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Parte III: El Escudo
57 O cobrar sus derechos juraron.
IV
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Todos marchan alegres a unirse
A los bravos del cinco de Abril, Todos arman la diestra, y sacuden
De sus cuellos el yugo servil
La victoria su marcha precede; ¿Quién su esfuerzo podrá resistir? Cada ataque es un nuevo trofeo,
Cada choque es un lauro gentil
V
Cual la bella aurora levanta De entre sombras risueña la faz, Y a su vista las negras tinieblas
Con presteza se ve disipar;
Al respecto benéfico y grato
De la amada, feliz libertad, Pávido huye el atroz despotismo,
Y con él la ignorancia se va.
VI
Ved cuan bella hoy al mundo renace Del Sol la hija con noble esplendor,
En sus sienes diadema de gloria,
Y a sus plantas el yugo español;
No ajará más su suelo opulento
La insolencia de injusto opresor; La crueldad, la barbarie y perfidia
No alzará su semblante feroz.
VII
Tornará de Saturno el reinado
A la sombra del gran Protector; De las artes y ciencias la antorcha
Lucirá en esta inmensa región.
Bajarán de la esfera celeste
Igualdad, libertad y la unión,
Y en la tierra de Febo querida Fijarán su sagrada mansión.
Ante la existencia de varios de estos cantos patrióticos y la necesidad de que las tropas peruanas tuvieran una marcha propia, el general San Martín convocó el 7 de agosto de 1821 a un concurso de compositores y poetas para establecer de manera oficial la ‘Marcha Nacional del Perú’. La denominación de ‘Marcha’ sugería, ante todo, el sentido guerrero que se esperaba del verso y la composición musical. De acuerdo a Juan Pérez de Guzmán, ‘los himnos nacionales fueron desde su origen cantos de guerra y estímulo para la lucha, ora lo inspirasen los odios contra el extraño, ora el furor contra los enemigos, ora, en fin, las iras de la revolución’.
Convocatoria a concurso para la composición de la Marcha Nacional
El entusiasmo patriótico es un manantial inagotable de virtudes. El genio de la América ha inspirado en los pechos peruanos aquel sagrado fuego; y es justo y necesario alimentar su llama por cuantos medios sean imaginables. Entre ellos se presenta como uno de los más poderosos la adopción de una marcha nacional, por el influjo que la música y la poesía ejercen sobre todas las almas sensibles. Al efecto se invita a todos los profesores de bellas letras, a los compositores, y aficionados que amen a su Patria y se interesen en su prosperidad, para que dirijan sus producciones firmadas al Ministerio de Estado antes del 18 de setiembre próximo, en cuyo día se decidirá por una comisión de personas inteligentes cual es la composición que por su letra y música mereciere la distinción de ser adoptada como Marcha Nacional del Perú. El nombre de su autor se dará al público para que, al mismo tiempo que sea considerado por el gobierno, recoja de sus conciudadanos el tributo de gratitud que justamente es acreedor. Lima, Agosto 7 de 1821.- Hay una rúbrica de S. E. .- García del Río. Gustavo Pons Muzzo, Símbolos de la Patria,
Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, Lima,
1974. 33
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El certamen de la elección de la marcha nacional
La fecha límite para la presentación de las composiciones de los concursantes fue el 18 de septiembre de 1821. Las investigaciones realizadas por Carlos Raygada indican que el 15 de septiembre, tres días antes de cumplirse el plazo, San Martín decidió prorrogarlo hasta el 28 de ese mismo mes. No obstante, aquella prórroga no fue tenida en cuenta por los concursante quienes decidieron presentar sus obras el lunes 17 de septiembre. Aquel día, en el Salón del ciudadano argentino José de Riglos, ante un auditorio presidido por el Libertador, fueron ejecutas las siete piezas compuestas para el certamen, con el respectivo canto de sus versos. Los seis participante fueron: el músico mayor del batallón Numancia, los maestros Huapaya, Tena, Filomeno, fray Cipriano de Aguilar y Bernardo Alcedo, quien presentó dos composiciones. La ejecución musical fue hecha en el clave, un instrumento parecido a los pianos de media cola, de sonoridad suave y penetrante, indispensable para interpretar la música de los siglos XVI y XVII, pero que en la Lima del XIX aún seguía vigente. De acuerdo al exhaustivo estudio de Raygada, el Protector al no encontrar entre las siete piezas escuchadas una marcha de su entero gusto, resolvió adoptar, provisoriamente y de facto, la presentada en último término por Alcedo. La decisión, sugiere el propio Raygada, se debió al parecer a que aquel compás ya había sido escuchado anteriormente por San Martín, por lo tanto en esta segunda audición su belleza melódica e impulso dinámico le parecieron más convincentes. Técnicamente, entre los compositores, es usual que una primera audición no despierte el entusiasmo esperado, una impresión que en muchos casos mejora en las siguiente
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audiciones. En música pues, al parecer, la primera impresión no es la que necesariamente vale.
