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MÁS ALLÁ DEL ENIGMA: UNA AGENDA PARA INTERPRETAR A SENDERO Y EL PERÚ, 1980-1995 / Steve J. Stern
inclinado a rechazar las elecciones y promover la insurgencia armada, aceptóeste giro. La seriedad del conflicto armado su capacidad, conjuntamente con el errático desempeño económico y las agudas caídas en los salarios reales, para destruir la efectividad del presidente Fernando Belaúnde (1980-1985) y devolver a las fuerzas armadas un papel prominente en la vida política nacional desafiaba las expectativas de contención regional y política. ¿Por qué fue que una secta maoísta históricamente arcaica, tan contrapuesta a la dirección del cambio en la mayoría de las izquierdas latinoamericanas y peruanas, resultó ser tan capaz para librar una guerra, organizar una base de respaldo social y leer el flujo de la historia? (2) La victoria de la alianza izquierdista de Izquierda Unida en las elecciones municipales de 1983 y la captura de la presidencia por Alan García, del APRA, en 1985, parecían significar el ascenso de la alternativa de centro-izquierda, marcada por la asistencia económica y los proyectos de desarrollo populistas, el antiimperialismo y una forma política, antes que militar, de derrotar a la insurrección. Sinembargo, en tres años y medio, la ferocidad de una crisis de balanza de pagos y el subsiguiente shock económico, además de la incapacidad para ganar la guerra, habían destruido la credibilidad de García y de una solución centro-izquierdista. De hecho, los principales contendores en las elecciones presidenciales de 1990 Mario Vargas Llosa como el novelista convertido en candidato de una "nueva" derecha neoliberal, y Alberto Fujimori como un "desconocido" que rechazaba la política tradicional significaban la desaparición de las esperanzas que alguna vez fueron puestas en los partidos de centroizquierda. Fujimori sorprendió al electorado al vencer, luego sorprendió a la población adoptando un duro tratamiento de shock neoliberal que disparó los precios de las mercancías más importantes y contrajo la economía. ¿Por qué motivos la política izquierdista y centroizquierdista hizo implosión de modo tan dramático?¿Por qué fue que un político novato le robó la función política incluso a los neoliberales? (3) La guerra insurreccional se intensificó en Lima a medida que el Perú ingresaba a un periodo de penurias económicas y severo neoliberalismo (acompañado por los brotes de cólera de 1991) para las empobrecidas mayorías. La afirmación de los insurgentes de que para mayo de 1991 habían alcanzado la etapa del "equilibrio estratégico" en la guerra; los atentados urbanos con explosivos y el asesinato de dirigentes políticos alternativos que ahogaron de miedo a Lima durante los siguientes quince meses; la suspensión del congreso, la judicatura y la constitución en el autogolpe de abril de 1992 del presidente Alberto Fujimori: todo esto parecía implicar un inminente colapso nacional. Pero fue Sendero quien colapsó con la captura, en septiembre, de Abimael Guzmán, su mítico líder, y la abrupta caída subsiguiente de su capacidad política. Es solo retrospectivamente obvio que Sendero había perdido la guerra entre 1989 y 1992, a pesar de que las apariencias decían lo contrario. En esos años, la profunda alienación
campesina de las políticas senderistas cristalizó en una resistencia organizada, facilitada por cierto acercamiento entre las fuerzas armadas y el campesinado. La resistencia rural a Sendero, conjuntamente con los avances en la inteligencia políticomilitar, hicieron que fuese vulnerable incluso cuando parecía estar cerca del umbral de la victoria decisiva. ¿Cómo pudo Sendero haberse aproximado símultáneamente tanto a la victoria como a la derrota estratégica? (4) La sensación de incomprensibilidad quedó reforzada por la intensidad con que la política peruana parecía concentrar distintos tiempos y tendencias históricas en una sola coyuntura. La gama de los principales contendores por el espacio político peruano de los años ochenta no sólo incluía a unos revolucionarios maoístas, preocupados por la ruptura chino-soviética y el rumbo seguido por la revolución china en los sesentas y setentas. También incluía a populistas de izquierda y centro-izquierda (Alfonso Barrantes, el marxista que ganó las elecciones municipales de 1983 en Lima, y Alan García, el presidente cuya elección en 1985 revitalizó el legado inicial de crítica social del partido aprista), que evocaban una política de reformas, anti-imperialismo y capacidad de convocatoria de masas que estalló repetidasveces en América Latina entre los años treinta y sesenta; un presidente solemne y tradicional (Fernando Belaúnde), cuya elección recordaba una política de centrismo y moderación ilustrados proyectos de desarrollo, colonización de la frontera y moderado reformismo social que resultaba más fresca a comienzos de los años sesenta; una fuerza guerrillera (el MRTA, Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) de la cual la genealogía de su dirigencia y la disposición para encabezar una marea revolucionaria desatada por audaces acciones armadas y simbolismo, trajo de vuelta a la vida a los grupos inspirados por la revolución cubana de los sesentas; unas fuerzas armadas cuya campaña de contrainsurgencia y control político en las provincias recordaba las guerras sucias y los regímenes militares fundacionales de Sudamérica entre comienzos y mediados de los setentas; una pareja de profetas prominentes (Hernando de Soto, autor del manifiesto El otro sendero en 1986, y Mario Vargas Llosa, el candidato presidencial de 1990) de la revolución neoliberal que redifinió el discurso político en la Latinoamérica de los ochentas; un "desconocido" político (Alberto Fujimori) cuya elección capturó la sensación de cansancio con los viejos planes políticos y la añoranza de alternativas realmente frescas que lanzaron a "nuevos" políticos de "la nada" en la América Latina de finales de los ochentas y comienzos de los noventas. ¿Cómo era posible que cada uno de estos jugadores políticos tuviese un buen día durante una coyuntura histórica relativamente comprimida?¿y cómo era posible que tantos de ellos cayeran de la cumbre política de modo tan precipitado e inesperado?
