41 minute read

Parte II: La Bandera

social peruana, de su marcada división étnica y cultural, y del conocimiento sobre la posición conservadora de un sector importante de la aristocracia criolla de Lima, el Libertador llegó a la conclusión de que el tipo de gobierno más conveniente para el Perú era una Monarquía Constitucional, y que el nuevo rey peruano podría ser elegido entre algún Infante de la Casa Real de los Borbones, propuesta que fue lanzada en una de las conferencias con los representantes realistas en la villa de Miraflores, en septiembre de 1820. Por lo tanto, los colores de la bandera del Perú independiente debían representar cierto vínculo con la casa monárquica que debía proveerle de un Rey. Pero además, según Fernández Stoll, debido al alto significado histórico de estos territorios como asiento del Imperio Incaico, no podía obviarse de la composición cromática de la bandera al legado de sus más antiguos gobernantes.

El rojo del legado Inca

Advertisement

La bandera del Perú, escribe Fernández Stoll, es dos veces roja, porque rojo fue el color de los Incas y rojo fue también el pendón de Castilla. Los elementos de la doble tradición —insiste este autor— no fueron jamás perdidos en la historia de los tiempos coloniales y estuvieron presentes en la mente de los hombre que crearon la enseña de la patria. Fernández Stoll sugiere que la señal excelsa de la dignidad imperial era la maskaipacha: una cinta superpuesta de color rojo vivo, la cual se llevaba sobre el llauto especie de gorro formado por un cordón de fina lana que daba vueltas como una corona en derredor de la cabeza del Inca.

27

El rojo y el blanco de la tradición castellana

El rojo y el blanco fueron durante siglos los colores distintivos del reino de Castilla. A pesar de la que la bandera española adoptó como colores oficiales el amarillo y el rojo en 1785, durante el reinado de Carlos III, esta no llegó a imponerse definitivamente hasta muy entrado el siglo XIX sobre los cuerpo militares castellanos, quienes en la época de la emancipación continuaban usando aún las viejas banderas de Castilla. Rojas — anota Fernández Stoll— fueron siempre las banderas con que cruzaron sus pechos los capitanes de los célebres tercios castellanos en los campos de batalla de Europa. Rojos y blancos fueron los uniformes de la famosa Santa Hermandad embrión del ejército regular español de los días de Isabel y Fernando. La más antigua bandera de Castilla, que se conserva hasta hoy desde los siglos XV y XVI, trae un aspa roja sobre campo blanco. Garcilaso nos cuenta que en la batalla de Chupas, los soldados de Vaca de Castro llevaban sobre el pecho sendas bandas rojas, mientras que los almagristas las llevaban blancas. Dada la postura monarquista de San Martín es posible pensar que la selección del blanco y el rojo respondía a fin de cuentas a la idea de representar cierta continuidad con la tradición monárquica de la sociedad peruana aún después de lograda la independencia. Esa tradición no se limitada a la monarquía hispana, se extendía también a la tradición imperial incaica. En ese sentido, San Martín y los criollos peruanos conjugaron ambos simbolismos de colores, el castellano y el incaico, en la bandera peruana.

28

La forma de la primera bandera: Así como la elección de los colores de la bandera no se hicieron al azar y por puro gusto y capricho del general San Martín, tampoco su forma y la disposición de los colores en ella fueron asuntos arbitrarios. Como lo demuestra Fernández Stoll, el aspa y la división según líneas diagonales que San Martín adoptó para la bandera peruana, se consideraban en España como alusivas a la dinastía real. El aspa es en Heráldica la Cruz de San Andrés, llamada de Borgoña cuando aparenta estar formada por dos leños rústicos sin desbastar, como vemos en el escudo de armas concedido por Carlos V a la ciudad de Trujillo. La cruz de Borgoña fue la principal enseña española probablemente desde el siglo XI cuando la Reina Doña Urraca casó con don Raimundo de Borgoña, de donde descendieron todos los monarcas españoles, hasta los reyes católicos en el siglo XV; y nuevamente desde el siglo XVII por el matrimonio de la reina Doña Juana con Felipe, Archiduque de Austria, nieto de Carlos el Temerario. Todo indica entonces que al dividir los campos de la bandera peruana siguiendo la línea de la cruz de Borgoña, San Martín tenía como objetivo ligar, en el marco de la heráldica, la nueva enseña peruana con los antiguos blasones de la dinastía que deseaba entronizar en el Perú.

Los patriotas criollos y la primera bandera peruana

Los documentos donde se detallan los movimientos del ejército libertador en territorio peruano permiten sugerir también que la bandera no fue una creación espontánea e individual de San Martín, sino que más bien fue una obra común con los patriotas criollos. De acuerdo a estos documentos, San Martín se abría abstenido de asignarle una

29

bandera al Perú a pesar de la necesidad militar de esa insignia, hasta octubre de 1820 cuando el marqués José Miguel de la Fuente y Messia, representante de los criollos patriotas afincados en Lima, arribó al cuartel general de Pisco. Un suceso que demuestra esta espera para crear la bandera peruana es el que acaeció el 19 de octubre de 1820. Aquel día San Martín coordinó las operaciones del paso de parte de la escuadra libertadora frente a El Callao ante la posibilidad de que el Real Felipe fuese tomado por el batallón Numancia, que se esperaba se sumase al ejército patriota gracias al esfuerzo de conspiradores limeños. Mientras la escuadra libertadora se haría entender izando la bandera de Chile frente al litoral, el batallón Numancia usaría una bandera blanca sobre la española en la torre del castillo en caso de que la llegaran a tomar, y en caso contrario usarían una bandera azul o blanca en los más elevados cerros de Chorrillos. Como se ve San Martín no había dispuesto la creación de una bandera para los patriotas peruanos a pesar que el contexto de la posible toma del fuerte español del Real Felipe en El Callao por parte del batallón Numancia lo acreditaba, toma que de haberse dado hubiera sido un acontecimiento militar trascendental en la guerra por la independencia; por qué entonces no se previo la asignación de una bandera peruana que flameara en aquella acción. Al parecer la espera de San Martín durante dos días más para disponer el uso de una insignia cuya urgencia era evidente desde mucho antes, explica históricamente que la bandera no podía ser creada por la sola voluntad del generalísimo, y que en realidad tuvo que serlo con el concurso de los patriotas peruanos a quienes representaba José Miguel de la Fuente.

