ENÁN BURGOS
CHICHONES EN NIÑO
PLEAMAR
Š Enån Burgos Pleamar XI 2011 Todos los derechos reservados
L’ennui n’est plus mon amour. Les rages, les débauches, la folie, dont je sais tous les élans et les désastres, - tout mon fardeau est déposée. Apprécions sans vertige l’étendue de mon innocence. Arthur Rimbaud. “Une saison en enfer”
De
ese nacer todo no es
desvelo, todo no es suplicio‌ algunas palabras, algunas caricias me dieron aliento. Envuelto en paùales el beso que aviva me ha abierto el sentido, ungido de amores llevo entre mis labios canto y arroyuelos, en los ojos breves, ancho mar y cielo.
Criatura
rodeada de
sombras, apenas vio la luz, descalabrada. Desquicio que anhela deshacer nudos, ninguna verdad sino su sue単o, ninguna presencia sino su ausencia. Cercana de espinas y rosas, la nada intensa fecunda su desnudez.
Centellas
hienden la
sombra que te envuelve. El llanto por los ojos, derrame de la herida, la sangre iba de fiesta, incendio asà en las venas y la tarde muriendo‌ Desnudo y sofocado bien te acogen los vientos, arrullado y mecido te convoca el alivio.
Cuadratura
negra,
eso fue lo mĂo. Encierro que engulle pupilas y punza los sesos. Antojos y reveses, piel en llamas, agobiantes sueĂąos atizan las ansias que sĂłlo apaciguan, madre, tus manos con aguas.
NiĂąez
que enturbiaron
miedos, en la oscuridad, no obstante, vive atenta a lo que la aterra. Sus ojos, antro inmenso donde anidan murciÊlagos, monstruos, reconcomios, lagos de tinieblas‌ Asediada oye los silbos de brujas.
Extraviado
en mi
propia bruma adoré el relámpago. Infancia atiborrada de chichones. Gritos propios al dolor que se cría en uno, dolor del cual la angustia hiciera un nudo. Vértigo éterno atizado por recelos.
El
castigo: en mazmorras
solo con mi sombra... Labios mudos reclaman dulzuras, pero
sólo
hubo
temblor
y
chillidos… Vinieron luego arañas puntuales, reptiles astutos, puñados de espectros rastreando verdades.
Así sangró mi rostro… su rastro por el suelo. Cisco y rose. La caída, el golpe, el pavimento, al principio el ceño no lo siente. Aprendí a ser lo leve viendo el arroyo que las venas vierten.
Bajo
el lecho horrendos
monstruos reanudan reyertas. Afilando pezu単as se alojan en penumbras. Me acurruco en el petate, furtivo y de piedra, imploro la luz.
Sollozos y mรกs sollozos. Vida queriendo ser otra, rabia abultando los sesos, ira de exacciรณn. Madre melodiosa, con los dedos me hace mimos para que coma. Furia alimentada por el desapego, ninguna promesa abrirรก jamรกs mi boca.
Antojo de tierra y tos y más tos… Pulmones entumecidos por la malquerencia. Muchacho esqueletado por las fiebres, comelón de tierra, al que el vómito da su alerta. Infeliz flacura, flautas son tus huesos silbando carencias.
Qué escalofrío más agu-
¡
do! Vahído en lucha contra la ausencia. La soberbia adrede le pega, lo tumba. Chichones en la cabeza, también poemas y ruegos. Tantas y tantas creencias. Cansados codos reciben el peso del abandono.
Delgaducho, ni ni帽o ni ni帽a, ni lo uno ni lo otro. Caprichoso no come, no duerme, no sabe ni leer ni escribir. Horror de ofrendas y lisonjas. No lo conquistaron ni los arrullos ni los regalos que buscaron embelesarlo. S贸lo le gusta la negaci贸n.
