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Las interpretaciones acerca del urbanismo en los Andes Centrales
Krzysztof Makowski
las audiencias con ofrendas de Spondylus princeps, semillas selváticas, huesos de llama, recipientes de cerámica. Los hubo en varias ciudadelas (Gran Chimú, Bandelier, Tschudi, Uhle y Rivero). Se refuerza así la sospecha de que la función de las audiencias no fue tan secular como se creía inicialmente.
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En varios casos resulta claro que el conjunto de audiencias fue concebido como el destino al final de un largo camino por medio del laberinto arquitectónico del palacio (Topic 2003). Cuando las audiencias son varias y colindantes, el sistema de accesos las ordena de modo que para llegar a la siguiente hay que pasar por la anterior. En mi opinión, el contexto arquitectónico de las audiencias, documentadas en relación con zonas de producción y con pequeños centros administrativos de provincias, sustenta de manera convincente la hipótesis de que las audiencias eran destinadas para los curacas de diferentes rangos y funciones.
Es una forma arquitectónica en la que se materializa el rango del individuo, que puede ocupar el asiento techado en ciertas circunstancias relacionadas con el ejercicio de su función. No cabe duda tampoco que los conjuntos de audiencias ofrecían condiciones para una cómoda reunión en la sombra. En el caluroso clima que reina en el valle de Moche, la mayor parte del año el contraste entre amplios espacios abiertos bajo el sol ardiente y la sombra de los pórticos es muy fuerte. El sol y la sombra trazarían una frontera contundente separando los gobernados de los múltiples gobernantes. Nos parece significativo que el alto número de audiencias hace la diferencia entre las diez ciudadelas y las supuestas residencias palaciegas menores aglutinadas en espacios intermedios entre las ciudadelas. Andrews (1974) registra 101 audiencias en las ciudadelas, 33 en palacios menores, 47 en arquitectura intermedia de variada envergadura y función.
La razón de ser de las audiencias queda entonces de algún modo esclarecida, pero la finalidad de las reuniones para los que servían no lo es. No creemos que hubo necesariamente una sola razón para construirlas. Todo lo contrario, la variedad de espacios y ubicaciones de las audiencias respecto a áreas de reunión (pequeños patios), de tránsito (grandes patios), y de aislamiento (corredores apartados), y también respecto a zonas de preparación de alimentos (como en Milagro de San José), y de producción especializada (barrios de Chan Chan), sugiere una diversidad de funciones ceremoniales y administrativas, incluido, por ejemplo, ambientes destinados para el ayuno ritual mencionado por los cronistas y también ‘salas de
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trono’, plataformas de mando, e incluso rituales en presencia de fardos como en la maqueta chimú de la Huaca de la Luna. Campana (2006: 210-211) cita al respecto una reveladora obervación de Squier, quien visitó, guiado por el huaquero coronel La Rosa a las audiencias decoradas de pinturas polícromas y ubicadas probablemente en las ciudadelas Velarde o Squier: «Casi todos tienen nichos en costados o enfrente de las entradas, Dos o Tres, tienen dos hileras de nichos, unos sobre otros. Encontramos que esqueletos y cuerpos desecados, primorosamente vestidos y emplumados y acompañados por adornos de oro y plata y diversas insignias de rango ocupan los nichos de todos estos aposentos o bóvedas» (Squier 1974: 77). Si esta observación de viajero es extrapolable a todas las audiencias, habría que pensar que en cierto momento de la historia de cada palacio cada nicho podía convertirse en el lugar de sepultura de un personaje de importancia.
En el caso de Chan Chan llama atención el frecuente aislamiento de conjuntos de audiencias. Da la impresión que se quería crear ambientes de reunión separados para grupos de curacas y/o cabezas de linajes. Cada grupo disponía de su propio recinto. La ubicación respecto al acceso guardaba quizá relación con el lugar que sus potenciales usuarios ocupaban en la compleja jerarquía social, fundamentada, entre otros, por los lazos de parentesco y por los deberes de la función política.
