Helmut Newton | Carlo Mollino

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GARZĂ“N

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Newton | Mollino Helmut Newton –Carlo Mollino

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Helmut Newton convierte cada sesión fotográfica en una historia en sí misma. La relación entre el fotógrafo y el fotografiado surge casi siempre por parte de los clientes (revistas de moda, agencias de publicidad, editores). El modelo, la actriz, el personaje, aunque aprobados sobre una base teórica por Newton, están todos ya pre-ordenados, pre-envasados de acuerdo a las necesidades de los demás; la reunión entonces nace por casualidad y casi nunca llega a idilio. Conversando con Newton y volviendo a mirar sus sesiones de fotos, raras veces surge un impulso emocional, mas allá de la perfección de la imagen. A pesar de esto, en su carrera de cincuenta años hay excepciones geniales: las fotos que representan a Charlotte Rampling en 1973 en Arles o las de Henrietta para grandes desnudos en París en 1980, son ejemplos insuperables en la historia de la fotografía y se pueden vincular a otros grandes maestros: Alfred Stiglitz y Georgia O'Keeffe, Harry Callahan y su esposa Eleanor. El caso de Arielle, en París en 1982, es en cambio algo único en la historia artística de Newton. Él elige un modelo para crear una narrativa visual de sí mismo. Él es como ella o mejor aún, ella se convierte en él y tomará sus desviaciones psicológicas, es evidente la intención irónica del fotógrafo hacia la mujer, objeto/sujeto de su obra. Irónica, no erótica: Newton prevalece en este elemento subyacente y transforma nuestro campeón de clase mundial. Arielle es su vocabulario, su dibujo preparatorio. Newton la quiere a “repetición” y por eso nace una obra de 10 imágenes que mezcla como en un dibujo cómico al creador y lo creado. Newton aparece en dos fotografías, como para mostrar su empatía, una fusión de un proyecto conceptual diseñado para mostrar un único cuerpo con el modelo.

Carlo Mollino vivió un doble juego entre la profesión y la pasión, la dedicación y el escape. Sí, Mollino huye de sí mismo, rechaza la obra sistemática, y a menudo desaparece misteriosamente… se refugia en la irracionalidad, en la utopía del sueño. Metáfora de sí mismo es su casa en Turín, una casa burguesa clásica en las colinas, una casa por él mismo producida y maestra del absurdo, cercana a la Piazza Vittorio, en el río Po y no lejos de la Mole. Aquí, en un alojamiento en el que no ha vivido nunca, se destaca la verdadera esencia del “artista Mollino”. Construye un espacio aparentemente normal, con dormitorios, cocina, baños, pero donde él jamás vivió, donde él nunca durmió. ¿Pero por qué esta espectacular puesta en escena llena de referencias autobiográficas, transformada en una casa mentirosa? Un misterio que seguirá siendo tal y que siempre se demora en la vida de Carlo Mollino. Misteriosas, también, son aquellas fotografías de mujeres que han caracterizado durante más de 20 años su talento artístico. Las mujeres de la calle, las amigas de las amigas, que siempre son elegidas y fotografiadas en la misma localización: la casa de la colina. Aquí Mollino crea sus escenas presonales mediante la adición o eliminación de exóticas alfombras, cortinas, telones de fondo, muebles contemporáneos, objetos clásicos. Y las mujeres son musas por un día, que en este tráfico de fotos se repiten también cambiando la apariencia a través de pelucas y disfraces. Una única modelo emerge: su novia histórica de los años 50 que lo apoya en su espasmódico doble juego entre el rigor burgués y el exceso artístico. Mirella rebota desde una esquina a la otra de la casa en busca de las poses más indignantes. La sucesión en Mollino tiende hacia el infinito, se expande el momento de “rapto”, el modelo se convierte en un cómplice de esta fase obsesiva y cada vez más y para siempre gana el corazón y el inconsciente del artista. Progetto confidenziale a uso riservato di © Photology Luglio 2014