Los versos de la marcha nacional
Aunque los principales protagonistas del certamen de la elección de la marcha nacional fueron compositores de música, el concurso convocado por San Martín comprendía también ‘a todos los profesores de bellas letras’. No obstante, no existen noticias de la presencia de estos en el certamen. El propio Raygada supone que ‘los mismos músicos se encargaron, por espontánea resolución’, de seleccionar los poemas que mejor les pareciera a su razón estética y al sentido marcial que quería dársele a la marcha nacional. Bernardo Alcedo, en una correspondencia fechada el 8 de junio de 1863, que le envía desde su residencia en Chile a Juan de Rivera, afincado en El Callao, indica ante las interrogantes de su amigo sobre ‘el autor de nuestra Canción Nacional: es decir de los versos [...] que fue un caballero Iqueño, Dn. Juan José Ugarte, que también compuso los versos de la Chicha; y llegando estas piezas a mi mano le puse música. Refiriéndome a la primera, conservo los versos originales de su misma mano’. Los versos compuesto por Juan José Ugarte en 1821 (su nombre aparece escrito luego como José de la Torre Ugarte), a los cuales musicalizó Alcedo para el certamen del 17 de septiembre, fueron estos:
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CORO
¡Somos libres! ¡seámoslo siempre! Y antes niegue sus luces el Sol, Que faltemos al voto solemne Que la patria al eterno elevó.
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I
Ya el estruendo de broncas cadenas, Que escucharon tres siglos de horror De los libres, al grito sagrado Que oyó atónito el mundo, cesó. Por doquier San Martín inflamado, ¡Libertad! ¡libertad! Pronunció; Y meciendo su base los Andes, La enunciaron también a su voz.
II Con su influjo los pueblos despiertan Y cual rayo, corrió la opinión, Desde el istmo, a las tierras del fuego, Desde el fuego a la helada región. Todos juran romper el enlace, Que natura a ambos mundos negó, Y quebrar ese cetro que España Reclinaba orgullosa en los dos.
III Lima cumple ese voto solemne, Y severa su enojo mostró Al tirano impotente lanzando, Que intentaba alargar su opresión. A su esfuerzo, saltaron los hierros Y los surcos que en sí reparó Le atizaron el odio y venganza Que heredó de su Inca y señor.
IV Compatriotas, no más verla esclava Si humillada tres siglos gimió, Para siempre jurémosla libre Manteniendo su propio esplendor. Nuestros brazos hasta hoy desarmados, Estén siempre cebando el cañón, Que algún día las playas de Hespería, Sentirán de su estruendo el terror
V Excitemos los celos de España, Pues presiente con mengua y furor, Que en concurso de grandes naciones Nuestra patria entrará en parangón. En la lista que de estas se forme Llenaremos primero el renglón, Que el tirano ambicioso de Iberia Que la América toda asoló.
VI En su cima los Andes sostengan La bandera o pendón bicolor, Que a los siglos anuncie el esfuerzo Que ser libre por siempre nos dio. A sus sombras vivamos tranquilos, Y al nacer por sus cumbres el sol Renovemos el gran juramento Que rendimos al Dios de Jacob.
