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El palacio real y la cancha inca

Krzysztof Makowski

plena estabilidad sedentaria, con poca movilidad tanto en el sentido físico (desplazamientos regulares), como metafórico, social (clases sociales antagónicas) y en el papel decisivo del comercio institucionalizado para asegurar el abastecimiento de la hipotética ‘población urbana’. En la alternativa de interpretación que se acaba de plantear con el pleno respaldo de las evidencias se esboza un escenario distinto.

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La diversidad formal de ambientes arquitectónicos de los que se componen los edificios monumentales tempranos se explicaría por las necesidades involucradas en el culto: banquetes, ayunos, bailes, presentación de tributos a la comunidad del templo, ofrendas, sacrificios, rituales de iniciación, espacios de oráculo, entre otros. Las diferencias en la extensión, volumen construido, duración de uso continuo, tanto entre los edificios del mismo complejo como entre diferentes centros ceremoniales, no guardan relación proporcional directa con el número de eventuales habitantes permanentes, pero sí con el número de visitantes periódicos y, por ende, con su prestigio religioso y político. La construcción de manera mancomunada —por parte de una comunidad o por una alianza de varias comunidades del espacio ceremonial y monumental—, su mantenimiento y eventuales ampliaciones se constituyen en este contexto en el mecanismo de materialización de la memoria sobre los lazos de parentesco ritual establecido por este medio, y legitimado periódicamente mediante rituales compartidos.

Es probable que esta clase de parentescos determinara, en buen grado, las alianzas matrimoniales, garantizara intercambios permanentes de ciertos productos y materias primas, derechos de paso por territorio ajeno y, eventualmente, de cultivo en áreas controladas por otra comunidad confederada. Visto desde esta perspectiva, el fenómeno de la arquitectura monumental temprana puede ser entendido como el antecedente del particular sistema «antiurbano» de los Andes Centrales en la definición que acabo de exponer. Lo demuestra la relativa similitud entre los centros ceremoniales precerámicos y Pachacámac inca. En ambos casos y en todos los analizados en el presente texto, las capitales y los santuarios oraculares comparten características de un centro ceremonial poblado.

Este urbanismo sui géneris centroandino es, de hecho, cosmocéntrico. Los edificios públicos de uso esencialmente ceremonial, templos, palacios, monumentos de culto de ancestros, no están subordinados a la traza urbana ni tampoco necesariamente concentrados solo en el centro monumental de una capital. Todo lo contrario, cada edificio es independiente de los demás con su propia lógica de orientación, de manera frecuente vinculada con los ejes visuales, los que apuntan hacia lugares sagrados en el paisaje, y también hacia direcciones en los que aparecen sol, luna o las constelaciones.

Cada edificio parece ser construido y mantenido además por el grupo de sus usuarios. Su ciclo de uso es corto y las modificaciones frecuentes. Nada está terminado ni definitivo. Ni la arquitectura pública ni los lugares de culto se concentran necesariamente en los asentamientos poblados, como ocurre en el urbanismo antropocéntrico occidental. Todo lo contrario: la arquitectura ayuda a organizar el paisaje como el escenario de las ceremonias religiosas. Este sistema tan particular guarda plena coherencia con las realidades sociales y las dimensiones tecnológicas y económicas de la vida en los Andes.

Es la expresión material de una vida social en la que el desarrollo tecnológico no ha conducido al ocaso de la organización comunitaria de las principales actividades de subsistencia y de producción, ni tampoco ha impuesto al individuo, al padre de una familia nuclear —pater familias— por encima de las relaciones de parentesco tanto en la política como en la economía. Se percibe también debida coherencia entre el sistema ‘antiurbano’ andino y la organización económica en la que el trueque, la redistribución por parte del Estado y los regalos sustituyen de manera eficiente al comercio a cargo de mercaderes que invierten su propio capital.

En este mismo sistema andino, toda propiedad de tierra o ganado es necesariamente corporativa. Considero necesario entender a plenitud las características excepcionales del ‘urbanismo andino’ para apreciar como lo merecen los aportes tan originales de las civilizaciones andinas a la compleja historia de la humanidad, y tomar distancia de modelos que sirvieron al Occidente para apropiarse de ella.

Urbanismo andino. Centro ceremonial y ciudad en el Perú prehispánico

Krzysztof Makowski Urbanismo andino. Centro ceremonial y ciudad en el Perú prehispánico

La transformación del paisaje sagrado en el valle bajo de Ychsma (Lurín) durante la

ocupación inca1

La interpretación de los vestigios arquitectónicos de los periodos tardíos que se conservaron en Pachacámac y en el valle bajo de Lurín se fundamentaban hasta el presente en los resultados de las investigaciones etnohistóricas (Rostworowski 1972, 1992 inter alia; Eeckhout 1999b). Los cronistas españoles se referían a este valle bajo diferentes nombres: Ychsma, Ishma o Irma, transcripciones en español de una voz aimara (Cerrón Palomino 2002), ‘el valle de Pachacámac’ o ‘el valle de Manchay’, topónimos de origen quechua (Espinosa 2014).

El valle ubicado en la costa central destaca entre contadas regiones andinas en las que se puede desarrollar estudios en el campo de arqueología prehistórica y protohistórica, por la particular abundancia de fuentes incluidos los testimonios indígenas de primera mano y los relatos de primeros conquistadores y evangelizadores españoles (Eeckhout 1999b; Espinosa 2014; Rostworowski 1972, 1999, 2002a, 2000b; Salomon y otros 2009; Spalding 1984).

No obstante, esta abundancia se ha convertido en el factor limitante para que la información arqueológica alimente las interpretaciones y ayude a desarrollar la

1 La anterior versión del presente texto fue previamente presentada en español, en el Congreso de Americanistas de Viena, 2012. Se espera su publicación en Estudios de antropología y arqueología, volumen I. El concepto de lo sagrado en el mundo andino antiguo: espacios y elementos panregionales (Alden Yépez, Viviana Moscovich y César Astuhuamán, compiladores). Quito: Centro de Publicaciones de la Universidad Católica de Ecuador. El autor agradece a los editores por el permiso de incluir el texto en el presente volumen. Otros avances sobre el mismo tema o temas vinculados fueron presentados en inglés, en el encuentro del Institute of Andean Studies, Berkeley (2007), y en las mesas redondas de Dumbarton Oaks Library and Collection, Harvard University (2011), sobre el concepto de la huaca y sobre la arqueología de Pachacámac (Makowski 2016, s. f. 1, s. f. 2).