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A decir verdad, Alejo Carpentier señaló hace ya tiempo (en su clásica novela Los pasos perdídos, 1953) una tendencia latinoamericana a la coexistencia de tiempos políticos que en otras partes del mundo parecían separarse en una secuencia
más cronológicamente ordenada. "Piense que nosotros, por tradición, estamos acostumbrados a ver convivir Rousseau con el Santo Oficio, y los pendones al emblema de la Virgen con El Capita...", explicaba un observador a un visitante de Venezuela en los años cincuenta (Carpentier 1985 [orig. 1953]: 118). Ello no obstante, el Perú de los ochentas y tempranos noventas en donde populistas, desarrollistas, revolucionarios, dirigentes de una "guerra sucia", neo liberales y desconocidos podían, todos ellos, construir una formidable presencia política por un tiempo, y sin embargo perder la magia política rápidamente presentaba un caso extremo de coexistencia y compresión histórica. El congestionamiento político puso a prueba las fronteras de la comprensión, incrementó la posibilidad de repentinos giros sorpresivos y se añadió a una sensibilidad de crisis e incertidumbre.5
En suma, las sorpresas y la velocidad de la vida política peruana parecen desafiar los gastados guiones de clasificación, elaboración de la crónica y explicación. En este sentido, el enigma y los choques asociados con Sendero formaban parte de un sensación mayor de misterio y sorpresa, asociada con el Perú.
La sensibilidad creada por una serie de giros y vueltas genuinamente sorprendentes ya menudo difíciles de explicar, es la del periodismo diario. Acontecimientos importantes parecen caer del cielo, en un flujo impredecible pero constante de sucesos que chocan y cambian nuestro mundo social, por razones que siguen siendo algo misteriosas. Estos eventos son como actos de Dios o de la Naturaleza. Un terremoto golpea aquí, un huracán allí; un asesinato acá, una masacre allá. Uno se apura por brindar una relato elemental del acontecimiento y sus consecuencias inmediatas. ¿Pero quién sabe cuándo, dónde o por qué motivo ocurrió dicho evento? Antes de que una explicación haya sido presentada, otra novedad un deslizamiento de tierra aquí, un levantamiento allá cae del cielo y llama nuestra atención. Si la velocidad de los principales sorpresas y eventos impide un análisis profundo posterior, el sentido de las conexiones y patrones que contextualizan e historizan los acontecimientos se hace cada vez más difícil de establecer. La sensación de un mundo caótico golpeado por accidentes y sorpresas se hace cada vez más difícil de resistir.6
Este tipo de sensibilidad fue bastante evidente en el simposio de 1995 que vino a ser este libro. El papel de los accidentes o del "azar en la historia" fue un tema recurrente, sobre todo en los primeros días de nuestros intensas reuniones.
5 La sensación de crisis extrema y de incomprensibilidad también contribuyó a la sensibilidad apocalíptica. Esta surgió no sólo en la fascinación con los temas milenaristas descritos en la nota 3, supra, sino en obras literarias que sugerían el fin del mundo; véase, p.c., Vargas Llosa 1984. 6 Obviamente me refiero aquí al periodismodiario en su papel como crónica de las noticias, no al periodismo de investigación de reporteros que se toman un "descanso" de la rutina diaria para preparar artículos y libros que investigan una cuestión social de modo más profundo. Por supuesto que los mejores periodistas intentan equilibrar ambas funciones.
PERÚ HACIA 1980 Nota: Las líneas punteadas delimitan los cinco departamentos de la sierra sur-central analizadas en la parte II de este volumen, yel departamento de Puno analizado en la parte III.