Kolata (1990) observa que las audiencias de los palacios construidos en los tiempos posteriores a las grandes conquistas realizadas por el reino de Chimor en el siglo XIV (Velarde, Bandelier, Tschudi y Rivero) tienen formas estandarizadas con cuatro o seis nichos. En cambio, en los casos anteriores la forma de la audiencia y el número de nichos internos varía sustancialmente de un palacio a otro: dos, tres, cuatro, cinco, seis, ocho, nueve. ¿Quizá la estandarización numérica es un reflejo de la organización del sistema del poder en el etapa imperial? Según la hipótesis que acabamos de plantear, los conjuntos de las audiencias habían sido diseñados de acuerdo con la configuración coyuntural de los sistemas de mandos sustentados por lazos de parentesco entre la nobleza gobernante.
El análisis realizado por Moore (1996a) indica además que los tres caminos que se iniciaban en la única entrada a la ciudadela, y seguían por corredores y patios, se bifurcaban para dar acceso a conjuntos concretos de ambientes con funciones diferentes. Una de estas bifurcaciones llevaba, por ejemplo, al espacio ceremonial delante de la plataforma funeraria. Otras bifurcaciones permitían el acceso a las
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audiencias, otras más a los depósitos. Estos últimos tienen un tamaño estandarizado y están dispuestos por filas. Los hay de dos tipos:
Pequeños cuartos techados de tamaño estandarizado (2 × 2,5 × 2 metros), alineados a lo largo de un corredor y accesibles por medio de la puerta con un umbral inusualmente alto. Ambientes cuadrangulares sin puerta, accesibles desde arriba y ordenados a manera de celdas en un panal.
Es muy probable que sirvieran para almacenar diversos tipos de productos. En los palacios considerados más antiguos, como Chayhuac o Uhle, los depósitos se concentran en la cercanía de la plataforma funeraria. Estas dos ciudadelas tienen también inusualmente bajo número de depósitos (67 Chayhuac y 68 Uhle). Posteriormente los almacenes se distribuían en varias agrupaciones al interior de los recintos septentrional y central. Su número promedio oscila alrededor de 200. Las variaciones del área de almacenamiento se deben, según la interpretación de Alan Kolata (1990), a dos factores: a la duración de la ocupación de palacio y sus remodelaciones, y a las necesidades de un Estado que inicia la lucha por hegemonía regional. A este último factor se atribuye la inusual envergadura de áreas de depósito, superiores a 9.000 metros cuadrados, al interior de los palacios Laberinto y Gran Chimú, cuando, en los conjuntos restantes, el área total promedia oscila entre 2.000 y 6.000 metros cuadrados.
Las áreas específicamente residenciales y de preparación de alimentos nunca han sido bien definidas. No se puede, por ende, estimar la cantidad de habitantes permanentes de cada complejo ni precisar el lugar donde vivía el rey y sus familiares. Kent Day (1982) menciona grandes cocinas en las partes relacionadas con el acceso principal en los sectores norte y central del palacio Rivero.
Parece tratarse, sin embargo, de dependencias de las áreas públicas, quizá destinadas para banquetes en el marco de lo que los antropólogos llaman ‘la política de comensales’, tan recurrente en los Andes prehispánicos. Los estudiosos de Chan Chan sugieren que las áreas domésticas se ubicaban en el Sector Sur, detrás de la plataforma funeraria y que estaban constituidas por modestas construcciones de materiales perecibles. Mención aparte merecen los estanques y los pozos muy recurrentes en los sectores a los que se atribuye la función residencial.
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En resumen, el diseño de los palacios parece estar subordinado a las funciones ceremoniales por medio de los cuales se ejercía la administración del Estado y se fundamentaba los derechos dinásticos gracias al culto de ancestros divinizados. La mayor parte de espacio cercado se destinaba a las reuniones masivas. Nos referimos a las grandes plazas y patios con ciertos tipos de audiencias para dignatarios y con plataformas donde podían sentarse mandones de menor rango.
Las actividades relacionadas con el culto funerario ocupan posiblemente el segundo lugar en cuanto el uso del espacio. Es probable, pero difícil de demostrar empíricamente, sin excavaciones en área a gran escala, que las audiencias y los depósitos del sector adyacente al mausoleo tuvieron también que ver con el culto póstumo, como es evidente en el caso de Chayhuac, gracias a una asociación directa. Las dependencias para proveer las actividades de alimentos, almacenes y fuentes de agua se asocian a estos dos sectores principales.
