Carlos Amable Ortiz y Francisco Paredes Herrera, respectivamente. De manera similar, el pasacalle Perla ecuatoriana (Guayaquileña), de Rafael Carpio Abad, y el pasodoble Guayaquil, por José Casimiro Arellano. Néstor Aguayo Jarrín y Ángel Pulgar Tixe compusieron el pasacalle Reina del Guayas; Juan Bautista Luces, el pasodoble Guayaquil heroico; José Casimiro Arellano, la polca Guayaquil artístico; Nancy Murillo en 1957 popularizó el pasacalle Guayaquil invita a gozar; y Luis Humberto Salgado puso música al poema El río Guayas, de Alejandro Velasco Mejía. En el siglo pasado Federico M. Borja compuso el valse Brisas del Guayas; Gerardo Arias, el pasacalle Río Guayas; Julio Jaramillo, el valse Guayaquileña; Hernán Rojas, la cumbia Hermosa Guayaquil; Luis Izurieta Arias, el pasillo Guayaquil 70 y Serenata Guayaca, de Alejandro Velasco Mejía que grabó el tenor Ángel Oyola. En estos primeros años del siglo XXI son populares Ahora o nunca Guayaquil vive por ti, de Luis Padilla Guevara y Paúl Tapia; Mi querido Guayaquil (pasillo), de Luis Antonio Medina Manrique; Perla del Pacífico (pasacalle), de Víctor Motta Merino, cantado por Juanita Córdova; y Guayaquil, jardín de encanto (pasillo), del cantautor Otto Ferrer Triviño. Otra hermosa composición que no debemos olvidar es el himno Mi ciudad, de Pedro Maspons y Camarassa (letra) y Ángelo Negri (música). Existen otros títulos que escapan de esta crónica y que bien vale rescatarlos. Hagámoslo.

ACORDES Las radioemisoras de la ciudad acostumbraban hacer escuchar estas canciones: Guayaquileña (pasacalle) Guayaquileña, mujer hermosa, bella y graciosa, dama gentil, sois la alegría del alma mía y la grandeza de Guayaquil. Rafael Carpio Abad

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Parques y plazas en la historia porteña

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ortales, balcones, edificios de hormigón e incluso casas de construcción mixta de las primeras décadas del siglo XX que aún no sucumben a la modernidad son testimonios de nuestra historia y también referentes para evocar aquella ancestral imagen porteña de centurias pasadas. Lo mismo ocurre con los parques, paseos y plazas que recuerdan románticas épocas, aunque algunos de ellos cambiaron de nombre y aspecto de acuerdo a la evolución urbana. Ensayamos un breve recuento de esos sitios de esparcimiento, peregrinación cívica y política, adonde acudieron abuelos y padres a disfrutar de la naturaleza, escuchar música al aire libre por medio de parlantes o por las retretas de bandas militares. Recordemos que los nombres que parques y plazas asumieron al paso del tiempo no tuvieron un año o una época definidos sino que fue en prudente lapso. Breve recuento Allí el parque Seminario, circundado por las calles Chile, Chimborazo, Clemente Ballén y Diez de Agosto, al que periodistas, guías turísticos y numerosos vecinos lo llaman Parque de las Iguanas, y que en orden cronológico desde los albores de la metrópoli ha recibido los nombres de Plaza de Armas (1770), Plaza de la Iglesia Matriz, Plaza Matriz, Plaza de la Estrella (1870), Plaza de la Catedral, Plaza Bolívar (1887), parque Seminario (1895 y un poco antes).

1889. Inauguración del Parque Seminario.

La plaza del Centenario (1920), limitada en lo actual por las calles Lorenzo de Garaycoa (Santa Elena), Pedro Moncayo (Daule), Primero de Mayo (Bolívar) y Vélez, en los planos de Guayaquil de 1909 y 1919 se la llama plaza Nueve de Octubre; la plaza Montalvo, después parque Montalvo, en documentos de 1909, 1919, 1920 conserva como hasta ahora tal denominación. La plaza Rocafuerte, llamada así en 1909 y 1920, muchos la denominaron plaza de San Francisco (1881) y hoy algunos hacen lo mismo.

La plaza del Centenario en 1930. Germán Arteta Vargas

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El parque España en el Barrio del Astillero; la plaza de la Victoria al oeste de la ciudad y la plaza de la Concordia frente al Normal Rita Lecumberri (actual Piscina Olímpica).

El espacio ocupado por el actual complejo deportivo de la piscina olímpica y la pista atlética, frente al colegio Rita Lecumberri (José Mascote, Hurtado, Luque y García Moreno), a comienzos del siglo pasado fue llamado plaza Diez de Agosto, después plaza del Ejército y más tarde plaza de la Concordia. La plaza Colón de estos días (al norte, en los límites del barrio Las Peñas tuvo la primigenia denominación de plaza de la Parroquia (1779) y más tarde plaza de la Concepción (1887). La plaza Veinticuatro de Mayo, de comienzos del siglo XX, es actualmente el parque San Agustín, pero oficialmente Medardo Ángel Silva, limitado por las calles Pedro Moncayo, Seis de Marzo, Quisquís y Luis Urdaneta. La plaza de la Victoria o parque de la Victoria (Quito, Clemente Ballén, Diez de Agosto, Pedro Moncayo) conservó por mucho tiempo el nombre de plaza Calderón. En cambio, el parque España (Chimborazo, Chile, Portete y General Gómez) se llamó primitivamente plaza Ecuador. Más novedades El plano de Francisco Landín de 1909 incluye la plaza Chile (Noguchi, Cacique Álvarez, Capitán Nájera y Febres Cordero) que se llama así hasta la presente, pero como parque Chile. El parque Sucre (ubicado por años entre los edificios de la Municipalidad de Guayaquil y Gobernación del Guayas) tuvo cambios y junto con la estatua del héroe se convirtió en la moderna Plaza de la Administración. Los predios de la plaza Rodolfo Baquerizo Moreno primero fueron del tradicional American Park y más tarde parque Guayaquil. La plaza de Santo Domingo consta en el plano de A. Millet de 1880 y 1881 y la ubica frente a la iglesia de igual nombre del barrio Las Peñas; el mismo autor incluye la Plaza del Mercado en el Malecón o Calle de la Orilla a la altura de la Casa del Cabildo. La plaza de La Merced, frente a la basílica de igual nombre, se convirtió en el parque Pedro Carbo. El parque Olmedo cambió de lugar; el Jorge Washington desapareció y al de la Armada remodelan para convertirlo en el complejo cívico naval Jambelí. Ya no se habla del Paseo de las Colonias pero sí de los parques Puerto Liza, Clemente Yerovi Indaburu, Jerusalén, República del Uruguay, etcétera. Entre las plazas inauguradas en los últimos años están las de la Administración, Rodolfo Baquerizo Moreno, Cívica del Malecón, Francisco de Paula Ycaza, de Honores (cúspide del cerro Santa Ana), de Artes y Oficios Carlos Armando Romero Rodas (parque lineal del Salado), de la Integración y otras. 216

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Los carnavales del recuerdo Festividad. Autoridades y vecinos unían sus actividades para los días de diversión.

Carro alegórico listo para desfilar por las fiestas de carnaval.

