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b. Gente de hoy que vio a opiómanos

Fumadero de opio. En la calle de Trujillo —Chepén— junto a la casa de la familia Otoya, se ha establecido un fumadero de opio al que acuden muchos chinitos y entre estos 4 peruanos hijos de Chepén. Las autoridades deben reprimir este vicio29 .

Algo bastante difícil de controlar todo el tiempo fue el contrabando de opio a pesar de la existencia de una red de personajes que supervisaba y vendía legalmente; es muy posible que hubiera de manera paralela otra red que obtenía clandestinamente el opio y que tenía clientes a los que abastecía. Un escritor piurano informa que poco antes que entre en vigencia el Estanco, el opio que ingresaba por la aduana de Paita estaba destinado a los departamentos de Lambayeque y La Libertad; y que había ingresos clandestinos por la frontera con Ecuador y en el litoral de Paita a Tumbes, el mismo autor creía que era tan perfecta la reglamentación establecida a partir del Estanco que impediría el contrabando (Moscol Urbina, 1986: 130). Quizás ocurrió quizás no. Pero esa frontera sirvió en otros momentos para el ingreso encubierto al Perú de chinos.

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b. Gente de hoy que vio a opiómanos

El siguiente testimonio fue narrado por una persona que aún vive en el valle:

Yo he visto a mi padrino fumar opio. Él trabajaba en una tienda que después fue tienda de mi sobrino. Yo le decía padrino a su abuelo. Entonces yo entraba ahí con frecuencia, pero en esa época no estaba todavía mi padrino sino otro viejito que se apellidaba Che Sau Lan. Él sí era mi padrino, entonces uno entraba corriendo a saludarlo: «padrino, padrino», y él estaba adentro en la tercera habitación, echado en un petate, con una tripa, un depósito. Por entonces no sabía qué era opio, tenía nueve años, además que no se escuchaba la palabra opio, pero era opio. Ya pasado el tiempo, cuando tenía dieciséis o diecisiete años yo lo veía como siempre. No me hacía caso cuando yo le hablaba, estaba volando. Sí me contó mi papá que cuando se fue a la China, para llevar el paquete, el equipaje a la casa llamó a un palanquín, un chinito con su carretita de dos ruedas. Ahí se sentó, pusieron los paquetes, todo. Y el chinito comenzó a correr. Después le dijo a mi padre una frase en chino, algo así como: señor, espéreme un momentito. Se fue, entró a una casa, salió, y ya había tirado su virada, salía hecho un Hércules, y corría mejor; le bastaba con una fumada30 . Mi abuelo sí fumaba opio. Él mandaba encomiendas a su tierra a Cantón y pasaba un mes, mes y medio y le mandaban así paquetes y tenía una pipa grande y se ponía así en una mecedora y él fumaba y yo estaba seguro de que fumaba opio. Mi abuela me decía: «Tu abuelo fuma opio». Por eso yo estoy bien seguro que él ha fumado opio y quizá eso ha sido que él ha muerto muy joven falleció de cáncer a los pulmones. Si ha venido joven de 33 años y ha muerto de 56, no han pasado ni 30 años. Por eso el opio es un veneno, se olía. Los demás chinitos también fumaban opio31 .

29 La Unión, Pacasmayo, 5 de febrero de 1929, año XIV, N.º 5123. 30 Relato de Fortunato León Jo, 11 de junio 2012 recibida por el antropólogo Álvaro Valencia. 31 Entrevista a Ruperto Suing Cisneros, Chepén, 07 de junio del 2012.

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