En todo caso, el análisis del sistema de comunicación por Moore (1996) brinda un cómodo sustento para nuestra hipótesis. Es revelador que todas las vías convergen a manera de árbol genealógico en una sola entrada y salida. Hay pocas comunicaciones transversales internas. Ello sugiere, desde mi punto de vista, que los complejos fueron diseñados como espacios destinados para visitas periódicas. La arquitectura ordena y clasifica grupos de visitantes según rango, función y destino. Grupos sociales definidos adoptaban los caminos indicados hacia espacios concretos en los tiempos previstos, quizá guiados por guardias.
La extrema, laberíntica complejidad de organización arquitectónica interna no es propiedad exclusiva de las diez ciudadelas, como podría pensarse. En los espacios intermedios entre ellas hay conjuntos muy similares de menor envergadura. Según Ulana Klymyshyn (1982), tres de estos complejos, construidos al final de la historia de Chan Chan, se caracterizan por la subdivisión tripartita y poseen todos los elementos y rasgos de las ciudadelas.
¿Podría tratarse también de residencias reales? Otras seis carecen de subdivisiones (como la ciudadela Chayhuac) y de plataformas funerarias (como las ciudadelas Laberinto y Tello), pero cuentan con patios, pozos, estanques, audiencias y almacenes. Seis complejos más poseen organización interna variada, una extensión considerable, pese a que solo algunos componentes de la arquitectura pública, que
Modelo de recinto ceremonial chimú con representación de episodios de culto a los muertos, Huacas del Sol y de la Luna, Trujillo, La Libertad.
Distribución de personajes en la maquetamodelo con organización simétrica dual (Moore 2006).
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acabamos de enumerar, están presentes, además del pozo de agua. Otros siete se asemejan a los anteriores pero carecen de fuente de agua visible sobre la superficie. Las construcciones descritas, que suelen ser interpretadas como residencias palaciegas de nobleza, se ubican en la mitad meridional de Chan Chan, en el área central (entre Tschudi, Uhle y Laberinto), al Oeste de Rivero y al Sur de Tschudi.
La imagen de la capital sería incompleta sin las extensas dependencias (conocidas bajo siglas inglesas de SIAR, small, irregular, aglutinated room, pequeños cuartos irregulares y aglutinados, lo que describe bien una de las características recurrentes). Según John Topic (1980), las casas unifamiliares aglutinadas a lo largo de senderos y pasadizos se agrupan en verdaderos barrios. Los hay por lo menos cinco, de crecimiento desordenado. Algunos invaden áreas de entierros.
Los barrios residenciales se alinean en una franja casi continua, en las periferias Este y Sudeste del área monumental. Es posible que cada barrio guarde relación con uno de los cementerios cercados de doble muro que se encuentran en su vecindad. Por ello, Topic (1980) piensa que cada barrio podía corresponder a una comunidad territorial de parentesco tipo aillu. A las casas se entra por la cocina que puede convertirse en taller. Varios ambientes, depósitos y dormitorios se intercomunican con ella (Topic 1982, 1990). Es una distribución similar que en aldeas chimú, pero el área promedio es más grande que la de una casa campesina. Un porcentaje relevante de los habitantes de las unidades excavadas eran artesanos que trabajaban madera, fibras, tejidos y metales. Las casas contaban con acceso a un pozo de agua común.
Núcleos no muy extensos de arquitectura doméstica de otro carácter están diseminados en la parte central del área monumental, y ocupan áreas no cercadas (al lado de las ciudadelas Velarde, Squier, Bandelier, Uhle y Chayhuac) entre las ciudadelas y la arquitectura intermedia (Topic 1990). Se distinguen por ser construidos encima de plataformas. Algunos de los conjuntos se componen de casas habitacionales alternadas por áreas de actividad artesanal y cuentan con sus fuentes de agua y cocinas. Otras construcciones parecen ser destinadas exclusivamente como ambientes de trabajos especializados de varios individuos bajo la supervisión.
