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La esencia de las palabras: Barravés’s val

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Era Val de Barravés éi ua arribèra des Pirinèus centraus, plaçada ena versant sud. Ei eth conquèst dera nauta Noguera Ribagorçana. Es termières d’aguesta val seguissen es crestes des montanhés que la entornege. D’aguesti tucs es mès destacadi son: ath nòrd, manant era val, Eth Tuc deth Cap deth Pòrt deVielha; a cogant, eth Tuc de Molières, Russell e Ballibierna, toti de mès de tres mil metres de nautada; e entath costat d’autant es el Besiberri Nòrd, Sud e Coma lo Forno, que despassen també aquera nautada. Era termièra nòrd coincidís, ronques, damb er èish axial pirinenc e es vals der Ésera e d’Aran. Tar est limite damb era Valh de Boí, e tar oest damb era Valh de Castanesa. ¿Pero dónde estamos? ¿Qué les pasa a nuestras cuerdas vocales o a nuestros pabellones auditivos? ¿Qué lengua, dialecto o habla estamos utilizando? Pues, ni más ni menos que una variante del dialecto gascón de la lengua occitana, el aranés, lengua oficial del Parque, y hablado aún por alrededor de tres mil personas en los Pirineos, en ¡los dichosos Pirineos! ¿Por qué lo hacemos? Porque nuestro viaje por la geografía pirenaica nos lleva hoy al Valle de Barravés, un territorio de montañas donde conviven, entre sus poco más de mil habitantes, tres lenguas diferentes: el catalán o ribagorzano, el omnipresente castellano y el aranés. Pero comencemos a desnudar con delicadeza y admiración ¡este extraordinario paciente políglota! Los orígenes de Barravés están relacionados con el monasterio de Sant Andreu Arravensis en el siglo X, momento en el que se nombra y es escrito este topónimo por primera vez, en un documento que habla de la consagración de la iglesia de Sant Andreu por el obispo ribagorzano Ató. Los monasterios eran en aquel momento verdaderos centros culturales y artísticos, eso sí, los territorios que los envolvían parecían estar sumergidos aún en la Edad de Piedra. Los monasterios eran refugios de riquezas envidiadas -por usurpación o por donación- de los mortales de la época que pretendían ganarse un buen rinconcito en el deseado cielo. Pero, como decía el poeta, si nada es mezquino, ¿dónde diantre están los restos de estos famosos monasterios? Sant Andreu de Barravés, uno de ellos, es ¡todo un misterio! Un misterio que parece haber desaparecido, como fuese, entre las casas de los paisanos más avispados de los últimos siglos. Investiguemos un poco por los caminos de la historia a ver hasta donde nos conducen! Algunos sitúan el monasterio en la confluencia de la Noguera Ribagorzana con el Valle de la Valira de Castanesa, donde se alzaba la aldea desaparecida de Miravet, que da nombre a una de las montañas más emblemáticas de la zona. Otros creen que casa de Arro –uno de los posibles orígenes del topónimo Barravés, en el término municipal de Montanuy– se construyó con los restos de sus piedras y columnas. Los historiadores dicen, no obstante, que casa y monasterio fueron contemporáneos durante unos siglos, lo que quita credibilidad a la hipótesis. Otros osados lo sitúan en el pueblo de Senet, menos conocido como Senet de Barravés, donde hoy en día se levanta la iglesia románica de Santa Cecília; o en el santuario de Riupedrós o Reperós donde, según las gentes de Vilaller, havia un convento. ¡Pues no! Montsant, el otro Montsant, el pequeño puerto que debemos de hacer, a pie, a caballo o en coche, antes de llegar a Vilaller viniendo desde el Pont de Suert, sería otra posible ubicación pero parece poco probable, por más que salga en la cartografía un terreno llamado el templo de Barravés, donde hoy en día está ubicado un hotel y restaurante. ¡Pero ya estamos más cerca! El lugar donde se ubicaba el monasterio de Sant Andreu parece coincidir con la ubicación actual del cementerio nuevo de Vilaller. Ya en el año 1932, durante los trabajos de la carretera, aparecieron restos del monasterio y de su cementerio, y haciendo las fosas del nuevo, hallaron restos humanos del antiguo. ¡Cementerio sobre cementerio! Por lo tanto, bajo el Montsant, cerca de la Noguera, mirando al sur-oeste, en el terreno llamado, como no podría ser

