Los libros de texto de historia de México

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Volumen 6, número 2

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Los libros de texto de

enero–julio 2012, issn 1870–8196

historia de México

celia MonTeS MonTaÑeZ Doctorado en Historia Unidad Académica de Historia Universidad Autónoma de Zacatecas

Correo–e: celiamm58@yahoo.com.mx


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Introducción El interés por investigar los libros de texto y sus contenidos surgió en algunos países europeos a la par que en México, y de manera esporádica después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta el momento, los análisis existentes —todavía escasos—han empleado una gran variedad de objetivos, medios y métodos. Por lo que se refiere a la temática, los libros de texto y, por inferencia, los estudios sobre los mismos, aún no adquieren un carácter interdisciplinario; aunque sí han tenido acercamientos con la lingüística, pedagogía, filosofía, historia, sociología y psicología, es decir, con disciplinas tradicionales aplicadas en combinación con los análisis de aquéllos. A pesar de que su ámbito ahora es muy amplio, el fenómeno de dichos estudios, por lo menos en el país, no se ha establecido como una disciplina universitaria autónoma. Hay textos básicos reconocidos internacionalmente que perfilan todo el proceso técnico que interviene en el desarrollo y producción de los libros de texto, pero no se han determinado sistemas teóricos comparables para su análisis, como un campo de investigación con estatus de disciplina, separada por derecho propio.1 Varias son las explicaciones del porqué el campo de estudios de los libros de texto se ha mantenido de modo consistente como suplementario o complementario. Hartmut Hacker explica que tras la Segunda Guerra Mundial, la atención centrada sobre el libro de texto como un medio se dirigió hacia los medios audiovisuales; además argumenta que la combinación de la producción del sector privado con la aprobación del sector público ha disminuido el atractivo de aquél como objeto de investigación.2 Los libros de texto son un tipo de literatura compleja, colocada y compilada por varias partes interesadas (especialistas, autores, editores, autoridades); asimismo tienen la intención de servir a diversos grupos Francois Richadeu, Concepción y producción de manuales escolares. Guía práctica, París, 1986, en Borre Johnsen, Egil, Libros de texto en el calidoscopio. Estudio crítico de la literatura y la investigación sobre textos escolares, Barcelona, Ediciones Pomares–Corredor, S. a., 1996, p. 23. 2 Hartmut Hacker, «Didaktische Funktionen des Mediums Schubuch», en Hacker Hartmut (ed.), Das Schulbuch, Funktion und Verwendungim Unterricht, Bat Heilbrunn, 1980, en Borre Johnsen, Egil, Ibid. 1

de usuarios (maestros, estudiantes, alumnos, padres), pero también a distintos tipos de intereses que han influido en el diseño de políticas educativas en cada región del mundo. Y aunque las motivaciones no son las mismas para cada grupo, en los estudios evaluativos sobre el temase pasa a menudo por alto la correlación existente entre los criterios de los grupos.3 Planteado como un esbozo teórico, el presente ensayo explora el argumento hipotético de que después de la Segunda Guerra Mundial, las revoluciones políticas y los ideales operantes en el contexto internacional han sido de mediata e íntima importancia para la configuración del discurso que aparece en los libros de texto de historia de México, en las múltiples etapas de su emisión. Mas ¿qué sucesos iluminan de un modo particular las acciones y relaciones recíprocas que motivaron la escritura de la historia nacional durante el siglo XX?, y en ese periodo ¿quiénes han protagonizado la toma de decisiones acerca de la versión oficial que muestra el discurso sobre nuestra historia? De tales inquietudes se desprende el propósito del trabajo, que intenta responder a la interrogante de cómo en tres generaciones de libros de texto de historia nacional, cada emisión ha coincidido con movimientos ideológicos y emotivos de orden general que, a pesar de revestir un carácter local en diversas partes del mundo, adquieren significado e importancia en el plano nacional con respecto al sistema educativo mexicano y sus libros de texto. El enfoque metodológico que se adopta es el de la historia social de la educación, que nos permite colocar la emisión de los libros de texto desde una perspectiva poliédrica para ver las determinaciones contextuales y las lógicas macropolíticas4 que se presentaron en tres movimientos de reforma educativa en México: Plan de Once Años (1959–1964), Reforma Educativa de los setenta y Proyecto de Modernización Educativa de los noventa.

