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13. Consumo en la nueva generación y en la intelectualidad
Pero ya desde el 28 de diciembre del año 1905, según un decreto supremo reglamentario, estaba establecido que las cuotas que debían abonar estos locales serían fijadas por los subprefectos.
Por eso mismo se admitió que Li y Cía. quedaba autorizado para establecer un fumadero de opio en Cañete, cuyo local debía estar en un lugar no céntrico de la ciudad, las habitaciones destinadas a fumar opio debían ser higiénicas, solo era permitido el ingreso a los fumaderos a los nacionales chinos, era prohibido el ingreso de cualquier extranjero, de los peruanos y de cualquier mujer, y si así ocurría Li y Cía. tenían que pagar 10 libras peruanas por cada persona y el doble en caso de reincidencia, y si esto mismo sucedía una tercera vez, el establecimiento se clausuraba; las autoridades policiales podían ingresar en cualquier momento con el fin de comprobar el cumplimiento de lo dispuesto; dentro del local por igual estaba prohibido el ejercicio del juego. Li y Cía. estaban autorizados a denunciar si aparecieran fumaderos clandestinos y todo lo que se decomisara era en su beneficio. Esta compañía debía pagar 2 libras peruanas mensualmente haciendo el abono en la Caja de Depósitos y Consignaciones59 .
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Pero ya desde antes, fuera de Lima, hubo interés e indicaciones para que a los fumaderos solo entraran los chinos. El diario La Unión del 2 de mayo de 1916, reproduce una carta-circular de E. Velarde L., prefecto del departamento de La Libertad, que tras reenvíos le llegó también al gobernador del distrito de Chepén en la que se decía que debía ejercer «la más estricta vigilancia sobre los fumaderos de opio existentes […] en relación a sus condiciones higiénicas y teniendo en cuenta que el uso del opio solo será permitido a los asiáticos. Remita a U.S. a este despacho la relación de los expresados fumaderos que existen en la provincia de su cargo».
13.Consumo en la nueva generación y en la intelectualidad
La cantidad de los que consumían y no eran chinos parece no haber sido nunca alarmante en el siglo xix. Los casos comprobados y mencionados en los diarios limeños son pocos y en la noticia que sigue fue tanta la desazón del periodista que antes de ser una nota informativa lo redactado tiene un tono de denuncia al público y a las autoridades, todo con el fin de que se sigan tomando medidas de protección:
EL OPIO. El señor intendente sorprendió anoche en el callejón de Otayza a 21 chinos, 1 negro y 2 mujeres en la agradable diversión de fumar opio. Fueron conducidos a la policía, donde purgaron su perniciosa afición. Ya el contagio está invadiendo al sexo débil. ¿Si tendrá razón el señor La Torre para perseguirlo.60
En las primeras décadas del siglo xx esta situación cambió, se ilegalizó el opio y se produjo asedios y cacería aun cuando los yinqués eran concurridos por un sector del mundo intelectual, y que entre los más vistos estuvo Abraham Valdelomar y otros miembros del grupo Colónida (1981), así como gente fuera de Lima, en la ciudad de Trujillo, el grupo Norte, que antes se llamó la «Bohemia de Trujillo», encabezada por Antenor Orrego y Julio Eulogio Garrido.
59 La Linterna, San Vicente de Cañete, 11 de enero de 1919. 60 El Nacional, miércoles 1 de marzo de 1871.
Ante esta concurrencia de intelectuales y seguramente otras personas no asiáticas, en 1916 Carlos Enrique Paz Soldán (1885-1972) escribió dos artículos bajo el título «El vicio amarillo en Lima»61 en el diario La Crónica. El interés por el asunto de este médico era parte de su reconocido celo por la salud pública y con responsabilidad similar de anteriores ocasiones se acercó bastante para «ver con mis propios ojos los infames antros en donde se consume la fatal y terrible droga. Los he visitado —continúa diciendo—, […] para así tener mayor certidumbre sobre la extensión que viene adquiriendo el ‘vicio amarillo’ en Lima. Con evidente displicencia», para él este hábito no se había iniciado hacía cincuenta años con los inmigrantes, y en esos momentos existía solo porque era una amenaza para la juventud limeña; por eso como solución tuvo una propuesta cínica y racista. Sugería que la mejor manera de detener el aumento del consumo de opio era prohibir el ingreso a los fumaderos a toda persona que no fuese china, añadía que el Estanco del Opio debía bajar el precio de esa adormidera, de esta manera, por el menor precio, asistirían a consumir más los chinos y pronto desaparecerían.
La propuesta que a los yinqués o fumaderos solo ingresen los hijos del Celestial Imperio no era nueva; en el departamento de La Libertad años antes, y es posible que se hiciera lo mismo en otros lugares, se ordenó lo mismo; aunque no era una proposición realista.
