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Los ronderos, sistemas de autodefensa de la comunidad en Ayacucho: fotos 9-11
je y el fraccionalismo que fluyeron de éste incluían una zona de tolerancia y una libertad de acción política que permitió a Sendero proseguir con su estrategia de obtener informacion y presencia local, y de trabajar las contradicciones locales que minaron las terceras vías. Como muestra Burt, las consecuencias también significaron que los dirigentes de base dinámicos, como María Elena Moyano, podían encontrarse expuestos y ser vulnerables cuando pasaban a un antagonismo más agudo con Sendero. El asesinato de Moyano en 1992 a manos de Sendero estuvo cargado de un simbolismo devastador. La dinamita que la destrozó también voló la esperanza de que comunidades como Villa El Salvador señalaran una tercera opción viable, construida por y para los pobres y los desposeídos.2
Como hemos visto, ideas y aspirantes políticos con raíces en eras históricas distintivas parecían de algún modo coexistir y congestionar los espacios políticos peruanos durante los años ochenta y noventa. En tanto que capital política y de los medios de comunicación de la nación, centro económico y megaciudad, Lima Metropolitana constituía el lugar principal que concentraba un número asombroso de actores políticos rivales. Pero aunque fue especialmente notable en Lima y en las comunidades barriales que la rodeaban, la congestión y la contienda política también se desarrollaron en otros lugares. José Luis Rénique muestra de forma vívida que en Puno, en el lejano sur de la sierra peruana, también se desarrolló una feroz lucha por construir y por eliminar una tercera vía aparente. De hecho, el Punode mediados a finales de los años ochenta vio tomas de tierras respaldadas por las militantes federaciones campesinas. Los proyectos políticos claves incluían no solo los de Sendero y los militares, sino también al populismo promovido por Alan GarcÍa y el revitalizado Partido Aprista, la revolución no senderista promovida por el PUM (Partido Unificado Mariatcguista) y la democratización de base promovida por una Iglesia progresista, las ONGs ("organizaciones no gubernamentales") y las comunidades y federaciones campesmas.
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Uno de los aspectos másllamativos y sorprendentes del análisis político que Rénique hace de Punoes una cierta consistencia con el estudio de Burt sobre Villa El Salvador. Por supuesto que unas inmensas diferencias en el medio político y social separa a ambos casos. Puno era un mundo social agrario de mayoría india, no una metrópoli urbana.3 Su historia y cultura política regional configu-
2 Para el aislamiento de los dirigentes de base y el asesinato de Moyano, véase también el ensayo de Coral en la cuarta parte. Ella argumenta que Moyano y las dirigentes femeninas de las oganizaciones de base comprendieron la prioridad de la oposición a Sendero con mayor rapidez que la dirigcncia de los partidos de izquierda. 3 Para unos buenos trabajos que iluminan la historia y las especifidades de la región durante los siglos XIX y XX, véanse Jacobsen 1993; J. Rénique 1991a y, más en general para las provincias del sur, Poolc 1994.
raron a las fuerzas de izquierda y la auto-organización de base como algo importante pero menos hegemónicas que en Villa El Salvador. A pesar de ello, ciertas dinámicas políticas comunes trascienden estos contrastes. En Puno, al igual que en Villa, una tercera vía aparente colapsó bajo presión. En Puno, al igual que en Villa, las ambigüedades dentro de la izquierda sobre puntos decisivos el papel de la lucha armada en la política, la aceptación de alianzas con fuerzas no izquierdistas y con el estado en contra de Sendero ampliaron los espacios para el avancesenderista. En Puno, al igual que en Villa, Sendero resultó ser astuto en identificar las fisuras potenciales o reales y en "trabajar" las contradiciones.