Krzysztof Makowski

debida crítica de las fuentes escritas. A menudo, la crítica interna brilla por su ausencia y una simple mención por algún cronista es tomada a la letra, sirve a punto de partida para formular influyentes hipótesis y fundamenta las interpretaciones arqueológicas, incluso en desmedro de las evidencias materiales. A base de lecturas poco críticas de las fuentes escritas se ha afirmado que: 1. Los invasores incas dejaron de intervenir en la organización política del valle por respeto a la autoridad del oráculo de Pachacámac. Por ende, la arquitectura y el paisaje no sufrieron importantes modificaciones. 2. Con sus hipotéticas áreas urbanas al pie del templo oracular, el plano de Pachacámac se habría formado lentamente y de manera continua durante mil años previos a la conquista española. Su traza de apariencia planificada remontaría a los inicios del Horizonte Medio. 3. Pachacámac tuvo carácter urbano y, como tal, cumplía función de la capital de un señorío indígena.

No obstante, los resultados de las excavaciones realizadas en los últimos años por mí y por otros investigadores sugieren que las políticas imperiales incas han transformado por completo el paisaje del valle. La reorganización no solo ha implicado la construcción de nuevos asentamientos urbanos para las poblaciones trasladadas de otros lugares de la sierra y, posiblemente, de la costa, sino también la creación de nuevos lugares sagrados —huacas— y nuevos espacios ceremoniales.

Como era de esperar, las actividades edilicias de mayor envergadura se han realizado en Pachacámac. El centro ceremonial local, relativamente modesto, quedó transformado mediante la construcción de calles amuralladas, recintos cercados, plazas, además de los templos y del acllahuasi. Se construyeron nuevas pirámides con rampa. No se ha encontrado, en cambio, populosos barrios de traza urbana.

Los estudios sobre la distribución y las funciones ceremoniales de huacas en la capital imperial (Rowe 1979; Bauer 1998, 2004; Zuidema 1980, 2008, 2010) demostraron que los principales rituales del calendario ceremonial no ocurrieron en las zonas monumentales del casco urbano del Cuzco, sino en áreas distribuidas a lo largo y ancho del valle. La doctrina religiosa del imperio y su historia fueron inscritas en el paisaje modificado (Van der Guchte 1990). Rocas esculpidas o no, fuentes, elementos de arquitectura se convirtieron en huacas, lugares sagrados y referentes de memoria socialmente compartida (Bray 2015; Kosiba 2015).

Mapa de sitios arqueológicos en el valle de Lurín, Lima.

Plano del Templo del Sol con el recinto de la Primera Muralla, valle de Lurín, Lima.

Krzysztof Makowski

Desde mi perspectiva (Makowski 2015), la estrategia del imperio en el caso del valle de Lurín seguía las mismas pautas y similares procedimientos. Pachacámac y Pueblo Viejo-Pucará formaban parte de esta nueva geografía sagrada con la que el imperio ha pretendido legitimar sus derechos de gobernar la costa. Por falta de espacio, y también debido al estado de investigación, no es posible discutir en estas páginas a fondo el tema la geografía sagrada del valle de Lurín con su eje principal, el camino de Pachacámac a Pariacaca (Farfán 2010). Dos casos estudiados a profundidad por mí mediante investigaciones de campo, el de Pachacámac y el de Pueblo Viejo-Pucará, servirán para fundamentar la hipótesis que acabamos de esbozar.

Las excavaciones desarrolladas por el autor y sus colaboradores en el valle de Lurín se han focalizado en la problemática del Horizonte Tardío: las características de la administración imperial inca en el valle y los primeros cambios que se dieron a raíz de la conquista española. Las imitaciones de la cerámica inca y de otros estilos imperiales asociados se seguían produciendo y usando hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XVI. La mayoría de asentamientos indígenas en el valle fueron, sin duda, abandonados de 1560 a 1580. Los trabajos se realizaron gracias al generoso apoyo de la Asociación Atocongo, Cementos Lima S. A., hoy UNACEM, en el marco de dos proyectos consecutivos: el Proyecto Arqueológico Lomas de Lurín y el Programa-Escuela de Campo Valle de Pachacámac.

Las investigaciones sobre el Horizonte Tardío en el valle se iniciaron con la excavación de la entrada monumental a Pachacámac desde el Norte a través de la Tercera Muralla, realizada en 1994-1995 por Hernán Carrillo y Daniel Guerrero (figura 1: mapa de Lurín), y con los trabajos a largo plazo emprendidos en 1999 en Pueblo Viejo-Pucará. A juzgar por la evidencias etnohistóricas, los comportamientos funerarios registrados, y la típica arquitectura doméstica serrana, Pueblo Viejo-Pucará, ubicado a distancia visual de Pachacámac, fue el asentamiento principal de los caringas de Huarochirí, y la residencia de los señores de esta parcialidad (Makowski 2002; Espinosa 2014).

La comparación entre la arquitectura pública de Pachacámac y de Pueblo ViejoPucará evidencia las limitaciones y falacias que se desprenden inevitablemente de las rígidas clasificaciones tipológicas como estas que intentan deslindar por separado entre las funciones políticas y religiosas oponiendo hipotéticos palacios a supuestos templos. Estas clasificaciones no describen con propiedad la variedad de formas y usos de espacios sagrados y objetos de culto (Makowski y Hernández 2010). En Pueblo Viejo-Pucará, la residencia del curaca principal sirve asimismo de escenario de libaciones y otros rituales en las plazas adosadas a su fachada occidental (Makowski y otros 2005).

En Pachacámac, el debate sobre la función de las pirámides con rampa, supuestos palacios de los señores ychsma (Eeckhout 1999b, 1999-2000) evidencia el papel de estos complejos como lugares en los que se reunían y quizá acampaban los peregrinos, eventualmente luego de haber tributado a la administración imperial inca (véase infra). A diferencia de las tradiciones griegas, romanas o cristianas, en los Andes prehispánicos, los rituales no se realizaban preferentemente en el edificio, a menudo en un ámbito urbano, sino en ciertos lugares del paisaje transformado o no. En medio del paisaje se ubican también los objetos de veneración y culto, los que solo excepcionalmente adoptan la forma de imagen.