Como se habrá percibido, en estos versos originales no aparece la primera estrofa del himno actual que comienza con el: ‘Largo tiempo el peruano oprimido...; y se presenta además una quinta estrofa que comienza con: ‘Excitemos los celos de España...’, que en el canto que rige hoy en día ya no existe. Más adelante explicaremos las circunstancias de estos cambios que han ido moldeando al himno del Perú, pues es preciso antes dar algunas noticias de sus autores.
Alcedo, el creador de la partitura musical
Queda claro que el compositor de la música fue el maestro José Bernardo Alcedo, músico limeño nacido el 20 de octubre de 1788. Sus padres, José Isidro Alcedo y Rosa Retuerdo, de extracción mestiza, se esforzaron por educar
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buenamente al pequeño Alcedo, quien terminado sus estudios de primeras letras y dominado el latín, el idioma académico de la época, inició estudios de música bajo la dirección del fray Ciprinao Aguilar y fray Pascual Nieves, maestros de las capillas de los conventos de San Agustín y Santo Domingo. Su avance en el dominio de la técnica musical se manifestó en la ejecución de piezas religiosas, Alcedo pues había optado por vestir el hábito agustino, orden religiosa en la cual asumió la conducción de los niños coristas. Pero, dada su extracción social, era también capaz de componer piezas de gusto popular. Cuando en 1821 San Martín convocó el concurso para definir la Marcha Nacional del Perú, Alcedo era ya un experimentado músico y compositor. Como anotan sus biógrafos, su vida dio un gran cambio luego de que su partitura musical fuera elegida como ganadora en el certamen convocado por el Libertador. Alcedo dejó la vida del convento y pidió ser enrolado al ejército patriota, siendo incorporado como músico en el batallón nº 4 de las tropas chilenas, con el cual participó en varias acciones de armas y viajó hasta Santiago. En esta ciudad alcanzó el grado de subteniente y fue nombrado músico mayor del ejército entre 1823 y 1828, iniciando luego una exitosa carrera como profesor de música, asimismo integró la cantoria de la Catedral y ocupó en esta el cargo de maestro de capilla. Su estancia en Chile duró cuatro décadas, interrumpidas apenas por dos cortas visitas a Lima en los años de 1829 y 1841. Decidió retornar definitivamente al Perú en 1864, ya anciano, cuando el gobierno peruano le propuso dirigir el Conservatorio que se tenía proyectado crear, pero aquella obra no se hizo realidad, y en compensación fue designado Director General de las Bandas del Ejército. En 1869 publicó una obra
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titulada Filosofía elemental de la música que, para los especialistas de la época, era un trabajo que armonizaba sus vastos conocimientos con una ajustada orientación didáctica. Además de la Marcha Nacional, Alcedo compuso la música de varios cantos populares como La Chicha, La Pola, La Cora, también marchas militares inspiradas en la lucha independentista y dirigida a las tropas como: Canción a la batalla de Ayacucho y el Himno Guerrero. Sus obras de sentido religioso son también numerosas. Una de sus últimas aventuras musicales fue colaborar decididamente con el maestro Claudio Rebagliati en la restauración de la partitura original de la Marcha Nacional, trabajo culminado en 1869, casi cincuenta años después de haber compuesto la versión original. El maestro Alcedo murió el 28 de diciembre de 1878.
De la Torre Ugarte, el autor de los versos
Los versos de la Marcha Nacional fueron en su origen las letras de un poema de sentido patriótico. Su autor fue José de la Torre Ugarte, nacido el 19 de marzo de 1786. Su padre fue el español José Estanislao de la Torre Ugarte, quien luego de haber ejercido el cargo de Administrador General del Virreinato de Santa Fe, en el Ramo de la Lotería, vino al Perú a fines del siglo XVIII y se radicó en Ica. En este poblado conoció a Mercedes Alarcón, con la cual contrajo matrimonio, y tuvieron entre otros vástagos a José. El joven de la Torre Ugarte se trasladó a Lima a inicios del siglo XIX, para iniciar sus estudios universitarios en San Marcos, en una época en la cual existía el internado, comodidad a la que solían acogerse los estudiantes venidos de provincia. Se graduó como abogado en 1812 y, al parecer, obtuvo un empleo en la Audiencia de Lima.