Para Carlos Enrique Paz Soldán el asunto no era aún tan grave, solo había llegado a «unos cuantos snobs e intelectualoides que buscan en las megalomanías de la narcosis compensaciones a su mediocridad intelectual…». Justo en enero, febrero y marzo de 1916 se habían publicado los tres primeros números de Colónida, no estamos seguros si la salida de esta revista y los nombres de los participantes, motivaron la visita médica a los yinqués de Paz Soldán; y es muy seguro que su alarma hubiese sido mucho mayor si leía el editorial del cuarto y último número, escrito por Federico More, donde el elogio al opio y a otras drogas es claro: «El opio guarda nobles estímulos intelectuales, en el éter hay profundas agudezas de emoción y el cloretilo [...] prende en el alma vivezas y agilidades que el filisteo jamás sospechará…». Y las razones de su uso se ofrecen en las últimas líneas de ese mismo editorial: «Aunque a vuelta de moralidades, existen, sagrados, el derecho al placer y la libertad de matarse». Luego de eso no volvió a publicarse otro número de Colónida. Y pasaron cuatro décadas en las cuales, el último colónido, como gustaba autodenominarse Federico More cuando escribía en la revista Caretas (año 1951-1955), nunca dejó su entusiasmo mostrado en ese editorial.
Uno de los participantes de la revista, Alfredo González Prada, en 1940 fue invitado por Luis Alberto Sánchez para que respondiera unas preguntas sobre los colónidos, que en su momento, este único hijo que tuvo Manuel González Prada, contestó y que Sánchez las incluyó como una carta recibida justo en la edición facsimilar de 1981. González Prada se refiere en ella, entre muchos otros asuntos, a los del grupo y también a sus inquietudes por el opio. Insiste en todo momento no haber consumido pero acepta que por su cercanía fue un buen espectador y, asegura, que solo unos pocos frecuentaban el yinqué.
lo más de nosotros no fumábamos opio ni inhalábamos éter ni nos inyectábamos morfina […] de los ocho de Las Voces Múltiples [libro de composiciones poéticas] solo Garland, More, Valdelomar y Valle fumaban la resina. Otros que no pertenecían a nuestro grupo íntimo pero sí al grupo grande frecuentaban el fumadero… Mariátegui [gran adicto durante un tiempo], Alejandro Ureta, Augusto Barreda y
61 En La Crónica 23 y 27 de abril de 1916.
Laos, Fernández Concha, Cipriano Laos y algunos más que en estos instantes quiero olvidar. //Aquellas ‘sesiones’ no tenían en realidad nada de degradante […] Los fumaderos donde solía reunirse el grupo eran varios y de distinto carácter. El más frecuentado era el de la calle Hoyos [actualmente es la 4ta. cuadra del jirón Paruro]. Lo regentaba Aurelio Chan —el «doctor Aurelio»— un chino simpático, discreto y comprensivo, sobre cuyas acogedoras tarimas se tendían los «hermanos». La «oficina» de Chan lucía un cuarto grande, con 10 a 12 tarimas […] y en un altillo reservaba un rincón oculto para quien prefería la soledad.
Acercarse al Barrio Chino era siempre motivo de sospechas; una de ellas la recibió el comediógrafo Jacinto Benavente en el año 1923 cuando visitó Lima. En un reportaje que le hicieron dijo que en la capital peruana había «muchos chinos, muchos chinos». En respuesta, alguien, que sintió que esto era una ofensa a la ciudad y que firmó con el seudónimo Sancho contestó con mala intención lo siguiente:
Si es sincera la impresión del escritor Benavente, yo creo, seguramente que tiene aquella afición que ahora se encuentra en boga, y fue, buscando esa droga por la calle del Capón.62
En el prólogo a la edición de Colónida del año 1981, Luis Alberto Sánchez asegura que «El ‘Grupo Norte’ […] es una hijuela de Colónida». En mayo de 1918 Abraham Valdelomar visitó Trujillo y estuvo con sus miembros, según escribió el propio Antenor Orrego63. Un escritor parte de este grupo indica el carácter que tenía «el grupo que irrumpe en el manso y quieto ambiente trujillano con carácter netamente literario contra lo manido y protocolario, en gesto rebelde contra lo opaco y risible de una literatura de imitación, de madrigales y cortesanas coplas...» (Espejo, 1989: 57). Miembros de este grupo eran Antenor Orrego (director del diario La Reforma) y José Eulogio Garrido (director del diario La Industria), quienes lo dirigían, César Vallejo, Carlos Valderrama, Alcides Spelucín, Óscar Imaña, Víctor Raúl Haya de la Torre, Juan Espejo Asturrizaga, Francisco Xandoval, Eloy Espinoza, Federico Esquerre, Felipe Alva, Carmen Rosa Rivadeneyra, Macedonio de la Torre. Se trataba no solo de escritores y periodistas, músicos y pintores, varios de ellos eran poetas. Se trataba de bohemios que más que nada hacían travesuras con la intención de llamar la atención; lo mismo como a veces obraban los de Colónida. Sin saber o sabiendo, y al igual que Charles Baudelaire en sus momentos, deseaban epater a la burguesie (escandalizar a la burguesía) y, como este poeta francés, intentaron romper con el pasado y dar muestras artísticas heterogéneas y algunos, a sabiendas del comportamiento del poeta maldito en París, se acercaron a la droga.
Es muy posible que en Trujillo haya habido yinqués, la ciudad fue un lugar donde se congregaron muchos chinos exculíes que finalizaban sus obligaciones en las haciendas cañeras de los valles de
62 El Imparcial, Huacho, lunes 12 de noviembre de 1923. 63 La Reforma, Trujillo, 5 de noviembre de 1919. También ver Orrego (2004: 42).