Estos objetos de culto se clasifican en documentos referentes a las creencias indígenas como huacas, un concepto casi equivalente a lugares y objetos sagrados, rocas, fuentes, lagos, picos montañosos y nevados entre variados rasgos del paisaje (Bray 2015; Allen 2015). En Pachacámac y en Pueblo Viejo-Pucará la arquitectura ceremonial se asocia a los rasgos del paisaje sacralizado, sean yacimientos rocosos, cerros y promontorios al borde del mar o fuentes (puquios) y lagunas en el litoral. La arquitectura pública monumental asociada a lugares sagrados cumplía múltiples funciones de carácter tanto ceremonial como político y económico. Las plazas y los recintos cercados servían para reuniones masivas. Pachacámac no difiere desde este punto de vista del templo en las islas del lago Titicaca, el segundo en importancia después de Coricancha (Stanish y Bauer 2004).

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Las transformaciones imperiales del paisaje sagrado de Pachacámac

Escenarios interpretativos variados fueron trazados por arqueólogos e historiadores durante el siglo XX, desde Max Uhle ([1903] 2003) hasta Arturo Jiménez Borja (1985), Thomas Patterson (1966, 1985), María Rostworowski (1999, 2002a) y Peter Eeckhout (1995, 1998, 1999a, 1999b, 2003a, 2003b, 2004a, 2004b, 2004c, 2005, 2008, 2009, 2010). En opinión de Uhle ([1903] 2003), Pachacámac debe su planificación y la construcción de la mayoría de edificios monumentales a

Krzysztof Makowski

la administración inca. En cambio, otros investigadores relacionaron el diseño planificado del famoso santuario y oráculo con el Horizonte Medio (Shimada 1991; Lumbreras 1974: 154, 165).

Estas ideas se derivaban de las propuestas de Dorothy Menzel, autora de la influyente cronología estilística del Horizonte Medio. Menzel (1964, 1968, 1977) estaba convencida de que la difusión de imágenes e ideas wari se debía al naciente prestigio de Pachacámac. Algunos investigadores como Régulo Franco (1993a, 1993b) hicieron, incluso, retroceder la fecha de las primeras construcciones monumentales hasta el Periodo Formativo. De esta época habría procedido la primera fase del Templo Viejo, escondida debajo del edificio lima.

Los trabajos de campo realizados en las recientes décadas han alimentado nuevas hipótesis. Si las confrontamos con las anteriores, se obtiene cuatro interpretaciones diferentes de los vestigios arquitectónicos de Pachacámac: 1. Pachacámac habría sido un centro ceremonial con un templo mayor, el del dios Pachacámac, identificado con el Templo Pintado, al que se agrega en tiempos inca el templo del Sol. El gran recinto con ambos templos estuvo rodeado de muchos templos menores en forma de las pirámides con rampa, que habrían sido construidos antes de la conquista inca por las etnias sentadas en la costa y en la sierra (por ejemplo, Jiménez Borja 1985; Rostworowski 1999, 2002a; véase también el resumen del debate en Eeckhout 1999: 405-408). La comparación con Delfos es implícita en esta hipótesis. 2. Pachacámac fue el principal centro administrativo y ceremonial en el valle de Lurín, y quizá en la costa central del Perú, desde por lo menos el Periodo Lima Medio (Lima 4-5, Periodo Intermedio Temprano). Su traza ‘urbana’ planificada es obra de la administración Wari (por ejemplo, Patterson 1985; Bueno 1970, 1974-1975) y en todo caso su núcleo monumental más antiguo corresponde a las fases Maranga de la cultura Lima, en el inicio del Horizonte Medio (Marcone 2010). 3. Pachacámac fue la capital de uno de los señoríos de mayor importancia en el Periodo Intermedio Tardío y, por ende, un centro urbano. En esta época se construyeron palacios en forma de las pirámides con rampa. Estos característicos edificios, lejos de haber sido edificados para fines solo ceremoniales, como templos de deidades regionales, habrían sido concebidos como residencias de gobernantes (Eeckhout 1999b, 2003a;

Uhle [1903] 2003 y Tello [1940-1941] 2009 han formulado hipótesis similares). Según la hipótesis de Eeckhout (ob. cit.), tras la muerte del gobernante, la pirámide con rampa como la ciudadela de Chan Chan (Kolata 1982, 1983, 1990; Campana 2006), se hubiera convertido en el recinto de su culto funerario póstumo. Dada la ausencia de estilos foráneos de cerámica en el Periodo Intermedio Tardío en Pachacámac, recientemente Eeckhout (2008) ha puesto en tela de juicio el papel del centro suprarregional de peregrinaje en el Periodo Intermedio Tardío (Periodo Ychsma Temprano, Medio y Tardío A). 4. La traza ‘urbana’ planificada de Pachacámac y buena parte de su apariencia monumental se debe a la gran inversión de trabajo humano, realizada por la administración inca (Uhle [1903] 2003). De manera coincidente con Uhle ([1903] 2003), para Hyslop (1990: 255-261)

«Pachácamac es quizá el ejemplo más monumental del planeamiento inca en el que se ha ajustado y adaptado el diseño a la organización espacial preexistente»2 .

Las contradicciones que aparecen con claridad cuando se confronta una de estas lecturas con la otra y con los resultados de las excavaciones recientes, incluidas las mías (Eeckhout 1995, 1999a, 2004b, 2010; Shimada, 2003, 2004, 2007; Shimada y otros 2004, 2010; Makowski 2007, 2013, 2015), hacen pensar en un quinto escenario. No hay argumentos firmes para creer que Pachacámac fue el centro oracular y de peregrinaciones desde tiempos tan remotos, como el comienzo del Periodo Intermedio Temprano (fin del Periodo Formativo). En todas las excavaciones recientes se vislumbran, es cierto, tres a cuatro periodos que dejan huellas sobrepuestas en el paisaje arquitectónico y en las estratigrafías registradas en el complejo:  Periodo Lima (segunda mitad del Intermedio Temprano y la primera mitad del Horizonte Medio; la secuencia se subdivide en los periodos Lima Medio (Playa Grande, Lima 4-5) y Lima Tardío (Maranga, Lima 6-9, según Patterson 1966, 2014).  Periodo Ychsma (Periodo Intermedio Tardío).  Periodo Inca (Horizonte Tardío).

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2 «Pachacamac is probably the most monumental example of Inka planning that coordinated y adjusted its design to a pre-existing layout».