Las cocinas en estos sectores pueden abastecer a más de una casa. Las audiencias y los puestos de vigilancia, conocidos como arcones, se relacionan con áreas
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de producción especializada y con los accesos a agua. Las alacenas asociadas a las unidades domésticas y de producción carecen de manera significativa de características que se encuentran en los depósitos de alimentos de las áreas rurales, y parecen haber sido destinados para almacenar objetos producidos. Por ende, resulta probable que los ocupantes de las casas estuvieron mantenidos por el Estado y se dedicaban a la producción de objetos encargados por sus curacas.
Un tercer tipo de construcciones fue localizado al sudeste de Chayhuac y El Higo y al norte de Tello. Se trata de un edificio con varias banquetas que suelen servir de cama en las casas habitacionales, la cocina tiene varios fogones y está destinada para abastecer a un alto número de personas. Ofrendas de camélidos jóvenes, los que se encontraron debajo de una plataforma con el carácter de altar, sugieren que la ocupación de los residentes estuvo estrechamente relacionada con estos animales. En las ofrendas hay además plumas y semillas de la selva.
Topic (1990) supone que el edificio, que carece de fuentes directas de agua, servía de hotel para los arrieros de las caravanas que abastecían a la capital de productos foráneos. Calcula, asimismo, en aproximadamente 600 camas la capacidad de los hoteles-caravanseraï. En su estimación, 12 mil artesanos habrían trabajado en los talleres de Chan Chan y en sus casas durante el periodo del apogeo de Chimor. Se supone que la producción estaba destinada para abastecer a los palacios y a los templos. La mayor parte de producción servía de ofrenda funeraria.
La preocupación por elucidar la organización del poder y de la producción ha hecho que la arquitectura con la función claramente religiosa no fue estudiada, salvo la Huaca El Dragón, excavada por Richard Schaedel (1966b) y restaurada. Son seis los volúmenes piramidales más importantes de formas variadas en el paisaje de Chan Chan: El Dragón, Toledo, las Conchas, Tacaynamo, El Olvido y El Higo. La Huaca El Dragón tiene forma de pirámide de dos escalones, la altura total de 7,50 metros y está cercada por una muralla. Sus paredes estuvieron decorados con relieves. Decoración similar en el relieve tuvieron las Tres Huacas y El Higo. Todas las pirámides se encuentran dispersas en los campos de cultivo, algunos de ellos cercados, al este y nordeste del complejo monumental (Campana 2006: 181-198).
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Asentamientos, paisaje y sociedad2
La distribución de asentamientos, los cambios en las formas arquitectónicas y en las técnicas de construcción forman una fuente privilegiada de información sobre posibles transformaciones sociales y políticas para el Periodo Intermedio Tardío, preferida por arqueólogos que hacen del seguimiento comparativo de procesos evolutivos el objetivo principal de su quehacer. Las modificaciones en el paisaje cultural que anteceden este periodo y continúan en los primeros siglos del segundo milenio después de Cristo son fáciles de percibir, pues, por un lado, se desprenden de grandes obras de riego y, por el otro, de una revolución conceptual en la tecnología de construcción de edificios monumentales. La región de Lambayeque destaca en particular por haber sido integrada a través del más grande sistema de riego forzado en la costa del Perú prehispánico. Se ha comprobado que este sistema se fue desarrollando entre los periodos Moche Tardío y Lambayeque, a partir de los antecedentes mucho más modestos (Castillo 2010; Dillehay 2001; Eling 1987; Shimada 1990).
El esfuerzo mancomunado, en el que el trabajo corporativo era un valor en sí y la inversión del tiempo social no importaba, se materializaba en la arquitectura pública desde el Periodo Arcaico hasta los tiempos mochica. Los adobes mochica, hechos de gavera y marcados, así como la técnica de levantar volúmenes con columnas de miles de ladrillos contravienen principios de eficiencia y economía de tiempo. El trabajo era tan importante como su efecto. Al igual que en el Periodo Arcaico, pero a escala incomparablemente mayor, comunidades organizadas bajo el mando de curacas juntaban el esfuerzo para construir o, más a menudo, ampliar y renovar sus espacios ceremoniales, adyacentes a las moradas de dioses ancestrales.