Siempre el mismo agasajo
repartiendo
caramelos
despu茅s del castigo. Escarmiento en el coraz贸n, mordi茅ndome perd贸n.
los
labios,
pido
En
el semblante la ira.
Malcriado insulta el retrato de la madre ida. Mil ficciones causadas por el desamparo, episodios de toda una vida... y la apetencia eterna de ganar el cielo.
El
diablo de noche, obs-
ceno y fosfórico, le salía al pequeñuelo.
Aldabeado
pecho,
un clavo en cada pulmón. Se orinaba
una
vez
más…
Ensangrentada tos, maullido de gato traduciendo el fastidio del hálito en la voz.
Niño indefenso lidiando contra un toro iracundo propulsado por gasolina. ¡Enloquecido y descabritado carro! Piel lacerada. ¡Hete aquí sangre, autora de dramas!
El asma lo ensortij贸 cuando ninguna ventilaci贸n ni sentimiento de paz hubo en las mazmorras distinguidas.
Saltos para cruzar el abismo y poner buena cara. Más profundo que el mío el pavor del animal. Ternura de odas oídas en brazos que envuelven y protegen del vacío.
En la distancia percibo lo ido. Choque de la mariposa contra el vidrio, entonces el dolor me es revelado... Primera enconadura, abajo el empedrado con su encaje de cuernos me deja un moret贸n.
Columpio, combinado de tablas y bejucos, trapecio del cual me despeñé más de una vez. ¡Tanto me amaba la tierra! De lo muy alto vine a ella con todo mi peso. Fractura doble en la muñeca izquierda y un único yeso rayado de incoherencias.
PequeĂąas caĂdas preparan el corazĂłn al hundimiento definitivo. En la voz, mi
silencio:
memorial
de
chichones. Los primeros pasos fueron tropezones en filos de mesas. Puntas que el aciago clava en la cabeza.
Maldiciendo
los
domingos y sin querer ir a la misa, envalentonando proclamo la destrucción del reino de Dios.
Ese
eterno
vacío…
Lloriqueo como tantas veces pues el zapato me aprieta. Coscorrón y pataleta, bofetada y boca rota, bozal puesto con fuerza para hacerme así callar.
Hipnotizado
por
los silbos de la selva me alejo de ese mundo de cristal. En la hojarasca, descalzo y perplejo, meto el pie, piso la mapan谩 emboscada, la cual me deja en el tobillo dos orificios, un hilo de sangre y un rencor que me incita a la rebeli贸n contra el patriarca.
Siendo
ni単o no supe
temerles a las avispas, mi piel biche recibe cuanto inflama y pica. Anhelando olas me voy por incendios, un error acometo, al pisar la llama guarecida en cenizas.
Voz de la Madre de Agua. Un resbalĂłn y el rĂo me acoge en sus fauces. La corriente quiere engullirme, remolino goloso y pĂŠrfido, por fortuna vara que me da la mano.
Mont贸n
de cosas sin va-
lor en la casa matriz del jugueteo. Rodar hacia la fosa de la bola que los magos, una tarde de brisas, dieron a mis manos.
Víctima del desasosiego que lo aflige se estrella en su evasión. ¡Este chaval me desespera! El grito de la histérica maestra. Sangrando en silencio fustiga las ligaduras, trata de hacer versos, pero el poema hondo en la boca no llega. Singular duelo entre el anhelo y su respirar.
TardĂo
entre las cien
lĂneas del castigo se duerme. Ya casi adormecido le vienen frases, voces excrementosas de un grĂĄfico desordenado esclareciendo la angustia.
En
lo Ăntimo las llamas
avanzan, refugio en los playones cerca del agua. Verano para buscar guijarros, el oro para
ser grande de talla y
poder saltar de infinito a infinito. Pantanosa la arena asĂ lo sabĂa, ofuscada por unas manos palpando torpes su lenidad.
Barrizal de la infancia asiduo y glauco, que un Dios, all谩 en lo alto, quiso vedar. Navegaci贸n
interior.