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de otra manera… Sant Andreu, es donde se habría construido este cenobio ribagorzano que, junto a los de Alaón, Obarra y Lavaix, fueron pioneros en la gestión política y económica de estos valles de indudable riqueza. De nuevo, los topónimos actuales nos acercan al descubrimiento de nuestros patrimonios más heroicos y antiguos. Esto y aquello empezaba a ocurrir allá en el año 920 cuando un hecho importante tuvo lugar en la historia política de los Pirineos. ¿Cuál? El Pallars y la Ribagorza se separan. ¿Cuando? A la muerte de Ramon I, contemporáneo del famoso Guifré el Pilós. ¿El por qué? Vete a saber, puede que por guerras fraticidas entre hermanos de sangre. El primer condado, el pallarés, será cogobernado por Isarny Llop, y el segundo, el ribagorzano, por Miró y Bernat Unifred . Mientras tanto en Roma gobernaba un Papa católico y romano, llamado Esteve VII que, la verdad, no nos compete en esta historia medieval que nos ocupa. Y es que en aquellos tiempos de reformas gregorianas, Roma y el Santo Padre aún respiraban y conspiraban muy lejos de los Pirineos, ¡pese a que condado y obispado –de Ribagorza– fueran regidos por el mismo linaje! Y Barravés, ¿que debe significar? El Vallis Arravensis o Arravense, por el que fluye el río Nuceriolam –Noguera–, tiene diferentes hipótesis de interpretación. Una podría significar el valle angosto, estrecho, salvaje, que descubrimos más allá del estrecho de Vinyal, en dirección norte; otra derivaría de la propia evolución del topónimo Arravensisdel monasterio de Sant Andreu. La historia del porqué de muchos topónimos nos enseña que éstos nacen a partir de una localización muy concreta que, más adelante, se puede aplicar para bautizar a una zona geográfica muy extensa. El ejemplo del topónimo Ribagorza –la antigua Ripacurtiae– que parece ser que nace alrededor del monasterio de Obarra, es un buen ejemplo que ha acabado hermanando a casi tres mil kilómetros cuadrados de territorio pirenaico. ¿Dónde empieza? ¿Dónde acaba? Barravés originariamente limitaba, al norte, con el Salto de Senet, donde empezaba la Vall de Supersallent–o de las grandes cascadas– y por el sur, prácticamente hasta la altura en la que la Noguera de Tor vierte las aguas sobre su madre, la Ribagorzana. A finales del siglo XI, con una serie de donaciones a nuestro querido monasterio, se añade la parte norte de la cuenca que faltaba, desde el Salto hasta el puerto de Vielha; otros valles vecinos, como el de de Denuy, e incluso los términos de Castilló de Tor, Llesp y Cóll, el antiguo pagus Lespetano. En esta centuria el monasterio pasa de abadía a priorato y del siglo XIV al XIX se transformará en baronía eclesiástica de los prelados ilerdenses. En la cartografía del siglo XVIII encontramos el topónimo, no sólo como valle, sino como lugar situado en la parte alta de la ribera, hacia el nord-este, cerca del núcleo de Vilaller, a caballo de sus dos regiones naturales, Aragón y Cataluña, o sirviendo como término administrativo o político. ¿Cómo es el valle? ¡Es y fue un valle glaciar! Sí, gélido y glacial, lleno de morrenas y tills, de estrías y de rocas aborregadas, con un perfil longitudinal escalonado y otro transversal en forma de U –de Uzbekistán– que nos esconde numerosas sorpresas geológicas. Antiguos lagos, hoy sedimentados por los materiales de la historia más reciente, como los de las cubetas de Bono y quizás la de Vilaller; valles colgados espectacularmente como los de Llauset, Salenques, Molières –cuna de la Noguera Ribagorzana–, Conangles o la poética Besiberri; un territorio de cascadas verticales que se descuelgan, descaradamente, de estos valles que ocupan tanto las umbrías como las