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Parte IV: El Himno

preciosa de la sociedad, ahora se propone el gobierno crear nuevos sentimientos en los que empezaban a tenerlos, y preparar el corazón de aquellos que van a ser magistrados y árbitros del destino de su país. A ese fin, se ocupa del gran pensamiento de mejorar la educación en todo sentido, siendo el primer paso infundirles la virtud sublime del patriotismo.

La estrofa ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’

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Todas las investigaciones históricas realizadas sobre el Himno Nacional, concluyen que la primera estrofa que actualmente se entona no formaba parte del poema escrito por José de la Torre Ugarte, por lo cual tampoco fue cantada por Rosa Merino en el estreno oficial del 23 de septiembre de 1821. Los versos de esta estrofa, el único que en la práctica se canta hoy en día en toda ceremonia cívica, son, como sabe, los siguientes:

Largo tiempo el peruano oprimido

La ominosa cadena arrastro; Condenado a una cruel servidumbre

Largo tiempo en silencio gimió.

Mas apenas el grito sagrado

Libertad, en sus costas sonó,

La indolencia de esclavos sacude

La humillada cerviz levantó.

Carlos Raygada llamó apócrifa a esta estrofa por no ser parte de la letra original de la Torre Ugarte. No obstante, a fuerza de su continua entonación, probablemente desde los mismo años de lucha independentista y durante todo el siglo XIX, los sectores populares la impusieron en la práctica. Como se vio al inicio de este capítulo, esta estrofa formaba parte de uno de los cantos populares entonados

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espontáneamente en los años de lucha independentista, y con los cuales se le dio la bienvenida al General San Martín a su ingreso a Lima, en Julio de 1821. A ciencia cierta nadie sabe quien fue su autor. Tampoco se sabe como es que estos versos fueron incluidos dentro de la Marcha Nacional escrita por de la Torre Ugarte y musicalizada por Alcedo. Durante el siglo XIX varios maestros de música y canto publicaron, al menos en una docena de obras, la partitura y los versos del Himno Nacional (fueron ellos los primeros en adoptar este nombre). Algunos de ellos incluían como primera estrofa el popular ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’, otros, fieles a la letra original, optaban por considerar como primera estrofa a la que inicia con ‘Ya el estruendo de broncas cadenas... ’. Además de estos cuadernillos de música y canto, restringido a grupos pequeños, una versión del Himno nacional con la primera estrofa escrita por de la Torre Ugarte: ‘Ya el estruendo de broncas cadenas..., apareció en la voluminosa obra Hipólito Herrera, el Álbum de Ayacucho , publicado en 1862. No obstante, por sus características, esta obra también estaba destinada a un restringido grupo de lectores. Obras de mayor difusión fueron los denominados Catecismo patriótico y Catecismo cívico, utilizados en las escuelas elementales de la capital, para la enseñanza de la lectura de los niños, así como para su educación en valores cívicos y patrióticos. Una de estas obras fue publicada en 1853 por Francisco de Paula Vigil para el uso de las escuelas de El Callao, aquel Catecismo patriótico, incluía entre sus páginas el himno con cuatro estrofas, siendo la primera: ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’. Quizá fue a través de estos catecismos que, desde las escuelas elementales a donde asistían básicamente los niños de

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los sectores populares, se forjó la práctica de cantar como primera estrofa del himno nacional el ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’. A través de ellos además se popularizó el nombre de Himno Nacional que reemplazó al de Marcha Nacional. El Estado por su parte imprimió miles de estas pequeñas publicaciones, las cuales eran entregadas en forma gratuita a los escolares. El himno con esta estrofa, como veremos más delante, fue finalmente oficializado en 1913, durante el gobierno de Guillermo Billinghurst y ratificado en 1950 por sugerencia de José María Arguedas.

La partitura musical de la versión restaurada de Claudio Rebagliati.