Kennet Wain, «Diferentes perspectivas para evaluar libros de texto», manuscrito Georg–Eckert–Institut, septiembre de 1990, en Borre Johnsen, Egil, Ibid. 4 Agustín Adúriz Bravo, «Hacia la Especificidad de la Historia de la Educación en un abordaje Transdisciplinar», en Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, segundo trimestre, año/vol. XXXi, número 002, México, Centro de Estudios Educativos, p. 61. 3


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Siguiendo a Thompson,5 nuestra intención se enmarca en la búsqueda del significado de los libros de texto, mediante una vinculación con los eventos que los nutrieron e influenciaron; de esta manera quedarán insertos en el desarrollo de la nación, vistos como un todo. En síntesis se trata de contextualizar los tres momentos de cambios para el sistema educativo mexicano, no de forma aislada y con la sumatoria de eventos que en tal ámbito se registraron durante los últimos cuarenta años en México, sino de manera integral. Los libros de texto que son producto de dichas reformas educativas no pueden tratarse por separado, o como una compilación completa de los sucesos que les dieron estructura y sentido; ni independientes de aquellos periodos en que han operado recíprocas reacciones o fusiones entre la historia nacional y la de Europa, que indudablemente impulsaron movimientos y orientaciones en el sistema educativo mexicano. La historia de la educación de México tampoco puede escribirse por separado, menos aún sus libros de texto porque forman parte de ella. En dirección opuesta a esa perspectiva, los libros de texto de Historia emitidos por las reformas educativas han sido abordados por la historia de la educación en nuestro país de manera esporádica, y como un complemento de otros temas que se relacionan con la educación. Se han considerado además como un producto natural de la política educativa que en su momento les dio origen, sin tomar en cuenta las interrelaciones o interdependencias de los factores que influyeron en la definición de los contenidos, el enfoque pedagógico que los caracterizó y su inclusión en los modelos de desarrollo nacional, implementados por los gobiernos que impulsaron las reformas educativas. Para abordar el tejido social, político, económico y cultural en el que se insertan los libros de texto de historia nacional, se redujo nuestro estudio a las siguientes dimensiones de análisis: el contexto nacional que Según Thomson «la historia nacional y la local se hallan sutil e intrincadamente vinculadas y entretejidas, y el estudio de la una ilumina, por lo general, el de la otra. Pero la simple serie de historias locales no puede constituir una historia nacional, porque la historia de una nación es algo diferente al mero agregado de las historias de sus distintas partes», en David Thomson, Historia mundial de 1914 a 1968, México, Breviarios, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 13. 5

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refleja las transformaciones económicas y políticas en cada una de las épocas en mención —que dieron paso a cada una de las reformas educativas de donde surgieron dichas generaciones de libros— y las motivaciones ideológicas que le dieron estructura al discurso expuesto en ellos. La investigación indaga en tres generaciones de libros de texto oficiales para la escuela primaria: los primeros libros de texto gratuitos y obligatorios de historia de México en la década de los sesenta, representativos del desarrollismo en el plano económico y educativo; los libros reformados de ciencias sociales del sexenio 1970–1976, que presentaron modificaciones en los enfoques y contenidos, cuya orientación general sigue vigente hasta la actualidad; los de la década de los noventa, cuyo diseño y publicación estuvieron caracterizados por los vaivenes políticos provocados por la controversia que suscitó el Plan de Modernización Educativa. Palabras clave: libros de texto, motivaciones ideológicas influyentes.

