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Recuerdo y reconciliación. El papel del corazón en las decisiones humanas

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Augusto Castro

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El tema de la reconciliación puede ser trabajado desde la perspectiva del recuerdo y desde el papel que tiene el corazón en las decisiones entre los seres humanos. Conviene realzar un aspecto que está presente en la idea de recuerdo.

Es necesario comprender que “recordar” no significa tan solo “traer a la memoria un hecho del pasado grato o ingrato” y por ende “no olvidarlo”, sino que expresa el sentido de “volver al corazón”, es decir, de volver a lo fundamental, a lo importante. El término latino cordis, cordare significa corazón y, entonces, re-cordar es volver a él. Esta entrada nos permite, pensamos nosotros, una comprensión más rica que la idea solo de “memoria”. Nuestra reflexión entiende que la “mnémesis” o “mnemosine” griega es centralmente racional y discursiva1. Ello, por demás, no le quita importancia. La idea de “volver al corazón” que nos sugiere el término “recuerdo” nos plantea una mirada que no se agota en la pura racionalidad ni en el discurso, sino que nos lleva a un ámbito más complejo que el reflexivo. Pensamos que se trata de volver a lo fundamental. Recordar, en este sentido, es claramente enfrentar integralmente lo que ha sido el soporte de la vida y que se ha perdido, que ha sido olvidado.

Si la idea de recuerdo nos lleva a una reflexión sobre el papel del corazón, como una instancia más compleja y rica que el conocimiento intelectivo, la primigenia idea de reconciliación no está ausente de esta perspectiva. Es más, está indisolublemente unida a esta orientación. Reconciliar es, en su sentido más profundo, “acordar”, y, como observamos, significa también establecer una relación con el corazón. Reconciliar supone rehacer el acuerdo roto por la guerra o la desavenencia humana. La reconciliación plantea establecer un nuevo acuerdo; pero, sin el concurso del corazón, podríamos decir sin la voluntad, el asentimiento y el sentimiento, los acuerdos no sirven. No hay posibilidad de un “acuerdo” si este no se hace desde lo más profundo que tienen los hombres, y ese es el sentimiento y el corazón.

1. Aquí naturalmente no nos referimos a toda la tradición griega, sino a la perspectiva racionalista expresada en el pensamiento socrático-platónico.

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Estamos lejos, por ello, de aquella sentencia moderna escrita por Hobbes según la cual los “pactos sin espada no sirven”. Los pactos o los acuerdos por la espada son precisamente los que no sirven. El poder de la fuerza no es el mecanismo para la construcción de un Estado promotor y defensor de los derechos ciudadanos. La construcción del Estado entraña acuerdos y pactos que deben ser reconocidos y honrados. En este sentido, aceptados y asumidos plenamente por todos. Quizá, por ello, Aristóteles proponía que la amistad de los vecinos cumplía un papel fundamental para la vida social y política de las antiguas ciudades-estado.

Nos interesa en esta ponencia destacar la importancia de estos conceptos y quizá contrastarlos con el poco sentimiento, el poco “corazón” o el poco sentido de fraternidad con el que se ha construido nuestro país. La violencia y sus secuelas expresan, entre tantas otras cosas, la brutalidad, la enemistad y la maldad de la forma como se ha construido el Estado nacional peruano.

1. Comprensión, recuerdo y sentimiento

Hace algunos años tuve la oportunidad de referirme a los temas de la comprensión y del sentimiento en dos trabajos. Uno, el de la comprensión, trabajando la crítica bergsoniana a la visión positivista comtiana sobre el conocimiento2, y el segundo, a raíz de una reflexión sobre el papel de los sentimientos en la cultura japonesa3. Quisiera sintetizar algunas de las ideas que nos parecen relevantes en esta oportunidad.

En torno de la idea de comprensión nos parecía interesante resaltar lo siguiente:

• Primero, que la comprensión no se agotaba en el entendimiento racional de una cosa. La comprensión supone más que la simple contemplación o el entendimiento del objeto. No se trata solo de observar las dimensiones, la textura y las aristas del objeto por conocer, sino de penetrar en él.

2. Nos referimos a un capítulo de mi tesis doctoral titulado “La filosofía como un nuevo saber”, que trabaja la perspectiva bergsoniana de la “simpatía” como comprensión. El texto espero sea publicado pronto. 3. Nos referimos a “Kokoro. Algunas notas sobre el sentimiento japonés”, en The Proceedings of the Foreign Language Sections, Graduate School of Arts and Sciences, College of Arts and Sciences, The University of Tokyo, vol. 4. Tokio, 2000. Pp. 1-17.