solanas. Desprendimientos, depósitos, corrimientos y otros movimientos del terreno que tienen su máxima expresión visual y estética en la Esbornada de Senet, que con su hermana la Esbomegadade Erill, en el Valle de Boí, son testigos geológicos de la inestabilidad de todo cuanto nos rodea, incluidas las laderas de nuestras montañas, como mínimo, ¡durante los últimos seis mil años! ¡Barravés es por lo tanto un valle de desniveles estratosféricos! El viaje de los tres mil a los mil metros de altitud puede durar pocos segundos, minutos u horas, dependiendo del medio de locomoción que utilicemos. Existe ade-

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más, una relación íntima entre el marco geológico y las vías de comunicación. Sino, ¿quién puede explicar, en pocas palabras, la ubicación del Hospital de Vielha, todavía hoy próximo a la boca sur del flamante nuevo túnel? ¡Hagamos un poco de historia! Este hospital pirenaico, también conocido por los araneses como el Espitau de Sant Nicolau des Pontelhs, fue fundado por Alfonso II en el año 1192, para ser utilizado como refugio por los comerciantes, los cazadores, los viajeros y los pioneros del alpinismo como Gourdon, Russell, Packe, o sencillamente para aquellos aventureros anónimos que cruzaban la montaña por necesidad desde el Valle de Aran o desde la Ribagorza. Dos reyes más, Pere el Catòlic y Jaume el Conqueridor, concedieron al Espitau protección real. Éste último pasó por él en 1265 para hacer su visita real a Aran. Hasta la época de Carlos I estos privilegios quedaron confirmados, la propiedad y la administración quedaron en manos de la villa y cónsules de Vielha, tal y como lo reflejan los libros de actas, con arrendamiento cada cuatro años. Todo el mundo que llegaba a este hospicio –o a los de Benasque, Gistaín, Parzán o Bujaruelo– tenía derecho a agua, sal y vinagre; un asiento cerca del fuego y una cama en el caso de que estuviera enfermo. Aún hoy es refugio de montaña, junto con el de Conangles, siendo ambos nidos acogedores de los nuevos arrieros del siglo XXI. ¡Atentos, no obstante, por favor! ¡Barravés es el puerto de montaña de los silencios! ¡Vielha es el puerto del miedo! De los silencios y los miedos necesarios para protegernos de los aludes. Así lo describen diversos personajes históricos como el abogado, político y geógrafo Pascual Madoz, donde en su gran Diccionario de 1845, habla de los esfuerzos y las obligaciones de los arrendatarios del hospital aranés para abrir el camino de nieve, en los confines del valle, subiendo hasta cincuenta bueyes hacia el puerto de Vielha. El geógrafo Josep Iglésies también explicaba, hace ya un puñado de décadas, las penas que vivió Juli Soler i Santaló, guía por antonomasia del valle de Aran, cuando quería atravesar a pié este gran collado: “Era un 16 de Noviembre de 1902, ¡hace ciento siete años! Una pareja de recién casados del Valle de Boí marchaba para Francia. La fuerte nevada los detiene en el Hospital. Tres días después, el diecinueve, con un tiempo incierto, intentan atravesar el puerto. ¡Seis meses después encuentran sus cuerpos helados pero perfectamente conservados en las últimas nieves de una larga primavera!”. El puerto de Vielha o de Barravés –depende desde donde se mire, desde Senet o desde Vielha, desde la Ribagorza o desde el Aran, desde España o desde el Midifrancés– nos esconde y nos esconderá siempre un territorio de conflictos. ¡Conflictos entre los mercaderes araneses y los pueblos de Barravés! Conflictos que se intentaban solventar y evitar gracias a los tratos económicos entre los diversos valles pirenaicos llamados tratados de paz; tractats de pau en catalán, faceries en aragonés o patzeries en occitano, ya conocidos desde ¡mil años atrás! Incluso cuando eran pactos locales los solucionaban con las llamadas concordias, que han dado lugar a magníficas tesis universitarias de estos acuerdos comunales. Saqueos de mercaderías y de pastos; robos de animales cargados