Los versos del himno nacional no fueron los únicos que sufrieron cambios con el correr del tiempo. También la partitura fue objeto de algunas modificaciones. Al parecer, esto se debió a que la partitura original desapareció en los primeros años republicanos, en medio de las constantes luchas intestinales por el poder entre los caudillos militares; y a que el compositor, el maestro Alcedo, había emigrado a Santiago de Chile, donde se afincó durante décadas. Durante todo el siglo XIX, tanto músicos peruanos como extranjeros elaboraron varias versiones de la partitura basándose en la memoria de oído, casi siempre de manera arbitraria y caprichosa a sus propios sentidos estéticos. En 1869, cinco años después del retorno definitivo del maestro Alcedo al Perú, un joven músico de origen italiano, Claudio Rebagliati, insta al célebre compositor para que reconstruya la pieza original, y terminar así con la difusión de las tantas versiones existentes que, a su parecer, habían desfigurado el espíritu musical del himno patrio. De acuerdo al propio

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Rebagliati, la respuesta que obtuvo de Alcedo fue: ‘que sentía el peso de sus años; que su vista debilitaba y su trémulo pulso le impedían tan pesada tarea’. Ante esas circunstancias anota el músico italiano:

Solicité entonces su autorización para hacer yo ese trabajo con la condición de someterlo después a su aprobación, a lo que el accedió gustoso y confiado... Me puse, pues, a la obra, comenzando por hacerle cantar a él mismo la melodía, que yo escribí al mismo tiempo. Enseguida la armonicé procurando darle interés, vigor, acentuación adecuada y variedad de ritmos al acompañamiento, y compuse además una corta introducción para preparar bien la entrada al espléndido coro. Mi trabajo, lo digo con satisfacción, mereció la entusiasta aprobación del ilustre autor, y me autorizó a publicarlo.

No obstante, hasta comienzo del siglo XX, esta versión restaurada de Rebagliati con la ayuda y aprobación del propio Alcedo, sólo era una más de las varias versiones existentes de la música del himno. Ante eso, en 1900, el propio músico italiano inicia una cruzada con el objetivo de lograr que el Estado peruano reconozca su versión restaurada en 1869, como la partitura musical oficial del himno nacional. A la cruzada se sumaron otros destacados compositores de la época, la prensa limeña e influyentes círculos sociales de la capital. El gobierno, presidido por Eduardo López de Romaña, optó por conformar una Comisión Especial el 13 de abril de 1900, que se encargaría de evaluar la solicitud de Rebagliati. Esta comisión estuvo presidida por el célebre compositor José Valle Riestra, quien, de acuerdo a algunas correspondencias publicadas por Gustavo Pons Muzzo, fue

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uno de los que motivo a Rebagliati a iniciar su cruzada. Todo sugería que el veredicto de la Comisión sería favorable a los propósitos del compositor italiano. Sin embargo surgieron algunos inconvenientes que demoraron el fallo final. El principal de todos fue la inexistencia de algún ejemplar de la publicación de 1869 que contenía la partitura restaurada por Rebagliatí con aprobación del maestro Alcedo. En agosto de 1900 el anciano músico Francisco Filomeno, aportó finalmente una cartina de puño y letras del propio Alcedo que databa de 1836, y que se ajustaba a la composición restaurada por Rebagliati, que fue decisiva para el veredicto final de la Comisión nombrada por el gobierno. Unos días antes, el 25 de Julio, según informa Carlos Raygada, ‘lo más nutrido y lo más calificado de la sociedad de Lima, resolvió, antes que el gobierno, el estreno público del himno restaurado por Rebagliati, en una velada en homenaje a la memoria del coronel Bolognesi, y que tenía como propósito incrementar los fondos destinados a la edificación del monumento al héroe de Arica’. La función se efectuó en el teatro Politeama, el más grande de la ciudad. Finalmente, el 8 de Mayo de 1901, el gobierno, ante el favorable fallo de Comisión especial presidida por Valle Riestra, aprobó la restauración del himno peruano elaborado por el maestro Rebagliati. Como anota Raygada en el primer tomo de su obra: ‘es a través de la restauración de Rebagliati que la generación que va con el siglo XX conoce el Himno Nacional’.