Helmut Newton

Š Eamonn Mccabe

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CarloMollino

Š Carlo Mollino

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Biografías Helmut Newton —Helmut Neustädter—, nacido el 31 octobre del 1920 en Berlin, fue un fotógrafo australiano de origen alemán y judío considerado uno de los más importantes del siglo XX. Crea un nuevo estilo propio en sus fotografías, las que están repletas de glamour y seducción, donde predominan los tacones de aguja y los desnudos femeninos. Compró su primera cámara en 1932 con sus ahorros, a la edad de 12 años: era una Agfa Tengor Box. La cámara venía con carrete. Sus primeras fotos fueron en el metro, y todas las fotos se velaron, a excepción de una. En 1938, justo cuando comenzó la persecución contra los judíos, abandonó Alemania hacia Singapur con dos cámaras, una Kodak y una Rolleicord. A su llegada a Singapur, la comisión encargada de recibir a los refugiados le consiguió un trabajo como fotógrafo en uno de los diarios más importantes de Singapur, el Straits Times. Es ahí donde comenzó su carrera fotográfica. Su trabajo consistía en sacar fotos para la sección de sociedad; el estilo de las fotografías de Helmut Newton no gustaron en el periódico, y fue despedido al poco tiempo. Helmut Newton no gozaba del apoyo de su padre. Si no hubiera tenido que huir a Singapur, su padre habría insistido en que trabajase en su fábrica de botones. De Singapur fue deportado a Australia. Y al ser alemán, estuvo un período en un campo de concentración. Posteriormente fue alistado por el ejército australiano hasta el final de la II Guerra Mundial. Después de abandonar el ejército, cambió su apellido Neustädter por Newton. Después de la guerra, puso su propio estudio de fotografía en Melbourne y continuó su trabajo. En esa época conoció a la que, más tarde sería su esposa, June Browne. Para completar su formación en el campo de la moda, marchó a Londres por dos años. Dejando atrás su etapa en Londres, viajó a París para trabajar en revistas especializadas en moda como Vogue o Elle. Tras tanto viajar, fue en París donde fijó su residencia. Allí, su carrera como fotógrafo de moda, empiezó a tener reconocimiento mundial, convirtiéndose en uno de los de más exitosos. El trabajo de Newton tiene un estilo propio que hace reconocer su obra por donde se la observe. Fotos llenas de glamour, seducción y elegancia han sido portada de las más prestigiosas revistas. Son famosas las fotos de bellas mujeres en ambientes lujosos donde algunas de ellas se han convertido en imagen icónica del siglo XX. Newton fue un enamorado de la belleza, la que casi obsesivamente lograba captar como nadie con su cámara. Por lo que se refiere a las fotografías de moda decía: “Una buena fotografía de moda debe parecer cualquier cosa menos una fotografía de moda: un retrato, una foto recuerdo, una de paparazzi...” Antes de asentarse en París en 1961 vivió dos años en Melbourne, colaborando de nuevo con la cabecera australiana de Vogue. En la capital gala encontrará el estilo que le hará único: encontrará el sexo. Y si es posible con un toque de perversión que luego aumentaría. Helmut Newton acababa de llegar. Antes de que Tom Ford se adueñase de este término, del porno chic, un eufemismo más que sumar al falso correctismo de tal negocio, Helmut Newton le demostró todas sus artes. Vogue París viviría una época dorada en la que juntos atraerían la controversia a la moda, controversia que aún hoy sigue latente. La técnica de Helmut Newton era muy depurada. Elegante, en blanco y negro por lo general, con ningún retoque, apuesta por la luz natural y gusto por retratar al personaje.

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“He evitado en lo posible fotografiar en estudio. Al fin y al cabo, una mujer no se pasa la vida posando sentada o de pie ante un fondo de papel. Aunque eso no facilita mi trabajo, prefiero salir a la calle con la cámara, meterme en lugares públicos y privados, en lugares que por lo general solo visitan los ricos. Dichos lugares, normalmente inaccesibles a los fotógrafos, son los que siempre más me han estimulado”. A partir de la década de los 60 el fotógrafo alemán haría a Yves Saint Laurent más grande de lo que éste es. La unión se mantuvo durante años. En sus fotografias recorre imágines de detalles como piernas, emblema de la femineidad: él sabía cómo sacar el lado más sensual de cada centímetro. Los últimos años de Newton discurrieron entre las ciudades de Nueva York y Montecarlo. El 23 de enero de 2004, Helmut Newton muere en un accidente de tráfico en Los Ángeles. Helmut Newton fue uno de los fotógrafos que rompieron las reglas, supo provocar a todos cuantos quisieron no ver más allá de las imágenes y al mismo tiempo, inspiró a gran parte de los que vendrían después. “Mis fotos no están retocadas, ni procesadas electrónicamente. Fotografió lo que veo.”