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Su afición por los versos así como su marcado patriotismo, se complementaron con su gusto por la expresión popular. El fruto de esto fue la composición de varios poemas, de signo popular y patriota al mismo tiempo, uno de ellos fue la Marcha Nacional del Perú, pero antes había escrito La Chicha, muy conocida e interpretada con el acompañamiento musical que compuso el maestros Alcedo en la época en que San Martín ingresó a Lima, esto indica que ambos creadores tenían ya algunas obras conjuntas antes de forjar la Marcha Nacional. La Chicha fue una de esas obras y estos son sus versos.
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LA CHICHA
Coro Patriotas el mate de chicha llenad y alegres brindemos por la libertad
I Cubra nuestras mesas el chupe y quesillo, el ají amarillo y el celeste ají. Y a nuestras cabezas la Chicha se vuele, la que hacerse suele de maíz o maní.
II Esta es más sabrosa que el vino y la cidra que nos trajo la hidra para envenenar. Es muy espumosa y yo la prefiero
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III El Inca usaba en su regia mesa, con que ahora no empieza, que es inmemorial. Bien puede el que acaba pedir se renueve el poto en que bebe o su caporal.
IV El sebiche venga, La guatía en seguida, que también convida y escita a beber. Todo Indio sostenga con el poto en mano que a todo tirano ha de aborrecer.
V ¡Oh licor precioso, tú licor peruano, licor sobrehumano, mitiga mi sed! ¡Oh néctar sabroso de color del oro, del indio tesoro, patriotas bebed!
VI Sobre la jalea del ají untada con mano enlazada el poto apurad. Y este brindis sea
el signo que damos a los que engendramos en la libertad
VII Al cáliz amargo De tantos disgustos sucedan los gustos, suceda el placer. De nuestro letargo a una despertamos y también logramos libres por fin ser.
VIII Gloria eterna demos al héroe divino que nuestro destino cambiado ha por fin. Su nombre grabemos en el tronco bruto del árbol que el fruto debe a San Martín
Los biógrafos de José de la Torre Ugarte indican que San Martín, a los pocos meses de la elección de sus versos como la Marcha Nacional, lo nombró Oficial Mayor de Guerra, cargo que en aquel entonces constituía una de las más altas distinciones y que le significó el inicio de una ascendente carrera pública. El año 1827 fue designado Auditor de Guerra, luego Oficial Mayor de la Secretaria de la Presidencia y Contador de los Fondos de Policía. Posteriormente fue nombrado Juez de Chancay, y en 1830 fue designado Vocal de la Corte Superior de La Libertad, cumpliendo esta función falleció en la ciudad de Trujillo el 1º de septiembre de 1831,
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poco después de haber sido elegido diputado y antes de que asumiera la función legislativa.
