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P.114 LA COSTA NORTE DURANTE EL SURGIMIENTO DE PACHACAMAC

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Luis uis JAime Aime CAstillo Astillo BUTTeRS UTTeRS

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Es importante analizar, desde un punto de vista comparativo, el desarrollo de sociedades que conviven en el mismo tiempo y que se enfrentan a circunstancias semejantes. Desde esa perspectiva, resulta particularmente aleccionador comparar el devenir de las sociedades del norte y el centro del Perú, las nativas y las que irrumpieron en estas regiones en los periodos de gran turbulencia política y social en que colapsaron los estados Mochicas y contemporáneamente cuando se estableció defi nitivamente el santuario y oráculo de Pachacamac. Nuestro escenario son algunos de los valles más grandes de la costa del Perú, los de Lambayeque, Jequetepeque y Chicama-Moche en el norte; y los de Chillón, Rímac y Lurín en la costa central. También intervienen en este drama histórico, como una suerte de actores de reparto, las sociedades que habitaban las sierras aledañas de Cajamarca y Huamachuco en el norte, y de Huarochirí y Yauyos en el centro, donde se dieron algunos de los procesos que redefi nirían la trayectoria de las sociedades andinas, particularmente por la expansión

del control y la infl uencia de Wari. Cronológicamente, estos procesos corresponden al fi nal del Intermedio Temprano y al Horizonte Medio, entre los siglos VII y X de la Era Común.1

A grandes rasgos, el argumento central de esta historia narra cómo las sociedades de la costa norte atravesaron por procesos de debilitamiento que condujeron a colapsos súbitos, como los que afectaron a la mayoría de las sociedades mochicas en el siglo IX. Mientras tanto, en la costa central, el proceso habría sido inverso, y más bien los acontecimientos, al menos en términos del desarrollo del santuario de Pachacamac, parecen encaminarse hacia una expansión y crecimiento. En esta tendencia opuesta, las infl uencias y, para algunos, la expansión del imperio Wari habría tenido un papel decisivo, pero mientras en el norte su presencia e infl uencia fue detrimente, en la costa central parece haber sido uno de los catalizadores de nuevos horizontes. ¿Es siempre esto así? ¿Los factores exógenos se traducen siempre en amenazas para las sociedades débiles, y en oportunidades para las fuertes? En última instancia, el misterio a develar seria el papel que tuvo Wari en estos acontecimientos.

El telón se levanta alrededor del año 650 d.C., cuando una serie de factores internos y externos a las sociedades en cuestión confl uyen para precipitar grandes cambios y generar oportunidades para las sociedades que llevarían la posta civilizatoria durante el gran segundo acto del desarrollo de las sociedades complejas en el Perú, el Horizonte Medio. Internamente las sociedades costeñas y serranas habían crecido en población y en extensión territorial y habían copado todos los espacios cultivables de los valles, llegando a su máxima capacidad de carga. Pero su éxito no pudo evitar que sus modelos políticos, altamente dependientes de la ritualidad y de corte teocrático, arribaran a su fecha de caducidad. Paralelamente contribuyeron a la volatilidad una serie de factores externos, como un sostenido empeoramiento del clima, un calentamiento global en la antigüedad,2 y una serie de aparentes reacomodos poblacionales que generan una alta presión y competencia entre pueblos antes afi nes o simplemente distanciados. Como toda buena historia, esta está llena de misterios por resolver, de pasión y odio, de muerte y resurrección, de pueblos diletantes y sedentarios.

En este ensayo aquellos procesos se manifi estan en las vidas paralelas que desarrollan, por un lado, el gran santuario y oráculo de Pachacamac, y por el otro el centro ceremonial y cementerio mochica de San José de Moro, enclavado en el valle de Jequetepeque, en la ruta natural entre los valles costeños donde habitaban los mochicas y las sierras de Cajamarca.3 Dos sitios que podrían haber sido totalmente diferentes e incomparables, pero que estuvieron unidos por circunstancias aún inexplicables que se expresan, en primer lugar, en que estos procesos se gestaron en el medio de las más complejas relaciones de intercambio vistas hasta esa fecha en los Andes centrales. Lo cosmopolita de estas interacciones refl eja una gran cantidad de artefactos de estilo Nievería, Teatino, Atarco, Cajamarca, Casma Impreso, Proto Lambayeque y de los estilos Wari Chakipampa y Wari Viñaque, encontrados en

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5 contextos funerarios excavados en estos sitios.4 Estos artefactos son signifi cativos para intentar entender cuál fue el papel de Wari en la crisis y reconstitución cultural que abarcó los Andes centrales en esta época. Pachacamac y San José de Moro comparten una inusual característica: en estos dos sitios se han hallado colecciones de cerámica de una inmensa diversidad, que corresponden a sociedades que convivieron en diferentes regiones del Perú durante el Horizonte Medio. Estos objetos serán, en las siguientes páginas, nuestro hilo conductor para tratar de entender este convulsionado periodo.