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os novedosos números con que las instituciones públicas y privadas organizaban las festividades del carnaval en la primera mitad del siglo XX e incluso décadas más allá, fueron un buen motivo para que el vecindario guayaquileño mostrara su entusiasmo y colaborara sin reservas para el éxito de las elecciones de reinas, desfiles, comparsas, coros de flores, festivales bailables con disfraces, actos deportivos, etcétera. Terminada la temporada de Navidad y Año Nuevo, los almacenes, perfumerías y boticas iniciaban la propaganda de los productos necesarios para la fiesta del dios Momo o de carnestolendas, tales los perfumes, talcos, aguas de Florida y de Kananga, globitos, papeles y fantasías para arreglar casas, centros sociales y vehículos. Periódicos como El Universo, auspiciaron concursos de reinas de carnaval. Otros ejemplos de esto último era la elección de la Señorita Carnaval por la Asociación General de Empleados; la Princesa de la Alegría, por el Centro Social Comercio; y la Directora de la Fiesta, por la Sociedad de Carpinteros. También nombraban soberanas, dios Momo, colombinas, pierrot y otras dignidades simbólicas. Solo permitían jugar en sus festivales bailables con flores, confetis, serpentinas y perfumes. Germán Arteta Vargas

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Las orquestas de la época: Mestanza, Blacio Moral, Silva, Rolando y otras tenían que multiplicarse para atender la demanda de las entidades barriales, sociales y culturales que igualmente ofrecieron fiestas de disfraces o de la ‘piñata’. En muchos casos, las salas de cine como el Olmedo, Edén, Quito sirvieron de escenario para los concurridos bailes que nadie se atrevió a empañar con actitudes malcriadas. En sus propagandas los comercios aconsejaban a los clientes ayudar a culturizar el carnaval con juego decente y ofrecían artículos para que los jugadores pasaran bien los tres días de fiestas, con gorros, antifaces, perfumes, lanzaserpentinas, chisguetes, aguas de colonia, talcos perfumados, lociones, etcétera. Boticas y perfumerías ofrecían productos afines a su actividad. Hasta cuando cerraron sus puertas los almacenes Lilita, de Arístides Antepara; Durango Hnos., Luis Palomeque, Enrique Alemán, Antepara & Palomeque, Chiriboga & Valdivieso, Joaquín Arias y otros mantuvieron la costumbre de comercializar esas novedades. En cuanto a los globitos hay nombres que siempre recordamos: Zaruma, Fénix, Diana, Águila, Venecia, H.B., María Eugenia, entre otras marcas. Los bailes del American Park, Barrio del Astillero y de instituciones guayaquileñas y colonias extranjeras siempre atrajeron a los grupos familiares deseosos de diversión. En 1930 el teatro Victoria ofreció un baile con ingreso gratis para señoritas, un sucre para caballeros y 30 centavos para los espectadores de galería. También hubo autoridades preocupadas que prohibieron el juego brusco de carnaval y recomendaron a los que lo practicaban con aguas y anilinas lo hicieran ‘casa adentro’, para no perturbar a nadie. No faltaron exasperados jugadores que si la víctima no pagaba la ‘multa’ o ‘cupo’ de un sucre, cumplían la amenaza del baño con el balde de agua o iba a la poza. Hubo dueños de camionetas y camiones que los alquilaban para que los carnavaleros recorrieran las calles lanzando globos o arrojando agua a los distraídos transeúntes. Pero con el paso del tiempo las cosas cambiaron y muchos radicalizaron el juego peligroso; por eso cientos de familias prefirieron asumir la costumbre de dejar sus hogares y dirigirse a los balnearios. Una autoridad militar intentó ‘culturizar’ el carnaval en Guayaquil y algo logró, pero eso fue algo efímero. Actualmente la Municipalidad de Guayaquil intenta recuperar la belleza de lejanas épocas cuando las fiestas en verdad eran motivo de distracción y regocijo. 218

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Las obras urbanas porteñas que despiertan evocaciones Tienen 75 años, pero rescatados traen recuerdos de épocas en que la ciudad ingresó al desarrollo.

El Mercado Este fue modernizado hace pocos años.

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n 1931, mientras era prefecto municipal el doctor Alberto Guerrero Martínez, el Ayuntamiento guayaquileño desplegó una valiosa labor y concretó obras sociales y urbanísticas. De ello resaltamos algo en mayo pasado, pues en esa histórica fecha del año que evocamos se inauguró la obra del parque Chile y la del Reloj Público Municipal, en su último emplazamiento conocido. Esta vez resaltamos los 75 años de lo que actualmente llamamos Mercado Este, pero que en la época de su construcción e inauguración lo denominaron Mercado Municipal del Sur, cuya apertura oficial fue el 10 de agosto de 1931. Ejecutó la obra la Sociedad Técnica Fénix en la manzana de las calles Chimborazo, Gómez Rendón, Coronel y Maldonado. Otras obras que la Municipalidad entregó a la comunidad en la fiesta del 10 de agosto fueron el Programa del Desayuno Escolar en la escuela modelo Manuel María Valverde, de la maestra Mercedes Moreno, los nuevos salones del Museo Municipal y los servicios higiénicos municipales de las calles Eloy Alfaro y Argentina, actualmente con el interior remodelado y la fachada mejorada. Germán Arteta Vargas

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El antiguo Mercado Norte luce nueva imagen.

Fiestas de apertura Las autoridades provinciales y municipales, directivos de instituciones y la comunidad participaron en la inauguración. Así, Vicente Paz Ayora, gobernador del Guayas; el coronel Alberto C. Romero, jefe de la IV Zona Militar; los concejales Antonio Moya, Jorge Illingworth, Eduardo C. Guerrero, Teodoro Alvarado Garaycoa, José Vicente Peñafiel y Agustín Rendón. También asistieron Ismael Pérez Castro, administrador de El Universo; el doctor Roberto Leví y su esposa María Piedad Castillo de Leví; Antonio Elizalde, Luis Vernaza, Adelaida Velasco, Leopoldo Benites Vinueza, Modesto Chávez Franco, director del Museo Municipal, y más invitados y vecinos que recorrieron las nuevas obras para conocer todos los detalles. A la inauguración del Mercado Municipal del Sur le siguió la quermés que organizaron la Sociedad de Beneficencia de Señoras, la Sociedad Protectora de la Infancia, la Casa Cuna y el Ajuar del Niño, con la presentación de quioscos que atendieron señoritas del voluntariado. La banda de músicos del batallón Imbabura amenizó la programación. Un festejo similar ocurrió con el llamado Mercado Norte, emplazado en la manzana que circunda las calles Baquerizo Moreno, Tomás Martínez, Padre Aguirre y el callejón Banife, abierto oficialmente al público en septiembre de ese mismo año, con la participación de las mismas autoridades municipales y el alborozo de los vecinos por tan importante obra. 220

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¡Llegaron las ciruelas! Las apetecidas frutas inundan los mercados y vuelven a deleitar el paladar de los guayaquileños.