El estreno oficial de la marcha nacional
La Marcha Nacional fue estrenada el 23 de septiembre de 1821, como parte de las celebraciones por la rendición de las tropas españolas atrincheradas en el Fuerte del Real Felipe, el 19 de ese mes. La rendición estaba precedida por la retirada del ejército de Canterac que en la primera semana de septiembre había ingresado al Fuerte con el propósito de alentar a la resistencia realista, un objetivo que no fue cumplido. La rendición del Fuerte significó la caída del último bastión español en la capital. Con este hecho, militarmente, al menos en Lima, ya España estaba vencida. El Maestro Alcedo preparó esmeradamente la orquestación de la Marcha en el Teatro Principal de la ciudad en los días previos al estreno público. La voz elegida para interpretar los versos fue la cantactriz Rosa Merino, quien había participado con Alcedo en la puesta en escena de otras piezas musicales. El día del estreno el Coro de la Marcha fue cantado por el público que asistió, entre ellos el General San Martín y los altos oficiales del Ejército Libertador, así como la aristocracia criolla de Lima y altos funcionarios del Protectorado. Rosa Merino interpretó las seis estrofas de la canción original, por lo tanto aquel día la primera estrofa del Himno actual (‘Largo tiempo el peruano oprimido...’) no fue cantada. Según la información brindada por Raygada, la cantactriz Rosa Merino era por entonces la artista mimada por el público limeño, al juzgar por las elogiosas referencias que los periódicos hacían de su voz y de su simpatía. Raygada cita
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algunas de esas notas periodísticas, como la aparecida en el diario Los Andes libres dos semanas antes del estreno de la Marcha Nacional, en la que se refería que: ‘la opera La Isabela se ejecutó muy bien en la noche del 8 del corriente. La señora Rosa Merino y el señor Antonio Arbesto, se distinguieron con preferencia, y no dejaron percibir ningún defecto de los que les acompañaban’. También transcribe la nota aparecida el 15 de febrero de 1822 en El Correo Mercantil, Político y Literario, en la cual se decía que: ‘la señora Merino ejecutó con singular gusto diez piezas selectas, pero en La Chicha, apenas se oía su voz por el incesante palmoteo de las circunstancias’.
La difusión de la marcha nacional
Tanto para San Martín y sus oficiales, como para la elite criolla peruana, la difusión de la Marcha Nacional entre la población peruana era una estrategia importante dentro de aquel contexto de guerra. La música y los versos de la Marcha eran considerados los medios más eficaces para transmitir el espíritu patriótico en contraste a la dominación española. La marcha peruana, al igual que varias otras de América Latina, se caracterizan por su sentido de desafío al poder español y de enfrentamiento frontal para conseguir la libertad. Para el ensayista argentino Pérez de Guzmán, ‘ni los escudos ni las banderas en las guerras de emancipación, ni en las revoluciones políticas, pueden entrañar los símbolos que representan las iras y las violencias de toda lucha. La expresión, no simbólica sino textual de estos sentimientos son las que inspiran las estrofas de los himnos nacionales, a que el compás rítmico de la musical contribuye a aumentar la energía’. Los versos de las marchas nacionales, como ‘ecos de la pasión del momento’ eran también armas de guerra, pues al
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calar en los sentimientos de civiles y militares, del pueblo en general, aseguraban el compromiso y el sacrifico en la lucha. La difusión comenzó por lo tanto en los propios regimientos militares, conformándose en ellos bandas de músicos. Se estableció, además, que era obligatoria su entonación en toda ceremonia protocolar del gobierno Protectoral de San Martín, así como también en cualquier ceremonia pública y al inicio de las funciones teatrales. Luego, durante el gobierno del Delegado Supremo, marqués Torre Tagle, se dispuso por decreto del 13 de abril de 1822 que la Marcha fuera entonada por los escolares de la capital todos los domingos a las cuatro de la tarde en la Plaza de la Independencia (Plaza de Armas de Lima). Y en los días de clases debían cantar al menos tres estrofas en las mañanas antes de iniciar sus labores, y otras tantas al finalizarlas por las tardes. Las consideraciones por las cuales el marqués Torre Tagle dispuso la obligación de los escolares de cantar la marcha nacional, son representativas de la importancia que tenía para la elite política criolla la difusión, desde las instituciones educativas, del ideario patriótico y republicano contenidos en la Marcha Nacional. Por lo sugerente de esas consideraciones, aquí las transcribimos en parte:
Los (gobiernos) que quieren hacer felices y virtuosos a su pueblos, se esmeran en formar patriotas desde la infancia, porque el patriotismo es el conjunto de muchas virtudes, y el germen fecundo de las ventajas que trae su posesión. Por el contrario los gobiernos débiles y tiránicos, sólo forman esclavos que se acostumbran a temer, e ignorantes que se inclinan al vicio, para que no haya quien censure los del mismo gobierno... La base de las antiguas instituciones (virreinales) era abandonar al influjo de la superstición y de la ignorancia, la porción más
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