La cerámica wari de Pachacamac en el Museo Etnológico de Berlín y de San José de Moro

Nuestra historia comienza muy lejos del lugar de los hechos, en otro continente, Europa, y en otro país, Alemania, cerca del río Spree en el centro de Berlín. Entre los museos de Berlín destaca el viejo Museo Etnológico, cuyas colecciones, formadas desde la época de Alexander Von Humboldt, milagrosamente sobrevivieron a la devastación de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Los muros de estos edifi cios, con sus numerosos impactos de balas y proyectiles son mudos testigos de su propio drama y del tiempo transcurrido. Las colecciones del Ethnologisches, curadas con celo y esmero por el personal del museo, son hoy accesibles a los interesados a través de la magia del Internet.5

Pocas sorpresas son tan gratas en esta investigación como explorar virtualmente el Museo Etnológico de Berlín, particularmente sus ricas colecciones de la costa norte y su extraordinaria colección de artefactos supuestamente provenientes de Pachacamac. Digo supuestamente porque es de lamentar una colección tan magnífi ca no tenga documentación ni haya sido excavada arqueológicamente. Además de sorprendernos por la riqueza de los artefactos catalogados como provenientes de Pachacamac, y que habrían sido excavados hacia fi nes del siglo XIX y principios del siglo XX, no sabemos a ciencia cierta si todos fueron encontrados efectivamente en el sitio. Tampoco tenemos idea de cuáles fueron los contextos funerarios a los cuales estos objetos estuvieron asociados, o cuáles objetos se encontraron en los mismos contextos. Solo tenemos los objetos que, sin embargo, imperfectamente nos cuentan una historia de desarrollos de identidades

locales, de infl uencias externas, de piezas simbólicas moviéndose enormes distancias para llegar a ser depositadas en Pachacamac en las tumbas de personajes encumbrados. Pero también estos singulares artefactos nos hablan de las circunstancias y consecuencias de este tipo de movimientos de objetos litúrgicos, de creencias e ideas religiosas que van cambiando como consecuencia de la aparición de nuevos sistemas rituales y mitológicos, emblemáticos de sociedades cargadas de prestigio y en pleno crecimiento. La historia de las excavaciones arqueológicas conducidas en Pachacamac, particularmente las de Max Uhle a fi nes del siglo XIX, parecerían indicar que la mayoría de los artefactos en Berlín habrían sido excavados en los cementerios que existían al pie del Templo Pintado y quizá en las laderas del Templo del Sol en Pachacamac, es decir en el corazón del antiguo santuario.6

¿Es esta colección representativa de todos los estilos artísticos presentes en estos cementerios y de las sociedades que interactuaron durante los años iniciales del santuario? La respuesta es que seguramente no es representativa, sino que se trata de una selección. Tratándose de una colección conformada por artefactos exca-

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Fig. 1. Fragmento de tejido pintado.

Estilo Lambayeque. Representa la escena ritual de navegación. Procedente de Pachacamac. Siglos XI-XIII.

Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 2. Ceramio con representación de personaje lambayeque. Estilo Ychsma tricolor. Procedente de Pachacamac. Siglos X-XII. Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 3. Botella Nievería con representación de cabeza trofeo. Procedente de San José de Moro. Siglos VII-VIII. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

Fig. 4. Cántaro Mochica polícromo. Siglos VII-VIII. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP. Fig. 5. Cuenco Mochica polícromo con diseño Chakipampa. Procedente de San José de Moro. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

Fig. 6. Botella de doble pico y asa puente. Estilo Proto Lambayeque. Procedente de Pachacamac. Siglos IX-XI. Colección Museo Etnológico de Berlín.

