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7. Opio en el valle del Jequetepeque

enganchadores chinos17. La biografía de Fructuoso Baca contiene estos y anteriores momentos que justamente suceden en la hacienda Cayaltí (Rodríguez, 2000: 289-336).

En suma, si bien en las décadas de presencia de los chinos culíes se vio maltratos físicos y hasta ejecuciones (extrajudiciales las denominamos en los tiempos actuales) estos inmigrantes asiáticos aprendieron a vivir, a acumular dinero, a tener familia y a defenderse (incluso judicialmente) dentro de la sociedad peruana. La alta presencia actual de los miles de descendientes de chinos y que son parte normal de los miles de peruanos es resultado de la manera inteligente con que toleró y obró toda la generación de chinos culíes y de las oleadas de inmigrantes que sucedieron a continuación y hasta ahora.

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Luego de la creación del Estanco del Opio se autorizó a algunas casas comerciales a que no solo hicieran la venta, también que controlaran que no hubiera venta ilegal. La Municipalidad de Zaña desde 1886 hasta 1892, recibió de casas vendedoras, todas ellas de chinos, los impuestos correspondientes para el libre expendio de opio. Las casas que vendían pagaban mensualmente 1 sol plata, lo que era lo mismo a 20 billetes. Como estos pagos se realizaban dentro de la jurisdicción municipal, no se tiene información acerca de quiénes eran los compradores de esas casas, que en un primer momento fueron 4, en 1892 fueron 6 y en la última fecha que se tiene información, agosto 1894 las casas vendedoras eran 518 .

7. Opio en el valle del Jequetepeque

Los cientos de chinos que en condición de «contratados» estuvieron por décadas en las haciendas del valle y que decidieron no regresar a China Imperial y por eso incorporarse a la vida social-económica, optaron por ubicarse a continuación en los centros poblados —no siempre en los del valle del Jequetepeque— o por continuar trabajando en la agricultura en nuevas modalidades, sea recontratados, enganchados, yanaconas, al partir, etc.

De todas maneras cualquiera hubiera sido la modalidad, aquellos que tenían la costumbre o vicio de consumir opio buscaron la manera de continuar haciéndolo. Téngase en cuenta que no había prohibición ni para fumar ni para vender, y si hubo algunas restricciones hasta el año 1883 fue en relación a considerar el opio como un fármaco que para venderlo había que solicitar autorización. En Lima hubo casas comerciales que a puerta abierta durante muchos años vendieron opio.

Con la ley del Estanco de Opio y su reglamentación19 se establece algún control más exigente y se decide quiénes eran los encargados legalmente de la comercialización, tenemos el nombre de empresas o personas, incluyendo a los comerciantes autorizados en el valle del Jequetepeque que fueron J. Montenegro y Cía. Ludowieg.

Sin embargo, debe considerarse que hubo restricciones anteriores al año 1891 muy propicias como para satisfacer las inquietudes de las municipalidades por obtener cobros de variada índole del

17 Biblioteca Nacional del Perú, Sala de Investigaciones Bibliográficas, Expediente sobre la averiguación practicada por la comisión China asesorada por funcionarios del gobierno, respecto a la situación de sus connacionales que prestan servicios en las haciendas. Lima, 1887, 140 ff. D 11416. 18 Información encontrada en libros de contabilidad de la Municipalidad de Zaña. 19 La ley se da el 31 de octubre de 1887 en el gobierno de Andrés A. Cáceres y su reglamentación se publica entre otros diarios en El

Comercio, lunes 23 de marzo de 1891.

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