© Helmut Newton Foundation

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Carlo Mollino fue un arquitecto y diseñador italiano nacido en Turín el 6 mayo del 1905. Hijo de ingeniero, durante su juventud fue interesándose por otras disciplinas tan diversas como la arquitectura, el diseño de mobiliario, la fotografía, el esquí, los coches de carreras o la aeronáutica: un verdadero “bon vivant”. Seguidor de Marinetti y de la corriente Futurista, fue un hombre apasionado por todo aquello que emprendía. La figura y la profesión de su padre, un ingeniero carismático, le dieron una pasión por el mecanismo, las estructuras y las construcciones. Inició su carrera como arquitecto, ansioso por lograr un trabajo para vivir; en 1930, diseñó una casa en Forte dei Marmi (Italia), por la que recibió el premio G. Pistono. Entre 1933 y 1948 trabajó con su padre y participó en varios concursos de arquitectura, ganando el monumento al partisano, diseñado junto al escultor Umberto Mastroianni, y emplazado en el cementerio general de Turín. Su estilo en el trabajo se puede resumir con su famosa frase : "Todo es permitido con tal de que sea fantástico". Estamos hablando de los años 40 en una Europa marcada por la Segunda Guerra Mundial, que contaminó todos los ámbitos. El diseño se llenó entonces de propuestas novedosas, un proceso in crescendo durante las dos décadas siguientes: querer salir, querer innovar, querer mejorar, querer sorprender. «Era un filósofo dedicado a entender su propia persona. No era un loco, sino un visionario cuya obra maestra - el reflejo de todo en lo que él creía- ha sobrevivido sólo por casualidad», ha declarado Fulvio Ferrari, responsable, junto con su hijo Napoleone, de mantener la obra que define de la mejor manera al maestro italiano: su casa, a la orilla del Po, en Turín. «Ésta es una casa maravillosa porque es el fruto de una persona maravillosa. Está dedicada a la idea de ser capaz de alcanzar una clase de eternidad», añade. Carlo Mollino se refería a ella como «la casa del descanso del guerrero». Nunca pasó una noche allí, aunque sí fue su nido de amores. Poseedor de una gran curiosidad creativa, disfrutaba de mucho erotismo en sus fotografías. Era un voyeur con la cámara, que materializaba en imágenes sus propias fantasías. Su interés por la fotografía le llevo a escribir un ensayo que titulo “El Ensayo Del Cuarto Oscuro”. No faltaban detalles para garantizar la persuasión y la seducción, crear el ambiente necesario para hacer realidad su sueño. En el 2003 la editorial Arena publicó un libro titulado Polaroids donde se reflejan todas las fotografías de Mollino realizadas con esta película instantánea. Un hombre lleno de contradicciones, que vivió con su madre hasta una edad avanzada, y después se refugiaba en aquellos cuartos, sus famosos espacios privados conocidos como lugares donde proteger el ámbito privado de la moral pública. Se convirtió pronto en un precursor de Playboy, fotografiando a mujeres que contrataba para realizar sus sesiones fotográficas. El descubrimiento de las fotografías eróticas después de su muerte, reveló un aspecto desconocido de su genio creativo. Mollino descomponía la femineidad para intentar comprenderla en su conjunto. Si hay algo que obsesionó a Carlo Mollino a lo largo de su vida, fueron precisamente las mujeres. Además de su predilección por la moda y la ropa interior, estaba fascinado por el enigma de la mística femenina en el sentido más amplio posible. Aún así, nunca se casó y logró mantener su vida amorosa en secreto. La única relación pública conocida oficialmente fue la que mantuvo con Lina, que el diseñador representaba en sus blancas y negras fotografias donde todas las mujeres fueron casi siempre modelos de una única sesión. Progetto confidenziale a uso riservato di © Photology Luglio 2014


Él dijo: “Donde la fotografía está permitida, el modelo no es más que una forma más o menos consciente del medio artístico; a lo sumo una necesidad técnica, que sirve para provocar la excitación automática de nuestra vida interior”. En la obra del turinés, la mujer no es sólo un modelo que posa, sino la traza que define la arquitectura y los automóviles. Las curvas del Teatro Regio de Turín son femeninas, y el impactante terciopelo rojo es una superficie que invita a ser acariciada. Salones, vestíbulos, escaleras…todos los interiores están vestidos como para una fiesta, con originales lámparas en racimo, perfiles dorados o reflejos. Cuerpos de espaldas, relajados, semidesnudos, disfrazados, llenan de matices eróticos estos interiores sofisticados que, más allá de ser una fotografía Polaroid, congelan un segundo de una performance. Mollino despliega sus fantasías eróticas a través de creaciones, de puestas en escena que son casi enunciaciones literarias de los ritos de la belleza femenina. Sus mujeres no están jamás sólo desnudas, sus ropas se juegan fuera del cuerpo en distintos contextos ambientales. “Cuando descubro toda la gracia de un rostro, estoy conmovido por una amonestación singular: Titania no existe. En términos de mi propia realidad, esto significa que sólo puedo crear con ella en un momento dado y que no existe nada de ella que no haya creado yo mismo. Helen, Laura, Beatrice, Berenice y todas las otras guapas criaturas, tampoco habrían existido, o son estas criaturas los dones de los espíritus que han desaparecido hoy en día?”

© Ettore Sottsass

Carlo Mollino murió el 27 agosto de 1973.

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