Figs. 7 a, b. Botella de doble pico y asa puente estilo Proto Lambayeque, con representación de personaje con gorro de cuatro puntas estilo Wari. Procedente de San José de Moro. Siglos IX-XI. Colección Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

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Figs. 8. Botellas de doble pico y asa puente. Procedentes de Pachacamac. Siglos VII-XI. Colección Museo Etnológico de Berlín. a. Con representación del ser radiante y apéndices de la costa norte. b. Con representación de cabeza trofeo. c. Con apéndices y base sonajera relacionados con la costa norte. d. Con la representación del grifo de Pachacamac. Colección Museo de sitio Pachacamac.

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vados ilícitamente por huaqueros, acopiados y revendidos por trafi cantes hasta que llegaron a los fondos del Museo Etnológico de Berlín, podemos estar seguros de que se trata de una selección de artefactos de valor “artístico”. Lamentablemente este criterio hace invisible los artefactos de “menor calidad” que generalmente nos informan de las tradiciones locales que coexistieron con los artefactos más “fi nos”. Por extensión, la carencia de este tipo de materiales oculta también la presencia de sociedades que se expresaron a través de estos estilos, como por ejemplo el pueblo Lima y su cerámica.

Aun cuando estas limitaciones pueden representar una importante distorsión, la colección es excepcional. Abundan en ella artefactos de estilo Nievería. Algunas botellas de pico y asa lateral con decoración de triángulos podrían tener su origen en la tradición Teatino. Un segundo estilo bastante abundante es el que denominamos Proto Lambayeque, en la costa norte, que corresponde al periodo Transicional de San José de Moro.7 Este estilo es particularmente singular, ya que no es todavía clásicamente Lambayeque ni incluye los famosos Huaco Rey, pero ya presenta algunas de las características básicas que aparecerán en el estilo Lambayeque, como las botellas de doble pico y puente negras, con decoración en relieve, con sapos y nectandras sobre el puente que une los picos, o con detalles decorativos en relieve. Un detalle importante con relación a este estilo es que la colección del Etnológico de Berlín incluye también algunos textiles de claro origen Lambayeque, o Proto Lambayeque, particularmente una serie de telas ejecutadas con hilos de color azul turquesa, y otras con mucho colorido y elementos tridimensionales que ilustran personajes humanos, animales, andas o pequeños templos. Textiles muy parecidos fueron excavados por Donnan y Cock en Pacatnamú8 y también fueron publicados por Max Schmidt en 1929. Un pequeño grupo de artefactos mucho más simples, sin pintura o engobe, son muy misteriosos puesto que presentan decoraciones muy toscas, con diseños incisos que forman ojos y bocas, narices prominentes y decoraciones punteadas

Fig. 9. Fragmento de tapiz ranurado y excéntrico que representa un personaje central con tocado tubular acompañado de personajes. Estilo Lambayeque. Siglos IX-XI. Procedente de Pachacamac. Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 10. Vasija con representación de la deidad principal Lambayeque. Procedente de San José de Moro. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

Fig. 11. Vasija estilo Lambayeque, procedente de Pachacamac. Siglos XII-XIII. Colección Museo Etnológico de Berlín.

en el cuerpo. Estos artefactos parecerían ser expresiones de los estilos derivados del Gallinazo de Jequetepeque.

De todos los artefactos en Berlín, los más numerosos y elaborados, y que merecieron una especial predilección de quienes constituyeron la colección, son los artefactos de factura Wari, en sus estilos Chakipampa y Viñaque, y quizá otros estilos menores o derivados. Como es típico de la cerámica de esas tradiciones, dichas piezas están profusamente decoradas con diseños pictóricos idiosincráticamente Wari, tanto geométricos como fi gurativos. La decoración pictórica tiene una clara linealidad y áreas de color de clara raigambre textil, que se manifi esta en sus paneles y elementos lineales.

Todo lo anterior ubica estos artefactos, y posiblemente la fecha y origen de Pachacamac, en las fases 1 y 2 del Horizonte Medio. En términos de la historia ocupacional del valle de Jequetepeque, estos fenómenos corresponderían a los periodos Mochica Tardío y Transicional, que en términos absolutos fecharían desde el

650 d.C. al 950 d.C. Seguramente existen ocupaciones anteriores en el sitio, debajo de los grandes edifi cios Inca, Ychsma y Lima que hoy se pueden ver, ya que el valle de Lurín, independientemente de su pequeña extensión comparada con otros valles de la costa, tuvo una sostenida ocupación desde antes del periodo Formativo.