El recurso a esta frase no reflejaba una falta de conocimientos empíricos, capacidad analítica o talento teórico por parte de los participantes. Ella reflejaba, de un lado, una honesta expresión de la sensación de asombro, impredecibilidad y la limitada comprensión profunda, forjada a partir de una experiencia permeada por los golpes, así como por una grave seriedad. La vida había dado vueltas insospechadas que parecían importar bastante, por lo menos hasta la siguiente vuelta. Bajo estas circunstancias, la inutilidad de los marcos conceptuales y expectativas analíticas previas se tornaron del todo evidentes. El refrán asimismo expresaba el trazado de una distancia moral e intelectual de las lecturas teleológicas de la historia que Sendero promovía. Después de todo, era Sendero el que proclamaba una capacidad penetrante y totalizadora para leer la contradictoria marcha de la historia hacia su inexorable y triunfal final. El deseo de marcar distancia con las confiadas teleologías senderistas resonaba de buena gana con el escepticismo intelectual postmoderno para con las grandes narrativas y los marcos conceptuales totalizantes.
Pero la dicotomía entre la historia como teleología y como evento fortuito es demasiado rígida y auto destructiva. Ambos polos destruyen la mezcla de curiosidad y artesanía que conforma el arte del análisis histórico contextualizado. Si la historia es una marcha hacia un gran final, predestinado e irreversible, y todo lo que sucede no es sino un paso en un camino inevitable, entonces hay poco que analizar, cuestionar o investigar profundamente: el contexto y los lineamientos de la historia están dados. De otro lado, si ella es una secuencia fortuita de eventos que suceden sin causa alguna, o más precisamente, por razones tan inmediatas e infinitamente variadas que constituyen el equivalente de un juego de azar, también habrá poca necesidad de analizar, cuestionar o investigar profundamente. El contexto es transparente e inmediato y la historia es una cadena episódica de acontecimientos.
Entre los polos de la teleología sobredeterminada y el azar casi aleatorio late el arte del análisis histórico contextualizado: el estudio de los seres humanos en su dimensión temporal, como el despliegue de un patrón de posibilidades y probabilidades, algunas de ellas realizadas, otras no; algunas arrastrando grupos humanos en la misma dirección, otras en distintos rumbos; algunas más estructuralmente enraizadas y otras más susceptibles al cambio, y todas ellas conformadas en parte por las acciones y las prácticas culturales humanas.
La agenda de este libro busca pasar "más allá del enigma" llevando el arte del análisis histórico contextualizado a la guerra en que la sociedad peruana se sumió entre 1980 y 1995. Hemos argumentado que es comprensible la sensa- ción de misterio que rodea al fenómeno senderista y, en términos más generales, al Perú. Pero la tarea que enfrentamos es historizar y contextualizar los orígenes sociales, la dinámica y las consecuencias de un periodo de guerra que constituyó una línea divisoria principal, en la cual mucho estuvo en juego y se forjaron le-
gados duraderos. Esta tarea se hace aún más difícil si lo que deseamos es conservar nuestro equilibrio intelectual, evitando las fáciles pero vacuas soluciones aparentes. De un lado, necesitamos evitar lógicas explicativas sobredeterminadas que borran por completo la sensación de asombro, inusualidad y extrema condición humana que constituye parte de la experiencia y de sus significados. Del otro, debemos evitar también un reduccionismo que simplifica en su mínima expresión amplias experiencias y frustraciones sociales que generaron y alimentaron la guerra civil: la historia de un extravagante grupo marginal, liderado por cerebros diabólicos, que se juntaron en una provincia específica en los años sesenta y setenta, organizaron una ideología y un conjunto de cuadros, y libraron y perdieron una guerra brutal en los ochentas y noventas.
Entonces, este libro constituye un esfuerzo colectivo por construir un análisis histórico de la guerra y la sociedad en la época de la crisis peruana. Emprendemos esta tarea analizando cinco temas: las raíces históricas de la convulsión política y los proyectos revolucionarios en la sierra, la fallida lucha senderista por conquistar los pueblos de la sierra del centro-sur, la destrucción de la aparente "tercera vía" en Lima y en la sierra, la experiencia de guerra de las mujeres y su surgimiento como sujetos ciudadanos, y las consecuencias que la guerra tiene para el gobierno y la cultura políticas (véase el mapa 1.1, para una orientación geográfica a las principales zonas y lugares considerados en este libro). Estos temas son tratados en las partes 1 a V de este libro, respectivamente, y en una breve conclusión que presenta hallazgos que atraviesan las diversas secciones del libro. Pasemos, entonces, a nuestro primer gran tema: las raíces históricas de las sensibilidades y proyectos que arrojaron al Perú a la guerra en los años ochenta.