30

Los primeros diseños:

La bandera decretada en Pisco por el general San Martín no ofrecía muchas facilidades para el diseño. El raro cruzamiento en aspa y la inserción del medallón central del escudo presentaron complicaciones para el dibujo y la confección de los estandartes. El primer diseño parece haber sido confiado a un marino británico con plaza en el navío San Martín de la escuadra expedicionaria y con altos méritos de topógrafo y pintor: Charles Charcorthey Wood Taylor, natural de Liverpool de unos 26 años de edad y a quien debería el Museo del Almirantazgo en Londres el envío directo a través del Almirante Roos, entonces Cómodo ingles en el Pacífico, del primer dibujo original de nuestra bandera, que hoy se exhibe allí. Otros diseños fueron enviados a distintos puntos del territorio, para servir como emblema a las tropas levantadas contra los españoles. José Fernández

Stoll: Los orígenes de la bandera, Lima, 1953.

La bandera llega a Lima de la mano de las montoneras

Hombres del pueblo de Lima organizados en guerrillas o montoneras fueron los primeros peruanos que mostraron en acción la enseña de la patria, en sus numerosas afrentas a las tropas realistas. De acuerdo a Mariano Paz Soldán, la primera vez que la insignia nacional se divisó en suelo limeño fue al amanecer del 11 de diciembre de 1820, cuando esta era llevada flameando por un contingente de audaces montoneros que acechaban a la ciudad de los reyes por las faldas del cerro de San Cristóbal. La Legión Peruana de la Guardia —el primer ejército regular del Perú— no fue organizada hasta después de la entrada de San Martín en Lima, por lo tanto la primera historia militar de la bandera es honor de los montoneros. Fueron

31

ellos, los que asestaron duros golpes al ejército realista en Supe, Nievería y Pedreros, en el valle de Lima. Estos también, bajo la inspiración y el coraje del capitán del ejército patriota Francisco Vidal, derrotaron en Quilcamachay a Ricafort y al propio Rodil en Huampaní, dos de lo más temibles oficiales del bando realista. El general Miller en sus memorias del año 1821 anotaba que: “si el ejército libertador hubiese secundado los esfuerzos de aquellas bandas de patriotas armados, apenas puede dudarse que se habría terminado la guerra en pocas semanas”. Otro destacado oficial patriota, el general Arenales, afirmaba que la toma de Lima se hizo posible sólo por la participación de los montoneros. Nada más cierto, nos refiere Fernández Stoll, pues si la escuadra libertadora bloqueaba el litoral, las guerrillas patriotas asediaban estrechamente por tierra la capital. Los montoneros no sólo provocaron el hambre, que agravó la insalubridad de los días invernales, sino que privaron a la ciudad de las grasas de los olivares y de los aceites de Bujama que servían para el alumbrado, produciendo un verdadero y dilatado oscurecimiento. Al derrotar a capitanes españoles tan calificados como Ricafort y Rodil, causándoles perdidas graves e inocultables, bloqueando gran parte de las comunicaciones militares de los ejércitos realistas, impidiendo incluso la iniciación de las negociaciones de Punchauca en la fecha prefijada, los montoneros, con su pequeña pero eficaz actividad bélica resultaron ser una de las causas por las cuales La Serna creyó necesario abandonar Lima, e internarse en la sierra. El virrey salió de la ciudad el 6 de julio de 1821 y, según nos cuenta Paz Soldán, el Capitán Francisco Vidal hizo su entrada en ella a las once del día, con sus aguerridas montoneras, desfiló por la ciudad y formó su tropa frente al

32

viejo Cabildo. Recién, una semana más tarde, desfiló solemne y formalmente el ejército expedicionario a tomar cuarteles en la ciudad.

Los montoneros patriotas

A media legua de la ciudad, pasamos una avanzada patriota, compuesta de montoneros, cuidando un depósito de caballos y mulas. Eran hombres agrestes, de apariencia audaz, más bien bajos, pero bien plantados y atléticos. Estaban desparramados en grupos sobre la hierba, en los campos, junto con los caballos. Los centinelas que paseaban sobre las murallas al lado del camino formaban una línea del horizonte las figuras más pintorescas imaginables. Uno en particular atrajo nuestra atención: llevaba un alto gorro cónico hecho de un cuero íntegro de carnero, y sobre sus espaldas una capa blanca de tela frazada que llegaba a las rodillas y colgaba suelta sobre sus brazos en jarra; su largo sable, algo tirado adelante, zangoloteaba por los tobillos, en los que tenía atados pedazos de cuero crudo de caballo, en vez de botas; con esa facha tranqueaba a lo largo del parapeto, con el mosquete al brazo, el bellísimo ideal de guerrillero. Al oír las pisadas de nuestros caballos, dio media vuelta y, viendo que éramos oficiales nos saludo con todo respeto de un soldado disciplinado y al mismo tiempo con el aire de un hijo libre de los cerros. En cuanto a los demás; eran otros tantos escitas y nos clavaron las vista con un interés por lo menos igual al que ellos inspiraban. Basil Hall: “El Perú en 1821”. En: Relaciones de

viajeros, Vol. 1, Colección Documental de la Independencia del Perú , Tomo XXVII, Lima, 1971.

El ejército libertador ingresa a Lima

El cerco de Lima por los montoneros y las dificultades que esto había provocado para el aprovisionamiento de alimentos y medicinas para el ejército realista, y para la población en general, determinó finalmente que el virrey La Serna se retirara con gran parte de sus tropas de la ciudad, pues esta ya no resultaba estratégica para mantener la resistencia realista.