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Quién no recuerda que alguna vez al salir de clases de la escuela o colegio sucumbió a la tentación de saborear más de una ciruela verde, pintona o madura que sazonó con toquecitos de sal? ¿O que en los distraídos años de la niñez y juventud se hizo la ‘pava’ (faltó a clases o se escapó de ella) para avanzar junto con sus condiscípulos hasta los cerros Santa Ana y del Carmen para ir en pos de esos frutos cuyos árboles crecían espontáneamente allí y en otros sectores aledaños a la ciudad? Muchos evocarán esa época feliz. Y lo harán con mayor intensidad ahora que estamos en plena temporada de la ciruela, fruta que no desaparece en forma total de nuestros campos y de la memoria urbana, como ocurre con el caimito o cauje, marañón, la pomarrosa y otras que, salvo algunos románticos agricultores que luchan por conservarlas, se extinguieron de la campiña costeña por la negligencia o el afán de enriquecimiento de ciertos empresarios, que prefirieron otras especies rentables y talaron los árboles frutales existentes.

Aunque a la entrada de los planteles y en la calle algunos comerciantes impusieron la costumbre de venderlas verdes (‘malhechas’) curtidas en sal y ají, la abundante cosecha de ciruelas que alcanza su plenitud en noviembre y decae en diciembre hace a un lado aquello y permite disfrutarlas con todo su potencial alimenticio. Asimismo, obliga a reconocer que es una de las frutas mayormente identificadas con la región y a la que se canta en amorfinos o citan los escritores costumbristas en sus novelas y relatos. Por esto último, es común observar en estos días los camiones repletos de cajas de ciruelas que llegan desde Petrillo, Juntas, Julio Moreno, Cerecita y otros lugares de la provincia del Guayas, hasta la esquina de Pío Montúfar y Colón, donde se las comercializa y reparte para otros sitios. Incluso las llevan las clásicas carretillas, cuyos dueños pregonan por calles céntricas y periféricas de la urbe para ofrecer la ciruela. Alimenticio y medicinal El ciruelo (Spondias purpúrea L.) es árbol nativo de América tropical y mide hasta 10 m de alto; sus hojas son compuestas de 5-12 pares de hojuelas, con panículas de flores rojas o purpúreas asentadas sobre ramas gruesas. Las drupas son rojas acídulas. Por lo general la fructificación comienza en noviembre. Los frutos del árbol (ciruelos o ciruelas) se comen crudos, en jaleas o mermeladas; con ellos también se hacen refrescos y helados. El árbol es maderable y sirve para cercas vivientes; en el campo medicinal, el fruto y las hojas son usados en infusión como astringente. Pariente de esta fruta es el hobo, jobo o ciruela amarilla (Spondias mombin L.) que también crece en zonas de Los Ríos, Guayas, Esmeraldas y, sobre todo, Manabí. El hobo es amarillo, comestible al natural o en calidad de refresco y jalea; la madera sirve como leña o para hacer cajones, cajas de fósforos, etcétera. Germán Arteta Vargas

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La cerveza, otra bebida tradicional en Guayaquil

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demás de la chicha de jora y arroz (resbaladera), del aguardiente de caña, el rompope, las mistelas, etcétera, que fueron las ‘pociones espirituosas’ a las que acudieron nuestros abuelos y padres para amenizar sus tertulias, robustecer la unidad familiar y disfrutar sanamente de su círculo de amigos, la cerveza fue otra preparación que ayudó a ese fin y pronto fue parte del folclore ergológico (comidas y bebidas) que nos identifica. Aunque con algunas diferencias a las costumbres de antaño, cuando anfitriones e invitados disfrutaban de potajes y bebidas -incluida la cerveza- durante la inexcusable celebración del ‘santo’, las fiestas cívicas, el paseo campestre en lancha o la caminata directa por la campiña cercana a la ciudad, las generaciones siguientes mantuvieron el hábito de incluir el popular producto en sus diversos festejos.

Posiblemente resultan pocos los hogares donde, por lo menos, alguna vez, se brindó o se ofrece una cerveza al visitante fugaz o invitado al festejo del cumpleaños de cualquier miembro del hogar. Asimismo, mientras se realiza un negocio, al terminar un partido de indorfútbol o simplemente para atenuar el calor del clima ‘guayaco’ en tanto los amigos hablan de política, arte, cualquier tema citadino, o rasgan la guitarra y tararean pasillos. Antigua bebida Porque resulta innegable la costumbre de consumir cerveza entre nosotros, porque la nuestra mantiene su fama internacional y porque la industria está arraigada a la historia de la ciudad, hoy recordamos brevemente comienzos y marcas de tal producto en nuestro medio, luego de concluir que en el mundo aquella bebida es una de las más antiguas y extendidas desde su preparación artesanal hasta que se industrializó en el siglo XIX.

Primer aviso de Cervecería Nacional en 1887.

En Guayaquil la primera fábrica de cervezas se fundó en 1887, cuando las que se consumían aquí eran de procedencia alemana, holandesas e inglesas , con un costo elevado que impedía su consumo por las clases populares. En 1896 pasó a propiedad de los hermanos Mario y Luis Maulme; posteriormente, en 1909 la adquirió Enrique Gallardo hasta que en 1913 las instalaciones fueron traspasadas a la Ecuadorian Breweries Company y su gerente L. F. Yoder. Después vinieron otras administraciones.

Instalaciones de la Cervecería en 1920.

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En la década del treinta del siglo XX, la Compañía de Cervezas Nacionales elaboraba tres calidades de cerveza: Pílsener rubia y negra, Cristal rubia y negra, y la Popular, llamada así por su precio barato. El producto se vendió en barriles de ‘sifón’ y ‘corrientes’. En el mismo barrio Las Peñas fabricó sus propias tapas ‘corona’ para Guayaquil Nostálgico


el sellado automático de las botellas y estableció la de hielo, como complemento del servicio a sus clientes. Más tarde ofreció la Malta, que logró consumo masivo, pues en hogares y quioscos de la calle la gente adquirió la costumbre de añadirle huevos y cola para reforzar su poder alimenticio. La marca Ruby perteneció a la misma empresa.

Algunas marcas de la Compañía de Cervezas Nacionales, que se estableció en Guayaquil en 1887.

Este fugaz recuento resultaría incompleto si olvidáramos que para mantener o superar la calidad de su producción, una fábrica tan nuestra como la Compañía de Cervezas Nacionales compitió con acreditadas preparaciones de fábricas como La Campana, La Victoria, La Imperial, en Quito; Alemana en Riobamba; La Victoria, en Cuenca, entre otras que pusieron en el mercado las clases Pílsener, Export, Bavaria, Bohemia, Roja, Danesa, Porter, Extracto de Malta y otras muy conocidas. Actualmente en el mercado guayaquileño existen varias marcas de cerveza de fabricación nacional y otras llegadas del exterior, que el vecindario busca para consumirlas y así mantener der aquella tradición de la que hemos hecho referencia en esta nota, con el solo afán de resaltar que entre los múltiples factores de nuestra identidad está el folclore ergológico y, dentro de él, los platos típicos y las bebidas ‘espirituosas’ como la cerveza. La misma Compañía de Cervezas Nacionales también producía y distribuía el Extracto de Malta, para personas débiles.

Primer aviso de Pilsener en 1913.

La cerveza Pílsener está arraigada a la identidad guayaquileña.