Tres reformas educativas de México A continuación se mencionan algunas de las circunstancias más relevantes que caracterizaron el contexto político en que inició la reforma educativa denominada Plan Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza Primaria, mejor conocido como Plan de Once Años (1959–1964). El propósito de citar los referentes históricos es identificar las condiciones que propiciaron la necesidad de utilizar los libros de historia, como filtro de transmisión del discurso integrador de nación, y un proyecto económico para nuestro país durante el gobierno lopezmateísta. El Plan de Once Años nació en la época en que se construyeron los cimientos para el desarrollo social de México, y la educación volvió a retomar la añeja encomienda de Justo Sierra,6 quien desde 1890 hizo Justo Sierra se preocupó por organizar el sistema nacional de educación en su forma más completa y acabada, con el fin de expandir la educación a todos los sectores sociales y de elevar los niveles generales de educación. Para lograrlo, el sistema educativo mexicano debía abarcar todos los centros poblados y los grupos escolarizables, 6


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por primera vez un llamado para lograr la supervivencia de un país dividido por decenios de guerra civil, revueltas populares e invasión extranjera. La tarea de integración y unificación nacional que se otorgaba a la educación desde entonces fue ratificada por López Mateos —sin desconocer que el proyecto aportaba innovaciones en su visión y objetivos—, ante la emergencia de subsanar las fracturas políticas y sociales heredadas desde la década anterior. Así, López Mateos, desde el inicio de su mandato, adquirió las providencias necesarias para reformar el sistema educativo nacional. Entre las prioridades que se fijaron en dicha reforma se tomó en cuenta a la escuela primaria, a la que el presidente calificó como un instrumento de homogenización social.7 En el contexto nacional de los sesenta los acontecimientos más significativos que caracterizaron el escenario nacional, que enmarcó la puesta en vigencia de los primeros libros de texto gratuitos, se remontan a los años cincuenta, cuando nuestro país enfrentó fracturas en la élite política. Se pueden identificar situaciones de desajustes en el consenso político, primero en la cúpula y después en las clases medias, y aunque no se registra alguna situación concreta que haya provocado fisuras al interior de la élite, sí es posible detectar que se produjeron como resultado de una resonancia del enfrentamiento ideológico–político que se desarrollaba entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.8 En la opinión emanada de editorialistas y analistas políticos manifestadas en diferentes medios de la época, esta circunstancia externa repercutió en nuestro país, ya que se propició un ambiente de incertidumbre por lo menos en sus años iniciales (Alejandro Martínez Jiménez, «La educación en el porfiriato», en Josefina Zoraida Vázquez, La educación en la historia de México, México, El Colegio de México, 2000, pp. 124–127). En su concepción, justifica que el nivel primario se mantenga bajo la tutela del estado porque es el medio para «transformar a la población mexicana en un pueblo, en una democracia (…) esta escuela forma parte integrante del estado, corresponde a una obligación capital suya» (Justo Sierra, en su discurso pronunciado en la Inauguración de la Universidad Nacional en 1910 (Lecturas Mexicanas sobre Educación, antología preparada por Sergio Montes García, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores de Acatlán, primera edición, 2005, pp. 279–284). 7 Soledad Loaeza, Clases medias y política en México. La querella escolar, 1959–1963, México, El Colegio de México, 1988, p. 214. 8 Ibid, p. 188.

y comenzó a cobrar relevancia la idea, relativamente difundida, de que México debía escoger entre las dos soluciones contrapuestas por la dicotomía ideológica comunismo–democracia. La situación internacional embonó en las condiciones internas del país y despertó una mayor conciencia política en algunos sectores de la población, ya que cuestionaba la validez del modelo económico nacional. Otro factor que influyó en México fue el hecho de creer que nuestro país se encontraba en condiciones similares a las de algunos países de Asia y África, a pesar de que entre 1958 y 1959 el sistema mexicano había logrado un grado de desarrollo estructural con características propias que lo distinguían de las democracias occidentales y de los países socialistas.9 Ante tal panorama, al asumir López Mateos el poder, el sistema político se encontraba sólidamente establecido y México había logrado un crecimiento económico que se reflejaba en un importante desarrollo industrial. Sin embargo, junto a ese progreso, el panorama educativo era desalentador. Así lo expresa un diario de circulación nacional de la época: «Años y más años de los últimos tiempos han transcurrido sin que pudiera resolverse a fondo uno de los problemas de mayor interés y urgencia, de los muchos que afectan directamente a la educación pública nacional en su primera etapa escolar»,10 clara referencia a los libros de texto de enseñanza primaria en dos de sus vertientes: la selección de material didáctico y los precios que pagaban por adquirirlos los padres de familia. Con esta idea se emitió el decreto que creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (conaliTeg), cuyos objetivos obedecían a los mismos principios educativos que habían prevalecido en los gobiernos desde el porfiriato, es decir, con la intervención directa del Estado para asegurar la transmisión de principios, imágenes y tradiciones que debían ser el fundamento de lealtades. Esa intención lograría concretizarse en los contenidos de los libros de historia nacional. La política educativa del sexenio, con la intención de avanzar en el proceso de democratización de la enseñanza, contrarrestar los efectos derivados de la 9