33

Virgilio Roel anota en su historia sobre la independencia del Perú que el Libertador había facilitado la salida de los realistas de Lima, de una manera tan amistosa que ni siquiera las fieros montoneros cerraron el paso o atacaron al ejército del virrey en su ascenso a la sierra. El mismo día de su retirada La Serna había confirmado en el mando militar de la plaza de Lima al marqués Montemira, además le pidió a San Martín que ocupase la ciudad para evitar que los montoneros lo hicieran antes. Todo indica que gran parte de las nobles familias criollas y españolas que habitaban en la capital estaban atemorizadas ante los desvanes que podían iniciarse con la retirada de las tropas realistas, así como por el inminente ingreso de los montoneros, en gran parte indígenas y negros, que ya hacia tiempo estaban parapetados en las colinas que rodeaban a la ciudad.

Pedido del marqués Montemira para que San Martín ordene la retirada de los montoneros

34

Como reconocerá V.E por el papel que acompaño y me ha dejado el Excmo. Señor General D. José de la Serna a su partida de esta capital, se halla ella, sus representantes y yo como su jefe autorizado por todo su vecindario, habitantes y los de los suburbios, para hacer con V.E. los tratados necesarios y convenientes para el bien general y particular de todos. Nadie duda que V.E. cumplirá religiosa y generosamente todo lo que tiene anunciado y comprometido por sus papeles públicos en orden a la seguridad personal e individual de las propiedades, bienes y casas de los vecinos y habitantes, sin distinción ninguna de origen ni castas, pero lo que más interesa en la actualidad, es que V.E. expida las instantáneas providencias que exigen la vecindad de los indios y partidas de tropas que circundan la ciudad, y que en estos momentos de sorpresa podrían causar muchos desórdenes, si V.E. no ocurre oportunamente a precaverlos, con este fin y el que V.E. quede cerciorado del estado de las cosas, dirijo a V.E a D. Eustaquio Barrón, y espero que se sirva contestarme para tranquilidad

y satisfacción de este vecindario, tanto sobre lo principal cuanto sobre los medios de realizarlo, como espera de su carácter público y privado. Dios guarde a V.E. muchos años —Lima, 6 de Julio de 1821 —El marqués de Montemira —Al Excmo. Señor D. José de San Martín. Gustavo Pons

Muzzo, Símbolos de la Patria, Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, Lima, 1974.

En un diplomático acto político, San Martín decidió complacer el pedido de los vecinos de Lima y ordenó, para calmar sus temores, a los montoneros que se retiraran varias leguas de la ciudad. Luego de conocida esta orden, el cabildo limeño se reunió y con asistencia del marqués de Montemira se acordó enviar una comisión de personalidades de la aristocracia criolla para que inviten a San Martín a entrar formalmente con su ejército regular a la ciudad, que en ese momento estaba siendo protegida, a pedido de los mismos vecinos, por las tropas inglesas. Esta comisión salió de la ciudad el 9 de Julio. El general San Martín accedió al pedido, a condición de que los cabildantes juraran la independencia. El general Las Heras junto con un destacamento de caballería del ejército libertador fue el primero en ingresar a la ciudad de Lima para ocupar posiciones estratégicas en La Legua. San Martín haría su ingreso a la capital peruana en la noche del 12 de julio de 1821, haciendo su primera parada en la residencia del marqués de Montemira, de donde pasó al palacio virreinal para acuartelarse. Recién dos días después el grueso del ejército hizo su ingreso.

La jura de la independencia por el Cabildo de Lima

El 14 de Julio de 1821 el general San Martín envió un oficio a los miembros del cabildo limeño (convertida luego en

35

la Municipalidad) instándoles a jurar la independencia. Recibido el oficio por Isidro de Abarca, conde de San Isidro, este convocó a un cabildo abierto para el día siguiente, 15 de Julio. La reunión que en un principio fue exclusiva para los vecinos notables de la capital, entre ellos, los regidores perpetuos, los títulos de Castilla, los miembros de las órdenes militares, el Cabildo Eclesiástico y los titulares de las familias consideradas más distinguidas, terminó aperturándose también para el pueblo en general, el cual se agolpó en las afueras del edificio, gritando su adhesión a la causa libertaria, y en su ímpetu derribaron el busto del monarca hispano y destruyeron el escudo de armas de la casa de Madrid. En medio de esa algarabía popular, los notables limeños procedieron a redactar el acta de Independencia y a reconocerla luego con sus rúbricas, la lista de los firmantes fue de miles, desde el Conde de San Isidro la principal autoridad del Cabildo, hasta un sin número de mulatos de la condición más sencilla. Se procedió luego a decidir el día de la juramentación pública de la Independencia por los vecinos de Lima, escogiéndose el sábado 28 de Julio. Enterado de esto, el general San Martín envió un modelo de la bandera estandarte que debía mostrarse en el día de la ceremonia de la proclama como símbolo de la nación peruana independiente. Pidió además al cabildo que eligiera entre sus miembros a aquel que debería portar la enseña en el acto público. En sesión del 19 de Julio de 1821, el Ayuntamiento eligió al Señor Regidor Conde la Vega del Ren por considerarle adornado de las recomendables circunstancias insinuadas.

36

Oficio enviado por San Martín al cabildo, con indicaciones sobre la bandera nacional

Excelentísimo señor: Debiendo ser el juramento de la Independencia de un modo correspondiente a este acto augusto, y siendo uno de los medios de solemnizarlo el presentarle al público el estandarte de la libertad con el que ha de asegurar sus mas caros intereses y derramar por sostenerlo la última gota de sangre; remito a V. E. el diseño de la bandera que provisionalmente he señalado a este Estado, mientras que el gobierno que se establezca determine el que sea conveniente, para que se saque públicamente por la carrera acostumbrada con el respectivo acompañamiento, debiendo V.E. para mayor estima del pueblo, ponerlo en mano de aquel individuo que a juicio de V.E sea el más bemérito de la patria y más digno por sus servicios a ella. Gustavo Pons Muzzo, Símbolos de la Patria, Colección

Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, Lima, 1974.