Germán Arteta Vargas

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El parque Bim Bam Bum dejó muchos recuerdos en los vecinos de la ciudad Hace 50 años, la visionaria acción del doctor Eduardo Carrión Toral logró la apertura de aquel centro que semanalmente recibió a centenares de guayaquileños y turistas de otros lares, ávidos de sana distracción.

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os tradicionales guinguilingongos, columpios y carruseles, acompañados de otros juegos y espacios recreativos como el ferrocarril en miniatura, pistas de bicicletas y autos para niños, espejos mágicos, piscinas para menores y adultos, zoológico, restaurantes, biblioteca infantil, música ambiental en todas las áreas, caballitos pony, concha acústica para presentación de artistas, etcétera, formaron parte de aquel mundo mágico que puso a la disposición de Guayaquil el doctor Eduardo Carrión Toral (19081990), cuando inauguró el parque de distracciones Bim Bam Bum en el km 4 1/2 de la carretera a Playas, balneario de los más cercanos a la creciente metrópoli. El sábado 9 de agosto de 1958 se abrió el Eduardo Carrión Toral centro que fue otro referente de la dinamia guayaquileña, similar al American Park. El Bim Bam Bum ocupó un amplio y acogedor predio natural, en medio de una vegetación propia de la zona y de otras especies cuidadosamente introducidas para complementar la belleza del paisaje. Hacia allá, en especial los sábados y domingos de cada semana, se dirigían incontables familias del Puerto Principal, parientes llegados desde otros lugares del país e incluso del exterior, para gozar de esas instalaciones en las que los niños tenían la preferencia, según los propósitos del mentalizador de la obra. No faltó allí un restaurante en el que los visitantes podían saborear platos criollos y otras populares preparaciones, como los muchines, carne en palito, canguil, helados, algodón de azúcar, hot-dog y pollo asado. El ‘comedero criollo’ ofrecía únicamente platos nativos y el restaurante Rodrigo’s daba más opciones a los clientes eventuales o asiduos. El día de la apertura oficial del Bim Bam Bum asistieron autoridades provinciales y 224

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cantonales, a manera de respaldo al doctor Eduardo Carrión Toral, quien tras ingentes gastos y duros momentos materializó su cometido para servir a la comunidad. Diario El Universo publicó algunos avisos que invitaban a la inauguración y desde entonces, por varios años, sus páginas incluyeron las novedosas promociones del parque durante los fines de semana o por fiestas cívicas y más celebraciones especiales. Quienes no tenían transporte propio iban al parque del Centenario para tomar los buses que cobraban 60 centavos el pasaje; el ingreso costaba un sucre (niños) y dos sucres (adultos). César Antonio Mosquera Corral, arzobispo de Guayaquil, bendijo el complejo. El nombre de Bim Bam Bum lo sugirió Victoria Puig de Lange, residente en Chile. El doctor Carrión nombró padrino del parque al connotado empresario Rodolfo Baquerizo Moreno, gestor del American Park, quien no pudo asistir al acto de apertura por enfermedad. En su discurso, el creador de la obra agradeció al Banco La Previsora, Comité de Vialidad del Guayas, arquitectos Fausto Cuesta y Rafael Rivas, ingenieros Arturo Cepeda y Antonio Rossi Ríos, y escultor Alfredo Palacio, que realizó el busto de Emilio Estrada, develado en el mirador del parque. Además resaltó el aporte del mecánico Heriberto Villena, sus amigos Gustavo Zevallos Salame y Oswaldo Rodríguez, y más personajes e instituciones que desde que compró el paraje (1949), ideó la obra y comenzó la construcción (diciembre de 1957), le dieron el respaldo económico y lo animaron en su cometido. El Bim Bam Bum fue el sitio que incontables pequeños y adultos añoraban disfrutar y, asimismo, el que cuando recibió a sus visitantes les regaló horas de inmenso regocijo con el marco de la naturaleza. Lamentablemente desapareció al igual que sus similares antecesores American Park y La Macarena, y otros donde armonizaron la laboriosidad y alegría tan característica de nuestra ciudad y su gente.

Millares de niños guayaquileños gozaron con los juegos del Bim Bam Bum. Germán Arteta Vargas

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La Macarena fue otro de los centros de distracción familiar que aún se evoca Junto con los emblemáticos American Park y Bim Bam Bum cubrió una época que está inscrita en la memoria de incontables guayaquileños y vecinos de la ciudad. Mucho público acudía semanalmente a sus instalaciones.

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quellos guayaquileños que nacieron pasada la segunda mitad del siglo XX y mantienen inalterables los recuerdos de su niñez y juventud que transcurrieron hasta por las décadas del sesenta y setenta, durante sus conversaciones con familiares, amigos y vecinos de barrio repiten en medio de añoranza sus momentos de juegos infantiles por las calles de la barriada y, entre otras tantas maneras de diversión en compañía de padres, hermanos y parientes, también evocan las visitas al popular parque de distracciones La Macarena, en Pedro Moncayo entre Nueve de Octubre y Primero de Mayo. En efecto, aquel centro que funcionó por muchos años en la dirección indicada fue el sitio de concentración de familias que iban en busca de los juegos mecánicos y otras distracciones que allí se ofrecían durante varios días de la semana, pero especialmente los sábados y domingos y los de las conmemoraciones porteñas de julio y octubre, cuando la ciudad se engalana y adquiere un ambiente contagiante de gozo. Las instalaciones de La Macarena con sus banderolas y luces multicolores en la tarde y noche avivaban las ansias de diversión de chiquillos e incluso de los mayores del hogar. El carrusel, la rueda moscovita, los carros chocones, el tiro al blanco, el juego de bolos, los botes giratorios sobre un canal redondo lleno de agua, las máquinas tragamonedas, las marionetas, el algodón de azúcar, las manzanas con caramelo, los globos y la música de fondo formaban parte del atrayente local en el que resaltaba el griterío de los chiquillos que pasaban de un aparato a otro para sentir la experiencia de la velocidad y las vueltas repetidas. Los enamorados igualmente se citaban en La Macarena y hasta los estudiantes que escapaban de clases llegaron allí para disfrutar de las novedades y los espectáculos promocionados. Entonces Guayaquil recién comenzaba el febril desarrollo de los últimos lustros y los establecimientos dedicados a este tipo de actividad eran escasos. Frente al Parque del Centenario existía, asimismo, un pequeño carrusel que no tenía la amplitud de La Macarena, pero que ayudaba a dar entretenimiento a quienes no iban al cine o carecían de mayores recursos monetarios para otros espectáculos. La gente que llegaba habitualmente a La Macarena lo prefería por su ubicación en pleno centro de la metrópoli y por no ofrecer problemas con la transportación. Daba gusto observar

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Anuncio de La Macarena publicado en El Universo.