Impe-
riosas maniobras para que el coraz贸n lance su nave y olvide el sudario.
Escupitajo del ogro contra el alumbrado nublando las estrellas. En cada baldosa el estruendo de su gargajo, el eco de su pisada. Desbecerrar que entalla, aĂşn en la luz, toda inocencia envuelta en paĂąales.
A
oscuras me chupaba el
pulgar.
Manía
que
chupo
alguno supo remediar. Una rata fea salida de un rincón inmundo me puso las patas sobre los párpados. Debiluchas babas de mis labios cuando sueño con lo amargo. Horrenda sopa, horrenda carne nutriendo la ausencia.
La
fiereza del maestro de
escuela. Pupitre desquiciador, el poco aire entre la silla y la mesa. Reglazos en las manos, morados en las nalgas, piedras puntiagudas, punitivas e hirientes. Ficci贸n del catecismo que me envi贸, un d铆a de sol, al fondo de las negras b贸vedas.
Vestido confusamente, destinado al destierro, espasmos y vértigos… Martirizado por un azote interior que en el plexo clava el hip … hip … hipo…
Oscuros escenarios en la mente y desdén de palabras. ¿Quién te arañó la cara? ¿El gato del fastidio, acaso? ¡Te ves curtido y mudo! Revélate menos agrio, sonriente, hermoso, amado. Con agrado o sin agrado, ocaso y alba de tu facha de muchacho.
Repelido,
me fui de
aquel país de buitres que asesinan lo que eres. Llevé por guía la luz. El lamento del guadual invadió mi voz, la algarabía de palmeras me llevó a lo claro. Derrumbes en la vía y fango denso, crucé intrépido la niebla.
R铆os
sin
agitaci贸n
lo
llevan a uno morosamente por el remanso. Riachuelos turbios del pensar surten el coraz贸n que irriga, chorrea, sin contar m谩s las ausencias.
Mutilación
a cada
instante, castración, no saber qué camino tomar. Miedo que lo macabro introduce a más no poder. Silbos de algunos pájaros noctívagos, flautas lacónicas en el ramaje errante.
Magnetismo
um-
bilical cortado un día de nubes. ¿Sangre que aparece, por qué siempre este sueño con víboras maléficas que nunca me muerden que dan pesadillas y me paralizan?
llí donde ortigas crecen, mis pies descalsos… Espinas se me entierran a pesar de haberlas percibido. Infectados puyones, fiebre y delirio… Numeración ciega, cuento ocho orificios, uno cerrado y no lo sabía. Pasos otra vez, sobre la cuerda floja que separa las peñas del aciago.
Oveja
negra que no le
dio un solo hilo a la felicidad. El lobo imperial en el rastrojo descuartiza la liebre de la promesa. Pese a los buenos tinos, aquel disturbio contagi贸 mi cuerpo. N贸mada hambriento y vestido de harapos, me volv铆 muy fiero.
Remendado
una
vez más, aprendí pronto que una cosa es caminar y otra cosa es dar pisadas. Ensangrentada y cubierta de pústulas, en la página se exhibe la herida. Derroche de sangre ¡no joda! ni poema ni canto; noche sin fin creyendo ser la aurora.
Impúdico y con mil manos busco la dicha que tanto me falta. Tigres, víboras, buitres en lo más denso de la espesura… Bestiario que brama bajo el camastro cortando de tajo el sueño. En las sienes desvelo que mata: la encendida confusión propia de la infancia.
El
miedo, al ver fieras hoy,
me devuelve siempre a la placenta. AllĂ, protegido, trato de olvidar
ponzoĂąas
y
rabos,
picos y garra del bestiario bajo el petate que tantas veces me hiciera llorar.
El ser de piedra y transido de tanta comedia fatua, fastidiado se adhiere a la nada. Contractura y nudos de la muerte en las pantorrillas.