Según Virgilio Roel no cuenta que el acto de proclama de la Independencia tuvo el carácter de una típica celebración colonial. El acto comenzó cuando en la mañana del 28 de Julio de 1821 salió del palacio de los virreyes una brillante cabalgata encabezada por las autoridades de la Universidad de San Marcos con sus sobresalientes bonetes doctorales, a los que seguían los altos prelados de la Iglesia y los priores de los Conventos; enseguida venían en riguroso orden, los altos jefes del ejército expedicionario, seguidos por los titulados de Castilla y los poseedores de algún hábito de las ordenes militares españolas, cerraban este grupo delantero los oidores de la real Audiencia de Lima y los regidores perpetuos del Cabildo. El grupo siguiente y principal estaba encabezado por San Martín, en el mismo lugar que en las ceremonias coloniales le correspondía al Virrey, flanqueado a la izquierda por el conde de San Isidro y a la derecha por el marqués de Montemira. Detrás de ellos marchaba encabezando el estado

37

mayor y los altos comandos del ejército, el conde de la Vega del Ren, portando la bandera-estandarte del Perú. Cerrando el cortejo iba un pelotón de húsares, vestidos de gala. Rodeaban el imponente cortejo los alabarderos del Rey, con todas las insignias reales de España. Las calles aledañas estaban ocupadas por la tropa independentista en formación. En los sitios libres y en las aceras se agolpó la población de la ciudad. Se estima que el público asistente a la ceremonia bordeó las 16,000 almas. La comitiva llegó a un tabladillo que había sido construido en la plaza mayor o de armas, desde el cual San Martín pronunció la siguiente oración: ‘Desde este momento el Perú es libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende’. Se lanzaron, para culminar, algunos multitudinarios vivas a la patria, a la libertad y a la independencia. El cortejo se trasladó luego a la plazoleta de la Merced, posteriormente a la Plaza de Santa Ana en Barrios Altos (la actual Plaza Italia), y llegó finalmente a la antigua plaza de la Inquisición, donde la Universidad de San Marcos tenía su sede principal y donde ahora se ubica el Congreso de la República, en todas ellas se repitió la ceremonia de proclamación, luego retorno la comitiva al palacio de gobierno.

Celebraciones limeñas de la jura de la independencia. Concluida casi al anochecer los actos públicos de proclama de la Independencia, se encendieron todos los faroles y teas de la ciudad, mientras que en los amplios salones del cabildo de desarrollaba una recepción al puro estilo francés, con la concurrencia de lo más selecto de la sociedad

38

capitalina, en tanto que San Martín, así como sus altos oficiales, lucían sus mejores galas. El baile cortesano se prolongó hasta muy entrada la noche. El 29 de julio la fiesta continuó. Por la mañana el arzobispo Bartolomé María de Las Heras oficio un Tedeum, así como también una misa de acción de gracias. Para estos actos religiosos el mismo séquito del día anterior siguió, de ida y vuelta, la ruta del palacio de los virreyes a la catedral metropolitana. Después, los miembros del cabildo se reunieron para prestar juramento a la Independencia. Por la noche, con una manera de retribuir las atenciones de la aristocracia criolla de Lima, San Martín organizó otro baile de gala en los salones del palacio virreinal.

El deterioro de la figura del Libertador

La autoridad de San Martín como gobernante del Perú en calidad de Protector General comenzó a ser cuestionada desde septiembre de 1821 por la intelectualidad criolla adscrita al credo republicano y por tanto opuesta al proyecto monarquista del Libertador; así como por los altos mandos militares del ejército patriota que le criticaban su falta de decisión para iniciar el ataque frontal a las fuerzas realistas. Virgilio Roel narra dos episodios que pusieron en dificultades la autoridad de San Martín sobre los territorios liberados del Perú. El primero de ellos fue una conspiración de oficiales del ejército independentista decididos a deponerlo, conspiración que le fue revelada por un general leal. San Martín finalmente pacto con sus conspiradores, ofreciéndoles a todos por medio del Cabildo de Lima inmensas propiedades. La mayoría de ellos apenas pudieron vender tales obsequios, se retiraron definitivamente del Perú, quizás desencantados de

39

la obra independentista o quizá, porque aquella recompensa económica les abría un futuro seguro y no tenían porque seguir guerreando a costa de perder sus vidas por una patria que no era la suya. El otro episodio sucedió en septiembre de 1821, cuando tropas realistas provenientes de Huancayo compuestas por cerca de 1,500 efectivos al mando del general Canterac lograron llegar hasta el fuerte del Real Felipe en el Callao, su último bastión en Lima, sin ser hostilizados mayormente por el ejército patriota, aunque si atacados por las partidas de montoneros. Lo mismo sucedió unos días después cuando iniciaron su retorno a la sierra central. Ante esa presencia el almirante Cochrane solicitó a San Martín pusiera bajo su mando a 2,000 efectivos de los 10,000 que el ejército patriota tenía acantonados en Lima, con los cuales se comprometía a destruir a las fuerzas de Canterac, agotadas y desanimadas por el viaje y el hostigamiento de las montoneras y mermadas además por cientos de deserciones. La negativa del General motivo una agria discusión, que terminó con una desafiante desobediencia de Cochrane y su retirada definitiva del Perú, luego apropiarse de una carga de barras de oro con las cuales cubrió el sueldo de sus oficiales y marinos.

El desvanecimiento de la propuesta monarquista de San Martín

Los cuestionamientos de los ideólogos republicanos y de los mismos oficiales de su ejército comenzaron a minar la postura monarquista de San Martín. La agresividad del ejército realista también la desfavoreció. La actitud del Virrey La Serna y sus oficiales indicaban que no estaban dispuestos a asumir ningún tipo de acuerdo, su único objetivo era destruir

