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Steve J. Stern
je y el fraccionalismo que fluyeron de éste incluían una zona de tolerancia y una libertad de acción política que permitió a Sendero proseguir con su estrategia de obtener informacion y presencia local, y de trabajar las contradicciones locales que minaron las terceras vías. Como muestra Burt, las consecuencias también significaron que los dirigentes de base dinámicos, como María Elena Moyano, podían encontrarse expuestos y ser vulnerables cuando pasaban a un antagonismo más agudo con Sendero. El asesinato de Moyano en 1992 a manos de Sendero estuvo cargado de un simbolismo devastador. La dinamita que la destrozó también voló la esperanza de que comunidades como Villa El Salvador señalaran una tercera opción viable, construida por y para los pobres y los desposeídos.2 Como hemos visto, ideas y aspirantes políticos con raíces en eras históricas distintivas parecían de algún modo coexistir y congestionar los espacios políticos peruanos durante los años ochenta y noventa. En tanto que capital política y de los medios de comunicación de la nación, centro económico y megaciudad, Lima Metropolitana constituía el lugar principal que concentraba un número asombroso de actores políticos rivales. Pero aunque fue especialmente notable en Lima y en las comunidades barriales que la rodeaban, la congestión y la contienda política también se desarrollaron en otros lugares. José Luis Rénique muestra de forma vívida que en Puno, en el lejano sur de la sierra peruana, también se desarrolló una feroz lucha por construir y por eliminar una tercera vía aparente. De hecho, el Puno de mediados a finales de los años ochenta vio tomas de tierras respaldadas por las militantes federaciones campesinas. Los proyectos políticos claves incluían no solo los de Sendero y los militares, sino también al populismo promovido por Alan GarcÍa y el revitalizado Partido Aprista, la revolución no senderista promovida por el PUM (Partido Unificado Mariatcguista) y la democratización de base promovida por una Iglesia progresista, las ONGs ("organizaciones no gubernamentales") y las comunidades y federaciones campesmas. Uno de los aspectos más llamativos y sorprendentes del análisis político que Rénique hace de Puno es una cierta consistencia con el estudio de Burt sobre Villa El Salvador. Por supuesto que unas inmensas diferencias en el medio político y social separa a ambos casos. Puno era un mundo social agrario de mayoría india, no una metrópoli urbana.3 Su historia y cultura política regional configu2
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Para el aislamiento de los dirigentes de base y el asesinato de Moyano, véase también el ensayo de Coral en la cuarta parte. Ella argumenta que Moyano y las dirigentes femeninas de las oganizaciones de base comprendieron la prioridad de la oposición a Sendero con mayor rapidez que la dirigcncia de los partidos de izquierda. Para unos buenos trabajos que iluminan la historia y las especifidades de la región durante los siglos XIX y XX, véanse Jacobsen 1993; J. Rénique 1991a y, más en general para las provincias del sur, Poolc 1994.