Krzysztof Makowski

Contrariamente a lo esperado por varios estudiosos, no se observa continuidades ni en el diseño arquitectónico ni en la traza, a lo largo de los cuatro periodos. Cada uno parece caracterizarse por tipos diferentes de arquitectura que el otro. Cambia también la organización espacial del conjunto. No solo no se perciben continuidades cuando se compara la traza de ejes de comunicación y los planos de los principales edificios, construidos respectivamente en cada uno de los periodos mencionados, sino que además se registran hiatos de variada duración. La arquitectura Lima se diferencia a primera vista de las construcciones posteriores, debido al uso de dos tipos muy característicos de adobes. Se trata de adobe mediano (Makowski y Vallenas 2016) y adobitos, a menudo ordenados a manera del librero, como en el Templo Viejo (Franco y Paredes 2016), o como en las estructuras alrededor de la laguna de Urtpaihuachac.

Hay que enfatizar que en el Periodo Lima se usa también el revestimiento de piedra en los cimientos y las paredes, tal como sucede en los periodos posteriores. La ocupación Lima Medio (4-5) se concentra en las laderas de los cerros frente al litoral y alrededor del edificio piramidal del Templo Viejo (Makowski 2016a; Makowski y Vallenas 2016; Makowski [ed.] 2011, 2012). En cambio, desde el fin de Lima Medio las evidencias de asentamientos se desplazan hacia el Norte, concentrándose alrededor de la laguna Urpaihuachac, que contenía en estos tiempos el agua dulce según Shimada y otros. Varias actividades constructivas se realizaron también en la cima del Templo Viejo, donde se han hallado recintos ceremoniales y contextos de ofrendas, debajo del sello de abandono (Franco y Paredes 2016; Makowski 2016a). Los edificios Lima quedaron abandonados durante el Horizonte Medio 2, hacia el 800 después de Cristo (C14 cal.).

Todas las interpretaciones de los vestigios de Pachacámac, incluidas las recientes (Eeckhout 1995, 1999a, 2004b, 2010; Shimada, 2003, 2004, 2007; Shimada y otros 2004, 2010) se fundamentan, sin duda, en la percepción de las siguientes características de su organización espacial:  La presencia de calles amuralladas cuya traza da apariencia de un diseño planificado. Las dos calles principales, las únicas terminadas parecen cruzarse bajo ángulo recto en el centro del complejo.  La presencia de dos murallas monumentales, conocidas como la Segunda y la Tercera, las que impiden el acceso al recinto sagrado-témenos (Primera Muralla) desde el Norte.  El contraste entre la apariencia de dos espacios colindantes, el que se extiende entre las murallas Primera y la Segunda, y el que está delimitado por la Segunda y la Tercera. Pirámides con rampa y otros edificios de adobe se aglomeran en las afueras de la Primera Muralla. En cambio, salvo algunas excepciones, el espacio en las afueras de la Segunda

Muralla carece de la arquitectura monumental, pero si hay huellas de construcciones de materiales perecibles y de intensas actividades en su superficie. Uhle ([1903] 2003) fundamentó su hipótesis acerca del carácter urbano de Pachacámac sugiriendo que las élites moraban en sus residencias construidas en el espacio interno, mientras que los estratos populares tuvieron viviendas en las afueras de la Segunda Muralla.  La traza continua de la Primera Muralla que rodea los volúmenes del Templo

Viejo y del Templo Pintado, supuesto lugar de culto del dios Pachacámac, e impide el libre acceso a la entrada principal de la Pirámide del Sol, que se abre en la fachada Noreste de este templo de Punchao. El mal estado de conservación de esta muralla sugería su notable antigüedad y la presencia misma daba sustento a la idea de un solo recinto sagrado, témenos, concebido como tal en los orígenes de la historia del famoso santuario.

Además, desde Uhle hasta nuestros días, todos los investigadores asumían que un solo nivel, el penúltimo, en las secuencias estratigráficas de Pachacámac corresponde a la ocupación inca, dada su duración reducida que se estimaba en unos sesenta años (1470-1532 después de Cristo).

Desde que reinicié trabajos en Pachacámac en 2005, se ha puesto por objetivo verificar el fundamento empírico de estas aseveraciones mediante excavaciones en área y sondeos localizados en lugares estratégicos. Una parte de las unidades de excavación, así como amplias áreas de prospección con el radar de penetración de suelos y con los magnetómetros de Cesio y Flux Gate, ha sido distribuida entre las murallas Segunda y Tercera, donde Uhle ubicaba barrios residenciales correspondientes a estratos sociales menos acomodados. Se ha comprobado en todas las unidades que la zona estuvo ocupada solo durante el Horizonte Tardío para fines de campamento (Makowski 2015).

Otras unidades de excavación permitieron reconocer la cronología de la entrada principal a través de la Segunda Muralla con la calle Norte-Sur. En este caso

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Krzysztof Makowski

también firmes asociaciones de cerámica diagnóstica del Horizonte Tardío indicaban que la parte investigada de la Segunda Muralla y la entrada monumental fueron construidas por la administración inca, inmediatamente tras haber asumido el control del valle (Makowski 2015a, 2015b). Luego hemos centrado nuestra atención en la secuencia estratigráfica de la entrada principal al Templo del Sol-Punchao y de la fachada Noreste de este edificio piramidal atarazado.

De manera sorprendente, tomando en cuenta la corta duración estimada para la ocupación inca en la costa central, de poco más de seis décadas, se ha registrado dos fases de construcción, separadas por huellas de un movimiento telúrico destructivo y seguida por la clausura de la entrada. A esta se sobreponían vestigios de, por lo menos, tres episodios de la destrucción intencional de arquitectura perecible dispuesta sobre las terrazas del templo. Los vestigios, parcialmente quemados fueron depositados en montículos de ambos lados de la entrada y sobre las laderas. Esta compleja estratigrafía se repetía en la unidad ubicada al pie del muro de la terraza inferior del templo y trazada de tal manera para documentar en detalle el perfil de la trinchera realizada por Strong y Corbett (Makowski 2011, 2013, 2015, 2016).