de vino de Aragón y de especias; secuestros macabros con suculentos rescates que podían acabar con bandoleros y ladrones practicando el asesinato más cruel. Por cierto, ¿habéis pensado alguna vez por qué el pico de la Contesa , vigilante gentil de Besiberri, se llama así? Don Camilo José Cela nos habla, a mediados de los años sesenta, en su libro Viaje al Pirineo de Lérida de esta cima que él bautiza como de “la Condesa” debido a que la asocia con una condesa ribagorzana. Con toda la modestia del mundo nos gustaría hoy llevarle la contraria a todo un Nobel de Literatura –repose entre libros en paz– en lo que compete a este tema: el pico de “la Condesa”no hace referencia a ninguna condesa sino a una disputa que probablemente se estableció, de nuevo, entre araneses y barraveses –como ya sucede en el siglo XIV por la disputa vecinal del Espitau– por el control de unos valiosos pastos que, por aquello de los ejidos o emprius, vete a saber a quien perte

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necían. De nuevo los nombres viejos de la geografía nos aportan más información de la que, muchas veces, nos pensamos y, por lo tanto, su protección y buena conservación pueden ser claves para interpretar algunos momentos claves de nuestra historia. Es el caso del Santet–el Santo– o Pèira Chispau, mojón que delimita en la boca sur del túnel real, al lado del refugio reformado de Conangles y de la cabecera de la Ribagorzana, las tierras catalanas de las occitanas, la Ribagorza oriental de la occidental, el Valle de Barravés del aranés. ¡Y aún hay más! Gracias a la memoria adjunta de uno de sus numerosos mapas de Aragón, el cartógrafo portugués del siglo XVII, J.B. Labanha, nos da el origen toponímico de la Pèira Chispau: era el término episcopal de los antiguos obispados de Lleida y Comenges, es decir, la piedra Bisbal o Bisbau, en occitano aranés. Y no hemos hablado de la historia legendaria de este hito, hoy marcado con una cruz y las barras aragonesas, que nace de la contienda entre un vecino de Senet y uno de Vielha –Cenet y Vetula antiguos–, para ver quien llegaba más lejos en su carrera por conquistar nuevas tierras; quizás fue la primera carros de fuegode la historia. ¡Barravés, Barravés, Barravés! ¡Cuantas historias! ¿Y qué sabemos de las famosas minas de Cierco? Pues que hace catorce siglos o casi mil quinientos años, junto con otras de los valles vecinos, fueron responsables de una de las etapas contaminantes más perjudiciales de la comarca, como se ha podido constatar a partir del análisis de los sedimen

tos de ciertos lagos pirenaicos, como el Redon, donde se han encontrado concentraciones elevadas de plomo en sus limos ¿Sabías que 60 cm de sedimentos nos pueden explicar 10.000 años de historia natural de éste lugar? ¡La madre ciencia es fantástica y las personas que la practican, aún más! ¡Pero volvamos de nuevo a la mina! ¿Qué esconde este punto de mineralización tan generoso? Esconde minerales como la calcita, la baritina, la escalerita o la conocida galera argentífera, de la que se extrae plata y plomo, ambos metales muy apreciados por las civilizaciones humanas. ¿Dónde? Entre los cabalgamientos de Bono y Estet, por debajo del tozal de Posa y entre tres filones diferentes: el del Rei, el de l’Obaga y el de la Solana. ¿Cómo se explotaba? Por el sistema de galerías a diferentes niveles separadas entre ellas unos 30 metros. ¿Durante cuánto tiempo? Existen evidencias que desde tiempos de los romanos y hasta la época medieval ya se hicieron aprovechamientos. La explotación más intensa de esta geología económica se produce entre los años 1940 y 1983 llevada a cabo por una de las dos grandes empresas, hijas del famoso ingeniero leridano Victoriano Muñoz: la MIPSA (Minera Industrial Pirenaica). La recuperación de este patrimonio minero es hoy en día una prioridad para la comarca ribagorzana, debido a sus altos valores biológicos, culturales e históricos. Las minas de Cierco deben dar un nuevo paso geológico en su historia, donde las galerías, los filones y los afloramientos se conviertan en centro de atracción turística y científica,