Por supuesto que la resonancia de la dinámica política principal en ambas regiones no implica la falta de especificidad en los relatos más detallados del aniquilamiento de sus "terceras vías". En Puno y a diferencia de Villa El Salvador, unas fuerzas armadas políticamente capaces y no Sendero, resultaron ser los beneficiarios inmediatos del colapso de la tercera vía. En Puno y a diferencia de Villa El Salvador, el momento del avance de la guerra senderista significó que el proyecto del PUM no era tanto un "baluarte" contra éste como un esfuerzo por empujar al APRA y a Sendero fuera de sus campos establecidos de control e intimidación. En Puno, Sendero explotó las fisuras geológicas por ejemplo, las diversas visiones e inclinaciones políticas que podrían llegar a quebrar las relaciones de colaboración entre el PUM y la Iglesia específicas de la región. Y a diferencia de Villa El Salvador, en Puno el campesinado tuvo un papel importante dentro de una historia regional de política y alianzas sociales campesinas antes y después de la crisis de los ochentas, logrando un acercamiento con los militares que recuerda más al centro-sur de la sierra que a Villa.
Los análisis de Burt y Rénique arrojan tres importantes conclusiones sobre la expansión de la guerra y la política insurrecta a zonas fuera del centro-sur. Primero, las guerras de expansión territorial fueron también guerras de reduccionismo político: una lucha para destruir las terceras vías políticas, que eran con frecuencia culminaciones, de orientación izquierdista, de historias regionales previas de efervescencia y lucha social. Las guerras que buscaban reducir las opciones políticas a un esquema bipolar significaban que tantopara Sendero como para el estado, la izquierda no senderista frecuentemente era el coenemigo principal. En segundo lugar, las terceras vías frecuentemente resultaron ser más frágiles que resistentes bajo presión. Algo desolador surge en esta conclusión. La misma congestión de los espacios políticos peruanos indica una profunda añoranza de un orden social más justo y su corolario, un experimentalismo creativo que buscó construir nuevos sujetos ciudadanos y nuevas formas de la política. Pero por mucho que las terceras vías expresaran la añoranza y la creatividad, ellas cedieron ante un esquema de dos vías que destruía a los aspirantes políticos alternativos, o hacía que fueran superfluos. En tercer lugar, la vulnerabilidad de las terceras vías fue en parte autoinflingida. A decir verdad, las presiones y fuer-
zas externas la guerra entre dos bandos armados que no dudaban en usar la violencia contra sus rivales, una crisis económica y la desilusión política, que emponzoñaron la buena fe en las alternativas de base o democráticas y fomentaron la receptividad al orden instaurado mediante un fiat autoritario hicieron que en el mejor de los casos, ellas fue-ran difíciles. Ello no obstante, Burt y Rénique también demuestran que quienes las diseñaron cayeron presa de las ambigüedades, las divisiones y la ceguera que, si bien son comprensibles dentro del contexto del momento y de las experiencias políticas previas, incrementaron aún más la fragilidad de sus esfuerzos. Bajo presión, esta fragilidad saltó a la luz. Hasta las más prometedoras de las terceras vías se hicieron añicos.
Sendero Luminoso y la "batalla decisiva" en las barriadas de Lima: el caso de Villa El Salvador
Jo-Marie Burt1
EN UNA ENTREVISTa realizada en 1988, Abimael Guzmán, el líder principal de Sendero Luminoso, señaló que había llegado el momento para que la organización maoísta expandiera su presencia en Lima, la capital del Perú y hogar de un tercio de la población del país. La "guerra popular prolongada" en el campo, decía, se ha desarrollado a tal punto que ya era hora de preparar el terreno para la insurrección urbana, que los llevaría a la toma del poder. Para Sendero, un elemento clave para establecer una cabeza de puente en Lima sería controlar las enormes barriadas2 que rodean la capital y albergan a casi la mitad de su población. Guzmán (1988) llamó a estas barriadas los "cinturones de hierro" desde los cuales los pobres se alzarían en contra de los opresores del "estado burocrático-terrateniente". Como El Diario, el vocero senderista, señaló en julio de 1992: "Lima y los pueblos jovenes son el escenario en el cual la batalla final de la guerra popular será definida". 3
1 Agradezco el generoso respaldo de la Inter-American Foundation, el Institute for the Study of World Politics, el United States Institute of Peace, el Aspen Institute y el Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami, que me permitieron llevar a cabo un extenso trabajo de campo en Lima entre 1992 y 1994, Y hacer una visita de seguimiento en 1995. Vaya mi agradecimiento a Douglas Chalmers, mi asesor, y a Margaret Crahan, Steve Stern, Deborah Levenson, Kay Warren, Nena Delpino, Luis Pasara, Nelson Manrique, Carlos Iván Degregori, José López Ricci, Carlos Reyna y Carmen Rosa Balbi. 2 Este término se refiere no sólo a un espacio físico con viviendas y servicios básicos subdesarrollados, sino que denota también una forma de acceder a la vivienda organizada en torno a invasiones de tierras y al desarrollo eventual, por partes, de viviendas y otros servicios básicos, por lo general a través de los esfuerzos grupales de los pobladores de la barriada (Driant 1991). 3 Sendero Luminoso infiltró lentamente El Diario de Marka, un periódico izquierdista, alcanzando el control total en 1988. Rebautizado como El Diario, el periódico comenzó a aparecer en las calles limenas cubriendo disputas laborales y acontecimientos en las barriadas, manifestando una abierta línea pro-senderista.