los fines de semana, cómo los padres y jefes de familia se las ingeniaban para lograr que sus pequeños fueran los primeros en embarcarse en los juegos y así disfrutar junto a ellos de cada vuelta en la rueda moscovita, el carrusel de caballitos y en los demás entretenimientos que nadie quería perdérselos. Al paso de los años, con el crecimiento de la ciudad por el norte y el sur, la clientela de La Macarena disminuyó. Los juegos, que tiempo atrás fueron muchos, también mermaron y el espacio junto a la Casa de la Cultura del Guayas se estrechó, hasta que finalmente el establecimiento cerró para el pesar de quienes durante un largo lapso prefirieron el lugar y vieron crecer a sus vástagos y pupilos. Actualmente, en donde estuvo La Macarena existe un amplio garaje y ahí la Casa de la Cultura del Guayas tiene previsto hace bastante tiempo ampliar el local para intensificar sus actividades. A pocos pasos estuvo el viejo bar fuente de soda Montreal, que también cerró sus puertas y dejó otro cúmulo de añoranzas para sus habituales clientes. La Macarena dejó de atender definitivamente tal como lo hicieron el American Park, de Rodolfo Baquerizo Moreno, y el Bim Bam Bum, de Eduardo Carrión Toral, visionarios empresarios que no solo pensaron en el provecho económico de sus proyectos puestos en ejecución con mucho tesón y sacrificio, sino en el bienestar colectivo y la sana diversión de sus compatriotas que los recuerdan siempre porque ayudaron a consolidar el calificativo de tierra trabajadora, hermosa y acogedora que caracteriza a Guayaquil. Germán Arteta Vargas

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Las vermús de los cines y sus sabrosos recuerdos en la muchachada de antaño Sin televisores a colores, reproductores de DVD y juegos electrónicos en casa, la gente menuda ansiaba la llegada del domingo para ir en busca de sus películas y actores favoritos. Los cines de barrios se llenaban.

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os chicos los llamábamos cines o teatros sin atender aquellas pequeñas diferencias que establecen sus estructuras. También el nombre era lo de menos, pues por igual corríamos para llegar a tiempo a los que eran de imponentes edificios con aire acondicionado y butacas pullman, o aquellos populares o de ‘barrio’ cuyas galerías y lunetas no presentaban mayor diferencia: igual dureza de los asientos de luneta y galería, mientras el calor sofocaba y los escasos ventiladores giraban sin cesar para tratar de ganarle la partida. Pero allí, en sus boleterías, se arremolinaban los chiquillos y no pocos jóvenes y algunos padres y adultos de la familia, para sumarse al bullicio de la vermú dominical de los cines de Guayaquil con la clásica oferta del ‘2 X 1’ (dos personas con un boleto), a la que las familias pudientes y pobres se acogían para que la prole asistiera a la esperada función de casi todas las semanas. Afuera de los locales y desde muy temprano había un ambiente de feria: revendedores de boletos cuando la película estaba rotulada de muy buena o excelente, charoles con caramelos y chocolatines, vendedores de refrescos y prensados, bollos, cebiches en balde, ‘huevos chilenos’ y muchísimas otras novelerías para los curiosos asistentes. Esperar el inicio de la función igualmente resultaba un suplicio para quienes iban ávidos por ver la película. Así, al apagarse las luces, el grito de ¡Yaaaa! dado por la concurrencia resultaba sonoro y unánime. Después de los tráilers, avances y rollos cómicos de regalo venía el filme tan esperado. Al desarrollar la cinta y el héroe iba tras los bandidos para castigarlos -como en las de vaqueros–, la emoción llegaba a su máximo punto y los zapatos de los pequeños espectadores se estrellaban contra las escalinatas de la galería, por lo que el estruendo avivaba las emociones. Chocolatineros, maniceros y hasta quienes ofrecían a escondidas de padres y cuidadores unos folletines de dibujos ‘pornográficos’ –no tan escandalosos como los de ahora– tenían su mercado asegurado entre algunos chiquillos audaces que los 228

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compraban para llevarlos a casa o colegio. No faltaban algunos gritos de imprecación contra la pobre madre del operador del proyector cuando la cinta se cortaba, quemaba o pasaba muy rápido. Tampoco contra el imprudente que se cruzaba por delante de la imagen en el instante de suspenso o emoción. Al terminar la función, muchos de los niños y jóvenes con la camisa en mano, por el calor que habían soportado, aún se situaban a observar las carteleras portátiles que se colocaban al ingreso de los cines con fotos de las películas en exhibición y de próximo estreno. Al observar las imágenes de aquella recién vista se exclamaba señalando el cuadro ¡este sí salió! o ¡este no! Enseguida, con los pocos centavos que sobraban, un helado, un vaso de refresco para amortiguar el hambre hasta llegar a casa, donde esperaba el almuerzo dominguero. Cómo no recordar los cines y teatros Presidente, Nueve de Octubre, Apolo, Quito, Central, Guayas, Juan Pueblo, Fénix, Ponce, Luque, Gloria, Olimpia, Encanto, Tauro, París, México, Paraíso, etcétera, que en sus localidades de luneta y galería o una sola recibían dominicalmente al enjambre de bulliciosos chiquillos que acudían a ver las películas mexicanas con Tony y Luis Aguilar, Jorge Negrete, Elvira Quintana, Viruta y Capulina, Lola Beltrán, Sara García, Joselito, Cantinflas, Tin Tan y muchísimos otros artistas que dejaron gratísimos recuerdos. O también al Variedades, Latino, Calero, Cuba, Victoria que ponían en cartelera los filmes de ‘indios’ y vaqueros, hasta llegar a los más contemporáneos de las dos últimas décadas del siglo XX como el Guayaquil, Inca, Maya, Policines y Albocines, que exhibieron las modernísimas producciones de Hollywood y de la cinematografía en general, dueña de efectos especiales y recursos computarizados. Desapareció la mayoría de los cines ‘grandes’ y de ‘barrio’ de la ciudad y junto con ellos marchó el ambiente festivo de la vermú dominical, que trae un bagaje de añoranzas a quienes ya son ‘cincuentones’ e incluso a los que vivieron con plena alegría su niñez en los ochenta y noventa de la centuria pasada. Hoy es raro ver filas para ingresar a una función de vermú dominical, pues los padres prefieren comprar las películas en formato DVD para que sus hijos las vean en casa. Germán Arteta Vargas

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Las radionovelas ganaron su espacio en la memoria porteña y aún se las evoca

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a ‘Camay’ por la emisora América estuvo entre las de mayor sintonía, pero otras consiguieron igual acogida, mientras las figuras del radioteatro se convirtieron en referentes. Ahora mandan las telenovelas.