40

al ejército patriota. El traslado de la sierra central hacia Lima de las tropas de Canterac respondía claramente a esos propósitos. Estas circunstancias determinaron hacia diciembre de 1821 que San Martín no solamente dudara ya de la viabilidad de su proyecto monarquista, sino también de la capacidad de su ejército por lograr la independencia del Perú. Apenas comenzó 1822, el general Argentino decidió entrevistarse con Bolivar, quien con sus tropas se encontraba en Guayaquil, con el objetivo de que este se involucrara en la obra libertaria. Así por un decreto del 19 de Enero de 1822 nombra al marqués de Torre Tagle como Supremo Delegado, para que ejerciera el gobierno en su ausencia. En ese contexto, Torre Tagle decide dos meses después de su nombramiento cambiar la bandera peruana en formato de cruz de borgoña, por una más simple de tres franjas horizontales. Aunque su entrevista con Bolívar no se efectuó sino seis meses después, en Julio de 1822, San Martín había cedido en la práctica el gobierno del Perú a los criollos limeños, un acto político que se formalizó con la elección de representante para el del Primer Congreso Constituyente peruano el 1º de mayo de 1822 y su establecimiento el 29 de setiembre de ese mismo año. Inmediatamente después San Martín abandonó el Perú. Uno de los primeros acuerdos del Congreso Constituyente fue desautorizar a los comisionados García del Río y Paroissien, enviados a Europa por San Martín a fines de 1821 para que gestionaran la venida de un príncipe para ocupar el trono del Perú.

41

La segunda bandera peruana

La primera bandera peruana creada por San Martín en su Cuartel General de Pisco en Octubre de 1820, con la cual se proclamó la independencia del Perú en Lima el 28 de Julio de 1821 y que fue la enseña tanto de las tropas peruanas del ejército libertador como la de los montoneros en distintos enfrentamientos con las huestes realistas, sólo existió hasta el 15 de marzo de 1822. Aquel día, el Supremo Delegado, Marqués de Torre Tagle, apelando a las dificultades en la confección de la bandera establecida por el generalísimo ordenó que esta cambiara en su diseño. La nueva bandera, sin renunciar a su original combinación cromática, adoptó la forma de una faja blanca transversal entre dos encarnadas, con un sol, también encarnado, sobre la faja blanca. Probablemente el cambio en el diseño de la bicolor, más allá de los argumentos de Torre Tagle sobre la dificultad en su confección, respondió al marcado deterioro de la propuesta sanmartiniana de que el nuevo Estado independiente asumiera un gobierno monárquico y por tanto carecía ya de propósito mantener una enseña cuyo modelo estaba proyectada en su forma a servir de símbolo también para algún futuro Rey. Una empresa en la cual San Martín probablemente fue respaldo por un grupo de la aristocracia criolla peruana que prefería este tipo de salida a un cruento enfrentamiento, en el cual era previsible que sectores medios y populares, conformado por indios, negros y mestizos, agrupadas en las partidas montoneras serían decisivos para la victoria independentista, abriendo así la posibilidad de quitarle el monopolio del poder político a los criollos en la nuevo Estado libre.

42

La bandera peruana adopta su forma definitiva

Paradójicamente la nueva bandera estipulada por Torre Tagle era muy similar a la bandera española, solamente se diferenciaban en la faja central, que era amarilla en la enseña de España y blanca en la peruana. Aquel parecido, en ese contexto de guerra, resultó un grave peligro, ya que a la distancia las embarcaciones o tropas de uno u otro bando no podían identificarse claramente. Una equivocación de este tipo acaeció en aquellos mismos meses, como refiere el testimonio del comandante colombiano Martín Guerrero, en un documento que aparece en la compilación de Gustavo Pons Muzzo. El testimonio del comandante refiere: ‘Una columna patriota debía unirse a su batallón y divisando a lo lejos uno con bandera al parecer peruana, se acercó la columna y sólo cuando estuvo muy inmediata conoció el color amarillo muy descolorido, era española; y esta tropa cayó prisionera’. Para evitar otra peligrosa confusión, apenas dos meses después del primer cambio en la forma de la bandera, el propio Delegado Supremo marqués Torre Tagle dispuso una nueva reforma de la enseña mediante decreto del 31 de mayo de 1822, en la cual se disponía que ‘la nueva bandera tendría la forma de tres listas verticales o perpendiculares, la del centro blanca, y las de los extremos encarnadas con un sol también encarnado sobre la lista blanca. Tres años después el 26 de febrero de 1825, luego de algunas sesiones secretas de los miembros del Congreso Constituyente Peruano, se ratificó la forma de la bandera establecida por Torre Tagle, y se indicó que ‘sería menester poner en la bandera el escudo de armas que adoptó el Congreso en la sesión del 24 de febrero de 1825, en lugar del

43

que proviene del decreto provisorio de 1820. El nuevo escudo también reemplazaría al sol encarnado dispuesto por Torre Tagle.

Algunos proyectos para reformar la Bandera

Cinco proyectos distintos se presentaron para variar la bandera peruana en las sesiones secretas del Congreso Constituyente del 23, 24 y 26 de febrero de 1825: el 1° tenía dos fajas horizontales, la superior blanca y la inferior amarilla; en la blanca había un gorro de la libertad, rodeado de ocho rosas que representaban las ocho provincias: Lima, Junín, Arequipa, Ayacucho, Trujillo, Puno, Cuzco y Tarapacá; el 2° tenía tres fajas horizontales, la superior e inferior rojas y la del centro dividida en dos, la inmediata al asta, verde con un sol rodeado de ocho estrellas; y la otra mitad, blanca. El 3° tenía tres fajas horizontales, la superior e inferior rojas y la del centro blanca; la faja superior roja tenía un sol blanco rodeado de ocho estrellas, el 4° tenía tres fajas horizontales; la superior o inferior rojas, la del centro subdividida en dos partes; la del extremo blanca y la inmediata al asta, azul con escudo de ocho rosas, en cuyo centro había un sol y una flama, el fondo del escudo era color de oro. El 5° tenía dos fajas horizontales, la superior roja, con un sol amarillo rodeado de ocho estrellas blancas, y la inferior blanca (Sesiones del 23 y 24 de Febrero de 1825). Mariano Felipe Paz Soldán, Historia del Perú Independiente. Primer Periodo, Lima, 1858.