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El aporte técnico y estilístico de Rebagliati a la partitura del Himno Nacional

La actitud renovadora de Rebagliati se manifiesta rotundamente y sin contemplaciones, comenzando por eliminar la retórica Introducción de Alcedo. Aquellos dieciséis compases eran absolutamente superfluos y carecían de interés musical. Pero el concepto de Introducción era justo en Alcedo: el Himno necesitaba unos compases previos a su vibrante entrada. Rebagliati, autorizado por el ejemplo del autor y luego por él aprobado, se encarga de imponer ‘una nueva Introducción’ de su propia iniciativa musical, consistente en sólo dos compases integrados por la repetición de la nota dominante en toques de trompeta y trombones (o simples octavas de piano), que ejercen una especialísima sugestión preparatoria y cumplen su finalidad con extraordinaria eficacia, debido principalmente a su diseño, que es la célula temática del propio coro, a saber, corchea con puntosemicorchea-negra. Esta innovación debe considerarse como uno de los más notables aciertos de Rebagliati, que supo encontrar en el material propio de Alcedo los elementos necesarios para acentuar el efecto emocionante de la triunfal entrada del Coro. Carlos Raygada, Historia crítica del Himno Nacional del Perú, Tomo I, 1954.

Intentando cambiar la letra del himno: Los fallidos versos de Chocano

Desde el siglo XIX, algunos poetas y escritores peruanos consideraron a los versos del himno nacional como de poca calidad poética. El 15 de junio de 1874, un grupo de ellos capitaneados por Juan B. Cisneros y Eugenio Larrabure y Unanue, directivos por entonces de una asociación denominada Club Literario, propusieron que se llevara a cabo un concurso que convoque a los talentos literarios del país, para modificar los versos del himno; en atención, según su criterio ‘a que la letra del himno nacional del Perú, si bien corresponde por lo patriótico de sus pensamientos a la

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elevación de su objeto, tiene, bajo el punto de vista de la forma literaria, notables defectos no difíciles de corregir’. Sin embargo la prensa capitalina, y principalmente el diario “El Comercio”, generó una opinión completamente desfavorable a la iniciativa de estos poetas, por lo cual, poco después tuvieron que renunciar a sus intenciones. No obstante, casi tres décadas después, en 1901, el propio Estado bajo el gobierno del presidente Romaña, autorizó el cambio de los versos, paradójicamente en la misma Resolución Suprema del 8 de mayo de 1901 que aprobaba la restauración musical hecha por Claudio Rebagliati. Aquella Resolución indicaba en la última parte de su texto lo siguiente: ‘Por cuanto es indispensable variar la parte literaria del himno, por ser de gusto anticuado y por las inconveniencias que contiene no propias ya de esta época en que el Perú se encuentra en paz con todas las naciones: dispone: Convóquese a un concurso literario, para proveer a esta necesidad’. Los participantes podían entregar sus versos, firmados con seudónimos, hasta el 30 de noviembre de 1901; y el fallo final sería emitido antes del 31 de diciembre de ese mismo año. Algunos sectores reaccionaron prontamente a esta iniciativa. El diario “El Comercio” fue nuevamente uno de los defensores de los versos que se cantaban tradicionalmente. Pero, a diferencia del siglo XIX, la postura de sus directivos, a la vez que indicaba su desacuerdo, no pretendía que el Estado diera marcha atrás, aunque proponía que al menos se conservara el coro original. En una de sus notas editoriales se decía:

77 Corregir el himno es casi desconocer el derecho que los fundadores de la república tuvieron de proclamarla independiente y olvidar sus sacrificios y sus triunfos [...]