Finalmente, sondeos y unidades de mayor extensión ubicadas en todas las posibles entradas a través de la Primera Muralla y de ambos lados de esta construcción me han permitido definir con precisión la fecha de la construcción del hipotético témenos, descartar la existencia potencial de otras murallas, construidas antes y abordar el tema de eventuales relaciones funcionales y cronológicas entre este importante rasgo arquitectónico y las estructuras colindantes con él. En la luz de las evidencias reunidas, quedó claro que la construcción de la Primera Muralla se ha iniciado con la segunda fase del Templo del Sol. La mayor parte de tramos proviene del fin de la época inca o del comienzo del Periodo Colonial. La tarea de construcción nunca fue terminada y quizá los últimos tramos fueron hechos con la intención de impedir el acceso a los templos. En el transcurso del Periodo Horizonte Tardío fue construido también el imponente edificio conocido como el Cuadrángulo (Makowski [ed.] 2015; Makowski 2016b).

Como se desprende de lo expuesto, ninguna de las cuatro premisas resultó acertada en la confrontación con las evidencias materiales obtenidas hasta el presente. En casi todas las unidades excavadas se ha registrado una secuencia estratigráfica

Conjunto de PCR en Pachacámac (Eeckhout, 2004).

PCR 12B, Pachacámac (Eeckhout, 2004).

Krzysztof Makowski

sorprendentemente compleja en la parte del Horizonte Tardío, a juzgar por la recurrencia de fragmentos de las imitaciones de cerámica Cuzco polícromo y de otros estilos imperiales diagnósticos.

Los resultados invitan a repensar los alcances de la actividad edilicia emprendida por la administración inca en Pachacámac y, por consiguiente, la revisión de las interpretaciones de la organización espacial del santuario-oráculo se hace también necesaria. Quedó establecido con firmes bases estratigráficas que tanto las tres murallas como las calles fueron construidas durante el Horizonte Tardío (Makowski [ed.] 2011, 2013, 2015; Makowski 2016b). Este nuevo trazo carece de antecedentes en los periodos anteriores, contrariamente a lo que se suponía en la literatura del tema. La calle Norte-Sur jugaba un papel particularmente importante en el sistema de comunicación establecido por la administración inca. Antes del terremoto que la afectó seriamente, la calle dirigía los pasos de los visitantes hacia diferentes destinos:  Al patio frente a la pirámide con rampa 4.  Al patio interno de la pirámide con rampa 1.  A los depósitos en la parte trasera de la pirámide con rampa 1.  Al patio hundido en el extremo Sur, donde terminaba su recorrido.  Y, paralelamente, a un pasadizo en el lado oriental del patio hundido que llevaba hasta el Cuadrángulo Tello.

Desde el patio hundido, un sistema de accesos restringidos permitía acceder hacia la Plaza de Peregrinos frente al Templo Pintado, considerado por la mayoría de investigadores templo de Pachacámac. Por otro lado, existe un cruce de la calle Norte-Sur con su similar perpendicular, Este-Oeste. Como bien lo han observado previamente Paredes (1991) y Ravines (1996), la calle Este-Oeste tiene características de un camino pavimentado o afirmado entre murallas, tan típico para la arquitectura inca, solamente en el segmento al Este del cruce.

El segmento occidental, en cambio, se compone de espacios descampados trapezoidales que se ubican en las partes traseras de pirámides con rampa. Estos espacios no se comunican mediante puertas con recintos circundantes y están parcialmente cubiertos por grandes montículos de basura evacuada desde el interior de las pirámides con rampa. En cambio, el segmento oriental de la calle Este-Oeste parece llevar ex profeso al ingreso principal de una de las estructuras ceremoniales de mayor extensión, la pirámide con rampa 2. En una de las murallas laterales de la calle se abre también la entrada al recinto de la pirámide con rampa 12.

Cabe enfatizar que no todas las pirámides con rampa estuvieron interconectadas mediante las calles amuralladas. Fuera de este sistema se encuentra la pirámide de mayor volumen y extensión, construida según Eeckhout algunas décadas antes de la incorporación del valle de Lurín en el Tahuantinsuyo, la 3, y también algunas otras plataformas con rampa de dimensiones mucho más modestas, como las 9, 10, 14, ubicadas todas en la parte occidental del complejo, cerca del borde elevado del valle.

Todas las pirámides interconectadas por el sistema de calles amuralladas fueron quizá construidas, o por lo menos ampliadas y transformadas (Pavel Svendsen 2011), cuando Pachacámac se ha convertido en el gran oráculo del Tahuantinsuyo (Curatola 2008). Hay argumentos firmes para ello en el caso de las pirámides con rampa 1, 2 y 4. Es cierto que los sondeos realizados por Paredes, Franco e Eeckhout (Pavel Svendsen 2011) han revelado la existencia de otros niveles de ocupación con el material Ychsma Tardío y también algunos vestigios arquitectónicos debajo del nivel de cimientos de estructuras expuestas en la superficie.

No obstante, no se ha demostrado que estos muros y pisos formaban parte la pirámide con rampa en su fase fundacional. Parecen más bien relacionarse con otro proyecto arquitectónico. Dada la baja recurrencia de fragmentos de cerámica correspondientes a las imitaciones de estilos cuzqueños en la primera mitad del Horizonte Tardío, su ausencia en la estratigrafía dentro de un sondeo de tamaño limitado no necesariamente justifica ni siquiera la conclusión de que se trata de un episodio ocupacional preinca.

Hemos comprobado en varias excavaciones arriba presentadas que las capas de nivelación debajo de los cimientos de muros del Horizonte Tardío contienen material cerámico mezclado de varias épocas desde el Horizonte Tardío hasta fines del Horizonte Medio. Por supuesto, tanto el material cerámico diagnóstico como los fechados C14 provenientes de la capa de nivelación ofrecen solo un terminus post quem3 para las estructuras. De todas estas observaciones se desprende la posibilidad que las construcciones que se asocian a estratos que contienen la

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3 Fecha que determina el tiempo previo al evento que queremos datar.

Krzysztof Makowski

cerámica Ychsma Tardío pudieron haber sido construidos por el mandato de gobernantes cuzqueños. La eventual ausencia de fragmentos de la cerámica IncaLurín o Chimú se desprende a menudo de factores coyunturales, pues este tipo de cerámica abunda solo en ciertos contextos ceremoniales, en entierros y en zonas de culto imperial (Templo del Sol, Acllahuasi).

Pavel Svendsen (2011: 155, 156) ha reunido argumentos contundentes que las pirámides 6, 7b, 8, 14 fueron construidas durante el Horizonte Tardío. Por otro lado, en todas las excavaciones publicadas y también en la superficie hay múltiples pruebas de la intensidad de uso de los espacios arquitectónicos de Pachacámac durante la administración inca. Montículos de desechos de producción y de banquetes acumulados frente a las entradas a las plazas y detrás de los muros, en los descampados, y los restos de basura esparcida en la superficie de las plazas dan testimonio del número de participantes y cantidades de alimentos y bebidas consumidas durante los rituales. No hay evidencias similares de uso muy intensivo y multitudinario de espacios de tránsito y para reuniones en las capas que se han formado en los periodos precedentes al Horizonte Tardío.