Con esta participación reafirmaban su identidad, y los lazos de obediencia y respeto que debían a las autoridades. A partir de la estratigrafía de la Huaca Fortaleza en Pampa Grande, Shimada y Caballaro (1986, Shimada 1990) han demostrado que a fines de la historia moche (Moche V) este sistema ancestral fue reemplazado por otro, diferente y mucho más sencillo: plataformas de cuartos de relleno. El sistema
2 La primera versión de este texto fue publicada en inglés, como «Late Prehispanic Styles and Cultures of the Peruvian North Coast: Lambayeque, Chimú, Casma». En: K. Makowski, A. Rosenzweig y M. J. Jiménez (eds.), Weaving for the Afterlife, vol. II, 103-138, Ampal/Merhav Group of Companies, Tel Aviv, 2006.
La Huaca El Dragón, conjunto de plataformas escalonadas en las afueras de Chanchan.
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consiste en levantar recintos cuadrangulares de adobes a manera de panal de abejas y rellenarlas con arena, adobes fragmentados y enteros, y otros materiales.
El sistema tiene la ventaja de crear elevaciones y volúmenes impresionantes en poco tiempo, con la utilización de un número grande de trabajadores manuales inexpertos y bajo conducción de dirigentes especializados. A diferencia de Moche, en la arquitectura lambayeque se utilizan adobes hechos en serie, pero a mano y de formas variadas regionalmente. En Chimú entra también en uso generalizado la técnica tapial, que permite levantar muros con mayor rapidez. Howard Tsai (2012) ha reconstruido recientemente el sistema de construcción de adobe utilizado en el Periodo Chimú en Farfán (Complejo IV), tomando en cuenta todas las etapas de la cadena operativa desde la producción de ladrillos hasta su colocación en el muro, y puesto en evidencia notables diferencias en comparación con los periodos anteriores.
Los muros chimús están construidos de tal manera que ladrillos de diferentes características en cuanto a la textura, el desgrasante y el tamaño se encuentran en el mismo tramo-tarea. Ello contrasta con el sistema mochica. Este último fue reconocido para las Huacas de la Luna y del Sol, incluida la «zona urbana» por Hastings y Moseley (1975) y Moubarac (2002). Sus características son las siguientes.
La edificación se hace con adobes de gavera de tamaños variados, las que se apilan fijándolos con argamasa, formando columnas constructivas. Los adobes de tamaños similares suelen concentrarse en ciertas partes de la construcción. Estas columnas adosadas una a la otra crean el volumen sólido de las plataformas moche. Dado que un porcentaje alto de los adobes lleva marcas que son recurrentes en ciertas partes del edificio, Hastings y Moseley (1975) han concluido que algunas comunidades bajo el mando de sus curacas y de los especialistas estuvieron a cargo del proceso productivo de adobes y estos mismos se desempeñaban como albañiles en una parte del edificio dado. Los adobes fueron producidos y secados lejos separadamente en las áreas de origen de cada grupo. Ni la producción de adobes ni la mampostería fueron normadas y supervisadas por los representantes del poder estatal.
En el caso de las construcciones Sicán Medio y Tardío (900 -1375 después de Cristo) queda, en cambio, claro que las tareas de albañilería y de la producción de adobe (Tsai 2012) están a cargo de grupos separados. Los productores apilan los adobes
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secos cerca del área de la construcción. Los mandones supervisan directamente el avance en la producción de cada grupo, por lo que el marcado de adobes ya no es necesario. Los albañiles escogen adobes de características variadas sin fijarse en ellos, dado que ellos también trabajan bajo la supervisión directa (Tsai 2012).
Las consecuencias de cambios en la organización de construcción se perciben tanto en las capitales como en las residencias de curacas y centros administrativos dispersos en las provincias. La corta duración y la remodelación muy frecuente caracterizan a la arquitectura. El número de estructuras de variado tamaño supera a las tazas establecidas para los periodos anteriores. En la costa de Lambayeque, aproximadamente un 30 por ciento de asentamientos de los periodos Lambayeque y Chimú, los que han sido localizados durante las prospecciones arqueológicas intensivas, cuenta con una construcción de carácter público. La extensión de algunos complejos, como Chan Chan, Pacatnamú o Túcume, tampoco tiene precedentes en los periodos anteriores.