Mala como es la letra del himno nacional no dice sino la verdad, cuando expresa que el Perú gimió durante tres siglos en el cautiverio. El romancero español que es la historia de la dominación árabe en España, puesta en verso, no representa hoy odiosidad ninguna contra los moriscos, a pesar de la pintura que de ellos hace, llamándolos a cada paso feroces, sanguinarios, crueles y malvados, la musa popular. ¿Borrará España esas expresiones por no resentir a sus dominadores de siete siglos, ni aun teniendo en miras sus necesidades políticas del porvenir en África? Nada: que se corrijan los defectos literarios de la canción nacional, nos parece muy bien; que el concurso siga sus trámites, que se ha de hacer, ya está convocado, pero que se conserve siquiera el Coro como recuerdo glorioso de la fe y de las victorias de nuestros nobles antepasados. “El

Comercio”, domingo 24 de noviembre de 1901. Citado en Carlos Raygada, Historia crítica del Himno Nacional del Perú, Tomo I, 1954.

El 13 de noviembre, el gobierno de López de Romaña, fiel a su postura, designó como jurados del concurso a Ricardo Palma, el célebre tradicionalista; Emilio Gutiérrez de Quintanilla y Andrés Aramburú. La presencia de estas figuras literarias y principalmente la de Palma, parecía sugerir que la elite intelectual limeña estaba de acuerdo en que se cambiaran los versos del Himno. Sin embargo, apenas dos semanas después renunció Emilio Gutiérrez, quien fue reemplazado por Alejandro Deustua, destacado maestro sanmarquino, quien también desistió una semana después, siendo reemplazado por Guillermo Seoane. El propio Palma condicionó su participación en el jurado a que el concurso no incluyera al coro del himno, sino solamente a las estrofas. Palma en una correspondencia al Director de Gobierno, Ignacio Gamio, poniendo como ejemplo

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el fracaso en la nueva denominación de las calles limeñas, pues la costumbre popular mantenía a pesar de los años las antiguos nombres, indicaba que ‘Cuatro cuartos de siglo de lo mismo nos pasaría con un nuevo coro. El pueblo, a guisa de protesta, gritaría en las fiestas del 28 de Julio: ¡El viejo! ¡El viejo! ¡El viejo! ¡Fuera el nuevo!’. En algún momento el tradicionalista llegó a redactar su carta de renuncia al jurado, no obstante esta no fue aceptada por el gobierno y Palma tuvo que participar en el fallo final. Aquel fallo fue dictado el 12 de diciembre de 1901. En el se decía: ‘El Jurado después de declarar que la letra del primitivo coro del himno nacional debe conservarse integra, procedió a la lectura y análisis crítico de las veinte composiciones sometidas a su fallo, y resolvió acordar el premio a la firmada IMPRONTU. Abierto el sobre respectivo resultó ser autor de las estrofas premiadas don José Santos Chocano’.

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Himno Nacional Versos de José Santos Chocano

CORO

¡Somos libres! ¡seámoslo siempre! Y antes niegue sus luces el Sol, Que faltemos al voto solemne Que la patria al eterno elevó.

Si Bolívar salvó los abismos San Martín coronó la altitud; y en la historia de América se unen como se unen arrojo y virtud. Por su emblema sagrado la Patria

tendrá siempre, en altares de luz cual si fuesen dos rayos de gloria, dos espadas formando una cruz

Evoquemos a aquellos que un día nos legaron eterna lección; y ensalcemos, no en vanas palabras sino en hechos, la Paz y la Unión. ¡Trabajemos! Las manos sangrientas se depuran en esa labor; ¡que la guerra es el filo que corta, y el trabajo es el nudo de amor!

El trabajo nos ciñe laureles, si la lucha nos dio libertad. ¡Trabajemos! ¡Abramos la tierra, como se abre a la luz la verdad; arranquemos el oro a las minas; transformemos la selva en hogar; redimamos el hierro en la industria y poblemos de naves el mar!