44

3

El Escudo

El diseño del primer escudo

Al general José de San Martín también le debemos nuestro primer escudo patrio, creado junto con la bandera el 20 de octubre de 1820. Recordemos que de acuerdo al decreto del Libertador, este debía esta compuesto por una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un sol, saliendo por detrás de las sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo. La corona de laurel debía ser verde, y atada en la parte inferior con una cinta; de color de oro el sol con sus rayos, la montaña de un color pardo oscuro; el mar entre azul y verde. Aquel escudo fue modificado levemente cuando San Martín notificó al cabildo limeño que en la jura de la independencia el escudo representase las aguas del Rimac y ya no al mar tranquilo. Los ornamentos del escudo pretendieron dar la idea de trópico, propio de las tierras americanas, por lo cual se dibujó un árbol de plátano sobre el cual reposaba el emblema, sostenido por un cóndor y una vicuña y adornado por cada lado con las cuatro banderas de las Provincias Unidas del Río de la Plata (actual Argentina), de Chile, de Guayaquil y del Perú, que en diseños posteriores aparecen multiplicados e indistintos.

45

El almirante inglés Basil Hall, describe a la bandera y el escudo peruanos en la ceremonia de la Independencia

El 28 de Julio […], se celebraron ceremonias para proclamar y jurar la independencia del Perú. Las tropas formaron en la plaza mayor, en cuyo centro se levantaba un alto tablado, desde donde San Martín, acompañado por el gobernador de la ciudad y alguno de los habitantes principales, desplazó por primera vez la bandera independiente del Perú, proclamando al mismo tiempo con voz esforzada: Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general del pueblo y por la justicia de su causa que dios defiende. Luego batiendo la bandera exclamó: ¡Viva la patria! ¡Viva la independencia! ¡Viva la libertad! Palabras que fueron recogidas y repetidas por la multitud que llenaba la plaza y se hacían salvas de artillería entre aclamaciones tales como nunca se había oído en Lima. La nueva bandera peruana representa al sol naciente apareciendo por sobre los andes, vistos detrás de la ciudad, con el río Rímac bañando su base. Esta divisa, con un escudo circundado de laurel, ocupa el centro de la bandera, que se divide diagonalmente en cuatro piezas triangulares: dos rojas y dos blancas‘’. Basil Hall: “El Perú en 1821”. En: Relaciones de viajeros, Vol.

1, Colección Documental de la Independencia del Perú , Tomo XXVII, Lima, 1971.

Tradiciones que influenciaron el diseño del primer escudo peruano

Nuestro primer escudo abunda en similitudes con el adoptado por los argentinos en 1813. En ambos destacan, a decir de Alejandro Salinas, una composición sintética de la geografía espacial mediante la trilogía de los motivos: sol, andes y mar. Dada la concepción monárquica de San Martín, es posible que aquel sol recordara de alguna manera al sol que aparece en algunos emblemas de Castilla, sin dejar de tener en cuenta que el astro rey fue a su vez el símbolo de la nobleza

46

incaica. Al parecer San Martín junto con los patriotas criollos intentaron conjugar en este símbolo a ambas tradiciones, tal y como ocurrió con los colores y su disposición en la bandera. Sin embargo, de acuerdo al argentino Guillermo Jacovella, el motivo del sol presente en la bandera y escudo argentinos no es el sol radiante, símbolo clásico de la antigüedad europea, sino el sol flamigeo, el sol incásico. Bartolomé Mitre, presidente argentino y destacado intelectual de la segunda mitad del siglo XIX, confirma esta idea en una carta que le envió a Juan María Gutiérrez, publicada en el diario La Nación de Buenos Aires el 28 de mayo de 1900. En ella decía Mitre, que el sol que corona las armas del escudo argentino ‘era un símbolo genuinamente americano... dado que sus raíces no sólo se remontan a la iconografía cuzqueña, sino porque además el autor del diseño de dicho escudo aprobado en la asamblea constituyente argentina de 1813 habría sido el grabador del Cuzco, don Antonio Isidro de Castro’. Esta heráldica vinculada al astro rey —como sugiere Alejandro Salinas— podría estar directamente inspirada en la célebre imagen solar antropomórfica que presidía el altar mayor del templo de Coricancha, según lo prueban diversos manuscritos e imágenes de la época colonial, entre los que destacan los textos con láminas de Santa Cruz Pachacuti y la Nueva Corónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala, muy conocidos por grabadores y pintores sureños de este periodo.

47

Lima durante la independencia de 1821: impresiones de un viajero.

La población de Lima llega a las 70,000 almas, compuesta de las siguientes clases y proporciones: como 25,000 españoles; 2,500 monjes, monjas y clero secular; 15,000 mulatos; 15,000 esclavos; 7,200 mestizos y 5,000 indios. Los españoles son ahora casi todos criollos, pues los chapetones (nacidos en España) han salido del país en su mayoría. Los monjes y religiosas que tanto abundan disminuirán bajo el nuevo orden de cosas, y no hay duda que los patriotas ya habrán averiguado la cantidad a que ascienden sus rentas. Han pasado muchos años desde que el Perú ha importado negros, pues el número que tienen basta para el cultivo de caña de azúcar, café y cacao, productos que se les encomienda. En cuanto a las minas, los trabajos los hacen los indios, que soportan mejor el frío de las sierras que el negro, a quien casi no se emplea en ellas. Algunas haciendas azucareras cercanas a Lima, trabajan hasta con quinientos negros. Pero desde la entrada de San Martín, con su ofrecimiento de liberar a los negros que engrosaran sus filas, como también de liberar a todos los niños de esa raza que nacieran a partir de esa fecha, ha disminuido el número de peone negros, y dentro de algunos años, el negro de pura raza habrá desaparecido. Alexander Caldcleug: “El Perú en vísperas de la jura de la independencia”. En:

Relaciones de viajeros, Vol. 1, Colección Documental de la

Independencia del Perú , Tomo XXVII, Lima, 1971.

El escudo de armas de 1825

El escudo establecido provisionalmente por San Martín en 1820, salvo el cambio de las aguas del mar tranquilo por las aguas del río Rímac para la ceremonia pública de Juramentación de la Independencia en Lima y a pesar de la presencia del Sol encarnado establecido por Torre Tagle que adornó la segunda y tercera versión de la bandera, se mantuvo vigente hasta el 24 de febrero de 1825, cuando a propuesta del Presidente del Congreso Constituyente, José Gregorio Paredes, fue cambiado por uno totalmente distinto.

