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5. Haciendas, hacendados y el consumo

5. Haciendas, hacendados y el consumo

Los hacendados tuvieron que proporcionar opio a sus culíes si querían tenerlos satisfechos y contentos, por eso recurrieron a los comerciantes; inevitablemente ellos mismos, los hacendados, tuvieron su comercio interno que representó un rubro más de ingreso así como de control sobre la «chinada». La ubicación en la disyuntiva era inevitable, si ellos no repartían la droga —redituando algo, por supuesto— los chinos adictos, que parece no fueron pocos, la buscaban donde fuese y ello significaba un factor de desorden dentro del régimen productivo en cada unidad agrícola productiva.

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Solo conocemos el caso de algunos hacendados que en grupo mostraron su oposición resuelta frente al consumo:

Somos hacendados del valle de Surco (Lima) que tenemos asiáticos y en estos días hemos sufrido varias molestias a consecuencia del uso del opio. Nos informan que en Chorrillos se vende públicamente en una tienda donde tienen colocados los caracteres [ideogramas chinos], en oposición al Reglamento de Policía15 .

Conforme pasó el tiempo todos los dueños de tierras agrícolas con trabajadores chinos debieron ceder ante el vicio, si es que en algún momento se opusieron. En un informe sobre el movimiento comercial del Callao, el cónsul inglés H. Hutchinson con la intención de hacer conocer que súbditos ingleses propietarios de haciendas en Perú tenían un buen comportamiento y que ello incluía a los chinos contratados, expresa lo que sigue: «En muchos lugares son bien tratados, como en las haciendas del Sr. Swayne, donde los vi con sus templos para ídolos, sus varillas de opios y sus pasatiempos» (Hutchinson, 1976: 23). Tener bien a la chinada era verla, en consecuencia, fumando el alcaloide.

El consumo fue muy frecuente, bastante extendido en todas las haciendas costeñas y fue intensificándose cada vez más conforme aumentaban de edad los peones asiáticos. Los galpones —cárceles nocturnas se les llamaba— que los hacendados ofrecieron como lugar de vivienda a los culíes fue a su vez un paraje de aprendizaje del consumo de parte de los chinos muy jóvenes que no fueron pocos entre los miles de inmigrantes asiáticos.

Y cuando los culíes terminaban sus contratas en acentuado número (década de los 80 del siglo xix), los hacendados cedieron este negocio a los chinos enganchadores como parte de los ingresos que a éstos les correspondía. Ante la disminución de los chinos contratados los enganchadores llevaban a las grandes haciendas a centenas de sus compatriotas que se encontraban libres pero en nuevas condiciones y a realizar las mismas y diversas actividades agrícolas que conocían. Estos enganchadores chinos se cobraban por este nuevo régimen de trabajo —donde tenían cierto poder— un porcentaje de las planillas de «sus» paisanos enganchados y también las ganancias de los productos que a ellos les expedían, incluyendo opio, alcohol, coca.

15 El Comercio, Lima, lunes 7 de abril de 1856, año XVII, N.º 5003, p. 4.

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