Soledad Loaeza, op.cit., p. 189. El Nacional, Sección Editorial, sábado 14 de febrero de 1959, p. 3.

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desigual distribución de la riqueza y la falta de oportunidades educativas para un amplio sector de la población, se apoyó en la promoción de un sentimiento nacionalista que contribuyera a una mejor integración de la sociedad mexicana. Se trataba de defender los intereses del Estado entre todos los sectores –incluyendo los grupos económicamente privilegiados–, para que aquel pudiera mantener su hegemonía, ejerciendo además del político un mayor control sobre el aparato educativo.11Dichas intenciones, planteadas por el aparato gubernamental de la época, podemos identificarlas en los libros de texto de Historia y Civismo, cuyos contenidos reflejan la orientación ideológica que asumió la enseñanza de la historia: la verdad histórica y la creación de un sentimiento de solidaridad nacional que fuera instrumento de integración patriótica.12

Enseñar historia para una economía y una sociedad en desarrollo Panorámica nacional de la década de los setenta Los sesenta se caracterizaron por las convulsiones sociales que se presentaron no sólo en México sino en todo el mundo: la revolución cubana, la guerra de Vietnam y los movimientos feminista y hippie, entre otras luchas sociales. A nivel nacional, el movimiento de los médicos en 1964 y el estudiantil de 1968 fueron conflictos generados por las carencias sociales que resultaron de los modelos económicos adoptados por los distintos gobiernos mexicanos;13 los cuales tuvieron resonancia en nuestro país provocando inestabilidad y desconcierto en el ámbito social y político. En tal contexto y después de una década de la publicación de los libros de texto gratuito, la asignatura de Historia de México se sustituyó por la de Cecilia Greaves Laine, «Política educativa y libros de texto gratuitos. Una polémica en torno al control por la educación», Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 6, núm. 12, mayo–agosto 2001, México, p. 12. 12 Soledad Loaeza, op. cit., p. 232. 13 Federico Lazarín, «Investigación», en Revista Mexicana de Investigación Educativa, enero–junio de 1996, vol.1, núm. 1, México, pp. 166–180. 11

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Ciencias Sociales; asimismo sus contenidos fueron fundamentalmente reformados, ya que nuestro país mostraba un crecimiento industrial y urbano después de treinta años de un desarrollo industrial dependiente. Sin embargo, aquel tipo de dependencia en los setenta se había reforzado con otras formas de sujeción y una nueva problemática que se manifestaba en los cinturones de miseria alrededor de los polos de desarrollo. Los añejos problemas del medio rural no habían logrado resolverse, incluso se acentuaron. El vanagloriado régimen emanado de la revolución se cuestionaba en su legitimidad por los acontecimientos sangrientos del movimiento de 1968. Para restituir la confiabilidad en la legitimación del régimen, el presidente Luis Echeverría implementó una serie de reformas y la llamada «apertura democrática».14 Para dotar de congruencia a aquella «apertura democrática», Echeverría convocó a intelectuales críticos de algunas instituciones prestigiosas del país, entre ellas El Colegio de México y el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, para que participaran en la elaboración de los nuevos libros de texto gratuitos e incorporaran en ellos el nuevo enfoque y contenidos que asumiría la asignatura de Ciencias Sociales. Estos libros elaborados por investigadores tuvieron otra orientación, partían de un enfoque interdisciplinario y una apertura didáctica de la escuela hacia «el medio ambiente». Además, buscaron proveer a los alumnos de las herramientas metodológicas y conceptuales adecuadas para enfrentar los problemas de su ambiente natural y social. Al tratar la sociedad contemporánea, los libros de Ciencias Sociales subrayaban la importancia de la técnica como motor del desarrollo y como solución de los problemas del país, mismos que según los criterios de la época eran provocados por las desigualdades, y que podrían ser superados mediante un cambio en las estructuras con soluciones técnicas creativas. Desde el punto de vista político, esa interpretación se acerca a la conciencia «tecnocrática» en una perspectiva «demócrata–social». 14 Eduardo Weiss, «Los Valores Nacionales en los Libros de Texto 1935–1976», die–ciea–ipn, p. 7.


