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3. La decisión de instalarse
Ahora bien, el hecho incuestionable que los chinos tuvieran hijos nos comprueba que ya por entonces ellos tenían parejas estables u ocasionales. De acuerdo a lo dicho, en el cuadro 1 se evidencia que hasta mediados de la década de los años 70 son pocos los bautizos, pero conforme transcurren los años aumenta el cumplimiento de ese sacramento católico, es decir, en nuestra interpretación, la presencia de chinos era cada vez más manifiesta en ese pueblo. Al mismo tiempo si para los mismos años obtuviéramos un cuadro sobre la presencia de los chinos en las haciendas costeñas tendríamos, entonces, que el aumento paulatino, que se inicia en 1850, no se detiene hasta los años 1876 o 1877 y a continuación el decrecimiento es lento pero incontrolable. Por lo tanto, hay una corriente poblacional en la que mientras los chinos (los que sobrevivían) iban saliendo de las haciendas, su presencia iba siendo más ostensible en los pueblos costeños. Y esto ya debemos considerarlo como una conclusión anticipada.
Debemos indicar además que no parece que haya ocurrido un considerable proceso de migración de retorno a China por parte de los exculíes; y si hubo no debemos creer que fue una corriente significativa, sino que se trató de casos individuales y poquísimos viajes grupales. Solo conocemos dos regresos masivos. Uno sucedió en el mes de julio del año 1909. En un mismo vapor denominado Lothian unos cuatrocientos chinos se embarcaron para regresar a su patria natal. Ya para ese año se encontraban bastante ancianos e inválidos y podían hacer el viaje, pues hallaron el decidido apoyo de la Sociedad de Beneficencia China. La información textual e irrespetuosamente indica que «Gran parte de estos desgraciados vagaban por nuestras calles implorando la caridad pública y recogiendo colillas de cigarros». El otro viaje colectivo, igualmente apoyado por la Sociedad de Beneficencia China, sucedió en diciembre de 1915 y se hizo en el barco Anyo Maru. La información periodística no indica el número de viajeros, pero en las diferentes fotos de la revista Variedades, de donde hemos tomado estos datos, se ve a muchos chinos todos ellos bastante ancianos. Con plena seguridad en estos dos viajes de retorno que indicamos se trataba de chinos culíes que habían pasado muchos años trabajando en Perú, donde dieron los mejores años de su vida.
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3. La decisión de instalarse
En anteriores ocasiones hemos afirmado que tener presencia e instalarse definitivamente en cualquiera de los pueblos costeños por parte de los chinos que salían de las haciendas, debe haber tenido como requisitos previstos y largamente sopesados el que tuvieran dónde ir, qué hacer, con qué hacerlo. El dónde ir parece no haber sido un problema significativo. Es frecuente hallar en la literatura consultada que unos chinos con algún tiempo de instalados, benévola y solidariamente amparaban a sus paisanos. Posiblemente los acogían o les daban trabajo solo de manera temporal hasta que el paisano recién llegado lograba impulsar por su cuenta una actividad que le iba dando libertad económica de acción. Y, en relación con otros grupos inmigrantes no asiáticos del país, parece que estaban en mejores condiciones de obtener relativa libertad económica y, a continuación, enriquecerse. Sin embargo, ese período de estabilidad precaria fue aprovechado por los chinos enganchadores y por chinos aún empleados por las haciendas, una de cuyas funciones era buscar peones libres por donde hubiera. De esta manera, tentaban a sus paisanos con ofrecimientos o con dinero contante en la mano y los llevaban, nuevamente, al trabajo en las haciendas. Pero el afán por lograr una libertad económica, el auto-