A vivir subyugados sin gloria, prefiramos morir sin baldón, que así sólo verán nuestros héroes satisfecha su noble ambición. ¡Somos libres! Gritaron los pueblos; y la Patria fue libre a esa voz, ¡como el Orbe salió de la Nada a una sola palabra de Dios!

Los versos ganadores de Chocano no lograron arraigar en la tradición popular, a pesar de los esfuerzos del Estado para su difusión. Nuevamente la costumbre popular, tal y como había sucedido con la estrofa ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’, se impuso. Después de todo —como anota Pérez de Guzmán— todos los cantos populares, nacieron

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espontáneos en medio de la atmósfera moral de un estado político patológico, y los refinamientos de toda literatura adelantada jamás, o muy raras ocasiones, han sabido crearlos de modo que hieran instantáneamente las fibras nerviosas de las multitudes exaltadas, manteniendo en los espíritus su virtud para constituirlos en permanentes’.

Declaración de intangibilidad del himno nacional: La ley 1801 de 1913.

Casi un siglo después de haber sido creado el himno nacional, no existía una versión oficial de sus versos, más aún, como hemos visto en 1901 el propio Estado convocó a un concurso para cambiarlos y había difundido en lo posible los versos de Chocano, el poeta ganador del certamen. La partitura restaurada del maestro Rebagliati, en cambio, si había sido reconocida por el gobierno como la fidedigna, aún así, al parecer, tampoco existía un esquema único de ejecución de la música, y probablemente el ritmo tuvo que ajustarse a los nuevos versos escritos por Chocano. Todo esto motivo al Senador por Ancash, César del Río, a presentar el 4 de septiembre de 1910 ante la Cámara de Senadores, un proyecto de ley que declarase como intangibles la partitura y los versos del himno nacional creados en 1821 por José Bernardo Alcedo y José de la Torre Ugarte. El principal argumento de este proyecto de ley era: ‘Que el himno nacional es un monumento histórico levantado a la Independencia del Perú y que siendo inspirado por la situación de la época a que se refiere, atravesaba el país, no puede su letra despertar en la actualidad recelos ni suspicacias en nación alguna’

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En un principio, el proyecto de intangibilidad fue aprobado en octubre de 1910 por una comisión especial del Senado, que al igual que Cesar del Río, no consideraba oportuno cambiar los versos del himno pues este ‘expresa el sentir de nuestros conciudadanos, en la época en que se produjo y no sería posible sin desvirtuarlo, estar alterando su letra en relación con las circunstancias, por mucho que se crea que la nueva letra que se intenta dar, es de más elevado carácter de la que actualmente tiene, y más en armonía con la opinión y el pensamiento del pueblo peruano’. No obstante, el debate en el Pleno duró hasta fines de 1912. La demora se debió en parte, tal y como había ocurrido en 1901 con la partitura, a la inexistencia manuscrita o impresa de los versos originales de la Torre Ugarte. El Parlamento finalmente optó por usar los versos que fueron publicados en 1869 en la obra Filosofía Elemental de la Música, escrita por el maestro Alcedo. Cuya trascripción les fue remitida por el entonces director de la Biblioteca Nacional, Manuel González Prada. Finalmente, el 25 de octubre de 1912, el proyecto de ley de intangibilidad de los versos y la partitura del himno nacional de 1821 fue aprobado por el Congreso. Con esto, se anulaba el propósito de reconocer como versos del himno los escritos en 1901 por José Santos Chocano. Sin embargo, como anota Carlos Raygada, los miembros de la Comisión de redacción del Senado y de la Cámara de Diputados, al consignar en el artículo 4to. de la ley la letra del himno, optaron por incorporar como `primera estrofa los discutidos versos que comienzan con el ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’, que de acuerdo a la documentación existente no

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fue escrita por José de la Torre Ugarte. Se eliminó además la quinta estrofa del poema original, cuyos versos son:

Excitemos los celos de España, Pues presiente con mengua y furor, Que en concurso de grandes naciones Nuestra patria entrará en parangón. En la lista que de estas se forme Llenaremos primero el renglón, Que el tirano ambicioso de Iberia Que la América toda asoló.

