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d. Régimen de haciendas y maltratos connaturales
de inmensa incomprensión. Quizás de esta manera en Monterrico Chico los mejores jugadores o los de más suerte consiguieron algunos ahorros, por eso algunos de los chinos tenían sus bestias y aperos adquiridos durante el tiempo que servían al arrendatario de Monterrico Chico.
Lo que ocurrió con frecuencia y por doquier fue el suicidio y no solo en Perú. La incomprensión del hacendado es mayúscula: pues decía que se suicidaban por falta de religión. Un caso impresionante fue lo que sucedió en Panamá con los chinos que trabajaban en la construcción del ferrocarril interoceánico, década de los años 1850, para una compañía norteamericana, se les cortó el consumo del opio y al día siguiente en la localidad llamada Matachín 100 de ellos se colgaron de los árboles y otros 300 se suicidaron de otras maneras. En los propios barcos chineros fue frecuente ver a culíes arrojarse al mar para acabar con sus vidas. Creemos que se trataba del rechazo a exigencias extremas y a creencias de lo que sucedía con una persona que fallecía; el que moría regresaba a su lugar natal, por eso los suicidas se colocaban en la boca monedas o ponían sus contratas en los bolsillos. En Monterrico Chico un chino murió y el hacendado ordenó a otro de sus culíes que lo llevara a un lugar donde sería incinerado. El trabajador no quiso cumplir esta orden pues un cadáver convertido en cenizas no podría retornar a su lugar de origen. Esta fue una incomprensión más de tipo cultural.
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d. Régimen de haciendas y maltratos connaturales
En el juicio en un momento el hacendado hace el siguiente recuento de sus culíes: «En la actualidad de los 66 chinos 44 (incluye los 7 que están presentes) trabajan, 12 se han cimarroneado, 9 han muerto por enfermedades y otro por opio». Esto es una clara muestra del maltrato físico, la mala alimentación que daba, la semimentira de ofrecer médico pero no medicinas, las exigencias de esfuerzo en la faena. Que huyeran 12 de los 65 culíes es un número alto (18.5%), que 9 hayan muerto por enfermedades es igualmente una alta proporción (14%). Las afirmaciones que hacemos se derivan de conocer realidades muy cercanas de otras haciendas del litoral como Cayaltí, valle de Zaña; Palto, valle de Pisco.
Escaparse de un patrón rural o citadino era un mal endémico; en el juicio se menciona que en la hacienda de Chavarría había un palenque de asiáticos cimarrones y que le dieron de puñaladas a un caporal declarante que debía aprehender a un chino. En los siglos de esclavitud negra la existencia de palenques era muy frecuente; con los semiesclavos culíes no fue así.
La explicación patronal de las fugas era que los chinos huían por no trabajar y porque había quienes ganaban con el cimarronaje. Esta es la explicación de quien no quiere ser reconocido como autor de injusticias a veces atroces y sancionables dentro de la legislación que estaba vigente.
Flagelar y otras sanciones físicas era algo connatural en el régimen de haciendas en esos años, venía desde la esclavitud de los trabajadores africanos esclavizados; era tan habitual la flagelación que el patrón en el juicio declara, no diciendo la verdad, que nunca flageló ni siquiera las veces que fugaron sus chinos. No era una concesión, era su estrategia de defensa: él no azotó, ocurrió en otra parte con otro patrón. Pero de acuerdo a las declaraciones de varios chinos, impresiona la cantidad de azotes que recibían y que evidentemente causaban heridas; los culíes azotados se curaban solos, uno de ellos lo hacía con orines.
De todas maneras era injusta la obligación impuesta en esa y otras haciendas de que los chinos debían comprar en el tambo (tienda) de la hacienda.