Sin embargo, pocos observadores tomaron en serio la afirmación de Guzmán. Parecía poco probable que la organización maoísta que había tenido más éxito en zonas extremadamente pobres e históricamente marginales del país, caracterizadas por una débil presencia estatal y poca vida organizativa, lograse competir en el terreno más complejo de la política urbana. Sendero se había desarrollado en regiones remotas del país, como Ayacucho, donde el alcance estatal era tenue, los partidos políticos en su mayoría estaban ausentes y la sociedad civil era débil (Degregori 1985b). El débil desarrollo de las organizaciones sociales democráticas entre el campesinado de dichas regiones permitió que el estilo autoritario del liderazgo senderista floreciera. En cambio, se argumentaba, Sendero encontraría serios obstáculos en otras partes del país, donde las organizaciones sociales sí se habían desarrollado y podrían servir como un muro de contención contra sus esfuerzos organizativos.4 A medida que los acontecimientos se desarrollaban a mediados de los añosochenta, ejemplos como el de Puno, donde el movimiento campesino organizado y sus aliados políticos resistieron los intentos senderistas por radical izar sus luchas por la tierra, parecieron confirmar este argumento. De esta manera, este argumento se convirtió en parte del sentido común y del discurso adoptado tanto por investigadores como por activistas de izquierda.
La teoría del "baluarte social" parecía ser especialmente válida para Lima (Smith 1992). La ciudad capital no sólo era el centro del gobierno, sino que su espacio político estaba poblado por un gran espectro de grupos políticos y sociales. Los partidos políticos iban desde Acción Popular (AP) y el Partido Popular Cristiano (PPC), de centro-derecha, al populista Partido Aprista y la alianza izquierdista de Izquierda Unida (IU). En las barriadas, las organizaciones populares habían estado movilizándose desde fmales de los años setenta para exigir servicios estatales, desafiar las políticas económicas y sociales antipopulares y resolver problemas locales por sí mismas, creando una vasta red de asociaciones vecinales, comedores populares, clubes de mujeres y organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD) que les brindaban preparación técnica y asistencia financiera. Los académicos progresistas y activistas de izquierda señalaban el vínculo entre estas organizaciones e Izquierda Unida, forjado durante la lucha contra el gobierno militar a finales de los años setenta y consolidado durante los ochenta, cuando la izquierda ganó las elecciones municipales en numerosos distritos populares de Lima.5 IU representaba una alternativa viable de cambio de-
4 Para una discusión inicial de esta naturaleza véase Degregori (198Sb). IDS (1989) publicó un estudio que esbozaba este argumento con mayor detenimiento. Véase también a Woy-Hazleton y Hazleton (1992). Sin embargo, mucho más significativo que estos estudios fue la creciente aceptación de este argumento entre los activistas de izquierda. 5 Durante toda la década de 1980, Izquierda Unida fue influyente a nivel del gobierno municipal, so-
mocrático y no violento que proporcionaba a los pobres una alternativa a la desesperación y la frustración que subyacían al proyecto violentista de Sendero Luminoso.