La exclusión, fue ciertamente un atentado al espíritu de la ley de intangibilidad. Prevaleció pues en el ánimo de los redactores del Parlamento, la necesidad de fortalecer los lazos del Perú con España. Lo mismo había sucedido en Argentina, cuando unos años antes también se había eliminado algunos versos de su himno que podían tomarse como ofensivos para los españoles. Ciertas modificaciones acordes con las nuevas relaciones políticas fueron ejecutadas en su momento en el propio himno español y en la célebre Marsellesa, el himno francés. Los versos que finalmente se oficializaron en 1913, fueron el resultado de la fuerza de la tradición popular representado en el cántico del ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’ y el de la política de Estado entorno a sus relaciones con España, al excluir la quinta estrofa original. Las letras definitivas del himno son éstas:

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CORO

¡Somos libres! ¡Seámoslo siempre! Y antes niegue sus luces el Sol, Que faltemos al voto solemne

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Largo tiempo el peruano oprimido La ominosa cadena arrastro; Condenado a una cruel servidumbre Largo tiempo en silencio gimió. Mas apenas el grito sagrado Libertad, en sus costas sonó, La indolencia de esclavos sacude La humillada cerviz levantó.

Ya el estruendo de broncas cadenas, Que escucharon tres siglos de horror De los libres, al grito sagrado Que oyó atónito el mundo, cesó. Por doquier San Martín inflamado, ¡Libertad! ¡Libertad! Pronunció; Y meciendo su base los Andes, La enunciaron también a su voz.

Con su influjo los pueblos despiertan Y cual rayo, corrió la opinión, Desde el istmo, a las tierras del fuego, Desde el fuego a la helada región. Todos juran romper el enlace, Que natura a ambos mundos negó, Y quebrar ese cetro que España Reclinaba orgullosa en los dos.

Lima cumple ese voto solemne, Y severa su enojo mostró Al tirano impotente lanzando, Que intentaba alargar su opresión. A su esfuerzo, saltaron los hierros Y los surcos que en sí reparó Le atizaron el odio y venganza Que heredó de su Inca y señor.

Compatriotas, no más verla esclava

Si humillada tres siglos gimió, Para siempre jurémosla libre Manteniendo su propio esplendor. Nuestros brazos hasta hoy desarmados, Estén siempre cebando el cañón, Que algún día las playas de Hespería, Sentirán de su estruendo el terror

En su cima los Andes sostengan La bandera o pendón bicolor, Que a los siglos anuncie el esfuerzo Que ser libre por siempre nos dio. A sus sombras vivamos tranquilo, Y al nacer por sus cumbres el sol Renovemos el gran juramento Que rendimos al Dios de Jacob.

La polémica de 1949 y la postura final de José María Argüedas

A mediados del siglo XX resurgió la polémica sobre los versos del himno nacional. Los historiadores Alberto Tauro del Pino y Carlos Raygada pusieron nuevamente en cuestionamiento la popular estrofa ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’. Reclamaron además la inclusión de la estrofa que iniciaba con ‘Excitemos los celos de España...’, eliminada en 1913. Su principal argumento era que se respetasen los versos originales escritos en 1821 por José de la Torre Ugarte. Ambos, como miembros de la Comisión Especial nombrada por el gobierno del General Odría en septiembre de 1949, con el objeto de establecer ‘la pauta a que deben sujetarse las ediciones y ejecuciones del himno nacional, al existir discrepancias en el texto y la música del mismo en la Ley 1801, de 1913, que declara su intangibilidad’, opinaron que la mencionada Ley 1801 había incurrido en flagrante

