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Capítulo

no presentamos a los culíes dentro del agro costeño, sin embargo, ofrecemos el caso de unos chinos que fueron maltratados por su patrón, arrendatario de una hacienda limeña, y cómo estos trabajadores a pesar de su ubicación subalterna, lo enjuiciaron. Nuestro objetivo en este capítulo es que se perciba la notable actitud defensiva de ellos dentro de la siempre confusa jurisprudencia del extraño país en el que se encontraban.

Luego que miles de culíes finalizaban sus años de contrata (al comienzo cinco años y después ocho) casi todos los sobrevivientes decidieron quedarse en su nueva patria, por eso decimos algo de cómo se instalan, a qué se dedican, cómo los consideran, cómo se defienden, cómo se organizan, etc., es un capítulo trabajado con minuciosidad. También era inevitable tratar sobre la influencia de la comida chino-cantonesa entre los peruanos. Es un capítulo donde se explica el largo proceso de oferta de esos platillos: los exculíes se «apoderan» de las fondas que en años más recientes se transforman en chifans y de inmediato en chifas. Su presencia es tal que la inquietud gastronómica alcanza a todos los sectores sociales pero de manera diferente. Actualmente hay chifa-cholos (de peruanos), el famoso plato aeropuerto (plato peruano a partir del chaufa) y hay exportación del chifa que la realiza más de una empresa de peruanos. De igual manera, con muchos detalles es el capítulo centrado en los chinos del valle del Jequetepeque revelando su vida política y la importancia en esos momentos del Kuo Min Tang. Del mismo norte peruano colindando con este valle está el de Zaña, donde hubo culíes en las haciendas de la cuenca —la más importante Cayaltí, de la familia Aspíllaga— que luego, ya libres, algunos pasaron al pueblo de Zaña; la peruanización de ellos es el tema. Con el capítulo referido a los chinos del actual Rímac (antes Abajo del Puente) demostramos que en Lima hubo más de un lugar donde se concentraron los emigrantes chinos. De una monografía inédita bastante avanzada hemos tomado e incluido en este libro un capítulo sobre enfermedades y muertes en la hacienda Palto, valle de Pisco, Ica. Y como continuación del mismo tema regresamos al valle del Jequetepeque en el que además de los males de salud a la gente de la comunidad china le interesa como inquietud enviar a China a sus difuntos en donde había un lugar especial para depositar esos restos, una forma muy especial de retornar al lugar en el cual nacieron. Sigue una breve biografía de un chino bajopontino que fue culí y su actual extenso árbol genealógico. En mi largo interés por los chinos reuní mucha información de los diarios limeños y de provincias, seleccioné algunas crónicas periodísticas demostrativas de la vida de chinos libres y exculíes, de estos artículos he hecho comentarios explicándolos y mostrando la incomprensión e injusticias que hubo con ellos. Pero, a fin de cuentas, miles de descendientes de esos culíes y los que vinieron posteriormente nos enrostran a diario que este país es también suyo. A algunos nos alegra esta realidad. Nos parece bien una sociedad multiétnica y que las diferentes etnias muestren su profunda realidad cultural tal como es nuestra identidad.

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En la obra hay varias cortas biografías, la más amplia es todo el Capítulo 4 cuyo protagonista merecía el esfuerzo de ingresar en su pasado y darlo a conocer. Uno de los descendientes de Acuam ha completado el árbol genealógico, fue un trabajo paralelo desconociendo cada uno la labor que estaba haciendo. Está pendiente unir los dos escritos y publicarlo, así hemos quedado. En el capítulo de Zaña hay otra corta biografía, la de Alén Chung. Nos impresionó el trabajo que él asumió con la Municipalidad cuando ya era bastante mayor: debía de encender y apagar todos los días los sesenta faroles a kerosene del pueblo, lo hizo los veinte últimos años de su vida. En el deseo que se reconozcan estas labores, digamos que menudas y silenciosas de los exculíes, es que hicimos el esfuerzo de

reconstruir algunos rasgos de su vida. Este tipo de reconstrucción (¿exhumación?) de vidas es parte de la tradición investigadora antropológica, seguramente porque en cada persona se asienta y vive la sociedad y la cultura que lo hicieron como ser social.

Bastante ha facilitado la redacción de este trabajo tener reunida desde antes información de los diarios limeños de los siglos xix y xx, preferentemente El Comercio y El Nacional, así como la de los archivos parroquiales de Lima y provincias y del Archivo Arzobispal de la capital, sin olvidar algunas visitas al Archivo del Instituto Histórico de la Marina y al Archivo de la Municipalidad de Lima. Igualmente en la actualidad ya es imprescindible lo que se puede conseguir por internet y utilizarlo. A veces hay información asombrosa y grata como ha sido encontrar precisiones que encajaban con lo que estábamos redactando de algunos capítulos.

Esta vez hemos obrado como etnohistoriadores y no como antropólogos socioculturales que se acercan a la historia; para este libro no encontramos la manera de recibir información oral, pues, solo hasta cierta cantidad de años, transcurrido un suceso, es posible escuchar a los participantes o a su descendencia. Por eso para casi nada de esta obra hemos recibido testimonios de informantes. Y no interesa. Todo lo que se leerá es parte de nuestra historia y de nuestra realidad actual, que no son muy conocidas.

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