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Ubicación y ocupación del paraje
Fig. 11 Cara oeste del cerro Ventarrón, formaciones simétricas, alineadas y coloridas. EL CENTRO DEL COSMOS
Además de la estratégica ubicación, detalles especiales de la morfología del cerro facilitaron el reconocimiento como eje de la “geografía sagrada”29 y montaña tutelar del valle. La ubicación entre dos ríos y forma alargada, como una gigantesca plataforma orientada al norte, complementaron su posición estratégica en el abanico del valle. Su eje permitía alinear la salida del sol por las quebradas de la cara oeste. Del mismo modo los colores de su composición mineral en tono oscuro, amarillento y rojizo, y las marcadas fallas geológicas fracturadas en planos verticales y horizontales a manera de grandes bloques cúbicos perfectamente orientados, cortados por la «red» metafísica que ordenó el paisaje, fomentaron la captación del simbolismo de “centro”.
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La ideología de los primeros pobladores les permitió apropiar y empoderar el territorio, a partir de la interpretación simbólica del paisaje. El otorgarle sentido cultural a la medición y celebración de los ciclos estacionales, fue una actividad inmemorial, los primeros habitantes recorrieron por milenios el paisaje observando alineamientos y rasgos significativos, señalados con petrografías y/o dispositivos ceremoniales de culto al agua, y más adelante con arquitectura ceremonial. En el contexto del valle el cerro Ventarrón fue el más antiguo referente de montaña cósmica o montaña del origen de la vida; “Apu tutelar30”, o “Pacarina31” como términos claves de la cosmología andina.
Fig. 12 Pared rocosa en la ladera oeste del cerro Ventarrón.
PETROGLIFOS DEL CERRO VENTARRÓN
Fig. 13 Dibujos de Petroglifos en Cerro Ventarrón. En la falda oeste del cerro, el cooperador Francisco Díaz32 , ubicó una roca con petroglifos de antigua factura; los grabados no son abundantes, se ha identificado hasta el momento solo un grupo. El afloramiento seleccionado está aislado en la pendiente, destaca en la zona arenada antes de la escarpa; está compuesto por nueve piedras medianas de un metro de alto por cincuenta centímetros de ancho en promedio c/u, ancladas al suelo rocoso y alineadas norte–sur (30° azimut), de modo que evocan la forma miniaturizada del cerro.
Los efectos de la meteorización son severos, tal vez por la gran antigüedad y/o las condiciones del sitio, con arena empujada por fuertes vientos. De tres rocas centrales simétricas y triangulares, dos fueron grabadas en la cara oeste y las caras que miran al cielo; las imágenes están separadas o enmarcadas por las fisuras de la roca, esta expresión adaptada a las líneas del soporte, cuya naturaleza y alineamientos fueron puestos en relieve previamente, es frecuente en el arte rupestre del valle y correspondería a la forma más antigua de cultura. Las imágenes siguen las líneas de la superficie y se combinan con parejas de círculos; el grabado más profundo es un círculo dividido en cuatro partes, un símbolo frecuente en el arte rupestre de América, que representaba el universo cuatripartito. El conjunto alineado con el cerro y los movimientos del sol permitió controlar ceremonialmente el espacio y el tiempo; entonces el tránsito y alineamiento de los astros sobre un modelo terrestre fue transmitido a los primeros templos.