Cabe observar que tanto la Segunda Muralla como los muros laterales de las calles no forman parte de un solo proyecto constructivo con la calzada, a juzgar por el segmento descubierto de la avenida Norte-Sur, pues formaban parte, segmento por segmento, tarea por tarea, de recintos cuadrangulares construidos alrededor de las pirámides con rampa y de otros edificios de carácter monumental. Algunos de estos recintos existieron antes de que se haya hecho la primera calzada de dicha calle. Nuestras excavaciones en la portada de acceso de la calle Norte-Sur a través de la Segunda Muralla y en el cruce de esta con el camino Este-Oeste, trazado en las afueras de la Segunda Muralla y nunca terminado, han demostrado que la calzada, el canal que la atraviesa, la portada y las murallas laterales que se extienden hacia el Norte en las afueras de la muralla de ambos lados de la calle Norte-Sur sí fueron construidos en el mismo momento al inicio del Periodo Horizonte Tardío.

Tras años de uso intenso en el transcurso de los cuales la calzada se ha cubierto de capas de arena eólica afirmada, un fuerte movimiento telúrico ha causado el colapso de parte de los muros laterales. Estos nunca fueron reconstruidos y, por lo contrario, en ciertos segmentos fueron desmantelados, ladrillo por ladrillo, hasta los cimientos para recuperar el material constructivo. El cruce y la principal entrada a Pachacámac en el eje de la calle Norte-Sur quedaron condenados. La calzada de la calle extramuro fue ocupada para las construcciones de quincha en la espalda de la pirámide con rampa 8, cuya construcción se ha iniciado en esta época. Una nueva portada en el eje de la rampa de la Pirámide 1 se convirtió en el principal y quizá único acceso al santuario desde el Norte, desde el valle de Lurín. Por este acceso los visitantes accedían consecutivamente a los patios que se extendían frente a las pirámides con rampa 4 y 1 y luego podían acceder a la calle Norte-Sur a través de dos puertas abiertas en el muro lateral Oeste de este camino.

Los resultados de nuestras investigaciones conducen a la conclusión que la interpretación de la historia de Pachacámac dominante en las publicaciones del tema, incluidas las guías turísticas y guiones museográficos no concuerda con las evidencias y merece una revisión. La administración inca es la responsable de transformar un pequeño centro de culto de importancia local o regional en un santuario y oráculo imperial con apariencia planificada y de monumental envergadura. Su obra no solo incluye la construcción del Templo del Sol, de acllahuasi y de la plaza de peregrinos con ushnu, así como la ampliación de la pirámide escalonada de Pachacámac, sino la construcción de las tres murallas y de las vías amuralladas, con un buen número de las pirámides con rampa. Los sectores residenciales, los edificios destinados al almacenamiento y a la producción así como campamentos provienen también del Periodo Inca. El desarrollo de este complejo monumental no responde, sin embargo, a la realización de un solo programa arquitectónico. Todo lo contrario. Se trata de varios proyectos no siempre concordantes. Es probable que cada inca haya aportado con sus actividades edilicias a cambio en la organización arquitectónica del santuario.

Resulta más bien dificultoso imaginarse sobre la base de evidencias firmes cuál ha sido la apariencia de Pachacámac preinca. Da la impresión que al norte de la pequeña pirámide escalonada de Pachacámac se construían otras plataformas, tanto bajas y planas como escalonadas, las que a su vez estuvieron rodeadas de extensas áreas de cementerio (Uhle [1903] 2003; Eeckhout 1999: 78, figura 5.1). Shimada (2003, 2004; Shimada y otros 2004, 2010) ha excavado sucesivos pisos y superficies de uso en las plazas abiertas que eventualmente rodeaban a las pirámides y ocasionalmente estuvieron también usadas para fines funerarios. El Templo del Mono, excavado por Eeckhout (1999a, 1999b: 128-192, 2003a, 2003b; Michczynski y otros 2007; Feltham e Eeckhout 2004) es un buen ejemplo

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Reconstrucciones en 3D de estructuras en las plataformas del Templo del Sol, Pachacámac (Pinasco, 2010).

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de esta arquitectura ychsma. Poco antes de la llegada de los incas (Michczynski y otros 2003, 2007) se ha iniciado la construcción de uno o dos cuerpos de la pirámide con rampa 3 que llegó ser el edificio más imponente en todo Pachacámac de su época.

Eeckhout (2008) quizá tiene razón cuando duda de la presencia en Pachacámac de peregrinos originarios de tierras lejanas en los periodos previos a dominación presencia inca. En efecto, ni en los entierros ni en los contextos potencialmente ceremoniales fechados del Periodo Intermedio Tardío (Ychsma Inicial y Medio (Ychsma Inicial y Medio: Bazán 1990, 1992, 2008; Vallejo 2004, 2008, 2009; Feltham e Eekhout 2004) se encuentra la cerámica o textiles en estilos exóticos (Eeckhout 2008). El profundo carácter provincial de la iconografía y de la tecnología de producción de vasijas y telas en el estilo ychsma no se condice con el esperado contexto de presencia de numerosos grupos foráneos. Esta situación de aislamiento cambia dramáticamente recién durante el Horizonte Tardío. Las crónicas (Curatola 2013; Eeckhout 1999b, 2008; Espinosa 2004; Rostworowski 2002a) no dejan lugar a duda que Pachacámac atraía a peregrinos y que fue un centro oracular.

Es difícil, sin embargo, detectar su presencia efectiva en los contextos arqueológicos. Resulta poco probable que los peregrinos se hayan desplazado con piezas de cerámica fabricadas en su terruño. Más creíble, en todo caso, sería la importación de piezas textiles como vestidos ceremoniales y/o como ofrendas. No obstante, la determinación de la procedencia de una pieza tejida es muy complicada durante el Horizonte Tardío debido a desplazamientos generalizados de tejedores y las políticas del imperio que promovían las migraciones forzadas de poblaciones enteras (mitimaes).