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potenciando a su vez la tremenda didáctica que se esconde dentro de sus olvidadas bocas. A la explotación minera le sucedió la producción de energía de la mano de ENHER (Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana), la segunda hija de Victoriano Muñoz, con aprovechamientos coetáneos como la mina alrededor de Senet y Bono, y años más tarde, con el gran salto reversible de Moralets y Baserca, topónimo pirenaico este último que significa “corral para el ganado situado fuera del pueblo”, y que cuando las aguas del embalse descienden su nivel podemos aún descubrir en la ladera umbría. Unas aguas que son empujadas por la energía nuclear sobrante, a través de tuberías subterráneas, hasta la presa de Llauset, un prodigio de la arquitectura industrial, que esconde las vergüenzas del hormigón entre los paisajes alpinos del vecino parque natural de Posets-Maladeta. Salenques, tallades, pedresbllanques, botornassos, anglios, riuenos, estanysfers! ¡Hablemos ahora de literatura, de libros, de poesía; hablemos de Mosén Antón Navarro? Hijo de una humilde ama de casa y de un buen zapatero de Vielha, nació hace ya ciento cuarenta y dos años, en casa Gessa de Vilaller, y fue asesinado, por hordas enloquecidas, en Barcelona, las vísperas de Navidad, de hace setenta y tres. Sin duda alguna, es el poeta pirenaico y romántico que, como maestro de la ternura, más nos emocionará mientras leemos sus versos y sus prosas. Prosas que evocan el amor incuestionable que tenía por la naturaleza cotidiana que forjó su infancia y su adolescencia. ¡Leed como escribía! Aquellos…”pels camins sense camí”; “al peu d’eixes muntanyes alteroses, graons de l’infinit”; “que bé hi estic tot sol, en esta altura”; “al peu d’una fageda muntanyana”; “negres abims em volten on té son jaç la fera”; “amb les falles aflamades davallen dels alts turons”; “sempre nova i sempre vella, el bosc té una meravella”; “quan les pomeres floriran entre les aigües lluminoses”; “mon goig suprem es somniar i viure d’aqueixos mons en l’embriagant follia”; “Ella vindrà! No sé per quin camí ni en quin moment dels dies de la vida”. Para finalizar, solamente tres deseos: el tercero, “Si em donessin a escollir una hora…”; el segundo, “Per fora, austera i bruna; per dins, fulgent i altiva”; y el primero, “Si la llengua ens engrillonen, fem que parlin nostres mans”. Carpe diem sublime. La armonía poética de Mosén Antón Navarro es la armonía geográfica del Valle de Barravés y de los Pirineos. Selvas sagradas, desiertos de soledades, árboles gigantes, ojos de haya, neveros de hierbas, orgías de lobos, osos y otras fieras. Fuentes encantadas, noches serenas de estrellas desconocidas, fallas eternas, pastores y ganaderos de caminos por descubrir. Tan sólo 69 años de vida fueron muy injustos para la vida de uno de los intelectuales más geniales del Principado. Todos somos hijos –con perdón– de Mosén Antón Navarro. Porque querríamos ser capaces de entender, con la mente clara y el rostro sereno, su poesía; querríamos ser cristales de la blancura de sus nieves y badajos del dring de los cencerros del vaquero de su pueblo. Recemos, como haría él, por el Valle de Barravés, por este territorio eterno de pastores y arrieros, de peregrinos revolucionarios y de maquis, de contrabandistas ilustrados o de viajeros enamorados. ¡Recemos para que esté presente en el recuerdo de las personas de estos tiempos y de los venideros! ¡Barravés, a pesar de todo, ha sido, es y será un poema difícil de escribir pero fácil de entender, como siempre!

Josepmaria Rispa Pifarré y Claudi Aventin-Boya *Nota: Los autores agradecen las correcciones y los consejos del historiador de Vilaller, Joan Ramon Piqué, siempre fiel a Barravés

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