Villa El Salvador, un distrito popular de 260,000 habitantes ubicado a 26 kilómetros al sur de Lima, era tal vez el símbolo más importante en el Perú de la organización de izquierda y del desarrollo comunal. Una barriada originalmente diseñada para ser la vitrina urbana del gobierno militar reformista del general Juan Velasco Alvarado, Villa El Salvador se convirtió en un centro de organización y movilización popular de izquierda en contra del gobierno conservador de Morales Bermúdez. La vasta red de organizaciones populares del distrito no sólo era una fuerza de oposición al gobierno, sino también la base de esfuerzos comunales de gran escala por resolver problemas locales en base a la ayuda mutua. Los partidos de izquierda tuvieron un importante papel en el respaldo a estos esfuerzos de base. Luego de que el Perú retornase a un régimen democrático en 1980, la IUganó sucesivas elecciones municipales en Villa en esa década. Considerada como el modelo izquierdista más avanzado de participación popular y autogestión, Villa El Salvador fue promocionada como un modelo de organización local y una alternativa viable a un estado negligente. El modelo de planificación urbana y participación comunal fue adoptado en otras barriadas limeñas, como Huaycán, y sus logros fueron celebrados a nivel nacional e incluso internacional. A medida que Sendero Luminoso buscaba ampliar su presencia fuera de su base inicial en los Andes surcentrales, Villa fue presentada como un ejemplo de comunidad bien organizada, basada en la solidaridad y la participación democrática, que era virtualmente impenetrable para una organización autoritaria como Sendero.
Aunque los investigadores inicialmente dudaban de la capacidad senderista para desarrollarse en Lima, para 1990, las crecientes evidencias de que Sendero estaba logrando avances importantes en la capital, obligó a reevaluar su capacidad para extenderse a nuevas zonas. Lima fue una ciudad asediada a finales de 1991 y durante la primera mitad de 1992. En este lapso, sucesivas ofensivas senderistas remecieron la capital y el alcance e intensidad de las operaciones militares senderistas se incrementaron dramáticamente. Los actos de sabotaje a bancos, edificios del gobierno y la infraestructura básica común en Lima desde princi-
bre todo en los distritos de extracción más pobre. En 1980, IU ganó 9 de los 39 distritos municipales; en 1983, cuando Alfonso Barrantes, de IU, ganó la alcaldía de Lima, ésta ganó en 22 de los 41 distritos. En 1986 IU perdió terreno al APRA, que montaba la ola de la victoria presidencial de Alan García en 1985, perdiendo el control de II distritos. Como reflejo de una crisis mayor del sistema político partidario, así como de sus propios defectos, IU solamente ganó 7 de 40 distritos en 1989 y, tras la ruptura de la alianza, se convirtió en una fuerza política marginal. En 1993 ningún grupo de izquierda ganó una sola municipalidad en Lima, las que fueron dominadas por los llamados "independientes".
pio de los años ochenta quedaron opacados por los potentes coches-bomba, los "paros armados" y los asesinatos políticos. Pero estas acciones armadas sólo eran la huella más evidente de la presencia urbana de los maoístas. Cada vez habían más evidencias de su presencia en las inmensas barriadas limeñas.6 Sin embargo, lo que sorprendió a numerosos observadores fue su creciente influencia en barriadas como Villa El Salvador, en donde la matriz de organizaciones populares de ID estaba más desarrollada. Los maoístas avanzaron inexorablemente en distritos populares como Villa, demostrando importantes niveles de influencia en zonas geográficas específicas, así como en las organizaciones populares que se suponía conformaban el "muro de contención" contra su avance.