48

De acuerdo al acta de aquella sesión congresal José Gregorio Paredes propuso ‘un Escudo de Armas dividido en tres partes, por una línea perpendicular con los siguientes geroglifos. En la parte de mano derecha una vicuña mirando al centro del Escudo, en la de la izquierda el árbol de la cascarilla y en la parte inferior y más pequeña que las anteriores una cornucopia derramando monedas, y en términos muy análogos manifestó la propiedad de las alusiones hacia la república por significarse con ellas las riquezas del Perú con los tres Reinos Mineral, Vegetal y Animal’ La ley de creación de este nuevo escudo aprobado por el Congreso, fue decretada al siguiente, 25 de febrero de 1825, por el Encargado del Supremo Mando del Perú, Simón Bolívar. Aquel decreto consignaba los colores correspondientes a los campos del escudo. El primero azul celeste, a la derecha, donde va la imagen de la vicuña; el segundo blanco, a la izquierda, donde esta ubicada la Quina; y el tercero rojo, en la parte inferior, donde va la Cornucopia. Algunas referencias documentales de Gustavo Pons Muzzo indican que el proyecto de Paredes no fue el único, pero el pleno del Congreso optó finalmente por este. La elección de estas tres figuras para conformar el escudo de armas responden, de acuerdo a Fernández Stoll, a que el Congreso de 1825 estaba compuesto en gran parte por personajes conocedores de las doctrinas naturistas difundidas desde las obras de Rousseau y de los Enciclopedistas franceses, así como por las célebres expediciones científicas de Von Humboldt. El propio Paredes era médico formado en la Universidad de San Marcos y el Colegio de Medicina de San Fernando y catedrático en este último, donde comenzó a estudiarse con cierto interés estos asuntos.

49

Estos naturalistas imbuidos además en el credo Ilustrado de tendencia antimonárquica y defensora de la razón humana sobre los dictados divinos en torno al conocimiento sobre el hombre y la naturaleza y las posibilidades de su transformación provechosa, lograron sintetizar en el nuevo símbolo, por medio de las imágenes de las riquezas naturales, los elementos que representan a la patria peruana. Idea ya trazada antes por la Sociedad de Amantes del País y difundida por el Mercurio Peruano. La identificación de la patria peruana por medio de estos elementos naturales se relacionó además a las posibilidades de progreso efectivo por el buen uso que se les diera, después de todo eran las ‘riquezas naturales’.

Los creadores del Escudo peruano

José Gregorio Paredes y Ayala, creador intelectual del nuevo escudo, había nacido el 19 de marzo de 1778. Formado como médico, logró construirse cierto prestigio profesional y científico en los últimos años del virreinato, periodo en el que ocupó el cargo de Bibliotecario de la Universidad de San Marcos, así como el de Director de la Gaceta de Lima, publicación oficial del Cabildo de la Ciudad, era además catedrático de Prima de Medicina en el Colegio de San Fernando. Todo sugiere que Paredes formaba parte del grupo de allegados al célebre Hipólito Unanue, que en tiempos coloniales se había convertido en el más prestigioso médico peruano, ocupando entre otros el cargo de Protomédico General del Perú, cuya función era vigilar el correcto ejercicio profesional de la medicina. Unanue fundó con el auspicio del Virrey Abascal el Colegio de Medicina de San Fernando en

50

1812. En 1815 fue integrado a la Cámara de Médicos de los Reyes de España. Tras el inicio de las guerras de Independencia, Unanue se convirtió en consejero del Virrey La Serna y al trasladarse este a la sierra en 1821, fue acogido por el bando patriota que ingreso a Lima, convirtiéndose rápidamente en un funcionario y político importante del nuevo Estado independiente. De alguna manera José Gregorio Paredes siguió la misma trayectoria. Fue diputado por Lima en el Congreso Constituyente establecido en 1822, Presidente de esta institución en los primeros meses de 1825 (tiempo en el que se establece el nuevo escudo), así como Ministro de Hacienda entre 1827 y 1828. Si José Gregorio paredes fue el autor intelectual del nuevo escudo, el artista que se encargó de diseñar el dibujo fue Francisco Javier Cortés. Su relación venía de los años en que ambos eran catedráticos del Colegio San Fernando, Javier Cortés tenía allí la cátedra de dibujo. Como dibujante fue integrante de una de las expediciones botánicas de aquella institución, por tanto poseía una magistral técnica en la representación de imágenes naturales. A la llegada de San Martín, el artista se convirtió en dibujante oficial del Estado, con tablero en la oficina del mismo Protector. De acuerdo a Fernández Stoll, obras importantes de Cortés fueron los diseños de nuestras primeras monedas con el lema ‘Libre y feliz por la unión’.

51

Las imágenes del Escudo

La Vicuña: Sagrada por su finura y por su independencia, es una muestra de tranquilo valor. De los machos, que entre los animales llevan sus hembras en tropeles, es el único que no corre más que ellas para salvarse en los peligros, sino que las hace fugar mientras queda sólo, dando cara a la muerte. Ni bestia servil, ni animal de doméstico provecho, jamás cautivo, es el fino y valiente señor de nuestras soledades.

La Quina: Tampoco es cosecha venal. Amarga y severa, erguida y generosa, es la planta de la utilidad social, su destino no es la riqueza, sino la vida. Su nobleza queda asociada en la historia, para siempre, a la idea de hallar en nuestro suelo el remedio de nuestros males; y en la leyenda, el encanto de la virreina a quien salvó la oscura ciencia de un indio.

La Cornucopia. Nos da el elemento clásico del mito de Amaltea y la lección de esfuerzo necesario para hacer útiles nuestras riquezas. No hay como en la leyenda griega, flores que derramar ni frutos que consumir, sino un rudo menester de transformación. Cada una de sus monedas significa que en el Perú cada metro de tierra, cada pulgada de camino, cada rueda que gira, cada hora que pasa, valen oro. Todo esta siempre por hacerse y el porvenir exige cada vez más organización, la técnica, el trabajo. José

Fernández Stoll: Los orígenes de la bandera, Lima, 1953.