Jenny Estrada en su libro Del tiempo de la yapa recuerda las experiencias de las familias guayaquileñas con la radionovela ‘Camay’ en la estación América del radiodifusor Luis Albán Bajaña y que impulsó Enrique Vega Ruilova. La acogida a ese espacio en América motivó a sus colegas a impulsar obras similares con elencos de radioteatro que se convirtieron en referentes de la época. Además de la novela ‘Camay’ que dio emociones a adultos, jóvenes e incluso niños que se situaban frente a los radios Telefunken, RCA Víctor y otras marcas, debemos citar a la CRE y ‘La novela de la tarde’ y ‘La novela del hogar’; El Mundo: ‘La novela en su hogar’; Bolívar: ‘La novela Pepsi Cola’; Atalaya: ‘La novela Colgate-Palmolive y Mejorub’ y ‘La novela ENO’; Excelsior: ‘La novela Excelsior’; y Cenit: ‘La novela del aire’. Otras emisoras de mucha sintonía fueron El Telégrafo, con El teatro en su casa, de Paco Villar (1939, y Ondas del Pacífico. En cambio, algunos espacios cambiaron de casa con nuevos patrocinadores: Atalaya y ‘El teatro selecto Gliden’ y las radionovelas ‘Mouson’, ‘Silueta’ y ‘Oleica’. Radionovelas que se escucharon en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado son, entre otras: El enemigo, El derecho de nacer, El color de mi madre, Renzo el gitano, Corona de lágrimas, El sol sale para todos, Sangre y arena, Incomprensión, Una ventana en el camino, El pescador de estrellas, Los sembradores, Drácula, Más allá del silencio, Una mujer inolvidable, La mentira, La mujer del odio y Tú eres mi destino. Asimismo, Águilas frente al sol, El precio de un pecado, Paraíso maldito, La estirpe de Caín, El pasado manda, Los miserables, Otro hombre en su vida, El calvario de una madre, Yo no creo en los hombres, Honrarás a tu madre, Redes de odio, entre otras. Entre sus autores estaban Caridad Bravo Adams, Félix B. Caignet, extranjeros, y Hugo Vernel, David Ledesma, Eloy Vélez, Leonel Sarmiento, Gabriel Vergara Jiménez, ecuatorianos. En cuanto a los productores, directores, libretistas, presentadores, narradores y sonomontajistas estuvieron Hugo Vernel (José Guerra Castillo), David Ledesma, Paco Villar, Eloy Vélez Viteri, Enrique Vega Ruilova, Manuel Ocaña Dorado (o Benito Pérez), Emilio Díaz, Jorge Velasco, Abel Santacruz, Germán Cobos, Elsy Vidal, Leonel Sarmiento, Gabriel Vergara Jiménez, Rogelio Atocha, Marcos Pons Ontaneda, que solían dirigir y actuar en sus propias obras. 230

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Hubo muchas figuras del radioteatro local, pero intentaremos mencionar a la mayoría: Rosario Ochoa, Magda Macías, Delia Garcés, Ángela Játiva, Meche Mendoza, Elena Benites, Marina Barahona, Fanny Moncayo, Paquita Jiménez, Pilar Ocaña, Marcela Duval, Carmen Villafuerte, Margot Mendoza, Victoria Rivera, Paquita Ocaña, Pilar Guevara, Carmen Rivas, Pepita Rendón, Cástula León, Elsie Villar, Fresia Saavedra, Mercy Yánez, Carmita Palacios, Mariana Cueva, Cruz Alvarado, Gladys Aguiar, Laura Moreno y Blanca Salazar. Entre los actores cotizados y gente de la radio que incursionó en el teatro constaron Darío Almar, Luis Patiño, Roberto Garcés, Jorge Guevara, Carlos Cortez, Gonzalo Heredia, Julio Villagómez, Antonio Hanna, Alejandro Hurtado, Enrique Pereda, Sergio Rojas, Antonio Arboleda, Alfonso Manosalvas, Humberto Romero, Antonio Santos, Álvaro San Félix y Ralph del Campo. Igualmente, José Hanna, Jorge Pesántez, Jimmy Burbi, Germán Cobos, Martín Santos, Juvenal Ortiz, Aurelio Tovar, Antonio Cajamarca, Humberto Romero, Fernando Ribas, Pablo Vela, Carlos Monserrate, Luis Maestre, Jorge Palacios, Alfonso Chiriboga, Mario Fernández y Gustavo Romero, que arrancaron suspiros, lágrimas y sonrisas a una comunidad que los recuerda.

Margot Mendoza Germán Arteta Vargas

Antonio Hanna

Conchita Pascual

Manuel Ocaña

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Los carruseles de caballitos todavía son parte de nuestro alegre paisaje urbano La rueda moscovita, los carritos chocones y otros aparatos mecánicos pintados de vivos colores se constituyeron en el centro de diversiones de diferentes generaciones en el conocido American Park.

N

o puede haber una completa evocación de la historia de nuestra ciudad si en algún capítulo de aquella olvidamos mencionar la carga de diversión que dio y todavía ofrece el conocido entretenimiento a legiones de niños y hasta de adultos.

Los sábados y domingos, cuando era una saludable costumbre el paseo en familia y también los días de fiestas cívicas y populares que daban la oportunidad de un asueto breve, pero bien organizado, los más pequeños de la casa aprovechaban la ocasión para pedir a sus padres, hermanos mayores o padrinos que los lleven al carrusel de caballitos, caracterizado siempre por su ambiente de sana distracción y ajeno a las ostentaciones y odiosas diferencias sociales. Así, por igual, niñas y niños acompañados de los jefes de hogar u otro mayor de edad, sin prejuicio alguno, se embarcaban para gozar de las vueltas que por unas cuantas monedas ofrecían los más conocidos locales de este género, que tenían ubicación fija en el centro de la ciudad u otros sectores especialmente escogidos, o de aquellos que por ser pequeños y de fácil transportación se trasladaban de un barrio a otro para entregar diversión en la mañana, tarde o noche. Algunos de estos negocios, cuya primera atracción la constituía el carrusel de caballitos, solían complementarse con la rueda moscovita, los carritos chocones y otros aparatos mecánicos pintados de vivos colores para llamar la atención de los bulliciosos clientes. Tampoco faltaron las manzanas con caramelo, los perros calientes, el algodón de dulce, el canguil con sal o el hecho bola bañado de miel de panela, los globos y más curiosidades para ese mundo de alegrías. 232

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Si se ensayara un inventario de tales sitios, un gran porcentaje de gente adulta recordaría de inmediato el American Park (orillas del Salado), La Macarena (junto a la Casa de la Cultura), Santa Elena (Lorenzo de Garaycoa y Vélez), parque Forestal (Guaranda y El Oro) y el Bim Bam Bum (antigua vía a Playas). Pero no hay que olvidar que en los parques Centenario, La Victoria, San Agustín, Chile, La Chala, entre otros, siempre se asentaron los carruseles para recibir visitantes de todas las edades. Las páginas de El Universo, siempre ricas en esta clase de testimonios, dan cuenta de la presencia del buscado entretenimiento en las primeras décadas de la primera mitad del siglo pasado, en Daule (Pedro Moncayo) y Bolívar (Primero de Mayo), en Luque y Quito, Plaza de la Concordia (complejo de piscinas Alberto Vallarino/Asisclo G. Garay), Los Ríos y Diez de Agosto, Guaranda y Venezuela, Santa Elena y Capitán Nájera, parque España (Chile y Portete), en avenida Olmedo y Chile, etcétera. En los últimos años, para atesorar la costumbre, en centros comerciales como el Albán Borja y Unipark se instalaron carruseles, que comparten clientela menuda con el Play Land Park y otros que ocupan amplios espacios de las ciudadelas del norte y sur de la metrópoli. El gusto por tales juegos seguirá igual por mucho tiempo, mientras existan chiquillos que compartan sus ilusiones con sus padres y mayores, dueños, igualmente, de almas alegres y soñadoras. Germán Arteta Vargas

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Los legendarios Fakir Raca y Paco Miller prestigiaron a la ciudad y a la patria El primero fue ilusionista y el segundo, ventrílocuo. Ellos triunfaron en escenarios ecuatorianos y extranjeros, y superaron a cotizadas figuras internacionales. Teatros y ferias acogieron a cientos de seguidores de su arte.