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• Segundo, que la comprensión situaba al sujeto en una relación diferente con el objeto. Se trata, como lo sugería Bergson, de “simpatizar” con el objeto. La distinción entre sujeto y objeto se modifica radicalmente porque la comprensión aludida exige un vínculo y una cierta complicidad con el objeto. • Tercero, que la comprensión nos instala y nos enfrenta directamente con las cosas mismas. Estas dejan de ser objetos y se transforman en lo que realmente son, en la realidad misma. Se trata, en este sentido, de una mirada y de una nueva relación con lo absoluto, con aquello que no está atado, que no tiene “lazo”, que es puramente libre, en sentido estricto, lo ab-suelto.

Esta reflexión que tiene su origen en Bergson no parece ociosa en la reflexión del papel que juegan los sentimientos en la comprensión de la vida y del mundo.

En referencia al papel del sentimiento nos parece conveniente referirnos a:

• Primero, que el sentimiento no se reduce exclusivamente a un asunto de la voluntad. Pensamos que el sentimiento representa una capacidad humana que nos permite comprender y actuar. • Segundo, que los sentimientos nos llevan necesariamente al terreno de la experiencia, donde estos se construyen. Lo decimos en el sentido de que, por ejemplo, cuando conocemos algo, es porque lo hemos experimentado. Conocer a alguien es señalar que hemos tenido una relación, una experiencia con una persona. El conocimiento en estos casos es experiencia y ella solo es posible de ser aprehendida por el sentimiento. • Tercero, nos parece que los sentimientos de un pueblo se plasman en los ideales de la cultura. Los grandes ideales de la cultura son, por lo general, grandes plasmaciones de los sentimientos de un pueblo. Por ello, podemos afirmar que los ideales de la cultura para ser tales deben estar inscritos en el corazón de los pueblos. Son ellos los que los mueven a la acción y, por ello, perduran. • Cuarto, conviene señalar que la vida cotidiana es el terreno privilegiado de la construcción y de la manifestación de los sentimientos. En el ámbito individual, la manifestación de los sentimientos es inmensa y naturalmente forma de manera original la fisonomía propia de cada persona.

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Los elementos reseñados, tanto de la comprensión como del sentimiento, nos pueden ayudar a pensar en el papel del corazón en la vida de los hombres. Hemos subrayado esta entrada a la reflexión sobre la reconciliación en el Perú porque el tema del recuerdo nos parece una invitación a mirar las cosas no solo con el entendimiento, sino principalmente con el corazón. Una mirada de nuestra cultura, de nuestra sociedad y de nuestra azarosa vida política tiene que partir de una introspección profunda en nosotros mismos. Se trata, a raíz de la violencia y del trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, de construir una nueva narrativa que brote de lo más valioso que tenemos, de nuestro corazón.

Solo con una mirada que no objetivice, que no cosifique y encapsule a las cosas y a las mujeres y a los hombres, sino que los comprenda en su dignidad y en su movimiento es que podremos enfrentar los desafíos que tenemos por delante.

Ello puede permitir tener una nueva narrativa que no se vuelva performativa y que pondere con sabio criterio las cercanías y los abismos que nos juntan y nos separan cotidianamente. No se trata, por lo tanto, de negarse a reconocer la barbarie, que algunos piensan no se quiere conocer. Tampoco se trata de construir una nueva narrativa con criollos más democráticos y quizá bien intencionados y honestos, ni siquiera desde esquemas mentales e intelectuales más amplios y razonables. De lo que se trata es de situarse de cara a la verdad que las mujeres y los hombres manifiestan en sus testimonios y de construir una nueva narrativa a partir de ellos, y no ciertamente de esquemas predeterminados que no parten de la vida particular de las personas.

2. Reconciliación y sentimiento en el Perú

Hemos sugerido que la idea de reconciliación está vinculada a la perspectiva de re-fundar un pacto o un acuerdo. En esta orientación, la reconciliación está constituida centralmente de dos elementos: • uno, que se establece en el intento de restablecer y rehacer la relación rota, • y el otro, que sitúa esta relación en un nuevo horizonte y futuro.