Durante la administración cuzqueña, Pachacámac carecía de las características de una populosa urbe medieval o renacentista, europea o asiática, según mis investigaciones. No existían barrios residenciales, en sentido estricto. Las casas habitacionales, incluido el hipotético palacio del curaca principal, estaban dispersas cerca del borde de la terraza que dominaba el valle cultivado y también al pie del cerro Gallinazo. El complejo carecía de murallas perimétricas. Nada impedía el acceso al santuario desde el lado del mar. No obstante los caminos desde el valle del Rímac o siguiendo del ramal de Qhapac Ñan a lo largo de la cuenca del Rímac

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se dirigían, sin duda, hacia las dos portadas simbólicas, la de la sierra en el sector de las Palmas (Paredes y Ramos 1994) y la de la Tercera Muralla. Había que atravesar campamentos extensos y desordenados para llegar a las dos portadas en la Segunda Muralla, construidas y habilitadas secuencialmente, una tras otra.

Tras atravesar las portadas los visitantes se dirigían hacia los recintos determinados. El complejo de las pirámides con rampa 1 y 4 sugiere que la división en dos a tres grupos fue uno de los principios empleados para organizar a los advenedizos. Tres pirámides (1a, 1b y 4) con rampas y con patios externos comparten un espacio común con una fuente de agua dulce hoy tapada con desmonte. Luego de haberse preparado con ayunos algunos de peregrinos podían acceder a los templos después de haberse congregado en la plaza frente al Templo Pintado. Hay una diferencia interesante en cuanto a la modalidad del acceso a los lugares sagrados, incluido el oráculo.

Los que subían a las plataformas del Templo Pintado podían ser observados en su ascenso a los patios de la cima. Este no fue el caso del Templo del Sol. Aparentemente los escogidos tuvieron que ascender hasta la mitad de la pendiente de la montaña, donde se encontraban las entradas a la primera y segunda terraza. La puerta que hemos excavado, la que está flanqueada por dos salientes de la terraza, lleva una simple superficie afirmada por pisadas. No hubo rampa ni escalera. Si bien el circuito completo de comunicación desde la entrada queda aún por descubrir, queda bien claro que los visitantes del templo desaparecían de la vista y tampoco se podía observar la cima del templo, el destino final del ascenso. Corredores laberínticos y escaleras, parcialmente descubiertos primero por Tello, y luego durante trabajos de limpieza y conservación posteriores, realizadas durante el siglo XX, conducían sucesivamente de una terraza a la otra hasta llegar a la entrada ubicada simétricamente en el centro de la pared Noreste del patio de la cima. Las estructuras que contenían, entre otros, la imagen de culto (Estete [1535] 1968) se encontraban en el centro de este patio.

Las apariencias creadas por la arquitectura ychsma con sus tipos de adobe y la preferencia por la forma de la pirámide con rampa esconden las características del diseño, muy característicos para los centros ceremoniales y administrativos incas. La impronta imperial inca se expresa no solo en las redes de caminos amurallados y de canales, así como la monumental plaza de Peregrinos, sino ante todo en el manejo de las características particulares del paisaje. Se ha escogido dos lugares especiales para erigir edificios de mayor importancia para el culto dinástico de estirpe de Manco Cápac y de Pachacútec.

El acllahuasi fue construido, recordemos, al borde de la laguna de Urpaihuachac, que recibió un marco monumental de revestimiento de bordes con muros de piedras canteadas, además de estanques pequeños para afloramientos de agua. Una red de canales que atraviesan recintos de algunas pirámides con rampa y siguen el trazo de algunas calles complementa esta red de fuentes de agua junto con los afloramientos naturales como el puquial frente a la pirámide con rampa 1. La colina rocosa prominente entre las lagunas y el océano fue escogida para levantar el templo mayor del culto imperial, la Pirámide del Sol. Al pie del templo se extendía la gran plaza y luego canchas, construidas y/o reutilizadas, donde se podían reunir los peregrinos. Estas canchas recibieron en la literatura el nombre de ‘pirámides con rampa’.

He sustentado recientemente (Makowski 2015b) que un complejo contenido religioso de carácter sincrético, promovido por la administración imperial, se ha materializado en el imponente programa arquitectónico que acabamos de describir. El argumento de María Rostworowski (1999, 2002a) y varios otros investigadores (Franco 1993a, 1993b, 2004; Franco y Paredes 2004, 2016; Paredes y Franco 1988; Shimada 1991), quienes aseguran que el culto del dios Pachacámac se ha desarrollado sin interrupciones ni cambios durante por lo menos mil años se sostiene sobre premisas empíricas relativamente endebles, a saber:  La proximidad de tres edificios de culto, conocidos como Templo Viejo, Templo Pintado y Templo de Punchao o Pirámide del Sol.  La existencia de la Primera Muralla, que rodea los tres edificios creando supuestamente el témenos del santuario.

A estos dos argumentos Franco y Paredes (Franco s. f.; Franco 1993a, 1993b, 2004; Franco y Paredes 2004, 2016; Paredes y Franco 1988) agregaron dos más. Hay una parcial superposición de muros entre las estructuras que corresponden, respectivamente, a una de las fases del Templo Viejo y el primero de los tres edificios consecutivos del Templo Pintado. Cabe recordar que la superposición de diferentes vestigios de arquitectura pública, los que fueron edificados sucesivamente uno al lado o parcialmente sobre el otro entre la primera mitad del Periodo Intermedio

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Temprano y el Horizonte Tardío, es un fenómeno muy frecuente en los valles de la costa central del Perú.

Basta citar casos conocidos de Maranga o Cajamarquilla (Segura y Shimada 2010). No obstante, la superposición en ninguno de los casos implica necesariamente que se haya mantenido durante siglos la continuidad de formas, funciones y usos del edificio más antiguo en la secuencia. En el caso de que se trata de una secuencia de remodelaciones de un solo templo (por ejemplo, Mina Perdida: Burger y Salazar, 2009; Huaca de la Luna: Uceda, Mujica y Morales 1997; Uceda 2001, 2008), hay que disponer de evidencias adicionales iconográficas y contextuales para afirmar que los usos que se dieron al área investigada y aún más la características de culto no hayan cambiado a lo largo de los siglos.