¿
Vas al baile? El padre no
me deja. Mocoso sin paraguas, me escapo muy mojado. No me sirven las tretas. Llegué tarde, derretido, después que el chaparrón cerró las puertas.
Aunque
el cielo se
oponga a toda deriva, aunque el sol con sus rayos atesore tu mirada, el decaimiento baboso entra en el plexo vertiendo negruras. Días y noches muy lluviosas de la infancia. ¿Quién vive que no haya sangrado a causa de hostigosas verdades, quién para sesgar su memoria?
Ansiosas
manos re-
mueven la bacinilla de los presagios, orĂn adivinatorio‌
Domingos pintados de verano, con sus brisas que se llevan sombreros. Polvareda y hastĂo, la paciencia sucia por el suelo; nudo en la voz que nunca cesa de invocar lo propio.
La sangre galopante por la herida, frente abierta por la pedrada
recibida.
Enormes
chichones, remiendos y remiendos que hoy se leen sobre tu piel, como si el libro del caos por fin abierto.
Una
vez mĂĄs ese sueĂąo
con dragones que vuelven brasas tu cuerpo. Luna erĂłtica, aumenta la temperatura, la libido bien ardiente le implora socorro a la nieve.
De
tu sexo se ampara la
llama, erguido y exaltado glot贸n cacareo del semen. 隆Ah, la amorosa soledad!
Lágrimas secas vueltas hoy surcos de máscara, esbozan tal vez el sino… Tenían como base la cara, sobre las mejillas reconocidas por el andar lento. Zanjas proféticas, tortuosas, dejan ver el alma.
Padre
perdido en em-
brollos. Deberes lo oprimen, asunto engorroso. ¡Ay del que le hable! Horas después nada, sirenas del vacío lo acaparan, noches infieles lo dejan furtivo; hoguera del tedio atizada. Cuando ama emerge con todo su peso. Su navío contra un muro de razones, víctima es del muelle que lo acoge.
La muerte deambula, se detiene, entra de noche en la habitaci贸n.
De
puntillas
y
deseosa de ti, te suena sus cascabeles como una madre ver铆dica.
Licor que a los trece años entró
por
mis
labios,
la
palabra, fogosa, se vierte… Prodiga fluidos, entonces la vida al fin pronunciada. Bumerán del hálito, el bilioso antojo de hallar lo que amas.
Vives en un estuche cerrado, bruma así de la nada... Cuando la luna aclara los lagos, tus ojos sueñan con el fulgor un instante. Pese al empeño, tolondro y sed que acaban en desmayo…
Tener
quince aĂąos. En
el aliento el almizcle que da el aguardiente. En las piernas el temblequeo desatado por los tragos. Cuerpo por el suelo, cercenado, convulsivo. EpilĂŠptico yo sin metas ni destino.
NacĂ desnudo con la sed de andar caminos, por eso siempre me han visto llevar candiles conmigo. Escandalosa vagancia del ser creando su molde, yendo y viniendo, incansable y solitario por las playas del deseo.
Antes del deg端ello, aves de un cielo negro, silfos encapuchados introducen en el pecho la odisea de un violento vuelo.
Andar de
bruces vuelto un
costal de huesos‌ Mareas de la luna llena, la cabeza te da vueltas, la ebriedad por las venas
desciende
hasta
los
talones. Exceso de tragos, el torpe cuerpo llevado por olas.
En la pleamar navío a la deriva, tempestad en el enclave de las vísceras. Hoy hablas como si el huracán hubiese ya pasado. ¿Qué te quedó de aquel deslice, un diente roto, una mala fama? ¿Qué margen pudo haber en un vacío tan hondo?
Merodeo, volver a caer de bruces, exceso de alucinaciones‌ Bacantes que del ocaso hasta el alba desnudas me acogen en su nado. Me arropan la vida de besos, bailan, me desmiembran todo y se alejan.