Por razones estratégicas y geopolíticas, Villa era un objetivo importante para Sendero. Como el distrito popular más importante en el cono sur limeño, Villa era una zona estratégica a controlar en el plan mayor de Sendero de cercar Lima. En términos geopolíticos, Villa limita de un lado con la carretera panamericana, el principal vínculo entre la capital y el sur del país; del otro, cruzando las faldas de los Andes, se une con otras barriadas que rodean la ciudad, formando el "cinturón de hierro" que Guzmán dijo cercaría y estrangularía la capital. Además de estas consideraciones estratégicas, Villa El Salvador también era un importante objetivo político para Sendero. Como el "distrito modelo" para importantes sectores de la izquierda Villa se convirtió en un símbolo peligroso para Sendero. La organización pacífica no formaba parte de su agenda; únicamente la revolución violenta podía producir cambios "reales" en el Perú. De hecho, Sendero libró una batalla ideológica no sólo contra el Estado y la derecha, sino también contra la izquierda legal peruana y las organizaciones sociales que estaban ligadas a ella. Esta izquierda participaba en las elecciones, tenía representantes en el congreso y administraba gobiernos municipales. Para Sendero, este "revisionismo" era la prueba que la izquierda había sido "contaminada" por el "viejo orden" que buscaban destruir por la fuerza. La batalla real, señaló Guzmán, era contra esta "izquierda revisionista": su principal competidor por el apoyo popular. Villa El Salvador la principal muestra izquierdista de organización popular y gobierno local participatorio era un símbolo clave de la "izquierda revisionista" que para Sendero tenía que ser eliminado. El ganar influencia en aquellas zonas como Villa que eran símbolos importantes de la izquierda legal permitiría a Sendero "desenmascarar" el "revisionismo" de IU y
6 En 1992, el Instituto de Defensa Legal, una importante organización de derechos humanos en el Perú, señalaba ominosamente que: "Sendero Luminoso ha crecido en barrios populares de Lima, no sólo en relación al número de atentados y acciones armadas, sino que ha logrado construir una vasta base social. Es importante señalar en ese sentido que la política económica que ha llevado a la extrema miseria a un elevado porcentaje de las familias que habitan en pueblos jóvenes, ha sido un elemento favorable a los planes senderistas" (IDL 1992: 211).
probar que ofrecía la única alternativa "revolucionaria" verdadera de cambio social.7 Como uno de mis entrevistados respondiera al preguntarle por qué motivo Sendero deseaba controlar Villa: "Sendero sabe que si llega a controlar a Villa, puede controlar cualquier cosa".
LA POLÍTICA EN LAS BARRIADAS
En la década de los cuarenta, los cambios en la economía y sociedad peruana produjeron una amplia migración rural a las ciudades, convirtiendo al Perú en una sociedad urbana y a Lima en una inmensa metrópoli. De ser una ciudad de 500,0000 habitantes en 1940, Lima tiene hoy entre 6 y 7 millones de habitantes, aproximadamente un tercio de la población total peruana. La creciente demanda insatisfecha de viviendas de bajo costo hizo que muchos migrantes urbanos y pobladores de tugurios o callejones organizaran invasiones de tierras en las afueras de Lima, donde construyeron viviendas precarias por cuenta propia y lucharon por obtener servicios básicos.8 Aunque algunas invasiones fueron reprimidas, el Estado frecuentemente permitió que los invasores se quedaran, distendiendo así la ira popular y al mismo tiempo librando al Estado de la obligación de desarrollar una política de vivienda (Driant 1991). Estas zonas tradicionalmente conocidas como barriadas y más recientemente como "pueblos jóvenes" por lo general carecen de infraestructura básica (agua, electricidad, desagüe, transporte público, instalaciones de salud y educación, etc.) y el comportamiento político de los residentes ha fluctuado entre movilizarse para exigir los servicios básicos del gobierno y juntar esfuerzos para brindarse ellos mismos algunos de los servicios, en base a la ayuda mutua. En 1961, unas 316,000 personas vivían en las barriadas, alrededor del 17% de la población total. Para 1981, casi un tercio de la población limeña vivía en ellas (1.5 millones) y los estimados realizados una década después sostienen que entre 3 y 3.5 millones de personas viven actualmente en ellas: casi la mitad de la población total de la capital.9
7 En este sentido, el intento senderista de ganar influencia y control en Villa tuvo importantes paralelos en Puno, en donde cuestiones simbólicas similares estaban en juego al infiltrar el movimiento campesino local. Véase a José Luis Rénique (1993 y en este volumen). 8 Desde que la oleada de migración rural se inició a finales de los años cuarenta, sucesivos gobiernos han adoptado una actitud de tipo laissez faire hacia las barriadas, permitiendo las invasiones de tierra para prevenir que las demandas contenidas de vivienda se conviertan en un problema político, pero sin emprender políticas sociales globales que mejoren las condiciones de vida de estos asentamientos. La única y breve excepción fue el intento de Velasco por promover de modo más activo los esfuerzos de autogestión, como forma de obtener un respaldo local para su experimento reformista. Véase a Driant (1991). 9 Información censal porporcionada por Driant (1991).