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Tal concepción se vincula orgánicamente con la actualización de los valores revolucionarios, que acentúan la importancia del desarrollo nacional, la justicia social y la democracia; a diferencia de los libros de los años sesenta, donde los valores se presentan en gran parte como complementados por los regímenes emanados de la Revolución. Los libros de texto reformados señalan viejos y nuevos problemas. Para el reciente enfoque, la Constitución de 1917 representa un marco institucional dentro del cual, con la participación de todos los ciudadanos y con una mayor creatividad técnica, se podría lograr el ideal revolucionario.15 En el marco del actual patrón ideológico para los contenidos de Ciencias Sociales, el valor supremo es el desarrollo nacional socialmente justo. De igual manera, se plantea el objetivo de la industrialización como prioritario, pues es el único sector productivo capaz de superar las desigualdades, resolver problemas añejos y nuevos, además de contribuir al restablecimiento del consenso basado en la justicia material. El progreso técnico sigue siendo motor principal de desarrollo, aunque no todos los símbolos industriales y urbanos son signo de progreso. En estos libros se concede una atención especial a los problemas del campo; el libro de tercer grado se dedica exclusivamente a tal tema, pero también se aborda la problemática del desarrollo urbano, y de la dependencia de patrones de producción y de consumo ajeno. Los contenidos de historia que se plantean en los textos reformados de Ciencias Sociales son representativos de un esfuerzo por lograr consensos entre gobernantes y gobernados. No obstante, tras el nuevo enfoque integrador y global hubo reacciones en contra, dentro y fuera del sistema; a pesar de ello, los políticos que evidenciaban una posición tecnocrática y de orientación social lo defendieron. Con todo, es incuestionable la aportación de los nuevos contenidos de los libros de texto para la asignatura de historia, en el sentido de que constituyen un avance en la superación del método memorístico escolar tan arraigado, así como un giro ideológico frente al patriotismo autoritario que impregnaba a 15 Ciencias Sociales, auxiliar didáctico para el segundo grado, México, Secretaría de Educación Pública, 1973.

la generación anterior, abriendo un espacio hacia los problemas sociales que se vivieron durante la década de los setenta.

Reforma Educativa y Neoliberalismo Durante la gestión de Salinas de Gortari el proyecto social y económico emprendido adquirió otro matiz: si bien se encontraba enraizado en el sexenio que le antecedió, se trataba de un proyecto con tintes del modelo neoliberal16 cuyo eje central era una propuesta económica, no obstante también incorporaba alternativas sociales y culturales específicas. De esta manera se pretendía la asociación de nuestro país a una dinámica internacional que impulsaba el cambio en los sistemas educativos, en consonancia con los procesos de globalización económica. Por tal razón, la reforma educativa que inició Salinas y continuó Zedillo se considera como parte del paquete de reformas «neoliberales» del gobierno federal, en el marco de un proceso de globalización complejo. La condición de corte neoliberal fue matizada en el discurso oficial con el atenuante del liberalismo social, en cuyo esquema la educación se ubica como parte decisiva del desarrollo integral del país, colocando a los maestros como actores básicos en la lucha por la soberanía y la justicia social.17 La enseñanza de la historia que en tal contexto debía mostrarse en las escuelas primarias, requería de aprendizajes que condujeran a reforzar la identidad nacional, la justicia, la democracia y la soberanía, en un mundo que exigía la apertura comercial y tecno«El modelo neoliberal representa una expresión parcial de la tradición decimonónica de la política laissez–faire, completada con el énfasis en la transferencia limitada del conocimiento y el papel del empresariado». Según Ha–Joon Chang, el enfoque neoliberal resalta la eficacia del libre mercado e insiste en remarcar lo ineficaz y/o contraproducente que es la intervención estatal (en Salvador Camacho Sandoval, Modernización Educativa en México, 1982–1998. El caso de Aguascalientes, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2002, p. 49). Esa concepción neoliberal subordina la educación a la productividad, la privatiza o la trata como mercancía: Pablo Latapí, «La Sep y la idea de México», en Pablo Latapí, Tiempo Educativo Mexicano I, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 1996, p. 21. 17 «El liberalismo social, nuestro camino», Discurso del presidente Carlos Salinas de Gortari con motivo del lXiii aniversario del pri, México, 4 de marzo de 1992. 16