La riqueza y diversidad de las colecciones cerámicas de Pachacamac, al menos las que están en el Museo Etnológico de Berlín, solo son comparables con la diversidad de estilos cerámicos que ha aparecido en San José de Moro, que se verán en detalle en la siguiente sección. La única excepción es el estilo Cajamarca, que solo aparece en San José de Moro. Prácticamente todos los demás estilos presentes en el primer sitio están también presentes en el segundo, independientemente del mayor tamaño e importancia del primero. Otro sitio de la costa que podría tener el mismo tipo de evidencias, aunque un poco más tardías, es el Castillo de Huarmey.9

Los colapsos mochicas

Los objetos que antes hemos descrito son mudos testigos de la singularidad del entonces joven santuario de Pachacamac, y de su capacidad para convocar a sociedades distantes, lo que seguramente estuvo ligado a su carácter oracular.10 Lo opuesto ocurre en la costa norte, donde los acontecimientos más bien nos dirigen hacia el colapso de las sociedades que habían imperado allí desde al menos 500 años atrás. En esta región, la acción de Wari y de otros estados asociados con la extensión de su infl uencia y prestigio parece haber contribuido con el fi nal de las sociedades mochicas.

Los mochicas, para ser precisos, colapsaron no una sino dos veces. La primera vez, de la que parecen haberse recuperado con cambios signifi cativos en sus formas de organización y con la que Wari parece no haber tenido nada que ver, ocurrió hacia el 600 d.C. La segunda, y defi nitiva, ocurrida hacia el 850 d. C., generalmente se atribuye, entre otras cosas, a los wari. Además de los condicionantes externos e internos, ambas fechas podrían coincidir con eventos climáticos, como fenómenos del Niño, aunque es difícil establecer una correlación directa por la frecuencia de estos fenómenos. El primer colapso Mochica se manifestó en cambios muy importantes en el mayor centro ceremonial de la región Mochica sur.11 El abandono de la Huaca de la Luna y un cambio drástico en los patrones de ocupación de la zona urbana del complejo de las huacas de Moche fue seguido por la construcción de la inmensa Huaca del Sol. En términos de la cultura material, esta transformación llevó a la paulatina sustitución del estilo cerámico denominado Moche III por el estilo Moche IV. Las excavaciones de Santiago Uceda y Ricardo

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12b 12c Morales en las huacas de Moche indican que no solo se trató de una mudanza de la Huaca de la Luna a la Huaca del Sol, sino de un debilitamiento de los sistemas político y social, es decir del estado Mochica. Los mochicas parecen haberse recuperado de este desastre haciendo cambios drásticos en sus formas de organización y gestión económica, una suerte de modernización administrativa que implicó formas más seculares de liderazgo.12 En otras regiones de los Andes centrales, esta época también fue complicada y, entre otras cosas, vio el declinar de la sociedad Tiawanacu en la meseta del Titicaca, y el surgimiento del estado Wari en Ayacucho. En la región Mochica norte, que comprende el valle de Jequetepeque donde está ubicado San José de Moro, esta fecha no es signifi cativa y no podemos ver cambios importantes ni en las formas de organización ni en la cultura material. Los cambios más importantes no ocurrieron sino hasta por lo menos cincuenta años después, cuando vemos la trasformación del estilo cerámico Mochica Medio por el estilo Mochica Tardío. En esta época, las sociedades mochicas del Jequetepeque parecen haber estado empeñadas en la expansión de su territorio, no a través de conquistas de sus vecinos sino de la ampliación de la frontera agrícola mediante sistemas de irrigación y canales más grandes y efi cientes.13

Doscientos cincuenta años después, en el 850 d.C., se produjo el segundo y defi nitivo colapso de las sociedades mochicas. Para entonces coexistían en la costa norte una docena de diferentes entidades

políticas mochicas, pequeños estados, curacazgos y reinos, cada uno con su propia organización, pero compartiendo un sistema cultural y religioso. Prueba de su existencia son las tumbas reales que se han encontrado en Sipán, Úcupe, San José de Moro, El Brujo, Huaca de la Luna, etc. Cada una de las entidades políticas mochicas –estados, reinos o curacazgos– colapsó entre el 800 y 850 d.C., en un proceso del que no se pudo recuperar. Las razones de cada uno de estos procesos terminales, y la secuencia de eventos, así como los factores exógenos (externos) y endógenos (internos) potencialmente son diferentes en cada caso, y ameritan una investigación especifi ca. Si bien los fenómenos del Niño u otras calamidades, como terremotos o sequias prolongadas, pudieron ser los catalizadores de estos colapsos, en realidad fue la incapacidad de sus sistemas administrativos, de los gestores del estado, de reaccionar ante estos eventos, lo que fi nalmente llevó a la desaparición de las sociedades mochicas. Dada la diversidad de causas y trayectorias que podrían explicar las singularidades de cada proceso terminal, lo que parece ser el común denominador entre todos los estados mochicas fue su forma de organización política y social.