¡Ay,
qué resbalón tan hor-
rible! Retorcimiento y jadeo, quejumbrosa maravilla en el brezal de otro cuerpo. Entornados ojos, algo jamás sentido. Voy de repente acrobático, aúllan mis fantasmas. Sol no te asomes que me encenizan tus rayos.
Virginidad como la hiciera
Dios,
pura
en
su
embrujo de fuente, lamida por la lengua que le habla del apego en lo ciego.
¿
Qué
puede un adoles-
cente a quien Eros esclaviza y extorsiona con sus fulgores? Anhelando paz fuma hierbas. Ñoñea, se pavonea, pierde el juicio paganizado en su bragueta por los ardores del Dios Amor.
Pubis, matojos,
caderas, nalgas,
vaivenes,
viruelas.
¡Terrible rasquiña! Mi piel, mi página cubierta de garabatos que le dejaran grabados los arañazos de alguien.
Enamorado,
bala-
da de la pluma por el aire, las razones de una madre no lo atajan. Llega el eros con la brisa, vuelo entonces supremo. Canto agudo de aquel pรกjaro que las flechas incesantes van sangrando.
Dadaísta
dado a la
bebida, impúber y pasmado, en la copa de un árbol me bamboleo… Bruscamente de la rama caigo. Un chichón más en mi cráneo iluminado.
Qué me lleve el aquilón!
¡
Árbol de cera, el peligro tiene un aceite que hace resbalar las manos.
Jugar al rat贸n y al gato, a las caricias bajo la mesa. Tocar con dedos f茅rvidos y cuando menos lo esperas mont贸n de traviesos besos, sobre tus labios pringos ignorados.
En
tus mejillas, ninguna
risa ni colorete. Modorra fulminante, azote muy agudo en las entraùas, nervios enmaraùados: primer Valium‌
Herido
y sin medir es-
tragos, ebrio nuevamente, al tedio le huyo. Resbalón en zanjones y orinales. Al despertar dolor en las sienes, múltiples chichones‌ Me doy bien a conocer por mi bolchevismo, mis chifladuras y otros aquelarres.
La poesía más adelante lo deschaba. La obsesión de tetar el azur. Un montículo de estereotipos lo frena en su camino, exceso de juicios y adjetivos. Siguiendo los pasos del vidente Arturo, desflorado vaga por infiernos húmedos, le lava a la lengua las manchas ya viejas y en los pliegos tiernos de la vierge folle libera su verbo de todo pecado.
驴
C贸mo acceder a lo pu-
ro? La noche me da su consejo: entre desamor y amor vete pronto de tu nido, gana el mundo y sus cristales, y ya lejos, no olvides lo que dejas, la clemencia dulce de las aguas claras.
Acertijo
al ver la au-
rora… Lo cierto fue que me puse
en
órbita,
crucé
el
horizonte y ya de paso por países viejos, mi boca fresca con hálito añejo empezó a balbucear, confusamente, vocablos nuevos.
Tu tez de carmín, niño, se
¡
te ha vuelto pálida! Voz de la luna. Recaído la escucho, por el vacío infinito resbala una estrella. Pido un deseo: a la salida del sol, en la cloaca helada donde peno penetre el rayo tibio de la dicha.
Días grises entre disgusto y paciencia. Las cosas quietas, acodadas,
empuñadas
con
desgano; lanzo dados que tal vez abolirán el azar. El mar de aquella
infancia
está
muy
lejos, ¿Para qué el sempiterno amor materno si mi nave ya no osa navegar?
Lampiño nací, lampiño crecí, hasta que mi cara con bigote y barba oscura se pone. ¡Ay!
¡Desde
muy
chicuelo
tantas pesadillas, albino miura que me embiste siempre!.. Despertar a tientas, trinos ya del Sol, su claridad excesiva no le conviene a la juventud y su niebla.
