Tania Neira Uejo
Ilustraciones de Joan Ulloa
Un sello editorial de Colección: Héroes cotidianos Título: Rosita, policía ©2013, Tania Neira Uejo ©Santillana S.A. © De esta edición: 2013, Santillana S.A. Av. Primavera 2160, Santiago de Surco, Lima 33, Perú Teléfono: 313 4000 Gerencia de Proyectos Institucionales: Raphael Pajuelo Dirección Editorial: Rubén Silva Edición: David Abanto Aragón Ilustraciones: Joan Ulloa Diseño de colección: Wendy Drouard ISBN: 978-612-4186-08-0 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2013-03525 Registro de Proyecto Editorial: 31501401300194 Impreso en Perú / Printed in Peru Industria Gráfica Cimagraf S.A.C. Torres Paz 1252, Lima 1, Perú Primera edición: abril de 2013 Tiraje de esta edición: 15 000 ejemplares Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, digital, magnético, fotoóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Tania Neira Uejo
Ilustraciones de Joan Ulloa
Abuelita era la viejecita mĂĄs encantadora del barrio. A todos los llamaba sus nietecitos, pues como vivĂa solo con su nietecita, consideraba que todos los del barrio tambiĂŠn lo eran.
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No importaba que el panadero fuera un señor mayor, pues cada vez que iba a comprar sus bizcochos, abuelita le jalaba los cachetes y le metía alguna golosina en los bolsillos.
Al lechero, que parecía duplicarle la edad a abuelita, siempre le decía que no se olvidara de tomar su leche, pues, si no, no seguiría creciendo. Y a Pedrito, el policía, le tejía chalecos; no antibalas, sino antifrío.
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Pedrito era el mĂĄs querido del barrio. Todos lo respetaban, pues cuidaba las casas con apostura e hidalguĂa. Era valiente, amable y trabajador. Y cuando terminaba su guardia, antes de regresar a casa, pasaba un ratito a ver a abuelita y a su nietecita por si algo se les ofrecĂa.
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Y abuelita con ayuda de su nietecita le daba la bendición: «Qué San Juditas te cuide, San Martincito te guarde y Santa Bernardita te eche mano con los ladroncitos». «Amén», concluía la niña.
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Abuelita era muy devota y siempre pedía a los santitos milagritos para su nietecita y sus «nietecitos». Bueno y para ella solo lo que puede pedir una encantadora abuelita, pues un noviecito a San Toñito.
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Un día que Pedrito pasó por casa de abuelita y su nieta, la encontró llorando y a su nietecita triste. «¿Qué pasa, abuelita?», preguntó preocupado. Pero abuelita no dejaba de hipar, entonces la nietecita le señaló el lugar del delito. Entre todos los santos había un lugar vacío: ¡faltaba Santa Rosita!
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Pedrito revisó los cerrojos de la casa y que todo estuviera en su sitio, pensó que tal vez abuelita la había movido y en un momento de distracción por allí se le habría perdido, pero no. ¡Qué misterio! 13
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Como abuelita no paraba de llorar le dijo para que fueran a la comisaría. Pensó que así se distraería un poco. La nietecita hizo un mohín y dijo: —Pedrito, ¿es que acaso ahora detenían a las personas por estar tristes?
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—No, pequeña —sonrió Pedrito—, hoy es Día de la Policía. Y justo a Santa Rosa, nuestra patrona, le ofreceremos un lindo homenaje. Ambas se calmaron. Se pusieron sus mejores trajes y abuelita le cogió el brazo a Pedrito, el policía, y se echaron a andar.
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—Dime, Pedrito… ¿y en este día si los policías están celebrando, quién cuida a la gente? —preguntó la niña. —Ellos nunca dejan de trabajar —respondió abuelita. —Así es, en las calles y en todo lugar un policía siempre te va a ayudar.
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Y así abuelita, la nietecita y Pedrito llegaron a la comisaría, pero todo era un caos: ¡la Santa Rosita de la comisería también había desaparecido! La nietecita para evitar otra pena de abuelita, en su desesperación, salió a buscarla… «¡Yo te encontraré, Santa Rosita!».
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Fue tanto el impulso que le puso a sus pasos que se olvidó de las luces del semåforo‌ un auto pasaba a gran velocidad.
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Abuelita y Pedrito se llevaron un gran susto, ¡felizmente había una atenta policía! Ella tocó fuerte su silbato haciendo la señal de alto. El auto frenó con las justas y la niña solo se llevó un susto. —Hijita, has salvado a mi nietecita —dijo abuelita agradecida—, dime ¿cuál es tu nombre?
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—Soy Rosita, la policía —dijo sonriendo a la niñita y guiñando un ojito. Ella en vez de gorrito llevaba un lindo tocado de rosas en la cabeza. En el pecho, abuelita pudo leer en su plaquita: Oficial Flores de Oliva.
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