¿Esta incapacidad de actuación de los mochicas, al menos en esta época, pudo deberse, al menos en parte, a una infl uencia negativa de los wari? Si bien la evidencia física de la presencia wari en la región aledaña de la sierra norte de Huamachuco y Cajamarca es más signifi cativa para el periodo siguiente, es decir el Horizonte Medio 2, asociado a la cerámica de estilo Viñaque, ya aparecen los primeros indicios de interacciones entre los mochicas de San José de Moro y las sociedades del Horizonte Medio, particularmente los Nievería y Cajamarca, así como los Wari en su estilo de cerámica Chakipampa desde la fase anterior. Podemos imaginarnos que ya en el siglo VIII y IX los wari habían aparecido en los amplios valles de la sierra norte, y a esta época podrán corresponder sitios como Viracochapampa,14 en Huamachuco, o el Palacio de Mirafl ores, en Cajamarca.15

Este segundo colapso, a diferencia del primero, afectó de manera más dramática a las sociedades mochicas del norte, particularmente a los mochicas de San José de Moro. En este sitio ha sido posible reconstruir la secuencia de eventos a la luz de los hallazgos funerarios y de los artefactos asociados a ellos. Durante la fase Mochica Tardía A (aprox. 650-700 d.C.) vemos aparecer en San José de Moro la cerámica Moche V, posiblemente trasladada desde el valle de Chicama en el contexto de la expansión del reino Mochica V que se desarrolló allí y que llevaría a la fundación de la megalópolis de Pampa Grande, en el valle de Lambayeque.16 A raíz de las infl uencias y de las interacciones entre los mochicas de Jequetepeque, que en ese entonces todavía empleaban la cerámica Mochica Medio, y los Moche V, se generó un nuevo estilo formal y decorativo, el Mochica Tardío, cuya expresión más importante son las botellas decoradas con el estilo de Línea Fina. También aparecen al mismo momento las primeras piezas de estilo Nievería, Cajamarca y Wari Chaquipampa. Casi inmediatamente este segundo conjunto de artefactos genera un nuevo estilo decorativo en San José de Moro, el estilo Mochica Tardío de Línea Fina. Resulta sorprendente que todas estas interacciones e infl uencias, y la generación de estilos derivados en la cerámica ceremonial, prácticamente sucedieron de manera simultánea. También es importante reconocer que la arqueología aún está mal equipada para poder captar y entender procesos de corta duración y de rápida sucesión.

Figs. 12a, b, c, d. Vasos polícromos estilo Wari con representación de personaje degollador. Siglos VI-VIII. Procedentes de Pachacamac. Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 13. Vaso polícromo estilo Wari que representa a un degollador. Siglos VI-VIII. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

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Para efectos de comprender el papel que tuvo Wari en la caída de los mochicas de Jequetepeque, es importante enfocarnos en la aparición del último estilo nombrado, el Mochica Polícromo. Este es un estilo singular, ya que la inmensa mayoría de artefactos cerámicos ceremoniales mochicas se decoró con una convención bícroma, y la nueva escala cromática es defi nitivamente una infl uencia de Wari. También son una infl uencia de Wari la aparición de una serie de motivos geométricos que claramente tiene su origen en los repertorios wari. Es decir que, cuando llegamos a la fase Mochica Tardía B, ya existen en San José de Moro talleres de alfareros produciendo cerámica Mochica Tardío de Línea Fina con los mas intrincados diseños de la iconografía propia, así como artefactos decorados con diseños polícromos, algunos de ellos versiones en colores de los motivos mochicas, como el famoso Huaco Amano, y otras versiones mochicas de motivos Chaquipampa y Ocros, particularmente el diseño del “Rombo” de Moro, una fi gura romboidal con volutas saliendo de sus esquinas pero que incluye la representación de pallares, un ícono mochica.