Exhumada
infan-
cia, chichones vigentes aún… Demonio mío, hoy en día, en los atrios bendecidos, ángel tísico, no te niego. De por vida dos montañas en la testa, donde se ven despobladas, del ayer, las selvas.
Veinte años y existen-
¡
cia de chichones que la muerte borrará quién sabe cuándo! Cicatrices en el cuerpo dejadas por desplomes. ¡Empedrado de mis diabluras, nunca pares, te lo ruego, de desnucar mi estoicismo!
Chichones buena
nodriza
que la
suavemente
sosegaba… La amaré siempre… ¡Cuántas veces hipé en su amparo! En la mente aún resuenan las pisadas de un padre distante y el taconeo de una madre ausente tan cercana.
Entre ella y yo, se alarga la distancia. Brazos de un largo alcance, venidos de no s茅 donde, sosiegan tu coraz贸n. Revienen con brisas, te muestran que existe amor.
AprendĂ
a andar con
sigilo auscultando el mutismo de las piedras, tambiÊn a epilogar quimeras‌ Rota barca de palabras remando en el cielo de las aguas.
La
ansiedad te persigue, tĂş
la alejas con una jeringa en las venas‌ Agujeros en los brazos que miran y remiran, hundidas en negruras, las niùas de tus ojos.
Cocoteras
y coscor-
rones en el coco muy a menudo, legiones de chichones, para aliviarlos: marihuana, whisky y cocaĂna. La villana sangre brota a borbotones para que la infectada herida al fin supure.
ÂĄQuĂŠ broten las verdades! Dolor de ser tan cierto, despierto o dormitado, honrando los chichones que nos dejĂł la infancia.
Para tu suerte llanto que a veces aclara, lumbre azulando tu duda. Nacen en ti, en tu drama, unas ganas raras: vivir disfrazado. Borrado el nĂşmero vano, teatro de luz y sombra.
At贸nito
bailas. - Corri-
ge tu cuerpo-. Entras en un c铆rculo
donde
movimiento.
todo
-Deja
de
es ser
tieso, renuncia a la palabra.Consejos de un dios.
Tomas otro rumbo, atrĂĄs el sinuoso que te hubo perdido. Vuelo levantado y un nuevo desplome. Andar dolorido, salto en el vacĂo que alteza lo bello.
CrĂĄneo
a
quien los
golpes le dieran turgencias para un hablar cierto y siempre el arrojo para no dejarse vencer por la ĂŠpoca.
Cuna
donde aún trinan
cascabeles… Caras con mimos que te miran y sonríen y que tú errabundo, nunca olvidarás.
De
repente, en aquel co-
razón andariego el tiempo del colapso. La sangre intenta evitar nódulos, no lo logra, choca contra lo añejo. Arterias ya rancias, caminas despacio, te acuestas distante y desvaído, apagas la lámpara.
Mendigo
escuchas la
lluvia pidiendo limosna, tu luz un instante parece estar yerta. De nuevo los miedos, resurgen chichones‌ La infancia regresa clamando justicia, pero ya es muy tarde‌
Cuando cierro los ojos así me hablan los sueños. – ¡Destruye
esas
celdas!
Se
prende el desamparo en la memoria
y
aumentan
los
desvelos… Aciago que gasta la esperanza y rige mi tormento. Un
andar
yendo
efímero
¿Hasta dónde, hasta cuándo? Mañana saldrá el sol, dicen las ranas…
Otras publiciones digitales del autor: http://enanburgos.free.fr/poesiedigitale.html
Signature numérique de Enán Burgos DN : cn=Enán Burgos, c=FR, o=PLEAMAR, ou=Poesía, email=enanburgos@gmai l.com Motif : Soy el autor de ese documento Lieu : Montpellier France Date : 2011.11.17 11:04:58 +01'00'
Chichones en niño Publicado por PLEAMAR DIGITAL El 11 de Noviembre de 2011. Montpellier – Francia Esta versión definitiva anula las anteriores.
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