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lógica. Habían transcurrido casi dos décadas desde que se presentó la Reforma Educativa de Echeverría, por lo que comenzó a plantearse la necesidad de una nueva orientación en los planes y programas de estudio. El punto de partida para hacer los ajustes con los consabidos intereses sería la asignatura de Historia Nacional. Para darle sentido a esa perspectiva, Ernesto Zedillo, entonces secretario de Educación, expresó su interés por fortalecer la enseñanza de la historia patria ya que, según él, dicha área se encontraba abandonada desde hacía veinte años, lo cual no resulta del todo claro. Por tal razón el año de 1992 fue decretado «Año para el estudio de la historia de México».18 No obstante, hay una falta de claridad y de una explicación documentada sobre el motivo por el que fundamentó el argumento de esa indiferencia por la enseñanza de la historia. Lo cierto es que entre 1992 y 1993 se escribieron nuevos libros de texto que sin duda reflejaron la orientación ideológica que asumió la asignatura de Historia, donde se eliminó la alternativa socialista para sustituirla por el neoliberalismo en auge. Dicha actitud puede explicarse por el contexto que rodeaba a los historiadores encargados de definir los contenidos ante la visión de una economía globalizada, un acceso a la información prácticamente irrestricto, el surgimiento notorio de las libertades políticas y una tendencia a la transformación de principios culturales. Los nuevos contenidos establecidos en los libros de texto para la asignatura de Historia de México, durante el sexenio salinista, despertaron enconados debates por parte de diferentes actores de la vida nacional; algunas críticas que destacan se refieren al hecho de considerar a los historiadores que los redactaron como corifeos de Salinas, por haber incorporado los «logros» del gobierno priísta en los libros de texto y el tratamiento a la figura del dictador Díaz, a quien utilizaron para acreditar la posibilidad de una nueva reelección, entre otros argumentos.

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Ibid, p. 55.

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Conclusiones Como conclusión de este acercamiento a los libros de texto y su relación con el contexto nacional e internacional, puede notarse que a partir de la Segunda Guerra Mundial se despertó un interés más amplio por estudiar aquéllos desde nuevas perspectivas; sin embargo, se ha hecho poca investigación sobre la escritura, desarrollo y distribución de los libros. Por otra parte, la mayoría de los estudios se han enfocado a los contenidos con poco énfasis en una perspectiva general, con actitudes ambiguas sobre los eventos internacionales que han influenciado sus contenidos, sobre todo los de historia; además no se ha atendido debidamente el importante rol que juegan los libros de texto en la escuela y la sociedad. El papel multifacético de los libros de texto reclama interpretaciones desde todos los ángulos. Esta redacción sólo representa un acercamiento a la intención de incorporar –en un estudio más amplio– el desarrollo de los libros de texto a la luz de los acontecimientos geográficamente externos a nuestro país, pero de gran significación histórica. Dicho influjo ha determinado la orientación ideológica de nuestro sistema educativo, la versión oficial de la historia nacional y su inserción en los vaivenes de las diferentes expresiones políticas y académicas que han determinado el flujo del relato, que al interior de sus páginas, se plantea para mostrarlo a los lectores infantiles de nuestro país

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