Ambos elementos son importantes. El primero lo es porque sabe que una de las tareas de la reconciliación es juntar a las partes en disputa, y el segundo, porque reconoce que solo se restablecerá la relación dañada con un nuevo planteamiento.

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Dado que es una relación rota la que se quiere restablecer y reconstruir, y por ello hablamos de reconciliación y no solo de conciliación —en el sentido de establecer un primer vínculo o un primer acuerdo—, es que debemos ser absolutamente conscientes de que la reconciliación supone una dosis de mayor confianza que la primera vez que establecimos una relación. No puede haber reconciliación sin la conciencia de que su esfuerzo demanda más exigencias que la primera puesta en marcha del acuerdo. Sabemos cuán dura es la reconciliación que puede haber entre amigos o en la pareja, para no darnos cuenta de la magnitud de la tarea que significa reconciliar a un pueblo al que no solo se le ha faltado el respeto o que está dividido, sino que ha sido agredido y se le ha eliminado de la manera más brutal e inhumana.

La reconciliación parte de reconocer que hay un fracaso y una ruptura, que las partes están resentidas, separadas y que no tienen interés aparente en rehacer las relaciones humanas. Incluso, las partes podrían preguntarse ¿para qué nos vamos a unir nuevamente si ya sabemos cómo son las cosas y si además hemos sufrido por ello? Ciertamente el tema de la reconciliación exige tomar en cuenta el sentimiento de desacuerdo y de ruptura en que se ubica la comunidad. Pero precisamente por ello es que se debe hablar y se puede hablar de reconciliación. La reconciliación surge como un instrumento para poner fin al conflicto y restablecer el futuro en las relaciones de la comunidad. Ese es su cometido. La reconciliación es una dimensión humana para restablecer vínculos y relaciones ahí donde se pensaba que era imposible.

Dependerá de la manera como se aborde y se comprenda la reconciliación, para saber si realmente consiguió el objetivo de restablecer la armonía y la concordia –la paz— en la comunidad. La manera de enfrentarla no es cualquier cosa y quizá representa el punto crucial para la reconciliación, y por eso creemos que al comprender la reconciliación como “el restablecimiento del acuerdo roto” estamos tomando distancia de otras formas que quieren ser llamadas también reconciliación, pero que en el fondo lo que hacen es perpetuar la ruptura del acuerdo.

En la idea de paz podemos observar esta distinción entre lo que significa restablecer nuevos vínculos de convivencia y los que perpetúan un estado de ruptura y división. Es diferente referirnos a la paz como concordia que a la paz como pacificación. La paz de la concordia se establece por un acuerdo tomado entre todos, en tanto que la pacificación solo expresa la voluntad del más fuerte, que ha silenciado la del más débil. Pacificar es, en cierto sentido, hacerle la guerra a los que se han levantado o

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insurreccionado. Pacificar no expresa acuerdo, ni voluntad de diálogo, ni el espíritu que busca una solución democrática al conflicto.

En el caso del Perú, aventuraremos la hipótesis de que es un país pacificado, que es una país que no ha sido construido sobre la base de un acuerdo, sino por la fuerza, la conquista y el dominio. Incluso, con una ironía propia de gente de buena voluntad, estudiábamos cuando éramos niños y siguen estudiando los niños hoy, en la historia peruana el capítulo denominado “la Conquista del Perú”, como el origen del Estado moderno en el Perú, cuando este debería basarse en el consentimiento. Sin embargo, lo real fue la “conquista” y la “pacificación” del Perú. La historia se trastoca así y se constituye un país donde el poder del más fuerte queda legitimado por la guerra. Así la historia del Perú y así también los orígenes del Perú moderno.

Las luchas por la Independencia, tan dolorosas como crueles, lograron expulsar al invasor del Perú, pero no lograron establecer un acuerdo simétrico entre los peruanos. El acuerdo alcanzado resultó insuficiente y no expresó la voluntad y el consentimiento de todos. El Estado en el Perú marcharía expresando permanentemente los vicios de dominio heredados por la conquista y la colonización.

Pensamos que el problema por subrayar en este terreno es el conflicto abierto y soterrado, público y privado, entre la sociedad y el Estado. Desde el punto de vista político y jurídico el Estado peruano ha reconocido como fundador de sí a un sector —durante muchísimos años— minoritario de la población. La mayoría de los peruanos no se ha sentido representada en los ideales que este Estado pregonaba como de todos los peruanos. Este tipo de Estado, en realidad, representó mínimos consensos políticos y no logró generar acuerdos que involucrasen al grueso de la población.