La aparición de las infl uencias Wari, y su adopción por parte de los ceramistas mochicas de San José de Moro, así como su inclusión en lugares preferenciales de las tumbas de las élites de Jequetepeque, no es un hecho aislado, ni se puede ver como una simple infl uencia estilística. Hemos planteado en otros artículos17 que la adopción de estos íconos es una demostración de la fortaleza y el prestigio de Wari, por lo menos así debió ser percibida por las élites mochicas, y de una aceptación por parte de los mochicas que se entierran en San José de Moro, de la superioridad de esta tradición. Esta aceptación de la fortaleza de otro es, a la vez, una manifestación de la debilidad propia. Así que estos cambios estilísticos e iconográfi cos no son inocuos, sino que deben haber tenido como efecto socavar la legitimidad de las mismas élites que incorporan estos motivos, y las ideas asociadas a ellos y a su comportamiento religioso y ritual.

Lenta, pero inexorablemente, los estilos cerámicos van cambiando, aparecen botellas de doble pico y puente, cántaros con los típicos cuellos efi gie wari, cantimploras decoradas con motivos policromos, etc. Paralelamente, la cantidad y diversidad de artefactos de estilos Cajamarca va en aumento. Cajamarca, tanto la región como las sociedades que habitaban allí, por ser los vecinos inmediatos de los mochicas de Jequetepeque, parecen haber sido el conducto de las infl uencias wari. Si consideramos la existencia de la característica cerámica Cajamarca, particularmente platos fabricados con arcillas kaoliniticas, en lugares tan alejados como la ciudad de Wari misma, Espíritu Pampa y Huamachuco, los cajamarca parecen haber sido socios privilegiados en la geopolítica Wari.18

La interacción Wari con las sociedades mochicas está casi absolutamente restringida a San José de Moro, al menos a la luz de los materiales con los que contamos en este momento, que es uno de los pocos en los que encontramos cerámica de estilos relacionados con Wari. Es decir que, en

las huacas de Moche por ejemplo, o en el inmenso sitio de Pampa Grande, en el valle de Chancay, que también fueron abandonados por esta época, no hay prácticamente evidencia física que demuestre una interacción con Wari o sociedades relacionadas.

Epílogo

La pregunta que nos planteamos al inicio de este ensayo –¿Por qué la interacción con Wari precipitó el colapso de los mochicas y el despegue de Pachacamac?– evidentemente no ha podido ser contestada a cabalidad. Solo hemos constatado que, empero las enormes semejanzas en la diversidad de artefactos ceremoniales, y evidenciando una identidad cosmopolita nunca antes vista, las trayectorias de desarrollo de estos dos sitios es opuesta. Quizá esto se deba a que estas trayectorias ya estaban trazadas, y mientras Pachacamac estaba en pleno auge, atrayendo a las sociedades de la costa central y montándose en el prestigio que le daba interactuar con Wari, para los mochicas el fi n era inexorable, no por la presión de vecinos codiciosos, sino por las debilidades propias de sus sistemas de organización.

Ahora bien, el colapso mochica en ningún caso implicó la muerte de las poblaciones, su sustitución por otros grupos étnicos, o el abandono de los campos de cultivo. Tampoco desaparecieron sus idiomas, ni muchos de sus rasgos culturales. Lo que colapsó, fue abandonado y sustituido, fue su sistema de gobierno y las tradiciones que estaban relacionadas con las clases gobernantes, como la religión mochica y

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muchos de los espacios, templos, centros ceremoniales y cementerios que se habían desarrollado alrededor de estas prácticas. El colapso mochica, entonces, parece haber sido un rechazo de las formas de organización por parte de un pueblo que se sintió defraudado por sus líderes. Los rituales que estos habían creado para legitimar su poder, los artefactos y estilos artísticos asociados a ellos, desaparecieron y dieron paso a sociedades diferentes, Lambayeque y Chimú, pero que continuaron con la tradición de las sociedades mochicas.

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Fig. 14. Vaso cubilete con el diseño del grifo de Pachacamac. Procedente de Pachacamac. Siglos VII-XI . Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 15. Vaso lira con diseño de personaje radiante. Siglos VII-XI. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

Figs. 16 a, b. Platos de caolín estilo Cajamarca IV. Procedentes de San José de Moro. Siglos IX-XI. Programa Arqueológico San José de Moro-PUCP.

Figs. 17 a, b. Platos de estilo Huamanga. Procedente de Pachacamac. Siglos VI-VII. Colección Museo Etnológico de Berlín.

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