Si bien los primeros canales fechados con seguridad provienen del Periodo Formativo, y la agricultura de inundación es posiblemente tan antigua como la vida sedentaria en la costa, nunca antes había existido una red de riego de tanta envergadura como la de la Costa Norte en el Periodo Intermedio Tardío. Kosok (1965) fue el primero en percatarse en sus vuelos del origen prehispánico y gran complejidad del sistema de irrigación actualmente en uso, el que no solo cuenta con troncales a lo largo del curso de la cuenca, sino que interconecta tres valles: Leche, Zaña y Lambayeque. Dos de estos canales, el Taymi y el Reque, se confunden con ríos por su ancho y por su caudal.
Los estudios realizados en los valles de Piura, La Leche, Lambayeque y Jequetepeque sugieren que los primeros trabajos a gran escala que tuvieron por objetivo unir a diferentes cuencas se iniciaron durante las fases tardía y terminal de la cultura Moche. Estas fases se caracterizan por la presencia de la característica cerámica Moche V, al lado de varios otros estilos influenciados por las tradiciones sureñas Wari (Shimada 1990, Castillo 2010). Del periodo mencionado provienen los canales que unen el valle norteño de Chancay con Zaña: Collique y Reque.
Esta suposición se desprende, entre otros, de la notable continuidad, la que se observa en varios asentamientos, los que fueron fundados en el Horizonte Medio
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en las cercanías de las orillas de los canales y se mantuvieron poblados de manera continua o con reocupaciones sistemáticas hasta la conquista inca. El sistema que interconecta las cuencas de La Leche y de Chancay-Reque en la forma que aún está en uso, es decir, por medio de los canales Taymi y Raca Rumi fue construido durante la fase Sicán (Sicán Medio) de la cultura Lambayeque. El desarrollo tecnológico, particularmente la metalurgia de bronce arsenical, ha favorecido eventualmente los ambiciosos trabajos de ingeniería, gracias a nuevas herramientas.
En el marco del Proyecto Alto Piura, Anne Marie Hocquenghem (Hocquenghem y Vetter 2005) ha identificado un imponente canal troncal a lo largo del valle. La relación entre este canal y los sitios administrativos Lambayeque de la fase Sicán es probable. Makowski (1994) ha estudiado un sistema de represas que cerraban las quebradas del cerro Vicús para distribuir el agua de lluvias acumuladas hacia los campos. Las represas fueron construidas posiblemente en el siglo XI por los pobladores que utilizaban la cerámica local en estilo Piura. Las evidencias de Piura son relevantes para definir en qué medida el reino Lambayeque ha tenido la capacidad administrativa para organizar obras de envergadura en los valles conquistados al norte de La Leche y así evaluar mejor el indudable aporte posterior chimú a la expansión de la frontera agrícola.
Los sistemas de riego, una vez creados, dejaron una impronta duradera en la manera como se distribuía la población sedentaria en cada valle, y, por lo tanto, también en los sistemas políticos. Las capitales y los centros locales, las residencias de señores y de los curacas subalternos suelen situarse cerca de las bocatomas de canales troncales, verbigracia Batán Grande. El asentamiento de Úcupe (Alva y Meneses 1984), con sus famosos murales que representan a varios personajes con los atributos de la ‘deidad Sicán’, puede servir de ejemplo de una probable residencia de una importante autoridad local que quería enfatizar su parentesco directo con los reyes de Batán Grande. Las informaciones etnohistóricas son en este caso completamente compatibles con las evidencias arqueológicas.
En el estudio de la organización del poder desde la perspectiva arqueológica los estudiosos toman en cuenta la extensión de los asentamientos, la diversidad formal de las construcciones, y el parecido entre ciertas formas de arquitectura pública de la capital y de los supuestos centros provinciales y locales. Este método ha servido bien para demostrar que el reino de Chimor ha extendido toda una red de centros
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administrativos regionales, como Farfán en el valle Jequetepeque, Manchan en el valle de Casma (Mackey 1987, 2004, 2006, 2009; Mackey y Klymyshyn 1990) y, probablemente, Tamarindo en el valle de Chira. La frontera meridional del Imperio chimú se extendió quizá hasta el valle de Casma, dado que ni en el valle de Culebras ni en Huarmey se han registrado evidencias de la presencia política de Chimor, menos huellas del control directo. Por el contrario, la población local mantiene incólumes sus tradiciones en cuanto a la arquitectura y la cerámica (Przadka 2012; Makowski y otros 2012; Giersz y otros 2014).