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a reciente presentación del show Más cerca, que ofreció en esta metrópoli el mentalista español Anthony Blake, trajo a la memoria a otros colegas suyos que visitaron el puerto en diferentes épocas y, por supuesto, a compatriotas nuestros que brillaron en el difícil arte de Harry Houdini, tal es el caso del Fakir Raca, y de Paco Miller, en la ventriloquia. No olvidemos que Guayaquil siempre fue la escala obligada de compañías de ballet, ópera, teatro, humor, música y otras manifestaciones artísticas, especialmente en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Aquello, como resulta decisivo, contagió a los guayaquileños que asumieron con dedicación y entusiasmo sus dotes intelectuales para el cultivo de algunas disciplinas de las bellas artes. Para testimonio recordamos que en mayo de 1926 debutó en el teatro Parisiana el ventrílocuo Adolfo Miyal, y en noviembre de 1928 hizo lo propio en el teatro Edén el ilusionista Raymond, calificado entonces como el ‘rey de los magos y el mago de los reyes’. En septiembre de 1955, el ilusionista Kosmar estuvo en el teatro Apolo; el hipnotizador Vollmer Mitchell en el teatro México, en 1958, y en los últimos años aplaudimos aquí al famoso Tony Kamo. En esta época que hablamos de los trucos de Harry Potter y evocamos al legendario mago Merlín, bien vale recordar a otros del siglo pasado y bastante contemporáneos como Criss Ángel, David Copperfield, Uri Geller, Hans Klok, Jasenson Tusam, David Blaine, José Simhon, Edmond, Juan Tamariz, extranjeros, y los de ‘fabricación’ nacional Roberto Lara Rivera, Gabriel Ávalos, Olmedo Rentería (Olmedini), entre otros populares cultores del hipnotismo e ilusionismo. Fakir Raca, cuyo verdadero nombre fue Ramón Casiano Aguirre Ponce, nació en Jipijapa, Manabí, en agosto de 1877. Aprendió cuando era niño al quedar impresionado de los actos del mago Conde Patricio, quien actuó en Guayaquil. El manabita ofreció sus primeros números y experimentos en una carpa instalada en los patios de la Sociedad Hijos del Trabajo. El público lo conocía como El Diablo, pero él prefería llamarse Profesor Aguirre.

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Recorrió muchos países y perfeccionó sus conocimientos con pasajes de levitación y transformismo. En el teatro Sucre, de Quito, puso en estado de catalepsia a un señor por tres días consecutivos; en Brasil y Estados Unidos dio exitosas temporadas. Recibió condecoraciones de gobiernos e instituciones, incluida la medalla de la Sociedad de Artistas de París, por intermedio de su filial de Buenos Aires. Fue Gran Maestro de la Masonería Internacional, Grado 33. En una ocasión, cuando actuaba en el teatro Edén de esta ciudad, el Fakir Raca desafió al mago chino Li-Ho-Chang para encerrarse en un cajón construido y sellado especialmente para la prueba, pero el asiático no aceptó competir. Tras una destacada trayectoria en el mundo de la magia, telepatía, ilusionismo y mentalismo, Ramón Casiano Aguirre Ponce murió en Guayaquil en diciembre de 1958. Paco Miller, nombre artístico de Edmundo Jijón Serrano (1908), alcanzó fama por su trabajo de ventrílocuo. Lo llamaron El hombre de las mil voces y su compañero inseparable de faenas fue el muñeco Don Roque; recorrió escenarios de América y se radicó en México, donde triunfó como empresario y se convirtió en descubridor de estrellas de la talla de María Victoria y Germán Valdez, Tin Tan, e invitó a su espectáculo a Cantinflas, Jorge Negrete y Pedro Infante. Además actuó en películas y trabajó con el famoso Walt Disney. Las presentaciones del ventrílocuo chileno Navarro y del mago español Richardine, en diferentes años de las décadas del veinte y treinta en los teatros Edén y Ecuador de esta ciudad, motivaron al novel artista que siguió sus prácticas. En 1933, Richardine le obsequió un muñeco al que llamó Chonguito. Después llegó Don Roque, que él diseñó a su gusto y lo convirtió en compañero de sus actuaciones hasta su retiro. Murió en tierra mexicana en diciembre de 1997. Don Roque fue creado con el aporte del dibujante Miguel Ángel Gómez, el carpintero N. Cruz y el padrinazgo de Antonio Cajamarca, según las declaraciones de Miller a Hugo Delgado Cepeda (Revista Estrellas) y en entrevistas a los diarios El Universo y Hoy. El muñeco acompañó a Miller en las incontables ocasiones que retornó a la patria con su espectáculo Paco Miller y sus estrellas y cuando visitó naciones hermanas del continente. Una pareja triunfadora e inseparable, que tuvo la compañía de otro muñeco, Doña Marraqueta, esposa de Don Roque.

Paco Miller y su muñeco Don Roque. Germán Arteta Vargas

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El parque San Agustín recoge muchos recuerdos y la visita de figuras populares A comienzos del siglo pasado fue conocido como la plaza 24 de Mayo y en los últimos años se lo llama Medardo Ángel Silva. Está localizado en un sector de gran movimiento y es parte de la identidad porteña.

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l igual que varios de sus similares, el parque San Agustín también conserva mucha historia y es otra de las inconfundibles estampas de la metrópoli guayaquileña. Tiene su encanto, aunque no ocupa enorme extensión ni posee juegos infantiles para la algarabía de la chiquillada del barrio o visitante. Aun así, el parque San Agustín, que lo limitan actualmente las calles Luis Urdaneta, al norte; Quisquís, al sur; Pedro Moncayo, al oeste; al este, Seis de Marzo, se convirtió en peatonal, conserva un atractivo especial en medio del trajín vehicular y peatonal, que es común desde hace muchos años en la zona. No faltan los salones de comida y bebida, panaderías, boticas, bazares, carretillas de frutas y alimentos rápidos, etcétera. Un antiguo taller de ebanistería y tallado es representativo del vecindario.

Luego del Incendio Grande, la iglesia de San Agustín se reconstruyó frente a la plaza 24 de Mayo.

El parque fue conocido a comienzos del siglo XX como la plaza 24 de Mayo y tal nombre consta en los planos de Francisco Landín (1909) y de la compañía White (1920). Enfrente de él, en las calles Luis Urdaneta y Pedro Moncayo, se levanta la iglesia de San Agustín, que posee una historia muy singular. El templo tuvo diferentes ubicaciones hasta cuando llegó al Barrio de la Soledad, en la que se levantaba la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, en el antiguo sector conocido como Las Ninfas y Daule (Luis Urdaneta y Pedro Moncayo), hasta la inauguración del nuevo edificio en 1926. Desde ese último año se afianzó la denominación de San Agustín para la plaza 24 de Mayo; en cambio, tras la colocación del busto al poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva, asimismo se hizo costumbre popular darle este nombre en recuerdo del personaje que más de una vez debió cruzar esas calles por haber sido vecino de barriada.