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arbitrariedad —contradictoria a su expreso propósito— de omitir la quinta estrofa original de don José de la Torre Ugarte, e incurrió en una segunda y más grave al integrar como primera estrofa a una que nunca fue escrita por el autor del himno. Propusieron entonces devolverle al himno sus originales versos, incluyendo el quinto: ‘Excitemos los celos de España...’, y eliminando, aunque de forma gradual, el ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’ Sus razones para esto último eran, de manera textual: a) por no haber sido escrita por el autor de la letra del himno, b) por su deficiente calidad literaria, que incluso comprende el absurdo verso que dice ‘Largo tiempo en silencio gimió’, c) por su carácter depresivo y humillante; d) por ser innecesaria. La postura de Tauro del Pino y de Raygada, no obstante, no fue apoyada por parte de la intelectualidad peruana de entonces. La crítica más certera a los propósitos de ambos historiadores provino de la pluma de José María Arguedas, escritor indigenista, a la sazón Jefe de la Sección Despachos y Bellas Artes del Ministerio de Educación, desde donde propuso finalmente que los verso del himno se mantuvieran tal y como lo declaró la Ley 1801, de 1913, dado que los planteamientos de Tauro del Pino y Raygada, a pesar de su documentada investigación, atentaban contra la tradición popular en la entonación del himno nacional. Transcribimos aquí parte de los argumentos de Arguedas, que finalmente fueron los que definieron la postura del gobierno:

La Comisión exige fervientemente, fundándose en razones de orden exclusivamente formal, que se elimine, de manera progresiva, los dos primeros cuartetos de las estrofas que empiezan con las palabras ‘Largo tiempo...’ La Comisión

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demuestra que los indicados cuartetos constituyen un agregado popular al himno, pues no figuran en la letra original escrita por Don José de la Torre Ugarte [...] Nuestra opinión es porque se mantenga la integridad tradicional de la letra tal como fue consagrada por la Ley 1801, dictada en 1912 [...] Las eruditas razones que expone la Comisión no pueden tener a nuestro modestísimo juicio, mayor valor que el que la tradición y el pueblo, que es el representante vivo de la nación, han dado a la letra del himno, tal como es entonado hoy, letra que no ha sido cambiada por ningún autor audaz, sino por la anónima expresión

del pueblo. Lima 25 de Septiembre de 1950. Gustavo Pons Muzzo,

Símbolos de la Patria, Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, Lima, 1974.

A manera de conclusiones La historia de los símbolos de la patria esta ligada al proceso fundacional de la nación peruana, que se inicia con la guerra por la independencia. La bandera, el escudo, la escarapela y el himno, fueron creados para representar a la patria liberada del dominio español. Sus creadores, pretendieron dotar a estos símbolos de los elementos más característicos del Perú y perennizar al mismo tiempo la gesta patriótica de liberación. Colores, imágenes, versos y música, fueron cuidadosamente definidos con esos propósitos. La creación de los símbolos estuvo en manos de la elite criolla en el poder. No obstante, el pueblo limeño, por la incontenible fuerza de la costumbre, impuso la primera estrofa del himno. Esta primera estrofa representa otro aporte de los sectores populares a la cultura nacional. Los símbolos patrios fueron objeto de algunos cambios en los primeros años republicanos, como producto de las pugnas políticas de los gobernantes y como resultado del paso

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del tiempo. El Himno Nacional fue el último de los símbolo en ser moldeado de forma definitiva, recién al comenzar la segunda década del siglo XX. No obstante, en los últimos meses, se ha resucitado el debate sobre el origen de los versos de la primera estrofa. Aunque se sabe que estos versos no corresponden a la letra original, ha sido la tradición popular la que en definitiva la impuso. Recientemente el Tribunal Constitucional ha emitido una resolución en la cual se indica que debe incluirse la quinta estrofa de la versión original y respetar la tradicional: “Largo tiempo…”.

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