En los complejos monumentales provinciales de Chimor se repiten los patios amurallados, y los conjuntos de ‘audiencias’, similares a los que caracterizan la arquitectura de Chan Chan. En Farfán está presente también la plataforma del culto funerario. Richard W. Keatinge (1974, 1975, 1980) ha estudiado centros locales chimús en el valle de Moche, y en las quebradas adyacentes entre Moche y Chicama. El Milagro de San José en la quebrada del río Seco a 9 kilómetros al norte de Chan Chan es un buen ejemplo de un centro regional de envergadura relacionado con el canal El Milagro. Con su extensión 55 por 45 metros estaría muy por debajo de Farfán en escala de importancia. Contiene siete conjuntos de audiencias, dos patios, una amplia cocina y patios anexos, además de la monumental entrada principal. La entrada cuenta con rampa que lleva a los visitantes a la plataforma y luego a un vestíbulo de acceso restringido.
El pequeño centro local de la quebrada del Oso contiene solo un conjunto de audiencias en el eje de dos patios. El recinto de la quebrada de Katuay es aún menor. Estos estudios comparativos de formas arquitectónicas sirvieron para demostrar empíricamente que el reino de Chimor, como cualquier estado, contaba con centros administrativos de más de cuatro rangos de magnitud y complejidad, y que en este sistema las audiencias simbolizaban la autoridad delegada (Keating y Conrad 1983; Keating y Day 1973).
En los valles al sur de Moche el fin del Horizonte Medio se relaciona también con intentos de extender al máximo la superficie de cultivos. La morfología de la costa con varias cadenas que separan a las cuencas hacía imposible interconectar los canales con uno transversal, de trasvase, similar al moderno Chavimochic. Estas limitaciones fueron parcialmente superadas de otra manera, con el ahorro de la tierra cultivable.
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Como lo demuestran los estudios de Willey (1953) y Wilson (1988, 1990) en los valles de Virú y Nepeña, los asentamientos grandes de los periodos posteriores al Horizonte Medio 2, cuya extensión puede superar las 15 hectáreas, se construyen siempre fuera del área de cultivos sobre la andenería ascendente por las laderas de quebradas laterales y sobre espolones que bordean el valle. El real impacto de la dominación chimú en el desarrollo de agricultura y en la densidad demográfica está en discusión. Wilson está observando la disminución del número de asentamientos con la arquitectura pública durante el Periodo Intermedio Tardío.
No disponemos aún de evidencias suficientes para entender a profundidad qué implicancias haya tenido la consolidación de poderosos Estados regionales expansivos en la vida social y económica de las provincias sometidas. Los resultados de los trabajos de Harmuth Tschauner (2001, 2009, 2014) en Lambayeque y de Klaus Koschmieder (2012) en Casma, quienes excavaron de manera intensiva y sistemática pequeños asentamientos del Periodo Intermedio Tardío, hacen entrever las potenciales debilidades de modelos interpretativos propuestos. Es cierto que las tipologías formales de centros administrativos, la envergadura y la suntuosidad de la arquitectura pública invitan a tomar en consideración mecanismos de control burocrático directo y omnipresente por parte de las capitales sobre las áreas rurales dominadas.
Pampa de Burros en Lambayeque (Tschauner 2001, 2009) podría interpretarse como asentamiento de élite y un centro administrativo local, a juzgar por el carácter planificado de la arquitectura del pequeño complejo, el que cuenta en el interior del recinto cuadrangular con un laberinto de recintos techados y patios. Las excavaciones demostraron que las construcciones servían de residencia en dos periodos sucesivos, Sicán-Lambayeque y Chimú, a dos comunidades de artesanos especializados, de metalurgistas y de alfareros.
Se ha excavado un área residencial para varias familias, una cocina común, además del área de producción compartida. Sorpresivamente no se ha encontrado evidencias de relaciones de dependencia con los centros administrativos regionales y centrales, ni de la producción por encargo de élites. Los resultados de las investigaciones apuntan hacia la amplia independencia y el carácter autosuficiente de las economías rurales.