Algunos cambios en el diseño final del escudo

El escudo concebido por José Gregorio Paredes y hecho imagen por el arte del dibujante Francisco Javier Cortés, fue ligeramente modificado por el grabador Marcelo Cabello, célebre por la belleza de las composiciones para imprenta de algunos libros editados en la colonia, quien le dio la forma con la cual lo conocemos actualmente. Fernández Stoll anota que los primeros dibujos que hasta hoy se conservan nos muestran el blasón partido a derecha e izquierda en dos campos iguales separados debajo de la mitad por un punto o triángulo asentado en la base del escudo y en que se halla la cornucopia

52

como suspendida verticalmente del centro del emblema, en proporciones harto menores que las figuras laterales, siendo las monedas casi invisibles. Para Cabello, aquel diseño presentaba serias dificultades para que en la acuñación de monedas y sellos, la cornucopia y las monedas derramadas aparecieran con nitidez. Por lo cual dada su basta experiencia como grabador y a pesar de la oposición del dibujante Cortes, decidió forjar el escudo basándose en un diseño que cortaba el ancho del escudo por la mitad, eliminado la partición en forma de triángulo, para así diseñar cómodamente la cornucopia como hoy la vemos. No obstante, las imágenes de los escudos del siglo XIX suelen presentar a la cornucopia vertiendo las monedas a veces a la derecha y otras a la izquierda.

Breves notas sobre la escarapela

Este distintivo también fue una invención europea. Las noticias históricas al respecto señalan que sus orígenes están en la Francia de Luis XIV, quien como parte del establecimiento de un nuevo uniforme para su infantería dispuso que esta tropa llevara en el sombrero plumas de gallo con los colores que usaban los coroneles que mandaran los respectivos regimientos, era pues un símbolo de identificación militar. Con el tiempo, aquel plumaje fue reemplazado por lazos de colores, los cuales fueron recogidos en forma de rosas e igualmente colocados en alguna parte visible. Aunque no se sabe exactamente cuando se impuso la forma de roseta, al parecer esta ya estaba generalizada al comenzar el siglo XVIII, cuando en Europa se desató la guerra de sucesión a los tronos de Francia y España (1700 - 1715), al morir el monarca español Carlos II, sin dejar heredero. En

53

aquella guerra las tropas francesas y españolas aliadas usaron escarapelas con los colores blanco y rojo, emblemáticos de sus ejércitos y de su alianza. Por contraposición adoptaron los ejércitos aliados de todos los reinos europeos que favorecían la causa del archiduque Carlos de Austria, los colores rojo, de España, y el amarillo y azul de la dinastía de los Borbones, a la que pertenecía el archiduque, quien al vencer, adoptó el nombre de Felipe V. Durante la Revolución Francesa este distintivo militar comenzó a ser usado también por los civiles. El 13 de junio de 1789 el Municipio de París dispuso que sus habitantes llevaran escarapelas con los colores rojo y azul, los colores de París. Luis XVI, por indicación de Lafayette unió esta escarapela a la blanca que él usaba, resultando así la tricolor, que luego fue adoptada en los colores de la bandera del régimen republicano de Francia. En el Perú, el uso de la escarapela con los colores patrios fue dispuesto por San Martín el 21 de octubre de 1820, en el mismo decreto que señalaba la creación de la primera bandera y el primer escudo peruanos. El Decreto ordenaba que todos los habitantes de las provincias del Perú que estuvieran bajo la protección del ejército libertador usarán como escarapela nacional, un bicolor de blanco y encarnado, el primero en la parte inferior y el segundo en la superior. Esta insignia entonces no fue usada sólo por los militares, sino también por los civiles. La escarapela con los colores patrios fue, en cierta manera, la señal que identificaba a todos aquellos que se adherían al movimiento independentista.

54

4

El Himno

La marcha nacional

De acuerdo a los testimonios de algunos viajeros europeos del siglo XIX que estaban de paso por la ciudad de Lima y las investigaciones del historiador Carlos Raygada, cuando San Martín hizo su ingreso a la ciudad de Lima en Julio de 1821, se entonaban ya varios cánticos de sentido patriótico y raigambre popular, compuestos espontáneamente por músicos y poetas, en gran parte mestizos y criollos de estratos medios y pequeña fortuna, dedicados además del arte de escribir y componer a otros oficios, cuyo ideario patriótico y republicano era expresado con mayor vehemencia que la aristocracia criolla. A ciencia cierta no se sabe cuantos de estos cantos fueron compuestos, tampoco se sabe el nombre de sus autores. Los versos completos de uno de esos cantos patrióticos fueron rescatados del olvido por el Capitán de Caballería José Hipólito Herrera, en su libro El Álbum de Ayacucho. Colección de los principales documentos de la guerra de la Independencia del Perú y de los cantos de victoria y poesías, relativas a ella, publicado en 1862. Este canto, obsérvese, contiene como primera estrofa a la misma de nuestro actual himno nacional, aunque el coro y las

55

demás estrofas son distintos. Estos fueron los versos de aquella canción:

56 CORO

A la faz de la tierra juramos Sostener con denuedo y valor, La alta gloria de ser hombres libres, O morir coronados de honor.

I

Largo tiempo el peruano oprimido

La ominosa cadena arrastro; Condenado a una cruel servidumbre

Largo tiempo en silencio gimió.

Mas apenas el grito sagrado

Libertad, en sus costas sonó,

La indolencia de esclavos sacude

La humillada cerviz levantó.

II

No es tan grata tras negra borrasca

La presencia brillante del sol,

Como fue la llegada del Héroe, Que de Maypu en los llanos triunfó.

Por doquier un ruido de alarma

Asustado el tirano escuchó,

Y volar de los libres el campo

Por do quier sus soldados miró.

III

En la tumba del Inca inocente

Esta voz se sintió resonar, ¡Que no more en su seno un tirano madre ilustre de Manco Capac!

Y los hijos del Sol encendidos De amor patrio en el fuego sagrado,

O morir entre ruinas envueltos,

This article is from: