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Reconstruyendo la vida cotidiana en Ayacucho en los años noventa: fotos 7-8

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Hortensia Muñoz

Hortensia Muñoz

EL FRENTE URBANO Y LA UNIVERSIDAD DEL CENTRO

Otro factor que jugó un importante papel fue la existencia de la Universidad Nacional del Centro, cuya sede es la ciudad de Huancayo. Este centro de estudios, fundado a inicios de la década del sesenta, alberga un significativo contingente de estudiantes de la región y migrantes, con una condición social precaria (en sus orígenes fue fundada como Universidad Comunal del Centro, lo cual remarca su vinculación con el mundo campesino comunero de la región), para quienes es un amargo descubrimiento constatar que sus expectativas de acceder a un trabajo decorosamente remunerado cuando egresan son más bienremotas, dados los grandes desniveles que caracterizan la formación académica en el país y las formas de discriminación étnica y racial vigentes, que ponen en desventaja objetiva a los estudiantes serranos del interior3. Algo semejante ocurre con la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho. La Universidad del Centro tenía el atractivo para el comando senderista de estar situada en una ciudad más cercana a la capital, con una mayor importancia económica, política y administrativa, y cuyo tamaño facilitaba el accionar clandestino. En los hechos, las acciones de propaganda armada realizadas por los contingentes senderistas les permitieron ganar importantes contingentes estudiantiles que jugaron un importante papel en la ejecución de los atentados en la ciudad y en las incursiones contra las comunidades del valle del Mantaro.

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Desde 1986 la Universidad se convirtió en un campo de batalla crítico para Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Para este último la región central era un espacio "natural" de desarrollo, dado el antecedente del trabajo político realizado por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria ―una de las vertientes de la izquierda peruana de la cual desciende el MRTA― desde la década del sesenta, cuando su frente guerrillero más importante fue el de la selva central, bajo la dirección de Guillermo Lobatón Milla y Máximo Velando Gálvez.

La lucha por el control de la Universidad fue sangrienta, con asesinatos políticos cometidos por ambas fuerzas contra sus oponentes. Según una denuncia consignada en la revista Cambio, el ejército desarrolló la táctica de perpetrar ase-

3 Un sector social emergente en el proceso de movilización y cambios de la sociedad peruana ―el de los estudiantes universitarios de provincia― se encontraría expuesto a situaciones de inestabilidad e inseguridad que derivan de la incongruencia entre expectativas y logros. Es probable que esta condición les haga cuestionarse acerca de su futuro personal en el marco de oportunidades que la sociedad les ofrece, y los vuelva especialmente receptivos a la consideración de los problemas económicos y sociales del medio del que proceden, sobre el cual, por su formación, tienen algunos esquemas explicativos para interpretados. La dinámica de movilización y bloqueo ―en elplano personal y en el de sus comunidades― haría atractiva una opción encaminada al cambio de estructuras mediante el ejercicio sistemático de la violencia (Chávez de Paz 1989: 57).

sinatos políticos, con comandos que actuaban presentándose como integrantes de los dos grupos subversivos enfrentados, para agudizar así sus enfrentamientos embarcándolos en una macabra dinámica de represalias y contrarrepresalias. Suman decenas las víctimas provocadas por estas acciones punitivas, varias de ellas realizadas en el interior del campus universitario. Durante la fase final del régimen de Alan García se sumaron a la dinámica violentista paramilitares apristas, pero fueron rápidamente aplastados por los comandos de aniquilamiento de Sendero. A fines de la década del ochenta la desaparición de estudiantes y profesores de la Universidad y de colegios secundarios de la región, secuestrados por agentes de las fuerzas de seguridad, según múltiples denuncias, se volvió un hecho cotidiano.

Los testimonios de los profesores que trabajaron durante este periodo en la Universidad describen la situación de zozobra e inestabilidad vivida como el resultado no sólo de la violencia política desatada por las organizaciones subversivas y las fuerzas armadas, sino de la utilización de este contexto de violencia generalizada para saldar viejas cuentas entre rivales que poco o nada tenían que hacer con la política. Un ejemplo de los extremos a los que llegó esta violencia múltiple y anárquica fue la proliferación de cartas anónimas dirigidas a los catedráticos amenazándoles de muerte para respaldar demandas tan banales como exigir exámenes sustitutorios en las materias que dictaban4 .

A CONQUISTAR EL CAMPO

La estrategia de poder senderista exigía consolidar un sólido trabajo campesino, a partir del cual se lanzaría el asalto a las ciudades que constituían el centro del poder político a capturar. Pero, a diferencia de lo que acontecía en Ayacucho, donde Sendero Luminoso había desarrollado un significativo trabajo político entre el campesinado5 en las dos décadas anteriores al inicio de la lucha armada

4 Un profesor universitario me explicaba que lo peor, cuando se recibía un anónimo, no era tanto la amenaza de muerte en sí sino la imposibilidad de saber si éste era enviado realmente por la organización que lo firmaba o si era obra de algún enemigo personal. La incertidumbre ejercía en este caso un efecto psicológico más desquiciante que la amenaza de muerte misma. Los profesores de los colegios secundarios debieron afrontar una situación semejante. 5 Al término campesino, largamente utilizado durante las dos últimas décadas, se le critica, por una parte, encubrir la existencia de identidades étnicas no reducibles al análisis de clase y, por la otra, que no da cuenta de la naturaleza de una fracción social que hace tiempo desarrolla múltiples aetividades económicas que van más allá de la agricultura. Pese a eso, me pareee pertinente utilizarlo. Por una parte, el reconocimiento de la diversidad étnica del campo peruano no anula la existencia de relaciones clasistas. Por la otra, aunque la condición campesina incorpora desde varias décadas atrás toda una gama de actividades extraagrícolas, y el peso de la agriculturadentro de la estrategia de vida de los integrantes del sector es eada vez menor, lo decisivo, a mi manera de ver, es la lógica de

(Degregori 1990), en la sierra central no contaba con semejante capital político. El trabajo desarrollado entre los estudiantes y profesores de la Universidad del Centro y los colegios secundarios de la localidad podía proveer de simpatizantes de origen campesino que facilitaran la penetración en el campo, pero era necesario contar con el apoyo de cuadros experimentados. Estos vinieron fundamentalmente de Huancavelica y Ayacucho, desplazándose en columnas armadas que recorrían las tierras altas de la vertiente occidental de la cordillera de los Andes, una zona poblada principalmente por pastores y agricultores de altura que viven en comunidades y en las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS), unidades asociativas creadas durante el gobierno del general Velasco Alvarado, fusionando a las grandes haciendas ganaderas con algunas de las comunidaes colindantes.

El funcionamiento de las SAIS era una fuente de descontento y tensiones entre la burocracia estatal que las controlaba y el campesinado. La capa administrativa impuesta por el estado había creado sus propios intereses y se constituía en una valla insalvable para cualquier intento de cambio, en un sector que confrontaba una crisis endémica (Montoya et al. 1974). Esta situación fue aprovechada por Sendero Luminoso para avanzar en su proyecto de asentarse en el campo. No es accidental que las primeras incursiones contra las SAIS del centro se ejecutaran en diciembre de 1983, el mismo año cuando la intervención de las fuerzas armadas en Ayacucho obligó a la dirección senderista a retirar a sus cuadros más experimentados hacia otros escenarios, para preservados al mismo tiempo que expandía su presencia política. A los asaltos contra las unidades productivas de la SAIS Cahuide que ya hemos reseñado se sumaron durante los años siguientes los atentados contra la infraestructura de transporte, transformación y comercialización de las SAIS y los atentados personales contra los administradores que se negaban a obedecer las conminaciones que Sendero les hacía para que renunciaran a sus cargos. Indalecio Pino, el administrador de "Tucle", se salvó milagrosamente de una emboscada que le tendió un comando de aniquilamiento senderista en Huancayo, para morir poco tiempo después, por una ironía del destino, de un paro cardiaco.

Pero Sendero tenía que combatir, además, contra las organizaciones de la izquierda legal, que habían desarrollado un significativo trabajo político entre el campesinado de la región, principalmente a través de la Confederación Campesina del Perú (CCP), cuyos cuadros eran conscientes de que en la lucha por dar satisfacción a las demandas del campesinado de la región se jugaba la posibilidad

conjunto: más que empantanarse intentando definir a partir de qué porcentajc de componente extraagrícola en el ingreso campesino debe hablarse de "descampesinización", es más relevante determinar en qué medida el trabajo familiar se organiza en torno al calendario agrícola, subordinando las demás actividades a sus demandas estacionales.

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