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En la actualidad, el parque San Agustín tiene cerramiento y bancas de hierro, moderna luminaria; pero no le faltó un fotógrafo de antigua cámara, y lustros atrás, en sus predios armaron carpas los circos Yovaniny y Char, este último en el que actuaba Olimpo Cárdenas. Los carruseles de caballitos, las retretas y más diversiones populares se intensificaban con las fiestas de San Agustín, Señor de la Buena Esperanza y otras que organizaban los frailes agustinos. Vecinos de San Agustín fueron la Sociedad de Cacahueros Tomás Briones, el depósito de bomberos Comercio Nº 20, el cine Centenario, etcétera... A poca distancia continúan el edificio de la Sociedad de Carpinteros, el café galería Barricaña, la sede del desaparecido Club de Trabajadores Guayas y por supuesto el parque del Centenario. Los buses y taxis a Durán y fiestas de Yaguachi, al hipódromo Buijo y las ferias de Durán, Agrícola Ganadera y más lugares tienen su estación obligada en los alrededores del parque.

El parque San Agustín o Medardo Ángel Silva es otra inconfundible postal de la tierra guayaca.

Germán Arteta Vargas

Un ceibo de añeja figura testimonia la flora originaria del parque, en el que resaltan otras especies. Ellos junto con las torres de San Agustín y las palomas que las habitan son testigos del intenso movimiento que existe en esas calles durante el día y que solo declina a la medianoche, para reanudarse en las primeras horas del nuevo día.

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Índice A manera de presentación Testimonio Unas palabras

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Médicos y casas de salud de antaño Sorbos del sabroso café de antaño Curtiembres y talabarterías, otra añoranza Las reinas de los educadores Los festejos por el Día del Padre y sus añoranzas Los servicios municipales de antaño Recuerdos de la Semana del Estudiante Un mundo de sabrosos recuerdos El cine nacional trae añoranzas Los festivales y las revistas de gimnasia son parte de nuestra memoria urbana Los desfiles y cachiporreros colegiales ofrecen añoranzas y aún se los aplaude El Mejor Ciudadano Las fiestas infantiles Uniformes y escarapelas escolares Las agencias de publicidad también se identifican con la historia porteña El servicio de las agencias funerarias se inscribe en la memoria guayaquileña Los caramelos ‘rompemuelas’ se venden y traen recuerdos Las piladoras, otro recuerdo urbano Las lavanderías y tintorerías conservan su espacio en la comunidad guayaquileña Joselito y los Huasos Chilenos Aún hay hojalaterías que desafían al plástico para dotar de utensilios a los hogares de esta ciudad Las noticias curiosas también abundaron en las páginas de los diarios de la ciudad Los álbumes de cromos divirtieron y dieron conocimientos a niños y jóvenes La celebración dedicada a las madres se renueva, pero deja sus grandes añoranzas Los talleres de marcos y molduras son parte de la tradición y aún se mantienen Los primeros controles de automóviles y garajes Casas de uniformes impulsaron la práctica de diversos deportes De aguaceros, sobretodos y toldos Época de chivas y camiones en Guayaquil Los depósitos de madera y aserríos están ligados a la historia de Guayaquil Teatros y cines de antaño Recuerdos del servicio militar Programas radiales de antaño que divirtieron a la comunidad Voces emblemáticas de nuestra radiodifusión 238

13 16 18 21 23 25 28 30 32 35 37 39 41 43 45 47 49 50 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76 79 82 85

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La tradición de las 40 horas, vigente Las velas aún se usan en la ciudad y el campo Tiempo de agendas, almanaques, textos afines y anuarios Los oficios y profesiones animan la música popular Los oficios y las entidades obreras con tradición Aquellos viejos textos de enseñanza La publicidad de los centros educativos Algunas de las costumbres de Semana Santa que están desapareciendo Héroes e historietas de antaño Las retretas infantiles están en nuestra memoria urbana Las antiguas academias de baile Al ritmo del son, guaracha y conga Los almacenes de telas que marcaron una época ¡Qué oficios aquellos! Aquellas populares canciones que testimonian inolvidables épocas Los centros de diversión de antaño en el recuerdo Viajar en lancha, un hermoso recuerdo Sin el ‘pase’ nadie podía cambiarse de domicilio Resbaladera, bebida tradicional vigente Canciones populares que alaban íconos religiosos La madre, inspiración de músicos, escritores y productores de cine Las antiguas casas disqueras y la época musical de antaño Recibir comensales es un servicio que se identifica con la historia guayaquileña Estudios fotográficos que captaron rostros y sucesos De difuntos, sepelios, misas e indulgencias Recuerdos del confite Límber y los billusos Guayaquil, escala preferida para artistas extranjeros La literatura gastronómica Canciones populares para las comidas tradicionales Indígenas y cómicos en el arte popular de la ciudad Las voces masculinas de nuestra música popular Los guitarristas populares y su difusión de la música Voces que perduran en la música del país Cancioneros con letras actuales y del pasado Edificaciones porteñas que ofrecen añoranzas La antigua Casa Cuna de la calle Víctor M. Rendón Un cambio al paisaje urbano Las tercenas son parte de la memoria urbana Supermercados de antaño en la ciudad Germán Arteta Vargas

87 89 91 93 95 97 99 100 103 104 106 108 111 113 115 117 120 123 124 126 128 130 133 135 137 140 142 144 146 148 150 152 154 156 158 159 160 163 164 239


El sombrero, prenda que reinó en Guayaquil Tiempo de prohibiciones y castigos Pedir la bendición, una costumbre que se pierde El repicar de las campanas, una costumbre que se pierde Sarita Chacón y Electra Ballén, en la memoria urbana Arte de antaño Los circos de antaño que animaron las festividades Las gabarras y el puente de la Unidad Nacional El calor y la sed despiertan añoranzas Las curiosidades que contienen los avisos clasificados Más curiosidades sobre avisos clasificados Gratitud a los favores divinos De acreedores y morosos Sobre las divertidas series antañonas de televisión Los árboles que marcan nuestro paisaje urbano Barrios que marcan identidad Inventario para el recuerdo Cita con los santos patronos El puente Cinco de Junio, un referente histórico de la ciudad El cine Presidente, popular sala con 50 años de actividad El cine Miraflores se inauguró hace 50 años y dio diversión a grandes y chicos Los bailes de gala de bomberos Memorias sobre las corridas de toros El entretenido mundo de las tiras cómicas Los planos antiguos, manuales y curiosos Seis edificaciones con tal calificativo Guayaquil, eterna musa para los compositores Parques y plazas en la historia porteña Los carnavales del recuerdo Las obras urbanas porteñas que despiertan evocaciones ¡Llegaron las ciruelas! La cerveza, otra bebida tradicional en Guayaquil El parque Bim Bam Bum dejó muchos recuerdos en los vecinos de la ciudad La Macarena fue otro de los centros de distracción familiar que aún se evoca Las vermús de los cines y sus sabrosos recuerdos en la muchachada de antaño Las radionovelas ganaron su espacio en la memoria porteña y aún se las evoca Los carruseles de caballitos todavía son parte de nuestro alegre paisaje urbano Los legendarios Fakir Raca y Paco Miller prestigiaron a la ciudad y la patria El parque San Agustín recoge muchos recuerdos y la visita de figuras populares 240

166 168 170 171 172 174 176 178 180 182 184 186 187 188 190 192 194 197 198 200 201 203 204 207 209 211 213 215 217 219 221 222 224 226 228 230 232 234 236

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