Del Estado republicano, que nació criollo y heredando muchas de las estructuras verticales y autoritarias de la Colonia, hemos —durante la República— sido testigos: • por un lado, de la lenta consolidación del poder del Estado en la vida pública y privada de la nación, y • también del esfuerzo de miles de peruanos de rehacerlo, reformarlo y reestructurarlo de cara a los intereses de las grandes mayorías.

Este último esfuerzo de democratización del Estado ha tenido traspiés de diverso signo y tipo. La dictadura de Fujimori, por poner un ejemplo, frena el proceso de democratización de la sociedad. De la misma manera, el fenómeno senderista, lejos de colaborar con la democratización del Esta-

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do, lo que alentó y produjo fue el sentido inverso: limitó y castró el profundo sentido democrático de la lucha del pueblo, a la vez que ahondaba el enfrentamiento entre peruanos.

Pensamos que la reconciliación en el Perú tiene que ver con la resolución del conflicto que enfrenta a la sociedad con el Estado. Este último no representa el pacto de todos. En el Perú, el Estado es únicamente un acuerdo que expresa la fuerza de unos y la debilidad de otros. El conflicto interno en el Perú, desde la década de 1980 hasta hoy, expresa justamente la inestabilidad de una sociedad que no se pone de acuerdo consigo misma y recurre a la violencia como el medio para resolver las diferencias políticas, culturales y económicas. En este escenario la reconciliación entre los peruanos debe asumir el reto de establecer a plenitud y sin diferencias los vínculos de relación entre los ciudadanos. El conflicto es fruto de la indiferencia, la injusticia, la discriminación, la exclusión, la falta de oportunidades, la inequidad, en síntesis, de una sociedad que estableció su referente en un acuerdo asimétrico que expresaba más la fuerza que el consenso y el autoritarismo más que el ejercicio ciudadano.

El drama y la tragedia vividas por la sociedad peruana en estas dos últimas décadas nos deben llevar a una reflexión profunda y sincera. Por eso quisimos utilizar la idea de corazón y de sentimiento. En todas las lenguas, el corazón tiene las mismas perspectivas. Corazón, shin, en chino, o kokoro, en japonés, expresan sentidos bastante relevantes que podemos rescatar. Representan el principio de comprensión por excelencia al que llaman benevolencia. La idea de kokoro en japonés expresa de manera irreductible lo más íntimo, donde solo mora el silencio. En la vieja tradición judía, el corazón está vinculado a la idea de entraña, de víscera, pero que está totalmente articulada a la idea de misericordia y a la de amor. En el Perú, los quechuas tienen la palabra sonccoy que representa el órgano, pero que expresa también conceptos vinculados al sentimiento como sonccoy ujumanta, desde el fondo de mi corazón, o también sonccoy challay, como sentimiento del corazón, o el sentido de aquel famoso nombre de Rumi Maqui Ccori Soncco que expresa la idea de corazón valioso, noble, precioso, de oro. La idea del corazón aquí expresa el mundo interno y está mediada por sentimientos nobles y profundos. Los asháninkas nos refieren la palabra nasankane que expresa también el mismo sentido de corazón como sentimiento y se distingue de asankanentsi que refiere al órgano.

Hemos pensado que la construcción de los sentimientos puede tornarse decisiva cuando los proyectos racionalistas fracasan y muestran sus límites como es el caso. La importancia de la política, de la moral o de la

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estética —tejidas y enhebradas sobre la textura de los sentimientos— da al sentido de la comunidad y a la vida de los hombres una nueva perspectiva y una nueva luz.

La reconciliación, que busca un nuevo acuerdo —para restablecer de nueva manera el vínculo destruido—, exige volver a re-encontrarnos, nokenkishireare, dicen los asháninkas,4 y ese re-encuentro, ese volver a mirarnos, debe partir de una decisión sincera y profunda, de una memoria que es principalmente recuerdo, es decir, que vuelve al corazón para tomar sus decisiones.

4. Comentario hecho por el dirigente asháninka José Antúnez en el Taller de Reconciliación preparado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación realizado del 16 al 19 de octubre en Satipo con la participación de 37 delegados de comunidades nativas asháninkas.

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