En Pachacámac no se dispone de argumentos convincentes ni para asumir que el Templo Viejo y el Templo Pintado formaron parte del mismo proyecto, ni que este fue modificado lentamente durante varios siglos, ni que ambos templos estuvieron dedicados a la misma deidad. Uhle ([1903] 2003: 101, 129; figuras 3, 4, 5) ha documentado tres fases sucesivas de construcción en el Templo Pintado, de las cuales la primera se levanta sobre la superficie de un área de uso funerario con los entierros del Horizonte Medio 2 (Kaulicke 2001, Marcone 2010). El famoso ídolo de madera bifronte, fechado del Horizonte Medio 2b o 3 con criterios estilísticos (Lyon 1978, Dulanto 2001), y hallado fuera de su contexto original, en un relleno arquitectónico correspondiente a la tercera fase, suele brindar el argumento central en la literatura del tema para relacionar la primera plataforma del Templo Pintado con la problemática wari.

La tercera y última fase del templo se relaciona, sin duda, con la presencia inca en el valle de Lurín (Bonavía 1985, Dulanto 2001; Pozzi Escot 2013). Cabe resaltar que el programa iconográfico de la pintura mural que cubre las paredes escalonadas del Templo Pintado no coincide con lo esperado en el santuario de un Pachacámac, la deidad que animó el universo y moraba inmóvil desde el nacimiento del mundo en las entrañas de la tierra. Las pinturas murales tuvieron al parecer el propósito de transformar la fachada de la pirámide en la imagen de una isla con campos de maíz en medio del océano con peces, la que concordaría mejor con la personalidad de Urpaihuachac, diosa del mar y creadora de peces, que con la de Pachacámac (Rostworowski 2002a).

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A su vez, el ídolo de madera representa a dos deidades que miran en sentidos opuestos y tienen diferente carácter. Una de ellas, quizá de sexo femenino, ostenta atributos que la relacionan con la tierra y con el maíz (Lyon 1978). La otra deidad en cambio parece tener dominio sobre los cielos (Dulanto 2001). Las características iconográficas sugieren que el famoso ídolo podría representar a Viracocha Cuniraya y a su amante tomada por engaño, Cahuillaca. La diosa y su hijo se transformaron en islas frente a Pachacámac en la huida desesperada de Cuniraya (Salomon y Urioste, 1991; Taylor, 1999). No parece improbable en nuestra opinión que Pachacámac fue venerado junto con Punchao en el Templo del Sol, siendo el Templo Pintado consagrado a dioses ancestrales del valle.

El mito de Cuniraya y Cahuillaca, con la historia de Urpaihuachac, fue evocado por medio de las islas rocosas o lagunas y su memoria se encontraba inscrita así en el paisaje a diferencia de la de Pachacámac. Por otro lado, la decoración del ídolo de Pachacámac (Dulanto 2001) está estrechamente relacionada con la iconografía de los periodos tardíos en la Costa Norte, en particular con los relieves de las huacas del Dragón en el valle de Moche, y Chotuna en Lambayeque (Donnan 2011), así como con los motivos impresos de molde en la cerámica Casma (Shimada 1991; Carrión Cachot 1959).

Rostworowski (2002a: 66-69) ha señalado a partir de los convincentes datos de archivo que la Huaca del Sol en Trujillo llevaba el nombre de Pachacámac. A la luz de evidencias presentadas en este artículo parece probable que el culto de Pachacámac, una deidad norteña fue traída al valle de Lurín, para crear bases de un culto imperial al sustento de los derechos sobre nuevos territorios conquistados por los soberanos cuzqueños.

La sacralización del paisaje en el asentamiento de los mitmaquna: Pueblo Viejo-Pucará

Evidencias de la sacralización intencional del paisaje bajo la administración inca hemos encontrado no solo en Pachacámac, sino también en un asentamiento que carece de características de un centro ceremonial. Pueblo Viejo-Pucará ha sido, a juzgar por el cruce de evidencias históricas y arqueológicas, el asentamiento principal del aillu de los caringas (Makowski 2002a). El nombre de Caringa llevó el señorío de mayor extensión sobre la margen izquierda del valle de Lurín (Ychsma), renombrado como valle de Pachacámac tras la conquista inca (Espinosa 2014). Pueblo Viejo-Pucará se ubica en la distancia visual de aproximadamente 15 kilómetros de Pachacámac, escondido en el laberíntico sistema de quebradas laterales que atraviesan las primeras estribaciones de los Andes y desaguan hacia las quebradas del Río Seco y Pucará, tributarias del Lurín. Gracias a su localización respecto a los cerros más altos (Lomas de Pucará y Manzano) en la cercanía del litoral marino, y la altura entre 400 y 600 metros de altitud que favorece la manifestación del fenómeno de loma costera, durante la época del estiaje entre junio-julio y octubre-noviembre toda la zona se cubre de espeso manto de gramíneas y arbustos, como el mito, la papaya silvestre (Carica candicans).

Hay también escasos arboles de tara (Caesalpinia spinosa) y guarango, en el norte conocido como algarrobo (Prosopis pallia). En el pasado, las laderas estuvieron forestadas por los Acacia, en especial Acacia macracantha y Prosopis, así como la especie cultivada del árbol frutal, usado, sin embargo, también como fuente de combustible, el lúcumo (Lucuma obovata; Moutarde 2006: 182-196). Todos los niveles estratigráficos excavados, desde la capa estéril hasta la capa de abandono contienen cerámica diagnóstica inca, como en Pachacámac, siempre en un porcentaje muy reducido respecto a los estilos locales de la costa central.

En algunos sectores el último nivel de uso contenía osamentas de grandes mamíferos europeos e, incluso, una cuenta de Cádiz, hecha de vidrio. Por ello, no cabe duda de que el asentamiento fue construido por iniciativa de la administración inca en la fase inicial del Horizonte Tardío y fue abandonado por 1560, en todo caso antes de la visita de Cantos de Andrade (Rostworowski 1999) y antes de las reducciones toledanas, dado que no está mencionado en ninguno de los documentos coloniales de la segunda mitad del siglo XVI.

El lugar para construir el asentamiento fue cuidadosamente escogido como pensando en las preferencias de habitantes procedentes de la sierra en cuanto al relieve y al clima. Una mitad del asentamiento se ubica en las cimas intermedias, localización que permite controlar visualmente dos quebradas laterales de la margen izquierda del río Lurín. La otra mitad está escondida en el fondo de dos quebradas que bajan de las laderas del cerro Lomas de Pucará hacia la quebrada del río Seco. El asentamiento no se avistaba desde la quebrada y el acceso fue restringido por la terraza fósil en el borde de quebrada que se levanta a manera de altas muralla asemejándose en forma a una morrena glacial.

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