A este rápido proceso de urbanización le subyacía un modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones, que centralizó el crecimiento económico en los centros urbanos, sobre todo en Lima. Este modelo entró en crisis en el Perú en los años setenta, al igual que en otras partes de América Latina. Los años ochenta vieron diversos intentos por implementar programas de ajuste estructural o programas heterodoxos alternativos, cuyo eventual fracaso llevó al colapso de la economía peruana en 1988.10 Las tasasde crecimiento negativas y los dramáticos niveles hiperinflacionarios redujeron el nivel de vida en comparación a lo que fue en la década de 1960 y la crisis fiscal resultante llevó a un dramático colapso de la capacidad estatal de brindar servicios públicos elementales (véase a Olivera y Ballón 1993), incluyendo niveles elementales de orden y seguridad ciudadana. En Lima, el crimen y la delincuencia común crecieron rápidamente sobre todo en los pueblos jóvenes.11 La incapacidad de la policía para detener la creciente tasa de criminalidad minó la confianza pública en esta institución. Numerosos casos de participación policial en crímenes violentos, extorsión, asaltos armados y secuestros, han contribuido a que su imagen pública se deteriorase aún más.Los enfrentamientos abiertos entre miembros de las fuerzas policiales y armadas en las calles, son otro ejemplo de la profunda crisis institucional del Estado peruano.12
La reestructuración neoliberal de 1990 y 1991 exacerbó estas condiciones.13 Los niveles de vida fueron pulverizados por el programa de estabilización implementado en agosto de 1990, pocas semanas después de que Alberto Fujimori hubiese iniciado su gobierno. El alza de los precios y los cortes en el gasto social14 duplicaron el número de peruanos que vivían en condiciones de pobreza crítica: de 6 a 11 millones de la noche a la mañana, la mitad de la población del país.15 En Lima metropolitana el gasto en consumo, que ya había caído casi
10 Para una excelente discusión de estas políticas, véase a Gonzales de Olarte y Samamé (1991). 11 "Sicosis en Lima: delincuencia", Caretas, 25 de marzo de 1991 (Lima): 39-45. 12 "El vacío interior", Caretas, 3 de febrero de 1991 (Lima): 6-14. 13 Otárola (1994); Caretas, 21 de abril de 1994 (Lima): 33-36; Expreso, 9 de enero de 1994 (Lima): 2021. 14 Un documento oficial del Ministerio de la Presidencia (1993) admite un continuo declive en el gasto social después de 1986, en términos reales. Este cayó de 4.61% del PBI en 1980, a 1.78% en 1991 (Fernández Baca y Seinfeld 1993). El sector educación perdió las tres cuartas partes de su presupuesto entre 1986 y 1990, y la situación fue similar en el sector salud. 15 Este estimado ampliamente aceptado fue corroborado por las cifras oficiales del gobierno para 1994: 54% de la población, 13 millones dc personas, vivían en condiciones de pobreza crítica, definida como un ingreso insuficiente para cubrir una canasta familiar de una familia de cinco perso- nas, mientras que 23% de los críticamente pobres sufrían extrema pobreza, definida ésta como un ingreso insuficiente para cubrir los requisitos nutricionales mínimos para una familia de cinco perso- nas. Las cifras han sido tomadas de un reciente estudio encargado por el Fondo de Compensación y Desarrollo (FONCODES), el fondo de emergencia social auspiciado por el gobierno que fuera fundado